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Cuicuilco

Print version ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.22 n.64 México Sep./Dec. 2015

 

Diversas temáticas desde las disciplinas antropológicas

 

Migrantes yucatecos, itinerarios transnacionales y aprendizajes: la experiencia desde un escenario turístico

 

Pedro Antonio Be Ramírez

 

Instituto de Investigaciones Antropológicas. Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Recepción: 4 de julio de 2014.
Aprobación: 15 de enero de 2015.

 

Resumen

Este artículo aborda la presencia de los migrantes yucatecos en uno de los polos de atracción turística más sobresaliente del Caribe mexicano: la isla de Cozumel, e incorpora una discusión sobre el vínculo entra la migración interna e internacional. En ese sentido, se busca caracterizar la cotidianidad de los migrantes de Telchac Pueblo a partir de la conexión y retroalimentación entre ambos espacios transnacionales. Con la finalidad de analizar la lógica que los impulsa a emigrar y la manera como transforman, reinventan y dan particularidad a su existencia en el lugar de destino, se tomó el caso de una familia extensa de migrantes telchaqueños.

Palabras clave: migración interna e internacional, experiencia migrante, Telchac Pueblo, Cozumel.

 

Abstract

This article explores the lives of Yucatecan migrants working in tourist service industry jobs on the Mexican Caribbean island of Cozumel; an important beautiful and successful vacation spot. The paper discusses the connections between domestic and international migration and, in this sense, seeks to characterize the daily life of the migrants in Telchac Pueblo, whilst emphasizing the connections and the retro alimentation within and across this transitional terrain. The analysis is centered on their personal motives and the different ways that migrant service workers restructure and transform both their home and their host communities, in essence reinventing their existence whilst enriching their community of choice.

Keywords: Domestic and international migration, migrant experience, Telchac Pueblo, Yucatan, Cozumel, Quintana Roo.

 

Introducción

A finales de 2008 viajé a la isla de Cozumel por invitación de unos amigos en calidad de "turista".1 En aquella ocasión y dado el poco tiempo que estaría allí, constantemente preguntaba a mis anfitriones sobre la vida cotidiana de la ínsula, el turismo y los aspectos socioculturales del sitio. En una de esas noches y poco después de recorrer buena parte del malecón con uno de mis camaradas, retornamos a la plaza principal donde hallamos una banca para reponernos del paseo. Mientras charlábamos de las fiestas tradicionales del lugar, una joven se acercó a nosotros, saludó afectuosamente a mi amigo e inició un diálogo ameno entre sonrisas y preguntas mutuas. De inmediato me presentaron con ella, quien resultó ser yucateca, paisana, pero más que nada "telchaqueña de corazón". Por este descubrimiento comenté acerca del estudio que se desarrollaba sobre el proceso migratorio en un municipio enclavado en la zona ex henequenera de Yucatán: Telchac Pueblo.

Situado al noreste de la capital yucateca, Telchac Pueblo, cabecera municipal del mismo nombre, tiene una superficie de 81.75 km2 y se encuentra en la llamada zona ex henequenera [Macossay y Castillo 1986]: "'Lugar de muchas raíces largas y pronunciadas', que en algunos árboles suelen tener y que a veces perjudican el paso" [Tec Chi 1981: 3], corresponde a su toponimia actual y cuyo patronímico en lengua maya significa "agua o lluvia necesaria" o "es indispensable la lluvia", por derivarse de las voces tel, contracción de teel, que se traduce como indispensable o necesario, y chac, contracción de chaac, que quiere decir lluvia, aguacero. De acuerdo con datos del Censo de Población y Vivienda de 2010, la población total del municipio es de 3 557 y representa 0.2% en relación con el total de la entidad [INEGI 2012b].

El caso de Telchac Pueblo revela una salida a ciudades o zonas paradisiacas como Mérida o Cozumel en busca de mejores oportunidades de vida, lo cual favoreció —aunado a las redes familiares y laborales así como de otros elementos importantes— "cruzar" hacia Estados Unidos, a la ciudad de Oxnard y Ventura, California.2 Incorporada a California desde el 30 de junio de 1903, Oxnard —nombrada así en honor al personaje principal en la historia de la ciudad, Henry Oxnard [Barajas 2001]— se ubica a 60 millas o 96.56 km al noroeste de Los Ángeles. A orillas de la costa del pacífico, este lugar tiene una población de 170 358 habitantes, de los cuales 66% son latinos, y 32% de ellos son jóvenes de 18 años o menos, de acuerdo con el censo de 2000 [Barajas 2007].

Con esta mirada, si bien la migración internacional hacia Estados Unidos ha tomado un papel preponderante en la realidad social de prácticamente todos los municipios yucatecos, los trabajos hasta ahora realizados dan muestra de la conexión existente entre la migración interna y a escala mundial. De acuerdo con Durand [1988], anteriormente los estudiosos del tema migratorio consideraban a ambas modalidades ajenas y discontinuas, como si fueran dos hechos diferentes, aunque su singularidad es de vinculación. Esta conexión es resultado de diversos factores producidos por encuentros e intercambios sociales entre esas movilidades, las cuales se desplazan en múltiples direcciones e intensidades, reducen los costos, evitan penurias y fracasos entre los migrantes y funcionan como sitios de atracción, permanencia, tránsito y retorno del proceso migratorio.

En este artículo se examina la presencia de los migrantes yucatecos en la costa caribeña de la Península de Yucatán e incorpora la discusión sobre el nexo entra la migración interna e internacional. Asimismo, el propósito de este trabajo es discutir la presencia de los migrantes yucatecos en un nuevo contexto sociocultural matizado por la modernidad y la globalización, así como la manera en que ellos transforman, reinventan y singularizan su existencia en el lugar de destino. Ilustro el estudio con material empírico de una familia extensa de migrantes de Telchac Pueblo, que aprovecharon la coyuntura de estar y obtener lo mejor de este escenario turístico mundial: la "Isla de las Golondrinas", Cozumel. La información que aquí se ofrece proviene de una investigación propia orientada hacia los aspectos socioculturales que conforman las identidades de los migrantes telchaqueños establecidos en la ciudad costera de Oxnard, en Estados Unidos [Be Ramírez 2010].

Para iniciar este recorrido de los migrantes yucatecos hacia el Caribe mexicano, en el primer apartado planteo una discusión introductoria de la migración yucateca, en el ámbito interno (interregional) e internacional. Enfatizo la importancia de las migraciones intermedias como especie de trampolín y aprendizaje para la migración internacional de los yucatecos, además de presentar un recuento de las implicaciones económicas, sociales y culturales de dichos éxodos. En el segundo reseño la conformación social, histórica y cultural del segundo polo de atracción más relevante de la franja turística caribeña: Cozumel. La siguiente sección aborda la genealogía de una familia telchaqueña, cuyos cruces explican la conexión y retroalimentación entre ambos espacios transnacionales. Finalmente expongo algunas reflexiones sobre estos encuentros y los aprendizajes adquiridos que le otorgan un nuevo sentido a la vida de estos yucatecos.

 

La migración interregional yucateca3

La migración yucateca hacia la costa oriental caribeña está ligada a un circuito regional en el cual participan los estados de Campeche, Yucatán y Quintana Roo, ubicados en la Península de Yucatán. Con la puesta en marcha del desarrollo económico y la modernidad en Quintana Roo, la industria turística ha otorgado un sello distintivo al lugar desde hace casi cuatro décadas, donde Cancún o Playa del Carmen son polos de atracción de población migrante, principalmente de Yucatán [Lewin Fischer 2007]. Esta pujante economía se traduce en un crecimiento para los habitantes de prácticamente todas las regiones socioeconómicas de la entidad yucateca. Uno de los factores que explican las migraciones intermedias o interregionales hacia el litoral costero peninsular es el auge del turismo en Quintana Roo con la construcción de Cancún y proyectos como la Riviera Maya o Mundo Maya a finales del siglo XX.

Con el surgimiento de la migración urbana hacia la capital del estado por el ocaso del periodo henequenero, los migrantes yucatecos construyeron el desarrollo turístico de Cancún en la década de los setenta y posteriormente el de la Riviera Maya, 20 años después. La migración interna de los yucatecos hacia esos centros turísticos fue el paso decisivo hacia una migración internacional al proporcionar las bases necesarias que posibilitaron el cruce hacia Estados Unidos [Lewin Fischer 2007]. Así, el número de migrantes yucatecos hacia "el Norte" creció a partir de los años ochenta, pero es hasta la siguiente década que su presencia se hace visible en aquel país [Fortuny 2004]. Los municipios de Yucatán tienen una destacada participación en esta dinámica migratoria, además de conectar las migraciones intermedias (o interregionales) donde se entrenan para lanzarse a una migración internacional [Be Ramírez 2010].

Tanto Cancún como otros sitios turísticos del Caribe mexicano se convirtieron en el escenario de enseñanza-aprendizaje para la migración internacional yucateca al contribuir con nuevas experiencias y conocimientos sobre el cruce e incorporación al nuevo contexto, además de adquirir y desarrollar otras habilidades. Así lo indica Sánchez Crispín y Propin Frejomil [2003] con respecto al hecho de hablar el idioma inglés entre la población maya, lengua que en muchos casos aprendieron sin conocimiento previo del español, esto es, pasaron directo del maya al inglés. Por ello el capital social y humano acumulado4 pudo aplicarse ante la nueva capacidad de migrar internacionalmente [Lewin 2007]. Desde entonces, la población comienza a desplazarse a ritmos más acelerados y a través de redes sólidamente establecidas de tal suerte que el impacto migratorio en la realidad yucateca ha generado profundas huellas en su cotidianidad, ya sea en origen o en destino.

La migración interregional complementa, facilita y promueve la migración internacional con la adquisición previa de conocimientos y prácticas cotidianas acordes con la migración, pero al mismo tiempo esta producción de aprendizajes influye en la organización comunitaria de los migrantes al trastocar valores, normas, costumbres y tradiciones de sus lugares de origen. Ante este panorama, diversos estudiosos se han interesado por el impacto del turismo tanto en los lugares de origen como de destino donde se sitúan los migrantes yucatecos en propuestas que van desde las motivaciones y expectativas para dejar el terruño, las representaciones sociales sobre el trabajo, la milpa y el género, el cambio social de algunos componentes de la cultura maya e identitarios, hasta las repercusiones de la globalización, entre otros tópicos.

Una de las primeras investigaciones sobre el desplazamiento poblacional hacia zonas turísticas es presentado por Julia E. Fraga [1992], quien inquiere sobre los objetivos que impulsan a los migrantes yucatecos hacia la costa oriental de Quintana Roo y si esto es para subsistir o por superación. Con la construcción y auge de estos polos turísticos, "se requerirá [de] fuerza de trabajo [atraída] por el trabajo estable y un ingreso mínimo para subsistir, pero permeado de una ideología moderna: 'migrar para subsistir y de camino progresar y superarse'" [Fraga 1992: 59], de ahí que se presenten ambas formas. Los movilizados para subsistir corresponden a los milperos que se van de manera temporal, ganan un poco de dinero y retornan para el ciclo de la siembra; en tanto los otros, motivados por la idea de superación, lo hacen permanentemente con la esperanza de en algún momento alcanzarla.

La obra de Alicia Re Cruz [1996] centra su argumento en el entramado social y cultural que envuelve a los mayas de Chan Kom y cómo lo emplean para advertir sus impresiones, percepciones, experiencias y prácticas ante el cambio y el presente, con el fin de conceptualizarse a sí mismos en un espacio-lugar de profundas transformaciones como lo es Cancún. La visión de la comunidad maya en un mundo posmoderno instituye una especie de hibridación entre los dos universos con base en sus relaciones nacionales, internacionales, y sobre todo de clase, respecto de la ciudad. Asimismo, los mayas reproducen "nuevas versiones de su forma de concebir el mundo" [Re Cruz 1994: 47] y en sí mismos. Ante su presencia en el nuevo contexto, la autora propone a Cancún como "la nueva milpa" entre los emigrantes mayas, al conferirle a sus centros de trabajo (hoteles, restaurantes y salarios) la conexión para reinterpretar, consolidar y legitimar su identidad como milperos [Re Cruz 2006].

Referente a la importante conexión entre la migración interna e internacional, Andrea Rodríguez, Jennifer Wittlinger y Luis Manzanero Rodríguez [2007] tratan el caso de los tunkaseños para demostrar cómo la migración previa al estado vecino de Quintana Roo sirve como escuela para posteriormente lanzarse a una migración internacional. Desde la década de los años setenta, los migrantes yucatecos de la región maicera se dirigen a Cancún para insertarse en la industria de la construcción hasta ubicarse actualmente en sitios de la Riviera Maya y Playa del Carmen principalmente. Para estos autores, la experiencia preliminar en Quintana Roo otorga un mayor conocimiento y comprensión del estilo de vida que se experimenta en el marco de la migración, al minimizar los costos y los riesgos al efectuar el éxodo al vecino país del norte. Dicha complementariedad se acompaña por la formación de redes sociales que son decisivamente influyentes para el éxito migratorio.

En cuanto a las redes sociales, Dalia Ceh Chan [2009] analiza la dinámica que ocurre entre Yucatán y Quintana Roo tomando en cuenta los procesos históricos, sociales, estructurales e inclusive ecológicos involucrados en los movimientos de población yucateca hacia la Riviera Maya, específicamente a Playa del Carmen. Con el crecimiento de ciudades turísticas ubicadas en la costa del Caribe mexicano y la salida de campesinos henequeneros en busca de mejores oportunidades, los migrantes se insertaron en la actividad turística que florecía hace más de cuatro décadas. Un elemento crucial para entender la migración interna reside en las redes sociales que, con el capital social, son los aspectos que dan sentido, coherencia y explican los ajustes e incorporación de los migrantes. Estas alianzas amortiguan, disponen y permiten la continuación del circuito migratorio y, al mismo tiempo, se actualizan facilitando la llegada de nuevos paisanos.

M. Bianet Castellanos [2010] presenta un estudio sugerente de la incursión de la población maya en la llamada modernidad, donde se inscribe la economía global, al mostrar el éxodo de dos familias de Kuchmil, un seudónimo para referirse a una de las comunidades cercanas a la entidad yucateca de Valladolid, y su establecimiento en la ciudad turística de Cancún. Con el desplazamiento de los hijos de las familias Can Tun y May Pat se evidencian las prácticas de consumo y el movimiento de las nociones de género, personalidad y clase de estos hogares mayas a través de los espacios rural-urbano. Si bien estos mayas están inmersos en las dinámicas del capitalismo, donde se requieren de cuerpos dóciles y trabajadores al servicio del turismo, la autora sostiene que ello les permite contar con la actitud necesaria para vivir en un mundo con una economía polarizada a la vez que desarrollan estrategias para criticar la modernidad y reforzar los lazos de parentesco, así como con su comunidad de origen.

Un texto relativo a la migración interna e internacional de los mayas peninsulares es presentado por Ella Fanny Quintal Avilés et al. [2011] para referirse a la movilidad laboral así como a la redefinición que experimentan los pueblos mayas durante el proceso migratorio. Inicia el tratamiento con el desplazamiento de la población peninsular hacia ciudades como Mérida y Cancún, además de la Riviera Maya. La comprensión de estas migraciones apunta principalmente al factor económico en la búsqueda de empleo y para estudiar. Asimismo, en esta dinámica se producen cambios en la vida familiar, comunitaria y cultural del grupo. En cuanto a la migración internacional, el panorama no es distinto. Los roles de género, la transmisión del conocimiento agrícola y la sujeción de la vida comunitaria hacia una economía de consumo, entre otros aspectos, son muestra de las transformaciones y reajustes que experimentan los mayas migrantes.

Los estudios citados nos revelan la importancia de la migración yucateca hacia otras regiones y su incidencia en aspectos económicos, sociales y culturales sobre sus comunidades de origen y destino, al mismo tiempo que nos plantean nuevas propuestas de investigación como la sexualidad, las relaciones interétnicas en un paisaje global y el impacto sobre la biodiversidad en los centros turísticos de primer nivel. Un escenario donde es posible analizar esta dinámica y sus implicaciones corresponde a Cozumel. Con una infraestructura hotelera de 45 establecimientos para hospedaje con 4 098 habitaciones, en la isla se reportaron para 2010 tan sólo 526 151 turistas de los cuales 137 661 fueron nacionales y 388 490 extranjeros, según información censal oficial [INEGI 2012a], colocándola como uno de los escenarios sobresalientes desde su descubrimiento a principios del siglo XVI hasta ser hoy modelo único y pionero de la industria turística, como se observa a continuación.


Historia mínima de la isla de cozumel

Cozumel se sitúa en la región oriental de la Península de Yucatán, a 18 km (11.18 millas) frente a Playa del Carmen, en el estado de Quintana Roo. Con una extensión de 392 km2, sus dimensiones abarcan 45 km de largo por 17 km de ancho, con dirección norte-sur [Batun Alpuche 2009; Palafox y Zizumbo 2009; Sánchez y Propin 2003]. Considerada la isla más grande y habitada del territorio nacional con una población de 79 535 habitantes en 2010 (INEGI, 2012a), su historia social y cultural vinculada a un pasado maya milenario hacen de esta porción insular una región rica en recursos naturales y arquitectónicos de uso turístico (véase el mapa 1).

La Isla de las Golondrinas, conocida así desde la época de los mayas [César y Arnaiz 1998], cuenta con fauna y vegetación endémica con recursos costeros y marítimos, cuyo clima tropical cálido hacen de este sitio el pionero en cuanto al desarrollo turístico en el Caribe mexicano. Rodeada por arrecifes de coral como uno de sus principales atractivos turísticos, Cozumel fue descubierta por la mirada ibérica en 1518 con la empresa de Juan de Grijalva el día 3 de mayo,5 razón por la cual fue llamada Santa Cruz [Antowich y César 1991]. No obstante, los españoles al preguntar a los nativos sobre el patronímico del lugar, éstos respondían: "Acuzamil", y de ahí que se asumiera como "Cozumel". Pero es hasta la llegada de Francisco de Montejo y su tripulación cuando el 29 de septiembre de 1527, día de San Miguel, se supone fue bautizada como San Miguel de Cozumel, donde se conserva y localiza la principal área urbana, hoy cabecera municipal.

Desde la época prehispánica, la isla fue un centro comercial y ceremonial importante donde Ixchel, la diosa maya de la fertilidad, era adorada por mujeres y hombres que venían en peregrinación desde "tierra adentro" [Antowich y César 1991]. Además de este santuario (los otros dos fueron Chichen Itzá e Izamal), probablemente ubicado en la zona arqueológica conocida como San Gervasio, cuenta con otros sitios como El Cedral, El Caracol, Buena Vista, Hanan, Ixlapak y El Castillo.6 En el transcurso de los años, los primeros españoles habitaron la isla por periodos laxos en tanto la población nativa fue mínima, por esa razón se notó la presencia de piratas refugiados que incursionaron por el mar de las Antillas. Pero no fue hasta mediados del siglo XIX cuando comienza a reescribirse su historia.

La Península de Yucatán vivió un evento que modificó la vida económica, política, social y cultural de los mayas. La Guerra de Castas, rebelión indígena iniciada a mediados del siglo XIX y concluida a principios del xx (1847-1902), fue el hecho que dividió radicalmente a la población nativa entre macehuales o "sublevados bravos" y mayas "controlados" o "pacíficos" [Gabbert 2004]. Los primeros ocuparon las zonas aisladas del actual estado de Quintana Roo y más allá de lo que hoy conforma el territorio nacional. Actualmente los descendientes de los mayas rebeldes perduran en el interior de la selva en la llamada "Zona Maya". Los mayas "pacíficos" y mestizos habitaron Isla Mujeres, Holbox y Cozumel, así como la costa del oriente de la península yucateca [Marín 2008]. Los refugiados en las islas Cozumel y Mujeres se vieron obligados a buscar estrategias de sobrevivencia; se abocaron a satisfacer y cubrir sus propias necesidades.

En ese tiempo, los isleños desarrollaron actividades económicas como la agricultura, la pesca, el comercio y la explotación de los recursos forestales [Antowich y César 1991], además se llevó a cabo un incesante repoblamiento. Desde 1848 se establecieron en Cozumel dos grupos de inmigrantes procedentes de Valladolid al caer este sitio en manos de los agresivos rebeldes. Un año después del arribo de este flujo migratorio a la isla fundaron el pueblo de San Miguel por decreto del gobernador yucateco Miguel Barbachano.7 La población dominante, los mestizos, según indican César Dachary y Arnaiz Burne [1998: 77], poseían "una cultura de contacto maya-europea, bilingües para hacer frente a su cotidianidad, aunque su lengua y vestimenta correspondía a la cultura de los blancos mayas". La población mayoritaria en esa época fue yucateca debido al episodio bélico en la región.

Con la separación territorial de Yucatán y el establecimiento del actual estado de Quintana Roo en 1902, Cozumel ya estaba en proceso de conformarse como un punto importante en la franja caribeña peninsular. Las actividades agrícolas en la ínsula comienzan a posicionarse. La fruticultura y el cultivo de granos, el auge henequenero, la copra desde comienzos del siglo XX y el chicle (resina obtenida del árbol conocido como chicozapote) en la segunda década de los años veinte hacen sustentable el abastecimiento local, pero no permiten el desarrollo económico de la zona [Antowich y César 1991; Martínez 2007]. Pero ante el declive de las actividades económicas en diferentes momentos históricos surgen otras como la pesca y el turismo, a pesar de la crisis de los años treinta de la centuria pasada, donde una de sus consecuencias fue la desaparición del territorio y su restitución en 1935.8

El crecimiento poblacional de la región,9 producto de la reactivación económica por la pesca y el turismo, posibilitaron el resurgimiento de Cozumel como isla paradisiaca, prístina y con un pasado maya evocado del imaginario social construido por aquellos que la visitaban [Marín 2008]. Esto se atribuye al turismo moderno, aunque si bien corresponde a las tres últimas décadas del siglo XX, los primeros referentes ocurren a mediados de la década de los años veinte. Así la isla se fue posicionando como un sitio de aventura para contados visitantes, atraídos por sus atractivos naturales que —junto con la presencia de inversionistas locales y extranjeros, la infraestructura portuaria y aérea, la creciente promoción del lugar, así como la apuesta del Estado mexicano por la modernidad— dieron el impulso a este municipio quintanarroense [Martínez 2007].

El viejo esquema de explotación intensiva de la selva comienza a menguar al igual que la actividad agrícola y se precisan de otras estrategias económicas. Es cuando la visión de pioneros como William Chamberlain armoniza con la de ciertos empresarios locales enfocados en la actividad turística, además de contar con la infraestructura necesaria, como el aeropuerto internacional desde 1943. El apogeo comercial del chicle originó las rutas marítimas que favorecieron los primeros arribos de turistas. Por si fuera poco, la revolución cubana de 1959 propició en los estadounidenses la búsqueda de nuevos espacios turísticos y de recreo en México, producto de la cercanía con Estados Unidos [Antowich y César 1991; Martínez 2007; Palafox y Zizumbo 2009].

El incremento del turismo generó fuentes de empleo que la población local no podía cubrir y, ante la demanda, migrantes yucatecos principalmente, al igual que de otras regiones (Veracruz, Campeche o el Distrito Federal), se establecieron en la ínsula para atender las necesidades y contribuir a la economía local. Tan sólo en 1960 se contabilizó a más de 7 500 cozumeleños, de los cuales 3 600 aproximadamente eran de origen yucateco, mientras que para 2010 había más de 79 500 habitantes, donde los yucatecos ocupaban el primer lugar de población inmigrante con más de 24 300 [INEGI 1963 y 2012a]. La población de Cozumel es resultado del encuentro entre mestizos y mayas yucatecos de antaño que han convivido con otros habitantes de la península y demás estados del país.

La mayoría de los isleños habitan en San Miguel de Cozumel, cabecera municipal, que concentra la mayor infraestructura portuaria y de servicios para el turismo, como son los muelles para el arribo de cruceros y ferrys, un aeropuerto internacional, además de contar con hoteles, restaurantes, tiendas y un museo, entre otros. El desarrollo efectivo de la actividad turística en la costa occidental y en buena medida del litoral oriente,10 hacen de la isla el lugar ideal para el descanso y la recreación con un verdadero "toque mexicano", donde las manifestaciones culturales están a la orden [Sánchez y Propin 2003]. Las áreas naturales como Chankanaab, la Reserva Ecológica Punta Sur y el Parque Marino Nacional Arrecifes de Cozumel, aunadas a los atractivos históricos y arquitectónicos prehispánicos o coloniales, hacen de Cozumel el enclave por excelencia del Caribe mexicano poco después de Cancún y la Riviera Maya [González y Palafox 2007; Martínez 2007].

 

Aprendizajes en itinerarios migrantes

Sin bien el arribo de yucatecos al litoral costero del Caribe mexicano surge de una relación recíproca entre los migrantes y la población local quintanarroense, ésta se basa en una interdependencia parecida al éxodo de migrantes hacia Estados Unidos por la necesidad de mano de obra barata y mal remunerada para la industria de la construcción y la atención de servicios como guías turísticos, camareros, jardineros, mantenimiento, servicio doméstico o de limpieza, entre otros. Para el caso de la migración telchaqueña, el flujo de paisanos hacia zonas del sureste mexicano como Cozumel, Cancún o Playa del Carmen resultan evidentes desde su constitución como sitios turísticos paradisiacos del país. El turismo y los servicios ocupan una parte importante de la economía en Telchac Pueblo, y explican las "migraciones intermedias" hacia Mérida, Cancún o Cozumel [Be Ramírez 2010].

El caso que a continuación se aborda refiere a una familia extensa de telchaqueños, cuyos miembros articularon sus vidas a la dinámica migratoria. A través de ellos se conocerán los motivos y expectativas para dejar el terruño, los diversos cruces tanto al interior de la península yucateca como fuera de ésta rumbo hacia Estados Unidos, y la cotidianidad de los contextos a los que llegaron. Con cada uno de esos itinerarios se busca comprender la conexión entre las migraciones internas e internacionales, el capital social y humano que va conformándose entre los migrantes yucatecos junto con el papel de las redes sociales que entretejen y afianzan los lazos familiares y de paisanaje. Para iniciar este recorrido tomaré la experiencia de vida de la señora Alicia Hernández11 quien en torno a su núcleo familiar se ha vinculado a la de otros telchaqueños (véase la figura 1).

A sus casi 50 años, la señora Alicia tomó la decisión de irse a Cozumel, pues el dinero que le enviaba desde Estados Unidos en aquel entonces Juan Lizama, su esposo, y su trabajo de modista junto con el urdido de hamacas en el pueblo no redituaban mucho. El señor Juan había emigrado hacía más de 30 años a la Unión Americana; Manuel, José y Rubén, los hijos mayores, siguieron sus pasos. Los tres llegaron a Los Ángeles, California, donde se encontraba su padre, pero según cuentan, no les gustó mucho el lugar y decidieron trasladarse a Oxnard porque "es más bonito". En 1989, una economía inestable llevó a la señora Alicia a irse con sus tres hijos, Mary, Raúl y Teresa, a trabajar a la isla, donde llegaron a vacacionar en primera instancia por invitación de Sara, su hija mayor, quien ya vivía en Cozumel. El éxodo de la señora Alicia y sus tres hijos, desde los planteamientos de Fraga [1992], fue motivado, primero, por mejorar el ingreso familiar, después por un anhelo de superación.

El desacuerdo de su esposo por abandonar el pueblo y la amenaza de la pérdida de "sus derechos como esposa" no le impidió trasladarse a la isla. Ahí permaneció un año trabajando, primero en un restaurante por unos cuantos días, después como costurera y finalmente en un hotel como encargada de la lotería, auxiliar de las camaristas si requerían de algún artículo que hiciera falta en las habitaciones, como toallas o jabón, además de checar las entradas y salidas de los huéspedes para dejar en orden los cuartos. Quienes se escandalizaron por la nueva vida laboral de la mamá fueron Sara, su hija, y su esposo argumentando el "qué dirán" ante la mirada de amigos y conocidos de su poblado que estaban en Cozumel. Para la señora Alicia eso fue lo de menos, la situación económica apremiaba:

[...] en la radio oí que solicitaban una ayudante de cocina en el restaurante Gambrinos y al otro día me fui. Me dice mi hija: —¿A dónde vas? Voy a pasear con tu suegra—, le dije, pero nomás fue la mentira que le eché. Fui a la calle, pedí el trabajo y me lo dieron. Al otro día ahí voy. Cuando se lo dije a mi hija puso el grito en el cielo, también su marido. Ellos alegaban que qué van a decir sus amigos cuando sepan que trabajo en un restaurante. Yo dije: pos que digan misa, ellos no me mantienen. Yo vine aquí y nos animaron a que nos quedemos, ¿qué vamos a buscar allá en el pueblo? (Ciudadana, entrevista realizada el 30 de julio de 2008.)

La ruptura de paradigmas en la señora Alicia sobre su papel como esposa, madre y mujer resulta contingente al espacio sociohistórico donde se sitúa. Tal como lo ha demostrado Castellanos [2010], la movilidad de las nociones sobre las expectativas de género, el papel "apropiado" a hombres y mujeres entendido como una construcción social de lo masculino y lo femenino, se vuelve notoria en este caso al incursionar en el ámbito laboral. Durante esa época llegó a ganar entre 300 000 y 350 000 pesos quincenales12 que complementaba con las propinas que le daban, aunque no era camarista. Por ello nunca descuidó sus empleos. A Telchac iba una vez al mes para resguardar su vivienda y sus pertenecías.

Después de un año sus hijos José y Rubén, al enterarse de su estancia en Cozumel, los "mandaron traer" hasta Oxnard para conocer la ciudad, pero principalmente para trabajar y ganar mejor "del otro lado"; su cruce fue sin documentos, con ayuda de un pollero y acompañados de Manuel, el mayor de la familia. La red de relaciones, sobre todo familiares, son cruciales para cruzar a Estados Unidos, pero también para amortiguar la experiencia migrante [Rodríguez et al. 2007].

En febrero de 1990, la señora Alicia atravesó la frontera entre Tijuana y San Diego, pagó 50 dólares al pollero por sus cuatro hijos y ella. Desde su llegada como indocumentada tuvo diversos empleos, como repartir el periódico de la localidad, el trabajo en el field o plantíos de brócoli y repollo, además en el deshierbe y en el empaque de la naranja en Santa Paula y Oxnard. Con su estatus de ciudadana, adquirida desde 2002, la vida de la señora Alicia se entreteje en ambos espacios transnacionales. Sabe que Estados Unidos es un país de oportunidades, basta con tomarlas y hacerles frente. Actualmente con su pensión es posible invertir ese ingreso entre sus hijos y nietos para darles todo lo que no pudo anteriormente.

Quien siguió los pasos de la familia Lizama Hernández fue Miguel Argaes. Desde muy jóvenes tanto él como Mary, la hija de la señora Alicia, se enamoraron y la relación se formalizó con el tiempo. Al concluir una carrera corta de contaduría y desempeñarse como aduanero de insumos en una fábrica de galletas en la ciudad de Mérida a finales de los ochenta, cada fin de semana su ruta era ir al pueblo para "ver a la novia". Cuando la familia de Mary decidió migrar a Cozumel y ante la imposibilidad de visitarla con frecuencia, optó por trasladarse a la isla, pues la lejanía de la capital yucateca con aquel sitio turístico representaba un fuerte desgaste físico y monetario al punto que renunció a su empleo. En Cozumel trabajó en el mismo hotel donde se encontraba la señora Alicia, ocupación que mantuvo gracias al apoyo brindado por quien se convertiría con el paso de los años en su suegra:

[...] me fui [a Cozumel] porque a mi esposa la estaba enamorando en ese entonces y mi suegra, pos se fueron a trabajar allá y pues yo también me fui a trabajar a la isla. En ese entonces, mi suegra trabajaba en el hotel Presidente donde yo trabajé. Gracias a ella creo hasta tuvimos la oportunidad de trabajar, de entrar ahí pues usted sabe, palancas o como sea, uno va recomendado [...] ya con los trabajos vas aprendiendo el inglés poco a poco. Como estás con [los turistas] se te pegan algunas palabras, al menos escuchar como ellos lo dicen [...]. (Indocumentado, entrevista realizada el 29 de junio de 2008.)

La importancia de las redes de paisanaje, como el testimonio de Miguel, así como de hacerse de un capital social y humano, explica la continuidad del circuito migratorio entre los telchaqueños [Ceh Chan 2009; Massey 1999; Massey et al. 1991; Portes 2007]. Sin embargo, la pareja se separó, pues la familia de Mary emigró a Estados Unidos, Miguel permaneció en la isla por dos años trabajando en el mismo hotel, donde se inició en el sector de servicios. También se ocupó de la renta de motos para los turistas hablando un inglés básico para comunicarse con los extranjeros en el cobro de algún desperfecto que presentara el vehículo o en los accesorios. Vivir en el Caribe mexicano fue una época de bonanza, llegó a ganar hasta 150 dólares en un día sólo con la renta de motos y cubrir gastos de renta y comida, entre otras necesidades.

La movilidad económica experimentada forma una buena parte de la comprensión sobre emigrar a un nuevo destino [Fraga 1992; Quintal et al. 2011]. Al final, Miguel decidió regresar a Telchac Pueblo y atender una fondita que puso en el parque en compañía de su madre. Durante año y medio se dedicó a la venta de hamburguesas, perros calientes (hot dogs) y panuchos, entre otros antojitos, cuando surgió la oportunidad de cruzar la frontera, sin papeles y motivado por la aventura de migrar a la Unión Americana. A principios de la década de los noventa, a los 23 años de edad y con esa oportunidad, reunió el dinero para el pago del boleto de avión hasta Tijuana, por donde el coyote lo cruzó hasta llegar a Oxnard, donde ya se encontraban otros familiares.

En la ciudad localizó a Mary, pero su prioridad era el estudio, por lo tanto, el noviazgo quedó fuera de sus planes. Más tarde se reencontraron al laborar juntos en un restaurante de comida rápida (Carls Jr.). Luego de reanudar su relación de pareja decidieron casarse. A inicios del año 2000, por situaciones familiares la pareja retornó al pueblo; regresaron a Cozumel donde Miguel trabajó en una joyería "enganchando" a los turistas, en una cocina económica que estableció y después en un local de venta de dólares, un negocio de los cuñados que viven allí y en el que el inglés le fue de mucha utilidad para desempeñarse en la actividad turística. Contar con un conocimiento mayor sobre el proceso migratorio permite a los que "se fueron" una incorporación efectiva a los ámbitos transnacionales [Rodríguez et al. 2007]. Actualmente, todos los integrantes de la familia de Miguel y Mary radican en Oxnard.

En el caso de Pablo, sobrino de Miguel, las causas económicas y el deseo de superación, como alude Fraga [1992], lo llevaron a dejar el pueblo para sostener su hogar, pues desde muy joven se consideraba como la "cabeza de la familia". Su vida ha girado entre el trabajo, para ayudar a la economía familiar, y costearse los estudios. Su primera emigración fue a Cozumel, donde estuvo a finales de la década de los noventa, pues los sueldos en su comunidad no cubrían los pagos de la casa, los estudios y manutención de la familia. Las jornadas en las hortalizas con la cosecha del tomate, rábano y sandía, en la limpia de los surcos donde se siembra el henequén, y como pescador, entre otras labores, no fueron suficientes para cubrir las necesidades personales ni familiares. Trabajar y retornar a la escuela hasta donde se podía con el dinero ahorrado, le permitió estudiar unos semestres de la carrera de turismo, al mismo tiempo que se desempeñaba como encargado de cuentas por cobrar en un hotel ubicado en el centro histórico de Mérida.

Sus conocimientos de contabilidad, adquiridos durante la carrera, le permitieron desempeñarse en dicho puesto durante el tiempo que estuvo en la escuela, aunque el ingreso no era suficiente para mantener los estudios y vivir en la capital yucateca. Su necesidad de superarse y ser mejor persona llevó a Pablo a tomar la decisión de emigrar al extranjero. Por una invitación que le hizo una amiga nacida en Oxnard e hija de padres telchaqueños, resolvió irse en esa búsqueda de mejores oportunidades de vida. Su cruce indocumentado fue muy distinto a la de la señora Alicia y su tío Miguel. Con ayuda de su amiga, llegó a Tijuana e intentó pasar con un coyote, pero la patrulla fronteriza los deportó hasta Mexicali, lugar desconocido para él y sin contacto alguno para "cruzar" nuevamente. Pablo reflexiona y cuenta al respecto:

Puedo decir que mi llegada a Estados Unidos fue por motivos económicos [...] no puedo decir que es la mejor aventura que he tenido. Hay mucho sufrimiento al cruzar la frontera, no se lo deseo a nadie. Si yo pudiera dar un consejo, creo que es mejor que busque una forma de vida en México. Si no vienes de forma legal y no vienes para prosperar, es mejor que busques una mejor forma de vida allá. Es muy peligroso el paso en la frontera porque no sabes en manos de quién caes y luego que puedes perder la vida. Para mí todavía es difícil asimilar por lo que pude haber pasado [...] estar en medio del desierto, con gente que no le importa más que tu dinero [...]. (Indocumentado, entrevista realizada el 2 de julio de 2008.)

Si bien migrar "al Norte" implica una decisión personal y familiar, para Pablo también se deben considerar los costos en los que se involucra la vida misma. En esa situación, las redes sociales no fueron eficaces para minimizar los riesgos y las consecuencias por emigrar [Ceh Chan 2009; Quintal et al. 2011]. Con mucha dificultad llegó a la ciudad de Oxnard, se hospedó en casa de unos familiares por unos días y obtuvo su primer empleo en los plantíos después de una larga espera a consecuencia de las lluvias. El trabajo realizado en Cozumel orientado al turismo en la atención a estadounidenses y europeos, le permitió adquirir nociones del idioma inglés [Rodríguez et al. 2007]. No obstante, a su arribo a Estados Unidos, también asistió a la escuela para mejorar su conocimiento sobre esa lengua en los cursos que allí se impartían.

Desde su estancia en octubre de 2000 ha buscado progresar para ayudar a su familia. La precariedad de los ingresos económicos en Telchac Pueblo no permiten una permanencia estable en el lugar. Por ello la urgencia de buscar un trabajo que complemente el gasto del hogar. Su incursión al ámbito laboral en Estados Unidos va desde el reciclaje de papel, aluminio y plástico, y el trabajo en la construcción, hasta desempeñarse en la restauración de madera natural en pisos, gabinetes de cocina y muebles, entre otros. Ellos le han valido para demostrar que las ganas de superarse y el esfuerzo por prosperar son el impulso para alcanzar cualquier meta. Hoy día cuenta con el apoyo de su pareja, una joven nacida en Estados Unidos cuyos padres de origen mexicano provienen del occidente (madre) y centro del país (padre).

Evidentemente, los motivos económicos constituyen una de las razones primordiales de los yucatecos para la migración local o al extranjero, pues los trabajos en el pueblo son poco remunerados, aunque algunos se dedicaran a las labores del campo, ya sea en el henequén o desyerbando los sembrados, establecieran un negocio propio (como la instalación de una fondita), realizaran trabajos de costura o urdieran hamacas e incluso buscaran opciones fuera de Telchac, como Mérida o Cozumel. La multiplicidad de causas y justificaciones entre los telchaqueños son el punto clave para migrar "al otro lado": para subsistir, superarse, o lanzarse a la aventura, a un escenario de profundas transformaciones donde pueden percibirse y reinterpretarse [Re Cruz 1996]. Algunos de estos cruces fueron directos a Estados Unidos, específicamente a Oxnard, mientras que otros fueron interregionales, es decir, a la capital yucateca o a otras entidades como se ha documentado en diversos estudios [Castellanos 2010; Fortuny 2004; Lewin 2007].

 

Algunas ideas finales

El circuito regional migratorio en la Península de Yucatán sirve de bisagra para enlazar el éxodo de los yucatecos hacia escenarios locales y extranjeros. Ambos desplazamientos se sitúan con un mismo esquema, el cual permite comprender los procesos, dinámicas y fenómenos en el marco de las migraciones interregionales e internacionales. La migración de yucatecos hacia la costa oriental de la península para participar en la construcción de su infraestructura y en la atención inicial de los servicios turísticos, en un entorno fundamental donde los eventos sociales, económicos e históricos acontecidos en el sureste mexicano y el impacto del turismo entre los yucatecos —que migran a estas zonas paradisiacas, prístinas y de descanso— han contribuido a consolidar una región de marca mundial: el Caribe mexicano.

Esto ilustra cómo la socialización, aunado con la constante recreación cultural, admite la continuidad de prácticas, costumbres y tradiciones yucatecas, pero también nuevos conocimientos, experiencias y aprendizajes al confrontarse con otras maneras de "existir en el mundo". Estar conectados transnacionalmente permite acortar las distancias en todo el hemisferio, pues es factible conocer lo que acontece en cada uno de los pueblos, ciudades y territorios nacionales. Eso proporciona en cada uno de los miembros y sus culturas la facultad creativa para reproducir, transformar, reinventar y singularizar su vida social ante el embate de la modernidad y los flujos globales de intercambio comercial, tecnológico, mediático y de consumo, entre otros.

En los encuentros de los migrantes yucatecos se manifiestan las nuevas formas de apropiarse y reinterpretar su mundo individual y comunitario. El caso de la familia extensa originaria de un municipio ex henequenero permite advertir el impacto del turismo en su cotidianidad. Uno de esos escenarios turísticos es la isla de Cozumel, en cuyo sitio se ha instalado un grupo importante de yucatecos que de manera óptima han vinculado su migración interna con la internacional. De ello se aprecian ciertos elementos que operan y continúan tanto dentro como fuera del país: el capital social y humano aunado a la red de relaciones sociales. Se trata de la acumulación de saberes, prácticas, maneras de cruzar la frontera y contar con el apoyo familiar o del paisanaje para acoplarse al nuevo contexto.

La preparación y entrenamiento de estos migrantes telchaqueños reafirma la trascendencia de contar con redes sociales, familiares y de paisanaje para amortiguar la migración. La familia y los paisanos proporcionan el sostén para cruzar como indocumentados y contar con un lugar al cual llegar hasta capacitarse laboralmente, entre otros aspectos. Estos componentes provienen del capital que fue constituyéndose con el tiempo por las generaciones precedentes que refuerzan los lazos tejidos entre el lugar de origen y el destino. El ámbito laboral provee los conocimientos necesarios para desempeñarse en cualquier medio, además de fortalecer las nociones del idioma inglés, producto de residir en la isla y su utilización en Estados Unidos, aprovechando ambos espacios donde "se ganan los dólares".

La discusión sobre el papel de las migraciones interregionales e internacionales y la acumulación de aprendizajes, habilidades y aptitudes que facilitan dejar el terruño e incorporarse en una nueva realidad social, constituyen el tratamiento dado a la experiencia de esta familia yucateca. La actividad turística en la costa caribeña quintanarroense es el punto de atracción para trabajadores provenientes principalmente del sureste mexicano, que construyeron, levantaron y que actualmente dan sustento a esa economía, una de las más importantes del país. La isla de Cozumel, Cancún o la Riviera Maya son un nicho de análisis y reflexión en el cual la presencia innegable de la cultura maya —además de las relaciones interétnicas, resultado de la diversidad en esos entornos— forma parte de la comprensión de las dinámicas en las que participan los individuos y sus culturas.

Si bien la puesta en marcha del turismo en México requiere de mano de obra para satisfacer las necesidades del visitante, lo agresivo del entorno en nada se diferencia de las presiones ejercidas del otro lado de la frontera. La inestabilidad de los empleos, las jornadas laborales extenuantes y los sueldos mal pagados son reflejo de la polarización social y económica experimentada por los migrantes, dentro o fuera de su país. Empero, la desigualdad generada por la exclusión y la marginación es confrontada con el capital social y humano acumulado por las migraciones sucesivas. La capacidad inventiva resurge entre los migrantes, en ese entendido, es posible convertir las condiciones de vida en oportunidades tanto de crecimiento y desarrollo personal, como familiar y social. Es la plasticidad con que los migrantes oscilan entre dos mundos: en origen y destino.

 

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Notas

1 He retornado a la isla en cuatro ocasiones para complementar este trabajo, así como el de otro estudio orientado hacia el turismo entre 2010 y 2012.

2 La migración internacional de Telchac Pueblo hacia Estados Unidos inicia en la década de 1950 con el Programa Bracero (1942-1964) hasta conformar un flujo migratorio donde es posible encontrar telchaqueños en Texas, Arizona, Nevada, Utah y Nueva York, además de California. Se estima en 150 telchaqueños radicados sólo en Oxnard, sin contar a otros paisanos establecidos en lugares cercanos a esta ciudad costera [Be Ramírez 2010]. Este dato no se refleja en el Censo de Población y Vivienda realizado por el INEGI en 2010, en el cual señala que la población telchaqueña de cinco años y más residente en Estados Unidos se contabilizaba en 20 personas en 2005. Asimismo, los telchaqueños radicados en Quintana Roo fueron 94 personas, según lo reportado para ese año censal [INEGI 2010]. Las cifras de ese organismo disimulan la presencia real de migrantes telchaqueños internos e internacionales.

3 Si bien en esta sección abordo la migración interregional yucateca, existen otras experiencias enfocadas en la comprensión del proceso migratorio en el país desde una diversidad de perspectivas analíticas. Para ello, véanse los trabajos de D'Aubeterre Buznego y Rivermar Pérez [2008]; Durin [2008]; Lozano Ascencio [2002]; Martínez Casas [2007]; Partida Bush [2006]; Pérez-Campuzano y Santos-Cerquera [2013]; Pimienta Lastra y Vera Bolaños [2005]; Velázquez-Hernández [2013].

4 El capital social, desde los planteamiento de Pierre Bourdieu, constituye "la suma de recursos, reales o virtuales, en virtud de poseer una red duradera de relaciones de conocimiento y reconocimiento mutuo más o menos institucionalizadas" [Bourdieu 1986: 248]. El capital humano consiste en la adquisición de conocimiento, capacitación, educación, experiencia laboral y salud, entre otros aspectos. Tanto el capital social como el humano están íntimamente conectados. El primero lo conforma el tejido de relaciones donde los migrantes se vinculan con otros miembros e instituciones sociales que facilitan y mejorar su posición en la comunidad de acogida. Por tanto las redes tienen un carácter confiable, de disponibilidad, accesibilidad y reciprocidad. Mientras más compleja y densa sea la red, los migrantes requerirán de menos recursos de capital humano a razón de la madurez del capital social junto con las redes sociales, laborales y de paisanaje existentes [Massey 1999; Massey et al. 1991; Portes 1998 y 2007].

5 Para Antowich y César Dachary [1991] existen dos posibles fechas para el descubrimiento de la isla. Una la refiere Bernal Díaz en un 28 de abril de ese mismo año, mientras las fuentes de Fray Bartolomé de las Casas y el capellán Juan Díaz señalan que fue el 1 de mayo.

6 Se han documentado más de 30 sitios arqueológicos en Cozumel, desde estructuras individuales hasta zonas de asentamiento de mayor tamaño, distribuidos en el litoral como en el interior de la isla [Batun 2009].

7 Junto a esta disposición se estableció que el pueblo pertenecería al Partido de Tizimín pero el 19 de marzo de 1875 se separaron del mismo las poblaciones de Cozumel, Isla Mujeres, Puntachén, Holbox y Bacalar con sus respectivas municipalidades para añadirse al Partido de Mérida. Ya para 1880 se instituye el Partido de Progreso el 18 de agosto y se anexan a su jurisdicción Puntachén y las islas de Cozumel, Mujeres y Holbox. Una década después, el Partido de las Islas se erige el 28 de enero de 1891 con cabecera en Isla Mujeres e incluía Cozumel y Holbox con sus dependencias e islas subyacentes. Esta conformación política se mantuvo hasta la constitución legal de Quintana Roo, porción territorial que escindió de Yucatán el presidente Porfirio Díaz el 24 de noviembre de 1902 [Antowich y César 1991; César y Arnaiz 1998; Marín 2008].

8 La desaparición del territorio federal de Quintana Roo por decreto presidencial ordenó la anexión de la zona norte al estado de Yucatán y la del sur a Campeche. Esta interrupción ocurrió en dos ocasiones. La primera, cuando Venustiano Carranza lo ordenó de 1913 a 1915 a causa de la opresión ejercida por la burguesía yucateca para controlar la exportación de los recursos agrícolas del territorio. La segunda, por mandato de Pascual Ortiz Rubio de 1931 a 1935, ante la imposibilidad de autosostenerse además de representar un gasto fuerte para el país. No obstante, la situación cambió durante el periodo cardenista cuando se ordenó su restitución a mediados de los años treinta [Antowich y César 1991; Martínez 2007].

9 Tan sólo en 1930 la población de San Miguel de Cozumel fue de 1 599 habitantes y representaba 73% del total de esa delegación. Para 1950 la población ascendía a 4 282 en 50 localidades; 20 años después había 12 622 habitantes distribuidos en 97 localidades [César y Arnaiz 1998].

10 Los elementos naturales, sociales y culturales que caracterizan a Cozumel están distribuidos en cuatro zonas particulares de "apropiación turística": norte, centro, sur y oriental. Para una mayor comprensión sobre esta tipología de aprovechamiento turístico, consúltese González y Palafox [2007] y Palafox y Zizumbo [2009].

11 Los nombres de los participantes fueron modificados conforme al principio de confidencialidad.

12 Alrededor de 140 dólares estadounidenses de aquel entonces.

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