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Cuicuilco

versão impressa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.17 no.48 México Jan./Jun. 2010

 

Reseñas

 

Aprender a dialogar desde la interculturalidad

 

Luis de la Peña Martínez

 

Natalio Hernández, De la exclusión al diálogo intercultural con los pueblos indígenas, México, Plaza y Valdés y Universidad Intercultural de Chiapas, 2009.

 

Escuela Nacional de Antropología e Historia, México

 

El primero de los ensayos que conforman este libro fue escrito en 1999 y en él se marca el paso de un siglo a otro en la reflexión y la acción política acerca de (y desde) los pueblos indígenas: "Del indigenismo del siglo XX al humanismo del siglo XXI ". Como el título del libro lo indica, su autor recorre el camino que ha llevado "de la exclusión al diálogo intercultural" a propósito de las temáticas de la identidad, la educación, la lengua y la literatura de este importante sector de la población de nuestro país.

Este recorrido supone un conocimiento profundo de los antecedentes históricos y de la situación actual de dicha problemática, ya que el maestro Natalio Hernández ha sido un participante activo en varios de los procesos culturales, educativos y políticos por la reivindicación de los derechos de las comunidades indígenas, tanto en su calidad de escritor e intelectual, como en la de profesor y funcionario.

Su conocimiento de esta realidad social no sólo le ha permitido mostrarnos en sus trabajos una visión a detalle de las dificultades propias de estos procesos reivindicatorios sino, también, de sus logros y avances, con lo que enriquece nuestra perspectiva del papel que los llamados "pueblos originarios" desempeñan en el desarrollo social y democrático de una nación como la nuestra, la que constitucionalmente está reconocida como una nación multicultural y multilingüe.

El concepto clave del libro es el de interculturalidad: el diálogo que debe establecerse entre los pueblos indígenas y el resto de la sociedad; un diálogo real y concreto que de manera recíproca posibilite la existencia de un puente que conduzca, en ambos sentidos, de unas formas de cultura a otras.

Sólo entonces se podrá transitar "del conflicto a la creatividad", tal como lo propone nuestro autor, y como lo han hecho ya los artistas y educadores indígenas, quienes con sus obras y su labor creadora nos ofrecen alternativas para poder alcanzar una convivencia civilizada, en la que se asuma el respeto a la diversidad cultural como un factor fundamental en la instrumentación de una auténtica equidad social.

Natalio Hernández es ante todo un escritor, quien actualmente forma parte del Sistema Nacional de Creadores del FONCA, y con su obra poética, reunida en el libro antológico Yancuic Anahuac cuicatl (Canto nuevo de Anáhuac), ha dado continuidad y fortaleza a la palabra náhuatl, a la flor y el canto: in xochitl, in cuicatl, difrasismo con el que en esa lengua se designa a la poesía. Pero, además, ha sido un pensador (tlamatini: hombre sabio) y un activista en defensa de los derechos de los pueblos indígenas. Su labor le ha llevado a crear y a colaborar en organizaciones como, por ejemplo, la Alianza Nacional de Profesionales Indígenas Bilingües, Asociación Civil (ANPIBAC), de la que participó como representante en la Reunión de Barbados, lado de antropólogos como Guillermo Bonfil Batalla; ELIAC (Escritores en Lenguas Indígenas, Asociación Civil), asociación creada en 1993 y de la que fue el primer presidente de su mesa directiva; y, recientemente, ha organizado una fundación para la difusión de la cultura y lengua náhuatl: Macuil xochitl (cinco flores), de la que forman parte Miguel León–Portilla y Carlos Montemayor (+).

Como ensayista, Natalio Hernández ha reunido algunos de sus textos en los libros In tlahtoli, in ohtli (La palabra, el camino): Memoria y destino de los pueblos indígenas (México, Plaza y Valdés y Centro Internacional de Prospectiva y Altos Estudios, 1998) y El despertar de nuestras lenguas (Queman tlachixque totlahtolhuan) (México, Editorial Diana, 2002). En ellos se puede constatar la evolución de su pensamiento y su modo de expresión, que en el libro que aquí comentamos alcanza una depurada sencillez en el estilo, acompañada de una claridad conceptual acerca de las problemáticas que atañen a las culturas indígenas. Su propuesta de un diálogo entre estas comunidades y o el resto de la sociedad mexicana resulta más que necesaria en los momentos en que la idea de un Estado–nación homogéneo se halla en crisis. Desde el inicio de 1994 se hizo evidente la ruptura con un modelo sociopolítico y cultural que excluía a los pueblos indígenas de cualquier proyecto de gobierno. La "voz alzada" de los zapatistas y su rebelión discursiva creó las condiciones para que quienes hasta entonces eran considerados como simples indicadores anónimos en las estadísticas económico–administrativas que contabilizan la miseria o como meros objetos de estudio antropológico, se constituyeran en agentes de su propia historia y destino.

De la exclusión al diálogo intercultural con los pueblos indígenas es un testimonio de esta profunda transformación ocurrida en nuestro país. Su autor revisa los fundamentos antropológicos y políticos que sustentaron al "indigenismo" del siglo XX, caracterizado como una forma de control y de desaparición de modos de vida que se concibieron desde las distintas esferas del poder, indebidamente, como opuestos al "progreso" socioeconómico de la nación mexicana. Los distintos regímenes surgidos de la revolución mexicana diseñaron una política de "integración" de las comunidades indígenas a la dinámica de las comunidades mestizas, lo que en la práctica significó el desconocimiento y el desprecio hacia sus peculiaridades lingüísticas y culturales. Más que reconocer la diferencia cultural se le estigmatizó y atacó como un "mal" para la llamada "cultura mexicana".

El actual reconocimiento constitucional de México como una nación multicultural y multilingüe ha sido el resultado de las luchas que los pueblos indígenas han llevado a cabo en distintos ámbitos nacionales como internacionales, que van de los movimientos en protesta por la conmemoración del V centenario del "descubrimiento" de América, pasando por la insurgencia zapatista, hasta las distintas acciones que en los últimos años han desarrollado colectivos culturales y políticos que han surgido de las comunidades indígenas, como lo son las distintas academias de las lenguas mexicanas, las radios comunitarias o las variadas propuestas artísticas y de educación intercultural.

A la pregunta, ¿es posible establecer un diálogo intercultural en un país como el nuestro?, Natalio Hernández parece responder con distintos ejemplos en los que él ha estado involucrado, como es el caso de los proyectos de educación intercultural y bilingüe tanto en la educación primaria como en las universidades, como el de la Universidad Intercultural de Chiapas, que coedita este libro (y cuyo rector, el doctor Andrés Fábregas, es el autor del prólogo) o como el proyecto universitario "México, nación multicultural", en el que Hernández se desempeña como profesor.

La interculturalidad significaría para el autor de este libro, con todas las dificultades que ello implica, un avance más allá del reconocimiento de la pluri–o multiculturalidad. Es necesario insistir, como él nos lo indica, en el hecho de que si no existe una voluntad explícita para propiciar un diálogo intercultural, todo quedaría en simples intenciones demagógicas o, cuando más, en prácticas desarticuladas cuyos efectos no llegarán a favorecer dicho diálogo. De ahí, la importancia de comenzar a abordar esta problemática desde la educación básica, pero no sólo en aquella que se ofrece en las poblaciones indígenas, sino también, o sobre todo, en aquella que se da en los ámbitos "no–indígenas", pues ahí los prejuicios y reticencias son mayores respecto a una educación que promueva el respeto a la diferencia cultural.

Creo que en muchos de los países "desarrollados" (Estados Unidos y los países de la Unión Europea), mal que bien, la interculturalidad está presente en las agendas políticas de sus gobiernos (como una necesidad de la propia globalización económica y los problemas que conlleva la migración extranjera), mientras que en nuestro país, pese a tratarse de connacionales, no existen políticas integrales que tomen en cuenta la perspectiva intercultural.

Por ello, un libro como éste sirve de recordatorio acerca de lo poco o mucho que se ha hecho para que en la sociedad mexicana exista una conciencia intercultural (que en realidad debería ser transcultural) que posibilite un diálogo entre distintas lenguas y culturas. Un diálogo que sea una alternativa a las formas excluyentes y antidemocráticas como las representadas por el racismo y la discriminación hacia los indígenas que tiene en la denegación ("en México no hay racismo") su fórmula discursiva más obvia y evidente.

El camino recorrido por Natalio Hernández es un camino que lo ha conducido a encontrar en la creatividad un elemento fundamental para acabar con las trabas y cerrazones que, de un lado o de otro, han impedido la apertura hacia una realidad social enriquecida con las múltiples aportaciones culturales y lingüísticas de los pueblos indígenas. La creatividad es un modo de buscar soluciones originales a los problemas que conciernen a un grupo o sociedad, y una de esas formas ha sido la literatura, como ocurre con su libro de poemas trilingüe (náhuatl–español–inglés) titulado Semanca Huitzilin / Colibrí de la armonía /Hummingbird of Harmony, en que Hernández pone a dialogar a la poesía náhuatl con otras lenguas, como cuando traduce el ya mencionado difrasismo in xochitl in cuicatl/ flor y canto, a otras lenguas mexicanas y extranjeras.

Se trata de co–existir con otras formas de vida, de "ser–en–común" o "ser–con", más que de lograr una integración perfecta y homogénea: o si se quiere, la "diferencia" es la marca que nos vuelve comunes, es decir, lo que puede permitir comunicarnos y formar "comunidad". Somos diferentes porque somos siempre otros. Este es el verdadero aprendizaje que se puede obtener de este libro. Porque a final de cuentas como lo dice el título de la "Postdata" del libro: "Todos somos migrantes"; la trans–cultura es el viaje que nos lleva de un lugar a otro (real o imaginario), que nos hace romper las fronteras (internas o externas, físicas o simbólicas). Ir de una lengua a otra, de un modo de entender y sentir el mundo a otro, es una respuesta al monólogo del poder y de todo tipo de fundamentalismo, incluido el de aquellos indígenas que no desean dialogar con otras tradiciones culturales.

Otra de las propuestas principales que se hallan contenidas en este libro, es una que se ha vuelto una realidad: durante muchos años la propuesta acerca de la creación de un Instituto de Lenguas Indígenas fue una reivindicación que Natalio Hernández expuso como participante tanto de ANPIBAC y ELIAC, por lo que la fundación del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas en 2003 puede ser entendida como un logro de la lucha de los pueblos indígenas, más que como un obsequio del gobierno, y en particular, como un resultado de la constante actividad a favor de las lenguas mexicanas por parte del maestro Hernández.

Las llamadas lenguas indígenas son una muestra de la diversidad cultural que conforma a México como uno de los países con mayor número de lenguas habladas en su territorio. Sin embargo, éstas han sido consideradas, por desgracia, como un obstáculo para el desarrollo social y político.

Ello nos obliga a reflexionar acerca de las verdaderas causas que han hecho que las comunidades indígenas hayan sido relegadas en lo referente al acceso a servicios básicos como la atención a la salud y a la educación, pero, sobre todo, es necesario considerar las alternativas para que este estado de cosas pueda ser, en la medida de lo posible, revertido.

En este sentido, el respeto a los derechos lingüísticos y culturales de los pueblos originarios se presenta como un requisito indispensable para la construcción de una nación auténticamente multicultural y multilingüe. Dichas comunidades poseen formas de organización basadas en usos y costumbres que les han permitido sobrevivir y conservar sus lenguas y culturas. Esta difícil situación les ha llevado a una lucha en la que se han conseguido avances significativos, que aunque importantes todavía no son suficientes para garantizar las condiciones para un desarrollo socioeconómico justo y ordenado.

El papel que las diversas lenguas mexicanas tienen en este proceso es fundamental, pues son la base para la consolidación de un modo de vida que posee antiquísimas raíces pero que no se contrapone, necesariamente, a otras formas de innovación tecnológica y cultural, con las que se puede convivir sin entrar en contradicción, tal como ha ocurrido con otras experiencias culturales y económicas, como las que representan algunos países asiáticos como China o Japón.

Se tiene que aprender a dialogar desde la interculturalidad para saber reconocer las limitaciones que en materia de justicia existen para con los pueblos indígenas, que han impedido la participación de este sector en la toma de decisiones políticas, así como también han creado una serie de estereotipos que estigmatizan a los hablantes de una lengua indígena como personas "incultas" y sin valores positivos, un prejuicio debido al desconocimiento de otros códigos culturales distintos a los de la mayoría de los hablantes del español y que los medios de comunicación se han encargado de consolidar.

Más que un obstáculo, las lenguas indígenas pueden constituir un factor para el desarrollo de las comunidades en que éstas se hablan y para todo el país. Las lenguas son, no meros instrumentos o medios de comunicación, sino la posibilidad misma de crear y fortalecer una comunidad: ellas constituyen formas de vida en las que se expresan distintos modos de concebir al mundo y de actuar en él.

Hoy más que nunca es necesario el conocimiento, el desarrollo y defensa de las lenguas indígenas, pues de no hacerlo se perdería una parte importante de nuestro patrimonio cultural: el rechazo a cualquier lengua supone una negación de aquellos que la hablen y un paso para su desaparición.

Pero, ante todo, es fundamental que estas lenguas se hablen y se escriban para que pueda propiciarse un diálogo entre culturas, que de manera justa haga una realidad lo que hasta ahora parece una utopía: que las comunidades indígenas tengan un desarrollo adecuado para enfrentar las necesidades y los retos que les impone un mundo en que la comunicación y los diferentes avances tecnológicos son un factor clave para lograr formas de convivencia y de participación que nos enriquezcan e involucren a todos.

Por todo ello, el libro de Natalio Hernández contribuye a concretar este diálogo y aporta elementos de análisis para conocer la situación en la que se encuentran los pueblos indígenas en este siglo, marcado, sin duda, por la interculturalidad.

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