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Cuicuilco

Print version ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.22 n.62 México Jan./Apr. 2015

 

Dossier: juventudes étnicas contemporáneas en Latinoamérica

 

"Soy de los dos lados, a la mitad me quedo". Estilos de vida en jóvenes indígenas urbanos de San Cristóbal de las Casas, Chiapas

 

María Laura Serrano Santos

 

Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, CIESAS -Sureste.

 

Recepción: 24 de marzo de 2014.
Aprobación: 27 de octubre de 2014.

 

Resumen

El interés por realizar estudios sobre jóvenes indígenas es relativamente reciente, sobre todo el de personas que viven en las ciudades, más que nada porque por mucho tiempo se aceptó, casi de manera acrítica, una asociación muy fuerte entre la condición indígena y el contexto rural. En la actualidad esa relación no es inseparable, ya que se considera que los indígenas no están (ni deben estar necesariamente) limitados a contextos rurales. Continuar insistiendo sin discusión en ello sólo alimenta la imposición de una identidad absoluta hacia los jóvenes pertenecientes a un grupo étnico, reforzando ideas esencialistas acerca de los roles y estilos de vida que deben adoptar, los cuales son determinados casi exclusivamente por la idea abstracta de una cosmovisión1 que delinea sus percepciones y experiencias.

Los estudios actuales sobre jóvenes indígenas se centran en los nuevos significados asignados a "lo joven" y a "lo indígena", desde la propia voz de los actores, lo que ha contribuido a que se les deje de ver como futuros adultos campesinos, ocupados únicamente en la reproducción de su sociedad, sus tradiciones y su "cosmovisión", y ha permitido que se les vea como agentes activos y protagonistas de sus propias trayectorias.

Este artículo se inserta en esta línea de estudio, presentando la manera en la que un grupo de jóvenes indígenas, nacidos en la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, configuran estilos de vida a partir de dos condiciones: la étnica, representada principalmente por las experiencias y percepciones que mantienen con respecto a la vida en la comunidad indígena y algunos rasgos culturales asociados (y estereotipados) a los indígenas; y a la condición de juventud representada en las experiencias y percepciones sobre su vida en la ciudad y los referentes simbólicos que los autoidentifican como jóvenes en un contexto determinado. Ambas condiciones aportan cargas culturales y sociales a la vida cotidiana de los actores, por ello es importante no omitir aquellas situaciones que los colocan en desventaja y vulnerabilidad social.

Palabras clave: jóvenes indígenas, estilos de vida, condición étnica, condición de juventud.

 

Abstract

Interest in studies on indigenous youth is relatively recent, especially regarding the population in the cities; this is mainly because, for a long time, a very b association between the indigenous status and the rural context was accepted almost uncritically. Nowadays, that relationship is not inseparable, considering that indigenous people are not (and should not necessarily be) limited to rural settings. To continue insisting, without discussion, only fuels the imposition of an absolute identity on the youths belonging to an ethnic group, thus reinforcing essentialist ideas about the roles and lifestyles they should adopt, which are almost exclusively determined by the abstract idea of a worldview that delineates their perceptions and experiences.

Current studies focus on indigenous youth through new meanings assigned to the "young" and the "indigenous" from their own opinions, which has contributed to helping them end the trend to see them as future farmers, occupied only in the reproduction of their society, their traditions and their "worldview," thus allowing them to be seen as active agents and protagonists of their own futures.

This article is part of this line of study, presenting the way in which a group of indigenous youths, born in the city of San Cristobal de las Casas (Chiapas), create their own lifestyles based on two conditions: the ethnic side, represented mainly through their experiences and perceptions regarding life in the indigenous community, along with certain cultural traits (often stereotypes) associated with indigenous people; together with the condition of youth, which is represented by their experiences and perceptions of their life in the city and the symbolic references through which they identify themselves as youths in a given context. Both these cultural and social conditions contribute to their daily lives, so it is important not to ignore situations that may place them at a disadvantage and thus open them up to social vulnerability.

Keywqrds: indigenous youths, lifestyle, ethnicity, youth status.

 

Introducción

En años recientes la juventud indígena se ha constituido en un tema de amplio interés y de un profundo debate entre dos argumentos principales. Por un lado están quienes señalan que la juventud como etapa del ciclo de vida en poblaciones indígenas ha existido desde siempre, pero se ha resignificado junto a la construcción de nuevos espacios juveniles; por otro lado están aquellos que sostienen que la juventud indígena es un fenómeno actual que ha emergido a la par de los cambios experimentados en años recientes, asociados a la globalización en las comunidades indígenas.

Más allá de la postura a tomar, vale la pena señalar que el interés sobre esta población radica principalmente en la visibilidad que los jóvenes, a través de sus prácticas y presencia constante, poco a poco han ganado en diversos escenarios sociales. Los nuevos espacios de socialización y los cambios al interior de las comunidades han contribuido de manera positiva a que estos jóvenes indígenas adquieran protagonismo, aportando a los espacios rurales y urbanos nuevas imágenes y sentidos.

La presencia de los jóvenes indígenas en el espacio urbano se ha tornado inevitable, haciendo evidente que se han apropiado de espacios físicos, a la vez que han ido produciendo espacios sociales propios. Su protagonismo incide en la conformación de estilos de vida peculiares, manifiestos a partir de prácticas comunes y cotidianas resignificadas a la luz de los cambios globales y la apropiación de éstos con los recursos locales.

Por ello es importante discutir acerca de cómo la condición étnica y la condición de juventud se conjugan, dando forma a estilos de vida sui géneris que estructuran y significan sus prácticas cotidianas, la apropiación que hacen del espacio urbano y los espacios de socialización, sus gustos y preferencias que dan forma a las imágenes externas que presentan y el lugar que asumen en la jerarquía social de la ciudad, al margen de las condiciones estructurales que les preceden.

Este artículo resulta de una investigación antropológica llevada a cabo en la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, con un grupo de jóvenes indígenas habitantes de la zona norte de la ciudad, considerada como el "foco rojo" del espacio urbano debido a los altos índices de delincuencia y criminalidad que presenta. El trabajo de campo consistió en el acompañamiento a dos grupos (crews) de 15 jóvenes, todos hombres,2 de entre 15 y 24 años de edad. El periodo de acompañamiento se dio en el segundo semestre del año 2011, y consistió principalmente en recorridos (sobre todo nocturnos) por la ciudad que los jóvenes realizan habitualmente, visitas a los lugares de trabajo, espacios de reunión y ocio, casas habitación de los jóvenes y eventos en los que participaban haciendo graffitis o rimando. La información fue obtenida mediante la observación y por entrevistas no dirigidas a cada uno de los jóvenes de los grupos, además de formar dos grupos de discusión que versaron sobre las condiciones de vida en la zona norte y las percepciones sobre el reconocerse como indígenas en San Cristóbal (desde sus experiencias a partir de identificar ciertos elementos que ellos mismos señalaban como "indígenas").

 

Más que una moda, un estilo de vida

Cuando escuchamos el concepto "estilo de vida" pensamos casi de manera automática en el consumo de productos, ciertas preferencias relacionadas con las tendencias de moda y los patrones socioculturales de la época, incluso podemos intentar descifrar el poder adquisitivo de cada individuo de acuerdo con lo que consideramos "su estilo". No obstante, el concepto está lejos de reducirse a ello. Si bien el estilo de vida se materializa mediante los objetos (materiales e inmateriales) que se adquieren, su campo de formación no se reduce al mercado, ya que está conformado por diversos elementos devenidos de nuestra historia de vida, las experiencias y percepciones que moldean nuestra subjetividad, los laberintos de identificaciones que atravesamos, el nicho familiar en el que hemos nacido y, por ende, las condiciones estructurales que nos preceden.

Este artículo se apega a una visión más amplia y completa del concepto de "estilo de vida", que intenta ir más allá de la descripción de los objetos de consumo que adquieren, y de los cuales se apropian los jóvenes indígenas de San Cristóbal de las Casas. Por lo tanto, el estilo de vida, siguiendo a Pierre Bourdieu [2002], se entiende como el proceso mediante el cual los jóvenes incorporan elementos simbólicos y materiales que tienen a su alcance, integrándolos en una imagen que va más allá de lo externo y visible. Dicho proceso tiene dos caras: una externa, que nos presenta la apropiación de elementos del mundo globalizado a través de expresiones, formas de ver la vida y de presentarse ante el mundo, modas juveniles, prácticas y preferencias; y una interna que nos obliga a adentrarnos de manera más profunda en las historias de vida y en el análisis de éstas, para comprender cómo las condiciones estructurales y los procesos identitarios de cada joven en particular, y de un grupo de jóvenes en extenso, influyen al incorporar las experiencias y percepciones que proveen el entorno y el espacio social.

Tanto los procesos internos como los externos están condicionados por la posición de los sujetos en la estructura social [Bourdieu 2002]. Es a partir de las condiciones sociales que los sujetos construyen un estilo de vida mediante los recursos e insumos que tienen a la mano y el sentido que les atribuyen a éstos, así como mediante el proceso identitario y de subjetivación, que para el caso de los jóvenes indígenas de San Cristóbal, se analizó a partir de su condición étnica y de juventud.

El estilo no se construye de manera aislada; sí representa la expresión individual de un sujeto en relación con su entorno, sus condiciones, percepciones y experiencias, pero el proceso de apropiación y conformación de un estilo es también colectivo, ya que al compartir el mismo espacio y vivir en condiciones sociales similares, se efectúa en los diferentes sujetos una afinidad de estilo que legitima el estilo individual [Bourdieu 2002].

Siguiendo a Miles [2010], es importante retomar desde la investigación social el estudio de los estilos de vida que construyen los jóvenes, ya que a partir de ellos se puede abordar el sentido, las expresiones y las maneras en las que estos actores se relacionan con el mundo social en el que se desenvuelven. Influido por Bourdieu y Giddens, principalmente, este autor presenta el concepto de estilos de vida como el conjunto de comportamientos y conductas organizadas en torno a intereses y condiciones sociales del individuo; dando forma a los valores, actitudes y preferencias que lo distinguen en su mundo social.

Para comprender la manera en que los jóvenes indígenas de San Cristóbal integran estilos de vida peculiares, es preciso analizarlos, como he mencionado anteriormente, a partir de dos pilares fundamentales: la condición étnica y la condición de juventud. Por un lado, la condición de juventud les aporta elementos de identificación basados en la edad y generación a la que pertenecen; y por otro, la condición étnica les proporciona un marco de representación que influye en la percepción y conciencia de sí mismos [Durín y Pernet 2009], frente a los adultos indígenas y frente a sus pares identificados como no indígenas.3 Para comprender cómo se retoman ambas condiciones, haré una reseña teórica de las mismas.

 

La juventud como condición. Entre la transición y la identidad

Pese a lo vasto de los estudios sobre juventudes acumulados a lo largo de varias décadas, no es posible encontrar consenso sobre un concepto único que explique qué es la juventud y quiénes son los jóvenes. Mientras que en lo cotidiano la palabra juventud se usa indiscriminadamente y sin problemas, en el ejercicio académico esta cuestión se torna compleja, en parte debido a las distintas disciplinas y perspectivas desde las que se tiene acceso al estudio de este tema, haciendo que tantas miradas y enfoques dificulten lograr un acuerdo respecto de una sola definición [Saraví 2009].

La discusión sobre la juventud desde las ciencias sociales se ha distinguido por fundarse en dos enfoques teóricos principales [Dewilde 2003; Camarena 2004; Esteinou 2005; Pérez Ruiz 2008; Reyes Gómez 2008; Bucholtz 2002; Cruz 2009; Saraví 2009]: la socio-demografía, con su énfasis en la transición a la adultez y los estudios culturales que priorizan la construcción de las identidades juveniles. Ambos han constituido los parámetros desde donde la mayoría de los estudios (aunque en el caso de América Latina se ha privilegiado el segundo) han configurado a sus sujetos, invistiéndolos con los aspectos relevantes propios de cada una.

Es común encontrar textos y comentarios que sugieren que ambos enfoques son excluyentes entre sí, sin embargo, mi propuesta es que son complementarios y que no es necesario decantar alguno, sino comprometerse al reto que la investigación social sobre jóvenes demanda hoy en día: actualizar los enfoques teóricos ampliando la mirada y los marcos explicativos sobre las diversas realidades que los jóvenes —en cualquier rincón del mundo— nos presentan, tomando en cuenta, además, que no son las únicas perspectivas para el abordaje social de la juventud.

La revisión bibliográfica de ambas posturas me llevó a encontrar puntos de convergencia y divergencia entre ellas. No obstante, no considero que deba priorizarse una por sobre la otra, sino intentar integrar ambos contenidos para presentar un concepto sobre la juventud que sea visto como una condición que acontece en un periodo determinado políticamente, pero que adquiere relevancia social frente a las responsabilidades asignadas y al protagonismo y agencia manifiestos por los propios jóvenes. Sin afán de hacer más extensivo este apartado, tan sólo enlistaré algunos puntos que considero preciso tomar en cuenta cuando se realiza un análisis social sobre jóvenes:

• La importancia del contexto y la estructura social en los que se desarrollan y desenvuelven los jóvenes. Desde el enfoque del curso de vida se privilegia la edad cronológica como parámetro que delimita a la juventud; sin embargo, no se resta importancia a las prácticas sociales y experiencias individuales. Al contrario, la edad cronológica y la edad social interactúan dinámicamente en la conformación del ser joven.

• Las condicionantes para entender e identificar a los jóvenes contemporáneos desde el curso de vida son establecidas por los "marcadores sociales", mientras que para el enfoque de las identidades culturales son las "condiciones institucionales" y las "condiciones que construyen propiamente los jóvenes" [Urteaga 2011]. Existe una convergencia entre los "marcadores sociales" y las "condiciones institucionales", ya que ambos son determinados de acuerdo con las expectativas que cada sociedad deposita en los sujetos considerados jóvenes, en relación con un espacio (momento situacional) y tiempo (momento histórico) específicos. Tanto los "marcadores sociales" como las "condiciones institucionales" determinan prácticas sociales específicas para los jóvenes, lo que subraya el carácter de praxis diferenciada que define a la juventud. Ambos condicionantes son interpretados y reelaborados por los propios jóvenes, quienes ignoran algunos y construyen otros.

• El contexto histórico en el que se desenvuelven los jóvenes, el cual incluye el tiempo de las instituciones en las que se mueven los jóvenes como marcador de sentido de la experiencia de vida.

• Existen argumentos que apuntan a que la perspectiva del curso de vida demerita el protagonismo de los jóvenes al circunscribirlos a un análisis a partir de su edad cronológica y social. Sin embargo, tanto esta perspectiva como la de las identidades culturales otorgan a los actores un carácter dinámico y participativo, ya sea decidiendo sobre seguir o no los marcadores sociales o imponiendo y produciendo nuevas imágenes juveniles. Este elemento de convergencia es relevante para dar cuenta de la agencia y la lógica estratégica que siguen los jóvenes en su constitución como agentes sociales. De esta manera es posible entender por qué hoy en día algunos marcadores, como la transición al matrimonio o la imagen del joven estudiante, presentan modificaciones y se reinventan de acuerdo con las necesidades y especificidades de la juventud actual, cobrando relevancia sobre todo en poblaciones que se consideran homogéneas o guiadas por tradiciones casi inflexibles (como el caso de los indígenas), ya que posibilitan poner en la mira la postergación o anulación del matrimonio, el desencanto por la educación y la intermitencia en el trabajo debido a condiciones sociales que generan heterogeneidad en esos grupos.

A partir de estos elementos puede entonces adecuarse la posición conceptual desde donde se abordará a los jóvenes. Para el caso de la investigación con jóvenes indígenas de San Cristóbal me fue útil considerar en primera instancia, y con fines metodológicos y prácticos, la edad cronológica establecida como parámetro de juventud en México, en donde el Instituto Mexicano de la Juventud4 (a través del Programa Nacional de Juventud) establece que los jóvenes son aquellos sujetos que transitan entre los 12 y los 29 años de edad [Pronajuve 2012]. Dado que el parámetro resultaba muy amplio, prioricé al rango que va de los 15 a los 24 años de edad.

Una vez establecido este marcador cronológico, la construcción del concepto tomó forma al acompañarse de las nociones de transitoriedad (es decir, no es una condición fija) y dinamismo, las cuales cobran sentido y contenido sólo a partir de las experiencias propias de los jóvenes vistos en continua relación con las instituciones que demarcan su juventud. Los marcadores y condiciones sociales e institucionales fueron entonces vistos como los márgenes que delimitan las prácticas, imponiendo expectativas sociales que, se cumplan o no, generan movimiento, acción y reacción por parte de los jóvenes.

A partir de ello propongo que la condición de juventud sea abordada como un periodo transitorio en el ciclo de la vida, y también como una construcción social delimitada por los cambios biológicos propios de los seres humanos y las transformaciones psicológicas que se le aúnan (radicadas sobre todo en el pensamiento, memoria y percepciones), y dotada de sentido por la experiencia, las prácticas, las vivencias, el consumo y las producciones de los actores jóvenes dentro de un entorno social específico. Esta construcción es determinada por la naturaleza humana y por lo social; mediada por las instituciones de acuerdo con los intereses de las épocas y las condiciones sociales de los individuos, las cuales delimitan lo que se espera de ellos y las oportunidades que se les ofrecen; pero no tienen sentido sin los propios actores, por lo que también es un proceso de vida heterogéneo, ya que su vida se encuentra sometida a una variedad de significados en relación con los actores, los recursos, los contextos y los marcos culturales, sociales e históricos en donde se desenvuelven.

Los jóvenes indígenas de San Cristóbal están entonces transitando por un periodo de vida demarcado por sus condiciones estructurales y las percepciones y experiencias que integran sus historias de vida. En ellos cobra relativa importancia la condición étnica, dado que la forma en la que sus padres han vivido la misma etapa presenta una brecha enorme en relación con las experiencias que ellos están viviendo. Además, son indígenas en un espacio urbano, por lo que algunos de los rasgos culturales que estereotipan a los indígenas (como la lengua y algunas tradiciones) pierden vigencia y exigen transformaciones [Serrano 2012].

 

Ser indígena en la ciudad. La condición étnica en contextos urbanos

Durante mucho tiempo prevaleció la imagen del indígena como el hombre adulto, debido a que los estudiosos de la juventud que emprendieron investigaciones en México argumentaban que en los grupos étnicos no había un reconocimiento histórico de "una fase del ciclo vital equivalente a la 'juventud' de la sociedad occidental", pues los sujetos que se encontraban entre los rangos de edad clasificatorios de la juventud no presentaban las características sociales que se le atribuían a esta categoría [Urteaga 2008: 670].

Esta imposibilidad para reconocer un periodo de juventud entre la población indígena contribuyó a reforzar la idea de que en estos contextos sólo había un tránsito fundamental en la trayectoria de vida, que era el paso de niño a adulto mediante el trabajo y el sistema de cargos o mediante el cambio de estatus social, de soltero a adulto a través del matrimonio [Feixa 1998]. Esta idea, que prevalece hasta la actualidad, no sólo vuelve invisible a una juventud protagonista, también coadyuva a esencializar una imagen homogénea y "cosmogónica" alrededor de los indígenas.

Estudios posteriores, como los realizados con huicholes por Regina Martínez y Angélica Rojas [2005], presentaron una ruptura significativa en el estudio de los jóvenes indígenas al proponer no sólo la existencia de la juventud en estos grupos, sino también al señalar la praxis diferenciada de la que estos sujetos jóvenes se valían para identificarse como jóvenes en sus comunidades de origen. A partir de aquí muchos otros estudios comenzaron a hacer hincapié en el reconocimiento de los jóvenes indígenas como actores capaces de producir espacios y transformar sus entornos, proponiendo el abordaje teórico y metodológico que dé cuenta de las maneras en las que estos jóvenes integran, transforman o conservan elementos tradicionales y actuales, y cómo elaboran y concilian la condición étnica y de juventud en estilos particulares.

Actualmente no se puede (o al menos no es ético desde el punto de vista académico) omitir la influencia que tiene la condición étnica sobre las trayectorias de vida de los jóvenes que se reconocen como indígenas, ya que al ser un determinante cultural, es transversal a las experiencias de cada individuo que ha sido socializado dentro de los parámetros del grupo étnico de pertenencia y que, por lo tanto, influye en la condición de juventud y en la construcción de estilos de vida. Esto sugiere considerar a la juventud (además de lo ya dicho en párrafos atrás) como una categoría social transétnica, es decir, que no es exclusiva de ciertos grupos ni sociedades, sino que en cada sociedad y cultura la juventud se vive de acuerdo con parámetros establecidos [Pérez Ruiz 2008].

La condición étnica, al igual que la condición de juventud, se vive en el día a día, en lo cotidiano. Sin embargo, a diferencia de la juventud, ésta influye desde que la persona nace en determinado grupo social, constituyéndose como sujeto a partir de cánones específicos y valores adecuados dentro del grupo, llegando a naturalizarse hasta el grado de considerarse como determinante de la vida social cuando se trata de una construcción social que dota de sentido y pertenencia a los sujetos [Camus 2009].

Para analizar cómo opera esta condición en los jóvenes indígenas de San Cristóbal fue preciso tomar en cuenta el tiempo histórico en el que ellos se sitúan. En este sentido, la condición indígena de estos jóvenes no puede ser vista de manera exclusiva (ni principalmente) a partir de las formas en que han sido vistos los indígenas décadas atrás, ya que ellos mismos representan una etnicidad transformada que conserva ciertos rasgos, pero que ha modificado otros de acuerdo con las nuevas necesidades y exigencias que el mundo globalizado les impone y con las experiencias que el entorno urbano les presenta. Comaroff y Comaroff [1992] mencionan al respecto que los vínculos sociales y materiales involucrados en las relaciones sociales, que establecen los parámetros étnicos en cada grupo, son forjados y transformados a partir de los procesos históricos y políticos, por lo tanto, la condición étnica es mutable, dinámica, se adecua al momento histórico, social y político. Por ello los jóvenes indígenas de San Cristóbal son retomados en este artículo como sujetos activos que resignifican su adscripción étnica, promoviendo distinciones entre ellos y las generaciones anteriores.

Tampoco se puede pasar por alto que esta condición aloja cierta vulnerabilidad, pues remite a un eje de desigualdad al estar forjada en ecuaciones de poder que establecen jerarquías sociales [Comaroff 1996]. Así, ser reconocido y reconocerse como indígena en una sociedad (sobre todo en una con una historia colonial todavía vigente, como San Cristóbal), conlleva una desventaja social e histórica, que se halla estructurada en relaciones de desigualdad entre un grupo que domina y otro que es dominado, no sólo hacia afuera del grupo, sino también hacia el interior. Mediante el establecimiento de las relaciones de poder y valores adjudicados se justifica la distribución desigual del poder material, político y social, en virtud de la pertenencia a un grupo [Comaroff y Comaroff 1992].

Lo anterior conduce a ubicar las tramas étnicas en la vida de estos jóvenes como factores que vulneran sus trayectorias y experiencias en esta etapa de vida. El estilo de vida de los jóvenes indígenas de San Cristóbal se ve marcado por la pertenencia a un grupo étnico. Las desigualdades sociales que se forjan alrededor del ser indígena generan estigmas que se "hacen carne", se corporizan y se mantienen latentes en la vida cotidiana, por lo que no basta con negar la pertenencia étnica o la existencia de la condición étnica para despojarse de ellos, ya que las condiciones asimétricas y de desigualdad, en las que se enmarcan las relaciones sociales que establecen los jóvenes indígenas con el mundo no indígena, se mantienen vigentes [Serrano 2012].

 

Jóvenes indígenas de San Cristóbal. Protagonizando estilos

El estilo de vida de los jóvenes indígenas de San Cristóbal es delineado por dos condiciones: la condición étnica y la condición de juventud. Sus experiencias de vida se encuentran marcadas por referentes y acontecimientos relacionados con la ciudad e integrados a las percepciones e ideas que han elaborado sobre la vida en la comunidad indígena de origen (de sus padres).

Su historia de vida se encuentra marcada por los motivos que empujaron a sus padres a migrar a San Cristóbal: algunos llegaron como resultado de los desplazamientos forzados suscitados en los últimos 40 años, otros migraron esperando encontrar oportunidades de mejorar sus condiciones de vida —aunado esto a la crisis del campo y al deterioro de las tierras de cultivo—, unos más emprendieron la movilización durante y después del conflicto armado de 1994.

Los jóvenes indígenas de San Cristóbal se desenvuelven en un espacio social conformado por la marginación, la pobreza, el estigma y la exclusión. Nacieron y crecieron en una ciudad que históricamente los ha rechazado por su condición étnica y los ha confinado a una espacie de "enclave étnico" en la periferia norte del espacio urbano. Así, las biografías de estos jóvenes son cruzadas por al menos dos elementos que los colocan en desventaja social: la condición étnica y el estigma por el territorio urbano que habitan.

Podría suponerse, dada su ascendencia indígena, que estos jóvenes guardan un vínculo cercano y físico con la comunidad de origen; sin embargo, existe una escasa o nula relación directa con los pueblos (como comúnmente nombran a las comunidades de origen). Las circunstancias que provocaron el desplazamiento de estos lugares hacia San Cristóbal han creado fricciones entre las familias, reflejándose en las escasas o tenues relaciones de los jóvenes indígenas de la ciudad con sus parientes de la comunidad. Los vínculos entre éstos y aquéllos son ambiguos, incluso se presentan conflictos debido a, entre otras cosas, el estilo de vida que estos jóvenes han adquirido en la ciudad, o a las dificultades para comunicarse cuando no hablan la lengua materna.

Sería fácil creer que, dada su autoadscripción como indígenas, guardan un vínculo material y emocional con el territorio étnico, sobre todo cuando en la ciudad son continuamente rechazados y segregados. Sin embargo, la exploración con ellos mostró que existe una falta de vínculos sólidos familiares que suscita un desarraigo, principalmente físico, en los jóvenes indígenas. Pero, al mismo tiempo que presentan un desarraigo y falta de interés sobre la comunidad, en un plano simbólico las percepciones que han creado en ella influyen en el estilo de vida que ellos han conformado. Muchos jóvenes no conocen la comunidad de origen de sus padres, sin embargo, la influencia que ésta ejerce sobre ellos se hace evidente a través de las diversas identificaciones que abonan a la conformación de un sentido de pertenencia.

La condición étnica se presenta como una moneda de doble cara para estos jóvenes. Una cara constituye un eje de desigualdad que genera mayores desventajas para los jóvenes indígenas en relación con los no indígenas, mientras que el reverso les permite contar con identificaciones y vínculos que se convierten en un soporte interno que los mantiene de pie. Por ejemplo, al sentirse discriminados o ajenos a la ciudad, recurren a la idea permanente de tener sus raíces en la comunidad de origen, encontrando en ese lugar imaginado un sentido de pertenencia.

Así, la condición étnica no sólo representa desventajas, también les abre brechas en el laberinto de identificaciones para la negociación y la resistencia, dando pie a la generación de estilos de vida sui géneris que rompen esquemas tradicionales y los colocan en posiciones peculiares en los dos espacios que marcan sus trayectorias: la ciudad y la comunidad de origen. Cabe señalar que, aunque algunos jóvenes no conocen ni visitan su comunidad de origen, el vínculo con ella, aunque abstracto, existe y permea sus vidas al grado de depositar en ella unas raíces (también abstractas) que les brindan contención y seguridad ante la incertidumbre que les crea la experiencia urbana.

Por otro lado, la experiencia urbana les presenta un abanico de elementos novedosos para identificarse, alejándolos del estilo de vida tradicional y estereotipado de los indígenas. Dicho esto, pareciera que se debatieran entre el ser de allá o de acá, de la comunidad o de la ciudad; sin embargo, este conflicto no trasciende como problema en sus estilos de vida, ya que integran elementos de ambos espacios: sus raíces están allá, su vida está acá. Aunque no están exentos de dudas y contradicciones que se materializan a través del dilema "soy de aquí, pero también soy de allá", o incluso "ni de aquí ni de allá", cuestión que en ocasiones también alcanza a tocar la definición entre ser indígenas o caxlanes,5 como lo dejan ver dos de los jóvenes en la cita siguiente:

La neta, a mí me late más sentirme más indígena, así, del pueblo. Soy de los dos lados, a la mitad me quedo, porque al igual tengo raíces indígenas y nací en la ciudad, tengo de las dos cosas, pues, de la comunidad y de aquí. (Jesús, 18 años, estudiante.)

Pos la verdad no sé si soy caxlán, yo creo que sí, un poco, pero yo creo que soy de todos lados, pues, y eso del caxlán, pues se usa medio para ofender, pues, ya nuestros padres y abuelos no nos enseñaron nuestras raíces, pues, y ya se perdió eso. (Arturo, 22 años, estudiante y empleado.).

Estos jóvenes indígenas han adquirido valores tradicionales devenidos de los espacios de socialización familiares y comunitarios dentro de la ciudad, y también se han integrado a la vida urbana, con las excepciones que San Cristóbal pueda tener. Están conscientes de su condición étnica, no la ocultan, se autoadscriben como indígenas y se sienten orgullosos de ello. Se reconocen también como sancristobalenses: han nacido y vivido en la ciudad, aunque la historia de relaciones desiguales entre indígenas y mestizos, así como algunas experiencias de discriminación propias, les recuerdan que el hecho de haber nacido en San Cristóbal no les garantiza el derecho al espacio.

Las constantes desventajas que encuentran en su trayectoria de vida urbana son reconfortadas a partir de las identificaciones que hacen con lo étnico: si en la ciudad son diferentes es porque tienen raíces en la comunidad de origen. La insistencia en este referente, en esas "raíces" depositadas en una comunidad con la que mantienen un vínculo fracturado y poco o nulo contacto, lleva irremediablemente al cuestionamiento de ¿qué entienden por sus "raíces indígenas"?, un cuestionamiento que constituye un elemento de suma importancia en la formación de su condición étnica.

La idea de un denominador común y distintivo que contribuye a una identidad propia, expresada a través de unas "raíces indígenas", es un aspecto clave y recurrente en el discurso de estos jóvenes, pero al mismo tiempo es una idea ambigua e incluso abstracta. Quizás las confrontaciones presentadas párrafos atrás: el "ser de aquí y/o ser de allá", "soy de aquí pero soy diferente", los llevan a anclar sus raíces en algo idealizado, aunque inconstante en la experiencia, como lo es la comunidad de origen. Esas "raíces indígenas", ese insistir con una imagen idealizada de la comunidad responde a la falta de otros asideros que brinden consistencia y solidez a la vida de estos jóvenes. Las constantes experiencias negativas, y la continua percepción de no pertenecer a la ciudad, los hacen arraigarse a una idea que les da seguridad y los reconforta cuando lo requieren.

Aquí se presenta entonces una transformación en un referente étnico. Estos jóvenes no hacen alusión a sus "raíces indígenas" en un afán de reivindicación de lo étnico, o porque consideren que cuentan con valores o tradiciones mejores que los jóvenes no indígenas. Están conscientes de la desventaja social en la que se encuentran, son sujetos constantes de la exclusión y el rechazo por parte de los mestizos y de los propios indígenas que los señalan por "no seguir las tradiciones", por lo tanto, han optado por resignificar esas raíces como un medio de sustento emocional al que recurren casi de manera cotidiana para enfrentar los retos de la ciudad.

Por lo tanto, la importancia de visibilizar la condición étnica en estos jóvenes radica precisamente en señalar cómo esta condición no requiere compartir o alabar una serie de rasgos o comportamientos reconocidos como tradicionales, sino que se produce mediante una serie de significantes emocionales, y se reproduce ante la necesidad y carencia de asideros, quizás sociales, que puedan sustentar una subjetividad fracturada.

 

Las condiciones sociales como elementos que estilizan la vida de los jóvenes indígenas

Las condiciones sociales y económicas que preceden a los jóvenes indígenas de San Cristóbal trazan los límites en sus estilos de vida y determinan su posición en la estructura social, condicionando la forma en la que se desenvuelven. No es posible hablar de estilos de vida sin tomar en cuenta las condiciones sociales y económicas en las que se insertan los actores sociales, puesto que éstas delinean el trayecto de vida de los jóvenes a partir de los contextos sociales, culturales, históricos y geográficos. Las formas de vivir la juventud, así como el estilo de vida que se construye en esta trayectoria, están determinadas por la "estructura de oportunidades y constreñimientos, y las condiciones sociales y culturales que caracterizan a los diversos contextos sociohistóricos" de cada individuo [Saraví 2006a: 163].

Es por ello que resulta imprescindible incluir el análisis de las implicaciones de estas condiciones de vida en los estilos de los jóvenes indígenas. Para hacer operable el trabajo analítico fue preciso centrar las reflexiones en cuatro aspectos clave de la condición de juventud: la educación, la participación en el mercado de trabajo, los factores de riesgo y la pobreza (tanto económica como social). Estos son aspectos clave de la "experiencia de la juventud" [Saraví 2009], a través de los cuales podemos tener una idea "vivencial" o "vívida" de su posición en la estructura social.

La vida cotidiana de los jóvenes indígenas de San Cristóbal prácticamente se inscribe en dos ámbitos: trabajar y estudiar. No todos los jóvenes que participaron en la investigación eran estudiantes, pero todos trabajaban6 (temporal o de manera permanente), algunos desempeñaban ambas actividades, pero ninguno quedaba fuera de ellas. Las experiencias acumuladas en ambos espacios marcan en las trayectorias de estos jóvenes un patrón relacionado con las necesidades y oportunidades que se crean a partir de sus condiciones sociales y culturales. Muchos de estos jóvenes se han insertado en el mundo laboral como producto de las carencias por las que atraviesan, encontrándose en el imperativo de tener que contribuir a la economía familiar para subsistir, lo que refleja la condición de pobreza que tiñe sus trayectorias.

Esta condición socioeconómica (la pobreza) ha implicado que algunos de los jóvenes indígenas abandonen la escuela. El patrón comienza con la deserción escolar, seguida por la incursión en el empleo a temprana edad. Algunos logran alternar estas dos tareas, pero tarde o temprano terminan por abandonar la escuela ante la exigencia cada vez mayor de recursos económicos. Un rasgo generalizado en estas trayectorias es la precariedad de los empleos en los que se insertan, llegando apenas a acomodarse en el comercio informal y la reproducción de oficios, actividades productivas que generan pocos ingresos y que contribuyen a la reproducción de la pobreza. Es frecuente encontrar a jóvenes indígenas de San Cristóbal desempeñándose como empleados de establecimientos (tiendas de ropa, artesanías, cafeterías, bares), o como comerciantes independientes (en el mercado), carpinteros, peones de albañil, meseros, "chalanes de combis"7 y artesanos.

Trabajo desde los 12 años, como 10 años tengo trabajando. Empecé por la necesidad del dinero, es que en mi familia somos cinco, cinco hermanos y con mi mamá somos seis, y pues eran duros los gastos. Mi mamá es madre soltera y es duro mantener a cinco hermanos, y no quedaba de otra, o trabajar o estudiar, y para mí pues fue mejor trabajar, igual y ya podía yo apoyar un poco con los gastos. (Marcelo, 22 años.).

Un aspecto relevante en la trayectoria laboral de estos jóvenes es que, como consecuencia de las condiciones no siempre favorables de los empleos y los bajos salarios, van pasando por diversos oficios y empleos, y enfrentándose a experiencias laborales inestables e intermitentes. La mayoría comienza aprendiendo los oficios de sus padres, siendo éste un elemento destacable, ya que parece coincidir con las prácticas habituales que ocurren en la vida familiar en las comunidades indígenas donde, como parte de un proceso de socialización y de obligaciones social y culturalmente aceptadas, los jóvenes son involucrados desde temprana edad en las actividades productivas familiares y comunitarias [Bertely, Saraví y Abrantes 2012]. En contextos urbanos estas prácticas culturales se entremezclan con desventajas sociales, haciendo que el trabajo infantil asuma con frecuencia un carácter explotador y de vulnerabilidad de los derechos de los niños [Martínez 1998; Bertely, Saraví y Abrantes 2012].

Los bajos salarios que perciben resultan insuficientes en relación con sus necesidades: aportar para la subsistencia del hogar y, para aquellos que también asisten a la escuela, cubrir sus cuotas de estudio, por lo que apenas logran contar con algo de dinero para sus necesidades básicas, de manera que es difícil que puedan cubrir otras necesidades menos vitales pero igualmente importantes en esta etapa de la vida.

Aquí es muy difícil que encuentres trabajo, casi no se consigue, para los chavos también. Sí hay pues, pero de peón, y a veces aburre levantarse temprano, cambiarse con la misma ropa sucia e ir a trabajar otra vez. Y hay veces que cansa, por lo que sí está pesado también, a veces tienes que subir latas con mezcla a cada rato, siempre te lastimas la espalda y amaneces todo cansado, y ya no tienes ganas de ir. Y así te pones a chambear una semana, o lo máximo que aguanto es un mes, y si me siento cansado ya no le sigo, ya... De peón pagan $125 pesos diarios, pero es muy pesado. Casi todo tu cuerpo se te lastima mucho, y además hay peligros también, puede que te caigas de la escalera, porque a veces hacen casas de dos plantas y tú tienes que subir con la mezcla, y pues es trabajo, pero si no quieres no lo hagas, nadie te obliga, pero la necesidad sí te obliga, porque si no trabajas no tienes con que vestirte o comprarte algo. (Raúl, 22 años, comerciante.)

Las necesidades por las que atraviesan estos jóvenes, aunadas a las malas condiciones de trabajo y los bajos salarios, los empujan a movilizarse hacia otras ciudades en busca de mejores oportunidades de empleo y un salario más o menos digno. La migración, como señala Urteaga [2011], se ha convertido en un proceso que marca la vida de los jóvenes.

He salido a trabajar en otros lugares, he ido en México y después me regreso. Después estoy un mes por acá y después me lanzo para Sonora, para trabajar también en el campo cortando calabazas, corte de chiles, corte de naranja, nueces, todo lo que es del campo, pues. Ya terminando el contrato me regreso otra vez, vuelvo a regresar por acá y espero que pase un tiempo, ya cuando vuelven a contratar más gente y después me vuelvo a ir otra vez para allá a chambear otra vez. Ya después termina el contrato y me regreso otra vez, y así ... allá en Sonora te lo dan todo, cuarto libre y comida, y ya te quedan los $120 libres, aunque sí está jodido también porque está pesado también, amanecer a las 5:00 de la mañana para entrar a comer a las 6:00 y a las 6:30 tenemos que estar preparados con nuestras herramientas para poder cortar las calabacitas. Está algo duro, peor que hace calor allá y luego hace frío. (Raúl, 22 años, comerciante.).

Pese a las condiciones adversas con las que luego se encuentran en el trabajo, no todos los jóvenes indígenas valoran de manera negativa estas actividades. Al contrario, algunos dicen disfrutarlas, sobre todo por las oportunidades que les crean, además de poder ganar dinero. Aquellos que están insertos en el sector de los servicios y trabajan como meseros, o como dependientes de algún establecimiento en el centro de San Cristóbal, llegan a relacionarse un poco más con personas de otra zona de la ciudad e incluso de otros países; conocer otros puntos de vista e intercambiar percepciones e ideologías, siendo todas ellas situaciones valoradas por los jóvenes. Así, el trabajo se convierte en un medio que posibilita la ampliación de espacios de socialización y, por ende, les permite también ampliar sus redes sociales, interactuando con personas no indígenas, incluso extranjeras.

Pese a que el trabajo emerge como un mecanismo de acceso que permite a los jóvenes indígenas introducirse a esos otros espacios, librando la segregación social de la que son objeto, éste no logra justificar ni compensar las condiciones precarias, incluso de explotación, ni la mala remuneración que perciben por desempeñarlo. Se evidencian entonces claras diferencias entre las ganancias secundarias de algunos empleos —conocer gente, sentirse orgulloso, tener oportunidad de hacer lo que les gusta— y la vulnerabilidad en la que se encuentran los jóvenes indígenas.

Las percepciones con respecto al trabajo que estos jóvenes elaboran están relacionadas con el nivel educativo que poseen. Los jóvenes indígenas que "mejor" se sienten en relación con su trabajo tienen un nivel educativo más alto, incluso cuentan con proyecciones a futuro; mientras que aquellos que se han insertado en empleos más precarios, y al mismo tiempo menos estimulantes, apenas terminaron la educación secundaria, y sus expectativas se reducen a poder establecerse en un empleo fijo y formar una familia. Cabe destacar que esto no debe interpretarse como que los trabajos que obtienen los jóvenes indígenas con mayor nivel educativo mejoren notablemente las condiciones de vida de ellos y sus familias. En ambos casos pareciera que la condición étnica los coloca en una situación de desventaja que los empuja a empleos precarios y mal remunerados. Se trata, en este sentido, de un sector de la población que concentra una doble desventaja: primero por ser jóvenes —quienes de por sí tienen condiciones precarias de inserción laboral— y luego por ser indígenas.

Las cosas tampoco mejoran cuando migran, ya que los jóvenes que han optado por este recurso relatan experiencias de precariedad, salarios bajos y explotación, además de discriminación:

Cuando he andado en otros lados me di cuenta pues, que unas personas sí te valoran, pero hay otras más que te discriminan. Sí, te discriminan por donde eres, porque esto, porque más que nada en lo que yo he escuchado en mi trayecto es que me dicen, "Oye tú, por qué haces esto si los que inventaron esto fue en Estados Unidos, tú no tienes que hacerlo, eres un indio" (...) Luego, pues como nos ven que somos de otro lado, más si hablamos una lengua, rápido quieren que uno trabaje más por el mismo dinero. (Arturo, 22 años.)

En cuanto a la experiencia escolar de los jóvenes indígenas de San Cristóbal, se puede apuntar que ésta se caracteriza por niveles educativos bajos debido a la inserción en el trabajo, pero también al desencanto que experimentan en relación con la educación como vía para mejorar la calidad de vida, además de que el acceso es por demás restringido. Este último aspecto responde a un "olvido", abandono o falta de interés de las autoridades por hacer efectivo el derecho a la educación en esta población.

La oferta educativa para niños y jóvenes indígenas de la periferia norte de San Cristóbal es limitada. Hay presencia de numerosas escuelas de educación primaria dispuestas en distintas colonias y con dos turnos, pero no alcanzan a cubrir la demanda. Las opciones disminuyen más en el caso del nivel de secundaria, y para el bachillerato en toda la zona apenas existe un plantel. No es de extrañar, entonces, que la mayoría de jóvenes indígenas de esta ciudad lleguen cuando mucho a la educación secundaria, y que sólo unos pocos lleguen al nivel medio superior y mucho menos a la universidad, a la que sólo llegan algunos privilegiados.

Además de esta limitante en el acceso, la experiencia escolar se ve teñida también por diversas situaciones de discriminación hacia estos jóvenes; a veces por su origen étnico y a veces porque no cuentan con recursos suficientes para adquirir accesorios de moda (tenis, ropa, audífonos), lo que los conduciría a ser aceptados como parte de un grupo específico dentro de la escuela. Aunado a ello se encuentra también la incertidumbre a si tendrán o no la oportunidad de continuar los estudios año con año, o si estudiar les asegurará una satisfacción laboral, ya que consideran la probabilidad de tener que desertar para trabajar.

Pero no todos los jóvenes protagonistas comparten estas condiciones económicas, algunos cuentan con más recursos y capitales económicos y sociales, por lo tanto, están en posición más privilegiada en relación con otros. Estos jóvenes son hijos de profesionistas y profesores que cuentan con una remuneración salarial fija y más alta que los padres de los otros jóvenes, lo cual les permite acceder y contar con ciertos privilegios, como no tener que trabajar o contar con un poco de dinero semanal o mensual para gastar en lo que quieran. Estas diferencias pueden repercutir en el nivel de desigualdad entre los jóvenes indígenas, no obstante, en todos subyace una autopercepción de pobreza que influye en la construcción de sus estilos de vida, pues no sólo se trata de pobreza económica, sino también de la pobreza social que enfrentan al encontrarse con "limitaciones a una plena participación en la sociedad de referencia" [Saraví 2006b: 23], que los coloca en desigualdad. Este grupo de jóvenes representa a una generación de indígenas nacidos en una ciudad que históricamente los ha considerado ciudadanos de segunda. Viven en una zona periférica que evidencia la segregación étnica que impera en San Cristóbal, y que se caracteriza por la precariedad y carencia de recursos y servicios básicos. Luego, constituyen una generación de jóvenes indígenas que, al haber construido un estilo de vida sui géneris que no es del todo aceptado ni siquiera entre sus familias porque incorpora y enarbola elementos urbanos, rompen patrones de comportamiento dentro de los grupos considerados étnicos.

La estructura social y política de las colonias y barrios que habitan se rige bajo formas de organización social que se apegan a los modelos tradicionales de las comunidades de origen, donde los jóvenes que no han cumplido con los roles tradicionales que se esperan en la etapa del ciclo de vida en la que se encuentran (casarse y formar una familia), carecen de voz y voto para la toma de decisiones comunitarias; situación que limita aún más su participación social y la construcción de ciudadanía, siendo ésta una realidad que no sólo aqueja a la periferia norte de San Cristóbal, sino que se extiende a toda la ciudad y a otras ciudades y grupos étnicos, en los que la voz, el voto y las decisiones son una cuestión de adultos, quienes son reconocidos como tales una vez que han cumplido con ciertos mandatos sociales.

Esta situación, que alude a una ciudadanía incompleta, también mina el proceso de subjetivación, provocando que estos jóvenes vayan conformando "subjetividades perforadas", y que estén destinados a vivir sin protagonismo y reconocimiento social [Saraví y Makowski 2011]. Sin embargo, estos jóvenes indígenas han sido capaces de crear, desde la calle, la soledad la exclusión, formas nuevas de relacionarse y participar activamente en la construcción de su propio ser.

En esta conformación de su estilo de vida se han apegado a prácticas urbanas asociadas a la cultura hip hop, encontrando, al contar con nuevas maneras de socializar, nuevos caminos para reafirmar su presencia en el mundo e interactuar con otros chavos con quienes comparten intereses, gustos e historias de vida similares. Así, al presentar formas de resistencia frente a este panorama desalentador y encontrar una vía para lograr ser identificados y reconocidos socialmente como jóvenes, como indígenas y como parte de la ciudad, estos jóvenes indígenas se vuelven protagonistas de sus propias biografías. De esta manera muestran señales de resistencia cotidiana para enfrentar situaciones que los sumergen en la soledad y el desamparo, aunque no de lucha y búsqueda de autonomía, teniendo vigencia y validez sólo en su entorno inmediato.

Nicandro, un joven de 22 años que se desempeña como comerciante en un puesto de fruta en uno de los mercados de la ciudad, relata que el hip hop le ha permitido darse a conocer. Comenta: "Ahora ya me reconocen por mis pintas, hay veces que dicen "ahí va el "N", eso me gusta, es una ventaja del graffiti". También señala que esto le ha ayudado a tener más "pegue" con las chicas. Al respecto, Bourdieu [1973] menciona que el estilo de vida influye en el prestigio social que adquiere una persona. Al incursionar en un grupo de estatus que es afín a su estilo de vida, eleva su posición en la jerarquía del honor y el prestigio. Al estar en una crew y simpatizar con la cultura hip hop los jóvenes indígenas adquieren una serie de valores y elementos, y además se introducen en el consumo de bienes específicos de ese estilo, lo cual los distingue del resto de los jóvenes.

Al darle estilo a sus vidas los jóvenes indígenas también transforman los espacios que componen esta ciudad. Las actividades relacionadas con la cultura hip hop los hacen visibles mediante las pintas de graffitis, los bailes exóticos (como el breakdance) o la improvisación del rap en sitios públicos, con lo que agregan imágenes que rompen la cotidianidad de los espacios, resignificándolos y apropiándose de ellos. Dejan de ser lugares de paso sin significados sociales para convertirse en los lugares ideales para la socialización. En ellos los jóvenes comparten experiencias y aprendizajes, consolidan relaciones de amistad y compañerismo, practican las actividades que les interesan, difunden y copian modas, comentan sus problemas y toman decisiones. Esta apropiación del espacio urbano es una muestra de la resistencia y estrategias que echan a andar ante las condiciones de desventaja en las que se encuentran.

Aunque la cotidianidad de estos jóvenes indígenas en la ciudad no está dedicada por completo al desarrollo del arte urbano, ellos prefieren ser referenciados socialmente a partir de sus producciones y experiencias relacionadas con los cuatro elementos de la cultura hip hop: "los MC's8 (maestro de ceremonias, rap), los B-boys, (breakdancers), los Disc Jockeys (Dj's) y el Graffiti" [Mendoza 2011: 79]. Desde la perspectiva de los propios jóvenes indígenas entrevistados, son estas prácticas las que definen sus estilos de vida, distinguiéndolos de los demás jóvenes indígenas de San Cristóbal.

El gusto por la cultura hip hop le llegó a cada joven en diferentes momentos de la vida. Para el análisis no vale sólo describir las actividades y los sentimientos que generan en torno a éstas sino explorar los significados y significantes que los jóvenes les adjudican. Para algunos jóvenes hacer rap, graffiti o break dance se ha convertido en un significante de reconocimiento y respeto por parte de otros jóvenes dentro y fuera de la banda, o crew9 a la que pertenecen. Otros encuentran una válvula de escape para las tensiones cotidianas, o un medio para hacerse notar y reclamar su derecho a la ciudad: cada tag10 en una pared representa "que estamos ahí, que aquí vivimos y de aquí somos, aunque no nos quieran ver y nos traten mal, aquí estamos" (Alonso, 22 años, estudiante).

Este "estamos aquí" tiene sentido al ser escuchado al margen de los otros relatos, aquellos que hacen evidente la exclusión, segregación, abandono y olvido en el que se encuentran muchos de estos jóvenes indígenas en la ciudad; un olvido por parte de los que no son indígenas, pero también por parte de sus propios familiares y vecinos. Por un lado, la carga étnica pesa en ellos al encontrarse con fronteras simbólicas que les niegan el acceso pleno a ciertas áreas de la ciudad y a los derechos como ciudadanos. Por otro lado, en sus propias colonias experimentan menosprecio, su voz no vale y no tienen voto en las decisiones que se toman. Estas prácticas asociadas al arte urbano, junto con el asidero emocional que representa su condición étnica, constituyen los elementos que les otorgan reconocimiento y distinción, que le hacen saber a la ciudad que están ahí, que son parte de ella aunque no los quieran ver, que le dicen a los adultos indígenas que ellos también pertenecen al lugar.

Estos jóvenes indígenas, en términos de Bourdieu, están "haciendo época", ya que mediante su estilo de vida van adquiriendo rasgos que los distinguen de los otros jóvenes indígenas que viven en San Cristóbal. Están construyendo su propio tiempo y su propio espacio, alternando sus prácticas y preferencias con las responsabilidades diarias. Este estilo de vida les imprime un signo distintivo y, aunque a veces se traduce en rechazo y exclusión, también logran reconocimiento y respeto, se hacen notar, y esto último es relevante puesto que la población joven e indígena tiende a pensarse como homogénea. Estos jóvenes, al salirse de la norma, se distinguen del resto, hacen época al producir su existencia "en un universo en el que existir es diferenciarse" [Bourdieu 2011: 221].

 

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Notas

1 Este artículo intenta desprenderse de ideas preconcebidas y asignadas casi sin reflexión a la población que se identifica como indígena, como es la idea de "cosmovisión", que se basa principalmente en descripciones sobre una concepción cuasi unificada sobre la vida. El trabajo emprendido que da pie a este artículo mostró cómo los jóvenes indígenas protagonistas no guían ni limitan sus actos y trayectorias a partir de ideas cosmogónicas específicas.

2 El hecho de que los sujetos de investigación fueran sólo del sexo masculino se debió a que el trabajo de campo fue desarrollado casi exclusivamente en la calle, acompañando a los jóvenes en sus recorridos nocturnos en la ciudad y en las actividades que realizan en grupo. Dado que el espacio público sigue siendo marcado por una condición de género, la presencia de mujeres durante los recorridos y demás actividades fue nula. Las pocas veces que estuvieron en escena fue para acompañar a uno de los jóvenes durante un tiempo muy limitado (a veces una hora como máximo), y debido a las restricciones en el tiempo de trabajo de campo tampoco fue posible explorar las condiciones de vida, juventud y étnicas con ellas. Considero que esta situación, más que un punto débil de la investigación, constituye un elemento de oportunidad para futuras investigaciones.

3 Cabe señalar que no se intenta brindar una descripción sobre qué elementos "tradicionales" (relacionados con lo indígena) conservan o sustituyen por elementos "modernos" (asociados a la vida urbana), puesto que estos jóvenes no atraviesan (y nadie lo hace) por procesos tan explícitamente dicotómicos. Pretender explicar la realidad de los jóvenes (indígenas o no) a partir de descripciones que apunten a ello sólo dará cuenta de cuestiones externas y casi del sentido común.

4 Órgano institucional encargado de la política y atención a los jóvenes en México.

5 Acepción otorgada por los indios hacia los españoles colonizadores y sus descendientes. César Corzo, lingüista chiapaneco, define el término caxlán o caxlani como: "Los despreciados, los burlados" (Kax-lan-ni: Kax, voz peyorativa hacia los españoles; lan, burla/burlarse; ni, nominal), incluso como insulto hacia "los blanquitos", los mestizos. "Se había creído que los indios no podían pronunciar el nombre "castellano", decían caxlán"; sin embargo, tiempo después se ha caído en cuenta que tal palabra fue usada en un inicio como un apodo despectivo hacia los españoles; quienes consideraban que se trataba de una palabra que los halagaba y marcaba su diferencia como los "blancos castellanos" [Corzo 1980].

6 Todos los jóvenes participantes de este estudio trabajan, algunos de manera permanente, otros de manera temporal. Durante el momento del trabajo de campo algunos se encontraban sin trabajar, por ello sólo aparecen como "estudiantes" en las descripciones de las citas.

7 El "chalán de la combi" es el chico que cobra el pasaje a los usuarios del transporte colectivo. Recibe un porcentaje de las ganancias diarias, alrededor de 15 o 20 pesos.

8 Nombre asignado a los jóvenes que hacen rap.

9 "La palabra crew básicamente se refiere a un grupo de gente asociada: una compañía, un colectivo o una banda. Es entendido también como grupo de personas trabajando generalmente bajo la dirección de un líder. En el Nueva York de los sesenta esta palabra fue adaptada por los mismos escritores de graffiti para denominar a sus colectivos. En México la palabra es igualmente usada por grafiteros mexicanos" [Cruz 2003: 6].

10 El tag es la firma con la que se reconoce a cada joven, "es su alias, es su alter ego. Una nueva identidad elegida sobre la base de la integración en el movimiento o grupo en que se implica" [Mendoza 2011: 102].

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