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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versão impressa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.64 no.237 Ciudad de México Set./Dez. 2019  Epub 07-Nov-2019

https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2019.237.67674 

Artículos

Los ritmos de la rebeldía: la música en la formación política de estudiantes activistas universitarios

The Rhythms of Rebellion: Music in the Political Formation of University Student Activists

Elí Orlando Lozano González 

*Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: <eli.orlando.lozano@gmail.com>.


Resumen

En este artículo se analiza el papel de la música en la formación política de un peculiar personaje de la vida cotidiana en la UNAM: el estudiante activista de izquierda radical, caracterizado por su rebeldía ante el gobierno, el Estado y el capitalismo. La investigación se fundamenta teóricamente en los conceptos de cultura política y formación política. Mediante relatos de vida a 12 estudiantes activistas provenientes de dos facultades de la UNAM, se describen sus géneros musicales predilectos: rock, ska, reggae y trova; en tanto la música juega un papel fundamental en los procesos de identificación entre sí y con las causas de su lucha, es un proceso de intercambio simbólico fundamental en la construcción de su cultura política.

Palabras clave: música; formación política; activismo; izquierda radical; estudiante universitario

Abstract

This article analyzes the role of music in the political formation of a unique character in the daily life of UNAM: the radical leftist activist student, characterized by their rebellion against the government, the state and capitalism. This research is theoretically based on the concepts of political culture and political formation and has a qualitative approach using life stories of 12 activist students from two UNAM schools. The favorite musical genres of the interviewees are rock, ska, reggae and trova. Music plays a fundamental role in the processes of identification amongst the group and with the causes of their struggle, and it is a process of symbolic exchange fundamental in the construction of its political culture.

Keywords: music; political formation; activism; radical left; university student

Introducción

Los estudiantes que fungen como activistas, personajes fundamentales en la vida política de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) -sin embargo estigmatizados-, desenvuelven sus acciones al margen de lo aceptado, de lo común y corriente, por ello se les etiqueta y en ocasiones se les rechaza; específicamente participan en agrupaciones políticas estudiantiles de izquierda radical, también conocidas como grupos autogestivos o colectivos, coloquialmente llamados por los estudiantes cubos.

En estos espacios se organizan actividades de corte político a cargo de alumnos de diferentes carreras: informan sobre diversas situaciones y problemas que se presentan en su misma escuela y fuera de ella, organizan asambleas estudiantiles, mítines, marchas, incluso promueven paros o huelgas; también organizan talleres o cursos dirigidos a los estudiantes, círculos de estudio o lectura, entre otras acciones. En la UNAM existen numerosas agrupaciones, en cada una se implican diversas actividades con fines o intereses también diversos, incluso una gama de orientaciones ideológicas. En concreto no existe un perfil único ni homogéneo entre los estudiantes activistas sino diversidad; sin embargo algo que los caracteriza es su oposición al gobierno, al capitalismo e, incluso, a las autoridades universitarias.

Por estas características, los estudiantes activistas son un objeto de estudio interesante; ello me llevó a realizar una investigación en la que buscaba conocer cómo estos alumnos llegan a convertirse en activistas, lo que implica describir su cultura política y los procesos de formación política que los llevan a involucrarse en el activismo de izquierda radical. Para lograrlo, realicé entrevistas en su modalidad de relatos de vida a 12 estudiantes activistas de dos facultades de la UNAM caracterizadas por su activismo: la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y la Facultad de Filosofía y Letras. Las entrevistas arrojaron una gran cantidad de información, parte de los resultados de dichas pesquisas fueron publicados en el libro titulado El camino de la disidencia: cultura y formación política de estudiantes activistas universitarios (Lozano, 2017).

A partir del análisis de la información obtenida a través de las entrevistas, llegué a la conclusión de que se puede clasificar como outsider al estudiante activista universitario; quien opta por formas alejadas de lo convencional en el terreno de la participación política, relacionado con la protesta, el descontento y la resistencia al gobierno y al capitalismo. Alejado de la política institucional, ideológicamente se autoposiciona en la izquierda radical y revolucionaria; por ello, al estudiante activista universitario se puede considerar rebelde o disidente. Ahora bien, para llegar a serlo influyen un sinnúmero de factores, sus trayectorias no son lineales ni iguales para todos: las familias, los amigos, la escuela, el contexto donde viven, el todo interviene de alguna manera en cada caso particular durante la conformación de su cultura política rebelde.

Aunque cada caso es distinto, se encontró un elemento que les otorga bases para sustentar su discurso rebelde y de resistencia en la identificación con otros que están en la misma sintonía; un discurso sonoro, rítmico, con métrica y versos; un lenguaje que inspira y motiva a la rebeldía: la música.

Este artículo analiza el papel de la música en la formación política del estudiante activista universitario mediante la recuperación de sus propios testimonios; antes de ello, hablaré brevemente, y en primer lugar, acerca de la situación del activismo en la universidad para contextualizar lo que posteriormente se discute; en seguida presento las bases teóricas y metodológicas que dan sustento a la investigación realizada. Todo ello permite abordar el punto central del artículo: la música en la formación política del estudiante activista universitario.

Acerca del activismo en la UNAM

La Universidad y los estudiantes son, históricamente, figuras relevantes en el acontecer político (Marsiske, 2003). No se puede negar su importancia e influencia en diferentes momentos históricos, nacional e internacionalmente. Los estudiantes universitarios son sujetos que reciben una preparación superior al promedio de la población, cuentan con recursos que les permiten entender la política de manera diferente. Se puede considerar, de acuerdo con Piña, García y Lozano (2010) que poseen una cultura política distinta a la que pudieran expresar otros sectores sociales.

Pero una universidad -y sobre todo la UNAM- no se caracteriza por la homogeneidad, al contrario, se distingue por ser un universo de pensamientos, un espacio para la pluralidad y la confrontación de las ideas. En la UNAM, en el terreno de la política, hay de todo: políticos y apolíticos; partidistas y apartidistas; de derecha, izquierda y centro (Lozano, 2011). Además de ello, existe un grupo de estudiantes que se distinguen del resto; se ubican a sí mismos ideológicamente a la izquierda de la izquierda, radicales y revolucionarios. Y aunque no tienen las mismas acciones ni buscan los mismos fines, comparten estas características. Se les puede encontrar en agrupaciones políticas estudiantiles denominadas cubos; son alternativas de participación, fuera de la política formal; en ellas no existen estatutos o reglamentos, no hay un organigrama y la forma de organizarse es distinta a las organizaciones de la política formal.

José René Rivas (2007) analiza en su obra titulada La izquierda estudiantil en la UNAM: organizaciones, movilizaciones y liderazgos (1958-1972) el origen de las agrupaciones y el grupo de estudiantes activistas en la UNAM de afiliación e ideología marxista, por lo tanto de izquierda; grupos que se pueden considerar los antecesores de los que hoy en día existen en la UNAM, menciona en esta obra que en dicha universidad “el quehacer de la izquierda y la cultura de la izquierda fueron creciendo a lo largo de los años sesenta” (Rivas, 2007: 12), y sobre todo a partir del movimiento estudiantil de 1968, aunque no se tratara de una izquierda bien definida. Sin embargo, en esa época la influencia del marxismo-leninismo era muy fuerte y permeo en las recién creadas organizaciones políticas estudiantiles que agrupaban a los estudiantes disidentes de aquel entonces.

Rivas considera que el origen de estas agrupaciones estudiantiles de izquierda en la UNAM se debe a diversos acontecimientos de orden internacional, como fueron el triunfo de la revolución cubana, el inicio del proceso de desestalinización de la URSS, la proliferación de movimientos guerrilleros en diversos países de Asía, África y América Latina, las protestas mundiales contra la guerra en Vietnam y las nuevas expresiones juveniles en los más variados ámbitos de la cultura.

Muy pronto, estos y muchos otros factores empezaron a dejar entre sus resultados, un acelerado e inédito proceso de politización del otrora apático sujeto estudiantil universitario. De esta manera, y a la par de las organizaciones de alumnos oficialmente reconocidas en el ámbito universitario, comenzarían a surgir, desarrollarse, ramificarse y consolidarse, multitud de grupos o grupúsculos y periódicos estudiantiles con una orientación política e ideología de izquierda. (Rivas, 2007: 27)

De esta manera, se pueden rastrear desde esta época hasta la actualidad el origen de las agrupaciones políticas estudiantiles en las que participan activamente los estudiantes que fueron entrevistados. Ya que las agrupaciones actuales que comparten, en esencia, características similares, son de izquierda radical y las actividades que realizan son también parecidas, sobre todo enfocadas en la protesta contra el gobierno del país y las autoridades universitarias.

Es en estos antecedentes donde se ubica el origen de la llamada izquierda radical, nueva izquierda o izquierda revolucionaria. Una izquierda que, en concordancia con algunos de los testimonios recopilados en esta investigación, “se ubicaba siempre a la izquierda de los agrupamientos políticos partidarios de la denominada vieja izquierda” (Rivas, 2007: 176). El discurso de la izquierda radical, menciona el mismo autor, estaba dirigido únicamente a los estudiantes que, efectivamente, se habían radicalizado y asumían tareas revolucionarias.

Estos grupos de estudiantes son quienes se organizaron en grupos estudiantiles similares a los que ahora se encuentran en la UNAM, y que con el paso del tiempo fueron abriendo su campo de atención y acción hacia asuntos que tenían que ver con algo más que la revolución: las reformas universitarias y el asunto de la educación y el magisterio en general; los presos políticos, la represión del gobierno y la lucha obrera y campesina, por citar ejemplos.

El antecedente más directo donde se puede rastrear el origen de las agrupaciones políticas estudiantiles actuales es la huelga de la UNAM ocurrida en el año de 1999, un movimiento estudiantil en defensa de la gratuidad de la educación superior. De acuerdo con las palabras de los estudiantes entrevistados para esta investigación, a pesar de la intervención policiaca para poner fin a la huelga, quedó una gran base de estudiantes activistas radicales que continuaron el movimiento en cada una de sus escuelas o facultades, de ahí el origen de los cubos actuales. El caso más notorio es el auditorio Justo Sierra en la FFyL, rebautizado como Auditorio Che Guevara por los activistas, y que permanece bajo su control desde 1999. Incluso, de acuerdo con Oprinari, la huelga del 99 “dejó importantes lecciones para los movimientos posteriores” (2014: 206).

Casi dos décadas después de la huelga, los cubos han sufrido transformaciones, muchos de sus ocupantes originales se han retirado de la UNAM y se han dedicado a otros asuntos, algunos en la misma lucha pero desde otros frentes; es usual que en los cubos se dé una rotación de sus ocupantes, al terminar sus estudios los activistas dejan espacios que son ocupados por las nuevas generaciones de activistas, quienes heredan -pero también transforman- el espacio mismo. De esta manera, hay una continuidad en el movimiento, a la vez de una paulatina transformación.

En la UNAM, las agrupaciones políticas de estudiantes se encuentran en diferentes espacios, escuelas y facultades. Para esta investigación trabajé con estudiantes que formaban parte de agrupaciones políticas de dos facultades de Ciudad Universitaria, de áreas de conocimiento diferentes: la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), del área de las Ciencias Sociales y Administrativas; y la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), que corresponde al área de las Humanidades; en ambas, la existencia de organizaciones estudiantiles es reconocida y es también interesante el hecho de que pertenecen a áreas de conocimiento diferentes, lo que muestra que no es precisamente la elección de carrera lo que lleva a los estudiantes a integrarse a una agrupación política, sino la influencia de otros factores.

Perspectiva teórica: cultura política y formación política

Esta investigación se sustenta teóricamente en la relación entre los conceptos de cultura política y formación política. Esto permite la fundamentación de las decisiones metodológicas realizadas. Partí de la premisa de que la formación -específicamente la política- es el proceso que permite la construcción de la cultura política. Por lo que el objeto de estudio de la investigación fue en sí la construcción de la cultura política de los estudiantes activistas universitarios de las dos facultades seleccionadas.

Muchos son los autores que trabajan el concepto de cultura política desde muy distintas ópticas y disciplinas, lo que implicó una cierta dificultad. Para trabajar este concepto consulté autores como Clifford Geertz (1987) y Gilberto Giménez (2007), en relación a la noción de cultura; Norbeto Bobbio, Mateucci y Pasquino (2005), Carl Schmitt (1998) y Michel Foucault (1992) en relación a la política y el poder. En relación a la cultura política trabajé autores tales como: Gabriel Almond y Sidney Verba (1963), Esteban Krotz (1990) , Víctor Manuel Durand (2004) y algunos más.

A grandes rasgos, se entiende la cultura política como una red de significaciones socialmente construidas en torno a la política, de esta manera se manifiesta como una expresión subjetiva de los individuos respecto a diferentes asuntos relacionados con ella. Se refiere a los valores, creencias, concepciones y representaciones sociales que los ciudadanos de una sociedad utilizan como recursos para decidir sus acciones vinculadas al medio político y, por ende, respecto al ejercicio del poder en el espacio público y las implicaciones que esto conlleva: mandatos, leyes, actitudes, opiniones, etc. La cultura política nos remite inmediatamente a la subjetividad de los actores de una sociedad específica (Peschard, 2016).

El estudio de la cultura política permite entender el comportamiento, las posturas, la práctica y participación de las personas en ese ámbito. Se manifiesta de manera individual, pero es resultado de la interacción con el contexto y el sistema político. Los individuos responden a estímulos del exterior, constituyen su cultura política a partir de lo macro y su relación con lo micro, como lo menciona Durand:

No nos parece correcto afirmar que la cultura política de los ciudadanos es sólo un reflejo de las estructuras o sistemas; como tampoco lo es pensar que los individuos son autónomos y calculan su acción como un simple acto individual, ignorando cualquier contexto institucional. Para nosotros es indispensable mantener una relación de intercausalidad entre lo micro y lo macro, entre la acción del actor y entre el sistema político o la estructura social (2004: 27).

Se puede concluir, entonces, que la cultura política se construye mediante una constante interacción entre las instituciones (las cuales dictan las reglas del juego) y los mismos sujetos (quienes deciden cuáles acatar y cuáles no); para ello, deben conocer el funcionamiento de las instituciones y estar al tanto de los acontecimientos políticos.

De acuerdo con lo revisado, llegué a la conclusión de que la cultura política es resultado de un proceso de construcción que se da de manera individual, pero inserto el individuo en la sociedad. Además de que la cultura es un fenómeno público y social; y no meramente psíquico. Es decir, la cultura política de un individuo se construye atendiendo a su biografía en relación con los grupos sociales en los que se ha desenvuelto; en la presente investigación, dicho proceso ha sido denominado como “formación política”.

Usualmente se habla de formación y se piensa en la escolaridad, o en procesos de capacitación, entrenamiento, adiestramiento o profesionalización; el concepto de formación propuesto en este artículo trasciende cualquiera de los procesos antes mencionados y refiere al proceso mediante el cual las personas se apropian de y construyen cierta cultura (Gadamer, 2012; Hegel, 1984; Honoré, 1980), y esto es algo que sucede en la vida cotidiana de las personas, en el contacto con otros y mediante procesos de reflexión individual.

En torno a la noción de formación, trabajé principalmente con Gadamer (2012), Hegel (1984) y Honoré (1980); como concepto polisémico, en torno a él se ha gestado un debate que parece interminable; opté por entender a la formación como un proceso mediante el cual los individuos construyen cierta cultura, desde una posición cercana a la bildung alemana, término traducido como formación cultural.

Hegel (1984) menciona que el ser humano, inserto en la cultura y la sociedad, requiere formarse; se habla así de formación cultural, el acceso a la cultura. En ese sentido es, en primer lugar, la adquisición de cierta cultura para dominar la propia naturaleza. Un individuo requiere apropiarse de la cultura del mundo social en el que se encuentra. La formación permite a los individuos ser parte de los grupos sociales en los que se mueven al apropiarse de los rasgos comunes, de la cultura compartida. Llevado al terreno de la política, el estudiante activista universitario necesita conocer su sistema político, e igualmente hace propios los rasgos que son comunes a la población a la que pertenece para luego trascenderlos.

Pero Honoré (1980) considera que la formación sucede únicamente mediante una actividad reflexiva, que distingue de la actividad reflectante, ésta última sirve para reproducir lo existente -en todo caso para discriminar y aplicar-, remite a los procesos de transmisión de información, capacitación, adiestramiento o entrenamiento. La formación es una actividad que requiere la reflexión, que lleva a la transformación de lo existente, a la innovación, la creación, la crítica y la re-significación. Bajo esta idea, sólo hay formación cuando se reflexiona -y con ello se transforma- el mundo en el que uno se desenvuelve. Se transforma uno mismo, sus prácticas, sus acciones, sus significados, su habla; y con ello, el entorno, la cultura.

Durante el proceso formativo hay por principio una apropiación de la cultura existente, luego (aunque quizá esto puede suceder casi a la par) hay un proceso reflexivo individual que implica la resignificación y la transformación personal y del entorno: la apropiación y la construcción de las culturas. Esto da pie a manifestaciones culturales disidentes que escapan a la normalidad y que buscan la transformación de la realidad social hegemónica. Como es el caso de los estudiantes activistas universitarios de izquierda radical que son tomados en cuenta en esta investigación. Su cultura política se puede considerar una expresión particular:

La cultura política consiste en las creencias, valores y capacidades que son comunes al total de la población, así como también a las tendencias especiales, modelos y patrones que solo pueden encontrarse en sectores particulares de esta última (Almond y Powell, 1972: 72).

El estudiante activista universitario forma parte de una minoría respecto al total de estudiantes universitarios, tienen una postura política poco convencional, actúa al margen de las instituciones, se opone al gobierno y al sistema económico. Significan a la política, sus actores, instituciones y procesos de una manera peculiar; ésa es su cultura política, y el proceso de construcción de dicha cultura política es a lo que he denominado “formación política”.

De esta manera, cultura política y formación política son dos conceptos relacionados que marcaron la pauta para las decisiones metodológicas que se siguieron en la investigación. El uso de técnicas cualitativas era fundamental, interesaba describir el proceso de construcción de la cultura política del estudiante activista en la UNAM, por ello era necesario indagar en los procesos de formación política y reconstruir sus trayectorias.

Proceso metodológico: relatos de vida

Ramos (2006) menciona que el estudio de la cultura política se orienta usualmente a las metodologías de corte cuantitativo que describen la cultura política de ciertos sectores de la sociedad mediante la aplicación de encuestas. Así lo pude notar al hacer una revisión documental de investigaciones que toman por objeto a la cultura política. Todo inicia con la publicación del clásico (pero también cuestionado) estudio de Almond y Verba (1963), The Civic Culture. A partir de ahí, se deriva toda una tradición de estudios empíricos acerca de la cultura política, la gran mayoría basados en macro-encuestas cuantitativas realizados, sobre todo en países anglosajones.

En México también existen varios estudios enfocados en la cultura política, su auge comienza a partir de la década de los 80 (Krotz, 2002), especialmente a partir de las reñidas y controvertidas elecciones presidenciales del año de 1988. La mayoría de los estudios, a decir de este autor, se centran en los periodos electorales: cómo se define el voto, cuáles son las tendencias, niveles de confianza en las instituciones políticas o en las elecciones y otros asuntos relacionados.

A partir de esto el Gobierno federal, a través de diversas entidades, se interesa en la materia y realiza continuamente macro estudios que ofrecen un panorama de este fenómeno en el país; por ejemplo, la serie de Encuestas Nacionales sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP), coordinadas por la Secretaría de Gobernación (SEGOB, 2001; 2003; 2005; 2009; 2013); también está un estudio realizado en la Universidad de Vanderbilt en cooperación con Barómetro de las Américas en el año 2010 (Seligson, 2011); uno más, por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública-CESOP (2012), dependiente de la LXI Legislatura de la Cámara de Diputados, titulado “Encuesta sobre Cultura Política en México”, realizado en marzo de 2012. Se encuentra también la Biblioteca titulada “Los mexicanos vistos por sí mismos: los grandes temas nacionales”, editada por la UNAM en el año 2015 y compuesta por 27 títulos, donde destacan dos obras en particular por sus aportaciones empíricas al estudio de la cultura política: El déficit de la democracia en México (Córdova, Flores, Alejandre y Vázquez, 2015) y Los mexicanos y su constitución (Fix, Flores y Valadés, 2015), aunque todos los números de la colección aportan algo relevante en este sentido. En todos estos documentos es posible darse una idea de cómo es la cultura política del mexicano en general.

También hay otros estudios que se enfocan en la percepción que tienen los mexicanos de la democracia, las figuras de poder, las formas de participación política, interés en la política. Se intenta con los estudios realizados dar cuenta de cómo es el mexicano o algunos de los sectores que lo componen, por ejemplo indígenas, campesinos, obreros, mujeres, jóvenes, estudiantes, etc. (Krotz, 2002). Específicamente con estudiantes universitarios se tienen los trabajos de Piña et al. (2010), Piña (2008) y Durand (1998, 2002).

La gran mayoría de los estudios obtienen su información de encuestas, con ello se describe la cultura política de la población que toman como referente. Pero el presente trabajo no busca sólo describir la cultura política como resultado sino también su proceso de construcción, la formación política. Este objeto requería un tratamiento distinto, por ello opté por una metodología cualitativa mediante entrevistas semiestructuradas en su modalidad de relatos de vida.

La investigación cualitativa busca acceder a los significados que yacen detrás de las acciones humanas convertidas en discursos (Álvarez, 2003; Taylor y Bogdan, 1990). El investigador cualitativo se encarga de reunir información de diversos medios (entrevistas, observaciones, cuestionarios) y los convierte en textos que son interpretados en función del contexto en que fueron obtenidos y del marco teórico interpretativo construido para cada investigación. En este caso particular, el contexto son las dos facultades de la UNAM que se toman como escenario de investigación, en el marco de participación política estudiantil descrito en páginas anteriores mientras el marco teórico está construido a partir de la relación entre los conceptos de cultura política y formación política.

En cuanto a la técnica de recolección de información, elegí el relato de vida, que es la narración que un informante puede hacer de algunos episodios de su vida a petición expresa de un investigador, de acuerdo con los objetivos que se tengan en la investigación, es:

una descripción aproximada de la historia realmente vivida (tanto subjetiva, como objetivamente) […] es el resultado de una forma peculiar de entrevista, la entrevista narrativa, en la que un investigador (que puede ser un estudiante) pide a una persona, llamada a continuación “sujeto”, que le cuente toda o parte de su experiencia vivida. (Bertaux, 2005: 9).

De acuerdo con esta perspectiva de trabajo, la técnica empleada sirve al investigador para dar cuenta de un objeto social; le permite documentar lo que sucede con individuos que se encuentran en cierta categoría de situación (en este caso “ser activista universitario”); se habla desde la particularidad sin pretender plasmar la historia de uno o dos individuos, sino dar cuenta de un objeto social (Bertaux, 2005) a partir de la información reunida con ayuda de varios informantes. El análisis de la construcción de la cultura política de los estudiantes activistas universitarios parte de la indagación en torno al papel de la música en dicho proceso, abordado en las próximas páginas.

Entre los años 2013 y 2104 realicé 12 entrevistas, 4 en la Facultad de Filosofía y Letras y 8 más en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Todas a estudiantes activistas miembros de algún colectivo de su facultad. Cada uno de ellos seleccionó un pseudónimo con el cual serían identificados en la investigación, lo que garantiza su anonimato.

Resultados: La música de la rebeldía

La música fue mencionada por algunos informantes como un elemento importante en su formación política. Las letras disidentes y rebeldes, los ritmos y el elemento simbólico que representa cierto tipo de música es una inspiración para los activistas. Sofía (2013) recuerda, por ejemplo, que mientras cursaba la secundaria escuchó una canción que decía “yo quiero ser un disidente”, y se le quedó grabada. La letra de dicha canción es por demás representativa de lo que en este artículo se discute:

Más ya no quiero vivir,
siendo el modelo de decencia,
acorralado en la precaución,
del bien y mal batido con perdón.

Y si me dices buena gente,
tan solo he sido indiferente,
acorazado en mi pasado,
negándome otra solución.
Otro placer, ya tengo otro placer,
otra ilusión, otra ilusión.

Yo quiero ser un disidente,
de los que opina tanta gente,
jugar poquito a la anarquía,
sacarle canas a la policía y a mi tía.

Más ya no quiero vivir,
siendo el modelo de decencia,
acorralado en la precaución,
del bien y mal batido con perdón.

Y si me dices buena gente,
tan solo he sido indiferente,
acorazado en mi pasado,
negándome otra solución.
Otro placer, ya tengo otro placer,
otra ilusión, otra ilusión.

Yo quiero ser un disidente,
de los que opina tanta gente,
jugar poquito a la anarquía,
sacarle canas a la policía y a mi tía.
Y si viene revolución,
o si llega la 23,
en eso pongo yo mi fe,
y que no falle mi penalti.

Yo quiero ser un disidente,
de los que vota tanta gente,
poner en duda la balanza,
ya no me gusta la falacia democracia.
Y si viene revolución,
o viene el caos otra vez,
yo ya no quiero más tener,
al fin y al cabo que nunca nada, nada
está muy bien,
nada está muy bien.
Salón Victoria, 2003: pista 9.

La letra habla de un deseo y una ilusión: ser un disidente. Revela también un ideal: la revolución comunista mientras manifiesta que todo ello resulta incómodo para la sociedad, al expresar “sacarle canas a la policía y a mi tía”. La letra apunta a un cambio personal que implica alejarse de los modelos “de decencia”. Algo muy revelador es que todo lo expresado es placentero y deseado. Finalmente, arroja una pequeña crítica a la sociedad al decir que “nada está muy bien”, así que un cambio resulta deseable.

Se trata de una canción del género ska. En México el ska tiene sus orígenes en la década de los 80 con la llegada al panorama musical de una emblemática banda llamada La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, después le siguieron otras bandas como Café Tacvba, Tijuana No, Salón Victoria, Panteón Rococó, La Tremenda Korte, Sekta Core!, La Matatena, Rooth Boys. Dichas bandas, y en general el movimiento ska en México (así como el movimiento del rock mexicano en general), se distinguen por su identificación con las luchas y las causas populares, por su discurso de reivindicación, por hacer manifiesto el descontento social, por su crítica al gobierno, por denunciar la desigualdad.

Esta revolución musical surge en México en épocas posteriores al movimiento del 68 y en un entorno de constante represión gubernamental, pero también en el momento en que se observó la mayor ola de participación ciudadana y solidaridad: el terremoto del 85. Más que simples géneros musicales, el ska, el reggae y el rock, en general, se convierten en movimientos culturales, armonizan y dan ritmo a la lucha de los activistas ya descritos. La música inspira la lucha:

Hay ciertas letras que se te quedan, que te dan fuerza, que te dan coraje, y uno se las lleva por la vida y las aplica en lo cotidiano, por ejemplo ahorita se me viene a la mente lo que dice Alika “semilla es la palabra que tiramos al viento” entonces todo lo que diga, la gente que lo escucha va a tener un efecto en ellos, ¿no? (Quique, 2013).

Alika es una artista del género reggae, quien se caracteriza por enviar mensajes de paz, pero también de rebeldía y reivindicación de las luchas sociales. La canción a la que hace referencia Quique se titula Paciencia, y parte de su letra es la siguiente:

Hay va mi ciencia, de la paz,
que es solamente un poco de amor y
entendimiento.
Y quien la va sembrar, semilla la palabra
que tiramos al viento.
Y mi ciencia de la paz
es solamente un poco de amor y
entendimiento.
Y quien la va sembrar, semilla la palabra,
que tiramos al viento.

Palabras te traigo,
me pegan no me caigo,
hablo porque veo que la muerte acecha a
diario,
no soy la número uno ni mi ego es mi
equipaje,
solo vengo represento y paso a todos un
mensaje,
evitando al ignorante, esquivando al
arrogante,
activa mi gente, mira vamos pa’ delante,
con lírica consiente,
palabras que se sienten,
para todos los que moran la tierra de los
vivientes,
no pretendo ni la vendo,
la llama va creciendo,
mi voz te lo va diciendo,
la palabra se va expandiendo,
pisoteando a Babylon,
Alika no se cansa,
yo no he nacido para no tener esperanza.
Alika & La Nueva Alianza, 2003: pista 8.

La letra habla de esperanza, de amor y entendimiento, pero también de violencia e intolerancia. Y plantea la posibilidad de que la palabra que uno deja en el viento se convierta eventualmente en la ansiada transformación. El reggae, el ska, el rock y la trova son los géneros musicales que los estudiantes activistas siguen con más frecuencia, todos son estilos musicales que los inspiran en su rebeldía:

Yo siento que los grandes músicos, lo que los inspira es un poco de rebeldía. A lo mejor ellos no piensan en el comunismo, debido al contexto en que se desarrollaron, pero esa rebeldía los hizo hacer bien lo que hacían. En esas condiciones que todos estamos viviendo ahorita, y ser rebelde le da sentido a lo que vayas a hacer, en este caso la música (Frito, 2013).

Frito [en tanto “apodo” se usa cursivas] considera que los músicos son rebeldes y eso le da sentido a su vida y su trabajo. Los activistas son rebeldes también, por lo que pueden encontrar su inspiración en las creaciones de otros igual a ellos.

El rock y la transgresión

Olallo Rubio, director de cine mexicano, realizó en el año 2012 un documental titulado Gimme the power, en dicho documento audiovisual hace un recorrido por la historia reciente mexicana y una crítica al gobierno mexicano, que durante casi todo el siglo pasado ejerció un control casi absoluto sobre la libertad de expresión, dejando muy pocos espacios para la expresión de ideas disidentes. En el documental se afirma que es a través de la música como se expresan mensajes rebeldes en un sistema que tiene los medios bajo control, además de que los sectores jóvenes de la sociedad tienen una constante necesidad de expresar sus ideas.

El mencionado director considera que específicamente el rock es un género que desde sus inicios se ha catalogado como incómodo por la sociedad conservadora, ya que trasmite mensajes de transgresión y rebeldía, por ejemplo la letra de la siguiente canción:

La policía te está extorsionando (dinero),
pero ellos viven de lo que tú estás pagando,
y si te tratan como a un delincuente (ladrón),
no es tu culpa, dale gracias al regente.

Hay que arrancar el problema de raíz
y cambiar al gobierno de nuestro país,
a la gente que está en la burocracia
a esa gente que le gustan las migajas,
yo por eso me quejo y me quejo
porque aquí es donde vivo,
y yo ya no soy un pendejo,
¿qué no wachas los puestos del gobierno?,
hay personas que se están enriqueciendo.
Gente que vive en la pobreza,
nadie hace nada porque a nadie le interesa,
es la gente de arriba te detesta, hay más gente que quiere
que caigan sus cabezas,
Si le das más poder al poder
más duro te van a venir a coger,
porque fuimos potencia mundial,
somos pobres,
nos manejan mal.
Dame, dame, dame, dame todo el power
para que te demos en la madre.
Gimme, gimme, gimme, gimme todo el poder
so I can come around to joder
Molotov, 1997: pista 5.

Denuncia, inconformidad, malestar, sí; también un deseo de cambio es lo que este tipo de canciones expresan. Manuel habla acerca de la influencia del rock en su formación política:

Es a través de la música como me formé y me sigo formando, creo que es una parte fundamental de la formación del ser humano. Yo creo que sin música no habría muchas cosas, soy por ejemplo muy fan de Bob Marley, lo que hizo, sus rolas y esto me fue formando en algún momento. El que de alguna manera en una canción se pudiera reflejar lo que yo estaba sintiendo, lo que yo pensaba. Y eso también, particularmente aquí en el espacio nos ha permitido trabajar, a muchos nos gusta casi la misma música. Igual algunos son más afines a otros géneros, pero eso no significa que no nos guste. El rock es como lo que nos une. Pero pues eso nos ha permitido ir encontrando más canciones, más música y compartirlas. Creo que esto ha sido algo fundamental, la música. (Manuel, 2013)

Zolov (2002), en su obra Rebeldes con causa hace un recuento del surgimiento de contraculturas asociadas a la música rock en el México de las décadas de los 50, 60 y 70. Narra cómo desde la creación musical, sin la intención directa de lograrlo, los músicos rockeros contribuyeron a la formación en México de una generación de jóvenes rebeldes que combatían la dictadura del PRI, y que encontraban inspiración en el rock, una música rebelde por naturaleza.

De acuerdo con Hernández (2016), este género se distingue por su carácter transgresor y disidente; incluso el rock se transgrede a sí mismo en tanto surgen nuevos subgéneros que contrarrestan lo que en determinado momento es aceptado (por ejemplo el punk rock como respuesta al rock de estadio o el rock progresivo, de composiciones preciosistas, y se ubica más bien en el terreno underground, sin aspiración a agradar a las grandes masas). Hernández considera que el rock se caracteriza por una “búsqueda de la transcendencia a través de la ruptura con los modos establecidos (incluidos los del propio rock, pero manteniendo un profundo respeto por las raíces)” (2016: 9).

De esta manera lo que define el rock es su transgresión, rompe con lo establecido, pero procura construir algo nuevo basado en lo ya existente. Hernández (2016) habla de la contracultura del rock y la denomina transgresora; en esta investigación se analiza la cultura política del estudiante activista universitario, caracterizado por su rebeldía y disidencia. La analogía es clara. Es coherente que el rock sea la música que une a los activistas.

Una cultura, siguiendo a Clifford Geertz (1987) es un entramado de significaciones socialmente compartidas, implica procesos de intercambio simbólico entre los miembros de determinado grupo social. La música, a su vez, está cargada de simbolismos y los activistas comparten gustos musicales, lo que es fundamental para crear lazos afectivos y de amistad entre ellos. De hecho, muchas veces dichos lazos se crean a partir de la música, antes del activismo incluso:

Creo que por la música, en ese entonces estaba muy de moda el ska, me gustaba el ritmo, me gustaba la música, me gustaban también las letras, que no eran tan profundas como otra música de protesta, pero que tienen un matiz político y de denuncia. Entonces el chico que iba en mi secundaria, que era parte del colectivo, pues también le gustaba mucho y coincidíamos en ese aspecto. Yo creo que ese fue el primer conecte para saber o para entender que teníamos algo en común. (Sofía, 2013)

Amistad, música y activismo

Los estudiantes activistas que fueron entrevistados en esta investigación se agrupan en los cubos; es en estos espacios donde conviven con otras personas con intereses similares, no sólo en el aspecto político, sino en cuestiones cotidianas, y donde también se generan relaciones de amistad. De esta manera, los cubos son espacios de participación política y al mismo tiempo de convivencia, de intercambio de opiniones y de experiencias diversas. Como lo mencionó antes uno de los informantes, donde “comparten gustos musicales”.

Ubicados físicamente en diversas facultades, la asistencia a la universidad no se trata solamente de tomar las clases y hacer la tarea sino de socialización, ahí se conoce a muchas personas que se convierten en amistades, en tales relaciones se comparten gustos musicales, deportivos, intelectuales o artísticos; así como actividades de convivencia como beber cervezas, la asistencia a fiestas, conciertos o reuniones entre amigos y amigas. En general se establecen interacciones que producen un lazo afectivo y en muchos casos también una identificación, a veces esa cercanía puede influir en el otro en muchos sentidos, incluyendo las tendencias políticas.

Algunos de los informantes se integraron a los colectivos donde participan por invitación de alguna amistad y esto no sucedió de manera premeditada, sino que primero se dio una amistad en la que existió un intercambio de temas diversos, y entre la conversación y la convivencia se encontraron puntos en común respecto a las ideas políticas. De esta manera, las amistades surgen como un elemento importante para la formación política.

Muchas de las cosas pasan con unos tragos, ¿no?, unas chelas. En ese entonces estaba barata la cerveza, y sí, nos echamos unas chelas y de repente ahí empezamos a compartir ideas. Uno de los compañeros estaba realizando trabajo en Hidalgo, hizo sus comentarios. Yo en ese entonces, pues estaba chido, y decía pues órale, estaría bueno. Sin embargo no quería como asumir esa parte, sentía como que algo faltaba para que yo diera ese paso. Hasta que, bueno fue el coto un poco, ya en el cotorreo el hecho de compartir algunas ideas permitió cierta… más bien nos permitió ver qué pensaba uno respecto a la realidad; pues mira yo creo en esto, yo creo en Marx, etc. Esto, y digamos, entre las clases también, casi todos participamos siempre y esto nos permitió conocernos, o sea un poco en el desmadre pero también eso permitió que ahora estemos aquí (Manuel, 2013)

Lo que más influyó fue mi contacto con compañeros que se reivindicaban ya marxistas y que a la luz de discutir con ellos, conocer más el marxismo a través de ellos me convertí en marxista. No es que nos pongamos a platicar estrictamente de política, sino que es un tema que va saliendo, y pues ya posteriormente algunos de ellos le seguimos en la misma línea y otros no. Son compañeros de la facultad, no precisamente de mi carrera, pero sí de la facultad que conocí por alguna razón. En primer lugar, pues nos reuníamos para platicar, teníamos algunos amigos en común, fuimos a algunas fiestas, cosas así. En las pláticas es en donde va surgiendo el tema de la política, fue con ellos que empecé a platicar acerca del marxismo […] Yo conocía a estos compañeros que estaban trabajando en la agrupación en la que estoy ahora, les dije que me interesaría participar y fue así que me integré con ellos (David, 2013)

El grupo de iguales es un elemento clave para entender la formación de una persona, ya que son personas que no ejercen una autoridad, son personas de más o menos la misma edad, con intereses similares y que no buscan influir directamente en la conducta o forma de pensar de las personas, pero lo logran por la misma convivencia constante y cotidiana, sin imposición. Sin embargo, terminan provocando una modificación de su mundo subjetivo (Berger y Luckmann, 1995), para terminar construyendo su cultura política disidente.

Los amigos no buscan imponer sus ideas, las exponen, pero no hay una imposición. Esto se ve en los testimonios, los amigos hablan de muchas cosas, por ejemplo de gustos musicales; se convive de manera informal, con unas cervezas, en las fiestas. Así, entre los amigos se va produciendo una identificación que termina orientando o cambiando la conducta de las personas. Por lo que son un elemento a considerar en la formación política de los estudiantes activistas.

El rock: el lenguaje de los outsiders

La música es un primer elemento de identificación con los amigos y con el movimiento cultural de los activistas de izquierda radical, se trata de un paisaje sonoro que impulsa y motiva a la disidencia; no sólo por las letras o los ritmos sino por todo lo que conlleva dicho movimiento sonoro-cultural, las palabras de Manuel lo ejemplifican de excelente manera:

La música creo que juega un papel fundamental en mi formación política, yo me formé con el ska, lo escuchaba cuando iba en la secundaria. Se hacían los toquines aquí en CU y yo me iba de pinta a los toquines. Y escuchar este tipo de música, al Panteón Rococó, la Tremenda Korte y todos esos grupos que estaban en ese movimiento. Lo que decían, como lo decían, su música. Vine yo aquí al estacionamiento de aspirantes cuando iba en la secundaria, tenía yo 14-13 años y veo yo así a todos los chavos y decía yo: “chale, ¿yo me veré en algún momento así?”. Como que se te queda muy impregnado el estereotipo del estudiante universitario, el pelo largo, la arracada, las raspadas, las playeras del Che Guevara, algunas con el subcomandante Marcos, otras con estrella roja (Manuel, 2013)

El rock, el ska y cualquier género musical conlleva también una cultura, una forma de posicionarse ante la sociedad. El rock produce lo que podría denominarse una contracultura, ya que se opone a los valores tradicionales de una sociedad conservadora; se opone al sistema y las fuerzas represoras del gobierno; fomenta formas de vestirse, de hablar, de comportarse que chocan con lo socialmente aceptado (Zolov, 2002).

El rock, y toda la música que tenga algún contenido de protesta, en cierto sentido forman lo que Becker (2009) llama outsiders: grupos de personas que con su actuar se distinguen del resto de la gente y transgreden lo que se considere usual o normal, gente con una cultura distinta a la dominante. Los activistas universitarios, en cierto sentido, son outsiders. Y comparten mucha de la cultura que se fomenta por medio de los géneros que escuchan: rock, ska, reggae, trova. La música que comparten los inspira y también los ayuda a identificarse, les proporciona una personalidad y al mismo tiempo los dota de los rasgos que los asemejan a otros de su mismo grupo. Ya sea identificados por símbolos como la estrella roja, el puño alzado, el rostro del Che Guevara, la hoz y el martillo o bien, por la música que escuchan.

De hecho, muchos músicos también adoptan dichos símbolos para sí. Como la canción del grupo mexicano de ska Panteón Rococó, titulada “Estrella roja” y que en un fragmento dice así:

Crecí en un mundo alternativo,

así que no me hables de racismo,

todos los días busco un ideal,

a veces bien, no siempre mal.

No creo en el odio al que es diferente,

la sangre tiñe siempre de rojo,

rico, pobre, bueno o malo,

europeo o americano,

Llevo en mi playera una estrella roja,

igual no creo que sea una moda.

Resiste, resiste.

Panteón Rococó, 2007: pista 5.

Las letras de las canciones son un elemento de identificación, como la ropa y el discurso en general que utilizan los artistas, así como el ritmo mismo. Aun cuando la letra de una canción no tenga mensaje políticos, los ritmos en sí están asociados a ello. Todos estos son elementos que comparten los activistas en cuanto a sus gustos en común.

Berger y Luckmann (1995), como ya se había mencionado, discuten acerca de la forma en que los grupos de iguales contribuyen a la modificación del mundo social subjetivo, es decir, las construcciones y significados que sustentan la cultura de una persona y cómo éste se mantiene gracias a las interacciones con las otras personas que comparten los mundos sociales objetivos. El mundo social subjetivo se reafirma mediante el lenguaje y las conversaciones, lo que incluye aspectos verbales y no verbales, entre ellos la música.

El proceso mediante el cual un joven estudiante llega a ser parte de un grupo político estudiantil, y en este caso un activista de izquierda radical, es complejo; un elemento primordial es el contacto cotidiano e informal con otros jóvenes que ya forman parte de algún grupo social de activistas en el que ya se tienen definidas ciertas ideologías y formas de acción política; este es el denominado mundo social objetivo, que posee una estructura más o menos definida.

Por su parte, el joven que aún no se incorpora a estos grupos generalmente se encuentra en proceso de definición ideológica, su pensamiento y acción cambian constantemente; éste es su mundo social subjetivo en construcción. El joven estudiante, quien transita el proceso de construcción de su identidad, ve en los grupos de activistas una opción para sí mismo, pero no se incorpora a ellos hasta identificarse con los otros miembros a nivel personal; en este sentido, la música juega un papel importante, es el primer punto de contacto e identificación. De ahí la incorporación del joven al mundo social objetivo de los activistas se vuelve más completa, llegando a compartir ya no sólo la música, sino la ideología y el accionar político, aunque mantenga ciertos rasgos de su individualidad (Figura 1).

Fuente: Elaboración propia.

Figura 1: Proceso de incorporación de un joven estudiante a un grupo político estudiantil 

La música es una especie de diálogo y de marco común entre los activistas. Los ritmos, los temas, las formas de actuar y vestir, las letras: todo ello es un lenguaje compartido por los activistas, que reafirma constantemente su cultura y también se convierte en elemento de formación política a través de procesos de identificación.

Los activistas buscan influir en la arena política con sus acciones, transformar la realidad; para lograrlo se asocian entre sí, por esta razón se pueden considerar actores colectivos. En este sentido vale la pena retomar las ideas de Melucci (1999), quien define la acción colectiva como una construcción social y dice que:

La acción colectiva es considerada resultado de intenciones, recursos y límites, con una orientación construida por medio de relaciones sociales dentro de un sistema de oportunidades y restricciones. Por lo tanto, no puede ser entendida como el simple efecto de precondiciones estructurales, o de expresiones de valores y creencias. Los individuos, actuando conjuntamente, construyen su acción mediante inversiones “organizadas”; esto es, definen en términos cognoscitivos, afectivos y relacionales el campo de posibilidades y límites que perciben, mientras que, al mismo tiempo, activan sus relaciones para darle sentido al “estar juntos” y a los fines que persiguen. (42-43)

La definición anterior surge de la crítica que este autor hace a los estudios y teorías clásicas de los movimientos sociales y la acción colectiva, que limitan su campo de análisis a los efectos visibles y mensurables como movilizaciones, actos de violencia, relaciones con los sistemas políticos, efectos en las políticas públicas, entre otros, y que además reducen el análisis de sus orígenes a situaciones coyunturales como oportunidades políticas, agentes animadores o crisis en el ambiente. Para Melucci, la acción colectiva no se origina simplemente por la acumulación de acciones individuales en el mismo espacio y buscando el mismo fin (una marcha por ejemplo), no tiene su origen en una coyuntura (los feminicidios, por caso) y tampoco por la incitación de un líder que convoca a las personas a actuar en colectivo.

La acción colectiva, dice el autor, se origina en el complejo entramado de interacciones y significaciones de la vida cotidiana. En este sentido, la acción colectiva se desenvuelve como identidad colectiva:

El término “identidad” […] señala la necesidad de un grado de identificación, que es precondición para cualquier cálculo de ganancia o pérdida. Sin la capacidad de identificación, la injustica no se podría percibir como tal, o no se podrían calcular los intercambios en la arena política. (Melucci, 1999: 44)

Por lo analizado en páginas anteriores, es claro que la música es un importante elemento de cohesión e identificación entre los estudiantes activistas. Es parte de ese entramado no visible ni mensurable de la vida cotidiana de estos actores, pero de toral importancia para comprender su cultura política.

El contenido de protesta en la música de los activistas

Los géneros musicales descritos en estas páginas (rock, ska, reggae, trova) son aquellos que fueron mencionados por los activistas entrevistados como sus favoritos debido al contenido social o de protesta que está en las canciones o por la actitud que asumen sus exponentes ante la sociedad. Manuel y Leonardo hablan de sus gustos musicales y ayudan a sustentar lo antes dicho:

Sí, es fundamental. A mí ha habido algunos grupos que me han marcado en ese aspecto de la vida y de mi quehacer; ha sido Bob Marley más recientemente, pero básicamente han sido Café Tacvba y la Maldita Vecindad. La Maldita por sus rolas, por siempre estar con la banda, hacer conciertos gratuitos. Eso es algo que se ha perdido mucho, los conciertos masivos al aire libre, y que tengan algún contenido social. (Manuel, 2013)

Se dirá que yo soy el típico de las marchas que escucha trova y ska, ¿no? [risas colectivas] me gusta mucho ese tipo de música la verdad, el pop me gusta en una de esas, pero cuando yo me refería a la influencia sí pensaba por ejemplo en la música del folclor chileno de Víctor Jara, Quilapayún, en la música de los trovadores cubanos como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y ya posteriormente en la prepa me empezó a gustar mucho el reggae de grupos que tienen algún mensaje social como Bob Marley, Cultura Profética, algunos grupos mexicanos como Antidoping y últimamente también el ska más, que a veces es instrumental, pero también suena, tiene algo. Siempre me gustaba ese contenido social de la música. (Leonardo, 2013)

La trova se caracteriza por sus letras poéticas, se considera incluso que son poemas cantados. Leonardo mencionó en el testimonio anterior a diversos exponentes de este género. El contenido de sus letras incluye al amor, la crítica al gobierno, la denuncia política o a injusticias así como a exponer situaciones de la vida cotidiana de las clases populares. Como ejemplo la siguiente letra:

Yo no canto por cantar,
ni por tener buena voz,
canto porque la guitarra
tiene sentido y razón.
Tiene corazón de tierra
y alas de palomita.
Es como el agua bendita,
Santigua glorias y penas.
Aquí se encajó mi canto,
como dijera Violeta,
guitarra trabajadora
con olor a primavera,
que no es guitarra de ricos
ni cosa que se parezca.
Mi canto es de los andamios,
para alcanzar las estrellas.
Que el canto tiene sentido
cuando palpita en las venas
del que morirá cantando
las verdades verdaderas,
no las lisonjas fugaces,
ni las famas extranjeras.
Sino el canto de una lonja,
hasta el fondo de la tierra,
ahí donde llega todo
y donde todo comienza.
Canto que ha sido valiente,
siempre será canción nueva
Víctor Jara, 1974: pista 1.

En el mismo tenor, las canciones de grupos como La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, mencionado por Manuel, no se caracterizan precisamente por ser canciones de rebeldía o de crítica al gobierno, pero sí tienen un contenido social, pues parten de una identificación con la clase popular y trabajadora. Ésta, y otras bandas similares como las hasta ahora aludidas, se distinguen por su contacto con el pueblo, ofrecen conciertos gratis en zonas populares, se solidarizan con las luchas populares, contienen en sus letras referencias a hechos cercanos a la vida cotidiana del habitante promedio mexicano. La siguiente canción de Panteón Rococó es un buen ejemplo:

Por la mañana yo me levanto
No me dan ganas de ir a trabajar.
Subo a la combi, voy observando
Que toda la gente comienza a pasar.
Por la avenida va circulando
El alma obrera de mi ciudad.
Gente que siempre está trabajando
Y su descanso lo ocupa pa’ soñar.
Después de ocho horas de andar laborando
Desesperanza se siente en el hogar,
Pues con la friega que hay a diario
Ya no alcanza pa’ progresar.
Y así han pasado decenas de años,
Pues en un mundo globalizado
La gente pobre no tiene lugar.
Y la carencia, ¡arriba!
Y los salarios, ¡abajo!
Con lo que gano en esta empresa
No me alcanza pa’ tragar.
Panteón Rococó, 1974: pista 2.

Hay letras, como la anterior, que dibujan la vida cotidiana de las clases trabajadoras en los entornos urbanos; muchas otras que también se asocian con la lucha que a diario sostienen los campesinos para sobrevivir; una más, reflejan el malestar ante el gobierno y la policía, denuncian la represión, la corrupción, la pobreza, la desigualdad. Se trata de música que habla de aquellos temas que están en la agenda de los activistas de izquierda radical. No todas las letras o grupos necesariamente incitan a la revolución, pero sí hacia la reflexión. Sin embargo, el tema de la revolución se toca en algunas canciones, como la siguiente:

Orgulloso de estar
entre el proletariado,
es difícil llegar a fin de mes
y tener que sudar y sudar,
pa’ ganar nuestro pan.
Este es mi sitio, ésta es mi gente
somos obreros, la clase preferente,
por eso, hermano proletario, con
orgullo
yo te canto esta canción, somos la revolución.
¡Sí señor!, la revolución,
tu enemigo es el patrón,
¡sí señor!, ¡sí señor!, somos la revolución,
viva la revolución.
¡Resistencia!
Ska-P, 1996: pista 3.

Algo en común de las letras de las canciones presentadas en este artículo es la alegría que expresan, se trata de ritmos que se bailan, que se gritan, que provocan emociones fuertes.

La lucha, la resistencia que tienen los activistas día a día es parte fundamental de su vida, lo que da sentido a su vivir. Y la música que escuchan es fundamental.

Disidencia, rebeldía y música: la alegría de rebelarse

La naturaleza de la cultura política de los informantes se podría resumir en dos palabras: disidencia y rebeldía. Ellos mismos se autodefinen en esos términos. Los testimonios confirman lo que se ha observado en las páginas previas: muestran cómo los activistas buscan cambios, reformar lo que creen que está mal, se oponen al orden establecido de las cosas. Es decir, son rebeldes y disidentes. Estos testimonios así lo demuestran:

Es la rebeldía, estamos opuestos a que las cosas sigan siendo así, queremos otra forma de vida y eso es una forma de rebeldía. Tampoco es como que vayamos por la calle diciendo que somos rebeldes, creo que más bien es una cuestión de la vida diaria y del trabajo político. (Leonardo, 2013)

La rebeldía a mí me inspira mucho, el repudio por lo que el mundo es y considerar una forma diferente de humanidad. Sí me motiva. (Frito, 2013)

Algunos de los entrevistados utilizan los términos rebeldía o disidencia para describir su accionar político, lo equiparan con un repudio y oposición al orden de las cosas, y su consiguiente búsqueda de formas de vida distintas. Específicamente se rebelan ante el capitalismo, el Estado, el gobierno y las autoridades universitarias.

Y aunque, en otros casos, los informantes no utilicen explícitamente las palabras rebeldía o disidencia para describirse a sí mismos y a la acción política que realizan, la definición y principios que estos términos conllevan están inmersos en sus palabras:

Al final creo que participar políticamente para mí es evitar que esta gente vea que no puede simplemente venir y pisar a los demás con toda…con todo…con su puro placer, o sea que nadie les va a hacer frente, hay que oponerse a eso. (Andrés, 2013)

Yo me asumo como estudiante como un agente socializador y como un agente de cambio dentro de la sociedad. (Luis, 2013)

Te hace darte cuenta de que está mal, y que debes salir a las calles para luchar por lo que se supone que te debería estar dando el mismo Estado. Entonces a mí me hace militar eso, que no puedo dejar pasar las injusticias sin decir nada, y no solamente criticar lo que está pasando, sino que tengo que hacer algo para que la crítica que hago sea válida, o sea no solamente criticar, tener bases ideológicas, pero si no haces nada no tiene sentido. (María, 2013)

La lucha, la oposición, la denuncia, la crítica, el reclamo, la transformación y el cambio son palabras que aparecen en los testimonios, denotan la cultura política de los testimoniantes, palabras asociadas a los términos de rebeldía y disidencia: las características principales de la cultura política del estudiante activista universitario.

De acuerdo con Camus (1978), un hombre rebelde es aquel que dice no, que afirma la existencia de una frontera a algo que considera que ha durado demasiado, pone de ejemplo a un esclavo que ha recibido órdenes toda la vida y que llega un momento en que considera que no puede recibir una más: implica un límite. Quien se rebela, opone lo que considera preferible a aquello que le parece inadecuado.

El movimiento de la rebelión se apoya, al mismo tiempo, en el rechazo categórico de una intrusión juzgada intolerable y en la certidumbre confusa de un buen derecho; más exactamente en la certidumbre confusa del rebelde que “tiene derecho a…”. La rebelión va acompañada de la sensación de tener uno mismo, de alguna manera y en alguna parte, razón. (Camus, 1978: 17)

Del planteamiento de Camus se infiere que un movimiento rebelde debe estar respaldado por un conjunto de ideas que justifiquen y legitimen los pensamientos, palabras y acciones de los mismos rebeldes y que a la vez rechacen las ideas y prácticas de aquellos que consideran como intrusos. Por ende, la cultura política del rebelde le da la razón a sus acciones, el rebelde asume los significados que permean su cultura política como verdad, ya que le otorga las bases para convencerse de que sus acciones es lo que la sociedad realmente necesita, que es lo justo y deseable.

De esta manera, basado en su cultura política, o en otras palabras, en el entramado de significados que una persona tiene respecto al ejercicio del poder, el estudiante activista universitario (así como cualquier rebelde) cuestiona al gobierno, al Estado, y al capitalismo, ubicados como fuerzas opresoras que impiden la libertad y el pleno desarrollo de la persona; pero no cuestiona su propia cultura política, ya que ésta le da las bases para su actuación. Los significados que tiene el activista respecto al ejercicio del poder, la ideología que sostiene su actuación y los ideales de sociedad a los que apunta su accionar político son los elementos que, desde su perspectiva, le dan la razón.

La rebelión y la disidencia son actos políticos porque implican una lucha de poder entre quien lo detenta y quien no lo tiene: entre opresores y oprimidos. James Scott (2003), en su obra titulada Los dominados y el arte de la resistencia analiza cómo las estructuras de poder y dominación producen a su vez estrategias de resistencia. Menciona que quienes detentan el poder crean un discurso oficial que justifica su actuación y la opresión de ciertos sectores de la sociedad, por ejemplo en sociedades esclavistas.

Sin embargo, llega un momento -en concordancia con las ideas de Camus- en que los dominados se cansan de la situación y generan movimientos rebeldes, donde buscan cambiar la manera en la que viven hacia algo más justo, según sus propias creencias. Es decir, hay un choque ideológico y de poder, ambas partes -tanto dominados como dominantes- creen poseer la razón y consideran que sus ideales y acciones son los correctos.

Pero antes de rebelarse abiertamente, los oprimidos deben crear dicha base ideológica, por lo que van creando un discurso oculto, comunicándose sólo entre ellos, usando máscaras ante los dominantes, pretendiendo que su situación no les incomoda aunque en realidad sí lo haga.

Los esclavos y los siervos (que normalmente no se atreven a rechazar abiertamente las condiciones de su subordinación) muy probablemente crearán y defenderán, a escondidas, un espacio social en el cual se podrá expresar una disidencia marginal al discurso oficial de las relaciones de poder. (Scott, 2003: 18)

Aquí es en donde se comprende el papel de la música, como un lenguaje compartido por los miembros de determinado grupo social, una forma de expresarse y de crear un discurso de resistencia ante los que son considerados enemigos. Así como los esclavos negros de Norteamérica crearon el blues y el jazz y eso eventualmente (y luego de muchos y diversos acontecimientos) los llevó a rebelarse ante sus opresores blancos; el rock, el ska, el reggae y la trova son la base musical del movimiento de resistencia de los actuales rebeldes estudiantes activistas universitarios y que en el ideal los llevaría a derrocar al gobierno y acabar con el capitalismo. Sus acciones, sus discursos, sus símbolos y su música hacen que el activista esté convencido de lo que quiere, la rebeldía y la disidencia son parte de su ser, son su forma de vida. Sus ideales se imponen ante todo:

El trabajo político, el activismo sería una constante […] porque ya se te hace parte de vida, no puedes vivir sin pensar tu vida sin eso, ¡es tu vida! Y mucha gente lo piensa como algo secundario, pero nosotros lo pensamos como algo primario, porque es la razón de nuestra existencia, es lo que le da sentido a nuestro existir, no andas con cosas superfluas, la razón de mi existir no es tener un carro o tener méritos, o tener un puesto en el gobierno ni nada, sino que el sentido de la vida está puesto en objetivos que trascienden mi propia existencia (Quique, 2013)

Creo que todavía queda algo en la gente que […] como reclamando, digámoslo así, su parte de humanidad, de decisión. ¿No? Pues sí, yo puedo decidir, porque además este es un modelo que lo instituyeron, que aprendieron desde que llegaron a la vida, entonces…siento que estos pequeños brotes, aunque sean pequeños son valiosos, porque son como su forma de darse cuenta de que hay más de lo que les han dicho. (Andrés, 2013).

Creo que, que vale la pena, que siempre vale la pena, unos dicen, más que valer la pena vale la alegría ¿no?, de hacerlo, de trabajar, de luchar, y de generar proceso social, lo que hacemos genera proceso social y que aunque no vamos a ver nosotros el cambio ¿no? Pero… vale la pena generarlo. (David, 2013)

Al estar convencido de su modo de actuar, el rebelde no concibe otra forma de vivir más que en la disidencia. Los informantes afirman que su lucha va más allá de sus convicciones e intereses individuales, incluso consideran que ellos no alcanzarán a ver el fruto de su lucha, es decir, el momento en que la sociedad cambie hacia una organización más igualitaria y justa, el momento en que caiga el capitalismo y sus gobiernos, sino que ese ideal llegará para las futuras generaciones; sin embargo están convencidos de que su lucha deja semillas que han de germinar, “pequeños brotes”, dice Andrés. Esto, en palabras de Quique, trasciende su propia existencia. Afirma Camus: “todo acto de rebelión se extiende a algo que sobrepasa al individuo en la medida en que lo saca de su soledad supuesta y le proporciona una razón de obrar.” (1978: 19)

En palabras de Melucci (1999), se podría decir que el activista, en su papel de actor colectivo, se define a sí mismo y al campo de su acción, que desarrolla junto con otros activistas con quienes comparte su visión y proyecto de mundo; esta definición de sí mismo conduce a la acción colectiva.

De este modo, ser activista -por lo tanto rebelde y disidente- es una forma de vida, implica que la persona ha asumido por completo su papel, que ha asimilado y se ha apropiado de los elementos que configuran su pensamiento y su actuación política, que ubica con claridad a su enemigo y conoce las estrategias para luchar contra él. Es decir, tienen una cultura política rebelde y disidente que se apoya en gran medida en la música que escuchan.

Reflexiones finales

Cuando inicié el camino de esta investigación no pensé que el tema de la música fuera relevante; me interesaban los asuntos de la cultura política y la formación política de los estudiantes activistas universitarios y para estudiarlos mi atención se había enfocado en asuntos como las ideologías, los gobiernos, los momentos de coyunturas políticas y represión gubernamental, los planes de estudio de las carreras que se dan en las facultades a las que pertenecen los entrevistados, el ambiente que se vive en ellas, las historias familiares y muchos otros elementos que yo había considerado importantes para mi objeto de estudio.

Sin embargo, el asunto de la música finalmente resultó fundamental. Al concluir la entrevista que realicé a Manuel, mi primer entrevistado, le pregunté si había algún tema que considerara relevante que no se hubiera tocado durante la charla, sin dudarlo me dijo que sí; y hablamos durante más de media hora acerca de la música, el rock, el ska, el reggae, sus amigos, su forma de vestir y otros temas relacionados. Fue en ese momento en que me percaté de la importancia de la música en la formación política de los estudiantes activistas universitarios e incorporé el tema a las entrevistas posteriores.

Una de las características de la investigación cualitativa es su flexibilidad, esta investigación es un claro ejemplo de ello. Un aspecto que no se había considerado por principio se convirtió en un eje fundamental del estudio gracias a los testimonios de los entrevistados. Como reflexión final dejo en estas líneas uno de mis mayores aprendizajes respecto a la labor de investigación: permitir que los sujetos de estudio hablen, dejar que los escenarios nos digan tanto como sea posible. Uno ve la realidad desde su propia y limitada perspectiva, y hacer investigación es abrirse a otras nuevas, tantas como personas hay en el mundo.

Volviendo a la música, es tan sólo un elemento que influye en la construcción de la cultura política de los estudiantes activistas, en ese proceso se ven involucrados también la familia, el ambiente escolar, las clases, las lecturas que realizan, el contexto socio-político en que viven y otros factores. Es un proceso complejo y no lineal en el que la música tiene un papel relevante, pero no exclusivo, hablar sobre el tema en todos los casos generó mucha pasión entre los entrevistados, hablaban del tema con ánimo y alegría. Era notorio que la música era una gran fuente de inspiración e identificación con otras personas que comparten su causa y me sorprendí por no haberlo pensado antes. La música se baila, se grita, se canta; y todo eso sucede en compañía de otras personas, se hace en sintonía con las bandas y con el público que las acompaña. Es como en una marcha o un mitin: la voz de uno se convierte en la voz de miles, identificados por la misma lucha, caminando en la misma dirección.

Es muy interesante que en las marchas de protesta, aun cuando se esté denunciando algo considerado injusto, se respira un ambiente de regocijo. Se gritan consignas con coraje reprimido, se exige justicia a gritos, hay indignación y tristeza; pero detrás de todo ello hay alegría. Quizá es la alegría de ver que otras personas comparten tus ideales; quizá, la de pensar que el cambio deseado se acerca gracias a tus acciones; la de hacerse escuchar.

La música es ese elemento de alegría en la formación política del estudiante activista disidente. A esa música la acompañan y la alimentan la injusticia, la pobreza, la marginación, la opresión y la represión. El activista se identifica con esa música, hace suyas las letras y los ritmos, y se asocia con otras personas que comparten esos gustos particulares, esas formas de vestir y comportarse; esa misma cultura. Luego, la música da paso a la lucha, y el joven activista asume su labor con gusto, porque tiene esperanza. Su vida es la lucha rebelde, y esa lucha tiene ritmo, se baila y se canta.

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Entrevistas

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Entrevista a Leonardo (2013) [realizada en la FFyL, UNAM]. Ciudad de México. [ Links ]

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Entrevista a Quique (2013) [realizada en la FFyL, UNAM]. Ciudad de México. [ Links ]

Entrevista a Sofía (2013) [realizada en la FFyL, UNAM]. Ciudad de México. [ Links ]

Recibido: 07 de Noviembre de 2018; Aprobado: 20 de Mayo de 2019

Elí Orlando Lozano González es doctor en Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México; adscrito actualmente a la División de Investigación y Posgrado de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM; sus líneas de investigación son la formación docente, la cultura docente, la vida cotidiana escolar, la cultura y formación política, la ciudadanía y la participación política; sus más recientes publicaciones son El camino de la disidencia: cultura y formación política de estudiantes activistas universitarios (2017) México: FES Iztacala-UNAM; “La cultura política de estudiantes de universidades interculturales en México” (2018) Región y sociedad, 30(73); “Teacher Formation and Teaching Culture in Everyday School Life at University: the Area of Health Case” (2018) The International Journal of Humanities Education, 16(1-2); “Participación política y formación universitaria en alumnos de dos facultades de la UNAM” (2013) en Hilda Berenice Aguayo Rousell, Investigación en la Escuela: El Sentido de las Datos desde la Tradición Comprensiva. México: UNAM-Posgrado en Pedagogía/Díaz de Santos/Conacyt.

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