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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versión impresa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.65 no.238 Ciudad de México ene./abr. 2020  Epub 05-Feb-2021

https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2020.238.70095 

Dossier

¿Qué valió la pena? 30 años de la Mesa Redonda en Polonia 1989-2019. La caída del bloque socialista en Europa del Este y la memoria histórica

What was worth it? 30 years of the Round Table in Poland 1989-2019. The Fall of Socialist Bloc in Eastern Europe and historical memory

Izabela Tkocz 

Jesús Adolfo Trujillo Holguín∗∗ 

FFL, UACH, México. Correo electrónico: <izatkocz@hotmail.com>.

∗∗ FFL, UACH, México. Correo electrónico: <jatrujillo@uach.mx>.


RESUMEN

El cambio de un sistema autoritario por otro democrático no sólo debe ir acompañado de un proceso de ajustes legislativos y políticos, sino también ejercer el juicio a los perpetradores de los delitos cometidos. En este artículo se analiza la inclusión de las demandas económicas, sociales y culturales del proceso transitorio del sistema político en Polonia. El supuesto del artículo es que, a pesar de las dificultades para impulsar los cambios del sistema -como un escenario político en disputa-, su revisión puede ayudar en la construcción de la memoria histórica colectiva en aspectos relacionados con la sustitución de un sistema por otro, las dudas y expectativas que genera y la adopción de nuevos principios (Cepeda y Pérez, 2018). Para dar respuesta a las interrogantes se abordan en el artículo, en un primer momento, la relación entre los actores políticos, las expectativas de la sociedad y los cambios de largo alcance. Posteriormente -a través de la experiencia- se expone cómo influye el cambio político en la sociedad y se busca definir si fue un proceso satisfactorio para la población polaca.

Palabras claves: transición política; democracia; sociedad; conflictos políticos; Polonia

ABSTRACT

The shift from an authoritarian system to a democratic one must not only be accompanied by a process of legislative and political adjustments, but also by the prosecution of the perpetrators and the crimes they committed. This article discusses the inclusion of the economic, social and cultural demands of the transitional process of the political system in Poland. The assumption of this article is that, despite the difficulties in promoting changes in the system -such as a political stage in dispute-, its review can aid in the construction of collective historical memory regarding the substitution of one system for another, the doubts and expectations generated by it and the adoption of new beginnings. To answer these questions, the paper discusses the relationship between the political actors, the expectations of society and the long-term changes that have taken place. Subsequently, through experience, it presents the way political change influences society, and seeks to define whether or not the process was deemed satisfactory by the Polish population.

Keywords: political transition; democracy; society; political conflict; Poland

Introducción

Este artículo pretende ser una invitación para reflexionar acerca de la crisis de credibilidad del Estado autoritario, su capacidad para responder a las demandas de la población y, finalmente, sobre el rol de la sociedad organizada como fuerza opositora que obliga a cambiar el curso de la política hacia la transición democrática.

Para realizar el presente trabajo se recurrió, principalmente, a fuentes secundarias que permitieron conocer a fondo las ideas y valores que estimularon la ola de movimientos sociales en la década de los ochenta del siglo pasado, así como sus consecuencias. En menor medida, se incorporaron fuentes primarias de Polonia porque el acceso es restringido, dada la distancia geográfica con México -que fue donde se concluyó el artículo- y solamente se consultaron las que son accesibles gracias a su soporte digital abierto. Se revisaron las memorias de los manifestantes, las publicaciones oficiales del gobierno y los artículos y libros de historiadores polacos.1 La narrativa se enriquece con imágenes de la época.

Hace más de treinta años que iniciaron las negociaciones entre el gobierno polaco de régimen soviético y la oposición representada por Solidaridad, conocidas con el nombre de Mesa Redonda. El término se debe a una mesa redonda alrededor de la cual se sentaron los representantes del gobierno soviético, la oposición, la Iglesia católica y las Iglesias protestantes. La forma circular tiene un significado metafórico, pues al carecer de ángulos, se consideraba que nadie quedaba excluido. El objetivo era establecer la paz y el orden político-legislativo en Polonia -que para entonces estaba afectada severamente por la crisis económica y social relacionada con la caída del bloque socialista de Europa del Este.

Fuente: Fotografía de Krzysztof Miller / Agencja Gazeta. (Dunin, 2014).

Imagen 1 La Mesa Redonda en 1989  

Siete años después de la Ley marcial y cinco después de su derogación, el gobierno comunista, encabezado por el general Wojciech Jaruzelski -quien fue político, general del ejército y secretario general del Partido Obrero Unido Polaco (POUP) y dejó el poder después de la Mesa Redonda-, tomó la decisión de llevar a cabo reformas, especialmente económicas, pero no podía hacerlo sin el apoyo de la sociedad. Los ciudadanos eran muy hostiles y desconfiados hacia la clase gobernante, por lo cual la única manera de llevar a cabo las reformas era mediante la reconciliación y cediendo ante las exigencias políticas de la oposición. El gobierno se sintió obligado a iniciar el proceso de reuniones con diferentes representantes de la ciudadanía, con el objetivo de compartir el poder y obtener el apoyo para los cambios económicos (Paczkowski, 2005).

El trayecto político hacia la Mesa Redonda era muy largo y complicado, pues en diciembre de 1981 (apenas año y medio después de los arreglos de agosto de 1980) se anunció la Ley marcial (Szczepaniak, 2014). Probablemente nadie esperaba que al final de esa década el gobierno y la oposición firmaran acuerdos y se anunciaran las primeras elecciones libres desde la Segunda Guerra Mundial (Roszkowski, 2006).

Fuente: Fundacja dla Demokracji (Fundación para la Democracia) (2015a).

Imagen 2 Lech Wałęsa y Tadeusz Mazowiecki en 1989, durante la Mesa Redonda 

Situación política y económica en Polonia. Inicio de las negociaciones

Para 1983, la economía polaca parecía que estaba creciendo, pero los ánimos de la sociedad eran cada vez más negativos. Esta tendencia no cambió entonces, ni con los acontecimientos que se suscitaron luego: la llegada de Mijaíl Gorbachov al poder en la Unión Soviética y su promesa de liberalización, la excarcelación de 225 prisioneros políticos en 1986 y la creación del Consejo Consultivo dentro del Comité de Estado, encabezado por Krzysztof Skubiszewski y Władysław Siła-Nowicki, representantes de la oposición (Roszkowski, 2011). En diciembre de 1985, en las consultas hechas por el Centrum Badan Opinii Spolecznej (CBOS),2 se cuestionaba acerca de la situación económica en el país. Entre los encuestados, 45 % dijo que la económica estaba muy mal y 15 % se refería de igual forma hacia la situación política, de modo tal que el malestar continuaba en aumento. La respuesta a las mismas preguntas en abril de 1987 alcanzó 69 % de descontento hacia la economía y 28 % hacia la política. En este último año se realizó el referéndum para la continuación de la reforma económica que, se suponía, debía evitar la explosión del descontento ciudadano, pero, por el contrario, el gobierno fracasó (Machcewicz, Paczkowski, Dudek y Friszke, 2002).

Fuente: O.pl Polski Portal Kultury (2014). Fotografía de Erazm Ciołek.

Imagen 3 Protestas en 1989 

En la primavera de 1988 se efectuaron una serie de huelgas en la mayoría de las grandes empresas estatales y para combatirlas se utilizó la fuerza policiaca y militar. El gobierno parecía comprender que esto era el preludio para manifestaciones más grandes organizadas por la oposición y apoyadas por la sociedad civil (Eisler, 2008). De este modo, las autoridades buscaron dialogar con los opositores de manera urgente y la Iglesia católica se ofreció como intermediaria, pues para entonces tenía un alto nivel de aprobación dentro de la sociedad. Uno de los representantes escogidos por la oposición fue el obispo Aloizy Orszulik, con quien negoció el secretario general del Partido Obrero Unido Polaco (POUP), Stanisław Ciosek (Okrągły Stół, początek drogi do wolnosci, 2015). En las pláticas se mencionó la posibilidad de crear el Senado, el Parlamento y, además, se prometió del 60 a 65 por ciento de los escaños a la coalición de las organizaciones opositoras (Bartnik, 1995; Dudek y Gawlikowski, 1993).

Ciosek apoyaba el pluralismo político en Polonia, pero era contrario al pluralismo sindical. La organización obrera Solidaridad debía incorporarse a los sindicatos existentes - controlados por el gobierno- que no siempre tenían carácter político. Tomando en cuenta que el sistema y la forma de gobierno no permitían los cambios de fondo, el secretario general propuso la creación de un gobierno de coalición en donde participaran representantes de la oposición (Kowalski, 1996).

Lo que preocupaba a ambos sectores era la posición de la Unión Soviética, respecto a los cambios que se pretendían efectuar en Polonia. El 11 de julio de 1988 realizó una visita oficial Mijaíl Gorbachov, quien desde 1985 había introducido en la Unión Soviética la pieriestrojke, basada en dos pilares: głasnost y uskorienia3. La actitud abierta y los cambios que proponía Gorbachov provocaron que fuera recibido muy calurosamente por la sociedad polaca. En la reunión con los intelectuales, en el Castillo Real en Varsovia, el mandatario soviético no quiso hablar de la doctrina de Brezniev, vigente desde 1968, que reducía la soberanía de los países del Bloque del Este. Este comportamiento despertaba esperanzas de que se podrían realizar cambios en el gobierno (Garton, 1990a).

Fuente: O.pl Polski Portal Kultury (2014). Fotografía de Erazm Ciołek.

Imagen 4 Protestas en 1989  

En agosto de 1988 se presentó una nueva serie de huelgas organizadas por Solidaridad, pero esta vez el gobierno renunció al uso de la fuerza. Por el contrario, se tomó la decisión de dialogar con la oposición y sus representantes -Bronisław Geremek y Andrzej Stelmachowski, quienes propusieron crear la Mesa Redonda-. De esta manera lograron vincular su iniciativa con el proyecto de Wojciech Jaruzelski, anunciado dentro del VII Pleno del Comité Central del POUP en junio de 1988. En él se proponía discutir sobre la norma jurídica para legalizar organizaciones no gubernamentales (Andrusiewicz, 1997).

Entre agosto y septiembre, con ayuda de los jerarcas eclesiásticos, se celebraron las reuniones en ambos lados. El 31 de agosto se realizó el encuentro entre Lech Wałęsa y Czesław Kiszczak, quien era encargado de representar al gobierno para preparar la Mesa Redonda. El tema principal era la legalización de Solidaridad, proyecto al que se oponía Kiszczak (Garton, 1990b). En las reuniones siguientes entre Wałęsa y Kiszczak, el 15 y 16 de septiembre de aquel año, se amplió el número de participantes a 25. En un principio hubo estancamiento pues el gobierno no quería registrar a Solidaridad, ni siquiera se le mencionaba. No fue sino hasta que Kiszczak, Mazowiecki y Wałęsa se encontraron en una reunión no oficial cuando se acordó iniciar las negociaciones sin el registro oficial de Solidaridad, pero tomando en cuenta que este tema sería uno de los principales que emergería dentro de las pláticas (Kuroń y Żakowski, 1996). Finalmente, el 10 de octubre se informó que el lugar del encuentro sería el Palacio de Jablonna, dadas las facilidades de asistencia para los participantes y periodistas extranjeros.

El primer encuentro sería el 17 de octubre, fecha que se cambió al 28 de ese mismo mes, y finalmente fue suspendido. El pretexto fue la lista de participantes presentada por Lech Wałęsa. Se rechazó la asistencia de Adam Michnik y Jacek Kuroń,4 bajo el argumento de que fueron representantes de la opción radical y que esgrimían una postura extremadamente negativa. Además, se decía que empezaron su actividad política en 1964, cuando dieron a conocer la carta abierta donde se denunciaban abusos de poder por parte del POUP y llamaban a los cambios políticos (Drewnowski, 1991).

De todas formas, el gobierno no renunció a los encuentros, solamente los pospuso. Se tenía la esperanza de que el nuevo primer ministro lograra hacer reformas políticas y de esta manera el lado oficial tendría la posición más fuerte; también se esperaba negociar sin tocar el tema de Solidaridad. El 31 de octubre, el primer ministro anunció la liquidación del Astillero de Gdansk, el bastión de Solidaridad (Paczkowski, 2005).

Los ánimos de la sociedad eran crecientemente negativos. Después de varios meses, sólo una minoría creía en la posibilidad de hacer cambios. La situación económica seguía deteriorándose y privaba una falta de esperanza. Todavía se recordaban las huelgas que eran cruelmente oprimidas y las promesas que nunca se cumplieron.

Pronto se evidenció que no sería posible empezar la Mesa Redonda sin la legalización de Solidaridad. En diciembre de 1988, gracias a las presiones ejercidas por Jaruzelski y Kiszczak -en el X Pleno de Comité Central del POUP- hubo cambios en la ley que permitieron establecer la pluralidad política y sindical. Gracias a estos ajustes se pudo iniciar la Mesa Redonda (Dudek, 1997).

Mesa Redonda

El 27 de enero de 1989, en la última reunión entre Wałęsa y Kiszczak, se aclararon las dudas acerca de las negociaciones. Se tomó la decisión de que la Mesa Redonda empezara el 6 de febrero, con la participación de 56 personas: 20 de la oposición, 14 de la coalición y del gobierno, 14 independientes, 6 de los sindicatos y 2 representantes de la Iglesia católica, pero al fin se adicionaron 2 lugares más para los miembros de las iglesias protestantes. En el comunicado que emitió el gobierno se declaró que se cambiaría la ley que regulaba a los sindicatos y que dentro de la Mesa Redonda se tomaría la decisión sobre la creación del sindicato oficial de Solidaridad. Esta fue la condición para iniciar las negociaciones (Dubiński, 1991).

Las pláticas iniciaron en febrero de 1989 en el Palacio Presidencial de Varsovia y continuaron hasta abril. El grupo se dividió en equipos que abordaron los temas de las reformas políticas, económicas, sociales y el pluralismo político. La voz decisiva la tenían Jacek Kuroń, Tadeusz Mazowiecki, Adam Michnik y Władysław Frasyniuk. Del lado del gobierno Alexander Kwasniewski, Czesław Kiszczak, Stanisław Ciosek y Janusz Reykovski. A través de la vía telefónica el general Wojciech Jaruzelski daba las instrucciones (Kuroń, 1996).

Las discusiones más difíciles fueron las relativas a las cuestiones políticas. Finalmente, la oposición dio el visto bueno a las elecciones sin confrontación, lo que legitimaba el gobierno comunista y permitía conservar la mayoría en el Parlamento. Se creó el Senado y se le asignó la responsabilidad de realizar elecciones libres. En el Parlamento se dividieron los mandatos en proporción de 65/35, con 65 % el POUP y sus aliados; mientras que 35 % restante era para los candidatos independientes, entre quienes se encontraban los de oposición (Dubiński, 1999).

El Parlamento se pronunció a favor del veto presidencial y fue cedido para la primera elección que se realizaría cada 6 años por el Senado y el Parlamento. Este acuerdo era para los comunistas garantía de permanencia en el poder (Paczkowski, 2005). Las atribuciones que le asignaban al presidente eran: nombrar y destituir al presidente del Banco Nacional Polaco, introducir el toque de queda y la Ley marcial, controlar las fuerzas armadas y liderar el Comité de Defensa del País. Además, se disponía el derecho de disolución del Parlamento en caso de no formar el gobierno dentro de 3 meses, de no establecer el presupuesto del gobierno o de estar en contra de los derechos presidenciales (Kuroń, 1990).

Los desacuerdos eran también visibles en los asuntos económicos. Se proponía liberar el mercado porque el excesivo control provocaba el aumento de precios en los artículos de la canasta básica, que de todos modos escaseaban en las tiendas. En las calles aumentaron las protestas de los grupos que estaban en contra de las negociaciones con el gobierno. Huelgas y manifestaciones eran reprimidas por la policía.

Fuente: FORSAL.PL (2014).

Imagen 5 Fila afuera de una tienda en 1989 

Por otra parte, se le garantizó a la oposición el acceso a los medios de comunicación, asignándoles un programa de media hora en la televisión pública, una hora de audición en la radio y la edición del Semanario Solidaridad (Tygodnik Solidarnosc), del cual el redactor general era Tadeusz Mazowiecki. Se le concedió también permiso para editar el periódico independiente Gaceta Electoral (Gazeta Wyborcza) (Kurski y Semka, 1992).

Otra consecuencia de la Mesa Redonda fue la ley de las organizaciones que permitió legalizar los sindicatos Solidaridad (nszz Solidarność”) y Solidaridad de los Campesinos Independientes (nszz Rolników Indywidualnych „Solidarność”) (Paczkowski, 1999). Se anunciaron las primeras elecciones libres después de 51 años5 y quedaron establecidas las fechas para las votaciones: 4 y 18 de junio de 1989 (Karpiński, 1992).

Las negociaciones terminaron el 5 de abril y dos días después el Parlamento tomó la decisión de cambiar la Constitución. El 4 de junio empezó la primera ronda de elecciones y el porcentaje de participación fue de 62.7 % , lo que representó una sorpresa negativa, pues se esperaba una asistencia abrumadora a las urnas. Solidaridad obtuvo 92 de 100 lugares en el Senado y 10 de los 161 escaños de la oposición en el Parlamento (Roszkowski, 2011).

En la Gaceta Electoral se lanzó el slogan “Su presidente, nuestro primer ministro”. El rol de crear el nuevo gobierno cayó en manos de Kiszczak, quien fue incapaz de hacerlo y por lo tanto se llamó a Tadeusz Mazowiecki, quien fue elegido Primer Ministro el 24 de agosto, iniciando así el camino a la democracia en Polonia (Roszkowski, 2006).

La Mesa Redonda despertó controversias desde un principio, y hasta hoy existe en Polonia diversidad de opiniones entre los seguidores y opositores de estas negociaciones. Estos últimos acusaban que sólo se trataba de reuniones que se utilizaban como orgías alcohólicas, en las cuales se traicionaba el interés del Estado. En aquel momento los críticos señalaban que Polonia socialista tarde o temprano desaparecería a causa de las enormes deudas que tenía con los bancos de países de Occidente (Garton, 1996). Según comentarios hechos por quienes mostraban descontento hacia el gobierno, los eventos de los años 1988-1989 solamente prolongaron el régimen comunista en el país. Como argumento esgrimen la olvidada y nunca ejercida purificación (el proceso de revelar quiénes eran espías en el aparato de la policía secreta durante el periodo 1944-1989) (Darski, 1989).

Un miembro de la oposición en tiempos de Polonia soviética, Kornel Morawiecki, llamó a la Mesa Redonda el “Compromiso podrido”, pues consideraba que el potencial del país y de Solidaridad se desperdició y los únicos que salieron victoriosos fueron los comunistas (Adamski, 2007). La misma opinión fue compartida por los representantes de derecha, pues señalaban que el debate de finales de los ochenta fue una simple simulación o inclusive una traición. Se especula que a causa de la Mesa Redonda los comunistas salieron libres de juicio y se les absolvió de decisiones como la Ley marcial, las opresiones contra la ciudadanía y los asesinatos cometidos en la época comunista. Otro argumento que parecería convocar la razón son las palabras de Mazowiecki: “Olvido y perdón” al respecto de los tiempos de Polonia comunista (Borkowski y Bukowski, 1993).

Otro critico de los acuerdos de 1989, Janusz Korwin-Mikke señaló que: “toda esta Mesa Redonda era un montaje de la policía secreta. Todavía vivimos en el mismo sistema, solo que la fachada se repintó de rojo a rosa” (Mryczko, 2019: s/p).

El grupo partidario de las negociaciones de 1989 argumentaba que gracias a ellas se evitó el derramamiento de sangre, no sólo en Polonia, sino también en otros países detrás de la Cortina de Hierro, pues se trató de una transición pacífica. Adam Michnik, quien era uno de los participantes de la Mesa Redonda, afirmó en la Gaceta Electoral:

Aunque la razón por la cual los comunistas estaban de acuerdo en iniciar las pláticas con la oposición y formar la Mesa Redonda fue la crisis económica y el endeudamiento del Estado, las reformas económicas no eran lo más importante. Los líderes del POUP sabían que no tenían el apoyo de la sociedad para hacer cambios y la población no sabía exactamente hasta qué grado había llegado la crisis. Se trataba de transferir una parte del poder y la responsabilidad a los opositores y de esta manera obtener la aceptación de la sociedad. (Ordoñez, 2006)

Tadeusz Mazowiecki expresó su postura hacia la Mesa Redonda de la siguiente forma:

Es una hipótesis totalmente sin sustento, porque no se puede verificar. Típico ejemplo del pensamiento ahistórico. El otoño de las naciones empezó en Polonia y nosotros fuimos los primeros. La secuencia de estos tres eventos: Mesa Redonda, la victoria de Solidaridad en las elecciones del 4 de junio 1989 y la formación de mi gobierno, con el primer ministro no comunista todavía dentro del bloque socialista de Europa de Este, dio inicio al efecto dominó y trajo la libertad a las naciones detrás de la Cortina de Hierro. Obviamente existieron las condiciones adecuadas: la Perestroika de Gorbachov en la Unión Soviética y una crisis económica profunda, crisis moral del gobierno al final de Polonia socialista, pero ¿cómo sería el fin del comunismo sin la Mesa Redonda? No lo sabemos. (Mryczko, 2019: s/p)

¿Qué es la memoria histórica?

La memoria histórica es un concepto historiográfico relativamente reciente, que puede atribuirse en su formulación más común a Pierre Nora (2001) y viene a designar el esfuerzo consciente de los grupos humanos por encontrarse con su pasado, sea este real o imaginado, valorándolo y tratándolo con especial respeto. Ese esfuerzo consciente construye una memoria histórica colectiva, mientras que podríamos hablar de otra memoria individual o particular propia de cada persona. Realizado este planteamiento, se tiene que reconocer que hay tantas memorias como personas existen (Erlij, 2018).

Como afirma Garton (2000), es importante que naciones, estados y pueblos asuman las barbaridades que han cometido o se han cometido en su nombre. Pero para ello es imprescindible que antes se conozcan esos acontecimientos y, por tanto, es preciso investigarlos y después enseñarlos. En una de las entrevistas que dio Pierre Nora, afirmaba que:

La distinción tradicional de la historia entre presente y pasado debe ser borrada. En contra de la creencia general, es más difícil conocer el presente, ya que las dos terceras partes de la humanidad viven sin tener conocimiento de ellas. En muchos países, la historia contemporánea se transforma en historia militante, pero en otros que disponen de métodos científicos de investigación es nuestro deber luchar contra los que no quieren que se haga una historia contemporánea y los que quieren deformarla con intenciones demasiado politizadas o militantes. […]

Durante mucho tiempo -dice Pierre Nora-, la historia se ha confundido con la memoria. Desde hace unos treinta años, con la nueva forma de hacer historia, ésta se convierte en un objeto que no se confunde con la memoria de la humanidad. Para un historiador de la época contemporánea, la memoria nacional rastrea los distintos estratos que a lo largo del tiempo se han depositado en un país, ya que el presente no se puede conocer sin comprender todo el lastre del pasado. En su opinión, hay tantas memorias colectivas como grupos sociales. […]

Tanto en sentido simbólico como histórico, los lugares de la memoria nacional se pueden encontrar en archivos, monumentos, en donde exista una voluntad de crear memoria, como en libros de familia, documentos notariales, cementerios, aparte de los acontecimientos en sí, que son fundamentales para la historia contemporánea. Incluso los acontecimientos espectaculares creados por los mass-media forman parte de la historia, como es el caso de los últimos sondeos electorales. (Samaniego, 1978: s/p)

Encontramos diversas conceptualizaciones de la memoria histórica. Así, “la teórica franco-chilena Nelly Richard escribió que el gran reto de la memoria es evitar que se transforme en un monumento o documento, es decir, que se convierta en un discurso cerrado, estático y monolítico” (Erlij, 2018); mientras que el historiador Jacques Le Goff afirmó que

la memoria debe servir para la liberación de las personas y no para su sumisión […] Tzvetan Todorov visitó en 2010 un centro de tortura de la dictadura argentina, un parque donde se exhiben los nombres de las víctimas y reclamó que en esos lugares se exponía una memoria sin historia: no se explicaba ni se mostraba el contexto en que toda esa gente fue asesinada. Eran “víctimas pasivas”, nombres sin relato histórico, afirmó […]. (Erlij, 2018)

La historiadora Annette Wieviorka escribió que el siglo XX es por antonomasia el siglo del testimonio, esto es, de la memoria (Erlij, 2018). Dan Diner (2003) considera que en la historiografía contemporánea está ocurriendo un cambio de paradigma que se enfoca en la memoria, a diferencia del siglo xix que se centraba en el Estado o del XX cuyo eje era la sociedad.

Heródoto pensaba que los historiadores tienen que ser guardianes de la memoria y en pleno siglo XXi esta afirmación cobra sentido. Su función es recordar lo que algunos prefieren olvidar, pero para cumplir con esta tarea primero debe hacer un recuento del pasado (Burke, 1989).

Memoria histórica acerca de la Mesa Redonda y su evaluación por la sociedad

Es nuestro interés ahora conocer y explicar la percepción social como manifestación de la memoria histórica acerca de la Mesa Redonda. Desde los años noventa, el Centro de Investigación de la Opinión de la Sociedad (CBOS, por sus siglas en polaco), encabezado principalmente por sociólogos e historiadores, trata de conocer y comprender las actitudes y reflexiones de la ciudadanía acerca de la Mesa Redonda. Cabe mencionar que todas las participaciones son anónimas.

Con base en respuestas múltiples y abiertas en las encuestas, se logró establecer que durante los primeros diez años posteriores a 1989, dos terceras partes de los participantes consideraban que hubo más pérdidas provocadas por los cambios que avances. Generalmente opinaban que el sistema socialista fue mejor que la democracia con economía capitalista. El resto de los encuestados no sabían opinar o estaban contentos con las reformas políticas y económicas realizadas por el gobierno. 8 de cada 9 personas de diferente estrato social, edad y sexo conocían bien, o muy bien, a los actores políticos involucrados en los acontecimientos y los diferentes sucesos que ocurrieron en ese periodo.

La tendencia cambió a partir de 1998-1999, cuando uno de cada tres encuestados estaban contentos con las consecuencias de la Mesa Redonda y miraban con esperanza al futuro; sin embargo, sorpresivamente, desde 2001 aumentó el descontento y se notó también la perdida de la memoria histórica acerca de los cambios que se ejecutaron en 1989 (CBOS, 2009a).

La mayoría de los que fueron beneficiados con los cambios democráticos opinaron que las personas viven mejor después de la caída de bloque socialista. Entre “perdedores”, el 47 % considera que la mayoría de los polacos viven peor que antes (CBOS, 2009a). Las respuestas positivas o negativas dependen de varios factores, entre los que destacan: posición económica, orientación política, educación y edad.

De 2017 a 2018 se observó cómo tendencia que, mientras más elevada es la posición económica, más positiva es la percepción sobre la transformación del país. Inmediatamente después la orientación política juega el rol más importante. Así, tres quintas partes de los investigados consideran que su posición económica es buena y que la Mesa Redonda les trajo más cambios positivos que negativos. 60 % de las personas que describen su situación económica a nivel medio, considera que viven mejor ahora; mientras que 15 % de los encuestados dicen que estaban mejor antes. Los más críticos (25 %) perciben su nivel de vida como malo (CBOS, 2009b).

La orientación política de derecha fue la que atrajo la mayor parte de respuestas positivas, con 59 % de personas que opinaron que la situación del país es mejor, mientras que 14 % dijo lo contrario. Quienes más problemas tuvieron para responder, fueron los ciudadanos que no supieron qué es una posición política de derecha, centro o izquierda. (CBOS, 2009b).

La evaluación de las transformaciones político-económicas depende también del nivel educativo de los participantes. Más de dos terceras partes de encuestados con educación superior concluida consideran que la Mesa Redonda fue un éxito y que el nivel de vida mejoró notablemente y -al mismo tiempo- tienen más información acerca de los eventos de 1989. Un 43 % de ciudadanos con educación media superior opinan que la situación es mejor, 32 % que está más o menos y 13 % sienten que está mal (CBOS, 2010a).

Los menos optimistas son quienes cuentan con educación primaria, pues 37 % piensa que están mejor, 25 % que están peor y 20 % que no han tenido cambios. Sobre las preguntas relacionadas con la Mesa Redonda, 87 % no supieron dar respuestas correctamente y sólo 13 % supo que el evento ocurrió en 1989 y que fue el antecedente para la caída del socialismo. Quienes cuentan con estudios de secundaria son poco menos críticos que aquellos con estudio de primaria, dado que 37 % están contentos, 31 % dicen que están igual y 19 % manifiestan descontento (CBOS, 2010a).

En el análisis relacionado con la edad de los encuestados se observan seis grupos generacionales en los cuales las opiniones son muy marcadas. Las más positivas son de personas nacidas en la segunda mitad de los años sesenta y los más negativos son los adultos mayores. De los primeros, una tercera parte no tiene opinión sobre los cambios de 1989, otra tercera parte está contenta, mientras que la proporción restante se divide entre quienes tienen una opinión intermedia o negativa. La mayoría de los encuestados no supieron mencionar los nombres de los políticos que participaron en las reformas democráticas y tampoco los detalles. Los jóvenes que nacieron en la Polonia libre no quieren opinar, tampoco quieren saber o no les interesa. Solo unos cuantos -la séptima parte- piensan que la situación del país es mejor (CBOS, 2009c).

La evaluación de los cambios ocurridos después de 1989 depende en gran medida del ambiente social. Los encuestados que dicen que la situación está mejor gracias a los acuerdos de la Mesa Redonda (Fundacja dla Demokracji, 2015b) argumentaron en 18 % de los casos que hay más libertad de opinión y de tránsito,6 libre mercado, libre economía, más competencia, recuperación de la independencia del país, independencia con respecto a Rusia y elecciones libres. Cuatro de cada diez personas entrevistadas hablaban generalmente de democracia. En los aspectos comerciales,14 % opinan que las tiendas están más surtidas de productos, hay más negocios y que no hay filas.10 % refiere que la economía funciona mejor, que el país se desarrolla más rápido y que hay más inversiones. 7 % mencionó que la sociedad es más rica materialmente y que el nivel de vida mejoró (CBOS, 2009c).

Quienes consideran que la situación después de los acuerdos está peor que en Polonia socialista hablan de desempleo (53 %), de la eliminación de lugares de trabajo (25 %) y de la pobreza y caída del nivel de vida (23 %). En las respuestas que se dieron se observó la importancia del trabajo y de la seguridad social, donde hubo notable preocupación por el presente y el futuro. Se menciona también el desperdicio de los logros de Polonia socialista, del olvido de las generaciones pasadas que trabajaron en la reconstrucción del país después del desastre y destrucción de la Segunda Guerra Mundial, del descuido que sufrió la economía en el año 1989 y los resultados de ésta en años posteriores, lo que provocó el abandono de todos los proyectos iniciados antes de la Mesa Redonda. Preocupó el descuido del seguro médico y social, la falta de apoyo suficiente de parte del Estado para los más pobres, las patologías del gobierno democrático (7 %), la falta de perspectivas para los jóvenes (6 %), la migración generada por falta de trabajo digno en el país (5 %), el empeoramiento de la vida de las clases trabajadoras (5 %) y el encarecimiento de la vida (5 %) (CBOS, 2014a).

Un grupo importante de personas consideró que los cambios que sucedieron en Polonia después de 1989 trajeron a la sociedad más perdidas que ganancias y generalmente estaban descontentos frente a los cambios políticos y económicos. 13 % de los entrevistados prefería la forma de vida existente hasta antes de 1989. De este grupo nadie supo mencionar los aspectos positivos de las transformaciones democráticas (CBOS, 2014a).

El análisis detallado de resultados en las encuestas permitió observar que las consecuencias de los cambios están visibles en la situación económica de la mayoría de los entrevistados. De esta población 40 % considera que vive bien, 32 % que las condiciones están mal y 28 % restante señala que ni perdieron ni ganaron en las transformaciones posteriores a 1989 (CBOS, 2014a).

De las personas nacidas entre 1942 y 1971, 20 % opinó que los gastos generados por la transformación del sistema en Polonia no fueron significativos si se les compara con los resultados y consideran que el cambio valió la pena. Por el contrario, 11 % de los jóvenes -que eran menores de edad en 1989- dicen que los resultados de los cambios fueron demasiado costosos y que no valió la pena pagarlos (CBOS, 2009d).

Las trasformaciones son evaluadas también desde el punto de vista del aprovechamiento de las oportunidades que se presentaron. Se logró observar que las opiniones no dependen de los años que han pasado después de la Mesa Redonda, sino de cómo cambia la situación económica del país y, por lo tanto, de los ciudadanos. Al iniciar el año 2000, cuando la economía de Polonia estaba muy bien, la mayoría de los entrevistados (59 %) opinaban que los cambios eran provechosos para los ciudadanos y que las oportunidades que se presentaron se aprovecharon bien (CBOS, 2009d).

Los ánimos de los polacos cayeron con los cambios de gobierno y con la llegada de fracciones nacionalistas y de derecha que se oponían a la Unión Europea. La decepción más grande y las críticas hacia la Mesa Redonda y sus transformaciones se presentaron en 2013. Se observó una caída de 20 puntos, comparando con la década anterior, y solamente 39 % consideraron que los cambios avanzaron en buena dirección. Se destaca que 18 % de los participantes no supieron responder a la pregunta y 33 % dijeron que las reformas posteriores a 1989 se aprovecharon como se pudo (CBOS, 2010b).

En marzo de 1994, a sólo cinco años de los acuerdos de la Mesa Redonda y de las elecciones de junio, la aceptación de la transformación era muy alta. El único grupo que manifestaba descontento fue el de las personas con ingresos más bajos, quienes manifestaron también estar marginados y no tener oportunidades para decidir acerca de su destino (DZIEJE.PL, 2010).

El porcentaje de aceptación de las transformaciones nunca bajó de 56 % y en los mejores años llegó hasta 83 %. En 2017 la mayoría de las personas (71 %) consideraron que valió la pena la Mesa Redonda y el proceso de cambios políticos y económicos del país. Solamente 12 % estuvieron en contra y 17 % no supo responder. Los resultados de ese año son muy parecidos a los del periodo de 1995 a 1999, cuando la mayoría estaba a favor de la transformación (CBOS, 2010b).

De los cuatro países de Europa Central que formaron el Grupo de Visegrad,7 los más descontentos son los húngaros y los más conformes los polacos. Los húngaros, al igual que los eslovacos, consideran que los cambios que sucedieron después de 1989 trajeron más perdidas que ganancias a los ciudadanos (42 % para los húngaros y 35 % para los eslovacos). Solamente 27 % piensan que están mejor después de la caída del bloque socialista. En la Republica Checa 36 % de los entrevistados dijo que después de 1989 la situación mejoró y 30 % que está peor. Al resto se le dificultó opinar (CBOS, 2014b).

En el año 2000, los más contentos eran los checos, después los polacos y al final los húngaros, mientras que en Eslovaquia aún no se realizaban mediciones confiables acerca de la percepción sobre la caída del bloque socialista en Europa del Este. Actualmente los polacos son los más optimistas y opinan que los cambios fueron beneficiosos para la sociedad y son quienes menos se quejan. De los cuatro países del grupo de Visegrad, la mayoría de las personas están de acuerdo en que valió la pena cambiar el sistema en 1989. En Polonia, República Checa y Eslovaquia los porcentajes son de 71 %, 63 % y 56 %, respectivamente, pero en Hungría solo alcanzó 48 % (CBOS, 2014b).

La evaluación de los cambios tiene muchas variantes, principalmente, como ya se dijo, depende de la edad, el nivel económico, la educación y la orientación política. Se observó que la mayoría de las personas con tendencias conservadoras y de derecha -en los países mencionados- están descontentos con los cambios y generalmente consideran que los comunistas sobrevivieron camuflados en los nuevos partidos políticos que se formaron en los últimos veinte años. Opinan también que fue una decepción muy grande no castigar a los principales responsables de los crímenes cometidos durante los gobiernos socialistas. Buscan también entre los argumentos la supuesta existencia de un complot izquierdista-judío que no permitió y no permite desarrollar bien la economía y pone trampas políticas. Parecería así recuperarse el antisemitismo que privó de frente al movimiento de 1968 y que condujo a la expulsión de los judíos de Polonia. Estas tendencias están visibles especialmente en Polonia y Hungría (Telewizja Polska, 2019). Dentro de los factores que impulsaron los cambios mencionan también el rol de la Iglesia católica, la cual consideran que en la actualidad está marginada. Consideran que la caída de los valores, especialmente cristianos, se debe a los cambios políticos y ahora ven como una amenaza -en lugar de la Unión Soviética- a la Unión Europea (Mryczko, 2019).

En las últimas dos décadas, en varios países de Europa del Este se fundaron grupos extremistas con tendencias fascistas, cuyos integrantes están convencidos que las pocas oportunidades de trabajo, la caída del nivel de la vida y la llegada de los migrantes se debe a los mal logrados cambios de 1989. Así mismo creen que falta realizar purgas de viejos comunistas que forman parte del nuevo orden político. Esta situación está presente en Polonia, Eslovaquia y Hungría y a pesar de que no representan una proporción grande de la sociedad, son visibles, violentos y están bien organizados (Kubala, 2015).

A treinta años de distancia de la Mesa Redonda, la mayoría de la sociedad polaca está conforme con los cambios y los evalúa de manera diferente. Antes se tomaba en cuenta principalmente la situación individual y familiar, pero últimamente -después de la guerra civil en Ucrania- ven el fenómeno de manera global y opinan que la Mesa Redonda salvó a Polonia de la descomposición económica y política sufrida en Ucrania. Este último país tenía el mismo nivel de desarrollo que Polonia, al momento de alcanzar su independencia, pero después de tres décadas no logró cambiarlo ni se integró a las estructuras políticas y económicas de Europa Occidental (Almond, 2002).

La Mesa Redonda vista por historiadores y actores principales

Resulta relevante para los autores de este artículo incluir opiniones de los principales historiadores polacos, que se especializan en la historia contemporánea, acerca de la Mesa Redonda; así como de otros personajes que participaron activamente en el evento.

El historiador Antoni Dudek (1997) en su libro Pierwsze lata iii Rzeczypospolitej. 1989- 1995. Zarys historii politycznej Polski evalúa las acciones del gobierno socialista en 1989. Al respecto escribió que el inicio de las negociaciones con Wałęsa, era para el equipo de Jaruzelski un desafío psicológico, pero al mismo tiempo significaba renunciar al uso de la fuerza, a lo cual estaban acostumbrados, especialmente durante las huelgas de primavera. Se sabe que ya desde abril de 1988 se contemplaba en secreto la nueva introducción de la Ley marcial, pero esta posibilidad era cada vez menos viable. La posición mesurada no fue por temor a la oposición, pues en ese tiempo era todavía muy débil, sino que se temía el quiebre dentro del aparato de poder y las luchas internas que la Ley marcial podía provocar. Parece que fue una de las razones más importantes y poco estimadas de la caída del sistema y el inicio de los cambios en 1989.

Andrzej Garlicki (2004) en su publicación titulada Rycerze Okrągłego Stołu opina que, al principio, el general Jaruzelski pensaba que podía negociar con la oposición sin legalizar a Solidaridad, lo cual resultó ser imposible. El primer requisito de las pláticas fue reconocer a esta organización y para esto se debería preparar el partido. Sus miembros estaban confundidos y escandalizados por la reunión de Wałęsa con Kiszczak. Garlicki menciona que actualmente ya se sabe que el POUP estaba dividido y una de las fracciones no apoyaba la nueva línea política. En septiembre de 1988 el POUP escogió como nuevo primer ministro a Mieczysław Raczkowski, quien independientemente de la oposición dentro del partido, logró forzar las reformas económicas, con la intención de tener una posición más fuerte en los diálogos con la oposición. Posteriormente resultó que estos cálculos fallaron.

En el libro Okrągły Stół w Polsce. Studium o porozumieniu politycznym, su autora Krystyna Trembicka (2003) puso atención en el interés de ambos lados por el diálogo. Señala que los participantes de la Mesa Redonda tenían conciencia de la existencia de una crisis, así como de un conflicto político de grandes proporciones. Considera que otro factor de presión fueron las huelgas y protestas que salían de control, pues a cada momento aparecían nuevos líderes que no eran copados ni por el gobierno ni por la oposición. Aparte, se temía de las fuerzas radicales dentro del propio POUP, confusión entre los aliados políticos e imprevisibilidad del sindicato oficial del gobierno. Por otro lado, a la oposición le urgía iniciar el diálogo con el gobierno, pues la mayoría de los huelguistas los acusaban de traicionar los ideales de las luchas de 1980-1981. La sociedad también manifestaba su descontento con Solidaridad y las estructuras opositoras se empezaron debilitar. Parecía entonces que para ambos bandos era importante dar un salto hacia adelante.

Lech Wałęsa (1991) en su libro Droga do wolności. Autobiografia (“Camino a la verdad. Autobiografía”) escribió que Solidaridad obtuvo lo más que pudo y no había otra opción más que negociar con el gobierno. Para él la Mesa Redonda fue necesaria y considera que el comunismo de todas formas iba a llegar a su fin, pero quizás de una manera más lenta y probablemente violenta. Para Wałęsa el objetivo principal era la legalización de Solidaridad, aunque para algunos parecía muy poco.

En el debate “Mesa Redonda 30 años después”, que se organizó en el Teatro Polaco de Varsovia, Czesław Bielecki -opositor en los años ochenta- opinó que la Mesa Redonda no fue complot, traición, ni acuerdo entre élites, pero sí despreció a muchos sectores de la sociedad. Fue la culminación de un movimiento de masas dominado por un grupo muy reducido. Mencionó también que, por la fuerza, tuvieron que aceptar a sus antagonistas, quienes tenían sus propios intereses y que el potencial de la oposición no fue aprovechado adecuadamente. Por todas esas maniobras disminuyó la confianza de la sociedad y las élites decepcionaron al pueblo. Recordó que la presión del grupo de los neoliberales era muy fuerte y que ante esto Solidaridad cedió, lo que no debió ocurrir porque las privatizaciones apresuradas de empresas nacionales provocaron más daños que ganancias. Como consecuencia de los errores cometidos por los opositores, en la actualidad hay muy poco nivel de confianza en la vida pública. Asentó que hubo posibilidades distintas a las de la Mesa Redonda -para solucionar los problemas políticos y económicos de los años ochenta- y ésta no puede ser tratada como la única salida correcta y posible. Subrayó que Solidaridad era dominado por un grupo muy reducido y que muchas personas se sintieron marginadas y abandonadas luego de las reformas de 1989. Para Bielecki, Solidaridad de los años ochenta significa precisamente eso, la solidaridad de todos los miembros de la sociedad en busca de la libertad y por ello no debían decepcionar a la gente que creía y confiaba en estos ideales. Ahora se paga un precio muy alto por esta traición de emociones y expectativas (DZIEJE.PL, 2019).

En el mismo debate se leyeron fragmentos del tercer tomo del libro Dzienniki (“Diarios”) de Wiktor Woroszylski (2019), recién publicado, que abarca el periodo 1988-1996. En el texto menciona que no había muchas posibilidades de dialogo entre ambos bandos, pero que no existía otra salida. La oposición tuvo que reunirse bajo el emblema de Solidaridad para poder ganar las elecciones de junio de 1989.

En Mesa Redonda 30 años después participaron algunos de los principales actores del evento de 1989, entre quienes destacan también Zbigniew Bujak (Solidaridad) y Stanisław Ciosek (miembro del POUP). Uno de los organizadores del evento -Zbigniew Gluza- director del Centro Carta, subrayó en la apertura, que el objetivo de la discusión era revisar el proceso de diálogo en 1989 y la posibilidad de entender como fue la transformación. Dijo que la Mesa Redonda no fue el único camino para cambiar las cosas y que existían otras soluciones. Recordó a Wiktor Woroszylski, quien escribió en sus Dzienniki que la oposición no fue realmente preparada para asumir tan grande responsabilidad como eran las reformas (DZIEJE.PL, 2019).

Stanisław Ciosek, quien también fue protagonista en la Mesa Redonda, recordó que los escritos dados a conocer eran distintos a los que originalmente se plantearon y muchos de ellos no tenían importancia alguna. Entre estos se encuentra uno que hablaba sobre un socialismo humano, idealista, con una visión de Polonia próspera, del aumento de sueldos y sobre el acceso común a la compra de casas propias. Mencionó también que unos meses después de terminar las negociaciones, se realizaron las reformas neoliberales que no tenían mucho que ver con los escritos, pero al mismo tiempo constató que no hubo otra opción más que optar por la economía neoliberal (DZIEJE.PL, 2019).

Según Zbigniew Bujak, quien era representante de la oposición, el más grande error que cometió Solidaridad dentro de las negociaciones fue no saber decir que no. Esto generó problemas con la recepción de la Mesa Redonda entre la clase trabajadora, donde no se podía entender cómo era posible que quienes anteriormente eran perseguidos, varias veces encarcelados y relegados del trabajo, ahora se saludaban de mano con Czesław Kiszczak, quien fue símbolo de la opresión por parte del gobierno. Este recuerdo le produce hasta hoy malestar. Consideró también que no todas las reformas planteadas, tanto en la Mesa Redonda como por Solidaridad antes de su legalización, se realizaron. Entre ellas, las más desperdiciadas fueron las relacionadas con el aparato de justicia y de salud. Le pareció que los opositores fueron muy bien preparados, pero aun así los problemas los sobrepasaron y fueron demasiado reconciliadores. Otro problema fue el limitado apoyo de las estructuras locales de Solidaridad, que se involucraron muy poco en los procesos de cambio. Un caso especial para Bujak fue permitir que las organizaciones y partidos aliados al gobierno socialista entraran al nuevo Parlamento y al gobierno formado por Tadeusz Mazowiecki. Lo único a que se dedicaron fue a preparar el proceso de reformas (DZIEJE.PL, 2019).

Stanisław Ciosek mencionó que no estaba decepcionado con los resultados de las elecciones de junio de 1989 -consecuencia casi inmediata de la Mesa Redonda- pero piensa que el POUP perdió moralmente, pues la autoridad que tenía desapareció y literalmente se deshizo el gobierno socialista. Las causas de esta situación fueron aferrarse al poder, la corrupción y el simple cansancio para mantener el sistema (DZIEJE.PL, 2019).

Reflexión a modo de conclusión

Las negociaciones de la Mesa Redonda influyeron directamente en el cambio del sistema económico y político de Polonia a finales del siglo XX. Desde el momento en que concluyeron -el 5 de abril de 1989- se transformó radicalmente la política interna y externa. Los miembros del aparato comunista se sintieron obligados a participar debido a las intensas huelgas y, finalmente, las pláticas trajeron grandes cambios: reformas políticas y económicas, nuevo sistema de elecciones del Parlamento, restablecimiento del Senado -suprimido después de la Segunda Guerra Mundial-, la llegada de los representantes de la oposición a los medios de comunicación, el inicio de la libertad de expresión y la eliminación de la censura. Se hizo posible la legalización de Solidaridad y la fundación de sindicatos independientes. Otro logro muy importante fue la creación del puesto de presidente de Polonia.

La Mesa Redonda fue solamente el principio de los cambios revolucionarios para el país y de la lucha por la democracia, lo cual sigue influyendo en la vida moderna de Polonia. El régimen socialista, simbolizado por calles llenas de manifestaciones, huelgas y carencias materiales; fue sustituido por el capitalismo y la democracia.

En una entrevista que dio el historiador Wojciech Roszkowski mencionó que cada evento histórico siempre se juzga de diferentes lados. Unos van a decir que todas las posibilidades se aprovecharon al máximo y otros que se pudo haber conseguir mucho más, y por esto la opinión del historiador tiene que ser precisa. La Mesa Redonda fue una parte del proceso y sus consecuencias tienen que evaluarse desde la perspectiva en cómo los dos bandos aprovecharon este momento (Szukała, 2019).

¿Qué valió la pena? Como pudo verse, las opiniones de la sociedad, de los especialistas y de los participantes de la Mesa Redonda están divididas y esta diversidad sigue privando. Ciertamente, dicha gama de visiones no puede negar que este acontecimiento fue uno de los eventos más importantes en la historia de Polonia después de Segunda Guerra Mundial. La memoria histórica acerca de la Mesa Redonda de 1989 y sus resultados dependen principalmente de la edad de las personas entrevistadas y su nivel de educación. En los entrevistados más jóvenes se observó menos interés por la historia reciente, tampoco se manifestó actitud de saber más acerca de aquellos acontecimientos que cambiaron el rumbo político y económico de Polonia. Esta postura parece ser bastante preocupante para un investigador pues se exhibe el desinterés de los adolescentes por la preservación de la memoria histórica.

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1Todos los documentos polacos utilizados como referencias son traducción libre de I. Tkocz.

2Centro de Investigación de la Opinión de la Sociedad.

3Las reformas implementadas en la urss por Mijaíl Gorbachov: la perestroika, que en ruso significa reestructuración, consistió en reformar las estructuras económicas soviéticas, la glásnost o apertura, que permitía, entre otras cosas, mayor libertad a los medios de comunicación, el descenso de la censura y mayor libertad de expresión y la uskorienia (aceleración) que terminaba con la guerra fría y sistema socialista soviético. (Trad. libre de ruso de I. Tkocz).

4Jacek Kuroń fue historiador y activista social (1934-2004). Ocupó el cargo de ministro de la Secretaría del Trabajo y fue uno de los políticos más populares y confiables en Polonia democrática. Fundador de la Universidad del Pueblo. Terminó sus estudios universitarios en la misma institución que I. Tkocz (coautora de este artículo). Por su parte, Adam Michnik es un reconocido intelectual y activista opositor.

5Las últimas elecciones libres en Polonia fueron en 1938.

6En Polonia socialista las salidas al extranjero eran restringidas, a tal grado que el pasaporte se regresaba a las oficinas gubernamentales después de realizar el viaje. Para cada salida se necesitaba un permiso especial.

7La iniciativa de formar el Grupo de Visegrad se debe a Lech Wałęsa, Vaclav Havel y Josef Antall, quienes se reunieron en 1991 en el Castillo de Visegrad, Hungría. Es una reminiscencia de la reunión de los reyes polaco, húngaro y checo en el mismo castillo, en los años de 1335 y 1338. Actualmente los países participantes son: Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia.

Recibido: 24 de Junio de 2019; Aprobado: 25 de Octubre de 2019

Izabela Tkocz es doctora en Educación, Artes y Humanidades, con la especialidad Historia e Historiografia; se desempeña como profesora en la licenciatura en Historia de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua; sus líneas de investigación son historia contemporánea, historia critica, sovietismo en Europa del Este, su influencia en México y América Latina; entre sus publicaciones más recientes se encuentran: “Reforma socialista al artículo tercero constitucional de 1934: análisis de su contexto histórico” (2018) en Jesús Adolfo Trujillo Holguín y Laura Irene Dino Morales, Debate legislativo y educación. El artículo tercero a cien años de la Constitución Política de 1917. Chihuahua: Congreso del Estado de Chihuahua/Red de Investigadores Educativos Chihuahua; “Historia y sus métodos; el problema de la metodología en la investigación histórica” (2018) Debates por la historia, 6(1); “La propaganda socialista en Chihuahua durante el mandato de Rodrigo M. Quevedo: un análisis a partir del informe de último año de gobierno” (2018) RECIE. Revista Electrónica Científica de Investigación Educativa, 4(1).

Jesús Adolfo Trujillo Holguín es doctor en Educación; se desempeña como profesor-investigador en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua; sus líneas de investigación son: historia e historiografía de la educación y formación de maestros; entre sus publicaciones más recientes se encuentran: La educación en Ranchería Juárez, Chihuahua 1932-2018 (2019) Chihuahua: Red de Investigadores Educativos Chihuahua; “Del esplendor porfirista al caos revolucionario. La enseñanza primaria en el Estado de Chihuahua, México, en el periodo 1982 a 1911” (2018) Historia Caribe, XIII(32); “Balance histórico de las reformas al artículo tercero constitucional: la transición al modelo de calidad basado en la evaluación docente” (2018) en Jesús Adolfo Trujillo Holguín y Laura Irene Dino Morales, Debate legislativo y educación. El artículo tercero a cien años de la Constitución Política de 1917. Chihuahua: Congreso del Estado de Chihuahua/Red de Investigadores Educativos Chihuahua.

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