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Investigación económica

Print version ISSN 0185-1667

Inv. Econ vol.65 n.255 Ciudad de México Jan./Mar. 2006

 

En homenaje a Teresa Rendón

Teresa Rendón: una académica comprometida*

Ciro Murayama Rendón** 

** Profesor de tiempo completo de la Facultad de Economía, UNAM.


La obra de Teresa Rendón Gan (1941-2005) es referencia indispensable para acercarse a la comprensión de la economía y el empleo, del trabajo desde una perspectiva de género, y de la relación entre economía y demografía en el México del siglo XX.

La aportación de la Dra. Teresa Rendón a lo largo de más de tres décadas dedicadas de manera ininterrumpida a la vida académica, es un rico acervo intelectual con el que cuentan los estudiosos de las ciencias sociales para comprender los drásticos procesos de cambio en la estructura de la economía nacional, las transformaciones en la población, en el seno de las familias y en el rol de sus distintos integrantes en la generación de riqueza, y las modificaciones en las pautas sociales de convivencia que gravitan sobre la realidad laboral mexicana. Los estudios de la Dra. Rendón permiten entender las interrelaciones existentes entre los procesos económicos, demográficos y sociales, que suelen abordarse como si fuesen objeto de estudio independientes.

La economista Teresa Rendón fue, en un inicio, fruto de lo mejor del sistema educativo público que se edificó en México. Pasó por la escuela secundaría pública número 6 para mujeres, en San Ildefonso, cuyas bellas y bien conservadas instalaciones eran recordadas a menudo con gratitud y admiración por Teresa Rendón (“incluso los baños eran tan amplios y limpios que las alumnas podíamos estudiar ahí, en sus bancas”, como si de una extensión de la biblioteca se tratara, solía referir). Luego cursó estudios de bachillerato en la legendaria Escuela Nacional Preparatoria número 1, también en las calles de San Ildefonso, en pleno centro del Distrito Federal. En los primeros años de la década de los sesenta, tras haber coqueteado con la medicina, se decantó por estudiar en la Escuela Nacional de Economía en Ciudad Universitaria. Luego, abrió brecha al formar parte de la primera generación de la maestría en economía de El Colegio de México, y después culminó el doctorado de vuelta a su casa de siempre, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Pero como no puede ser de otra forma cuando se trata de una auténtica vocación académica, la contribución de Teresa Rendón Gan es el resultado de años y años de esmerada y constante labor teórica y práctica. El acercamiento de la Dra. Rendón al tema del empleo comenzó muy pronto, en 1963, cuando apenas había culminado la licenciatura e ingresó como analista en la entonces muy importante Comisión Nacional de los Salarios Mínimos. En sus primeros pasos como investigadora, continuó con el estudio del empleo, como demuestra su tesis de maestría, titulada “EI subempleo agrícola en México: interpretación o encubrimiento de la realidad”. Como se observa, se ocupó de dos temas que deberían seguir mereciendo la mayor atención pero que la academia de nuestro país ha colocado en segundo plano: la realidad agrícola y el mundo del trabajo -asuntos que permanecen como anclas del subdesarrollo mexicano.

Tras la maestría, Teresa Rendón se incorporó a otra de las instituciones fundamentales del país: el Banco de México, donde estuvo adscrita al Departamento de Estudios Económicos hasta 1972. Además, entre 1970 y 1972 dicha institución la comisionó como colaboradora de la Presidencia de la República y del Banco Mundial en Washington. También laboró en el Instituto de Desarrollo de Recursos Humanos del Gobierno del Estado de México y en el Departamento de Investigación del Instituto Nacional de Estudios del Trabajo adscrito a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social.

En 1975, Teresa Rendón decide dedicar su empeño en exclusiva a la labor académica. Se incorpora entonces como investigadora del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. En esa misma institución fue profesora e investigadora del Centro de Estudios Demográficos y Urbanos, de cuya área de Economía llegó a ser coordinadora.

Mientras tanto, desde 1978, se había incorporado como profesora de asignatura en la Facultad de Economía de la UNAM. A partir de 1982, Teresa Rendón se dedica en exclusiva a la Universidad Nacional, como profesora titular de tiempo completo en la entonces Maestría en Docencia Económica de la Unidad Académica de los Ciclos Profesional y de Posgrado. Sus últimos veinte años los dedicó como profesora titular de tiempo completo en la División de Estudios de Posgrado de Facultad de Economía de la UNAM, de la que fue secretaria académica, y también fue una de las profesoras indispensables en la División de Estudios Profesionales de la misma Facultad.

Quienes la tratamos y tuvimos la oportunidad de conocer su esmero académico, podemos referir su incansable dedicación al trabajo, su enérgico sentido de la responsabilidad, su alergia a la improvisación o al “ahí se va”. De los cientos de cursos que dio, dudo que acudiera a alguno sin haberlo preparado meticulosamente. Ordenaba las notas en tarjetas y era habitual verla zambullida en las estadísticas, en los censos económicos y de población, imaginando ejercicios para que sus alumnos aprendieran a reflexionar, a investigar, a entender la economía. Su antítesis era aquello que despreciaba: a los maestros que llegan con sus “viejos papeles amarillos”, a “repetir como pericos” los manuales. Respetuosa de sus alumnos, de la universidad pública a la que se debía y a la que se entregaba, era también exigente hasta decir basta, para empezar con ella misma. Por eso, nunca le “echó una ojeada a una tesis”; al contrario, cada tesis merecía singular atención y, por lo mismo, la vi corregir con esmero todas ellas y, también, rechazar más de una -como debe, o debería ser. Si la tesis era su responsabilidad, si la dirigía, entonces el tesista había caído en un terreno donde no saldría a las primeras de cambio con cualquier trabajo para cubrir el expediente, pero conseguiría una muy seria investigación de la mano de una maestra con dedicación difícil de conseguir en nuestro medio o incluso en alguna otra universidad. Recuerdo el especial afecto que prodigó a la tesis de licenciatura de la hoy maestra María de la Luz Macías quien, siendo egresada de la Preparatoria Popular, luego mereció reconocimientos en el Colegio de México y hoy es profesora de economía en la Universidad Tecnológica de ciudad Nezahualcoyotl.

Los escritos de Teresa Rendón son también prueba del infatigable rigor académico del que hizo su militancia irrenunciable. Quien revise sus textos no encontrará un solo “maquinazo”. Cada artículo de investigación, cada capítulo de libro, es un producto sumamente cuidado, con horas y horas de lectura de la literatura económica más amplia, de las distintas escuelas del pensamiento, y con una sólida investigación empírica de respaldo.

El dilatado bagaje teórico de la Dra. Rendón hace de ella una de las economistas con mayor solvencia en el campo de la teoría económica laboral. Estudió y conoció, a fondo, la escuela neoclásica, la marxista y la institucionalista, y se ocupó de los desarrollos teóricos del feminismo y contribuyó a ellos a lo largo de tres décadas. No es casual el hecho de que su esfuerzo intelectual, y el de sus colegas como Brígida García, Mercedes Pedrero, Orlandina de Oliveira y Teresita de Barbieri, por citar a algunas, hiciera que la academia mexicana no llegara tarde al debate ni a la elaboración feminista que se daba en el mundo. Si a fines de los años sesenta, como resultado del movimiento feminista en Estados Unidos y Europa, comienza en los países centrales la preocupación por la división del trabajo por sexo, ya en los setenta había en México, de la mano de esas investigadoras, contribuciones relevantes.1 Gracias a ellas, por una vez no llegamos retrasados a los debates teóricos contemporáneos.

Feminista, Teresa Rendón fue sobre todo una seria estudiosa de la economía. Abordó el análisis de género, sin perder de vista las relaciones económicas predominantes, así como las asimetrías sociales, en especial de su país. Como ella escribió: “en muchos trabajos de inspiración feminista persiste la idea de que el género es la única categoría necesaria para entender y transformar la condición de las mujeres […] hago énfasis en que el género no es sino una forma más de diferenciación social. La clase y la condición étnica o racial también juegan un papel central para explicar las diferencias visibles en las sociedades capitalistas contemporáneas. Esto es particularmente cierto en México, donde el clasismo del grupo dominante es proverbial, lo cual se añade al racismo más o menos soterrado que penetra amplias capas de la sociedad mexicana”.2 En el mismo sentido, afirmó: “La situación de las mujeres varía significativamente según el sitio que ocupan en la escala social ahí existente. En particular, esto comprueba que la idea de que el género es más importante que la clase social para entender la situación de la mujer es un equívoco”.3

Del marxismo4 reconoció el gran acierto de esa corriente al considerar como trabajo el esfuerzo realizado en la producción de bienes de uso y no sólo el valor de intercambio de los bienes generados para el mercado. Es decir, por comprender el valor, por ejemplo, del trabajo doméstico -al que incluso en la actualidad, en los países de mayor desarrollo económico, las mujeres destinan tantas horas de trabajo como lo hacen los hombres al trabajo que se destina al mercado-. Pero criticó que el marxismo prestase poca atención al examen de las unidades económicas, sean familias o empresas, lo cual constituye una seria debilidad. Asimismo, la Dra. Rendón señaló que Marx se olvidó de la población en su análisis, más allá de las clases sociales, y rediscutió la utilidad de la categoría del ejército industrial de reserva, sugiriendo que la sobrepoblación relativa a las necesidades de capital -desempleo e inactividad- surge ya no del campesinado y de los artesanos, como identificó Marx, sino de las escuelas y los hogares, además de que el grueso de la demanda de trabajo no se ubica ya en la industria sino en el sector servicios, por lo que sugería utilizar el concepto de reserva laboral.

El análisis teórico de la escuela neoclásica del trabajo no es menos audaz y crítico. Para empezar, precisó que era obligado ir más allá de los modelos de competencia perfecta del mercado de trabajo, pues en ellos las diferencias salariales son inexplicables, lo cual, de entrada, cancela toda discusión sobre discriminación salarial. Pero la teoría económica de la familia, inscrita en la escuela neoclásica, que tiene a Gary Becker como su mejor exponente, tiene el mérito, de acuerdo con Teresa Rendón, de dar un punto de partida común para estudiar las decisiones de asignación de trabajo en el hogar, del gasto y consumo y del matrimonio y la fecundidad. En este punto, destacaba la Dra. Rendón, la teoría neoclásica tiene el acierto de concebir a las familias como una unidad tanto de producción como de consumo. No obstante, el planteamiento de la teoría neoclásica del capital humano, que explica la división del trabajo a partir de las características educativas individuales, no se hace cargo de elementos como el sexo, la edad, la raza, la etnia, etcétera. Así, la propuesta de Becker explica las diferencias salariales y de oportunidades laborales en función de la baja inversión en capital humano de las mujeres quienes, según la escuela neoclásica, como saben que van a dedicar parte de su vida adulta al cuidado de los hijos y al trabajo doméstico, deciden estudiar menos que los varones. Siendo así, ellas resultarían corresponsables, a partir de sus “decisiones racionales”, de sus menores oportunidades y de su menor remuneración.

Pero la crítica más contundente de la Dra. Rendón a la explicación neoclásica del mercado de trabajo es la que cuestiona el supuesto de que la fuerza de trabajo es un tipo particular de mercancía, que no tiene costo de producción, a diferencia del resto de las mercancías. “Este supuesto es necesario para garantizar que las personas puedan optar entre el ocio y la actividad sin otro límite que las preferencias. Si se considera a la mercancía trabajo como a cualquier otra mercancía (es decir, se reconoce la existencia de un costo de producción), sería imposible optar libremente entre el ocio y la actividad, y por tanto no se podría construir una función estándar de la oferta de trabajo, con lo que la teoría neoclásica del mercado de trabajo no existiría”.5

La visión ortodoxa de la economía, tampoco incorpora a la población; ésta acaso es un elemento exógeno, sólo portadora de un factor de producción y subsumida detrás del consumo.

A partir de que la escuela neoclásica no alcanza a tomar en cuenta el costo de la reproducción de la fuerza de trabajo y al prescindir de la población, Teresa Rendón subrayaba: si la comprensión de cómo se reproducen las sociedades no es campo estudio de la economía, entonces la disciplina carece de sentido.6

Del institucionalismo, sin dejar de reconocer las limitaciones metodológicas de tal enfoque -más que un modelo se trata de la acumulación de explicaciones casuísticas sobre el funcionamiento del mercado de trabajo, o de los mercados de trabajo en la también llamada perspectiva estructuralista-, la Dra. Rendón rescató el que se destaque el papel de las instituciones, incluidos el Estado y la familia, en la formación y desarrollo de los procesos económicos.

También discutió con las distintas corrientes y escuelas del feminismo, distanciándose del feminismo radical para el que sólo el género ayuda a explicar la situación de la mujer, haciendo caso omiso de las relaciones y de los determinantes propiamente económicos, y también criticó el teologal feminismo neoclásico (que dice que hay ocupaciones para los cuales las mujeres son más aptas per se, como el trabajo doméstico),7 y cuestionó al feminismo marxista donde la lucha de clases se llevaba al ámbito familiar. En cambio, propuso una visión que recogiera, simultáneamente, la perspectiva sexo-género y clase, conocida como el feminismo socialista.

Por otra parte, Teresa Rendón utilizó las herramientas de la disciplina económica como eso: como instrumentos para realizar hallazgos, para ir a la sustancia, mas no malinterpretó la sobrecarga de fórmulas matemáticas en un texto como un elemento que, por sí mismo, hiciera más robusto un planteamiento. En ese campo, sus contribuciones también son relevantes. Por ejemplo, realizóestudios acerca de los distintos índices matemáticos disponibles para estimar la segregación ocupacional.

Su conocimiento de los datos duros de la economía mexicana, y en particular de la situación laboral, la hacen una de las personalidades académicas que mejor ha ordenado y analizado la información estadística disponible en nuestro país sobre el mercado de trabajo. Gracias a su reconstrucción de las estadísticas laborales y a la interpretación de lo que ellas guardan a lo largo del último siglo, encontramos hallazgos como que a fines del porfiriato las ocupaciones femeninas crecían a ritmos mayores que las masculinas; pero que en las primeras tres décadas del siglo pasado, la ocupación femenina cayó 60%. Para los años cuarenta, cuando se amplió la actividad industrial, crecieron concomitantemente las actividades comerciales y de servicios en las ciudades, posibilitando que la proporción de mujeres trabajadoras fuera en aumento. Si al final del siglo XIX las ocupaciones para las mujeres trabajadoras se ubicaban en la preparación de productos alimenticios, en la industria textil y del vestido y en el servicio doméstico; para mediados del siglo XX, las fuentes de empleo femenino eran el sector educativo, los servicios de salud, la banca, el comercio y el trabajo de oficina. La terciarización de la economía -que se correspondió con la urbanización- implicó la feminización de ciertos empleos.8 Como se pone de manifiesto, los cambios estructurales de la economía gravitan directamente sobre las pautas de la división sexual del trabajo.

El estudio de las encuestas del uso del tiempo en que incursionó Teresa Rendón le permitió detectar y fundamentar observaciones como la siguiente: que las mexicanas trabajan, en promedio, mucho más que los mexicanos.9 Y que el tiempo que la sociedad destina al trabajo doméstico es superior en 18% al tiempo dedicado a la producción de mercancías, pero que no obstante el valor monetario equivalente del trabajo involucrado en la producción doméstica es de apenas 14% del producto interno bruto (PIB). También detectó, para despecho de algunas feministas “de guadaña”, como mordazmente las llamaba, una contribución masculina nada despreciable en las tareas domésticas que va en ascenso.

No es casual, gracias a esta solvencia con el estudio de los resultados de las encuestas económicas, que haya sido invitada a participar en el diseño de la Encuesta Nacional de Micronegocios que levantan el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS) bianualmente a partir de 1992. Además de contribuir con esas instituciones, la Dra. Rendón fue consultora de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y del Banco Mundial.

El análisis del mercado de trabajo que hizo Teresa Rendón también lega un mirador, precisamente el laboral, para acercarse a la comprensión de los rezagos en el desarrollo del país. El sólido bagaje teórico y el buen manejo instrumental transpiran en cada una de las contribuciones, muchas por fortuna, que en negro sobre blanco, siempre con una prosa cuidada y clara, dejó Teresa Rendón.

Gracias a ese empaque académico, Teresa Rendón cruzó sin retraso ni dilación, con el viento favorable que le proporcionaba la entrega cotidiana a su trabajo, por las etapas de la carrera académica, ascendiendo los peldaños de la evaluación científica. Profesora titular C de tiempo completo, máxima categoría a la que puede aspirar un académico en la Universidad Nacional, también fue, hasta donde sé, la primera economista de la UNAM en ser reconocida como investigadora nacional por el Sistema Nacional de Investigadores, donde llegó a obtener el más alto nivel, el III; en los procesos de evaluación a la calidad académica de la UNAM siempre fue puntera, como lo demuestra el hecho de que obtuvo el Programa de Primas al Desempeño del Personal Académico de Tiempo Completo (PRIDE) nivel D.

Por esa dedicación, creo no equivocarme si digo que la Dra. Teresa Rendón fue una férrea y consistente defensora de la universidad pública. Pero la defendía desde el aula, antes que desde el auditorio; desde sus ponencias en seminarios, congresos, mesas redondas, simposiums, lo mismo en la UNAM que en el Colegio de México (Colmex), las distintas unidades de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), las universidades de provincia, y también en el extranjero (sobre todo en España, últimamente), antes que en la asamblea general; en sus investigaciones, antes que en la firma de desplegados. Pero jamás rehuyó a las discusiones políticas y supo tomar partido siempre y sin amilanarse. Prueba de ello es que en 1980, siendo profesora investigadora sin definitividad en el Colegio de México, apoyó al sindicato de trabajadores y se opuso, públicamente, a la intervención de la policía en esa casa de estudios. El costo fue, en ese entonces, que no le renovaran el contrato en el Colmex; fue un costo alto, doloroso, previsible conociendo a algunas de las autoridades académicas de entonces en aquella institución, pero eso no la amedrentó.

Hay que decir, acerca de las posiciones de Teresa Rendón en la vida universitaria, que fue intolerante con la cultura de la simulación y con la mediocridad. Creyó en la meritocracia como un valor propio de la actividad académica. Se negó a hacer tabla rasa entre un alumno y un profesor; entre un pasante y un doctor; le molestaban el reclutamiento de profesores a partir de relaciones políticas con que la izquierda se dio cuerda en los años de expansión improvisada de la universidad; en cambio siempre dispensó respeto y admiración por sus maestros y colegas más talentosos, y reconocía el saber donde lo había y llamaba al pan “pan” y al vino “vino”. Con el lenguaje políticamente correcto, tan de moda ahora, mantuvo una perdurable enemistad. Algunos recordarán cuando una profesora -eso decía, al menos, su contrato- retó a la Teresa Rendón -que entonces lucía una larga trenza negra- a un debate en asamblea, a lo que la maestra Rendón replicó: “vamos a ver, si quiere discutir conmigo comparemos currículum contra currículum; yo no me presto al máscara contra cabellera” y con eso zanjó la discusión.

La última vez que coincidí con la Dra. Rendón en esta Facultad fue en la semana final del semestre 2005-2 (al terminar junio de 2005). Llegó puntual a su clase de siete y media de la mañana, y atendería luego al grupo de las diez y media. Ella sabía ya, y sus allegados también, que la enfermedad había avanzado mucho. Pero lidió con ella de la mejor forma posible: dándole la cara, combatiéndola; lo hizo quizá de la única manera en que ella sabía hacer las cosas: con coraje, sin dejar de trabajar. Trabajó hasta el final, disfrutando así de una de sus pasiones vitales. Pero también supo disfrutar de otros placeres. Este mismo año tuvo entereza e ilusión para ir a Madrid a ver a Úrsula, su hija, y a Camila, su primera nieta. También fue a un evento académico a Bilbao, con las mismas amigas que dos décadas atrás había ido a un congreso sobre temas de la mujer a Costa Rica: Antonieta Barrón, Mercedes Pedrero, Elia Ramírez. Hasta los últimos días siguió yendo al cine, a comidas y convivios con amigas y amigos, a seminarios, al bazar del sábado a comprar una lámpara para decorar su departamento en la Villa Olímpica. La muerte no la sorprendió, pero jamás se sentó a esperarla. Se fue, así, como vivió y como se prodigó: trabajadora, inteligente, ejerciendo su plena independencia de mujer ejemplar y singular de su tiempo.

Termino estas líneas con una nota personal, de egoísmo e inagotable orgullo: la Dra. Teresa Rendón era mi madre.

Referencias

M. Pedrero y T. Rendón, La mujer trabajadora, Instituto Nacional de Estudios del Trabajo, México, 1975. [ Links ]

T. Barbieri, “Notas para el estudio del trabajo de las mujeres: el problema de trabajo doméstico”, en Demografía y Economía, vol. XII, núm. 1, 1978. [ Links ]

T. Rendón, Trabajo de hombres y trabajo de mujeres en el México del siglo XX, UNAM-CRIM-PUEG, México, 2003, p. 16. [ Links ]

July A. Nelson (‘Feminism and Economics’, en The Journal of Economic Perspectivs, 9(2), primavera, 1995, pp. 131-148) [ Links ]

*Texto leído en el homenaje “Teresa Rendón, una académica comprometida”, celebrado en la Facultad de Economía, UNAM, el 13 de octubre de 2005.

1Véanse, por ejemplo, como trabajos pioneros, los siguientes: M. Pedrero y T. Rendón, La mujer trabajadora, Instituto Nacional de Estudios del Trabajo, México, 1975; T. Barbieri, “Notas para el estudio del trabajo de las mujeres: el problema de trabajo doméstico”, en Demografía y Economía, vol. XII, núm. 1, 1978.

2T. Rendón, Trabajo de hombres y trabajo de mujeres en el México del siglo XX, UNAM-CRIM-PUEG, México, 2003, p. 16.

3Ibíd., p. 52.

4El debate con las distintas escuelas del pensamiento en la obra de Teresa Rendón, al que se hace referencia a lo largo de esta nota, puede encontrarse en Rendón (2003), en especial en el capítulo II, referido a las interpretaciones teóricas y a las propuestas metodológicas.

5Rendón, op.cit., pp. 49-50.

6Rendón, op.cit., p. 9.

7Al respecto, Teresa Rendón apuntaba: “Para July A. Nelson (‘Feminism and Economics’, en The Journal of Economic Perspectivs, 9(2), primavera, 1995, pp. 131-148) quien propone un feminismo que no abandona los postulados básicos de la teoría neoclásica, uno de los problemas centrales de los neoclásicos reside en las ‘características’ masculinas (autonomía, competencia, racionalización) de sus categorías analíticas, reforzadas por el hecho de que la mayoría de quienes se dedican a la economía son varones. Sostiene que estas características deberían enriquecerse con la introducción de elementos complementarios considerados como ‘femeninos’: dependencia, colaboración y emoción. Este planteamiento parece más propio de una doctrina religiosa que de una doctrina del pensamiento económico; es admirable su semejanza con las virtudes teologales (contra gula, templanza; contra pereza, diligencia; contra soberbia, humildad; contra ira, paciencia; contra lujuria, castidad; etcétera), en oposición a los pecados capitales de la religión católica” (Rendón, 2003, p. 31).

8La reconstrucción de la dinámica del trabajo extradoméstico en el México del siglo XX puede encontrarse en el capítulo 4, “El trabajo extradoméstico durante el siglo XX”, Rendón (2003).

9Véase en particular el capítulo 5, “El trabajo doméstico y extradoméstico en el México contemporáneo”, Rendón (2003).

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