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Cuicuilco

versión impresa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.16 no.47 México sep./dic. 2009

 

Dossier

 

El estudio de la clase común: el asentamiento de Xaltocan durante el Posclásico en la cuenca de México

 

Elizabeth M. Brumfiel

 

Northwestern University

 

Resumen:

Bill Sanders se dedicó al estudio de la gente común, de las masas poblacionales que sustentaron con su trabajo el estilo de vida opulento de las elites que detentaban el poder. Mediante trabajos de superficie en la escala regional, Sanders y sus discípulos rastrearon la historia de la gente común con base en los vestigios de los paisajes agrícolas y los patrones de asentamiento. Este ensayo tiene como objetivo responder dos interrogantes acerca del estatus de la gente común en la cuenca de México durante el Posclásico. En primer lugar nos preguntamos si la gente común se benefició con la hegemonía azteca. ¿Acaso la unificación política de la región simbiótica del centro de México permitió que el intercambio de productos entre diferentes zonas ecológicas impulsara la especialización y resultara en estándares de vida más altos entre la gente común a pesar del pago de tributos que exigían los aztecas? En segundo lugar nos cuestionamos si la gente común contribuyó, tanto con ideas como con su trabajo, al desarrollo social de Mesoamérica durante el Posclásico. Si, como planteó Sanders, "innovaciones y variaciones surgen constantemente" y permiten que las sociedades se adapten de manera más efectiva a su medio ambiente, surge la interrogante de si la gente común fue una fuente de innovación o si ésta fue el producto de los administradores, sacerdotes y artesanos que residían en las urbes. Las investigaciones arqueológicos en unidades habitacionales del Posclásico en Xaltocan, en la porción norte de la cuenca de México, nos permiten dar respuesta a las preguntas que aquí formulamos.

Palabras clave: Cuenca de México, periodo Posclásico, Xaltocan, gente común, arqueología de unidades habitacionales.

 

Abstract:

Bill Sanders was devoted to the study of commoners, the mass of the population who with their labor sustained the opulent lifestyle of the ruling elites. Through regional survey, Bill Sanders and his students traced the history of commoners from the remains of their agricultural landscapes and their settlement patterns. This paper seeks to answer two questions regarding the status of commoners in the Postclassic basin of Mexico. First, did commoners benefit from Aztec rule? Did the political unification of the Central Mexican Symbiotic Region permit the exchange of products across ecological zones, foster specialization and produce a higher standard of living for commoners despite the tribute payments demanded by the Aztecs? Second, did commoners contribute ideas as well as labor to the social development of Postclassic Mesoamerica? If, as Sanders claimed, "innovations and variations are constantly arising" that permit societies to adapt more effectively to their environments, were commoners a source of innovation or was innovation the product of urban–based administrators, priests and craftsmen? Household archaeology at Postclassic Xaltocan in the northern basin of Mexico enables us to address these questions.

Keywords: Basin of Mexico, Postclassic period, Xaltocan, commoners, household archaeology

 

Bill Sanders dedicó su vida al estudio de los campesinos, artesanos y la gente común del mundo prehispánico, con ello impulsó la investigación sobre la vida de ese sector que constituyó la mayor parte de la población y que con su trabajo sostuvo a las lujosas elites. Bill Sanders, Jeffrey Parsons y varios de sus estudiantes iniciaron el recorrido regional de la cuenca de México con la finalidad de conocer a esa población que formó la base de la historia prehispánica a través de los restos de su tecnología agrícola y de los asentamientos antiguos que se conservaron en el paisaje [Sanders, 1965, 1971, 1976; Sanders et al, 1979].

Con el fin de aumentar nuestro conocimiento de la gente común iniciamos las investigaciones en Xaltocan, Estado de México, sitio que constituyó un importante centro regional del Posclásico Temprano y Medio. Según los cronistas [Alva Ixtlilxóchitl, 1975–77; Anales de Cuauhtitlan, 1945], durante sus quinientos años de existencia, Xaltocan se apoderó de las comunidades vecinas, y después de ser derrotada por Cuauhtitlan y sus aliados los Tepa–necas en 1398 dC, cayó bajo el mandato de la Triple Alianza [Hicks, 1994; Nazareo, 1940] para que noventa años después fuera conquistada por los españoles [Cortés, 1970:118]. Es por ello que Xaltocan permite el estudio de la vida cotidiana de la gente común bajo condiciones de autonomía y bajo los mandatos azteca y español.

En este ensayo nos proponemos dar respuesta a dos preguntas respecto al estatus de la gente común en la cuenca de México durante el periodo Posclásico. En primer lugar surge la interrogante de si la gente común se benefició con la hegemonía azteca, a lo que Sanders [1956, 1968] propuso que el impacto del gobierno imperial azteca pudo haber sido benéfico, pues la gente común habría aprovechado un área comercial más extensa, la zona simbiótica del centro de México, lo cual le permitiría la adquisición de productos de otras zonas ecológicas, alcanzar un grado más alto de especialización en la producción, una economía más eficiente y un nivel de vida más elevado. Este autor nunca negó que los aztecas impusieran diversos sistemas de explotación sobre la gente dominada y sugirió la posibilidad de que el pago de tributos a los aztecas dieron como resultado un nivel de vida más bajo para la gente común.

En segundo lugar cabe preguntarse si la gente común contribuyó tanto con ideas como con su trabajo en el desarrollo social de Mesoamérica durante el Posclásico. Si, como sostienen Sanders y Price [1968:216], "innovaciones y variaciones surgen constantemente" para permitir que las sociedades se adapten de manera más efectiva a sus medios ambientes, nos cuestionamos si la gente común fue una fuente de innovación o ésta fue el producto de los administradores, sacerdotes y artesanos que radicaban en las urbes.

Con estas preguntas llegamos a Xaltocan, a fin de: 1) comparar los niveles de vida pre aztecas con los del periodo azteca y averiguar si éstas habían sufrido cambios favorables o desfavorables y, 2) encontrar técnicas agrícolas, prácticas rituales o principios artísticos presentes en Xaltocan durante la época del Posclásico Temprano–Medio y después apropiados por la elite azteca para facilitar y extender su poder.

Xaltocan yace en la antigua superficie del Lago Xaltocan (Figura 1). El sitio tiene forma ovalada y una longitud de este a oeste de 900 m, 500 m de ancho de norte a sur (Figura 2) y sube hasta una elevación máxima de 5.6m sobre la superficie actual [Miller, 2007]. Las excavaciones que alcanzaron de 4 a 5 m de profundidad llegaron a las arcillas densas del lecho del lago sin que haya evidencias de que hubiera una isla, por lo que es probable que Xaltocan fuera una construcción artificial [Frederick et al., 2005]. Antes de 1945 estuvo rodeada por aguas someras, pantanosas y salitrosas, pero en ese año se desviaron los cauces de las fuentes permanentes que lo alimentaban para llevar agua potable a la Ciudad de México y el lago desapareció.

Jeffrey y Mary Parsons visitaron Xaltocan durante su recorrido en la región de Zumpango, en 1973 [Parsons, 2008:326], y confirmaron que había abundantes restos de ocupación prehispánica en la superficie, aunque estaban cubiertos, en parte, por casas habitación modernas. También registraron concentraciones cerámicas de ligeras a concentradas con tiestos Azteca Medio y Tardío (Azteca II y III), una diversidad de artefactos de obsidiana verde y gris, así como numerosas áreas elevadas con restos de habitaciones antiguas. Sin embargo, puesto que hicieron sus observaciones en la periferia del sitio, no se percataron de la ocupación del Posclásico Temprano (Azteca I) que se encuentra muy bien representada en el centro de Xaltocan.

Figura 2. Mapa topográfico de Xaltocan mostrando las ubicaciones de las 31 calas de prueba.

En 1987 iniciamos nuestra investigación con un recorrido sistemático de superficie y recolección de artefactos, con lo que fue factible determinar el tamaño del sitio —cerca de 68 hectáreas— y pudimos establecer los cambios que ocurrieron en el asentamiento a través del tiempo [Chimonas, 2005]. Durante la época de su autonomía la población llegó a su tamaño máximo, concentrándose en la parte central y más elevada de la isla. Bajo el dominio azteca, la población disminuyó un poco y se distribuyó hacia la periferia, mientras que en la parte central sólo existió una baja densidad de población.

Desde 1990 excavamos 31 calas de prueba, de las cuales ampliamos cuatro para investigar las unidades domésticas y el sistema de chinampas en forma extensiva [Brumfiel, 2005a, 2009; De Lucia, 2009; Rodríguez–Alegría, 2009; Rodríguez–Alegría y Brumfiel, 2009; Morehart, 2009]. A partir de estas excavaciones hemos obtenido 33 fechas de C14 (Cuadro 1), las cinco más antiguas establecen que la fundación de Xaltocan se dio a fines del siglo IX o durante el siglo X, y son por lo menos un siglo más antiguas que la fecha establecida en los Anales de Cuauhtitlan [1945:14] y 150 años anteriores a las que registra Alva Ixtlilxóchitl [1975–77:293] para la llegada de los chichimecas y la fundación del señorío. Este hecho es comprensible por dos razones, o bien la historia temprana de Xaltocan fue alterada por los cronistas aztecas con fines políticos, o bien, los detalles de su historia fueron olvidados antes de que se empezara a registrar en forma escrita.

En las calas de prueba encontramos estructuras domésticas [Espejel, 2005]. Las paredes de las estructuras se construyeron con adobe y cimientos manufacturados con bloques de arcilla negra y densa cuya fuente se encuentra, probablemente, en la exhacienda de Santa Inés a 3.5 km al oeste–suroeste de la cabecera. Los cimientos de bloques de arcilla negra se diferenciaron de los cimientos de piedra encontrados en otros sitios del posclásico [Evans, 1988; Norr, 1987; Smith, 1992], ya que éstos se usaron en Xaltocan sólo durante la Fase 4 (Azteca III). Por lo general, los pisos son de arcilla o de tierra compacta, pero ocasionalmente hay pisos de estuco. Las impresiones de manojos de ramitas (tal vez tule), paja y tejamanil encontradas en la Operación G6 podrían pertenecer a un techo colapsado. En la Operación G2 y Z1 se encontraron baldosas de adobe que cubrieron los pisos de las áreas de trabajo exteriores. Las concentraciones de ceniza asociadas con las casas habitación no permiten establecer áreas de fogón claramente definidas, lo cual sugiere que se cocinaba en braseros.

No tuvimos éxito en la delimitación de áreas de actividad mediante la excavación y esto puede ser resultado de que nos enfocamos en la recolección de artefactos y no en la química del suelo. Los artefactos y los desechos sólo se conservan en el lugar donde se usaron en situaciones de abandono rápido [Inomata y Stiver, 1998], mientras que en situaciones normales las áreas de trabajo se barrieron y la distribución de los artefactos en los sitios refleja las prácticas de deposición de desechos más que los lugares de uso [Schiffer, 1976, 1985]. Sin embargo, elementos tales como los fogones y los entierros deben haber mantenido su ubicación original, aún después del abandono de la casa, y éstos no muestran una tendencia a agruparse en áreas específicas. Podemos concluir que la distribución regular de los artefactos y de los rasgos en las casas excavadas en Xaltocan refleja una flexibilidad en el uso de los espacios domésticos, con áreas de actividad cambiantes de un día a otro o tal vez de una fase del ciclo vital de la unidad doméstica a la siguiente. Esta hipótesis requiere de más pruebas usando análisis químicos del suelo [Barba, 1986; Barba y Ortiz, 1992].

De acuerdo con la necesidad, las casas se renovaron considerablemente mediante la modificación o el añadido de cuartos. En las Operaciones G–G7 y Z1 es claro que cada vez que se construía un nuevo muro éste se situaba más o menos en la misma posición que los muros anteriores. Como observa De Lucía [2007], esta regularidad en la remodelación arquitectónica a través del tiempo refleja un interés por la continuidad social. Las residencias consistían de cuartos múltiples, lo que indica una unidad doméstica más grande que la familia nuclear de los aztecas. Las casas se concentraban densamente, quizás debido a la situación isleña, por ejemplo, en las Operaciones Z1 y Z3 se encontraron dos casas que compartían una sola pared divisoria, mientras que en el Zócalo C dos residencias estaban separadas únicamente por 5 m.

 

Producción

Los análisis de los restos botánicos indican una dieta variada [McClung de Tapia y Martínez Yrizar, 2009]. La importancia del maíz (Zea mays) en la subsistencia de Xaltocan se manifiesta por su presencia constante en todas las muestras de flotación analizadas, además, se encontraron dos especies y algunas variedades de frijoles (Phaseolus vulgaris y Phaseolus coccineus, ayocote), así como restos de chile (Capsicum annuum), aunque éste no era muy común. La producción agrícola se realizaba a la par de la construcción del sistema de chinampas que cubrió hasta 1500 o 2000 hectáreas [Frederick et al., 2005; Morehart, 2009]. En estos campos se cultivaba o intencionalmente se toleraban y se cosechaban otras plantas, por ejemplo, la chía (Salvia spp.), huautzontli y quenopodios (Chenopodium berlandieri ssp. nuttalliae; epazote, Chenopodium ambrosioides), y amaranto (huauhtli, Amaranthus spp.). También se recolectaban plantas silvestres incluyendo varias frutas como el tejocote (Crataegus mexicana), el mezquite (Prosopis), el capulín (Prunus serotina ssp. capuli), la mora (Rubus), el garambullo (Myrtillocactus geometrizans) y la tuna (Opuntia sp.); de igual manera se recolectaba una amplia gama de plantas entre las que estaban el quintonil (Amaranthus sp.), el jaltomate (Jaltomata procumbens), el romerito (Suaeda mexicana), la verdolaga (Portulaca oleraceae), el quelite (Chenopodium sp.), los chivitos (Calandrinia sp.), el chipile (Crotalaria sp.), el girasol (Helianthus sp.), el epazote (Chenopodium ambrosoides) y el quelite amargo (Oenothera sp.). Las plantas acuáticas, tules (Schoenoplectus sp.) y otros miembros de la familia Cyperaceae (Eleocharis, Carex, Cyperus, Fim–bristylis) pudieron haber sido usadas como materia prima para la confección de cestos, canastas y petates.

Además de la producción agrícola, la economía se basaba en la explotación de recursos del lago. La caza de aves acuáticas era importante y es evidente en la gran cantidad de restos óseos (Aythya, Anas, Oxyura, Spatula) descubiertos en las excavaciones [Valadez y Rodríguez, 2005], así como en las canicas de cerámica que posiblemente fueron proyectiles de cerbatanas [Linné, 1939]. También fue primordial la producción de sal para la que se utilizaron, al principio, los cuencos burdos, someros, quebradizos, de forma tosca, acabado pobre y de un color natural café claro que encontramos en gran número de contextos del posclásico temprano. Estos artefactos pudieron haber servido como sartenes para la evaporación en la producción de sal. Más tarde se utilizó otra técnica usando la cerámica de Texcoco con impresiones de textil, más abundante en contextos del Posclásico Medio y Tardío [Brumfiel, 2005:142].

Encontramos otras evidencias de producción artesanal como la presencia de unos cuantos núcleos de navajillas prismáticas en las casas, del Posclásico Temprano y Medio, que indican que la producción de navajas prismáticas se realizaba en la mayoría de las unidades domésticas. Igualmente, los malacates grandes y las agujas de hueso son indicadores de la producción de hilo y probablemente de tela de la fibra de maguey [Parsons, 1972]. Es interesante notar que no encontramos gran cantidad de desfibradores, por lo que inferimos que la fibra de maguey llegó a Xaltocan por medio de algún tipo de intercambio, sea el tributo o el mercado. Esto apoya la idea de una economía compleja ante la ausencia de la unificación política regional. También encontramos herramientas y deshechos de otras industrias artesanales que pudieron realizarse a tiempo parcial: instrumentos de hueso y obsidiana, así como la fabricación de adornos de concha y travertino [Brumfiel, 2010].

Dos cosas son notables acerca de esta evidencia. Primero, que cada unidad doméstica se dedicaba a varias actividades productivas diferentes y, segundo, que la dedicación a esas actividades era de baja intensidad, lo cual concuerda con la definición de artesanía múltiple de Hirth [2006] y Shimada [2007]. La artesanía múltiple o diversificada se refiere a la práctica de diversas artesanías en una sola unidad doméstica. Algunas artesanías se pueden explicar como la manufactura de instrumentos y de los medios necesarios para otras formas de producción doméstica especializada, por ejemplo, el trabajo de la obsidiana para hacer puntas de proyectil para cazar conejos o el hilado de cuerdas para hacer redes para cazar aves acuáticas. Esto es lo que Hirth [2010] llama "artesanía contingente", que es la producción de herramientas para artesanías. Algunos de los bienes producidos en las unidades domésticas de Xaltocan parecen apoyar otras actividades productivas. También es posible que la artesanía múltiple se diera simplemente con el propósito de producir una variedad más diversificada de bienes para el consumo de la unidad doméstica y para el intercambio [Hirth, 2010].

 

Actividades rituales y cosmovisión

En Xaltocan no se encontró ningún entierro de adulto dentro de las casas, pero se enterraron bebés y niños pequeños bajo los pisos y a lo largo de las paredes en posición sedente. En algunos casos, los entierros de bebés y de niños pequeños no estaban acompañados de artefactos (por ejemplo el entierro de la Operación Y5), mientras que en otras ocasiones tenían artefactos asociados a los restos óseos (por ejemplo el entierro de la Operación Z1) y en otros más fue ambigua la asociación entre los entierros y los bienes mortuorios.

Se encontraron siete tipos distintos de figurillas, casi todas contemporáneas [Brumfiel y Overholtzer, 2008] (Cuadro 2), donde cada tipo representa una dimensión distinta de la vida religiosa de la gente común. Por ejemplo, 13% de las figurillas es de la época Formativo o Clásico, aunque la ocupación se inicia hasta el Posclásico, por lo que pensamos que los pobladores encontraron las figurillas en otros sitios fuera del pueblo y las llevaron a sus casas como objetos de interés o adoración. Un estudio del INAA, realizado por Overholtzer y sus colaboradores [2008], dio un resultado muy interesante: todas las figurillas arcaicas analizadas se originaron en Teotihuacan, por lo que estos investigadores infirieron sobre una posible práctica de peregrinación desde Xaltocan hasta Teotihuacan, durante el Posclásico Temprano, que anticipaba las peregrinaciones de los gobernantes aztecas desde Tenochtitlan a Teotihuacan cuatro siglos después.

Cuadro 2. Tipos de figurillas por fase en Xaltocan.

Otro tipo de figurillas consiste en "hombres (y mujeres) de lodo" moldeadas a mano y burdamente antropomorfas que muestran que se puso poca atención a los detalles de la anatomía o del vestido, representan 8% del total y pudieron ser fabricadas por niños, pero la distribución regional de este tipo en el sur de la cuenca de México y Morelos durante el Posclásico Temprano–Medio [Montoya, 2009; Norr, 1987; Smith, 2002] sugiere que es un tipo formal y que quizás representa a los dioses del paisaje local [Brumfiel y Overholtzer, 2008]. Es de notar que no se encuentra este tipo de figurilla, quizás representaciones de los dioses locales, en depósitos de la fase 4, después de que Xaltocan perdió su autonomía. El tercer tipo consiste en figurillas moldeadas con espaldas planas y de frente llevan detalles moldeados y pintados, con vestido y decoración que las identifican como dioses y humanos, hombres y mujeres, individuos de cierto rango o gente común. A veces sus espaldas planas llevan soportes, lo que sugiere que se ponían de pie en altares domésticos. De este tipo es la figurilla más popular en Xaltocan, representando 59% del total, y están presentes durante todas las fases de ocupación.

El cuarto tipo consiste en braseros efigie, de los cuales encontramos un ejemplo casi completo debajo del piso de una casa del Posclásico Temprano en la Operación Z. Yacía sobre su costado y boca abajo. Se trata de una vasija gruesa, café claro, bicónica de 20 cm de alto. Sobre su superficie rugosa muestra una capa gruesa de pintura blanca con diseños y tiene adosada al frente una gran figura masculina que viste un taparrabo, una túnica de manga corta (probablemente una armadura de algodón acolchado) y porta un escudo. No lleva la insignia de ninguna deidad Posclásica y tal vez representa a un ancestro y/o fundador de un linaje. También se recuperó un molde de cerámica para hacer la cabeza de una figurilla grande, quizás destinada a ser la cara de una gran vasija efigie como la que se recuperó en la Operación Z, lo cual es evidencia de la fabricación local de los braseros efigie. Es de notar que no se encuentra este tipo de figurilla, quizás una o representación de un ancestro local, en depósitos de la fase 4, después de la pérdida de autonomía.

El quinto tipo consiste en figurillas moldeadas de mujeres con cuerpos huecos y cabezas sólidas. Su forma redonda y su superficie bruñida y lisa sugieren que se fabricaban con la intención de llevarlas en la mano, lo que hace pensar que probablemente servían como sonajas en ritos asociados con el embarazo y el nacimiento [Overholtzer, 2005]; representa al 3% del total y se encuentra únicamente en los depósitos de las fases 3 y 4 del Posclásico Medio y Tardío. El sexto tipo consiste en cabezas moldeadas pegadas a flautas cerámicas y corresponde al 1% del total. Finalmente, se encuentran las figurillas de animales y las que fueron moldeadas a mano o hechas en moldes que representan al 12%.

Entre las figurillas zoomorfas, el animal más común es el perro. Algunas de estas figurillas pudieron estar adheridas a vasijas, como lo sugiere la encontrada en un entierro alterado que tenía una cabeza de perro pegada a una olla de vajilla anaranjada con manchas negras, con asa de canasta y soportes cortos y gruesos adosados a su cuerpo. Tales vasijas pudieron haberse fabricado especialmente para ofrendas funerarias. De igual manera se recuperaron otras evidencias de actividad ritual doméstica, ya que se encontraron varios depósitos formales de artefactos. En la Operación G4 había 15 perdigones para cerbatana, cinco puntas de proyectil, un bifacial de sílex, dos pulidores para estuco, un pedazo de piedra pulida, una aguja de hueso completa, una cabecita, dos pedazos de concha marina importada (Pinctada matlazinca) y varios tiestos cerámicos. El depósito de la Operación Z1 contenía cinco malacates, una vasija miniatura gruesa tal vez para sostener un huso y un tejolote de piedra. Estos depósitos pudieron haber sido ofrendas o áreas de almacenaje para las herramientas de la unidad doméstica. Con la información disponible no podemos resolver esta interrogante.

Finalmente, las casas de Xaltocan contenían fragmentos de incensarios y braseros. En el Posclásico Temprano–Medio los braseros y los quemadores de incienso aparecieron en cinco formas: 1) incensarios burdos incisos con tres asas de tiras "Abra Café Burdo" [Cobean, 1990], los cuales pudieron ser estufas portátiles más que braseros [v. Ball y Taschek, 2007]; 2) braseros mal terminados que casi con seguridad eran braseros efigie pintados (vid supra) y cuyo terminado burdo probablemente se dejó intencionalmente para sostener la pintura; 3) escudillas trípodes color café con grandes puntos moldeados, tiras retorcidas y bandas de pintura roja muy pulida; 4) braseros bruñidos con escudillas profundas con gruesas asas horizontales, bases huecas trilobuladas y cubiertas con una pintura roja muy pulida y, 5) incensarios "sartenes" Texcoco moldeado con largas asas descritos por Smith [2002]. Las primeras tres formas de brasero–incensario aparecieron más o menos en las mismas cantidades, todas con una frecuencia menor al 1% de los bordes de vasijas recuperados. La cuarta forma se volvió más común en los depósitos de la fase 2 y 3, y la quinta forma se volvió más común en los depósitos de la fase 4. La presencia de incensarios y braseros en todas las casas durante todas las fases de ocupación sugiere un nivel de actividad ritual doméstica, tal vez llevada a cabo cotidianamente como ocurría en el Posclásico Tardío, según se registra en fuentes etnohistóricas [v. Sahagún, 1950–82, libro 2:194].

Otra fuente de información sobre la religión en Xaltocan son los malacates, los cuales muestran elementos de diseño muy complejos con significados cosmológicos [Brumfiel, 2008]. Más del 60% llevan un diseño dividido en cuatro partes con los motivos colocados simétricamente en los cuatro cuartos del disco (Figura 3). Constanza Vega Sosa [1984] observó una partición semejante en las vasijas aztecas y propuso que estaba referida a los cuatro rumbos del universo, tal como se ha pensado que es la manera convencional de imaginar el espacio en Mesoamérica [v. Tedlock y Tedlock, 1985]. Además, Vega Sosa afirmó que los cuatro rumbos eran definidos por líneas que se originaban en los puntos intercardinales del cosmos, que son los puntos del horizonte donde sale y pone el sol durante los solsticios de verano e invierno; dicha investigadora concluyó que estas composiciones de cuatro partes muestran un interés y una conciencia de los ciclos diurno y anual del sol por parte de la población prehispánica.

Probablemente, la composición en el diseño de los malacates en cuatro partes igualmente evidencia un interés en el sol y en sus ciclos, muchos llevan motivos con significados cosmológicos: flores, rayos solares, discos solares, el xicalcoliuhque, etc. Estos diseños sugieren un conocimiento del cosmos entre la gente común, previamente insospechado [v. Zaro y Lohse, 2005]. De hecho, encontramos algunos malacates con diseños que son una réplica exacta de los motivos representados en los anillos del juego de pelota de los aztecas, y otros que son semejantes a los diseños en piedras sacrificiales aztecas, pero los malacates son 400 años más antiguos que esos monumentos y de ahí podemos concluir que la gente común inventó algunas composiciones artísticas, las cuales fueron, posteriormente, transformadas en piezas monumentales. Es decir, la verdadera creatividad y simbolismo de una parte del arte azteca no provenía de los artesanos de la elite, sino del pueblo común más antiguo [Brumfiel, 2008].

 

Intercambio

La cerámica Azteca I Negro sobre Anaranjado, el policromo de Cholula, la cerámica temprana de la vajilla Roja (particularmente con diseños incisos con motivo de bastón) y los cuencos Gris–Café inciso con paredes carenadas (Figura 4), está asociada con las casas del Posclásico Temprano y Medio, y son tipos cerámicos que vinculan a Xaltocan con comunidades tanto hacia el sur como el este. Aunque Xaltocan fue contemporáneo de Tula (35 km al norte), no encontramos ni cerámica Mazapan ni otros tipos asociados con esa metrópoli, lo cual contradice a los cronistas. Alva Ixtlilxochitl [197577], por ejemplo, llama "Toltecas" a los pobladores pre chichimecas de la cuenca de México y los asocia con el sitio de Tula. La cerámica de Xaltocan indica relaciones mucho más importantes con Culhuacan, Chalco y Cholula, centros que no manifiestan influencia de Tula y que quizás existían en oposición a ella [Brumfiel, 2005b; Parsons, 1971].

Treinta y tres tiestos del tipo Azteca I Negro sobre Anaranjado fueron sometidos a análisis instrumentales de activación neutrónica (INAA). Los resultados indican que poco menos de la mitad se producía localmente, mientras que el resto se importaba de lugares productores en las cercanías de Cuauhtitlan, Culhuacan y del sur de la cuenca de México [Nichols et al, 2002]. Estas vasijas constituyeron 63% de todas las piezas decoradas de la fase 1.

La vajilla roja también indica el intercambio con el sur de la cuenca de México, pues cerca de la mitad de las vasijas de los contextos de las fases 1 y 2 se producían localmente y la otra mitad se originó en el sur de la cuenca. Éstas incluyen negro y blanco sobre rojo, negro sobre rojo con banda ancha, negro sobre rojo inciso con motivo de bastón, negro grafito sobre rojo y escudillas rojo sobre café. Las vasijas importadas de la vajilla roja constituyeron del 2 al 8% de todas las piezas decoradas de la fase 1.

El intercambio con Cholula está evidenciado por la cerámica polícroma que constituye 15% del total de las vasijas decoradas de la fase 1. Aunque no se han llevado a cabo análisis de activación neutrónica, probablemente fueron piezas importadas, ya que son estilísticamente idénticas a los tipos Torre, Aquiahuac Anaranjado Quemado y Cuaxiloa Mate de McCafferty [2001], así como a los tipos Albina y Cristina Policromo de Lind [1994].

No se sabe la localidad de producción de los cuencos gris–café inciso con paredes carenadas, un tipo definido recientemente y todavía poco estudiado. El INAA, de 33 tiestos Azteca I, sugiere que hubo variación incluso de una unidad doméstica a otra, pues cada casa presentaba su propio surtido de vasijas importadas. Probablemente, los activos mercados como regionales e interregionales proporcionaron el mecanismo que produjo este patrón de variación. Wilk [1998] observa que los mercados ofrecen una amplia gama de bienes de consumo y que, dependiendo del acceso a ellos, las unidades domésticas podían adquirir diferentes productos de acuerdo a sus preferencias y estrategias. En conjunto, entonces, la cerámica decorada importada asciende a una frecuencia impresionante, de 41 a 62%, y establece fuertes lazos económicos y directos entre Xaltocan y otras comunidades de la ribera del lago en el centro y sur de la cuenca de México y más allá.

Al mismo tiempo, la presencia de grandes cantidades de obsidiana verde y gris permite inferir lazos económicos con regiones al norte y al este de la isla. Para todas las casas examinadas (excepto en la Operación Z1), la frecuencia de obsidiana verde y gris fue constante: la obsidiana verde fue abundante, alcanzando entre 71 y 74% de las muestras de excavación, mientras que la obsidiana gris corresponde al 26–29% restante. Como es común en la cuenca de México, la obsidiana verde provenía del yacimiento de Sierra de las Navajas, próximo a Pachuca, y la mayor parte de la obsidiana gris de Otumba o Tulancingo [Brumfiel, 1986; Neff et al., 2000]. Todas estas fuentes quedan al noreste de Xaltocan, en regiones que son muy diferentes en términos cerámicos a este lugar. La cerámica decorada, característica de las colecciones del Posclásico Temprano–Medio del Valle de Teotihuacan, incluye los tipos Mazapan Rojo sobre Café, Tolteca Rojo sobre Café, Macana Rojo sobre Café y Proa Crema Pulido [Crider et al. 2007; Sanders 1986] que son muy raros en Xaltocan.

Parsons [1971:203–208] sugiere que la cerámica Azteca I Negro sobre Anaranjado y Rojo sobre Café demarca las "esferas de influencia" de dos capitales del Posclásico Temprano, Tula al norte y Cholula al sur. La cerámica Azteca I Negro sobre Anaranjado que es común en Xaltocan, está ausente en el área de Pachuca y en el Valle de Teotihuacan. La cerámica rojo sobre café es común en el área de Pachuca y en el Valle de Teotihuacan, pero es escasa en Xaltocan, por lo tanto, la presencia de obsidiana verde y gris en Xaltocan sugiere que hubo un importante comercio a través de esta frontera política.

Las figurillas curadas, todas producidas en el Valle de Teotihuacan, sugieren otra forma en la cual pueden haberse trascendido las fronteras políticas (vid supra). Otros bienes provenían de lugares ubicados a gran distancia, como los cilindros de travertino extraído originalmente de Puebla, el algodón importado de las regiones menos elevadas de Morelos, Puebla o Veracruz, de la costa del Golfo (cuya presencia está indicada por los malacates pequeños) y las conchas marinas tanto de la costa del Golfo como del Pacífico. La cantidad y variedad de estos bienes importados atestiguan una vigorosa red regional de intercambio para el Posclásico Temprano–Medio (800–1200 dC) que se extendía a través del centro de México y desde la costa del Golfo a la costa del Pacífico. Esto refleja la creciente solidez de los mercados como institución de intercambio, incluso durante el periodo Posclásico Temprano, y la solidez de la demanda de las especialidades regionales de Xaltocan. Sugiere, también, un intercambio regional e interregional extensivo, aunque no existiera una unificación política en el Altiplano Central.

En los niveles superiores de las excavaciones encontramos abundante cerámica de los tipos Azteca II y Negro y Blanco sobre Rojo (Figura 5). Estos niveles (Fase 3) están fechados, por radiocarbono, en el siglo XIV dC, época de la máxima prosperidad por el desarrollo extensivo del sistema de chinampas [Morehart, 2009]. El INAA de 49 tiestos indica que Xaltocan seguía importando la cerámica de su vecino Cuauhtitlan (Azteca II) y el sur de la cuenca de México (vajilla roja), aunque 50% de los tiestos de vajilla roja se fabricaba en Xaltocan [Nichols et al., 2002]. Para este momento, Culhuacan perdió importancia en las redes de intercambio.

Al final, tenemos el Posclásico Tardío, la época del dominio azteca en Xaltocan. La simplicidad de los diseños en la cerámica Azteca III parece indicar una disminución del nivel de vida. El INAA de tiestos Azteca III de Xaltocan indica que Tenochtitlan ya dominaba el intercambio, pues de ahí provenían 8 de los 14 (57%) tiestos Azteca III analizados. Xaltocan continuaba fabricando la vajilla roja pues era lugar de origen de 11 de los 16 tiestos analizados (69%) [Nichols et al., 2002].

Otro cambio para este momento es la falta de núcleos de obsidiana que sí están presentes en los contextos Posclásicos Temprano y Medio. John Millhauser [2005] sugiere que los aztecas monopolizaron las fuentes de obsidiana más importantes y negaron el acceso a los artesanos de comunidades sujetas como Xaltocan. Asimismo, estableció que la frecuencia de navajas de obsidiana en Xaltocan disminuyó durante la época azteca, y que este hecho estuvo acompañado por un uso más intensivo de las navajas encontradas en contextos tardíos. Esto es otra indicación de un nivel de vida más bajo durante la época azteca.

Un tercer indicio del desplome en el nivel de vida es el aumento agudo en la frecuencia de malacates, en particular, los pequeños usados para hilar algodón. Puesto que las mantas de algodón eran el producto más exigido por los aztecas en sus tasaciones de tributos, concluimos que el aumento en la frecuencia de malacates pequeños en Xaltocan se debió al dominio azteca. Es interesante notar que los malacates de esta época carecen de decoración, como si estuvieran las hilanderas alienadas por su trabajo, que benefició a los aztecas en vez de a sí mismas o sus familias. Sin embargo, un análisis bioarqueológico preliminar de los restos de ocho esqueletos indica que la dieta era adecuada para cubrir las necesidades nutricionales básicas y para el desarrollo de un sistema inmune lo suficientemente fuerte para prevenir otros problemas de salud [Danforth, 2001]. Los patrones de crecimiento y la ausencia de disrupción metabólica indican que la población estaba relativamente bien adaptada tanto durante el periodo de autonomía política como durante el periodo del mandato azteca. Quizás su éxito nutricional se debía a su acceso a los recursos locales del lago que suministraban a la población proteínas de buena calidad en forma de pescado, aves acuáticas, algas e insectos [Parsons, 2006].

 

Conclusiones

Con las investigaciones en Xaltocan llegamos a tres conclusiones. Primero, la expansión imperial azteca no benefició a la gente común de ese lugar, al contrario, resultó en una caída notable en su nivel de vida. En Xaltocan, el imperio azteca era un sistema explotador. Notamos un patrón semejante en Huexotla, en el lado este de la cuenca de México [Brumfiel, 1980], pero no debemos generalizar esta conclusión a todas las comunidades que eran parte del imperio de la Triple Alianza. Sabemos que los efectos de los imperios en las economías locales varían mucho, por ejemplo, la forma de tasado del tributo (sea en productos agrícolas, productos artesanales o en trabajo), requiere diferentes formas de acomodo de las actividades productivas y domésticas [Brumfiel, 1991]. También los flujos de tributos producen oportunidades económicas para algunas comunidades (las capitales receptoras y centros regionales administrativos), mientras que otras comunidades (comunidades sujetas) sufrían un declive de su económica local. Los imperios introducen cambios demográficos, consecuencia de la demanda doméstica de trabajadores que pudieran ayudar con el pago de tributos, del desplazamiento de poblaciones por la guerra o el reacomodo imperial de los asentamientos y de la migración resultado de las nuevas oportunidades económicas. De esta manera, la expansión del imperio resulta en un mosaico de cambios y consecuencias que varía de una comunidad a otra [D'Altroy, 1994; Morrison, 1997; Sinopoli, 1994; Smith y Hodge, 1994]. La experiencia de Xaltocan pudo haberse replicado en muchas comunidades del imperio de la Triple Alianza, pero no en todas. En Otumba, por ejemplo, se alcanzó un nivel muy alto de prosperidad durante el mandato azteca [Charlton et al., 2000:261].

Segundo, podemos concluir que, efectivamente, la investigación en torno a la vida de la gente común es muy importante. En Xaltocan encontramos una técnica agrícola (chinampas), composiciones artísticas (en malacates) y prácticas rituales (peregrinación a Teotihuacan) que después utilizaron los reyes aztecas para construir y mantener su imperio. Vemos que mucha de la inventiva y de la creatividad no provienen de las elites, sino de la gente común y de la cultura popular. Desde la época de Robert Redfield [1956] los antropólogos han puesto énfasis en la difusión de elementos de la cultura de la elite (la Tradición Grande) hacia abajo (la Tradición Pequeña), pero, por medio de las investigaciones en Xaltocan, podemos destacar que en distintas ocasiones la elite se apropió de prácticas de la gente común, a veces para aprovecharse de sus innovaciones técnicas y otras para conferir a sí mismos los sentimientos profundos y las ideas familiares de la vida doméstica [Kus y Raharijaona, 2000]. William Sanders señaló que el estudio de la gente común podría contribuir de forma sustancial a nuestro conocimiento del desarrollo de la economía, el poder y las bases tanto intelectuales como artísticas de las culturas mesoamericanas, sin duda, tenía razón.

Finalmente, llegamos a la conclusión de que la arqueología puede producir algunos beneficios para la gente común actual. En Xaltocan, por ejemplo, la mancha urbana de México ya llega hasta el pueblo y amenaza sus tierras comunales, su posesión más valiosa. Los títulos de estas tierras se basan en su ocupación del emplazamiento durante las épocas colonial y prehispánica. Hasta la actualidad, el pueblo ha podido defender sus tierras, en parte porque nuestras investigaciones arqueológicas suministran la evidencia material de su prolongada profundidad temporal y sus derechos de posesión. Pensamos que la ayuda práctica que la arqueología le brinda a la población contemporánea de Xaltocan habría sido un motivo de alegría para William Sanders, gran partidario de la gente común.

 

Agradecimientos

Los trabajos de campo en Xaltocan se llevaron a cabo gracias a la generosidad de las Heinz Grants in Latin American Archaeology, The National Science Foundation (BCS–0612051) y diversas becas del Faculty Development Grants del Albion College. Deseo, además, agradecer a Patricia Fournier y a Raúl García por su invitación al seminario "Homenaje al doctor William T. Sanders" en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, y a Patricia Fournier por su ayuda en la conformación final de este ensayo para su publicación. Por último, deseo agradecer a los dictaminadores anónimos de revista Cuicuilco por sus atinados comentarios y sugerencias acerca del borrador de este artículo.

 

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