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Investigación económica

versión impresa ISSN 0185-1667

Inv. Econ vol.75 no.297 Ciudad de México jul./sep. 2016

https://doi.org/10.1016/j.inveco.2016.08.001 

Artículo para el debate científico

El mundo imaginado tres cuartos de siglo atrás

Federico Novelo Urdaniviaa  * 

aUniversidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAM-X, México)


RESUMEN

El presente artículo aborda las razones por las que, a diferencia de lo que pasó durante la Primera Guerra Mundial, cuando las naciones involucradas anhelaban retornar a la situación previa, durante la Segunda Guerra Mundial nadie aspiraba a retornar a la situación de los años treinta, por lo que los diseñadores del futuro debieron realizar un intenso y creativo esfuerzo de imaginación, mediante el que se agiganta la figura de Lord John Maynard Keynes.

Palabras clave bancor; Bretton Woods; Fondo; Banco

ABSTRACT

This article discusses the reasons why, unlike what happened during the First World War, when the nations involved wished to return to the previous situation, during the Second World War nobody aspired to return to the situation of the thirties, so the designers of the future had to make an intense and creative effort of imagination, by which the figure of Lord John Maynard Keynes was an exceptional one.

Keywords Bancor; Bretton Woods; Fund; Bank

Clasificación JEL: B10.

Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era la era de la sabiduría, era la era de la insensatez, era la época de la creencia, era la época de la incredulidad, era la estación de la Luz, era la estación de la Oscuridad, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, nosotros lo teníamos todo ante nosotros, nosotros no teníamos nada ante nosotros, estábamos yendo todos directamente al cielo, estábamos yendo todos directamente por otro camino: resumiendo, la época se parecía tanto a la actual que algunas de sus autoridades más ruidosas insistían en su existencia recibida, para bien o para mal, en el grado superlativo de comparación solamente . Charles Dickens, Historia de dos ciudades, en Obras selectas , Madrid, Edimat Libros, 1989, p. 391.

Si podemos continuar, esta pesadilla, en la que la mayoría de nosotros ha gastado mucho de nuestras vidas, habrá terminado. La hermandad del hombre vendrá a ser más que una frase . John Maynard Keynes, "Discurso de clausura de los trabajos de Bretton Woods", 22 de julio de 1944, citado en Liaquat Ahamed, Lords of Finance. The Bankers Who Broke the World , Estados Unidos, Penguin Press, 2009, p. 495.

El año de 1941 cobijó un notable recrudecimiento del, de suyo, oscuro panorama mundial: mediante la Operación Barbarrosa , Hitler violenta los términos del Pacto de no agresión que había firmado con Stalin e invade la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) a finales de julio; el 7 diciembre, la Armada del Japón bombardea Pearl Harbor e incorpora a Estados Unidos a la nueva Gran Guerra. Una semana más tarde, el Secretario del Tesoro del gobierno de Estados Unidos (EE.UU.) instruye a Harry Dexter White para iniciar el diseño de un orden económico mundial posterior a la confrontación armada. Durante el segundo trimestre del mismo año, en México, se comienza a publicar Investigación Económica , revista emblemática de la entonces Escuela Nacional de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La decisión de Hitler de invadir a la URSS correspondía a la suerte de oráculo que conformaban los tres conceptos clave que se habían arraigado en las mentes alemanas: el Reich , el Raum y la Rasse:

El sueño del Reich se mantenía vivo sobre todo en la aristocracia y en las grandes familias. Así fue propagado por la historia, tal como se la enseñaba en las escuelas. A partir de la era imperialista en el siglo XIX, se amplió a las dimensiones de un imperio colonial comparable al de Gran Bretaña. Las nociones de espacio y de raza eran de origen más reciente. Nacidas en el siglo XIX, encarnaban ese vínculo íntimo entre la naturaleza, la tierra y el hombre que cantaban los bardos del romanticismo. Adquirieron sus "títulos de nobleza" científicos en el siglo XX gracias a la geopolítica y a ciertas ramas de la medicina, como la antropología y la psiquiatría, culminando la eugenesia en una "teoría de la raza". Con la guerra del este, Hitler quería coronar su obra, dar a la historia (alemana) su verdadero sentido devolviendo al pueblo -al Volk-, purificado de sus elementos extraños y deletéreos, su espacio vital, y construir con otras poblaciones "germánicas" de Europa el Gran Reich. A falta de poder comprender el poder de esa trilogía fantasmagórica que se cristalizó progresivamente en la mente del Führer, la guerra con la Unión Soviética -a pesar de los peligros de un segundo frente-, los exterminios de enfermos mentales, de personas inválidas o ancianas, de gitanos y judíos -sin tener en cuenta siquiera los inconvenientes económicos- escapan al entendimiento. Si se admite en cambio que Hitler se creyó investido de esa triple misión "imposible", sus decisiones se insertan en una lógica despiadada.1

Durante la guerra, Keynes mostró un activismo alucinante, particularmente visible en la elaboración, defensa pública y notable difusión de ¿Cómo pagar por la guerra? Un panfleto que contenía el plan económico más adecuado para fortalecer las finanzas públicas y repartir los costos de manera equitativa. En paralelo al desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, Keynes debió enfrentar, y perder, una dura competencia entre su propuesta de crear una Unión Internacional de Compensación, lo que al paso del tiempo se conocería como El Plan Keynes , y la idea estadounidense de alumbrar a un Fondo de Estabilización, elaborado y defendido por Harry Dexter White, y avalado -con peso decisorio- por el poderío económico y político de Estados Unidos.

Desde agosto de 1941, el economista británico comenzó a pensar en "futuros acuerdos monetarios", no comerciales, tema sobre el que también Harry Dexter White, del Tesoro de Estados Unidos, se vio obligado a reflexionar, desde la segunda quincena de diciembre del mismo año.

Robert Skidelsky describe el estado de ánimo reinante entre los diseñadores del futuro, poco optimista por la inevitable evocación de los acontecimientos que siguieron a la conclusión de la Primera Guerra Mundial:

Todos aquellos que reflexionaban sobre el futuro, incluso en los días más oscuros de la Segunda Guerra Mundial, compartían un objetivo primordial: hacerlo mejor que la última vez. Para ser precisos, la Primera Guerra Mundial también incubó programas de mejora. Pero el programa wilsoniano -autodeterminación nacional, pactos abiertos a los que se llegaría libremente, la Liga de Naciones- era principalmente constitucional y político. En economía, y algo menos en la vida social, el grito era "volver a 1913". Durante la Segunda Guerra Mundial, nadie quería volver a la década de 1930. El problema de Alemania, de mantener la paz, seguía existiendo. Pero lo que distinguía a los esfuerzos reformistas de la Segunda Guerra Mundial de los de la Primera fue una atención mucho mayor a la política económica y social. La mayoría de aquellos que deliberaban sobre estos asuntos creía que habían sido los acuerdos económicos defectuosos los que habían provocado tal "chapuza", como Keynes lo expresó, en los años de entreguerras. El propio Hitler podía verse como una reacción extrema al efecto extremo de la Gran Depresión en Alemania. El pleno empleo, la seguridad social y la asociación internacional serían los objetivos conscientes de la paz, no sólo los logros aberrantes de la guerra.2

El temor por la repetición de otra etapa depresiva, y la clara conciencia de un poder productivo asombrosamente incrementado por la guerra, fueron razones suficientes para que las distintas fuerzas visibles en Estados Unidos (empresarios utilitaristas y planificadores cargados de cierto idealismo internacionalista) impulsaran conjuntamente la edificación de un nuevo orden internacional basado en el libre comercio universal, muy útil para alcanzar una balanza comercial con superávit grande y duradero, y sin espacio alguno para las formas diversas de nacionalismo económico o, como más específicamente se les llamaba entonces, para los métodos de Schacht , eran las razones de una rápida y radical metamorfosis de Estados Unidos, desde el aislacionismo hacia el universalismo.3 La impresión, ampliamente compartida por el pueblo británico durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, en el sentido de contar con el derecho a un trato preferencial desde el gobierno estadounidense, entre otras razones, por haber sido el único país aliado en Europa al que Hitler no pudo invadir, lentamente se fue sustituyendo por una realidad en la que la extraña mezcla de desconfianza y soberbia norteamericanas dominaban el terreno; las restricciones por venir también atacaban al comercio imperial que Gran Bretaña privilegió durante la guerra. Esta nueva circunstancia, acompañada de las recurrentemente anunciadas restricciones que encontraría en el Congreso norteamericano cualquier propuesta de ayuda económica a Inglaterra, debía ser, y fue, considerada en la confección del esquema de la Unión de Compensación Internacional. Aquí reproduzco la primera versión keynesiana de los propósitos de dicha unión, elaborada en el otoño de 1941:4

Necesitamos un instrumento de moneda internacional que, por tener aceptación general entre las naciones, haga innecesarios los saldos bloqueados y las compensaciones bilaterales (...) Necesitamos un método ordenado y convenido de determinar los valores relativos de cambio de las unidades monetarias nacionales de manera de impedir la acción unilateral y la depreciación cambiaria con fines de competencia.

Necesitamos un quantum de moneda internacional que no sea determinado de un modo imprevisible ni extraño como, por ejemplo, por el progreso técnico de la industria aurífera, ni esté sujeto a grandes variaciones que dependen de la política de reservas de oro de determinados países; sino que se rija por las necesidades reales del comercio mundial y sea también capaz de dilatarse o contraerse deliberadamente para contrarrestar las tendencias deflacionarias o inflacionarias de la demanda mundial efectiva.

Necesitamos un sistema dotado de un mecanismo estabilizador interno, por el cual se ejerza presión sobre cualquier país cuya balanza de pagos con el resto del mundo se esté desviando de su equilibrio en cualquier sentido , de manera de impedir fluctuaciones que por fuerza crean a sus vecinos una falta de equilibrio de igual magnitud, pero en sentido contrario.

Necesitamos un plan convenido para que al finalizar la guerra cada país principie con una existencia de reservas adecuada a su importancia en el comercio mundial de manera que sin ansiedad alguna pueda ordenar su economía en el periodo de transición hacia condiciones plenas de paz.

Necesitamos una institución central de carácter puramente técnico y apolítico que auxilie y apoye a otras instituciones internacionales relacionadas con el planteamiento y la regulación de la vida económica del mundo.

De un modo más general, necesitamos un medio de dar confianza a un mundo en dificultades, por el cual todo país cuyos asuntos nacionales se gobiernen con la debida prudencia, quede libre de inquietudes por causas ajenas en lo que se refiere a su capacidad para hacer frente a sus obligaciones internacionales; y por el que, por consiguiente, se hagan innecesarios aquellos métodos de restricción y discriminación que las naciones han adoptado hasta ahora, no por sus méritos, sino como medidas de protección contra las fuerzas perturbadoras de fuera.5

Vale la pena establecer algunas precisiones respecto a estos propósitos:

  1. la primera parte establece la necesidad de disponer de una moneda internacional (el bancor ), emitida por la nueva institución central, supranacional y despojada de cualquier subordinación a la disponibilidad de oro y de las rigideces que le son consustanciales. Una nueva oferta monetaria mundial, extraordinariamente elástica frente a las variaciones en la demanda efectiva mundial;

  2. la segunda parte plantea una cuestión central, relativa a las responsabilidades de los acreedores o, en su caso, de los países interesados en el superávit comercial grande y permanente, a costa de los grandes y permanentes déficit de sus vecinos;

  3. la tercera parte privilegia la figura del libre comercio, en atención a las restricciones y preferencias estadounidenses precitadas, y

  4. la última parte reivindica la soberanía de los países adscritos a la nueva institución.

El internacionalismo keynesiano, fruto directo de su pragmatismo y paradójicamente establecido como el mejor camino para servir a Gran Bretaña,6 debió encontrar una considerable resistencia en la simpatía que le inspiraban los esfuerzos por la autosuficiencia nacional, el nacionalismo económico, que se había impulsado en Alemania, y la misma elaboración de Keynes durante el mismo año en que Hitler accedió al poder, "National Self Sufficiency".7 Entre él y el ministro de economía de Hitler operó una suerte de admiración recíproca y de mutua inspiración. Es éste el espacio propicio para recordar las acciones del ministro alemán.

El doctor Hjalmar H.G. Schacht tiende a ser recordado por razones relativas a la emisión de la primera norma que impidió el acceso a cargos públicos de ciudadanos de origen judío,8 de la que derivó la genocida persecución, o por ser uno de los tres personajes declarados no culpables durante los juicios de criminales de guerra en Núremberg, Alemania, del 22 de noviembre de 1945 al 31 de agosto de 1946;9 también ha sido evocado por haber provocado involuntariamente, y al lado de Montagu Norman y Charles Rist (gobernador del Banco de Inglaterra y comisario gobernador del Banco de Francia, respectivamente) que en 1927 presionaron exitosamente por la reducción de la tasa de descuento del Banco de la Reserva Federal de EE.UU., el origen del crac de 1929.10 En la traducción francesa de sus memorias, Mémoires d¿un magicien (París, Amito-Dumont, 1954: Las memorias de un mago ), y la evidencia disponible muestran que, para la economía alemana de 1934 a 1936, en verdad lo fue.

Schacht fue presidente del Banco Central del Reich (el Reichbank) de 1923 a 1930 y después de marzo de 1933; en agosto de 1934 Adolfo Hitler lo coloca al mando del Ministerio de Economía, y el 31 de mayo de 1935 fue nombrado ministro plenipotenciario para la economía de guerra, con el fin de favorecer el desarrollo de la Wehrmacht y el rearme, tareas que cumple sin aumentar los impuestos ni recurrir a la emisión de papel moneda. El genio de este notable economista se mostró a plenitud con la infrecuente mezcla de audacia e intuición. La primera sirvió para crear dos tipos de bonos gubernamentales: los bonos Offa , para financiar la obra pública, y los bonos Mefo , para el rearme; en ambos casos, estos instrumentos podían ser inmediatamente canjeados por el Reichbank. La intuición de Schacht sirvió para adivinar que los tenedores (en lo fundamental, grandes empresarios de Alemania y de algunos países industrializados) no los canjearían inmediatamente y, en lo mediato, se inclinarían por cobrar los intereses que produjeran. El monto de estos bonos era doblemente ignorado; en primer lugar, por la población alemana y, en segundo lugar, por el extranjero que no conocía siquiera un aproximado de los gastos militares de Alemania. Al respecto, "se estima que en la gran época de Schacht (1934-1936) circularon así doce mil millones de "marcos Mefo" y financiaron el 50% de los gastos de armamento.

La gran industria, gracias a sus recursos, se otorgaba créditos a sí misma. La deuda interna aumentó (cuarenta y siete mil millones en 1938), pero las fábricas de armamento trabajaban y contrataban más y más personal. "11 El milagro económico alemán, en realidad, resultaba de una más que sencilla formulación: un gasto público enorme, destinado al crecimiento de la infraestructura y al rearme, bajo el imperio estatal; es decir, bajo la sólida conducción gubernamental que originaba un mercado dirigido o, como más le gustaba decirlo a Hitler, un capitalismo organizado . En el frente externo, las cuestiones económicas ofrecían una mayor complejidad; en parte, porque el Tratado de Versalles, por la tácita prohibición de la devaluación del marco, dejaba al gobierno alemán ayuno de soberanía monetaria, en tiempos de depresión internacional que dificultaba enormemente la exportación producida con monedas sobrevaluadas, al menos frente al creciente número de países que habían salido del bloque del oro , y porque la escasez de divisas internacionales resultante complicaba extraordinariamente la importación de bienes indispensables. Para este enredado problema, Schacht disponía de una solución, no total, pero solución al fin. Consistió en un nuevo plan , anunciado el 19 de septiembre de 1934; en él se generalizó el control de cambios y se introdujo el principio de bilateralismo en los intercambios financieros y comerciales. El plan descansaba en tres principios básicos:

  1. Comprar solamente donde las mercancías alemanas fuesen aceptadas como contravalor.

  2. No comprar más de lo que, así, se pudiera pagar.

  3. Sólo comprar lo estrictamente necesario.

El plan arrojó importantes éxitos a los efectos de proveer bienes primarios a bajo costo y sin la mediación de las escasas divisas, así como a los efectos, aunque en menor proporción, de encontrar salida para una parte -muy lejana del total, por cierto- de la producción alemana para la exportación.

Cuadro 1 Algunos intercambios (trueques) internacionales de Alemania, cubiertos por el Plan Schacht 

Bienes extranjeros Bienes alemanes
Café brasileño Carbón y mineral de hierro
Aceite de ballena noruego Buques cisterna
Soja búlgara Colorantes y productos farmacéuticos
Algodón egipcio Abonos químicos

Fuente: elaboración propia con base en Marlis Steinert, Hitler y el universo hitleriano, op. cit., pp. 280-281.

En paralelo, Schacht promovió una peculiar sustitución de importaciones (ersatz ) por la vía de reorientar la inversión interna, de manera adversa para la producción menos asociada con la expansión económica y el rearme. Los combustibles, lubricantes y fibras sintéticos fueron algunos de los bienes sustitutos , de producción privada, que avaló el gobierno nazi. Pese a los éxitos alcanzados, Schacht no era, ni con mucho, imprescindible; al menos no lo era en la lógica y, más específicamente, en los propósitos de Hermann Göring:

Una vez alcanzado el despegue de la economía, la puesta en marcha del armamento y el desarrollo de la Wehrmacht, Schacht quería volver a una economía más liberal, frenar la inflación y el ritmo de las medidas forzadas. A causa de ese problema, que lo puso progresivamente en conflicto con los representantes de las fuerzas armadas, y sobre todo con Goering (sic) -encargado entretanto, además de sus otras responsabilidades, de la oficina recientemente creada para el plan Cuatrienal destinado a acelerar la preparación económica de la guerra-, Schacht abandonó su ministerio en 1937; en 1939 dejó también la presidencia del Banco Central, pero siguió siendo miembro del gobierno hasta 1943.12

Resulta interesante conocer las comparaciones que, en todos los casos de los héroes del nacionalismo económico, se hicieron con Keynes. Para el caso de Schacht, se dispone de ésta:

Hjalmar Horace Greeley Schacht y John Maynard Keynes representaban esas respuestas distintas a la Depresión. Ambos rechazaron la ortodoxia del patrón oro a favor de una vigorosa acción pública. Tanto la economía de Schacht como la de Keynes favorecían la intervención del Estado, el activismo fiscal, restricciones a las inversiones internacionales y controles al comercio. Schacht se inclinó por la autarquía fascista y Keynes por el intervencionismo socialdemócrata. En 1934, en las profundidades de la Depresión, el pragmático Schacht dirigía la segunda economía más grande del mundo, mientras que el académico Keynes escribía una obra sobre teoría económica abstracta. Esta disparidad provenía quizá de su actitud intelectual y personal: el alemán era un prusófilo conformista que adoraba el poder y a los poderosos y el inglés un homosexual heterodoxo que creía en el poder de las ideas y desdeñaba a los políticos. Pero también reflejaba realidades políticas y económicas globales. La economía de Schacht fue admirada e imitada en docenas de regímenes autárquicos de Europa Latinoamérica, mientras que la de Keynes sólo fue obteniendo el apoyo de intelectuales y políticos gradualmente.

Las tornas cambiaron diez años después, en 1944. Mientras que el inglés celebraba la aceptación por Occidente de su diseño para la economía del mundo de posguerra, agentes de la Gestapo se dirigían a detener al alemán. Mientras que Schacht rogaba por su vida en Núremberg, Keynes presidía las negociaciones de un nuevo orden económico que habría que construir sobre las ruinas de la guerra que los alemanes habían perdido.13

En 1973, sustancialmente rico, Schacht muere a los 93 años de edad. En el camino final, como durante toda su vida, rehusó haber hecho algo equivocado.14

El proyecto de Keynes se discutió ampliamente entre las autoridades económicas británicas, recibiendo la crítica recurrente sobre sus enormes, casi utópicas, ambiciones. Al otro lado del Atlántico, y con notable sincronía, el Departamento del Tesoro estadounidense, a cargo de Henry Morgenthau Junior, promovía su propia propuesta para la organización económica mundial de la posguerra.

Desde su llegada al cargo, en noviembre de 1933, Morgenthau buscó la asesoría de algún destacado economista ortodoxo y no tardó en proponerle el empleo al reconocido profesor de la Universidad de Chicago Jacob Viner, quien consolidó definitivamente su prestigio con su célebre texto sobre las uniones aduaneras, en 1950.15 Viner no sentía simpatía alguna por los ambientes burocráticos, por lo que declinó el ofrecimiento, aunque propuso para el puesto a un brillante joven economista de Harvard, Harry Dexter White, quien -además de convertirse en el peculiar adversario-amigo de Keynes durante los preparativos y el desarrollo de la Conferencia de Bretton Woods- terminó siendo uno de los más polémicos personajes de la política estadounidense de la posguerra, después de ser señalado como agente e informante del gobierno soviético.16

La alternativa de White tiene este origen:

El 14 de diciembre de 1941, el domingo siguiente a Pearl Harbor, el secretario Morgenthau inquirió a Harry White sobre un memorándum acerca del establecimiento de un Fondo de Estabilización entre los aliados. A partir de entonces White fue el principal arquitecto, desde el Tesoro, de la planeación para la estabilidad financiera en el mundo de la posguerra. En mayo de 1942 él completó la elaboración de su primera propuesta para un Fondo de Estabilización de las Naciones Unidas, que terminaría como el FMI (Fondo Monetario Internacional), y un Banco de Reconstrucción y Desarrollo, popularmente conocido ahora como Banco Mundial. En la presentación de sus propuestas al secretario, White sugirió que debían implementarse llamando a una conferencia de los ministros de finanzas de las Naciones Unidas. Ésta se efectuó dos años después en una reunión en Bretton Woods, New Hampshire.17

El telón de fondo de la definición de la política exterior de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial e, inercialmente, en la confección de planes para el futuro era el conflicto entre los librecambistas establecidos en el Departamento de Estado, con el secretario Cordell Hull a la cabeza, y los planificadores económicos avalados por el Departamento del Tesoro, por Henry Morgenthau Junior, y representados notablemente por Harry Dexter White:

La conjugación de la ideología y el interés económico servía para que los planeadores del Departamento de Estado se mostraran muy suspicaces de la Unión Soviética, sobre todo en virtud de que la extensión del poderío soviético en Europa Oriental amenazaba con cerrar esas áreas al comercio y la inversión norteamericanos. En cuanto a Alemania, el Departamento de Estado creía conveniente el restablecimiento de un poder industrial. Esta opinión se basaba en una evaluación de que la recuperación industrial de Alemania era una condición necesaria para el retorno de Europa Occidental al comercio multilateral.

También reflejaba una convicción en el sentido de que sólo una Alemania fuerte podría oponerse a una mayor expansión del poderío ruso en Europa. Aunque el Departamento de Estado hacía gran hincapié en los nexos anglo-norteamericanos, había un gran interés en el mantenimiento de influencia suficiente sobre la política británica para obligar a Gran Bretaña a aceptar el multilateralismo durante la posguerra. El Departamento de Estado estaba decidido a abrir el Imperio Británico al comercio y la inversión norteamericanos, y con objeto de conseguir un resultado favorable se hallaba dispuesto a utilizar todos los medios a su alcance.

Las actitudes del Departamento del Tesoro se asemejaban más a las del Departamento de Estado en lo tocante a la política que debía seguirse hacia Gran Bretaña. También White y Morgenthau estaban interesados en aumentar la influencia norteamericana sobre Gran Bretaña, pero su interés no era el acceso al Imperio Británico. Ellos querían asegurarse de que Gran Bretaña aceptara sus propios planes de organización del sistema monetario internacional. Acerca de Alemania y Rusia, las diferencias con la posición del Departamento de Estado eran mucho mayores. El odio que Morgenthau sentía por el nazismo lo llevaba a proponer el cambio de Alemania a un sistema agrario, y aunque White podría haberse inclinado por una política menos punitiva, ayudó a Morgenthau a elaborar su famoso plan. La hostilidad de Morgenthau y White hacia Alemania no era moderada debido a la consideración que influía sobre los planeadores del Departamento de Estado.

Si Europa Occidental adoptara el capitalismo nacional, la fortaleza industrial de Alemania no sería vital para la recuperación europea. Además, White y Morgenthau no veían la necesidad de una Alemania fuerte para contrarrestar el poderío soviético. En una deformación irónica del pensamiento de Cordell Hull, los planeadores del Departamento del Tesoro sostuvieron que el mejor procedimiento para afrontar a la Unión Soviética consistía en desarrollar fuertes lazos económicos con ella. En virtud de que White y Morgenthau estaban relativamente de acuerdo con los arreglos comerciales estatales, creían que estos lazos económicos podrían desarrollarse sin cambio alguno de las prácticas comerciales de los soviéticos. Propusieron un gran préstamo para la reconstrucción de la Unión Soviética, que se ataría a grandes exportaciones de materias primas soviéticas a Estados Unidos. Visto en retrospectiva, esto parece una previsora anticipación de los desarrollos de las relaciones soviético-norteamericanas que observamos más de un cuarto de siglo después.18

El consenso entre ambas fuerzas antagónicas respecto al tratamiento que debía dispensarse a la Gran Bretaña en muy buena medida descansaba en un par de antecedentes, en los que era visible cierto comedimiento hacia los ingleses: el del incumplimiento británico de las deudas contraídas con EE.UU. durante la Primera Guerra Mundial y la Ley de Préstamo y Arriendo, firmada por Roosevelt el 4 de marzo de 1941. La historia es la siguiente:

(...) al comienzo de la guerra la Ley de Neutralidad de Estados Unidos prohibió los préstamos a los beligerantes, y por otra parte la Ley Johnson prohibía los préstamos a los países que no hubiesen pagado -como era el caso de Gran Bretaña- las deudas de la Primera Guerra Mundial. Pero en noviembre de 1940 el Congreso había enmendado la primera de las leyes mencionadas para permitir que Gran Bretaña y sus aliados adquiriesen suministros de guerra, siempre que pagasen en efectivo y no utilizaran el transporte norteamericano. Esa legislación de "pague y lleve" permitió que los británicos aumentasen considerablemente sus pedidos, pero con idéntica rapidez estaban disminuyendo los saldos en dólares de Gran Bretaña. Para financiar la guerra, Gran Bretaña estaba desprendiéndose de sus saldos en oro y dólares. En diciembre de 1940 el primer ministro Churchill escribió al presidente Roosevelt y le dijo entre otras cosas: "Se aproxima el momento en que ya no podremos pagar en efectivo los embarques y otros suministros". Mientras realizaba un crucero por el Caribe, el presidente caviló acerca de esta carta, y más tarde anunció el principio de préstamo y arriendo, con el cual según dijo intentaba "eliminar el signo dólares". De acuerdo con este plan, el gobierno compraría todas las municiones, y prestaría a Inglaterra, sujetas a hipoteca, las que fueran más útiles en sus manos. En una de sus charlas al lado del fuego, dirigidas al pueblo norteamericano, explicó que su política era sencillamente suministrar los implementos bélicos, de manera que otros combatiesen, con el fin de "mantener la guerra lejos de nuestro país". El material y el equipo "necesarios para la defensa de Estados Unidos", como decía el préstamo y arriendo, podían ser entregados a Gran Bretaña si el presidente entendía que ése era el modo más eficaz de usarlos; los artículos así entregados no serían pagados con dinero, y en cambio se les reconocería en la forma de cierta "consideración" que sería necesario negociar. Así, con arreglo a este convenio, "el acto menos sórdido de la historia", como lo denominó Winston Churchill, se definió por el resto de la guerra el principio fundamental que rigió el flujo de suministros a Gran Bretaña.19

Con los planes para la posguerra, elaborados por Keynes y White, todo indicaba que la hora de negociar la "consideración" había llegado, comenzando por la conclusión de los comedimientos estadounidenses para con Inglaterra.

En esas circunstancias es que White elabora su plan original, en el que el Banco es una propuesta de institución más fuerte que el Fondo, al menos en el cuerpo del borrador de abril de 1942:

El Banco tendría un capital social de 10 000 millones de dólares, la mitad de cuya suma sería pagada de inmediato por los miembros en oro y monedas locales. Estaba "destinado principalmente a aportar el volumen enorme de capital que necesitarían las Naciones Unidas y Asociadas para fines de la reconstrucción, la ayuda, y la recuperación económica". También estaba destinado a eliminar las fluctuaciones mundiales de origen financiero y a reducir la probabilidad, intensidad y duración de las depresiones mundiales; a estabilizar los precios de las materias primas esenciales; y en términos más generales a elevar la productividad y los niveles de vida de sus miembros.

Específicamente tendría facultades para comprar y vender oro y valores de los gobiernos participantes, para descontar y redescontar pagarés y aceptaciones, para emitir documentos de deuda y para hacer préstamos a largo plazo a tasas de interés muy bajas.20

Como puede apreciarse, la creación de crédito internacional que derivaría de los 5 000 millones de dólares disponibles en el Fondo de Estabilización más los 10 000 de capital social del Banco y, especialmente, de las facultades de éste para crear crédito (emitir préstamos a un múltiplo de su capital básico) y vender documentos de deuda en los mercados de capital nacionales, alcanzaría proporciones elevadísimas que, en sí mismas, generaban la sólida oposición de los banqueros internacionales, al menos frente a dos efectos no deseados:

  1. las previsibles consecuencias inflacionarias de tal expansión de la liquidez internacional, y

  2. la posible entrega de sus más importantes funciones a una agencia internacional.

El objetivo fundamental de White, en correspondencia con los de Keynes, fue que estas instituciones evitaran la repetición de la depresión mundial, sin forzar la aplicación de costosos ajustes en las naciones en fase recesiva. Como Keynes, reivindicaba el establecimiento planetario de políticas de pleno empleo, sin que ningún país corriera el riesgo de agotar, en tal propósito, sus reservas internacionales. El mecanismo consistía en asegurar la disposición de suficiente crédito internacional para asegurar la continuidad de políticas económicas expansivas, estableciendo algunas restricciones para enfrentar la tentación de establecer devaluaciones competitivas.

White imaginaba una fuerte influencia de las dos instituciones para presionar a los países miembros a formular políticas económicas compatibles con la búsqueda del pleno empleo mundial, a costa de restarle a cada nación una parte significativa de su soberanía económica:

Por ejemplo, el Fondo podría impedir las modificaciones de las tasas de cambio, lo que constituía una limitación importante de la libertad de acción nacional. Y si el 80% de los votos del Fondo indicaban la desaprobación de "cualquier medida o política monetaria o de los precios en general" de uno de los gobiernos miembros porque contribuyera a un grave desequilibrio de la balanza de pagos, el país en cuestión tendría que modificar su política. Pero en otros sentidos el plan de White estaba destinado a fortalecer el poder de los gobiernos nacionales. Según White, el Fondo era un medio para el mejoramiento de la capacidad de los gobiernos para controlar las exportaciones de capital inconvenientes. Según el plan de White, como una condición para ingresar al Fondo, los gobiernos debían convenir en:

  1. no aceptar ni permitir depósitos o inversiones de ninguno de los países miembros, excepto con el permiso del gobierno de ese país, y

  2. poner a la disposición del gobierno de cualquiera de los países miembros, cuando así lo solicitara, todas las propiedades de los ciudadanos de ese país en forma de depósitos, inversiones o valores.21

Con ambos planes listos, el de la Unión de Compensación y el del Fondo de Estabilización, el de Keynes y el de White, pareció conveniente que sus respectivos autores se enfrentaran directamente. La reunión, informal, de las delegaciones británica y estadounidense se realizó en septiembre de 1943. Resulta conveniente establecer que, en su proceso de formación académica, White y buena parte de los delegados de EE.UU. habían abrevado con entusiasmo y respeto en la obra de Keynes y, por ello, le profesaban un enorme respeto que entraba en conflicto con la representación que ostentaban, la de la verdadera potencia mayor, que debía imponer sus intereses con apoyo en su propio enfoque de las instituciones necesarias.

El primer cuerpo de problemas, en opinión de White, estaba representado por aquello que pudiera ser aprobado por el Congreso norteamericano, cuyo oído sería poco receptivo, si algo, a la propuesta de la Unión; a cambio, White sostenía que, en profundidad, los objetivos de la Unión podrían alcanzarse a través del Fondo, con lo que la discusión no tendría por qué prolongarse en exceso. Para Keynes, el problema inicial radicaba en las carencias de lucidez y claridad, con las que se había redactado el proyecto del Fondo:

Atacó duramente la jerga que era tan cara a los técnicos norteamericanos y la llamaba cherokee , en contraste con el "inglés cristiano" en que estaba redactado el proyecto de Unión de Compensación. En un momento dado, para hacer una comparación muy estrecha, Keynes tradujo los principales principios del Fondo de Estabilización al "inglés cristiano", y una vez hecho esto, se encontró que los dos planes se veían notablemente similares. Si el oído del Congreso era halagado por el tonillo del cherokee , entonces no había más remedio: era el dueño de la situación.22

La decisión, fundamentalmente política, de imponer al dólar como único medio de pago internacional, además del menosprecio injustificado a la propuesta keynesiana del bancor , entrañaba enormes complicaciones:

En realidad, el sistema estaba viciado desde el comienzo: los acuerdos de Bretton Woods implicaban que Estados Unidos debía tener una balanza de pagos deficitaria para poder alimentar al mundo en dólares, único medio de pago internacional reconocido por los acuerdos; esto sólo podría llevar a debilitar la confianza en dicha divisa a largo plazo. Por decirlo en otras palabras, a medida que el dólar se transformara en una moneda de reserva, sería cada vez menos digna de confianza. Esta paradoja, llamada dilema de Triffin -por el nombre del economista belga que lo formuló- es de extrema actualidad, sin que se haya llegado todavía a su punto máximo.23

Resulta conveniente precisar las diferencias fundamentales entre ambos planes, para establecer las verdaderas características de lo propuesto y lo aprobado en Bretton Woods:

Cuadro 2 Principales diferencias entre los planes Keynes y White para la creación del FMI 

Tema Plan Keynes Plan White
Nombre Unión de Compensación Internacional Fondo de Estabilización
Unidad de cuenta Bancor Unitas
(Activo básico de reserva internacional) (Importancia insignificante, no monetizada; una mera contraseña)
Autorización del Fondo sobre ajustes al tipo de cambio de los países miembros Cuando fuesen superiores al 5% de la paridad original Necesaria en cualquier ajuste
Facilidades de sobregiro Hasta 25 000 millones de dólares Hasta 5 000 millones de dólares
Situación de países deudores y acreedores Responsabilidad de los acreedores y trato benigno a los deudores Cláusula de la Moneda Escasa y sanciones para ambos grupos
Tipos de cambio Fijos en el corto plazo y flexibles a largo plazo Ídem.

Fuente: elaboración propia con base en Luis Ángel Rojo, Keynes: su tiempo y el nuestro, op. cit., pp. 254-264; Roy Harrod, La vida de John Maynard Keynes, op. cit., pp. 640-649, y Charles H. Hession, Keynes, op. cit., pp. 354-358.

La cláusula de la moneda escasa, que permitía que los países deudores discriminasen, incluso en perjuicio de los productos estadounidenses, si había escasez de dólares, fue considerada por Keynes como evidencia de la nueva responsabilidad norteamericana ante el resto del mundo. Con ella, al menos, se moderaba la intención estadounidense de buscar un superávit comercial de larga duración y se brindaba un cobijo importante a los países deficitarios; no es un abuso del lenguaje la identidad que se hizo de éstos últimos con deudores ni la que identifica a los otros con acreedores .

En realidad, con las discrepancias puestas sobre la mesa, y con algunas concesiones recíprocas -más de los británicos que de los estadounidenses-, pareció conveniente poner atención en las coincidencias. En carta a Keynes, Dennis Robertson aludió al "Plan Whines", combinando los apellidos de los principales negociadores y, así, poniendo en claro la esencial analogía de ambos planes, con la que el propio Keynes se mostró de acuerdo, tal como demostró en los debates realizados en la Cámara de los Lores, respecto a la colaboración financiera. Alcanzado el acuerdo, entre los expertos de ambas naciones, para crear un Fondo Monetario Internacional, el material se publicó en abril de 1944.

En julio de 1944 se realizó la reunión de 44 naciones en Bretton Woods, Nueva Hampshire, en la que las 42 naciones restantes tuvieron muy escasa influencia sobre el acuerdo celebrado entre Gran Bretaña y Estados Unidos, tal como lo observó Leon Fraser, del First Nacional City Bank: "Se nos dice que 44 naciones acordaron esto. Me parece que sería más correcta la afirmación de que tres o cuatro grupos muy expertos se reunieron y redactaron un plan, y luego se lo presentaron a otros 44 (sic) técnicos y declararon 'esto es lo que Estados Unidos y Gran Bretaña están dispuestos a acordar con ustedes"'.

Por supuesto, dada la situación del mundo en el momento de tales negociaciones, estos técnicos dijeron: "Seguro que sí, ¿por qué no?" No tenían nada que perder. Dependían de nosotros en cuanto a su salvación militar y económica, y toda propuesta más o menos razonable de Estados Unidos sería aceptable bajo tales condiciones."24

La muerte de Franklin D. Roosevelt, en abril de 1945, fue el acontecimiento que más decisivamente modificó los planes del Departamento del Tesoro para el mundo de la posguerra. Con él desapareció una relevante convicción geopolítica oficial, y adversa para la Gran Bretaña:

Una vez que Estados Unidos entró en la guerra, la Rusia soviética parecía a algunos funcionarios norteamericanos el socio más convincente, y ciertamente el más poderoso, para la guerra y para la paz.25

La muerte de Roosevelt y el acceso al poder de Truman produjo casi de inmediato la salida de Morgenthau de Washington. El poder de Morgenthau había descansado en su amistad con Roosevelt; su relación con Truman se caracterizaba por el desagrado mutuo. Truman sustituyó a Morgenthau con Fred Vinson, un demócrata sureño conservador, de ideas ortodoxas acerca de la economía nacional e internacional. White permaneció en el Departamento del Tesoro, pero su influencia disminuyó considerablemente a causa de la salida de su protector.

Más importante que la declinación de las fortunas de Morgenthau y White fue el giro decisivo de la política exterior norteamericana en contra de la dirección que ellos habían favorecido. Es posible, aun probable, que si Roosevelt hubiese vivido se habría visto obligado eventualmente a repudiar la política exterior del Departamento del Tesoro. Sin embargo, durante su vida fue importante la influencia del Departamento del Tesoro sobre la política exterior de Estados Unidos, y en ocasiones fue dominante. Con la muerte de Roosevelt, la influencia del pensamiento de White y Morgenthau en la política exterior fue eliminada en gran parte, y las concepciones de política exterior del Departamento de Estado triunfaron.26

Las consecuencias mundiales de estos acontecimientos tuvieron una importancia difícil de exagerar. Existía una enorme diferencia en los tratos que Morgenthau y White proponían para Alemania y la Unión Soviética,27 la destrucción de la industria pesada de la primera y el aseguramiento de la amistad de la segunda mediante un préstamo masivo, en contra de los planes del Departamento de Estado para las mismas naciones: la reconstrucción de Alemania como creación de un baluarte contra la Unión Soviética y el requerimiento de una Alemania fuerte para la recuperación de Europa Occidental. El triunfo de la segunda opción, combinada con la pretensión de Truman de "ponerse duro con los rusos", cocinaron la duradera "Guerra Fría", que presidió las relaciones internacionales hasta el derrumbe de la Unión Soviética, en 1994, y bajo cuyo cobijo se procedió a una política anticomunista, dentro y fuera de Estados Unidos que, no tan paradójicamente, contó a Harry Dexter White entre sus más notorias víctimas, bajo la acusación, en 1948, de proporcionar información estratégica a los soviéticos y de ser, él mismo, comunista convencido; tal acusación, apoyada en las declaraciones de Whittaker Chambers y Elizabeth Bentley ante el temible House Un-American Activities Committee (HUAC), se formalizó en una carta del Federal Bureau of Investigation (FBI) enviada al general Harry H. Vaughan, asesor del presidente Truman, en la que se enlistaba a varios empleados gubernamentales, incluido White, envueltos en el espionaje soviético.28

Respecto a la política más conveniente para la Gran Bretaña, el ascenso de Truman y la consecuente dominancia del Departamento de Estado, justo en la antesala de las negociaciones de un préstamo estadounidense a los ingleses, significó la búsqueda de un triple propósito:

  1. la cancelación del sistema de preferencia imperial, que mantenía cierta cohesión, con control británico, en el comercio que se practicó al interior del área de la libra esterlina;

  2. la abolición del sistema de concentración de dólares entre los países de la misma área, que era el mecanismo visible en la discriminación de productos estadounidenses, y

  3. la colaboración británica, como puente entre Estados Unidos y el resto del mundo, en la conformación de un nuevo orden internacional, con comercio abierto y un especial papel de la libra esterlina, por cuanto el dólar, por un buen tiempo, sería la moneda escasa ; se requería, en un proceso traslapado, una libra fuerte , al comienzo y, en un corto plazo, una libra débil .

Estos propósitos podrían alcanzarse con el empleo de la poderosa y eficaz fuerza de la presión financiera, convertida en la expresión temprana de lo que más tarde fue un abultado cuerpo de imposiciones estadounidenses para todo el mundo.

El que Vinson fuese un abogado, con muy escasos conocimientos de economía, más la animadversión del Departamento de Estado a los acuerdos de Bretton Woods, incluido el protagonismo de Keynes, fueron elementos suficientes para la adopción de un alto grado de intolerancia estadounidense, desde la sede de los nuevos organismos (inicialmente acordada en la ciudad de Nueva York y, finalmente, impuesta por el propio Vinson en Washington) hasta la duradera imposición del reparto de cargos (el director del FMI, europeo -Camille Gutt, de Bélgica, fue el primero- y el del Banco Mundial, estadounidense), pasando por la exclusión de Harry Dexter White, cuya posible dirección ejecutiva del FMI contaba con el consenso general y con el apoyo decidido del propio Keynes, quien ya había manifestado ciertas reservas para con los abogados:

Y que se me permita decir, Señor Presidente, que bajo vuestra sabia y bondadosa guía hemos alcanzado el éxito. Las conferencias internacionales no tienen una buena historia. Estoy seguro que no se recuerda una conferencia similar que haya logrado construir tanto y de una manera tan lúcida y tan sólida. Esto lo debemos no poco a la indomeñable voluntad y a la energía siempre precedida por el buen humor y el ánimo sereno de Harry White. Pero esta ha sido una conferencia tan apartada como pueda imaginarse, de la dependencia de uno, de dos o de tres hombres. Ha sido un trabajo de equipo, de un equipo tan eficaz como pocas veces lo he visto. Por mi parte, quisiera rendir un tributo especial a nuestros abogados. Tanto más cuanto que debo confesar que en general no me gustan los abogados . Se me reconoce como alguien que se lamenta de que, a juzgar por los resultados en esta tierra plagada de abogados, el Mayflower, cuando salió de Plymouth, debía haber estado completamente lleno de ellos.29

Los malos presagios respecto al papel que podrían jugar las instituciones de Bretton Woods, que se hacían cada vez más evidentes para Keynes, se muestran a plenitud en el excelente y profético discurso de clausura del establecimiento del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, que leyó a fines de marzo de 1946:

Señor Secretario Vinson, Señores Gobernadores, Gobernadores suplentes, Consejeros y Observadores: Al igual que algunos otros de los aquí presentes, me ha preocupado de una manera íntima lo que creo que siempre se conocerá con el nombre de plan de Bretton Woods. La gestación ha sido larga; los robustos mellizos vienen muy retrasados; como consecuencia, espero que traigan un peso y una fuerza que honren a su ascendencia mezclada y colectiva. De cualquier modo, es un privilegio del que no me hubiera gustado prescindir, estar presente a la hora del nacimiento, a cualquier título, ya como Gobernador o como gobernadora o aya, junto a las comadres, las enfermeras, los doctores y los clérigos preparados para el bautizo (y siempre creeré que el bautizo no se ha hecho bien y que los nombres de los gemelos debieron haberse invertido).

Ocultas tras los velos y las barbas de los líquenes, no dudo que las hadas de costumbre hayan concurrido al bautizo, trayendo presentes adecuados. ¿Qué presentes y qué bendiciones podrían ser más útiles a los gemelos, a quienes (con razón o sin ella) hemos decidido llamar el Joven Fondo y la Señorita Banco?

Sugiero que la primera hada traiga una túnica de José (Joseph's coat , la túnica de vistosos colores que, según el relato bíblico, dio Jacob a José, su hijo predilecto), prenda de muchos colores que puedan usar estas criaturas en perpetua recordación de que pertenecen a todo el mundo y de que únicamente están obligados al bienestar general, sin miedo ni favor a ningún interés particular. Piadosas palabras muy difíciles de cumplir. Apenas si hay una experiencia duradera y feliz de un organismo internacional que haya realizado las esperanzas de sus progenitores. O la institución se ha desviado hasta convertirse en instrumento de un grupo limitado, o ha sido una muñeca de aserrín en la cual no sopla el aliento de la vida. Cada paso y cada detalle de nuestras recién nacidas instituciones deben calcularse para reforzar y mantener su carácter y su finalidad verdaderamente internacionales.

La segunda hada, que está muy al día, quizá traiga una caja de vitaminas combinadas, A, B, C, D, y todo el resto del alfabeto. Las criaturas pueden llevar constantemente su túnica de muchos colores; sin embargo, sus caras son pálidas y delicadas. Lo que debemos pedir a nuestros bebés es energía y un espíritu indomable que no se quiebre ante las dificultades ni las evite, sino que les haga frente con la determinación de resolverlas.

La tercera hada, quizá mucho más vieja y no tan al día, quizá cierre, como el Papa a sus cardenales, los labios de nuestras criaturas con su mano, para abrírselos de nuevo invocando un espíritu de sabiduría, paciencia y grave discreción, para que, a medida que crezcan, sean los recipientes respetados y seguros de confidencias, inquietudes y dudas, apoyos confiables y prudentes de todos aquellos que los necesiten en los momentos difíciles. Si estas instituciones han de ganarse la plena confianza del mundo suspicaz, es necesario que el enfoque de los problemas no sólo sea, sino que además parezca, absolutamente objetivo y ecuménico, sin prejuicios ni en pro ni en contra.

Como ustedes verán, pido y espero mucho.

Espero que el señor Kelchner no haya cometido ningún error y que no exista ninguna hada maligna, ninguna Carabosse, a quien haya desdeñado olvidando invitarla a la fiesta. Porque de haber sido así, los anatemas que el hada maligna pronunciará estoy seguro que dirían así: "Vosotros dos, pequeñuelos, os convertiréis en políticos; todos vuestros pensamientos y vuestros actos tendrán un arriérre-pensée ; todo lo que resolváis no será por su general conveniencia ni por sus propias virtudes, sino por otras causas". Si esto ocurriera, lo mejor que podría pasarles a los pequeños (y no sería nada raro que les pase) sería caer en un sueño eterno para no despertar nunca más, y que nunca volviera a saberse de ellos en los estrados ni en los mercados de la humanidad.30

El discurso provocó serias molestias al anfitrión, según lo consigna Skidelsky: "(...) el Secretario del Tesoro, Frederic Vinson, lo tomó como algo personal y refunfuñó: 'No me importa que me llamen malvado, pero sí que me llamen hada"'.31 Por su parte, Harrod lo recoge de la siguiente manera: "Vinson sospechó que Carabosse le representaba a él, se enojó muchísimo, y una vez más se le atragantó Keynes".32 Tenían razón ambos. Keynes, al profetizar la subordinación de las recién nacidas instituciones a los dictados del gobierno de Estados Unidos, y Vinson, al darse por aludido como el promotor temprano de la degeneración de esas mismas instituciones.

Keynes viajó a Savannah con tres propósitos:

  1. que Harry Dexter White fuese designado como el primer Director Ejecutivo del FMI;

  2. que la sede del Fondo fuese Nueva York para aislarlo de la política de Washington y para acercarlo a las Naciones Unidas, y

  3. que los funcionarios del Fondo, y no los directores, imprimieran una orientación técnica, y no política, a los mecanismos de acceso, preferentemente libre, a esos recursos.

"Ninguna de estas expectativas se materializó, y Keynes abandonó Savannah con gran amargura. La experiencia minó aparentemente su salud y sufrió un grave ataque cardiaco en el tren en que regresaba. Murió seis semanas más tarde".33

El mundo imaginado a partir de 1941 produjo la más duradera etapa de crecimiento de la economía mundial hasta ahora registrada, guiada por el propósito del pleno empleo y escoltada por la planeación económica y la economía mixta. Esta Edad de Oro del capitalismo llegó hasta la década de los setenta,34 a partir de la cual da comienzo el oráculo de la inflación, la estabilidad como prioridad y la profundización de la desigualdad, dramáticamente globalizada.

1Marlis Steinert, Hitler y el universo hitleriano , Barcelona, Ediciones B, S.A., 2004.

2Robert Skidelsky, John Maynard Keynes , Barcelona, RBA Libros, S.A., 2013, p. 913.

3"Durante la guerra se ha producido una expansión enorme de las capacidades manufactureras de Estados Unidos, y esta expansión se ha concentrado en gran medida en la industria pesada. Si no pueden encontrarse mercados extranjeros para los productos de la industria pesada norteamericana en el periodo inmediato, muchas industrias expandidas por la guerra se verán obligadas a reducir gravemente sus operaciones y a disminuir en consecuencia su empleo de mano de obra". Leo Cowley, Foreing Relations of the United States , Departamento de Estado, vol. I, 1946, p. 1397, citado en Fred Block, Los orígenes del desorden económico internacional , México, Fondo de Cultura Económica (FCE), 1980, p. 63 (n. al p.).

4El proyecto completo se publicó en español en El Trimestre Económico , vol. X, abril de 1943, pp. 345-381.

5Citado en Roy Harrod, La vida de John Maynard Keynes , México, FCE, 1951, p. 605.

6Después de la muerte de Keynes, Lionel Robins (libre de la menor sospecha de keynesianismo) escribió: "No siempre era un buen negociador (...). Pero como enviado era supremo. Ni siquiera Churchill podía defender a su país de forma más magnífica que Keynes en su máximo nivel de elocuencia", citado en Robert Skidelsky, John Maynard Keynes , op. cit. , pp. 854-855.

7John Maynard Keynes, National Self Sufficiency, Yale Review , 22(4), 1933, pp. 755-769.

8Henry Morgenthau III, Mostly Morgenthaus. A Family History , Nueva York, Ticknor & Fields, 1991, p. 316.

9Leon Goldensohn, Las entrevistas de Núremberg , México, Taurus, 2005, p. 21.

10Cfr. John K. Galbraith, El crac del 29 , Barcelona, Ariel, 1983, p. 41.

11Marlis Steinert, Hitler y el universo hitleriano , op. cit. , pp. 265-266.

12Marlis Steinert, Hitler y el universo hitleriano , op. cit. , p. 266.

13Jeffry A. Frieden, Capitalismo global. El trasfondo económico de la historia del siglo XX , Barcelona, Memoria Crítica, 2007, p. 331.

14Liaquat Ahamed, Lords of Finance. The Bankers Who Broke the World , op. cit. , p. 486.

15Jacob Viner, The Customs Union Issue , Nueva York, Lancaster Press for Carnegie Endowment for International Peace, 1950.

16El 3 de octubre de 1943 Keynes escribió a Sir Wilfrid Eady: Como puede Usted suponer, hemos pasado mucho tiempo con Harry White. Las reservas que podamos tener acerca de él son un pálido reflejo de lo que sienten sus colegas. Es dominante, mal colega, siempre trata de quedar por encima de uno con su voz chillona y destemplada, es estéticamente opresivo en su forma de pensar y en sus modales; no tiene la menor idea sobre las normas del comportamiento civilizado. Al mismo tiempo, siento un gran respeto e incluso simpatía por él. Aquí es, en muchos aspectos, el mejor hombre: es un funcionario capaz y entregado a su tarea... su integridad es grande y desea sinceramente hacer cuanto de bueno pueda por el mundo. Citado en Luis Ángel Rojo, Keynes: su tiempo y el nuestro , Madrid, Alianza Universidad, 1984, p. 268.

17Henry Morgenthau III, Mostly Morgenthaus. A Family History , Nueva York, Ticknor & Fields, 1991, p. 336.

18Fred Block, Los orígenes del desorden económico internacional , op. cit. , p. 72-73.

19Charles H. Hession, Keynes , Buenos Aires, Argentina, Javier Vergara Editor, S.A., 1985, p. 344.

20Citado en Fred Block, Los orígenes del desorden económico internacional , op. cit. , pp. 75-76.

21Ibid . pp. 77-78. El voto de un país en el fondo sería aproximadamente proporcional al monto de su cuota. Estados Unidos tendría cerca del 25% de los votos, aunque su cuota fuese mayor. Con esta capacidad de decisión, este país quedaba exento de cualquier decisión del resto que, en el mejor de los casos, dispondría sólo del 75% de los votos. Loc. Cit.

22Roy Harrod, La vida de John Maynard Keynes , op. cit. , pp. 644-645.

23Jacques Attali, ¿Y después de la crisis qué...? , Barcelona, Gedisa editorial, 2009, pp. 32-33.

24Citado en Michael Hudson, Superimperialism , Nueva York, Holt, Rinehart and Winston, 1972, p. 70.

25Robert Skidelsky, John Maynard Keynes , op. cit. , p. 855.

26Fred Block, Los orígenes del desorden económico internacional , op. cit. , p. 92.

27El propio presidente Roosevelt muestra una simpatía por Stalin que trasciende, con mucho, a la retórica. Cfr. Susan Butler (compiladora), Querido Mr. Stalin. La correspondencia entre Franklin D. Roosevelt y Josef V. Stalin , Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., 2007.

28Henry Morgenthau III, Mostly Morgenthaus. A Family History , op. cit. , p. 423.

29Discurso de Keynes en la sesión de clausura de los trabajos de Bretton Woods, julio de 1944, citado en R. Harrod, La vida de John Maynard Keynes , op. cit. , p. 669. Las cursivas son mías (FNU).

30Discurso de John Maynard Keynes en la inauguración del FMI y del Banco Mundial en marzo de 1946, Savannah, Estados Unidos, cita en Roy F. Harrod, La vida de John Maynard Keynes , op. cit. , pp. 724-726.

31Citado en Robert Skidelsky, Keynes , Madrid, Economía Alianza Editorial, 1998, p. 25.

32Roy Harrod, La vida de John Maynard Keynes , op. cit. , p. 726.

33Fred Block, Los orígenes del desorden económico internacional , op. cit. , p. 116.

34"No está claro quién introdujo la idea de Edad de Oro del capitalismo. Se mencionan, como los que la difundieron inicialmente, a Irma Adelman, notable economista de la Universidad de California, Berkeley; a Stephen Marglin y Juliet Schor, quienes editaron el libro Golden Age of Capitalism , Oxford University Press, 1992, y a Angus Maddison, que por ya muchos años ha sido reconocido como historiador del capitalismo", Carlos Tello y Jorge Ibarra, La revolución de los ricos , México, Facultad de Economía, UNAM, 2012, p. 23 (n. al p.).

Recibido: 24 de Febrero de 2016; Aprobado: 18 de Marzo de 2016

* Correspondencia: fjnovelo@correo.xoc.uam.mx.


Discusión

Reflexiones sobre el mundo imaginado tres cuartos de siglo atrás por Keynes, White y Schacht

Esteban Pérez Caldenteyaa 

a Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, Santiago, Chile).

REFLEXIONES GENERALES

Novelo Urdanivia analiza y compara los planes para la posguerra de los dos grandes arquitectos del sistema económico internacional, John Maynard Keynes y Harry Dexter White, reflejando su debida complejidad y visión del mundo. El mundo imaginado tres cuartos de siglo atrás, es sin lugar a dudas, una historia del debate, confrontación, y una secuencia de tira y afloja, entre estos dos economistas que representaban los intereses geopolíticos de Gran Bretaña y Estados Unidos, y que tenían enfoques y talentos de distinta índole.

Aunque el autor no ahonda en las personalidades de Keynes y White, éstas ayudan a entender la polémica entre ambos y su desenlace. Keynes demostraba de manera general una gran confianza en su intelecto, en su habilidad para imponer su punto de vista mediante la lógica y el razonamiento, y en sus conocimientos teóricos y prácticos.1 Por su parte, White era altamente pragmático y persistente, aferrándose a sus puntos de vista, lo que le ganó el respeto de Keynes. También White fue un hábil estratega evitando teorizar con Keynes y refugiándose en las restricciones que le imponía la política interna de Estados Unidos. Fue, además, capaz de aunar esfuerzos y apoyos para su plan, aislando a Keynes en las discusiones de algunos de los temas más trascendentales que se trataron en Bretton Woods (Steil, 2013, pp. 162 y 177).

Novelo Urdanivia no se limita a reflexionar sobre Keynes y White. En el hilo conductor de su argumento incorpora acertadamente a otros economistas de la época, como Henry Morgenthau y Horace G. Hjalmar Schacht, trazando así un rico bosquejo del contexto político y económico en el cual se gestó el mundo imaginado tres cuartos de siglo atrás. El autor muestra el ingenio de Schacht en el diseño de la política económica aplicada en Alemania a mediados de la década de los treinta, que es una faceta suya poco conocida, y que contrasta con la del banquero ortodoxo que puso freno a la hiperinflación alemana más de diez años antes.

Fiel al registro histórico, la narrativa refleja el sentido de esperanza y optimismo que conllevan la posibilidad de poder cambiar la organización económica del mundo y su modus operandi . A la vez, muestra la frustración y resignación que implica reconocer las limitantes que la realidad suele imponer a los grandes designios. Tal y como señala Novelo Urdanivia (p. 23): "los malos presagios respecto al papel que podrían jugar las instituciones de Bretton Woods" se hicieron cada vez más evidentes para Keynes. Y este "abandonó Savannah con gran amargura" (Ibid ., p. 25).2 Esto se refleja en el duro juicio que emitió Keynes en dicha reunión en una carta a Richard Kahn:

Los americanos no tienen idea como transformar estas instituciones (el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial) en instituciones internacionales operativas, y sus ideas son malas en casi todas las direcciones. Aún así, tienen la intención de forzar sus propias convicciones con independencia del resto de nosotros (...). Al presente, soy muy pesimista. Los americanos en la cima no tienen absolutamente ninguna concepción de la cooperación internacional; ya que son los principales socios, piensan que tienen derecho a llevar la batuta en prácticamente cualquier punto (Keynes, 1980b, p. 217).

Por último, el artículo de Novelo Urdanivia pone sobre el tapete un tema central, más allá de la polémica de Bretton Woods, y que tiene un carácter más universal, a saber la dificultad que entraña buscar y encontrar el equilibrio entre lo que se considera técnicamente correcto y lo que es políticamente plausible. Esta dificultad puede ilustrarse con particular claridad en las distintas reacciones, y de hecho ambivalencias, de Keynes ante el plan de White.

La opinión de Keynes sobre el plan de White, que llegó a las manos del primero en julio de 1942, no fue favorable: "Obviamente no funcionará", "la solución técnica me parece sin remedio. No ve cómo evitar las dificultades del patrón oro y se ha olvidado del útil concepto del dinero bancario" "el memorando (de White) es muy complicado, discursivo y difuso, difícil de entender y casi imposible de leer" (Keynes, 1980a, pp. 158, 159 y 161). En abril de 1943 volvió a reiterar que el plan de White "(...) tal y como está no tiene sentido coherente" (Ibid ., p. 258).

Para mayo de 1943, en su primer discurso ante la Cámara de los Lores, Keynes parece haber cambiado de opinión: "El mundo entero está en deuda con Mr. Morgenthau y (...) Dr. Harry White, una deuda de profunda gratitud por la iniciativa que han tomado (...) propuestas de gran novedad e importancia de gran alcance. La mayor parte de los críticos, desde mi punto de vista, han sobreestimado las diferencias entre los dos planes (...) nacidos del mismo clima de opinión y que tienen un objetivo similar."

Hacia finales de junio Keynes había aceptado la sustancia de las condiciones esenciales del plan de White (Ibid. , pp. 308 y 317). Pero a la vez Keynes parece haber vuelto a sus opiniones iniciales sobre el Plan White: "La revisión no demuestra ningún aumento de sabiduría política y no mucho más en la capacidad técnica. Algunas de sus provisiones están redactadas con el brutal egoísmo en defensa de los intereses de un país que posee oro en cantidades ilimitadas. En mi opinión, deberíamos esperar un quiebre completo (en las negociaciones) a menos que se realicen importantes cambios" (Ibid. , p. 316).

Con todo, Federico Novelo Urdanivia nos entrega un veredicto positivo de las iniciativas para crear un nuevo orden económico mundial. Así nos dice (p. 25): "El mundo imaginado a partir de 1941 produjo la más duradera etapa de crecimiento de la economía mundial hasta ahora registrada, guiada por el propósito del pleno empleo y escoltada por la planeación económica y la economía mixta. Esta Edad de Oro del capitalismo llegó hasta la década de los setenta, a partir de la cual da comienzo el oráculo de la inflación, la estabilidad [precisaría: estabilidad nominal] como prioridad y la profundización de la desigualdad (...)." A estos factores añadiría un menor crecimiento y una mayor volatilidad producto de la liberalización financiera y la expansión significativa del sector financiero acompañada de una mayor complejidad.

Reconociendo los méritos de este artículo me gustaría ahondar en algunos de los temas que éste aborda, con mayor o menor detalle, con el fin de aclarar algunos puntos y aportar al debate de este periodo, que es fundamental para entender la problemática y situación económica global actual. Me concentro en cuatro tópicos: Keynes, White y el laissez-faire ; la entrada en escena de Schacht; los planes de Keynes y White, y el mundo imaginado tres cuartos de siglo atrás y América Latina (un tema que no aborda Novelo Urdanivia, pero que me parece esencial porque América Latina fue una pieza importante de los planes de la posguerra).3

KEYNES, WHITE Y EL LAISSEZ-FAIRE

Keynes y White tienen dos similitudes que creo importante señalar y que considero deberían destacarse con mayor fuerza en el artículo de Novelo Urdanivia.

Por una parte, ambos plantearon la importancia de la política macroeconómica monetaria y fiscal contracíclica. La postura de Keynes al respecto es bien conocida. Data por lo menos de 1924 ("¿Necesita el desempleo un remedio drástico?", Keynes, 1981a, pp. 219-223), antes de que llegara en 1932 a la teoría de la demanda efectiva. Una de sus más conocidas formulaciones en este periodo incluye el panfleto "¿Puede Lloyd George lograrlo?" (1929) (Keynes, 1972, pp. 86-125).

White fue uno de los autores, conjuntamente con Lauchlin Currie y P.T. Ellsworth, del memorando de Harvard sobre las políticas para combatir la Gran Depresión escrito en 1932 (Laidler et al. , 2000). En dicho memorando, los autores argumentaron que el aumento en el gasto público financiado por la emisión de bonos era la respuesta adecuada para contrarrestar los efectos de la Gran Depresión en el nivel de actividad económica y de empleo (Ibid ., pp. 28-30).4

Por otra parte, ambos economistas desconfiaban del laissez-faire , aunque este rasgo siempre fue mucho más pronunciado en Keynes que en White, y éste último adoptó, en definitiva, una postura un tanto nebulosa al respecto. Pese a que, de acuerdo a su plan, los países debían comprometerse a no establecer restricciones al comercio (salvo autorización contraria) White dejó en claro que el buen funcionamiento del laissez-faire exige supuestos muy restrictivos que no se cumplen en la realidad. Así, afirmó:

La creencia de que la reducción de todos los aranceles aumenta el comercio y produce un estado mayor de bienestar para todos los países bajo todas las circunstancias y en todas las etapas del desarrollo económico asume que los países están utilizando virtualmente todo su capital y trabajo; que un país mayoritariamente agrícola en su economía tiene tantas ventajas económicas, políticas y sociales como un país que es esencialmente industrial (...) que no hay ganancias en la diversificación de su producto. Estas suposiciones, centrales a la creencia de que una política basada en el "libre comercio" es ideal, no son válidas. Son irrealistas y defectuosas (...) (White, 1942, citado en Keynes, 1980a, p. 166).

Esta convicción quizá tenga su origen en los primeros trabajos de White y, en particular, en su tesis doctoral Las cuentas internacionales francesas 1880-1930 (1933), en la cual planteó importantes limitaciones del ajuste vía el mecanismo de precios a través del flujo de especie y enfatizó que los efectos ingreso operan más rápidamente que los de precios (White, 1933, p. 308; Flanders, 1989, p. 240). Así, remarcó (Ibid ., p. 306): "(...) el mecanismo de flujos de especie es (...) una de las fuerzas, pero no parece haber justificación para asumir que es la única o no siquiera el medio de ajuste más dominante (...). La teoría neoclásica no es una explicación completa. La teoría falla en que explica lo que ocurre bajo determinadas circunstancias que rara vez se dan (...) la explicación neoclásica exagera la efectividad de los flujos de oro y cambios en los precios (...) para restablecer el equilibrio en las cuentas internacionales."

En 1934 White volvería a plantear este punto en su revisión de los libros de Gottfried von Haberler (Der Internationale Handel , 1933) y de Bertil Ohlin (Interregional and International Trade , 1933) al concordar con ambos autores en enfatizar la importancia de los cambios en la curva de demanda, causados por variaciones en el ingreso, por encima de los cambios en los precios relativos, para lograr el ajuste.5 No obstante, aún se aferraba a la doctrina de los costos comparativos, ya que de lo contrario, según él, podía justificarse una política proteccionista permanente que cubriera una amplia gama de productos (White, 1934, pp. 731 y 737).

La desconfianza que mostró White hacia el laissez-faire no se tradujo en un apoyo irrestricto al intervencionismo, a los controles de importaciones, de precios y de flujos financieros, y al manejo cambiario.

En 1933 afirmó (en una carta a su supervisor de tesis, Frank Taussig) que la mejor manera para Estados Unidos de aprovechar los beneficios del comercio y protegerse de los choques externos era a través del control centralizado del comercio y tipos de cambios. Luego White moderó significativamente su postura y en 1938 calificó a la imposición de controles cambiarios como "la mejor de las peores opciones."6

En cuanto a los controles de capital, White había afirmado en su tesis doctoral que "alguna medida de controles inteligentes del volumen y dirección de la inversión extranjera es deseable" (White, 1933, pp. 311-312). También admitió en su plan que existen ocasiones en las cuales la adopción de controles es inevitable. Más adelante, en la década de los cuarenta, sostuvo que existen periodos en los cuales es de interés de un país establecer restricciones a los flujos de capital y al movimiento de los bienes. Y en este sentido afirmó en su plan para el diseño de las instituciones de la posguerra: "La tarea ante nosotros no es prohibir los instrumentos de control, pero desarrollar aquellos que serán más efectivos para lograr el objetivo de una prosperidad mundial sostenida" (citado en Horsefield, 1969, pp. 63-64).7

Por su parte, Keynes criticó el laissez-faire centrándose en sus aspectos monetarios en una serie de escritos que llevarían al Plan a una Unión de Compensación Internacional. Argumentó que históricamente el laissez-faire monetario entre países nunca había sido capaz (salvo en los reinados de Elizabeth (1533- 1558) y Victoria (1819-1837)) de equilibrar las transacciones internacionales.8 Era más bien una causa del empobrecimiento y descontento social y, más aún, de guerras y revoluciones.

En este sentido, a principios de la década de los cuarenta Keynes fue mucho más enfático en destacar las vulnerabilidades del libre intercambio que en otras de sus obras más críticas de la organización económica internacional como Las consecuencias económicas de la paz (1919).

Keynes pensaba que el problema del laissez-faire radicaba en tres factores de fondo estrechamente relacionados que, en la actualidad, siguen siendo re- levantes.

El primero es el mecanismo de ajuste automático. Como afirmó Keynes (1980a, pp. 21-22): "suponer que existe un mecanismo automático de ajuste que funciona suavemente, que preserva el equilibrio sólo si confiamos en los métodos del laissez-faire , es un engaño doctrinario que descarta las lecciones de la experiencia histórica sin tener detrás suyo el apoyo de la teoría sólida."

El segundo factor, asociado al primero, que para Keynes impedía que un sistema de laissez-faire equilibrara las transacciones internacionales es la libre movilidad de capitales. Según la teoría tradicional, la libre movilidad de capitales permite que éstos fluyan desde los países céntricos (acreedores) hacia la periferia (deudores), favoreciendo el desarrollo económico y el crecimiento mundial. Keynes argumentó que en el siglo XIX y hasta 1914 los flujos de capital habían seguido esta lógica dirigiéndose desde los países acreedores hacia los países deudores "que correspondía de manera general a los viejos y nuevos países, lo que permitía equilibrar la balanza de pagos internacionales y desarrollar los recursos en los países menos desarrollados" (Keynes, 1980a, p. 30).

Según Keynes, durante este periodo histórico la prosperidad de Europa se basaba en la de Alemania de la misma manera que la prosperidad del mundo dependía de la de Europa. Alemania exportaba manufacturas al resto de los países europeos y los países europeos exportaban manufacturas a Asia, a las colonias del Imperio Británico y a América Latina y el Caribe a cambio de materias primas y productos agrícolas, incluyendo alimentos. En caso de que los países de la periferia, como los de América Latina y el Caribe, no contaran con los recursos necesarios para adquirir los productos manufacturados de los países europeos, éstos últimos podían otorgarles financiamiento. La forma preferida era a través de la emisión de bonos de largo plazo por parte de los países de la periferia. Esto permitía financiar un régimen de crecimiento vía exportaciones en Europa y la construcción de infraestructura, como el ferrocarril, y los procesos de urbanización en la periferia. Este sistema internacional era viable en tanto los países en desarrollo pudieran generar suficientes ingresos en divisas para pagar las obligaciones sobre sus bonos y los países desarrollados mantuvieran la estabilidad en el mercado internacional de bonos (Temin y Vines, 2014, pp. 9-12).

No obstante, a partir del final de la Primera Guerra Mundial este mecanismo había pasado a funcionar de manera muy distinta, dejando de favorecer el desarrollo económico a la vez que se había transformado en una importante fuente de inestabilidad. En una primera fase, luego de la Primera Guerra Mundial, los flujos financieros seguían dirigiéndose del acreedor al deudor pero habían perdido su correspondencia con el desarrollo económico. Tanto los países acreedores como los deudores eran países desarrollados (Estados Unidos y Gran Bretaña, por un lado, y otros países europeos, por otro lado). En una segunda fase, en la década de los treinta, el capital había dejado de fluir del acreedor al deudor, y más bien fluía del deudor al acreedor y esto se había transformado, según Keynes, en la fuente principal de inestabilidad y de especulación (Ibid ., pp. 30-31).

Más allá de estos motivos, Keynes argumentó que existían razones más de fondo en contra de la libre movilidad de capitales: mantener la autonomía de la política económica y, de manera más específica, el uso de la tasa de interés como herramienta central para manejar el desempeño interno de la economía.

Como afirmó en su presentación de su propuesta ante la Cámara de los Lords en 1943 (Keynes, 1980a, pp. 275-276): "No es sólo un tema de limitar la especulación cambiaria y los movimientos de dinero ilícito, o incluso de evitar fugas de capital debido a motivos políticos; si bien hay que controlar todos estos factores. La necesidad (de los controles de capital), en mi opinión, es más fundamental (...) perdemos el control de la tasa de interés interna (...) no podemos controlar la tasa de interés interna si los movimientos de capital en dinero son irrestrictos."

El FMI, en su artículo VI, estimula a los países al uso de controles de capital de producirse un desequilibrio en la balanza de pagos por una salida de capitales (no por un déficit en cuenta corriente) como precondición para solicitar un préstamo. Esta normativa se debe seguramente más a Keynes que a White, no obstante, el hecho que olvida por completo es la razón de fondo por la cual Keynes favorecía los controles de capital: la autonomía de la política económica.

El tercer factor que impedía el funcionamiento adecuado del laissez-faire es la relación asimétrica que existe entre el acreedor y el deudor. Para Keynes el ajuste en las relaciones internacionales económicas tiende a recaer en el deudor, que también es el país de menor tamaño y el que se encuentra en una posición de mayor debilidad. Esto trae consecuencias negativas importantes para el crecimiento, la estabilidad y el bienestar.

Para empezar, el sacrificio que se exige al deudor, con las consecuencias sociales que esto entraña, con el fin de ajustar precios y salarios para lograr el equilibrio internacional es mucho mayor que el que se le pide al acreedor. Además, el ajuste para el país deudor es obligatorio, no así para el acreedor. Finalmente, los medios de que dispone el deudor para ajustar su economía, la disminución de precios, la baja de los salarios y la depreciación cambiaria, tienen un efecto negativo en sus términos de intercambio. Concluiría: "(...) ha sido una característica inherente del sistema de ajuste automático internacional bajo una moneda metálica (...) forzar el ajuste en la dirección que es más disruptiva para el orden social, y tirar la carga del ajuste en los países que menos lo pueden aguantar, empobreciendo a los más pobres" (Keynes, 1980a, p. 29).9

SCHACHT ENTRA EN ESCENA (AUNQUE TEMPORALMENTE)

Según Keynes, a principios de la década de los cuarenta el sistema basado en el laissez-faire estaba totalmente descompuesto. Esto presentaba una gran oportunidad para reformar el sistema económico internacional. Dos alternativas se posicionaban con fuerza.

La primera se basaba en una versión refinada y perfeccionada de un esquema que ideó Horace Haljmar Schacht a principios de la década de los treinta. Este se embarcó en un Nuevo Plan económico (Septiembre, 1934) que consistía en el financiamiento de un masivo programa de obras de infraestructura y, principalmente, rearmamento a través del control estatal del crédito (explicada en detalle en el trabajo de Novelo Urdanivia). También, para evitar la depreciación del Reichsmark y su desligamiento del oro, puso en práctica una serie de controles de importación y otro tipo de medidas que hicieron, para fines prácticos, que el comercio se llevara a cabo mediante un sistema de intercambio de trueque bilateral con el sureste de Europa por medio del cual Alemania intercambiaba productos terminados por materias primas.

Pese a que se sostiene que las medidas de Schacht evitaron la depreciación, que indujeron una disminución del desempleo y el aumento de la producción (Ahmed, 2009) (Novelo Urdanivia menciona el milagro económico alemán (pp. 9-10)), de hecho se produjo una situación de desabastecimiento, racionamiento, incremento de precios de alimentos básicos, deterioro de los salarios reales y poder adquisitivo y un masivo descontento entre parte de la población, sobre todo entre las capas de ingreso bajos (Kershaw, 1998, pp. 576-579). Difícilmente se puede comparar este sistema con el que ideaba Keynes. Y es incorrecto, desde mi punto de vista, hacer un paralelo entre ambos autores sobre la base de que las medidas de Schacht funcionaban como un mecanismo keynesiano de gasto deficitario (i.e. , Classen, 2016) y creo que es muy importante recalcar este punto.

Lo que llamó la atención de Keynes fue el sistema de trueque instaurado por Schacht y el consiguiente desacople entre la moneda y el intercambio de bienes. Como afirmó Keynes (1980a, pp. 23-24): "El Dr. Schacht cayó en desesperación en algo que tenía en sí los gérmenes de una buena idea a nivel técnico. Esta idea consistía en cortar el nudo descartando el uso de una moneda con validez internacional y sustituyéndola por lo que sería en realidad el trueque, no [...] entre individuos, sino entre distintas unidades económicas [...]."

Keynes tenía razón al hablar de desesperación. Efectivamente, al referirse al sistema de intercambio que él había ideado Schacht afirmó: "Todo el mundo moderno está loco. El sistema de fronteras nacionales cerradas es suicida [...] todo el mundo aquí está loco. Y yo también. Cinco años atrás hubiera dicho que habría sido imposible que me fuera a volver tan loco. Pero estoy forzado a volverme loco" (Schacht, citado en Ahmed, 2009, p. 482).

La otra alternativa se sustentaba en desarrollar un esquema ideal que preservaría las bondades y ventajas de un medio de pago internacional universalmente aceptado, a la vez que se suprimirían aquellos aspectos dañinos del sistema económico internacional existente. Keynes se embarcó a desarrollar esta alternativa, pese a que la tildó de utópica, porque suponía mayores grados de comprensión, espíritu innovador y cooperación internacional y confianza que la que es razonable y segura de asumir (Keynes, 1980a, p. 33).10 Keynes era consciente de que para llevar a cabo este proyecto tenía que contar con el apoyo de Estados Unidos.

LOS PLANES DE KEYNES Y WHITE

Henry Morgenthau (Secretario del Tesoro de los Estados Unidos durante la administración de Franklyn D. Roosevelt) pensaba, al igual que Keynes, que la organización del sistema monetario internacional se prestaba a la especulación, y esto se debía a un excesivo poder del sector financiero sobre la economía real, por lo que se propuso excluir a los "prestamistas dinerarios usureros del templo de las finanzas internacionales" (Steil, 2013, p. 125).

Morgenthau no sólo desconfiaba del sector financiero, sino también de la banca central; y tenía la firme intención de mover el centro del control financiero desde Londres y Wall Street al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Con tal fin, a finales de 1941, confió a Harry Dexter White, Secretario Asistente del Tesoro de los Estados Unidos, la elaboración de un memorando para el establecimiento de un fondo interaliado de estabilización guiado por el objetivo tácito de elevar el dólar a la categoría de principal moneda de reserva internacional y en el único sustituto del oro. Tal como afirmó White: "El dólar es la (...) moneda en cuya fortaleza hay confianza universal. Probablemente se transformará en el pivote de la estructura de monedas estables de la posguerra." (White, 1943, citado en Steil, 2013, p. 163).

La visión de Estados Unidos y el dólar como ejes del sistema económico internacional moldearon en gran medida el diseño de las dos instituciones que, según White, debían articular el nuevo orden internacional: un Fondo de Estabilización de las Naciones Unidas y Asociadas y un Banco de Reconstrucción y Desarrollo de las Naciones Unidas y Asociadas.

Ambos tenían una variedad de objetivos y, desde mi punto de vista, las funciones respectivas no siempre estaban bien delimitadas. El Fondo de Estabilización incluía varios objetivos, incluyendo la estabilización de los tipos de cambio, el estímulo a los flujos de capital orientados al sector productivo, reducir la necesidad de restricciones cambiarias y regímenes de tipo de cambio múltiple, así como promover políticas monetarias de corte más ortodoxo (Moggridge, 1992).

En cuanto al Banco de Reconstrucción y Desarrollo, éste perseguía, entre otros, la provisión capital para la reconstrucción y facilitar la transición a la paz, la provisión de capital de corto plazo para financiar las transacciones de comercio exterior, la redistribución de los acervos de oro en el mundo, eliminar el peligro de las crisis financieras, así como mitigar las depresiones y la estabilización de los precios de los productos primarios.

Algunos economistas de la época como, por ejemplo, Harrod pensaban que el Fondo tenía un objetivo limitado mientras que el Banco de Reconstrucción y Desarrollo tenía una misión mucho más prometedora. Así, Harrod argumentó (1951, p. 540): "(...) Keynes afirmó (...) que el Fondo Monetario Internacional debería llamarse un banco y el Banco Internacional un fondo (...).11

No obstante, el debate y divergencia de opinión entre Keynes y White se centró casi exclusivamente en la Unión de Compensación Multilateral versus el Fondo de Estabilización. Esto se debió quizás a dos tipos de motivos.

Keynes criticó la propuesta del Banco de Reconstrucción y Desarrollo, ya que sus principios básicos (sustentados en particular en la ausencia de distinción entre los países acreedores y deudores) no resolvían los desequilibrios entre países y, además, presentaban importantes limitantes para promover el desarrollo económico.

En similitud con el plan de White, la Unión de Compensación Internacional de Keynes también contemplaba objetivos fuera del ámbito estrictamente monetario. Para ello, Keynes tenía en mente la creación de una junta de economía internacional, una corporación de inversión o desarrollo y un esquema para el control de las materias primas.

Keynes identificó las funciones del Banco de Reconstrucción y Desarrollo con las de éstas tres instituciones que él proponía (Keynes, 1980a, p. 161). Sin embargo, desde mi punto de vista, el objetivo central de estas tres instituciones propuestas por Keynes era más acotado: se trataba del manejo de las fluctuaciones del ciclo económico. Por esta razón, Keynes no entró en detalles ("(...) no levanta(n) temas de importancia que afectan la constitución fundamental de la Unión propuesta. Se menciona(n) aquí para completar el cuadro de los objetivos principales que el establecimiento de la Unión Monetaria debe servir") (Keynes, 1980a, p. 133).

Keynes pensaba que, previo a dar comentarios detallados a la propuesta norteamericana del Banco de Reconstrucción y Desarrollo, las autoridades de Estados Unidos y Gran Bretaña debían de ponerse de acuerdo sobre los objetivos centrales del banco. Según Keynes, éstos incluían el financiamiento de los esfuerzos de reconstrucción después de la guerra y del desarrollo económico. Además, Keynes también remarcó que en un año electoral como 1944, el presidente Roosevelt esperaría hasta después de las elecciones para concretar acuerdos en algunos temas de cooperación económica de índole más delicada políticamente, tales como la política comercial y los commodities (Keynes, 1980a, pp. 419-426 y 444-445). De hecho, este argumento puede fácilmente aplicarse a los objetivos y ámbito de acción del Banco de Reconstrucción y Desarrollo. Las diferencias entre Keynes y White respecto al diseño de la institución monetaria internacional cubren varios ámbitos y son de diversa índole. Novelo Urdanivia resume las principales diferencias entre ambos planes para la creación del Fondo Monetario Internacional (Novelo Urdanivia, p. 19).

No obstante, me parece importante enfatizar que el punto de desacuerdo esencial es la naturaleza propia de dicha institución, un Fondo de Estabilización versus una Unión de Compensación Internacional, a partir de la cual se pueden derivar la mayor parte de las discrepancias entre ambos enfoques. Keynes recalcó este punto en varias ocasiones: "La diferencia más fundamental entre ambos esquemas está correctamente indicada por sus títulos. Las ideas americanas toman forma en un Fondo de Estabilización con una suscripción de responsabilidad limitada, mientras que las propuestas del bancor tienen como objetivo una Unión de Compensación Internacional con un uso amplio del crédito"; "capital suscrito versus principio de la banca. Reflexiones más profundas me convencen que éste es el tema más fundamental" (Keynes, 1980a, pp. 225 y 249)

La Unión de Compensación partía de la generalización del principio de la banca (Banking Principle ) basado en la igualdad necesaria entre activos y pasivos (créditos y débitos). De acuerdo a este principio, los créditos sólo son transferidos al interior del ámbito de la Unión de Compensación y nunca fuera de éste. Como afirmó Keynes (1980a, pp. 98-99): "La esencia del esquema es muy simple (...). Es la extensión a la esfera internacional de los principios esenciales de la banca por los cuales, cuando un individuo quiere dejar sus recursos ociosos, esos recursos no se extraen de la circulación más bien se ponen a disposición de otro individuo que está preparado para utilizarlos -y hacer esto posible sin que el primero pierda su liquidez y su derecho a emplear sus propios recursos cuando lo decida (...)-. Es sólo mediante la extensión de estos mismos principios (los principios de la banca local) a la esfera internacional que podemos curar los males manifiestos de la economía internacional como existía entre las dos guerras."

La aplicación del principio de la banca implica que el volumen total del sobregiro (el monto total del balance deudor denominado cuota) no necesita un respaldo. Las cuotas surgen de la nada (ex nihilo ) con base en una medida como la que propuso Keynes, i.e. , la participación del comercio internacional de los distintos estados miembros de la Unión de Compensación. Además, el buen funcionamiento del principio de la banca requiere que todos los países tienen derecho al sobregiro automático (el monto máximo de sobregiro es igual a la cuota).

Los deudores y acreedores debían ajustar sus balances, cuando estos se situaran por encima de un determinado umbral de su cuota promedio, lo que permitía la adecuada distribución de la demanda efectiva y otorgaba a todo el esquema de Keynes un sesgo expansivo. Este sesgo expansivo venía reforzado por la autonomía de la política monetaria (para lo cual se necesitaba el control de capitales) y por la convertibilidad de una vía entre el oro y el bancor para evitar el atesoramiento (el oro se podía intercambiar por bancor , pero el bancor no se podía intercambiar por oro). También se podría argumentar que la mayor flexibilidad en la posibilidad de ajustar los tipos de cambio en el esquema de Keynes, relativo al de White, respondía a este tipo de consideraciones.

En oposición a este diseño, el Fondo de Estabilización de White otorgaba préstamos con base en el capital suscrito. El capital suscrito fijaba un techo al pasivo que podía detentar un país miembro.

La lógica de un fondo basado en el capital suscrito requiere un activo de reserva (el dólar). Para cumplir con las funciones que quería atribuirle White al dólar, éste requería el respaldo del oro. La importancia que White atribuyó al oro quedó en claro no sólo en su plan, sino también en su escrito sobre "El futuro del oro" (Circa 1939-1942). Allí afirmó: el "oro es el mejor medio de intercambio internacional ideado (...) [su] superioridad se basa en la experiencia común de las naciones que ha revelado una y otra vez, en distintas partes del globo, que un país con el oro adecuado puede participar en el comercio y finanzas internacionales más libre y eficazmente que un país con poco o nada [de oro]" (citado en Steil, 2013, p. 129). Es quizás por la importancia que White atribuía al papel del oro que una de las primeras reacciones de Keynes a la propuesta de White fue afirmar que se trataba de una versión modificada del patrón oro y que el plan de White era "vino añejo en odres nuevos" (Keynes, 1980a, pp. 159 y 278).

Los préstamos del Fondo no se otorgaban de manera automática. El Fondo respondía a la demandas de préstamos de un país miembro mediante una evaluación rigurosa e independiente de los cambios que éste debía de implementar para corregir los desequilibrios en sus balanzas de pago. El otorgamiento efectivo de los préstamos estaba sujeto a que el país miembro estuviera dispuesto a realizar tales cambios.

En este sentido, a diferencia de la Unión de Compensación, el Fondo propuesto por White no tenía un sesgo expansivo y ponía gran parte del peso del ajuste en el deudor. Por esta razón, discrepo de la opinión de Novelo Urdanivia respecto a que el plan de White buscaba el pleno empleo como el de Keynes (Novelo Urdanivia, pp. 16-17). El plan de Keynes puede verse como una extensión de los principios de su Teoría General (1936).12

En cualquier caso, en el diseño final del Fondo Monetario Internacional no se incorporó de manera explícita la condicionalidad. Esta fue introducida como práctica general en la década de los cincuenta (Boughton, 2006).

La diferencia de diseño entre un Fondo y una Unión de Compensación también explica la importancia de la unidad de cuenta en cada esquema. La unitas de White era meramente figurativo y tenía un papel político y no económico. Se trataba de un fetiche para evitar quejas y atraer a aquellos que creían en la necesidad de una moneda internacional (Boughton, 2002). Keynes entendió que el unitas no tenía ninguna función (Keynes, 1980a, p. 246) y en vano trató de monetizar el unitas . En cambio para Keynes el bancor cumplía una función central, desligar el dinero de la moneda de reserva internacional. Además, reducía la dependencia del oro y del dólar. Todo esto permitía una mayor autonomía en la conducción de la política económica interna.

EL MUNDO IMAGINADO HACE TRES CUARTOS DE SIGLO Y AMÉRICA LATINA

Los planes de Keynes y White, no cabe duda, reflejaban las preocupaciones esenciales de dos grandes potencias. Gran Bretaña no sólo estaba preocupada de la necesidad de obtener recursos para financiar el esfuerzo de guerra y, una vez terminada ésta, para reconstruir y reconstituir su economía. También quería mantener el sistema de preferencias vigente bajo el imperio británico y desbloquear los saldos monetarios en libras esterlinas que varios países habían acumulado durante la guerra (Boughton, 2002).

Por su parte, el gobierno norteamericano y White rechazaron la estimación de las necesidades de financiamiento de posguerra de Gran Bretaña, así como mantener su sistema de preferencias comerciales imperiales. Como señalado anteriormente, White siempre tuvo en mente mantener la supremacía de Estados Unido y elevar el papel del dólar al de la principal moneda de reserva internacional. El hecho de que Estados Unidos detuviera dos tercios del acervo de oro en el mundo ciertamente contribuía a lograr estos objetivos. Como argumenta Steil (2013, p. 135):

(...) el Fondo de White generaría un mundo congénito a los intereses económicos de Estados Unidos. La maquinaria de exportación de Estados Unidos estaría protegida por el compromiso de otros países de no imponer nuevas barreras al comercio o poner en práctica devaluaciones competitivas (...) sustentado por la habilidad de sancionarlos por tal comportamiento. De manera inversa, el gobierno de Estados Unidos tendría la discreción ilimitada sobre su propia política económica, ya que su moneda dominante respaldada por el control de dos tercios del oro monetario mundial, aseguraría que nunca tendría que pedir prestado del Fondo y su poder de veto efectivo, otorgado por la formula de White, permitiría que nunca fuera censurado. Los otros países firmarían el acuerdo para poder garantizar el acceso (...) a los dólares (...) respaldados por oro a un precio fijo.

No obstante, ambos, Keynes y White, reconocieron la importancia de incorporar en sus planes respectivos y en el acuerdo de Bretton Woods a América Latina, aunque con distintos matices. Algunos ejemplos ilustran este punto.

Ambos necesitaban a América Latina para sacar adelante sus respectivos planes. El plan de White, por lo menos en un principio (según Keynes) otorgaba la misma ponderación en el poder de voto a todos los países, algo que Keynes desaprobaba enfáticamente ("Así en el resultado final los estados pequeños de América Latina [...] tienen el doble de votos que el Imperio Británico" Keynes, 1980a, p. 162). Al mismo tiempo, Keynes pensaba que la Unión de Compensación Internacional debía tener ocho gobernadores y que uno de ellos debía ser elegido por los bancos centrales de América del Sur, aunque la administración de los asuntos de América Latina debía llevarse desde Nueva York (la Unión de Compensación Internacional era para Keynes una institución británico-americana (Ibid. , pp. 40 y 60)). Keynes ciertamente tenía en mente a América Latina al tratar la relación acreedor-deudor (de hecho menciona a Brasil, Ibid. , p. 29).

Aún así, es probable, como lo enfatiza Helleiner (2014), que White tuviera una relación más cercana con América Latina, en parte, pienso, por motivos geopolíticos, que se reflejaron en la política del buen vecino de Roosevelt, que incluyó una estrecha colaboración en materia monetaria entre Estados Unidos y América Latina (como lo atestiguan las misiones de asistencia técnica de Triffin, que contó en algunos con la colaboración del economista argentino Raúl Prebisch). También hay que mencionar que luego de la guerra Estados Unidos se transformaría en el principal acreedor mundial y que otros países desarrollados, como Gran Bretaña, estarían en dificultades para otorgar créditos a los países en desarrollo.

Por su parte, América Latina jugó un papel activo como comentarista de los planes de Keynes y White y en las discusiones y diseño del nuevo orden económico mundial.

Los países de América Latina representaron el 50% de los países invitados por Morgenthau a Washington, en 1943, para discutir el primer borrador público del Plan White. A su vez, la embajada de Gran Bretaña en Washington se aseguró de que una copia del plan de Keynes fuese enviada a todos los representantes de América Latina que asistieron a dicha reunión. También el gobierno británico hizo un importante esfuerzo de difusión del Plan Keynes que involucró visitas a varios países de América Latina para explicar dicho plan.

La Declaración Conjunta de los Expertos sobre los planes para el Fondo fue publicada simultáneamente, a petición de Estados Unidos y Gran Bretaña, en las capitales de ambos países y Rusia y también en tres ciudades de América Latina, Rio de Janeiro, Ciudad de México y La Habana. Por último, en junio de 1944, cuatro países de América Latina (Brasil, Chile, Cuba y México) fueron invitados a la conferencia de Atlantic City que antecedió a la Bretton Woods. En Bretton Woods, 19 de las 44 delegaciones de los países presentes eran de origen latinoamericano.

Las reacciones de los economistas latinoamericanos a los planes de Keynes y White fueron más bien mixtas. Dos ejemplos ilustran este punto, Victor Urquidi y Raúl Prebish. En su análisis de los planes internacionales para la posguerra Urquidi (1944, p. 565)remarcó: "Puede decirse que un proyecto es mejor que el otro? Es muy difícil contestar a esta pregunta de un modo definitivo."

Prebisch fue en un principio (1943) favorable al plan de Keynes en relación con el de White, lo que complació a Keynes (Helleiner, 2014, p. 160). Luego, en 1944 y 1945, Prebisch lamentaría el mecanismo de crédito automático por sus consecuencias inflacionarias ("Pero aquí está precisamente el gran peligro que encierra el Plan Keynes (...), la inflación (...). Se ha caído en el pecado del automatismo (...), ven ustedes los peligros inflacionistas, a lo que ello podría conducir al mundo entero", Prebisch, 1944, pp. 191-192; 1945, p. 99),13 si bien destacó: "Veo en la idea de Keynes aspectos muy favorables y otros aspectos inconvenientes que no es difícil llegar a corregir" (Prebisch, 1945, p. 100). Otros economistas de Brasil, Chile y México (Eugenio Gaudin, Otávio Gouvêa de Bulhões, Herman Max, Eduardo Villaseñor) también vieron en el plan de Keynes un esquema propenso a la inflación que no imponía la disciplina debida en los deudores.

En última instancia, Prebisch argumentó que ambos planes limitaban el espacio de política económica de los países en desarrollo como los de América Latina. Tal y como argumentó: "Aquí llegamos a este punto, que es uno de los más delicados del plan. Tanto en el Keynes como en el White, un país no puede alterar individualmente el tipo de cambio (...) sin el consentimiento de las autoridades monetarias internacionales. En dichas autoridades, como es razonable que así sea, figura una representación prominente de las grandes potencias. Surge pues este problema de tanta trascendencia para nosotros: ¿vamos a enajenar, a fin de cuentas, por un plato de lentejas nuestra soberanía monetaria, nuestra facultad de mover los tipos de cambio de acuerdo con nuestra apreciación de las condiciones internas y externas? ¿O vamos a delegar esa facultad privativa en un mecanismo internacional? Creo que planteado ese problema en nuestro país, la opinión pública no aceptará semejante decisión." (Prebisch, 1944, p. 201).

El tema de la autonomía de la política económica interna fue central para las delegaciones de América Latina en las discusiones de ambos planes y en la Conferencia de Bretton Woods.14 Las delegaciones de la región enfatizaron la necesidad de crear mecanismos para estabilizar los precios de los commodities , contar con una mayor flexibilidad de los tipos de cambio, tener la posibilidad de imponer controles de capital y poder proteger a las industrias nacientes (Helleiner, 2014, pp. 169-172).

Este tema, pese a haber estado presente en los planes de Keynes y White, nunca se resolvió ni se ha resuelto de forma satisfactoria. Prebisch lo expresó lúcidamente en 1946 en la Primera Reunión de Técnicos sobre Problemas de la Banca Central del Continente Americano (Presbisch, 1946, pp. 225-226).

Hay pues una diferencia marcada entre los fenómenos monetarios del centro cíclico y los de la periferia (...). La situación del centro cíclico, si se encuentra aquejada su economía de una baja fuerte de precios, tiene en sus propias manos el recurso expansivo necesario para conseguir la recuperación de aquellos, sin preocuparse por sus paridades monetarias (...). En cambio, los países de la periferia no pueden por sí mismos iniciar movimiento expansivo alguno porque enseguida tendrían que terminarlo por la disminución impresionante de sus reservas monetarias (...). Si un país de la periferia, frente a una gran contracción en el centro desea seguir una política activa de expansión (...) los efectos de esta expansión de crédito sobre sus reservas monetarias no tardarán en impedirle continuar esta política, salvo que acuda a otros medios, como el control de cambios o el movimiento de sus paridades (...). No es que yo esté de acuerdo con estas medidas: en realidad abomino de todas estas restricciones y controles de cambio (...). No nos queda otro remedio (...).

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Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de la CEPAL. Todas las traducciones del inglés al castellano, así como los paréntesis en las citas, son del autor.

1El testimonio y participación de Keynes en el Comité MacMillan es un fiel reflejo de sus dotes intelectuales (Keynes, 1981b).

2La amargura también llegaría a White, luego de haber sido nombrado el primer director ejecutivo de Estados Unidos al Fondo Monetario Internacional (FMI) fue acusado de traicionar los intereses nacionales de Estados Unidos y ser un espía de la Unión Soviética durante y después de la guerra. Las acusaciones hacia White, que reflejaban el ambiente de la época, nunca fueron probadas. No obstante, esto le valió que no fuera nombrado primer director del FMI. White renunció a su cargo en 1947 (Skidelsky, 2000; Boughton, 2000; Steil, 2013).

3Y no sólo para Estados Unidos o Gran Bretaña.

4Esta postura no era inusual para la época y las circunstancias. De hecho, la mayor parte de los economistas de Chicago de esa época, incluyendo Jacob Viner, Frank Knight, Henry Simmons, Paul Douglas y Aaron Director, eran partidarios de una política fiscal expansiva. Véase Pérez Caldentey, 2003.

5Esto implica que el movimiento y dirección de los términos de intercambio no puede predecirse ex ante .

6De acuerdo a sus escritos, se podría suponer que él pensaba que existe una jerarquía entre los distintos tipos de controles: la mejor opción es evitar controles y cuando hay que aplicarlos es mejor aplicar controles de tipo de cambio que controles sobre las importaciones.

7Boughton interpreta el término "control inteligente de capital" como una forma de canalizar los flujos financieros más que una forma de frenarlos. Véase Boughton, 2002, p. 9.

8Keynes también menciona al reinado de Alejandro Magno.

9Un pilar central de la propuesta de Keynes es que parte del ajuste debe recaer en el acreedor.

10El plan de Keynes eliminaba los intercambios de trueque y las barreras al comercio (evidente a partir del segundo borrador de su plan en 1942) (p.e. Keynes, 1980a, pp. 51 y 121). Asimismo, Keynes se manifestó en varias ocasiones en contra del bilateralismo para preservar el papel de Londres como centro financiero (Keynes, 1980a, p. 94; Flanders, 1989, pp. 198-201). Esto también se refleja en el carácter esencialmente autónomo de la Unión de Compensación Multilateral.

11De hecho, en 1943, Keynes menciona este punto como una fuente de confusión en el plan de White. Véase Keynes, 1980a, p. 368.

12Véase también Vines, 2003, p. 346.

13Nótese que Keynes no veía la inflación como un factor de demanda, sino de oferta. Antes de elaborar su plan, Keynes mencionó en enero de 1942 los controles de precios para el control de la inflación. "Evitar las condiciones inflacionarias en el periodo de la posguerra inmediato debe ser proporcionado (...) no por la deflación del crédito o presiones monetarias, sino por la continuidad de controles sobre las materias primas y otros productos" (Keynes, 1980a, p. 105). Su esquema de control de las materias primas, ya incorporado en su plan para la posguerra, cumplía también una función de control de precios.

14En 1946 todos los países de América Latina, excepto Haití, se incorporaron a las instituciones de Bretton Woods.


Articles

El mundo imaginado y el mundo real

Julio López G.

INTRODUCCIÓN

En 2016 se cumplen 85 años desde que se publicó la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero , que es para muchos la obra de economía más importante de todo el siglo pasado; y 75 años del fallecimiento de su autor, John Maynard Keynes. A la vez, se cumplieron 75 años de la firma de los acuerdos de Bretton Woods, y de la constitución del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, dos instituciones en cuya formación Keynes participó de manera decisiva.

Las políticas macroeconómicas inspiradas en la teoría de Keynes fueron muy importantes durante un largo periodo en los países avanzados, en tanto que la Teoría General fue lectura casi obligada en todas las escuelas de economía. Sin embargo, al revisar lo que queda del pensamiento keynesiano en las altas esferas de gobierno y en el mundo académico convencional, la respuesta es que no queda mucho. Es cierto que las políticas keynesianas, y sobre todo la política fiscal anticíclica, tuvieron un cierto repunte durante la primera etapa de la crisis económica que sacudió a los países centrales recientemente. Pero fue un repunte efímero, ya que esas políticas se abandonaron pronto y hoy las autoridades económicas, en casi todas partes del mundo, las consideran una verdadera aberración. La Teoría General se lee poco, cuando se lee; e incluso en los manuales básicos el principio de la demanda efectiva ocupa un lugar marginal. Al punto que hace algunos años, Robert Lucas, premio Nobel de economía en 1995, respondió negativamente en una entrevista a una pregunta sobre si los estudiantes de economía debían o no leer a Keynes.1

El injustificado descuido en que ha caído la obra de Keynes y la recuperación de la misma que hace Federico Novelo (2016) es una primera razón que da interés a su trabajo. La segunda razón es el tema del que él se ocupa: la contribución de Keynes en los años 1940 del siglo recién pasado a la reflexión sobre y a la construcción de una nueva arquitectura financiera internacional. Novelo cuenta una historia fascinante, por la que discurren los principales acontecimientos económicos de los países capitalistas durante las décadas de los treinta y cuarenta del siglo pasado, y desfilan personajes que jugaron en ellos un papel decisivo. Entre estos, además de Keynes y el también inglés Montagu Norman, el norteamericano Harry Dexter White y, el ya olvidado, Hjalmar Schacht. Este último, banquero central y ministro de Hitler, estuvo detrás del impresionante crecimiento económico de Alemania en esos años, en la que fue quizá la primera experiencia de manejo de la demanda con el objetivo de alcanzar el pleno empleo que ha conocido el mundo.2 Agrega Novelo que Schacht fue también el artífice de la estrategia económica internacional de Hitler, basada esencialmente en el bilateralismo, en tipos de cambio controlados, en la sustitución de importaciones y en la conformación de bloques cerrados de comercio. Todo lo cual permitió a Alemania procurarse en el sureste de Europa las materias primas que requería para su industrialización y carrera armamentista a marcha forzada. Por cierto, la propuesta que desarrollaron, cada uno por su lado, Keynes y White, buscaba en cierta medida plantear una alternativa, de naturaleza multilateral y dentro de un marco liberal, a la estrategia que venía siguiendo Alemania y que el autor de la Teoría General rechazaba llamándola "schachtiana".

Novelo no es el único que rescata en estos momentos la dimensión internacional de la obra de Keynes. Sobre todo a raíz de las dificultades aún no resueltas de la Europa del euro, muchos autores han buscado alguna respuesta en los escritos sobre el tema de este gran economista. Así, por ejemplo, Temin y Vines (2013), en un libro que posiblemente habrá de ser de lectura obligada sobre la materia, llegan a afirmar que la Teoría General , la obra por la que Keynes ha adquirido mayor fama, era apenas un peldaño en una reflexión teórica de mayor envergadura que este autor se proponía. Esta última habría de ser la formulación de una teoría de la macroeconomía en economías abiertas, misma que debería sentar las bases para reorganizar las finanzas a escala planetaria, de manera que estas sirvieran, en lugar de entorpecer, a la aplicación, en cada país, de políticas macroeconómicas tendientes al pleno empleo.

Estimulado por el artículo de Novelo, en este trabajo me propongo tocar algunas cuestiones que él no ha considerado, o en donde pienso que es necesario clarificar ciertos aspectos. En particular, y para contextualizar su trabajo, me parece importante explicar primero en qué consistían y cómo fue posible que se aplicaran a escala nacional políticas de inspiración keynesiana durante la inmediata posguerra y hasta el inicio de los años setenta del siglo pasado. Después de ello discutiré su opinión donde afirma: "El mundo imaginado a partir de 1941 produjo la más duradera etapa de crecimiento de la economía mundial hasta ahora registrada, guiada por el propósito del pleno empleo y escoltada por la planeación económica y la economía mixta." (p. 25). Para ello haré algunos comentarios sobre los alcances y los límites de las propuestas de Keynes en materia de relaciones económicas internacionales y cuáles fueron los factores que las dificultaron, llevando a su virtual abandono.

LAS POLÍTICAS KEYNESIANAS Y LA EDAD DE ORO DEL CAPITALISMO

Algunos lectores quizá recuerden que los dos padres fundadores del principio de la demanda efectiva diferían radicalmente en cuanto a la posibilidad de que en las economías avanzadas se aplicaran políticas expansionistas y, con ello, se enfrentara de manera radical el flagelo de la desocupación. Tal diferencia tenía mucho que ver con sus actitudes políticas y, por tanto, con el peso que uno y otro atribuían al poder y la actitud de las clases dominantes. El liberal Keynes, pensaba que "(...) las ideas de los economistas y los filósofos políticos (...) son más poderosas de lo que comúnmente se cree. En realidad el mundo está gobernado por poco más que esto. (...) Estoy seguro que el poder de los intereses creados se exagera mucho comparado con la intrusión gradual de las ideas" (Keynes, 1936, p. 383). A partir de ahí, él era bastante optimista respecto a la posibilidad de que en el futuro los gobiernos administraran la demanda, una vez que dispusieran de una fundamentación teórica sólida para justificarlas.

El socialista Michal Kalecki, en cambio, no veía como escenario probable en el futuro la aplicación decidida de políticas expansivas (Kalecki, 1943). A su juicio, tales políticas, si se empleaban de manera prolongada, traerían consigo cambios económicos que perjudicarían a algunos segmentos de las clases dominantes, y a la vez cambios políticos, asociados con una mayor capacidad de negociación y poder político de los trabajadores. Por lo tanto, él preveía más bien un "ciclo político", en que la presión de las masas llevaría a aplicar políticas expansivas cuando el desempleo fuera alto, mismas que se abandonarían tan pronto como las consecuencias de dichas políticas afectaran los intereses de las clases dominantes.

Como siempre ocurre, la realidad se mostró más rica de posibilidades que las anticipaciones teóricas. Por un lado, tanto las autoridades económicas como la burocracia gubernamental, sobre todo en Estados Unidos (EE.UU.) y en el Reino Unido, ganaron experiencia en las técnicas de administración de la demanda durante la guerra, y eran ahora menos reacias, que en el pasado, a la utilización de esas técnicas y, más en general, a la intervención del Estado en la economía.3

Pero aún más importante fueron los cambios políticos e ideológicos. Por un lado, las clases dominantes, así como también los partidos de derecha, que en muchos casos se habían aliado con el nazismo y con el fascismo, surgieron debilitados después de la derrota de los países del eje al término de la Segunda Guerra Mundial. Por el otro, el "estado de la opinión pública" sufrió un cambio radical durante la guerra y en la inmediata posguerra. Como señala Milward (1984), se generaron expectativas de que una vez terminado el conflicto la situación económica debería necesariamente mejorar de manera visible, garantizándose el pleno empleo y el acceso de las amplias mayorías a los satisfactores básicos. En alguna medida este cambio de la opinión pública respondió a la convocatoria de las fuerzas políticas de izquierda, incluyendo a los partidos comunistas, que salieron fortalecidas al final de esa contienda, gracias a la entrega con la que habían combatido al fascismo. Pero incluso dirigentes políticos con inclinaciones más bien "hacia la derecha", como por ejemplo De Gaulle en Francia, eran ahora partidarios de la intervención gubernamental en la economía y de la administración de la demanda con miras a garantizar el pleno empleo. Así pues, y como lo dice Korpi (2002, p. 387) , se configuró un escenario radicalmente nuevo en que: "Dada la preferencia por el pleno empleo del electorado (...), en presencia de partidos de izquierda fuertes, también los partidos de gobierno conservadores y de centro pueden llegar también a aceptar las políticas de pleno empleo como una estrategia de supervivencia electoral".

Ahora bien, la propuesta económica que favorecía Keynes era muy rica y compleja. En su visión, la acción gubernamental debería estar orientada fundamentalmente a generar expectativas de largo plazo favorables para el sector privado. Para ello, era indispensable la adopción explícita de un compromiso gubernamental con el pleno empleo y la aplicación de las políticas de demanda correspondientes, en el marco de una asociación y colaboración estrecha entre el sector público y el empresariado privado.4

Entendida en este sentido amplio es que puede decirse que, durante la inmediata posguerra y hasta comienzos de la década de 1970, efectivamente en una gran parte de los países avanzados se aplicaron políticas que podrían calificarse de "keynesianas". Sin embargo, hay que hacer notar que durante la primera parte de dicho periodo, lo que en realidad hicieron los gobiernos fue apoyar y facilitar, en lugar de tratar de reprimir, el fuerte crecimiento de la inversión y el consumo privados. Ambos, la inversión y el consumo, que se habían visto severamente coartados durante la guerra, tendieron a recuperarse con gran vitalidad cuando se levantaron los controles y mecanismos de racionamiento que estuvieron vigentes durante el conflicto, en el periodo inmediato que le siguió.

Así pues, y en contra de una opinión bastante generalizada, la estrategia económica favorecida por Keynes no ponía el acento en un gasto fiscal elevado.

No obstante, por las circunstancias de la inmediata posguerra, una primera consecuencia concreta de la aplicación de políticas expansionistas fue que en la mayoría de los países desarrollados el gasto público creció mucho más velozmente que el producto interno bruto (PIB). La experiencia del manejo de la demanda por la vía de la política fiscal durante la guerra en los EE.UU., en el Reino Unido, y en otros países, mostró que éste era técnicamente factible y que podía ser eficiente, y, además, hizo ver que para efectos de modular la demanda y para orientarla hacia metas específicas la política fiscal era más efectiva que la monetaria.

Hubo también otros factores que estimularon o hicieron necesario el recurso generalizado a políticas fiscales expansionistas. Menciono solamente dos. El primero, en los países europeos y en Japón, estuvo asociado con las necesidades de la reconstrucción. El segundo fue el surgimiento de la Guerra Fría, que llevó a los gobiernos una razón para incrementar su gasto, sobre todo en armamentos y en infraestructura. Asimismo, la competencia con el campo socialista y las presiones sociales los forzaron a elevar su gasto social.

Junto con la política fiscal, la política monetaria fue también expansionista, ya que los bancos centrales mantuvieron bajas las tasas de interés y facilitaron el crecimiento del crédito. Hay que recalcar que, junto con sostener una política crediticia muy elástica, los bancos centrales, que en muchos países estuvieron esos años sujetos al control del gobierno, mantuvieron una supervisión muy estricta sobre la orientación del crédito, y sobre la operación de los bancos privados. Recordemos, en este contexto, que en varios países europeos, y durante bastante tiempo, los bancos comerciales fueron de propiedad estatal. Esta política monetaria, como es evidente, fue radicalmente diferente de la que está de moda hoy, en que su única función es el combate a la inflación, bajo la vigilancia de un banco central autónomo.

Ya dije que las políticas expansionistas de demanda jugaron un papel clave en el "keynesianismo" de la inmediata posguerra. Junto con ello, y como parte de lo mismo, la aplicación decidida de los "estabilizadores automáticos" hizo posible suavizar las recesiones cíclicas que acompañan el desenvolvimiento capitalista. Todo esto hizo crecer el grado de aprovechamiento de las capacidades productivas, así como la masa y la tasa de ganancias, dándoles también estabilidad. Esto mejoró las expectativas de largo plazo, incentivando la inversión, dándole bríos a lo que Keynes, usando un término que se volvió famoso, llamó los "espíritus animales".

A todo lo anterior hay que agregar un punto importante. Se trata de que en la experiencia de la posguerra los precios se mantuvieron grosso modo estables, a pesar del aumento del gasto y de la reducción de la desocupación a niveles mínimos. La estabilidad de los precios, en un contexto de alto crecimiento, justificó ante las autoridades económicas, y ante la opinión pública, el mayor gasto público y las políticas expansionistas en general.

Keynes y Kalecki, así como otros economistas identificados con el pensamiento keynesiano, habían previsto que bajo condiciones de pleno empleo podrían generalizarse demandas salariales en ascenso que repercutirían sobre los precios. De hecho, quienes anticipaban que tal cosa podría ocurrir, señalaban que para evitar que las demandas salariales excesivas generaran una carrera entre precios y salarios, podría ser necesario poner en práctica lo que hoy llamamos "políticas de ingreso".5 Sin embargo, hasta mediados de los años 1960 los precios crecieron muy lentamente. Aunque los salarios nominales se elevaron de manera persiste, la productividad del trabajo también lo hizo, lo que aminoró el efecto de los aumentos salariales sobre los precios.

A lo anterior hay que agregar un elemento al que no siempre se la ha dado la debida atención. Se trata de la caída de los precios relativos de las materias primas. Entre 1950 y 1972 los precios relativos de las materias primas, respecto a aquellos de los bienes manufacturados, cayeron aproximadamente 25% (Varella et al. , 2005). Esto, por una parte, compensaba al menos parcialmente las alzas de los costos salariales, mientras permitía alzas de la participación salarial en el valor agregado. A la vez, la relativa estabilidad de los precios contribuyó, junto con otros factores y destacadamente junto con el control de los movimientos de capitales, a darle también relativa estabilidad a los tipos de cambio.

Como quiera que sea, y para concluir este punto, hay que recalcar que fueron las condiciones y las políticas internas de las potencias capitalistas las que hicieron posible el crecimiento económico sostenido durante la "edad de oro" del capitalismo. La reorganización del comercio y las finanzas internacionales jugaron más bien un papel de apoyo , importante sin duda, pero no decisivo. Detengámonos ahora en esto último.

EL CONTEXTO INTERNACIONAL DE LA "EDAD DE ORO" DEL CAPITALISMO

Las propuestas sobre la nueva institucionalidad internacional se discutieron, esencialmente, entre los EE.UU. y el Reino Unido, y se llegó, finalmente, a un desenlace que implicó la aceptación por los países signatarios del nuevo acuerdo de un sistema multilateral y liberalizado. Esto es, un sistema distinto del basado en el bilateralismo y en los controles como lo era el establecido por la Alemania nazi. Implicó también la creación del Fondo Monetario Internacional, la institución que habría de encargarse de organizar y supervisar las finanzas internacionales. E implicó, por último, aunque no en importancia, la aceptación de la propuesta de Estados Unidos presentada por White, en lugar de aquella del Reino Unido formulada por Keynes. Aunque Novelo explica con el detalle necesario esas propuestas, para entender su sentido me parece importante ahondar en los fundamentos teóricos que las motivaron.

Para que en el capitalismo pueda darse un crecimiento sostenido en el largo plazo, junto con el alza de la demanda interna y la ampliación de las capacidades de oferta, se precisa también que cada país pueda pagar las mayores importaciones que requiere para su crecimiento. Para esto último no basta con que todos, o al menos los principales países, apliquen políticas expansionistas, que harán crecer sus importaciones y, por tanto, la demanda por las exportaciones de sus socios comerciales. Normalmente coexistirán países con tendencia estructural al superávit de su balanza comercial, con otros que exhiben una tendencia estructural al déficit; y, además, los choques exógenos afectan a los distintos países de manera desigual. Todo lo cual hará surgir de manera espontánea déficit y superávit en los distintos países, lo cual, a su vez, puede estimular reacciones de los gobiernos respectivos que pueden poner en riesgo la mantención del comercio libre y la multilateralidad en las relaciones económicas internacionales.

En particular, la contracción de la demanda del país deficitario, que era y sigue siendo la medida usual cuando se presentan déficit externos persistentes, es precisamente la respuesta que Keynes y White trataban de evitar. Sobre todo porque perjudica las condiciones de vida de la población del país afectado, e implica una desocupación irracional de los recursos disponibles, tanto de su fuerza de trabajo como de sus instalaciones productivas. Pero, además, porque la contracción de la economía en un país abate la demanda por las exportaciones de sus socios comerciales. Tampoco el recurso a medidas proteccionistas se veía como una solución adecuada, porque lo que se buscaba era garantizar una buena división internacional del trabajo, lo que requería que las relaciones comerciales fueran lo más libres de obstáculos posibles.

Por supuesto, la depreciación o apreciación de la moneda del país deficitario o superavitario podría contribuir a la corrección de los saldos de la balanza comercial en uno u otro sentido. Sin embargo, no siempre los desequilibrios activos o pasivos de la balanza externa se corrigen gracias a tipos de cambio más competitivos o más apreciados.6 Keynes expresó así su punto de vista al respecto:

[E]xisten dos objeciones a los movimientos en el tipo de cambio (...). La primera se refiere al efecto de los términos de intercambio (...) en ciertas condiciones de las elasticidades relacionadas, una depreciación de la tasa de cambio puede empeorar la balanza de pagos, y es fácil imaginar casos donde, incluso si se restablece el equilibrio, es a cambio de una reducción seria e innecesaria del nivel de vida (...). En el mundo moderno, donde los salarios están estrechamente relacionados con el costo de vida, le eficacia de la depreciación cambiaria puede ser considerablemente reducida (...). La preferencia a favor de movimientos en tipo de cambio me parece basada en una creencia vestigial sobre la forma en que funcionan las cosas bajo laissez-faire (...). El problema es que los precios no son un índice satisfactorio, ya sea para los beneficios sociales o para los costos sociales reales (Keynes, 1980a, p. 288).

Además de las objeciones que señala Keynes en el párrafo anterior, la alteración del valor de la moneda genera otros problemas. Entre ellos, cambios recurrentes en el valor de la moneda generan expectativas de nuevos cambios en la misma dirección, lo que debilita, hasta anularlos, los eventuales efectos favorables del cambio inicial.

Como quiera que sea, hay que mencionar aquí una cuestión todavía más importante: ningún país podrá efectivamente administrar el valor de su moneda si ésta es susceptible de sufrir ataques especulativos. Al respecto el mismo Keynes señalaba:

[la inversión de los movimientos de capitales entre los EE.UU. y el Reino Unido y Europa en los años de entre guerra] fue, a la larga, la principal causa de inestabilidad (...). No tenemos ninguna seguridad de que esta situación no volverá a presentarse después de la guerra actual (...) los flujos desordenados de fondos pueden inundar todo el mundo, desorganizando la estabilidad de toda la economía (...). No hay ninguna cosa que sea más segura que el hecho de que los movimientos de capitales deben regularse, lo cual, por sí mismo, implica un abandono drástico del principio del laissez-faire (Keynes, 1980b, p. 31).

Y en una carta a Roy Harrod fue quizá más enfático todavía: "difiero completamente con su opinión de que el control de capitales posiblemente vaya a ser innecesario (...). No veo razón alguna para confiar en que las condiciones de mayor estabilidad [de la posguerra] hagan desaparecer los movimientos [de capital] más peligrosos" (Keynes, 1980a, pp. 148-149).

Así pues, para impedir, o dificultar, los ataques especulativos contra las monedas nacionales, Keynes consideraba que en la nueva institucionalidad financiera internacional era indispensable el control de los movimientos de capitales. Es más, él no planteaba simplemente dificultar, o encarecer, aquellos movimientos, como, por ejemplo, se busca hacer con el llamado "impuesto Tobin". El muy liberal Keynes proponía impedirlos por completo con medidas administrativas. Dicho sea de paso, el no menos liberal White, quien por añadidura era el representante del gobierno de los EE.UU., compartía esta posición. Fue gracias a esta coincidencia de perspectivas que el control de capitales quedó autorizado en la carta del Fondo Monetario Internacional, aunque en una versión mucho menos rigurosa que lo que proponía Keynes.

Así pues, Keynes y White formularon sus propuestas tomando en cuenta los elementos conceptuales recién expuestos. En el centro de la propuesta de Keynes estaba la idea de que el principal problema que se debía impedir, o en todo caso minimizar, era el que los países con tendencia estructural al superávit de exportaciones esterilizaran sus reservas de pago internacionales excedentes, ya que esto impediría a los países deficitarios contar con los recursos en moneda internacional necesarios como para financiar sus déficit.7 Es por tal razón, precisamente, que él propuso las dos medidas que menciona Novelo. La primera, penalizar a los países superavitarios en su comercio exterior, cobrándoles un interés por las reservas superavitarias. La segunda, la "cláusula de la moneda escasa", implicaba que los países podrían discriminar en sus importaciones en contra de aquellas de los países superavitarios, cuya moneda por eso mismo se hacía escasa.8

Novelo concluye su trabajo afirmando: "El mundo imaginado a partir de 1941 produjo la más duradera etapa de crecimiento de la economía mundial hasta ahora registrada, guiada por el propósito del pleno empleo y escoltada por la planeación económica y la economía mixta." (p. 25).

Esta afirmación puede prestarse a confusiones y es bueno aclararla. Es cierto que uno de los mundos imaginados por Keynes, aquel en donde el Estado velaría por la existencia de niveles de demanda compatibles con el pleno empleo , que en alguna medida efectivamente rigió en varios países capitalistas avanzados, contribuyó a su exitoso desempeño durante la posguerra. Pero el otro mundo que él imaginó, el mundo de una mejor organización de las finanzas internacionales , no logró materializarse. Como sabemos, al final el Reino Unido se vio casi obligado a aceptar la propuesta norteamericana, y Keynes llegó incluso a alabarla con las elegantes frases que reproduce Novelo. Es más, cuando el asunto se discutió en el parlamento inglés, cargó con toda su fuerza retórica en contra de los críticos del acuerdo.9

Se puede discutir si la propuesta original de Keynes, en caso que se hubiese aceptado, habría efectivamente asegurado la liquidez internacional suficiente al desarrollo de la economía mundial, y en especial a aquellos países cuya demanda interna crecía con velocidad. Pero lo que, para mí al menos, está fuera de duda, es que la propuesta que finalmente se aceptó, y que estuvo a la base de la organización de las finanzas internacionales tras la Segunda Guerra Mundial, no cumplió ese papel. De hecho, el Reino Unido, el único país (además de los EE.UU., que era un caso especial) que aplicó al pie de la letra lo que se recomendaba en esos acuerdos, llevándolos tan lejos como para incluso abolir los controles cambiarios, sufrió una estrepitosa crisis en 1948.

De manera, pues, que la abundante provisión de liquidez internacional que tuvo lugar en la posguerra, y que hizo posible que la demanda interna en cada una de las potencias capitalistas pudiera sostenerse, ocurrió a pesar de lo que se acordó en Bretton Woods. Las causas que hicieron posible que ello sucediera estuvieron muy ligadas al nuevo hecho geopolítico de la Guerra Fría, y la actitud de los EE.UU., la potencia hegemónica, para enfrentarla.

La primera expresión de la nueva política internacional norteamericana fue el Plan Marshall. Con este convenio, los EE.UU. transfirieron a los países devastados por la guerra una enorme suma de dólares, en lo que ha sido quizá la cesión de recursos gratuitos más importantes que ha conocido el mundo.10 Por añadidura, en el contexto de un crecimiento fuerte de su gasto interno, los EE.UU. abrieron su economía a las importaciones sin exigir que sus proveedores desmantelaran sus sistemas proteccionistas, y sin exigirles tampoco que hicieran convertibles sus monedas, lo que permitió minimizar la especulación cambiaria. Por otro lado, efectuaron importantes gastos en el exterior asociados con las remesas, pensiones y otras transacciones unilaterales, con las transacciones militares y con la ayuda externa. Finalmente, la inversión privada neta en el exterior fluyó de manera muy notable, especialmente hacia las economías europeas y hacia el Japón.

Como es obvio, el rápido crecimiento de los países avanzados durante la posguerra se pudo mantener en tanto se mantuvieron los determinantes internos e internacionales que lo hacían posible. Dichos determinantes se fueron agotando progresivamente. Pero analizar cómo es que ello ocurrió es un tema que queda fuera de nuestro campo de discusión.

CONCLUSIONES

La estrategia económica que pusieron en práctica los países desarrollados durante la inmediata posguerra, y hasta mediados de la década de 1970, se apoyó de manera limitada y parcial en la visión de Keynes; pero las políticas resultaron efectivas por las circunstancias del momento. En efecto, esa estrategia hizo posible un crecimiento rápido en prácticamente todos los países desarrollados y autosustentado a nivel mundial. La aplicación de políticas expansivas en prácticamente todos los países avanzados estimulaba el crecimiento. Las importaciones necesarias se podían pagar con el aumento de las exportaciones y créditos externos a largo plazo. El gasto externo que llevaba a cabo los EE.UU. generaba la liquidez que hacía posible que los países con tendencia estructural al desequilibrio comercial pudiesen financiarlo con relativa holgura. El control de capitales y sobre el sector financiero restringía la especulación interna, y aquella con divisas aseguraba que el sector financiero se desarrollara en paralelo con el real, así como limitaba el impacto de los choques externos negativos.

Ahora bien, no puede perderse de vista que todo el proceso reposaba sobre ciertas condiciones peculiares a una coyuntura también peculiar. Más aún, si bien el propio proceso de crecimiento estimulaba el crecimiento a futuro, también hacía surgir o agudizaba algunos problemas propios del capitalismo, y generaba condiciones de fragilidad, en especial de fragilidad externa. Como consecuencia, un choque externo importante podía romper el equilibrio a escala planetaria que posibilitaba la permanencia de los ritmos elevados de crecimiento. Así ocurrió con los dos choques petroleros de los años setenta, que se enfrentaron con medidas medianamente "keynesianas" el primero, y con medidas decididamente conservadoras el segundo.

Como lo diría Javier Marías (siguiendo a Shakespeare) "Así empieza lo malo".

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1La entrevista está en Snowdon y Vane (2005). Lo que Lucas dice es: "(...) la influencia de las ideas teóricas de Keynes en la forma en que hacemos economía es (...) hoy muy pequeña. ¿Deberían todavía los estudiantes de macroeconomía leer a Keynes? No". (p. 276).

2Es curioso que Keynes, que escribió un prólogo para la edición alemana de la Teoría General , hasta donde estoy enterado, prácticamente no se refirió a la política expansionista de la Alemania de Hitler. En cambio, Kalecki (1935), en uno de sus primeros trabajos, escribió un excelente artículo corto, utilizando ya su propia versión de la teoría de la demanda efectiva, y dio cuenta de los aspectos más relevantes de aquella experiencia.

3Recordemos, en este contexto, que las políticas de demanda no eran totalmente nuevas en el capitalismo avanzado. Además de la Alemania de Hitler, se habían aplicado al menos en los EE.UU., en el Reino Unido y en Francia, así como en Italia y en Japón. Lo que realmente cambió después de la Segunda Guerra Mundial fue la decisión con que esas políticas se aplicaron.

4Quizá valga la pena mencionar que Kalecki, el otro fundador del principio de la demanda efectiva, proponía políticas mucho más radicales. En un artículo que escribió para un grupo socialista de Inglaterra, señalaba las condiciones mínimas indispensables para una planificación eficiente en una economía mixta (no socialista). Estas condiciones incluían "el control público global de los bancos y las finanzas, la inversión y el comercio exterior, y posiblemente la asignación de las materias primas y los bienes de uso generalizado" (Kalecki, 1942, p. 272). Nada que ver con la visión de Keynes.

5Kalecki veía con muchos mejores ojos que Keynes las alzas salariales. En uno de sus artículos más famosos, Kalecki (1944) señalaba que la redistribución del ingreso a favor de los trabajadores por medio de las alzas salariales son una vía adecuada para elevar la demanda agregada y abatir el desempleo (las otras vías son la redistribución por medio de gasto público financiado con impuestos a las ganancias, así como el déficit presupuestario). Más tarde, y ya casi al final de su vida, en un trabajo que desgraciadamente está perdido, resumió así los "requisitos mínimos para la planificación no socialista (...): control de la inversión; control de los precios, pero no de los salarios; control del comercio exterior" (Osiatinsky, 1993, p. 183).

6De hecho, en la visión ortodoxa del comercio y las finanzas internacionales, se supone que los desequilibrios activos o pasivos de la balanza comercial provocan cambios en los valores relativos de las monedas (devaluación o revaluación), lo que, a su vez, lleva a la corrección de los desequilibrios de comercio originales. Es por ello que en esta visión no se requiere tomar medidas específicas para asegurar el buen funcionamiento de la economía internacional.

7Una cercana colaboradora de Keynes puso esta cuestión como sigue: "la regla básica del sistema de patrón oro, o de cualquier sistema de comercio multilateral, con tipos de cambio estables, es que el país con un excedente de su balanza de cuenta corriente debe hacer préstamos internacionales a largo plazo por un monto aproximadamente equivalente; alternativamente, un país cuyos nacionales, y cuyo gobierno no están preparados para hacer préstamos internacionales, no debería tener un superávit en su cuenta corriente (Robinson, 1943, p. 161).

8 Kalecki y Schumacher (1943) sugirieron una modificación importante a la propuesta de Keynes. Propusieron, en primer lugar, eliminar cualquier penalización hacia los países con superávit en la balanza comercial, pero a condición de que esos excedentes se pusieran a disposición de la comunidad internacional. En segundo lugar, plantearon que se debería anexar a la Unión de Compensación Internacional de Keynes una Junta Internacional de Inversión, que se encargaría de prestar a largo plazo esos excedentes a países atrasados con necesidades de recursos para su desarrollo, los saldos de los países superavitarios. Finalmente, señalaron que los países receptores de esos préstamos deberían gastarlos en países avanzados con tendencia deficitaria en su comercio, con lo cual estos últimos podrían corregir sus déficit.

9Thomas Balogh, uno de los más destacados críticos de los acuerdos de Bretton Woods, dice: "Keynes se vio entrampado en esos acuerdos, y en cada etapa de las negociaciones consintió en que se le empujara más y más por detrás del esquema original (...). Aún así, continuó en otorgarle beneficios a un acuerdo cada vez más limitado (...). Su actitud era difícil de entender e imposible de perdonar" (Balogh, 1963, p. 9).

10El monto total de la ayuda del Plan Marshall, que operó entre 1947 y 1951, fue equivalente a alrededor de 1.5% del PIB de EE.UU. en cada uno de los años en que estuvo vigente. Este fue ciertamente un acto de gran generosidad del gobierno y del pueblo norteamericano. Sin embargo, por otra parte, los dólares cedidos a los otros países avanzados tenían como uno de sus propósitos el ayudarles a luchar contra "el peligro comunista". Además, esos dólares se gastaban sobre todo en productos norteamericanos, añadiendo demanda externa que ampliaba la demanda efectiva y las ganancias privadas en ese país.


Articles

A manera de réplica a los comentarios a "El mundo imaginado tres cuartos de siglo atrás"

Federico Novelo Urdanivia

Deseo, en primer lugar, agradecer la hospitalidad del director de la revista Investigación Económica , Doctor Carlos Guerrero de Lizardi, así como los comentarios de los destacados economistas Esteban Pérez C. y Julio López G. a mi artículo. Siempre resulta complicado el esfuerzo por explicar el sentido de un trabajo que corresponde a un momento crítico en la historia de la humanidad, como fue 1941, cuando provoca una reacción, la del primero de los comentaristas, que alude a la biografía intelectual de cada uno de los implicados y, de paso, a la de Hjalmar H. G. Schacht, cuya importancia -como bien plantea el segundo comentarista- está relacionada con una notable gestión, sólo en Alemania , de la demanda efectiva y no por inspirar el mundo imaginado para Keynes (no podría, fundamentalmente, por su evidente compromiso con el nacionalismo económico). Por cierto, la primera y, en mi opinión, más lúcida crítica de Keynes al laissez-faire es presentada en 1924 (en la conferencia Sidney Ball , en Oxford) y publicada en 1926, en Ensayos de persuasión , como "El fin del 'laissez-faire "'.

Me hago cargo que los acuerdos entre economistas no suelen ser frecuentes y no suelen ser a secas; sin embargo, entre Keynes y White se logró establecer una convención que no fue resultado del abandono de los respectivos propósitos. Cuando Denis Robertson propone el término "Plan Whines" no hace sino sugerir un acuerdo entre los autores fundamentales de Bretton Woods, en el que los objetivos expansionistas de Keynes convergen con los estabilizadores de White, relativos a la recuperación de préstamos estadounidenses. Mantener un alto nivel de la demanda efectiva global no sólo significaría un acercamiento al objetivo del pleno empleo planetario, sino, además, a la disponibilidad de la solvencia que los deudores requerirían para crecer y pagar simultáneamente. Tal convergencia les permitió imaginar juntos un mundo futuro.

La alusión a la importancia de los países de América Latina, y de sus economistas, en Bretton Woods y en los debates sobre los planes propuestos no sólo me parece una sobreestimación de los pesos políticos e intelectuales subregionales;1 además, ignora el más importante (y pernicioso) efecto que se padeció durante la posguerra: la Guerra Fría, que pospuso considerablemente el crepúsculo de los gobiernos autoritarios en la subregión. Al respecto, vale la pena citar el ensayo de Jaime Torres Bodet, Victoria sin alas , en el que se echa en falta la solidaridad del gran vencedor con sus pequeños aliados:

Después de los horrores de la última guerra y frente a la imagen de la hecatombe en que acabaría una contienda futura, no parecen ya suficientes ciertos preceptos. En efecto, implicaría un sarcasmo proclamar la igualdad teórica de los Estados si la desigualdad de las fuerzas -o de sus recursos en presencia- continuase sirviendo para imponer una competencia sin esperanza a los menesterosos y a los humildes. Y sería otra burla estéril que la ley internacional reiterase el derecho de todos al bien de la independencia, si las situaciones de hecho siguiesen avasallando a los menos favorecidos, con servidumbres inexorables: económicas, bélicas y políticas (...). Acaso piensen muchos lectores: en Torres Bodet, el escritor se disfrazaba entonces, penosamente, de diplomático (...). Pero no me importaba que me juzgasen ingenuo y un tanto lírico. Lo que me importaba era ponerlos en guardia contra esa deformación diplomática -no sé si realmente profesional- que, en ocasiones, falsea la historia y defrauda los postulados de la justicia en nombre de textos fríos e inoperantes, que los fuertes no cumplen, porque son fuertes -y los débiles sufren porque son débiles-" (Torres Bodet, 1970 [1947], pp. 478-479).2

El autor fue, en ese entonces, Secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de México.

De gran importancia me parecen los comentarios de Julio López G., así como su reivindicación de Michal Kalecki, cuyo pronóstico sobre la marcha económica mundial se cumple con mucho mayor éxito que el formulado por Keynes; el desacuerdo, en todo caso, debo referirlo a la supuesta condescendencia de Keynes con la reducción de los salarios monetarios para incrementar la ocupación, a la percepción de estos dos autores como "padres fundadores de la demanda efectiva" y al tema clave en toda la construcción keynesiana que no es visible en la elaboración de Kalecki: la incertidumbre.

Sobre el primer asunto, la aportación keynesiana, primero, para comprender la propuesta clásica de la reducción de los salarios monetarios como mecanismo plausible de aumento de la ocupación y, después, para analizar su efecto sobre las variables independientes del sistema económico, aclara totalmente la oposición de este autor a esa reducción. Veamos.

Las dos agarraderas teóricas de la propuesta reductora son: la Ley de rendimientos decrecientes, que se traslada de la tierra a la ocupación, y la identidad Salario monetario = Producto adicional del trabajo; la primera es una importante derivación de todo el sistema ricardiano, que tiene las siguientes características.

David Ricardo, cuyos esfuerzos teóricos se diferencian de los de Adam Smith por cuanto concentró sus elaboraciones en explicar la forma en la que la riqueza se distribuye entre los agentes, y no sólo en las causas por las que llega a existir, compartió con éste una sólida confianza en los beneficios del libre comercio. Los agentes económicos de Ricardo son: los propietarios de la tierra, que la arriendan; la clase trabajadora, que presta sus servicios a cambio de un salario, y la clase capitalista, que alquila la tierra, da trabajo a los obreros y organiza el proceso productivo. Convertido en modelo, este enfoque presenta algunas restricciones: un solo producto (el trigo), la identidad de la inversión con el fondo de salarios y una duración anual del proceso productivo. La formalización descansa en un elemental sistema de ecuaciones:

[1.1]

con las siguientes características:

  1. f (0) ≥ 0

  2. f ′(1) > x

  3. f″(N)<0

[1.2]

[1.3]

[1.4]

[1.5]

donde X indica la cantidad de grano producida durante el periodo de producción, N el número de trabajadores empleados, R las rentas totales, W los salarios totales, K el capital circulante, P los beneficios y x el salario unitario. La ecuación [1.1] representa la función de producción del sistema y el significado de las características es:

  1. consiste en que si no empleamos trabajador alguno, la producción que se obtiene puede ser cero o positiva;

  2. significa que cuando comenzamos el proceso productivo, con el primer trabajador obtenemos una producción de grano que es al menos superior a la cantidad x ′, que representa el "salario de subsistencia", y

  3. significa que la producción se realiza con rendimientos de escala decrecientes (en obsequio de la racionalidad empresarial, que comienza a producir en los ámbitos más rentables -lo que, para el modelo, equivale al uso inicial de las tierras con mayor fertilidad-).

Si se observa el modelo formado por las ecuaciones de [1.1] a [1.5], resulta evidente que es incompleto, ya que está constituido por cinco ecuaciones y tiene siete incógnitas. Para completarlo, se añaden las dos ecuaciones siguientes:

[1.6]

[1.7]

donde N ′ y K ′ representan, respectivamente, las cantidades disponibles de trabajo y de capital. La condición prevista por Ricardo, en el ánimo de alcanzar la estabilidad de todo el sistema, consiste en que el salario pagado sea igual al salario de subsistencia (x=x ′), de donde resulta la última ecuación necesaria para el equilibrio natural:

[1.8]

En este equilibrio natural, el número de trabajadores y, por tanto, la población son variables determinadas por el propio sistema económico; más específicamente, por el nivel de ingreso, de forma que si éste aumenta (x > x ′), la población crecerá, y al contrario (si x < x ′), disminuirá (Pasinetti, 1984, pp. 19-31 3).

Si centramos la atención en el significado (c ) de la característica "la producción se realiza con rendimientos de escala decrecientes", podemos afirmar que, en obsequio al talento de los inversionistas, se emplearán primero las unidades de tierra más fértiles y, al ampliar la producción empleando tierras de menor fertilidad, los rendimientos decrecen a pesar de aplicar el mismo volumen de inversión (ocupación). Al trasladar esta ley al ámbito del empleo, se supone que cada nuevo trabajador será menos productivo que el anterior y que esa aportación adicional reducida define el monto del salario de todos los trabajadores empleados . Las razones por las que el nuevo trabajador será menos productivo, al tiempo que construyen la variable explicativa del salario reducido, son un misterio. Al combinar estas agarraderas teóricas, se supone que la reducción de los salarios monetarios producirá una secuencia de relaciones causales.

La reducción de los salarios monetarios (SM ) produce una reducción del costo primo (CP ); la reducción del CP produce una reducción del precio (P ); si la demanda/precio es elástica (dD /-dP ≥ 1), crecerá la demanda (D ); si la oferta (Z ) es elástica frente a variaciones en la demanda (dZ /dD ≥ 1), crecerá la inversión (I ) y con ella la ocupación (N ). Al analizar los efectos de la disminución de los salarios sobre las variables independientes del sistema económico keynesiano (propensión marginal a consumir, eficacia marginal del capital y tasa de interés), Keynes demuestra el resultado adverso de la propuesta:

  1. la reducción de los salarios monetarios es una transferencia de una porción del ingreso nacional desde el factor que mayor proporción del ingreso destina al consumo, el trabajo (C /Y = 1), hacia factores cuyo consumo ocupa una parte mucho menor de su ingreso, capitalistas y rentista (C /y << 1), con lo que la propensión marginal a consumir disminuye con la reducción de los salarios nominales;

  2. al reducirse el consumo, por efecto de la reducción salarial, la expectativa de beneficios (BE ) también disminuye y con ella la rentabilidad de las inversiones, la eficacia marginal de capital (r ). La r iguala los BE con el precio de oferta de los bienes de inversión (PO ), tal que PO = BE / (1 + r )μ, donde μ es igual a los años de vida útil del bien de inversión o a los plazos de capitalización del mismo, y

  3. al reducirse el precio de las mercancías, la demanda de dinero para consumo e inversión (M1) disminuye y con ella -aunque sólo temporalmente- la tasa de interés (i ). Este efecto positivo se alcanza, sin conflicto social, aumentando la oferta monetaria (M ).

La conclusión de Keynes es que la reducción de los salarios monetarios no produce un incremento en la ocupación y que los salarios del presente deberán ser menores a los del futuro, y los del país menores a los de los socios comerciales (Keynes, 1956, pp. 227-240). La señora Robinson aporta al tema:

La teoría ortodoxa, que Keynes atacaba, sostenía que una reducción de las tasas de salarios monetarios implicaba una reducción de los salarios reales, y que una reducción de los salarios reales conduciría a un incremento del empleo. El argumento de Keynes era muy diferente del que después han elaborado inadecuadamente los keynesianos bastardos; porque, según éstos, las tasas de salarios monetarios son rígidas por razones institucionales. El argumento (de Keynes) se fundaba en que si durante una depresión se consiguiera reducir los salarios, la situación empeoraría porque ello conduciría a una disminución de precios y a expectativas de caídas posteriores que desanimarían la inversión; por otra parte, la caída del valor monetario de las acciones reduciría la disponibilidad del crédito y pondría a los bancos en peligro de quiebra (Robinson, 1976, pp. 118-119).

El tema, central en la construcción de la economía política keynesiana convocó a opinar a importantes economistas keynesianos, como Lawrence R. Klein, Abba P. Lerner y, más recientemente, a Hyman Minsky:

El profesor Viner concluyó que la única diferencia entre Keynes y los economistas clásicos, con respecto a temas como la oferta de mano de obra y las tasas de salarios, consistió en la negación previa por parte de Keynes de que una reducción de los salarios monetarios reduciría el desempleo. Viner fue uno de los primeros críticos que puso en duda la habilidad de Keynes en continuar la correlación clásica entre las reducciones de salarios reales y el desempleo. Viner creyó que Keynes no había refutado en realidad a los economistas clásicos, sino que simplemente había indicado que las reducciones a los salarios monetarios podrían conducir a expectativas adversas y a un comportamiento rígido de la inversión. En realidad, Keynes permitió a los economistas demostrar más que esto, fundamentalmente que el mecanismo clásico no es la palanca automática que se pensaba que era (Klein, 1983, pp. 113-114).

Si un hombre no está dispuesto a aceptar un salario real menor, entonces es un desocupado voluntario, y Keynes no se ocupa en absoluto de él. Pero hay millones de personas que están desocupadas según la definición de Keynes pero que caen fuera de la definición clásica de desocupación, y éstas crean uno de los más apremiantes problemas sociales modernos. Éstos están dispuestos a trabajar por menos del salario real actual -estarían dispuestos a trabajar a cambio del salario monetario actual incluso si el costo de la vida aumentara un poco-; sin embargo, no pueden encontrar trabajos. ¿Qué determina el número de personas en una sociedad que se encuentran en esta posición? O, para hacer la pregunta de otra manera, ¿qué determina el número de personas que encuentran ocupación? La negativa clásica a considerar a estos hombres como realmente desocupados involuntarios se resuelve a sí misma en una receta para encontrarles ocupación. Sólo necesitan aceptar salarios menores y encontrarán trabajo. Keynes hace objeciones a este procedimiento de los economistas sobre dos bases separadas. Su primera objeción se refiere a la base práctica de la inutilidad de dar consejos que sabemos que no se aceptarán, incluso si son buenos consejos. Es tiempo de que los economistas que desean dar consejos prácticos a los estadistas comprendan que los salarios monetarios son rígidos, que los trabajadores, de hecho, rehusarán reducir los salarios monetarios. Pero la principal objeción de Keynes consiste en la negativa de la teoría que se expone como base para el tratamiento. Si se reducen los salarios monetarios, no se deriva de esto necesariamente que habrá algún aumento en la ocupación (Lerner, 1936, pp. 217-218).

En opinión de Viner, la teoría de Keynes es en esencia el modelo marshalliano al que se agrega una especificación precisa del modo en que se determina la velocidad. Similar a la de Viner es la interpretación de la Teoría general que hace Hicks en "Mr. Keynes and the classics", donde afirma que "su teoría (la de Keynes) es difícil de distinguir de las teorías marshallianas revisadas y modificadas que, como hemos visto, no son nuevas". La repulsa de Keynes a la interpretación de Viner no deja lugar a ambigüedades. Keynes escribió: "No puedo estar de acuerdo con la interpretación de Viner; estoy convencido que los teóricos monetarios que tratan de abordar a la demanda de dinero de esa manera (la de Viner) andan totalmente sobre la pista falsa (Minsky, 1987, p. 66).

Zanjado, creo, este primer asunto, el relativo a la paternidad de la demanda efectiva ocupará los párrafos siguientes. Entre los elementos fundamentales de la teoría económica, en cualquier enfoque actual, la demanda efectiva ocupa un sitio de la mayor relevancia, aunque no siempre ha sido así:

Ricardo conquistó a Inglaterra de una manera tan cabal como la Santa Inquisición a España. Su teoría no fue aceptada sólo por la City, los estadistas y el mundo académico, sino que la controversia se detuvo y el punto de vista contrario desapareció completamente y dejó de estudiarse. El gran enigma de la demanda efectiva, con el que Malthus había luchado, se desvaneció de la literatura económica. Ni una sola vez puede verse mencionado en cualquiera de los trabajos de Marshall, Edgeworth y el profesor Pigou, de cuyas manos ha recibido su mayor madurez la teoría clásica. Sólo pudo vivir furtivamente disfrazada, en las regiones del bajo mundo de Carlos Marx, Silvio Gesell y el mayor Douglas (Keynes, 1956, p. 43).

La figura de Malthus, tanto o más polémica que la de cualquier otro economista a lo largo de la historia, recibe una suerte de juicio salomónico por parte del historiador del análisis correspondiente:

Marx derramó sobre él su corrosiva ira. Keynes le glorificó. Tanto el vituperio como la apología descubren fácilmente sus raíces de prejuicio. Marx -o el burgués laico que había en él- no odiaba nada tanto como la ropa talar. Por otra parte, aunque no concedía crédito alguno a los partidarios del libre comercio de los alimentos, tampoco trataba a los demás sino con hiriente burla. Para Marx y, desde luego, para sus obedientes seguidores, estos últimos no eran sino lacayos a sueldo de los terratenientes. Este modo de liquidar la aportación de Malthus no es mejor que el método según el cual otros liquidan la de Ricardo basándose en que era judío, lacayo de "los intereses del capital". Pero la parcialidad de Keynes por Malthus, aunque moralmente admirable -pues son pocos los que ensalzan a un precursor, y Keynes estaba convencido de que Malthus lo era suyo-, llega a extremos que no son mucho más razonables que el odio de Marx (Schumpeter, 1971, pp. 540-541).4

Tras evocar un intercambio epistolar entre Ricardo y Malthus, Keynes afirma:

No se puede salir de la lectura de esta correspondencia sin la sensación de que la obliteración casi total de la línea de pensamiento de Malthus y el completo dominio de la de Ricardo durante cien años han sido un desastre para el progreso de la ciencia económica. Una y otra vez en estas cartas Malthus es la voz del sentido común, cuya fuerza es incapaz de reconocer, con su cabeza en las nubes, Ricardo (...) ¡Si Malthus y no Ricardo hubiera sido el tronco del que brotó la ciencia económica del siglo XIX, cuánto más sabio y rico sería hoy el mundo! (Keynes, 1933, pp. 144 y 146).

El 16 de julio de 1821:

Respecto del asunto que ahora discutimos, parece como si nunca hubiéramos de comprendernos bien, y casi desespero de poder explicarme alguna vez cómo es posible que, después de leer los dos primeros párrafos de la primera sección de mi último capítulo, todavía "entiende Ud. que yo digo que si se pone en acción una gran capacidad productiva, el resultado será desfavorable a los intereses de la humanidad". De modo expreso digo que mi objeto es mostrar cuáles son las causas que ponen en juego la capacidad de producción; y si recomiendo una cierta proporción de consumo improductivo, es evidente que lo hago con la expresa y única finalidad de proporcionar el motivo necesario para la máxima producción continua. Y creo, además, que esta cierta proporción de consumo improductivo, que varía de acuerdo con la fertilidad del suelo, etc., es en absoluto necesario e indispensable para poner en movimiento los recursos de un país (...). Ahora bien, uno de los motivos más esenciales de producción es que los responsables de la actividad industrial reciban una parte adecuada de lo que se produce. Pero Usted mismo admite que un gran ahorro temporal, que se inicie cuando las utilidades son suficientes para estimularlo, puede ocasionar tal división del producto que no dé motivo para aumentar más la producción. Y si no se llama, con propiedad, estancamiento a un estado de cosas en el cual no hay motivo, durante cierto tiempo, para aumentar más la producción, no sé cómo pueda llamársele; en particular cuando este estancamiento dejará sin trabajo, de modo inevitable, a la próxima generación. Sabemos por experiencias repetidas que el precio en dinero del trabajo no baja nunca hasta que muchos obreros han estado parados por algún tiempo. El problema consiste en si este estancamiento de capital y el subsiguiente de la demanda de trabajo, que origina el aumento de producción si a la vez no hay un consumo improductivo adecuado de parte de los terratenientes y capitalistas, puede producirse sin perjuicio para el país y sin ocasionar una disminución de la felicidad y riqueza, como hubiera ocurrido si el consumo improductivo de aquéllos hubiera estado en tal proporción con el exceso natural de la sociedad que no se hubieran interrumpido los móviles de la producción y se hubiera evitado, en primer lugar, una demanda anormal de trabajo, y luego una disminución necesaria y repentina de la misma. Pero si esto es así, ¿cómo puede decirse que la frugalidad puede ser perjudicial para los productores, aunque pueda no serlo para el estado, o que un aumento de consumo improductivo entre los terratenientes y capitalistas no pueda ser, algunas veces, remedio apropiado para un estado de cosas que fracasan los móviles de la producción? (Malthus, 1946 [1820], pp. XXXVI-XXXVII).

En la lógica malthusiana, la demanda efectiva es, ni más ni menos, la variable explicativa de la riqueza:

La riqueza general, lo mismo que determinadas partes de ella, vendrá en todos los casos tras una demanda efectiva. Siempre que haya una gran demanda de mercancías, es decir, siempre que el total de ellas pueda comprar una cantidad mayor de trabajo tipo que antes, sin que se requiera para producirlas más valor de capital, tendremos los mismos motivos para esperar un aumento general de la producción de mercancías que un aumento de oferta de determinadas mercancías cuando sube su precio de mercado sin un alza proporcional en su costo de producción en dinero. Y, por otra parte, siempre que baje el valor de la producción de un país, calculado por el trabajo que con ella se puede comprar, mientras que el valor de los anticipos es el mismo, disminuirá el poder y el deseo de emplear trabajadores, y se detendrá durante algún tiempo el aumento de la producción (Malthus, 1946 [1820], p. 305).

Con la diferenciación entre valor y riqueza, producción y realización, resulta evidente la paternidad malthusiana de esa significativa intuición: la demanda efectiva.

Por lo que hace a la incertidumbre, Keynes ofrece relevantes precisiones:

Permítaseme explicar que con conocimiento "incierto" no quiero simplemente distinguir lo que se conoce como cierto de lo que sólo es probable. En este sentido, el juego de la ruleta no está sujeto a la incertidumbre; ni tampoco lo está la perspectiva de que se emita un bono de la Victoria. Asimismo, la esperanza de vida es sólo ligeramente incierta. Incluso el clima es moderadamente incierto. El sentido en que utilizo esa palabra es aquel en que la perspectiva de una guerra europea es incierta, o en que lo son el precio del cobre y la tasa de interés de aquí a veinte años, o la obsolescencia de un nuevo invento, o bien la posición de los dueños de la riqueza privada en el Sistema Social de 1970. Al respecto no hay base científica sobre la cual se forme una probabilidad calculable, cualquiera que ésta sea. Simplemente no lo sabemos . Y sin embargo, la necesidad de acción y de decisión nos impulsa, a los hombres prácticos, a hacer todo lo posible por pasar por alto este embarazoso hecho y a comportarnos exactamente como lo haríamos si, respaldándonos, hubiera un buen cálculo benthamita de una serie de ventajas y desventajas futuras, cada cual multiplicada por su probabilidad en espera de ser sumada (citado en Minsky, 1987, p. 76; el cursivo es mío, F.N.U.).

"Sin la incertidumbre, Keynes es algo así como Hamlet sin el príncipe" (Minsky, 1987, p. 17).

Si la conocida Paradoja de Kalecky se contrasta con las previsiones de Keynes sobre la inversión, el primero será mucho más que un keynesiano de izquierda .

Cuando Malthus acepta que el capital puede exceder su monto en relación con la población demandante y en relación con el trabajo disponible, se resiste a aceptar la inversa, de manera que el exceso de capital se convierte en un incentivo adverso a la inversión, como lo sugirió Kalecky: "La tragedia de la inversión es que causa crisis porque es útil. Sin duda, mucha gente encontrará esta teoría paradójica, pero no es la teoría la que es paradójica, es el objeto de estudio, la economía capitalista, la que lo es" (Kalecky, 1939, p. 318, citado en King, 2009, p. 52).

La teoría se puede resumir diciendo que, dada la psicología del público, el nivel de producción y de ocupación en general depende del volumen de inversión. Lo planteo de ese modo, no porque sea el único factor del que depende la producción agregada, sino porque, en un sistema complejo, se acostumbra considerar como la causa causans el factor más sujeto a fluctuaciones bruscas y apreciables. De una manera más general, la producción agregada depende de la propensión a atesorar, de la política de la autoridad monetaria en la medida en que afecte el volumen de dinero, del estado de confianza respecto al rendimiento esperado de los bienes de capital, de la propensión a gastar y de los factores sociales que influyen en el nivel del salario monetario. Más, entre todos estos factores, los menos confiables son aquellos que determinan la tasa de inversión, pues en ellos influyen nuestras ideas del futuro, acerca del cual sabemos tan poco (Keynes, 1937, p. 221).

Tanto por lo que hace a la expresión kaleckiana de la inversión,5 como a la del multiplicador, las coincidencias con Keynes son totales; las diferencias en los pronósticos, lo creo firmemente, deben derivar del verdadero efecto de los pronósticos económicos, según John K. Galbraith: la elevación del prestigio de la astrología .

Menciono de paso, y para efectos de la publicación, algún pequeño error en la contabilidad temporal en el primer párrafo de los comentarios de Julio. En éste, no se cumplen 85, sino 80 años de la primera publicación de la Teoría General . Gracias.

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1En la muy completa biografía que hace de Raúl Prebisch, Edgar J. Dosman reitera constantemente las debilidades, pusilanimidad e inseguridades teóricas y profesionales del biografiado (Dosman, 2008). Se afirma que el coordinador de la representación mexicana en Bretton Woods, Francisco Suárez, intercedió exitosamente ante Keynes para que el Banco Internacional de Reconstrucción también lo fuera de Fomento (BIRF). Cfr. Jesús Silva Herzog, Una vida en la vida de México , México, Siglo XXI Editores, 1972.

2Resulta curioso, por el título del ensayo citado, el parecido con el término "Victoria mutilada", que acuñó en 1919 el poeta proto-fascista Gabriele D'Anunzio, por la derrota de Italia en su reclamo -como parte de las fuerzas aliadas en la Gran Guerra- del puerto de Fiume (Kershaw, 2016, p. 175).

3"Cuando el precio de mercado de la mano de obra es superior al natural, la situación del trabajador es floreciente y próspera, pues puede disponer de mayor cantidad de artículos de primera necesidad y de satisfacciones y, por tanto, mantener una familia numerosa. Sin embargo, cuando, debido al estímulo que los salarios elevados proporcionan para el incremento de la población, aumenta el número de trabajadores, los salarios vuelven a su precio natural y a veces hasta bajan más, en virtud de una reacción" (Ricardo, 1973 [1817], capítulo V, p. 98).

4"(...) partiendo de su condición de oruga de los estudios de la moral y de crisálida de historiador, pudo finalmente extender las alas de su pensamiento y estudiar el mundo como economista" (Keynes, 1933, p. 177).

5I = m (C 1 + A ) - nK . En Kalecky la inversión es resultado de una función positiva del gasto de los capitalistas y de una función negativa del stock de capital existente. Ambas funciones tendrán efectos sobre la expectativa de beneficios; igual que en Keynes. Ni modo.

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