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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versão impressa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.65 no.240 Ciudad de México Set./Dez. 2020  Epub 28-Fev-2021

https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2020.240.72607 

Dossier

Dialécticas de la oportunidad. Estrategias femeninas de movilidad, cuidado y protección social entre Paraguay y Brasil

Dialectics of Opportunity. Female Social Protection, Care and Mobility Strategies between Paraguay and Brazil

Menara Guizardi* 

Herminia Gonzálvez Torralbo** 

Eleonora López Contreras*** 

*Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológica en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martin, Argentina. Universidad de Tarapacá, Chile. Correo electrónico: <menaraguizardi@yahoo.com.br>.

**Universidad Central de Chile, Chile. Correo electrónico: <herminiagonzalvez@gmail.com>.

***Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile. Correo electrónico: <eleonoralopezcontreras@gmail.com>.


RESUMEN

Este artículo aborda las experiencias transfronterizas de mujeres paraguayas en los territorios de la Triple-Frontera del Paraná. Partiremos de la discusión metodológica del estudio, su diseño muestral y los tres campos teóricos que lo respaldan. Posteriormente, presentaremos el contexto de la Triple-Frontera, describiendo las condiciones de vida de las mujeres paraguayas y sus posibilidades de acceso a la protección social. Abordando los resultados etnográficos, definiremos los perfiles de mujeres identificados, en particular los de aquellas que están expuestas a mayores vulneraciones. Retomaremos sus relatos para mostrar cómo la sobrecarga productiva/reproductiva impulsa sus desplazamientos fronterizos. Asimismo, discutiremos cómo la construcción de redes comunitarias de cuidado, juntamente con la búsqueda de protección social constituyen agencias femeninas transfronterizas. Finalizamos explicitando cómo la frontera constituye oportunidades dialécticas para las mujeres.

Palabras clave: movilidades; género; fronteras; cuidados; protección social transnacional

ABSTRACT

The article approaches the cross-border experiences of Paraguayan women in the Paraná Tri-BorderArea (TBA). We will start by discussing the study’s methodology, its sample design and the three theoretical fields that support it. Then, we will introduce the context of the TBA, describing the living conditions of Paraguayan women and their possibilities of access to social protection. Introducing ethnographic results, we then define the profiles of the women identified, focusing on those exposed to deeper vulnerabilities. We recover their narratives to show how the productive/reproductive overload drives them toward border displacements. Furthermore, we will show how the construction of community care networks, together with the search for social protection, constitute female transborder agencies. We conclude by explaining how the border constitutes dialectical opportunities for women.

Keywords: mobilities; gender; borders; care; transnational social protection

Introducción

Este artículo discute los resultados de un estudio de caso sobre las experiencias de trabajadoras paraguayas insertas en el comercio formal e informal y en los servicios domésticos en la Triple-Frontera del Paraná: entre Argentina, Brasil y Paraguay. Nuestro objetivo es analizar qué relaciones existen entre sus responsabilidades de cuidado y sus posibilidades de acceder a servicios de protección social, en especial entre Paraguay y Brasil. Preguntamos sobre las vinculaciones entre la sobrecarga productiva/reproductiva femenina, la presencia y ausencia estatal en territorios periféricos del Estado-nación y las estrategias de movilidad femeninas.

El material empírico que nos respalda proviene de una serie de incursiones etnográficas realizadas entre 2018 y 2019 en la Triple-Frontera. Registramos nuestras experiencias etnográficas en diarios de campo y realizamos un total de 30 entrevistas biográficas a paraguayas. Entre las entrevistadas, veintidós mujeres se desplazaban diariamente de Paraguay a Foz do Iguaçu (Brasil) para trabajar. Las ocho que trabajaban del lado paraguayo, pese a cruzar la frontera con menos frecuencia, lo hacían al menos semanalmente. Además, estaban insertas en el comercio transfronterizo: sus actividades dependían de los desplazamientos fronterizos de turistas brasileños (mayoría entre los compradores en Ciudad del Este). Así, ya fuera por su propio desplazamiento o por su inserción en actividades que demandaban circulación transfronteriza, la experiencia cotidiana de nuestras entrevistadas estaba marcada por la movilidad entre espacios nacionales distintos. No obstante, ellas no pueden ser tácitamente designadas como migrantes, dado que la mayor parte vive en su país de origen. A pesar de ello, sus trayectorias femeninas distan mucho de ser caracterizadas por el asentamiento en territorios internos de un solo país. Si bien enfrentan procesos de marginación social, sobrecarga y pobreza -que también afectan a mujeres de las ciudades y localidades alejadas de las fronteras nacionales- la especificidad de su condición remite a la forma como usan el cruce fronterizo cotidiano en tanto recurso fundamental para dar solución a estos problemas. Como discutieron Stephen (2012) y Garduño (2003), la intensidad de las movilidades transfronterizas y su historicidad (así como el alto grado de simultaneidad socioespacial que estos dos aspectos configuran) terminan diferenciando el modo de vida de las personas y comunidades transfronterizas de la experiencia migratoria de larga distancia tan frecuentemente descripta en la literatura sobre mujeres migrantes transnacionales (Guizardi, Valdebenito, López y Nazal, 2019: 78-79). En este sentido, el estudio de caso que aquí presentamos busca establecer una descripción de esta experiencia transfronteriza dialogando con los debates sobre los estudios de género y migración transnacional.

Para presentar los resultados de nuestro análisis, describiremos, en el segundo apartado, la metodología implementada y el diseño muestral. En el tercero, discutimos los campos teóricos que sitúan nuestra investigación. En el cuarto, describiremos el contexto de la Triple-Frontera, sintetizando las condiciones de vida de las mujeres y sus posibilidades de acceso a la protección social. El quinto define los tres perfiles de mujeres paraguayas identificados en nuestra etnografía, explicitando por qué algunas perciben la frontera como una “oportunidad”. El sexto retoma sus relatos para mostrar cómo la sobrecarga productiva/ reproductiva impulsa sus desplazamientos. Por su parte, el séptimo demuestra cómo los cuidados y la búsqueda de protección social transfronteriza constituyen agencias especializadas femeninas en respuesta a dicha sobrecarga. Finalizamos explicitando la dimensión dialéctica de las “oportunidades” que la frontera brinda a las mujeres.

Metodología y caracterización muestral

Diseño metodológico

Desde 2018, Menara Guizardi realiza observaciones etnográficas sobre la experiencia de las mujeres paraguayas en la Triple-Frontera del Paraná.1 Su entrada a campo fue facilitada por los profesionales de la “Casa de los Migrantes” (Casa dos Migrantes), institución financiada por el gobierno federal de Brasil, situada en la ciudad brasileña de la Triple-Frontera, Foz do Iguaçu. Dicha institución presta orientación a las poblaciones transfronterizas (de cualquier nacionalidad), entregando información sobre la consecución de documentos, derechos y responsabilidades. Además, recibe denuncias y realiza los seguimientos de caso de violencia y abuso laboral. El servicio constituye la principal referencia de atención pública a las poblaciones en desplazamiento en el trifinio, atendiendo entre 30 y 50 personas al día. Gracias a la ayuda de la directora de la casa, TM (de 68 años)2, y del abogado que la asiste en el trabajo de atención, CC (de 31 años), Guizardi pudo realizar las primeras entrevistas y establecer contactos y vínculos con las mujeres paraguayas transfronterizas. Gonzálvez y López se sumaron a esta agenda investigativa en 2019, en el marco de un proyecto etnográfico comparativo entre fronteras sudamericanas (dirigido por Guizardi). Este proyecto se articula a través de tres ejes metodológicos centrales.

Primero, asume a la etnografía como la observación sistemática de los contextos sociales con la finalidad de participar de ellos, registrarlos, analizarlos y construir relatos: como un enfoque, un método y un ejercicio de relato intersubjetivo (Guber, 2001: 12). Busca, así, la interacción crítica entre sujetos de estudio e investigadores.

Segundo, sigue las delimitaciones del Extended Case Method (ECM) o Metodología del Caso Extendido. Dicho enfoque etnográfico fue desarrollado por Gluckman y sus discípulos en la primera mitad del siglo XX (Frankenberg, 2006) y propone reorientar la metodología antropológica malinowskiana (Burawoy, 1998: 6), presentando al menos tres aspectos que lo diferencian de los abordajes etnográficos clásicos: a) en vez de recortar de forma descontextualizada los ejemplos en terreno usándolos para reforzar concepciones generales preestablecidas, propone narrar las circunstancias vividas como parte de un contexto sociohistórico (Burawoy, 1998: 5; Evans y Handelman, 2006: 5), en vez de recortar de forma descontextualizada los ejemplos en terreno usándolos para reforzar concepciones generales preestablecidas, b) se enfoca en el registro de interacciones sociales con potencial conflictivo (Gluckman, 2006; 17) y c) la estrategia analítica presupone identificar procesos históricos que inciden en la experiencia cotidiana, “extendiendo” así la observación etnográfica (Mitchell, 2006: 29).

Existen diversos métodos que permiten esta “extensión”. El que adoptamos en nuestra investigación implica acceder a la historia de vida de las personas para, a través de sus propias elaboraciones narrativas, contextualizar situacionalmente sus experiencias (Burawoy, 1998). El recurso a estas narrativas permite comprender la interpelación entre las trayectorias personales, las problemáticas enfrentadas por la gente y los procesos históricos que conforman el contexto.3 Conllevan, consecuentemente, una interdisciplinariedad entre la etnografía y la microhistoria (Handelman, 2006: 108-109) que, debido al énfasis en la contextualización de la experiencia social, ofrece un modelo de superación del individualismo metodológico (Handelman, 2006: 114, nota al final n°10). Esto presupone centrar una parte relevante de la etnografía en la realización de entrevistas de historia de vida en las que se invitan a los y las colaboradoras a narrar sus experiencias sociales de manera cronológica (Burawoy, 1998: 13). Este tipo de entrevistas consiste en una estrategia flexible de interacción dialógica en la que no hay preguntas preformuladas (Alberti, 2005). Se construye a partir de la sugerencia a las entrevistadas de que narre su propia trayectoria, pero comenzando por la historia de sus abuelos y progenitores. En este artículo nos centramos en dicho material, tomándolo como un acercamiento óptimo a la compresión historizada de la relación entre cuidados, mujeres y movilidades en la Triple-Frontera.

Lo anterior nos lleva al tercer eje de nuestra metodología, referente al imperativo metodológico de multisituarnos. Desde que Marcus (1995) publicara sus reflexiones sobre los desafíos de la etnografía en el sistema mundo, investigadoras e investigadores de diferentes rincones del planeta vienen recuperando esta lógica y aplicando esta perspectiva a la investigación de las poblaciones en desplazamiento. Estos estudios asumen que la movilidad que caracteriza las vidas migrantes y transfronterizas requiere incorporar a las lógicas del desplazamiento como una praxis en el trabajo de campo.

Marcus (1995: 106-112) apunta siete tipos de estrategias etnográficas para ello. En el presente estudio, se combinan dos: a) Seguir a los conflictos: acompañando procesos de ruptura, contienda y desacuerdo que involucraban a las mujeres paraguayas en sus espacios cotidianos de interacción. b) Seguir a la biografía: desarrollando entrevistas de historia de vida con las mujeres paraguayas y acompañando a través de estos relatos los procesos de desplazamiento personal y familiar.

Las entrevistas de historia de vida que analizaremos devienen de las incursiones etnográficas realizadas entre 2018 y 2019. Durante ellas se registraron en diarios de campo, fotografías y grabaciones fílmicas, las interacciones con las mujeres transfronterizas en las tres ciudades de la Triple-Frontera. Se realizaron un total de 60 entrevistas en profundidad: cuatro a misioneros católicos que trabajan en la atención a población migrante, tres a autoridades consulares, dos a mujeres argentinas, catorce a mujeres brasileñas, una a una mujer peruana, cinco a hombres brasileños y paraguayos. Todo esto se suma a las 30 entrevistas de historia de vida desarrolladas con mujeres paraguayas (que constituyen el material empírico central de este artículo).

Las entrevistas y diarios etnográficos fueron transcritos y categorizados con el software de análisis de discurso MAXQDA. La matriz analítica contemplaba seis macrocategorías -construcciones de la frontera, trayectorias de las migrantes fronterizas, inserción de las migrantes fronterizas, configuraciones del cuidado fronterizo; experiencias de violencia y Conexiones Fronterizas Sudamericanas- divididas en 130 subcódigos. En este texto, abordamos los relatos agrupados bajo la macrocategoría “Configuraciones del cuidado fronterizo”, compuesta por 22 subcódigos.

Diseño muestral

La selección de las 30 entrevistadas atendió a dos criterios iniciales. Primero, nos atuvimos a mujeres paraguayas que desempeñan sus actividades laborales en Foz do Iguaçu (popularmente conocida como “Foz”) y/o Ciudad del Este (como explicaremos en el apartado cuatro). Segundo, decidimos centrarnos en mujeres en edad económicamente activa (15-65 años) que compaginaran actividades productivas y reproductivas. Entre nuestras entrevistadas dos tenían de 15 a 25 años; doce de 26 a 35; cuatro de 36 a 45; seis de 46 a 55 y seis de 56 a 65 años. Esto responde a nuestro interés de comprender la relación entre las actividades productivas de las mujeres paraguayas, sus movilidades y el desempeño de tareas de cuidado y reproducción social. La Tabla 1 entrega un cuadro sintético de informaciones sobre las edades, lugares de vivienda, ocupaciones y situación residencial de nuestras colaboradoras.

Tabla 1 Mujeres paraguayas entrevistadas. Triple-Frontera del Paraná (2018-2019) 

SEUDÓNIMO/INICIALES EDAD OCUPACIÓN ESTADO CIVIL CIUDAD DE RESIDENCIA FECHA
1 EPM 26 años Vendedora de ajo y especias en puesto callejero Casada Ciudad del Este (Paraguay) 11/10/2018
2 Sofía 31 años Contrabandista de aceite entre Brasil y Paraguay Casada Foz do Iguaçu (Brasil) 11/10/2018
3 RBA 19 años Camarera en restaurante en Foz Soltera Ciudad del Este (Paraguay) 11/10/2018
4 Clara 39 años Cocinera en restaurante en Foz Casada Ciudad del Este (Paraguay) 11/10/2018
5 Guerrera 38 años Operaria del Frigorífico Frimeza Separada São Miguel de Iguaçu (Brasil) 16/10/2018
6 Avril 19 años Camarera en Casino Soltera Ciudad del Este (Paraguay) 16/10/2018
7 Sonia 26 años Atendiente de tienda de ropas en Foz Separada Foz do Iguaçu (Brasil) 16/07/2019
8 Silvia 51 años Vendedora de ropas en puesto en la calle en Foz Casada Foz do Iguaçu (Brasil) 16/07/2019
9 Talía 29 años Vendedora de ropas en puesto en la calle en Foz. Estudiante de enfermería en Ciudad del Este. Separada Foz do Iguaçu (Brasil) 17/07/2019
10 Mía 26 años Vendedora de ropas usadas en Foz En pareja Foz do Iguaçu (Brasil) 19/07/2019
11 Lirio Blanco 56 años Vendedora de empanadas y Terere en Foz Separada Ciudad del Este (Paraguay) 23/07/2019
12 Rosa 1 43 años Recogedora de verduras desechadas por las bodegas de Foz y las vende en Ciudad del Este. Separada Foz do Iguaçu (Brasil) 24/07/2019
13 Alicia 29 años Recogedora de verduras desechadas por las bodegas de Foz y las vende en Ciudad del Este En pareja Foz do Iguaçu (Brasil) 24/07/2019
14 María 1 46 años Vendedora de alimentos en las calles de Foz Casada Foz do Iguaçu (Brasil) 25/07/2019
15 Rosa 2 52 años Vendedora de ropas y calzados en puesto callejero en Foz Casada Foz do Iguaçu (Brasil) 25/07/2019
16 Águila 31 años Trabajadora doméstica en casa particular de Foz Casada Foz do Iguaçu (Brasil) 25/07/2019
17 G. 35 años Trabajadora de limpieza en Foz En pareja Ciudad del Este (Paraguay) 25/07/2019
18 Shakira 29 años Vendedora de empanadas y tapioca en la calle en Foz Casada Ciudad del Este (Paraguay) 25/07/2019
19 Antonia 62 años Vendedora de ropa en puesto en Ciudad del Este Separada Ciudad del Este (Paraguay) 25/07/2019
20 Rojo 56 años Vendedora de ropa en puesto en Ciudad del Este Casada Ciudad del Este (Paraguay) 27/07/2019
21 Paloma 35 años Vendedora de ropa en puesto en Ciudad del Este Casada Ciudad del Este (Paraguay) 27/07/2019
22 María 2 46 años Vendedora de ropa en puesto en Ciudad del Este Casada Ciudad del Este (Paraguay) 29/07/2019
23 EA 46 años Vendedora de ropa en puesto en Ciudad del Este Casada Ciudad del Este (Paraguay) 29/07/2019
24 Lirio 29 años Vendedora de ropa en puesto en Ciudad del Este Casada Ciudad del Este (Paraguay) 30/07/2019
25 Mujer paraguaya 43 años Vendedora de ropa en puesto en Ciudad del Este Casada Ciudad del Este (Paraguay) 29/07/2019
26 Amada 58 años Vendedora de ropa de cama y baño en puesto en Ciudad del Este Casada Ciudad del Este (Paraguay) 30/07/2019
27 Angelica 58 años Funcionaria en oficinas de atención turística en Foz Separada Foz do Iguaçu (Brasil) 31/07/2019
28 Orquídea 52 años Recogedora de verduras desechadas por las bodegas de Foz y las vende en Ciudad del Este Casada Ciudad del Este (Paraguay) 31/07/2019
29 Eulo 62 años Compradora de frutas en Foz y las vende en Ciudad del Este Casada Ciudad del Este (Paraguay) 31/07/2019
30 Fiona 24 años Recogedora de verduras desechadas por las bodegas de Foz y las vende en Ciudad del Este Separada Ciudad del Este (Paraguay) 31/07/2019

Fuente: elaboración propia con base en el material empírico etnográfico del Proyecto Fondecyt 1190056.

Veintinueve de nuestras entrevistadas tuvieron acceso a la educación formal: sólo una fue la excepción. Entre las que realizaron estudios, diez no completaron la primaria; seis poseían educación primaria completa; tres contaban con secundaria incompleta y cinco completa; dos poseían educación universitaria incompleta (una estudió Derecho, otra Administración de empresas); una poseía carrera técnica completa (en Turismo) y dos eran universitarias (estudiaban Enfermería y Derecho).

En total, diecisiete mujeres estaban casadas, ocho separadas, tres convivían con la pareja (unión de hecho) y dos solteras. Veinticinco tenían hijos e hijas, pero una de ellas no quiso responder las preguntas sobre este tema. Entre las que respondieron, el número de hijos(as) variaba de uno a nueve. Ocho mujeres -Sofia, Fiona, Guerrera, Amada, G., EA., EPM y Alicia- fueron madres primerizas entre los 16 y 18 años. Las demás iniciaron su experiencia de la maternidad entre los 20 y 30 años. El número de hijos e hijas se desglosa de la siguiente forma: Mía (2); Sonia (1); María 1 (5); Rosa 2 (5); Shakira (2); Angélica (2); Fiona (2); Sofia (3); Talía (1); Guerrera (5); María 2 (3); G (5); Rojo (4); Lirio (1); Eulo (5); ea (2); Lirio Blanco (5); EPM (2); Clara (3); Silvia (9); Amada (6); Alicia (3); Orquídea (5). Veintisiete mujeres declararon vivir en Ciudad del Este; dos en Foz do Iguaçu y una en São Miguel de Iguaçu (villa rural brasileña, a 42 kilómetros de Foz). Pero, cuando observamos dónde desempeñaban su actividad productiva, los cómputos fueron distintos: dieciséis desempeñan en Foz, ocho en Ciudad del Este y seis atravesando mercancías entre Brasil y Paraguay. Así, la mayor parte de las entrevistadas vive en Paraguay, pero veintidós desempeñan actividades productivas que las desplazan cotidianamente al lado brasileño.

Encontramos diferentes nichos de inserción laboral y modalidades de empleo entre ellas.

Es posible conjuntarlos en tres grupos:

Grupo 1. Las mujeres que trabajan en un espacio fijo de Foz: ocho son vendedoras y regentan puestos callejeros (cuatro venden ropa/accesorios/calzados y cuatro alimentos); dos son vendedoras contratadas de tiendas de ropa (magacines); dos trabajan en restaurantes (una como camarera, otra como cocinera); una trabaja como operaria de un frigorífico; dos como auxiliares de limpieza (una en residencia particular, otra en oficina pública); una como funcionaria municipal.

Grupo 2. Las que pasan diariamente por Foz, pero no desempeñan toda su jornada laboral ahí: van a buscar productos que serán contrabandeados a Ciudad del Este (seis en total). Entre ellas, dos llevaban aceite y frutas de Brasil a Paraguay en cantidades importantes. Cuatro realizaban un contrabando a pequeña escala de productos de bajo valor: recogían verduras y frutas desechadas por los comerciantes en las inmediaciones de la Central Estadual de Abastecimiento mayorista del lado brasileño (la “CEASA”), para lavarlos, limpiarlos, cortarlos y venderlos en Paraguay. Algunas también recogían zapatos y ropas usadas con este fin y solían pasar por locales de comercialización de estos productos en Villa Portes para pedir donaciones.

Grupo 3. Finalmente, de las ocho mujeres que trabajan en un espacio fijo del lado paraguayo, siete eran vendedoras de ropas o calzados en puestos callejeros de Ciudad del Este, una era camarera en un casino.

Los datos sobre el lugar de origen de las entrevistadas revelan aspectos fundamentales para entender los patrones de inserción laboral, de acceso a educación formal y de migración campo-ciudad. Veintinueve entrevistadas nacieron en Paraguay (una nació en la ciudad de São Paulo, en el estado brasileño homónimo). Entre las veintinueve entrevistadas nacidas en territorio paraguayo, identificamos un total de dieciocho diferentes localidades de origen. Solamente cuatro nacieron en Ciudad del Este y veintiséis migraron a esta ciudad, incluidas entre ellas las tres que declaraban vivir en ciudades brasileñas (dos de ellas en Foz do Iguaçu, una en São Miguel de Iguaçu). Las tres vivieron en Ciudad del Este antes de trasladarse a territorio brasileño, pero ninguna nació allí.

Dieciocho mujeres nacieron y vivieron su infancia en sectores rurales; doce lo hicieron en contextos urbanos. Entre estas últimas, todas declararon ser la primera generación urbana de sus familias: la experiencia del éxodo campo-ciudad constituía un elemento importante, que alteró las trayectorias laborales de sus madres y abuelas, transformando las expectativas femeninas de acceso a la educación y al trabajo. Además, el origen rural aparece en sus relatos como vinculado a las conexiones identitarias étnicas de sus antepasados. La mayoría expresó que sus progenitores o abuelos(as) tenían orígenes indígenas y, para todas, el guaraní había sido su primer idioma y el castellano el segundo. No obstante, ninguna de ellas se consideraba perteneciente a un grupo étnico, indígena u originario.

Marcos teóricos

Tres campos de debate teórico son necesarios para comprender los fenómenos arrojados por nuestro estudio de caso. El primero, sobre las movilidades femeninas y desigualdades de género en territorios fronterizos; el segundo, sobre los cuidados y su importancia para las mujeres que cruzan fronteras internacionales; y el tercero, sobre la Protección Social Transnacional (PST).

Los contextos fronterizos son definidos como espacios de condensación de la violencia estructural (de las desigualdades económicas, políticas y sociales) que recaen con más virulencia sobre las mujeres y los géneros no-masculinos (Morales y Bejarano, 2009: 420). Estas problemáticas ganaron centralidad analítica cuando la frontera México-Estados Unidos (EUA) emergió como un espacio privilegiado para comprender la interseccionalidad entre género, raza/etnicidad, clase y condición nacional.

Desde la década de los ochenta, diversos estudios avanzaron en redefinir a las regiones fronterizas generando categorías particulares para pensar el tipo de interconexión entre Estados-nación y localidades producidos por los desplazamientos en estas áreas (Perkmann y Sum, 2002). Fueron definidas como territorios que cobijan fenómenos multiescalares (Sum, 2003), donde la demarcación (étnica, fenotípica, cultural) de lo que pertenece a la nación es liminal (Kearney, 1991). Lo anterior refiere a que las fronteras se configuran, generalmente, a partir de relaciones dialécticas entre movilidad y restricción, legalidad e ilegalidad, pertenencia y desarraigo (Wilson y Donnan, 1998: 3). Esto las convierte en espacios plurales donde los Estados-nación actúan estructuralmente, mientras que los sujetos actúan resignificando/renegociando la jerarquización clasificatoria estatal. Para dar cuenta de estas complejidades, la investigación sobre dichos espacios debe abordar la tensión entre trayectorias subjetivas, historia y cultura (Grimson, 2003: 15).

Diversas pensadoras feministas participaron de estos debates, denunciando que la desigualdad de género constituye uno de los principales ejes de constitución de la multiescalaridad de las regiones fronterizas. El género forma la construcción cultural sobre la diferencia sexual (Lamas, 1999). Se trata de un campo de disputas materiales y simbólicas que activa procesos de dominio y poder que repercuten sobre las mujeres (y los demás géneros no-masculinos) y sobre los hombres (Mills, 2003: 42), generando dialécticamente inclusiones y exclusiones. Las desigualdades de género operan como: a) sistemas de significados y sentidos dominantes; b) determinantes de relaciones estructuradas en espacios sociales a modo de roles (diferenciados a partir de la división sexual del trabajo), prácticas, posibilidades de tránsito y/o permanencia; c) experiencias para las personas involucradas como procesos componentes de su sentido de personalidad. A este conjunto de registros de diferenciación social los denominamos mandatos de género. Según Segato (2010), esta construcción de la dominación masculina a través de los mandatos marcó la consolidación del patriarcado, inscribiendo un principio de separación jerárquica y violenta que impactaría la estructuración de todas las demás formas de diferenciación y desigualdad. Esto implica asumir a la desigualdad de género patriarcal como una forma fundacional de frontera, una inscripción estructurante de las culturas humanas que dotaría de sentido a todas las formas de diferenciación y, por supuesto, de frontera (las nacionales incluidas).

En lo que concierne al estudio de las experiencias concretas de las mujeres en espacios fronterizos, la obra de Anzaldúa (1987) constituye un hito fundacional en este campo crítico. Desde la interpelación entre la historia social y política del espacio, y respaldándose en su propia biografía, la autora constituye una intersubjetividad crítica que puntúa el lugar de las familias, mujeres y géneros no-masculinos como elementos centrales de la formación de las fronteras. Desde entonces, las aportaciones de investigadoras latinoamericanas fueron centrales para la superación de la invisibilización de las discriminaciones étnicas/raciales y de género en territorios fronterizos (Lugo, 1990; Woo, 2004; Monárrez, 2013). Al menos cuatro conclusiones de estos estudios son fundamentales: 1) La vulnerabilidad laboral que las mujeres enfrentan en estos espacios se origina frecuentemente en al ámbito doméstico, con los miembros masculinos de sus familias (Molina, 1985: 33). 2) Con la globalización y flexibilización de los mercados laborales, se intensificó la explotación del trabajo femenino en las zonas fronterizas. Los hombres se sintieron desplazados y esto culminó en brotes de violencia de género (Molina, 1985: 35-36). 3) Las mujeres enfrentan una mayor cantidad de violaciones de derechos humanos en los cruces fronterizos (Woo, 2004: 74), realidad particularmente visible con los feminicidios en la frontera México-EUA (Monárrez, 2013). 4) Las mujeres poseerían un rol dialéctico en los espacios fronterizos, experimentando procesos de sumisión y, simultáneamente, actuando como agentes de resistencia y empoderamiento (personal y comunitario) a través de sus estrategias de movilidad (Morales y Bejarano, 2009).

En este artículo, cuando hablamos de “movilidades”, nos estamos adhiriendo a este debate crítico interdisciplinar realizado por investigadoras que estudian las experiencias femeninas en territorios fronterizos. Este debate gira alrededor de la noción de que la experiencia de las movilidades transfronterizas es tácitamente dialéctica. Primero, debido a que “la movilidad es, simultáneamente, un serio tópico de análisis social y la base para la implementación de políticas excluyentes y criminalizadoras” (Pickering y Weber, 2006: 6). Pero también se debe a que, desde los noventa, las movilidades se adentraron al cierne mismo del proceso de reproducción del capitalismo como orden global: “Desde este punto de vista, la vida social contemporánea no es meramente fracturada y transitoria [...]”, sino que está “constituida fundamentalmente por una gama de movilidad de personas, bienes e información, incluido un nivel de fluidez personal sin precedentes” (Pickering y Weber, 2006: 7). Esta dimensión inexorable asumida por las movilidades no las convierte en una experiencia suave, indolora, instantánea, como supusieron algunos de los estudios del transnacionalismo migratorio. La “movilidad transnacional de algunos se logra a costa de la relativa inmovilidad o atrapamiento de otros” (Pickering y Weber, 2006: 7).

Esta definición de las movilidades engendra una concepción de la agencia de las mujeres transfronterizas según la cual las experiencias sociales de los sujetos no constituyen una obra voluntariosa. No dependen solamente de su deseo, de su consciencia o de su acción efectiva (Bourdieu, 2011: 31). Así, la agencia, comprendida como la capacidad de actuación de los sujetos sobre su entorno social, estaría enmarcada por las estructuraciones de este mismo contexto, actualizándose en “la interacción recíproca de la práctica humana, la estructura social y la mediación simbólica; una interacción contenida dentro del proceso de articulación entre una comunidad periférica y un conjunto de fuerzas socioculturales abarcadoras” (Comaroff, 1985: 1). Esto implica reconocer que las mujeres fronterizas efectivamente actúan determinando la propia historia, pero a través de mecanismos que son eminentemente contradictorios: “en la producción cotidiana de bienes y significados, ceden y protestan, reproducen y buscan transformar su situación” (Comaroff, 1985: 1).

Pese a la prolijidad de las perspectivas de género sobre las experiencias femeninas en territorios fronterizos, su agenda programática aún no ha sido puesta en común con los igualmente detallados debates sobre el género en la migración transnacional. El concepto de transnacionalismo migrante alude a los desplazamientos que experimentan las personas provenientes del sur del mundo emigradas a las grandes ciudades del norte global situadas a distancias considerables de las zonas fronterizas.4 Los debates sobre movilidades fronterizas se acercan a ciertos aspectos de la perspectiva transnacional de la migración, pero trayendo a la luz algunas de sus contradicciones (Garduño, 2003).

Por lo general, se habla de las comunidades y familias que circulan en las zonas de frontera como “transfronterizas” y no “transnacionales”, reconociendo así que la vida fronteriza constituye los campos sociales entre países de una forma diferente de la que se articula con las redes migrantes de larga distancia. Se ha propuesto la categoría “comunidad transfronteriza” como una alternativa crítica al transnacionalismo (Stephen, 2012: 456). Esta crítica se ampara en cuatro aspectos: 1) La historicidad -de lo nacional, de lo regional y de lo local- es tanto más compleja entre las comunidades fronterizas y requieren una visión refinada sobre las heterogeneidades constitutivas de los grupos sociales. Consecuentemente, la visión sincrónica, que el argumento transnacional frecuentemente reproduce, no puede ser aplicada tácitamente a las comunidades transfronterizas. 2) En los estudios transnacionales se enfatiza la acción de individuos conectados entre sí a través de la migración, que reproducen formas de “nacionalismo de larga distancia” (Stephen, 2012: 473). En las zonas transfronterizas, se engendran formas diferentes de construir la conexión entre sujetos y comunidades, demandando abandonar visiones que enfatizan la identidad/acción individual. 3) La transfrontericidad provoca una experiencia de simultaneidad entre espacios nacionales mucho más radical que la migración transnacional de larga distancia (Stephen, 2012: 473). 4) Las zonas de frontera son espacios donde las familias negocian identidades mientras interaccionan situacionalmente con dinámicas políticas, económicas y sociales macroescalares (Márquez y Romo, 2008: 1). Consecuentemente, el análisis debe centrarse en la superposición de cruces de diversas formas de frontera.

Empero, la división categórica entre transnacional y transfronterizo nos parece improductiva. En el presente texto, indagamos sobre la relevancia -en la experiencia de mujeres transfronterizas- que tienen dos elementos cruciales sobre desigualdades de género en los estudios migratorios: la resolución de las obligaciones/responsabilidades del cuidado, y la búsqueda por Protección Social Transnacional (PST). Pero, antes de adentrarnos a este debate, es imprescindible que establezcamos algunas categorías sin las cuales no será posible comprender cómo se logra encontrar una agencia femenina en el cuidado.

Los cuidados constituyen una categoría compleja de análisis (Gonzálvez, 2016). Su origen se remonta a los sesenta, cuando las luchas feministas empezaron a denunciar que la responsabilización femenina de los cuidados redundaba en desigualdades sociales generizadas. Glenn (2010) señala que el cuidado envuelve tres tipos de actividades. Primero, el cuidado directo dirigido a las personas, que incluye la atención física (alimentación, baño, aseo), emocional (escuchar, hablar, ofrecer consuelo) y servicios para ayudar a la gente a cubrir sus necesidades (comprar comida, ir de excursión). Segundo, el mantenimiento físico de los alrededores donde la gente vive (cambiar la ropa de cama, lavar la ropa, limpiar el suelo). Tercero, el fomento de las relaciones y conexiones sociales (el “trabajo de parentesco”). Desde nuestra perspectiva, esta agenda de indagaciones es central para comprender la experiencia de las movilidades transfronterizas, pero su incorporación al estudio de las mujeres en las fronteras -en estrecha relación con la emergente literatura sobre Protección Social Transnacional- es aún incipiente.

Las definiciones de la Protección Social Transnacional (PST) la asocian al uso y la provisión de cuidados formales/informales “a escala global, transnacional, internacional, nacional, subnacional y local, desde los Estados nacionales, los mercados, las organizaciones de la sociedad civil y las familias” (Parella y Speroni, 2018: 38). El concepto refiere, entonces, a las prácticas del cuidado que pueden ser ejercidas a través de las fronteras nacionales por las personas, organizaciones, instituciones, Estados, destinadas a proteger a la infancia, vejez, a los incapacitados, a las familias (Levitt, Viterna, Mueller y Lloyd, 2017: 6).

Algunos autores definen la PST como un “ensamblaje multisituado de elementos formales e informales que permiten el acceso a recursos tangibles e intangibles” para afrontar los riesgos sociales referentes al cuidado, trabajo, salud y educación (Bilecen y Barglowski, 2015: 216). Estos debates abogan por un marco heurístico multidimensional que interpreta las interfaces entre: 1) las dinámicas políticas y económicas de la globalización; 2) las políticas sociales; 3) los regímenes de bienestar/malestar y 4) las dinámicas sociales del cuidado (Speroni, 2019: 132). Su foco es la ausencia o debilidad de los sistemas de protección nacionales que requieren que los migrantes (y sus familias) negocien y combinen de forma multiescalar la protección social informal (proporcionada por redes interpersonales) y formal (proporcionada por los Estados y organizaciones) (Levitt, Viterna, Mueller y Lloyd, 2017).

Así, en la literatura sobre pts encontramos que el cuidado desempeñado por las mujeres migrantes fue abordado de cuatro formas. Primero, por estudios que teorizan el cuidado transnacional como una forma de protección social informal, que circula entre redes interpersonales de migrantes y sus seres queridos (Boccagni, 2017: 176). Segundo, por estudios que hablan del trabajo doméstico y de cuidado como parte del nicho laboral desempeñado por mujeres migrantes. Se considera que la mayoría de las mujeres migrantes insertas en el trabajo doméstico ejercen simultáneamente cuidado a la distancia con sus familiares en origen (Faist, 2014). Tercero, algunos estudios sitúan la migración como la búsqueda de una mejor salud pública que la existente en los países de origen (Lafleur y Romero, 2018). Por último, algunos trabajos se centran en el cuidado de menores que permanecen en los países de origen (Dreby, 2010; Fresnoza-Flot, 2014; Moran-Taylor, 2008).

Pese a los interesantes avances de estos estudios, este campo todavía se encuentra insuficientemente explorado en lo que se refiere a las especificidades de las movilidades transfronterizas femeninas. Atendiendo a estas reflexiones, buscaremos articular los debates sobre la protección social transnacional y los cuidados, indagando sobre su aplicabilidad en territorios fronterizos.

El contexto

La Triple-Frontera está conformada por la conurbación de tres ciudades: Puerto Iguazú (Argentina), Foz do Iguaçu (Brasil) y Ciudad del Este (Paraguay). Entre las dos últimas se sitúa la Hidroeléctrica de Itaipú. Fue construida entre 1971 y 1985 por gobiernos militares de Brasil y Paraguay, a partir de proyectos desarrollistas con impactos sociales sustantivos (Lynn, 2008). La dinamización económica impulsada por dichos proyectos provocó un sostenido crecimiento demográfico en la Triple-Frontera (Rabossi, 2004: 178; González y Staevie, 2017: 42). El lado argentino permaneció menos poblado por una decisión de los militares de no disputar presencia en las fronteras con Brasil. También encontramos una de las más articuladas infraestructuras de transporte de cargas, mercancías y personas, y el polo de comercio más activo del Cono Sur: la Zona Franca de Ciudad del Este (Lynn, 2008). Su potencial comercial fue redimensionado en los noventa, con la firma e implementación del Mercosur. Entonces, los países colindantes acordaron que el área constituiría un punto neurálgico para la integración económica, concentrando recursos en dinamizarla (Rabossi, 2004: 180).

Nuestro trabajo se centró en el lado brasileño y el paraguayo de la Triple-Frontera, cuyos entramados urbanos están conectados por el Puente de la Amistad (un trayecto de 10 minutos para cruzar dicho puente caminando). Las circulaciones y movilidades de las mujeres paraguayas ocurren predominantemente entre estos territorios. Por un lado, por la conocida laxitud fiscalizadora de las autoridades de estos países.5 Por otro, porque sus ciudades fronterizas se encuentran interconectadas en términos productivos, comerciales, urbanísticos y a través de un mercado laboral (in)formal (Fogel, 2008: 321).

Esta interconexión estimula dos principales nichos de empleo femenino paraguayo: el comercio (i)lícito e (in)formal transfronterizo y los servicios domésticos (Cardin, 2012). La presencia de mujeres en estos sectores se relaciona, además, con las desigualdades de empleabilidad por géneros en Paraguay, donde el subempleo afecta a 20 % de la población laboral (Alaimo y Tapia, 2014: 5). En 2018, el desempleo femenino era de 6.8 % y el masculino de 4.9 % (DGEEC, 2018b). La categoría ocupacional con mayor proporción de mujeres (30.5 %) era “trabajadora por cuenta propia”. La más frecuente entre hombres era “empleado/ obrero privado” (47.9 %) (DGEEC, 2018b). El ingreso promedio mensual de la población ocupada es de 2 400 000 guaraníes (370 dólares estadounidenses). No obstante, el ingreso femenino constituye 74.9 % del masculino (DGEEC, 2018b). Esta precariedad generizada también estructura el mercado laboral en los servicios domésticos: hasta recientemente las trabajadoras domésticas cobraban “60 % del salario mínimo legal vigente” (Baez, 2017: 18).6

Intentando sobrellevar estas configuraciones laborales, las mujeres paraguayas establecen dinámicas de cruces al lado brasileño (González y Staevie, 2017: 35; Rabossi, 2012: 68). Muchas se desplazan diariamente a Foz para trabajar en el comercio del barrio Vila Portes (en las inmediaciones del puente que conecta con Paraguay). Allí, ellas son la mano de obra predominante en las tiendas al por menor, bodegas de importación y venta de ropa usada, puestos callejeros autogestionados de venta de accesorios, vestimentas y calzados, restaurantes y en la venta ambulante de verduras, ajo y hierbas. Otras cruzan la frontera para trabajar como empleadas domésticas. Es común que estas dinámicas laborales sean compaginadas con el contrabando a pequeña escala. En Ciudad del Este, en las calles que colindan con el paso hacia Brasil, las mujeres paraguayas también son responsables por el despliegue del comercio a pequeña escala: como vendedoras, administradoras o propietarias de los puestos callejeros, donde comercializan ropa de cama, útiles domésticos, vestimentas y accesorios variados. Pero, más allá de esta conexión de mercados laborales feminizados, las movilidades femeninas en esta frontera se relacionan con expectativas del cuidado y con las diferencias de cobertura de servicios estatales básicos. Por lo mismo, conviene profundizar en nuestras descripciones sobre Ciudad del Este y Foz.

Ciudad del Este es la capital del departamento del Alto Paraná.7 Fue fundada en 1957 a partir de un decreto presidencial (Lynn, 2008). Entre ella y Foz corre el río Paraná. La capital departamental fue creada, precisamente, para servir de enganche territorial con Foz. A partir del golpe de Estado de Alfredo Stroessner en Paraguay (1954), las firmas de acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para determinar el libre cambio y la apertura de ingreso y tránsito de mercancías y capitales, el país devino en un centro estratégico de triangulación de artículos importados que posteriormente eran contrabandeados hacia Brasil y Argentina (Canese, 2018: 255; Rabossi, 2012: 65). Debido a su ubicación geopolítica, Ciudad del Este catalizó esta “vocación paraguaya”, transformándose en el más importante mercado de distribución de productos chinos en Sudamérica. Cuenta con muchas tiendas, centros comerciales, comercio informal callejero y redes de contrabando hormiga (principalmente con el lado brasileño) (Rabossi, 2012: 65; Fogel, 2018: 276). Actualmente es la ciudad con mayor crecimiento demográfico en la Triple-Frontera. En el último censo paraguayo (2012), tenía 312 652 habitantes.

El modelo neoliberal de la economía paraguaya se profundizó con la presidencia de Horacio Cartes (2013-2015), quien instauró un proceso de privatización y congelamiento del gasto público social (Canese, 2018: 252) que repercutió en dramáticos recortes en salud y educación (Canese, 2018: 245), provocando el escaseamiento de medicamentos e insumos (Canese, 2018: 252). El gasto ejecutado por el Ministerio de Educación y Cultura se redujo 80 %, por debajo de los niveles mínimos estipulados por la Constitución (Moliniere, 2016: 49).

El Alto Paraná presenta estadísticas de baja cobertura de protección social. Sólo 42.3 % de los habitantes aportan a algún sistema de jubilación (DGEEC, 2018a). En la educación los datos no son mejores. En términos formales, la Constitución del Paraguay (1992) define la educación como un derecho humano, de carácter obligatorio y gratuito desde preescolar hasta la secundaria (educación media) (Moliniere, 2016: 3-5). Empero, este derecho no se concretiza, debido a la mala gestión y la carente articulación entre gobernaciones, municipalidades y el Ministerio de Educación y Cultura de los recursos destinados a la educación (Moliniere, 2016: 13). La población con cobertura de seguro médico privado constituye 26.5 % del total: 73.5 % utiliza la salud pública (DGEEC, 2018a).8 Pero sólo 68.4 % accede realmente a alguna atención sanitaria (DGEEC, 2018a). Nuestras entrevistadas consideraban la salud pública “de muy mala calidad” en Ciudad del Este, como veremos.

La baja provisión estatal de servicios de la salud y educación, el incremento de desempleo y el aumento del empleo informal impactan en mayor medida a las mujeres en Ciudad del Este: las estadísticas oficiales identifican niveles más altos de vulnerabilidad y empobrecimiento femenino en la localidad (DGEEC, 2018b). Estas circunstancias conforman un incentivo al constante movimiento transfronterizo femenino hacia Foz (Baez, 2017; González y Staevie, 2018).

Foz do Iguaçu se localiza en el estado brasileño del Paraná. Fue fundada en el siglo XIX (Renoldi, 2013), pero su crecimiento poblacional y económico empezó a acelerarse en 1965, con la construcción del puente que la conecta con Paraguay (Lynn, 2008). Foz representó para la dictadura militar brasileña (1964-1986) un territorio prioritario de despliegue del proyecto nacionalista de hegemonía militar sobre los países vecinos (Ribeiro, 2006: 53). La construcción de las grandes obras militares, entre ellas, la hidroeléctrica de Itaipú, enmarcó la formación de sendos complejos públicos brasileños en la Triple-Frontera (Heller, 1988): redes de carreteras, aeropuertos y servicios públicos (escuelas, universidades y el principal hospital público de la región). Todo este complejo de obras y servicios popularizaron entre los habitantes locales la hegemonía estatal brasileña. Mientras la hidroeléctrica estaba en construcción (1975-1986), se demandó mano de obra masculina en larga escala (Ribeiro, 2006). Los sueldos eran bastante elevados comparados con otras ciudades brasileñas, atrayendo una ingente migración interna. En el imaginario de los habitantes, esto alimentó una asociación directa entre el régimen militar y una era en la que Foz vivía una bonanza (económica, laboral y de servicios), que se agotó con la conclusión de la construcción de la hidroeléctrica en 1986 (cuando se inició la transición democrática). La democracia marca, entonces, un momento en que el mercado laboral de Foz consolida el desempleo de trabajadores que iniciarán el contrabando a pequeña escala con Ciudad del Este. Entre 1986 y 2008, la ciudad se convirtió en un centro nacional de peregrinaje de personas que pernoctaban allí para comprar en Paraguay y, luego, con el contrabando, llevar estos productos a diversas regiones brasileñas (Rabossi, 2012). En este periodo, Foz entró al circuito internacional del narcotráfico, economía que reestructuró violentamente todo el entorno local. A partir de 2004, el comercio con Ciudad del Este entró en desaceleración y Foz se reorientó al turismo.

En 2018, Foz contaba con un total de 258 532 personas (IPARDES, 2019: 12) de diferentes orígenes, tanto internacionales como del propio Brasil. El predominio de una población mayoritariamente autopercibida como blanca se relaciona a la inmigración de familias europeas (Ledezma, 2014: 14). Esta presencia eurodescendiente constituyó una jerarquía social que impactó la estructura económica local (Myskiw, 2002: 31). Estableció “una comunidad eurocéntrica, cristiana, ligada no sólo a la Iglesia, como también a las compañías colonizadoras” (Ledezma, 2014: 27). En ella, los “grupos indígenas y afrodescendientes son vistos como sinónimo de decadencia, de barbarie, y deben, por eso, extinguirse” (Ledezma, 2014: 40). En el imaginario local, la población paraguaya -particularmente las mujeres- son concebidas como indígenas y sufren discriminaciones cotidianas de parte de tanto por hombres como por mujeres brasileñas (González y Staevie, 2017).

Foz presenta niveles de acceso a servicios de protección social bastante superiores a los de Ciudad del Este. Según el último censo brasileño (del 2010), 96.4 % de la población entre 6 y 14 años se encontraba matriculada en algún nivel de enseñanza en general (IBGE, 2019). La ciudad cuenta con un total de 130 instituciones de educación básica y media de carácter público federal, estatal y municipal (INEP, 2018) y con 39 instituciones de carácter privado en estos mismos niveles educativos (INEP, 2018). Cuenta, además, con dos importantes instituciones de educación superior públicas de carácter federal (la Universidad de la Integración Latinoamericana y la Universidad del Oeste del Paraná), y nueve de carácter privado (IPARDES, 2019: 19). Desde inicios del siglo XX, la oferta, la gratuidad y la calidad de educación pública en Brasil impulsaron una percepción de optimismo y estabilidad en el curso de vida para jóvenes pertenecientes a grupos sociales excluidos, fenómeno que no se observa en Paraguay (Kessler, 2010: 59).

En lo que concierne a la atención médica, la presencia estatal del lado brasileño es notoria. Foz cuenta con 63 establecimientos de carácter público (IPARDES, 2019: 35-37). Entre ellos, el “Hospital Ministro Costa Cavalcanti” (HMCC) -popularmente llamado “el Costa”-. Maidana (2018: 39) identifica que las autoridades de Foz, en contraste con las de Ciudad del Este y Puerto Iguazú, concentran mayormente sus acciones y recursos en la administración de la salud pública. Esto redunda en políticas asimétricas entre los países, moviendo población paraguaya y argentina al lado brasileño (Maidana, 2018: 41). Los habitantes de Foz perciben esta realidad como un problema (Maidana, 2018: 68). Así, además de los flujos laborales de las mujeres paraguayas desde Paraguay a Brasil, se identifican también desplazamientos femeninos fomentados por la búsqueda de servicios sociales como educación y salud. No existen cifras oficiales sobre este fenómeno debido entre otras cosas, al estatus laboral informal de la mayoría de las paraguayas en Foz (González y Staevie, 2017: 41).

Según TM9 y CC10, el sistema público de salud de Foz atiende de manera gratis a cualquier persona (independientemente de su nacionalidad y estatus documental) solamente en el servicio de emergencias. El acceso a la atención para consultas, vacunas, tratamientos kinesiológicos, psicológicos o el acceso a medicaciones con subvención estatal y a la educación pública sólo están disponibles para la población paraguaya que se arraigue en Foz, ya fuera a partir de la tramitación de una visa de residencia del Mercosur o a partir de la nacionalización. La visa fronteriza, a su vez, permite que trabajadores y trabajadoras paraguayos se desempeñen diariamente en el lado brasileño de la frontera con todos los derechos laborales cubiertos, pero demanda que residan en Paraguay. Por lo mismo, no facilita acceso integral al sistema de salud o educación públicos brasileños.

La mayor parte de las paraguayas que entrevistamos, que trabajaban diariamente en Foz, preferían ahorrar recursos para tramitar la visa del Mercosur -cuyas tasas son más elevadas que las de la visa fronteriza- para tener acceso a los servicios públicos. El problema está en que esta visa, a partir de su segundo año, demanda la tenencia de un contrato de trabajo y quienes los emplean en Foz se niegan a concederlos. Según TM y CC, muchos empleadores mantienen relaciones de explotación laboral con las mujeres a sabiendas de que ellas soportarán estas circunstancias por la posibilidad de tener un contrato y acceder a la visa Mercosur.

Representaciones de las mujeres sobre los perfiles femeninos

En esta sección, mostraremos cómo las mujeres de los diferentes perfiles que identificamos se describían entre sí, diferenciándose de las demás. El primer grupo, conforme explicitamos en el segundo apartado, presentaban más bajo acceso a la educación formal y relataron las peores condiciones de vivienda. Para ellas, la frontera y el movimiento transfronterizo son una “oportunidad”. Este es el caso de Alicia, que limpia verduras desechadas en Foz para venderlas en Paraguay y que fue abandonada por su pareja cuando estaba embarazada: “Para mí que, en la frontera, uno puede hacer más cosas siendo mujer. Para mí que es más fácil” (Alicia, 2019).

En sus diferentes ocupaciones, ellas deben hacerse con la explotación laboral, la humillación y las agresiones verbales de clientes y empleadores brasileños:

Hay patrones que le tratan mal, luego, a los funcionarios, por ser paraguaya o por ser patrón. Y porque ella es una empleada, le tratan mal. Mi mamá ha sufrido mucho por eso también. Por culpa de que trabajó en una casa rica: le trataban muy mal. Le hacían comer en otra mesa y esas cosas. Sufrió mucho también. La humillaban. Ella pasó por mucha humillación. (RBA, 2018)

Cuando llegué a Foz, yo trabajaba como criadita. Al llegar ya trabajaba como criadita. Eso es, que te vas con una señora a trabajar, que te manda a hacer toditas las cosas, todos los días. [...] Sí, 4 años trabajé así. [...] Cuando eres chiquitita no piensas nada. A veces te retan porque haces las cosas mal, la verdad. Porque venir del campo a la ciudad es diferente. No saber qué es electricidad, por ejemplo. Yo no sabía qué era electricidad. Allá nosotros no teníamos. A veces te retaban y otras todo bien. No me pagaban; era más por la comida y el hospedaje. (María 1, 2019)

Este sería un perfil de mujeres más expuestas a los malos tratos, a la discriminación y a la explotación laboral. Lo anterior se refuerza por la percepción, por parte de la población brasileña, de que son mujeres pobres e indígenas (para todas ellas, el guaraní era el primer idioma, y el castellano el segundo).

El segundo perfil correspondía a mujeres paraguayas que trabajan en el centro de Ciudad del Este como comerciantes (callejeras o en negocios). La mayor parte de ellas también tenía orígenes rurales y crecieron en familias marcadas por la violencia de género y por el bajo acceso a la educación y salud públicas. Pero desarrollaron sus familias compartiendo labores productivas y reproductivas con una figura masculina. Éste es el caso de ea, vendedora de ropas. Con un fuerte apoyo de su pareja y equidad en la distribución de las labores, ella nunca se planteó el movimiento transfronterizo a Foz como alternativa laboral. Considera que esta estrategia vulnera a las mujeres paraguayas que la desempeñan:

Por ejemplo, la persona que se va a trabajar comenta que es un poco difícil. Porque no se le trata bien [a las paraguayas]. Allá en Brasil, dice que se le trata diferente. En Brasil tratan diferente, porque nos dicen que somos ignorantes. “Paraguayas ignorantes”, así nos llaman. Gracias a dios, no he trabajado allá. (EA, 2019)

Mujeres como EA tuvieron poco acceso a la escolaridad, pero sus hijas e hijos accedieron a los estudios universitarios. Cuando les preguntábamos si habían planteado alguna vez realizar trabajos transfronterizos en Foz, respondían enfáticamente que no lo harían (“gracias a dios, no”, dice EA), pues trabajar en Brasil implica abusos, explotaciones, discriminaciones y violencias. Para ellas, ir a Foz era algo excepcional, como nos comentó Amada, otra vendedora de ropas del centro de Ciudad del Este:

Yo a veces me voy para Foz para comprar alguna cosita. A veces, no sé. No puedo decirte [si le gusta Foz], porque sólo un ratito voy. [A comprar] Zapato; hay mucho zapato y ropa, también hay mucha. No sé; no puedo decirte porque hace tiempo que no voy. (Amada, 2019)

Incluso su percepción sobre las distancias espaciales entre las ciudades era distinta. Ellas enfatizaban la lejanía entre el lado brasileño y el paraguayo y la dificultad del cruce fronterizo. Según EA: “Allá en Foz, por ejemplo, para nosotros es difícil trabajar. Porque nos queda lejos. Y hay que cruzar el puente, todo es un caos” (EA, 2019).

El tercer perfil, aquellas mujeres de sectores socioeconómicos aventajados y que no se plantean ni la inserción laboral como vendedoras en Ciudad del Este, ni el cruce diario hacia Foz, como en el caso de Angélica -profesional que trabaja en una oficina turística del lado brasileño- establecen experiencias de movilidad que se acercan más a la migración con arraigo, que a la movilidad transfronteriza cotidiana. Esto se debe a que ellas accedieron a la formación educacional -tienen otras opciones de empleabilidad-, a que son consideradas “blancas” en Brasil y a que sus familias tienen redes con las élites locales brasileñas. Ellas viven la frontera como un espacio de “igualdad”:

Están juntos los países. Y ¿qué te enseña? Yo te puedo decir qué te enseña: te enseña la tolerancia, que somos iguales, que no importa la raza, de qué lado vive tu familia. Lo que importa es lo que está dentro de la gente. (Angélica, 2019)

No obstante, son conscientes de que esta igualdad no es la realidad de muchas de las mujeres paraguayas en Foz:

Quizás esa gente que ha sido pobre, que vive en la miseria, a lo mejor por ahí habrá diferencia. [...] Como yo trabajo y mi familia siempre fue de buena condición [...] Entonces nunca tuve esa cosa de necesidad [...] Quizá, para las mujeres pobres, la frontera sí es una oportunidad para subsistir. (Angélica, 2019)

Esta diferenciación de perfiles permite establecer un hallazgo etnográfico inicial: las mujeres que buscan la estrategia transfronteriza hacia Brasil son aquellas que enfrentan más sobrecargas productivas y reproductivas familiares y se encuentran en una posición de mayor vulnerabilidad socioeconómica en Paraguay. Así, son las mujeres más vulnerables las que encuentran en la estrategia transfronteriza una alternativa para sus problemas. Considerando estos aspectos, en las secciones que siguen, nos detendremos en las experiencias de las mujeres paraguayas que provienen de los sectores más vulnerables. Para ellas, como decía Angélica, la frontera es una oportunidad.

Sobrecarga y sobreespecialización

Entre las mujeres paraguayas más vulnerables, varias enunciaron una dimensión contradictoria con relación a sus experiencias del cuidado. Ellas las perciben simultáneamente como sobrecarga y como parte de los saberes femeninos que les dota de una agencia diferenciada, de una sobreespecialización. Analicemos estos siete elementos.

Primero, esta sobrecarga aparece en los discursos de las mujeres más vulnerables como el motivo principal de sus movimientos transfronterizos hacia Foz. Talía, vendedora de ropa en un puesto callejero del lado brasileño, quien empezó a cruzar la frontera debido a la crisis del comercio en la zona franca paraguaya, lo explica:

Por eso es el problema... No pude, era mucho. Mucho compromiso para mí. Llegué en un tope que no se podía más: ya no podía más con todo. Uno lo ve por las bajas de las ventas. Verdad que el comercio bajó mucho [en Ciudad del Este]. Antes, vos, tranquilo. Vos te bancabas todo: el alquiler, la comida, la vestimenta, la salud, la enfermedad. Todo y se podía. Pero, con la baja del comercio, ya no. (Talía, 2019)

Segundo: en su relato, vemos que la labor femenina es lo que permite la protección social de la familia (en la salud y en la enfermedad), así como la totalidad de elementos necesarios para la reproducción y continuidad de la vida familiar (alquiler, comida, vestimenta). Pero, en tercer lugar, este exceso de responsabilidades implica una vida sin posibilidades de descanso:

Llego a casa y hago la comida rápido, porque mi hijo se va a la escuela. A veces compro comida hecha, depende de la hora. Cocino, le baño a él, le preparo, le llevo a la escuela y, después, vengo a Foz a lavar ropa, hacer aseo, todo lo que se hace. Yo me acuesto a las 20:00 muy cansada. Por eso me duele siempre la espalda. Yo me duermo a las 20:00, 20:30 o las 21:00. Me levanto a las 3:00. [...]. Yo no descanso, es que las mujeres no descansan en la frontera. Sí, es cansador. Yo no doy más. Casi todas las mujeres. (Shakira, 2019)

Sonia, comentando la diferencia entre su rutina y la de su expareja, explicita la desigualdad de género cotidiana que esta sobrecarga femenina implicaba:

Los dos entrábamos en un horario a la tienda acá en Foz. Y en esos interines, yo llegaba cansada y tenía que limpiar la casa, la cocina, hacer de todo para nuestro almuerzo. Llegaba a dormir a eso de las 23:00, por ahí. Y él simplemente se bañaba, se acostaba y veía la televisión. (Sonia, 2019)

Lo mismo aparece en el relato de Guerrera, que trabaja en una planta procesadora de pollos en las inmediaciones de Foz: “Yo hacía más cuidado. A parte del estudio, de la iglesia, de la educación. Él [su pareja] me dejaba todito encima. Limpieza de la casa, por ejemplo: él nunca ayudó, sólo yo y mi hijo y mi hija” (Guerrera, 2018). Así, además de la ausencia masculina en los cuidados del hogar, está también la ausencia en el cuidado de los hijas e hijos. En muchos casos, como el de Talía, las parejas tampoco contribuían económicamente. Los relatos apuntan a que estos patrones de sobrecarga y ausencia masculina son un elemento transgeneracional en la estructura familiar:

Mi papá no se preocupaba. Mi mamá fue mi papá. La cosa fue siempre... No fueron iguales, siempre. [...]. Cuando uno tiene casa, yo creo, cuando tiene casa tú y tu marido, tiene igual derecho de cuidar a la casa y el matrimonio. Él no llegó a cuidar: se olvidó y se fue. (Guerrera, 2018)

Cuarto: el relato de Guerrera permite establecer que el cuidado es visto como un “derecho”. Esta percepción delimita la dimensión positiva del cuidado como agencia para estas mujeres.

Quinto: varias de ellas relataron que, en sus familias, el acceso a la educación que permite la especialización laboral era un beneficio masculino. Padres y madres reproducían la noción de que las mujeres debían aprender las labores domésticas y del cuidado, o las labores productivas que no demandasen estudios. Haber sido privadas de herramientas para conseguir mejores salidas productivas empujaba a las mujeres a la sobrecarga, puesto que debían sostener económicamente a la familia mediante trabajos infrarremunerados y con elevado nivel de explotación (en tiempos, cargas físicas, malos tratos).

Sexto: ellas explicitan que, debido a su explotación productiva/reproductiva, terminan desarrollando unos conocimientos particulares, vinculados a su sobreespecialización. Con ello nos referimos a la capacidad flexible de hacerse con diferentes tareas, de realizarlas con eficiencia y de disponer de los conocimientos y herramientas necesarias para toda la complejidad de prácticas que implican el sostenimiento de las vidas en las familias y su compaginación con el mercado productivo. Para las mujeres, estas capacidades y estos conocimientos son una potencia femenina, una forma propia de agencia.

Para mí, la mujer paraguaya es una maravilla de mujer. Porque, primero, la mujer paraguaya no elige el trabajo que hace. Hace el trabajo que se le presente. Hace de todo y lo primero que ellas piensan es en su familia, en sus hijos. Para mí, por ejemplo, a mi manera, mis hijos es mi vida entera. Yo digo a todos. Les digo y ahora te voy a decir a vos también: por mis hijos yo muero. Y es capaz que mate también. Sí, por mi hijo yo hago todo. (Rosa 2, 2019)

Como el relato dilucida, la sobreespecialización está vinculada al mandato de “cuidar a los/ las hijos/as”. Por un lado, se enuncia una imposibilidad decisoria, puesto que las mujeres no pueden elegir el trabajo: deben hacer lo que les surja con tal de poder cuidar a la familia. Pero, por otro, aparece una potencia femenina: la capacidad de hacerlo todo, incluso definir la vida y la muerte por las hijas y los hijos (“por mis hijos yo muero. Y es capaz que mate también”). Esta sobreespecialización constituye, consecuentemente una estrategia productiva y una configuración de autopercepción identitaria que permite el empoderamiento tanto en la estructura familiar, como en el espacio público/laboral:

Yo trabajo de todo. [...] Yo hacía limpieza, lavaba ropa, planchaba, cocinaba y cuidaba de dos chicos mellizos. Yo trabajaba mucho, pero a mí me gustaba trabajar. Porque la gente que quiere trabajar sabe hacer las cosas, tiene interés. Trabajaba, así yo me formé en el trabajo que hasta ahora hago acá. (Lirio Blanco, 2019)

Séptimo: el movimiento transfronterizo constituye una forma de diversificar el rol reproductivo de las mujeres y configurar su agencia desde una posición y disposición pública (Monreal, Cárdenas y Martínez, 2019: 91). La vinculación entre la posibilidad de estar en el mundo productivo y la salud emocional y psicológica de las mujeres aparece en varios relatos:

A mí me gusta estar acá [en Foz]. Me gusta. Cuando no vengo; no sé... Me entristece. Pero quiero venir, quiero pasar el puente. Tengo que venir, tengo que atravesar: me acostumbré. [Cuando no viene] Estoy en casa limpiando, cuido a mi bebé. Yo lo cuido. Cuando vengo, ella se queda con mi mamá. Me gusta, me hace feliz. Cuando no vengo, extraño a mis clientes. (Mía, 2019)

Agencias especializadas

En la sección anterior mostramos la relación dialéctica entre la explotación de las mujeres en la frontera y su contradictorio empoderamiento a partir de las habilidades y sobreespecialización que esta explotación conlleva. Aquí, mostraremos cómo las mujeres constituyen una agencia en respuesta a las dificultades de sostenimiento de su cotidianeidad transfronteriza. La identificamos en dos estrategias principales: 1) la construcción de redes de cuidado comunitario transfronterizo; y 2) en el uso del cruce fronterizo para incrementar la protección social sanitaria y educacional de su familia.

Redes de cuidado comunitario

Observamos el desarrollo de una solidaridad horizontal femenina estructurada en torno a prácticas de cuidar y ser cuidado. Estos cuidados constituyen una respuesta a la reproducción de los mandatos de género en la frontera. Permiten que las mujeres compartan estrategias, conocimientos y saberes para enfrentar las dificultades diarias. Shakira, vendedora de empanadas y tapioca en Foz, lo explicaba así:

Ellos [los/as paraguayos/as] necesitan [cuidados] también. Cuando yo era chiquitita, las personas me ayudaron y ahora, si puedo hacerlo, yo lo hago también. Algunos no tienen plata y vienen [a Foz] y yo les doy nomás. Después, cuando tienen, me pagan y ya. Hay muchos que me deben así. Yo, hace cuatro años que trabajo acá. Todo el mundo me conoce. [...] Porque se nota cuando una gente viene acá y te habla muy bien. ¿Cómo te voy a decir? Son humildes. Algunos vienen para llevar verduras y yo me doy cuenta cuando una persona es humilde; es de buena fe. Yo ahí trato con el mismo cariño que ellos me tratan. Y por eso empecé a quererlos. Yo conozco a todo el mundo acá. No conozco sus casas, pero los conozco a ellos y vienen, saludan. Somos como una familia grande acá. (Shakira, 2019)

La expresión “somos una grande familia” indica la constitución de un sentido de solidaridad fuerte, lo suficiente para que las mujeres lo enuncien como un parentesco por afinidad. Shakira lo remarca cuando nos explicita que “no conoce las casas” de las/los trabajadores transfronterizos/as paraguayos/as -intimidad esperable para una familia-, pero que esto no importa. La solidaridad y reconocimiento mutuo están: ellos se tratan con “el mismo cariño”. Estas prácticas están vinculadas, para las mujeres, con un ejercicio de cuidado. Lirio Blanco, vendedora de empanadas y tereré11 lo afirmaba al explicitarnos que “estamos bien, no hay peligro [en Foz] porque estamos mucha gente. Y todos cuidan uno del otro” (Lirio Blanco, 2019).

Estos cuidados están vinculados, además, con las redes comunitarias y vecinales de las mujeres en Ciudad del Este. Si bien las hijas mayores quedan frecuentemente a cargo de las hermanas y hermanos, las redes vecinales amortiguan estas cargas:

Uno [hijo/a] más grande cuida de otro, de los hermanos. Vos tenés que saber cómo vivir con los vecinos. Los vecinos también te cuidan, atienden. Los cuidan los vecinos, atienden. Porque, por ejemplo: yo vivo bien con mi vecino. Y yo encargo con mi vecino por mirarme a los hijos y ellos se cuidan uno de otro. Y así crece: uno estudia, lleva el otro. Y yo pongo la necesidad. Y siempre salgo temprano y vuelvo a casa a la tarde. Nunca me he quedado del otro lado [de la frontera]. Siempre cuido bien de mis hijos. Siempre, siempre regreso. Siempre. Todos los días: compro mercadería, vengo con mercadería. No dejo faltar nada a los hijos y enseño cómo vivir. Porque nuestros hijos aprenden de nosotros. (Lirio Blanco, 2019)

Los mandatos de cuidado de Lirio Blanco están simbólicamente asociados para ella con el acto de volver, diariamente, a Ciudad del Este. Así, “cuidar bien de los hijos” implica ir a buscar recursos del lado brasileño, pero devolverse siempre. La insistencia con que nos repite la expresión “siempre” apunta a que el peso moral de dejar las hijas e hijos a cuidado ajeno sería insostenible sin el regreso a casa. Estos son valores compartidos con los vecinos y las vecinas entre quienes se distribuyen apoyos de cuidado familiar.

La estructura familiar también juega un rol importante en estas estrategias, operando como una red local feminizada. La cercanía con los y las familiares es uno de los elementos que las mujeres computan para ecualizar la movilidad fronteriza y los cuidados. Alicia, que recoge verduras desechadas por las bodegas de Foz para venderlas en Ciudad del Este, nos explicaba:

Mi hermana se queda en mi casa. Ella trae a su hijita y viene a casa a cocinar. Yo le dejo su mandioca para su comida y yo me vengo. Pero vengo una vez a la semana. Ahora último no vengo todos los días. (Alicia, 2019)

Igualmente, para Fiona -quien también recolecta verduras en Foz-, la actividad productiva transfronteriza depende del apoyo de su hermana en los cuidados de su hija pequeña. Notamos, así, que estas prácticas constituyen, dialécticamente, una sobrecarga de las mujeres que se quedan al cuidado de las y los menores, pero, simultáneamente, consolidan una cadena transfronteriza del cuidado que permite la salida productiva de aquellas que trabajan del lado brasileño.

La adaptabilidad de estas mujeres, su capacidad de sobreespecialización (en comparación con los hombres), constituye una herramienta estratégica que les permite la inserción en las faenas transfronterizas: “Yo creo que trabajan aquí más las mujeres [...] Para los hombres es un poco más difícil encontrar trabajo [en Foz]” (Shakira, 2019). Así, cruzar la frontera para acceder al trabajo productivo fuera del hogar les permite desplegar múltiples estrategias y aprendizajes fundamentales para sortear las dificultades del desempeño del trabajo informal (Jiménez, 2018).

Los relatos muestran cómo, a través de la solidaridad femenina, estas estrategias van siendo socializadas. Rosa 2, que detenta un puesto de ventas de ropa callejero en Foz, contó que vendía como ambulante, y pasaba a diario por una esquina donde otras mujeres paraguayas tenían puestos de venta de hierbas medicinales. Fueron estas mujeres, a quienes conoció en la calle, quienes la ayudaron a poner su puesto junto al de ellas para vender sin tener que caminar (había desarrollado lesiones en la espalda por cargar peso). Así, las mujeres la protegieron; le explicaron cómo montar la mesa, dónde alquilar un galponcito para dejar la mercadería por la noche, dónde usar el baño. Todas estas estrategias constituyen conocimientos femeninos para sortear las dificultades de estar a diario en la intemperie vendiendo. Entre sí, las mujeres de esta esquina (conocimos a todas) se cuidan y cuidan también sus mercancías.

Las trabajadoras domésticas también desarrollan mecanismos de resistencia a las condiciones laborales que incorporan la flexibilidad fronteriza y la informalidad, que caracteriza las relaciones laborales allí. Apropiándose de estas lógicas, establecen sistemas de rotación y abandonan los trabajos cuando las condiciones se hacen insostenibles:

[La empleadora] era muy buena, buenísima. Sí, pero después fue acostumbrándose. Porque yo le daba su gusto también: me quería demasiado después. Tres años duré. Es que a mí no me gusta trabajar tanto tiempo. Cuando ya se acostumbran a ti es que ya, después, te hacen trabajar en cosas que no corresponden a tu trabajo. Y, entonces, salí de ahí. Como yo dormía ahí, ellos me despertaban para que cuidara a la nena. Y ellos se iban a bailar, a tomar en la noche. Y eso a mí no me gustaba. Me pagaban, pero no me pagaban por cuidar a la nena de noche. Y, ahí, salí de ellos. Sí, porque ya no me gustaba más. (Mía, 2019)

Muchas de ellas compaginaban la actividad como trabajadoras domésticas con circuitos comerciales, flotando de la una a la otra para esquivar procesos de explotación. Así, la informalidad del mercado fronterizo es capitalizada por las mujeres a partir de estrategias de autoempleo en el comercio, a las cuales recurren con la ayuda de otras mujeres.

Incrementar la protección social educacional y sanitaria

Las movilidades transfronterizas femeninas paraguayas son también una estrategia para aumentar la protección social educacional y sanitaria de sus familias. Sus relatos permiten observar, primero, que consideran deficitaria la salud y la educación públicas en su país. Hablan de la mala calidad de los cuidados médicos estatales, explicitando que, incluso en la red pública, hay que pagar cantidades extra de dinero para comprar medicamentos y realizar procedimientos. Afirman, asimismo, que la salud privada paraguaya es buena, pero inaccesible para la mayor parte de la población. Lo mismo aparece, además, en referencia a la educación: “porque hay mucha gente que no puede, también, por los gastos económicos. Y también porque las escuelas públicas aun así sean públicas, vos tenés que pagar una cuota: sí o sí se paga” (Talía, 2019). Una de nuestras entrevistadas, vendedora de ropas en Ciudad del Este y que quiso identificarse como “Mujer Paraguaya”, lo explicó así: “en Paraguay, por ejemplo, el gobierno no se preocupa por educación y salud. Uno tiene que trabajar para estudiar y para tener salud porque todo se paga. El sistema público no funciona” (Mujer Paraguaya, 2019).

Simultáneamente, ellas consideran que los servicios de salud y de educación en Brasil son de mejor calidad. Encuentran positiva la cantidad de establecimientos públicos sanitarios, la infraestructura y los equipos del lado brasileño de la frontera. Apuntan, asimismo, a una diferencia de posicionamiento del personal médico:

En Paraguay, lo que nuestros profesionales se creen mucho. Piensan en ellos nomás, ¿entendés? Que ellos están allá arriba, que son intocables. O que lo que dicen ellos, se hace. [...] El lado brasilero ¿sabes por qué me gusta? Porque ellos [el personal de salud en Foz] están siempre. En emergencias, hacen de todo por sus pacientes. Y cuando vos les llamas, ellos están ahí al toque. En Paraguay, no. Vas a esperar dos o tres horas y nunca te llega. Ese es el problema de allá: tipos a los que muy poco les importa la salud de los demás. (Talía, 2019)

Así, el desplazamiento en búsqueda de cuidado médico del lado brasileño constituye una de las estrategias de movilidad transfronteriza: las mujeres se mueven a partir de la percepción de una (des)ventaja relativa de protección social pública de salud en Paraguay. Inicialmente, este desplazamiento se consolida sólo entre las ciudades fronterizas. Pero, luego, ellas van conociendo el sistema público brasileño, entrando en contacto con la red de Foz y, posteriormente, incluso se desplazan hacia otras localidades brasileñas. Esto nos cuenta Avril, joven paraguaya que, debido a una grave enfermedad, desde pequeña fue llevada por su madre a atenderse en el Hospital Costa, de Foz. Los profesionales de salud de este hospital recomendaron su traslado a São Paulo, en la región sudeste de Brasil (a 1 000 kilómetros de la frontera). Así, la joven estuvo por 17 años viajando desde Ciudad del Este a São Paulo:

Hasta los 17 años estuve así: con millones de medicamentos, millones de medicamentos, yo tomaba. Y cuando me descompensaba, corticoides. De todo tipo de medicamentos tomaba. Pero ellos me dejaban volver. Pero cada dos meses, cada tres meses, sí o sí tenía que ir a Sao Paulo. ¡Toda la vida! Ahora, conseguí acá en Foz mi tratamiento. Por eso ya no nos vamos allá. (Avril, 2018)

En lo que concierne a la educación, por lo general, las mujeres no proyectan obtenerla para sí mismas en Brasil: esperan que sus hijos e hijas puedan acceder a la escuela pública en Foz. Muchas encuentran fundamental que los y las menores aprendan portugués para poder tener herramientas para la vida en el comercio/servicios transfronterizos:

Vinimos por los estudios mejores. Por mis hijos: ellos aprenden desde chicos todo portugués. Y me interesa, porque aquí en la frontera tú tienes que preparar a tus hijos. Yo no voy a estar toda la vida con ellos. Entonces, ellos aprenden. Acá tú plantas y cosechas: tú tienes que aprender inteligencia, saber vender, saber negociar y hay que preparar los chicos. ¡El colegio municipal es bueno! Mucho más bueno que el de Paraguay. (Guerrera, 2018)

La constitución de parejas con brasileños permite que las hijas y los hijos tengan la nacionalidad del padre y, con ella, el derecho irrestricto de acceso a los servicios públicos. El reconocimiento de la nacionalidad, empero, implica un caro proceso burocrático. Así, las mujeres planifican el ahorro de los recursos para la regularización documental como parte de los cómputos necesarios para establecer la vida entre un lado y otro de la frontera:

Solamente es pa tener tiempo [...] Sí, él [su marido] es brasilero y yo también tengo documento. Mi chico podrá estudiar, o venir al hospital ¡Todo! ¡Trabajar! Sí, entonces pensamos hacerle [los documentos brasileños al hijo]. Pero yo mandé a hacer recién el mío, entonces estamos esperando. Pero vamos a hacerle. Yo le dije a mi marido, es muy buena la oportunidad. (Clara, 2018)

Dialécticas de la oportunidad

A lo largo del artículo analizamos los procesos de sobrecarga y sobreespecialización de un perfil femenino específico de paraguayas transfronterizas: mujeres de clases pobres, jefas de hogar y que componen la primera generación urbana de sus familias. Mostramos los abusos y explotaciones a las que están expuestas y cómo sus movimientos transfronterizos entre Ciudad del Este y Foz son motivados por intentar resolver de mejor manera su sobrecarga productiva y reproductiva. Consecuentemente, estos movimientos transfronterizos constituyen formas de responder a las múltiples vulneraciones (socioeconómicas, de género, de clase) que ellas experimentan. Pero las movilidades reproducen, intensifican o redistribuyen dichas vulneraciones sin hacerlas desaparecer del todo. En el marco de esta contradicción -que fue encontrada también en otras zonas fronterizas (Guizardi, Valdebenito, López y Nazal, 2019; Márquez y Romo, 2008)-, las mujeres paraguayas terminan liderando sus familias y comunidades mientras interaccionan situacionalmente con dinámicas marcadas por la desigualdad de género (Baez, 2017: 18).

Aquí, conviene establecer una conclusión preliminar. En el siglo XX, investigaciones en diferentes contextos nacionales observaron que las personas más pobres de los países no migran transnacionalmente, puesto que la migración de larga distancia implica un cúmulo de capitales (económicos, sociales, culturales) inaccesible para las personas vulnerables (Grimson, 2011: 36). Actualmente, los estudios de la migración sur-sur arrojan que los migrantes sudamericanos que parten al norte global provienen mayormente de los sectores de estratificación de renta mediana o alta de sus países (Stefoni, 2018). Los sectores de estratificación mediana-baja, a su vez, migran hacia los países fronterizos sudamericanos, estableciendo un transnacionalismo de media distancia (los desplazamientos intrarregionales requieren menor acumulación de capitales iniciales que la migración hacia Norteamérica o Europa) (Stefoni, 2018). Proponemos complementar estos debates y afirmar que son precisamente las mujeres de los sectores más vulnerables de Paraguay las que establecen estrategias de movilidad transfronteriza (un tipo de desplazamiento que requiere aún menos capitales iniciales que la migración de mediana distancia). Guizardi, Valdebenito, López y Nazal (2019) encontraron esta misma realidad en su estudio sobre las mujeres peruanas transfronterizas en el norte de Chile. Así, habría una relación más o menos directa entre el perfil de estratificación social de los y las migrantes y el patrón de movilidades que eligen.

Nuestra segunda conclusión preliminar apunta a que las mujeres paraguayas constituyen estrategias de agencia para sortear las dificultades que su vulnerabilidad socioeconómica y que sus experiencias fronterizas representan. Corroboramos, así, que la Protección Social es parte de los cómputos de las mujeres que desarrollan sus movilidades en zonas fronterizas. Esto nos convoca a expandir una agenda de estudios que se aplica, predominantemente, a los cuidados desempeñados por mujeres migrantes transnacionales de mediana o larga distancia. En este sentido, proponemos pensar la Protección Social Transfronteriza como un par complementario a la Transnacional estudiada por Bilecen y Barglowski (2015), Boccagni (2017), Levitt, Viterna, Mueller y Lloyd (2017), Parella y Speroni (2018) y Speroni (2019). Instamos a considerar, tal como mostramos en este estudio y siguiendo las críticas de Stephen (2012), que tanto la intensidad de los desplazamientos como la configuración estatal y de los lazos (económicos, sociales, políticos, culturales) en territorios de frontera demandan pensar la relación entre las mujeres, los cuidados, la Protección Social y los desplazamientos espaciales de manera cualitativamente particular: integrando la visión de sus trayectorias/perfiles, a las historias y configuraciones contextuales.

En nuestro caso específico, identificamos que la agencia femenina fronteriza involucra estrategias que (con)funden la protección social formal con la informal y que lo hacen entre espacios nacionales de una manera muy intensa y articulada. La tensión dialéctica entre formalidad/informalidad o legalidad/ilegalidad documental y laboral vivida por las mujeres paraguayas en la Triple-Frontera nos muestra cómo sus cálculos sobre el cuidado y sus estrategias de búsqueda de protección social se estructuran situacionalmente y exigen de ellas una enorme flexibilidad adaptativa. No queremos con esto suponer que las migrantes transnacionales no desarrollen patrones de agencia flexible, sino que la intensidad de estas adaptaciones es más vertiginosa entre las mujeres cuya vida cotidiana implica el cruce fronterizo y la articulación de las cargas productivas/reproductivas entre espacios nacionales distintos y, a la vez, profundamente cercanos y conectados.

Así, es precisamente la búsqueda por formas sinuosas de protección social lo que dota la experiencia fronteriza de estas mujeres -dialécticamente- de intensos niveles de sobrecarga y desigualdad social, a la vez que les permite una apertura a ciertas posibilidades que ellas denominan en sus relatos “oportunidades”. Estas oportunidades están asociadas a las propias constituciones de la economía de esta región fronteriza (dotada de flexibilidad, informalidad y dinamismo). Las mujeres transfronterizas encuentran formas innovadoras de recrear su inserción en estos espacios, logrando, con ello, sortear y poner en juego las limitaciones y ausencias estatales en lo que concierne a la Protección Social. Se observa, consecuentemente, que el carácter dinámico de la frontera repercute en una forma de agencia que desafía las marginaciones y violencias vividas en estos territorios a través de estrategias liminales, como las denominaba Kearney (1991). La baja institucionalidad estatal del lado paraguayo -que redunda en la marginación del acceso a servicios y derechos- fomenta, contradictoriamente, estrategias subjetivas y grupales de movilidad fronteriza que buscan solucionar esta marginación y desamparo. Debido a la centralidad de las mujeres en el comercio y en los cuidados en esta frontera, estas estrategias se presentan feminizadas y son indisociables de los desplazamientos diarios laborales. Por ello, la evaluación sobre realizar movimientos transfronterizos se construye en términos generizados: son una potestad femenina. Esta potestad es, simultáneamente, una desigualdad: está asociada a las obligaciones morales de cuidado familiar que recaen sobre las mujeres. El cómputo del cuidado (formal/informal) que las mujeres paraguayas deben realizar y que pueden recibir entre los diferentes territorios nacionales se articula siempre con los sentidos que ellas atribuyen a la sobrecarga y a la sobreespecialización. Es posible establecer dos conclusiones sobre lo anterior.

Primero, para nuestras entrevistadas, las interconexiones transfronterizas y los desplazamientos realizados sólo tienen sentido cuando son observados a partir de las responsabilidades del cuidado. Los cuidados aparecen como el eje estructurante de sus movilidades, de sus inserciones económicas, de sus redes de contacto y afecto, de sus estrategias vitales. En este sentido, estamos en condición de afirmar que las movilidades transfronterizas se articulan para ellas a modo de una cadena de cuidados que, pese a parecerse con aquellas que son constituidas por las migrantes transnacionales de larga distancia, tienen otras características, referidas a la mayor flexibilidad e informalidad de los vínculos (laborales, sobre todo) y a la mayor intensidad de los cruces entre espacios nacionales.

Segundo, estas reflexiones podrían contribuir al diálogo entre los estudios sobre migraciones transnacionales y protección social transnacional, reconfigurando la definición de los cuidados como una categoría mucho más dinámica, amplia y compleja. Esto debido a la percepción que nos ofrece la experiencia fronteriza femenina de que el cuidado estructura, potencialmente, varias esferas de la vida cotidiana: mercado laboral, salud, educación, comunidad; es decir, reconocer la importancia de los cuidados no sólo como forma de sobrecarga femenina nos permite una comprensión más ajustada de cómo las mujeres paraguayas deciden y experimentan su situación transfronteriza.

Consideramos, entonces, que investigar sobre la movilidad femenina en territorios fronterizos implica indagar sobre los cómputos del cuidado realizados por las mujeres y sobre las diferencias potenciales de protección social en los diferentes lados de la frontera. Implica, además, concebir ambos elementos desde la tensión entre formalidad/informalidad, legalidad/ilegalidad y entre diferentes esferas de la vida. Esta perspectiva convoca a avanzar hacia una lectura crítica de la relación entre vulneraciones y agencias en la experiencia femenina. Nos convoca a expandir, por un lado, las lecturas reduccionistas que sólo conciben las sobrecargas del cuidado como factores de vulneración, y también aquellas que desconsideran las violencias enfrentadas por las mujeres y comprenden la movilidad en la frontera como un “espacio de flujos”. Nuestra propuesta avanza, entonces, hacia una lectura dialéctica de la frontera como oportunidad.

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Entrevistas

Entrevista a EPM (2018) [Vendedora de ajo y especias en puesto callejero]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Sofía (2018) [Contrabandista de aceite entre Brasil y Paraguay]. Foz do Iguaçu, Brasil.

Entrevista a RBA (2018) [Camarera en restaurante en Foz]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Clara (2018) [Cocinera en restaurante en Foz]. Ciudad del Este, Paraguay

Entrevista a Guerrera (2018) [Operaria del Frigorífico Frimeza]. São Miguel de Iguaçu, Brasil.

Entrevista a Avril (2018) [Camarera en Casino]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Sonia (2019) [Atendiente de tienda de ropas en Foz]. Foz do Iguaçu, Brasil.

Entrevista a Silvia (2019) [Vendedora de ropas en puesto en la calle en Foz]. Foz do Iguaçu, Brasil.

Entrevista a Talía (2019) [Vendedora de ropas en puesto en la calle en Foz. Estudiante de enfermería en Ciudad del Este]. Foz do Iguaçu, Brasil.

Entrevista a Mía (2019) [Vendedora de ropas usadas en Foz]. Foz do Iguaçu, Brasil.

Entrevista a Lirio Blanco (2019) [Vendedora de empanadas y Terere en Foz]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Rosa 1 (2019) [Recoge verduras desechadas por las bodegas de Foz y las vende en Ciudad del Este]. Foz do Iguaçu, Brasil.

Entrevista a Alicia (2019) [Recoge verduras desechadas por las bodegas de Foz y las vende en Ciudad del Este]. Foz do Iguaçu, Brasil.

Entrevista a María 1 (2019) [Vendedora de alimentos en las calles de Foz]. Foz do Iguaçu, Brasil.

Entrevista a Rosa 2 (2019) [Vendedora de ropas y calzados en puesto callejero en Foz]. Foz do Iguaçu, Brasil.

Entrevista a Águila (2019) [Trabajadora doméstica en casa particular de Foz]. Foz do Iguaçu, Brasil.

Entrevista a G. (2019) [Trabajadora de limpieza en Foz]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Shakira (2019) [Vende empanadas y tapioca en la calle en Foz]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Antonia (2019) [Vende ropa en puesto en Ciudad del Este]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Rojo (2019) [Vende ropa en puesto en Ciudad del Este]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Paloma (2019) [Vende ropa en puesto en Ciudad del Este]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a María 2 (2019) [Vende ropa en puesto en Ciudad del Este]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a EA (2019) [Vende ropa en puesto en Ciudad del Este]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Lirio (2019) [Vende ropa en puesto en Ciudad del Este]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Mujer paraguaya (2019) [Vende ropa para mujer en Ciudad del Este]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Amada (2019) [Vende ropa de cama y baño en puesto en Ciudad del Este]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Angelica (2019) [Funcionaria en oficinas de atención turística en Foz]. Foz do Iguaçu, Brasil.

Entrevista a Orquidea (2019) [Recoge verduras desechadas por las bodegas de Foz y las vende en Ciudad del Este]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Eulo (2019) [Compra frutas en Foz y las vende en Ciudad del Este]. Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista a Fiona (2019) [Recoge verduras desechadas por las bodegas de Foz y las vende en Ciudad del Este]. Ciudad del Este, Paraguay.

1Agradecemos el financiamiento del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET), a través del proyecto postdoctoral “Conflictos de género en territorios fronterizos: mujeres paraguayas en la Triple-frontera” (2018-2020) y de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (ANID) a través del proyecto Fondecyt 1190056: “The Boundaries of Gender Violence: Migrant Women’s Experiences in South American Border Territories” (2019-2023).

2Conforme a los reglamentos éticos de la investigación, los y las entrevistadas citadas en este artículo tienen su identidad protegida por seudónimos o iniciales, según su elección. La directora y el abogado de la Casa del Migrante optaron por iniciales. Los testimonios de ambos serán retomados en otras partes del texto.

3Siguiendo al ECM, comprendemos a las experiencias sociales como conformadoras de contextos socialmente situados. Esta perspectiva analítica busca romper la visión reificada de aquello que se designa como “problemas” o “problemáticas” sociales, para avanzar a una lectura de cómo las relaciones concretas, en sus conflictos, se sitúan procesualmente en los espacios (Burawoy, 1998; Gluckman, 2006; Mitchell, 2006). Empero, esta apuesta por comprender los territorios fronterizos como una configuración contextual conflictiva dista de ser una innovación nuestra: esta opcióncaracterizóalaantropologíacríticadelasfronterasdesarrolladaen Sudamérica (Cardin, 2012; Grimson, 2000, 2003, 2011; Rabossi, 2004, 2012; Renoldi, 2013) y en la frontera México-EUA (Garduño, 2003; Kearney, 1991; Stephen, 2012; Wilson y Donnan, 1998) en las últimas tres décadas. Esta perspectiva asume que la visión de las fronteras como una “problemática” es usualmente construida desde los espacios centrales de los Estados-nación, reduciendo los espacios fronterizos a “áreas de influencia” de dichos centros estatales (Garduño, 2003), basados en un conocimiento insuficiente de las realidades dialécticas (entre flujos y rupturas sociales) que caracterizan la vida en áreas fronterizas.

4Según Glick-Schiller, Basch y Blanc‐Szanton (1992), los migrantes pasaron a experimentar, desde fines del siglo XX, contextos de globalización caracterizados por una revolución tecnológica de transportes y comunicaciones que abarató el coste de los viajes y posibilitó establecer contacto a tiempo real entre localidades distantes. Estos cambios permitieron que constituyeran sus experiencias migratorias estableciendo relaciones (familiares, económicas, sociales, organizacionales, religiosas) de manera binacional o multinacional; tomando decisiones y medidas, constituyendo su acción y afectos y viviendo intereses que provocan una conexión entre localidades distantes.

5Los habitantes refieren al límite entre ellos como una “frontera abierta”. Las asimetrías de pobreza y desigualdad social entre Brasil y Paraguay (favorables al primero) forjan relaciones de poder entre agentes que desarrollan sus actividades en esta frontera (Fogel, 2008: 321). Los cruces entre Brasil y Argentina, y entre ésta y Paraguay también son intensos, pero más controlados por las autoridades argentinas. Los habitantes refieren a la aduana argentina como una “frontera cerrada”.

6Desde el 19 de junio de 2019, se terminó de aprobar la Ley 5407 (2015), que regula el trabajo doméstico estableciendo el pago de 100 % del sueldo mínimo en este rubro (Ley 5407, 2015). No obstante, el cambio en las remuneraciones reales en el sector serán progresivos y dependerán del interés del empleador en cumplir la ley, dado los bajos niveles de institucionalidad estatal y fiscalización en Paraguay. Asimismo, la ley permite que los empleadores propongan sueldos menores a las trabajadoras, si consideran el pago de 100 % injusto (Hoy, 2019).

7En 2018, el departamento de Alto Paraná contaba con 808203 personas (DGEEC, 2018a), entre las cuales se registraba 21.2 % de pobreza y 3.3 % de pobreza extrema (DGEEC, 2018a). Es posible suponer, dados los niveles de concentración urbana de la región, que la mayor parte de este contingente resida en Ciudad del Este.

8El sistema de salud de Paraguay está constituido por los subsectores público y privado. El público se financia por recursos provenientes del Tesoro y se conforma por el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPYBS), el Instituto de Previsión Social (IPS), las Sanidades de las Fuerzas Armadas y la Policía, la Universidad Nacional de Asunción y los servicios asistenciales de las empresas descentralizadas (como la Hidroeléctrica de Itaipú) (Mancuello y Cabral, 2013: 18). El sector privado está constituido por las aseguradoras, prestadores con fines de lucro, prestadores sin fines de lucro y prestadores mixtos (Mancuello y Cabral, 2013: 19).

9TM, (entrevistada el 10/10/2018). Directora de la Casa de los Migrantes de Foz do Iguaçu (segundo apartado).

10CC, (entrevistado el 17/07/2019) es abogado que presta asesoria jurídica a las poblaciones migrantes y fronterizas en la Casa de los Migrantes de Foz (segundo apartado).

11Bebida a base de yerba mate, popular en Paraguay.

Recibido: 19 de Diciembre de 2019; Aprobado: 15 de Junio de 2020

Sobre las autoras.

Menara Guizardi es doctora en Antropología Social; se desempeña como investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Argentina en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín, Argentina y como investigadora asociada de la Universidad de Tarapacá, Chile. Sus líneas de investigación son: fronteras, género, migraciones, relaciones interétnicas, racismo y exclusión social. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: (con Alejandro Grimson) “Migration and Development Transitions. A Perspective from Latin America” (2020) en Tania Bastia y Ron Skeldon, The Routledge Handbook of Migration and Development. Londres: Routledge; “Narrar la jornada. Aplicaciones de la Metodología de Caso Extendido en una etnografía sobre territorios fronterizos” (2020) Revista Rumbos TS, 15(22); “The Age of Migratory Crisis” (2019) Revista Tempo, 25(3).

Herminia Gonzálvez Torralbo es doctora en Antropología; se desempeña como académica e investigadora en el Instituto de Investigación y Posgrado de la Facultad de Derecho y Humanidades, Universidad Central de Chile. Sus líneas de investigación son: fronteras, género, cuidados, envejecimiento y migración. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: (con Menara Guizardi) “Las mujeres y el envejecimiento en la investigación social (1950-2018)” (2020) Revista de Estudos Feministas, 28(1); (con Sofía Larrazabal y Menara Guizardi) “Negociar las distinciones. Una etnografía sobre género y cuidados en un taller de bordados para señoras mayores en Providencia (Chile)” (2020) Revista Chungará, 52(1); (con Menara Guizardi) “Women in (Dis)placement: The Field of Studies on Migrations, Social Remittances, Care and Gender in Chile” (2019) Revista de Estudios Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia) (70).

Eleonora López Contreras es doctoranda en Sociología; se desempeña como profesora en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Sus líneas de investigación son: sufrimiento social, racismo, migraciones, decolonialidad e interculturalidad. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: (con Menara Guizardi, Felipe Valdebenito y Esteban Nazal) “Dialécticas de la maternidad. Aportaciones al estudio de las desigualdades de género en territorios fronterizos” (2019) Revista Estudios Atacameños (63); (con Menara Guizardi, Felipe Valdebenito y Esteban Nazal) Des/venturas de la frontera. Una etnografía sobre mujeres peruanas entre Chile y Perú (2019) Santiago de Chile: Ediciones Universidad Alberto Hurtado; (con Menara Guizardi, Felipe Valdebenito y Esteban Nazal) “Configuraciones del patriarcado en la frontera chileno-peruana: reflexiones etnohistóricas sobre la Guerra del Pacífico (1789-1883)” (2019) Revista Papeles de Trabajo de la Universidad Nacional de Rosario (38).

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