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Cuicuilco

versión impresa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.20 no.57 México may./ago. 2013

 

Diversas temáticas desde las disciplinas antropológicas

 

"No maltratéis a los heterodoxos, que ellos serán los que salvarán la doctrina cuando los ortodoxos claudiquen".1 Intelectuales cubanos al servicio de la Revolución

 

Alexia Massholder

 

Coordinación del Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti Becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

 

Resumen

Muchas han sido las reflexiones que desde las ciencias sociales se han hecho acerca de la función del intelectual en la lucha por la transformación radical de la sociedad. Pero, ¿qué es lo que pasa cuando se produce esa transformación? ¿Cuál es el papel que desempeñan los intelectuales una vez que llega la revolución socialista?

En el presente trabajo recorremos los testimonios de cuatro importantes intelectuales cubanos: Aurelio Alonso, Juan Valdés Paz, Roberto Fernández Retamar, Sergio Guerra Vilaboy y Fernando Martínez Heredia. El objetivo del trabajo es plantear algunas líneas de reflexión sobre algunas de las formas en que se puede concebir la relación entre el intelectual y la revolución. Si bien en cada caso las trayectorias individuales previas a la revolución difieren, se puede observar que para todos fueron más importantes las necesidades propias del proceso revolucionario que el bagaje intelectual que cada uno de ellos ya traía. Ello posibilitó la emergencia de nichos de pensamiento heterodoxo cuya suerte estaría, una vez más, atada a las necesidades propias de la revolución. La relación entre ortodoxia y heterodoxia, lejos de ser excluyente, en el caso cubano se convirtió en un vínculo dialéctico que permitió que toda la intelectualidad revolucionaria, ortodoxa y heterodoxa, acompañara el proceso revolucionario en su larga, contradictoria y apasionante vida.

Palabras clave: intelectuales, revolución, Cuba, ortodoxia, heterodoxia.

 

Abstract

There have been many reflections in the social sciences about the function of intellectuals in the struggle for the radical transformation of society. But, what happens to intellectuals when this transformation actually takes place? What is the role of intellectuals once the socialist revolution has arrived?

This article examines the testimonies of four important Cuban intellectuals: Aurelio Alonso, Juan Valdés Paz, Roberto Fernández Retamar, Sergio Guerra Vilaboy and Fernando Martínez Heredia. The objective is to propose lines of thought on some of the ways the relationship between intellectuals and the Revolution can be conceived. Although each of these men's individual career paths differed prior to the revolution, it is evident that the needs proper to the revolutionary process were more important than the intellectual baggage each one was already carrying. This made it possible for the emergence of heterodox niches of thought, the outcome of which would once again be tied to the needs proper to the revolution. The relationship between orthodoxy and heterodoxy, far from being exclusive, in the case of Cuba became a dialectical link that allowed all the revolutionary, orthodox and heterodox intellectuality to accompany the revolutionary process over its long, contradictory and gripping life.

Keywords: intellectuals, revolution, Cuba, orthodoxy, heterodoxy.

 

Introducción

Dentro de los muchos enfoques respecto del papel que desempeña el intelectual en el proceso revolucionario, se ha prestado poca atención al caso específico de la intelectualidad una vez que triunfa la revolución. En el marco de una investigación más amplia acerca de la intelectualidad comunista latinoamericana, realizamos una serie de entrevistas a intelectuales cubanos para abordar puntualmente el tema de este trabajo. Así, los testimonios aquí utilizados permiten realizar un recorrido por diferentes vías de inserción revolucionaria de una serie de intelectuales cubanos, hoy ya consagrados, a partir del triunfo de la Revolución cubana en 1959.

Según Claudia Gilman [2003: 150], la problemática sobre la noción de compromiso y el papel del intelectual revolucionario inspiró el surgimiento del mito de la transición. Dicho mito, escribe la autora, puede considerarse una ficción contenedora de la brecha simbólica entre la realidad y las expectativas puestas en ella. Las indefiniciones propias de este momento de transición en lo referente a los programas concretos, el lugar del intelectual en el proceso revolucionario, entre tantas otras indefiniciones, generaron un clima cultural particularmente complejo en el que la especificidad del rol del intelectual en la construcción del socialismo no encontró patrones previos en los cuales asentarse.2

En el presente trabajo recorremos los testimonios de algunos intelectuales cubanos con el objetivo de plantear algunas líneas de reflexión sobre formas posibles de concebir la relación entre el intelectual y la revolución. El periodo abordado contempla desde los años de formación de los intelectuales, previos al triunfo de la Revolución cubana, hasta el inicio de la década de 1970, en la que, como veremos, comienza un proceso con características diferentes a las de la década anterior.

La hipótesis que recorre este trabajo es que la relación entre ortodoxia y heterodoxia, lejos de ser una relación excluyente, en el caso cubano se convirtió en un vínculo dialéctico que permitió que la intelectualidad revolucionaria toda, ortodoxa y heterodoxa, acompañara el proceso revolucionario en su larga, contradictoria y apasionante vida.

 

Las trayectorias previas

La formación de los personajes entrevistados revela recorridos marcadamente diferentes determinados por la clase social de origen y el contexto familiar. Aurelio Alonso, nacido en 1939, provenía de una familia burguesa, acomodada, que le permitió dedicarse casi con exclusividad a su formación.

Primero colegio de curas, Hermanos Maristas, una formación católica, después por voluntad propia pasé a estudiar en el instituto público el bachillerato, el Instituto de la Víbora, que tenía muy buena fama. Además era en el barrio donde vivía. Tenía buena fama porque tenía un claustro muy bueno, la enseñanza pública en Cuba tenía calidad, y nosotros teníamos un claustro muy bueno en el Instituto de la Víbora, muchos de ellos han sido profesores después del triunfo de la Revolución muy importantes de historia, de distintas materias. Y bueno, quedaron en Cuba muchos de ellos. [Entrevista a Aurelio Alonso, 71 años, subdirector de la revista Casa de las Américas, La Habana, 1 de noviembre de 2010.]

Por su parte, Juan Valdés Paz provenía de una familia mucho más modesta en la que hubo que priorizar el trabajo:

[...] no me dejaban ni siquiera estudiar el bachillerato, no me podía dar el lujo de estar cinco años, terminaba a los 20 años el bachillerato, no tenía ninguna calificación para nada, no podía trabajar [...] tú estudias el bachillerato para seguir una carrera universitaria [...] empecé a estudiar en un tecnológico y a hacer una especie de bachillerato autodidacta. [Entrevista a Juan Valdés Paz, 72 años, sociólogo y miembro de la Unión de Escritores de Cuba, La Habana, 12 de noviembre de 2010.]

Roberto Fernández Retamar, al igual que Alonso, provenía de una familia cuya posición económica le permitió realizar estudios universitarios, durante los cuales se vinculó a algunas agrupaciones de izquierda. Un primer ejemplo de lo determinante del origen de clase en la formación de estos intelectuales es que, tanto Retamar como Alonso, que pertenecían a familias sin urgencias económicas, pasaron por instituciones estadounidenses, ya sea como alumnos o como docentes. Al respecto Alonso recuerda: "mis padres deciden mandarme a Estados Unidos a estudiar. A estudiar lo que a mi padre le interesaba que estudiara, que era bussines administration".

Retamar, por su parte, recuerda:

Había sido profesor entre 1957 y 1958 en la Universidad de Yale en Estados Unidos, tenía una invitación de la Universidad de Columbia en Nueva York para ir a ser profesor allí, cuando Nueva York es una ciudad que a mí me gusta mucho desde que la visité cuando tenía 17 años. [Entrevista a Roberto Fernández Retamar, 81 años, presidente de la Casa de las Américas, La Habana, 10 de noviembre de 2010.]

Este vínculo con Estados Unidos expresa claramente cuál era la situación en Cuba antes de la revolución. La penetración material y cultural de Estados Unidos en la isla hacía de las instituciones educativas del norte una referencia para las clases medias cubanas. Sin embargo, la creciente represión de la dictadura de Fulgencio Batista "empujó" a muchos de ellos, como estudiantes, a comenzar a participar políticamente en la "resistencia", sobre todo después del asalto al cuartel Moncada, en donde la dictadura mostró su perfil más sanguinario. Como consecuencia de estar estudiando bajo la dictadura, tanto Alonso como Retamar ingresaron a la política desde las casas de estudio. El primero ingresó al movimiento estudiantil contra Batista desde el bachillerato, en el momento en que la universidad ya estaba cerrada por la cada vez más evidente situación "prerevolucionaria".

Retamar, que había nacido en 1930 y en esa época ya estaba en la universidad, comenta al respecto lo siguiente:

Me vinculé a los grupos de izquierda que había en la universidad. La Federación Estudiantil Universitaria tenía una serie de comités además, para distintas cosas positivas, contra la discriminación racial, a favor de la República Española, etcétera. Yo pertenecí a esta última, y cuando en diciembre, creo que de 1949, nos visitaron huestes franquistas en misión política, yo participé como otros compañeros en un boicot que se le hizo a una conferencia que iban a dar y eso terminó cómo tenía que terminar y algunos de nosotros fuimos presos [...] era difícil para quienes nos formamos, digamos en la década de 1940, a raíz de la terminación de la llamada Segunda Guerra Mundial, que la política no entrara de alguna manera en nuestra vida. [Entrevista a Roberto Fernández Retamar.]

Valdés Paz, por su parte, ingresó en su condición de trabajador y, según sus propias palabras, su experiencia fue la siguiente:

Salí a la calle, adolescente pobre, y tenía dos opciones, estudiar o trabajar, y decidí trabajar y después estudiar [...] como resultado de haber caído preso me habían [...] muchos patrones aprovechaban la circunstancia de que había caído preso [...] para deshacerte de ti. En este caso más porque yo estaba involucrado en una lucha sindical. Había una legislación batistiana que favorecía eso [...] te podían separar del trabajo por motivos políticos. [Entrevista a Juan Valdés Paz.]

Fue en esas circunstancias en las que conoció a Retamar:

El trabajo alternativo que me apareció fue de maestro en una academia del padre de Roberto Fernández Retamar [...] el padre de Retamar era profesor en una escuela de comercio y tenía una academia privada que preparaba alumnos para el ingreso [...] y ahí paré yo de profesor, profesor improvisado porque yo tenía 19 años. Oportunidad en que conocí a Retamar, a Roberto [...] apareció un tipo de actividad que no había pensado, ser un docente. [Entrevista a Juan Valdés Paz.]

 

El triunfo de la Revolución

Una vez que triunfó la revolución, la coyuntura política obligó a pasar por alto las diferencias iniciales en la formación y los colocó a todos en la misma situación: a pesar de la de ponerse al servicio de las necesidades del proceso naciente. Las dimensiones de lo que se estaba viviendo tendieron a trastocar lo que venían siendo trayectorias más o menos orientadas hacia ciertos objetivos, con un cierto nivel de planificación. Así, las individualidades quedaron subordinadas a contribuir en el proceso colectivo de edificación del socialismo.

Retamar, por ejemplo, había recibido en aquel momento una invitación para ser docente en una casa de estudios estadounidense. Pero, según comenta, al triunfo de la revolución: "Decidí declinar esa honrosa invitación y quedarme en Cuba a servir a la revolución. De manera que a partir de ese momento en forma fuerte la política entró en mí. Y aunque soy esencialmente un escritor, no soy indiferente a las cuestiones políticas como es natural". [Entrevista a Roberto Fernández Retamar.]

Alonso, que se encontraba estudiando en Estados Unidos, permaneció unos meses más fuera del país, pero al final, relata: "Tenía la posibilidad de, apresurando alguna carrera, tener un título básico [...] no el de licenciado, pero sacando las asignaturas básicas que me faltaban, un semestre, para volver con algo, un papel por lo menos [...] que me sirviera para buscar trabajo. Entonces vine en julio del 59. Pero yo ya, la primera mitad del 59, fue casi como si la viviera aquí, porque mi padre me mandaba incluso la prensa diaria, el Hoy". [Entrevista a Aurelio Alonso.]

Si bien todos los entrevistados habían coincidido en su repudio hacia la dictadura de Batista, y en ese sentido celebraban el triunfo de la revolución, no es menos cierto que durante los primeros meses no tenían un claro panorama de cuáles serían los primeros pasos que daría el nuevo gobierno. En el caso de Alonso, incluso aunque ya había escuchado a Fidel Castro y también había seguido los acontecimientos en las páginas de Bohemia, al respecto recuerda:

Lo seguí todo, cuidadosamente, lo que pasaba. Y me motivaba mucho. Pero incluso, yo vine en el 59, ya había visto a Fidel. En Estados Unidos estuvo en la Universidad de Princeton, yo estaba muy cerca de Princeton y me desplacé hasta ahí, no pude llegar a él porque era demasiada gente y eso, en fin. Y lo vi hablar, entonces ya me hizo cierto impacto. Y de regreso a Cuba, tampoco venía muy convencido de todo, yo venía a ver qué cosa era lo que se estaba [...] yo siempre dije que fue la atmósfera de libertad, una libertad egoísta en el sentido que me dé la gana, no, no, yo sentí que yo estaba en un país en el cual, había una dignidad distinta, y había una posibilidad distinta, y había, no sé, algo, que le permitía a uno enorgullecerse. [Entrevista a Aurelio Alonso.]

Pero la nueva situación afectaba también a aquellos que, por su posición económica, debían reacomodarse a las nuevas exigencias del país. Muchos cubanos de clase media y del sector profesional abandonaron el país por no estar dispuestos a ceder ciertos beneficios o por estar en desacuerdo con los planteamientos del nuevo gobierno revolucionario.

En palabras de Alonso: "Yo soy alguien que regresa. Yo no soy alguien que se jugó la vida en el país. Soy un burgués, yo soy de la clase perdedora, aunque no sea del pensamiento, pero soy de la clase perdedora. Ya mi padre es afectado económicamente y tengo que empezar a trabajar en cuanto regreso". [Entrevista a Aurelio Alonso.]

El triunfo de la revolución implicaba, entre tantas otras cosas, un desafío para la subjetividad construida en el capitalismo. En palabras de Valdés Paz: "En ese espíritu, todo lo personal queda absolutamente pospuesto [...] yo estaba involucrado en una historia y en una tarea trascendental, no tenía sentido ahí la individualidad, se disolvía totalmente".

Muchos cubanos experimentaban este sentimiento, además de cierta sensación de estar en "deuda" con aquellos que se habían jugado la vida en la lucha revolucionaria. Nicolás Guillén [1971] plasmaría ese sentimiento en una frase contundente: "¿Quién que no oiga silbar el plomo ni huela el humo de los fusiles estará en situación de castigar o perdonar, es decir, de juzgar?"

Así lo recuerda también Valdés Paz:

Con el triunfo de la Revolución y la heroicidad, y los barbudos y todo lo que tú sabes, se crea un clima para la juventud de que. Una especie de deuda moral, que no habíamos hecho lo suficiente, frente a la heroicidad, los barbudos, los muertos, los mártires, etcétera, había una parte de la población que sentíamos que no nos habíamos involucrado lo suficiente, no éramos lo suficientemente heroicos. Y entonces existía un espíritu de compromiso muy alto que estaba reforzado por ese sentimiento de que no habíamos hecho lo suficiente [...] por supuesto Fidel qué importa, la Revolución comienza ahora, todos podemos hacer, tendremos tareas revolucionarias que asumir.

O como comentara Retamar en una entrevista que le hizo una revista argentina: "Discutimos entre nosotros. Pero nuestra gran pelea está más allá de esas saludables discusiones. Lo que más importa es que los brazos de esos artistas y escritores también estén presentes cuando hay que levantar caña o cuando hay que empuñar el fusil para defender nuestra isla"3 [Hoy en la cultura, 1962].

Al triunfo de la revolución el problema de fondo para quienes se quedaron a participar en la construcción revolucionaria era cómo seguir operando con la crítica sin atentar contra el propio proceso que se estaba defendiendo.

Como señalábamos, las transformaciones revolucionarias generaron nuevos espacios a los que se incorporaron muchos cubanos masivamente. Aquel sentimiento de estar en "deuda" con los héroes revolucionarios que impulsó a muchos cubanos a ponerse al servicio de la revolución se sumó a la falta de profesionales producida por la migración de muchos de ellos, de clases más pudientes, los cuales dejaron espacios que poco a poco se fueron cubriendo con los que decidieron quedarse en Cuba. Muchos no contaban con experiencia en las tareas que se les asignaban, por lo cual tuvieron que aprender sobre la marcha todos los conocimientos que requerían para realizar el nuevo trabajo. La experiencia de Alonso es bien ilustrativa en este sentido:

En Cuba había una escasez completa de know how, no había médicos, porque se fueron muchos, los médicos, la mayoría de los contadores, los que podían tener un dominio de management, de gestión empresarial, habían empezado a salir de las empresas en donde trabajaban, buscando otras vías [...] obtengo empleo en una compañía de seguros norteamericana, empiezo a trabajar en septiembre, octubre, por ahí, comienzo a trabajar en una empresa de seguros norteamericana. Y por la noche me matriculo en derecho, que era la carrera que me gustaba [...] A mí se me entorpece la carrera porque cuando se crea el Ministerio de Industria, y las nacionalizaciones, la presión del trabajo es descomunal, para los que estábamos ahí. Yo hubo un momento en el que administraba seis o siete empresas, pequeñas, casi todas. [Entrevista a Aurelio Alonso.]

No sólo en el sector empresarial se presentó la necesidad de responder a las nuevas realidades revolucionarias, también fue necesario hacerlo en el de la educación. En 1962, luego de que Fidel proclamara el carácter socialista de la revolución, comenzó a enseñarse marxismo en la universidad. Sergio Guerra Vilaboy, hoy director del Departamento de Historia de la Universidad de la Habana, recuerda así los inicios de la formación marxista en Cuba:

Mi formación marxista se debe a la Escuela de Historia. La Escuela de Historia nace en el año 62, yo entro en el año 68, como te dije, pero la Escuela de Historia [...] la funda la Revolución [...] no había Escuela de Historia. El director fundador fue un profesor que también admiré mucho, que era militante del Partido Comunista, que se llamaba Sergio Aguirre, cuya hermana era una gran poetisa, era más conocida que él, se llamaba Mirta Aguirre. Y Sergio Aguirre dio a la Escuela de Historia una orientación marxista clara porque él era un historiador marxista. Según la historia cubana, él se considera el primer historiador marxista de Cuba [...] recibíamos en esa época todo lo que era lo más avanzado de la historiografía marxista de entonces, que era la historiografía inglesa y francesa. Hobsbawm, Thompson, todos esos [...] que se publicaban en Cuba y nos lo regalaban a los alumnos. El primer día de clase, en esa época cuando yo era estudiante, me daban una pila de libros de este tamaño [...] años tras año, regalados, y en esa cantidad. [Entrevista a Sergio Guerra Vilaboy, 61 años, profesor y director del departamento de Historia de la Universidad de la Habana y presidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC), La Habana, 19 de noviembre de 2010.]

Al igual que en los sectores empresariales, no había, por razones lógicas, especialistas en la materia que contaran con trayectoria de enseñanza marxista en Cuba. Para hacer frente a esta nueva demanda, entonces, se convocó a una serie de personas que contaran con algunas herramientas básicas para comenzar a organizar esta tarea universitaria. Así es convocado Alonso, quien dice:

Ya yo era un estudiante comprometido, militante, con más background que la media de los estudiantes que estaban en la universidad, porque ya yo tenía estudios en Estados Unidos, había leído a Trosky. Había empezado a hacer lecturas marxistas, tenía un background. Y además tenía un background también sociológico norteamericano, había estudiado mucha sociología, psicología, etcétera. Y además tenía buena parte de la carrera de derecho hecha, entonces estaba en curso de ciencias políticas pero estaba en derecho también. Entonces bueno, cuando hacen la selección, pues enseguida nos hicieron la propuesta y yo la acepté, porque estaba la idea de dedicarme a la vida intelectual, y ahí pues me decidí. [Entrevista a Aurelio Alonso.]

Guerra Vilaboy recuerda también que, desde inicios de la revolución, Fidel aspiró a alcanzar la "universalización" de la educación, es decir, la apertura de la enseñanza a todos los trabajadores, lo cual dio lugar a que se produjera una creciente demanda de profesores que, al igual que en los sectores empresariales, tuvo que ser cubierta por aquellos que, si bien no contaban con una formación acabada, superaban la media de los cubanos y estaban en condiciones de impartir la enseñanza. En esos momentos

[...] no bastaba con los profesores existentes, y había que hacer entonces un llamado a que muchos estudiantes dieran clases en esos cursos, y que aprendieran una cosa por la mañana y la enseñaran por la noche. Y yo era el que tenía que hacer ese llamado, y tuve que dar el ejemplo [...] y me vi obligado a dar clases, lo que nunca estaba en mi diseño de vida. [Entrevista a Sergio Guerra Vilaboy.]

De la misma forma, Guerra Vilaboy recuerda que Manuel Galich, el guatemalteco a quien considera como uno de sus maestros y que llegó a ser subdirector de la Casa de las Américas, se trasladó a Cuba luego del triunfo de la revolución y, sin ser historiador, terminó enseñando historia de América en la Escuela de Historia. Así lo recuerda nuestro entrevistado:

Yo no estaba en la universidad, estaba en la secundaria, y le pide la dirección de la Escuela de Historia que se ponga a dar historia de América, y se pone a dar historia de América, casi como un aficionado [...] y cuando lo conocí a él quedé encantado, era el padre de la historia. Sabíamos los defectos que tenía, el no era marxista, o sea, el suyo era un marxismo un poquito improvisado, él era nacionalista, un revolucionario latinoamericano nacionalista, que luego la Revolución cubana lo llevó al marxismo. [Entrevista a Sergio Guerra Vilaboy.]

El sector universitario no era el único que debía incorporar nuevos docentes. Recordemos que al momento del triunfo de la revolución los niveles de analfabetismo en Cuba afectaban a cerca de un millón de cubanos, llegando a implicar a cerca de 45 % de la población rural. Además de la conocida Campaña Nacional de Alfabetización en 1961, hubo en 1960 un llamado de Fidel a estudiantes secundarios para desempeñarse como maestros en la montaña. El movimiento se conoció con el nombre de "Maestros Voluntarios" y operó principalmente en la zona de la Sierra Maestra. Allí, como comenta enseguida, Valdés Paz decide incorporarse: "Tuve el privilegio de estar en el primer contingente, de inaugurar [...] Antes de la campaña de alfabetización, la campaña de alfabetización comenzó en el año 61 y esto es febrero o marzo del 60 [...] imagínate para un habanero adaptarte a la montaña". [Entrevista a Juan Valdés Paz.]

Pero en los primeros años de la revolución, la planificación de estas iniciativas estuvo muchas veces condicionada por las tareas que se volvía necesario realizar sobre la marcha, las cuales en muchos casos determinaron trayectorias complejas como la de Valdés Paz. La cita es extensa, pero el relato permite ver la complejidad de aquellos años y la forma en que algunas trayectorias intelectuales fueron atravesadas por contingencias menos vinculadas a lo estrictamente intelectual.

Estoy esperando mi ubicación en las aulas de la montaña y me informan de que ya no me voy para la montaña sino que voy a ser destinado al servicio exterior. Porque no había un solo día en que alguno de los viejos embajadores no se declarara opositor, parte de la diplomacia de nuestras misiones en el exterior nos traicionaba, todo eso ocurría permanentemente. Y se toma la decisión de ir a formación emergente de diplomáticos para cubrir [...] ése es el nuevo destino que me dan. Tú te puedes imaginar, yo me había preparado para ser un maestro en la montaña y de pronto iba a ser diplomático. Y tenía que esperar una semana que se iba a abrir una academia para formación de diplomáticos y se me llamaría para que me incorporara ahí [...] Ahí se produce el suceso que te acabo de decir de nacionalización, entonces el tema que se impone al país es de dónde va a sacar a los interventores. Y se decide tomar a todo un grupo de maestros voluntarios que estaban ubicados en aulas, en las fuerzas armadas, y otros que estaban en este destino diplomático, de interventores. Con lo cual mi vida volvió a cambiar, agarré otro curso de vida porque me dieron la tarea de intervenir un central azucarero en la provincia de Las Villas [...] luego, me dan a mí una región con 12 centrales azucareros [...] ése parecía ser mi derrotero, y así hago la segunda zafra [...] entonces estoy convertido [...] en un administrador de la economía, dirigente económico, del sector económico más importante del país [...] sorpresivamente, al terminar la segunda zafra del pueblo, en el 62, me dicen que se me ha destinado a la agricultura. Lo cual quiso decir que tuve que salir del sector de la industria, ya se había creado el Ministerio de Industria, los centrales azucareros eran parte del Ministerio de Industria, etcétera, y me pasaban a otra institución, al Instituto Nacional de Reforma Agraria. Y allí me dieron la responsabilidad de unas que se conocían como cooperativas cañeras [...] allí inicié una vida agropecuaria inacabable, que me llevó 20 años. [...] Y lo que quedaba era una tenue vocación por aquel mundo de la cultura intelectual [...] yo fui siempre un lector de todo, pero tenía una gran vocación por el pensamiento teórico, por la filosofía [...] pero no me causaba ningún trauma, era lo más natural de vivir, hacía mi tarea y aprendía de ese otro mundo, y con un mundo más personal que se consumía en la lectura. [Entrevista a Juan Valdés Paz.]

 

El Departamento de Filosofía y la experiencia de Pensamiento Crítico

Luego de la proclamación del carácter socialista de la revolución se crea un sistema de escuelas de partido de clara orientación prosoviética, en las cuales se enseña el marxismo leninismo según los manuales de la Academia de Ciencias de la URSS. Pero la universidad, explica Alonso,

[...] necesitaba algo que tuviera un tono cultural más amplio. Entonces trajeron dos profesores que [...] eran los niños aquellos que salieron de la Guerra Civil española, los hijos de los comunistas que fueron llevados a Moscú, los educaron ahí y eso, no perdieron la lengua, ganaron la otra, y entonces se trajo un [...] muy bueno, que se llamaba Anastasio García [...] se trajo un psicólogo que manejaba también la filosofía, se llamaba Luis Arana Larrea. [Entrevista a Aurelio Alonso.]

Inmediatamente se decide hacer una selección de aquellos estudiantes que por sus promedios y trayectoria política pudieran incorporarse como profesores de filosofía en la universidad. Se fue formando un Departamento de Filosofía, que funcionó entre 1963 y 1971, y en el cual confluyeron tanto Alonso como Valdés Paz y Fernando Martínez Heredia.

Los desafíos culturales hicieron que el Departamento de Filosofía realizara diversas tareas además de la docencia. Las búsquedas, los debates, y el propio proceso formativo de sus integrantes dieron como resultado la creación de la revista Pensamiento Crítico, dirigida por Martínez Heredia.

La revista expresa uno de los puntos más visibles de esa compleja relación entre heterodoxia y ortodoxia que mencionamos al inicio de este trabajo. Su director, Martínez Heredia, da cuenta de los motivos que impulsaron el nacimiento de aquella revista:

¿Cómo hacer que el pensamiento de Cuba fuera idóneo para empujar a la Revolución hacia adelante, para forzarla a revisarse ella misma, autocriticarse, renovarse, cambiarse, ser superior? Y a la vez, ¿cómo multiplicar las fuerzas con que contaba, que eran tan pequeñas comparadas con las fuerzas del imperialismo, o con las del capitalismo mundial y las capacidades que ejerce sobre cada persona? De esas necesidades y desafíos nació Pensamiento Crítico. [En Crítica y Emancipación: Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, 2008: 241.]

El propio Fidel alentó el trabajo del departamento y encomendó a sus integrantes la tarea de lograr ediciones cubanas de los clásicos del pensamiento y la literatura universal. A partir de allí, el departamento trabajó extra en el armado de lo que luego sería Edición Revolucionaria, que a inicios de septiembre de 1966 se convertiría en el Instituto del Libro de Cuba.

Como apunta el mismo Martínez Heredia, en una entrevista realizada por Julio César Guanche, la Revolución Cubana misma era una herejía si se tenían en cuenta las "vías" que el comunismo soviético predominante planteaba para la revolución [Guanche, s/f]. Pero durante un tiempo fue precisamente esa herejía la que posibilitó el crecimiento cultural de la revolución. Y en ese marco:

La dicotomía entre 'oficial' y 'disidente' es muy incierta. La revista no fue ni una cosa ni la otra. Fue un gran avance de la Revolución dejar de tener una publicación teórico-política oficial en 1966. La que existía desde 1962 era una copia de las existentes en los llamados países socialistas [...] No quiero hacer un juego de palabras, pero para nosotros el único sentido que tenía Pensamiento Crítico era expresar un pensamiento propio, y éste está obligado a ser crítico [apud Torres, 2007: 634].

Guerra Vilaboy nos relató también que Martínez Heredia, director de la revista Pensamiento Crítico, y una de las figuras de la universidad a fines de la década de los sesenta, debió salir del ámbito académico luego de que comenzara el proceso de "sovietización", como lo llama Vilaboy.

[...] es una época lamentable, triste, también tiene sus alegrías y sus cosas, no todo es blanco y negro, pero esa época [...] en el 60, es un ambiente intelectual, en el 70 es otro, en los 80 es otro, en los 90 es otro y hoy día es otro. Cada época tiene sus aspectos [...] llegó un momento en el que no había debate, se llegó a un marxismo esclerotizado, dogmático [...] Acercarnos a la política de la Unión Soviética, y eso tuvo un costo, de dogmatismo, de pérdida de esa etapa tan rica de esa formación nuestra y del debate en Cuba. Era la época en la que el Che debatía con Carlos Rafael Rodríguez sobre cuál era el modelo económico que se debía aplicar [...] el "Stalin" de Deutscher, se convertiría en un libro prohibido. Ibas a la Biblioteca Central y no te lo prestaban, porque estaba prohibido, porque era un libro troskista, y Trotsky era casi hablar del diablo/ [Entrevista a Sergio Guerra Vilaboy.]

Alonso, otro de los integrantes de Pensamiento Crítico, aclara: "Nosotros nunca nos engañamos, nunca nos creímos que éramos profesores universitarios [...] nosotros sabíamos que éramos los resultados precarios de una urgencia. Y que queríamos, a la vez que teníamos que enseñar, teníamos que formarnos". [Entrevista a Aurelio Alonso.]

Y agrega: "Nos habíamos empezado a dar cuenta que los manuales de filosofía no eran la forma de estudiar la filosofía, que generaban el dogmatismo, que el dogmatismo era algo reproducible". [Entrevista a Aurelio Alonso.]

 

El "quinquenio gris"

El fracaso de la zafra de los 10 millones dejó al país exhausto y con una situación económica complicada. Recuerda Fernández Retamar:

Entre el 67 y el 70 se vivieron situaciones muy difíciles en Cuba. Y finalmente en los setenta Cuba ingresa en el CAME, Consejo de Ayuda Mutua Económica, etcétera, y es un momento en el que la presencia, la sombra soviética cayó sobre Cuba. Y eso tiene que ver con el "quinquenio gris", con las medidas que se tomaron con las discriminaciones, con los intelectuales originales, como se dice, que eran heréticos. [Entrevista a Roberto Fernández Retamar.]

Aquel "quinquenio gris", que incluye el periodo entre 1971 y 1975, marcó fuertemente a la intelectualidad cubana. Todos los entrevistados recordaron los efectos negativos de las políticas culturales desarrolladas en ese momento, las cuales, según nos cuenta Fernández Retamar, se prolongaron hasta que, cuando se realizó el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en 1976:

[...] se crea el Ministerio de Cultura y se pone al frente a Armando Hart, una figura muy importante que ya había sido ministro de Educación cuando la campaña de alfabetización, que había encabezado aquella gigantesca, maravillosa campaña de alfabetización. Llegó al Ministerio de Cultura y empezó a poner las cosas en su lugar. Y cesaron estos criterios primitivos con respecto a la vida intelectual del país. Por eso Ambrosio Fornet dice que es un quinquenio que va de 1971 a 1976.4 [Entrevista a Roberto Fernández Retamar.]

La necesidad de incrementar la ayuda soviética llevó a un desmantelamiento de aquellas iniciativas que, como Pensamiento Crítico, no siguieran las líneas del marxismo impuestas por la Unión Soviética. Así, publicar a Herbert Marcase, Paul Baran, Ernest Mandel y Sweezy, o a Jean Paul Sartre, se volvió una herejía demasiado pronunciada, lo que provocó que en 1971 la revista se cerrara. En palabras de Alonso:

Pensamiento Crítico se cierra en un momento en que la economía del país está muy deteriorada, está muy en bancarrota, incluso se ha tomado la decisión de la zafra de los 10 millones, la zafra de los 10 millones fracasa [...] entonces ahí ya lo que va a haber es un giro de posición, es decir, Cuba se ve en la necesidad de renunciar a mantener la búsqueda de un socialismo autóctono y optar por la propuesta soviética. Eso le permite entrar en el sistema complejo del CAME. [Entrevista a Aurelio Alonso.]

Valdés Paz, que se había incorporado más tardíamente a la experiencia, comenta que después de años de trabajo en agricultura: "se crea la circunstancia, vamos a decirle así, de salirme de la agricultura [interrupción] y paso a la universidad como profesor del Departamento de Filosofía en la universidad, que era un departamento emblemático por la historia cultural del país, el Departamento de Filosofía fue el centro de la heterodoxia cultural en aquel periodo, etcétera". [Entrevista a Juan Valdés Paz.]

La experiencia del Departamento de Filosofía cierra al finalizar un ciclo en la revolución, cuando se produce un mayor acercamiento con la Unión Soviética. La "heterodoxia" imperante en la experiencia del grupo, con posiciones que se alejaban de las directivas soviéticas, determinó el cese del apoyo de la dirección política cubana al proyecto y la adopción de posiciones prosoviéticas, lo que marcó el inicio del periodo que, como antes se expuso, se conoce como "quinquenio gris".

 

Comentarios finales

El proceso revolucionario, en cierta forma, planteaba antes que nada una revolución subjetiva, en tanto que las nuevas circunstancias imponían la redefinición de las vivencias adquiridas y las proyecciones sobre el futuro individual.

En las búsquedas desatadas por esa revolución subjetiva y por las nuevas preguntas planteadas por la naciente revolución surgieron también nichos de pensamiento heterodoxo cuya suerte estará, una vez más, atada a las necesidades propias de la revolución. En este sentido, los testimonios recogidos en este trabajo apuntan a una misma dirección: durante la revolución las expectativas personales (o los "egos" tan particularmente desarrollados en los intelectuales) no fueron dejadas de lado, pero quedaron subordinadas a las necesidades planteadas por un proceso colectivo. Más aún, el "origen pequeño burgués" de algunos intelectuales no impidió que se insertaran en el proyecto revolucionario.

La relación entre la revolución y el intelectual (tantas veces definida de antemano por la teoría) se redefinió una vez que la revolución ideal se trasladó al plano de lo concreto. De la misma forma, la relación entre la heterodoxia y la ortodoxia no siguió un sólo cauce lineal, sino que se combinó en diferentes momentos de la revolución para responder a las necesidades propias del proceso. En otras palabras, cuando el pensamiento heterodoxo se volvió fundamental para la elaboración de nuevas interpretaciones, adquirió un lugar central en la "orientación" del proceso.

Desde esta perspectiva, el hecho de que Pensamiento Crítico no haya sido una revista "oficial", fue beneficioso para el proceso cubano, porque le permitió ampliar los márgenes de la polémica en la búsqueda para la constitución de un pensamiento diferente.

La relación ente heterodoxia y ortodoxia vuelve a redefinirse entrada la década de los setenta, en el marco de lo que Ambrosio Fornet bautizó como "quinquenio gris". Pero tal como indicara uno de los entrevistados en este trabajo, ese momento cierra un ciclo en la Revolución cubana, con características marcadamente distintas a las del periodo anterior, el cual sería material para otro trabajo.

 

Bibliografía

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Notas

1 La frase fue evocada en una de las entrevistas realizadas a Aurelio Alonso en La Habana, el 8 de noviembre de 2010.

2 Gilman [2003] explica que el mito de la transición resultó avalado por la autoridad del Che Guevara en su célebre texto "El socialismo y el hombre en Cuba", en el cual se planteaba que la apuesta al futuro en la que la sociedad se embarcaba implicaba una metamorfosis que llevaba a un objetivo definido. En su trabajo Guevara se refiere al proceso de transición cubano como una fase no prevista por Marx en el primer periodo de transición del comunismo o de la construcción del socialismo. La Revolución conduciría a una sociedad ideal y ésa era la premisa del futuro. Para casi todos los hombres, exceptuando a los más ejemplares, el problema residía en el difícil entretanto.

3 El reportaje fue realizado un año antes, en 1961, durante una visita de Retamar a Buenos Aires en 1961.

4 Ambrosio Fornet fue quien hizo célebre el nombre de "quinquenio gris" que se le dio al periodo de 1971 a 1976. Para una visión sobre el tema es fundamental la lectura de la conferencia que el propio Fornet brindó en la Casa de las Américas el 30 de enero de 2007 [véase Fornet, 2007].

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