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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

Print version ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.66 n.241 Ciudad de México Jan./Apr. 2021  Epub Mar 19, 2021

https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2020.241.72793 

Reseñas/Notas de investigación

¿Sueña la izquierda con ovejas eléctricas?

Does the Left Dream of Electric Sheep?

Héctor Hernán Díaz Guevara* 

*Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México. Correo electrónico: <hectordiaz.historia@gmail.com>.

Monedero, Juan Carlos. 2018. La izquierda que asaltó el algoritmo: Fraternidad y digna rabia en tiempos del Big Data. Madrid: Catarata,


Hay un consenso más o menos extendido acerca de aquel lugar antaño llamado izquierda, que si bien no ha desaparecido como sitio de referencia histórica, sí lo ha hecho en el presente como espacio de encuentro para los sectores de la población para los que este lugar estaba pensado: los marginados y los oprimidos. Pese a lo caótico de esta situación es poco usual hallar un libro que intente complejizar el vacío que ha dejado la izquierda después de la caída del Muro de Berlín, más extraño aún es encontrar uno que se dé a la tarea de analizar y, además, proponer vías de reinvención teóricas para volver a imaginar este espacio.

Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid y fundador del partido político español Podemos, se propone en este libro reubicar los espacios comunes de la izquierda para intentar reconstruirla histórica, conceptual y políticamente, sin que en el camino pierda su memoria. Para esta tarea echa mano de distintos autores que se distinguen con claridad dentro de su estructura de pensamiento: Walter Benjamin, Antonio Gramsci y Robert Jessop, considerados clave dentro del aparato conceptual del libro que para su estudio hemos dividido en tres partes, cada una de ellas orientada por la mirada de los teóricos citados y en la lectura de cuyas ideas podemos comenzar a pensar nuestro relato sobre esta obra.

¿Qué se ha perdido y qué ha quedado?

A lo largo de los primeros tres capítulos Monedero intenta recomponer lo que se ha perdido de la izquierda partiendo de su vaciamiento, “¿qué queda de ese antiguo lugar llamado izquierda?”, se pregunta el autor, y lo hace desde una perspectiva benjaminiana; esto es, desde los fragmentos de un lugar común ubicado difusamente en el tiempo, el punto de partida es la derrota que le propició la caída del Muro. La búsqueda que emprende en esta primera parte del libro viene marcada por la necesidad de encontrar una nueva respuesta para ese sujeto que no murió con la desaparición de la vieja izquierda comunista soviética, pero que sí dejó de ser un sujeto activo de la historia y en su lugar se dedicó a padecerla.

Para poder preguntarse en profundidad sobre el sujeto que la vieja izquierda representaba, el autor parte de una perspectiva lingüística que recuerda al problema de “como afirma el griego en el Cratilo”, conocido verso de Jorge Luis Borges en su poema El Golem (Borges, 2007) : quien nombre las cosas las define en sus características. La derrota de la izquierda (si bien no comenzó allí) se dio en esa pérdida del vocablo que la definía, fue ahí donde terminó de manifestarse su imposibilidad de articulación en la contemporaneidad. La diestra, dueña del diccionario, terminó -señala Monedero- por condenar a la siniestra a perder su brújula histórica, a desdibujar su papel en el tiempo y a imponer un monólogo histórico que abarca todo y, al hacerlo, lo simplifica, dejando de lado las contradicciones de la historia, con lo que se olvidó la bandera más revolucionaria de la tradición izquierdista que comienza en 1789, la fraternidad característica de la izquierda y que no compaginaba con la igualdad y libertad. La historia de la izquierda en lo sucesivo dará muestra de cómo su derrota significó el destierro de la fraternidad, y la igualdad y la libertad, desprovistas de fraternidad, han devenido en un individualismo feroz (Monedero, 2018: 50-53).

Para Monedero, este individualismo es lo que determina el interés de clase del antiguo sujeto histórico de la izquierda: el proletariado, y ese nuevo interés contrapuesto a la solidaridad -que se deriva de la fraternidad- viene marcado por el consumo. Las redes de fraternidad derivan en una consciencia política de igualdad y, en ella, una libertad entre iguales, que era el planteamiento jacobino; la confusión se origina con la desaparición de dichas redes, dejando al otrora proletario “enlodado” en el consumo, que no demanda ciudadanos sino usuarios y que igualmente deviene en un nuevo sujeto histórico, vaciado de contenido y fetichizado: el usuario se convierte en una especie de verdugo de su propia clase ante la ausencia de una consciencia de sí.

La derrota de los fascismos y la consolidación de los Estados del bienestar que mejoraron la capacidad de consumo de los obreros significaron la gran victoria de la izquierda en la segunda mitad del siglo pasado; sin embargo, este paso importante para los trabajadores terminó tras tres generaciones en que estos mismos proletarios -los nietos de los obreros descritos por Charles Dickens- votaran en los setenta por Margaret Thatcher.

¿No era entonces aumentar la capacidad de consumo la meta que debían perseguir las justas luchas sindicales de los trabajadores británicos? La respuesta para Monedero ante esta interrogante es compleja, dado que el aumento en la capacidad de consumo trajo como efecto colateral una desmovilización de los sectores más politizados de la sociedad, ¿y los partidos comunistas, socialistas y obreristas? Para el autor hay cuatro elementos para pensar la derrota de la izquierda: 1) el vaciamiento de la conciencia obrera, 2) la insuficiencia teórica, 3) la derrota social del valor de la emancipación y 4) la debilidad de la gestión socialista. Estas nuevas preguntas nos conducen a la segunda parte del libro.

El vaciamiento ideológico como gran triunfo del neoliberalismo y la respuesta en la fraternidad

El “robo del diccionario” termina redundando en un vaciamiento ideológico. Para desarrollar este aspecto, Monedero parte de la negación del conflicto en la historia por parte de los vencedores. La derecha, en tanto triunfadora, no sólo construye un nuevo sentido común después de la caída de la Unión Soviética, sino que se propone eliminar de tajo todas las ideologías salvo la dominante, que se presenta como no ideología. Monedero señala que se duda de la existencia de la izquierda y del centro, pero nadie duda que existe la derecha, en esta segunda parte del libro (capítulos 4, 5 y 6) desarrollará con fuertes elementos gramscianos la conquista ideológica del espacio de la izquierda por parte de un nuevo sentido común que aparenta haber derrotado las antiguas contradicciones sociales.

Este monolitismo ideológico se deriva de la bancarrota de la utopía de la izquierda y de la imposición de una nueva hegemonía, que ha despolitizado lugares que eran habitaciones de ese pasado común de la izquierda, al vaciar la consciencia de clase de los trabajadores, de los homosexuales, de las mujeres, de los estudiantes. Lo que vemos es el nacimiento de fenómenos que tuercen el cuello a las consignas fraternas que reposaban en el discurso del sujeto histórico de la izquierda, pero que al ser vaciado también tiende hacia el consumo. De esta forma se entiende, señala Monedero, que haya una variable del feminismo que repite los mismos pasos fallidos de los nietos de los obreros dickesianos que votaron por Thatcher; por ejemplo, aparece un feminismo que busca igualdad pero en el acceso al mercado, este feminismo neoliberal se caracteriza por no cuestionar al capitalismo, y así con los demás movimientos sociales (Monedero, 2018: 86).

La hegemonía ha hecho iguales a todos los individuos en tanto consumidores, eliminó los matices que otrora definieron a estos grupos como actores políticos, pues sus diferencias de status quo caracterizaron una acción política marcada por el conflicto: los logros sociales obtenidos por estos movimientos sociales fueron conseguidos gracias al conflicto. Al ser “todos iguales” en tanto consumidores, el sentido común ha dictado que el conflicto ha desaparecido y ha sido reemplazado por el consenso: nuevo concepto que vacía la democracia al despolitizarla deviniendo en gobernanza, situación donde el debate político deja de competer a la ciudadanía que descarga su accionar en los hombros de los llamados “expertos”, tecnócratas, eslabón último de una separación entre la sociedad y el gobierno.

La política pasa a regirse por reglas técnicas supeditadas a la economía, todas sujetas por el algoritmo, con lo que después de muchas largadas por fin nos centra el autor en el problema del big data como principal auspiciador del nuevo sentido común, prediciendo comportamientos, fraccionando información y operando con todos los mecanismos a su alcance para consolidar la hegemonía neoliberal.

La reinvención de la izquierda para Monedero tiene que partir de la dimensión de su propia derrota, reencontrándose en la fraternidad como la posibilidad de rehacer los lazos rotos por la desarticulación entre actores sociales, para acompañarse y para encontrarse nuevamente en los espacios públicos que pertenecen a todos y que habían sido abandonados. Es en esta posibilidad donde se presenta la tercera y última parte del libro.

Ponerle la sábana al fantasma

La tercera parte (capítulos 7, 8, 9, 10) comienza con una propuesta, y es por eso que señalamos al principio de esta reseña que no es fácil encontrar un libro donde converjan asuntos teóricos acompañados de propuestas políticas prácticas que partan de la solidaridad, una propuesta de este corte requisito sine qua non de la izquierda actual es la renta básica universal, un apoyo dirigido a todas las personas que no les imposibilite trabajar pero que sí les garantice llegar a fin de mes.

Para Monedero, la importancia de esta propuesta radica en “quebrarle la columna vertebral” al sentido común del individualismo egoísta, esto es, al sentido común neoliberal, ya que una renta básica se construiría sobre la confianza mutua, sobre la solidaridad de la sociedad, sobre la fraternidad como respuesta al consumo desmedido, para cerrar arguyendo que el futuro de una política como ésta no depende de los algoritmos econométricos; sacar adelante la renta básica es una decisión política -no económica-, subvirtiendo de esta manera el sentido común instaurado desde la gobernanza, donde la política depende de los expertos y no de la ciudadanía. El problema es que desde una lógica, como la que el autor describe, es necesario reencontrarse, como ya lo hemos mencionado.

Los últimos capítulos del texto tratan efectivamente sobre ello, el reencuentro de la izquierda, su reinvención-lejos de los fantasmas de la URSS y reformulando el trabajo de los partidos políticos desmarcándose de la lógica estalinista- se propone hallar lo que tanto se ha estado buscando a lo largo del texto: el desaparecido sujeto de la izquierda, que aparece ahora como un sujeto múltiple, construido a través de una “transversalidad crítica” que permite a distintos actores encontrarse sin renunciar a las luchas pasadas, conservándolas como referente que les permite situarse históricamente, es decir, recuperar la brújula del rumbo que se había extraviado durante tantos años al tiempo que permite en su transversalidad hallarse con sus iguales.

Para Monedero, fue esta necesidad de hallarse políticamente y la de construirse como una expresión política para hacer frente al neoliberalismo sin repetir los errores del pasado las que llevaron al 15M en España, y de allí a la fundación de su partido Podemos, como actor contra hegemónico frente al bipartidismo imperante desde el fin de la dictadura franquista.

Podemos nace con una fuerza que les permitió soñar con “asaltar los cielos” pocos meses después de su fundación, los resultados que en una sucesión de elecciones llevan a consolidar a la reciente formación dentro de las distintas estancias legislativas. Dicha efervescencia se debía en buena parte a la posibilidad de biarticulación para mantener el espíritu del 15M y a la habilidad de sortear las trampas orquestadas desde la guerra sucia del establishment. La sucesión de elecciones, una tras otra, en muy poco tiempo, sumado al descrédito por parte de los medios de comunicación masiva llevaron a una encrucijada que significó un quiebre dentro del partido.

Dicha contradicción, para nuestro autor, se manifestó en dos posturas políticas diferenciadas dentro de la organización representadas por Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, donde el primero busca perfilar el partido como maquinaria electoral bajo lo que Monedero llama “la hipótesis Laclau”, quien interpreta que ante un descontento (enemigo común) los distintos actores inconformes se desideologizan para hallar un punto de concordia común que permita un voto masivo, expresada como política únicamente en clave electoral, dejando de lado la movilización social. La segunda postura, identificada en Pablo Iglesias, llamada por el autor como “la hipótesis Santos”,1 no busca desideologizar al ciudadano para transformarlo en un simple elector, sino que intenta encontrar desde la ideología un lenguaje común que permita el diálogo con posibles aliados (Monedero, 2018: 140- 145).

En medio de estas dos lecturas, el partido se estanca y experimenta una fase de desarrollo marcada por las contradicciones entre mantenerse como un movimiento social caracterizado necesariamente por su horizontalidad o tender hacia una organización de un corte centralizador. Para Monedero, la dificultad de encontrar un punto intermedio deriva en una salida que, por privilegiar lo electoral, cae en la desideologización que, de igual manera, se traduce en una pérdida de la tan necesaria experiencia histórica, ello genera como problema final que no se politiza a la ciudadanía y que, en caso de llegar a la toma del poder, no se contará con un pueblo organizado que respalde al hipotético nuevo gobierno en una senda de transformación democrática, por lo que esta supuesta nueva transición pueda terminar en un simple reemplazo de unas élites por otras, sin que ello signifique un recambio en la estructura del Estado.

En este punto crucial del problema, Monedero nos presenta al tercero de los autores centrales en quienes se apoya, Robert Jessop, para entender la dificultad de que un movimiento social como el 15M (del que buena parte se reconvirtió en partido), pueda acceder a formar un gobierno exitoso. El poder del Estado, entendido como la capacidad de lograr la obediencia entre los gobernados para aplicar alguna medida, viene mediado por la selectividad estratégica del Estado, concepto tomado de Jessop (1990), que manifiesta “la inclinación que tiene el Estado para satisfacer unas demandas más fácilmente que otras”, lo que redunda que haya sectores históricamente excluidos de las áreas de actuación del Estado y que explica que cuando hay “gobiernos de cambio”, pensemos en América Latina durante la primera década del presente siglo, las transitorias administraciones no hubieran logrado perfilar en la medida y profundidad necesarias las transformaciones buscadas en los sectores deseados.

Así, los tres sesgos principales del Estado: de clase, de género y de raza, se manifiestan a través de las cuatro selectividades estratégicas: coerción, ley, dinero y conocimiento, para evitar transformaciones radicales del status quo. Señala Monedero que aquellos sesgos son potenciados por el big data, que “ha entregado la posibilidad de esconder la búsqueda invariable de dinero a través de la utilización de las debilidades, miedos, esperanzas y deseos de las mayorías” (Monedero, 2018: 180) que, en última instancia, podemos traducir como un miedo individualizado, a la usanza del personalizado castigo orwelliano de 1984 que padece Winston Smith al enfrentar a su más profundo miedo, conocido sólo por él y por el Gran Hermano.

El algoritmo aparece aquí como el gran impulsor del miedo, conocido a través de miles de datos que nosotros incautamente le hemos regalado a las empresas y que termina explicando el exabrupto de que las víctimas votemos a nuestros verdugos. Ante esta situación del control democrático del big data, Monedero apuesta, a manera de conclusión, por la formación de una ciudadanía politizada que encuentre en la fraternidad la salida para que “dejemos de aullar con los lobos pensando que así, quizá, tengamos la suerte individual de que una noche no nos coman” (Monedero, 2018: 217).

Para que así, la izquierda deje de soñar con ovejas eléctricas.

Referencias bibliográficas

Borges, Jorge Luis (2007) Obra poética, 2. Madrid: Alianza Editorial. [ Links ]

Jessop, Bob (1990) State Theory: Putting Capitalist States in their Place. Cambridge: Polity Press. [ Links ]

Monedero, Juan Carlos (2018) La izquierda que asaltó el algoritmo: Fraternidad y digna rabia en tiempos del Big Data. Madrid: Catarata. [ Links ]

1Por Boaventura de Sousa Santos.

Recibido: 26 de Enero de 2020; Aprobado: 05 de Mayo de 2020

Héctor Hernán Díaz Guevara es historiador y archivista por la Universidad Industrial de Santander (UIS); maestro en Enseñanza de la Historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), México y doctorando en Historia por la misma casa de estudios. Entre sus más recientes publicaciones se encuentran: “Adolf Eichmann o el símbolo del progreso, Reseña de: Mulisch, Harry (2014). El Juicio a Eichmann, Causa Penal 40/61. Barcelona: Ariel. 225 p.” (2019) Revista Cambios y Permanencias, 10, (1); “Reseña de: Gruzinski, Serge (2018). El águila y el dragón. Desmesura europea y mundialización en el siglo xvi” (en prensa) Revista Letras Históricas; “Nuestro realismo socialista, hacia un teatro popular, nacional y profesional en el seno del moísmo colombiano 1971- 1979” (2019) en Calsapeau, Brice y Miguel Ángel Urrego, La década roja: ¿clímax o fracaso revolucionario? de los mayos 68 a la revolución cultural, 1966- 1976. Morelia: Editorial Morevallado.

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