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Investigación económica

Print version ISSN 0185-1667

Inv. Econ vol.80 n.317 Ciudad de México Jul./Sep. 2021  Epub Sep 13, 2021

 

Reseña bibliográfica

Roy Harrod. Esteban Pérez Caldentey

Humberto Bezares Arango* 

*Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (México) Correo electrónico: humbertobezaresa@gmail.com

Pérez Caldentey, Esteban. Roy Harrod. Great Thinkers in Economics, Series, Thirlwall, A.P.. Basingstoke, Hampshire: Nueva York: Palgrave McMillan, 2019. 455p.


En los anales de la economía existen casos como el de Sir Roy Forbes Harrod (1900-1978), un notable economista que a pesar de su importancia para el estudio cuantitativo del crecimiento comparte el sino de Jean Babtiste Say cuyo legado es comúnmente reducido a una ley que lleva su apellido. En el caso de Harrod, sus aportes no sólo son frecuentemente reducidos al llamado “modelo Harrod-Domar”, sino que éste es “una clara tergiversación de su visión sobre la dinámica”.1 No hay, pues, únicamente un interés erudito al estudiar su vida y obra, sino que hacerlo implica un esfuerzo de reivindicación de un economista que se resiste a los encasillamientos.

Roy Harrod (2019) de Esteban Pérez Caldentey forma parte de la serie de biografías intelectuales Great Thinkers in Economics que a la fecha suma 27 volúmenes editados por el profesor Anthony Thirlwall de la Universidad de Kent. La mención no es gratuita: la conocida “Ley de Thirlwall” es una derivación del multiplicador del comercio exterior de Harrod, piedra de toque de la teoría keynesiana de economía “abierta”; hecho que habla, por un lado, de la vigencia de Harrod y, por el otro, de su innegable vínculo con J. M. Keynes.

Roy Harrod fue biógrafo de Keynes y escribió, en colaboración con Austin Robinson, su obituario aparecido en el Economic Journal el 21 de abril de 1946 -tal como el mismo Keynes hizo en 1924 con Alfred Marshall. Su relación distó de ser fortuita: fue a partir de una entrevista entre ambos acaecida en 1922 que Harrod habría decidido estudiar economía -hasta entonces había cursado estudios de filosofía y letras en Oxford-, eligiendo el King’s College de Cambridge por ser, en sus propias palabras, “el único lugar donde sabían algo sobre economía” (Harrod citado en Pérez, 2019, p. 8). Su amistad intelectual quedó registrada en una profusa correspondencia de la que Pérez Caldentey ha sacado provecho para nutrir su trabajo con detalles de la evolución intelectual de Harrod que escapan a quien se limite a la lectura de sus escritos académicos.

El libro está dividido en nueve capítulos que constituyen una “disección” de los principales intereses teóricos de Harrod. Después de un repaso de los principales eventos que marcaron su vida en el capítulo 1, los siguientes siete capítulos se enfocan a temas que siguen la evolución de su pensamiento en temas como el ciclo económico, la competencia imperfecta, la diferencia entre estática y dinámica en economía y la economía internacional. La obra cierra con una sistematización de las obras de Harrod con tres características que, al parecer de Pérez Caldentey, las definen: 1) sus diferentes contribuciones son parte de un programa más amplio cuyo objetivo era establecer las bases para el estudio de la “economía dinámica”, 2) Harrod tuvo gran interés en que sus disquisiciones teóricas tuvieran una aplicación práctica y 3) la dimensión internacional fue fundamental en sus análisis (Pérez, 2019, p. 402).

Respecto a la primera, cabe hacer mención al libro de Fritz Machlup, Semántica Económica (1974), en el que el economista austriaco analiza el uso de los conceptos de “estática” y “dinámica” y concluye que “precisamente cuando Schumpeter y otros autores habían manifestado que llamarían dinámica al análisis de periodos y las variables rezagadas, Harrod dijo que la dinámica era, a fin de cuentas, la teoría del crecimiento” (Machlup, 1974, p. 47). Debido a esta discrepancia conceptual -que no es del todo justa con la definición abrazada por Harrod y minuciosamente examinada en las páginas de Roy Harrod-, fue difícil para el economista inglés entablar un diálogo libre de malentendidos con sus contemporáneos. Pero fue también gracias a esta situación que Machlup invitó a Harrod a formar parte del Bellagio Group, un grupo de 32 economistas organizado en la década de los años 1960 con la intención de contrastar los puntos de vista discordantes entre los profesionales de la economía con el fin de analizar la fuente de las divergencias (Pérez, 2019, p. 61).

Respecto a su interés en las aplicaciones prácticas de sus desarrollos teóricos, descubrimos en el libro de Pérez Caldentey que para lograrlo Harrod procuró que sus axiomas correspondieran con la realidad. De aquí la importancia de su participación en el Oxford Economist Research Group (OERG) que con su dirección realizó encuestas destinadas a identificar las variables que los empresarios toman en cuenta para conducir sus negocios en las diferentes etapas del ciclo económico (Pérez, 2019, p. 25) para llegar a conclusiones que contrariarían a Ludwig von Mises y sus epígonos.

Asimismo, en 1956 Harrod publicó una obra de tenor epistemológico titulada The Foundations of Inductive Logic en la que, influido por la escuela del positivismo lógico de Russell y Whitehead, argumentó a favor del método inductivo para la construcción de hipótesis a partir de la observación de similitudes en la experiencia, así como la necesidad de una validación empírica de las hipótesis deductivas. Tal como lo observa Pérez (2019, p. 28), Harrod consideraba a éste como su mejor libro, lo que en cierta medida lo emparenta con La teoría de los sentimientos morales (1759), texto considerado por Adam Smith como su obra más importante.

La tercera de las características resaltadas por Pérez Caldentey, la inclusión de una dimensión internacional en sus análisis, quedó plasmada de forma más evidente en su libro International Economics -con cinco ediciones entre 1933 y 1973- donde Harrod explora diferentes temas que abarcan desde la “ley de la ventaja comparativa” hasta una propuesta de régimen cambiario conocida como “crawling peg” y el “multiplicador del comercio internacional”, temas analizados con detenimiento en el capítulo 6 de Roy Harrod.

El interés de Harrod en la construcción de la “arquitectura financiera” de la postguerra --documentada en el capítulo 7- lo llevó a “refinar y dar forma a los argumentos para la propuesta de Keynes de una Unión de Compensación” (Pérez, 2019, p. 58), presentada en Bretton Woods. La desilusión de Harrod con el Fondo Monetario Internacional (FMI) [Pérez, 2019, p. 301] refleja lo limitado que resultaron las atribuciones del fmi en contraste con la propuesta de Harrod que incluía, entre otras cosas, aumentar el precio del oro para crear liquidez internacional o la necesidad de difundir el conocimiento técnico cuya escasez imponía un lastre al crecimiento de los países subdesarrollados (Pérez, 2019, p. 303).

Siguiendo estos tres ejes analíticos, el libro de Pérez Caldentey presenta a un economista excepcional que ha sido relegado a un papel secundario en la historia del pensamiento económico. Una luz a la sombra de Keynes. En palabras de Pérez Caldentey (op. cit., p. 402), “sigue siendo un economista subestimado. La literatura económica ha tendido a ignorar sus contribuciones menores y a restar importancia a algunas de sus contribuciones más duraderas, especialmente aquellas relativas al ciclo económico y la economía dinámica”.

Harrod inspiró una línea de investigación que se bifurcó en direcciones en apariencia irreconciliables: la macroeconomía poskeynesiana y la teoría neoclásica del crecimiento. Pero a pesar de su influencia, tal dicotomía podría significar que “Harrod también ha sido frecuentemente incomprendido y tergiversado” (ibid.). En efecto, en la gran mayoría de los casos la exposición del modelo Harrod-Domar incurre en las dos tergiversaciones más frecuentes que Pérez Caldentey detecta entre sus intérpretes: asumir que se trata de un modelo con coeficientes constantes e interpretar su principio de inestabilidad con la metáfora del “filo de la navaja”. Ambos errores se deben, en gran medida, a la propia dificultad que Harrod tuvo para aclarar sus conceptos y a su negativa a expresar sus ideas en forma matemática ya que, como lo expresó en una carta dirigida a Jan Tinbergen, estaba “convencido de que cualquier intento aislado por dar una formulación matemática a mi teoría no tendría éxito” (op. cit., p. 200).

Sea cual fuere el motivo, el modelo Harrod-Domar ha pasado a la historia como la aportación de Harrod al armamento teórico de la economía y su Essay on Dynamic Theory de 1939 -minuciosamente analizado por Pérez Caldentey en el capítulo 4- como el hito en la historia de los estudios sobre el crecimiento. Sin embargo, este reconocimiento no ha evitado que su aporte haya quedado ensombrecido en más de una ocasión al interpretarlo como una mera ampliación de las teorías de Keynes (véase, por ejemplo, Robinson, 1976, p. 43 o Roll, 1975, p. 500).

De aquí la importancia de un estudio como el del profesor Esteban Pérez Caldentey para llenar este lapsus en la historia del pensamiento económico. La conjunción de un sólido trabajo documental con el amplio conocimiento del profesor Pérez Caldentey sobre los debates teóricos que aborda a lo largo del libro, hace de su Roy Harrod una obra de relevancia no sólo para aquellos interesados en la teoría macroeconómica, sino para todo aquel interesado en la genealogía del conocimiento, es decir, en los entramados hilos epistemológicos, contextuales y subjetivos que convergen en las ideas económicas.

Las únicas observaciones críticas que puedo hacer al trabajo de Pérez Caldentey son de orden expositivo. Un apego infortunado al modelo de journal, con un abstract al inicio de cada capítulo, entorpece una lectura fluida del texto. Por el mismo motivo, el libro incurre en repeticiones innecesarias, a veces inmediatas, de fragmentos completos o citas que si bien parecen tener la intención de enfatizar alguna idea -como su convicción de que estática y dinámica “forman parte de una teoría única e indivisible”- resultan redundantes.

Pero estos son solamente detalles estilísticos que no merman el valor documental y la profundidad analítica de Roy Harrod. Lo que este libro nos ofrece es un pormenorizado análisis de una evolución intelectual que se manifestó en diferentes niveles: una evolución teórica de una visión del ciclo económico que enfatizaba la competencia imperfecta como causa de la inestabilidad a otra en que la inestabilidad se debe a la divergencia de tasas de crecimiento independientes unas de otras; una evolución política marcada por su transformación de miembro del Partido Liberal en los años 1920 a asesor del Partido Conservador en los 1950 y 1960, pasando por un breve periodo en la “izquierda” en los años 1930 (Pérez, 2019, p. 28-35) y que tuvo su contraparte en una evolución pragmática desde una aceptación temprana de las obras públicas como herramienta para enfrentar el desempleo (Pérez, 2019, p. 156) a un rechazo tardío de este mismo instrumento (Pérez, 2019, p. 203). En una palabra, Esteban Pérez Caldentey ha llevado a cabo un auténtico trabajo de arqueología epistemológica que desvela la riqueza de una mente oculta tras un modelo de crecimiento.

REFERENCIAS

Machlup, F. (1974). Semántica Económica. México: Siglo XXI Editores. [ Links ]

Pérez, E. (2019). Roy Harrod. Great Thinkers in Economics. Reino Unido: Palgrave McMillan. [ Links ]

Robinson, J. (1976). Herejías Económicas. España: Editorial Ariel. Biblioteca de Ciencia Económica. [ Links ]

Roll, E. (1975). Historia de las doctrinas económicas. México: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

1 En el original: “a clear misrepresentation of his views on dynamics” (Pérez, 2019, p. 2).

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