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Cuicuilco

versión impresa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.19 no.54 México may./ago. 2012

 

Dossier: Dimensiones transgresoras: travestis, transgénero y transexuales

 

Los límites de lo queer: la reivindicación identitaria de una persona transgénero y sus estrategias genérico-escénicas ante la parentalidad no esperada

 

Raúl Arriaga Ortiz

 

Escuela Nacional de Antropología e Historia, INAH, México.

 

Resumen

Este artículo parte de la historia de vida de Angélica, una persona transgénero varón que vive como mujer y que integró una familia a partir de la gestación de un hijo con una mujer biológica que vivía genéricamente como varón, para replantear las categorías de "identidad genérica trans" como un elemento estable y "roles de género" como elementos escénicos cambiantes de acuerdo con el contexto. Partiendo de dicho planteamiento, se dialoga con ciertos supuestos de la teoría queer, propuesta por Judith Butler, quien no contempla la continuidad y las relaciones sociales a las que se enfrenta un mismo sujeto. Asimismo, se analiza el tipo de familia integrada y la institución como formadora y reproductora de género.

Palabras clave: transgénero, identidad de género, roles de género, queer, parentalidad.

 

Abstract

This article is based on the life of Angélica, a transgender male who lives as a woman and joined a family after the gestation of a son by a biological woman who lives as a man, the idea being to rethink the categories of "trans gender identity" as a stable element and "gender roles" as scenic elements that change according to the role. Based on this approach, the paper communicates certain assumptions of the 'queer' theory proposed by Judith Butler, which considers neither the continuity nor the social relationships faced by the same person. Also analyzed in the text is the type of integrated family and the family institution as a trainer and breeder of the type of integrated family and institution as an influence on and reproducer of gender will also be analyzed in the text.

Keywords: transgender, gender identity, gender roles, queer, parenting.

 

Introducción

En este trabajo desarrollaré la experiencia vivencial de una persona que nació con genitales masculinos; no obstante, jamás se identificó como hombre y a sus 18 años decidió vivirse con una identidad genérica femenina. En el momento de realizar la presente investigación contaba con 36 años de edad y veía el mundo desde una posición femenina refiriéndose a su persona bajo el nombre de Angélica; por tanto, cada vez que se hable de nuestro informante lo enunciaremos como ella, respetando así su identidad genérica.

Angélica puso en práctica la formación de una familia (del año 1994 al 2000), cuando conoció a una persona de quien pensó que era hombre biológico y resultó ser mujer; es decir, era una persona que habiendo nacido mujer se vivía como hombre genérico; en ese sentido, ambas personas pensaban que la otra persona tenía una apariencia genérica que correspondía con el deber social fundamentado con base en el sexo (varón-masculino y mujer-femenina). Tres meses después descubrieron lo que eran y reconocieron que era más importante el afecto; duraron dos años sin mantener contacto sexual, pero, por una casualidad de la vida, se generó un acto amoroso, el afecto fue más fuerte que la identidad genérica de ambas personas. Antes de ello, la relación para cada una marchaba bien, pero sucede un evento biológico que no estaba programado: el embarazo, Angélica ejerce el papel de padre combinándolo con actividades femeninas, regresando a ser lo que la sociedad esperaba de su persona y después combinando roles.

Producto de este contacto nace un hijo, quien modifica sus desenvolvimientos genéricos; así, ambas partes ensayan una forma de enfrentar ese hecho, pero es una forma inestable por parte de los dos. En este trabajo desarrollaremos el periodo de la pareja en familia, que comprende: el enamoramiento, el embarazo, la llegada de su primer hijo, la segunda hija y el momento del término de la relación. A través de esto presentaremos cuáles son sus juegos genéricos y su relación como pareja conflictiva. Por ello, si bien es una historia de una pareja, aquí sólo describiremos la experiencia de Angélica en sus juegos y combinaciones entre la paternidad, maternidad y las estrategias genéricas escénicas que practicó, las cuales no alteraron su identidad de género.

Esta identidad la fueron construyendo aun en contra de lo que marca la norma a seguir, pues cuando un infante nace, por sus características biológico-anatómicas del sexo fenotípicamente visible (sexo por nacimiento), se le asigna una identidad como hombre o mujer, otorgándole determinadas pautas de socialización y desarrollo personal, práctica sexual y experiencia corporal. De esta manera, las asignaciones genéricas son introyectadas por el individuo como condición natural y universal, condicionando su deber ser, pero no su hacer.

Las personas pueden tomar algunos atributos o roles del género opuesto pero de manera tal que no trastoquen su identidad base toda vez que, se piensa, ésta descansa sobre modelos estables; no obstante, hay determinados préstamos genéricos sin que ello, necesariamente, implique que se crucen en definitiva las barreras de los géneros, tal es el caso de las mujeres policías. El cruce es secundario en cuanto a determinados elementos, sin llegar a ser total en lo que se referiría a la identidad de género.

Sin embargo, existen personas que transgreden los límites de los dos géneros que demarca el deber ser, sea por desarrollar una identidad personal opuesta a su sexo biológico, sea por no cumplir con los roles que demanda el género asignado socialmente. A estas personas se les llama actualmente transgénero. Esta categoría fue acuñada desde el activismo en la década de los setenta del siglo XX para designar identidades y conductas que eran diferentes a las homosexuales; el concepto surgió de la marcha del orgullo lésbico gay en los Estados Unidos de América en el año de 1996 y se entiende de dos maneras:

• Es una conducta intermedia entre el travestismo y la transexualidad.

• Abarca cualquier persona que cruza, rompe o transgrede la barrera de los géneros [Zúñiga, 2003].

En este trabajo nos referiremos a esta segunda definición, ya que la primera se relaciona con el modelo biomédico, donde se había estudiado a las personas travestis (quienes usan ropa clasificada como del otro género) y transexuales (quienes desean someterse a operaciones para adquirir la apariencia genital deseada), mientras que la mayoría de las personas transgéneros no sienten inconformidad con su aparato genital.

Independientemente del modelo sobre el cual se estudie, en Occidente, tanto las personas transexuales como los transgénero desde temprana edad son socializados con base en la correspondencia del sexo (hombre o mujer) y el rol de género (masculino o femenino), mediante los cuales se les otorgan pautas de comportamiento que se espera cumplan en la sociedad. Sin embargo, cuando las personas tienen prácticas o se afirman con una de estas identidades no reconocidas por su contexto social, son rechazadas, vistas y tratadas como anormales; son personas que no pueden ejercer plenamente todos sus derechos, aunque, paradójicamente, se les demandan todas las obligaciones.

De esta manera, las personas transgénero tienen una identidad genérica que las hace identificarse como trans; aunque para la norma social no exista tal identidad, son reconocidas de diversas maneras de acuerdo con su contexto cultural. En el caso que nos ocupa, la sociedad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, son conocidas bajo el nombre de mampos, categoría que se refiere a varones con orientación sexual y erótica hacia otros hombres, y que proviene de mamporrero, que es la persona encargada de ayudar al veterinario a desviar el órgano sexual del toro cuando éste está embistiendo a la vaca, para extraerle el semen con el fin de almacenarlo.1 No obstante, la connotación que se le da a mampo dependerá del contexto y las personas en cuestión; es decir, puede ser afectuosa; sin embargo, su uso más común es para discriminar.

Esta palabra incorpora tanto a las personas tapadas (hombres que tienen estas prácticas pero no visten de mujer, también conocidos como gays), como a las vestidas (que se visten de mujer). A las vestidas, al grupo que se estudia por su mayor visibilidad, las dividimos, por actividades laborales, en dos sectores: las dedicadas al diseño de moda y certámenes de belleza y las que se dedican al sexoservicio; a éstas últimas las localizamos principalmente en las calles (donde la mayoría de ellas se prostituye por las noches), los bares (como meseras o consumidoras), las discotecas (como parte del espectáculo), las estéticas, la cárcel del Amate y la de Chiapa de Corzo, los separos de la cárcel municipal o los reformatorios para menores; lo que no niega que puedan ubicarse en otras actividades distintas a las enumeradas o que todas pertenezcan a este sector económico.2 En lo que respecta a su residencia, generalmente habitan en algún cuarto rentado o en la casa de la familia de un integrante del grupo.

Los mampos practican el perreo,3 una de las razones que crean barreras entre tapadas y vestidas, tanto de convivencia como espaciales, ya que, históricamente, los bares y los antros eran lugares para tapadas, pero poco a poco las vestidas fueron apropiándose de estos espacios y, para el año 2008, son el centro de atención en las discos como parte del show travesti.

Sin embargo, a las vestidas no se les permite estar mucho tiempo en la gran mayoría de los espacios públicos, como los parques, por sospechar que ejercen la prostitución en ese lugar, de donde son retiradas por los policías.

Su vida está ligada a la noche y a la prostitución, sus clientes son políticos y empresarios y demás gente de todas las clases sociales; sin embargo, del lado afectivo viven un vacío, pues sus maridos4 son personas casadas con una mujer, algunos son maras5 o personas que se encuentran en situación de cárcel. Ellas viven en la inmediatez, en el consumo de alcohol y droga, y el VIH/sida es una realidad reciente en ellas. Ante este contexto, un aspecto que les interesa mucho es el ser reconocidas como mujeres por los hombres y por otras personas trans.

Las vestidas se identifican como mujeres, personas transgénero o transexuales; por lo regular no tienen hijos, pues su identificación femenina se da generalmente de los 12 a los 16 años, de ahí que regularmente no practiquen relaciones sexuales con mujeres, lo que reduce su posibilidad de ejercer su paternidad; solamente la practican aquellas trans que se identificaron como tales después de mantener una vida sexual activa con alguna mujer. Pero ¿qué pasa cuando una persona transgénero se enfrenta a situaciones marcadas por tener un hijo cuando siempre se ha identificado como mujer? En esta situación expondremos cómo la persona vuelve a cruzar las fronteras de género; es aquí donde tienen un papel importante los roles masculinos y femeninos, los cuales se presentan como juegos escénicos que no alteran la identidad de la persona.

Un cruce múltiple entre las barreras de género se encuentra representado en la historia de Angélica, una persona que, habiendo nacido biológicamente varón, se identifica como mujer, quien rechaza la definición de transgénero por no entenderla pero en la práctica vive bajo esta categoría epistémica, de ahí que hagamos referencia a nuestro informante como ella, pues en el momento de realizar la investigación se autodefinía desde ese lugar.

En este trabajo se presentan también la paternidad y maternidad practicadas por una persona transgénero que vive la transgresión genérica de manera dinámica, la cual es desarrollada a partir de necesidades concretas, relacionadas con sus prácticas y estrategias utilizadas. Con ello no se pretende generar universales de comportamiento, sino describir simplemente las situaciones concretas de una persona transgénero que es originaria y radica en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

Es necesario considerar que, por confidencialidad, se cambiaron los nombres de las personas que aparecen en este estudio, realizado con base en el trabajo de campo desarrollado de 2007 a 2010 y que forma parte de un proyecto más amplio de investigación que confluirá en la tesis de doctorado denominada "Identidad, sexualidad, afectividad, trabajo y actividades de personas travestis, transexuales y transgéneros de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas".

 

Angélica, un caso de juegos genéricos

El caso aquí presentado es el de Angélica, quien nacida biológicamente varón, a partir de los cuatro años de edad desarrolla una identidad genérica femenina, según lo que afirma en su entrevista:

De hecho sabía lo que era, pero decía que era hombre, me miraba en el espejo y sin que me viera nadie me probaba las faldas de mis hermanas, pero ya cuando salía afuera ya era diferente, trataba de portarme lo más hombre que yo pudiera.

Pero la presión social y familiar no le permitieron manifestar abiertamente su identidad genérica hasta los 18 años.

Al realizar la investigación, en 2010, Angélica vivía con su madre y contaba con 6 hermanas; su padre murió cuando ella tenía 5 años. A los 4 años practicaba juegos eróticos con sus primos y se ponía a escondidas la ropa de sus hermanas; ahí fue cuando interiorizó que no era igual a los demás niños, como prueba el testimonio anterior.

Su primera relación sexual ocurrió a los 12 años con un vecino de 16; a los 18 años entró a trabajar, con apariencia de varón, al Palacio de Gobierno de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, pues había concluido su carrera de Secretariado Técnico. Ya conseguido el puesto, le comentó a su madre que quería usar ropa femenina y presentarse públicamente con una apariencia de mujer que fuera congruente con su identidad genérica femenina. Su mamá no la quiso apoyar; al contrario, autorizó que su cuñado la golpeara, lo cual generó el distanciamiento con la familia. Por ello, renunció al trabajo y se fue a llorar al Parque Central, donde se reúnen jóvenes tapadas6 para socializar y prostituirse, y que en este tiempo era frecuentado mayoritariamente por militares con quienes las tapadas mantenían relaciones sexuales a cambio de dinero.7 En este lugar recibió ayuda por parte de estos jóvenes, dejó de vivir con su familia y se fue a vivir con algunos de ellos. De todas las tapadas del parque, ella fue la primera persona que se vistió con ropas de mujer, pero una vez vestida, ya no podía estar en el parque por el acoso policíaco, ya que como vestida era objeto de una mayor discriminación en relación con las tapadas.

Por sus rasgos físicos y su manera de arreglarse, caminar y hablar, Angélica realiza exitosamente el denominado passing,8 el cual le brinda el reconocimiento en su grupo de iguales. Siempre le ocurre que los hombres crean que es verdaderamente mujer y ella juega con esta confusión para beneficio propio: "Cuando me doy cuenta que se confunden, no les doy motivo a que me toquen, a que me besen, le digo 'conozcámonos', para que después no digan que los engañé."

Así logra mantener una distancia sexual hasta por tres meses; ante la aclaración, algunos hombres se van, mientras que otros deciden entablar una relación. Con algunos intercambia los números telefónicos y ellos depositan crédito a su celular para que ella les marque a fin de concertar una nueva cita. Una característica interesante es que sus clientes suelen pasar el número de teléfono de Angélica entre sus compañeros o amigos, pero sin aclarar que ella es una trans, permitiendo, por una parte, la renovación continua de la estrategia de cortejo y conquista elaborada por ella y, por la otra, el resguardo de la masculinidad y confidencialidad de cada relación, ya que aunque el nuevo posible cliente pregunte si su amigo (quien le dio a él el número telefónico de Angélica ) entabló relaciones sexuales con ella, Angélica nunca afirma ni comenta lo que ocurrió con su anterior cliente. Por ende, debido a su apariencia femenina, ella es contactada en cualquier parte de la calle.

Otra manera de atraer a los hombres es ir por las mañanas a la Central de Abasto; en este lugar les coquetea a los conductores de camiones (tortoneros y traileros) y los trabajadores que están por la zona de (Pemex) Petróleos Mexicanos; además, tiene clientes en la Zona Militar, donde los mismos soldados la ingresan ilícitamente al campo militar, y asiste a los bares clandestinos de la periferia, donde mantiene relaciones sexuales con personas conocidas.

Ocasionalmente, Angélica se relaciona como amiga con otras personas trans que viven en la periferia de la ciudad; pero, a diferencia de éstas, a ella no le gusta la práctica del perreo, que es un elemento cotidiano de comunicación entre las trans de estrato social bajo dedicadas al sexoservicio.

En 1993, nuestra protagonista, a los 21 años, mediante uno de sus primos directos, conoció en un bar a Conchi, quien tenía 25 años, un trans biológicamente mujer que se asumía y aparentaba ser totalmente hombre, así como Angélica aparentaba ser completamente mujer. Al principio a Angélica no le gustó, pues se le hacía un hombre muy presumido, ya que la familia de él tenía recursos económicos y formaba parte del partido político en el poder, además de que en todo momento quería demostrar lo masculino que era. A partir del día en que se conocieron, Angélica se convirtió en correchepe9 de una amiga, mujer biológica, quien quería ser pareja de Conchi, pero ninguna de ellas sabía que el hombre en cuestión era mujer:

Era una lesbiana guapísima, las prostitutas le pagaban a él y era un hombre guapísimo, yo no la conocía a pesar de que vivía a cuatro cuadras de mi casa ya que se manejaba más en México, pues me gustó [pensó que era hombre], y aquélla también pensando que era yo mujer.

Ambas ocultaron su condición biológica y exageraron la genérica, e iniciaron su relación como pareja; pasaron tres meses antes de aclarar lo que ambas eran biológicamente: "Fuimos pareja, cuando ella quería tener relaciones conmigo, yo decía en mi mente ¿cómo?"

Aun conociendo mutuamente su sexo biológico, permanecieron dos años (de 1993 a 1994) como pareja, sin tener relaciones sexuales. En ese lapso bebían, salían a las discotecas, se quedaban a dormir en hoteles; Conchi protegía, como todo hombre, a Angélica, quien actuaba como toda una mujer: "Ella es chingona pa' los madrazos, cuando alguien me faltaba al respeto. Ella chaparrita pero galán que tira patadas, haz de cuenta un hombre peleando."

La relación continuó hasta que, finalmente, después de dos años, practicaron su primera relación sexual: "Empezamos ¡que quítate tu camisita!, que ¡tú también te la vas a quitar! Esa fue la primera vez que tuve relación, hasta lloré, no lo había hecho, me dio pena."

Después de la relación sexual dejaron de verse un mes, tras lo cual Conchi fue a buscarla con atuendos femeninos para decirle que estaba embarazada.

Me dijo: "¿Sabes qué? ¡Estoy embarazada!" "¿Cómo?, ¡tíralo!, ¿para qué lo vas a tener?" Nos peleamos, le pegaba yo para que lo tirara. No me daba yo la idea de tener hijos, nos dejamos, se fue a México y a los cuatro meses regresó con gran estómago. Me decía: "Cambia, vamos a tener un niño", ella ya venía de mujercita, muy guapa ella, el cuerpazo.

Durante el embarazo rentaron un departamento y Conchi usaba ropa femenina. Sin embargo, antes del nacimiento del niño, Angélica empezó a modificar su imagen, de femenina a masculina, y comenzó a entrenarse para actuar como hombre; esto pasó en 1995.

Anduvimos, yo de mujercita y ella también embarazada, ¡no sé cómo logró convencerme!, me corté el cabello, ella compró ropa, camisas y zapatos, me vistió de hombre, mi mamá estaba contenta.

Me miraba al espejo y quería engrosar mi voz, hablaba yo, que no fuera muy fingida, igual al vestirme y para caminar. Aunque no tenía temas de conversación masculina, pues casi no tuve mucha amistad fuera de los más allegados a mi casa.

Conchi le demostraba su afecto, y aunque Angélica quería a su pareja no le resultaba fácil expresar su cariño, pues no era muy expresiva ni recíproca respecto de sus manifestaciones sentimentales:

Me demostró demasiado amor, me sacaba a pasear y me llevaba a donde yo quería, me daba comida en la boca, no le gustaba que saliera, que me levantara, a veces los domingos que no se iba a su casa a trabajar con la mamá. Nos levantábamos muy tarde, mandaba pedir comida por teléfono, sólo para ir al baño y para bañarnos nos levantábamos. Yo no muy empalagosa, yo la sentía muy empalagosa, "¡quedémonos el domingo!" y yo por dentro exclamaba; "¡ay!", pero no le decía nada.

La manera de demostrarle cariño se relacionaba más bien con la realización de actividades en el hogar, para el bienestar cotidiano de la familia: "Pues [no le resulta fácil decirlo] te... te... te quiero, un beso y pues no tenía nada que hacer, arreglaba la casa, bañaba al niño, ¡yo no soy... para demostrar amor!"

Pero en su vida en común, la pareja empezó a tener conflictos, pues en un principio Conchi era quien trabajaba para mantener a la familia, pero después de un tiempo ya no quería vestirse con ropa femenina; además, empeoró por sus actitudes agresivas y "masculinas", y por la violencia intrafamiliar que se fue incrementando a causa de su consumo de alcohol y droga: "Ella siempre me iba a ver, aunque no vivíamos juntos; un día no llegó y me enojé bastante, ¡quemé toda mi ropa de hombre! Y en la noche voy sabiendo que ya se había aliviado. Me quería vestir, pero ¡ya no tenía ropa de hombre!

A los tres días de dar a luz, en 1995, Conchi llegó al departamento con su hijo; la reacción de Angélica fue ocultarse:

Va llegando con un niño; digo: "¡Ah!" Me metí al baño, no quería salir, no quería verlo, no me daba la idea ¡ser papá! Y estaban todas mis hermanas haciéndole fiesta, precioso el niño; llegaron unas primas para peor desgracia, lo miraban y "¿dónde está Angélica?", querían que lo abrazara, pues lo abracé, parece mentira pero ¡sentí un amor! ¡Volví a vestirme de hombre!

Durante el primer año del niño, Conchi cumplía como proveedor de la familia y Angélica se dedicaba a los quehaceres del hogar:

Nos chuleaban a las dos, a pesar de que yo me vestía de hombre, a veces no me salía. Por mi hijo lo hice, me quise pasar como hombre, me imagino que la gente me miraba muy mal pintada o quién sabe, pero al menos sí trataba de pasar más como hombre.

Pues no tenía nada que hacer, arreglaba la casa, bañaba al niño, me ponía a jugar mucho con el niño, lo peinaba, arreglaba y todo.

¿Al niño lo cuidaba? ¡Era yo como mamá! (ríe) Éramos así, era yo más mamá que ella, le daba de comer, le hacia su leche, cambiaba al niño, pues era lo que yo sentía; ella se metía a trabajar con su mamá.

Con el nacimiento del niño, Angélica inicia un nuevo cambio en su apariencia y presentación genérica, pues regresó a usar ropa masculina, dejó de ejercer la prostitución y durante dos años, de 1997 a 1998, trabajó como ayudante de hojalatero, decisión que tomó para darle a su hijo una imagen paterna, de hombre decente: "Era 'vestida hojalatero', tenis y pantaloncito de hombre, camisetas, playeras y mi gorrito. No es que tanto me gustara, simplemente por mi hijo trabajaba."

Pero la gente no la reconocía ni aceptaba como hombre, pues no le resultaba pasar como tal. La pareja vivió junta tres años pero la relación con Conchi ya no era la esperada a causa de la violencia y el alcoholismo: "Ya había agarrado otras mañitas de tomar también y de prostituirse; entonces, cuando ella se iba a tomar, se iba de un mes, de dos meses y ya me quedaba el niño, igual y como ella me mantenía."

Conchi, en 1998, abandonó a hijo y a su pareja; se fue a México con una hermana; Angélica regresó a la casa de su madre con su hijo de 3 años. El niño estuvo en la casa de la abuela durante dos años, periodo en el cual su madre/padre se desempeñaba como hojalatero, haciéndose cargo, con su familia, de la educación del niño. "Estaba muy mimado, mi mamá lo tenía muy mimado y como en mi familia son un poco desbocados era algo groserito, pero así estaba muy educado el niño."

Como quería darle una mejor vida a su hijo, entró a trabajar en el Municipio de Tuxtla Gutiérrez como administrativo, con una imagen masculina; aquí duró dos años, pero pasaba el tiempo llorando y tomando, recordando constantemente a su pareja.

Fue una pareja que me costó para olvidarla demasiados llantos, yo tomaba caña cuando ella se fue dos años a México, pedía dinero en las casas, me quedaba a dormir en la calle vestido de hombre; mi mamá y mis hermanas me iban a recoger. En ese tiempo gané un trabajo en Tapachula, como auxiliar de administración, estaba vestida de hombre, pero faltaba mucho, lloraba por ella, tomaba, pero un día vine a mi casa, me hinqué en la tierra, la besé y dije: "Te juro, Dios, que voy a cambiar, jamás te probaré caña y cuando venga me las va a pagar y los llantos que he tirado ella los va a tirar. Me volví a vestir de mujer, dejé el trabajo, mi mamá enojadísima y ¡ahora sí voy a ser una mujer chingona! Llegó queriendo vivir juntos, vestida de mujer y yo de hombre, pero fue demasiado tarde, pero seguíamos teniendo relaciones.

Al regresar Conchi, después de dos años, Angélica volvió a vestirse de mujer y abandonó su trabajo en el Municipio, entrando en un periodo de turbulencia afectiva y de venganza, pues hacía que Conchi la viera manteniendo relaciones sexuales con hombres; mientras, Conchi comenzó a tener relaciones sexuales con hombres. Angélica confiesa que le molestaba más verla con un hombre que con una mujer. No obstante, toda esta problemática, la relación era estable cuando Conchi no tomaba alcohol y cuando el niño vivía con ellas.

Cuando el niño iba al kínder, Angélica se encargaba totalmente de su educación, además de las actividades del hogar, y confiesa que sólo le pegó una vez con una faja, pero se arrepintió y después ya le pegaba con cinturón, pues culturalmente un hombre pega con el cinturón y no con faja.

La relación entre las dos se tornó muy violenta; aunque Angélica también abusó de la forma de ser de Conchi, esta última la golpeaba mucho.

Cuando me vestía de hombre, me pegaba, antes que naciera el niño, antes de quedar embarazada, me arrastraba, me sonaba la cabezota en la pared yo no le decía nada a mi familia; en una ocasión me tiró de un barranco, fue la primera vez que tuvimos relaciones, y me fue a traer.

Finalmente se llegó a una separación definitiva, quedando el niño a cargo de la familia de Conchi, que no aceptaba a Angélica; incluso la demandaron en el Sistema Nacional de Desarrollo Integral de la Familia (DIF), por ser homosexual y descuidar al niño.

La señora me lo quería quitar y, delante de la licenciada del DIF, me quería sobajar, le dijo "Yo le quiero quitar al niño porque él es gay". Le hablé a la licenciada: "Mire, sí soy gay" y llevé fotografías, le dije "Mire él, ella es mi esposa", y "ella soy yo, soy gay, pero por el amor a mi hijo, ¡mire cómo estoy vestido! Yo trabajo de hojalatero", eso fue lo que, lo que le gustó a la licenciada.

Aunque Angélica ganó la tutela del menor, por el ritmo de vida que llevaba, por su alcoholismo, por la ausencia de su pareja y por la necesidad de ser congruente con su identidad genérica y su apariencia corporal, decide dejar al niño en la casa de su suegra, donde el niño permaneció dos años, de los 5 a los 7 años de edad.

En todo ese tiempo, la mamá de Conchi no quería que su nieto estuviera con Angélica, por tanto, presentaron a su hija Conchi a muchos hombres de su mismo estatus social, con la idea de que integraría con alguno de ellos una nueva familia; no obstante, la suegra acudía a Angélica para rescatar a Conchi de situaciones conflictivas, como cuando se encontraba peleando en alguna cantina: "Su mamá me iba a pedir: '¡ahí que ve a ver a mi hija!', los quería joder a todos, los sacaba con cuchillo, ya me iba yo, ¡me hacía caso!"

Por el contrario, la familia de Angélica sí permitía la relación desde el inicio de la misma. "Mi familia lo conocía, sabían que era ella lesbiana, mi mamá decía 'igual que anden, ¡igual y ella es mujer y él es hombre!' y más me ilusionaba; estaba guapo y más querían con ella."

Aunque el niño viviera en la casa de la madre de Conchi y no estuviera registrado con el apellido de Angélica —pues quien lo registró fue la madre de Conchi—, ella era quien iba a las juntas de la escuela, donde todos sabían cómo era aunque fuera con ropa masculina, pero nadie hacía comentarios sobre su apariencia:

Iba vestida de hombre, de hombrecito; casi no soy de muy platicar, pero en una junta tienes que dialogar, lo que te gusta, lo que te parece, lo normal de una junta y de ahí ya me llevaba al niño, igual todos conocieron mi historia, conocieron lo que yo era.

Así, Angélica era la representante oficial ante la institución ni la madre biológica ni mucho menos alguna de las abuelas del niño lo era.

Cuando el niño contaba con 6 años de edad, después de dos años de ausencia, Conchi regresa a buscar a Angélica pidiéndole que vivieran nuevamente como pareja, pero ésta ya no quiso. En esa ocasión mantuvieron su última relación sexual y como resultado Conchi nuevamente quedó embarazada.

Sin embargo el embarazo y parto de su segundo hijo, una niña, no le generó a Angélica el mismo sentimiento amoroso que le despertó el primero. De hecho, una semana después del nacimiento de la niña entregaron a ambos hijos a una hermana lesbiana de Conchi que vive en la Ciudad de México y así terminó definitivamente su relación de pareja: "Casi ya no vivía conmigo, como era ella, yo también, y fue peor, porque cuando se fue él ya hacíamos más desmadre ella y yo; ya no teníamos a nadie."

El niño sólo iba a visitarlas todas las temporadas vacacionales en la casa de la madre de Conchi, quien iba a buscar a Angélica, que ya se vestía de mujer y se dedicaba nuevamente a la prostitución en una estética. Conchi le llevaba ropa de hombre: "Cuando el niño iba a venir, Conchi me compraba ropa de hombre y me la llevaba a la estética donde trabajaba de noche; de día me hacia pendeja en la estética."

Aquí es cuando Angélica percibe los cambios en la educación de su hijo.

Una vez que vino de México, ¡qué educación! Le dieron de comer, en mi casa no estamos acostumbrados a usar tenedor, estuvimos comiendo estofado, dice: "Oye tía, ¿no tienes un tenedor y unos cubiertos que me prestes?". Yo lo quedaba viendo y cuando terminó yo seguía comiendo, le digo: "Ya terminaste, pa' que levantes el plato", "no, papi, espero que termines". Se vino más educado, ahora tiene esa finura de la gente de ellos.

 

Las estrategias genéricas

Angélica trataba de portarse lo más masculino que pudiera en víspera de las visitas de sus hijos a Tuxtla; Conchi le compraba ropa masculina y sus amigos trans la peinaban con el pelo no tan corto y hacia atrás. Desarrolló estrategias para que su hijo no se diera cuenta de su ambigüedad de género; algunas improvisadas, como cuando contestaba las preguntas de su hijo de cuatro años:

Me dice: "Oye papá ¿por qué tienes el pelo pintado de rojo?" Y como su tío (hermano de Conchi) es malandrín,10 tiene arete, pintado el pelo y todo, le contestaba: "¡Ah, porque así me gusta!, mira tu tío cómo tiene pintado el pelo", y se me quedaba viendo...

Una vez Angélica se puso una camiseta y se le notaban los pechos (ella se inyectaba aceite vegetal), ante lo cual su hijo le preguntó:

"Oye papá y ¿por qué tienes los pechos muy grandes?" Le inventaba, no era tan fácil, le decía: "Lo que pasa es que estaba muy gordito, antes que vinieras bajé de peso y ¡mira, es puro cuero, tócale, es puro cuero" (se pellizca el brazo), pero quedaba como con duda.

Sin embargo, su hijo sabía cuáles eran los esquemas y qué elementos debía o no tener su papá. Esto lo aclara cuando expone:

Una vez, vestido de hombre, tenía unas chanclas de mujer, estábamos en la hamaca, no sé cómo mira abajo, sin decirme nada se sale: le fue a pedir unas chanclas de pie de gallo a mi hermana, me quita las chanclas de mujer y me pone las chanclas de hombre.

Cuando el niño estaba por entrar al nivel secundaria, en 2010, la familia de Conchi le dijo al niño que su papá se había ido a trabajar a los Estados Unidos, con el objetivo de justificar su ausencia:

Al niño lo quiero, lo adoro, juro que si al niño le falta sangre, un ojo, un riñón, voy y se lo doy, si es mi vida se la doy, porque con él conviví más y pasé muchas historias; en cambio la niña, como nada más la tuve una semana, pido por ella, que se parece más a mí ella que el niño; el niño sacó todo lo que es la familia de ella y la niña es morenita, es flaca, pero casi no pienso en ella. Ésa fue la relación que tuve, muy bonita; tengo hartas fotos, regalos, tengo fotos de mi hijo, de la niña no, del niño sí, son recuerdos que a veces en las noches en una caja lo saco y me pongo a recordar cosa bonitas, pero ya no con sentimiento de querer regresar.

 

Reflexiones finales

La historia de vida de Angélica nos ofrece varias pautas de reflexión, de las cuales sólo retomamos algunas: la problemática de la identidad de género respecto de los roles de género escénicos, la problemática del concepto de familia y, para finalizar, las dimensiones de la sexualidad y cómo cada una de ellas se ven vinculadas por cuestiones situacionales y afectivas.

 

La identidad y los roles genéricos

La idea del artículo es demostrar que la identidad es una cosa y los roles escénicos genéricos son otra; este planteamiento contradice los postulados de la teoría queer11 cuando Butler [2006] propone que la identidad de género debe ser deshecha; por tanto, la historia de vida de Angélica contradice este supuesto.

Para criticar la noción de género, Butler apunta que "el género es una forma de travestismo (drag)"; sin embargo, hay que puntualizar que el travestismo no se define como identidad sino como una práctica, toda vez que las identidades en personas trans las encontramos en individuos transexuales y transgénero, no en travestis, con lo cual el postulado de Butler es insostenible. Si le damos prioridad a la puesta en escena, como lo hace la filósofa, ¿qué pasa cuando el individuo travesti ya no está en esa escena, abandonando el lugar, el papel y los ropajes? Por ello es necesario exponer en qué consiste el travestismo, pues, al ser escénico, es una puesta en la cual jamás se produce en cambio su identidad genérica, ya que bajándose del escenario puede ser una persona que se identifique como varón y no como mujer, mientras que las personas transgénero y transexuales procuran presentarse en todos los escenarios como mujeres u hombres (según sea el caso) identitaria y escénicamente hablando.

Sin embargo, hay que apuntar que las personas transexuales, aunque renuncian a la identidad esperada por la sociedad de hombre-masculino, buscan acercarse lo más posible a una imagen sexual femenina mediante operaciones que afianzan y reivindican su identidad de género femenina.

Por tanto, si Butler entiende al género como una apariencia, deja de lado la opresión y las relaciones de poder, tanto en las lesbianas como en las personas transgéneros y transexuales, ya que afirma que "no existe ningún género original o primario que el travestismo imite, sino que el género es una especie de imitación para la cual no existe original alguno [Jeffreys, 1996]." Aunque es cierto que no hay un género original, existen modelos masculinos y femeninos mediante los cuales los individuos se adhieren a una identidad.

Lo que es necesario analizar es el hecho de cómo se toma la noción de escenario-travestismo, ya que se interpreta de dos maneras: por una parte, en lo referente al espectáculo, tiene características específicas como un papel que se reduce a un escenario con tiempo y espacio condicionado por una audiencia, con un guión construido; pero esta primera perspectiva excluye a la segunda, al no ver lo escénico a partir de las interacciones desde lo cotidiano, escenas reales a las que se enfrentan la personas travestis y transexuales donde encontramos, por ejemplo, los crímenes por transfobia.

Butler [2001] señala que el género es esencialmente identificación, que consiste en una fantasía dentro de otra fantasía: categoriza al género como un performance, esto es, la repetición que imita constantemente la fantasía que constituye a las significaciones de manera encarnada; pero reduce al individuo a un papel escénico a lo largo de su vida, como si siempre fuera el mismo en todos los demás escenarios, lo cual es una contradicción. Ve al performance sólo a partir de la persona pero no ve el que se crea entre distintas personas, lo que implicaría otro nivel de análisis.

Con su imitación particular del género, los travestis revelan, según Butler, la estructura imitativa propia del género, ante lo cual

considera a la identidad como representativa e imitativa, donde los roles de género no son más que una representación teatral donde cada sexo asume los papeles creados con anterioridad, imitándolos y reproduciéndolos continuamente [Fonseca y Quintero, 2009].

La identidad, para Butler, debe ser superada, pero en el caso presentado de Angélica, las conductas pasan de acá a allá como papeles escénicos siempre en la repetición. Sin embargo, estas repeticiones imitan una fantasía identitaria de ser mujer, por una parte y, por la otra, las imitaciones al identificarse como mujer y fingir escénicamente ser hombre, argumentando que lo hace para no dañar a su hijo.

Cuando estas imitaciones de género se dan sobre una identidad construida, se da el punto de separación entre las repeticiones como formadoras de identidad y los géneros como escénicos cuando el individuo ya tiene una identidad de género fija; por ende, estos ejercicios o reediciones de segundo nivel tienen que ver no necesariamente con la identidad de género del individuo, pudiendo ser una puesta en escena ocasional que no alterará la identidad de género de la persona en cuestión, como en el caso de Angélica.

Este postulado de la imitación supone que el transgénero no imita a la teoría queer, epistemológica y teóricamente hablando; por tanto, no se puede reducir lo trans a lo queer, como pretende Butler, pues lo transgénero surge de los movimientos sociales en los años setenta del siglo XX, cando se genera desde el activismo de las personas que no estaban conformes con ser integradas a la categoría gay imperante en esa década, pues no se identificaban como parte de este universo al vivirse como mujeres cuando biológicamente eran hombres; así, buscaban su propio campo conceptual como personas transgénero, de ahí la importancia de la reivindicación identitaria; por ello, la categoría de trans no es fija, ya sea en cuestiones de preferencia sexual, práctica sexual o identitaria.

Por ende, es importante hacer notar que una cosa es la identidad de género de la persona y otra los roles genéricos, y el hecho de que las personas no se vistan genéricamente como quisieran no quiere decir que abandonen esta identidad genérica, pues en ciertos momentos de su vida algunas personas trans dejan de vestirse con atuendos femeninos, principalmente aquellas que quieren ser aceptadas por sus familias de origen. Por ejemplo, Ana Karen, un travesti que vivía con Sida, lo hizo para que su familia lo visitara cuando se encontraba en un albergue para enfermos terminales, y así fue enterrado como hombre, sin que la familia respetara su identidad trans [Arriaga, 2006], o el caso de Oyuki, quien, después de sufrir un atropellamiento en la carretera, queda discapacitada de sus piernas y decide dejar la imagen femenina para ser frecuentada por su padre [trabajo de campo realizado en Tuxtla Gutiérrez].

En ambos casos realizan el cambio por el apego a la familia, pero Angélica lo hace porque quiere regresar a un lugar que le permita no sentir culpa, pensando en el futuro del infante, pues ella tiene una ausencia de la figura paterna que no quiere transmitir a su hijo, y ésa es la causa que la motiva a hacer otro performance para ocultar la imagen que tanto le costó integrar, y la obliga a hacer otro passing, pero esta vez de lo femenino a lo masculino, ejerciendo actividades de ambos roles; por una parte, el de hojalatero, trabajo que no le gustaba, y, por la otra, de ama de casa lo que sí le gusta.

En el caso de Angélica encontramos que tiene una identidad fija como mujer y hay una serie de roles que se van modificando como estrategia; en este sentido, va en contradicción con lo que dice Butler, de ahí la necesidad de analizar las interacciones sociales de las personas según su estatus social y su desenvolvimiento escénico.

Existen muchas otras críticas a los estudios queer, pero éstas son teóricas e históricas; una de ellas es la de Jeffreys [1996], quien apunta que esta teoría no desarrolla aspectos de relaciones de poder, desigualdades económicas y cuestiones identitarias. Para Butler, lo queer surge dentro de la teoría posmoderna; sin embargo, la autora no reconoce que surge en específico desde el arte; por ello, a diferencia de las teorías que emergían en los años setenta, cuando los gays y lesbianas solían tener una formación profesional en ciencias políticas, historia y sociología, la nueva variante queer en su núcleo duro procede de los estudios literarios y culturales. Además, es de vital importancia reconocer que Butler no realizó trabajo de campo.

Hay que puntualizar que la identidad genérica que la sociedad espera de los individuos (ser hombre o mujer) en correspondencia con sus desenvolvimientos escénicos, en la mayoría de los casos no es estable, pues constantemente se retoman elementos que se dicen exclusivos del otro género; por ejemplo, una mujer que no llora, un hombre que lo hace, un hombre que cocina y demuestra afecto en público, etc.; así, aunque nos hallamos constantemente cruzando las fronteras o roles de género, no hacemos el cruce entre las identidades de género.

La forma dualista genérica de representar la realidad es una forma engañosa, pues todo mundo está haciendo cruces, que son características o cualidades humanas indisolubles (afecto, emociones, gustos, ubicarse en espacios públicos o privados) y que están presentes en un mismo individuo, de ahí que los roles son un artificio cultural escénico que opera y funciona independientemente de la identidad genérica en cuestión, ya que la mayoría de las personas busca y se moldea con base en esa manera de interactuar con la realidad. Ahora bien, esos criterios son excluyentes, de ahí que el individuo no ve ni reconoce otras realidades posibles.

El caso aquí presentado nos hace analizar la identidad de género para ayudarnos a entender qué es lo que los individuos están haciendo; de esta manera, se reconoce que existe un sistema de sexo-género que es rebasado por la realidad; así, la pareja integrada por Angélica y Conchi, aunque rompe el esquema termina por regresar a la norma, pues siempre hay un eje en el que se encuentran los deberes. Lo anterior plantea una serie de acciones escénicas que son resultado de un hecho biológico no esperado: el nacimiento de un nuevo ser; estas acciones tampoco modifican la identidad de género de las personas en cuestión, dando por resultado cambios en la apariencia genérica que no implican cambios en la identidad.

Llama la atención que los hechos concretos y cotidianos ocasionan una serie de cruces genéricos en Angélica, quien realiza por lo menos tres passings durante su vida: el primero a los dieciocho años, cuando se identificó como mujer; el segundo al volverse padre, durante el tiempo en que vivió con Conchi y su hijo, un passing escénico que tiene que ver con roles de género y, por lo tanto, con figuras y roles masculinos; finalmente, vuelve a reafirmar su identidad de género femenina en un tercer passing, en cuanto termina su rol de padre en la cotidianidad.

Son estos los tres momentos de ubicación y juegos genéricos que Angélica practicó, ya que no dejó de ser transgénero de hombre a mujer, pero inauguró otras opciones con las cuales rompe la imagen estereotipada de los trans, pues la mayoría de ellos se detienen en el primer paso, en el cambio de lo varonil a lo femenino; ella también da este paso, pero hace otros passings escénicos.

No incluí en este análisis lo que respecta a su orientación sexual, pues ésta no está totalmente definida para todas las personas, siempre que puede haber prácticas no esperadas por esa orientación; no obstante, la orientación sirve y es base de la identidad genérica sin ser un elemento inamovible, pues un acto que no correspondiera en la identidad puede modificar el futuro escénico de esa orientación sexual, pudiendo marcar la vida del individuo, como se vio en la historia de vida de Angélica.

 

Parentalidad y familia

La pareja integrada por Angelica y Conchi se queda corta ante un acontecimiento inesperado en su vida, que induce a ambas a reestructurar sus escenarios y a dialogar con sus cuerpos al ejercer la parentalidad de madre y padre; no tienen otro modelo al cual recurrir que el existente en la sociedad y cultura actuales: la familia tradicional, padre y madre responsables, padre proveedor, mujer ama de casa; pero de acuerdo a sus cuerpos biológicos, no a sus identidades de género.

Aunque estamos viéndolo del lado de la persona trans, el contexto es una relación que tienen todos estos procesos. En este caso, Conchi cambia su esquema, se vuelve "mujer" y mamá, y Angélica también, a su vez, lo hace al proponerse ante la sociedad como "hombre" y padre. Cuando nace la criatura, trata de ajustarse al rol que como hombre biológico debería tener, porque se pregunta: "¿Cómo voy a dar a mi hijo esta imagen confusa?"; lo que preocupa a Angélica es cómo se va a mostrar frente a su hijo y, por lo tanto, se siente obligada a mostrarse como la sociedad espera que sea según su sexo, y justifica el cambio de imagen e identidad social, pues no quiere dañar al niño actuando como persona transgénero, tal como es; así, el dejar de serlo es como un regalo al niño.

Por ello, la identidad y los roles que debe asumir son algo que le produce incomodidad, pues ella espera que estos roles sean de acuerdo con su identidad genérica; no obstante, hace lo que la sociedad espera de su base corporal, aunque eso le ocasione malestar; nunca se atrevió a oponerse al esquema de género legitimado socialmente, pues al niño le inculcaba la visión masculina y femenina del mundo en correspondencia con el sexo de nacimiento.

La pareja funcionó cuando estaba con el niño; los dos lo utilizaron como el espejo frente al cual querían salvar una imagen escénica, que funcionaba aunque Conchi le pegaba, como todo hombre.

Aunque todo le resulta un poco confuso, Angélica trata de ser padre, pues la pareja siente que no debe haber dos madres, ya que no tienen otro modelo de referencia. Angélica dice: "Yo respondo como padre", pero sólo lo hace pensando en el hijo, en la hija no. Así, cuando la relación de la pareja se rompe, dan a los hijos al cuidado de una pariente y Angélica regresa a lo que originariamente era su identidad y estilo de vida.

Con respecto a sus familias extensas, la familia de Conchi no acepta a su hija ni a la compañía de la hija (Angélica), pues para ellos su hija no es hombre sino mujer y Angélica es algo indefinido; por tanto, no es aceptada su puesta escénica aun cuando ella intente ser hombre para su hijo. Esta característica de negación de lo no estructurado es algo que comparten las personas y familias que se desenvuelven dentro del poder político y económico, pues no son flexibles a citaciones contradictorias y/o ambivalentes. La familia de Angélica, de más bajo nivel, no acepta a Conchi pero sí a su hijo, además de aceptar a Angélica en su rol paternal y maternal; como trans la aceptan cuando se vuelve papá, con su rol afectuoso.

Por lo tanto, la familia extensa y nuclear son instituciones que crean y reproducen esquemas genéricos, ya que lo que hace una institución es reafirmar una visión de género dualista y fragmentada. Toda vez que no hay otros modelos de referencia para los individuos, todo se construye sobre la marcha, sobre lo que el individuo en primera instancia logra realizar ante lo inmediato.

 

Comportamiento reproductivo y familia

Otro análisis obligado es el de la relación que guarda el comportamiento con la identidad genérica. El comportamiento reproductivo

es un proceso complejo de dimensiones biológicas, sociales, psicológicas y culturales interrelacionadas, que directa o indirectamente están ligadas con la procreación. En un sentido amplio e integral, comprende todas las conductas y hechos relacionados al cortejo, el apareamiento sexual, la unión en pareja, las expectativas e ideales en cuanto a la familia y a los hijos, la planeación del número y el espaciamiento de los hijos, el uso o no de algún método anticonceptivo, la actitud y relación con la pareja durante el embarazo, el parto y puerperio, la participación en el cuidado y crianza de los hijos y el apoyo económico, educativo y emocional hacia ellos [Figueroa, 1995].

Sin embargo, esta reproducción dentro del deber ser se ve compuesta por dos unidades: la mujer-femenina-heterosexual-madre y hombre-masculino-heterosexual-padre, por ello es importante describir cómo en determinada situaciones se rompen estos modelos en el aspecto genérico respecto al ejercicio de las parentalidades.

En México sólo hay dos trabajos que llevan a cabo instituciones de origen en personas trans12; con prácticas parecidas a la familia; el primer trabajo se titula Rompiendo esquemas: El retrato etnográfico de una familia de travestís en el Oaxaca urbano, de Higgins y Coen [2002], quienes estudian a un grupo transgénero que se reconocía como una familia, ante lo que los autores generan la categoría familia de travestis, para referirse a los tipos de ayuda que se reproducen en el interior de esa unidad de residencia.

El segundo de ellos es el de Arriaga [2006], quien retoma una práctica reconocida por los grupos de personas autodefinidas como travestis y la ubica como la familia de ambiente13 travesti, definiendo sus características y mostrando cómo esta familia es el mayor soporte de una persona transgénero, incluso sobre la familia de origen. Esto lo demuestra a través de una historia de vida donde se ubican la travesía migratoria del informante y las unidades de residencia en las que cohabitó (familia de origen, prostitución en calle, hoteles o rentando, en situación de cárcel y en albergues).

En los trabajos de Higgins y Coen, así como en el de Arriaga, las personas trans reproducen algunas de las funciones de la familia de origen sin que en ellas encontremos, por una parte, lazos consanguíneos y, por la otra, elementos masculinos. Pero ¿qué ocurre cuando la práctica sexual genera descendencia biológica en una persona transgénero que ya se identificaba como mujer? Y ante esto, ¿cómo se manifiesta la identidad genérica cuando se niega esa posibilidad biológica reproductiva?

Por ello, la historia de vida de Angélica y Conchi pone en escena sus identidades genéricas, las cuales tratan de dar respuesta a situaciones imprevistas; así, Angélica hace arreglos a su apariencia para presentarse escénicamente como lo que la sociedad espera que sea.

Lo hace también ante la familia y, sobre todo, ante el niño. El performance que realiza de hombre es una respuesta que da a éste ante una pregunta que piensa que el niño hará, mas nunca es realizada por el infante, pues ella cree que el niño no espera tener un padre trans. Esta puesta escénica también da respuesta a instituciones como la familia y la escuela, da respuesta a la institución por el niño, no por la institución misma, sino porque en estas instituciones se desenvuelve el niño; por ello, Angélica hace trabajos masculinos que no le gustan, que no le interesan, porque cree que esto es lo que él necesita, bajo la premisa de que la familia tradicional, la institución tradicional en México, está compuesta por un papá, una mamá y un infante. Sin embargo, en el caso expuesto la familia no tiene una mamá: Conchi trata de presentarse en un momento como la mamá que esté, pero se va disolviendo hasta ausentarse, y Angélica va retomando los roles que en realidad quiere. Por afectividad, por cuidado, por ver que el niño vaya a la escuela, lo pelea ante la familia de Conchi y lo gana, pero se da cuenta de que no puede contradecir su identidad genérica y opta por desarrollar una estrategia que le permite, por una parte, ser congruente con su identidad genérica y, por la otra, el mantener la imagen paterna que el niño tiene de su persona.

Frente a la cuestión de la paternidad y maternidad, estas personas no tienen ningún otro modelo alternativo al tradicional: mamá vestida de mujer, papá vestido de hombre. Aún así no logran mantener esto por mucho tiempo, pero no tienen otro modelo o posibilidad, no saben cómo actuar. La institución tradicional es tan fuerte que se les impone una imagen genérica totalmente contrastante con respecto a su identidad. Aunque Angélica trabaja en su imagen para presentarse ante las diversas instituciones y aunque no le da prioridad a las relaciones sociales, está inserta en ellas.

 

La sexualidad

En lo que respecta a su sexualidad, ésta la practicó entre identidades y prácticas:

Cuando hacíamos relaciones, yo me siento como mujercita y en la intimidad, pues igual, ella se siente, me imagino, varón, porque no se nos va a quitar. La experiencia que tuve nunca se va a comparar una relación de un gay a un hombre y una mujer; yo lo viví con ella, pero igual tampoco me sentía plena, porque lo mío es tener relaciones con un hombre.

Al preguntarle a Angélica si tendría relaciones sexuales con otra mujer, exclama:

No se compara, nunca se va a comparar la parte de una mujer, no he probado otras cosas, pero es una cosa muy rica, hacerlo lo normal, un hombre una mujer, es muy diferente. Fue con la primera mujer que he tenido relaciones y quizá con la última, porque no me apetece una mujer; ella fue tal vez una cuestión diferente, estaba enamorada de ella porque pensaba que era hombre. ¿Quién sabe? ¡[Quién sabe] por qué se dio!

Ella, en un futuro, piensa continuar vistiéndose femeninamente y dedicarse a la costura, y aunque quiere seguir viendo a su hijo, desea que él a ella no la reconozca. Plantea desear tener una pareja hombre equitativo, que no sea mayate.

Una persona ideal para ti "así como soy una persona ideal para mí sería que me respetara, de no meterse con otra persona gay, a menos se lo pasara de que se metiera con una mujer, porque lo que le va a dar una mujer no le vamos a dar nosotras... pero que me respetara como su pareja de que no se metiera con otra persona gay... igual trabajáramos tanto él como yo, sería lo justo [...]".

Ella no plantea cómo serán los escenarios al ya tener a esa pareja respecto a cada integrante de su familia, pues todas las estrategias las ha realizado a partir del momento en el que se le presentan las situaciones concretas; no obstante, seguirá afianzándose a su identidad genérica femenina esperando esos nuevos escenarios y las respectivas adecuaciones genéricas que el momento le demande, con lo que observamos la necesidad de revalorar el sentido de identidad genéricas de las personas trans.

 

Bibliografía

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Figueroa, Guillermo 1995 "Algunas reflexiones sobre la interpretación social de la participación masculina en los procesos de salud reproductiva", en Seminario México: International Union for the Scientific Study of Population, Fertility and the Male Life Cycle in the Era of Fertility Decline. Memorias del Seminario México: Zacatecas, International Union for the Scientific Study of Population.         [ Links ]

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Notas

1 Extraído del programa de Tv llamado "Real academia de la lengua frailescana", transmitido en el canal local número 10 de Tuxtla el día 26 de diciembre de 2007.

2 Incluso las actividades laborales trascienden a las culturales, lo cual se debe a las pocas oportunidades de trabajo a las que se enfrentan las personas transgénero, las cuales están por encima de las diferencias culturales; por ejemplo, Núñez Noriega [2009] presenta el caso de un indígena transgénero tzotzil en Chiapas, quien labora en San Cristóbal como mesero y en el sexoservicio [2009].

3 Perreo, conocido en menor medida como viboreo, es una práctica lingüística, un intercambio verbal de tipo agresivo entre tapadas y vestidas, donde se juega la apariencia biológica de hombre cuando la práctica genérica no corresponde con el sistema esperado: el ser hombre-masculino. Consiste en juegos de enunciaciones verbales que se dan y se reciben para lograr inferiorizar y "matar" verbalmente a la otra persona, atacando su ego y prestigio; por tanto, consiste en aplicar la discriminación y devolverla, evidenciando la no correspondencia entre el tener un cuerpo de hombre y la condición de ser mujer. Es importante considerar que el perreo depende de la situación concreta, el lugar y conocimiento acumulado que se tenga de la historia de vida de la persona o grupo en cuestión; por ende, es un juego léxico que les sirve para destacar su vanidad.

4 Es la persona con quien mantienen una relación afectiva, no importando si mantiene otra relación con una mujer biológica o incluso si está casado con esta última; por ello, ven estas relaciones como algo normal; incluso las personas trans les piden a sus parejas que les digan la verdad.

5 Son pandillas trasnacionales que se estructuran en cuadrillas; están integradas por grupos de personas que comparten la misma identidad. Su origen lo encontramos en la década de 1990 con el retorno a Centroamérica de enormes cantidades de emigrantes deportados de los Estados Unidos de América, por delincuencia.

6 Las trans nombran tapadas en general a todas las personas gay.

7 Actualmente la clientela se ha diversificado, pues incluye a hombres de diversa condición social.

8 Es "la versión castellana del inglés, 'to pass': pasar. 'passing' es tratar de aparentar como aquello que no se es con el propósito de integrarse socialmente. Puede referirse a la integración de género, racial, de clase, etc.". [Soley, 2005:213].

9 Alcahuete, o cómplice; en este caso es la persona que sirve como puente para llegar a otra.

10 Una persona que se junta con pandillas y que es asaltante.

11 El vocablo queer no tiene traducción al español. La teoría queer se ha intentado traducir como teoría torcida, teoría marica, teoría rosa, teoría "entendida", teoría transgresora; sin embargo, casi siempre se pierde el sentido preciso de la palabra inglesa, por lo que pensamos que es preferible utilizarla en el idioma original [Llamas, 1998; Guasch, 1998, 2000; Mérida, 2002]. En Fonseca [2009].

12 Travestis, transgénero y transexuales.

13 Aunque no existe una definición de ambiente, las personas gays y trans hacen referencia a modismos, lenguaje (perreo, chisme), lugares (estéticas, bares), temáticas (parejas, conquistas, clientes) y horarios relacionados con su estilo de vida.

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