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Diánoia

versión impresa ISSN 0185-2450

Diánoia vol.52 no.59 Ciudad de México nov. 2007

 

Reseñas bibliográficas

 

Andrés Lema–Hincapié, Kant y la Biblia: principios kantianos de exégesis bíblica

 

Vicente de Haro

 

Anthropos/Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa, Barcelona, 2006, 259 pp.

 

Facultad de Filosofía, Universidad Panamericana. vharo@up.edu.mx

 

Andrés Lema–Hincapié, profesor investigador de la Universidad de Cornell, presenta en este volumen a un Kant poco conocido. Si autores como R Ricœur, K. Rahner y R. Makkreel han subrayado ya suficientemente la dimensión hermenéutica del pensamiento kantiano, Lema–Hincapié va más allá y expone el panorama exegético de Kant frente a la Biblia; se atreve a formular seis principios fundamentales de la exegética kantiana —en terminología ajena al filósofo de Königsberg— y nos presenta a un Kant que, si bien crítico e ilustrado, no es refractario al saber bíblico, sino todo lo contrario.

El prólogo corre a cargo de Jean Grondin, filósofo canadiense, alumno de Gadamer y difusor del pensamiento hermenéutico. Grondin defiende precisamente una dimensión interpretativa en la filosofía de Kant, tanto en lo teórico (las ideas regulativas, el esquematismo trascendental, el juicio reflexionante), como en lo práctico. Ello da pie a la introducción del propio Lema–Hincapié, que asegura que la Biblia desempeña un papel clave en la filosofía kantiana, tanto directamente como a través de algunos catecismos (entre ellos, el de Lutero) y de obras exegéticas como las de J.F. Stapter y J.D. Michaelis, amén de las prácticas religiosas de su entorno pietista. Kant, según Lema–Hincapié, encara la Biblia en lo general como un texto verdadero, siempre y cuando se interprete en clave moral —y no metafísica o histórica—, y como una mediación necesaria para el perfeccionamiento del hombre, pues ofrece per viam analogiae una confirmación e ilustración de los conceptos más elevados de la razón práctica. Sería por este valor moral, y no por su carácter de revelada, por lo que la Biblia debería, según Kant, ser acogida y preservada.

El capítulo primero cuestiona si existe una estricta exégesis bíblica en el pensamiento de Kant. Opiniones como la de Dilthey (que veía en la obra de Kant una búsqueda del pensamiento religioso universal) o la de Ernst Sänger favorecen la idea de que existe una exégesis propiamente kantiana, orientada a la interpretación de la Escritura en clave moral. Katzer, Klostermann y Hermann habían aportado en la misma línea; el primero incluso afirmó que la interpretación moralizante es el principio general de una hermenéutica en la que después podrían deducirse otras reglas de interpretación. Lema–Hincapié afirma también que el kantismo francés de Aviau de Ternay Zac y Ricœur, fue crucial en la afirmación, más radical, de que la hermenéutica bíblica es un elemento incluso necesario en el criticismo de Kant. De hecho, Lema–Hincapié se apoya ante todo en Ricœur; el hermeneuta francés había afirmado que las tres dimensiones cruciales de la hermenéutica kantiana serían: la crítica de la ilusión trascendente, la relectura de la Biblia desde la filosofía práctica y la aplicación de los parerga de la filosofía. Esto se asumirá en lo que Lema–Hincapié aborda como principios de "inmanencia", de "pertinencia moral" y en la discusión sobre la justificación.

Ya los contemporáneos de Kant veían en él una postura exegética: es por esto —dice el investigador de Cornell— que se negó el imprimatur a la segunda parte de La religión dentro de los límites de la mera razón. Los censores, así como Garve y Rosenmüller, notaron que la lectura kantiana de la Escritura prescindía de la intentio auctoris, e incluso afirmaron que era tendiente a la lectura alegorizante y al misticismo. Lema–Hincapié mostrará cómo, si bien se soslaya la intención del autor sagrado, se lee la Escritura desde las coordenadas de la filosofía práctica, y en algún sentido desde el criticismo de la primera Crítica y los opúsculos de filosofía de la historia. Ello enmarca el contenido del segundo capítulo, en que se detalla la lectura kantiana de la Biblia frente a la Ilustración. Curiosamente, para el pensador de Königsberg, Biblia yAufklärung no son opuestas, sino que tienen una relación privilegiada: la humanidad es capaz de llegar a su mayoría de edad gracias a las ilustraciones analógicas de la Biblia, y en tanto que dure la Ilustración "no se hallará nunca para las naciones un libro más adecuado y cargado de fuerza en lo que a asuntos de religión concierne" (apud, p. 32). Por supuesto, esto implica una perspectiva de la Biblia en la que ésta no reemplaza al propio entendimiento ni menoscaba el sapere aude! Kant se opone a la interpretación católica apoyada en el Magisterio con la misma fuerza que a la ortodoxia luterana, que había terminado por ser ella misma una "dirección de la lectura". Kant irá más lejos que el mismo Lutero, y no sólo eliminará el magister dixit, sino también el liber dixit: la Escritura se somete a la razón práctica, a la cual hace eco, defendiendo la interioridad del deber y considerando todo lo histórico y contingente como "accesorio".

El capítulo tercero se titula "Sobre el espíritu de la hermenéutica bíblica en el pensamiento kantiano", y funciona como quicio entre los apartados introductorios y el núcleo teórico del volumen. Lema–Hincapié sigue en este punto de su discurso el libro de Makkreel —sumamente sugerente, en mi opinión— titulado Imagination and Interpretation in Kant (The University of Chicago Press, Chicago, 1990). Con Makkreel, Lema–Hincapié entiende el sensus communis kantiano como una ampliación del pensamiento (erweiterte Denkungsart) que genera una perspectiva universal, y así, intersubjetiva, distinta de la idea romántica de empatía, pero que posibilita, en tanto intermediaria, la comprensión y la interpretación. Esta facultad interpretativa es necesaria frente a los ambigua de la Biblia, que incluso llevan a Kant a admitir, en algún punto de La religión dentro de los límites de la mera razón, que el sentido moral podría no ser el único. Aún así, la Biblia es valorada como vehículo de moralización y la razón práctica como su piedra de toque. Al insistir en la necesidad de una interpretación frente a los ambigua, Kant —subraya Lema–Hincapié, con agudeza— está más cerca del Concilio de Trento que de Lutero, aunque rechazará igual que este último a la Tradición y al Magisterio, pues finalmente (he aquí la "revolución copernicana interpretativa") el criterio heurístico será la propia subjetividad trascendental del intérprete: "el sentido fundamental de un pasaje va de nosotros a la Escritura, bajo la condición de que ese 'nosotros' sea comprendido como nuestra razón práctica y sensus communis" (p. 61).

El capítulo cuarto es el más extenso del volumen, y es el crucial: en él se formulan los seis principios interpretativos que, según Lema–Hincapié, estructuran la aproximación kantiana a la Biblia, y que él recoge de diversas obras (La religión dentro de los límites de la mera razón, El conflicto de las facultades y de alguna manera la Crítica del juicio), enunciándolos en terminología hermenéutica y de modo deductivo: los cinco últimos se siguen y en cierto modo se incluyen en el primero, el principio de pertinencia moral. Este principio afirma que el sentido proyectado hacia la Escritura debe promover la perfección práctica del hombre. Los demás principios dan cuenta de él, y es tan importante que incluso es el criterio que está por encima de la intentio auctoris del hagiógrafo. Si bien esta "revolución copernicana" en el plano de la exégesis tiene antecedentes en San Agustín y en Lutero, para ambos la pertinencia moral está propiamente en el Libro, en tanto que Kant la supone en el lector. El sentido moral, si no es el único de los sentidos de la Escritura, sí es para Kant el que debe tener el primado y regir los demás; de hecho, Lema–Hincapié demuestra textualmente (pp. 82–83) que Kant acepta la idea de dogma, siempre y cuando por ella se entienda algo no demostrable que debe aceptarse para estos fines prácticos. El mismo Jesús será tratado, pues, por el filósofo de Königsberg, como la idea de la Humanidad en su perfección moral, como arquetipo del bien y del deber. Todo lo que sea difícilmente conciliable con este principio hermenéutico, dice Lema–Hincapié, será considerado por Kant como accesorio.

El segundo es el principio de inmanencia, y ostenta cierta prioridad lógica. Se trata de que la interpretación de la Escritura se haga siempre desde una experiencia teórico–práctica posible. Así, Kant se opone al misticismo y a la idea de la Biblia como fuente de conocimientos metafísicos (en la crítica a Swedenborg y a Wolff). El sentido posible es siempre no contradictorio y es siempre objeto de una voluntad que pueda reconocerlo como deber. El tercer principio es el de simbolización: la Biblia debe ser leída como la manera de hacer intuitivos los conceptos morales. En la explicación de este principio, Lema–Hincapié se apoya en Makkreel, pues trabaja sobre la visión kantiana del símbolo, del juicio reflexionante y de la analogía. Al interpretarse la Escritura desde el esquematismo analógico y no desde el determinante, ha de renunciarse a una conceptualización de sus objetos: los symbola de la Biblia no afirman ninguna existencia o cualidades metafísicas reales, sino que ilustran de manera sensible lo moral, y es así como, efectivamente, su lectura moraliza a los lectores.

El cuarto principio hermenéutico es consecuente con el anterior: es el principio de antihistoricismo. Tampoco el sentido histórico interesa si no sirve para un mejoramiento moral, piensa Kant. Si la Biblia ofrece datos históricos puntuales, dice Kant echando mano de terminología estoica, eso forma parte de los adiaphora, de lo moralmente indiferente. El quinto criterio es el principio de antiliteralidad: el sentido moral no se deja confundir con un sentido literal de la Escritura. Kant de nuevo se distancia de Lutero al afirmar la insuficiencia de la letra y al confrontarla y adaptarla a la razón práctica y al conocimiento científico de los fenómenos físicos. El elenco de principios hermenéuticos kantianos de Lema–Hincapié finaliza con el principio de autonomía: el sentido de los textos bíblicos no comprometerá la libertad de la voluntad. En este principio se expresa la extrema convicción kantiana de la unidad entre las Escrituras y la razón: los textos que sugieren premios o castigos ultraterrenos o milagros, y que así podrían minar la autonomía de la voluntad, deben ser leídos de otra manera; y pasajes como el sacrificio de Isaac —que Kant enfrenta de una manera diametralmente diferente de la de Kierkegaard— son incluso cuestionados como parte legítima de la Biblia por su oposición a la moral a priori.

Los capítulos finales del libro aplican estos principios audazmente formulados por Lema–Hincapié. El quinto se titula "Dios exégeta y Revelación Bíblica", y aclara los pasajes en los que Kant afirma, con resonancias luteranas, que en última instancia es Dios quien interpreta las Escrituras. Estos pasajes, dice Lema–Hincapié, de alguna manera aluden a San Agustín, pero también pueden entenderse como una alusión velada a la "divinidad" de la razón práctica, en un ingenioso ardid contra la censura. En cuanto al carácter revelado de la Biblia, Lema–Hincapié muestra las tensiones entre un Kant crítico que no lo aceptaría, y el Kant de la filosofía de la historia, que podría aceptar una dimensión bíblica providencial en cuanto que moralizante. Por último, el capítulo sexto expone la exégesis kantiana en lo que se refiere a la espinosa cuestión —ante todo para los cristianos protestantes— de la justificación por la fe o por las obras. En la aparente contradicción entre Pablo —salvan la gracia y la fe— y la epístola de Santiago —que subraya el valor de las obras y que precisamente por ello no fue aceptada por Lutero—, Lema–Hincapié sugiere que Kant estaría más cerca del segundo: el filósofo se resiste a que la idea de la gracia reste responsabilidad moral al hombre; aun si la ayuda sobrenatural viene como un añadido, el ser humano debe actuar como si no lo hiciera, alcanzando así una justificación que, para Kant, es sobre todo "ante la propia conciencia". Si bien este capítulo final es sumamente interesante, podría discutirse el método que Lema–Hincapié utiliza para sustentar algunos de sus puntos de vista, acudiendo a los sumamente ambiguos subrayados en la Biblia de Kant. Más convincente es la sugerencia final de que, en Kant, la justificación por la fe merece un lugar porque de algún modo se corresponde con la intención moral, en tanto que la acción enfatizada por Santiago sería equiparada con el acto moral según el deber (pp. 225–226).

Sin duda, el volumen de Lema–Hincapié alcanza sus objetivos. Nos muestra un Kant distinto del de los manuales y las historias de la filosofía: un Kant que requiere matices y un seguimiento cuidadoso en cada una de las ideas, en las que confluyen el iluminismo, el criticismo, la reacción a la teología dogmática y la filosofía metafísica de su tiempo, y un enfoque moral que sin lugar a dudas tiene mucho de cristiano, aunque es difícilmente conciliable con las ortodoxias católica o protestante. Lema–Hincapié trabaja con cuidado y erudición los textos en el alemán original, revisa a los comentaristas antiguos y contemporáneos, analiza las diversas obras de Kant en paralelo, y aun del trance más difícil de su discurso —la formulación del ejercicio kantiano en terminología propia de la hermenéutica contemporánea— sale bien librado, y consigue claridad y contundencia. Si acaso pudiera formulársele algún reproche, sería el de la falta de una toma de postura personal, una evaluación propia: ¿es realmente bíblico el espíritu con el que Kant aprovecha a la Escritura? La aplicación a rajatabla del principio de pertinencia moral, ¿consigue congruencia y plenitud en la aproximación a la Biblia? ¿No es demasiado el contenido conceptual del que Kant debe prescindir como supuestamente accesorio? ¿Qué aprendizajes podría obtener la filosofía hermenéutica contemporánea —que sin duda tiene mucho de kantiana y de trascendental— de esta exégesis bíblica kantiana? Quizá dar respuesta a estas cuestiones sea demasiado pedir para un volumen de pretensiones monográficas. El texto que ofrece Andrés Lema–Hincapié merece sin duda ser considerado de referencia para aquellos interesados en el detalle del pensamiento kantiano.

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