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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versão impressa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.63 no.233 Ciudad de México Mai./Ago. 2018

https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2018.233.58617 

Dossier

El discurso de China sobre el Nuevo Modelo de Relaciones entre Grandes Potencias y la relación con Estados Unidos durante los gobiernos de Bush y Obama (2005-2017)

China Discourse on the New Model of Great Powers Relations and the Relationship with the US during Bush and Obama Administrations (2005-2017)

Manuel de Jesús Rocha Pino* 

*Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México. Correo electrónico: <mrocha@colmex.mx>.


Resumen

A partir de 2012, el gobierno de la República Popular China instrumentó un discurso político que aspira a redefinir sus relaciones con Estados Unidos: el denominado Nuevo Modelo de Relaciones entre Grandes Potencias (NM). El NM es un ofrecimiento de China para estructurar una relación sino-estadounidense basada en términos políticamente simétricos. Un componente básico del modelo es el respeto mutuo de los proyectos de integración megarregional que han impulsado ambas potencias: algo relevante para el Proyecto Cinturón y Ruta. En esta investigación se describe la trayectoria de la relación China-Estados Unidos durante el periodo 2005-2017 que contribuyó a definir la estructuración del NM. Asimismo, se describen los límites del discurso chino y los riesgos que puede enfrentar la relación bilateral.

Palabras clave: Realismo; asociaciones estratégicas; región Asia-Pacífico; Proyecto Cinturón y Ruta

Abstract

Since 2012, the goverNMent of the People’s Republic of China has implemented a political discourse aimed at redefining its relations with the United States: the New Model of Great Powers Relations (NM). China offered the NM to structure the Sino-US relations based on politically symmetrical terms. A basic component of the Model is the mutual respect of the mega-regional integration projects promoted by both powers: something relevant for the China’s Belt and Road Project. This research describes the path of Sino-US political relations during the years 2005-2017. the period that contributed to structure the NM. Likewise, the article describes the limits of the Chinese discourse and the risks for the bilateral relationship.

Keywords: Realism; strategic partnerships; Asia-Pacific region; Belt and Road Project

Introducción

En la investigación se analiza la política exterior del gobierno de la República Popular China (RPC) denominado Nuevo Modelo de Relaciones entre Grandes Potencias (xin xing daguo guanxi, en adelante NM). El NM ha sido instrumentado por el gobierno de Xi Jinping a partir de 2012 y, en un principio, mantuvo un objetivo político básico: obtener legitimidad entre la comunidad internacional, con especial referencia a Estados Unidos, del amplio proceso de difusión de los intereses de China en la economía mundial. Especialmente, para el gobierno chino es relevante la aceptación de un conjunto de proyectos de desarrollo hacia el exterior que Beijing ha estructurado desde 2013.

Los actuales proyectos de desarrollo y expansión de los intereses de China hacia el exterior se materializan en iniciativas de integración megarregional, como la Nueva Ruta de la Seda, oficialmente denominada Proyecto Cinturón y Ruta (CYR) (yidai-yilu, -带一路) y en instituciones financieras como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) y el Fondo de la Ruta de la Seda (FRS). Puede considerarse que el CYR y el BAII representan una nueva etapa del proceso de modernización de China, con repercusiones para el sistema internacional en aspectos geoeconómicos y geopolíticos.

En esta investigación se considera que mediante la generación del NM, el gobierno de Xi Jinping instrumenta un conjunto de objetivos de desarrollo hacia el exterior obedeciendo a una aproximación realista de Relaciones Internacionales.

Una primera consideración realista de los principios del NM es el respeto por parte de las potencias mundiales de las áreas donde desarrollan sus iniciativas. Un ejemplo puede ser el desarrollo del CYR en espacios geopolíticos como Asia Central o en el espacio de integración comercial que habrían de conformar los países miembros del Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés).1

El NM ha buscado incidir de manera efectiva en la distribución del poder mundial mediante la clarificación de los derechos de cada potencia en sus respectivas áreas de influencia; una aspiración claramente distinta a la de los discursos sobre la paz y el desarrollo o el desarrollo pacífico, generados durante los gobiernos de Jiang Zemin y Hu Jintao. Las prioriades de estos gobiernos, en las décadas de 1990 y 2000, se centraron en evitar la formulación de políticas de contención en contra de Beijing, por parte de Estados Unidos, mediante el respeto del statu quo internacional y la difusión del poder blando de China.

Una segunda consideración realista de la política exterior china es la defensa de su seguridad nacional, particularmente de la salvaguarda irrestricta de su integridad territorial y de la soberanía del régimen (con especial referencia al conflicto con Taiwán o las diferencias territoriales en el Mar del Este y el Mar del Sur de China).

Esta investigación parte del supuesto de que el discurso sobre un Nuevo Modelo de Relaciones entre Grandes Potencias se sustenta en dos variables básicas: 1) es una respuesta a la trayectoria de la relación bilateral sino-estadounidense de la última década (por lo menos). Por esta razón, se analiza el segundo periodo de gobierno de George W. Bush (2005-2009) y los dos mandatos de Barack Obama (2009-2017); 2) el NM toma como referente doctrinal los principios que han estructurado la asociación estratégica entre China y la Federación Rusa (en adelante Rusia), establecida en 1996. Desde la perspectiva del gobierno chino, de manera ideal, dichos principios podrían orientar las relaciones de China con otras potencias, como Estados Unidos.

El documento se estructura en dos partes. En la primera se describe la trayectoria de la relación bilateral China-Estados Unidos en el periodo 2005-2012 con la finalidad de analizar los antecedentes políticos que sirvieron al gobierno chino para articular su discurso sobre el NM. En la segunda parte se analizan las características del NM durante 2012-2017 y su incidencia en los proyectos instrumentados por China, particularmente en el caso de la iniciativa CYR. Algo de suma relevancia en ese momento de la política exterior de la República Popular China es que las acciones conducendentes a la acomodación de intereses entre las potencias, si bien han supuesto un esfuerzo significativo para la diplomacia de Beijing, también marcan un claro límite, configurado por la defensa de los mencionados principios doctrinales de supolítica exterior y la protección de su integridad territorial. En ésta se identifican los principales factores de conflicto para la instrumentación efectiva de las aspiraciones políticas del NM, siendo también el principal factor de riesgo para la estabilidad de la relación sino-estadounidense.

Desde la perspectiva de la disciplina de Relaciones Internacionales, el NM es un concepto de orientación realista, producto de debates académicos y políticos sobre la política exterior que ha de instrumentar Beijing en su proceso de consolidación como potencia mundial; estos diálogos políticos y académicos comenzaron a estructurarse desde el gobierno de Hu Jintao (Zeng Jinhang, 2016; Zeng y Breslin, 2016). A diferencia de la doctrina del desarrollo pacífico, el NM enfatiza la defensa de los principios doctrinales de la política exterior de China. Desde esta interpretación, el gobierno de Xi Jinping mantiene postulados realistas en cuanto a la defensa de sus intereses nacionales y la legitimidad de la expansión del poder chino en el sistema internacional, pero respetando el statu quo, con la finalidad de rechazar “las luchas por el poder, los conflictos y los juegos de suma cero” (Zeng y Breslin, 2016: 780). El NM puede considerarse la aportación del gobierno de Xi Jinping a la instrumentación de conceptos y desarrollos discursivos generados por la política exterior de China, como los discursos sobre la paz y el desarrollo y la multipolarización del orden mundial; sin embargo, como señala Zeng Jinghan sobre las contribuciones de la academia china de Relaciones Internacionales, “este trabajo académico está orientado principalmente por las políticas o los eventos y no por la teoría”. Los autores chinos están más interesados en proporcionar recomendaciones prácticas a los líderes políticos que en hacer contribuciones teóricas (Zeng Jinghan, 2016: 437).

Las bases del Nuevo Modelo de Relaciones entre Grandes Potencias: las relaciones políticas China-Estados Unidos durante el periodo 2005-2012 y la asociación estratégica China-Rusia de 1996

Una periodización de la relación China-Estados Unidos (2005-2012)

En el momento en que Hu Jintao fue reelegido Secretario General del Partido Comunista Chino (PCC), en 2007, las principales directrices de la política exterior china, instrumentadas durante el periodo 2002-2007, se estaban consolidando. Estas directrices se basaban en los discursos sobre el desarrollo pacífico de China (una reformulación del concepto de “ascenso pacífico” expuesto por Zhang Bijian en 2003) y sobre el “mundo armonioso” (Rocha Pino, 2006: 706-714).

Los conceptos del desarrollo pacífico y el mundo armonioso sintetizaban las intenciones de China de mantener un sistema internacional estable, en el que sus intereses políticos y económicos pudieran difundirse sin entrar en confrontación con otros actores internacionales y, sobre todo, con otras potencias mundiales (Scott, 2015: 257). Al mismo tiempo, dichos conceptos constituían la piedra angular de la proyección del denominado “poder blando chino” y de la presencia de Beijing en algunas instituciones multilaterales desde las que podía defender eficientemente sus intereses (Scott, 2015: 259).

Con la finalidad de analizar la estructuración del discurso del NM se propone la siguiente periodización de la política exterior de China hacia Estados Unidos: 1) el periodo comprendido entre 2005 y 2008, correspondiente a la reaproximación en la relación de Estados Unidos con la Unión Europea y la instrumentación del discurso sobre la “responsabilidad de China”; 2) el lapso de 2008 a 2011, en el que ocurre la crisis económica-financiera mundial e inicia el primer mandato de Barack Obama, en 2009; 3) el periodo entre 2011 y 2012 que coincide con la política estadounidense de Pivote hacia la región Asia-Pacífico.

La asociación estratégica China-Rusia de 1996

Además de considerar los periodos mencionados, debe tomarse en cuenta el acercamiento (y estructuración de una incipiente interdependencia económica) de China y Rusia, derivado de la asociación estratégica establecida en 1996. Como señalan algunos autores, los principios políticos de la asociación estratégica sino-rusa sustentan al NM instrumentado por el gobierno de Xi Jinping (Liu, 2017: 19-21; Mancinelli, 2014: 12-14; Qi, 2015: 352-353; Zeng Jinhang, 2016: 428-429; Zeng y Breslin, 2016: 790-791).

Como parte del reconocimiento chino de la nueva Federación Rusa, a finales de 1992, el presidente Boris Yeltsin visitó China para reafirmar la “relación de buena vecindad, amistad, cooperación de beneficio mutuo y coexistencia pacífica” entre ambos países (Cheng, 2004: 482). Dos años más tarde, en septiembre de 1994, el presidente Jiang Zemin visitó Moscú para firmar un acuerdo sobre la prohibición del uso ofensivo de armas nucleares entre ambos países. Dicho acuerdo fue una muestra de la voluntad de las partes y de la intención de trabajar de manera conjunta para la construcción de un mundo multipolar. Asimismo, se acordó establecer una “relación constructiva hacia el siglo XXI”, con la esperanza de prolongar las buenas relaciones por largo tiempo (Yuan, 1998: 85). En abril de 1996, Yeltsin regresa a Shanghai y anuncia una “asociación estratégica cooperativa basada en la igualdad y la confianza mutua para el siglo XXI”. Este fue el inicio de la asociación estratégica sino-rusa, en el contexto de la primera mesa de negociación para la firma de acuerdos sobre límites fronterizos del naciente grupo de los Cinco de Shanghai (Cheng, 2004: 482).2

La Declaración que en 1996 daba inicio a este acuerdo aludía explícitamente al discurso multipolar chino.

[...] la tendencia hacia un mundo multipolar que se está desarrollando y el deseo de la paz, estabilidad, cooperación y el desarrollo se han convertido en la principal cuestión de la vida internacional actual. Sin embargo, el mundo está lejos de la tranquilidad. El hegemonismo, la política del poder y la repetida imposición de presiones sobre otros países continúan aconteciendo (Beijing Review, 1996: 6-8).

Cabe mencionar que las asociaciones estratégicas, convertidas en instrumentos más o menos concretos de la política exterior china a partir de 1993, se han transformado en medios diplomáticos clave para la difusión del discurso chino sobre la multipolarización del orden mundial (Rocha Pino, 2006: 704-706). En el caso de la relación sino-rusa, una prioridad estratégica que motivó el acercamiento fue la creación de las Asociaciones para la Paz de la Organización del Tratado del Atlantico Norte (OTAN), impulsadas por el gobierno de Bill Clinton a partir de 1994 y que marcaron la expansión de la influencia estadounidense en el antiguo espacio soviético (Williams, 1996: 105-108). Así, la asociación estratégica sino-rusa se entiende dada la mayor presencia estadounidense en las antiguas zonas de influencia soviética y la expansión de la OTAN en los países de Europa del Este, como también las tensiones en el Estrecho de Taiwán entre 1995 y 1996. Merecen mención las “intervenciones humanitarias” de la OTAN durante la década de 1990, destacando, para los intereses de Rusia, aquéllas en la antigua Yugoslavia y la intervención en Serbia y Kosovo, en 1999. Como se ha señalado: “los intereses comunes y la percepción de amenza son factores decisivos en el fortalecimiento de la asociación Beijing-Moscú” (Martínez y Garza, 2011: 644-645).

De acuerdo con Li Jingjie, en su origen el acuerdo estratégico sino-ruso de 1996 planteó los siguientes compromisos: respeto mutuo e igualdad; construcción de un nuevo modelo de seguridad; confianza; beneficio mutuo y desarrollo compartido; búsqueda de la multipolaridad global y establecimiento de un nuevo orden mundial; realización continua de cumbres y diálogos en diferentes niveles entre las partes, el carácter a largo plazo de la asociación estratégica. Finalmente, se subrayó que no se trataba de una alianza dirigida en contra de un tercer país o grupo de países (Li, 2000: 527-532). Desde la perspectiva del gobierno chino, la asociación estratégica enfatizaría “tres no”: no era una alianza, no trataba de crear una confrontación y no estaba dirigida en contra de un tercer país -pues se orientaría principalmente a la cooperación (Shi, 1996: 10-11). En 1997 se llevó a cabo una cumbre en Moscú con la finalidad de reafirmar los principios de la asociación estratégica, de la cual surge la “Declaración sobre la Multipolarización del Mundo y la Formación de un Nuevo Orden Internacional”. Entre los puntos tratados destacan: el compromiso de ambos países para promover la multipolarización del mundo; la aplicación de “un nuevo y universal concepto de seguridad”, en alusión al Nuevo Concepto de Seguridad de China (NCS);3 el fortalecimiento del papel del Consejo de Seguridad de la ONU; y la colaboración para expandir su asociación estratégica con base en la igualdad y la confianza mutua (Beijing Review, 1997: 7-8). De esta forma, el NCS fue integrado como parte de sus principios doctrinales.

La consolidación de la asociación estratégica sino-rusa, desde 1996 hasta el presente, ha sido relevante para la política exterior china en tres aspectos básicos: 1) los nuevos términos de la relación entre ambas naciones aseguraron el compromiso del gobierno ruso para legitimar y apoyar la reforma económica y la modernización de China (evitando la confrontación y políticas de contención); 2) aseguró el compromiso de Rusia para respetar los resultados de las negociaciones sobre los límites fronterizos con las repúblicas exsoviéticas de Asia Central y los principios de China sobre su integridad territorial y la defensa de la soberanía nacional (con referencia a la cuestión de Taiwán y a la no intromisión rusa en otros diferendos fronterizos de China); 3) incluyó medidas de construcción de confianza, basadas en el NCS, que disminuyeron la percepción de amenaza en la relación bilateral (Beijing Review, 1997; Yuan, 1998: 95-96). Estos tres aspectos han sido también prioritarios en las propuestas de China dirigidas al gobierno estadounidense, desde mediados de la década de 1990, para establecer vínculos estratégicos y, durante el gobierno de Xi Jinping, para lograr la aceptación consensuada de los términos del NM. En su conjunto, el proceso anterior es necesario para fortalecer la legitimidad de China como potencia mundial. Sin embargo, es de señalar que hasta la fecha el gobierno de Estados Unidos se ha negado a formalizar un acuerdo de asociación estratégica con China.

La relación China-Estados Unidos durante el periodo 2005-2012

Primer periodo: la reaproximación en las relaciones transatlánticas y el discurso sobre la “responsabilidad de China” (2005-2008)

El primer periodo analizado de la relación sino-estadounidense data de 2005, en el marco de la reaproximación del gobierno de George W. Bush a los países de la Unión Europea que se habían opuesto a la intervención unilateral de Estados Unidos en Irak. Dicha reaproximación se legitimó con la reelección de Bush en 2004 (Crotty, 2015: 237-238).

El rechazo de los gobiernos de Alemania (con Gerhard Schroeder) y Francia (Jacques Chirac) a la intervención estadounidense en Irak en 2003 originó una coyuntura de crisis denominada la “división transatlántica” o la “brecha transatlántica”, que hacía aparecer a Estados Unidos, por su comportamiento unilalateral, como un “rival” de los intereses europeos en ciertos contextos (Torreblanca, 2005: 7). La crisis se caracterizó por el distanciamiento temporal entre la “vieja Europa” (como así denominó el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, a los gobiernos alemán y francés, principalmente), opuesta a la intervención, y el gobierno de Bush (Baker, 2003). Dicha división empezó a superarse con el gobierno de Angela Merkel en Alemania, en 2005, y especialmente, de Nicolas Sarkozy en Francia, en 2007. Ambos se mostraron más receptivos a la política exterior de Bush que sus predecesores, Schroeder y Chirac (Le Monde, 2007).

De acuerdo con Chen (2013), el hecho de haber enfrentado una lucha prolongada en Afganistán e Irak contribuyó a que la segunda administración de Bush mejorara sus relaciones con la Unión Europea y redujera así la ansiedad europea por su unilateralismo. Con respecto a China, la reaproximación transatlántica disminuyó los incentivos de la UE para estrechar lazos estratégicos más cercanos, en contraste con la diplomacia “basada en valores comunes” que caracterizó al acercamiento euro-estadounidense (Chen, 2013: 177). Un resultado evidente de la aproximación sino-europea durante el periodo 2003-2005 fue la asociación estratégica de ambos actores y el apoyo del gobierno de Schroeder para levantar el embargo a China para la compra de armas. Dicha decisión fue abandonada por el gobierno de Merkel en 2005, a instancias del gobierno estadounidense, por lo que en la actualidad el embargo continua (Rocha Pino, 2010: 133-134).4

Por otra parte, durante la reaproximación transatlántica, Hu Jintao se encontró con un nuevo discurso de la política exterior estadounidense hacia China, denominado la “responsabilidad de China” (Jing, 2014: 57). De manera similar, desde 2006, la UE reinterpretó dicho discurso con la finalidad de negociar mejores condiciones para los intercambios económicos con Beijing y reducir así el creciente déficit comercial entre ambos actores (Comisión Europea, 2006).

Cabe mencionar que desde la Posguerra Fría, en la década de 1990, ciertos académicos habían analizado la actuación internacional de China desde la perspectiva de un Estado internacionalmente “responsable” o “no responsable” (Foot, 2001: 16-17). Dichos análisis se enfocaban en la adopción, por parte del régimen del PCC, de un conjunto de principios políticos considerados como propios de la denominada “buena gobernanza”, así como de la participación de China no sólo en instituciones económicas internacionales, como la Organización Mundial de Comercio (OMC) o el Fondo Monetario Internacional (FMI), sino también en mecanismos de diálogo de tipo multilateral. Las aproximaciones de la diplomacia china al multilateralismo se dan a partir de 1992, tras el paulatino levantamiento de las sanciones económicas de Occidente derivadas de la represión en Tiananmen (Goldstein, 2001: 838-839; Liu, 1992: 10-11). Sin embargo, de acuerdo con los criterios de la buena gobernanza, dicho comportamiento responsable de China siguió mostrando déficits en la protección de los derechos humanos y las reformas democráticas en el sistema político (Xiang, 2013: 406).

Como menciona Xiang Gao, en 1999 el Ministerio de Asuntos Exteriores de China calificó de manera explícita a su país como un “poder responsable”, de acuerdo con los criterios determinados por el régimen comunista (Xiang, 2013). Desde la perspectiva del liderazgo del PCC, el poder responsable consistía en la coherencia en el actuar internacional del régimen y los principios de la política de paz y desarrollo. “China ha evidenciado una clara y prominente imagen como amante de la paz, una gran potencia cooperativa y responsable y disfruta de un mejorado estatus e influencia internacional” (Libro Blanco del Ministerio de Asuntos Exteriores de la República Popular China, citado en Xiang, 2013: 406). Como se ha apuntado, debido a su concepto de soberanía, China es “renuente a ser responsable ante cualquier actor externo” (Scott, 2010: 75). Para China la “responsabilidad” en los asuntos internacionales se refiere a una acción política generada por el PCC o al proceso de modernización en general.

Por su parte, los criterios que llevaron al gobierno de Estados Unidos en 2005 a generar una “teoría sobre la responsabilidad de China” se relacionaban con sus intereses estratégicos, tales como: 1) conseguir el consentimiento de China al comportamiento unilateral del gobierno de Bush en la lucha antiterrorista o, 2) buscar su apoyo a la oposición de la proliferación nuclear en Corea del Norte (en 2003, el régimen de Kim Jong-il había anunciado el retiro de su país del Tratado de No Proliferación Nuclear), las discusiones sobre una posible intervención de la ONU en Sudán (Darfur) o la cooperación internacional en asuntos energéticos y en la apertura de la economía china a los servicios financieros globales o a la revaluación del yuan (Xiang, 2013: 406-407). Para el gobierno de Bush los valores de la buena gobernanza no resultaban prioritarios en la formulación de la teoría de la responsabilidad de China de 2005. Por su parte, desde la perspectiva de Beijing, los criterios de un comportamiento responsable en el sistema internacional se ceñían a los principios doctrinales de su política exterior (como los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica) y a su comportamiento económico (respetuoso de las normativas de instancias como la OMC).

Como primer antecedente de la teoría de la responsabilidad de China puede considerarse una declaración del subsecretario de Estado, Robert Zoellick, en septiembre de 2005, en la que planteó:

Debemos instar a China a que sea un participante responsable [responsible stakeholder]. China tiene la responsabilidad de fortalecer al sistema internacional que ha permitido su éxito. [...] Como actores responsables, cooperación no significa ausencia de diferencias -tendremos conflictos que necesitamos gestionar. Pero esa negociación puede llevarse a cabo dentro de un marco más amplio, en el que las partes reconocen su interés común en tener sistemas políticos, económicos y de seguridad que generen beneficios comunes (Zoellick, 2005).

Como señala Jing Jing, en el marco del discurso sobre la “responsabilidad de China” la aspiración era generar una política de balance de poder que no se mantendría a partir de políticas de contención en un espacio geopolítico, sino por el reconocimiento en los medios políticos internos de la legitimidad de las políticas unilaterales del gobierno de Bush (Jing, 2014: 57-58). Es decir, el “comportamiento responsable” del gobierno chino dependía de su apoyo a las políticas estadounidenses, como expresión de la postura “están conmigo o están contra mí” que mantenía el gobierno de Bush a partir de los atentados terroristas de Nueva York y Washington de 2001 (González, 2001).

Por otra parte, Garrison y Wall señalan que, en su discurso, Zoellick reconocía que el comportamiento “responsable” de Beijing aun estaba lejos de lo requerido por los intereses de seguridad del gobierno estadounidense (Garrison y Wall, 2016: 51). Asimismo, la “responsabilidad de China” sustituía a los discursos sobre las teorías de la “amenaza de China” y “el colapso de China”, difundidos en ciertos medios académicos y periodísticos durante la década de 1990 y la primera mitad de la década de 2000 (Ren, 1996: 10-11; Jing, 2014: 57-58). La respuesta del gobierno de Hu Jintao a la nueva postura estadounidense fue la difusión de un discurso propio sobre la condición de su país como una “gran potencia responsable”, adoptando al mismo tiempo los principios de la doctrina del desarrollo pacífico (Jiang, 2007: 37; Ji, 2010; Qian, 2010).

Una consecuencia de la reaproximación transatlántica y la “responsabilidad de China” fue el aumento de la presión de los países occidentales por la situación interna en materia de derechos humanos. Entre 2001 y 2005, los derechos humanos en China habían dejado de ser una prioridad en la mayoría de los países occidentales; en el caso de Estados Unidos debido a la necesidad de contar con el apoyo de Beijing en su lucha en contra del terrorismo y la intervención de la OTAN en Afganistán. Pero, a partir de 2006 inicia una renovada crítica de la situación de los derechos humanos, lo que incluyó la entrega de la Medalla de Oro del Congreso estadounidense al Dalai Lama en 2007, además de encuentros del líder tibetano con Angela Merkel, en 2006, y con Nicolas Sarkozy, en 2008 (Knowlton, 2007; Mondragon, 2008: 458).5

Segundo periodo: la crisis económica mundial y la aproximación pragmática (2008-2011)

El segundo periodo analizado de la relación entre el gobierno de Hu Jintao y Estados Unidos se ubica en la segunda mitad de 2008. En ese momento, las relaciones con los países occidentales se caracterizaban por la creciente confrontación política, producto de las críticas hacia China. Sin embargo, este escenario cambió con la crisis económico-financiera, desencadenada en septiembre de 2008, y con el comienzo del gobierno de Barack Obama en 2009.

La crisis demandó mayor colaboración económica y comercial entre Occidente y China, considerada por especialistas chinos de las relaciones internacionales como una prueba de la multipolarización del orden mundial (Wei, 2015: 68-70). De esta forma, durante la crisis, la aproximación pragmática en cooperación económica y comercial se convirtió en un rasgo significativo de la relación entre China y Occidente. Los términos de esta relación prevalecieron durante el resto del gobierno de Hu Jintao y lograron que en las agendas de potencias como Alemania y Estados Unidos se restara importancia al asunto de los derechos humanos en China (Xin y Worm, 2011: 73).

En 2009, el gobierno de Barack Obama se orientó a desarrollar una agenda de cooperación bilateral sino-estadounidense; el mayor avance fue la propuesta para el establecimiento de una relación especial a fin de enfrentar los graves efectos de la crisis económica. Esto llevó a la conformación del Grupo de los 2 o G-2. Durante su visita oficial, en noviembre de 2009, Obama ofreció “profundizar la asociación estratégica y la relación entre Estados Unidos y China” con la finalidad de llegar a la solución de los problemas económico-financieros (Obama, 2009). Este ofrecimiento fue lo que algunos analistas denominaron el G-2, que inquietó a otros actores, como la Unión Europea, pues temieron ser marginados de la toma de decisiones de dicho Grupo (DW, 2009).

Sin embargo, la propuesta fue rechazada por el gobierno chino; como declaró el primer ministro Wen Jiabao: “China sigue una política exterior independiente y no se alineará con ningún país o bloque [...] las cuestiones globales deben ser decididas por todas las naciones del mundo y no sólo por uno o dos países” (Wen, 2009a). Como antecedente, en mayo de 2009 el Primer Ministro había rechazado la idea de una alianza estratégica sino-estadounidense en los siguientes términos: “Algunos dicen que los asuntos mundiales serán manejados únicamente por China y Estados Unidos. Creo que esta percepción es infundada y equivocada [...] La multipolarización y el multilateralismo representan una trayectoria más amplia [...]” (Wen, 2009b). Para el gobierno chino el G-2 era una propuesta hegemónica, contraria a la idea de la construcción de un mundo multipolar (An, 2013).

Según José Luis León, las primeras aproximaciones del gobierno de Obama buscaron priorizar las relaciones de cooperación en la relación sino-estadounidense: “Obama inició su gestión con una postura constructiva e interdependentista [hacia China] pero rápidamente -y en especial tras su frustrante visita a Beijing y Shanghai en noviembre de 2009se movió hacia posiciones de mayor dureza” (León, 2011: 378). Durante 2010, la posición estadounidense se centró en las medidas de contención en contra del gobierno chino que se integrarían en la denominada política de Pivote hacia Asia-Pacífico (Blanchard, 2013: 61-62), también llamada política de “rebalance”, a partir de 2012 (Wei, 2013: 150), pues buscaba evitar que los aliados europeos de Estados Unidos percibieran a la región asiática como la máxima prioridad del gobierno de Obama, en detrimento de otros espacios geopolíticos.

Como señalan Garrison y Wall (2016), durante 2009 los acercamientos del gobierno de Obama a China incluyeron “aproximaciones cooperativas y competitivas”, aunque ya en 2010 comenzaron a prevalecer las segundas. Sumado al rechazo del gobierno chino de la propuesta de un G-2, para finales de 2009 aumentaron las opiniones divergentes sobre la relación sino-estadounidense, especialmente en torno a hechos como la venta de armas de Estados Unidos a Taiwán por 6 400 millones de dólares, en enero de 2010 (León, 2011: 381); el incremento de las tensiones por los conflictos territoriales en el Mar del Sur de China (disputas entre China y Vietnam por la soberanía de las islas Paracelso, 2009, y ejercicios navales de Estados Unidos y Vietnam, 2010); el comportamiento chino en las negociaciones para un Acuerdo durante la Décimoquinta Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU realizada en Copenhague, 2009; o las críticas de Beijing a la visita del Dalai Lama a Washington en febrero de 2010 (Garrison y Wall, 2016: 51-53; Cooper, 2010). Durante el resto de 2010 el gobierno de Obama se enfocó en reforzar sus relaciones de cooperación económica y militar con sus socios en el Sureste de Asia, como Filipinas y Vietnam, con los cuales China tiene conflictos territoriales.

Tercer periodo: la conformación de la política estadounidense de Pivote hacia la región de Asia-Pacífico (2011-2012)

El tercer periodo analizado de las relaciones de la política exterior del gobierno de China con Estados Unidos inicia en 2011, con la instrumentación de la política de Pivote hacia Asia-Pacífico. En octubre del mismo año, el término “pivote” fue adoptado de manera oficial, en el discurso del gobierno estadounidense a raíz de un artículo escrito por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y publicado en la revista Foreign Policy (Clinton, 2011: 57). La política Pivote planteada por Clinton comprendía seis objetivos básicos:

Fortalecer las alianzas bilaterales de seguridad; profundizar las relaciones de cooperación con los países emergentes (incluida China); participar en las instituciones multilaterales regionales; expandir el comercio y las inversiones; ampliar la presencia militar; avanzar en la promoción de la democracia y los derechos humanos (Clinton, 2011: 58).

Como menciona Wei Ling, con el término “pivote” Clinton se refería a un cambio estratégico mediante el incremento de las relaciones “diplomáticas, económicas y estratégicas” de Estados Unidos con la región (Wei, 2013: 149).

De acuerdo con Swaine, la política de Pivote hacia Asia-Pacífico continuó enfatizando la defensa de los intereses estadounidenses en la región, aunque de forma “menos extensiva y coordinada” que las respectivas políticas de Bill Clinton y George W. Bush. La política de Pivote se fue estructurando con las visitas de funcionarios estadounidenses de alto nivel a la región entre 2009 y 2010, y se puso en marcha claramente a partir de 2011 y 2012 (Swaine, 2012: 2).

Desde 2011, la política de Pivote se orientó a fortalecer la relación estadounidense con sus aliados regionales, negociando nuevos acuerdos comerciales regionales (entre los cuales el TPP se consideraba el proyecto de integración más importante) (Clinton, 2011: 62); impulsando iniciativas de cooperación regional, como el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), y estableciendo nuevas asociaciones con Filipinas, India, Indonesia y Vietnam. En noviembre de 2011, Obama asiste en Bali a la Sexta Cumbre de Asia del Este y adelanta reuniones bilaterales con los líderes de los tres primeros países (Wei, 2013: 150).

Posteriormente, el 17 de noviembre de 2011, durante su discurso ante el Parlamento de Australia, el presidente Obama remarcó dos prioridades de la política de Pivote: incrementar las relaciones de cooperación económica multilateral y ampliar las relaciones de cooperación militar con los países aliados y socios de Estados Unidos en la región Asia-Pacífico, incluyendo las actividades y ejercicios conjuntos del ejército estadounidense (Swaine, 2012: 3; Blanchard, 2013: 62).

[...] he ordenado a mi equipo de seguridad nacional que nuestra presencia y misión en Asia Pacífico sean una prioridad absoluta. Como resultado, las reducciones en el gasto de defensa de Estados Unidos no -lo repito, no serán en detrimento de la región de Asia-Pacífico (Obama, 2011).

De las actividades anteriores se pueden resaltar tres prioridades en la política de Pivote: 1) fortalecer las alianzas bilaterales y las asociaciones de seguridad en la región; 2) mantener relaciones intensivas con las principales potencias emergentes, como China, India e Indonesia; 3) dar un impulso “más activo y directo” para el desarrollo de instituciones multilaterales de tipo económico, diplomático y de seguridad (Swaine, 2012: 3). Si bien los funcionarios estadounidenses negaron que la política de Pivote se orientara hacia la contención de China, los primeros resultados del reforzamiento de la presencia militar en la región elevaron la percepción de amenaza sobre Beijing. Esto corroborado, desde la perspectiva china, al aumentar las tensiones en el Mar del Sur de China a partir de abril de 2012, debido al conflicto territorial entre China y Filipinas por el control del arrecife de Scarborough (Ratner, 2013: 23).

Otro factor de desestabilización fueron las tensiones entre China y Japón por las islas Diaoyu-Senkaku, desde agosto de 2012 hasta el otoño de 2013. De acuerdo con Ratner, el gobierno chino “percibió que nuevamente Estados Unidos estaba creando -por diseño- una fuente de inestabilidad adicional en la puerta de enfrente de China” (Ratner, 2013: 24). En este escenario de desestabilización se articularon los primeros elementos del NM, a partir de febrero de 2012.

De acuerdo con Xiang Lanxin, la política de Pivote fue expresión de un círculo vicioso (o una disonancia cognitiva), presente en las aproximaciones del gobierno de Obama a China, a partir del rechazo de la propuesta del G-2, en 2009:

El enfoque de “Pivote” de Obama produjo un círculo vicioso clásico, en el que cada parte interpreta mal y de forma continua las ideas estratégicas del otro, ofreciendo algo que la contraparte no quiere (como un acuerdo del tipo G-2 o un garante externo de la seguridad marítima en Asia), o exigiendo algo que la otra parte no puede conceder (como la apreciación del yuan o un apoyo activo hacia los cambios de régimen en Medio Oriente) (Xiang, 2012: 117).

Otro resultado de la política de Pivote fue el impulso a las iniciativas de integración económica megarregional, como la negociación del TPP (Swaine, 2012: 11). El proyecto de la política exterior china que, en efecto, puede considerarse una respuesta a la política de Pivote, son los objetivos del Nuevo Modelo del gobierno de Xi Jinping. De la misma manera, el proyecto CYR puede considerarse una respuesta de China al TPP, teniendo al discurso sobre el Nuevo Modelo como una clarificación sobre la legitimidad de los proyectos del gobierno chino y las relaciones simétricas que China aspira a mantener con Estados Unidos (evitando así disonancias cognitivas como la propuesta del G-2) (Yong, 2016: 458-461). La política de Pivote se extendió durante el resto del gobierno de Barack Obama, hasta enero de 2017.

El Nuevo Modelo de Relaciones entre Grandes Potencias durante el periodo de gobierno de Xi Jinping (2012-2017)

Con el inicio del gobierno de Xi Jinping, se empiezan a redefinir relaciones con las grandes potencias, en el denominado Nuevo Modelo (NM) (Xi, 2014: 345-347). Aunque no existe una definición oficial del concepto de NM ni de los actores internacionales que pueden ser considerados “grandes potencias”, en general se considera que se refiere en esencia a Estados Unidos y que busca ser funcional en el desarrollo de la relación sino-estadounidense. Un tema cardinal del discurso es la oposición del gobierno chino a que las relaciones entre potencias se determinen por la política del poder, los enfrentamientos de suma cero, el expansionismo y el hegemonismo (Swaine, 2015: 2-4):

[...] el concepto fue originalmente creado y aplicado en el contexto de las relaciones China-Estados Unidos, una relación bilateral que implica muchos conflictos de intereses y dificultades [...] proponer un único y nuevo modelo de relaciones entre potencias, entre China y Estados Unidos le parecería al resto del mundo un recordatorio del G-2, aunque esto no pudiera ser el caso por necesidad (Chen Zhimin, citado en Qi, 2015: 352).

China también considera a Rusia y a la Unión Europea como actores receptores del NM pero, a diferencia de Estados Unidos, ambas mantienen un vínculo de asociación estratégica con China, incluyendo la cooperación y diálogo en el marco de la agenda de las asociaciones (Xi, 2014: 340-342; 348-350; Zeng, 2017: 6-7).

De acuerdo con Zeng y Breslin (2016), la relación bilateral propuesta en el NM ha buscado crear una base cooperativa “para resolver los problemas” desde una posición más simétrica (en lo político y lo económico), lo cual no significa que China desconozca el statu quo internacional, ya que el régimen comunista continuaría reconociendo a Estados Unidos como principal potencia mundial, posición que seguirá ocupando en el largo plazo. El matiz implícito en el NM es la contextualización de “una relación entre dos grandes potencias en lugar de una relación entre una gran potencia y una economía en vías de desarrollo” (Zeng y Breslin, 2016: 774).

Wu Xinbo (2014) coincide en que la iniciativa del gobierno de Xi Jinping para establecer el NM ha estado orientada, en primera instancia, hacia Estados Unidos. La primera vez que Xi expuso esta idea ante el público estadounidense fue en febrero de 2012, en su visita a Washington, cuando ocupaba el cargo de vicepresidente de China (Wu, 2014: 66; Schneider, 2012). El discurso de Xi enfatizaba cuatro áreas en las que ambos países podían reforzar sus relaciones de cooperación bilateral: 1) entendimiento mutuo y confianza estratégica; 2) respeto mutuo de “los intereses centrales y las principales preocupaciones” de cada parte; 3) mayor cooperación de beneficio mutuo; 4) más cooperación y coordinación en los asuntos internacionales y globales (Xi Jinping, citado en Chase, 2012: 13).

En mayo de 2012, durante la celebración del Cuarto Diálogo Estratégico y Económico China-Estados Unidos, realizado en Beijing, el presidente Hu Jintao expuso una versión más elaborada del NM (Wu, 2014: 66), en que convocaba a una acomodación “creativa” de los intereses chinos y estadounidenses, teniendo como base un nuevo modelo de relaciones en términos de “la igualdad y el entendimiento mutuos”:

Debemos abordar nuestras diferencias de la manera correcta y respetar y acomodar los intereses y preocupaciones de cada uno. Debemos gestionar adecuadamente las diferencias mediante diálogos e intercambios y mejorar el entendimiento mutuo [...] (Hu, 2012).

Finalmente, en junio de 2013, durante una reunión bilateral celebrada en California, el presidente Xi transmitió a Barack Obama el “optimismo de China” para la construcción de un nuevo modelo de relaciones entre ambas potencias (Xi, 2013; Wu, 2014: 66). En declaraciones realizadas al terminar la reunión bilateral, Xi Jinping enfatizó las prioridades del NM, las cuales fueron presentadas al presidente Obama:

[L]os dos acordamos esforzarnos conjuntamente para estructurar un nuevo modelo de vínculos entre países grandes, respetarnos mutuamente, cooperar y procurar intereses mutuos, con el fin de generar beneficios para nuestros pueblos y los demás pueblos del mundo en general (Xi, 2014: 345-346).

Como menciona Mancinelli, con el NM el gobierno de Xi se compromete ante Estados Unidos y el resto de las potencias occidentales a cumplir unos principios doctrinales que retoman aquellos que dieron origen a la asociación estratégica China-Rusia de 1996, a saber: aceptación de la multipolaridad; reconocimiento y respeto de las esferas de influencia; reconocimiento de la autoridad de la ONU para la solución de conflictos; acomodación de intereses; y cooperación y adhesión a los principios del NCS (Mancinelli, 2014: 12-14). De la misma forma, Liu Jianfei destaca las relaciones de respeto mutuo como la principal característica de la relación sino-rusa:

[...] ésta es precisamente la carencia de las relaciones China-Estados Unidos [...] podemos basarnos en las relaciones entre China y Rusia, cimentadas en el respeto mutuo, para construir un nuevo modelo de relaciones entre potencias” (Liu, 2017:21).

Para el gobierno chino el aumento de la cooperación entre las grandes potencias, a través de la adopción del NM, busca crear un consenso, principalmente con Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, sobre la legitimidad de proyectos, como el CYR.

Autores como Marc Lantaigne señalan que, mientras Hu Jintao ideó el concepto de desarrollo pacífico como un instrumento en el proceso para transformar a China en una “gran potencia”, el gobierno de Xi considera que “se ha alcanzado ese rango” (Lantaigne, 2016: 15). Esta nueva identidad, en la que China se atribuye la condición de “gran potencia”, origina un contexto diferente al existente durante el establecimiento de los vínculos de asociación estratégica durante las décadas de 1990 y 2000; a esto se refiere el presidente Xi cuando señala:

[...] la construcción de un nuevo modelo de relaciones de países grandes entre China y Estados Unidos carece de precedente, pero sirve de inspiración para las que están por venir. Ambos países necesitan impulsar sin cesar esta construcción en el fortalecimiento del diálogo, incremento de la confianza mutua, desarrollo de la cooperación y control de las disputas (Xi, 2014: 247).

A continuación se examinarán algunos elementos del NM en un tema fundamental para el desarrollo actual de las relaciones sino-estadounidenses: la iniciativa Cinturón y Ruta (CYR).

El Nuevo Modelo y los proyectos de integración megarregional de China

Como se señaló, el NM es uno de los “nuevos conceptos” de la política exterior china y su estructuración ha sido resultado de la trayectoria de la relación sino-estadounidense de los liderazgos de Hu Jintao y Xi Jinping. En el siguiente apartado se analiza el vínculo del NM con la iniciativa Cinturón y Ruta (CYR), un proyecto de desarrollo hacia el que exterior motivado por la reforma económica interna y por las aspiraciones de China por ampliar sus mercados internacionales.

En 2013, el gobierno del presidente Xi dio a conocer lo que puede considerarse su principal proyecto de política exterior: la iniciativa CYR, conformada por dos componentes: el Cinturón Económico de la Ruta de la Seda (CERS), presentado por Xi en Astana, Kazajistán, en septiembre de 2013, y la Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI (RSM-21), presentada ante el Parlamento de Indonesia, en octubre de 2013. De momento, las directrices básicas del CYR están cosignadas en el documento “Visión y acciones sobre el Cinturón Económico de la Ruta de la Seda y la Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI” (2015) y en diversos escritos de política y orientación estratégica (Comisión Nacional para el Desarrollo y la Reforma, 2015). Zeng Lingliang (2016: 23-24) define estos contenidos como “ley blanda”. A continuación se contrastará el NM y el CYR en sus aspectos geoeconómico, geopolítico y de buena gobernanza global (como el respeto a los derechos humanos y la prevalencia de los regímenes democráticos).

Aspecto geoeconómico

El CYR es una iniciativa formulada por el gobierno chino para la construcción de infraestructuras en los países interesados en participar en los proyectos CERS o RSM-21. Cheng sintetiza los objetivos del CYR en los siguientes aspectos: 1) ampliar los mercados mundiales para los productos chinos, especialmente los ubicados en el territorio eurasiático (que pueden ser de países emergentes, en vías de desarrollo y los mercados de la UE); 2) asegurar mediante proyectos de inversión, el acceso a recursos naturales de los países participantes; 3) promover la internacionalización del yuan reNMinbi y orientar las reservas del gobierno chino a proyectos productivos; 4) fortalecer geopolíticamente las relaciones con los gobiernos nacionales y locales de los países participantes; 5) implementar un proyecto megarregional alternativo al TPP para contrarrestar los efectos económicos de la política de Pivote de Estados Unidos (Cheng, 2016: 2). Es de resaltarse que el CYR incluye a países no considerados en las negociaciones del TPP (de África, Asia central, Medio Oriente y Sur de Asia) (Rocha Pino, 2016: 96).

En el contexto del CYR, China busca privilegiar las relaciones comerciales e incrementar los volúmenes comercializados, mediante la construcción de infraestructura de comunicación y transporte. Como menciona Arase, el mejoramiento de la infraestructura para la conectividad del comercio proporciona más recursos financieros, racionaliza la toma de decisiones sobre proyectos de comercio e inversiones y multiplica las oportunidades de intercambio entre diferentes actores, países y regiones. De la misma manera, el CYR “requiere de un diálogo político entre los gobiernos de los países participantes” con la finalidad de coordinar los proyectos de cooperación para la construcción de infraestructura (Arase, 2015: 33). La dinámica de este proceso resulta diferente de la de tratados megarregionales, como el TPP y la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés), ya que éstos han exigido a sus participantes la adopción de rigurosas estandarizaciones y la aceptación de normativas jurídicamente vinculantes (Rocha Pino, 2016: 91-92).

El objetivo geoeconómico del CYR es crear redes de infraestructura terrestre para el CERS (carreteras, aeropuertos y ferrocarriles) y marítima para la RSM-21 (puertos marítimos) incrementando la interdependencia económica de los participantes mediante una estructura de relaciones comerciales. Dicha infraestructura otorgaría a China “una posición de liderazgo en cualquier entorno de la política económica multilateral de Eurasia” (Arase, 2015: 33).

Otro objetivo prioritario del CYR es superar el déficit de la red de comunicaciones y transportes en Eurasia, que en la actualidad constriñe el incremento de las relaciones de interdependencia entre China y su provincia occidental de Xinjiang y con los países de Asia central, un espacio geopolítico vital para aumentar, a través de proyectos de conectividad, los flujos comerciales entre China y los miembros de la UE. De acuerdo con Li Mingjiang, los gobiernos provincial y local de Xinjiang “aspiran a tener un papel en la apertura occidental de China”. Para éstos, el CERS se compone de un conjunto de “cinturones” diferenciados en áreas como transporte, abastecimiento de energía, intercambio de información, cooperación científica y tecnológica, comercio, desarrollo agrario, turismo, seguridad pública y confianza política mutua (Li, 2016: 526).

Aspecto geopolítico

Como señala Ferdinand, el CYR es importante para el gobierno chino por dos razones: 1) demuestra el interés de Beijing de competir con Estados Unidos en lo económico, comercial y militar (aunque con mayor énfasis en lo económico, siempre que Estados Unidos no se involucre directamente en los diferendos territoriales del Mar del Sur de China o de Taiwán); 2) desvía la atención de China del Pacífico hacia Eurasia central (Ferdinand, 2016: 953-954).

Igualmente, el CYR se considera una forma de enfrentar la política de Pivote de Estados Unidos, al incrementar las relaciones de interdependencia de China con sus vecinos de Asia central. Autores como Li Mingjiang y Wang Jisi denominan a esta política la “actuación hacia el oeste” o la “marcha hacia el oeste” de China con el objetivo de “fijar la atención estratégica” de Beijing en el espacio euroasiático y evitar una “confrontación directa” en Asia-Pacífico con Estados Unidos y sus socios (especialmente, Japón, Filipinas y Vietnam) (Li, 2016: 516; Wang, 2014: 133-134). Otro objetivo geopolítico es reforzar la interdependencia de las economías de Rusia y China, así como la cooperación de su asociación estratégica, especialmente a partir del tratado de abastecimiento de gas firmado en 2014 (Ferdinand, 2016: 951-952).

El CYR ha proyectado el poder blando de China durante el gobierno de Xi Jinping. Durante la presentación de los proyectos del CYR a los socios potenciales de China, el discurso del gobierno chino ha presentado a su país como un “poder benevolente”, que sustituye al concepto de “mundo armonioso” del gobierno de Hu Jintao, aunque manteniendo el concepto de desarrollo pacífico. En este marco, destaca el discurso del presidente Xi ante los miembros de la Liga Árabe en El Cairo, en enero de 2016, al presentar los proyectos del CYR en la región de Medio Oriente. En dicha ocasión señaló:

China ha firmado acuerdos de asociación estratégica con ocho países árabes y con seis estados árabes para desarrollar conjuntamente la iniciativa Cinturón y Ruta [...] El antiguo filósofo chino Mencio [confuciano] dijo: “Asegurar la conducta correcta y defender la justicia debe ser el camino a seguir en el mundo”. Con respecto a las políticas de China hacia Medio Oriente, China decide sus posiciones sobre la base de sus propios méritos y los intereses fundamentales de la gente de Medio Oriente (Xi, 2016).

Gobernanza global

Como señala Callahan, China aspira a usar su poder económico para construir una “red de nuevas instituciones, inspiradas en nuevas ideas” que coadyuven en su proyecto de integración comercial euroasiático y articular una red de nuevas relaciones económicas, culturales, políticas y estratégicas; estas acciones “[...] usan la fortaleza económica para construir una ‘comunidad de destino común’ en Asia, algo que transformaría a China en un poder normativo generador de las normas del juego de la gobernanza global” (Callahan, 2016: 228).

Por su parte, el gobierno de Obama no hizo referencia al NM en las cumbres bilaterales sino-estadounidenses, a partir de 2013, y sólo se enfocó en las prioridades de la política de Pivote, como los llamados a una solución de las disputas en el Mar del Sur de China, “con base en el derecho internacional”; así como en la agenda de sus propios proyectos, como el TPP y el TTIP (Obama, 2015; Callahan, 2016: 228; Zhao, 2017: 91). Asimismo, mantuvo una posición distante con el CYR y, como apunta Callahan, sólo en raras ocasiones el gobierno estadounidense los mencionó, aunque dio seguimiento a las aspiraciones de China, como si fuera una “sombra”, idea que resultaba, a la vez, atractiva (China también quiere ser un poder hegemónico global) como rechazable (China insiste en que será un poder global superior por su benevolencia) (Obama, 2015; Callahan, 2016: 228).

Sin embargo, China sí era considerado participativo en los procesos de negociación de los proyectos estadounidenses, aunque de manera indirecta. Reiteradamente, el presidente Obama expresó que al menos el TPP era un acuerdo que buscaba evitar que China “marcara las reglas” del sistema de comercio mundial, no sólo en la región de Asia-Pacífico. En ocasión de la firma del acuerdo, Obama declaró: “el TPP permite a Estados Unidos -y no a países como China- escribir las reglas del siglo XXI, lo cual es especialmente importante en una región tan dinámica como la de Asia-Pacífico” (Obama, 2016). Como señalan Vega y Campos, una de las prioridades de su gobierno consistió en “[...] convertir el modelo utilizado en la negociación y formulación del TTIP -junto con el del TPP- en el estándar que rija aquellos acuerdos comerciales que se firmen en el porvenir” (Vega y Campos, 2016: 844). No obstante, su esfuerzo para ejercer un liderazgo en la formulación de las normas del comercio global tuvo un final abrupto, con la decisión del presidente Donald Trump de retirarse de ambos acuerdos, en enero de 2017 (Baker, 2017).

Por otra parte, si bien la aproximación del gobierno de Obama al CYR evitó hacer alusiones al proyecto chino, puede señalarse una excepción significativa: la crítica del gobierno estadounidense al ingreso del Reino Unido, Alemania y Francia, entre otros, como socios fundadores del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) (marzo de 2015). Al respecto, el Departamento de Estado tildó el comportamiento del entonces Primer Ministro británico, David Cameron, como “una tendencia hacia la acomodación constante” al poder de China, que no era “la mejor manera de relacionarse con una potencia en ascenso”. Además, el ingreso de Reino Unido al BAII se consideró “inusual” en la trayectoria de la “relación especial” que ha caracterizado a los vínculos con Estados Unidos. Una razón que explica el rechazo de Obama a esa postura del gobierno de Cameron es que, desde la perspectiva estadounidense, el BAII es un organismo financiero internacional que “podría desafiar a las instituciones globales con sede en Washington”, como el Banco Mundial o el FMI (Dyer y Parker, 2015).

También debe señalarse que las preocupaciones de Washington tenían fundamento. Tanto el BAII como el FRS, órganos financiadores del CYR, no condicionan la asignación de recursos a los mismos criterios políticos de instituciones como el FMI (Peng y Sow, 2016: 740-741). La naturaleza de las instituciones financieras de China puede representar, igualmente, un reto para la difusión de los valores de la buena gobernanza en el sistema internacional. Sin los criterios de condicionalidad política, ciertos países con regímenes autoritarios, acusados de violar los derechos humanos, podrían tener acceso a recursos económicos y financieros que no les otorgarían otras instituciones internacionales (Peng y Sow, 2016: 747-748). Por ello, el gobierno chino tiene el reto de hacer que sus instituciones financieras sean compatibles con los valores de la buena gobernanza global.

Consideración final

En el artículo se describió el origen y el contenido del Nuevo Modelo de Relaciones entre Grandes Potencias, anunciado en 2012. El NM es producto de la evaluación realizada por el gobierno chino de la trayectoria que tuvo la relación sino-estadounidense durante el gobierno de Hu Jintao. Destacan algunas formulaciones de la política exterior estadounidense sobre China, tales como: 1) la “teoría sobre la responsabilidad de China” de 2005; 2) la propuesta para el establecimiento de un G-2 en 2009 y, 3) la instrumentación de los objetivos de la política de Pivote hacia Asia-Pacífico entre 2011-2012.

Las tres iniciativas, de acuerdo con su particular contexto y objetivos, fueron consideradas por el gobierno chino como políticas de contención de su política exterior. Por esta razón, desde Beijing, las tres políticas estadounidenses se percibieron como una amenaza a los intereses de integridad territorial de China. Al mismo tiempo, Estados Unidos se negaba a legitimar la posición como gran potencia a Beijing, algo prioritario para su modernización.

Como respuesta a lo anterior, el NM fue formulado como un compromiso por parte del gobierno de Xi Jinping frente a Estados Unidos, para iniciar una relación políticamente simétrica, teniendo como prioridad crear vínculos de cooperación y mecanismos de construcción de confianza, inspirados en la asociación estratégica China-Rusia de 1996. Otra prioridad del gobierno chino ha sido mantener relaciones de acomodación y respeto en las zonas de influencia en las que ambas potencias proyectan sus intereses económicos; aunque distintos de un G-2 . En conclusión, el NM mantiene una orientación realista pero respetuosa del statu quo.

Aunque en teoría, el NM se dirige a las principales potencias del sistema internacional, Estados Unidos es el receptor por excelencia, dado que la relación bilateral carecía de un acuerdo de asociación estratégica, a diferencia de las relaciones con la Unión Europea y Rusia. Sin embargo, hasta el término de su periodo, fue clara la negativa del gobierno de Barack Obama para aceptar sus principios. La potencia no podía comprometerse con el respeto de todos los aspectos que China consideraba “intereses nacionales”: Taiwán, las disputas en el Mar del Sur de China o los conflictos entre China y Japón.

En el trabajo se considera que un proceso que representó la instrumentación de los principios del NM es el desarrollo del proyecto Cinturón y Ruta, el cual ha sido, al igual que el NM, una respuesta a la política de Pivote. Al culminar el mandato de Obama, el gobierno chino ha ido aludiendo menos al NM y, durante 2017, se enfocó más en los procesos de cooperación con los socios más cercanos a China, como Rusia (TASS, 2017). En la Cumbre China-Estados Unidos, realizada en Florida, en abril de 2017 (la misma en que Donald Trump ordenó un ataque contra la aviación de Siria), el presidente Xi no hizo mención del Nuevo Modelo durante las declaraciones oficiales (Dreyer, 2017).

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1Sobre el TPP debe tomarse en cuenta el rechazo a la ratificación del acuerdo por parte de Donald Trump, presidente de Estados Unidos para el periodo de gobierno 2017-2021.

2El grupo de los Cinco de Shanghai de 1996 estaba conformado por China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. Este grupo dio origen a la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), creada en 2001 (a la que también se incorporó Uzbekistán) (Rocha Pino, 2007: 25-27).

3El NCS fue formulado por el gobierno chino en 1997 (Rocha Pino, 2006: 695-697).

4El embargo de armas europeo en contra de China formó parte de las sanciones internacionales debidas a la represión en la Plaza de Tiananmen de 1989.

5Como parte de las sanciones de Alemania por la situación de los derechos humanos en China (especialmente en Tibet), la canciller Merkel no asistió a la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing de 2008 (DW, 2008).

El autor agradece los comentarios de la Dra. Marisela Connelly y de dos dictaminadores anónimos. Todos los errores y omisiones corresponden al autor.

Recibido: 15 de Febrero de 2017; Aprobado: 05 de Octubre de 2017

Sobre el autor

Manuel de Jesús Rocha Pino. Es politólogo, doctor en Relaciones Internacionales e Integración Europea por la Universidad Autónoma de Barcelona y maestro en Estudios de Asia y África, especialidad China, por El Colegio de México. Cursó la licenciatura en Ciencia Política en la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa. Actualmente es investigador posdoctoral Conacyt en el Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México. Sus líneas de investigación comprenden la política exterior de China y las relaciones internacionales en Eurasia. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: “Los proyectos de integración megarregional de China: el caso de la iniciativa Cinturón y Ruta (CYR)” (Anuario Mexicano de Derecho Internacional, 2017); “China y la integración megarregional: la Nueva Ruta de la Seda Marítima en África” (Revista CIDOB d’Afers Internacionals, 2014); “Los valores compartidos: una reinterpretación política del confucianismo en Singapur” (Revista de Sociología e Política, 2014).

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