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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versão impressa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.52 no.210 Ciudad de México Set./Dez. 2010

 

Cuestiones contemporáneas

 

Después del 11–S. Al–Qaeda vista por el análisis del discurso

 

Evelyn Norma Castro Méndez

 

Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Calle Juárez 87, col. Tlalpan, del. Tlalpan, México, D.F, 14000. evelyn1309@yahoo.com.mx

 

Recibido el 9 de febrero de 2009
Aceptado el 15 de octubre de 2009

 

Resumen

Después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, se han publicado diversos estudios sobre el tema del terrorismo y la actuación de Al–Qaeda. Esta organización se ha caracterizado por emitir constantemente comunicados, cuyo estudio constituye una importante veta de investigación para las ciencias de la comunicación, el discurso político y las relaciones internacionales. En este contexto, el presente artículo examina algunos de los resultados del análisis semántico–pragmático aplicado al comunicado emitido por esta organización tras los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono estadounidense, el cual fue uno de los más difundidos por la prensa nacional e internacional, comunicado que evidencia que la religión no es el eje argumentativo sustancial, sino la problemática política del Medio Oriente así como sus implicaciones en la relación Occidente–mundo islámico.

Palabras clave: Al–Qaeda, terrorismo, islamismo, análisis del discurso, semántica y pragmática.

 

Abstract

After the attacks of September 11, 2001, several studies have been published on the theme of terrorism and the performance of Al–Qaeda– This organization has been characterized as constantly transmitting messages, whose study constitutes an important vein of investigation for the science of communication, the political discourse and international relations. In this context, the present article examines some of the results of the semantic–pragmatic analysis applied to the statement made by this organization after the attacks on the Twin Towers and the U.S. Pentagon, which was the most widely presented by the national and international press, statement that makes clear that religion is not the substantial argumentative axis, but the problematic politics of Middle East as well as its implications on the relation West–Islamic world.

Key Words: Al–Qaeda, terrorism, Islamism, discourse analysis, semantics and pragmatics.

 

Introducción

Una vez perpetrados los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono el 11 de septiembre de 2001, la organización islamista conocida como Al–Qaeda, cuyo principal dirigente fue identificado como Osama Bin Laden, fue señalada por las autoridades norteamericanas como la principal responsable de dichas agresiones. El 7 de octubre de ese año, fecha en la que Estados Unidos encabezó a la fuerza multinacional para atacar Afganistán con el objetivo de aprehender a su líder, la red hizo público un comunicado que tuvo una amplia difusión en páginas WEB, en la prensa internacional y en la nacional. Éste sería el primero de una serie de mensajes que, amén del contenido amenazante de no pocos de ellos, han servido como vehículo de conocimiento del pensamiento y la manera de entender Occidente de este tipo de asociaciones.

En efecto, se calcula que entre 1993 y 2004, Al–Qaeda emitió cuatrocientos textos y documentos de todo tipo, pero sólo veinticuatro son anteriores a 2001, lo que refleja que fue a partir del 11–S que la red incrementó considerablemente su actividad comunicativa. En 2004, en la etapa de la postguerra iraquí, su producción de comunicados, amenazas y llamamientos a la guerra santa alcanzó una cifra record.1 Sin embargo, el acceso pleno a estos mensajes ha resultado ser sumamente limitado en virtud de que no todos han sido traducidos del árabe a idiomas más conocidos, de que algunas de las páginas web ya no están vigentes y de que en su mayoría la prensa sólo difunde extractos y muy rara vez las versiones literales.

Los resultados que aquí se presentan forman parte de una investigación más amplia que se efectuó al analizar los comunicados que emitió la red en el marco de los atentados contra naciones occidentales: Estados Unidos (2001), España (2004) e Inglaterra (2005), mismos que fueron vistos bajo diversas dimensiones del análisis del discurso: el nivel semántico–pragmático, la construcción de una macro estructura temática, los actos y las acciones discursivas, los sujetos y verbos, las estrategias legitimadoras de la violencia y los sustentos históricos de los mensajes.

Ante la complejidad que implica estudiar estos documentos emitidos en un contexto y lenguaje ajeno a la cultura occidental, lo limitado del espacio para poder explicar las diversas interpretaciones que coexisten en torno los conceptos religiosos que se manejan y las implicaciones socio–políticas de los conflictos de la región de Medio Oriente que en éstos se mencionan, este artículo únicamente se enfoca a analizar el comunicado emitido el 7 de octubre de 2001, por constituir este mismo un verdadero modelo paradigmático de los ulteriores mensajes de la organización terrorista.

Los resultados evidenciarán que, a pesar de que se trata de un solo mensaje, la exploración de la dimensión semántica–pragmática del mismo fue enriquecedora en función de que ofrece pistas para comprender comunicados subsecuentes al exponer el esquema ideológico que defiende este movimiento, labor que requirió de una amplia documentación socio–histórica, pues aun cuando fue traducido al español, requiere de varias precisiones de interpretación que coadyuven a su comprensión.

En la fecha de inicio del ataque contra Afganistán por la fuerza multinacional, los titulares de la primera página de los diarios de circulación nacional que hacían alusión a este comunicado señalaban:

Tabla 1

A través de estos titulares, la prensa destacó la posición de amenaza que la organización representa para Estados Unidos, además de que el factor religioso se posicionó como un foco importante de atención. La Jornada fue el único diario que publicó la versión literal del comunicado que varias agencias tradujeron al español. Conformarse con esta visión podría llevar a pensar que, en efecto, el mundo occidental está indefenso y expenso a un grupo de fanáticos religiosos que quieren cambiar el mundo y, por ende, Al–Qaeda carece de razones o argumentos palpables para justificar su movimiento, pues sólo sustentan su accionar en argumentos teológicos y la sublimación de la existencia del paraíso.

Eagleton afirma que "Creer honestamente que tu enemigo es irracional garantizará casi con seguridad, a menos que se fije hacerlo por razones propagandísticas, que uno no puede derrotarle. Sólo se puede derrotar a un antagonista a cuya forma de entender las cosas pueda dotar de sentido, ningún ejército podría luchar contra un enemigo al que sólo conoce como el gran Satán".2 Por ello, es necesario avanzar más allá de estereotipos y prejuicios que existen sobre el mundo musulmán para entender el discurso como un objeto de estudio inserto en un contexto sociocultural específico que podría ser explicado a través del análisis y la investigación.

Se puede concebir al mensaje como un acto semiótico de comunicación donde no sólo importa el aspecto lingüístico, sino las implicaciones sociohistóricas que influyen en la construcción del significado. El análisis del discurso como herramienta metodológica es de suma utilidad al abordar este objeto de estudio como un hecho social, un fragmento de historia, reflejo de las condiciones de producción que le dieron vida, y un objeto de la comunicación intercultural.

En torno a la interpretación de este mensaje, deben considerarse factores no lingüísticos que, sin lugar a duda, repercuten en la construcción del sentido de lo que se dice. Este mensaje emerge en un contexto de violencia debido a un atentado cometido en el año 2001, mismo que la ONU designó como el "Año del diálogo de civilizaciones." Paradójicamente, la mañana del 11 de septiembre, Estados Unidos despertó con la mayor agresión bélica de la época moderna en su territorio tras los ataques de Pearl Harbor por un grupo de musulmanes que, al atacar al enemigo lejano, pretendía alcanzar objetivos regionales.

Cuatro aviones de pasajeros secuestrados de forma casi simultánea en tres aeropuertos diferentes fueron convertidos en bombas suicidas contra objetivos altamente simbólicos para los estadounidenses por representar sus capitales financiera (World Trade Center), política (la Casa Blanca) y militar (el Pentágono).

 

El análisis del discurso como herramienta de análisis

El análisis del discurso es un término que por primera vez introdujo el lingüista Zellig Sabbettai Harris en 1952. A finales de los años sesenta y principios de los setenta los teóricos concluyeron que esta herramienta metodológica "[...] no es una disciplina con un objeto y límites perfectamente delimitados, sino un campo interdisciplinario de indagación y aplicación científica en el que deben reconocerse diferentes aportes".3 Esta perspectiva marcó el inicio de una nueva corriente de estudio orientada más al análisis ideológico y político y no sólo al lingüístico, dado que incorporó la dimensión semiótica.

A principios de los noventa, Thompson4 definió al discurso como una forma simbólica, entendiendo por ésta un amplio campo de fenómenos significativos, desde las acciones, gestos y rituales, hasta los enunciados, los textos, los programas de televisión y las obras de arte. Para él, un discurso no sólo era un sistema de signos de entendimiento por medio del cual se comprenden los hombres, sino un método de representación que da sentido al mundo, es decir, un camino o una forma de entender e interpretar la realidad. Esta definición puede ser aplicada al discurso de Al–Qaeda, pues éste es una forma simbólica donde, a la vez que difunde un mensaje, reproduce los contextos sociales bajo los cuales éste es construido al tiempo que refleja la necesidad de reproducir el statu quo social, o de alentar su transformación

El análisis del discurso es, pues, una puerta de entrada a un conocimiento más amplio: el de las circunstancias políticas y sociales que rodean su emisión. Por ello, "Cada discurso, lejos de convertirse solamente en un modelador de conciencias o constructor de ideologías, es reflejo del contexto en el cual han surgido".5

Con base en lo anterior, al aplicar la metodología del análisis del discurso, se pretende establecer cómo se reflejaba el espíritu de resistencia de algunos sectores del mundo musulmán identificados con Al–Qaeda contra los grupos hegemónicos de Occidente y la manera en que se presentan las luchas de poder entre estos bandos.

 

Precisiones respecto al objeto de estudio

El mensaje del domingo 7 de octubre de 2001, consta de un video que Bin Laden hizo llegar a la televisora de Qatar, Al–Jazeera, el cual fue grabado después de los ataques del 11 de septiembre. Se reproducen, a efectos del análisis, algunos de sus párrafos más importantes:

Dios Todopoderoso ha golpeado a Estados Unidos en sus más importantes sitios. Sus más grandes edificios han sido destruídos. Alabado sea el Señor. He aquí a Estados Unidos, sumido en el terror de Norte a Sur y de Este a Oeste. Alabado sea el Señor.

Lo que hoy ha experimentado Estados Unidos, no es más que una pequeña muestra comparada con lo que nosotros hemos sentido durante decena de años. Nuestra nación ha estado saboreando la humillación y el desdén por más de 80 años. Sus hijos son asesinados, su sangre derramada, sus Santos Lugares atacados y [su gente] no ha estado gobernada de acuerdo a lo decretado por Dios. A pesar de esto... a nadie le importa.

El Todopoderoso permitió que un grupo de musulmanes, vanguardia del islam, destruyera a Estados Unidos. A Dios le pido que eleve el estatus [de estos guerreros] y les garantice el paraíso. Él es el único capaz de hacer eso.

Cuando ellos [los musulmanes] defendieron a sus hijos oprimidos, hermanos y hermanas en Palestina y en muchos otros lugares musulmanes, el mundo entero gritó [de indignación]. Los infieles protestaron seguidos por los hipócritas. Un millón de niños iraquíes han muerto a pesar de no haber hecho nada malo. No obstante, no escuchamos ninguna denuncia en el mundo ni menos fatwa (condena) alguna de parte de los ulema [comunidad de eruditos islámicos] al servicio de los gobernantes. [Vemos] tanques y vehículos rastreadores israelíes causar estragos en Palestina, en Jenin, Ramallah, Rafah, Beit Jala y otras áreas islámicas y no escuchamos a nadie levantar la voz. Pero si la espada cae sobre Estados Unidos luego de 80 años, los hipócritas levantan entonces la cabeza para lamentar las muertes de esos asesinos quienes han jugado con la sangre, el honor y los Santos Lugares de los musulmanes [...]

Son campeones de la falsedad pues apoyan al carnicero en vez de a la víctima, al opresor en lugar del niño inocente. Que Dios les reparta el castigo que merecen. [Por ello], Lo digo de manera más clara y explícita: en los días por venir –y ahora que los altos oficiales norteamericanos han hablado, empezando con Bush, cabeza de los infieles del mundo y de quienes lo apoyan– que todo musulmán se apresure para defender su religión. Han salido [los norteamericanos] con gran arrogancia, con sus hombres y caballos, a poner en contra nuestra inclusive a países musulmanes. Han salido a combatir a este grupo que ha declarado su fe en Dios y se niega a abandonar su religión. Han salido a combatir al islam en nombre del terrorismo [...]

[Estos hechos] han dividido el mundo en dos regiones: una de fe, donde no existe la hipocresía, y otra de infidelidad, de la que, esperamos, Dios nos proteja. Los vientos de la fe y el cambio han soplado para remover la falsedad de la Península del Profeta Mahoma, que las plegarias de Dios le acompañen.

En cuanto a Estados Unidos y su pueblo, les digo estas breves palabras: juro por el Altísimo [...] que ni esa nación ni los que viven en ella disfrutarán ya más de seguridad alguna hasta que [...] los ejércitos de infieles hayan abandonado la tierra de Mahoma, que las plegarias de Dios le acompañen [...]6

Por ser un mensaje emitido por un líder musulmán, podría concebírsele como un discurso islámico, interpretación que sería errónea en función de que sus ideas no son representativas del mundo musulmán ya que la organización forma parte de un sector minoritario de los movimientos islámicos que aprueban el uso de la violencia como una forma de conseguir sus objetivos.

Habrá que decir que Osama Bin Laden y Al Qaeda no nacieron por generación espontánea. Al igual que Saddam Hussein fueron creación en buena parte de los servicios de inteligencia de Estados Unidos por razones geopolíticas: al querer controlar el petróleo, los mercados, el agua y las finanzas de la región; y por motivos geoestratégicos: para combatir a sus adversarios en la década de los ochenta –Irán y la Unión Soviética–, crearon a los monstruos de Osama y Saddam para que sostuvieran en parte los combates de los gobiernos de Estados Unidos en Irán y Afganistán sin la dolorosa participación de los ejércitos estadounidenses.7

El islamismo, término que se utiliza para designar a los actores y movimientos que utilizan la religión islámica con fines políticos, representan un mínimo porcentaje del total de creyentes del mundo musulmán. Se calcula que únicamente abarcan entre 10 y 15%8 de los aproximadamente 1,678,442,000 millones de musulmanes9 que la ONU calcula que existen en el mundo. Además, debe señalarse que no todos los movimientos islamistas son violentos, pues algunos optan por realizar labores sociales para allegarse seguidores. Al–Qaeda recurre a mecanismos violentos pero también cuenta con organizaciones sociales fachada de beneficencia social.

El mundo musulmán, al igual que el islamismo, no es monolítico ni estático, es multifacético pues cada organización busca sus propios objetivos y tiene sus propias estrategias, entre las cuales podemos encontrar a: Hezbolá (Partido de Dios), Hamas (Movimiento de Resistencia Islámica), Al–Fatah (Movimiento de Liberación de Palestina), el Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU), Al–Qaeda, etcétera.

El islam es una religión, pero dado el carácter totalitario que posee, en el sentido de que forma parte de la vida privada y pública del individuo, implica todo un estilo de vida, cultura, sistema de poder, doctrina política y forma de organización social que no reconoce fronteras entre lo religioso y lo político, y que por lo tanto lo religioso habrá de entenderse y considerarse como una parte integrante e inseparable del mundo musulmán,10 el cual abarca: "[...] un espacio geográfico y sociocultural muy diverso que va desde Indonesia hasta Marruecos; desde las repúblicas de Asia Central y de Afganistán hasta Sudáfrica; desde Medio Oriente hasta Malasia; en toda Latinoamérica, en los mismos Estados Unidos donde existen cerca de siete millones de musulmanes, y en Europa, que cuenta con cerca de 25 millones de creyentes".11

Esta creencia es, por ende, una fe religiosa y los islamistas son aquellos activistas políticos o sociales que utilizan sus creencias a manera de ideología política.12 Por lo anterior, los textos de Al–Qaeda, más que discursos islámicos son islamistas, en virtud de que los miembros de la red profesan la religión musulmana pero utilizan el islam para concretar su proyecto de instalar un Estado islámico basado en la sharía o ley islámica (sustentada en el Corán y los hadith o narraciones y dichos del Profeta Mahoma).13

El objetivo central del islamismo es el Estado, pues constituyen una forma de resistencia frente a las instituciones que son vistas como ajenas y opresivas y varían sus tácticas para mantener el control de éstas.14 Afirman que la adopción de ideas ajenas al mundo musulmán han contribuido a su decaimiento (no hay que olvidar que hubo un momento en la historia en que el islam marcó las pautas de la dinámica internacional), por ello, defienden el retorno a los fundamentos originales de la religión al señalar que de esta manera recuperarán el esplendor perdido.

Al–Qaeda pugna por un retorno a los fundamentos originales de la religión. Su modelo no es otro que la primera comunidad islámica fundada por el Profeta en el año 622 en Medina, modelo que deviene en paradigma del Estado ideal. Zubaida15 afirma que actualmente todos los fundamentalismos son modernos en busca de la reconstrucción de los fundamentos de un sistema "ideacional". En este sentido, los fundamentalistas son modernistas, no tradicionalistas, porque ellos evalúan la tradición a la luz de la modernidad y selectivamente retoman elementos de ambos ámbitos para sustentar su percepción del orden político.16 En este sentido, la historia del pensamiento islamista desde la segunda mitad del siglo XIX está intrínsecamente ligada a la expansión occidental.

Ante el recurrente llamado a la violencia que este tipo de organizaciones hace, se han ganado el calificativo de terroristas La asignación del tal caracterización es complicada, pues lo que para unos es villanía para otros es heroicidad. El significado del término es netamente subjetivo y por lo general se utiliza para designar al adversario y deslegitimarlo; además, no puede ser pasado por alto el hecho de que el terrorismo de Estado ha provocado más víctimas que cualquier organización disruptiva.

Los mensajes de Al–Qaeda son difundidos en el marco de la escena política internacional y regional de Medio Oriente, donde se gesta una lucha de poder que ubica a algunas naciones en una posición privilegiada y a otras en situación de desventaja, provocando con ello el surgimiento de grupos marginales que intentan contrarrestar la hegemonía de las primeras sobre las segundas. De aquí que sus comunicados deben ser considerados como discursos políticos, en tanto que tienen lugar en un espacio donde se desarrolla una aguerrida confrontación de fuerzas.

Desde la perspectiva amplia del discurso político –cuyo objetivo es incidir en las relaciones de poder existentes–, las arengas de la disidencia también deben ser consideradas como tales.17 "Cuando la ideología dominante no convence, comienzan a surgir y a crecer ideologías alternativas, cuando el discurso propagandístico aparece claramente como retórico y encubridor, la formación social se encuentra en crisis, la cual no surge nunca de los discursos sino de causas económicas muy concretas."18 En este sentido, los textos de Al–Qaeda, en tanto discursos políticos, tienen las siguientes características:

• Tienen una base esencialmente polémica. La enunciación política parece inseparable de la construcción de un adversario.

• Su característica formal más evidente es su función argumentativa, misma que es inherente a todo discurso. Lo que habría que precisar es que no se dirige tanto a convencer cómo concibe la retórica tradicional, sino a reconocer, distinguir y confirmar a los partidarios así como a atraer a los indecisos.

• Son discursos estratégicos "cuyo objetivo es frecuentemente enmascarar las contradicciones objetivas sintagmatizándolas discursivamente";19 además, define propósitos, medios y antagonistas.

• Manifiestan propiedades performativas. "Quien lo sustenta no se limita a informar o transmitir una convicción, sino que también produce un acto, expresa públicamente un compromiso y asume una posición."20

• Son siempre un interdiscurso, pues van más allá de su destinatario, cuya forma prototípica es el debate.

• Son discursos de influencia cuya finalidad es intervenir sobre el destinatario para hacerle pensar, creer o actuar en determinada forma.

• Son discursos argumentados ya sea en forma lógica o retórica.

A diferencia de otros grupos islamistas, cuyos ámbitos de acción y demandas son muy acotados, Al–Qaeda ha traspasado fronteras. Su surgimiento se ubica en el marco de la guerra de Afganistán contra la Unión Soviética en la década de los ochenta, donde musulmanes árabes de la región de Medio Oriente (principalmente de Egipto, Arabia Saudita, Yemen y Argelia) se trasladaron a Afganistán para luchar contra la ocupación soviética y el "imperio diabólico" del ateísmo soviético.21

Algunos combatientes consideraban que se trataba de una yihad (esfuerzo en árabe o guerra santa como se le conoce comúnmente). Los candidatos a guerreros eran alojados en albergues, que no llevaban registros de entrada. Ninguna organización registraba el nombre de los combatientes ni el lugar al que les destinaban, menos si habían sido heridos o muertos. En esa época, Bin Laden estaba a cargo de varios de esos albergues y quedó consternado al recibir cientos de llamadas de personas que buscaban a sus familiares. En consecuencia, decidió llevar constancia de quienes pasaban por los albergues y esa nómina fue lo que con el tiempo se conoció como el registro de Al–Qaeda, que significa "la base" o la "lista".22 No fue sino a partir de 1988, tras la salida del ejército soviético de Afganistán, que Bin Laden empezó a concebir la idea de organizar a los voluntarios musulmanes en un ejército dedicado a la guerra santa.

Entonces vislumbró la idea de transformar el movimiento de resistencia contra las fuerzas soviéticas en Afganistán, en un movimiento panislámico con la cooperación activa de Estados Unidos a través de Pakistán. Para los estadounidenses, el triunfo sobre los soviéticos significaba el fracaso del comunismo, pero para muchos musulmanes se trataba de una victoria del islam, por lo que al retornar a sus lugares de origen llevaron consigo su entrenamiento, experiencia, armas, fondos, acceso al mercado de la droga y contactos en todo el mundo del radicalismo islámico que habían logrado durante su estancia en la castigada nación centro asiática.

Ante la prioridad de detener el avance soviético, Estados Unidos apoyó a los combatientes musulmanes, incluido Bin Laden y el grupo fundamentalista de los talibanes que, posteriormente, ascendería al poder en Afganistán. La alianza entre aquél y los norteamericanos empezó a hacer agua al calor de la Guerra del Golfo, cuando el saudí consideró como herejía el hecho de apostar bases militares estadounidenses en Arabia Saudita, así fuera como medida preventiva para evitar una agresión iraquí a Kuwait. En este contexto, la mayoría de los combatientes en Afganistán consideró la posibilidad de vencer a Estados Unidos y a sus propios regímenes en Medio Oriente (después de todo, ¿no habían ya derrotado a la Unión Soviética?). Ninguno de los servicios de inteligencia quiso tener en cuenta las consecuencias de reunir a miles de radicales musulmanes en el territorio afgano. Empezaron a advertir los riesgos en 1993, cuando islamistas entrenados en Afganistán hicieron estallar una bomba en el World Trade Center de Nueva York, atentado que cobró la vida de seis personas y heridas a otras mil.

Una segunda llamada de atención se produjo el 23 de agosto de 1996, cuando los seguidores de Bin Laden efectuaron su primer acto público desde las cimas del Hindu Kush, donde emitieron una declaración de guerra contra Estados Unidos fundamentada en cuatro agravios: la incursión de las fuerzas militares norteamericanas en Arabia Saudita, los bombardeos a un país árabe, el embargo contra Iraq y la ayuda a Israel. La tercera señal sucedió apenas dos años después, cuando Bin Laden, al fundar el Frente Islámico Internacional, emitió una segunda declaratoria de guerra contra los judíos y los "cruzados" norteamericanos y europeos. Los concurrentes comenzaron a partir de entonces a efectuar atentados contra objetivos norteamericanos: desde el atentado con bombas contra las embajadas estadounidenses de Nairobi, Kenya y de Dar es Salaam, Tanzania, en 1998, hasta el trágico 11 de septiembre de 2001.23

En éstos y otros atentados, Al–Qaeda demostró un alto grado de coordinación y movilización de recursos. La organización opera bajo las dos acepciones del término: como base de datos –en virtud de que funciona como una red informativa para la movilización de voluntarios de la yihad global– y como base sólida –es decir, anclaje territorial a partir del cual se proyecta la subversión transfronteriza. La vanguardia yihadista de la "base de datos" no puede efectivamente desplegarse sin el apoyo físico de la "base sólida".24 El término "base" representa, pues, la conexión entre los egresados de los campos de entrenamiento de Paquistán y Afganistán que se dispersaron por todo el mundo formando una organización cuya cohesión, entre los activos y los "durmientes", se mantiene a través de internet, el correo electrónico, los sitios web y los flujos de dinero.25

 

Resultados del análisis

Ante la dificultad de analizar un discurso como el de Al–Qaeda, se optó por utilizar la herramienta de la semántica y la pragmática, con el fin de mejor precisar su significado.

La pragmática estudia la comunicación lingüística en sus condiciones sociales de producción. Una misma frase puede tener diferentes significados según la ocasión y su uso. Su objeto de investigación son tanto los procesos como los productos de la comunicación, incluyendo su inserción en la cultura y las consecuencias sociales.26 Por su parte, la semántica se encarga de establecer cuál es el significado de/palabra, para lo cual, identifica los signos que existen y precisa qué significan para los hablantes, de qué forma se refieren a ideas y cosas, y por último, cómo los interpretan los oyentes.27

La comprensión de un mensaje intercultural requiere de una fuerte noción de racionalidad así como de un proceso interactivo e inferencial que involucra una constante puesta en relación de lo que se dice y lo que se quiere expresar. En este marco, el proceso del mensaje analizado en este trabajo se desarrolló de la siguiente manera:

Tabla 2

Los principales ejes temáticos del discurso de Bin Laden, en orden descendente son: Estados Unidos, Al–Qaeda, los infieles e hipócritas, el mundo, la violencia, el ataque del 11 de septiembre, el islam, Alá, los musulmanes, los lugares santos, la paz, el paraíso, los niños, Palestina, Iraq, Israel, Japón, Afganistán, Nairobi y Dar es Salam.

Existe la creencia de que el principal adversario de Al–Qaeda es Occidente, sin embargo, en su mensaje se evidencia también el rechazo a los gobiernos musulmanes que han establecido alianzas con Estados Unidos, a los cuales denomina como "hipócritas" y "apóstatas". Bin Laden afirma que los responsables del 11–S, representan "la vanguardia del Islam para destruir América", es decir, son los verdaderos musulmanes.

Los hipócritas son los que afirman, sólo con sus lenguas y no con sus intenciones ni con sus acciones, tener los corazones abiertos a Alá, pero sus corazones están en otro lado, sumidos en la cerrazón. Remite a los que aparentan lo que no son, como los regímenes que algunos grupos islamistas rechazan como Arabia Saudita, Turquía, Jordania o Egipto, mismos que tienen nexos con Estados Unidos.

En cuanto a los apóstatas, su castigo en el islam es la muerte; por ser una falta de suma gravedad, la apostasía no puede ser perdonada por ninguna instancia humana, tampoco puede haber tratos con ellos.28 La acusación de apostasía lanzada en contra de un régimen permite a los islamistas agredirlos bajo el pretexto de cumplir con la ley islámica.29

A pesar del doloroso balance de los atentados de Al–Qaeda en los países occidentales, la gran mayoría de sus víctimas son civiles musulmanes asesinados en países islámicos. Sus formas de operar han acentuado las medidas autoritarias de algunos regímenes de Medio Oriente, lo que ha implicado un retroceso para los espacios ganados por algunas agrupaciones islamistas, varias de éstas han tenido cuidado en externar cualquier expresión pública de apoyo a la organización. Por su parte, Occidente ha encontrado más elementos para tener injerencia en la zona.

Bin Laden llamó a una yihaden su fatwa emitida en 1996 contra los estadounidenses, en este caso entendida como "guerra justa" contra el opresor.30

Algunos pensadores musulmanes consideran que, en lo que se refiere a la recompensa y bendición, hay un hecho que es muy grande en comparación a todos los actos de adoración y que traerá gran recompensa y vastas bendiciones para la nación musulmana: yihad. Sin embargo, y por importante que sea para las organizaciones fundamentalisas islámicas, la guerra santa no forma parte de los pilares básicos del Islam.31 La yihad apenas se menciona en el Corán y, cuando se hace, se refiere, más bien, a la lucha o esfuerzo que todo individuo debe hacer para derrotar el mal que lleva en su interior (yihad mayor). Cuando se utiliza en su significado bélico, se hace siempre en el sentido de una guerra de defensa armada del islam frente a los agresores (yihad menor).32 Un tercer significado de yihad vendría siendo el equivalente al "derecho de rebelión" del liberalismo (John Locke) contra todo gobernante injusto, sea musulmán o no.33 De hecho, el Corán desestima que los musulmanes puedan imponer por obligación la religión (sura 2:256), tampoco debe ejercerse la violencia en nombre de Dios (10:99) ni inmiscuirse en las disensiones entre las sectas (6:160). El islam no justifica un ataque si no ha habido una agresión previa (sura 2:190). Con un grupo idólatra se exhorta a mantener la paz sin intentar convertirlo, en tanto respete un pacto.

Los islamistas modernos justifican la violencia contra sus adversarios al denunciar que la sociedad actual ha caído en yahiliya (ignorancia los tiempos pre–islámicos, época en la que dominaba el paganismo, aunque el término también se aplica a las sociedades que no conocen o practican el Islam) y, en última instancia, todos son infieles salvo el que emprende el yihad.34 En este sentido, la restitución del califato es considerada necesaria por muchos grupos radicales islámicos para liberar al mundo de estos tiempos turbulentos.

A los estadounidenses, los fundamentalistas les otorgan el calificativo de ; "infieles". Sin embargo, y a contracorriente de lo expresado por estos grupos, la tradición coránica invita al respeto por la diferencia: "[...] No adoro lo que ustedes adoran, ni ustedes adoran lo que yo adoro; jamás adoraré lo que ustedes adoran, ni ustedes adorarán lo que yo adoro. Ustedes tienen su religión y yo la mía" (sura 109:1–6).35 Ello reafirma que Al–Qaeda distorsiona los principios de su religión y construye un discurso propio sobre sus creencias.36

Para mentalidades como la de Bin Laden, George Bush llegó a ser el líder de los infieles y, por ende, responsable directo de las agresiones contra musulmanes, mismas que "han dividido al mundo entero en dos campos; el campo de los fieles y el de los infieles". De aquí su llamado a combatir a Occidente en aras de defender la verdadera religión (llamado que apela a los sentimientos de desesperación de las comunidades musulmanas, que viven bajo regímenes opresivos, para que se unan a su causa). De aquí su discurso como arma propagandística, discurso que tiene como protagonista eminente al mismo Al–Qaeda, que se auto percibe como una comunidad de verdaderos musulmanes, soldados de vanguardia dispuestos a marcar un nuevo futuro para un islam renovado.

El concepto de sirve, además, de criterio para distinguir entre islamistas moderados y movimientos extremistas. "Al declarar infieles a los gobernantes, lo que hacen los radicales es llamar a la guerra civil. La cuestión de la violencia es entonces crucial en la acción política, la expresión por excelencia de la acción política. Porque el anatema desde luego, no se limita a los dirigentes del Estado, sino que se extiende a sus cómplices, así como a los ulemas, tradicionalistas y apolíticos."37 En este aspecto, la meta principal de los movimientos islamistas no es la conversión de los infieles, sino la reislamización de las sociedades musulmanas, al considerar que han vuelto a caer en la ignorancia, en yahiliya. 38 Los infieles occidentales y los infieles musulmanes vienen, pues, a configurar, en el imaginario fundamentalista musulmán, sus dos adversarios principales en un mundo urgido de restablecer el Dar al–Islam, la Casa del Islam.

El antinorteamericanismo de Bin Laden nació de la instalación de fuerzas militares norteamericanas en Arabia Saudita en 1991, donde se localizan los centros torales del islam: La Meca y Medina, por ello, en su mensaje, exige su salida. También protesta por la profanación de otros lugares musulmanes, por los tanques israelíes en Jenin, Ramallah y Beith Jalla, territorios palestinos. Especialistas en terrorismo y analistas políticos han cuestionado la credibilidad de los objetivos políticos de Al–Qaeda pues anterior a los ataques del 11–S, ni Bin Laden ni su organización habían pública protesta o manifestación alguna contra la política israelí en los territorios ocupados. Este clamor repentinamente se hizo manifiesto después de los ataques contra Estados Unidos.39

Es más, la historia de Al–Qaeda nunca se cruzó con la de Palestina. La organización se creó en el marco de la lucha contra los soviéticos y se volvió antiestadounidense durante la Guerra del Golfo.40 Esta situación refleja su interés por apropiarse de una problemática que, en el imaginario musulmán, cuenta con una fuerte repercusión al ser el ejemplo más reciente de ultraje que han padecido. El conflicto árabe–israelí es una herida abierta en el mundo musulmán y, como tal, ha servido a los propósitos propagandísticos del fundamentalismo islámico. 41

Con base en el contexto y el emisor de quien provienen estas expresiones, pareciera que su intención es proyectar ante sus pares que son buenos creyentes. Aunque reducir la identidad del mundo musulmán a la religión, sería limitar su riqueza y diversidad cultural, en virtud de que en la formación de la identidad o las identidades de los países islámicos, también son relevantes otras dimensiones como la raza, el idioma, las costumbres, las actividades productivas, etcétera. Es por ello que, si bien su discurso puede resultar atractivo para la comunidad musulmana, ha encontrado también contundentes posturas de rechazo ya que también el Corán insiste en la tolerancia.

En su comunicado, se hace alusión al 11–S de manera simbólica y no textual, y jamás se responsabilizan de los ataques. Sólo señalan que "Dios Todopoderoso ha golpeado a Estados Unidos en sus más importantes sitios. Ha destruido sus más grandes edificios". Atribuye a fuerzas exógenas la comisión de los atentados para deslindarse moralmente de la violencia, lo que le ayuda a evadir los daños. Por referencia contextual, se sabe que el uso del vocablo "América" no implica todo el continente, sino que en específico se dirige al país que fue atacado.

Según Montasser Al–Zayyat, quien mantuvo contacto estrecho con Ayman al Zawahiri, considerado el cerebro de las operaciones de la organización y segundo líder más importante de Al–Qaeda, no quisieron asumir la responsabilidad, debido a que su "imprudente venganza" perjudicó severamente al resto de los movimientos islamistas, pues "le dio poder a los norteamericanos y a otros gobiernos para destruir a los islamistas ante nuestros ojos".42

Los "órganos vitales y sus mayores edificios" remiten a los símbolos del poderío económico y militar de Estados Unidos, es decir a las Torres Gemelas (sus principales ocupantes eran las autoridades portuarias de Nueva York y de Nueva Jersey, el Banco Sumitomo, la aduana de Estados Unidos y más de 1000 firmas de negocios internacionales) y el Pentágono.

Al afirmar que "Nuestra nación ha estado saboreando la humillación y el desdén por más de 80 años. Sus hijos son asesinados, su sangre derramada, sus Santos Lugares atacados", Bin Laden nos remite cronológicamente a la década de los veinte, período en el que concluyó la Primera Guerra Mundial y, con ella, la disolución del Imperio Otomano en 1923 y el inicio de un nuevo colonialismo en Medio Oriente cuando, en 1922, la Liga de las Naciones aprobó que Gran Bretaña se hiciera cargo, a través del sistema de mandatos, de Irak y Palestina y Francia de Siria y Líbano.

Nuevamente se observa que, por parte del emisor, existe un reclamo político real y no sólo una justificación religiosa a su proceder. En efecto, La conformación de los actuales Estados en Medio Oriente fue una imposición que no consideró criterios de etnia, religión o territorio, situación que ha originado varios de los conflictos que hasta hoy día existen en la zona. Por otro lado, la irrupción del nacionalismo, a la par de la modernidad (política y tecnológica), ha sido incapaz de dar respuesta a los problemas de marginación, desempleo, discriminación y falta de espacios de participación política en la mayoría de los países árabes. Lo anterior, aunado a la complicidad que Occidente ha mantenido con los gobiernos dictatoriales que azotan el mundo árabe, le ganaron a su representante más destacado, Estados Unidos, ser la meta de la furia islámica.

Si bien Al–Qaeda habla de una una nación islámica ideal, la realidad es mucho más compleja. El mundo musulmán está dividido en diversas facciones, las principales son la sunní y la chií, la primera es la mayoritaria, mientras que la segunda se concentra en países como Irán, sur de Iraq y parte del Líbano. El sunnismo, corriente que profesa Bin Laden, rechaza la visión del islam chiíta, lo que en esencia limita el proyecto de unidad del terrorista saudí.

Bin Laden convoca a una "nación islámica" fraccionada por la divergencia de intereses. No obstante, pese a los fracasos por unificar el mundo árabe, la calle no ha dejado de expresar una solidaridad real que se ha mostrado unas veces panárabe, otras panislámica: su fuerza motriz ha sido el antiimperialismo y la hostilidad hacia Israel en su conflicto con los palestinos.43

Los ataques contra Afganistán e Iraq en este discurso son vistos por Al–Qaeda como una reacción hipócrita de América, debido a que los asesinatos de mujeres y niños en aquellos lugares no han merecido las voces de protesta que otros incidentes sí han tenido. Terrorismo no es sólo lo que otros cometen contra Estados Unidos, sino lo que esta nación realiza a otros. Se establece una comparación de daños que deja mal posicionado a Occidente.

En relación a los responsables del 11–S, se pide en el discurso que "Dios eleve el estatus de estos guerreros y les garantice el paraíso". En Occidente, se cree que los suicidas islamistas son alentados en gran medida por la idea de su ascenso al paraíso. Si bien es cierto que el Corán promete deleites sin fin en el paraíso, también lo es que prohíbe tajantemente el suicidio y el asesinato a mansalva, ambas situaciones que Bin Laden auspicia, alienta y promueve.

La ideología y conformación de Al–Qaeda ha sido producto de la evolución del pensamiento político islámico y de los distintos movimientos islamistas que han reaccionado a las amenazas internas y externas que han enfrentado; a la necesidad de adaptarse a políticas occidentales ajenas al mundo musulmán; a la fragmentación de su territorio en Estados–nación con fronteras artificiales y a gobiernos que han dejado mucho que desear. Éstos y otros agravios se multiplicaron en el siglo XX como consecuencia de la agudización de las disputas por los recursos estratégicos de Medio Oriente; la política de doble moral de EEUU en la zona y su apoyo incondicional hacia Israel; limitados espacios de participación política para los islamistas; y una identidad islámica amenazada y afectada por la islamofobia. Estos factores, entre otros, han influido en la radicalización de las ideas y acciones de los islamistas. Se trata de una respuesta defensiva frente a los escenarios de crisis que la Modernidad y la globalización les han presentado. La búsqueda del significado de estas ideas expresadas en el comunicado posterior al 11–S permite elucidar que las motivaciones religiosas son sólo una parte de los detonadores que alientan el movimiento trasnacional de Al–Qaeda, más de ninguna manera su componente fundamental.

La ideología del fundamentalismo islámico surge como una respuesta a los fracasos de los modelos económicos y políticos impuestos por Occidente en Medio Oriente, las crisis de sus sociedades y la falta de liderazgos eficaces en sus gobiernos. Por ende, sus principales desafíos, y ello vale para el mundo árabe en general son la crisis de legitimidad del Estado, la cuestión de la identidad colectiva, la solución de los problemas socioeconómicos, la contención de la hegemonía occidental y la dependencia exterior. La opresión y persecución, así como la inestabilidad, crisis económicas, deslegitimación y decaimiento de los valores y reglas políticas, han propiciado que este vacío desesperanzador en el que vive gran parte de la población musulmana en Medio Oriente y otros países, esté siendo llenado por la religión, en un intento por buscar nuevas alternativas de mejorar sus condiciones de vida.

Por lo anterior, discursos como los de Al–Qaeda resultan tan atractivos para el mundo islámico pues al tiempo que denuncian la errática política de Occidente en la región, critican severamente la corrupción de no pocos regímenes árabes que han hecho de sus poblaciones blanco de sus corruptelas. Si la gran mayoría de los musulmanes no se ha sumado a Al–Qaeda se debe, en gran medida, a que no apoyan los medios violentos a través de los cuales pretende alcanzar sus fines ni mucho menos comparten la "sharía way of life" que el islamismo empeñado está en imponer sobre individuos, pueblos y Estados musulmanes.

 

Conclusiones

El análisis del discurso como herramienta metodológica y campo de investigación interdisciplinario demostró su potencial para estudiar procesos de comunicación interculturales y facilitar con ello el entendimiento, en virtud de que contribuyó a establecer con mayor precisión el sentido del mensaje emitido por Al–Qaeda después del 11 de septiembre.

La construcción y deconstrucción del significado resultó ser una tarea indispensable para traspasar las barreras que limitan la comunicación intercultural, pero que permitió elucidar una realidad poco palpable en una lectura superficial de los mensajes.

Esta tarea de producción y reapropiación fue desarrollada mediante una revisión socio–histórica de los conceptos e ideas poco claras o conocidas en el comunicado, cuya acotación e interpretación con base en la dimensión semántico–pragmática sirvió para aclarar algunas ideas erróneas respecto al mundo musulmán y a la organización en sí. Incluso se logró traducir el esquema de pensamiento que guía el accionar de la red, donde se evidencia el uso político de la religión. Situación que contribuye a ubicar el problema del terrorismo islamista en una dimensión más objetiva, no circunscrita al terreno de lo sagrado.

El lenguaje religioso desempeña un papel instrumental que sirve a la red para legitimarse, allegarse cierta autoridad moral frente a sus pares y deslindarse de los daños colaterales que sus actos provocan. La fe es, en consecuencia, un estandarte aglutinante, no el centro del problema.

La contextualización del discurso reflejó que la ideología de Al–Qaeda responde a una disputa de poder en la cual Occidente ha tenido gran parte de responsabilidad. Reducir la complejidad del problema a un origen mono–causal de tipo religioso implica dejar de lado las circunstancias sociales, políticas y económicas implícitas en el problema.

Este mensaje no proyecta lo que dice el islam, sino lo que Al–Qaeda interpreta de él. Esta interpretación manipula el mensaje coránico a fin de defender un proyecto de unidad islámica, el retorno al Califato, la defensa de la sharía y la instalación de un Estado islámico.

En su cosmovisión, Al–Qaeda defiende un nuevo proyecto panislámico que intenta hacer caso omiso de sus propias divergencias al incluir los agravios históricos que distintas comunidades musulmanas han enfrentado por parte de Occidente en su intento por reunirlas, ocultando que no sólo son intolerantes con los infieles, sino también con los musulmanes de corrientes que no convergen con ellos, por lo que su proyecto de reunificación de la Umma (la comunidad islámica) es ante todo excluyente, además de que ha afectado sensiblemente al mundo musulmán dado que el mayor número de muertes se registra en países islámicos y sus acciones han fortalecido la islamofobia. Habría entonces que destacar que si bien esta la organización es una amenaza para el mundo occidental, los es también para el islam.

El discurso islamista representa una sólida crítica tanto a la política exterior occidental como a los gobiernos autoritarios de políticos y clérigos musulmanes que han fracasado en dar respuesta efectiva a los problemas, de toda índole, que agobian a las sociedades musulmanas. Si bien ciertos en muchas de estas críticas, los métodos propuestos para encontrar soluciones reales colocan a Al Qaeda, en general, y a Bin Laden, en particular, en el espectro equivocado del quehacer internacional.

 

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Notas

1 Manuel R. Torres Soriano, "Violencia y acción comunicativa en el terrorismo de Al–Qaeda", en Política y Estrategia, núm. 96, octubre–diciembre de 2004.

(Disponible en línea en http://www.upo.es/export/portal/com/bin/portal/upo/profesores/mrtorsor/profesor/1214214112020_violencia_y_accixn_comunicativa_en_el_terrorismo_de_al_qaeda.pdf ) N.E.

2 Terry Eagleton, Terror santo, México, Random House Mondadori, 2008, p. 137.

3 Silvia Gutiérrez, "El discurso político. Reflexiones teórico–metodológicas", en Versión. Estudios de Comunicación y Política, núm. 10, octubre de 2000, p. 111.

4 John B. Thompson, Ideología y cultura moderna, México, UAM–Xochimilco, 1998, p. 205.

5 Eva Salgado, El discurso del poder, informes presidenciales en México (1917–1946), México, Porrúa–Ciesas, 2003, p. 9.

6 Puede consultarse el mensaje in extensis en el portal de la bbc News, domingo 7 de octubre de 2001, en http://newsvote.bbc.co.uk/2/hi/south_asia/1585636.stm

7 Mario Núñez, Entre terroristas, México, FCE, 2004, p. 229.

8 Harvey W. Kushner, Encyclopedia of Terrorism, Thousand Oaks, Sage Publications, 2003, p. 230 .

9 Agencia Islámica de Noticias, "Según datos de la ONU la población musulmana en el mundo supera los mil seiscientos millones", domingo 20 de enero de 2000, en http://www.webislam.com/?idn=3517.

10 Beatriz Molina, "Algunas ideas sobre la paz en la historia árabe islámica", en Francisco A. Muñoz, et al. (eds.), Historia de la paz, Granada, Eirene, 2000, p. 161.

11 María de Lourdes Sierra Kobeh, "Religión, política y relaciones internacionales en el mundo musulmán", en Graciela Arroyo Pichardo y Alfredo Romero Castilla (comps.), Regiones del mundo, problemas y perspectivas: diálogos para su estudio, México, UNAM, FCPyS, 2002, p. 157.

12 John Esposito, Guerras profanas, Barcelona, Paidós, 2003, p. 194.

13 El término islamista no es el único que utilizan los estudiosos del mundo musulmán, también suelen emplear conceptos como "funda–mentalismo", "extremismo", "integrismo", "revival"y "militant Islam".

14 Andrea Nüsse, Muslim Palestine, the Ideology of Hamas, Nueva York, Overseas Publishers Association, 2004, p. 11.

15 Sami Zubaida, Islam the People and the State, Nueva York, I.B. Tauris, 1993, p. 38. (La traducción del inglés es nuestra).

16 Bassam Tibi, The Challenge of Fundamentalism, Berkeley, University of California Press, 1998, p. 14.

17 Gilberto Giménez, Poder, Estado y discurso, perspectivas sociológicas y semiológicas del discurso político–jurídico, México, UNAM, 1981, p. 127.

18 Daniel Prieto, Discurso autoritario y comunicación alternativa, México, Editorial Edicol, 1981, p. 50.

19 G. Giménez, op. cit., p. 129.

20 Idem.

21 Montasser Al–Zayyat, El camino hacia Al–Qaeda, Madrid, Popular, 2004, p. 23.

22 Loretta Napoleoni, Yihad, cómo se financia el terrorismo en la nueva economía, Barcelona, Urano, 2003, p. 256.

23 M. Núñez, op. cit., p. 205.

24 Jean–Pierre Filiu, "Al–Qaeda en guerra contra el Islam", conferencia impartida en Casa Árabe, Instituto Internacional de Estudios Árabes y del Mundo Musulmán, Madrid, España, el 5 de noviembre del 2007.

25 M. Núñez, op. cit., p. 206.

26 Shoshana Blue–Kulka, "Pragmática del discurso" en Teun A. Van Dijk (comp.), El discurso como interacción social, Barcelona, Gedisa, 2000, p. 67.

27 María Uxía, "La semiosis: un modelo dinámico y formal de análisis del signo", en Razón y Palabra, núm. 21, febrero–abril del 2001, en http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n21/21_mrivas.html.

28 Gustavo de Arístegui, El islamismo contra el islam, Barcelona, Bailén, 2004, p. 128

29 En la fatwa (edicto) contra los mongoles de Ibn Taymiya (1263–1328), uno de los principales precursores del pensamiento islamista, se consideraba que la apostasía era un crimen peor que la infidelidad, por ello, los islamistas más radicales consideran a los defensores del laicismo y de la secularización la peor clase de apóstatas y los más peligrosos enemigos del islam. Para Ibn Taymiya, un gobernante se convierte en ilegítimo si no aplica una parte importante de la Sharía y es ipso facto un infiel, o más bien un apóstata, y por ello objeto de la yihad (guerra santa), término utilizado por diversos grupos armados en conflictos que no sólo son en contra de Occidente. Vid. Emmanuele Sivan, El islam radical, Barcelona, Bellaterra, 2000, pp. 125, 126 y 156.

30 L. Napoleoni, op. cit., p. 378.

31 E.Sivan, op. cit, p. 143.

32 Ahmed Rashid, Yihad, el auge del islamismo en Asia Central, Barcelona, Península, 2002, pp. 12–13.

33 Ibid., p. 22

34 Oliver Roy, Genealogía del islamismo, Barcelona, Bellaterra, 1996, p. 44.

35 Nasreddin Peyro, "Sobre guerras santas, infieles y otros vocablos ajenos al islam", en Web Islam, septiembre de 2006, en http://www.webIslam.com/?idt=5889.

36 El islam no legaliza ninguna distinción étnica por sí misma o de tipo social, exceptuando la esclavitud, aunque sí lo hace con respecto a las distinciones confesionales con la aclaración de que las comunidades cristianas y judías ("pueblos del libro") deben ser respetadas por ser consideradas como poseedoras de la revelación divina, permitiéndoseles mantener sus creencias, propiedades y libertades de culto. Históricamente, judíos y cristianos fueron obligados a pagar un impuesto que, en la época de florecimiento de la civilización musulmana, era mayor que el gravamen de los musulmanes, sin que ello haya impedido la acumulación de grandes fortunas entre los judíos y cristianos. En este sentido, y a contracorriente de sucedido en Occidente, "la sociedad musulmana fue mucho más tolerante hacia sus comunidades no musulmanas de lo que fue la Europa cristiana. Lejos de las persecuciones que los cismas cristianos supusieron para los habitantes del Oriente bizantino, o de la que fueron víctima los judíos y musulmanes, luego de la reconquista, el islam practicó una tolerancia religiosa nunca antes vista". Vid. M. L.Sierra Kobeh, Introducción al estudio del Medio Oriente, México, UNAM–FCPyS, 2002, p. 68.

Por otro lado, expresiones como: "Un solo Alá", "No hay más profeta que Mahoma", "Gratitud a Alá", "la paz sea con Él" tienen una base netamente religiosa, sin embargo, no debe olvidarse que en el mundo musulmán existe una fuerte fusión entre la religión y la vida cotidiana, por lo que dichas expresiones forman parte del habla común de sus habitantes y remiten a la Shahada o profesión de fe, por lo que su uso en el contexto islámico no es extraño. La expresión "no hay más dios que Dios (Alá) y Mahoma es su Enviado" es pronunciada cinco veces al día durante las oraciones de los musulmanes en dirección a La Meca. Tradicionalmente, cuando el nombre del Profeta es pronunciado, debe ser acompañado de frases como: "que Dios lo bendiga y le dé paz" o "bendiciones y paz sean para él".

La mayoría de los musulmanes usan fórmulas en árabe, incluso cuando hablan en otro idioma, para tener a Alá presente a cada paso. Bismillah, en el nombre de Alá, cuando se va a emprender cualquier tarea; Inshallah, si Alá quiere, cuando se habla de acontecimientos que pueden pasar; Alhamdulliah, gracias a Alá, cuando algo se consigue o simplemente ocurre. Vid. G. de Arístegui, op. cit., p. 17.

37 O. Roy, op. cit. p. 43.

38 Ibid., p. 60

39 Max Abrahams, "Al–Qaeda's scorecard; a progress report on Al–Qaeda's objectives", en Studies in conflict s terrorism, núm. 5, Nueva York, 2006, p. 514. (La traducción del inglés es nuestra).

40 Oliver Roy, Las ilusiones del 11 de septiembre, México, FCE, 2003, p. 122.

41 No está de más señalar que la violencia no es una característica innata a la religión musulmana. Si bien en la historia del islam existen episodios violentos, debe considerarse que el Corán también prohíbe el asesinato (Sura 4:92) y cuando retoma la Ley de Moisés dada a Israel (5:32), afirma que es mejor perdonar que la Ley del Talión (2:194) que se recibe del Antiguo Testamento (2:179).

42 M. Al–Zayyat, op. cit, p. 173.

43 Marc Ferro, El conflicto del islam, Madrid, Cátedra, 2004, p. 222.

 

Información sobre la autora

Evelyn Norma Castro Méndez. Comunicóloga. Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Ciencias de la Comunicación por la FCPyS de la UNAM, de donde es también profesora. Actualmente, es coordinadora de Difusión del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas). Sus principales líneas de investigación son: estudios de género, análisis de discurso y comunicación política. Su más reciente publicación es "Marketing y comunicación: los eslóganes de campaña en México y Estados Unidos" (2009).

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