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Cuicuilco

versión impresa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.19 no.54 México may./ago. 2012

 

Dossier: Dimensiones transgresoras: travestis, transgénero y transexuales

 

Volviendo visible lo invisible: hacia un marco conceptual de las migraciones internas trans en México

 

Vek Lewis

 

Departamento de Estudios Españoles y Latinoamericanos, Universidad de Sydney.

 

Resumen

Al investigar las vivencias de las trans en México, el fenómeno de las migraciones internas que ocurren cuando las mujeres trans se ven forzadas, por razones de persecución y violencia civil o policiaca, a huir de un municipio o estado a otro es un tema poco explorado. Algunos trabajos clave examinan los motivos y el impacto de migraciones de mujeres trans que abandonan el país en busca de una mejor vida al cruzar fronteras nacionales [Howe, Zaraysky y Lorentzen 2008; Hernández-Rosete 2008]. Sin embargo, se nota una carencia de trabajos dedicados al tema de las migraciones internas, sus determinantes y consecuencias. En este artículo se hace un recorrido de estudios contemporáneos que echan luz sobre aspectos relacionados con la movilidad de las trans como paso previo a una conceptualización de qué elementos se necesitarían tomar en cuenta al elaborar una investigación más profunda de un fenómeno poco conocido en la academia.

Palabras clave: migración interna, desplazamiento, transgénero, violencia, trabajo sexual.

 

Abstract

In research on the life experiences of trans people in Mexico, the topic of internal migrations undertaken when trans women are forced because of police and civilian violence and persecution to flee from one municipality or state to the next has not been substantially explored. Several key works examine the motives and impacts of migrations of trans women who leave Mexico and other countries crossing national borders in search of a better life [Howe, Zaraysky and Lorentzen, 2008]; Hernández-Rosete Martínez, 2008]. However, the lack of work on the question of internal migrations, their determinants and consequences, is notable. In this article, an overview of contemporary studies that throw light on aspects related to the mobility of trans women is offered as the first step in a conceptualization of what elements would need to be taken into account for more in depth research into a phenomenon that is little known in academia.

Keywords: internal migration, displacement, transgender, violence, sex work.

 

Introducción

 

Limitar el estudio de las personas trans a su transgresión
del binarismo sexo-genérico les extrae de otras relaciones
socio-económicas y políticas que tienen un impacto muy alto en sus vidas.

[Irving, 2005:9-10].

 

En México la migración es un fenómeno que ha recibido atención académica vertiginosa: desde el análisis de las realidades migratorias nacionales e internacionales y el desarrollo económico hasta su impacto en las relaciones políticas con los Estados Unidos, en estudios tan variados como aquellos relacionados con la productividad y el perfil socio demográfico mexicanos, el mercado laboral y la salud y bienestar sociales, así como otros que indagan en la migración y la transformación de culturas y redes sociales entre grupos indígenas [Cornelius, 2001, 2005; Cornelius y Lewis, 2007; Durand, Kandel, Parrando y Massey, 1996; Lindstrom, 1996; Massey y Espinosa, 1997; Stephen, 2007; Velasco, 2005]. Algunos trabajos recientes no se limitan al tradicional marco neoclásico de entender la migración como producto de desequilibrios en la oferta y demanda laboral y extienden sus miradas para captar una gran gama de elementos relacionados con los motivos por los cuales las personas migran y los diversos impactos sociales que sus trayectorias pueden tener [Castellanos, 2010; Córdova, 2009]. Sin embargo, aparte de unos determinados trabajos que examinan migración y salud sexual [Bronfman, Sejenovich y Uribe, 1998; Hernández-Rosete, García, Bernal et al., 2008], el tema de las minorías sexuales y su movilidad dentro de México no ha podido insertarse de la misma manera que la cuestión de las mujeres y la migración, por ejemplo, cuestión que viene a ser central en los estudios más cualitativos de las últimas décadas [Szasz, 1999]. Si bien las experiencias de las mujeres migrantes constituyen ya una vertiente importante en los estudios de la migración, y el vínculo entre migración y vulnerabilidad con referencia a los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres atrae más atención hoy en día, las realidades migratorias dentro de México de las personas trans, cuya condición sexual y genérica se ha explorado en estudios de tipo etnográfico [González, 2003; Prieur, 1998], han quedado casi invisibles.

¿Por qué no figuran las personas trans en las investigaciones hechas en torno a las realidades migratorias en México? Dada la movilidad poblacional en el país de las y los trabajadores sexuales, un sector compuesto, en parte, de un número no insignificante de travestis y transexuales, como dimensión en las vidas y vivencias trans la migración pareciera de importancia. Si bien algunos investigadores han empezado a trazar las trayectorias de travestis y mujeres transexuales y transgénero que optan por dejar atrás sus ciudades y estados para probar suerte en los Estados Unidos o en otros países, la movilidad de estos sujetos dentro de México, en lo que constituiría una manifestación de las migraciones internas, no ha captado el interés académico. El presente artículo ofrece un recorrido conceptual y bibliográfico para corregir esta ausencia y fomentar la investigación de dichas realidades. Como paso previo a un estudio mucho más hondo que procurará examinar nítidamente estas cuestiones, aquí se propone una reconsideración del valor de situar las vivencias de las trans dentro del contexto migratorio interno. Si bien éstas han sido casi ignoradas hasta la fecha, nos ofrecerían una manera de entender las geografías de exclusión en las cuales muchas travestis y transexuales se hallan inmersas hoy en día, quisiéramos o no darle ese nombre a las realidades que viven y sobreviven.

 

Migraciones sexuales y el "sexilio": ¿por qué pensar los nexos entre migración por opción sexual, violencia y género?

Empiezo con una pregunta relativa a mi interés en este tema: ¿por qué lo elijo como eje que merece exploración? En parte, por accidente —después de haber visto algunos informes periodísticos sobre incidencias de violencia padecidas por poblaciones trans en diversas partes del país— y en parte por mis experiencias de haber estado involucrado en estudios sobre la migración y en un proyecto comunitario sobre mujeres migrantes que son trabajadoras sexuales. Sobre el primer punto, recuerdo una nota periodística que especialmente me despertó el interés en los posibles vínculos entre los fenómenos anteriormente mencionados: el caso de mujeres trans en el año 2006 en Puebla. Se resume así:

Decenas de trabajadoras sexuales trans huyen de condiciones de persecución y abuso (una muere como resultado de la violencia policiaca). Éstas dejan Puebla con la finalidad de practicar su labor en condiciones de relativa seguridad. El estado de Hidalgo es considerado menos conservador y las relaciones que las chicas trans tienen con las autoridades e incluso con los medios se ven como mejores. Es decir, la policía no las molesta y los medios no las retratan de la misma manera como lo hacen en Puebla. Algunas trans también se desplazan a otros estados en busca de espacios de no violencia y una mayor aceptación social [Meza, 2006].

Aunque la huida de las chicas trans a Hidalgo les sirvió para escapar de serias circunstancias de hostigamiento por parte de la policía, los problemas en Puebla no acabaron allí. Tampoco se resolvieron de una vez por todas tras su desplazamiento a Hidalgo. Y mientras que, indudablemente, la experiencia de violencia es un factor clave en estas migraciones —y representa un punto que se explorará en este texto—, no debería verse como el único elemento que pesa en la movilidad de estas poblaciones. Incluso en el caso de Puebla vemos manifiesto el motivo laboral: la libertad de trabajar y ejercer esta labor, que no puede desligarse del todo de la experiencia de la violencia; la libertad de laborar constituye una necesidad de muchas trans, trabajen o no en la industria de sexo.

Estudios del llamado campo de las diásporasqueer —ejemplificados en el trabajo de Martin Manalansan [2003] y Gayatri Gopinath [2005]— se ocupan fundamentalmente de indagar en los órdenes sociales, fronteras y subjetividades que traspasan la lógica de la heterosexualidad y que emergen en el capitalismo tardío a través de la migración transnacional. Algunas colecciones temáticas también abordan esta línea [Cruz-Malavé y Manalansan, 2002; Luibhéid y Cantú, 2002], centrándose en el heterosexismo de leyes, políticas y procedimientos migratorios que hacen de la sexualidad un ámbito de regulación.1 Pasando revista de trabajos de esta línea, Eithne Luibhéid [2005] insiste en la importancia de pensar en la sexualidad y la migración conforme con las áreas definidas por Silvia Pedraza [1991], estudiosa de la migración, quien la analiza desde una óptica de género. Si bien no se puede reducir la categoría "sexualidad" a la de "género", estas dos interactúan y operan de manera similar con respecto al poder, la normatividad y la expresión de la diferencia. Esto suele caracterizar las experiencias de las travestis en México y de aquellas trans involucradas en el trabajo sexual. Luibhéid sostiene que debemos pensar en las interacciones entre sexualidad y migración con el objetivo de 1) examinar cómo la sexualidad —de modo similar a la condición de género— guarda una relación con la decisión de migrar e influye en la forma que ésta toma; 2) determinar los patrones de asentamiento que la sexualidad, como el género, plasma; 3) precisar las conexiones entre sexualidad e inserción laboral, y 4) entender cómo los procesos migratorios alteran la sexualidad, así como las relaciones y las economías sexuales.

A través de un minucioso estudio con migrantes homosexuales mexicanos que van y a veces regresan de los Estados Unidos, Lionel Cantú [2009], por su parte, ofrece la novedosa hipótesis de que la sexualidad y la migración son mutuamente constitutivas; es decir, la migración puede ser impulsada por la sexualidad, y viceversa. Siguiendo los modelos sobre género y migración establecidos por estudiosas anteriores como Pedraza, la obra de Cantú revela el impacto de la migración sobre la construcción del ser, como los modos de incorporación social y la formación de vínculos comunitarios.

Los pocos estudios que se refieren a las travesías internacionales de mujeres trans en específico señalan motivos que toman en cuenta la persecución y la violencia, y no pasan por alto la clase de consideraciones ofrecidas por Pedraza, Luibhéid y Cantú. Los trabajos de Cymene Howe, Susanna Zaraysky y Lois Lorentzen [2008] y de Daniel Hernández-Rosete Martínez [2008], se refieren a las trans mexicanas que se desplazan de México a los Estados Unidos. Estas investigaciones, que emergen desde un contexto de debate sobre las "migraciones sexuales", o sea, migración por opción sexual, demuestran cómo diferentes motivos —ya sea sexuales, económicos o sociopolíticos— se entrelazan en la decisión de migrar. Las migraciones por opción sexual de las trans ocurren dentro de un contexto de limitaciones estructurales y sociales pero también representan una búsqueda por establecer un nivel de apertura para vivir sus vidas como personas trans sin peligro. Howe, Zaraysky y Lorentzen encontraron un vínculo entre el deseo de lograr un nivel de bienestar, superación personal y sexual, y el mismo proceso socio-legal y médico de cambiar de un sexo o género a otro, tanto física como socialmente. Las mujeres trans a las que entrevistaron veían a Estados Unidos como un espacio de posibilidad y migraban a través de las redes sociales que tenían con otras mujeres trans mexicanas establecidas en ciudades como Los Ángeles y San Diego. Hernández-Rosete Martínez, por su parte, expone el impacto de la homo y la transfobia con referencia a las instituciones y los actores que se relacionan con las trans, elementos importantes, como veremos en el próximo apartado.

Los trabajos anteriores proveen hallazgos formativos del campo de "migraciones sexuales"; es decir, se refieren a trayectorias migratorias en parte elegidas por los sujetos que las emprenden, a la vez que dan testimonio de lo dificultosas que pueden ser estas migraciones —sobre todo en un contexto de heterosexismo. Refiriéndose al contexto de personas lesbianas, gay, bisexuales y transgénero (LGBT) en América Latina en general, y migraciones de este tipo en particular, la activista peruana-mexicana Norma Mogrovejo opta por un término creado por el puertorriqueño Manuel Guzmán, sexilio. Éste, según Mogrovejo:

Se refiere al proceso de aquellas personas que, por su (homo)sexualidad, han tenido la necesidad de dejar sus naciones de origen. El sexilio también puede operar como un éxodo de un pueblo a otro, de una región a otra o de un barrio a otro en las grandes ciudades [Mogrovejo (s/f):5].

Dejando a un lado por un minuto la posible exclusividad de pensar sólo en la sexualidad y no en la libre expresión de la identidad de género como determinante, la autora por lo menos da cabida a una conceptualización de que los desplazamientos internos dentro de los límites de una nación debido al rechazo de la sexualidad no normativa, en efecto, pueden ocurrir; habría que añadir que no están desvinculados del todo del fenómeno más discutido de las migraciones transfronterizas e internacionales, aunque no llaman la atención de los investigadores en la misma medida. Es decir, en la producción académica sobre las trans, los nexos entre migración y violencia parecieran no considerarse como eje rector de sus vivencias en México. Por razones que en este ensayo se aclararán, yo sostengo que se ha de volcar la mirada al espacio público y los distintos órdenes políticos que lo rigen y que no nos debemos detener meramente en la cuestión de género o de la sexualidad vista desde su plano individual o identitario, sino, de acuerdo con Cantú, como campo de poder. En este sentido, estoy de acuerdo con los estudiosos transcanadienses, Viviane Namaste [2005] y Dan Irving [2005], quienes argumentan que un enfoque casi exclusivo en la identidad —y aquí incluyo el interés académico en la construcción de las identidades trans sobre todo— puede impedir una comprensión más profunda de cómo la exclusión, el estigma y la criminalización de personas trans están organizados institucionalmente.

 

Identidad, viaje y contextos estructurales: la movilidad trans y la transfobia

A pesar de lo anteriormente dicho, no es mi intención restarle importancia definitivamente a la cuestión de la identidad, pues, como vemos gracias al trabajo de Howe, Zaraysky y Lorentzen y el aporte de otros estudiosos como Antonio Agustín García García y Sara Oñate Martínez [2008], quienes examinan las experiencias migratorias de trans ecuatorianas, la identidad sí cuenta en las trayectorias de mujeres trans; como también en la misma naturaleza de la transfobia.

Respecto a ésta, según Talia Mae Bettcher, la transfobia se refiere no solo "al miedo a las personas trans, sino también a cualquier actitud negativa (sea ésta de odio, repugnancia o rabia) abrigada hacia las personas trans en base a nuestras expresiones de género" [2007:46]. Como concepto analítico, se ha empleado en la teoría crítica y en el activismo para dar cuenta de una gran gama de exclusiones y formas de invisibilización social, incluyendo discriminación en contextos laborales, pedagógicos, en el sector de los servicios de salud y servicios sociales. Utilizado en un sentido cultural o institucional —para entender el prejuicio hacia la diferencia o la producción social de la marginación—, se coloca el acento sobre la cuestión de género ante todo. Desde esta perspectiva, aquellos y aquellas que transgreden la línea divisoria entre los sexos, entendidos éstos como predeterminados por la biología, se vuelven el blanco del ostracismo social y una violencia muchas veces extrema, que viene a representar una voluntad de disciplinar y castigar la transgresión. Dicho de otra manera, tal violencia ha sido interpretada como una forma de terrorismo de género utilizado para mantener la dominación masculina [Witten y Eyler, 1999], como variante del sexismo y la misoginia [Serano, 2007] o como expresión del orden heteronormativo, un orden cuyos preceptos principales dictan que los sexos sean sólo dos: masculino y femenino, que haya una correspondencia directa entre cuerpo sexuado y género [Butler, 1990; 1993] y que sólo se admitan las relaciones sexuales cuyo fin es la procreación, excluyendo así las relaciones no heterosexuales y el sexo por placer [Rubin, 1984].2

Aunque, indudablemente, los prejuicios basados en las creencias sobre el género y la heterosexualidad obligatoria pueden tener un papel clave en expresiones de violencia, rechazo y discriminación, y, por ende, el desplazamiento o sexilio de las personas trans en México, es importante reconocer la naturaleza estructural y no sólo espontánea de las experiencias de marginación de las trans en el país. Con "violencia estructural" quiero señalar la ausencia o presencia selectiva de agentes del Estado en las vidas de las travestis y transexuales afectadas y las formas de represión que muchas veces estos activamente realizan. Mi uso del término concuerda con la definición elaborada por una estudiosa de las favelas brasileñas, Elizabeth Leeds: "La violencia estructural o institucionalizada es definida aquí como aquellas condiciones que causan o conducen a una distribución desigual de recursos básicos, así como servicios de salud pobres o inexistentes" [Leeds, 1996:49].

En el caso de las trans en México, la experiencia de la exclusión y marginación social abarca todos estos elementos y más, lo que sólo incrementa su vulnerabilidad a otras formas de violencia, en especial en el ya señalado contexto de la oferta sexual callejera, uno de los pocos espacios de subsistencia financiera y superación personal que les queda abierto en el campo laboral. Este espacio de circulación, establecido en la vía pública, las vuelve muy visibles. El hostigamiento de ellas por parte de la policía y la formulación de leyes que posibilitan esto en nombre del orden público o la moral forman parte de un panorama más general, llevando a la criminalización de sus identidades y presencia en el espectro público. Aunque son escasos los trabajos cuantitativos que midan los indicadores de la violencia estructural padecida por ellas, existen varios estudios que señalan lo profunda que es esta violencia, en sitios tan diversos como Mérida, [Pasos, 2008] y el Distrito Federal [Suárez, 2009]. Las trans en situación de calle muchas veces se encuentran inmersas en disputas públicas relacionadas con otros panoramas contemporáneos, sobre todo en lo relativo a la presencia del crimen organizado y la belicosa confrontación entre cuerpos policiales de orden estatal y federal con actores tildados de criminales. Aunque el espacio aquí no lo permite, un estudio más sensible a los contextos y coyunturas particulares a ciertos municipios del norte, por ejemplo, daría cuenta de estos panoramas y procesos para entender bien qué es lo que está en juego. Basta decir que en diversos lados de la República Mexicana muchas trans se encuentran en la actualidad en una encrucijada que responde a muchas de las preocupaciones contemporáneas. La violencia que muchas personas transexuales y travestis enfrentan en estados como Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas y Nuevo León, entre otros sitios nacionales, no es fruto de un problema esencialmente cultural, sino de los mismos procesos socioeconómicos y políticos que aquejan a las estructuras jurídicas, electorales, militares y financieras de las regiones en cuestión. Más adelante se hace referencia a algunos sitios en particular. Estos casos remiten a técnicas y prácticas de control social que no se deben entender como aislados de una dinámica reinante de gubernamentalidad —como lo conceptualiza [Foucault, 1991]— por parte de las fuerzas y autoridades en el poder.3

A pesar de las posibles particularidades de la migración trans —y habría muchas— los autores del ya citado estudio sobre mujeres trans ecuatorianas que se desplazan a Europa descubrieron que juegan un papel a demás factores que no distan de los factores que motivan cualquier proceso migratorio, aunque su causa subyacente varía [García y Oñate, 2008]. Las participantes del estudio de García García y Oñate Martínez incluyen como motivos de dejar su país necesidades económicas y el deseo de ayudar a sus familias, mediante el envío de remesas una vez establecidas en Italia o España. Lo que los autores destacan de diferente es la dinámica que dificulta la inserción laboral tanto en el lugar de origen como el de destino: la misma condición transexual de estas migrantes puede reducir sus posibilidades, dado que, en muchos países, por ser trans se enfrenta a la discriminación, por no conformarse con las expectativas sociales de género, cosa que se agudiza por la falta de documentación que dé constancia del rol que una vive. Lo mismo suele pasar en las vidas de sujetos trans dentro de México, lo que ha llevado a algunos a calificar a los y las trans en México como indocumentados en su propia tierra.

 

Miradas desde adentro: migraciones trans en México

Si bien existen trabajos que examinan las migraciones trans dentro de un contexto transfronterizo, ¿cómo explicamos la falta de atención a las migraciones internas de estas personas, en especial en el contexto mexicano? Esto puede deberse a la falta de un mecanismo que registre el movimiento de ellas nacionalmente; su condición trans no aparece como una categoría en sí en el censo, por ejemplo (y a este punto de invisibilidad voy a volver oportunamente). Además, sólo se les registra en su calidad de migrantes trans cuando cruzan fronteras y/o buscan asilo. Sin embargo, recientemente se ha enfatizado que los procesos de la migración internacional ya no pueden verse desvinculados de los de la migración interna. Como dicen Fernando Lozano Asencio, Bryan Roberts y Frank Bean "[c]onexiones estructurales entre la migración interna e internacional pueden y en efecto suelen existir, y éstas tienen una alta probabilidad de seguir en pie, en la medida que los procesos de urbanización e integración económica global sigan dándose" [Lozano, Roberts y Bean, 1997:3]. Estos autores señalan que, debido al cambio a partir de los ochenta de un modelo de producción nacional a otro, suceso que transformó la economía mexicana en una basada mayormente en el procesamiento y la exportación, los fenómenos de la migración interna inter-urbana y la migración internacional se vinculan cada vez más, ya que los mercados laborales que emplean a los trabajadores ya sea en México o los Estados Unidos han cobrado un carácter similar.

En el caso del México actual, se han señalado unos polos de migración que suelen atraer a migrantes de un estado a otro; incluso de una ciudad a otra dentro de la república. Si bien la migración rural-urbana era más prominente entre los años treinta y setenta del siglo pasado, ahora los migrantes tienden a caracterizarse por ser inter-urbanos. Aunque la complejidad de la movilidad poblacional en México no se puede reducir a un solo patrón —la dinámica de la migración indígena, por ejemplo, demuestra diferencias con respecto a la no indígena—, el conteo nacional y el último censo indican ciertas tendencias: emigración de la Ciudad de México hacia otras partes del Estado de México y/o estados circundantes; emigración del sur y del centro hacia el norte del país (sobre todo Baja California y Tamaulipas) y los centros turísticos en Quintana Roo [INEGI, 2000; 2005].

En primer término se plantea que lo que impulsa estas migraciones —para las personas trans y no trans— es la búsqueda de trabajo y una mejor calidad de vida. La intensa concentración industrial en las ciudades del norte, entre ellas las fronterizas, ofrece oportunidades en los sectores primarios, secundarios y terciarios. Lo mismo se puede decir de las localidades que centran su actividad económica principalmente en el turismo. Estos puntos geográficos son conocidos por ser espacios donde coexisten la economía formal e informal; es más, dependen la una de la otra. El sector informal se puede entender como aquel compuesto de "las acciones de agentes que no alcanzan a cumplir con las reglas institucionales estipuladas y no reciben su protección" [Centeno y Portes, 2006:29]. El formal es aquel que es regulado y propio de los intereses públicos o privados. Sin embargo, ambos sectores existen en una relación interactiva. Un ejemplo de esto sería el caso de las mujeres indígenas y no indígenas que emigran a Cancún pero que no trabajan en puestos altos dentro de la economía turística. Esta ciudad es un centro de actividad laboral, pero dichas migrantes sólo ocupan puestos sin mucha rentabilidad ni reconocimiento. Estas trabajadoras suelen vivir en la franja ejidal de Cancún [Torres y Momsen, 2005]. Como demuestra el trabajo de Bianet Castellanos [2010], estas personas pueden a su vez desempeñar varios papeles laborales en relación con el turismo. Aquí se genera otro nivel de economía que va desde casas de masaje al trabajo sexual propiamente dicho para algunas mujeres migrantes. Igual que las posibilidades de trabajar en el sector de servicios, el trabajo sexual representa una apertura y potencialidad de movilidad para muchas y muchos migrantes en estas zonas, pero, dada su misma naturaleza precaria y a veces no oficial, también constituye un lugar de incertidumbre y muchas veces de abusos.

Un estudio que aborda las realidades de las y los trabajadores sexuales justamente en Cancún y en otro polo de migración interna, Chetumal, es aquel que llevaron a cabo Frida Quintino, René Leyva Flores y otros [s/f], sobre la respuesta social al trabajo sexual en Quintana Roo. Algunas de las trabajadoras mencionadas por los autores son travestis. Este estudio examina de cerca las políticas y prácticas del control sanitario en dos ciudades de Quintana Roo —Cancún y Chetumal—. Cancún tiene una zona de tolerancia pero Chetumal no tiene ninguna. La mayor parte de los trabajadores sexuales de Chetumal vienen de otros estados o de Centroamérica, lo que apunta a la realidad que la migración interna e internacional se atraviesan. Aunque pareciera que, al tener una zona de tolerancia, las y los trabajadores sexuales pudieran trabajar libremente en Cancún, esto no quiere decir que estén exentos de normas de regulación, tal como sus pares no lo están en Tijuana (y a este contexto haré referencia en breve). Tampoco indica que al cumplir con las normas sanitarias de chequeo y registro estén libres de abuso policial, ostracismo social, o que tengan acceso a servicios de salud de la calidad debida. Como los autores sostienen: "Se ha señalado que el trabajo sexual supuestamente no está prohibido en México; sin embargo, tanto el Código Penal como los Bandos de Policía y Buen Gobierno penalizan y restringen el ejercicio de esta actividad laboral" [Quintino y Leyva et al. (s/f):9]. Esto nos vuelca la mirada sobre las importantes particularidades de ciertas municipalidades dadas y su cultura política reinante: con referencia, sobre todo, a la penalización de los migrantes de origen pobre, indígena y/o trans, y la práctica del trabajo sexual.

Otro trabajo en esta línea es Sex Work in the City, de Yasmina Katsulis [2009]. En éste la autora examina el sistema de regulación del trabajo sexual en Tijuana, que mientras provee seguridad laboral y protección contra la violencia policiaca a aquellos y aquellas trabajadoras sexuales que puedan conseguir permisos si se someten a chequeos médicos regulares, irónicamente reproduce y profundiza la exclusión de aquellas personas que, debido a su estatus migratorio, condición sexual o étnica, no cuentan con los mismos recursos o formalización de su labor para gozar de las mismas garantías. Aunque no se sabe a ciencia cierta cuántos y cuántas laboran en circunstancias de clandestinidad, siendo una parte "inoficial" del sector de trabajadores sexuales, las condiciones de clandestinidad, más la condición precaria de ser migrantes y sujetos a ciertas realidades estructurales que presentan barreras casi insuperables, generan un locus tremendamente duro en el que están más vulnerables al VIH/sida y otras infecciones transmisibles sexualmente (ITS). Aquí se puede hacer una conexión con los planteos de investigadores como Mario Bronfman y René Leyva Flores [2009], los cuales, al investigar el nexo migración/VIH-sida, proponen el concepto "contextos de vulnerabilidad". Éste, según los autores,

se ha empleado para hacer referencia a una relativa desprotección en la que se puede encontrar un grupo de personas migrantes, pobres, jóvenes, mujeres, indígenas, entre otros, frente a potenciales daños a la salud o amenazas a la satisfacción de sus necesidades básicas y al respeto de sus derechos humanos, debido a menores recursos económicos, sociales y legales [Bronfman y Leyva, 2009:243].

No presenta problemas conceptuales, pues, ubicar a muchas trans — las del estudio de Katsulis y en otros sitios— dentro de este cuadro. Al hecho de ser relegados al sector clandestino e ilegal del trabajo sexual que ocurre en Tijuana, se suma el estigma de ser trans y/o indígena, según sea el caso. Katsulis estima que, numéricamente, este sector es casi el doble del sector "regulado". Sin embargo, la autora en realidad no explora en detalle lo que se podría suponer como la triple invisibilidad de sujetos trans en este sector —triple porque, primero, trabajan fuera del aparato oficial de regulación y, por ende, no tienen acceso a servicios de salud; segundo, porque no salen en consideraciones de la migración laboral interna, y tercero, porque su condición trans no es ni reconocida de manera apropiada ni visible en los métodos de conteo nacional al que se aludía antes.

Tanto en este estudio referido al contexto tijuanense como el que se desarrolló en Quintana Roo, se rescatan elementos pertinentes para empezar a crear una panorámica de la migración interna trans, ya sea por motivos laborales, salud sexual, superación personal y/o a causa de la violencia institucional. Aunque a nivel federal, e incluso estatal, no figuren prohibiciones y normas que perjudiquen a estos sujetos, al cruzar espacios y realizar migraciones a otros estados y municipalidades, la situación se puede tornar grave. A decir de los autores que examinan el contexto de Cancún y Chetumal, en Quintana Roo: "han prevalecido posturas públicas que valoran a la 'prostitución' como una actividad atentatoria de la 'moral y las buenas costumbres', un 'problema de seguridad pública' o como 'riesgo para el desarrollo económico'" [Quintino y Leyva et al. (s/f):11]. Así pues, los y las que están en la oferta sexual se encuentran en una encrucijada cuyas consecuencias apenas se han empezado a caracterizar. Como los mismos autores comentan, el retorno al sistema reglamentarista aquí y en otros lugares de la república presenta una compleja situación; si bien las mujeres trabajadoras sexuales al integrarse al sistema de registro de sus actividades y la obtención de un permiso para trabajar pueden ya contar con cierto acceso a programas de alcance comunitario, los y las que quedan fuera de este sistema están básicamente en una tierra de nadie, donde no se sabe siquiera de su existencia, a menos que sean víctimas de violencia y salgan en una nota de prensa. La naturaleza múltiple de su marginación hace que ni siquiera suelan ser considerados/as como migrantes con derechos que puedan reivindicar acudiendo a organismos que trabajan en defensa de los que están en condiciones migratorias precarias, por ejemplo. Si sólo se piensa en el reclamo individual por una expresión de género libre, este entramado complicado —que entraña migración, trabajo y salud sexual, políticas gubernamentales y ley— se vuelve difícil de precisar concretamente. La cuestión de la visibilidad en la vía pública, la violencia que deriva de ella y la contradictoria invisibilización en el plano de las respuestas sociales, requieren de un enfoque micro y macro, examinando todo desde un plano institucional y también desde las propias vivencias y motivaciones que impulsan a estos sujetos a moverse de un lugar a otro.

En algunas ocasiones vemos referencias breves a la presencia de migrantes laborales travestis en trabajos que examinan diversidad sexual y etnia, los mercados laborales de los supuestos imanes de la migración interna mexicana o en otros que tratan las políticas de salud sexual, o bien la prostitución en México. En éstos emerge la figura de la migrante trans, aunque no sea el punto focal. Por ejemplo, en el libro de Oscar Martinez, Border People [1994], leímos un trozo de texto que es la historia de vida de un travesti que vive en Ciudad Juárez y que se llama "Muñeca". Ella habla de su fuerte conciencia temprana de sentirse diferente y de su gusto por la ropa femenina. Habla de la dificultad de asumir su identidad travestida en el contexto familiar de la casa, y de lo comparativamente fácil que es hacerlo en contextos más anglosajones, o sea, al otro lado de la frontera en El Paso. Allí se vive una aceptación social mayor tanto en el contexto familiar como en la calle. La mayor parte de las trabajadoras sexuales travestis cruzan hacia el lado estadounidense para no correr los peligros que en Juárez enfrentan.

En Vidas vulnerables [2009], de Guillermo Núñez Noriega, a través de una historia de vida más larga, conocemos a Alex/Alejandra, un travesti tsotsil de una comunidad indígena de El Bosque, Chiapas; Alex habla de sus primeras experiencias homosexuales, el seno familiar, las expectativas de su padre, una presencia muy fuerte en su vida y quien lo rechaza cuando empieza a exhibir rasgos femeninos, acusándolo de relacionarse sexualmente con un primo. Alex relata cómo intentó suicidarse y que la falta de compasión y aceptación de parte de sus padres lo llevó a trasladarse a San Cristóbal de las Casas. Allá, con la ayuda de una amiga maestra que conoce, se inicia en el trabajo sexual callejero. En este contexto empieza a travestirse abiertamente y, después de algún tiempo de laborar en la calle, se va a trabajar a una cantina, donde encuentra a otras personas trans, cuyas historias son paralelas: algunas de ellas son travestis indígenas que vienen de otros pueblos a San Cristóbal; otros, para escaparse de la violencia dirigida hacia ellas en Tuxtla Gutiérrez. A través de la narración en primera persona, aprendemos elementos de las realidades migratorias y laborales de travestis indígenas que son altamente marginadas, de múltiples maneras; elementos que no salen en otros estudios. A través de la historia de Alex, nos volvemos conscientes de lo jóvenes que son muchas al iniciarse en la oferta sexual, del impacto del rechazo familiar en la salida de la comunidad de origen y la busca de contextos y conexiones nuevas. También aparece la importancia de pensar sobre el nexo migración/violencia, como lo demuestra ampliamente el caso de las chicas salidas de Tuxtla. Las vulnerabilidades incurridas por ocupar más de una posición de diferencia frente a un panorama social homofóbico y racista son más que claras, complejizando lo que uno pudiera imaginar como los componentes de esta forma de marginación no tan visible.

 

Sintetizando las miradas

Los estudios mencionados nos dejan vislumbrar elementos importantes para pensar en un estudio encaminado hacia una comprensión del lugar de la migración interna en las vivencias y motivaciones de personas trans en México, a pesar de que ésta carece de perfil en la academia. Como argumenta Laura Agustín: "los que escriben sobre migración y diáspora han mantenido un silencio casi total sobre las y los trabajadores sexuales migrantes" [2002:112]. A pesar de esto, asevera esta autora, algunos trabajadores sociales de alcance comunitario ya conocen estas realidades, realidades que no salen en los estudios académicos, que a veces son ignoradas pues nuestras investigaciones pueden guiarse por lógicas diferentes: por ejemplo, de acuerdo con el esquema teórico que esté de moda, pasando por alto los conocimientos acumulados a través de los instrumentos de averiguación sobre las condiciones de poblaciones marginadas, o sea, aquellos estudios realizados por aliados y/o representantes de estos grupos que no hagan su trabajo en un contexto académico. Tampoco salen los datos de sus encuestas y trabajo de alcance comunitario en revistas especializadas, lo que limita tener una mirada más amplia de las realidades situadas de personas que son migrantes y trans desde la academia. Una posible excepción sería un trabajo reciente publicado en inglés, Sex Work in Mexico: Vulnerability of Male, Travesti, Transgender and Transsexual Sex Workers de César Infante, Sandra G. Sosa-Rubi y Silvia Magali Cuadra [2009]. En este trabajo se reconoce el vínculo entre las realidades de trabajadoras sexuales (tanto aquellas referidas a las trans y no trans) y el impulso migratorio, nombrando explícitamente algunos de los lugares de emigración interna: Veracruz, Morelos y Puebla. Que Puebla figure allí no es una sorpresa; este nexo entre violencia contra trabajadoras sexuales trans y el abandono de este estado fue lo que me atrajo al tema, como dije al principio. Sin embargo, ni este estudio, ni los demás ya mencionados —por muy valiosos que sean— han alcanzado un enfoque que permita deshilvanar los hilos de la marginación cruzada que muchas trans enfrentan, y no los extrapolan planteando cuestionamientos sobre lo que usualmente se considera en los trabajos sobre migraciones femeninas, por ejemplo.

Con respecto a éstos, como se aludía al principio del presente artículo, desde los años ochenta se empezó a generar una amplia bibliografía sobre migración y género en México y en otros países. Algunos de sus planteamientos y averiguaciones podrían ser de utilidad al considerar a las migrantes trans que se desplazan por el país y a veces cruzan fronteras. Haciendo revista de esta literatura, destacan diferencias muy importantes en el comportamiento entre hombres y mujeres en el proceso migratorio y la experiencia del mismo antes y después de emigrar [Jiménez, 1998]. El género no es simplemente una variable; organiza la naturaleza y el impacto de las migraciones. Las investigadoras feministas se apoyan en un análisis situado de los factores macro que llegan a condicionar el impulso y la experiencia de la migración para la mujer, incluyendo factores socio-culturales (el sexismo por ejemplo), económicos (el papel laboral que muchas veces le está asignado a la mujer en función de creencias sobre el género y dimensiones estructurales especialmente manifiestas en la globalización) y, finalmente, factores legales. En lo micro se han analizado las características personales de mujeres migrantes (nivel de instrucción, estado civil, edad, etnia y clase social), la etapa de ciclo vital y la misma estructura familiar de la que proceden. Este tipo de enfoque da pautas para una conceptualización de las trans y sus desplazamientos; sin embargo, la trayectoria trans tiene sus particularidades que no se encajan fácilmente aun dentro del concepto de género y migración, y en parte se podría cuestionar algunas de las doctrinas aceptadas de esta formulación (la familia y el rol en el matrimonio, por ejemplo) por ser heterocentristas.

 

Reflexiones finales

Captar las idiosincrasias de la experiencia de muchas travestis y transexuales y sus procesos migratorios requiere de un enfoque sutil y múltiple para poder entender y contrarrestar las causas y condicionantes de los contextos de vulnerabilidad en los que se ven expuestas y que las tienen inmersas en situaciones muchas veces invisibles de fuga y hostigamiento. Esto se logrará reconociendo la naturaleza interseccional de sus experiencias de dominación y marginación.4 Es decir, no se podrá explicar sus realidades sin situarlas en la intersección de diversas fuerzas y relaciones de poder. La identidad juega un papel, pero sólo en virtud de estar uno ubicado como sujeto en los intersticios de los sistemas de género, sexualidad, racismo, clase social y así sucesivamente. Hemos visto que los motivos de su movilidad se pueden deber a una variedad de factores: necesidades laborales, sexuales, de salud y superación personal. El entramado de relaciones de las que salen y en las que se encuentran inmersas a través de la migración, tipificadas por su naturaleza clandestina —su presencia en el sector informal representa una parte importante de esto—, hace que sea difícil ofrecer una simple explicación en nombre de la predominancia de una forma de transfobia actitudinal; más bien se requiere un enfoque estructural y capaz de entender la interacción de las fuerzas y poderes antes expuestos. Hemos visto que algunas trans en México que se desplazan dentro del territorio nacional experimentan grados de marginación en contextos sociales en que sus diferencias como jóvenes e indígenas también cuentan. Urge una mirada que pueda tomar conciencia de esta complejidad interseccional, pues las invisibilidades y silencios abundan y el trabajo que hacemos como académicos puede correr el riesgo de priorizar algunas explicaciones por encima de otras.

En este texto se ha dado una somera consideración a muchos elementos en los que se necesitaría pensar para poder volver visible y revelador un propuesto enfoque en las migraciones internas de personas trans en México, sean éstas concebidas bajo la luz del concepto del sexilio (desde lo sexual) o desde otras ópticas tales como las que conciernen geografías generizadas de poder y exclusión [Mora, 2002], órdenes y desordenes institucionales en el plano laboral y social, y las presiones de culturas políticas locales y sus intereses privados. El trabajo de Foucault [1991] sobre seguridad, territorio y población y lo que él llama "gubernamentalidad" me parece de mucha utilidad en el contexto del México contemporáneo, pues adiciona perspectivas sobre el control del espacio y los aparatos e intereses que lo gobiernan (como los alcaldes, equipos médicos y la policía) al sistema de normalización individualizada, esto es, en el plano de la jerarquía de las identidades genéricas y sexuales establecida en las instituciones y el discurso. Sobran los ejemplos de las luchas por el espacio público en la república y este tema lo he expuesto en otros trabajos [Lewis, 2011]. Pero hasta ahora son escasas las fuentes de datos cualitativos y empíricos que pudieran posibilitar una aplicación real de las teorías y enfoques antes expuestos.

 

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Notas

1 Según Celia Kitzinger, el heterosexismo "representa un segundo esfuerzo de parte del movimiento LGBT (el primero fue 'homofobia"; véase [Kitzinger, 1987]) por nombrar ciertos tipos de conducta (por ejemplo, discriminación, prejuicio y violencia hacia la gente LGBT) como 'problemas sociales'" [2006:477]. Más que una actitud o miedo, el heterosexismo como concepto se inclina más (aunque no completamente) hacia una mirada estructural para explicar la construcción de un orden socioinstitucional regido por presuposiciones basadas en la supuesta naturalidad de la heterosexualidad. —Esta cita de Kitzinger, y la de cualquier autor(a) mencionado(a) cuya obra originalmente aparece en inglés, es una traducción al español hecha por el autor del presente artículo.

2 El concepto de la heteronormatividad es tal vez la más reciente teorización para explicar actos de discriminación, marginación y hasta violencia dirigidos a personas homosexuales y transgénero, superando hasta cierto punto en la academia los marcos analíticos de "homofobia" y "heterosexismo". Aunque el concepto de la heteronormatividad se refiere, en parte, a creencias y actitudes sociales de la misma manera que la homofobia, tal como el heterosexismo, el concepto intenta ir más allá del plano de explicaciones psicosociales para ubicar expresiones de repudio y estigma hacia personas homosexuales y trans en la cotidianidad de las relaciones sociales e institucionales, no como excepción a la regla, sino como parte de la (re)producción del orden social. En este sentido, el trabajo de Stevi Jackson [2005] es especialmente iluminador. Jackson entiende que la heteronormatividad opera y está presente en cuatro dimensiones: como realidad estructural (en el nivel macro, o sea, en los campos de género y sexualidad); en el lenguaje, las representaciones y el discurso; en las rutinas sociales en interacción, y también en la formación de sujetos e identidades. Por muy útil que sea el concepto, sobre todo en la calidad compleja y transversal de que Jackson lo dota, no da cuenta de los otros campos de poder y sus interacciones; por ejemplo, el racismo y las presiones e intereses económicos. Aunque reconozco su valor analítico, en este texto opto por entender la interfaz entre identidades, orden social, violencia y estructura de manera más amplia y situada en contextos que no son idénticos a aquellos desde donde típicamente se desprenden los análisis inspirados en la heteronormatividad. Basta decir que el uso y la aplicación de tales conceptos son susceptibles a extendidos debates, y no es el propósito del presente ensayo deliberar en ellos.

3 Este concepto tiene varios matices, pero aquí se usa con referencia a las técnicas y aparatos de control de poblaciones en el espectro público, en nombre del supuesto bien de todos y para asegurar la maximización de los flujos de capital y el libre comercio. Se refiere a una forma de razón administrativa que es normativa en su base (monitoreando y hasta criminalizando lo que se tilda de "erróneo") y donde se combinan discursos y acciones en pro de la defensa del bienestar político, económico, social y hasta moral de una comunidad gobernada. En el caso de muchas localidades municipales en México, esta técnica de control y regulación se nombra en términos de la seguridad.

4 El siguiente comentario de Mara Viveros Vigoya ayuda a explicar la interseccionalidad como concepto: "Uno de los modelos teóricos más elaborados para pensar la articulación entre estos sistemas de opresión es el desarrollado por la intelectual afroestadounidense Kimberlé Crenshaw [2005] con el nombre de interseccionalidad. Esta autora plantea que la interseccionalidad es inherente a toda relación de dominación y que como estructura de dominación impide o debilita las tentativas de resistencia [Dorlin, 2008]. En el caso analizado por Crenshaw, el de la experiencia de aislamiento que experimentan las mujeres afroestadounidenses golpeadas, la invisibilidad e ininteligibilidad de esta experiencia es el resultado del entrecruzamiento del sexismo y del racismo ejercido contra estas mujeres" [2009:67-68].

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