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Cuicuilco

versión impresa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.22 no.64 México sep./dic. 2015

 

Reseñas

 

Performance: una travesía por los linderos de la inestabilidad

 

Pedro Ovando Vázquez

 

Diana Taylor y Marcela Fuentes (eds.) Estudios avanzados de performance. Fondo de Cultura Económica/Instituto Hemisférico de Performance-Política-Tisch School of The Arts. New York University. México. 2011. 631 pp. ISBN: 978-607-16-0361-0

 

Escuela Nacional de Antropología e Historia, INAH.

 

En la primavera de 1977 tuvo lugar uno de los encuentros más interesantes y fructíferos entre la antropología y el arte. Convocados por el antropólogo escocés Víctor Turner, una veintena de académicos y artistas se reunieron con motivo de una sesión de conferencias dedicadas a los temas del ritual, el drama y el espectáculo. Entre los participantes se encontraba el dramaturgo neoyorkino Richard Schechner, con quien Turner entablaría una fuerte amistad y una relación intelectual que delinearía en buena medida el curso de lo que hoy conocemos como los Performance Studies.

Desde sus trabajos etnográficos realizados en la década de los sesenta entre la tribu ndembu de Rodhesia del Norte, hoy Zambia, Víctor Turner fijó su atención en la cualidad dramática de los procesos rituales y políticos de los grupos humanos; más tarde, después de su encuentro con Schechner, reorientaría la mirada para pensar estos procesos como performances. En otra latitud —la costa este de Estados Unidos—, en medio de las vanguardias artísticas de los setenta, los happenings de Allan Kaprow y las acciones del grupo Fluxus, Richard Schechner y su compañía The Performance Group desarrollaron un teatro experimental que incorporaría a su práctica las reflexiones de la antropología, el feminismo y la filosofía post­estructuralista, exploraciones que los llevarían a fundar y dirigir en 1980 el primer Departamento de Estudios de Performance en la Universidad de Nueva York.

Esta obra es resultado de este encuentro y muestra el devenir de las discusiones que ha suscitado el concepto de performance desde entonces. Compilado por Diana Taylor y Marcela Fuentes, Estudios avanzados de performance es una de las primeras publicaciones en lengua española que reúne, en un cuantioso volumen, las diversas perspectivas teóricas, tradiciones académicas y prácticas estéticas que se inscriben en el territorio heterogéneo de los estudios del performance.

Como lo señala Diana Taylor en la introducción del texto, una particularidad del concepto de performance es su ambigüedad. Como anglicismo utilizado en español, el vocablo performance se enfrenta constantemente a la dificultad de su traducción: ejecución, representación, puesta en escena, realización o acción estética, la palabra performance parece no hallar un referente estable, antes bien denota una pluralidad de significados.

Los 17 artículos que estructuran el contenido de la obra reflejan esta inestabilidad y ofrecen al lector un itinerario complejo en el que se incluyen textos clave de la reflexión sobre el tema, algunos de ellos considerados ya clásicos y otros emanados desde el pensamiento crítico y las experiencias marginales de las artes preformativas; en su conjunto dan cuenta de las repercusiones conceptuales del performance en las ciencias sociales y en las disciplinas estéticas.

El texto "Restauración de la conducta", de Richard Schechner, originalmente publicado en 1985 por la editorial Routledge, es el que inaugura el recorrido del libro. En este trabajo Schechner asevera que los comporta­mientos sociales observados en celebraciones, rituales u otras manifes­taciones expresivas son formas de conducta que restauran las acciones realizadas en el pasado a través de procesos de reinterpretación. Para el autor, ésta es la característica principal de todo performance: ser una acto que transmite de manera singular los comportamientos acumulados en la memoria cultural y que, al mismo tiempo, los reinventa. La conducta restaurada, nos dice, abre la posibilidad de la transformación cultural.

En coordenadas opuestas, el trabajo de la filósofa estadounidense Judith Butler argumenta que las estructuras normativas de la cultura son interiorizadas por el sujeto a través de conductas reiteradas que definen la identidad y corporeidad de los individuos. Este mecanismo de construcción subjetiva y corporal será definido como performativo. Centrales en los debates contemporáneos sobre el género, los planteamientos de Butler introducen el concepto de performatividad para pensar las formas de operación del poder en la producción de las diferencias sexuales, las cuales aseguran su asimetría por medio de la repetición regulada de actos.

Una matriz epistemológica común se advierte entre las perspectivas de Butler y los textos de las autoras Peggy Phelan, Amelia Jones, Rebecca Schneider y el historiador Joseph Roach. En estos escritos se aprecia la presencia de la teoría de los actos de habla de John L. Austin, así como las repercusiones de la filosofía de Jacques Derrida en el pensamiento estadounidense contemporáneo.

Las discusiones que sostienen estos artículos nos muestran la tensión central en la que se debate el concepto de performance, aquella que se tiende entre las nociones de presencia y representación. Para Phelan, el performance "implica lo real a través de la presencia de cuerpos vivos" (99) es un acto efímero e irrepetible que pone en crisis la lógica de la reproducción y desafía los sistemas de representación cultural.

En sintonía con esta concepción del performance cercana a la idea de presencia, el trabajo de Amelia Jones nos propone una mirada a las prácticas performativas de artistas feministas en los años setenta y ochenta. Al emplear el cuerpo como dispositivo estético —en contraste al canon modernista que privilegia al objeto artístico—, estas prácticas se abren al encuentro con el espectador y ponen en circulación las representaciones sociales, identitarias y de género. Jones observa que el despliegue expresivo del cuerpo en las acciones de artistas como Ana Mendieta provocan un cuestionamiento de los órdenes de la cultura precisamente porque el performance genera situaciones de interacción entre sujetos, las cuales develan una corporeidad siempre contingente, cuyas interpretaciones se sumergen en la arena de lo social y lo político.

Opuesta a una concepción del performance enraizada en el cuerpo como presencia irrepetible, cuyas acciones se sitúan en el aquí y ahora, la noción de representación alude a un procedimiento de repetición que hace presentes las marcas del pasado, de la memoria y de la historia. Este movimiento del concepto de performance hacia el territorio de la representación permite pensar las prácticas corporales como vehículos de transmisión de los hábitos, las costumbres y los saberes. En su artículo, Joseph Roach critica la visión tradicional de la historia que centra su atención en los registros escritos, para dirigir la mirada hacia las prácticas colectivas como formas en las cuales se deposita la memoria cultural. En consonancia con las ideas de Schechner, Roach define al performance como un dispositivo de restauración de la memoria, lo cual sirve de fundamento a su propuesta de reconstrucción histórica a través de "genealogías del performance", particularmente aquéllas que se suscitaron a partir del intercambio cultural entre Europa del norte, África y América —lo que denomina el mundo circunatlántico—, derivado de la empresa colonial a inicios del siglo XVII.

Los cuestionamientos de Rebecca Schneider apuntan en dirección análoga a las posturas de Roach pero buscan problematizar de manera radical la relación conceptual entre performance e historia. En su texto, la autora plantea que la lógica que sitúa al performance como acto transitorio, confinado al presente y condenado a la desaparición, es justamente la tradición epistémica del archivo, es decir, aquella lógica hegemónica que concibe al pasado como algo fijo que puede ser conservado o restaurado mediante la referencia a un original inmutable. Schneider somete la dicotomía entre performance y archivo a una operación deconstructiva y nos propone pensar las acciones preformativas, las tradiciones orales, los carnavales, las ceremonias y demás formas simbólicas de representación, como "arquitecturas de acceso" a la memoria; pero no a una memoria fiel a la tradición del archivo que nos remitiría a un dato histórico inalterable, sino una memoria siempre reconstructiva, incompleta, "que no se interesa en un sentido de preservación basado en lo idéntico" (230). La fuerza crítica del concepto de performance devela que el pasado y el presente no sostienen entre sí una frontera infranqueable, ambos se encuentran en un proceso de conservación y transformación simultáneo.

A pesar de que no existe una división explícita de los contenidos del libro, me parece que la serie de artículos que referí anteriormente conforman una primera parte en la que se aglutinan las concepciones teóricas centrales en torno al performance. Los trabajos que sugieren una segunda parte del volumen exponen diversas experiencias y reflexiones sobre el performance que han tenido lugar en contextos políticos y estéticos específicos.

Es el caso de los textos de Coco Fusco, Guillermo Gómez-Peña y Bárbara Kirshemblatt-Gimblett, en los cuales se abordan las dinámicas de escenificación y exotización de las identidades culturales. Estos autores coinciden en señalar que las categorías de lo étnico y lo nativo se construyen performativamente a través de estrategias coloniales como la etnografía, el museo o el turismo.

Hacia el final de este largo recorrido, arribamos a un conjunto de ensayos dedicados a explorar la relación entre performance y política. Ngûgî Wa Thiong'o y Víctor Vich nos relatan las experiencias de disidencia política en el contexto de los regímenes totalitarios de Kenia y Perú. En sus testimonios hallamos una preocupación por las fuerzas que componen los espacios de poder y por la capacidad del performance para desestabilizar los sistemas simbólicos impuestos por el orden hegemónico.

En esta tesitura, Jill Lane analiza las tácticas de resistencia utilizadas por los activistas cibernéticos del Electronic Disturbance Theater y el movimiento zapatista mexicano, como acciones que perturban los discursos oficiales en el espacio virtual. Este texto y el trabajo de Jon Makenzie abren el horizonte del performance a las problemáticas del flujo de información, capitales y materias, en la denominada era de la globalización.

La travesía por las páginas de este volumen conducirán al lector entre la multiplicidad de perspectivas que conforman la cartografía de los estudios del performance. Esta compilación constituye, sin lugar a duda, una referencia ineludible para aquellos que deseen sumergirse en uno de los conceptos más vigorosos y problemáticos de la reflexión sobre la cultura en las últimas décadas. Luego de su lectura, el concepto de performance emerge como una poderosa categoría de análisis que articula las dimensiones simbólicas, políticas y estéticas que se entretejen en toda acción humana.

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