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Cuicuilco

versión impresa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.22 no.63 México may./ago. 2015

 

Diversas temáticas desde las disciplinas antropológicas

 

El espacio construido y los procesos de cambio en la Acrópolis de Xochicalco

 

Claudia I. Alvarado León

 

Centro INAH Morelos.

 

Recepción: 7 de mayo de 2013.
Aprobación: 27 de mayo de 2014.

 

Resumen

A lo largo de los 500 años de existencia de Xochicalco, la Acrópolis fue testigo y protagonista de sucesos políticos, económicos, sociales e ideológicos. Este complejo arquitectónico fue fiel representante de las transformaciones resultantes de los procesos sociales, los cuales tuvieron un efecto en el espacio construido.

Siguiendo a Milton Santos [1986], el espacio es un fenómeno social y, por lo tanto, el comportamiento humano determina la organización del espacio construido, y éste, a su vez, influye en el comportamiento humano [Lawrence y Low 1990: 454].

Partiendo de esta premisa, este trabajo explicará cómo determinados procesos sociales en Xochicalco influyeron en la transformación del complejo arquitectónico conocido como Acrópolis.

Palabras clave: espacio construido, procesos sociales, sistema de valores, Xochicalco, periodo Epiclásico.

 

Abstract

Over the 500-year history of Xochicalco, the Acropolis has been both a witness and a protagonist of the political, economic, social and ideological developments. This architectural complex was a faithful representation of the transformations resulting from social processes which, in turn, had an influence of the ensuing archaeological environment.

Following on from the work of Milton Santos [1986], space is considered a social phenomenon and, therefore, human behavior determines the organization of constructed spaces; this, as a result, influences human behavior [Lawrence and Low 1990: 454].

In light of this, this paper explains how certain social processes in Xochicalco influenced the transformation of the architectural complex known as the Acropolis.

Keywords: constructed environment, social processes, value system, Xochicalco, Epiclassic period.

 

A Waldir y Mateo

 

Introducción

Para entender Xochicalco es importante ubicarnos en el contexto espacio-temporal en el que surgió la ciudad, y para ello es indispensable aclarar, en la medida de lo posible, su origen.

El modelo para explicar los cambios culturales que han marcado el inicio del denominado periodo Epiclásico [Jiménez Moreno 1959] (llamado también Clásico Tardío o Clásico Terminal en otras regiones de Mesoamérica), se basa en la idea del detrimento y desarticulación del sistema de poder y dominio de la gran urbe teotihuacana sobre un hasta ahora no bien definido territorio que rebasó las fronteras del México central [Sanders y Price 1968: 30; Litvak 1970; Parsons 1974: 98; Webb 1978; Cohodas 1989: 225; Diehl y Berlo 1989: 3]. El debilitamiento teotihuacano fechado alrededor del año 600 d. C. [Cowgill 1996: 326; Rattray 2001: 412; Sugiyama y Cabrera 2003: 43], coadyuvó a lo que muchos autores han considerado como una fase de transición [Sanders et al. 1979; Dumond y Müller 1996; Serra y Lazcano 2005: 287; Sugiura 2005: 195 y 2006: 127-130], de balcanización [Marcus 2001; Uruñuela y Plunket 2005: 303; Rosenswig 2012: 426-427], de descentralización [Charlton y Nichols 1997: 171], de expansión y contracción [Cohodas 1989] o de derivación o discontinuidad local [Cowgill 2013: 132-133].

Las divergencias para definir este lapso que enmarca la fase final del esplendor del periodo Clásico se unen al desacuerdo existente para definir las fechas en las que dicha etapa concluye y las que definen al subsecuente Epiclásico: 600/650-800/850 d. C. [Cowgill 2013: 131; Hicks 2013: 73], 650-800/950 d. C. [Crider et al. 2007: 124], 700-900 d. C. [Cobean 1990: 23], 600-1100 d. C. [González et al. en prensa]. Aunque no se ha alcanzado una resolución al respecto, se ha podido acordar en una propuesta de ocupación coetánea entre los sitios ya reconocidos como epiclásicos y Teotihuacan [Manzanilla et al. 1996; Charlton y Nichols 1997: 192; Rattray 2001: 414; Mastache et al. 2002: 51].

No obstante el consenso general de que Teotihuacan decayó alrededor del año 600 d. C., la ciudad continuó teniendo la mayor población del México central con un aproximado de entre 10 000 y 20 000 habitantes [Diehl 1989: 12; Rattray 1996: 216; Cowgill 2013: 133]. Sin embargo, y como lo anota Cowgill [2013], la gente que abandonó la metrópoli debió haber dejado rastro de sus desplazamientos hacia otro territorio, ya sea a través de la reutilización de características tecnológicas, arquitectónicas, o de cualquier otro elemento distintivo que permita asociarlos con su lugar de procedencia. No siendo aún identificados todos estos vestigios, destaca el reacomodo poblacional en el interior de la cuenca reflejado en la aparición de sitios nuevos o de asentamientos que fueron ocupados en tiempos anteriores a Teotihuacan y reocupados posteriormente o en el momento de su debilitamiento: Tlalpizáhucac [Pfannkuch et al. 1993], Cerro Portezuelo, Zumpango y Xico, entre otros [Charlton y Nichols 1997: 193; Crider et al. 2007].

Los efectos se perciben de manera similar al exterior de la cuenca de México pero dentro del Altiplano central, ya que se registran sitios que habían sido habitados antes del Clásico, como Xochitecatl-Cacaxtla [Serra y Lazcano 2005; Lazcano 2012] y Cholula [Serra y Lazcano 2005; Uruñuela y Plunket 2005], y que se volvieron a ocupar cuando Teotihuacan pierde poder. Un caso aparte es Cantona, cuyo ocupación es continua desde 600 a. C., pero que alcanzó su apogeo entre 550/600 d. C. hasta 900 d. C. [García Cook 2004]. Por otro lado, destaca la aparición de nuevas ciudades con carácter bélico, militarista y de competencia. En algunos casos, estas urbes eligieron como lugar de fundación zonas elevadas y áreas sin previa ocupación, como Xochicalco [Charlton y Nichols 1997: 194; Alvarado y Garza 2010], Teotenango [Piña Chan 1975], Huapalcalco [Gaxiola 1999] y Tajín [Pascual 2006].

Meras suposiciones sostienen la idea de que los fundadores de Xochicalco tuvieron una filiación teotihuacana [Charlton y Nichols 1997: 193; Garza 2005; González et al. en prensa]. El argumento más factible para confirmar esta postura es el gran conocimiento que tenían sobre la organización laboral y constructiva, el control de masas, la sistematización de un orden arquitectónico, la administración de bienes, así como otros aspectos que se reflejan en lo arquitectónico y en la riqueza de su cultura material. La ciudad no parece haber sido una improvisación y aunque se reconoce no saber cuál fue la filiación del grupo que habitó Teotihuacan, se sabe que la metrópoli se conformaba de una variedad de grupos étnicos [Manzanilla 2001b: 461 y 2006: 20; Clayton 2013: 103], entre los cuales se pudieron gestar núcleos disidentes que quizás fueron los mismos provocadores del detrimento del poder y los desertores, quienes buscaron hallar un nuevo lugar en el cual pudieran establecerse fuera del yugo teotihuacano.

La escritura, que aparece principalmente en los elementos escultóricos, también es un ejemplo del posible origen teotihuacano, al encontrar relación con estilos nahuas [Caso 1962; Berlo 1989: 33; Garza 2005: 42], elementos zapotecas [Caso 1962; Berlo 1989: 36-38; Seler 1991: 76 y 90] e influencias mayas [Caso 1962; Seler 1991: 76 y 89; Garza 2005, Nielsen et al. en prensa].

A partir de la evidencia material presente en Xochicalco, se puede inferir el poder y la fuerza de su sociedad, evidentemente clasista, con un elevado poder de coerción y persuasión, que alcanzó un alto nivel de opresión no sólo con el interés de crear una ciudad que los protegiera de la situación imperante del momento, sino con la intención de dominar toda una región, de controlar rutas de comercio que conectaban el Pacífico con el centro de México, e incluso de llegar a ser una de y más poderosas metrópolis de su tiempo.

 

Localización y medio

Xochicalco se ubica en la parte occidental del actual estado de Morelos, 38 km al sur de la capital. La región presenta un relieve de serranía y lomerío que fue fundamental para los fundadores, quienes eligieron el cerro de Xochicalco ubicado a 120 m sobre el nivel del terreno para edificar su ciudad (véase la imagen 1).

Es relevante notar la carencia de tierras aptas para cultivo, según Kenneth Hirth [2000: 247] éstas se hallan a más de un radio de 6 km. Por otro lado, las fuentes de agua parecieran haber sido más asequibles aunque con un alto costo para su traslado. El río Tembembe, proveniente de una de las vertientes de la sierra del Chichinautzin, recorre el lado occidental de la ciudad xochicalca a 200 m en vertical desde la cima. A pesar de no haber estudios específicos relacionados con la antigua hidrografía de la región, por medio de imágenes satelitales es posible reconocer que ciertas áreas pudieron haber funcionado como fuentes de aguas perennes y otras quizá sirvieron como receptáculos naturales en temporadas de lluvias. Tal es el caso de la actual presa del Rodeo, que originalmente fue una depresión en el terreno, lo que facilitó la construcción de este dique durante los años treinta.

A razón de que los recursos no eran de fácil adquisición, el acceso a los medios para el sustentamiento de los xochicalcas —y de las poblaciones aledañas— debió haber representado una condición de organización bajo el dominio, la autoridad, la represión y el sometimiento.

Desde una visión geográfica más general, es importante destacar la preponderancia del territorio donde se estableció la ciudad, tomando en cuenta su ubicación dentro del área reconocida como Mesoamérica.

La relativa cercanía de Xochicalco a las costas del Pacífico y el interés por los productos endémicos permitieron crear un corredor por el que fluían desde bienes terrestres y marinos hasta información, ideas y conceptos. En esa posición estratégica Xochicalco pudo fungir como un centro de control entre el México central, el litoral e incluso el área maya, lo que le permitió crecer como una ciudad de gran relevancia en el desarrollo político y económico de la época.

Alrededor de 1000 a. C., una de las rutas reconocidas entre las costas de Guerrero hacia el Altiplano fue la de Amacuzac-Río Azul-Omitlán [Niederberger 2002: 175], que Linda Manzanilla [2006: 18] considera pudo haberse conservado "hasta tiempos teotihuacanos", y que posiblemente continuaría incluso hasta el Epiclásico, una vez desarticulado el sistema estatal teotihuacano. Otro trayecto de intercambio fue el de la cuenca del río Balsas hacia el Altiplano Central, dentro del cual Xochicalco habría tenido la función de concentrar y restringir en la región la distribución de materiales como los gasterópodos y pelecípodos marinos [Melgar, 2007]. La presencia de sitios tempranos identificados como olmecas en los actuales estados de Morelos y Guerrero son indicadores de las rutas utilizadas desde el Formativo, como lo señala Christine Niederberger [2002: 176]. De aquí que sea posible que estas rutas nunca hubieran dejado de funcionar, ya que dada la situación imperante durante el periodo Epiclásico descrita en párrafos anteriores, fue necesario establecer ciudades con el poder y la facultad de controlar la fluctuación de bienes.

Las materias primas que pudieron ser mercadas entre el centro y la costa son las rocas verdes, como la serpentina (piedra utilizada en la manufactura de las figuras xochicalcas), el cinabrio, la concha Spondylus, el algodón, el cacao, los pigmentos y la miel, entre otras.

Por otro lado, las representaciones de los personajes grabados en la Pirámide de las Serpientes Emplumadas, con claro estilo maya [ver a Nagao 1989], así como la presencia de cerámica de aquella región [Garza y González 2006: 145], son reflejo de las ideas políticas, filosóficas, religiosas y sociales que resultaron de las relaciones comerciales [Garza 2005]. Los bienes de valor suntuario procedentes de aquella zona fueron de gran relevancia para el centro de México; entre ellos destacó la jadeíta, la obsidiana, las plumas de quetzal, el pigmento azul maya y las pieles, como la del jaguar.

 

El espacio

Es frecuente que el espacio sea concebido como un área abierta, naturalmente dado [Lefebvre 1991: 30, 48 y 70], aquello que rodea la cultura y en el que ésta se desarrolla. En efecto, el espacio es natural, primordial, pero también es un producto, una estructura creada por la sociedad, por la acción humana, que lo utiliza y modifica, y al hacerlo le confiere diferentes valores, transformándolo así en un espacio social [Sánchez 1991: 8].

Al considerarlo un producto, el espacio social desempeña un papel fundamental en la estructura social, ya que colabora en la reproducción de las relaciones sociales [Santos 1990: 164] y al mismo tiempo reacciona ante ellas. Esta vinculación bilateral permite que las relaciones sociales y espaciales sean interdependientes [Lefebvre 1991: 129]. Por lo tanto, dado que el espacio social no es autónomo, éste interviene en la función de las relaciones sociales definiendo y siendo definido por la dinámica social, y conteniendo los procesos sociales entre los que se encuentran los sistemas de valores.

Por procesos sociales nos referimos a los resultados de la correspondencia de la conducta del ser humano o grupo social y la situación social existente, donde ambos factores, a pesar de actuar de manera simultánea, no lo hacen con la misma intensidad, afectando los resultados. Estas interacciones dinámicas en las relaciones sociales que acontecen dentro del espacio social se manifiestan en distintas formas, como lo señala Edward Ross [1920; Pinto y Uribe 1959]: socialización preliminar, génesis de la sociedad, asociación, dominación, explotación, oposición, estimulación, antagonismo (competencia, conflicto, lucha de clase, guerras), adaptación, cooperación, organización, corrupción, estratificación, separación y subordinación, nivelación, selección, socialización, control social, individualización, liberación, comercialización, institucionalización, expansión, decadencia y transformación, entre otros. Por su parte, Robert Park y Ernest Burgess [1921: 51-53] señalan, de manera más sintética, que entre los procesos sociales se pueden distinguir: los históricos, encontrados en la tradición social; los culturales, que definen las formas y patrones sociales; los políticos, bajo los cuales se gobierna y se señalan las sanciones sociales, y los económicos, que tienen correspondencia con la producción y distribución de bienes.

En cambio, los sistemas de valores son productos sociales generados por los procesos mencionados, como el lenguaje, medios de comunicación, invenciones, técnicas, creencias políticas (morales y religiosas), valores sociales, instituciones, ideas estéticas y filosóficas a un nivel ideológico, las cuales permiten al ser humano adaptarse y relacionarse con el mundo que lo rodea, transformando su conciencia, sus actitudes y conductas para adecuarlas a las condiciones de su existencia [Harnecker 1976: 67].

Partiendo del espacio social, nos enfocaremos en el espacio construido, que al ser socialmente producido involucra a la sociedad misma y a todos los procesos sociales que le dan vida en un momento determinado [Santos 1986: 2]. Siendo el espacio construido un producto histórico resultado de un proceso social, nos interesa desde su origen hasta su ordenamiento, funcionamiento y evolución [Santos 1990: 133]. Así, la Acrópolis de Xochicalco, considerada un producto desde la fundación de la ciudad hasta su abandono, atravesó por varios sucesos históricos reflejados en las modificaciones llevadas a cabo en este edificio, efecto de los cambios en
los procesos sociales.

Dado que el espacio social es variable, sus elementos con valor particular son modificados y, por lo tanto, "[también funciona] como un sistema de estructuras [...] cada lugar tiene, en cada momento, un papel propio en el proceso productivo [...] [y la importancia de los procesos en] los circuitos productivos [...] en cada momento histórico ayuda a comprender la organización del espacio" [Santos 1986: 3 y 8].

Con base en esta postura se determinará cómo los procesos sociales, y los cambios en el sistema de valores que sucedieron en Xochicalco a lo largo de sus 500 años de vida, afectaron el espacio construido en uno de los conjuntos arquitectónicos más representativos de la ciudad, la Acrópolis.

 

Cronología

Aunque se ha aceptado ampliamente que Xochicalco surgió alrededor del año 600 d. C. y fue abandonado hacia 900 d. C., los resultados obtenidos por medio de los análisis con técnicas de fechamiento absolutas, como el Radiocarbono y el Arqueomagnetismo [Soler y Sánchez 2004], han permitido definir algunas etapas en el desarrollo de la ciudad, así como establecer una nueva fecha de abandono: 1 100 d. C. [González et al. en prensa].

Las fechas sugeridas para el declive de Teotihuacan alrededor de 600 d. C., comparadas con las propuestas para Xochicalco, muestran que ambas ciudades coexistieron en un momento determinado [Dumond y Müller 1996: 225], y por lo tanto no es de extrañar la presencia de elementos y características cerámicas compartidas en ambas metrópolis, como el ángulo en Z, los floreros y las formas de ollas [véase Garza y González 2006; Cowgill 2013].

La identificación de estos episodios ha coadyuvado a relacionarlos con eventos que tienen relación con cambios en el orden político, social y religioso, y vincularlos con las modificaciones arquitectónicas del espacio construido. Sin embargo, estas transformaciones en los procesos sociales reflejados en toda la ciudad serán identificados exclusivamente en la Acrópolis.

Las etapas de desarrollo histórico de Xochicalco se han definido de la siguiente manera:

 

Primera etapa (fundación)

Abarca desde el momento de la fundación de la ciudad, alrededor del año 600 d. C., hasta el año 700 d. C. [González et al. en prensa]. Ésta no será la primera vez en la que se maneja la idea de que Xochicalco fue una metrópoli planeada, anteriormente lo hizo Javier Weimer [1995: 15]. El ordenamiento manifiesto de la ciudad evita una argumentación contra tal idea: el aprovechamiento del accidentado terreno como ubicación estratégica, defensiva, astronómica y cosmovisional, así como la precisa distribución de los edificios y lo bien definido de las áreas que funcionarían como espacios públicos y privados y zonas para pernoctar, así como de almacenamiento, culto y producción, son indicadores incuestionables del proceso de planeación de la ciudad [Morelos 2002: 25].

Aunque la topografía fue un elemento vital para su fundación, en Xochicalco también fue necesaria una gran inversión de horas-persona para transformar el terreno, lo cual se hizo nivelando y rellenando grandes áreas (incluida la barranca que dividía al cerro principal del cerro de la Malinche) con el fin de que el terreno fuera propicio para la creación de una ciudad con un medio ordenado y bien distribuido, que sirviera como marco de referencia tanto para la organización de actividades, de creencias o de conocimiento [Lynch 1998: 13]. La proporción de esta obra refleja una centralización de las fuerzas de trabajo en el momento inicial del proceso histórico de la ciudad, demostrando así el poder hegemónico con el que el grupo fundador irrumpió en un espacio para transformarlo en un espacio social.

Como resultado de los procesos sociales identificados en la génesis y dominación de la sociedad xochicalca, y su control, adaptación y transformación del medio durante esta época, se levantaron los primeros edificios que se convertirían en los más representativos e importantes de la ciudad, como la Acrópolis y la Gran Pirámide, y se construyeron las dos primeras etapas de la Pirámide de Las Serpientes Emplumadas (véase el plano 1).

 

Segunda etapa (auge)

Comprende el periodo entre 700 y 900 d. C. [González et al. en prensa], lapso en el que Xochicalco vivió una época de crecimiento económico y político, reflejado en una gran cantidad de cambios en el espacio construido. La Pirámide de Las Serpientes Emplumadas fue objeto de su tercera y última ampliación, en la que destacaron sus magníficos grabados [Berlo 1989: 31-34; Garza y González 1998; González et al. 1999: 59-66; Smith 2000: 57-82]. Entre otras modificaciones, se comenzaron a cerrar espacios dentro de la Acrópolis; se niveló el terreno para la construcción de la Pirámide de las Estelas y los edificios que cierran la Plaza Principal por el lado oriente; se niveló también una parte del Sector B y se amplió la Gran Pirámide (véase el plano 1).

Los avances en la consolidación del poder del grupo rector son muestra clara de los procesos de cambio dados en el espacio construido, al mostrar los procesos sociales históricos y culturales por medio de las transformaciones en los sistemas de valores, como la dominación ideológica reflejados en la construcción y la ampliación de edificios dedicados a las deidades principales. Aunado a ellos, los procesos sociales relacionados con los asuntos políticos y económicos se expresaron con la concentración de nuevas áreas que tienen correspondencia con la administración y acumulación de bienes, ya fueran de intercambio o de posibles excedentes [Alvarado et al. 2012: 88].

 

Tercera etapa (transformación)

Partiendo de los datos arqueológicos —como la cerámica, la iconografía y la arquitectura— integrados con los resultados de los fechamientos absolutos, se ha supuesto una serie de transformaciones políticas y filosóficas (Garza, comunicación personal, 2007), es decir, un cambio en los sistemas de valores llevado a cabo entre los años 900 y 1 000 d. C. Se ha sugerido que en este momento histórico de la ciudad se gestó una nueva organización política encabezada por dos dirigentes [Palavicini y Garza 2003; Garza 2005: 43-45], lo que llevó a modificar el espacio construido al levantar al costado norte de la Pirámide de Las Serpientes Emplumadas una estructura semejante, la Pirámide Gemela (véase el plano 1). Para poder igualarla, la primera fue cubierta con una gruesa capa de estuco que ocultó todos sus grabados, y lo mismo se hizo con varias esculturas con la intención de erradicar cualquier símbolo anterior a este momento. Al mismo tiempo, se realizó una gran modificación en la Acrópolis al construirle un segundo piso.

La transformación (que en sí misma es una forma de proceso social) en los sistemas de valores, tales como las instituciones, las creencias políticas y religiosas, e ideas estéticas y filosóficas, lograron evidenciar las diferencias en el seno del poder, lo que llevó a una lucha de intereses que aparentemente quebrantó al grupo dominante. El proceso social se manifestó con el conflicto interno que condujo a una etapa final y determinante en el proceso histórico de Xochicalco.

 

Cuarta etapa (caída)

Se han identificado pequeños cambios en los espacios construidos, los cuales representaron un gran efecto en el comportamiento de la sociedad, evidenciando la situación imperante en la ciudad. A partir del año 1 000 d. C. el antagonismo, la subordinación y decadencia (todos ellos marcadores de procesos sociales identificados para este periodo) se manifestaron al notarse un esfuerzo desmedido por reducir accesos y cerrar espacios, representar conflictos e inducir temor a través de esqueletos colgados de los techos al interior de algunos pórticos [Garza, et al. 2002: 197; Garza 2005: 45], lo cual continuó hasta aproximadamente el año 1 100 d. C., último momento de sobrevivencia de Xochicalco, según las fechas arrojadas por el arqueomagnetismo [González et al. en prensa; Soler y Sánchez 2004]. Se ha determinado que para este periodo un incendio general y deliberado terminó por destruir la ciudad y todas las representaciones de poder en ella [González et al. en prensa].

 

La Acrópolis

Se trata de un conjunto arquitectónico localizado en la parte más prominente del cerro Xochicalco, que cubre un área aproximada de 10 000 m2 (véase el plano 1). Este complejo está conformado por 10 estructuras, una de ellas de dos plantas, intercomunicadas con pasillos y escaleras, cada una con sus respectivos patios y cuartos (véase el plano 2).

Siguiendo los planteamientos de Manzanilla [1985 y 2001a; Manzanilla et al. 2005] sobre los elementos que definen al "palacio", se propone que la Acrópolis de Xochicalco corresponde a una institución palaciega bajo los términos a continuación presentados.

Los palacios son construcciones de grandes dimensiones, ubicados en el centro del asentamiento y que además de funcionar como la residencia de la élite gobernante, también fueron escenarios para las actividades administrativas y de orden político. Otras características importantes de estas grandes construcciones son la multifuncionalidad, la privacidad, el acceso controlado y la circulación restringida [Manzanilla 1985; Manzanilla et al. 2005; Alvarado et al. 2012: 82].1

Los trabajos realizados en este sector de Xochicalco revelaron grandes hallazgos relacionados con materiales exclusivos de la élite, dándole a este espacio construido la singularidad que le caracteriza. Entre los materiales encontrados destacan: esculturas, máscaras, figurillas de piedra verde, adornos como pendientes, cuentas, orejeras y aplicaciones tanto en piedra verde como en concha, incensarios y vasijas Tláloc. Cabe mencionar que todos estos materiales fueron hallados en su mayoría con huellas de destrucción deliberada e incluso algunos se pegaron con otros recuperados en el Sector B (ubicado al extremo norte de la Acrópolis, una terraza más abajo). Estos hallazgos nos han llevado a considerar que muchos objetos del Sector B procedían de la Acrópolis y que al momento de abandono y destrucción de la ciudad, éstos fueron arrojados de manera intencional desde los techos de la Acrópolis [González et al. 2008: 134; Alvarado et al. 2012: 87-88].

A lo largo del proceso constructivo de este complejo arquitectónico se fueron integrando elementos que lo fueron transformando hasta constituir un palacio, cuyas características mencionadas fueron identificadas en la evidencia arqueológica. A continuación se describen las modificaciones ocurridas en la Acrópolis y sus vínculos con momentos particulares en el desarrollo de la ciudad.

Antes de seguir, es importante considerar los diferentes términos utilizados que permiten determinar los distintos cambios arquitectónicos. Con base en el trabajo de Noel Morelos [1993], se determina que una etapa constructiva comparte elementos arquitectónicos para complementar la forma final del espacio requerido, reflejando los cambios basados a partir del momento histórico y sus consecuencias en la arquitectura [1993: 91]. En cambio, los momentos constructivos son aquellos que se dan dentro de las etapas, adosando muros y escalones o al integrar cuartos a un espacio ya definido [1993: 92].

 

Primera etapa

Es la etapa inicial de la Acrópolis, y debido a que corresponde al momento de su fundación, es difícil determinar el arreglo inicial de este espacio construido. Por lo tanto, algunas de las ideas expuestas son deducciones derivadas de los trabajos arqueológicos en esta área.

El levantamiento del edificio se hizo aprovechando el propio cerro con el fin de elevar la estructura, recortando y nivelando las irregularidades naturales para así darle uniformidad y aprovechar al máximo el espacio. De esta forma, el realce del cerro en este punto sirvió como plataforma natural para la construcción de la Acrópolis, a la cual se accedía por medio de una escalera que se desplantaba de la Plaza Principal hacia un espacio abierto que funcionó en todo momento como antesala de la Estructura Ac 8, el edificio principal del conjunto (véase el plano 3).

Los datos obtenidos en la excavación de la plaza que antecede a dicha estructura, así como de los edificios que en ella se encuentran, no arrojaron mucha información sobre la presencia de subestructuras; por lo tanto, se desconoce cómo fue distribuida esta área de aproximadamente 2 092 m2. Sin embargo, un pozo realizado en el año 2003 dentro de la plaza [González et al. 2003] evidenció que ésta se encontraba justo arriba del nivel de la roca madre, aproximadamente a unos 20 cm. Por esa razón se decidió mantener los edificios que permanecieron hasta la última etapa, eliminando las tapias y anexiones realizadas en momentos posteriores. Se trata de las estructuras Ac 4 y Ac 6, que flanquean por el norte y sur, respectivamente, un patio central, mientras que por el este un pórtico controlaba el acceso formal a la Acrópolis (véase el plano 3).

Hacia el lado oeste de la plaza se ubica la escalinata que conduce a la Estructura Ac 8 y da paso a un segundo pórtico. Hasta aquí el dato arqueológico ha permitido identificar dos únicas habitaciones en esta amplia plataforma, en cuyo centro se erigió el "Marcador", escultura realizada en piedra volcánica y cubierta de polvo de cinabrio, eje simbólico y legitimador del grupo fundador [Garza y González 2004] (véase el plano 3).

De las estructuras Ac 5 y Ac 9 (véase el plano 2) se desconocen subestructuras y sólo se tiene información de pequeñas alteraciones en espacios y accesos. En cambio, la Estructura Ac 7 (véase el plano 2) sí brinda datos de subestructuras, tales como pisos, muros e incluso áreas de relleno para su levantamiento, los cuales han permitido determinar que este edificio pudo tener espacios funcionales en esta primera etapa.

El nivel del piso más temprano de los tres localizados en la Estructura Ac 7, coincide con el nivel del piso encontrado por debajo del piso actual del patio de la Estructura Ac 10 (véase el plano 2). Por lo tanto, se decidió eliminar las estructuras Ac 7 y Ac 10 en su totalidad, suponiendo que esta área funcionaba como un pasillo de comunicación que rodeaba la Estructura Ac 8 por el norte para alcanzar la Estructura Ac 5 (véase el plano 2).

La ubicación clave del "Marcador", así como la localización estratégica del edificio en la parte más prominente del cerro Xochicalco, son indicadores del proceso social relacionado con el origen de las normas culturales y las ideas filosóficas dadas a este espacio desde su creación. De esta forma los fundadores de la ciudad dominaron y centralizaron la fuerza de trabajo, organizando y obligando al grupo sometido a levantar una ciudad de las dimensiones de Xochicalco [Alvarado y Garza 2010: 92].

 

Segunda etapa

El momento histórico que corresponde a esta etapa se distinguió por la consolidación del aparato gubernamental que controlaba la ciudad. Es decir, la fuerza legitimadora que dio origen a la metrópoli, se fortaleció y afianzó, forjando una base sólida para sostener los demás productos generados de los procesos sociales, como los relacionados con el carácter político, institucional y económico.

Como resultado de lo anterior, la Acrópolis presentó dos momentos constructivos, en su mayoría llevados a cabo en la Estructura Ac 8. En el interior de ésta se crearon espacios más privados, indicando un aumento en la complejidad social del aparato gubernamental, lo que se reflejó en un diseño más intricado, además de mayor resguardo que en el plan original.

Así, aunque el acceso a la Acrópolis continuó siendo por el lado oriente, cruzando el edificio porticado y la plaza, los cinco vanos que originalmente presentaba el pórtico en su fachada poniente se redujeron a uno (véase el plano 4).

Una vez atravesado este espacio se ingresaba a un primer patio. Por los lados norte y sur de éste se levantaron muros que formaron los cuartos 7, 8, 14 y 15. La construcción de un muro que corría de norte a sur, de un extremo del edificio al otro, y que se encontraba interrumpido por dos vanos, marcó la división de esta estructura en dos (véase el plano 4).

Es interesante señalar la presencia de dos banquetas localizadas en ambos extremos de los cuartos 11 y 12 (véanse las fotos 1a y 1b) [González et al. 1993-1994]. Las primeras son consideradas tronos dada su estructura y decoración en su parte frontal; por su parte, las del cuarto 12 parecieran tratarse de camas, aunque por las características del espacio no se piensa que hayan funcionado como tales. La presencia de estos elementos únicos encontrados en toda la ciudad, permiten inferir el uso de este espacio como área de toma de decisiones para uso exclusivo del gobernante de la metrópoli.

Pasando a la segunda parte de la Estructura Ac 8, los dos cuartos que se encontraban en el plano original se ampliaron, creando espacios con habitaciones dobles que flanqueaban al norte y sur, el segundo patio de la plataforma. Por el lado poniente de este patio se levantaron dos muros que conformaron el pequeño cuarto 3, mientras que en el lado opuesto, en el lugar central donde se levantó el "Marcador", se creó el cuarto 4, que encerró aquel monumento, aislándolo y reservándolo (véase el plano 4).

Al exterior de la Estructura Ac 8, en lo que corresponde al anexo de la Estructura Ac 6, se construyó un acceso porticado que antecede al corredor que comunicaba con la Estructura Ac 5, y otro más que conducía al nivel del segundo piso, daba acceso a la Estructura Ac 7. Sin embargo, se considera que para el segundo momento constructivo, el pasillo de comunicación hacia la Estructura Ac 5 y el vano de acceso hacia la Estructura Ac 7 fueron clausurados, convirtiendo esta área en un pequeño cuarto. El pasillo norte se reemplazó con otro más elevado, al cual se llegaba a través de la escalera central de la plaza hacia la Estructura Ac 8 (véase el plano 4). La elevación de este pasillo permitió que se utilizaran los techos como áreas de tránsito y comunicación entre espacios, cambio trascendental que subraya el máximo aprovechamiento de los espacios construidos, el cual se repetiría en otras estructuras por toda la ciudad [Alvarado en prensa].

En la Estructura Ac 5 se crearon áreas específicas para el almacenamiento a las que se denominaron graneros. Éstos consistieron en cuatro construcciones rectangulares de 2 x 5.70 m, a lo ancho del cuarto 5. El granero ubicado al extremo oriente de la habitación presenta un vano a un metro y medio del nivel del piso del cuarto que funcionó como acceso al conjunto, es posible que para entrar fuera necesaria una escalera de material perecedero (véase la foto 2). La comunicación entre cada uno de estos espacios se dio por un reducido pasillo localizado al norte del conjunto de almacenes al nivel del techo de mampostería que los cubría [Alvarado et al. 2012: 83; González et al. 1993-1994: 367].

Los resultados de los análisis químicos de los pisos realizados por Luis Barba, Agustín Ortiz y Martín Terreros en el interior de los graneros muestran altos valores en residuos proteicos, fosfatos y carbohidratos, lo que han señalado como evidencia de que fueron utilizados para el almacenamiento de productos orgánicos [Barba et al. s/f].2 Además, fuera de los graneros y al interior del cuarto 5 se localizó una gran tinaja del Tipo 1 [Garza y González 2006; Alvarado et al. 2012: 83-86] y varios materiales cerámicos relacionados con la preparación de alimentos, cuchillos, navajas y punzones de obsidiana.

El hecho de que en esta etapa se comenzaran a construir espacios permanentes para almacenar alimentos no significa que en las etapas previas no hayan existido tinajas, graneros de materiales perecederos o cualquier otro espacio para guardar comida. No obstante, la edificación de graneros para esta segunda etapa en la cronología del sitio manifiesta la necesidad de conservar y garantizar los alimentos para el mantenimiento del grupo en el poder por largos periodos [Alvarado et al. 2012].

En cuanto a las estructuras ubicadas al norte de la Ac 8, se revelan pisos tempranos que indicaron una ampliación adicional. En el plano 4, una línea con eje este-oeste señala el nivel intermedio entre el piso más temprano y el de una última etapa, nivel que corresponde al piso hallado al excavar dos agujeros encontrados en el cuarto 6 de la Estructura Ac 7 (véanse el plano 4 y la foto 3). Sobre este mismo piso, al realizar un pozo de sondeo en el cuarto 8 [Garza et al 2006], se encontró una banqueta que corría de sur a norte (véanse la línea punteada en plano 4 y la foto 4).

Se desconoce si la parte norte de la Estructura Ac 7, conformada por los actuales cuartos 4 y 5, haya presentado pisos más tempranos; sin embargo, Silvia Garza (comunicación personal, 2007) ha señalado que una parte de la plataforma que sostiene a este edificio fue rellenada para ampliar el espacio del conjunto.

Por otro lado, no se cuenta con evidencia para determinar la existencia de las estructuras Ac 9 y Ac 10 en esta etapa, aunque fue en esta última donde, se encontró un cilindro con el diseño de una estrella marina incrustado en el piso más tardío del cuarto 2. Al ser excavado se detectó que dicho cilindro perforaba un piso más temprano (véase la foto 5), el cual pudo haber coincidido con el nivel de la banqueta hallada en la Estructura Ac 7.

El poder enfático del grupo hegemónico muestra un cambio generado por la consolidación del control sobre la fuerza de trabajo, y también sobre los recursos y la tecnología, lo cual, además de permitir una mayor acumulación, le dio la posibilidad de tener más control en los procesos de producción que requerían amplios espacios protegidos [Melgar 2009: 95-99]. La ampliación de espacios, y el aislamiento de los símbolos que en un principio ayudaron a tener un control ideológico y de legitimación, son indicativos de la desviación de la atención en los aspectos históricos y culturales de los procesos sociales, para concentrarse en los de carácter político y económico por medio de la expansión, el control social, la transformación y la institucionalización del poder.

 

Tercera etapa

Al igual que la etapa anterior, ésta presenta dos momentos constructivos en los que destaca la edificación del segundo piso de la Estructura Ac 8 (véase el plano 5). Para tal empresa se construyeron los muros perimetrales, se clausuró la entrada porticada de la estructura, se construyeron escaleras internas que permitieran la entrada al primer piso (una localizada en el cuarto 5 y otra más en el primer patio), se adosó un cuerpo a la plataforma por el este que permitiera sostener una nueva escalera de mayor longitud desde la plaza hacia el segundo nivel y se levantaron muros que ayudaran a sostener el peso extra de un piso adicional (véase el plano 6).

La importancia en el fortalecimiento del poder xochicalca sobre la región, así como su afianzamiento en el sistema económico del Epiclásico son clave para entender los cambios en la etapa constructiva de este edificio, ya que la tarea de emprenderlos involucró una gran inversión de tiempo, mano de obra y recursos materiales, lo que puso en evidencia una transformación en los procesos sociales, en el sistema de valores y en los intereses del grupo gobernante. En este momento histórico que vivió la ciudad se refleja la prosperidad económica que significó un antagonismo entre las dos autoridades gobernantes, llevándolas a la competencia por el control del mando y el dominio sobre los procesos de producción y los recursos básicos.

La construcción de un segundo piso en la Estructura Ac 8 permitió duplicar el ya de por sí amplio espacio y hacerlo todavía más reservado, transformándolo hasta entonces en un "palacio" [Manzanilla 1985 y 2001a]: complejo arquitectónico donde se realizaría la administración de bienes y sería el "escenario de tomas de decisión, residencia de ciertos funcionarios y testigo de ceremonias religiosas y/o protocolarias" [Alvarado et al. 2012: 82].

La Estructura Ac 7 también se modificó para crear un edificio con siete cuartos y dos patios, además de una entrada porticada desde el oriente o a través de dos vanos en el norte. Este edificio incluye los cuartos más extensos encontrados hasta ahora en la ciudad (véase el plano 6). El acceso controlado a esta zona, así como los materiales hallados y los resultados de sus estudios, han permitido asignarle un carácter administrativo y de producción de bienes de élite. Tal es el caso de los materiales malacológicos estudiados por Emiliano Melgar [2009], en cuyos resultados, obtenidos mediante microscopía estereoscópica y electrónica de barrido, se pudieron identificar materiales en proceso de producción tanto en el interior de estos grandes cuartos, como en contextos derivados, resultado del acarreo por agentes naturales (hallados en drenajes procedentes de los patios de esta misma estructura) y los producidos por la remoción cultural, como los elementos encontrados en el Sector B.

En un segundo momento constructivo es notoria la gran cantidad de columnas que se integraron a las habitaciones de la Estructura Ac 8 para ayudar a soportar el gran peso de los dos techos de mampostería del edificio (véase el plano 6).

En la Estructura Ac 7 se reforzaron los muros sur en el interior de los cuartos 1 y 8, y hacia el exterior, el muro norte. Este mismo apuntalamiento se realizó al exterior del muro este, generando un gran cambio en el acceso a la estructura, ya que dicho muro también servía para tapiar la entrada porticada. No obstante, se mantuvieron los dos vanos hacia el norte y, por medio de una escalera dentro del cuarto 1, se generó otro nuevo acceso desde el techo de la Estructura Ac 7.

Al mismo tiempo, se comenzó a delimitar el espacio que hoy día ocupa la Estructura Ac 10, clausurando el vano norte de la Estructura Ac 6 y el pórtico al noreste de ésta (véase el plano 6).

Desde la segunda etapa, la Estructura Ac 5 continuó teniendo varios cambios y se le identificó como área doméstica dada la presencia de una gran cantidad de material cerámico asociado a la producción de alimentos y su almacenamiento. Sin embargo, no fue sino hasta esta tercera etapa, que se considera este espacio construido como área residencial debido a su carácter privado y a la presencia de banquetas que podrían ser consideradas camas o áreas de descanso. No obstante, no se piensa que haya sido la residencia del grupo gobernante, sino del personal al servicio de éste. Garza (comunicación personal, 2007) ha señalado la posibilidad de que el área residencial de la élite gubernamental de la ciudad haya sido la Pirámide de las Estelas.

Así, el incremento en espacios construidos y las actividades llevadas a cabo en ellos corrobora los procesos sociales relacionados con la transformación y adaptación de las actividades económicas, entre las que destacan la acumulación de bienes, la diversificación, la apropiación, la distribución y el control de los procesos de producción, así como los avances de orden tecnológico, los cuales se tornaron prioritarios para la conveniencia del grupo en el poder. El producto de estos cambios pudo haber sido el detonante de una lucha de intereses y la competencia por el poder al interior del grupo hegemónico, comprometiendo de este modo su estabilidad.

 

Cuarta etapa

No supone gran cantidad de cambios arquitectónicos, pero los pocos que han sido identificados son trascendentales para la comprensión de los procesos sociales del momento, ya que lo más relevante y representativo de esta última etapa es la clausura de espacios y la reducción de accesos.

Inicialmente se levantó un pequeño altar a los pies de la escalera central de la Estructura Ac 8, dejando únicamente dos accesos laterales. También se concluyó el diseño final de la Estructura Ac 10, dejando sólo un acceso, el cual sería por la escalera ubicada sobre el pasillo entre esta estructura y la Estructura Ac 7 (véanse los planos 7 y 8).

Sobre el muro que limitaba el anexo de la Estructura Ac 6 por el oriente se construyó una escalera, la cual comunicaba la plaza central de la Acrópolis con un pasillo formado por uno de los cuerpos de ésta, dando acceso tanto a la Estructura Ac 7, por el techo, como a la propia Estructura Ac 10.

En el último momento constructivo de esta etapa se clausuraron los dos vanos de acceso a la Estructura Ac 7, dejando como única entrada el techo, y se redujeron los accesos a las estructuras Ac 4 y Ac 6 (véase el plano 8).

Las modificaciones en esta última etapa demuestran un proceso de antagonismo llevado a su máxima consecuencia. La situación reflejada en la arquitectura muestra la extenuación de un continuo conflicto de fuerzas que obligó al grupo rector a acuartelarse en la Acrópolis junto a los bienes acumulados. El control de los procesos sociales dictados por aquel grupo multiétnico que organizó, dominó, explotó y transformó una sociedad sometida a creencias políticas, ideológicas y religiosas, basándose en una economía de producción y distribución de bienes, se desgastó después de haberse mantenido en el poder a lo largo de 500 años.

 

Consideraciones finales

Originalmente construida para cumplir los requerimientos iniciales del grupo fundador, la Acrópolis fue transformándose de acuerdo con los procesos de cambio ocurridos en los distintos momentos históricos detectados y utilizando la forma original preexistente.

Es esencial establecer que, siendo una ciudad viva, Xochicalco sufrió de constantes modificaciones a lo largo de sus 500 años de existencia. La ciudad transformó su diseño urbano y sus obras arquitectónicas, conservó sus líneas generales pero alteró algunos detalles sin un resultado final definitivo, ordenada como "una organización cambiante y de múltiples propósitos" [Lynch 1998: 112].

De este modo, la primera gran transformación en el espacio donde surgió Xochicalco es la fundación misma de la ciudad, donde comenzó a gestarse ese espacio construido en el que se reproducían las acciones y las relaciones sociales.

Los procesos sociales y los cambios en los sistemas de valores están presentes en toda sociedad. La identificación de éstos en el contexto arqueológico puede llegar a complicarse dada su intangibilidad, no obstante, existen marcadores que permiten rastrearlos y verlos en la arquitectura, en los elementos escultóricos, la iconografía, la escritura, el análisis de materiales como la concha, la lítica y, en muchos casos, cuando están presentes, en los enterramientos.

Muchos de los indicadores para determinar los procesos sociales presentes en Xochicalco provienen de los trabajos y los materiales arqueológicos recuperados en otras áreas de la ciudad. Sin embargo, la presencia de espacios de almacenamiento, de talleres de concha, de áreas de recepción y de orden doméstico, además de la privacidad, el acceso controlado y la circulación restringida detectados en la Acrópolis han permitido plantear el carácter palaciego de este conjunto arquitectónico.

Para Manzanilla [1985: 92], el palacio es indicador de una nueva sociedad clasista en la que el grupo que concentraba el excedente se transformó en la clase dominante de un estado militarista, represivo, que adquirió los excedentes por el tributo de provincias conquistadas y se centró en la acumulación de la riqueza.

El aumento de la coacción por parte del aparato hegemónico sobre las fuerzas de trabajo, así como el control sobre los procesos de producción en la ciudad, se reflejan en la ampliación de áreas para el almacenamiento, en la presencia de talleres con el fin de controlar la producción y en otras actividades relacionadas con el Estado.

La última transformación demuestra la fragilidad del sistema político al enfrentarse a una posible lucha de intereses dentro de su propia esfera de poder. Fue tal vez este conflicto interno lo que de alguna manera llevó a Xochicalco a su propio debilitamiento y, acaso, a que el descontento acumulado de los grupos sometidos acabara de manera definitiva con la ciudad.

 

Agradecimientos

A los arqueólogos Norberto González Crespo y Silvia Garza Tarazona por el gran apoyo que me han dado y la oportunidad que me brindaron de formar parte del equipo del Proyecto Xochicalco. A la doctora Linda Manzanilla le agradezco sus valiosas aportaciones, críticas y comentarios, los que fueron imprescindibles para la realización de este trabajo. Gracias a Raúl Francisco González Quezada por el tiempo dedicado, las valiosas pláticas pero, sobre todo, por su paciencia. Mi más sincero y profundo agradecimiento a Verónica Vázquez y Félix Kuprat por estar ahí en todo momento. Y a los cuatro pilares en mi vida: Tony, J. Carlos, Carlos y Waldir, para ustedes, mis gracias infinitas.

 

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Notas

1 Es importante destacar que estas premisas son aplicables solamente a la última etapa constructiva, al menos a la forma como la encontraron los arqueólogos.

2 La información obtenida de los análisis de pisos y los resultados de los análisis de los materiales arqueológicos se encuentra en proceso de interpretación.

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