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Cuicuilco

versión impresa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.18 no.52 México sep./dic. 2011

 

Métodos cualitativos de investigación

 

Algunas reflexiones sobre el camino andado dentro de la antropología física

 

Some reflections on the path of physical anthropology

 

Martha Rebeca Herrera Bautista* y Patricia Molinar Palma**

 

* Dirección de Antropología Física, INAH.

** Facultad de Medicina, Universidad Autónoma de Sinaloa.

 

Resumen

En nuestra experiencia como alumnas, investigadoras y docentes en el ámbito de la antropología física, nos hemos enfrentado a nuevos tópicos tanto en la construcción de los objetos/ sujetos de investigación como al uso de metodologías que si bien no son tan nuevas dentro de la antropología, en la parcela disciplinar confrontan a la tradición científica hegemónica de corte cuantitativa, abriendo nuevos senderos de investigación para acceder a otras aristas de la complejidad bio-psico-emo-sociocultural desde los paradigmas cualitativos.

El texto se desarrolla en dos momentos, en el primer apartado se relata la experiencia de una de las autoras en relación con el hacer y cómo hacer de la antropología física. En la segunda parte, se recobra la experiencia de quienes suscriben este relato, sobre todo en relación con seis ejes en el uso de metodologías cualitativas en campos del conocimiento antropofísico.

Palabras clave: métodos cuantitativos y cualitativos, experiencias, investigación, antropología física.

 

Abstract

In our experience as students, researchers and academics in the field of physical anthropology, we have faced new topics in the construction of objects/ subjects of research and the use of methodologies that, while not so new in anthropology, the disciplinary field confronts the hegemonic scientific tradition of a quantitative nature, opening new paths of research into other aspects of the bio-psycho-emo sociocultural complexity from qualitative paradigms.

The text unfolds in two parts, the first section recounts the experience of one of the authors in connection with carrying out, and how to carry out, physical anthropology. The second part relates the experience of those who subscribe to this point of view, specifically in relation to six axes practiced in the use of qualitative methodologies in the fields of anthropophysical knowledge.

Keywords: quantitative and qualitative methods, experiences, research, physical anthropology.

 

I. En el ayer

En mi inexperiencia como estudiante y posteriormente como pasante de antropología física, obsesionada ante nuestro escurridizo objeto de estudio, la diversidad humana, preocupada por definir lo antropofísico, me preguntaba por qué algunos temas de investigación de nuestro complejo campo de acción requieren justificarse y otros no ¿Qué configura lo antropofísico sin olvidar lo sociocultural? ¿Qué define el hacer de la antropología física? ¿Cómo responde este saber a los problemas actuales y emergentes de la sociedad? ¿Cómo abordar esa ininteligible interrelación biosocial de los seres humanos y, si es posible afrontarla sin quedarse de un lado o del otro de dicha interacción? ¿Con qué marcos y herramientas teórico-metodológicas contamos para ese encuentro de las dimensiones humanas en su convergencia y no en su divergencia? Y más aún ¿es posible aprehender dicha pretensión con los recursos científicos existentes? Preguntas aún vigentes que toman senderos diferentes en la investigación.

Así, tras discusiones, ansiedades y búsquedas para dar cuenta de tan complejo objeto de estudio, encontré que hasta hace pocos años, el criterio que definía el hacer antropofísico era el método utilizado, pero sobre todo la técnica, es decir, prevalecía el criterio de medir y cuantificar los fenómenos estudiados, sin importar si las descripciones y explicaciones quedaban fragmentadas bajo el paradigma biológico, sin descifrar la pretendida interrelación biosocial.

En la década de los ochenta del siglo pasado, se planteaba la necesidad del diálogo interdisciplinario y del trabajo colectivo dentro de la antropología. Raúl Murguía [1981 y 1989], Federico Dickinson [1982] y Florencia Peña [1982a y 1982b] fueron mis referentes en la construcción de lo antropofísico incorporando el matiz de la desigualdad social a la diversidad humana, de ahí la intención de comprender la importancia de dar cuenta de esa diversidad humana, cuya expresión somática revela la desigualdad social. Bajo esos marcos comencé mi andar por la investigación.

El primer tema de interés que pensé para el desarrollo de la tesis fue acerca de una comunidad nahua monolingüe, Santa María Chiconautla, perteneciente al distrito de Tehuacán, Puebla, que enfrentaba la sustitución de cultivos tradicionales por unos de tipo comercial, es decir, en los años ochenta el Estado promovía programas productivos como fue el desarrollo de la cafeticultura en esa comunidad con economía de autoconsumo. Realizamos un proyecto colectivo Ismael Gamboa Oropeza, compañero de la licenciatura, hablante de nahua y oriundo de esa población; Juan Carlos Ávila pasante de etnohistoria y yo. Nos interesaba evaluar el impacto de esas transformaciones productivas en las condiciones de vida y nutricionales de sus habitantes. Ciertamente, la investigación prestaba mayor atención a los procesos productivos que al ámbito antropofísico, y en ese momento, yo no lograba establecer con claridad cómo acercarme a dicha problemática e imprimir un enfoque biosocial. No obstante, presenté este proyecto a la Dirección de Antropología Física con el que fui aceptada para formar parte del personal de investigación, sin embargo, no fue posible realizarlo por falta de recursos financieros.

Gracias a esa incapacidad administrativa que no generó presupuesto para personal de nuevo ingreso, la maestra María Elena Salas, directora en turno, propuso mi integración al Proyecto Interdisciplinario Sierra Norte de Puebla, que años atrás era coordinado por el maestro Sergio López Alonso. Ahí comencé mi formación como investigadora. Si bien había cursado una serie de materias como ontogenia, somatología, estadística, entre muchas otras, que daban elementos teóricos para abordar el crecimiento y desarrollo físico humano, poco sabía respecto a cómo plantear un problema de investigación, mucho menos todo lo que implica el proceso mismo. El proyecto contaba ya con acervo bioantropológico (genético, antropométrico y socioeconómico) de por lo menos, 28 comunidades de cuatro filiaciones étnicas: totonacos, tepehuas, nahuas y otomíes que coexisten en esta región conformada por los estados de Hidalgo, Veracruz y Puebla. Incorporarme a la ardua tarea de procesar e interpretar los datos, de comprender qué me decía un conjunto de variables e índices antropométricos y las relaciones entre éstas, fue marcando mi sendero en la investigación.

Entre no saber qué hacer o aprender cómo hacer el planteamiento de un problema de investigación de todo ese acervo bioantropológico, decidí hacer un estudio de las condiciones de vida de cinco pueblos nahuas donde se advertía de manera clara, el desarrollo socioeconómico desigual por el que transitaban estas poblaciones y que podían ser valoradas a través del crecimiento físico de los niños en edad escolar. Proyecto que avancé por un buen tiempo y que después dejé en un compás de espera por varios años.

Para suplir —según yo— mis deficiencias académicas, tras la búsqueda de otras corrientes teóricas en antropología, estudié seis semestres de antropología social. Sin embargo en lugar de resolver mis inquietudes, en el abordaje de lo antropofísico, me alejaron un poco más, ahora sabía sobre todo de cuestiones del indigenismo, campesinado, mito, magia y religión, que de la métrica corporal y sus deficiencias nutricionales. Decidida a concluir la investigación invité a José Manuel Arias, amigo y compañero de la licenciatura de antropología física y apasionado por la lógica matemática, a que realizáramos de manera colectiva esta tesis. Entre intercambios de destreza y puntos de vista, concluimos un año después de dicha empresa. La tesis intitulada "Crecimiento infantil y condiciones de vida en la Sierra , Norte de Puebla" alcanzó un volumen de 260 páginas, con un anexo de cuadros estadísticos y pruebas de significancia que jamás hubiera imaginado realizar, pero que me permitieron comprender algo de la complejidad biológica del cuerpo humano, vista a través del largo proceso de crecer y desarrollarnos, así como también las inscripciones en éste dadas por la desigualdad social y mostradas en una gradación tanto de las condiciones materiales de existencia, entre las comunidades comparadas, como del estado nutricional de los menores [Herrera y Arias, 1994].

En esta experiencia de investigación partimos de la información obtenida por el equipo de investigadores años atrás, donde generalmente el trabajo de campo consistía en llegar a la comunidad, entrevistar a la directora y maestros de las escuelas primarias públicas, a quienes se les planteaban los objetivos de la investigación; se organizaban los equipos para hacer las mediciones correspondientes por grupos escolares; se llenaba la cédula antropométrica con algunos datos de la familia. Del mismo modo, se entrevistaba a las autoridades municipales y estatales, a los servidores de salud y otros actores sociales de las comunidades al fin de recoger información sobre aspectos económicos, políticos, religiosos y sociales de la población estudiada. Se efectuaba también una búsqueda bibliográfica para obtener datos socio-demográficos de la población en cuestión. Una vez recogida la información, se terminaba el trabajo de campo, el cual no duraba más de una semana en cada comunidad. Al regresar a la ciudad comenzaba el trabajo de gabinete, es decir, procesar los datos, analizar e interpretar los mismos y los resultados, enmarcados por una investigación bibliográfica que diera cuenta de las condiciones de vida de las poblaciones estudiadas.

Después de presentar el examen de grado y empecinada por aprehender lo antropofísico, cómo abordar esa pretendida relación biológico-social, realicé los estudios de maestría en medicina social en la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, misma que me brindó elementos teóricos y metodológicos para aproximarme desde otras aristas al nexo biopsicosocial, como lo nombraba en aquellos años mi estimada profesora Cristina Laurell.

Esta mirada de la medicina desde la crítica social me satisfizo en lo teórico, no tanto en lo metodológico donde nuevamente, quedaban lagunas en la mediación entre los fenómenos macro y micro sociales, y en la búsqueda de los determinantes sociales. No obstante, siendo una generación de nueve personas y un plan de estudios muy intenso, donde cada fin de cuatrimestre teníamos que presentar resultados producto de una investigación colectiva, experiencia que estrechó nuestra amistad entre el grupo y promovió que la investigación de tesis fuera colectiva, además de interdisciplinaria. Conformamos el grupo de investigación dos sociólogas, Luz María Campillo y Georgina Sánchez Modesto; Patricia Molinar Palma, trabajadora social; y yo, antropóloga. Luz María había trabajado intensamente por varios años en cuestiones de salud comunitaria, sobre todo en pueblos otomíes en el municipio de Temoaya, Estado de México, por lo que, su conocimiento de la zona y las redes sociales con las que contaba, fueron importantes para el trabajo colectivo que realizamos.

San Pedro Abajo fue la comunidad que seleccionamos para realizar el proyecto de investigación con cuatro ejes temáticos: el primero era evaluar el empoderamiento de las mujeres indígenas a través del trabajo desarrollado en estos grupos de salud comunitaria,1 el segundo se propuso comparar las estrategias de vida y salud de las mujeres obreras de los tapetes de lana (en la fábrica y a domicilio) en relación con mujeres dedicadas al trabajo doméstico; 2 el tercer eje fue en torno al estudio comparativo del crecimiento y condición nutricional de los hijos en edad preescolar de las obreras del tapete y de las amas de casa3; el cuarto no logró llegar a feliz término, pero consistía en el estudio del perfil de morbi-mortalidad de San Pedro Abajo, durante los últimos cien años.

En esta ocasión Luz María, Patricia y yo fuimos a vivir a Toluca para estar cerca de la comunidad, la decisión de ir y venir a San Pedro Abajo y no instalarnos en la propia comunidad, fue con el objeto de tener un espacio para discutir y evaluar el trabajo desarrollado cotidianamente, estancia que se prolongó por varios meses. Todos los días nos transportábamos a temprana hora hacia San Pedro Abajo y regresábamos al anochecer con hambre feroz. Como estrategia de sobrevivencia, nos manteníamos en ayuno para no enfrentar las vicisitudes corporales propias de la digestión ante la precariedad de las condiciones sanitarias del lugar. Entrevistamos a las mujeres en la domesticidad de su existencia, muchas de ellas realizaban las labores del tejido de tapetes de lana, acompañadas de sus hijos o por lo menos, los más pequeños y en ocasiones de sus esposos.

Conocimos la dinámica de cada grupo doméstico en tanto fue nuestro eje de análisis: cuántos eran, a qué se dedicaban, qué comían, a qué lugares y por cuanto tiempo salían los hombres con la finalidad de vender sus mercancías; las actividades en tiempo de ocio, las tareas de los niños; observamos y en ocasiones, nos compartieron sus alimentos. En fin, largas pláticas con las mujeres de varias generaciones, en sus solares o en sus espacios dedicados al tejido, que retrataron lo que significa ser mujer u hombre, niños, jóvenes y ancianos en esta comunidad; las delicias y vicisitudes de ser madre, viuda o soltera; las expectativas de las y los jóvenes ante el embate de la modernidad.

Entrevistamos también al personal de salud, del registro civil, donde consultamos sus archivos para saber de qué enfermaba y moría su gente; conocimos la dinámica de la comunidad a través de sus asambleas; tratamos con las autoridades municipales y del propio San Pedro; acudimos a las escuelas y también a las iglesias. Nuestra presencia en la comunidad se hizo habitual, al pasar por la calle en busca de un domicilio o de una persona, las mujeres nos hacían plática, nos enseñaron otras actividades que realizan cotidianamente como son sus tejidos en telar de cintura, el bordado y tejido de servilletas, la recolecta de leña, el pastoreo de animales, el arte de echar tortilla, lo oneroso que resulta lavar las cobijas en una piedra, entre otras labores cotidianas. La cercanía con las personas en su cotidianidad, fue develando sus modos de vida, la calidez humana con que fuimos obsequiadas, sus alegrías y penurias, sus bromas y disposición para ayudarnos en esta empresa de investigar. Constatamos cómo la pobreza y la desigualdad genérica de las mujeres otomíes se entretejen con la identidad étnica y quedan atrapadas en una vida de trabajo, con jornadas interminables y mínimos satisfactores o reconocimientos por parte de la sociedad, a su tarea cotidiana [Molinar y Herrera, 2005].

Considero que la investigación, nos dio la oportunidad de realizar un trabajo etnográfico intenso, reflejado en el análisis e interpretación de los datos. Pudimos retratar parte de una realidad que cuestiona nuestro quehacer como investigadores sociales. Conseguimos ir más allá del número, trascenderlo. Ese es nuestro logro en esta exploración, aplicar un estudio mixto, con datos duros, pero sustentados con la información cualitativa.

La siguiente investigación que realizamos en conjunto las que suscriben, fue en Valle de Chalco Solidaridad. Nuevamente bajo el pretexto escolar de otra tesis, la de doctorado.4 La experiencia de investigación fue más interesante esta vez, ya que formaba parte de un macroproyecto del posgrado de Antropología Física de la ENAH, que integraba a estudiantes en todos los niveles que imparte la propia escuela, coordinado por los doctores Florencia Peña Saint Martin y Sergio López Alonso, donde se trataba de conocer las estrategias de vida y salud en tres regiones de la zona metropolitana de la ciudad de México, que captaban distintos momentos de la integración de ésta: la delegación Milpa Alta y los municipios conurbados de Ciudad Netzahualcóyotl y Valle de Chalco Solidaridad [Peña y López, 1998a, 1998b y 1998c]. En esta investigación se buscaba conocer las especificidades de los procesos que inciden en la diferenciación biológica de los grupos humanos, en función de las relaciones sociales que establecen, particularmente en aquéllas que afectan su estado de salud, con el propósito de comparar las condiciones de vida y la dinámica familiar que coadyuvan a favorecer o inhibir el crecimiento y desarrollo de los menores de seis años que, como se sabe, son más vulnerables ante las condiciones de vida adversa [Peña y López, 1999]. Para la antropología física fue un enfoque novedoso, partir del grupo doméstico como unidad de análisis, con el propósito de explorar la heterogeneidad social existente y, a la vez, las particularidades de cada uno de estos lugares.

La primera fase del proyecto se realizó en 1997 y consistió en el estudio de crecimiento en población preescolar en todos los Jardines de Niños del sector público de los tres territorios. Una vez obtenidos los resultados del análisis nutricional, se contempló la segunda fase del proyecto, en la cual nos incorporamos Patricia y yo en 1998. Consistía en conocer las estrategias de vida y salud de 60 grupos domésticos en cada una de estas regiones, el trabajo de campo que desarrollamos en Valle de Chalco Solidaridad.

Posteriormente, en el año 2000 iniciamos la tercera fase de estudio en este asentamiento, que comprendió el trabajo de investigación doctoral, bajo dos ejes temáticos: la cultura materna en relación con el crecimiento y desarrollo de los hijos, expuesto por Molinar [2004] y la violencia intrafamiliar y su repercusión en el crecimiento y desarrollo de los niños, Herrera [2004]. La pretensión inicial era realizar el estudio en 30 grupos domésticos, seleccionados a partir de los niños: 15 menores por abajo del percentil, 15 para la estatura y el peso corporal, que supone algún grado de desnutrición, y otros 15 menores por arriba del percentil 85, que significa una condición con sobrepeso u obesidad. No obstante, por las condiciones adversas en las que viven estas familias y la obligada movilidad social de las familias con mayor precariedad, en los hechos sólo encontramos a 20 grupos domésticos, y de éstos, 14 fueron los que aceptaron participar en la investigación.

Como el objetivo era profundizar en la diversidad/particularidad de las estrategias de vida y salud de los grupos domésticos a fin de entender las dinámicas familiares, vistas a través de la cultura materna y la violencia, optamos por un enfoque metodológico mixto, aunque privilegiamos lo cualitativo, con la finalidad de explorar la parte intangible que conlleva ese proceso de crecer y desarrollarse, partiendo del hecho, de que la existencia humana se encuentra integrada por la experiencia personal, dada en sus genes, por mecanismos corporales bio-fisiológicos, la vida psíquica, y mediada por la condición social en la que se desenvuelven los individuos durante las diversas etapas de la vida, y que de alguna manera estas vivencias quedan inscritas en su corporeidad y en su subjetividad, lo que coadyuva a la variabilidad de las poblaciones más allá de su biología. Combinamos varios instrumentos para tales objetivos: cédula antropométrica y encuesta alimentaria de 24 horas; test proyectivos para valorar el desarrollo psicosocial y psicosexual de los niños; una encuesta sociodemográfica; entrevista a profundidad a fin de recuperar los relatos biográficos en torno a las estrategias de vida y salud; la cultura materna, la violencia intrafamiliar, el crecimiento y salud de sus hijos, la percepción sobre cuatro episodios de violencia, tanto en la familia de origen como en la actual y cuestiones sobre maltrato infantil, así como la salud auto percibida de las madres.

De esta manera podemos decir que, al explorar un nivel más profundo e individual/familiar, las dinámicas que se originan al interior de los grupos domésticos, a fin de conocer los arreglos familiares en torno a las relaciones, economías, consumo, cuidado y socialización de los niños, las prácticas, creencias y costumbres en torno a éstos, así como la violencia que puede generarse ante la precariedad de las condiciones en las que sobreviven, fue necesaria una metodología cualitativa, que orilló a que el trabajo de campo se realizara durante un año, mediante visitas domiciliarias programadas por día. Se calendarizaban tres sesiones diarias, procurando tener por lo menos dos reuniones a la semana con cada familia participante en el estudio. La investigación de tipo cualitativo, exige un arduo trabajo diario. Las entrevistas eran semiestructuradas, toda vez que si bien respondían a una guía previamente elaborada, se fomentaba la expresión de sentimientos y problemáticas de manera libre.

Privilegiamos el estudio de casos porque permite una doble referencia del objeto estudiado (como suceso único a la vez que común a otros). La comprensión de cada caso exige asimilar otros casos, otras actividades y otros sucesos, pero igual entender la unicidad de cada uno. Mediante la lectura de los relatos, los esbozos y las explicaciones de experiencias se encuentra la unicidad decisiva de cada caso particular [Stake, 1999].

Hemos de decir que este enfoque no fue entendido por una antropóloga física que fungió como nuestra sinodal en el examen de grado, al solicitarnos una investigación paralela al estudio de casos, que abarcara un universo más amplio de la población de Valle de Chalco Solidaridad y que sirviera de parámetro comparativo. También vale apuntar que en la valoración antropofísica de la estatura y el peso desarrollada por nosotras, cuando los niños tenían entre 8 y 9 años de edad, fue una total experiencia tratar las medidas en lo individual y no a nivel poblacional, como suele analizarse en nuestra disciplina, es decir, la valoración la hicimos como lo haría un médico en su consultorio, lo que también generó cierto escozor a la especialista.

Y es que vivir en la adversidad, es decir, en situaciones críticas que se imponen al individuo ante las condiciones de pobreza y exclusión social, tiene una clara repercusión en su integración como personas, en su actitud ante la vida y en la configuración de su subjetividad, con la que habrán de explicarse el mundo en que viven. La pobreza se inscribe en la historia personal [Aliena, 2002] en los cuerpos y en las subjetividades generando ciertas discapacidades físicas, emocionales o cognitivas, como lo mostraron nuestros resultados. De ahí que la historicidad de los procesos biológicos humanos deriva de la capacidad del cuerpo y la mente para responder con plasticidad contra y a través de sus condiciones de desarrollo, situación que conlleva a adaptarse, vivir, explicarse, sentirse, relacionarse con diferentes modos de andar por la vida [Laurell, 1994].

Así, en esta investigación hubo necesidad de trabajar más con elementos de tipo cuantitativo, ya que el crecimiento del niño y los datos de tipo demográfico así lo exigían. Pero debemos decir que la comprensión de la situación familiar, social y cultural de los villachalquenses, la pudimos "aprehender" sólo a través de los datos cualitativos, por lo que su aplicación requirió una preparación minuciosa de la estrategia metodológica que teníamos que aplicar cotidianamente.

 

II. Hoy como ayer

Hoy, como docente en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, cuando les pregunto a los alumnos de octavo semestre sobre su tema de tesis, escucho los problemas que enfrentan para definirlo, o más aún, para construir un problema de investigación. Entonces, me veo reflejada en su desconcierto y en su incertidumbre, me recuerdan esos años donde un papel avala la pasantía en una disciplina que marcó rutas posibles para navegar, sin aclararte del todo, los senderos para la travesía, es decir, en un sinfín de inquietudes originadas a lo largo de la carrera que sólo agudizan tu indecisión por un tema de investigación; la ignorancia sobre cómo desarrollar un proyecto de investigación ante la presión por concluir la tesis, ante la ignorancia del proceso que conlleva una investigación; la vergüenza o timidez para acercarte a los profesores y compartir tus dudas sobre la pertinencia del tema y del objeto de estudio; la inopia de lo que significa un marco teórico, entre otras vicisitudes académicas y de la vida misma.

Por esta razón destacamos algunos ejes de investigación por donde hemos transitado de investigaciones cuantitativas a cualitativas, o bien, con metodologías mixtas, según el problema de investigación y el nivel del conocimiento acumulado.

 

III. Reflexiones sobre el camino andado

Pero entonces ¿qué con todo lo relatado en el apartado anterior? Primero es importante resaltar que la vida ha sido generosa al brindarme la posibilidad de realizar investigaciones de manera colectiva desde los inicios de mi andar por estas veredas del conocimiento, lo que hace menos oneroso el camino de ,§ la investigación ante el diálogo recurrente, los puntos de vista diferentes, las aptitudes y destrezas, la sensibilidad y la experiencia, aunque también se impone el reto de la convivencia, la empatía, el compromiso, la comprensión de los roles y vidas privadas, la tolerancia, el reconocimiento de las potencialidades y limitaciones de cada miembro que conforma el equipo de trabajo.

Asimismo, que en la experiencia de formarme como antropóloga, los retos enfrentados me han llevado, tal vez sin pensarlo mucho, en pasar de lo cuantitativo a lo cualitativo; de unos ejes de investigación donde mi presencia no era tan vivencial con el "objeto" de estudio, a uno donde este "objeto" cobra vida y emerge entonces, como "sujeto en y de" investigación, que en el mismo proceso de indagación, significa su experiencia de vida en relación con el tema desarrollado. Un elemento sustantivo en esta metodología es la empatía que se produce con el "otro" y que se hace presente durante el procesamiento y análisis de la información, donde resultan relevantes sus historias, ambivalencias y contradicciones que lo configuran como un individuo en un contexto social y que se van confrontando o constatando con las observaciones realizadas durante el proceso, triangulación y análisis de la información. Experiencias de investigación que sin duda reflejan un momento histórico donde se presenta el cuestiona-miento en las maneras de plantear los objetos/sujetos de investigación a las ciencias sociales, así como la perspectiva de género y el reconocimiento en la apertura de fronteras disciplinares para el abordaje de lo biológico-social que conlleva a nuevos conocimientos de la complejidad humana.

Con los años hemos pasado de la exterioridad del cuerpo, vista a través de su forma y estructura, a fin de conocer su estado físico, a una sobre los adentros del sujeto, es decir, cómo se percibe, siente, piensa, desea, experimenta o cree, y justamente estas dimensiones del ser humano, antes excluidas de la antropología física, contribuyen a configurar posibles modos de andar por la vida, por demás diversos e irrepetibles, como ocurre con nuestro componente genético. Situación que nos acerca a otras lecturas de lo bio-psico-emo-sociocultural. Por eso no entendemos cuando algunos antropólogos físicos, de generaciones precedentes, plantean que esto que hacemos algunos colegas ¡ya no es antropología física! que considero es al revés, estamos integrando el alma al cuerpo y dando cuenta realmente, de cómo se configura, desde la subjetividad esa diversidad humana, más allá de las características morfoscópicas, la estructura y composición corporal o nuestra herencia genética.

Situación que en otro momento no lográbamos vincular, quizá porque desde una mirada positivista, no se permitía virar el objeto de estudio al plano de la subjetividad, menos aún, reconocer que en nuestra interpretación y comprensión del problema, también se configura por la objetividad subjetivizada del investigador.

Otro elemento que subyace en la apertura del hacer de la antropología física, es las vertiginosa transformación sociodemográfica que nos tocó vivir durante el siglo XX, que cuestionó y convulsionó las maneras de pensarnos y relacionarnos socialmente e impuso la necesidad de ampliar nuestros horizontes; así como analizar los fenómenos bio-psico-emo-socioculturales a partir de otros referentes ignorados por la tradición científica ante su pretendida "objetividad".

Hoy, ante la emergencia de diversas maneras de ser y estar en el mundo globalizado, se rompen viejos paradigmas científicos, que al ser cuestionados plantean nuevas preguntas de investigación a viejos problemas de la condición humana, tales como el dolor, la violencia, las identidades sociales y sexuales, la anorexia, las patologías crónico-degenerativas, y un largo etcétera, que han comienzan a abordarse desde la mirada cualitativa.

Es por ello que queremos resaltar algunos ejes desde nuestras experiencias de investigación que han impactado la manera en que nos aproximamos y construimos lo antropofísico. Es decir, en los últimos años, además de las investigaciones relatadas en párrafos anteriores, hemos desarrollado algunas otras, que contemplan estrategias metodológicas mixtas cuantitativo-cualitativas. En este sentido, quisiéramos desarrollar la presente reflexión, no para enarbolar lo cualitativo sobre lo cuantitativo, depende en todo caso, de lo que se pretende investigar y desde dónde se construye el problema, que desde luego, incluye el nivel de conocimiento al que se pretende arribar, esto es, comprender el fenómeno estudiado en su complejidad. Consideramos necesario rescatar la riqueza que para los temas desarrollados nos brindan estas metodologías. Al plantearnos el estudio de las estrategias de vida y salud con ambulantes de la Ciudad de México, así como el problema de la percepción corporal en jóvenes estudiantes de medicina o el proceso menopáusico relatado a través del sentir y percibir de las mujeres en esta fase de la vida. En ese sentido, nos interesa apuntar algunos alcances a partir de estas investigaciones en torno a poblaciones contemporáneas, mismas que resultan importantes, toda vez que tocan problemáticas sociales actuales y emergentes.

También porque han permitido un acercamiento con los sujetos/objetos de investigación desde una perspectiva que privilegia el encuentro cara a cara, con el fin de comprender los significados que las personas dan a sus cuerpos, sus percepciones, sentidos y vivencias, y desde ahí, acercarnos al entramado bio-psico-emo-sociocultural.

 

1. Del dimorfismo sexual a las desigualdades de género

En antropología física uno de los criterios más utilizados para clasificar las diferencias biológicas entre los individuos de una población es el sexual. Por medio de éste se observan, describen, clasifican, analizan y comparan las diferencias anatómicas, fisiológicas, genéticas y/o comportamentales existentes entre hombres y mujeres. Diferencias que, vistas a la luz del proceso evolutivo, filogenético y ontogenético del Homo sapiens parecieran del orden de lo innato en clara correspondencia con los roles y estereotipos hegemónicos. No obstante, estas diferencias biológicas que en interacción con el ambiente, las relaciones sociales y el desarrollo sociocultural, han modelado algunas capacidades, potencialidades y vulnerabilidades biológicas y sociales, signando en los cuerpos desigualdades genéricas y por ende sociales.

En ese sentido, la perspectiva de género, nos ha permitido abrir la mirada a la hora de proyectar dichas investigaciones, pues contribuye a develar cómo las disciplinas sociales, siguiendo el método científico de las ciencias naturales, configuraron por largo tiempo una perspectiva androcéntrica, que a través de un lenguaje sexista, consolidó al hombre y su hacer, como paradigma de lo humano, invisibilizando y negando la participación de las mujeres en la reproducción social y en el devenir como especie humana [Moore, 2004].

Así, el género desenmascara el sistema sexo-genérico que sustenta como principio ordenador de la sociedad, la subordinación femenina y un pensamiento binario subyacente en las relaciones sociales entre hombres y mujeres. Ahora bien, como categoría, el género remite a una construcción social que alude a características culturales y psicológicas asignadas de manera diferencial a hombres y mujeres, configurando modos particulares de pensar, sentir, comportarse y relacionarse [Barbera, 1998]. En ese doble sentido (como perspectiva y como categoría) el género nos acercó a la inequidad entre hombres y mujeres, situación que permeó en todas las esferas sociales, es decir, en lo institucional, económico, político, religioso, familiar e individual.

Como hemos esbozado anteriormente, dentro de la tradición antropofísica, el dimorfismo sexual sirve para valorar las diferencias intersexuales o intrasexuales en una población vista a través de la genética o de múltiples condicionantes como las nutricionales, laborales o de vida. También ha servido para considerar las potencialidades de desarrollo de mujeres y hombres en áreas específicas del deporte, diferenciar los perfiles de morbi-mortalidad, los procesos de crecimiento y maduración sexual, los patrones de acumulación de grasa y los riesgos asociados a determinadas enfermedades; los cambios corporales en el envejecimiento, entre muchos otros.

Así, las diferencias biológicas entre los sexos han sido un criterio de selección y análisis en las poblaciones estudiadas. No obstante, cómo se traducen estas diferencias anatomo-fisiológicas, neuroendocrinas, genéticas, cerebrales o sexuales en la experiencias de vida, por demás desigual entre hombres y mujeres, son temas de interés que nos convocan a repensar el sustrato del objeto de estudio, la diversidad humana desde otros márgenes donde convergen los procesos biológicos, psíquicos, sociales y culturales que modelan la subjetividad y las experiencias de vida.

La perspectiva de género, por lo común, ha permitido vislumbrar cómo estas desigualdades entre los géneros han sido legitimadas a partir de los discursos científicos, religiosos, jurídicos y socioculturales, e inscritos en el cuerpo, psique, identidad, espacios, relaciones sociales de mujeres y hombres. De ahí el cuestionamiento a la normalidad preescrita en la sociedad, tanto de las relaciones sociales, como en el deber ser de los sujetos sociales, así como la emergencia y presencia de otras identidades que trascienden las relaciones heterosexuales.

 

2. Del cuerpo medido al cuerpo vivido

Otro eje importante en el hacer antropofísico, fue sobrepasar el cuerpo humano fragmentado como objeto de estudio, que en aras de dar cuenta de una variabilidad biológica, ha sido desmembrado para estudiarlo en sus características morfoscópicas o morfológicas, diferencias intersexuales, niveles nutricionales y un largo etcétera. Hoy el interés por el cuerpo o mejor dicho, por la corporeidad humana, rebasa en gran medida este soporte físico-tangible donde se expresan las adaptaciones macro y micro evolutivas. Hoy, el cuerpo humano se observa como un organismo en devenir, productor de su propia especificidad, corporeidad, experiencia y vivencia, delineado y marcado simbólicamente a través de jerarquías socioculturales: genéricas, etarias, identitarias, sociales, étnicas, religiosas. El cuerpo hoy es reconocido como un factor esencial de la vida humana, donde las impresiones vividas se encarnan en éste y configuran la experiencia vital del ser humano. Así el cuerpo es cuerpo vivido a la par que corporeidad objetiva, cuerpo con el que actuamos y vivenciamos en la multiplicidad de las situaciones vitales, y que a tal punto es parte integrante de nuestra conducta que resulta inseparable de la personalidad y del propio sentimiento de identidad como bien apunta Aisenson [1981: 12].

Así, el cuerpo vivido y sintiente en relación con la enfermedad, el dolor, la violencia, los trastornos psicosomáticos, los cambios físico-emocionales y sus respuestas socioculturales en eventos como la menopausia o la vejez, si bien nos remiten a un sustrato biológico, también lo trasciende al espacio experiencial, simbólico y cultural, difícil de develar en tanto se encuentra entrampado por los discursos hegemónicos, donde se "naturalizan" sus condicionantes sociales, se invisibilizan las asimetrías genéricas y sociales, y se desecha toda la gama de expresiones comportamentales donde radica precisamente lo propiamente humano ante la institucionalización de la "normalidad".

 

3. Del universo de estudio o "población" al grupo doméstico

Por lo general, en los estudios antropofísicos, la selección del universo de estudio se realiza bajo criterios como el sexo, edad, grupo étnico, ocupación, condición social, o bajo cualquier otra razón metodológica, sin seguir parámetros estadísticos que definan la representatividad de una muestra como ocurre en otros ámbitos de investigación sociológica o biomédica. Así, el número de individuos que configuran dicho universo, se establece en relación al criterio por el que son seleccionados sin importar cuántos individuos conformen la "muestra", "universo" o población de estudio, ni qué tan representativo resulte del conjunto social.

Desde hace algunos años en nuestras investigaciones hemos optado como unidad de análisis al grupo doméstico, entendido como una organización estructurada a través de redes de relaciones sociales entre individuos, que generalmente están ligados entre sí mediante relaciones de parentesco, que comparten una misma casa habitación y que, en armonía o conflicto, organizan conjuntamente su reproducción cotidiana [Oliveira, Pepin y Salles, 1989]. Siendo que estos grupos responden y se configuran a partir de fenómenos macroestructuales, las prácticas familiares expresan valores, creencias, aspiraciones y sucesos que son vividos en el espacio cotidiano del grupo doméstico como parte de un habitus, importante en la conformación de los individuos, y al decir de Bourdieu [1988], por medio de este habitus surge un proceso en el cual lo social se interioriza en los individuos y logra que las estructuras objetivas concuerden con las subjetivas.

En ese sentido, la unidad de análisis nos permite explorar un nivel de relaciones sociales, más profundo e individual, y captar las dinámicas que se generan al interior de éstos, a fin de conocer la diversidad de arreglos familiares en torno a las relaciones, roles y estereotipos; los espacios de decisión, negociación y conflicto; el ambiente doméstico que se forja entre las prácticas, creencias y costumbres en torno a los cuidados y socialización de los niños, la sobrevivencia ante condiciones de vida adversa, la violencia, entre otros tópicos cotidianos de la vida doméstica, pero más aún, nos permitió conocer cómo se conciben a sí mismas las personas en interacción, la ebullición de sentimientos, reacciones, dolencias y conflictos, frustraciones que se entretejen con lo inesperado que la propia vida impone.

 

4. De la homogeneidad a la heterogeneidad social

Hemos mencionado que en la tradición antropofísica, los estudios en población contemporánea en general seleccionan su objeto de estudio en función de un distintivo social: grupo étnico, estrato social, actividad profesional, entre otros y bajo este criterio se vuelve homogéneo al conjunto o "universo de estudio". En nuestra experiencia de investigación, partimos del reconocimiento de que aún en un mismo territorio o espacio social, independientemente del distintivo que se elija, como puede ser una etnia o una colonia marginal e inclusive una familia, las personas que conforman o habitan ese espacio presentan matices en toda las dimensiones sociales; situación que contribuye a demarcar diferencias entre éstos, tanto en las condiciones materiales de existencia, que a su vez matizan las formas de vida y de relación entre las personas, así como en la gama y apego a los valores, creencias, imaginarios y estereotipos que configuran las experiencias de vida de cada uno de los miembros de ese colectivo, de ahí la importancia de reconocer esa heterogeneidad social que delinea diversos modos de andar por la vida.

 

5. Del dato frío a la empatia con el sujeto entrevistado

Otro aspecto por el que hemos transitado en nuestras investigaciones son los métodos utilizados, es decir, del análisis cuantitativo donde la estadística invisibiliza a los individuos con la finalidad de mostrar los valores de tendencia central que establecen la "normalidad" del fenómeno estudiado y/o el grado de dispersión en relación con ésta, en el que los sujetos desaparecen como tal y sólo representan un dato más o un punto dentro de la curva representada en una gráfica, en tanto que se privilegia el análisis del comportamiento general de la población. Situación contraria sucede cuando se selecciona una metodología cualitativa, por ejemplo, el estudio de casos, que bajo criterios establecidos escoge un número determinado de casos, con el fin de profundizar en la particularidad de los sujetos en relación con el tema abordado. Se utilizan entrevistas semi-estructuradas sobre diferentes ámbitos de la vida del sujeto en relación con el tema propuesto, donde interesa su referente biográfico, poniendo énfasis en las diferentes maneras de percibir, experimentar, manifestar y representar el fenómeno indagado en cada uno de los sujetos. Por ejemplo, investigaciones antropofísicas en torno a patologías crónico-degenerativas por sus costos y trascendencia en la salud pública, reconociendo el peso sustantivo de las emociones en la expresión de éstas, de modo que la diabetes, la cirrosis, la anorexia, la obesidad, la insuficiencia renal y el VIH-sida, tienen nuevas lecturas que nos llevan a comprender las formas modernas de vida y el padecer cotidiano de las personas, matizado por la identidad genérica, que nos ciñe bajo ciertos comportamientos entendidos como roles y estereotipos sociales;, las condiciones de vida que demarcan modos específicos de andar, las prácticas, creencias y costumbres del entorno sociocultural que norma nuestros gustos y hábitos alimenticios, higiénicos, de prevención y/o curación, las tecnologías alimentarias que privilegian las ganancias antes que la salud, impactando en la mala nutrición, pero sobre todo, las maneras de ser, sentir y expresar nuestros sentimientos y emociones al relacionarnos en sociedad, amén de las transformaciones socioculturales que impactan a los individuos y colectividades de diversa manera, y donde la antropología física ha comenzado a explorar e intenta comprender esa complejidad tejida en la biología del ser humano, causa y consecuencia de su participación en la transformación de su contexto ambiental, producto de relaciones sociales particulares.

 

6. De la cédula antropométrica a los tests proyectivos

Otro eje que exploramos, que no necesariamente corresponde a los métodos cualitativos, pero que nos permitió acercarnos al desarrollo psicosexual y psicosocial, núcleo en donde se gesta la condición humana, por demás vulnerable, es el de los tests proyectivos como la figura humana de Machover [1949], donde el niño dibuja a las personas y a sí mismo, no como las ve, sino como las concibe, en función de su madurez psicomotriz y su experiencia de vida, además de informar sobre la personalidad de los individuo [Porot, 1950]. El dibujo de la familia también revela, sin que el niño lo advierta, los sentimientos reales que experimenta hacia los suyos y la situación que lo coloca a sí mismo dentro de la familia, así, más que retratar cómo es realmente su familia, muestra cómo se la representa [Corman, 1967]. En ese sentido, por ejemplo, encontramos en el caso de Valle de Chalco Solidaridad, que los niños viven en entornos familiares violentos, donde el maltrato emocional pesa en su experiencia de vida cotidianamente y para adaptarse a esas condiciones, ejercen un aplanamiento en sus sentimientos y emociones, a fin de ser fuertes o indiferentes a todo lo que sucede alrededor, no obstante, que muestran inseguridad, depresión, aislamiento, impulsividad, necesidad de gratificación, falta de afecto y atención, coraje, frustración, preocupación y angustia, entre otros rasgos que configuran un patrimonio carenciado con el que se enfrentarán a la vida adulta, información que no nos brindan los datos antropométricos [Molinar y Herrera, 2009].

Esta experiencia también permitió encontrarnos con los niños y conocer de viva voz sus puntos de vista, preocupaciones, alegrías y tristezas, situación que trasciende de su estructura y forma corporal o condición nutricional, y devela cómo las vicisitudes del diario vivir se inscriben en su cuerpo, en su carácter, en sus destrezas, en sus capacidades o discapacidades y que modelan modos posibles de andar por la vida.

 

7. De la causalidad a la perspectiva del actor

En estudios cuantitativos se realizan los análisis multifactoriales para ver de qué manera inciden cierto número de factores en la explicación de un fenómeno determinado; no obstante, bajo este modelo es imposible rescatar la interpretación que los propios actores hacen de sus acciones, experiencias, sentimientos, emociones y los significados que les otorgan a sus vidas, sucesos, procesos y/o estructuras, que develan aspectos importantes del ser humano dentro de la vida social, es decir, rescatar la perspectiva del actor nos permite comprender a las personas dentro de sus contextos de referencia matizados por su propia subjetividad y signados por su experiencia, situación que coadyuva en delinear cierta particularidad que exhibe la diversidad de modos de vida y del ser, a la vez que devela la complejidad humana. De ahí la importancia de las narrativas personales y/o las historias de vida donde se revelan fenómenos sociales.

 

Para concluir esta expedición

La discusión presentada, de ninguna manera pretende ser concluyente, consideramos que el debate recién empieza. Es satisfactorio ver que en los distintos foros nacionales e internacionales, esta discusión ocupa más de una sesión de trabajo, esto es así, al menos si se toma en cuenta, que el texto pone en la mesa de discusión los ejes planteados que logren abordar las investigaciones con categorías empíricas que respondan a nuestras carencias y búsquedas en las estrategias metodológicas que el trabajo de campo requiere. Es necesario aclarar que dichos ejes, nacen de nuestra experiencia en el trabajo de campo y en las interminables horas de discusión, con el deseo de allanar el camino a los interesados en el estudio de la realidad social.

 

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Notas

1 Luz María Alvarado Campillo, "Participación colectiva en salud popular y procesos de cambio en mujeres indígenas. Una experiencia de autoevaluación", tesis de maestría en Medicina Social, UAM-Xochimilco, México, 1997.

2 Patricia Molinar Palma, "Mujer Otomí, que amamanta y enferma durante la jornada interminable de una vida alfombradamente áspera", tesis de maestría en Medicina Social, UAM-Xochimilco, México, 1998.

3 Martha Rebeca Herrera, "Los modos de andar por la vida, crecimiento y condición nutricional en preescolares otomíes de San Pedro Abajo, Estado de México", tesis de maestría en Medicina Social, UAM-Xochimilco, México, 1997.

4 Patricia Molinar, "Catorce ejemplos de sobrevivencia infantil donde catorce madres de Valle de Chalco han mostrado su tenacidad, su cultura, sus debilidades", Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2004, y Martha Rebeca Herrera, "En el silencio de su soledad, la reproducción de la violencia intrafamiliar en Valle de Chalco Solidaridad", Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2004.

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