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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versão impressa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.66 no.243 Ciudad de México Set./Dez. 2021  Epub 31-Jan-2022

https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2021.243.69845 

Dossier

Subjetividad, movimientos sociales y hegemonía en la obra de Martín Retamozo

Subjectivity, Social Movements and Hegemony in the Work of Martín Retamozo

Sergio Daniel Riveros Castañeda* 

Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: <sdriverosc@unal.edu.co>.


RESUMEN

El presente artículo busca analizar la trayectoria de la producción intelectual de Martín Retamozo, quien ha forjado una apuesta teórico-conceptual y metodológica que tiene como propósito la reconstrucción explicativa y reflexiva del movimiento piquetero, su papel en la construcción de hegemonía y las disputas por el orden social en la sociedad argentina. Lo anterior será posible a partir de la hipótesis de que la experiencia de articulación entre las dos lógicas políticas existentes en Argentina -la de los movimientos sociales y la hegemónica, representada en el gobierno nacional-popular del kirchnerismo- supuso una lucha contra un adversario común, el neoliberalismo. Con ello, se busca contribuir a un diálogo entre las miradas analíticas que se construyen en torno a estas dos lógicas.

Palabras clave: Subjetividad colectiva; piqueteros; movimientos sociales; orden social; hegemonía

ABSTRACT

This article seeks to analyze Martín Retamozo’s trajectory of intellectual production: he forged a theoretical-conceptual and methodological approach for the explanatory and reflexive reconstruction of the piquetero movement, its role in the construction of hegemony and the struggle over the social order in Argentine society. This will be achieved based on the hypothesis that the experience of articulation between the two existing political logics in Argentina: that of the social movements and that of hegemony, represented in the national-popular Kirchnerist government, entailed a clash with a common adversary: neoliberalism. The goal is to contribute to a dialogue between the analytical views built around these two logics.

Keywords: Collective subjectivity; piqueteros; social movements; social order; hegemony

Conocimiento es, en el momento actual, sinónimo de fuerza.

Antonio Gramsci, L’ Ordine Nuovo, 1919.

Introducción1

La convulsión política y social que atravesó América Latina en el albor del siglo XXI supuso una abrupta emergencia y reaparición de sujetos y movimientos sociales que trazaron una reconfiguración y desplazamiento tanto de la política y del pensamiento como de la reflexión intelectual en torno a los proyectos de transformación del mundo y de la vida. Por tanto, los esfuerzos por elaborar teorías que tuvieran utilidad en la comprensión de esta realidad social emergente fueron significativos.

La crisis que para el subcontinente latinoamericano implicó la década perdida -es decir, el periodo de derrumbe económico y político durante el decenio de los ochenta, que representó el avance de la incursión neoliberal- supuso el surgimiento de nuevos interrogantes. Situar la mirada en el presente y en el contexto histórico-cultural de América Latina fue el primer paso para labrar un conocimiento que, en muchos casos, ha estado dirigido a potenciar y habilitar, en espacios académicos e institucionales, la acción colectiva que múltiples movimientos sociales habían inaugurado. Dentro del abigarrado conjunto de experiencias políticas que suscitaron puntos de quiebre a nivel continental, el caso de Argentina resulta fundamental en la comprensión de nuevas reflexiones para la escena latinoamericana. Este artículo se centra en el trabajo del intelectual argentino Martín Retamozo, quien hizo su aparición a partir del año 2005, en el contexto del gobierno de Néstor Kirchner, tras el proceso de crisis política que vivió el país. A partir de ese año, Retamozo ha elaborado una obra relacionada con la formación de subjetividades, el papel de los movimientos sociales en la disputa política y la construcción de hegemonía, indagando sobre el caso argentino y haciendo consideraciones con respecto a América Latina. Al mismo tiempo, su esfuerzo se ha centrado en procurar una producción teórica y epistemológica vinculada a establecer una relación entre historia y política que abra perspectivas analíticas sobre la comprensión de los fenómenos sociales que se han manifestado en el ámbito subcontinental.

El punto inicial de su obra tiene como foco las luchas sociales acaecidas durante la hegemonía neoliberal existente en el país durante el decenio de los noventa, ahondando en la experiencia del Movimiento de Trabajadores Desocupados, o piqueteros, y sus efectos en la estructuración del campo de acción política en la Argentina contemporánea.

Si bien el trabajo de Martín Retamozo irrumpe como la expresión de una problemática específica que se vincula a los estilos investigativos que elaboraron análisis sobre el movimiento piquetero, su preocupación primaria se sustenta en el interrogante sobre la construcción de subjetividades sociales y políticas en el contexto de un orden social. Como consecuencia del impacto que tuvo la consolidación de la hegemonía neoliberal, las condiciones de sociabilidad y los rasgos de trayectorias colectivas que existían al interior de los trabajadores se fueron fisurando y desestructurando, por lo cual esa mirada -sobre los procesos de producción subjetiva a nivel político y social- tiene resonancia.

Una de las expresiones más importantes de acción colectiva durante los años noventa en la sociedad argentina fueron los cortes de ruta. Durante esa década, los procesos de articulación social y política -entre los diversos sujetos que llevaban a cabo la acción colectiva- eran limitados, hasta que, sucesivamente, y a través de identificar adversarios comunes (el gobierno nacional, las nefastas políticas implementadas, lo que se nombró con el apelativo de neoliberalismo, entre otros) se produjeron lazos que lograron articular a los actores sociales. Todo ello fue derivando en un radical cuestionamiento hacia las condiciones, causas y protagonistas que generaron ese daño. Interrogar ese proceso, que va desde la consolidación del orden social neoliberal hasta la reactivación de la acción política por parte de los sujetos sociales, es el primer momento en la trayectoria de producción teórica que hay en Martín Retamozo.

Un segundo momento, que supone un giro parcial en su perspectiva analítica, sitúa la reflexión de este autor en el ascenso del kirchnerismo. El análisis se interesa por la identificación del papel de los movimientos sociales y la acción política en la construcción de hegemonía. No obstante, al interior de este camino de producción teórica, sus preocupaciones se van a centrar en las relaciones y tensiones que se establecen entre la lógica de movilización social y la lógica hegemónica.

En la obra de Retamozo, el abordaje de la constitución del movimiento social piquetero significó un desafío para las ciencias sociales, específicamente en el campo de las subjetividades colectivas, debido a su participación en la conformación de sujetos y movimientos, los cuales tenían como proyecto la disputa del orden social hegemónico de los noventa. El interrogante que se traza el autor sobre la formación de una subjetividad colectiva como momento previo al desarrollo de un movimiento social -en este caso de los desocupados en Argentina-, sitúa la reflexión teórica en la elaboración de un aparato teórico-conceptual que establezca un diálogo entre subjetividad, acción, movimiento social, disputa por el orden, y consecuentemente, por la hegemonía.

Nuestra reflexión versa sobre la trayectoria de producción intelectual de Martín Retamozo, quien ha forjado una apuesta teórico-conceptual y metodológica que tiene como propósito la reconstrucción explicativa y reflexiva del movimiento piquetero, su papel en la construcción de hegemonía y la disputa por el orden social en la sociedad argentina. Lo anterior será posible a partir de la hipótesis de que la experiencia de articulación entre las dos lógicas políticas existentes en Argentina -la de los movimientos sociales y la hegemónica, representada en el gobierno nacional-popular del kirchnerismo- supuso una lucha contra un adversario común, el neoliberalismo. Todo ello, con la intención de contribuir a un diálogo más amplio entre ambas lógicas, que muchas veces se han puesto como antagónicas en el pensamiento político latinoamericano.

Para analizar la trayectoria de la obra de Retamozo se hará un recorrido por el conjunto de trabajos publicados por él entre 2005 y 2016, haciendo énfasis en los momentos de productividad teórica donde se da la relación entre constitución del movimiento social y la construcción de hegemonía que plantea el autor para el caso de la Argentina. Cabe aclarar que el artículo no pretende transitar por la historia contemporánea de la sociedad argentina o profundizar en torno a la historia misma del Movimiento de Trabajadores Desocupados, lo cual no impedirá detenernos en rasgos cruciales que sirvan para cumplir nuestro propósito.

La producción investigativa sobre el movimiento piquetero en Argentina

Para precisar el lugar que tiene la producción teórica de Retamozo, resulta indispensable comprender el universo de perspectivas y estilos investigativos ocurridos en Argentina a raíz de la irrupción del movimiento de desocupados. Será útil, para este fin, basarse en un trabajo que el mismo autor elabora (Retamozo, 2009c) y a partir de allí comprender el modo en que su obra se inserta en el seno de un heterogéneo número de interrogantes acerca del movimiento piquetero en la sociedad argentina.

Una primera aproximación se dio desde la perspectiva marxista,2 donde la lucha de clases tiene preeminencia en el carácter analítico del proceso. El punto de partida de algunos trabajos fue el estudio de la protesta obrera en Argentina, en la cual se entendió a la huelga general como expresión de la lucha política, lo que configuró el análisis en la inscripción de la acción colectiva de los desocupados en un ciclo de luchas más amplio, nacido en los saqueos de 1989 y concluido en diciembre de 2001. A la par, el sujeto del cambio social se ubicaba en la clase obrera industrial, como un actor de la lucha de clases, a quien, bajo la forma del asalariado (que podía referirse a ocupados, despedidos o desocupados), se le asigna un papel sustancial en los bloqueos de calles.

Desde este punto de vista, la acción propia piquetera no tiene un carácter novedoso con respecto a la amplia tradición de luchas obreras, además se plantea como una continuidad del legado clasista. Así, para la corriente marxista, la conflictividad social y los niveles de conciencia se definen a partir de la relación con las huelgas generales, lo cual producía una limitación en la investigación sobre la acción colectiva, la identidad y la construcción de subjetividad (Retamozo, 2009c).

La segunda corriente que Retamozo identifica es la del marxismo abierto.3 Bajo esta perspectiva, la subjetividad se convierte en una cuestión problemática, como producto de las nuevas formas en que se plantea la contradicción capital-trabajo, siendo una expresión renovada del marxismo ya revisado anteriormente. En gran medida lo que opera bajo esta idea de marxismo abierto es un abandono de cualquier concepción del sujeto histórico como homogéneo, en tanto el conflicto -entre capital y trabajo- posee múltiples formas. No existe una primacía ontológica de un sujeto como portador de la Historia; de hecho, se plantea que los desocupados son una forma de subjetividad contemporánea.

Una tercera experiencia de producción teórica en Argentina sobre el movimiento piquetero es la variante autonomista,4 que pretende analizar la acción política de los desocupados como una producción ética de situaciones de contrapoder, capaz de forjar subjetividades emergentes. Desde este punto de vista, los desocupados se presentan como una “ruptura de la historia subalterna” y de los propios ámbitos que conforman su organización, haciendo énfasis en la resignificación que tienen los piqueteros de sí mismos por medio de su actuación, apartándose de las formas tradicionales de acción política, develando el límite de las organizaciones partidistas en el cambio social.

Otra perspectiva que trabaja Retamozo es aquella que ubica el problema de la sociedad argentina en la relación entre neoliberalismo y protesta social (Seoane y Taddei, 2001, 2003), en la que el énfasis está puesto en la nueva etapa del proceso de acumulación capitalista. Si bien tiene importante influencia del marxismo, la tendencia de esta corriente investigativa es abandonar cualquier tipo de determinismo y apriorismo, sustentándose en una lectura crítica que sitúa la mirada en las potencialidades de la protesta. Aunque este estilo de investigación acepta la inferencia de múltiples conflictos, la lucha de clases no deja de ser el vector articulante. Tiende a concebirse como una disputa de sujetos heterogéneos, donde la clase obrera tendrá un papel relevante, aunque con una ampliación en sus formas de lucha y los grados que alcanzan sus alianzas. Con respecto a las anteriores corrientes, ésta será la primera que evoque el concepto de movimiento social como parte del conjunto conceptual que maneja, poniendo la mirada en el nivel organizativo y, a partir de allí, en los modos en que se cuestionan al neoliberalismo. En ese contexto se podría inscribir el movimiento de desocupados, como sujeto que responde a las políticas neoliberales en Argentina, insertas en una situación de conflictividad múltiple, aunque con preeminencia del papel de los trabajadores.

Finalmente, encontramos la perspectiva de la sociología política (Auyero, 2000, 2002a, 2002b, 2004; Delamata, 2002; Di Marco y Palomino, 2004; Svampa y Pereyra, 2003), que trata los movimientos sociales y la acción colectiva como un campo específico. Desde este enfoque, hay un esfuerzo por construir nuevos aparatos teóricos que posibiliten la interpretación del conflicto social como eje de la producción teórica alrededor del movimiento piquetero. Un propósito que se traza es el de vislumbrar la potencialidad disruptiva del movimiento desocupado para explicar y comprender el fenómeno de esta lucha social. Al mismo tiempo, esta perspectiva es un estilo investigativo que busca construir, dentro de la acción colectiva, conceptos que logren interpelar la misma acción social y sus alcances. Por último, como parte de sus virtudes, hallamos el rescate del carácter histórico y procesual que tuvo el movimiento de desocupados, generando una mirada analítica capaz de pasar de lo molecular (entendido como las relaciones intrínsecas del movimiento) a los momentos de pugna política que exceden el nivel propio de lo organizativo-territorial.

Tras haber descrito sintéticamente la composición del contexto de producción teórica en el cual se desenvuelve nuestro autor, es necesario destacar cuál es su singularidad y por qué su trabajo resulta significativo tanto para la reflexión analítica de la sociedad argentina como para las ciencias sociales de ese mismo país, así como para América Latina. Su obra, aunque tiende puentes con los enfoques marxistas y de sociología política ya señalados, es un intento de renovación teórica y epistemológica.

Lo común a las perspectivas ya trabajadas es la dificultad que tienen para reflexionar sobre la acción colectiva, la identidad y la construcción de subjetividad. No obstante, el mayor vacío se sitúa en la desconexión de la realidad sociopolítica con respecto a las consideraciones de orden teórico que se movilizaban en las investigaciones ya mencionadas. El primer problema se le puede adjudicar principalmente a los enfoques del marxismo abierto, a la corriente que relaciona la protesta social con un contexto puramente neoliberal y, finalmente, al autonomismo. El segundo, al marxismo. Aquella visión que se inscribe en la sociología política y consigue incorporar la teoría de movimientos sociales y acción colectiva parece ser la más cercana a las consideraciones que se desarrollan en Retamozo.

El momento del movimiento piquetero en la obra de Martín Retamozo

El rastro epistemológico del movimiento social

Llegado a este punto, hablaremos del primer momento de acercamiento que tiene Retamozo frente al movimiento de desocupados a través de los límites y las potencias que existían en la producción sobre el mismo y con que se ha venido dialogando. Su punto de partida será interrogarse sobre la relación existente entre los lugares donde opera la producción de una subjetividad colectiva5 en el proceso de conformación del movimiento desocupado y su papel en la constitución de un orden social distante al de la hegemonía neoliberal (Retamozo, 2009a).

Para afrontar ese propósito, la labor de Retamozo tiene dos carriles que hay que distinguir solamente con fines analíticos, puesto que siempre se encuentran íntimamente relacionados. Por un lado, dando valor a la experiencia piquetera, elabora una reconstrucción teórica y empírica de la subjetividad colectiva que se produjo al interior del movimiento desocupado, y cómo, a partir de ambos elementos, se logra construir al movimiento social como preocupación central de la producción teórica (Retamozo, 2006a, 2006b, 2006c, 2008). Por otro lado, se presentan los trabajos donde reconstruye el andamiaje teórico-metodológico y epistemológico de este autor, como parte de su preocupación intelectual en el marco de los estilos investigativos sobre el movimiento desocupado en Argentina (Retamozo, 2005, 2006d, 2013; Retamozo y Garrido, 2010).

Teniendo en cuenta lo anterior, este primer momento de la obra del pensador argentino representa una ruptura con los enfoques que se habían acercado al movimiento piquetero a través de explicaciones que generaban un hiato entre realidad y producción teórica. En especial, aquellas concepciones que asignaban de antemano al movimiento un conjunto de categorías, sin tener en cuenta los contenidos reales de su experiencia. Asimismo, la preponderancia de la reconstrucción histórica por medio de un esfuerzo empírico por abordar el fenómeno a partir de sus prácticas históricas, los repertorios de lucha, las experiencias colectivas en la acción y la configuración de las identidades políticas y sociales develan la intención de abrir preguntas a través de una mirada transversal del movimiento.

Como ya se ha mencionado, para Retamozo no es posible comprender la constitución del movimiento social sin un acercamiento analítico similar al que presenta la configuración subjetiva subalterna, esto es, sin tener en cuenta los “sentidos populares inscritos en el mundo del trabajo, la percepción de los derechos, y las experiencias de organización colectiva; así como tampoco sin investigar los procesos de acción y organización que involucra la subjetividad de los desocupados” (Retamozo, 2009a: 14). Pero el modo de asumirlo exige comprender la realidad a partir del compromiso del sujeto, es decir, por medio de los valores, posibilidades y límites que tienen los proyectos que se edifican para transformar la realidad social existente. Por este motivo, Retamozo hace uso de la ontología crítica, que está condensada parcialmente en Los Horizontes de la razón, donde se plantea que es viable comprender la realidad como la articulación entre lo dado y lo potencial, o dado-dándose, lo cual incide en la noción de historia, en tanto esta última toma la forma de secuencia de coyunturas, en la cual existe una disputa por conformar situaciones de presente, y donde operan prácticas y proyectos que (re)construyen la realidad (Zemelman, 1992, 1997).

El valor de lo que se acaba de exponer se encuentra en los supuestos epistemológicos desde los que se sitúa Retamozo, pero también está referido al conjunto de herramientas metodológicas con las cuales asume su reflexión sobre el movimiento desocupado. Incluso, su elección marca un camino: el estudio sobre los sujetos sociales que devienen en movimientos sociales está cargado de una perspectiva del presente y proyectada hacia el futuro, trascendiendo cualquier intento que busque únicamente otorgar un razonamiento teórico-explicativo para construir un conocimiento situado en el continente latinoamericano (Retamozo, 2006d: 210), o dicho de otra manera, su esfuerzo es generar un tránsito de la percepción simple de un fenómeno hacia un abordaje que permite reconstruir el papel de los sujetos y de los procesos sociales en sus capacidades de transformación potenciales de la realidad. De esta manera, el trabajo de Retamozo no rehuye su inscripción en el campo de estudios sobre movimientos sociales, subjetividades colectivas y acción política, el cual se dio en América Latina durante el inicio del siglo XXI.

Tras las huellas de la emergencia piquetera: la irrupción de una lógica política

La década de los noventa sería el momento donde el orden neoliberal se afianzaría, a través del conjunto de políticas recomendadas por el Consenso de Washington e implementadas, especialmente, por el mandato de Carlos Menem. La operación de construcción hegemónica, que buscó conformar un relato colectivo, se sustentó en el cuestionamiento del modelo estadocéntrico como responsable de la crisis económica, al ser responsable de la hiperinflación.

Esta situación tuvo consecuencias directas en la subjetividad popular, ya que se afectó la certeza de los derechos alcanzados históricamente. De esa manera, el orden neoliberal puso en marcha un mecanismo de disciplinamiento social, asignando al ámbito privado las responsabilidades de la crisis social. A partir de ahí se generó un trauma colectivo, donde cualquier imaginario del porvenir se diluía (Retamozo, 2009a).

A partir de este contexto, emergen los desocupados y las desocupadas, aunque como plantea Maristella Svampa, difícilmente aparecen constituidos como un actor colectivo, ya que se ubican en una exterioridad teórica y empírica, es decir, no situados como parte de las subjetividades protagonistas que se analizan al interior de la intelectualidad argentina. A su vez, históricamente se encontraban afuera, al carecer de representación en el ámbito político. Entonces, el impacto de las reformas estructurales supuso un desmantelamiento de las condiciones y modos de vida que habían logrado garantizar el modelo nacional-popular, y que caló directamente en las formas de sociabilidad que tenían los sectores populares ligados al movimiento piquetero; por esa razón hubo un daño profundo sobre los lugares con altos grados de industrialización, lo que supuso una conmoción directa sobre el mundo del trabajo, especialmente en aquel no-lugar donde se sitúa el incipiente movimiento desocupado (Svampa, 2005: 235-237). Con lo dicho no se sugiere que este sujeto social no hubiera existido en la sociedad argentina anteriormente, sino que el periodo nacional-popular tuvo una amplia capacidad de integración social por medio del Estado en tanto logró resolver las demandas propias de los desocupados y desocupadas, cuestión que se vería seriamente fracturada en la década de los noventa.

Por ello, el propósito de Retamozo es interrogar esa emergencia de desocupados y desocupadas a partir de la constitución de éstos en sujeto colectivo, producto del cuestionamiento al orden social neoliberal, el cual había disminuido todo tipo de certeza, profundizando la desigualdad, pobreza y, fundamentalmente, la pérdida de los espacios de sociabilidad (Retamozo, 2006c). Se fueron transformando los espacios y tiempos que articulaban los modos de vida en que hombres y mujeres construían relaciones sociales; en pocas palabras, se perdió el sentido comunitario del trabajo (Retamozo, 2006b: 150). Aunque las transformaciones en la sociabilidad no suponían una operación acción-reacción por parte de los desocupados, sí significó un campo de posibilidad abierto. De nuevo, la influencia zemelmaniana irrumpe, en tanto que no hay un apriorismo del papel del sujeto, sino que su propia experiencia signa los alcances de su acción. Entonces, es claro que, para Retamozo, a través de esa herencia de Zemelman, los sujetos sociales fueron el núcleo constitutivo para llevar a cabo su análisis, el ángulo sobre el cual es posible pensar la realidad social que le preocupa estudiar. Igualmente, hay dos elementos que deben de tenerse en cuenta: en primer lugar, que la concepción de la construcción social de la realidad implica centrar la atención sobre la praxis que despliegan los sujetos; en segundo lugar, que el sujeto puede ser analizado a partir de su subjetividad y su capacidad para construir proyectos colectivos, es decir, en los sentidos de futuro que produce (Zemelman, 1997).

De esta manera, aquello que posibilitó para Retamozo dilucidar claramente la irrupción del movimiento desocupado fue reconstruir los aspectos que le dieron un significado a la movilización social. Es allí donde la subjetividad colectiva cobra importancia, entendida como un proceso móvil de articulación de significados asociados a formas múltiples de otorgar sentido y poner en marcha acciones (Retamozo, 2009b: 104). Otra forma de plantearlo es que en el seno de una relación social, el desempleo, el movimiento desocupado pudo, por medio de la identificación de un daño colectivo, producir demandas sociales que tenían códigos comunes y acciones donde se exigía la resolución de esa afectación; de ahí la relevancia de los significados en la construcción social de la protesta, ya que “sólo a partir de revestir semánticamente a determinada relación social como injusta pueden habilitarse umbrales para la acción” (Retamozo, 2008: 61).

Más allá de discernir sobre la minucia de los sentidos que tomó el trabajo para el sector desocupado en Argentina, la cuestión realmente importante se relaciona con las representaciones que ello tuvo para el marco analítico de la producción que elabora Retamozo de cara al conjunto de su obra. En la Argentina, la ampliación de los derechos sociales -donde se puede incluir el trabajo- está asociada al momento nacional popular, expresado en el peronismo. La llegada del neoliberalismo desmontó esa garantía, que tuvo como consecuencia la distancia entre el nuevo contexto hegemónico y una cultura popular que se había creado y organizado ante esa certeza de derechos. Lo que la ola neoliberal generó fue una lógica de tierra arrasada, donde lo que antes era una certeza, pasó a ser incertidumbre.

La reestructuración del mundo del trabajo fracturó sentidos compartidos que se habían asimilado históricamente, es decir, aspectos vinculados a la sociabilidad, el tejido social al interior del lugar de trabajo, la relación entre el barrio, el trabajo y la comunidad, en definitiva, aquellas relaciones que se entretejen y afectan el mundo de la vida, imponiéndose aquellos provenientes del orden social hegemónico ligado al neoliberalismo, lo que supuso simultáneamente tensiones entre una cultura popular del trabajo o de los trabajadores -si se quiere como códigos y sentidos comunes que se movilizan con propósitos comunes, que han sido adquiridos a través de la historia- y algunos sentidos hegemónicos más ligados a la individualización de los problemas comunes, una subjetividad “culpógena”6 y un cierre de alternativas. Este cierre es uno de los elementos decisivos que inciden sobre la subjetividad colectiva, ya que permea los umbrales de certeza que tienen los sectores populares asociados al mundo del trabajo, fracturando culturalmente sus mundos de vida, es decir, sus formas de habitar como comunidad, construir afectos colectivos, tejido social en última instancia, cuestiones cruciales al interior de los movimientos sociales. Al respecto plantea Retamozo que “uno de los aspectos centrales en el proceso histórico de los últimos años, y que permite dar cuenta de las posibilidades y alcances de las acciones populares se vincula al plano cultural. La hegemonía del pensamiento neoliberal, como dispositivo de control social, supone una dominación de sentidos comunes y una operación subjetivante. Esto es, la presencia de códigos de significación dominantes que inciden en la construcción de sentidos por parte de los sectores subalternos. Básicamente, a mediados de la década de los noventa éstos se constituyen en contextos de descolectivización de las interacciones sociales en el marco de un incremento de la competencia individual. Allí, la idea de responsabilidad individual y la libertad de elección en el mercado (que se consideraba como ‘el reino de la libertad’), pretendían justificar que la situación derivada de las elecciones supuestamente libres de los hombres era, además, justa. Esta construcción discursiva de poder y disciplinamiento se extendió en importantes segmentos de la sociedad” (Retamozo, 2006c: 116). Sobre ese marco es que se nutre la importancia de afianzar la reflexión en torno a la subjetividad colectiva, entendida como un campo que se disputa y sobre el cual solamente se abren alternativas a través de las acciones de los sujetos colectivos.

Se entiende que la demanda social por el trabajo involucra la subjetividad colectiva y llega a operarse como un conflicto social que puede o no devenir en antagonismos (Retamozo, 2009d: 116), por lo tanto, resulta ser un campo decisivo en la acción que emprendió el movimiento desocupado. Es importante sugerir que las nociones de antagonismo y subordinación intervienen en la producción teórica de Retamozo como parte del cuestionamiento del orden social. La negación de la situación de daño por parte de los trabajadores desocupados, la cual ha tomado la forma de demanda insatisfecha, necesariamente se relacionó con el rechazo de todo aquello que se consideraba como el origen de la afectación: el neoliberalismo. Por ello, la productividad de la demanda y la crítica al orden imperante tiene razón de ser en el vínculo con la irrupción del movimiento social a partir de dos sentidos: en la producción de la subjetividad y en la propuesta de proyecto político. Es gracias a esto que la relación antagónica -producto de la formación de una identidad popular que genera una distinción entre un nosotros y un ellos- se decanta en la fragmentación de los lazos de subordinación de los sujetos sociales. Sobre la relación entre subordinación y antagonismo, el autor argentino esboza que:

Existe subordinación cuando un agente se encuentra en una posición de sometimiento en cuanto a las decisiones de otro. El antagonismo, por su parte, deviene cuando las relaciones opresivas se significan y transforman en relaciones tales a partir de una configuración subjetiva que muestra la situación de subordinación como opresiva y por ende espacio de lucha. (Retamozo, 2006e: 151)

La negación de “aquello que causa daño” -el neoliberalismo- implica la circulación de sentidos y códigos que oponen la dominación a la resistencia además de desplazar la cuestión a un plano de disputa, de iniciativa social. Por ello, la puesta en cuestión de las relaciones sociales y de los sentidos hegemónicos sólo es pensable a través de una subjetividad que significa una determinada relación social, el desempleo en este caso. El momento de la negación de lo dado es a su vez la posibilidad de reactivación de lo político en un sentido transformador. Así, para Retamozo, el antagonismo deviene cuando hay una significación de las relaciones opresivas -superando todo vínculo de mera subordinación- reconstruyendo los sentidos y nombrándolos conflictos sociales y políticos. Es en este momento cuando la configuración subjetiva resalta de manera nítida, en tanto permite constituir el momento conflictivo, que a su vez abrirá la condición de posibilidad y generará una ruptura de los sentidos subalternizados o fosilizados, que produzcan una dominación hegemónica. Es este momento en el que emerge una capacidad de actualización en los sentidos que abre paso a la acción (Retamozo, 2005: 30-31) lo que va a cuestionar el orden social.

La concepción sobre orden social que tiene Retamozo es indispensable para entender el campo de disputa y el horizonte de sentido que abarca la acción colectiva emprendida por el movimiento desocupado. La influencia del pensamiento político post-fundacional7 será importante, en tanto la lógica interna de la comprensión sobre el orden social establece una serie de presupuestos definitorios en su propuesta teórica. La relación entre movimientos sociales y orden social ha significado, para Retamozo, un instante de desenvolvimiento sustancial en el pensamiento de la acción política y la disputa por la hegemonía en Argentina. Para seguir este hilo, dos son las claves que servirán como faro del análisis que pretendemos en este artículo: el seguimiento de la definición de orden social que elabora Retamozo y sus miramientos sobre el papel del movimiento social en la dislocación del orden social.

Al hablar de orden social (Retamozo, 2009b: 103) se entrecruzan el sujeto social, la experiencia histórica de movilización, que se desenvuelven en un contexto estructural que no les es exterior o ajeno, es decir opera sobre esos elementos -el sujeto y la experiencia-, incidiendo sobre la configuración de la subjetividad. Es en el orden social donde se cultiva la conflictividad, ya que, necesariamente, toda construcción de un orden implica la exclusión de una parte de la sociedad. Así, del mismo modo en que se piensa la constitución del orden social por medio de la producción de prácticas sociales, es posible cuestionarlo, y es necesario, para los sujetos, desplazarse de la naturalización que sus propias prácticas encarnan y ocupan en ese acto de disputa frente al orden social. Es así como se da el paso de un lugar subjetivo a un momento de movimiento que, según nuestro autor, podría estar suscrito a un sentido del cambio o la transformación social, en función de lo que determinen las disputas y la voluntad colectiva potencial que devenga en acción.

Es en este momento del pensamiento teórico de Retamozo que Ernesto Laclau tendrá un papel relevante, como referente teórico en la concepción del cambio social. En general, esta concepción posfundacional genera una distinción analítica entre lo social y la sociedad (Marchart, 2009), que es útil en la búsqueda de establecer una noción acotada de orden. Al hablar de lo social, se refiere a un espacio “indeterminado y potencialmente infinito de prácticas humanas sedimentadas” (Retamozo, 2009d: 112), es decir, lo social toma la forma de un terreno infinito e indefinido, siendo el lugar donde es posible la intervención política que produzca un intento por darle finitud parcial al orden. En Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Laclau profundiza sobre ello, incorporando el problema de lo político a través de la necesaria operación hegemónica de lo social, cuestión que se tratará más adelante. Así, sobre la relación entre lo social y lo político plantea que

Lo social no es tan sólo el infinito juego de las diferencias. Es también el intento de limitar este juego, de domesticar la infinitud, de abarcarla dentro de la finitud de un orden. Pero este orden -o estructura- ya no presenta la forma de una esencia subyacente de lo social; es, por el contrario, el intento de actuar sobre “lo social”, de hegemonizarlo […] el problema de la totalidad social se plantea en términos nuevos: la “totalidad” no establece los límites de “lo social” mediante la transformación de este último en un objeto determinado (es decir, la “sociedad”). Por el contrario, lo social siempre excede los límites de todo intento de construir la sociedad […] El mismo exceso de sentido, el mismo carácter precario de toda estructuracion, que encontramos en el terreno del orden social, se encuentra también en el campo de la subjetividad. (Laclau, 1993: 104-105)

Es así como se compone el escenario de reflexión a partir del cual Martín Retamozo comprende la emergencia del movimiento piquetero, esto es, en el campo de relaciones que opera sobre el mundo laboral, a través de la formación de una demanda en torno al trabajo, la construcción de una identidad popular ligada a la condición de trabajadores y trabajadoras y el antagonismo hacia un orden social neoliberal. Hallamos así una serie de cuestiones que definen un terreno analítico donde irrumpe la acción del movimiento social como lógica política al interior de la sociedad argentina. En otras palabras, sólo puede hablarse de la existencia de una lógica cuando esta tiene las condiciones de posibilidad para analizarse. Tal es el caso de lo que hemos llamado la lógica del movimiento social, que es construida por Retamozo como primer estadio de su obra y como elemento clave dentro de su matriz interpretativa. En definitiva, en la obra de Retamozo la síntesis del proceso piquetero la encontramos en la acción disruptiva, donde, según su visión, subjetividad y voluntad colectiva se ligan como características propias de los movimientos sociales. Cuando los sujetos sociales se inscriben en una voluntad colectiva, es porque logran resignificar sentidos que son útiles para dotar de herramientas a la lucha política. Para Retamozo, que se acerca a la noción de Gramsci (1980: 13) de voluntad colectiva, la define como, “la articulación de un pueblo disgregado y la posibilidad de la construcción de imaginarios sociales aglutinadores que conduzcan a la acción a través de una combinación de razón y pasión” (Retamozo, 2009a: 29). La disposición para la acción en el momento piquetero se evidencia en los actos disruptivos que llevaron a cabo los sujetos sociales y que simbolizan la constitución final del movimiento social. La vida cotidiana y rutinaria fue puesta en tela de juicio, lo que permitió a los sujetos dar el paso de devenir en movimientos sociales articulados, para hacerse voluntad colectiva. Es así como el piquete simboliza tres cuestiones nodales que ayudarán a comprender la hipótesis de lógica política del movimiento de desocupados: i) aparición y visibilidad en la esfera pública por la acción disruptiva; ii) experiencia decisiva en la consolidación del movimiento social; y iii) adquisición de un nombre que representaba la posibilidad de hacerse proyecto al interior de la sociedad (Retamozo, 2009a: 160-161).

El factor transversal que motiva al pensamiento de Martín Retamozo es la potencia encarnada en el movimiento piquetero. Teniendo en cuenta la influencia de Hugo Zemelman, su preocupación es la capacidad del sujeto social -el movimiento desocupado- para construir un proyecto más amplio. En ese sentido, esta primera parte de su obra representa lo que podríamos llamar la dimensión utópica en la lógica del movimiento social, donde en sí mismo, a través de la construcción de subjetividad, forja un proyecto, una perspectiva de futuro. Sobre este punto, Retamozo dirá que

En efecto, la construcción de visiones del mundo alternativas, de imaginarios sociales y de voluntades para la acción se convierte en un lugar de disputa y constitución de antagonismos sociales. Las visiones subalternas y sus imaginarios se enfrentan a sentidos dominantes, y en este plano la subjetividad colectiva involucrada en el movimiento de desocupados efectivamente articula la construcción de una dimensión de futuro. No obstante, los sentidos movilizados que instituyen la utopía no han sido inscritos en proyectos políticos viables para un orden social emancipado. (Retamozo, 2009a: 175)

El momento de la construcción de hegemonía

Para comprender la productividad teórica que genera el movimiento piquetero en la obra de Martín Retamozo, es importante tener presente que su génesis expresa una doble dimensión: por una parte, la acción disruptiva ya descrita, asociada a los cortes de ruta originados en el año 1996 en Neuquén, Salta y Jujuy, como respuesta común ante la arremetida privatizadora de las empresas estatales; por otra parte, esa acción tuvo un asidero territorial y organizativo, ligado a las transformaciones de la vida popular, debido al empobrecimiento y desindustrialización que se fueron acrecentando en la sociedad argentina. A partir de allí hubo una eclosión de la conflictividad social que impugnó al régimen a partir de una renovación tanto de la identidad como del repertorio de lucha y de las demandas colectivas (Svampa, 2005: 238) a la vez que dieron “apertura a un nuevo espacio político” (Svampa, 2003).

Ahora bien, la trayectoria que va del auge a la caída de la hegemonía neoliberal estuvo representada por la década gobernada por Carlos Menem, que se sellaría en 1999. A partir de allí, con el antecedente de las puebladas y los primeros cortes de ruta, el cuestionamiento del orden social sería cada vez más radical, al punto de ir destituyendo los códigos dominantes que el neoliberalismo había instaurado socialmente. En gran medida eso fue posible por la protesta social y la conformación de un discurso propio del movimiento piquetero, que fue ampliándose en el espectro de demandas existentes en Argentina. Por eso, el periodo 1999-2001 resultará decisivo en tanto se evidenció plenamente el momento de acción colectiva, llegando a su climax en diciembre de 2001, donde la crítica al status quo fue profunda, marcando el retorno de la política a las calles (Svampa, 2005).

Reconstrucción de la hegemonía como lógica política

El lugar que ocupa el kirchnerismo como fenómeno sociopolítico en un contexto de crisis aguda ayuda a comprender el desarrollo de la particularidad argentina como parte de las experiencias de transformación política en el subcontinente. El retorno del populismo como espectro latente fue el legado de la crisis de la hegemonía neoliberal en Argentina. La forma en que Retamozo caracterizará al populismo tendrá impacto importante sobre la actuación otorgada al kirchnerismo. Desde su punto de vista, esta experiencia política representa las tres variantes del concepto -populismo- en la experiencia de Argentina. Así, lo entenderá a su vez como discurso, como lógica y como proceso político de inclusión radical del pueblo. Sobre el primero dirá que

El discurso populista articula, tramita e, incluso, crea demandas identificando posiciones negadas en cierta totalidad social mientras efectúa una promesa redentora. A su vez divide el espacio social en dos al trazar una frontera antagónica entre un “nosotros” (el pueblo) y un “ellos” a la vez que produce significantes que estructuran parcialmente la cadena de equivalencias y generan identificaciones en un horizonte productor de subjetividad popular […] La caracterización se completa con la apelación a la posesión de principios legitimantes para ordenar la comunidad (la soberanía), que es también performativa e instituyente. (Retamozo y Morris, 2015: 18)

Esta primera acepción, para Retamozo, sintoniza una referencia a la disputa por el sentido. Luego de la crisis del 2001, que significó un escenario de profunda crítica al orden social, produciendo una negatividad radical, donde se encontró una abigarrada expresión de sujetos con trayectorias, experiencias y subjetividades en el marco de la protesta. Allí el pueblo “deambuló por las calles argentinas y fue convocado como una constante que otorgaba difusa identidad a lo heterogéneo” (Retamozo, 2011a). No obstante, aunque el efecto directo de la irrupción social fue la finalización de la hegemonía neoliberal, el conjunto de movilizaciones decembrinas, aunque destituyentes, no consiguieron producir un registro articulado de nombres propios, al no encontrar un eje articulador que sintetizara y encarnara la potencia difusa y fugaz del asalto a las calles. En una palabra, no hubo quien fuera capaz de profundizar el cuestionamiento hacia el neoliberalismo y declarar el final de su promesa de plenitud y consenso (Retamozo y Muñoz, 2013).

El orden dislocado obturaba los caminos de manera momentánea para la restauración de los sentidos neoliberales; sin embargo, existía una oportunidad de intervención política que podía ser aprovechada en una dirección alternativa, por medio de la cohesión de la multiplicidad de demandas que emergieron en la década del noventa y que habían llegado al punto de eclosionar la estabilidad política argentina. En este punto, analíticamente sostenemos (aunque Retamozo no sea explícito en ese planteamiento) que, para el contexto argentino -con marcada influencia nacional-popular, es decir, con estilos de gobierno que están atravesados de forma protagónica por la matriz estado-céntrica- los movimientos sociales no tenían la capacidad de ampliar la presencia de las demandas sociales.

Aunque había una situación de dislocación, no existía una operación capaz, antes y durante el 2001 de producir un cambio político en la sociedad argentina. Según Retamozo -y acá es donde brilla el populismo como discurso-8fue la actuación relámpago de Néstor Kirchner, al producir una apuesta por la recomposición hegemónica, que tuvo como primera escena la incorporación de los sentidos movilizados que erigieron una nueva expresión de la subjetividad colectiva. Su esfuerzo procuró desde el principio conformar una identidad política claramente delimitada, que se reflejaba en la protesta social hecha por el movimiento social. Entonces, al tiempo que irrumpía con discursos y prácticas que articulaban la subjetividad beligerante, restituía a la política como el espacio donde se toman las decisiones políticas.

Es así como esta primera acepción nos ubica en un terreno de la constitución del campo, de la reconfiguración del lugar donde es posible la política, que se consigue fundamentalmente a través de: 1) articulación de demandas que no fueron satisfechas; 2) dicotomizar el espacio social, por un lado su liderazgo dentro de la operación hegemónica, y por el otro “la clase política”, el neoliberalismo y los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI); 3) la producción de equivalencias a través de ciertos significantes que construyeron una subjetividad popular, como es el caso del trabajo; 4) la evocación del pueblo como sujeto soberano, al cual debía repararse del daño que había hecho la época neoliberal; 5) la posesión de principios legitimantes que fueran capaces de ordenar la sociedad que se pretendía, siendo la expresión más evidente de esto la declaración de una defensa por la soberanía popular frente al secuestro al que la había sometido la clase política; 6) la promesa de redención, que se sintetizaba en la idea de una sutura hegemónica, o en otras palabras, de reparar el daño que produjo el orden neoliberal por vía de la resolución de las demandas sociales que había producido el movimiento social (Retamozo y Muñoz, 2008).

Hay un tránsito operado por Retamozo en los niveles de influencia que tiene de Ernesto Laclau. La etapa de la obra de este último, vinculada al proyecto Hegemonía y estrategia socialista encara una versión que se anida en la acción de los movimientos sociales, donde se prioriza la distinción entre luchas democráticas y luchas populares. De allí se desprende parte de la concepción tanto ontológica y epistemológica que han quedado consignadas en la primera parte de este artículo, donde existe una búsqueda por cuestionar cualquier idea de identidad -y también subjetividad- que se encuentre preconstituida a la lucha, negando que haya un sujeto privilegiado. No obstante, como se verá a continuación, Retamozo transita hacia una concepción ulterior que tiene el propio Laclau, ahora en La razón populista, donde la clave analítica ya no se instaura en el movimiento social sino sobre el populismo, cuestión que será decisiva para comprender la distinción entre ambas lógicas políticas. En el marco de la ruptura populista, representada en la dicotomización de la sociedad en dos bloques, el del pueblo y el del poder, la equivalencia de las demandas insatisfechas, la producción de símbolos comunes capaces de articular al pueblo, y la emergencia de un líder (Svampa, 2016: 300) que encarne la identificación popular pasarán a ser las dimensiones que configuren la perspectiva analítica donde se ubicará Retamozo.

El populismo, como lógica política (Laclau, 2005), es la segunda significación que tendrá en cuenta Retamozo en el proceso de (re)construcción de la hegemonía en Argentina, con una clave popular y democrática. En primera instancia, el populismo no es simplemente un tipo de movimiento, que pueda estar arraigado a una base social con una identidad fijada y que argumenta que

las lógicas políticas están relacionadas con la institución de lo social. Sin embargo, tal institución, como ya sabemos, no constituye un fiat arbitrario, sino que surge de las demandas sociales y es, en tal sentido, inherente a cualquier proceso de cambio social. Este cambio tiene lugar mediante la articulación variable de la equivalencia y la diferencia, y el momento equivalencial presupone la constitución de un sujeto político global que reúne una pluralidad de demandas sociales. Esto a su vez, implica, como hemos visto, la construcción de fronteras internas y la identificación de un “otro” institucionalizado. Siempre que tenemos esta combinación de momentos estructurales, cualesquiera que sean los contenidos ideológicos o sociales del movimiento político en cuestión, tenemos populismo de una clase u otra. (Laclau, 2005: 150-151)

Lo que se desprende de esta definición sobre el populismo es que, a través del ejercicio hegemónico, que en nuestro caso está representado por la interpelación del arsenal discursivo encarnado en el kirchnerismo, lo social que se encontraba disperso, es producido como un sujeto popular. De esa forma, la hegemonía no sería otra cosa que producir un orden social, un momento instituyente de lo político, de darle un sentido, que nunca es definitivo y sí parcial, a la situación política (Retamozo, 2011b: 49). La conformación del sujeto está ligada a la “producción de un antagonismo que a su vez reinscribe un campo común para el ‘nosotros’” (Retamozo, 2014: 235) y que necesariamente se erige sobre los modos en que han sido construidos los sujetos sociales que componen al pueblo, es decir, los contenidos de su articulación, como lo son las demandas, sus procesos de lucha y aparición en el espacio público y su historicidad, así como de las posibilidades que existen en el régimen político sobre el cual se encuentra inscrito. Es en este campo de comprensión donde cobran valor los sentidos de pueblo que logró movilizar el kirchnerismo y que operaron en la constitución de la lógica populista o hegemónica que consiguieron representar.

Sería a través de dos sentidos forjados sobre el pueblo que el discurso de Néstor Kirchner produjo la “ruptura estabilizante”, evocando, en un primer momento, un sentido del pueblo donde lo hacía protagonista de la reparación producto del orden social neoliberal. Acá había una enunciación del conjunto de la ciudadanía argentina, a la que se le prometía la democracia como horizonte, en un contexto de gobernabilidad y estabilidad (Retamozo, 2011a). El otro sentido iría dirigido a la recomposición de un campo popular heterogéneo, que había estado dispuesto para la acción, donde lo fundamental eran los gestos políticos que Kirchner ponía en marcha, aprovechando la productividad política del peronismo (Svampa, 2007: 42) en un sentido plebeyo, haciendo uso de su historicidad y el eco que tenía como identidad popular, logrando amalgamar las demandas, dándoles una resignificación e incorporándolas al espacio público “por las actuaciones de los movimientos y organizaciones populares desde la periferia o al exterior de las instituciones guiadas, principalmente, por una lógica de representación funcional” (Retamozo y Muñoz, 2008: 130).

La concepción final que construye Retamozo sobre el populismo como configuración hegemónica de un nuevo orden social es la del proceso político de inclusion radical del pueblo. Será una pendular inestabilidad entre lo instituyente y lo instituido o entre lo político y la política (Retamozo, 2014) que perfila el problema del sujeto instalado en el ámbito institucional, habiendo nacido en la política disruptiva, menos formal. ¿Cómo se integra al sujeto-pueblo y cuál es el horizonte de esa inclusión para la pervivencia de la hegemonía? Al respecto, Retamozo se acerca a la lectura teórica que Sebastián Barros hace de este problema, cuando propone que esta acepción de populismo se entienda como “forma específica de prácticas políticas radicalmente inclusivas, cuya radicalidad les permite posteriormente marcar de forma decisiva, articulaciones políticas posteriores (de aquí la idea de espectralidad). Esa radicalidad explicaría también la dificultad del populismo para lograr estabilidad institucional”: (Sebastián Barros, citado en Retamozo, 2014: 238).

En este segundo momento de la obra de Retamozo se ha evidenciado el giro que hace con respecto a los problemas que atiende su producción teórica. El paso de una matriz analítica, que tenía en su núcleo al movimiento social, hacia una que busca comprender la construcción de hegemonía, nos ubica en un proceso analítico que va de la destitución social encarnada por la acción disruptiva hacia la constitución de un proyecto nacional-popular, donde la ruptura hegemónica o populista es el punto nodal de la reflexión. Si bien hay una distinción analítica entre los momentos de la obra, lo que opera en la producción es una suerte de continuidad tensionada.

De esta manera, Néstor Kirchner redefiniría el espacio político por medio de una concatenación de actos que incluían la refundación de la comunidad política quebrada a través del daño neoliberal, la solución de las demandas y la elaboración de una productividad política sintetizada en el nombre del kirchnerismo. Esto produciría el doble proceso de la generación de esperanza y la activación de sentidos ocultos en la historicidad de la subjetividad política argentina, que significaron la obtención de una matriz simbólica de estabilidad y recomposición social; y, finalmente, una resignificación del Estado como espacio de reparación en materia de derechos: como mito de plenitud. En síntesis, asumió un papel nacional-popular, en el sentido de responder a un sujeto político que creó en medio de la conflictividad social, y por liderar el retorno de antiguos códigos, sentidos y significados que habían sido fracturados durante la hegemonía en los noventa y que por medio de la movilización social se resemantizaron, aunque solamente adquirieran un nombre y un proyecto nacional con la actuación del kirchnerismo.

La pregunta por la conformación de los sujetos políticos ubica a la categoría de populismo en otro terreno y, en nuestro caso, echa luz sobre otra dimensión del kirchnerismo: su capacidad de liderar la identidad colectiva que encarna un sujeto popular, a la vez que su vínculo alrededor de matrices político-ideológicas distintas, como es el movimiento social piquetero. Las tres dimensiones de la hegemonía -lo político, la política y los sujetos políticos- se conjugan en el proceso político abierto en 2003 y nominado como kirchnerismo. La disputa por la configuración del orden (lo político) adquiere concreción en la política, donde diferentes proyectos disputan la hegemonía (Retamozo y Muñoz, 2013: 55).

Sin duda, lo característico del desplazamiento que tiene la producción de Retamozo es la apuesta por reflexionar en torno al modo en que se dio la construcción de hegemonía en Argentina. Las acepciones que nos ofrece no son otra cosa que el esfuerzo de síntesis por afirmar la asimilación de una lógica que hizo irrupción social y logró tramitar la direccionalidad de un proyecto político de país. Esto ubica la lógica de la ruptura hegemónica en un plano relativamente distinto con respecto a la lógica del movimiento social: mientras en la segunda, el movimiento encarnaba en sí mismo las condiciones de posibilidad de cara al futuro, el kirchnerismo promovió una dirección de la indignación y dio forma a la anhelada alternativa que supuso el 2001 por medio de la simbólica destitución que significó el “¡Que se vayan todos!”.

Corolario

La aporía en la obra de Martín Retamozo

Introducirse en la búsqueda de una interpretación de la producción teórica de un intelectual con relación a su tiempo y los interrogantes que motivaron su trabajo siempre es una tarea difícil. Mucho más cuando se trata de una obra que está abriéndose campo y de la cual el contexto en que emergió no deja de suscitar reflexiones, en tanto es cambiante pero no puede decirse que ya forme parte de una época superada. Las consideraciones siguen latentes, especialmente en el ámbito latinoamericano, cuando a las lógicas intrínsecas que se identificaron en el conjunto de la producción se refiere.

Cuando se trata analíticamente la obra bajo dos momentos -uno destinado a la lógica política del movimiento piquetero, y otro que se ancla a la lógica política del kirchnerismo-, se plantea de facto una tensión. La producción misma, al establecer un viraje, que no es drástico, supone que hay un hilo que se tensiona pero que no se rompe, que establece un diálogo de dos posiciones que se encuentran lejanas, por eso se ve latente de manera ruidosa. En este terreno de la aporía se encuentran a la vez los alcances y las limitaciones del trabajo investigativo de Martín Retamozo. Contiene una potencia sustancial en tanto logra articular, como parte de sus esfuerzos éticos, políticos e intelectuales, dos lógicas que en términos generales para las visiones latinoamericanas se encuentran distantes, fracturadas.

No obstante, existe un límite y es que no se problematiza al interior de su trabajo el desenlace de esta aporía más allá de la preeminencia de una capacidad inherente a la lógica populista por articular discursivamente al pueblo -que se construyó en el campo de las demandas, repertorios, identidad y voluntad del movimiento desocupado- en torno a su proyecto. Si bien, en sí misma la disputa por la dirección histórica encarna una cuestión que pertenece al ámbito de la política y excede, en parte, el propósito de este artículo, no está de más decir que lo que en general se presenta como una aporía, en el momento de la articulación toma la forma de un acuerdo poco conflictivo, que es el modo en que se registra al interior de la producción. Es posible decir que la tensión es latente y no queda sedimentada en el acto performativo de la hegemonía, sino que subyace como problema teórico, epistemológico y político.

La intención que se traza este artículo, fundamentalmente, es sostener la virtud de este campo aporético que se identifica con la obra de Martín Retamozo. Más que atribuir un valor único a cualquiera de las dos lógicas en las que hemos decidido ubicar su producción teórica, parece necesario sostener la sana ambigüedad de la explicación, donde es posible comprender la amplitud de una experiencia como la que atravesó la sociedad argentina. Si se quiere, el giro analítico representa una decisión que busca interpretar el modo en que movimiento piquetero y gobierno nacional-popular expandieron la posibilidad de convertir la utopía en historia.

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1Este artículo parte del proyecto de investigación “Movimientos sociales y subjetividades: desafíos teóricos desde América Latina”, realizado por el grupo de investigación Teoría Política Contemporánea (TEOPOCO) de la Universidad Nacional de Colombia.

2Los trabajos con que el autor estableció diálogo en torno a esta perspectiva son: Iñigo, 1999; Cotarelo, 2000, 2002; Cotarelo e Iñigo, 2001; Iñigo y Cotarelo, 1997, 1998.

3Esta corriente se entiende como una continuidad del marxismo en tanto teoría para la lucha social, aunque critica las visiones “cerradas” que se enmarcan en todo tipo de teleología, apriorismo de la subjetividad o determinismo del conflicto social. De esa manera, el marxismo abierto expresa una forma de reactualización de las principales categorías al interior de esta tradición teórica, situándola en un contexto de capitalismo global, procurando, ante todo, una flexibilidad y apertura de dichas categorías, alejándolas de toda rigidez ortodoxa. Los textos representativos que trabaja Retamozo son: Dinerstein (1999, 2001, 2003, 2004).

4La principal producción intelectual sobre el autonomismo con que discute Retamozo es: Colectivo Situaciones (2001, 2002a, 2002b).

5Al respecto véase: De la Garza, 2000, 2012. En estos trabajos se trata el concepto de configuración que va a sintetizar el carácter no fijado de la subjetividad, ya que implica la posibilidad de incorporar nuevos códigos o de reactivar otros que pervivían en la historicidad de los sujetos sociales. En definitiva, es un arreglo concreto de códigos que provienen de distintos campos de la vida social y que se instalan en la subjetividad a través de usos discursivos que producen un razonamiento cotidiano, por lo que la propuesta de subjetividad colectiva, para Retamozo, es un espacio de “mediación” entre la estructuración de las relaciones sociales y la acción de los sujetos.

6Con este concepto se hace referencia al modo en que la ruptura de la sociabilidad implicó también una asignación individual a los problemas, construyendo un sentido común que hacía privados los efectos de la crisis política y económica, eminentemente pública (Retamozo, 2006b: 150).

7Cuando se menciona al pensamiento político posfundacional se hace referencia a expresiones filosóficas heterogéneas que ponen el acento en un enfoque que prioriza hacer una borradura parcial de todas aquellas figuras fundacionales como la totalidad, la universalidad o el fundamento. Es decir, llevar a cabo una operación que debilite el estatus ontológico de lo político, lo cual implica que hay una imposibilidad para establecer un fundamento final o último de la sociedad, que, no obstante, en modo alguno significa que no existan fundamentos, solamente que estos siempre toman formas parciales y no definitivas (Marchart, 2009: 15).

8Así es como el discurso permite dilucidar una comprensión de la lógica en que se desarrolla la lucha política, según Retamozo. Para él, las distintas expresiones que se enuncian en la sociedad “producen discursos que articulan diferentes elementos (contenidos, demandas, significantes) en el marco de la disputa política y que tiene distintas efectividades hegemónicas” (Retamozo y Fernández, 2011: 233).

Recibido: 28 de Mayo de 2019; Aprobado: 24 de Abril de 2020

Sergio Daniel Riveros Castañeda es politólogo por la Universidad Nacional de Colombia, estudiante de último semestre en la maestría de Historia por la misma universidad. Recientemente se desempeñó como docente en la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia y es miembro del grupo de investigación en Teoría Política Contemporánea, adscrito a la misma universidad. Sus líneas de investigación son: teoría del populismo y la hegemonía, movimientos sociales y Estado en América Latina, teoría política contemporánea, historia social y política de Colombia en el siglo XX, democracia e instituciones.

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