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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versión impresa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.66 no.241 Ciudad de México ene./abr. 2021  Epub 19-Mar-2021

https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2020.241.71963 

Articles

La crítica de la vida cotidiana de Henri Lefebvre: importancia y vigencia para la sociología contemporánea

Henri Lefebvre’s Critique of Everyday Life: Importance and Validity for Contemporary Sociology

Ulises Bernardino Márquez Pulido* 

*Profesor de antropología de la Comunicación, Universidad Autónoma de Barcelona. Correo electrónico: <ulises.mar.pu@gmail.com>.


Resumen

Este artículo reflexiona sobre el estudio de la vida cotidiana en la obra de Henri Lefebvre; analiza la importancia que este autor da a la cotidianidad para comprender los procesos sociales e históricos que dieron forma a la modernidad y destaca la relevancia que da a la literatura para el análisis sociológico y la relación entre ciudad, revolución y vida cotidiana, así como la vigencia de sus propuestas. Se subrayan los principales rasgos que Lefebvre otorga a la cotidianidad y se hace una crítica sobre sus reflexiones. Se concluye que la vida cotidiana es un centro neurálgico de las principales tesis de Henri Lefebvre.

Palabras clave: vida cotidiana; literatura; ciudad; revolución; derecho

Abstract

This article reflects on the study of everyday life in the work of Henri Lefebvre. It analyzes the importance he gives to everydayness to understand the social and historical processes that shaped modernity and how his work the importance he accords to literature for sociological analysis. It emphasizes the relationship between city, revolution, literature and everyday life, as well as the validity, or lack thereof, of his proposals. It highlights the main features that he gives to everydayness and critiques his reflections. It concludes that everyday life is the focal point of Lefebvre’s main argument.

Keywords: everyday life; literature; city; revolution; law

Introducción

Para comenzar este artículo es pertinente mencionar que el estudio de lo que llamamos vida cotidiana en las ciencias sociales y las humanidades tiene al menos dos grandes tradiciones teóricas: 1) la perspectiva fenomenológica, con autores fundadores como Dilthey y Husserl, seguidos de Heidegger, Schütz, Berger y Luckman, entre otros, y 2) la perspectiva marxista, que tiene en Henri Lefebvre un pionero fundamental y uno de sus principales representantes, además de autores como Lukács y, sobre todo, Agnes Heller (Márquez, 2017). Si bien, Lefebvre se ubica dentro de la tradición marxista, sus estudios se mantienen alejados del marxismo ortodoxo de la época, presentan una crítica y otra interpretación del pensamiento de Marx, lo que marca fuertemente el conjunto de sus reflexiones.

En el ámbito hispanohablante Lefebvre es conocido principalmente por sus aportes a los estudios de las ciudades y del espacio urbano1 desarrollando una “perspectiva marxista” que puede ser llamada heterodoxa y aunque sus reflexiones teóricas se conocen cada vez más, han quedado un tanto relegados sus estudios sobre la vida cotidiana y, junto a ellos, sus investigaciones a partir de la literatura. En este contexto nos parece importante recuperar el concepto de vida cotidiana de Lefebvre, ya que resulta central en toda su obra y en el conjunto de su pensamiento científico. Según documenta Stuart Elden, el propio Lefebvre declaraba que sus trabajos sobre la cotidianidad eran su contribución más importante a la tradición marxista: “Finalmente, unas palabras sobre la cuestión de la vida cotidiana. El propio Lefebvre creía que la introducción y crítica de este concepto era su contribución más importante al marxismo y, en muchos sentidos, casi todos sus escritos pueden verse como parte de ese gran, multifacético y continuo proyecto” (Elden, 2004: XV).

El problema que planteamos atender es ¿cuál es el concepto de vida cotidiana de Lefebvre y qué importancia tiene en el conjunto de su pensamiento? ¿Qué elementos de su teoría de la cotidianidad son actuales y significativos para comprender los procesos sociales e históricos de nuestra época? ¿Son vigentes sus reflexiones en nuestro contexto actual? Partimos de la siguiente hipótesis: el concepto de vida cotidiana de Henri Lefebvre es fundamental para comprender sus aportes a los estudios de lo que se conoce como ciudad y lo urbano. De igual manera, este concepto es importante para dimensionar sus contribuciones a la reelaboración del concepto marxista de revolución, además de que ayuda a ponderar la importancia que este autor daba a la literatura y al arte para realizar investigaciones en ciencias sociales y humanas.

Remi Hess (2016), alumno de Lefebvre a finales de la década de 1960 y principios de 1970 -reconocido como el biógrafo oficial del filósofo (Elden, 2004: XIV)-, menciona que existen tres grandes temas que preocupan a Lefebvre a lo largo de su vida: 1) la crítica de la vida cotidiana, 2) el análisis de la literatura y 3) el problema de la ciudad y lo urbano.23 Aquí planteamos que, además de los puntos observados por Hess, existe un cuarto tema general que mueve a Lefebvre: el problema de la revolución, que se ubica dentro del análisis del derecho a la ciudad y el análisis de la vida cotidiana, y se relaciona asimismo con la literatura y el arte. Esta clasificación es parcial, lo que significa que Lefebvre trabaja otros temas muy diversos durante años: alienación, trialéctica, lo rural, el teatro, la música, la presencia, la ausencia, etc., pero dicha categorización es coherente para comprender su contribución a la tradición marxista, ya que son los temas que permanecen por cincuenta años.

Para ofrecer posibles respuestas realizaremos una interpretación crítica de la obra de Lefebvre, especialmente de los siguientes textos que nos parecen centrales para comprender sus principales intereses: en primera instancia su libro Critica de la vida cotidiana (1947);3La vida cotidiana en el mundo moderno (1967), que reúne trabajos desarrollados durante los primeros años de la década de 1960; El derecho a la ciudad ([1968] 1969a), que causó gran influencia en el movimiento estudiantil francés de entonces, La producción del espacio (1974) y Elementos del ritmo-análisis (1992), publicado un año después de su muerte. Además, de manera tangencial, retomaremos algunos otros de sus textos y entrevistas, así como artículos e investigaciones sobre su obra. Reconocemos que esta elección es parcial e incompleta, pero responde a nuestros objetivos, por ello sólo mencionamos aquí textos que también son importantes en su obra como: Sociología de Marx (1969b) o Karl Marx: una metafilosofía de la libertad (2019).

Antes de entrar directamente en su obra, nos parece de fundamental importancia describir sumariamente su “trayecto biográfico” (Duch, 1998) en su contexto histórico, por lo que nos referiremos a su biografía y su época para enlazarlos con el momento en que aparecen las publicaciones que estudiamos, lo que nos permitirá plantear nuestra propia perspectiva sobre sus reflexiones y valorar, de manera crítica, cuáles son vigentes para los estudios sociológicos en particular, y para las ciencias sociales y humanas en general. El concepto de trayecto biográfico de Duch (1998) refiere a la idea de que en el transcurso de la vida de una persona se puede comprender no sólo su historia individual sino una parte de la historia de su época, las formas culturales y los cambios históricos, dicho concepto está íntimamente relacionado con el de “trayecto hermenéutico” que refiere a los “procesos de interpretación” del mundo social y su relación con la “imagen del ser humano” (Rombach) y al concepto de “trayecto antropológico” de Gilbert Durand, en el cual se sintetiza la relación entre “formas culturales”, “formas simbólicas” y procesos de cambio sociocultural.

Breve aproximación al trayecto biográfico de Henri Lefebvre

Henri Lefebvre nació en 1901 en Hagetmau, Landas, en Francia, y murió en 1991, en los Pirineos atlánticos, es decir, vivió durante su adolescencia y juventud la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias sociales, culturales, políticas y económicas: la devastación humanitaria, la crisis de los valores de la cultura occidental: progreso, desarrollo, libertad, democracia; durante la década de 1920 y 1930 pudo observar el ascenso de las masas fascistas en Italia y la toma de Hitler del poder en Alemania, el surgimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, la posterior Guerra Fría, las revoluciones en los países colonizados y las guerrillas en América Latina.

Lefebvre no es ajeno a estos acontecimientos históricos; su trayecto biográfico (Duch, 1988) está marcado en estos años por su participación teórica y práctica en estos procesos. Desde su juventud simpatizó con el dadaísmo y con el movimiento surrealista en la década de 1920, aunque paulatinamente se alejó de ambos. En 1928 ingresó al Partido Comunista Francés (PCF) y se caracterizó por ser un crítico del estalinismo. Según Mario Gavira, se autonombraba “marxista revisionista” (Gavira, 1969: 5).

Estudió filosofía en La Sorbona de París y posteriormente partió al sur de Francia en donde impartió cursos de filosofía en el Liceu; en 1939 publicó El materialismo dialéctico (1974), texto que resultó muy criticado por los sectores ortodoxos de la izquierda por formular una interpretación de Marx contraria a la versión oficial del Partido Comunista, también en ese año publicó Nietzsche (1939), autor que se vinculaba al nacionalsocialismo; por estos textos el filósofo fue duramente criticado y llamado “autor sospechoso”, poco después, debido a la invasión nazi a Francia, se unió a la resistencia.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, publicó Crítica de la vida cotidiana, texto en el que la cotidianidad se vuelve el centro de su reflexión filosófica, política, cultural, económica, e incluso de la revolución histórica del modo de producción capitalista. En el presente trabajo consideramos dicho texto como central para comprender su concepto de vida cotidiana y así poder entender sus posteriores desarrollos.

En la década de 1950 redactó, entre otros trabajos, Problemas actuales del marxismo (1970) y El manifiesto del romanticismo revolucionario (1957); a decir de Andrea Revueltas (1998), este último texto causó una gran influencia en Guy Debord y lo impulsó a fundar la Internacional Situacionista. Lefebvre y Debord fueron grandes amigos y, por ello, Lefebvre colaboró con los situacionistas y viajaron por Francia. Con el paso de los años perdieron la amistad y su relación se volvió muy polémica, acusándose mutuamente de plagio. En 1958, por su fuerte crítica al socialismo soviético, fue suspendido del Partido Comunista, con lo que, paradójicamente, obtuvo mayor autonomía intelectual.

Durante la década de los sesenta publicó tres obras de suma importancia, Crítica de la vida cotidiana II (1961), La vida cotidiana en el mundo moderno (1967) y El derecho a la ciudad (1968). En estos textos, Lefebvre propuso ciertas orientaciones políticas que consideraba necesarias para los movimientos sociales, especialmente para el movimiento social de 1968 en Francia, en ese mismo año ganó una plaza como profesor en la Universidad de Estrasburgo.

En la década de 1970 publicó textos como La revolución urbana (1972), Espacio y Política. El derecho a la ciudad II (1976a) De lo rural a lo urbano (1976b) y La producción del espacio (2013). En 1978, cuando hubo nuevas condiciones para la discusión teórica, regresó a la militancia en el PCF y a principios de la década de 1980 publicó el tomo tres de la Crítica de la vida cotidiana (1981). Hacia el final de su vida dio clases en el Instituto Urbano de París y murió el mismo año que desapareció la URSS; un año después se publicó Elementos del ritmo-análisis, donde insistió por última vez en la importancia del estudio de la vida cotidiana.

La vida y obra de este filósofo francés se comprende a mayor profundidad en medio de este panorama histórico que va marcando, en gran medida, sus preocupaciones teóricas. Sin duda, las dos guerras mundiales, la Guerra Fría, el ambiente político y artístico, el auge de las ciudades y el aumento de la población mundial, influyen en sus reflexiones y están presentes como problemas que trata de atender a lo largo de su vida.

Génesis de la crítica de la vida cotidiana: de la filosofía a literatura

La vida cotidiana en la filosofía moderna

Terminada la Segunda Guerra Mundial, el panorama social, político y económico era desolador: el “optimismo histórico” del siglo XIX no podía seguir vigente después de Auschwitz y el “pesimismo social” no permitía una reflexión crítica que propusiera salidas a la “jaula de hierro” (Weber, 2003). La visión teleológica de la historia -positivista y marxista- y el existencialismo llevaban a formulaciones cerradas de la realidad que reducían los procesos sociales a la economía, la política, e incluso a “leyes de la historia”.

Frente a este escenario, Lefebvre comienza una crítica de la cotidianidad buscando salidas a la crisis y su pregunta de fondo es: ¿la vida cotidiana está desvinculada de la economía política y de los procesos sociales e históricos, o bien, qué relevancia tiene para la conformación de la modernidad y una posible transformación social y cultural?

Considerando que en la tradición marxista no existe una preocupación por lo cotidiano, Lefebvre escribe con el objetivo de construir un “marxismo como conocimiento crítico de la vida cotidiana” (1947: 63) y comienza observando qué lugar ha jugado en la filosofía moderna, a continuación, haremos un breve resumen, pues a partir de sus observaciones plantea su propia concepción de cotidianidad, recurriendo a la literatura.

Según Lefebvre, en la obra de Hegel la vida cotidiana aparece como el lugar en que ha de realizarse el “espíritu absoluto” y esto sucede incluso contra la voluntad de los individuos. La cotidianidad sólo tiene importancia en la medida en que en ella se realiza el “espíritu universal” y la historia tiene un trayecto final que se puede, más o menos, prever.4 Con Kant pasa algo similar, si bien éste realiza una crítica de la “razón pura” y por momentos una crítica del hombre, elimina los dogmatismos, las teologías y las metafísicas en beneficio de un orden racional y, al mismo tiempo, no deja de creer en la existencia de Dios a quien se encomienda para librarse del agobio que le produce la vida cotidiana pues, para Kant, es el lugar del malestar social y personal que debe ser suprimido constantemente.5

Para Lefebvre, Kierkegaard comprende a la “angustia” como un deseo humano y un poder extranjero que se impone sobre los seres humanos y se manifiesta como miedo, pero que, en última instancia, también es un deseo cotidiano. Sin embargo, para Lefebvre, la “angustia” no puede ser considerada como un sentimiento ontológico del cual se derive una situación estructural que lleve a la necesidad irremediable de la “fe”, aceptar esta tesis significa también, en el fondo, que el ser humano tiene de origen -y primariamente- “sentimientos negativos” que han de ser controlados por la fe racionalmente concebida. Detrás del pensamiento de Kierkegaard también hay una concepción pesimista del ser humano y de la vida cotidiana.

Lefebvre observa que las interpretaciones de Hegel, Kant y Kierkegaard son retomables dentro de una crítica general de la vida cotidiana. Los conflictos que describen son vigentes en varios momentos, pero aún deben ser conectados con los “problemas sociales” de la época en que se desarrollan. En este punto, Lefebvre recurre a las ideas de Marx y Engels, quienes, para nuestro autor, recuperan lo mejor del idealismo alemán y le dan un contenido concreto. En Marx y Engels la producción económica es al mismo tiempo social y por eso el trabajo es central en cualquier forma de organización política. El problema que encuentra Lefebvre en esta tesis, y que profundizaremos después, es que el trabajo es el determinante fundamental de toda la vida cotidiana y subordina las dimensiones llamadas “irracionales” (imaginación, sentimientos, necesidades) a la racionalidad, problema que el filósofo francés trata de sortear por medio de la razón dialéctica.

Respecto a Heidegger, Lefebvre lo sitúa en la misma tradición que a Kant y a Kierkegaard. Para Heidegger, la cotidianidad (alltäglichkeit) es el lugar en el que el ser humano “está arrojado” y, por lo tanto, se encuentra en permanente caída y “angustia” frente a su eminente muerte. El pensamiento de Heidegger es complejo y tuvo transformaciones a lo largo de los años, su obra más importante con relación al estudio de la vida cotidiana es Ser y tiempo (1927), en donde establece su ontología de la finitud, basada en la tesis del Dasein (ser-ahí). Desde una perspectiva antropológica, Lluís Duch también observa que Heidegger tiene una concepción negativa del ser humano y de la cotidianidad (Duch, 2002; Márquez, 2017). Sin embargo, para Lefebvre, la angustia no es algo que sientan cotidianamente individuos o sociedades y sólo se da contextualmente, por ejemplo, cuando un niño está perdido en la selva, cuando hay guerra, cuando la “contingencia” y el “azar” ponen en riesgo eminente la vida.

Para nuestro autor, estos cuatro filósofos alemanes -Hegel, Kant, Kierkegaard y Heidegger- representan “la degradación del misterio metafísico” en filosofía; para ellos la “vida media” (Heidegger, 2003) es negación de la plenitud y debe ser superada para que se revele el sentido ontológico de la existencia. En cambio, para nuestro autor, la crítica de la vida cotidiana implica una rehabilitación de la cotidianidad, se pregunta: “¿no es en la vida cotidiana donde el hombre debe vivir su vida plena? La teoría de los momentos sobrehumanos es inhumana… el hombre será cotidiano, o no será” (Lefebvre, 1947: 47).

Separándose de estas concepciones pesimistas, Lefebvre reconoce que hay sentimientos que articulan la vida humana y que son primarios, pero que en esencia no son negativos -fiel a su tradición marxista, y adelantándose a Paul Ricœur-,6 nuestro autor funda su tesis principal de la vida cotidiana en “el sentimiento del poder humano (no la voluntad de poder individual, sino la consciencia del poder colectivo, social, del hombre sobre la naturaleza) que penetra, aunque indirectamente, todos nuestros pensamientos y todas nuestras sensaciones” (Lefebvre, 1947: 44) y articula al conjunto de la sociedad. Para Lefebvre este sentimiento además de ser primario, es benéfico; aquí se revela un “optimismo antropológico” en el pensamiento de Lefebvre muy cercano al pensamiento de Rousseau y los socialistas utópicos y pensadores anarquistas como Proudhon que consideran al ser humano un ser benigno, por esencia.

Lefebvre considera que el sentido de la vida no puede ser revelado por la filosofía, sino que se trabaja en la vida diaria: “debemos comprender humanamente a los hombres como inacabados, las condiciones no están acotadas por contornos precisos geométricamente definidos, sino que resultan de múltiples causas tenaces y mil veces repetidos cotidianamente” (Lefebvre, 1947: 72). Nuestro autor no sólo se distancia del pensamiento pesimista, sino que su recuperación del trabajo, como factor constitutivo del “poder humano” es una dura crítica a las filosofías existencialistas -Sartre-, y también se aleja de las concepciones ortodoxas y economicistas del marxismo de su época.

Lefebvre observa que la filosofía, en general, no ha dado un lugar importante a la vida cotidiana y, por lo tanto, tiene que volver a ser teorizada, para ello recurrirá al uso de la literatura -sobre todo a la novela-, pues en ella encuentra las claves para comprender su importancia, más allá del ámbito del “trabajo”.

La vida cotidiana en la literatura moderna: de la “decadencia” al surrealismo

Para Lefebvre, fue gracias a la literatura que las ciencias sociales y humanas comenzaron a tomar conciencia de la importancia de la cotidianidad en los procesos históricos porque puso en escena aspectos y rasgos que la filosofía había desechado o ignorado; observa que en el siglo XIX, en Francia, surgió una corriente literaria conocida como los décadents o los poetas de fins de siècle, Baudelaire, Flaubert y Rimbaud, entre los más destacados; retomando las obras de estos artistas, hace una reflexión sociológica, política, histórica y filosófica, observando la profunda relación entre vida cotidiana, procesos históricos, transformación social y la conformación de la modernidad, resumamos rápidamente.

Para Lefebvre, la poesía de Baudelaire muestra, en el primer plano del mundo moderno, la vida cotidiana de la época, las “modas”, costumbres y gustos, la burguesía, el ejército, el proletariado, los artistas y artesanos, las mujeres trabajadoras, los personajes anónimos surgidos de los “laberintos urbanos” conformados durante el proceso de modernización de París. El poeta nos acerca al nuevo escenario y personaje central de la época: la ciudad. Lefebvre interpreta que en la poesía de Baudelaire la vida cotidiana y la ciudad moderna son indisociables, y esta unidad permanecerá también en el pensamiento de este filósofo.

En la obra de Flaubert, el tema del fracaso es central. Sus narraciones describen una permanente combinación entre la “decadencia” y el “esplendor”: la dualidad pasa del amor y la educación sentimental a la frustración con la mujer y con el mundo, a la derrota de los sentimientos puros, al fracaso de las relaciones, al engaño, la desesperación y la muerte, el mejor ejemplo, una de sus grandes obras: Madame Bovary. Según Lefebvre, en la obra de Flaubert -igual que en Baudelaire-, hay un llamado a las fuerzas inconscientes, elementales y primitivas, renovadas por una poética de la profundización: “así, Flaubert, junto con Baudelaire, tiene el honor de inaugurar el nuevo siglo XIX literario” (Lefebvre, 1947: 7).

En los textos de Rimbaud existe, entre cada cosa, “la imagen” (l’image) intermediaria que se vuelve una especie de conjunción, que opera con un sentido de “síntesis de contrarios” y adquiere una significación sensorial, se vuelve una experiencia que se alza sobre el plano del sueño, del espíritu y absorbe los contrarios: “en esta confusión perfeccionante de lo abstracto y de lo concreto el símbolo no se distingue más de la sensación” (Lefebvre, 1947: 19). Según esta interpretación, el simbolismo es fundamental en la obra de Rimbaud, lo que a Lefebvre le permite observar que la vida cotidiana se configura también con simbolismos, imágenes y metáforas, que pertenecen al mundo social, por tanto, lo reflejan; no hay separación radical entre individuo y sociedad.

Para Lefebvre, la poesía de fins de siècle contiene un “corolario maravilloso” de la vida cotidiana que, en medio de la creciente miseria impuesta por el desarrollo de las fuerza productivas; saca a la luz aspectos fundamentales de la sociedad y del ser humano, esta capacidad de interpretación simbólica de “lo humano” y “lo social”, como dos entidades relativamente autónomas pero irremediablemente inseparables, es un aporte fundamental al conocimiento de la vida cotidiana. La poesía de los décadents, permite comprender, cómo se viven cotidianamente los procesos contradictorios que se gestan gracias al desarrollo y consolidación del capitalismo: generación rápida e inmensa de “riqueza” y crecimiento exponencial de la “pobreza”, que van empujando a las sociedades europeas hacia la verdadera decadencia y tienen su principal escenario en la ciudad.

Lefebvre considera que la cotidianidad se encuentra narrada de forma nítida en sus múltiples facetas y niveles, con todas sus dimensiones y aristas, en la literatura y la poesía. Según su perspectiva, la obra de los décadents muestra rincones, orillas y márgenes que las ciencias sociales y humanas, en general, habían menospreciado como nada importantes para la historia y los procesos de cambio sociocultural, esta capacidad y posibilidad del arte, y en especial de la novela, va ser una de las preocupaciones que marcarían las investigaciones de este filósofo durante el resto de su vida.

Más adelante, en este mismo texto de 1947, Lefebvre refiere la obra de los surrealistas y su importancia para comprender el periodo de entreguerras, junto con el ascenso del nacionalsocialismo y el fascismo. Si bien es cierto que Lefebvre, en su juventud, simpatizó con este movimiento y conoció directamente a Bretón, nunca formó parte de ellos, y, al contrario, realizó una crítica deconstructiva de sus principales planteamientos, una experiencia que va a repetir, más o menos idéntica, con el movimiento situacionista.

Al margen de su crítica al surrealismo, que por cuestiones de espacio resulta imposible resumir aquí, lo que nos interesa destacar es que, a partir del estudio del arte, Lefebvre observa que en el paso del siglo XIX al XX, hasta el momento de entreguerras, se puede observar una “tendencia del espíritu” de la vida cotidiana, que llama “ley de transformación de lo irracional” (Lefebvre, 1947: 31), y que se puede observar en un doble movimiento a) como “degradación” y b) como transformación interna y “desplazamiento”. Detengámonos un instante en estos dos puntos.

Como degradación, se trata del paso degenerativo propuesto por la racionalidad ilustrada en la que lo “sagrado”, la magia y el ritual, se degradan en fábulas y cuentos. Como desplazamiento, se trata de una mistificación inconsciente de lo racional, que toma el lugar de lo sagrado. En este proceso, lo que fue reprimido por la razón y la racionalidad -que se creía superado por el progreso de la ciencia- regresa de nuevo a la vida cotidiana de forma “degradada”, como síntoma, neurosis individual y colectiva, o bien, como un complejo de superioridad: desplazamiento (mitos racistas). Para Lefebvre, las pasiones, los sentimientos y la imaginación no pueden ser eliminados de la vida cotidiana, porque pertenecen al ser viviente en su completitud; si se degradan, niegan o reprimen “lo maravilloso y lo sobrenatural toman inevitablemente el rango de lo insólito y de lo bizarro” (Lefebvre, 1947: 31) y se hacen cotidianos, representan una pseudorenovación, deformación ficticia, publicidad, moda y terror.

Para Lefebvre, el ser humano de la vida cotidiana es un ser racional e irracional, pero observa que lo irracional debe ser distinguido en dos partes: el conjunto de las interpretaciones místicas del mundo, de las magias y las ficciones ideológicas, a las que agrupa dentro de la alienación, y el conjunto de las necesidades, de los instintos y de las pasiones; éstas últimas son vitales para el ser humano, y lejos de constituir un irracional reductible a la razón, constituyen la base y la continuación de la razón dialéctica, componen la materia humana con la cual es posible el desarrollo de las potencialidades humanas. En esta concepción temprana de dialéctica, Lefebvre busca integrar un tercer elemento en el que lo racional y lo irracional se mueven: la “materia humana”, concepción que dará pie a su trialéctica -o su análisis triádico-, que desarrolla en obras posteriores, como mencionaremos después.

En esta crítica dialéctica, el “sujeto revolucionario” ya no se reduce al proletariado, sino a todo aquel capaz de comenzar un rompimiento consciente con la alienación, la división entre dos clases -burguesía, proletariado- ya no es suficiente para comprender la complejidad de la sociedad, y Lefebvre incorpora al “tercero excluido”. Esto significa que la transformación del mundo social es una tarea que involucra a la vida cotidiana de todos los sujetos que componen la sociedad, no sólo el proletariado, y este es un aporte central de Lefebvre en contra de la ortodoxia marxista.

Después de este breve recorrido, podemos observar que -además del “trabajo”- otros elementos que caracterizan la vida cotidiana en el pensamiento de Lefebvre son “lo racional” y “lo irracional”. Su gran mérito consiste en destacar qué aspectos centrales del ser humano, llamados “irracionales”, como la imaginación, los deseos y los sentimientos (o el mito, la magia y el ritual) pertenecen a la vida cotidiana y que no se les puede desterrar, so pena de crear patologías.

Para construir su Crítica y su concepción de vida cotidiana, Lefebvre dialoga con los principales filósofos y recurre a la literatura y a la poesía, otorgándoles un nivel de importancia primaria para comprender los procesos sociohistóricos; su recuperación del arte va a ser parte de su intento por acabar con las “ciencias parcelarias”. En la segunda edición de este texto, publicada en 1958, Lefebvre escribe un prólogo en el que refiere la importancia del cine para estudiar la cotidianidad, y pone como ejemplo básico las películas de Charles Chaplin; igualmente lo hace con el teatro y las obras de Bertolt Brecht. Unos años después, en su texto llamado La vida cotidiana en el mundo moderno (1980) recurre nuevamente a obras como el Ulises de Joyce y escribe al respecto:

Lo cotidiano aparece en escena revestido con lo épico: máscaras, trajes y decorados… todos los recursos del lenguaje van a utilizarse para expresar lo cotidiano, la miseria, la riqueza… está la ciudad, la especulación filosófica y el hombre laberíntico, y la sencillez de los impulsos instintivos. Están el mundo, la historia y el hombre. Están lo imaginario, y el simbolismo, y la escritura clarificadora. (Lefebvre, 1980: 9 )

Como vimos al principio, en 1961 Lefebvre publicó el tomo dos de su Critica de la vida cotidiana, que lleva como subtítulo: “Fundamentos de una sociología de la cotidianidad” (1961). En este tomo presenta una profundización teórica de los principales conceptos, categorías y métodos que se requieren para el estudio de lo cotidiano, entre los cuales destacan, para el método: la hipótesis, lo micro y lo macro, lo continuo y lo discontinuo, los índices, los criterios y las variables; para las categorías: la totalidad, la realidad, lo espontáneo, la ambigüedad, la dialéctica, el espacio y el tiempo sociales; sobre los conceptos, o “el campo semántico”: los signos, los símbolos, la imagen y el texto social. Finalmente, en este trabajo plantea su teoría de los momentos, haciendo una reflexión trialéctica entre tiempo, espacio y cotidianidad, tesis que será recuperada por la Internacional Situacionista, como veremos enseguida.

Antes de entrar directamente en dos de sus obras más trascendentales, El derecho a la ciudad y La producción del espacio, consideramos importante recordar que en estos años Lefebvre participó en los movimientos sociales y políticos de la época; por ejemplo, en 1956 se opuso a la ocupación de Hungría por parte de la URSS y colaboró con la resistencia argelina desde París; además, por su fuerte crítica al estalinismo y al sovietismo, fue suspendido del Partido Comunista Francés en 1958. Sobre estos casos, éstas fueron sus impresiones: “el fin de la oposición en el partido, el fin de una esperanza: la de renovar el movimiento comunista desde el interior, ocurren en 1958” (Lefebvre, 1976c: 108).

En aquellos años participó en el movimiento situacionista del que, en principio, formó parte; según sus propias palabras, fue su Crítica de la vida cotidiana y su Manifiesto del Romanticismo revolucionario los que impulsaron a Guy Debord a fundar la Internacional Situacionista (Lefebvre, 1976). Lefebvre también consideraba que ellos lo influenciaron para escribir el tomo dos de su Crítica, en el que ya plantea una teoría de la subversión total de la cotidianidad por medio de “los momentos”, tesis que los situacionistas retomaron y que tuvo eco después en los movimientos sociales, como en el de 1968:

Los situacionistas lo han escrito en el primer o segundo volumen de la revista IS como una teoría adecuada, concretando al mismo tiempo la noción de situación. Siempre existe una conexión que enlace la crítica de la vida cotidiana, la noción de proyecto, de situación, de subversión y el rechazo de la vida prefabricada, programada por el capitalismo. Este conjunto de ideas toma forma de 1958 a 1962. (Lefebvre, 1976c: 110-111)

Vida cotidiana y transformación social: política y autonomía como praxis cotidianas

Derecho a la ciudad y revolución: una crítica al marxismo ortodoxo

Como vimos páginas atrás, una preocupación permanente de Lefebvre es la relación entre cotidianidad y política; esta dimensión queda mejor explorada en su texto El derecho a la ciudad y es uno de los principales rasgos que caracterizan lo cotidiano. En ese texto el filósofo observa que la urbe, en su génesis, fue creada fundamentalmente como “valor de uso”, como una obra. Con la aparición histórica del capitalismo, el valor de uso del espacio urbano fue colonizado paulatina, pero eficazmente, por el “valor de cambio” y la ciudad convertida en un producto, una mercancía.

A partir de esta consideración, Lefebvre plantea dos distinciones: 1) entre “creación” y “producción” y 2) entre “obra” y “producto”. La obra proviene de una creación y está esencialmente destinada a su valor de uso, el producto es resultado de la producción y, sin anular el valor de uso, está fundamentalmente destinado al valor de cambio, al mercado. La ciudad como obra y como producto son modalidades históricas que contrastan irreversiblemente ente sí y cronológicamente la obra antecede al producto.

Con la subordinación de la ciudad al valor de cambio, la mayoría de los ciudadanos son alejados de los procesos que van dando forma a la urbe, convirtiéndose en simples consumidores, son recluidos en su “vida privada” y no sólo están subordinados a los procesos económicos, también están alejados de la “vida pública”, política, que organiza su ciudad y su sociedad; no deciden sobre muchas de sus acciones cotidianas, pues están reguladas por la extracción de plusvalía y la lógica del trabajo alienado, dirigidas por el consumo, no deciden sobre la forma en que ha de producirse el espacio urbano, ni sobre el modelo de ciudad que quieren habitar y prácticamente nunca sobre el trabajo y las mercancías que quieren producir.

De acuerdo con Lefebvre, esta separación radical entre vida pública y vida privada constituye una de las grandes fracturas de la vida cotidiana en el mundo moderno y es una de sus características principales, las cuales nos permiten comprender nuestro momento histórico, individual y colectivamente. La reunificación entre vida privada y vida pública, por medio del “derecho”, va a ser una de las propuestas que hace el filósofo para reconceptualizar la idea de revolución.

En el tomo uno de la Crítica de la vida cotidiana, Lefebvre observaba que: “la creencia en una igualdad jurídica y política de los individuos es una apariencia tramposa para el proletariado, pero cuando se deshace de esta apariencia, dicha creencia se transforma en un admirable instrumento de acción, cuando el proletariado exige que la democracia deje de ser una ficción jurídica y política.” (Lefebvre, 1947: 76). Esta tesis va a ser plenamente desarrollada en El derecho a la ciudad, publicado en 1968, poco antes de que estallara el movimiento estudiantil en Francia y del trágico mes de mayo de aquel año.

Para poder continuar con el proyecto marxista de abolición del Estado y del capitalismo, a Lefebvre le resultaba necesario que dicho proceso ocurriera primero en la vida cotidiana, antes que en las grandes instituciones, y para ello le parece fundamental el ejercicio del “derecho a la ciudad”, que para él es, a grandes rasgos, la reapropiación de la ciudad por parte de los ciudadanos, no sólo obreros, sino estudiantes, intelectuales, desempleados, mujeres, infantes, el conjunto de las clases dominadas por la lógica de la valorización espacial.

A Lefebvre le resulta igualmente importante recuperar la politicidad de la cotidianidad, ejerciendo el derecho a la ciudad por medio de la apropiación de los espacios urbanos -escuelas, hospitales, fábricas, plazas, parques-, decidiendo sobre las formas de ordenación espacial, los usos y valores del lugar.7 En aquellos años, Lefebvre encausa propuestas como la “autogestión” de los medios de producción, la toma de las universidades, la liberación sexual, la autonomía de los barrios urbanos, propuestas que ya aparecen en su “teoría de los momentos”, publicada en el tomo dos de la Critica, por estas ideas sus críticos lo catalogaron como anarquista.8

Esta perspectiva, rompe con el dogmatismo marxista dominante en aquellos años, a partir del concepto de derecho. Reelaborado bajo una visión crítica, Lefebvre observa que no es la producción económica la estructura que determina la historia, ni es la base sobre la que se alzan las relaciones sociales y las instituciones, sino que la economía toma una forma concreta (feudalismo, capitalismo) en tanto se decide conscientemente sobre ella, por medio de una decisión política autónoma que ocurre primero a nivel de la cotidianidad; es el modo de producción capitalista el que ha invertido esta relación, imponiendo las relaciones económicas y la extracción de plusvalía como teleologías únicas.

El derecho a la ciudad es una propuesta de reelaboración del concepto marxista de revolución donde la vida cotidiana, individual y colectiva, tiene la prioridad en los procesos de transformación de las relaciones sociales, económicas y políticas, pues, para nuestro autor, un proceso inverso significaría el autoritarismo de las instituciones, de la ciencia o del Estado. Esta tesis va a ser desarrollada en su texto La producción del espacio, publicado en 1974, en el que resalta la importancia de la cotidianidad en los procesos de producción del tiempo y el espacio social.

Vida cotidiana: procesos de producción y transformación del espacio

Lefebvre detecta que la filosofía y las ciencias sociales han tenido, en general, una comprensión limitada del espacio, por lo que considera necesario profundizar en su estudio. Así, a la filosofía del tiempo de Hegel y Marx, agrega una “epistemología del espacio” proveniente de Nietzsche. Para el filósofo francés no se trata sólo de una teoría crítica del espacio, sino también de recuperar un “saber” y un “conocer” del espacio; fiel a su propuesta de unificar a las ciencias sociales y humanas con el arte y la tradición, Lefebvre recurre a Lewis Caroll, Herman Hesse y Hermann Weyl, y a partir de estas bases propone su concepto de producción del espacio. Como vemos, la literatura sigue presente en sus investigaciones y se ayuda de ella para proponer sus interpretaciones.

Siguiendo los pasos de Marx, nuestro autor estudia al espacio en su proceso de producción, como una mercancía, y comienza por dar cuenta de que el espacio ha sido utilizado como instrumento del pensamiento y de la acción, y servido como medio de control y dominación. El espacio está en pugna entre las diferentes clases sociales, no sólo es un producto sino sobre todo un medio de producción, tiene un doble carácter: es medio y fin al mismo tiempo, es proceso y consecuencia en movimiento.

Antes mencionamos que, en El derecho a la ciudad, Lefebvre distingue entre creación de obras y producción de mercancías. En La producción del espacio profundiza esta discusión y observa que la “obra” tiene un carácter irremplazable, mientras que el “producto” se puede repetir, pero ambos tienen una característica en común, que además de ser resultado del trabajo, son parte de y producen una espacialidad.

Lo que llamamos “realidad social” es múltiple y plural; el espacio social es sincrónico y diacrónico al mismo tiempo, proceso y producto de contradicciones, abstracciones, símbolos, signos, contratos; está en permanente cambio. En otras palabras, el espacio no es sólo producto de la dominación capitalista, sino también de las resistencias y rebeliones que se dan en la vida cotidiana.9

Igual que Marx, descubrió que la mercancía no es una “cosa en sí”, un ente abstracto e impersonal, sino un producto de relaciones de producción, Lefebvre plantea que el espacio tampoco es una “cosa en sí”, sino un “producto” -o una “obra”-, con sus propias especificidades; “contiene” a las mercancías, las relaciones sociales e implica proyectos en disputa sobre la forma que ha de tomar dicho espacio. Su concepto de espacio está íntimamente ligado a su concepción de transformación social o revolución, pues más allá de los discursos demagógicos y los socialismos de Estado, la revolución se observa si el espacio social se transforma o si permanece y, a decir de Lefebvre, los países socialistas no han producido un espacio urbano diferente a los países capitalistas.

En La producción del espacio, Lefevbre hace nuevamente un esfuerzo por construir su trialéctica y destaca que el espacio puede ser comprendido en tres grandes dimensiones: el espacio concebido, el percibido y el vivido. El espacio concebido pertenece principalmente a la proyección de los técnicos y urbanistas; el espacio percibido se vincula con la relación entre la proyección y las prácticas espaciales hegemónicas; y el espacio vivido pertenece a la cotidianidad y se liga con la subversión; así, para él una revolución que no dé lugar a un nuevo espacio, material y simbólico, físico y epistemológico, no se realiza y no genera ningún cambio, si acaso en el control de las llamadas “superestructuras”, una revolución se crea primero en la vida cotidiana, antes que en el Estado o leyes, pues “cambiar la vida y cambiar la sociedad” nada significa sin la producción de un nuevo espacio.

Así, a sus críticos que lo acusan de ser un espontaneísta les responde con programas urbanos, filosofía de la historia y materialismo dialéctico, pero también con arte, creatividad y humanismo. La producción del espacio es también una crítica a la “esquizofrenia” de los Estados socialistas y los programas del comunismo oficial que dedican sus esfuerzos al crecimiento y la producción económica, para superar al capitalismo, provocando consecuencias sociales y naturales irreparables. Asimismo, este texto mantiene la posibilidad abierta de realizar la revolución social fortaleciendo la capacidad creadora de los ciudadanos a través de la vida cotidiana.

En resumen, creemos que en su concepto de “derecho” y de “producción del espacio” Lefebvre revela su concepción del ser humano como un zoon politikón (Aristóteles), que tiene la capacidad para decidir sobre la forma que ha de tomar su socialidad, sus tesis plantean que la superación de la explotación, de la extracción de plusvalía y la abolición del Estado son posibles si antes se supera la alienación a nivel subjetivo, individual y colectivamente, es decir, en la vida cotidiana por medio del ejercicio del derecho a la ciudad.

Ritmo-análisis de la vida cotidiana en la ciudad

El tomo tres de la Crítica de la vida cotidiana aparece en 1981, treinta y cuatro años después del primero, trabajo que lleva por subtítulo: “De la modernidad al modernismo (para una metafilosofía de lo cotidiano)”, donde Lefebvre aborda un nuevo tema para el estudio de la cotidianidad: el ritmo. A partir de esta publicación, y durante los siguientes años, nuestro autor va a profundizar la relación entre los “ritmos” (biológicos, cotidianos, sociales, cósmicos) y el análisis sociológico e histórico, estudio que va a quedar como un proyecto del final de su vida.

De tal modo, el texto Éléments de rythmanalyse (1992), publicado póstumamente por su discípulo Rene Lourou, era considerado por el propio Lefebvre como el posible tomo cuatro de su Crítica. Por cuestiones de espacio nos es imposible resumir aquí sus principales tesis, sólo subrayaremos algunos puntos que consideramos necesarios para comprender los últimos rasgos que Lefebvre otorga a su concepto de vida cotidiana, nos centramos en este texto porque recupera y profundiza la discusión planteada en el tomo tres de la Crítica e incorpora trabajos realizados durante la década de 1980.

En sus últimos estudios sobre el ritmo, Lefebvre observa que: “el estudio rítmico-analítico que vamos a intentar se integra al de la vida cotidiana” (Lefebvre, 2004: 73)10 en una unidad con el tiempo y el espacio, y en relación con los grandes “ciclos cósmicos”. Lefebvre menciona que el primer teórico que postuló el concepto de “ritmo-análisis” fue Lúcio Alberto Pinheiro dos Santos, en 1931, con un enfoque psicológico; después, fue Gastón Bachelard, especialmente en obras como Psicoanálisis del fuego y Dialéctica de la duración. De Pineiro rescata la reflexión sobre los ritmos biológicos y psíquicos, de Bachelard los del tiempo, el espacio y la literatura.

En un esfuerzo por caracterizar el ritmo, Lefebvre destaca como un rasgo importante la repetición de tiempos y espacios, en principio la “repetición absoluta es solo una ficción del pensamiento lógico y matemático” (Lefebvre, 2004: 7), lo que hay son diferentes tipos de repeticiones, que se pueden describir analíticamente en dos polos: la cíclica y la lineal. La primera pertenece a lo cósmico, la segunda a lo social; en la realidad ambas se interfieren mutuamente, se miden entre sí y a sí mismas. Pero también, la “repetición” no excluye la diferencia, al contrario, la produce, o dicho a nivel de la vida cotidiana: la monotonía de los días no excluye la novedad y el cambio social, al contrario, los hace posibles: “el amanecer siempre tiene un encanto milagroso, el hambre y la sed se renuevan maravillosamente” (Lefebvre, 2004: 73).

Asimismo, Lefebvre explica que la noción de ritmo implica otros conceptos complementarios básicos: la “polirritmia”, la “eurritmia”, la “arritmia” y la “isorritmia”. En términos de cotidianidad, esto significa que el cuerpo humano no tiene un solo ritmo sino que es polirrítmico, es decir, que lo compone un complejo de ellos (cardiaco, respiratorio, etc.), y se encuentra además relacionado con los de los “otros”. En el ámbito de lo social, el encuentro de ritmos produce la eurritmia, que es la armonía de estos; cuando el cuerpo y la sociedad entra en una situación patológica se produce la arritmia, que es la alteración de los mismos; y la isorritmia se da cuando hay igualdad de ritmos, una situación que excluye la eurritmia y que se da muy pocas veces en la vida cotidiana.

De lo anterior se desprende una nueva clasificación de los ritmos en su relación con lo “privado” y con lo “público”, con lo “externo” y lo “interno”. De tal manera, Lefebvre propone cuatro distinciones de ellos: 1) secretos (fisiológicos, psicológicos), 2) públicos (calendario, fiestas, ceremonias), 3) ficticios (elegancia, gestos, aprendizaje) y 4) dominantes-dominados (música, habla).

“Ritmoanalizando” las ciudades mediterráneas, Lefebvre observa que su relación con los ritmos del mar y de la naturaleza a través del “puerto” que las conecta con el mundo ha influenciado durante siglos los ritmos de la población e incluso de la política. Si bien reconoce que estas ciudades dieron origen al Estado, también es verdad que los ciudadanos nunca han aceptado totalmente los “ritmos públicos” impuestos por los imperios (griego, romano), a diferencia de los pueblos nórdicos que los tienen más regulados, además de una vida conjunta hecha de juramentos: “las grandes ciudades mediterráneas parecen haber vivido siempre, y aún viven, en un régimen de compromiso entre todos los poderes políticos. Este Estado “metaestable” es de facto polirrítmico.” (Lefebvre, 2004: 92).

Durante siglos, los ciudadanos han mantenido y reactualizando sus ritmos privados en relación con los del mediterráneo, sus tiempos y espacios: “el Estado y lo político son constantemente rechazados por lo íntimo, reprimidos o incluso expulsados de su espacio por una fuerte rítmicidad, lo que no les impide volver, con la misma contundencia, hacia aquello que los rechazó.” (Lefebvre, 2004: 98). Como podemos observar, la relación entre lo público y lo privado en el seno de la ciudad sigue siendo una preocupación de Lefebvre para comprender la vida cotidiana y su importancia en los procesos históricos y de cambio sociocultural: la lucha y el cambio social se dan a través de la creación de nuevos ritmos cotidianos.

En Lefebvre, el ritmo enlaza el estudio de la cotidianidad en las ciudades con la posibilidad de la “diferencia” (por la repetición), es decir, de la revolución. Además, continúa presente también su interés por el arte, no sólo la literatura, también la música. Sobre este tema menciona que “quizás la música presupone una unidad de tiempo y espacio” (Lefebvre, 2004: 60) pero además requiere de la energía: “estos tres términos son necesarios para describir y analizar la realidad cosmológica […] el tiempo y el espacio sin energía permanecen inertes en el concepto incompleto” (Lefebvre, 2004: 60). Como vemos, la trialéctica es utilizada nuevamente para profundizar su comprensión de la realidad y con ello vincular todas sus preocupaciones teoréticas y políticas en una visión de totalidad.

Elementos del ritmo-análisis es una especie de síntesis en la que Lefebvre presenta sistemáticamente los grandes problemas teoréticos y políticos de los últimos 50 años de su vida: la reflexión sobre la ciudad, la vida cotidiana, la literatura -el arte en general- y la revolución. Creemos también que es un intento más de profundizar la comprensión de la cotidianidad que relaciona las partes más “pequeñas” -como el cuerpo y sus ritmos biológicos-, con las grandes estructuras sociales -como el Estado y sus ritmos electorales y fiestas nacionales-, pero también con el medio cósmico y natural -los ritmos del universo-. De tal manera, el ritmo-análisis es una teoría, una metodología y una forma de intervención social que unifica a las ciencias parcelarias:

El ritmo-análisis aquí definido como método y teoría persigue esta labor consagrada de manera sistemática y teórica, reuniendo prácticas muy diversas y tipos de conocimiento muy diferentes: medicina, historia, climatología, cosmología, poesía (lo poético), etc. Sin olvidar, por supuesto, la sociología y la psicología, que ocupan la primera línea y aportan lo esencial. (Lefebvre, 2004: 16 )

Sintetizando, en este texto póstumo de Lefebvre, un elemento más que nos proporciona para comprender su concepto de vida cotidiana es el ritmo, en sus diferentes dimensiones, relaciones y procesos espaciales y temporales. Quedan diferentes temas por tocar, pero dados los objetivos que perseguimos y del poco espacio con el que disponemos dejamos solo apuntado este elemento como uno de los más importantes.

Conclusiones

En este escrito hemos buscado comprender el concepto de vida cotidiana en el pensamiento humanista de Lefebvre, cuáles son sus principales rasgos, cuál es su importancia para la comprensión de la historia y para los procesos de cambios sociocultural, qué lugar ocupa en el conjunto de su obra y la relevancia y vigencia, o no, de sus postulados para un estudio contemporáneo de las ciudades.

Como vimos, existen por lo menos cinco grandes rasgos de radical importancia para comprender las principales características de lo cotidiano: el trabajo, como una dimensión constitutiva del poder colectivo y la organización social; lo racional y lo irracional, como dimensiones que atraviesan el conjunto de las actividades cotidianas, la política, como práctica permanente e inherente a la vida humana, que en la modernidad tiene la característica de estar separada radicalmente entre “vida privada” y “vida pública”; y el ritmo, que se inicia en el “cuerpo” en relación trialéctica con el medio social y el cósmico.11

Desde nuestra perspectiva, y siguiendo con los apuntes biográficos de Hess (2016) sobre Lefebvre, encontramos que en los últimos cincuenta años de la vida del filósofo marxista que nos ocupa, hay cuatro grandes temas de estudio que permanecen en sus reflexiones: la ciudad, la vida cotidiana, la revolución y la literatura. Nosotros proponemos que la cotidianidad es uno de sus centros neurálgicos de toda su reflexión, ya que busca en ella la comprensión profunda de la historia, los cambios sociales y las posibilidades de superación del Estado, el capitalismo y la alienación. Es sobre la vida cotidiana que puede poner en práctica los conceptos de Lefebvre y sus interpretaciones marxistas de la realidad social.

A las categorías ontológicas de tiempo y espacio -comprendidas a priori y de manera esencialista por las perspectivas dominantes (el marxismo ortodoxo, el positivismo, el existencialismo y las filosofías de la finitud)- les da un giro radical y las ancla en las prácticas cotidianas, abriendo así la posibilidad de construir nuevos espacios y tiempos. Para él, no se trata de dimensiones que estén fuera de la vida social, sino que se construyen y se transforman en el día a día de las relaciones entre individuos y colectivos; por ello consideramos que es la cotidianidad el centro epistemológico de sus reflexiones, sus tesis no se sostienen en especulaciones filosóficas sino en la “realidad” de la vida cotidiana.

Lefebvre ha sido influyente no sólo en reflexiones y estudios del ámbito académico, sino también en los movimientos sociales y políticos de su época; es uno de los teóricos del 68 francés. En el ámbito hispanohablante es principalmente reconocido por sus aportes al estudio de las ciudades. Consideramos que una tesis notable de su pensamiento y que no ha sido explorada, debidamente y a profundidad, es su recurrencia a la literatura, y es sobre este punto que haremos nuestros últimos comentarios para comprender su relevancia y las posibilidades de una investigación contemporánea.

Como mencionamos en el desarrollo del escrito, Lefebvre observa que fue la literatura moderna la primera que mostró la importancia de la vida cotidiana en la formación de las sociedades contemporáneas dejando ver dimensiones, como “lo maravilloso”, los símbolos, los rituales, que no eran considerados importantes por la filosofía pero que juegan un papel importante en la organización de la vida social. Desde su tomo uno de la Crítica, pasando por textos como La vida cotidiana en el mundo moderno, El derecho a la ciudad, La producción del espacio hasta Elementos de ritmo-análisis, la literatura está presente al momento de plantear sus conceptos, categorías e interpretaciones, en variadas ocasiones recurre al romanticismo alemán, a los poetas decadentes, a la novela inglesa y rusa, para realizar sus reflexiones.

Creemos que un estudio de la vida cotidiana en la ciudad contemporánea podría nutrirse tomando como base la interpretación crítica de la novela urbana, delimitando espacio y tiempos, así como problemas específicos a reflexionar, por ejemplo, estudiar la narración de la vida privada y de la vida pública, es decir, la relación entre cotidianidad y política. Creemos que este problema resulta de suma importancia, ya que muchas “prácticas cotidianas” de los ciudadanos se presentan con “ritmos” y movimientos contrarios a aquellos impuestos por el Estado y el desarrollo del capitalismo.

En Elementos de ritmo-análisis (2004), su obra póstuma, se puede observar una búsqueda de aquello que siendo cotidiano y “repetitivo”, es, al mismo tiempo, marginal y “diferente”; dicho de otro modo, le interesa rescatar las prácticas cotidianas minúsculas que, a pesar de no tener un lenguaje propio tiene un impacto directo en los ritmos colectivos, en la sociedad. Siguiendo con el propio Lefebvre, la novela urbana nos puede ayudar a explorar esta vida cotidiana que no necesariamente se desarrolla visible y conscientemente; la novela nos permite llegar a rincones, espacios y tiempos, a los que las ciencias sociales y humanas -y el pensamiento racional- no tienen acceso, o no han considerado estudiar o simplemente han menospreciado.

Pensamos que un estudio de la vida cotidiana contemporánea se nutriría de manera sobresaliente si se recurre a la novela para el análisis y se combina con otras “herramientas” teóricas y metodológicas,12 como hace el propio Lefebvre, reintegrando las ciencias sociales y humanas con el arte, superando la separación entre sujeto/objeto e individuo/sociedad. Creemos que estas tesis resultan vigentes para cualquier estudio contemporáneo de la cotidianidad.

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1 Algunas de las obras más importantes respecto al espacio son: Lefebvre (1972, 1969a, 1976a, 1976b, 2013). En México, algunos de los investigadores que retoman a Lefebvre lo hacen enfocándose principalmente en sus reflexiones sobre la ciudad, por ejemplo, Hiernaux (2004a, 2004b); Lindón (1999); Ramírez (2004); Por otra parte, David Harvey, de origen inglés y una de las voces internacionales más reconocidas en los estudios urbanos, recupera a Lefebvre exclusivamente a partir de sus aportes al estudio de la ciudad y sin mencionar la importancia que da a la “vida cotidiana” (Harvey, 2013).

2Para una profundización en la obra y vida de Lefebvre, véase Hess (1988).

3No existe traducción al español, todas las citas referidas de este texto son traducción del autor de este artículo.

4Coincidimos con Lefebvre cuando observa que, para Hegel, no es posible conocer directamente el “espíritu universal” que rige el mundo social, pero lo que sí podemos conocer son sus manifestaciones, porque éstas se dan en la historia; así, para él la vida cotidiana cobra importancia en la medida en que en ella se realiza el “espíritu absoluto” y esto ocurre de manera casi programada. Desde su propia perspectiva, Heller (1987) tiene la misma interpretación que hace Lefebvre de la obra de Hegel.

5Si bien es cierto que la interpretación que aquí desarrolla Lefebvre del pensamiento de Kant no es profunda, también es verdad que la comprensión de Kant sobre la vida cotidiana es negativa, es decir, la considera un lugar con poca importancia para la filosofía y casi ninguna para la historia, esta concepción se debe, en última instancia, a que Kant comprende al ser humano de manera “pesimista”, pues para el filósofo alemán el mal es raíz en el anthropos. Para una interpretación más profunda sobre el pensamiento de Kant y su reflexión sobre el mal, véase Bernstein (2005).

6En, Finitud y culpabilidad, publicada en 1957, Paul Ricœur realiza una reflexión profunda sobre el “mal” y sus fundamentos antropológicos y sociales. Una de las discusiones que tiene se presenta con las ideas de Kant, especialmente con las llamadas “pasiones” o “tentaciones”: el tener, el poder y el honor. Ricœur plantea la tesis de que estos tres sentimientos son “originarios”, es decir, pertenecen al anthropos, pero no son esencialmente negativos como afirma Kant, antes bien, son “inocentes”, preceden a toda ética y moral. Con relación al “tener” menciona que fue Marx uno de los primeros teóricos en comprender la posibilidad de la existencia de una propiedad justa, que no necesariamente lleve a la alienación ni a la confrontación política, a partir de aquí Ricœur hace una diferencia entre “tener”, como avaricia, envidia, avidez, y un “poseer” más inocente, más allá de la propiedad del yo, se trata del “nosotros”: lo nuestro. Con respecto al “poder” observa que “el poder del hombre sobre el hombre está incluso doblemente implicado con el tener: primero en un sentido tecnológico, después en un sentido económico y social” (Ricœur, 2002: 133), es decir, a partir del “trabajo” se ponen en juego relaciones de obediencia entre seres humanos, en primera instancia, de operaciones realizadas a través de técnicas, o sea, de jerarquizaciones, de relaciones de cooperación y de subordinación que conforman un tipo de autoridad, una dirección, un mando, y no un ordenamiento de personas sometidas. A decir de Ricœur (2002), la autoridad por sí misma no es el “mal”, sino sólo cuando se convierte en dominación económica y monopolio del mando tecnológico.

7 Remi Hess (2016) destaca que en 1968 Lefebvre impartía cursos magistrales en la Universidad de Estrasburgo, en uno de los auditorios más grandes de la Universidad; a decir de Hess (2016), prácticamente todos sus estudiantes participaron en las movilizaciones sociales y algunos fueron los principales protagonistas del mayo francés. Desde la perspectiva de Hess, no ha existido un teórico en Francia que haya tenido tanta influencia en un movimiento social.

8En 1972, Manuel Castells, alumno de Alain Touraine y entonces seguidor muy cercano de las tesis estructuralistas de Althusser, publicó La cuestión urbana y dedicó un apartado del capítulo dos a criticar la obra de Lefebvre. Haciendo una distinción entre ciencia e ideología, Castells (1978) califica el pensamiento lefebvriano de “ideológico” porque, según él, se desvía de las principales tesis del materialismo histórico y reemplaza la idea del comunismo por el de la “revolución urbana”. El principal defecto que encuentra en Lefebvre es que centra su idea de revolución en la vida cotidiana y pierde de vista las relaciones del trabajo en el contexto de la industrialización, enfatizando la superación de la alienación antes que la de la plusvalía, por este motivo califica peyorativamente el pensamiento de Lefebvre de “libertario”, “anarquista” y “espontaneísta”. Muchos años después, Castells reconoció su crítica fallida a Lefebvre y en cambio enfatizó sus aportaciones para el conocimiento del espacio urbano, de las contradicciones sociales que surgen en el seno de la ciudad, de la instrumentalización de la urbe para la consolidación del capitalismo, según su nueva óptica: “Henri Lefebvre ha sido el mayor filósofo de las ciudades que ha habido nunca” (citado por Costes, 2011: 90).

9Sobre esta problemática nos parece muy pertinente la obra de Michel de Certeau (1996), en donde enfatiza que es en la vida cotidiana, en donde se dan las pugnas entre el poder de la vigilancia (Foucault) impuesta por el panóptico al servicio del capital y las “tácticas” de los ciudadanos que subvierten las relaciones de poder.

10No existe traducción al español, las citas de este texto que presentamos son traducción de la versión en inglés a cargo del autor.

11Otras dimensiones, que no mencionamos en el escrito debido a la limitante del espacio, son las “necesidades” y los “valores” que se articulan en torno al trabajo. De acuerdo con Lefebvre, toman formas variadas y se transforman a través de la historia. Para una profundización sobre este punto, véase Lefebvre (1947). Dejamos apuntado también, que, desde su propia perspectiva, Agnes Heller (1974, 1978, 1987) profundiza estas dos dimensiones como centrales para su interpretación de la vida cotidiana.

12Sobre esta problemática vale la pena mencionar los trabajos de Emma León (1999) quien estudió los usos y discursos teóricos sobre la cotidianidad, reflexionando sobre una serie de autores que directa e indirectamente han tocado el tema: Lukács, Heller, Bordieu, Habermas, Alberoni, Tajfel, Shütz y Goffman. Su estudio se centra en destacar que todos estos investigadores comparten la misma “epistemología”, donde la vida cotidiana tiene un lugar secundario en los procesos de producción y reproducción de la vida social. Lo “no teorizado” de la teoría. Para León es “lo heterogéneo”, lo aún no expresado, pero que tiene potencialidades sociales de transformación e influencia de lo social, a nivel individual y colectivo, entonces, más que usar los “utillajes” teóricos para estudiar la cotidianidad, lo que propone es su uso metodológico para dar cuenta de realidades no descritas, ni observadas por las diferentes escuelas de pensamiento.

Recibido: 11 de Noviembre de 2019; Aprobado: 21 de Septiembre de 2020

Ulises Bernardino Márquez Pulido es doctor en Ciencias Políticas y Sociales con especialidad en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México; ha sido profesor en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, realizó una investigación posdoctoral en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y actualmente es profesor de Antropología de la Comunicación en la UAB. Sus líneas de investigación son: antropología y sociología de la vida cotidiana, sociología y literatura, hermenéutica de la ciudad, estudios de la ciudad y del espacio urbano.

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