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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

Print version ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.61 n.228 Ciudad de México Sep./Dec. 2016

 

Dossier

EL HOLOCAUSTO Y OTROS GENOCIDIOS

Entre ciencia y ficción: notas sobre la demografía de la Shoá1

Between Science and Fiction: Notes on the Demographics of the Shoá

Sergio DellaPergola* 

* Doctor en ciencia política y demografía, Universidad de Pavía y Universidad Hebrea de Jerusalén. Profesor Emérito, titular de la Cátedra Shlomo Argov Relaciones Israel/Diáspora, Instituto Avraham Harman de Judaísmo Contemporáneo de la Universidad Hebrea de Jerusalén, del cual fue su director (Israel). Sus líneas de investigación son: demografía de Israel y de las comunidades judías del mundo; historia y proyecciones demográficas; migraciones; identidades colectivas y judías contemporáneas; antisemitismo. Profesor visitante de las más prestigiosas universidades nacionales, entre las cuales destacan: UCLA, Brown University, Sorbonne, Università di Milano y Oxford University. Entre sus últimas publicaciones destacan: Israele e Palestina: la Forza dei Numeri (2008); Jewish Demographic Policies: Population Trends and Options in Israel and in the Diaspora (2011); "Demographic Trends, National Identities and Borders in Israel and the Palestinian Territory" (2013); "Jewish Peoplehood: Hard, Soft and Interactive Markers" (2014); "World Jewish Population" (2015); Correo electrónico: sergioa@huji.ac.il


RESUMEN:

Los efectos cuantitativos de la Shoá (término generalmente traducido como Holocausto), objeto de numerosos análisis y especulaciones, han sido muy poco explorados con métodos demográficos rigurosos. La primera parte de este artículo pasa revista a los principales factores que deben ser examinados en su totalidad para establecer dichos efectos en la población judía, a corto y largo plazo. La segunda sección ofrece proyecciones demográficas sobre la situación de la población judía en el mundo, en el caso hipotético de que el Holocausto no hubiese ocurrido. El análisis aquí presentado, obviamente especulativo, está basado en numerosos supuestos, más allá de los sugeridos por el autor. Los resultados de proyecciones alternativas revelan que, debido a las generaciones que no nacieron, la alta mortalidad infantil en época de guerra y el envejecimiento actual de la población judía, las pérdidas demográficas continúan extendiéndose mucho más allá de los seis millones de víctimas directas.

Palabras clave: Holocausto; genocidio; pérdidas demográficas; población judía

ABSTRACT:

Although the quantitative effects of the Shoá (a term usually translated as Holocaust), have been abundantly addressed and speculated over, few studies have been based on rigorous demographic methods to explore them. The first part of this article evaluates the main factors that should be thoroughly examined to establish the short and long term impact on the Jewish population. The second section presents demographic global projections of what the Jewish population would be nowadays if the Holocaust had not occurred. The obviously speculative analysis is based on numerous assumptions, beyond those suggested by the author. The findings of these hypothetical projections reveal that, due to the number of unborn generations, a high rate of infant mortality during the war, and the current aging of the Jewish population, the demographic losses extend way beyond the officially acknowledged six million direct victims of the war.

Keywords: Holocaust; genocide; demographic losses; Jewish population

El estudio científico de la Shoá -palabra hebrea de género femenino, más apropiada que el término Holocausto, generalmente utilizado para definir el exterminio del pueblo judío perpetrado durante la Segunda Guerra Mundial- requiere de un enfoque multidisciplinario e interdisciplinario. Gran parte del trabajo inicial de documentación e interpretación fue realizado por historiadores; pero en los años recientes las perspectivas de disciplinas adicionales han enriquecido nuestra comprensión de los hechos y de su significación. La psicología, la sociología, la literatura, la historia del arte y las religiones comparadas han aportado vías de gran sensibilidad para filtrar, organizar e interpretar la enorme -aun cuando sea selectiva- masa de materia prima preservada y transmitida sobre el tema.

El aporte que se espera de la demografía en el esfuerzo siempre creciente de reconstruir y comprender, se reduce habitualmente a la cuestión emblemática: "¿Cuántas víctimas?". De hecho, la inmensa tarea de documentar el número exacto de víctimas y sus identidades está todavía en proceso, 50 años después del final de la Segunda Guerra Mundial.2 En términos generales, conocemos la mayoría de las respuestas cuantitativas, aunque no con absoluta precisión. Se estima que en 1939 la población judía mundial era de aproximadamente 16.5 millones, y fue reducida a 11 millones hacia 1945. La Tabla 1 del Anexo proporciona un bosquejo de algunos de los principales cambios en la distribución de la población judía mundial, desde 1939 hasta el presente. Los datos reflejan la radical reorganización en la escala cuantitativa de los principales centros de población judía en todo el mundo, así como el continuo proceso de concentración de elevadas proporciones de judíos en un número cada vez más reducido de países.

Existen estudios que han procurado proporcionar respuestas sistemáticas a la cuestión del impacto demográfico de la Shoá dentro de contextos limitados, nacionales o regionales.3 En una perspectiva geográfica más amplia, se ha utilizado una combinación de métodos deductivos e inductivos para establecer un balance definitivo de la catástrofe.4

Una perspectiva sociodemográfica sistemática debería sugerir un inventario al menos preliminar de temas que requieren un tratamiento más profundo. Estos temas son múltiples y complejos, mucho más allá de la cuestión central del número de víctimas, y pueden analizarse con la ayuda del creciente cuerpo de datos y estudios elaborados en años recientes. Instrumentos cuantitativos, tales como modelos demográficos y proyecciones de población, pueden ayudar a enfrentarnos con la más elusiva e intratable de todas las preguntas, que es, sin embargo, una de las más frecuentes: ¿Cuáles habrían sido la distribución y las dimensiones demográficas del pueblo judío en la actualidad si no hubiera existido una Shoá? Con pocas excepciones,5 las respuestas más o menos tentativas a esta cuestión central no suelen estar acompañadas por enfoques demográficos.

En este sentido hay que aclarar que esta, como otras preguntas analíticas concernientes el exterminio de los judíos en el siglo XX, puede alcanzar más profundidad gracias a la observación y al estudio de otras situaciones relevantes. De un tiempo a esta parte, nueva luz ha sido proyectada en un contexto histórico comparativo sobre la significación cuantitativa de la Shoá.6 Sin duda, el caso del exterminio de los judíos recibió mucha más atención -en la literatura, las artes y en la investigación científica- que los casos paralelos y diferentes de la matanza de los hugonotes en Francia, el genocidio de los armenios en Turquía, el de los tutsis en Ruanda y muchas otras trágicas destrucciones de poblaciones en el marco de luchas religiosas, étnicas, políticas o ideológicas. En particular, no parece haber emergido la pregunta: ¿cuántos serían los hugonotes si el edicto de Nantes no hubiera sido abrogado? O bien, ¿cuántos serían los armenios? O ¿cuántos serían los tutsis si su historia hubiera sido diferente?

La mayor atención prestada a los eventos históricos que involucran al pueblo judío se interpreta a veces como un "exceso de memoria" en el marco de una sociedad judía, supuestamente "afectada por un afán de protagonismo". Y todavía parece legítima la postura según la cual es la actitud judía frente a la memoria y a sus proyecciones de "normalidad" la que explicaría, por otro lado, la menor atención prestada hacia los otros casos, culpables tal vez de una "falta de memoria". No obstante, fuera de toda polémica historiográfica, la curiosidad permanece sobre las consecuencias acumuladas, derivadas y postergadas del genocidio de los judíos.

Este trabajo está dividido en dos partes: en la primera sección presentamos un bosquejo sistemático de algunos de los principales temas que deben ser investigados con herramientas sociodemográficas a fin de establecer en forma completa las implicaciones de la Shoá vis a vis la población judía, a corto y largo plazo. La segunda parte explora posibles situaciones demográficas de la población judía bajo hipotéticas condiciones de normalidad -es decir, sin la Shoá-. Este último análisis es obviamente especulativo y está abierto a muchas hipótesis alternativas, más allá de las aquí sugeridas.

Una cuantificación estadística de la Shoá no puede sustituir el estudio de temas de alta sensibilidad moral en el nivel individual y colectivo. Tenemos plena conciencia de que el tipo de especulación aquí presentado puede fácilmente suscitar una crítica directa, como ejemplo de una fútil ponderación sobre una historia imaginaria. No obstante, la principal justificación consiste en la convicción de que debemos emprender una dura lucha educacional si queremos que un público amplio y maduro cobre total conciencia de los hechos y las implicaciones de la Shoá en particular, y del genocidio en general. Semejante esfuerzo educativo debería utilizar todos los enfoques y técnicas posibles, sean textuales o audiovisuales, académicamente rigurosas o artísticamente creativas. Se puede llegar a distintas personas a través de mensajes diferentes. El análisis demográfico es un tipo particular de enfoque mediante el cual un sector del público puede comprender mejor las implicaciones del genocidio. Semejante esfuerzo vale la pena en sí mismo, pero adquiere importancia adicional a la luz de la negación del Holocausto.

Qué ocurrió

Desde el punto de vista del demógrafo, las consecuencias de la Shoá se extienden en varias direcciones. Algunos de sus efectos pueden considerarse irreversibles; otros son temporales y desaparecerán gradualmente con las generaciones que la sufrieron de modo directo, fueron sus testigos y sobrevivieron a la persecución. Por una parte, el caso judío de finales de la década de 1930 y comienzos de 1940 se inscribe en el más amplio espectro de la demografía de la masacre, o en términos más generales aún, la demografía de la catástrofe. Por la otra, las circunstancias específicas tienden a incluir una multiplicidad de factores y ramificaciones que vuelven más complejo este caso, comparado con otros tipos de crisis ya estudiadas por la demografía, por ejemplo epidemias en gran escala o desastres naturales.7

Una breve síntesis de algunos de los principales aspectos relevantes de la Shoá debe tomar en cuenta los siguientes factores:

1. El tamaño de la población judía. El número de judíos disminuyó dramáticamente en todo el mundo, en el continente europeo y en cada país, provincia y localidad afectados por la política antijudía del nazismo. La reducción numérica, según los casos, abarcó desde la totalidad de la población hasta un sector muy selectivo de la misma. Al parecer, ninguna de las investigaciones serias sobre el número total de víctimas judías baja de los 4.5 millones, y algunas exceden moderadamente los seis millones. En este punto de avance de nuestros conocimientos, pareciera que la cifra definitiva podría estar entre los 5.6 y 5.9 millones de judíos. Parte del problema al establecer el número de víctimas tiene que ver con la cuestión de "quién es judío". Es bien sabido que las políticas del nazismo se basaron en un concepto racial de la identidad judía por sobre la autoidentificación individual, y que no judíos con antepasados judíos fueron perseguidos y, por ende, aparecen incluidos en algunos de los cálculos de víctimas. Sin embargo, en este trabajo nuestro propósito es evaluar los trágicos resultados de la Shoá para aquellos que se identificaban a sí mismos como judíos antes y después de la Segunda Guerra Mundial.

2. El peso de la presencia judía. Un obvio corolario de la disminución de la población judía es una proporción reducida de judíos -y, en consecuencia, de su peso social dentro de la población total de cada país y del mundo-. La reducción de la población judía ocurrió cuando la población mundial en general estaba entrando en una etapa de crecimiento intensivo. En 1939 los judíos representaban cerca de 7.5 por mil de la población mundial, mientras que en 1945 representaban 4.75 por mil, y su tasa actual es de 1.98 por mil.8 Aun si, en términos absolutos, el tamaño de la población judía fue reducido en más de un tercio debido a la Shoá, su peso relativo en la población mundial total fue reducido de hecho casi 37% en 1945, y 74% en el presente -como consecuencia de un escaso crecimiento de población, causado al menos parcialmente por los efectos postergados de la Shoá-.

3. Distribución geográfica. El equilibrio geográfico regional del judaísmo mundial fue irreversiblemente modificado por la diversa incidencia de la destrucción directa en diferentes áreas. En cierta medida, aunque de modo menos duradero, lo mismo es válido para la geografía interna de cada país afectado. Dado que la geografía está claramente asociada con diferenciaciones culturales dentro de la población judía, la destrucción selectiva afectó la preservación y transmisión de la cultura judía. La destrucción de los principales centros judíos en Europa oriental hizo que el centro de gravedad de la vida judía se trasladara automáticamente a los países occidentales.9

4. Migración internacional. Las migraciones inducidas por las circunstancias no naturales de la Segunda Guerra Mundial y el período inmediato posterior contribuyeron a cambios geográficos extremos, de significación global y regional. Las experiencias de movilidad, desplazamiento, desarraigo y -cuando fue posible- rearraigo geográfico fueron compartidas por la enorme mayoría de los judíos que habían vivido en las áreas afectadas por la Shoá.

5. Condiciones de salud y mortalidad. Además de los efectos inmediatos del exterminio físico, el sufrimiento mental y físico por el que atravesaron los sobrevivientes provocó un serio deterioro general en su salud e incrementó su vulnerabilidad y mortalidad. Algunos de esos efectos irreversibles continuaron afectando a los sobrevivientes mucho tiempo después del fin de la guerra, y en parte, en un marco psicosocial, fueron transmitidos a las dos generaciones siguientes.10

6. Estado civil. La disminución de las posibilidades de contraer matrimonio durante los años de persecución determinó un marcado incremento del celibato permanente dentro de una población que, como la judía, poseía tradicionalmente un alto porcentaje de matrimonios. Más aún, el incremento de la mortalidad provocó un elevado número de viudos, huérfanos y otras formas de fractura familiar entre los sobrevivientes.

7. Matrimonios exogámicos. Los casos de matrimonios mixtos durante el período de la Shoá podrían haber estado asociados con una tasa comparativamente más alta de supervivencia de los cónyuges judíos en ese tipo de familias. Sin embargo, el impacto de la guerra y de la persecución antijudía puede haber estimulado las tendencias de los judíos hacia la exogamia en la etapa posterior. Entre otros factores, se incluyen los trastornos en la estructura según grupos de género y de edad, que pueden influir en la probabilidad de encontrar un(a) compañero(a) dentro de la comunidad judía.11

8. Fecundidad. Los infrecuentes matrimonios, así como el temor a traer hijos al mundo, combinados con la dificultad de tenerlos bajo las condiciones imperantes de opresión o fuga, contribuyeron a que las tasas de natalidad judía fueran muy bajas. En consecuencia, entre finales de 1930 y mediados de 1940 las cohortes de nacimientos judías fueron exiguas o vacías, especialmente en Europa.

9. Composición de género. Nuestra propuesta es que la victimización afectó proporcionalmente a más varones judíos que a mujeres judías. Estos desequilibrios genéricos en la población sobreviviente pueden haber repercutido también en los puntos antes mencionados.

10. Composición por edades. La victimización afectó la composición por edades del pueblo judío de maneras desiguales. Probablemente el caso más significativo fue el de la destrucción de una comunidad judía en su totalidad. Ello ocurrió con mayor frecuencia en regiones de Europa oriental, donde la población judía era relativamente joven. En áreas de destrucción parcial, los efectos pueden haber sido diferentes. Por ejemplo, en Francia fue posible ocultar al menos a algunos niños judíos, por lo que la pérdida en el sector más joven de la población fue proporcionalmente algo menor que entre los adultos jóvenes y los mayores.12 En otros casos, como ocurrió en algunas zonas de Italia, las familias judías deportadas insistían en llevar consigo a sus niños menores, y las consecuencias fueron comparativamente más serias para el segmento joven de la estructura de edades.13 En condiciones de igualdad, la supervivencia general puede haber sido algo mayor entre adultos jóvenes físicamente sanos que entre los niños, especialmente los más pequeños, y los ancianos. A estos efectos estructurales se agrega la citada disminución de la fecundidad, que también contribuyó a un agudo envejecimiento de la población judía sobreviviente.

11. Logros educacionales, ocupación y condiciones sociales. Durante el período de persecución no existieron posibilidades en las áreas de educación, empleo y movilidad social. Aun si esas pérdidas fueron a veces legalmente compensadas por los gobiernos u otras autoridades después de la guerra, muchos judíos sufrieron pérdidas irreparables en su posición social y en su ingreso económico potencial. En particular, el problema de la pobreza entre los sobrevivientes de la Shoàh ha sido y continúa siendo objeto de gran atención, acompañado por conflictos de intereses entre las mayores organizaciones responsables del bienestar de las comunidades judías en Israel y en la diáspora judía.14

12. Conversiones. En los países donde existió la opción de convertirse a otra religión, la población judía perdió miembros adicionales. En muchos casos dichas pérdidas fueron irreversibles, ya fuera por la libre elección de los conversos, como en el caso de niños judíos ubicados en instituciones religiosas no judías, que se negaron a restituirlos a sus padres naturales o a su identidad judía después de la guerra. En ocasiones, la conversión salvó las vidas de judíos que asumieron ese cambio. Sin embargo, ello no fue defensa suficiente contra la definición racial en que se basaba la persecución nazi. La frecuencia de las conversiones puede haber sido altamente selectiva, según diversas características personales como sexo, edad y posición socioeconómica.

13. Identidad judía y pautas culturales. Una de las consecuencias más significativas de la Shoá fue su impacto geográficamente diferenciado en el grado de asunción de la identidad judía dentro de las comunidades judías existentes. Las evidencias de que disponemos indican que fueron destruidas en masa las comunidades y los estratos sociales cuya identificación con el judaísmo era comparativamente más fuerte en términos de observancia religiosa y adhesión a las pautas de la cultura judía tradicional. La Shoá, mediante su impacto selectivo sobre las víctimas, debilitó directamente el grado de identificación judaica de los sobrevivientes. Otro complejo efecto cultural se relaciona con el nivel de la ideación y la voluntad de los sobrevivientes de seguir identificados con la religión, la nación, la cultura o la historia judías después de la catástrofe. Las evidencias existentes -muy fragmentarias por ahora- son contradictorias, ya que señalan tanto casos de aumento de la adhesión al judaísmo como de declinación al mismo.15 Puede, no obstante, proponerse la hipótesis de que la Shoá produjo en muchos una pérdida de la fe y, en consecuencia, un debilitamiento general de su identidad judía.

Parece claro que al menos 13 variables o procesos diferentes, y no uno, subyacen tras la sociodemografía de la Shoá. Muchos de estos rasgos deben verse como efectos a largo plazo sobre la población judía y su dinámica comunitaria. Dichos efectos se sustentan en las bases sociodemográficas prevalentes antes de la guerra en diferentes regiones más o menos afectadas por la Shoá, y se extienden hasta nuestros días y más allá de ellos.

Es necesario destacar aquí la naturaleza cíclica de la relación entre natalidad, mortalidad y la estructura de edades de una población. Menos nacimientos y una población más vieja implican, en un momento dado, mayor tasa de mortalidad y, en una etapa posterior, una población menor. El carácter y las consecuencias de las relaciones mutuas entre otras variables y los procesos mencionados pueden ser todavía más complejos, especialmente cuando están involucradas dimensiones culturales e ideológicas de la dinámica social y demográfica. Pero, en general, parece seguro y acertado afirmar, en esta etapa inicial, que significativos efectos latentes de la Shoá continúan siendo parte integral del cuadro demográfico del judaísmo mundial.

Qué podría haber ocurrido

Antecedentes

La población judía mundial creció en forma extraordinariamente rápida durante el siglo XIX, de aproximadamente 2.5 millones en 1800 a 4.7 millones en 1850, y 10.6 millones en 1900.16 Tanto su casi duplicación durante la primera mitad del siglo como el incremento aún mayor en la segunda mitad, fueron únicos en comparación con las tendencias de otras sociedades contemporáneas. Tasas de crecimiento judío de más de 2% anual no eran infrecuentes en Europa oriental durante el último cuarto del siglo XIX, y superaron a las de las poblaciones generales de más rápido crecimiento durante esa época (1.5/1.7% anual en Inglaterra, Polonia y Rusia entre las décadas de 1880 y 1910). El rápido crecimiento de la población judía -en Europa central, y especialmente en la oriental- denota una temprana disminución de los niveles de mortalidad, combinados con pautas persistentes dentro de la familia tradicional y niveles relativamente altos de fecundidad.17 En este contexto, vale la pena destacar que la observación temprana de las diferentes tasas de natalidad y mortalidad de judíos y no judíos fue uno de los factores que ayudaron a promover las teorías sobre las pretendidas características raciales judías, luego utilizadas en la persecución antisemita.18

Al mismo tiempo, tendencias muy diferentes caracterizaron otros segmentos regionales de la población judía global. La mayor parte del crecimiento provino de las comunidades de Europa oriental, donde se concentraba la mayoría del judaísmo mundial. Durante el período de máxima población judía, entre la década de 1860 y la Primera Guerra Mundial, las comunidades judías de Noráfrica y Medio Oriente eran casi estáticas demográficamente, o crecían en forma muy lenta debido al contexto subdesarrollado de las respectivas regiones. Esas comunidades judías comenzaron a crecer con rapidez en una etapa posterior.

Durante las primeras décadas del siglo XX, la creciente modernización y aculturación de las sociedades judías estuvo directa o indirectamente asociada con un ritmo más lento de crecimiento poblacional debido a la declinación en la nupcialidad, la fecundidad y la difusión inicial de la exogamia. Sin embargo, un mecanismo fundamental en el cambio poblacional mencionado es la relación entre la composición de edades y la tasa de natalidad, que afecta la tasa de crecimiento. La combinación de alta fecundidad y baja mortalidad a finales del siglo XIX había producido entre los judíos una estructura de edades más joven. Por ejemplo, en 1897 aproximadamente 41% de la población judía total del Imperio Ruso -casi la mitad de la mundial en esa época- estaba constituida por niños menores de 15 años.19 Grandes cohortes de nacimientos, que con el tiempo se convertirían en una población adulta joven, apta para la procreación, estaban produciendo un sustancial incremento demográfico, aun en una época de reducción de la fecundidad. Por tanto, se estima que entre 1900 y 1939 la población judía mundial habría crecido casi otros seis millones, de 10.6 a 16.5 millones.

Durante el período de entreguerras, la composición de edades de la población judía, aunque con una proporción creciente de adultos maduros y de ancianos, era todavía relativamente joven. Durante la década de 1920, los niños menores de 15 años constituían 34% de todos los judíos de Polonia y 18% de los de Prusia, apuntando en este último caso hacia una tendencia de descenso demográfico. La proporción de niños permaneció sustancialmente alta en las comunidades judías del norte de África y del Medio Oriente.

Es posible configurar estimaciones globales tentativas de la composición de edades del judaísmo mundial en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, con base en datos sobre varias composiciones de edades en poblaciones judías nacionales y regionales a finales de la década de 1930. Los resultados, que aparecen en la línea superior de la Tabla 2 del Anexo, apuntan hacia una estructura piramidal normal, con aproximadamente 30% de niños menores de 15; 29% de jóvenes entre 15 y 29 años; 20% para el grupo 30/44; 16% del grupo 45/64, y cerca de 5% de personas mayores de 65 años.

Estos datos demográficos estructurales confirman la noción de que, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, la población judía del mundo -incluidas extensas porciones de Europa- estaba todavía creciendo, debido a un balance positivo de nacimientos y muertes. Estos hechos conforman una primera base, a partir de la cual pueden intentarse varias proyecciones referidas al desarrollo de la población judía después de 1939.

Supuestos: dilemas generales

La posibilidad de proyectar la evolución demográfica de la población judía de no haber acontecido la Shoá ha sido escasamente examinada por la comunidad científica. Es un tema difícil y delicado, cargado de emocionalidad, pero al mismo tiempo relevante e inherente a todos los que trabajan en la investigación histórica y social de la catástrofe.

La razón más obvia para la falta de trabajos especulativos en la materia es que la historia no puede ser reescrita y todo intento de abrir la pregunta "¿qué habría pasado si...?" tiende a parecerse más a la ficción literaria que a un sólido análisis científico. Pero aun después de defender convincentemente el uso de ese tipo de especulación -y, como ya lo señalamos, existe para ello una justificación moral y analítica-, queda un problema fundamental que resulta casi insoluble: es claramente imposible postular una situación en la cual determinado evento pudo no haber acontecido, sin asumir la posibilidad de que sea necesario examinar otros eventos cruciales interrelacionados con el mismo. En el proceso pueden surgir varias posibilidades diferentes y, por ende, podría volverse impracticable determinar sus implicaciones.

En el caso específico de un hipotético no/haber/ocurrido/la/Shoá, surgen inmediatamente varias cuestiones. En un mundo sin la Shoá, ¿habría o no desempeñado el antisemitismo un importante papel en Europa y en el mundo? ¿Y cuál habría sido su impacto sobre la población judía? ¿Habría tenido lugar la Segunda Guerra Mundial? ¿Qué tipo de acontecimientos políticos, socioeconómicos y culturales habría experimentado el mundo en general y Europa en particular, a principios de la década de 1940 y posteriormente? ¿Se habría creado el Estado de Israel en 1948, antes, después? O bien, de un modo más esencial, ¿se habría creado el Estado?

Cada una de las posibles configuraciones alternativas sugeridas por esas preguntas genera cadenas de reacciones de largo alcance para el conjunto completo de variables societales que constituye el trasfondo de los cambios de tamaño y estructura de la población judía. Los procesos familiares, la movilidad geográfica y socioeconómica, e inclusive las transformaciones de la identidad, podrían haber evolucionado de maneras muy distintas a las que en efecto tuvieron lugar.

Por ejemplo, en ausencia de la Shoá, el destino de las comunidades judías europeas habría tomado obviamente un curso muy distinto en las décadas de 1930 y 1940. Sin embargo, ¿eso habría ocurrido en el contexto de un status quo dominado por los nazis, no beligerante, con comunidades judías oprimidas en lo económico y cultural pero en gran medida no migratorias? ¿O en sociedades democráticas, libres de amenazas antisemitas y posiblemente atractivas para cierta inmigración judía?

Es posible plantear la posibilidad de que, de no haber tenido lugar la Shoá ni los consecuentes problemas de refugiados, las posibilidades de establecer un Estado de Israel independiente habrían sido inciertas o inexistentes. Más aún, sin la Segunda Guerra Mundial, ¿habría definido Gran Bretaña la necesidad de liquidar su imperio colonial? ¿Cuáles hubieran sido las consecuencias respecto a la situación política de Palestina?

Otro cuadro hipotético relaciona el estímulo económico que la Segunda Guerra Mundial produjo en la economía de los Estados Unidos, afectada por la depresión, con el agudo y muy prolongado baby boom, el incremento de natalidad que comenzó a finales de la guerra. ¿Habrían tenido lugar esos cambios, de enorme impacto en la población general y judía de los Estados Unidos, sin la guerra?

Aunque no podemos extendernos aquí en los méritos de estas especulaciones, poseemos la certeza de que la creación del Estado de Israel en 1948 tuvo un tremendo efecto sobre la demografía judía en el mundo entero. El factor crucial es la aliah (inmigración judía a Israel) y su impacto en la distribución global de la población judía. Pero, además, el proceso de identificación que subyace tras la calidad de la vida comunitaria judía tuvo significativos efectos sobre otras variables demográficas clave, tales como el matrimonio y la fecundidad, entre los judíos de Israel. El no establecimiento del Estado de Israel -o su fundación después de 1948- habría significado la presencia de grandes cantidades de judíos en sus contextos geográficos preexistentes, también después de 1948. El ritmo general de crecimiento de la población judía después de 1948 habría sido más lento de lo que efectivamente fue.

En países menos desarrollados, tasas de mortalidad relativamente altas habrían entorpecido el crecimiento de una población judía que, trasplantada a Israel, mejoró rápidamente sus pautas de salud y alcanzó un crecimiento más rápido. En países más desarrollados, la baja fecundidad y los matrimonios mixtos -es decir, el crecimiento lento o el estancamiento- podrían haber caracterizado a una población judía que, en cambio, tras trasladarse a Israel, contrajo matrimonios endogámicos y adoptó pautas de fecundidad más altas.20

Estos pocos ejemplos muestran claramente que no hay una manera convincente de definir una situación hipotética que constituya una alternativa creíble a la historia real, ni existe tampoco una obvia implicación demográfica para cualquiera de dichas alternativas. Un modo más simple y quizá más útil de proceder es considerar un pequeño número de alternativas controladas, que deliberadamente se proponen establecer límites altos o razonablemente bajos a los posibles alcances del crecimiento poblacional judío en la ausencia teórica de la Shoá. Algunas de esas posibilidades se especifican a continuación; a partir de las mismas pueden calcularse fácilmente situaciones adicionales y sus implicaciones.

Supuestos: tres alternativas

Entre los varios supuestos posibles para nuestras situaciones demográficas imaginarias, elegimos como regla general una combinación de pautas mejoradas de salud -no diferentes de las que tuvieron lugar después de la Segunda Guerra Mundial- y una disminución de la fecundidad, nuevamente semejante a la de las décadas recientes en los países más desarrollados. Otras alternativas también son teóricamente posibles, tales como ignorar los efectos de la modernización durante los últimos 50 años y mantener la ecuación demográfica en sus parámetros de 1939. Esta opción implicaría niveles más elevados tanto de mortalidad como de fecundidad, lo cual tendría efectos mixtos en el resultado final, pero sentimos que semejante alternativa tornaría nuestro ejercicio todavía más improbable de lo que realmente es.

La asimilación es otro proceso que comenzó a jugar un importante papel en la demografía judía después de la Segunda Guerra Mundial, y se conoce su significativa influencia en ciertas comunidades judías de la diáspora, especialmente en Europa central y occidental. La asimilación, o pérdida de identificación con el grupo -judío o cualquier otro-, es un proceso complejo y con variables múltiples. A fin de simplificarlo, aquí solo enfocaremos uno de sus resultados, tal vez el principal: su influencia sobre la tasa de natalidad. De modo más preciso, la tasa de natalidad judía efectiva ha sido definida como el sector que abarca todos los nacimientos de hijos de padres judíos que son identificados -por sus padres o de otra manera- como pertenecientes a la población judía.21 Todo efecto de matrimonios mixtos u otras formas de asimilación sobre la población judía será considerado, por ello, con referencia a la tasa de natalidad judía efectiva -en tanto diferente a la fecundidad de los judíos- como término de referencia en las siguientes proyecciones.

En este trabajo presentaremos una proyección global, sin atender específicamente las variaciones y diferenciaciones regionales. Debe reconocerse que el papel de la migración internacional puede ser significativo como modificador de otros patrones demográficos -y ya se ha mencionado aquí el caso de los múltiples efectos de la inmigración sobre la población judía de Israel-. Sin embargo, en nuestra proyección global supondremos que el impacto de la migración internacional en los patrones de fecundidad y mortalidad judías es inexistente, y trataremos la migración internacional como migración interna en una proyección nacional típica.

Las siguientes proyecciones poblacionales cubren el lapso entre 1940 y 2020. Dos de las proyecciones carentes de los efectos de la Shoá -los modelos A y B, así como la proyección de los datos reales de 1990 a 2020- están elaboradas conforme la habitual práctica de componentes de cambio dentro de cohortes demográficas. Al ejecutar estos procedimientos se calculan proyecciones separadas para varones y mujeres en grupos de edades de 5 años, y para períodos de cinco años. Los resultados de estas proyecciones incluyen estimaciones del tamaño de la población judía en diversas fechas (véase Tabla 3) y la distribución de la población judía por grupos de edades (véase Tabla 2). Una proyección adicional, modelo C, sigue un procedimiento técnico simplificado y solo presenta totales poblacionales, sin distinción por edad. A continuación especificaremos los principales supuestos de nuestras proyecciones.

Proyección 1940-2020. Modelo A

Esta proyección deliberadamente más elevada supone una seria crisis internacional a principios de 1940 -sin grandes consecuencias negativas particularmente dirigidas contra la población judía-. Ello implica una disminución inicial de la fecundidad hasta niveles de mero reemplazo intergeneracional, y una subsecuente recuperación de la misma hasta la que realmente tuvo lugar en muchos países occidentales -aunque no en Europa oriental- después de la Segunda Guerra Mundial. Para el período 1940-1944 se propone una tasa total de fecundidad (TTF) judía relativamente baja, de 2.1; se supone que la TTF aumenta gradualmente hasta un pico de 3.5 en 1955-1959, para declinar luego de manera lenta y continua hasta un nivel de reemplazo de 2.1 en 1985-1989, y a un nivel mínimo de 1.7 en 1995-1999. Después de esta fecha, al parecer la TTF continúa estable. En cuanto a los niveles de mortalidad, se supone su aumento continuo desde una expectativa de vida de 61.7 años para varones y 66.1 para mujeres en 1940-1944 -similar a la real entre los judíos europeos a finales de 1930-, hasta 75 y 84.6 respectivamente, en 2015-2019. Debe destacarse que el nivel pico de fecundidad propuesto para los judíos en 1955-1959 no es exorbitante. Si bien es mayor que el nivel registrado entre los judíos norteamericanos en el momento máximo del baby boom, y definitivamente mayor que las tasas reales de fecundidad entre los judíos sobrevivientes en Europa durante la posguerra, es sin embargo inferior a la tasa real equivalente en Israel para la misma época, y netamente inferior a la registrada en las comunidades judías de origen mesoriental durante ese mismo período. Además, la destrucción en la Shoá de grandes cantidades de judíos tradicionalistas con tendencia a una alta fecundidad no puede ser ignorada al proponer niveles razonables de fecundidad para la etapa de posguerra.

Proyección 1940-2000. Modelo B

Esta proyección, más extremadamente transformacionista y restringida, presupone la misma TTF inicial que la proyección A (2.1), lo cual en 1945-1949 aumenta la TTF a un máximo comparativamente moderado de 2.7; y luego presupone una declinación continua de la fecundidad hasta 2.1 en 1975-1979, con un mínimo de 1.3 en 2015-2019. Semejante perfil ignora virtualmente el baby boom de la posguerra en muchos países occidentales y supone una erosión real en la conducta reproductiva, no diferente de la observada en muchos países de la diáspora -lo que excluye, por tanto, el importante efecto que tuvo Israel en los niveles mundiales de fecundidad judía-. Debe subrayarse que las proposiciones de fecundidad en esta versión simplemente implican una rigurosa declinación, quizá compatible con una prolongada situación de tensión societal entre los judíos. Las presuposiciones de mortalidad son las mismas que en la proyección A.

Proyección 1940-2020. Modelo C

Esta es una proyección más sencilla, cuyo objeto es establecer un límite inferior al espectro de posibles resultados. Esta proyección se obtiene simplemente por la adición de un factor de 6 millones más que la cifras reales de la población judía mundial. Estas cifras fueron corregidas y revisadas varias veces en el transcurso de los últimos años, con base en nuevas fuentes de datos y nuevas evaluaciones de los datos antecedentes. La proyección C no es solo metodológicamente más débil que las proyecciones A y B, sino que sus resultados son, de hecho, muy improbables porque toma en cuenta la existencia de un Estado de Israel que con su propia fuerte dinámica demográfica real constituyó el principal factor de crecimiento de la población judía mundial y generó, sobre todo en los últimos años, una fuerte recuperación en el tamaño total. Esta proyección, por tanto, incorpora todos los efectos indirectos de la Shoá en la posguerra -aunque la Shoá es el elemento que debe ser excluido y evaluado en nuestro ejercicio- y, por otro lado, incluye el aporte de Israel a la demografía judía, cuando no se puede postular si el Estado de Israel existiría en la realidad. Resulta significativo observar que, frente a los datos reales de la población judía existente en 1990, los datos de 2015 muestran un crecimiento más rápido que el postulado por las proyecciones medias elaboradas originariamente hacia el período 1990-2020,22 y están más cercanos a las proyecciones de "hipótesis de mayor fertilidad".23

De lo anterior se desprende que cada una de las tres proyecciones de población judía sin la Shoá presupone o implica tasas muy moderadas o extremadamente bajas de crecimiento. Otras situaciones hipotéticas, tal vez más optimistas, no serán tomadas en cuenta aquí. Ello es relevante en la subsiguiente evaluación de los hallazgos.

Resultados de las proyecciones

El tamaño de la población judía

La Tabla 3 y la Figura 1 del Anexo muestran: (a) Datos sobre el tamaño real de la población judía estimado para 1900-2010, (b) Proyecciones para 2010-2020 basadas en las estimaciones reales de 1990, y (c) Tres proyecciones alternativas con base en las presuposiciones explicadas.

El primer aspecto que debe destacarse es la brecha entre la más baja de las tres propuestas (proyección C), por un lado, versus los datos reales de población judía hasta 1990 y, por el otro, las proyecciones basadas en este último para después de 1990. La brecha refleja solo mínimamente los desarrollos de la población judía que fueron impedidos o afectados por las consecuencias indirectas de la Shoá, además de sus efectos más obvios y directos. En otras palabras, bajo los más estrictos y conservadores presupuestos referidos al desarrollo de la población judía después de la Segunda Guerra Mundial, la pérdida de los seis millones verificados hacia 1945 permanece estable en ese nivel durante las décadas siguientes.

De manera más significativa, y de acuerdo con hipótesis más probables, aparecen diferencias cuantitativamente muy grandes entre la más alta y la más baja de nuestras tres proyecciones que presuponen la inexistencia de la Shoá (proyecciones A y C). Hacia 1950 el espectro de variaciones entre ambas proyecciones sería de unos 1.2 millones de judíos, pero en 1990 equivaldría a 12.1 millones, y en 2020 a 14.4 millones. Estas cifras indican lo que puede considerarse una estimación máxima de las pérdidas adicionales en la población judía -más allá de la inicial disminución de alrededor de seis millones- debido a los efectos indirectos de la Shoá, y dentro de los límites de los supuestos antes explicados.

En cifras absolutas, la población judía en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial -16.5 millones- quedó, en efecto, reducida a 11 millones en 1945, y estimada en aproximadamente 11.3 millones en 1950. Luego creció a 12.6 millones en 1970, y -aproximándose hacia un crecimiento cero- a 12.9 millones en 1990, subiendo a 13.9 millones en 2010. Según las proyecciones sin la Shoá, la población judía de 1950 podría haber estado entre 17.3 millones (proyección C) y 18.5 millones (proyecciones A y B); en 1970, entre 18.6 (proyección C) y 25.2 millones (proyección A); en 1990, entre 18.9 (proyección C) y 31.0 millones (proyección A); en 2010 entre 19.9 (proyección C) y 34.0 millones (proyección A).

Si continuamos la extrapolación de datos hasta el año 2020, la proyección de la población judía basada en los datos reales de 1990 tiende a estabilizarse en alrededor de 12.9 millones. Las tres proyecciones sin la Shoá oscilan entre 20.7 (proyección C) y 35.1 millones (proyección A) para el 2020.

Composición de edades

Un importante aspecto adicional develado por estas proyecciones se relaciona con la evolución de la estructura de edad de la población judía (Tabla 2). El proceso real de disminución del crecimiento poblacional judío refleja en grado importante la composición de edades de los judíos en todo el mundo tras la Segunda Guerra, particularmente en la diáspora. Al respecto, las proyecciones que ignoran los efectos de la Shoá apuntan hacia una composición de edades más jóvenes, aun si sus presupuestos incluyen un proceso de envejecimiento. Una composición de edades más joven contribuiría, evidentemente, a sustentar el crecimiento poblacional judío.

La composición de edades de la línea de base en 1939 retrata una población judía en continuo proceso de modernización demográfica, pero todavía estructuralmente influida por la relativa alta fecundidad del pasado reciente. Un ejemplo real de semejante etapa de transición demográfica está representado en la Tabla 2 por la población judía de Irán, la cual en 1976 se parecía en estructura al promedio general del judaísmo mundial de 1939. Desde entonces, la comunidad irania como tal casi desapareció, debido a la emigración intensiva. Los datos comparativos más recientes sobre población judía reproducidos en la Tabla 2 apuntan hacia un proceso casi universal de envejecimiento, con la notable excepción de la población judía de Israel y el caso extremo de la pequeña comunidad tradicional judía en Etiopía, hoy prácticamente desaparecida debido a la emigración.

En 1990 la proyección A presenta una distribución de edades aún caracterizada por una forma piramidal, en la que el grupo mayor está compuesto por niños de hasta 15 años (24%) y el menor por ancianos mayores de 65 (12%). Los resultados son muy similares a los de la población judía real en Israel en 1993, o en México en 1991, lo cual efectivamente representa una notable excepción a la actual regla de envejecimiento y erosión demográfica en la diáspora. En 2020 la proyección A produciría una estructura con predominio de adultos de mediana edad -similar a la recientemente estimada para Francia, país que fue realmente afectado por la Shoá pero que luego recibió el impacto revitalizante de la inmigración en gran escala desde África del norte, en las décadas de 1950 y 1960.

La proyección B, con sus muy estrictos presupuestos de reducción en la fecundidad judía, produciría en 1900 una situación similar a las recientes estructuras poblacionales judías en países solo indirectamente afectados por la Shoá. En ningún caso se encuentran ejemplos tan extremos de envejecimiento como los hallados últimamente en la población judía de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), o entre los pequeños remanentes del judaísmo rumano.

En líneas generales, pueden compararse las diferentes proyecciones poblacionales con una estimación a grandes rasgos de la composición de edad del judaísmo mundial a principios de 1990, basada en la suma y evaluación de las estimaciones existentes por país. Se encuentra que la proyección A presentaría una población judía no solo mucho más grande, sino también mucho más joven; hacia el año 2020, la población judía mundial, más numerosa aún, tendría una estructura de edad similar a la actual de la diáspora. En la década de 1990, la proyección B produciría una estructura de edad muy cercana a la realmente observada, aun dentro de una población judía mucho mayor.

Resultaría, por ende, que sin la Shoá el envejecimiento de la población judía -y la erosión cuantitativa inherente al mismo- o bien no habría tenido lugar, o se habría postergado cerca de tres décadas.

Conclusiones

Tras resumir algunas de las principales consecuencias directas e indirectas de la Shoá sobre la población judía, este trabajo presenta varias proyecciones alternativas basadas en la premisa ficcional de que esta catástrofe no tuvo lugar. En el proceso, hemos indicado clara e inequívocamente los límites conceptuales y metodológicos, al igual que la incerteza implícita en semejante ejercicio.

Cuando examinamos los principales resultados, resulta claro que la Shoá cambió dramática e irreversiblemente el curso previsto de la evolución sociodemográfica del pueblo judío. Las pérdidas proyectadas se extienden mucho más allá de la habitual percepción de los "seis millones". Pese a los supuestos muy estrictos e inclusive antinaturalmente restrictivos que adoptamos en nuestras proyecciones, una población judía mundial en el rango de entre 20 y 30 millones no habría sido inconcebible a principios de la década de 1990. La estimación de 25.9 millones en el año 2020 según la proyección B, nuestra proyección intermedia, es de hecho el doble del total real, ya mencionado, de aproximadamente 13 o 14 millones.

Extendiendo las proyecciones a las primeras dos décadas del siglo XXI, los alcances plausibles de la población judía se extenderían aún más, hasta un tope de 35 millones -un aumento de otros 4 millones respecto de 1990, contra el crecimiento poblacional cero previsto por proyecciones basadas en datos reales-. Por supuesto, la Shoá aceleró trágicamente lo que podría haber sido el desarrollo normal de los acontecimientos.24

Esto resulta cierto por lo menos en dos sentidos. En primer lugar, como consecuencia de la destrucción del judaísmo de Europa oriental, la distribución geográfica de la población judía global se modificó al concentrarse más en países occidentales, especialmente en los más desarrollados. Esto no es incompatible con lo que podría haber ocurrido si el proceso normal de migración internacional hubiese continuado su lento curso, tal como ocurrió antes de la Segunda Guerra Mundial y de acuerdo con las tendencias entre las comunidades judías sobrevivientes después de la guerra.

En segundo lugar, en términos de su composición demográfica y particularmente de su estructura de edades, la población judía de preguerra estaba embarcada en un lento proceso de envejecimiento, pero, debido a la Shoá, ese proceso se aceleró enormemente. De crítica importancia fue el hecho de que los niños estuvieron muy sobrerrepresentados entre las víctimas totales. El impulso de crecimiento demográfico implícito en la estructura de edades relativamente joven del judaísmo mundial en 1939, se perdió sin remedio. La consecuencia fue una adicional erosión masiva en el proceso demográfico de reemplazo generacional, ya trágicamente alterado por la destrucción masiva.

Es obvio que ningún ejercicio demográfico como el aquí presentado puede alterar el veredicto de los hechos históricos, pero las consideraciones marginales que aquí sugerimos deberían contribuir a la ubicación del persistente impacto de la Shoá sobre el pueblo judío, y la demografía del genocidio, en general, en una apropiada perspectiva de investigación histórica y socio/científica, y de respetuosa memoria.

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1Esta es una versión actualizada del artículo publicado en Holocaust and Genocide Studies (1996) y en Acta Sociológica (1999). Partes de este trabajo fueron presentadas en el IX Congreso Histórico Internacional de Yad Vashem "El pueblo judío en el siglo XX. Cincuenta años después del Holocausto", 14-17 de junio de 1993. El autor agradece las útiles sugerencias del profesor Yehuda Bauer, la autoridad máxima de la historiografía contemporánea sobre la Shoá. La investigación resultante en este trabajo fue realizada en la División de Demografía y Estadística Judías del Instituto Avraham Harman de Judaísmo Contemporáneo, Universidad Hebrea de Jerusalén. Traducido de su original en inglés por Florinda Goldberg. Cuidado de edición de Judit Bokser Liwerant y Eva Capece Woronowicz.

2El esfuerzo por compilar una lista completa de nombres y biografías de las víctimas de la Shoah viene siendo realizado por el Instituto Yad Vashem de Jerusalén.

4Véanse las obras tempranas pero muy confiables de Lestschinsky (1946), y más recientemente Wolfgang Benz (1991).

5Véase: Schmelz (1995).

6Véase: Katz (1999).

10Véase: Rodríguez (2015).

11Véase: DellaPergola (2009).

12Véase: Klarsfeld (1985).

13Véase: DellaPergola (1981).

14Véase: (DellaPergola, 2011).

18Véase: Poliakov (1974), particularmente sus referencias a Boudin (1856).

19Para información adicional sobre estos datos, véase: DellaPergola (2001).

21Véase: DellaPergola (2015).

22Véase: DellaPergola (1996).

23Véase: DellaPergola (2000).

24Véase: DellaPergola (1995).

Anexo

Tabla 1 Los 15 países con mayor población judía (1939, 1970, 1993 y 2015) 

Nota: los países están considerados según sus fronteras en 1993.

Fuente: Sergio DellaPergola (1996 y 2015).

Tabla 2 Población judía mundial. Composición de edades en poblaciones judías seleccionadas (1939-1994 y proyecciones 1990-2020) (%) 

a. Ordenado por porcentajes descendentes en el grupo 0-14. Compilado de: DellaPergola (2015).

b. Estimaciones indirectas.

c. Véase también Tabla 3.

Tabla 3. Población judía mundial. Estimaciones y proyecciones (1900-2020) (en millones) 

Estimaciones: 1900-1940: Schmelz y DellaPergola (2006); 1950-2010: DellaPergola (2015); proyectado a 2020 según DellaPergola, Uzi Rebhun y Mark (2000).

Fuente: elaboración propia, con base en la Tabla 3.

Figura 1 Población judía mundial - Estimaciones y proyecciones (1900-2020) (en millones) 

Recibido: 25 de Mayo de 2016; Aprobado: 20 de Junio de 2016

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