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Cuicuilco

versión impresa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.22 no.63 México may./ago. 2015

 

Reseña

 

Violencia en las redes sociales

 

Miguel Ángel Adame Cerón

 

Ramón Chaverry, Carlos Vargas, Adalberto Ayala, Alberto Mora, Alberto Carrillo, Marco Calderón, Linda Romero y Alberto Constante. Violencia en las redes sociales. Ediciones Paraíso/Universidad Nacional Autónoma de México. México. 2013

 

Escuela Nacional de Antropología e Historia, INAH.

 

Se trata de un libro compilatorio de siete ensayos de corte filosófico escritos por profesores e investigadores en torno a un tema común: reflexiones y análisis de las preocupantes manifestaciones de violencia en internet y en las llamadas "redes sociales".

El prólogo de la obra fue escrito por Alberto Constante y en ella se nos advierte que la violencia en las redes sociales es un fenómeno que apenas inicia y es propio de las "sociedades de control", por lo que se trata de una relación que los ensayistas de este libro pretenden captar en sus mutaciones: "Donde ella se torna espectáculo, dispositivo, y se desborda, se hace banal, se trivializa" (p. 11). Pero sobre todo, como veremos, se fetichiza y, dramáticamente, se naturaliza como fenómeno potenciado propio del cibercapitalismo.

El primer ensayo, "Las redes sociales. Acontecimientos y perspectivas", escrito por Ramón Chaverry, se teje siguiendo el concepto foucaltiano de "acontecimiento", el cual está atravesado por el análisis del discurso y las relaciones de poder; específicamente de la nueva relación de poder que se estableció con la aparición de la World Wide Web. El autor destaca, en primer lugar, el hecho de que se generó una personalización de la información, una "burbuja informativa" que muestra lo que cree que queremos y no lo que necesitamos; y por ello se desarrolla una especie de "autocensura". En segundo lugar, destaca que se desarrolló una violencia ejercida por los Estados (por ejemplo, espionaje) y por otros personajes (como los hackers o los propios usuarios) más allá de la legalidad, fuera del derecho, donde éste quedó rebasado por la velocidad de las redes sociales; dejando en su lugar instituciones "zombies".

De esta manera, para Chaverry, en las redes sociales existen superposiciones de acontecimientos, de tendencias y experiencias contrapuestas y dispares: la de la ampliación de la ciudadanía, la de las transgresiones de la ley y la de la individualización. Este autor termina su ensayo preguntándose si los discursos y la estetización de las violencias en la Red son obra de un Estado controlador de las personas o de formas de empoderamiento de los individuos ante la violencia estatal (p. 28). Desde nuestro punto de vista son las dos cosas, pero lo que demuestra el empoderamiento excesivo de cada una es, fundamentalmente, el autoritarismo permisivo que priva en la propia sociedad-red capitalista.

En el segundo ensayo, titulado "La vulnerabilidad en el perfil", Carlos Vargas recupera la tesis de que los seres humanos somos vulnerables no sólo a la violencia física, sino también a la verbal y a la ejercida con mensajes por escrito adecuada a la situación de los actuales medios de comunicación masiva (mass media) como medios comunicativo-informativos. Este autor observa que, debido al perfeccionamiento técnico, la violencia se ejerce de formas cada vez más veloces, atroces y apabullantes. Especialmente en la Red, considerada como "súper estructura que emula el modo de ser del hombre" (p. 38), la violencia on line afecta la vida concreta off line, es decir, la vulnerabilidad se traslada de uno a otro ámbito. La instantaneidad e inmediatez en la comunicación colabora para que las expresiones violentas se realicen sin reflexión suficiente; además de que la invención y reinvención de los usuarios los libera de la responsabilidad por lo expuesto. Así, proliferan opiniones racistas, homofóbicas y misántropas. Por ello, y para "atenuar o aminorar" la violencia imperante, acude a la propuesta de la reflexión, la comprensión y la responsabilidad del propio ser y del ajeno (p. 45), la cual, dadas las características "apabullantes" del fenómeno y sus condiciones de posibilidad en el marco del poder cibercapitalista, es una propuesta solucionadora bienintencionada pero insuficiente.

En el tercer ensayo, escrito por Adalberto Ayala y titulado "Un día cualquiera en la vida de don Pedro Grullo, de la violencia de las redes sociales o ¿la humanidad salvaje?", el autor trabaja con el enfoque de la exacerbación líquida de la sociedad de consumo, recuperando a autores como J. Rifkin y Z. Bauman, y el enfoque de las nuevas estrategias de poder de M. Foucault, quien al respecto comenta lo siguiente: "La deslocalización asociada con el tiempo de consumo es la forma esencial de las nuevas estrategias de poder, la cual se logra mediante la desestructuración entre la percepción de la realidad objetiva y la percepción de la realidad virtual en dos procesos separados, cuyo resultado es la hegemonía de la segunda" (p. 52). Así pues, el continuo inestable de conexión-desconexión lleva a cabo un consumo incesante de vidas, de afectos y de modas. Las llamadas redes sociales son así concebidas como un nuevo espacio de realización de la vida líquida y como una institución de sometimiento y catalización de las formas efímeras de la conexión-desconexión y la compraventa de personas. Es por ello que las violencias más sutiles de las redes son formas de autosometimiento a las condiciones que éstas imponen y a las condiciones de los intereses económicos e ideológicos que las sustentan. ¡Correcto! Pero no señala cuáles son éstos, sólo cita en este punto a Bauman cuando hace referencia al "mercado" como mediador de las interrelaciones (p. 57), y al final se refiere al "poder renovado" que circula, produce cosas, induce al placer, forma saber, genera discursos, etc. Y en el caso concreto de las tecnologías virtuales, señala que tienen una base violenta y contradictoria porque moldean, desgarran, modifican, aletargan los sentidos, generan pereza mental y confortabilidad consumista, en suma, controlan e hipnotizan.

El cuarto ensayo, escrito por Alberto Mora y titulado "Violencia algorítmica", parte de la tesis de que la violencia es resultado del desarrollo social que imprime una forma simbólica al instinto de agresión biológico. Así, compartimos con los animales una constitución agresiva como respuesta etológica a la adaptación al medio, por eso podemos considerarnos como "cíborgs trascendentales", para los que los algoritmos, que constituyen el instrumento del tráfico de mensajes, son claves para lograr descifrar la información. Mora está de acuerdo con el antropólogo C. Geertz respecto de la importancia de la urdimbre simbólica como plataforma nodal de la cultura, y en que es en ésta donde se manifiestan la violencia, los castigos y coerciones que la legitiman a través del ordenamiento jurídico, el derecho y la moral. Referente a los algoritmos de las redes sociales e internet, este autor plantea que su "racionalidad sistémica" es controlada y modificada por "intenciones ajenas" a los sujetos del ensamblaje, creándose la "violencia algorítmica": una coerción asimétrica y sumisión inconsciente; esto es, una violencia que modifica, modula y subordina las subjetividades como si se alterara "el código genético" (p. 75). Igual que en los artículos anteriores, en éste falta la caracterización concreta del proceso, la dinámica y la base productora de violencia "algorítmica"; se señalan algunas de sus aristas y se constatan desastrosos resultados, pero se bordea y con ello se evade el dispositivo del valor que se valoriza propio del sistema cibercapitalista.

El quinto ensayo, "Las redes sociales y la libertad de expresión, un poder conativo sin responsabilidad", fue escrito por dos autores: Alberto Carrillo y Marco Calderón. El texto parte de recuperar la "función conativa" o "apelativa" del lenguaje planteada por Jacobson, que es análoga al poder de convocatoria que tienen las llamadas redes sociales cuando, a través de la repetición/reproducción de los mensajes, logran convertirlos en conato de acciones extra-comunicativas. Un ejemplo son los casos en los que se ha llamado a las movilizaciones, o en los que se han expandido rumores que han generado caos y pánico social. Estos autores subrayan este aspecto de la violencia verbal, el de los mensajes falsos, de la e-desinformación y de los e-rumores como algo malévolo que genera sentimientos, resentimientos, desconfianzas y odios. Así, ponen el acento en desmitificar el supuesto carácter positivo y benéfico de la estructura de comunicación descentralizada, horizontal y anónima vs. la estructura de comunicación centralizada, jerárquica y conocida, pues con el primer tipo de estructura se han generado innumerables guerras y antagonismos políticos, compartimentaciones emotivas y medios de circulación del odio al amparo del anonimato. En efecto, respecto a esto último señalan que la libertad de expresión no opera en este tipo de circulación de mensajes, pues dicha libertad se sustenta en "las sociedades democráticas" sin recurrir al insulto, la difamación o la persecución, y sin ocultarse en el emisor anónimo como sucede con el uso de los nicknames, que posibilitan el vandalismo de la expresión, o bien, justifican la teoría de la gran conspiración permanente del imperio del mal para que el anonimato en la red se vea como un "baluarte antisistémico". Finalmente abogan porque en los países democráticos se suprima el anonimato en las redes, por ser antidemocrático, antiliberal y disfuncional. Nuestro comentario al respecto es que, si bien el anonimato es un grave problema en las situaciones en que la violencia, acoso y la difamación se desarrollan a través de las redes, las instituciones jurídicas estatales tampoco son la solución, ya que, como se vio en los ensayos anteriores, éstas también ejercen la ilegalidad, el control, la vigilancia, el espionaje y el abuso de poder. Por lo tanto, en vez de pensar en el autocontrol automático de las redes como una posible solución, habría que pensar en la autogestión ciudadana colectiva, a nivel virtual y real, responsable y, por supuesto, cara a cara, es decir, no anónima.

El ensayo número seis, titulado "Violencia e imágenes fotográficas en Facebook", fue escrito por Linda Romero, es una crítica a la compulsión por fotografiar y publicar fotografías en Facebook, lo cual, considera la autora, son actos que se convierten en "eficaces mecanismos de control y vigilancia" (p. 102), además de actos que tratan de suplir ansiedades, inactividades, vacíos, soledades y fragmentaciones que caracterizan a nuestras sociedades, dando significados a la vida sociocultural. Pasa concretamente a referirse a las imágenes (fotografías y videos) que se suben a las redes con la intención de "espectacularizarse", lo cual conduce a la "violencia de la espectacularización" (p. 104); un ejemplo es la pornografía que genera hostigamientos, extorsiones y suicidios. Al respecto comenta: "Ha habido casos de jovencitas que se autotoman fotos desnudas o semidesnudas, se las envían a alguien y después aparecen publicadas en Facebook o en otra red social. Lamentablemente las víctimas del cyberbullying aumentan cada día, así como los suicidios por tales motivos" (pp. 104-105). Para esta autora —y en esto coincidimos— se trata de la violencia del capital, pues las imágenes en las pantallas y los internautas son un reflejo de la sociedad cosificada y del espectáculo en que vivimos. Así, con su texto pretende llamar la atención para rescatar a los sujetos, a lo social y a lo humano que se encuentran violentados y aplastados por esta lógica dominante, en la que internet y sus redes desempeñan un papel fundamental (p. 109).

El séptimo y último ensayo es el escrito por Alberto Constante, "La violencia de las redes o la banalización de la violencia". Este autor también denuncia el papel que han desempeñado las imágenes (fotografías y videos) de las redes en la constitución del miedo. Comenta al respecto: "Todos podemos estar amenazados, y con ello estamos constituyendo el propio miedo. Nuestra forma de subjetivación ha cambiado, pues el miedo se hace ubicuo y múltiple en la medida en que aumentan nuestros contactos. El miedo encuentra una reproductibilidad exponencial y puede pasar a convertirse en angustia, no la angustia heideggeriana, sino la que tiene el poder de aniquilar" (p. 114). Así, en la Red (You Tube, por ejemplo) están a disposición videos de bullying, de golpizas, de pleitos callejeros, de anuncios de suicidios, de hombres colgados, de degollamiento en vivo, etc. Los videos, por lo tanto, se reproducen, se hacen virales, se narran, se cuentan, se difunden por las redes, se "comunican" (pp. 118-119). Lo anterior convierte a la violencia en espectáculo y la banaliza-trivializa; por consiguiente, este autor concluye que las redes, con sus simulaciones y sus seducciones, hacen que la violencia se haga indómita y banal y, con su estructuración violenta, generan indiferencia y contribuyen a aumentar la "crisis del vínculo social"; convirtiéndose, en suma, en redes violentas. De acuerdo, pero aquí habría que profundizar un poco más en las causalidades socio-económicas y psicoantropológicas de la violencia en la crisis multidimensional de las sociedades capitalistas, la cual es propia de esta época neoliberalizada y salvajemente imperialista.

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