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Diánoia

versión impresa ISSN 0185-2450

Diánoia vol.53 no.61 Ciudad de México nov. 2008

 

Reseñas bibliográficas

 

Héctor Zagal, Método y ciencia en Aristóteles

 

Alberto Ross*

 

Universidad Panamericana/Publicaciones Cruz O., México, 2005.

 

*Facultad de Filosofía, Universidad Panamericana. jaross@up.edu.mx

 

La reflexión en torno al método a seguir por la filosofía y el resto de las disciplinas científicas está presente en todas las tradiciones del pensamiento. No importa si nos ubicamos antes o después de Descartes. Un ejercicio reflexivo de esta naturaleza se advierte en la obra de Platón y Aristóteles, en la filosofía medieval —tanto oriental como occidental—, aunque en la Modernidad el tema cobró una relevancia muy especial. Bajo este horizonte, el libro de Héctor Zagal examina uno de los primeros esfuerzos sistemáticos por aclarar cuál es, en definitiva, el método al que se debe ceñir el filósofo y el científico.

El libro aborda la propuesta de Aristóteles, la cual se halla dispersa en sus tratados lógicos y en los "momentos metodológicos" del resto de sus obras. Es común encontrar que Aristóteles haga ex cursus de esta naturaleza al estudiar algún tema específico, sea éste de física, ética o de cualquier otra disciplina. Por tanto, dado el carácter fragmentario de estas digresiones en la obra del Estagirita, su recopilación y reconstrucción es necesaria para presentar una doctrina unitaria al respecto. El texto de Zagal, además de presentarnos su versión de lo que sería una metodología genuinamente aristotélica, propone mostrar cuál fue el eco de esas reflexiones en todo el corpus aristotelicum.

La preocupación de los especialistas por el tema no es nueva. Durante el último siglo, la cuestión del método en Aristóteles ha sido estudiado por las distintas tradiciones filosóficas y de comentaristas. Gracias a esto contamos con una base importante de trabajos sobre esta materia. Algunos de ellos se han convertido en clásicos, como el libro de Heinrich Maier (Die Syllogistik des Aristoteles, 1896–1900), o bien las obras de Auguste Mansion (Introduction a la physique aristotélicienne, 1913) y J.M. Le Blond (Logique et méthode chez Aristote, 1939), por mencionar sólo algunos ejemplos.

El interés de los aristotelistas se debe, en buena medida, a la necesidad de encontrar una clave hermenéutica para la comprensión del corpus, que por lo general no admite un único enfoque al momento de reconstruir sus principales líneas argumentativas. El libro de Héctor Zagal responde en parte a esta preocupación, aunque la discusión especializada se complementa en su texto con algunos análisis de tipo sistemático, como puede corroborarse en el epílogo sobre los modos de hacer filosofía. Esto es quizá una de las principales virtudes del libro.

El texto se propone la defensa de tres tesis: (1) que los criterios metodológicos de Analíticos posteriores están presentes en todo el corpus como una guía, (2) que el concepto aristotélico de ciencia no es unívoco y (3) que la distinción entre verdad teórica y verdad práctica es necesaria para entender el carácter científico de la política y las artes. En la contraparte de esta propuesta se encontraría una lectura rigorista del corpus. Desde el ámbito de la epistemología podría decirse que el libro de Zagal se opone a una lectura fundacionista de la filosofía aristotélica. En aras de abonar en favor de su posición, el libro se divide en dos partes.

La primera incluye tres ensayos unitarios acerca de los presupuestos de la teoría aristotélica de la ciencia. Zagal examina los distintos significados y usos que se pueden descubrir de nociones como método y filosofía en el aristotelismo. El argumento de este apartado concluye con una epistemología de la apaideusía, i.e. de la carencia de educación, disciplina y cultura, herramientas indispensables para saber qué grado de exactitud se debe esperar en el conocimiento de los distintos ámbitos de la realidad. Exigir el mismo rigor en matemáticas y ética es signo de esta falta de paideia. En completa consonancia con lo anterior, Zagal sostiene que la racionalidad del universo sería el gran presupuesto aristotélico sobre el cual se desarrolla la cultura epistemológica y su teoría de la ciencia.

Al final de esta parte introductoria, el autor concluye con una afirmación que va más allá del ámbito de la filosofía aristotélica. Zagal afirma que la discusión contemporánea acerca del método debería centrarse en dos puntos: (1) la reivindicación de la sensatez como presupuesto de toda argumentación y (2) la necesidad de introducir presupuestos informales en toda tarea argumentativa. Una vez dicho lo anterior, el libro procede a revisar las tesis clave de la propuesta aristotélica. Los fines de este examen son historiográficos, y en muchos momentos también sistemáticos.

La segunda parte del libro se divide en cuatro capítulos. En el primero, se expone la doctrina de los preconocimientos de Analíticos posteriores como una respuesta a la teoría de la reminiscencia platónica. La preocupación del Menón encontraría eco en el Órganon. Aristóteles habría desarrollado dicha teoría del preconocimiento, gracias a su recepción critica del platonismo. La silogística y la metafísica se cruzan en este punto, pues el preconocimiento de una conclusión en las premisas es virtual, i.e. las premisas son a la conclusión como el acto a la potencia. El conocimiento científico en sentido propio sería el actual, no el potencial.

El segundo capítulo examina la teoría aristotélica de los primeros principios. La exposición de Zagal en este capítulo merece especial atención para mostrar por qué Aristóteles está más allá del dilema entre el fundacionismo y el coherentismo epistemológico. La doctrina de Analíticos posteriores, recogida por Zagal, incluye como principios de la demostración tanto a los axiomas de una ciencia, como a las hipótesis, los postulados y las definiciones que en ella se emplean. Todos estos principios son un tipo distinto de preconocimiento para la demostración, aunque "principio" se dice en muchos sentidos. Ni apodíctica universal, ni fundacionismo fuerte, el libro busca al final una revaloración del intelecto (noûs) frente a la razón (diánoia), sin perjuicio de ambos.

En el tercer capítulo encontramos un repaso de la teoría aristotélica del silogismo demostrativo como eje fundamental de las ciencias teóricas. Aquí, la noción de principio expuesta en el capítulo previo sirve de pauta para exponer el fondo de la silogística aristotélica. La distinción de los tipos de predicación desemboca en la explicación de qué es una definición en el contexto del corpus y en las prácticas argumentativas prescritas por el Estagirita. El capítulo concluye con un deslinde entre argumentación, docencia y el trabajo previo de investigación. Esta distinción es crucial para comprender en qué sentido las tesis de Analíticos posteriores encuentran eco en el resto de los trabajos de Aristóteles. La discusión con Barnes en esta parte llama a una lectura más detenida.

El capítulo cuarto examina la diversidad de las ciencias teóricas, prácticas y productivas. El análisis de la poética y la retórica a la luz del modelo epistemológico de la medicina ameritan, sin duda, una detenida consideración, dada su originalidad. El capítulo en su conjunto ofrece una exposición detallada de la clasificación de los saberes en el aristotelismo y advierte sobre el riesgo que corre el carácter científico del conocimiento práctico —ética y política— si no se le da su justo peso a los énfasis de Analíticos posteriores. Zagal apunta también la importancia de la teoría del hábito y del saber como virtud intelectual. El método aristotélico más que un conjunto de reglas es la adquisición de habilidades para pensar. Más que una serie de criterios es la formación del criterio.

Al final de Método y ciencia en Aristóteles aparece un epílogo donde se aborda el tema de la filosofía como argumentación, intuición y tradición, a la luz de lo expuesto en el libro. En esas páginas, Zagal presenta un comentario a Metafísica IV más allá de la letra, con el fin de mostrar la vigencia de ciertas estrategias de la filosofía aristotélica en la defensa de los primeros principios y en favor del valor de la tradición. El libro ofrece en ese balance una propuesta metodológica que pretende incluir tanto las ventajas del espíritu analítico, como las aportaciones de cierto tipo de intuicionismo. En la misma línea, Zagal sugiere revalorar a la tradición, vista como una naturaleza incorporada a lo social de forma creativa. Detrás de todas estas propuestas, estaría el espíritu de la filosofía aristotélica como una tradición viva dentro del pensamiento filosófico contemporáneo.

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