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Diánoia

versão impressa ISSN 0185-2450

Diánoia vol.52 no.59 Ciudad de México Nov. 2007

 

Artículos

 

Fenomenología del transcurso del tiempo*

 

Phenomenology of the Passage of Time

 

Mario Toboso Martín

 

Instituto de Filosofía, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC. mtoboso@ifs.csic.es

 

Recibido el 26 de julio de 2006
Aceptado el 16 de marzo de 2007

 

Resumen

En este trabajo discutiré sobre la conciencia del transcurso del tiempo desde un punto de vista fenomenológico, basado en el enfoque de Merleau–Ponty. Introduciré la descripción de la estructura categorial y dinámica del campo de presencia para, a continuación, considerar en este marco el análisis del transcurso del tiempo. Tradicionalmente, el fenómeno del transcurso del tiempo se ha planteado en términos de una disyunción entre dos movimientos, orientados distintamente hacia el pasado y hacia el futuro. Mostraré que la comprensión adecuada de dicho fenómeno requiere la consideración conjunta de ambos movimientos dentro del marco temporal del campo de presencia.

Palabras clave: fenomenología, conciencia del tiempo, campo de presencia, transcurso del tiempo.

 

Abstract

In this paper I shall discuss consciousness of the passage of time from a phenomenological point of view, based on the approach of Merleau–Ponty. I shall introduce the description of the categorial and dynamical structure of the field of presence in order to consider later in this context the analysis of the passage of time. Traditionally this phenomenon has been presented in terms of a disjunction between two movements, oriented respectively towards the past and the future. I shall show that suitable comprehension of the above mentioned phenomenon needs the joint consideration of both movements inside the temporal frame of the field of presence.

Key words: phenomenology time consciousness, field of presence, passage of time.

 

1. El campo de presencia del sujeto

Comencemos el análisis de los aspectos fenomenológicos del transcurso del tiempo tomando en consideración la noción de "campo de presencia", debida a Merleau–Ponty, pues es en él donde —según nos dice (2000, p. 423)— el sujeto toma contacto de una manera inmediata con el tiempo y aprehende su transcurso. Así, la experiencia originaria en la que el tiempo y sus dimensiones se le muestran sin distancia interpuesta y en una evidencia última consiste en tener "a la mano" en dicho campo las representaciones o contenidos de conciencia. El campo de presencia constituye el contexto temporal en el que sus acciones se desenvuelven y donde todo acontecimiento debe integrarse para cobrar algún sentido en su quehacer. El sujeto aprehende en este marco el transcurso de su acción en el tiempo mediante una doble extensión intencional que le permite tener "a la mano" sucesos y contenidos desposeídos de la inmediatez atribuible a lo actual (Sánchez, 1998, p. 242).1 Así, el ahora actual se sobrepasa hacia el pasado y hacia el futuro, y para tenerlos "a la mano" no es preciso reunir una serie de esbozos mediante un acto intelectual, pues éstos poseen ya una unidad primordial, y son el pasado y el futuro mismos los que se anuncian a través de ellos. Si no tuviésemos el pasado, pongamos por caso, más que bajo la forma de recuerdos expresos, sentiríamos a cada instante la necesidad de evocarlo para verificar su existencia, como alguien que se volviese a cada momento para comprobar que los objetos que deja a su espalda siguen estando ahí, si bien en nuestro caso los sentimos detrás de nosotros —y así también sentimos el pasado— como una adquisición irrecusable (Merleau–Ponty 2000, pp. 424 y 426).

Cabe pensar, entonces, que el tiempo halle su fundamento en las condiciones subjetivas y en el modo particular de representación de los objetos por parte del sujeto, que se concreta en la dimensionalidad temporal de la conciencia, y conlleva la posibilidad de disponerlos según las líneas intencionales de la Memoria, la Atención y el Proyecto (Sánchez, 1998, p. 45). Tal y como se refiere a ello Merleau–Ponty, no digamos ya que el tiempo es un "dato de la conciencia", sino que la conciencia despliega y constituye el tiempo. Por la idealidad del tiempo, deja aquélla de estar "encerrada en el presente" (Merleau–Ponty, 2000, p. 422). Según se proyecte su extensión intencional hacia el pasado o hacia el futuro hablaremos, respectivamente, de la retención y la protención como las proyecciones intencionales específicas que hacen a la conciencia "temporal", y a la vez "temporalizadora" (Comte–Sponville, 2001, p. 38).

Pasado y futuro se disponen, pues, en el campo de presencia como dimensiones intencionales con las que el sujeto siempre cuenta y "trazan de antemano cuando menos el estilo de lo que va a venir" (Merleau–Ponty 2000, p. 424), de modo que no son los sucesos los que configuran tales dimensiones, en calidad de vertientes retentiva y protentiva del citado campo, sino la intencionalidad propia y constitutiva de la conciencia. El pasado y el futuro, en cuanto determinaciones de la misma, preceden a todo suceso particular que se diga pasado o futuro. Por esta razón afirma Merleau–Ponty que el tiempo no es un "dato de la conciencia" ni un hecho que ésta constate, sino que cualquier hecho es determinado por una conciencia que, en su despliegue, constituye el tiempo y tiene como rasgo definitorio la temporalidad, en cuanto forma de exteriorizarse hacia sus objetos disponiéndolos según la trama del tiempo (Sánchez, 1998, p. 237).

El campo de presencia queda así configurado por sendos horizontes de retención y protención que en todo momento remiten a la conciencia la presencia de un "ya no", que la deriva hacia el pasado, y anticipan la presencia de un "todavía no", que la proyecta hacia el porvenir. Esta "red de intencionalidades" (Merleau–Ponty 2000, p. 425) se modifica enteramente con cada nuevo momento, que recién llegado al horizonte del campo de presencia es aprehendido ya como pasado reciente, aunque su modificación no lo escinde del sujeto, pues —como señala Merleau–Ponty (2000, p. 424)— lo reconoce como parte de un contexto temporal al que lo anclan tanto la retención como la protención. Anclado así al contexto de su campo de presencia, la trama del tiempo se ofrece al cognoscente como un tejido en permanente cambio en el que a cada momento reinterpreta la realidad temporal que, como tal entramado, no se reduce a una mera "sucesión de ahoras" puntuales —que enlazados unos con otros formasen una línea—, sino que se sustenta en la distensión y extensión de su propio horizonte inmediato de actuación.

Basándose en el enfoque desarrollado previamente por Husserl (2002, p. 50), Merleau–Ponty propone tomar en consideración un esquema muy similar a la figura 1, que vamos a denominar representación bidimensional del campo de presencia del sujeto.2 En referencia a la naturaleza bidimensional de esta representación, hablaremos de la distensión del campo de presencia por las categorías temporales "pasado" y "futuro", y de su extensión por las categorías "antes" y "después". Así, entenderemos como categorías distensivas de dicho campo la primera pareja de categorías, constitutivas de las dos vertientes —semiplanos inferior y superior— de su representación bidimensional. Por otra parte, nos referiremos a la segunda pareja como las categorías extensivas responsables de "extender" el campo de presencia a lo largo de la línea horizontal. En términos generales, consideramos que las categorías distensivas se asocian a la dimensión vertical (distensión) del campo de presencia que se representa en la figura 1, en tanto que las categorías extensivas dan cuenta de su dimensión horizontal (extensión).

Atendamos a la descripción siguiente de los diferentes elementos que conforman la representación bidimensional del campo de presencia, mostrada en la figura 1. La línea horizontal representa la denominada serie o línea de los ahoras, en tanto que las líneas oblicuas —que denominaremos líneas vivenciales— esbozan la retención y la protención de esos mismos ahora vistos respectivamente desde un ahora posterior y anterior sobre la línea que los contiene. Las líneas vivenciales configuran a cada momento la vivencia temporal del sujeto, perfilándose hacia las vertientes pasado y futuro de su campo de presencia, como contexto en el que se inscriben todos los posibles contenidos a los que remiten las proyecciones retentiva y protentiva. Por otra parte, las líneas verticales recogen el conjunto de protenciones y retenciones relativas a un mismo ahora.

Contrariamente a lo mostrado en su representación original (Merleau–Ponty 2000, p. 425), no cabe limitar a izquierda y derecha la línea de los ahoras por las categorías distensivas "pasado" y "futuro", ya que los puntos A, B, C, etc., que la conforman comparten la misma actualidad característica de todo ahora. No puede considerarse, por tanto, que el punto A sea pasado con respecto a los puntos B y C, sino que pasados lo serán los puntos AB y AC, relacionados con B y C por medio de la retención intencional que se esboza a partir de ellos. De igual manera, no corresponde al punto C la cualidad de ser futuro con respecto a los puntos A y B, sino a los puntos CA y CB, que remiten a los anteriores en calidad de protenciones respectivas del punto C. La cualidad de "futuro" debe corresponder, entonces, a los puntos del semiplano superior, tales como BA, CA, CB, etc., en tanto que la cualidad de "pasado" debe atribuirse a los puntos contenidos en el semi–plano inferior, es decir, AB, AC, BC, etc., tal y como se muestra en la figura 1.

En lo tocante a las categorías extensivas "antes" y "después", éstas se inscriben en la línea de los ahoras, estableciendo, de hecho, la relación de anterioridad y posterioridad entre sus puntos. La razón por la que no se muestran explícitamente estas categorías en la figura 1 —y sí se muestran, en cambio, las categorías distensivas "pasado" y "futuro"— tiene que ver con el hecho de que cualquier punto de la línea de los ahoras es anterior, o posterior, sólo con relación a otros puntos de la misma línea, lo que no sucede con los puntos de los semiplanos inferior y superior, que pueden considerarse pasados o futuros en sí mismos, sin más que tener en cuenta su pertenencia a esos planos; de ahí que las categorías distensivas "pasado" y "futuro" describan adecuadamente una cualidad común a todos los puntos de tales semiplanos. En el caso de las categorías extensivas "antes" y "después" no sucede así, pues estas categorías no describen ninguna cualidad común a todos los puntos que configuran, como tal, la línea de los ahoras, sino la relación extensiva —de anterioridad y posterioridad— entre ellos, y no puede afirmarse que los puntos situados hacia la derecha de dicha línea sean por ello posteriores, en un sentido absoluto, y anteriores aquellos otros situados hacia la izquierda.

Para comprender la dinámica de transcurso temporal implícita en la figura 1, notemos que cuando el ahora A pasa a B, y éste luego a C, retenemos aquél primero como AB y luego como AC. Con cada momento nuevo, el momento precedente se modifica; lo tengo "a la mano", está aún ahí, y sin embargo se hunde ya, y desciende bajo la línea de los ahoras. Para conservarlo es necesario que tienda la mano a través de una delgada capa de tiempo. Tengo el poder de alcanzarlo tal y como acaba de ser, pues no estoy escindido de él, pero, en fin, no sería "pasado" si nada hubiese cambiado; se perfila ya como retención en mi presente, cuando era hace un instante mi propio presente. Al sobrevenir un tercer momento, el segundo sufre una nueva modificación; de retención que era pasa a ser retención de retención, y la capa de tiempo entre él y yo se espesa (Merleau–Ponty 2000, p. 424). Así, cuando pasamos de B a C, se produce el hundimiento de B en BC, a la vez que AB se perfila como AC.

Tales consideraciones ponen de manifiesto que la representación bi–dimensional mostrada en la figura 1 ilustra de una manera adecuada la noción de campo de presencia, en cuanto contexto donde —como dijimos— el sujeto toma contacto inmediato con las dimensiones del tiempo y aprehende su transcurso, y corresponde el semiplano superior de la misma a su vertiente futura y el inferior a la vertiente pasada. La línea horizontal que media entre ambas vertientes, o semiplanos pasado y futuro, corresponde a la línea de los ahoras.

En el marco del campo de presencia, la línea de los ahoras y sus vertientes pasado y futuro se determinan mutuamente, pues aquélla no aparece como una simple línea trazada en él, sino como una línea fronteriza entre los dos semiplanos asociados a las categorías distensivas (pasado/futuro). La consideración de la línea de los ahoras como tal frontera se podría ilustrar gráficamente como la línea que separase dos regiones de color diferente sobre una hoja de papel, si denominásemos a estos colores "pasado" y "futuro". Alternativamente, vamos a interpretar dicha línea como la línea de fractura que articula y vértebra los dos semiplanos mencionados, cuyas categorías pasado y futuro son aprehendidas por el sujeto como horizontes temporales diferenciados vinculados a la subjetividad "como una adquisición irrecusable" (Merleau–Ponty, 2000, p. 426). Tal aprehensión provoca precisamente la instalación del cognoscente en su diferencia (en su fractura), como quien se hallase en la línea de un valle en la que convergen vertientes diversas.

La combinación de la "continuidad" (extensiva) de la línea de los ahoras y la "fractura" (distensiva) de las vertientes pasado y futuro refleja un aspecto fundamental de la conciencia del tiempo: la continuidad de aquella línea se enmarca en esta fractura, a modo de una fractura continua. En este sentido, cabe afirmar con Merleau–Ponty (2000, p. 423) que "la conciencia es contemporánea de todos los tiempos", justamente porque la conciencia (el cognoscente) se instala en la fractura atemporal de las categorías pasado y futuro, que enmarca la continuidad de la línea de los ahoras, a los que se refieren "todos los tiempos" recién citados.

Esta línea se relaciona, pues, con la fractura entre esas dos vertientes (pasado/futuro), y su representación como tal línea ya tiene en cuenta la naturaleza de su fractura. Al hilo de estas consideraciones cobra un significado nuevo la declaración de Merleau–Ponty (2000, p. 425): "el tiempo no es una línea", sino la red de intencionalidades que configura el campo de presencia del sujeto, donde la línea de los ahoras no es una línea trazada simplemente en el campo de presencia, sino el reflejo de dicha fractura.

Todo ahora sobre la línea que los contiene se ve así flanqueado y completado por sendos horizontes de retención y protención que configuran la conciencia originaria del pasado y del futuro. Esta conjunción de elementos define la estructura categorial del campo de presencia del sujeto. Lo destacable es que tal estructura no se despliega a partir de cada ahora actual, sino que cada ahora actual ya se halla inmerso y anclado en ella, ligado en el campo de presencia a dichos horizontes de pasado y de futuro.

Hay que insistir en que sobre la línea de los ahoras el ahora A es anterior a B, pero no es pasado con relación al ahora B, sino que lo que es pasado con relación al ahora B es el esbozo, o contenido, AB en el semiplano inferior. No cabe, por tanto, establecer entre los puntos que configuran la línea de los ahoras una relación de pasado a futuro, pues estas categorías distensivas resultan sólo aplicables a los contenidos pertenecientes a los dos semiplanos —el inferior y el superior— que representan las vertientes pasado y futuro del campo de presencia. Al margen de las categorías temporales distensivas recién mencionadas, la relación entre los puntos A, B, C, etc., que conforman la línea de los ahoras, será, por lo tanto, una relación de antes a después, basada únicamente en las categorías extensivas del citado campo. Cabe decir que, en lo tocante al fenómeno del transcurso del tiempo, la aproximación fenomenológica que llevamos a cabo tiene uno de sus pilares básicos en el análisis de las categorías (distensivas y extensivas) que se concitan en la estructura categorial del campo de presencia, el cual no es otra cosa que la propia conciencia del tiempo configurada como un campo sobre tales categorías.

Un aspecto adicional que ha de tenerse en cuenta es que, si entendemos por "cronología" la ubicación de los acontecimientos en el contexto de una "parametrización" temporal adecuada, la línea de los ahoras, como elemento del campo de presencia, constituye el soporte para el establecimiento de relaciones cronológicas, ligadas a la determinación cuantitativa del tiempo. Esta determinación cuantitativa se relaciona, de acuerdo con Elias (1997, p. 83), con la facultad humana para vincular entre sí secuencias distintas de transformaciones continuas, de las que una de ellas se toma como "medida" temporal para las otras. Así, llegar a extraer una noción cuantitativa de "tiempo" a partir de la relación entre diversos procesos exige añadir a su relación la idea fundamental de que uno de ellos se interprete como referencia y medida para los demás. Como proceso de referencia de esta clase, es decir, como "continuum normalizado de cambio", se han utilizado, por ejemplo, procesos naturales recurrentes, aunque cuando tales procesos resultaron imprecisos para los fines marcados, se establecieron procesos más exactos como referencia para otros acontecimientos: éste es el caso de los relojes y calendarios.

Toda cronología remite a una sucesión de acontecimientos etiquetados por fechas de acuerdo con una parametrización temporal socialmente admitida que otorga carta de naturaleza a un tiempo público compartido de carácter intersubjetivo, que somete al tiempo privado netamente subjetivo, al servir como regulador común para la coordinación de las actividades sociales y para la descripción colectiva de los acontecimientos (Elias, 1997, pp. 21 y 37).

Si nos remitimos a la representación bidimensional del campo de presencia del sujeto, mostrada en la figura 1, cabe señalar que la línea de los ahoras, ligada a sus categorías extensivas, no puede considerarse como un continuum normalizado apto para la determinación cuantitativa del tiempo, la asignación de fechas y el consiguiente establecimiento de una cronología hasta implementar en ella la referida parametrización temporal, ya que dicha línea, como tal, no posee los caracteres métricos —o, como diríamos mejor, cronométricos— requeridos para tal determinación. Sólo referida a un continuum paramétrico bien establecido, que implemente en ella un sistema apropiado de fechas, la línea de los ahoras recoge los aspectos (crono)métricos del campo de presencia, que podemos denominar también cuantitativos.

Además de éstos, el campo de presencia da cuenta de otros aspectos, que denominamos cualitativos, ligados a sus categorías distensivas, pues la conciencia del tiempo que se expresa en el marco del citado campo los incluye a ambos, ya que se refiere conjuntamente a un tiempo cualificado, que consta de pasado, presente y futuro, en el que la línea parametrizada de los ahoras hace posible, además, la fechación, la cuantificación de la duración y la elaboración de su medida.

 

2. El transcurso del tiempo

A la hora de describir el fenómeno del transcurso del tiempo se suelen distinguir habitualmente dos clases de "movimiento" relativos al mismo: 1) según una primera imagen, se describe dicho fenómeno como una corriente en la que todo momento futuro vendría hacia el presente y se alejaría, finalmente, hacia el pasado. 2) Por otra parte, también suele considerarse que el fenómeno del transcurso del tiempo consiste en un avance progresivo del momento presente hacia el futuro (Sánchez, 1998, p. 48). Las imágenes asociadas a estos movimientos 1 y 2 obedecen a elaboraciones diferentes de la conciencia del sujeto en relación con su vivencia del fenómeno del transcurso del tiempo. La diferencia entre ambas imágenes se basa en que es posible aprehender dicho fenómeno desde dos perspectivas distintas, que no constituyen sólo puntos de vista teóricos desde los que el sujeto elabora las correspondientes descripciones, sino que tienen su fundamento último en experiencias psicológicas y situaciones vivenciales características.3

De acuerdo con la presentación de estos dos movimientos, cabe también referirse al "presente" en un doble sentido. Al transcurso del tiempo entendido según el movimiento 1 le corresponde un presente que es parte misma de la corriente, que antes era futuro y de inmediato se hará pasado; se trata de un presente denominado "fluyente". Con respecto al tiempo que avanza hacia el futuro, según el movimiento 2, hay que entender el presente, denominado "fijo", como un punto que mantiene su presencia y que avanza hacia el futuro conservando su cualidad temporal en cualquier fase de su recorrido (Sánchez, 1998, p. 49).

A pesar de que los movimientos 1 y 2 se diferencian el uno del otro en su descripción, no pueden considerarse de un modo totalmente independiente, ya que comparten elementos por medio de los cuales ambos se relacionan y complementan. Así, por ejemplo, el futuro hacia el que avanza el presente fijo en la descripción del movimiento 2, es el mismo futuro que se supone viene hacia el presente fluyente de acuerdo con el movimiento 1 y, en cierto sentido, aquel movimiento lo toma de este otro con el fin de dar a su presente fijo "algo" hacia lo cual avanzar.

No obstante, el planteamiento habitual de la relación entre tales movimientos muestra un carácter marcadamente disyuntivo, como si se tratara de decidir acerca de si alguno de los dos movimientos reflejase de una manera más precisa la esencia del fenómeno del transcurso del tiempo, procediendo a desechar el otro. En torno a esta disyuntiva puede leerse:

Pero entonces, si [el tiempo] está orientado, ¿en qué dirección lo está? ¿Hacia el pasado o hacia el porvenir? Porque sigue siendo verdadero que disponemos, para pensar el curso del tiempo, de dos modelos —la fuga o la flecha—, y que esta asimetría es a la vez asombrosa (puesto que se trata del mismo tiempo) y reveladora. Hablar de fuga del tiempo es considerar que un acontecimiento primero es futuro, luego presente, y después pasado. [...] el tiempo parece fluir desde el futuro, donde todo empieza, hacia el pasado, donde todo se acumula. A la inversa, hablar de flecha del tiempo es considerar que el pasado produjo el presente, así como el presente está en proceso de producir el futuro. [...] el tiempo parece fluir desde el pasado, de donde todo proviene, hacia el futuro, adonde todo va. (Comte–Sponville, 2001, p. 83)

Para ilustrar el punto de vista de la denominada "fuga" traemos a colación, a modo de ejemplo, las palabras de San Agustín: "Pero mientras lo medimos, ¿de dónde viene [el tiempo], por dónde pasa y adónde va? ¿De dónde, sino del futuro? ¿Por dónde, sino a través del presente? ¿Adónde, sino al pasado? Luego viene de lo que todavía no es, pasa por lo que no tiene duración y se dirige hacia lo que ya no es" (San Agustín, 1999, p. 313). En el mismo sentido citamos también a Schopenhauer: "El que debido a [el tiempo], por ejemplo, las cosas futuras no existan aún, se basa en un engaño del que nos percatamos cuando aquellas han llegado." (Schopenhauer, 2003, p. 532). Lo que sigue expresa igualmente el punto de vista de la fuga: " la ley de transformación del ahora en ya–no y, por otra parte, del aún–no en ahora, aplicándose a todas las series [de sensaciones originarias], no lo hace a cada una por separado; rige más bien algo así como una forma común del ahora, una igualdad general en el modo de fluir" (Husserl, 2002, p. 96). En cuanto al punto de vista alternativo de la denominada "flecha" puede leerse, por ejemplo:

Lo que hemos designado como 'curso del tiempo' se pone de manifiesto en ambas representaciones [el tiempo lineal y el tiempo cíclico] gracias al hecho de que las dos disponen de una orientación, es decir, que están recorridas por un sentido perfectamente definido que va desde el pasado hasta el futuro. (Klein, 2005, p. 71)

También: "Podemos imaginar la dimensión temporal extendida como una línea del destino, y un instante particular —'ahora'— singularizado como un pequeño punto brillante. A medida que 'el tiempo pasa', la luz recorre continuamente la línea temporal hacia el futuro" (Davies, 1996, p. 267). La misma imagen acerca del transcurso del tiempo se expresa a continuación: "La sensación del paso del tiempo es central para nuestros sentimientos de conciencia. Parece que nos estemos moviendo siempre hacia adelante, desde un pasado definido hacia un futuro incierto" (Penrose, 1991, p. 378).

La correspondencia de estos dos puntos de vista —la fuga y la flecha— con los movimientos 1 y 2 referidos anteriormente es prácticamente inmediata. El punto de vista de la fuga corresponde al movimiento 1, en el que —de acuerdo con lo expuesto— el tiempo se representa como una corriente a través de la que todo momento futuro llegaría hasta el presente fluyente y se alejaría, finalmente, hacia el pasado; por otra parte, el punto de vista de la flecha corresponde al movimiento 2, según el cual cabe imaginar el fenómeno del transcurso del tiempo como un avance progresivo del presente fijo hacia el futuro.

En torno a esta dualidad de enfoque, referente al fenómeno del transcurso del tiempo, la consideración particular de Merleau–Ponty es la siguiente:

Se dice que el tiempo pasa o transcurre. Se habla del curso del tiempo. El agua que veo pasar se preparó, hace unos días, en las montañas, cuando las nieves se derretían; está ante mí, ahora, y va hacia el mar en donde desembocará. Si el tiempo es semejante a un río, fluye del pasado hacia el presente y el futuro. El presente es la consecuencia del pasado y el futuro la consecuencia del presente. (Merleau–Ponty, 2000, p. 419)

Hasta aquí, lo que se ofrece es el transcurso del tiempo considerado bajo la perspectiva del movimiento 2 que, igualmente, remite al punto de vista de la flecha. La claridad con la que emerge este enfoque en una primera aproximación viene acompañada, no obstante, de algunas dificultades:

Esta célebre metáfora [la del tiempo como un río que transcurre del pasado hacia el futuro] es, en realidad, muy confusa. Porque, considerando las cosas mismas, el derretimiento de las nieves y lo que de ello resulta no son unos acontecimientos sucesivos; o, mejor, la idea misma de acontecimiento no tiene cabida en el mundo objetivo. Cuando digo que anteayer las nieves produjeron el agua que ahora está pasando, sobrentiendo un testigo sujeto a un cierto lugar en el mundo y comparo sus puntos de vista sucesivos: asistió, allá arriba, al derretimiento de la nieves, ha seguido el agua en su curso, o bien, a la orilla del río, ve pasar, al cabo de dos días de espera, el pedazo de madera que echara en las fuentes. [...] Pues bien, desde el momento en que introduzco el observador, que siga el curso de la corriente o que, de la orilla del río, constate su paso, las relaciones del tiempo se invierten. En el segundo caso, las masas de agua ya transcurridas no van hacia el futuro, se hunden en el pasado; el futuro, el porvenir, está del lado de las fuentes y el tiempo no viene del pasado. (Merleau–Ponty, 2000, p. 419)

Introduce así Merleau–Ponty, al analizar el fenómeno del transcurso del tiempo, el punto de vista alternativo que lo considera bajo la forma de la fuga propia del movimiento 1, poniendo de manifiesto, nuevamente, la doble perspectiva en que se enmarca dicho fenómeno.

Para considerar los movimientos 1 y 2 dentro de la representación bidimensional del campo de presencia mostrada en la figura 1, hay que notar que el hundimiento de los contenidos bajo la línea de los ahoras implica un movimiento de futuro a pasado, que corresponde, de acuerdo con lo aquí expuesto, al punto de vista de la fuga y del movimiento 1, con su presente fluyente orientado hacia el pasado. Por otra parte, el punto de vista de la flecha se representa también en la figura 1, correspondiendo al movimiento sobre la línea horizontal, que refleja las características propias del movimiento 2, con su presente fijo avanzando sobre la línea de los ahoras, sin perder en ningún punto de su recorrido la cualidad de ser actual. Debe recordarse que el movimiento sobre esta línea, atendiendo a su descripción categorial, no es de pasado a futuro, sino de antes a después. Por lo tanto, la consideración de los movimientos 1 y 2 en el marco categorial del campo de presencia —tal y como éste se muestra en la figura 1— exige replantear su descripción inicial, y caracterizarlos de una manera nueva en términos de un movimiento "de futuro a pasado" y un movimiento "de antes a después", respectivamente, a los que, asimismo, corresponden los puntos de vista ya señalados de la fuga y de la flecha.

Una observación fundamental que ha de tenerse en cuenta es que en este marco la proyección intencional del sujeto desde —digamos— el ahora B hacia el contenido CB en la vertiente futura del campo de presencia, no sólo tiene componente (vertical) distensiva "hacia el futuro", sino también (horizontal) extensiva "hacia el después". Esto indica que las categorías distensivas y extensivas se concitan en cada acto de proyección intencional por parte del sujeto y despliegan juntas en dicho acto la estructura categorial completa del campo de presencia, de acuerdo con un movimiento combinado dentro del mismo; por un lado se tiene un movimiento de futuro a pasado de CB, que remite al fenómeno del transcurso del tiempo según el punto de vista de la fuga y del movimiento 1; por otro lado, se tiene un movimiento de antes a después del ahora B, que remite al punto de vista de la flecha y del movimiento 2. De esta manera, la línea vivencial que contiene al ahora B y al contenido representado CB no se traza sólo en términos del movimiento 1, ni sólo en términos del movimiento 2, sino por medio de la tensión implicada en la combinación de ambos, de acuerdo con la cual se expresa la estructura categorial y dinámica del campo de presencia en el que tales movimientos se inscriben.

Ambos movimientos, por tanto, se dan "a la vez", como las dos fuerzas actuantes en un "par" que se articulasen sobre un mismo punto de aplicación. Para lograr una comprensión adecuada del fenómeno del transcurso del tiempo es necesario, análogamente, tomar en consideración los movimientos 1 y 2, como si se tratase de un "par" de fuerzas, de cuya aplicación conjunta se obtuviese como resultado un efecto determinado. Así, del mismo modo que para explicar tal efecto resultante se deben tomar en consideración las dos fuerzas actuantes en el "par", para comprender los aspectos dinámicos y categoriales implicados en el fenómeno del transcurso del tiempo dentro del marco de representación del campo de presencia se debe tener en cuenta la combinación de los movimientos 1 y 2. A esta combinación de movimientos se refieren los dos vectores que se muestran en la figura 1, aplicados, a modo de ejemplo, sobre el punto B. A lo largo de la línea horizontal se tiende el vector asociado al movimiento 2, de antes a después, en tanto que en la dirección vertical se representa el vector asociado al movimiento 1, de futuro a pasado. Por tanto, el fenómeno que es aprehendido por el sujeto como transcurso del tiempo debe interpretarse en términos de la combinación de los movimientos 1 y 2 dentro del marco de su campo de presencia. Hay que tener en cuenta que la situación ilustrada en la figura 1, referida al ahora particular B, es común a todos y cada uno de los puntos de la línea de los ahoras. Así, la misma combinación de los movimientos 1 y 2 se aplica indefectiblemente sobre todos y cada uno de tales puntos. El carácter ineludible de esta aplicación indica que la dinámica conjunta en que se combinan ambos movimientos, por consistir en una circunstancia común a la totalidad de dichos puntos, resulta de una condición general puesta de antemano por la conciencia "temporalizadora" del sujeto, en lo que se refiere a la vivencia del tiempo y a la aprehensión de su transcurso.

En tales condiciones, volvamos a la pregunta planteada con la introducción de los puntos de vista de la fuga y de la flecha: si el tiempo está orientado —expusimos—, ¿en qué dirección lo está? ¿Hacia el pasado o hacia el porvenir? (Comte–Sponville, 2001, p. 83). En función de lo tratado hasta el momento se apreciará, sin duda, el planteamiento problemático de esta pregunta, pues se está dando por supuesto en ella, de manera tácita, una concepción lineal del tiempo basada en las categorías de pasado y futuro, si bien, de acuerdo con la sugerencia de Merleau–Ponty (2000, p. 425) que aquí seguimos, "el tiempo no es una línea, sino una red de intencionalidades" que configura el campo de presencia del cognoscente, mostrado en la figura 1. Así pues, tal y como se plantea la pregunta, reconocemos en ella la limitación de proponerse como una disyuntiva que concibe el tiempo orientado hacia el pasado o hacia el futuro. A pesar de ello, si respondiésemos a la misma de acuerdo con el análisis que venimos realizando, diríamos —con todas las reservas, referidas al planteamiento problemático de la pregunta— que el tiempo se orienta "hacia" la combinación del pasado y del después, que resulta de la consideración conjunta de los movimientos 1 y 2 en el marco categorial del campo de presencia del cognoscente.

La respuesta en términos de una combinación de estos dos movimientos es contraria al punto de vista habitual, que plantea el fenómeno del transcurso del tiempo como la disyunción entre un movimiento orientado hacia el pasado y otro hacia el futuro, en el marco de una concepción lineal del mismo. No obstante, la naturaleza de la combinación de los movimientos 1 y 2 puede comprenderse claramente prestando atención, a modo de analogía, a las características del movimiento físico resultante de un tiro parabólico. Este movimiento se describe como la combinación de dos movimientos componentes: un movimiento uniforme en la dirección horizontal, y un movimiento uniformemente acelerado —por la fuerza de la gravedad— en la dirección vertical. No es posible reducir el movimiento parabólico a uno u otro de tales movimientos sin dejar de lado totalmente su propia naturaleza. De manera análoga, no se puede reducir, como suele hacerse (Comte–Sponville, 2001, p. 83), el transcurso del tiempo a uno u otro de sus componentes, ya se trate del movimiento 1 o del movimiento 2, sin incurrir en una interpretación parcial y sesgada del mismo.

No cabe, por tanto, avanzar en la comprensión del fenómeno del transcurso del tiempo sin tener en cuenta la combinación de los movimientos 1 y 2. Desviar el equilibrio propio de la combinación hacia uno u otro componente, ya sea priorizando el punto de vista de la fuga sobre el de la flecha, o a la inversa, conduce a una comprensión limitada del fenómeno, que remite a la disyuntiva mencionada entre una imagen del tiempo orientado hacia el pasado y otra hacia el futuro. La comprensión adecuada del fenómeno del transcurso del tiempo exige, en conclusión, mantener vivo el equilibrio que caracteriza la consideración conjunta de los movimientos 1 y 2, evitando así la parcialidad que resulta de los desplazamientos interpretativos entre uno y otro.

 

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NOTAS

* La publicación de este artículo se inscribe dentro de la participación del Instituto de Filosofía del CSIC en la convocatoria de contratos postdoctorales del Programa I3P, cofinanciado por el Fondo Social Europeo.

1 De larga tradición en el ámbito de la filosofía, la noción de "intencionalidad" cobra importancia especial en la fenomenología de Husserl, destacándose como el problema capital de la misma (Husserl, 1993, p. 198). Como propiedad fundamental de la conciencia, la intencionalidad caracteriza las vivencias, por cuanto corresponde siempre a éstas ser "conciencia de" algo. Llevada a cabo una vivencia (o acto) intencional de manera actual, en ella el sujeto cognoscente "se dirige hacia" el objeto intencional, que es el correlato pleno del acto de conciencia, llevando a cabo, por medio de este "dirigirse hacia", la conciencia de ese algo. Por profunda que sea la alteración que experimentan los contenidos actuales de conciencia al pasar a la inactualidad, siguen teniendo, no obstante, una significativa comunidad de esencia con los primeros, pues la propiedad esencial de la conciencia de ser conciencia de algo se conserva en el curso de la modificación (Husserl, 1993, pp. 81 Y 83).

2 En la figura 1 hemos añadido (en trazo discontinuo) a su representación original, siguiendo la indicación expresa de Merleau–Ponty (2000, p. 425), "la perspectiva simétrica de las protenciones". Además, buscando mayor claridad, hemos variado ligeramente la notación empleada por este autor para designar los puntos tanto inferiores como superiores a la línea horizontal.

3 Las imágenes asociadas a los movimientos 1 y 2 pueden ponerse en correspondencia, respectivamente, con las metáforas denominadas "moving time" y "moving ego" en el contexto de la teoría de la metáfora conceptual (Boroditsky 2000; Gentner, 2001; Evans, 2004).

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