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Cuicuilco

versión impresa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.16 no.46 México may./ago. 2009

 

Dossier

 

Edward Burnett Tylor: "Anahuac or Mexico and the Mexicans, Ancient and Modern"

 

Leif Korsbaek

 

Escuela Nacional de Antropología e Historia

 

Resumen:

El texto contiene dos partes. La primera parte es una breve y somera descripción de la vida y las actividades relevantes de Edward Burnett Tylor, internacionalmente conocido como el fundador de la antropología como una disciplina moderna en su propio derecho. Se le cuenta al lector que Tylor proviene de una familia de cuákeros, comerciantes acomodados en medio del imperio británico. Igual que Malinowski (otro de los fundadores de la antropología moderna), Tylor padecía asma, por lo que sus padres lo enviaron de convalescente al Caribe y a México, donde gran parte de sus observaciones giraban alrededor de la presencia de esclavos negros en las plantaciones y su explotación.

La segunda parte es una traducción al español del primer capítulo del libro "Anahuac, or Mexico and the Mexicans, Ancient and Modern", que Tylor publicó en Londres unos cinco años después de su visita al Caribe, a Cuba y a México, pero cuatro años antes de su primera publicación antropológica de importancia "Researches into the Early History of Mankind". El texto es una amena pieza de descripción de una naturaleza de la alteridad, escrita por un observador dotado y despierto, que todavía hoy nos proporciona detalles de valor e interés – unos años antes de su decisión de dedicar su vida a fundar una nueva doble disciplina: la antropología y la etnografía. Conviene señalar que el dossier cierra con una reseña de la edición en español del libro de Tylor, del cual aquí se presenta el primer capítulo, que fue publicada en México hace pocos meses.

Palabras clave: Cuba, Edward B. Tylor, evolucionismo, esclavismo, trata de esclavos.

 

Abstract:

The text contains two parts. The first part is a brief description of the life of Edward Burnett Tylor, universally known as the founder of anthropology as a modern discipline in its own right, and his relevant activities. The reader is made familiar with some of the facts of his life: he came from a wealthy family of quaker merchants, in the middle of the British Empire and, as Malinowski (another of the founding fathers of anthropology) he suffered from asthma, so his parents sent him on a voyage of reconvalescence to the Caribbean and to Mexico, where a great deal of his observations turned around the presence of black slaves in the plantations, and of their exploitation.

The second part is a Spanish translation of the first chapter of the book "Anahuac, or Mexico and the Mexicans, Ancient and Modern", that Tylor published some five years after his visit to Cuba and the Caribbean but four years previous to the publication of his first important anthropological text, "Researches into the Early History of Mankind". The text is a pleasant and easygoing description of a piece of nature by a foreigner, written by a gifted and observant traveler, who has not yet decided to dedicate his life to the development of a new double discipline: anthropology and ethnography.

We wish to add the information that his dossier closes with a review of the Spanish edition of Tylor's book, which was Publisher in Mexico a few months ago.

Key Words: Cuba, Edward B. Tylor, evolutionism, slavery, slave trade.

 

Estudio Introductorio

Edward Burnett Tylor es conocido como el fundador de la antropología moderna, y se sabe que nació en la Inglaterra victoriana en el seno de una familia acaudalada de quáqueros dedicados al comercio, tres hechos de importancia que contribuyeron a forjar su futuro y, por ende, contribuir al nacimiento de la ciencia antropológica.

Tylor era un joven estudiante de derecho cuando, en la primavera de 1856, empezó su acercamiento a lo que sería la obra de su vida, la antropología, pero poca gente sabe que en aquel año se dirigió al Caribe y luego a México en busca de condiciones de reconvalecencia después de un severo ataque de asma, y al encuentro con un mundo exótico, diferente de su Inglaterra natal, con la alteridad, la materia prima de la futura antropología. En la primavera de aquel año se encontró en Cuba.

La Inglaterra de la reina Victoria era uno de los ombligos del mundo y el centro de un poderosísimo imperio, y a la edad de 19 años Tylor experimentó la manifestación más concentrada de este mismo imperio: se celebró en Londres la exposición internacional en 1851, donde por cierto su hermano mayor Alfred Tylor estaba involucrado como jurado.

La existencia de este imperio data de cuando un marinero italiano, un tal Cristóbal Colón, se equivocó del camino y cuando, buscando al extremo oriente, tropezó con unas islas y luego con tierra firme, las llamó las Indias y a sus habitantes indios, pero con el cambio del peso del recientemente nacido capitalismo hacia el norte, fue relegado el imperio de Carlos V y Felipe II a la relativa oscuridad y nacieron nuevos imperios de la Europa del norte. Primero se pensaba en el imperio francés de Napoleón III, cuando se utilizaba el vocablo imperio, pero desde 1869, cuando un escritor expresó en The Spectator que "imperialismo, en el mejor de sus sentidos, implica la conciencia de que, en algunas ocasiones, existe la estricta obligación de afrontar tareas sumamente fastidiosas y ofensivas, tales como la defensa de Canadá o el gobierno de Irlanda", lo que nos lleva, junto con la idea de abandonar el aislamiento de la metrópolis —J. A. Froude afirma, también en 1869, que "Inglaterra puede tener frente a sí un futuro más grande que su pasado; en vez de permanecer aislada, completa en sí misma, puede convertirse en la metrópoli de un imperio gigantesco y coherente"— [Thornton, 1989:304] directamente hacia la idea de Rudyard Kipling del fardo del hombre blanco (The White Man's Burden).

Es en el contexto de este imperio gigantesco y coherente, con el tono del imperialismo como servicio social, que tenemos que ver el desarrollo de la antropología en general y la contribución de Tylor en particular, aunque con un sabor muy especial debido a los fundamentos cuáqueros de su visión del mundo y de la vida.

Como mencioné renglones arriba, Tylor nació en el seno de una familia que pertenecía a la nueva clase dominante que creció en la sombra del imperio británico, la burguesía comercial. En Cuba hizo amistad con Christie, un banquero que viajaba comprando artefactos para su colección privada. Los dos hombres ilustran la transición de un régimen económico a otro, una transición que se refleja en un cambio de condiciones del trabajo científico: Christie fue un coleccionista aficionado de antigüedades, mientras que Tylor, de clase media, sería un trabajador científico asalariado.

Nuestro viajero pertenecía a una familia cuáquera, lo que tiene su importancia también. Los cuáqueros eran una de las sectas religiosas que se oponían al dogmatismo manifiesto en la Iglesia Anglicana, y en muchos aspectos el ambiente religioso en la Inglaterra victoriana tuvo su parte en la creación de un ambiente científico que desembocaría exactamente en la antropología formada por Tylor en el transcurso de su vida.

Como lo comprime hermosamente George Stocking:

Desde la anunciación por Sir Charles Lyell del principio del uniformismo en los primeros años del decenio de 1830, pasando por el evolucionismo popular de Robert Chambers y la segura reafirmación de J. S. Mill, en los primeros años del de 1840, del principio de que los actos de los seres humanos están sujetos a leyes inmutables, pasando también por la negación de la intervención divina en la historia de la naturaleza, implícita en Darwin, y la polémica sobre la teoría del mono en el decenio de 1860, hasta la declaración de guerra a la religión por Tyndall y otros en el de 1870, lo que al principio fue simplemente una vía errónea entre diferentes puntos de vista religiosos dentro de la ciencia, fue ensanchándose y llegó a ser, para muchos, un abismo entre ciencia y religión [Stocking, 1968:544].

En este desarrollo histórico nace una nueva teoría en las ciencias sociales: el evolucionismo; así como el año de publicación del libro de Tylor, 1861, es un año emblemático al respecto, pues en este año serán publicadas dos de las obras más importantes en el evolucionismo antropológico: Ancient Law del abogado británico Henry Maine y El matriarcado del abogado suizo Bachofen. El pensamiento de Tylor es plenamente evolucionista, como lo comprueba en una de sus obras antropológicas publicada veinte años después de Anahuac:

las tribus salvajes y bárbaras representan con frecuencia, más o menos rigurosamente, los estados de cultura por que pasaron nuestros propios antecesores mucho tiempo ha, y sus costumbres y leyes nos explican, por caminos que de otra manera apenas hubiéramos podido sospechar, el sentido y a razón de nuestras leyes y costumbres [Tylor, 1881:469].

El recientemente fallecido historiador de las mentalidades, el francés Michel de Certeau hizo una distinción entre el "pensamiento estratégico", desde arriba, desde el lugar de los que formulan las reglas del juego, y el "pensamiento táctico", desde abajo, desde el lugar de los que tienen que acatar las reglas del juego, un pensamiento que en mi opinión se puede caracterizar como "pensamiento de autodefensa" [Certeau, 1998:45]. Como lo demuestra a cada paso, el pensamiento de Tylor es estratégico, de ninguna manera táctico. En su discusión de la protección que le ofrecen los manglares al esclavo que se ha escapado de la plantación, la ve como la maldición de los dueños de plantaciones, y no como la bendición de los esclavos: "En Cuba el mango es la maldición de los dueños de plantaciones, pues les proporcionan a los esclavos prófugos su alimentación durante la fuga, y se sabe de casos donde los esclavos han subsistido durante meses con los mangos, mientras que los manglares los cubrían". En cuanto a su discusión sobre las costas cubanas, la situación se ve con los ojos del esclavista y no con los del esclavo: "La isla ofrecía, con sus arroyos y árboles de mangle, excelentes condiciones para descargarlos si el barco solamente llega a la costa, y las patrullas españolas no los detienen si es posible evitarlo. Si son capturados por una patrulla británica, serán convertidos en emancipados de la manera que ya expliqué".

Como se ve en las dos citas anteriores, uno de los temas que discute Tylor en su texto es la esclavitud y las condiciones de los esclavos, un tema que tenía una fuerte actualidad el año de su visita a Cuba, pues, como él mismo señala, "alrededor de 15,000 esclavos africanos llegan a la isla cada año, y todos los detalles del comercio pertenecen al conocimiento común", ya que Cuba era una de las más importantes estaciones en el trato internacional de esclavos abasteciendo a las plantaciones al norte, en los Estados Unidos, y al sur, a las plantaciones en Brasil.

Fernando Ortiz coloca el inicio de la esclavitud en Cuba en una Real Cédula del 16 de septiembre de 1501, pues "no cabe dudar de que en ese año o poco después comenzaron a llegar negros esclavos a la Española para ser sometidos a sus trabajos forzados" [Ortiz, 2002:556].

El esclavismo tuvo un fuerte impacto cultural y social en la vida en Cuba, a todos los niveles y en todos sus aspectos, y es evidente que el esclavismo en Cuba (como también en otras partes del mundo) tuvo que ver con el desarrollo del monocultivo del azúcar en el marco de un mercado capitalista internacional. La llegada del cultivo de la caña de azúcar no difiere mucho del año del inicio de la esclavitud, aunque

es difícil definir con exactitud el año en que se introdujo en la isla la caña de azúcar. Algunos autores sitúan su llegada en el periodo de gobierno de Diego de Velásquez, entre 1511 y 1524. Sin embargo, no fue hasta en 1534 cuando se concedió la primera licencia para construir y manejar un trapiche en Cuba. De este, ninguna noticia ha quedado, quizás por su corta eficiencia o por su efímera vida. Lo cierto es que su producción fue destinada al autoconsumo, pues las primeras exportaciones de azúcar datan de principios del siglo XVII.1

Hasta tal grado que la edad de oro de Cuba es el siglo del monocultivo del azúcar:

lo que da al cuadro el color particular, grotesco y escandaloso, es el hecho de que el mismo Tratado anglo–español de 1817 cuyo fin fue la abolición de la trata, produjo un aumento y creó indecibles sufrimientos de los negros, un olvido de los más simples conceptos de moral por parte de los hacendados y una corrupción de los funcionarios, incluso de los más de los capitanes generales —y sus esposas— que enturbia definitivamente la memoria de la época de oro de la Isla [Friedlander, 1944:155].

Podemos establecer toda una economía política del esclavismo, partiendo del hecho de que "por cada negro se paga cien dólares, se dice, y de eso una onza de oro es la parte que va al capitán general", y que "a eso hay que agregar el costo del esclavo en África, y los gastos de viaje". Calculando así el costo de producción, llegamos al precio: "cuando el esclavo finalmente se encuentra en una plantación vale ochocientos dólares", pero es un tráfico en el cual los riesgos imprimen su sello en el precio final, ya que "solamente uno de cada tres esclavistas llegan a la isla con su cargo", eso sin mencionar cuántos esclavos mueren en el transcurso del viaje transatlántico.2

Un aspecto particular del esclavismo que Tylor observa en la isla es la sustitución de los esclavos negros por chinos inducidos a emigrar a Cuba:

La historia de estos inmigrantes chinos es curiosa. En China son persuadidos a venir por agentes, firman un contrato según el cual van a trabajar durante ocho años, cobrando entre tres y cinco dólares al mes, con su alimentación y ropa. Esa suma les parece una fortuna, pero cuando llegan a Cuba se dan cuenta de que el valor del dinero se decide de acuerdo a lo que puede comprar. Aprenden que el valor de un obrero negro es treinta dólares al mes, y prácticamente se han vendido como esclavos. El valor de uno de esos contratos —es decir, del chino propiamente— eran entre treinta y cuarenta libras esterlinas durante nuestra estancia en la isla. Es su buena suerte que no aguantan el trabajo duro en las plantaciones. Algunos mueren después de pocos días con este tipo de trabajo y expuestos al sol, y muchos más se suicidan. Y la total indiferencia con la cual se suicidan cuando la vida ya no parece valer la pena, contribuye a moderar la extorsión de sus patrones. Uno de nuestros amigos en Cuba tenía un sirviente chino que un día se portó de manera insolente, y su patrón lo corrió de la habitación y lo despidió con una patada. El día siguiente los otros sirvientes chinos despertaron a su patrón con la noticia de que el chino se había suicidado durante la noche, para expiar el insulto que había sufrido.

El esclavismo encontró una creciente resistencia a través del siglo XIX, una resistencia que se manifestó de muy diversas maneras y a niveles muy diferentes. Por un lado, podemos buscar las raíces de esta resistencia en una nueva mentalidad, una mentalidad que encarniza un desarrollo del liberalismo político y jurídico que tiene sus origen en las obras de John Locke hacia el final del siglo XVII, y que se va a mostrar con toda su fuerza en la feroz guerra civil en los Estados Unidos, cuyo momento más dramático y emblemático es el asesinato a Abraham Lincoln.

Es en este contexto que nace la República de Liberia en África del Oeste. En 1821 representantes de la American Colonization Society empezaron a comprar terrenos a los jefes tribales en las desembocaduras de los ríos Saint Paul, Saint John y Cavally en la costa occidental de África entre Sierra Leone, Guinea y Costa de Marfil, y el año siguiente empezaron a llegar negros de los Estados Unidos, esclavos liberados, que en poco tiempo se hicieron dueños de la región. En 1847 nació oficialmente la República de Liberia, adoptando una constitución casi idéntica a la de los Estados Unidos, y las actuales fronteras fueron establecidas por medio de tratados con Inglaterra, en 1885, y Francia, en 1892 y 1910.

El experimento liberiano tuvo cierto impacto sobre el pensamiento político, pues cambió radicalmente el mapa de África con el nacimiento de una nueva nación de características muy sui generis, en la costa occidental, pero también en lo ético y antropológico, ya que resultó evidente que los negros que vinieron de los Estados Unidos no compartían nada en absoluto con sus congéneres africanos, mientras que sí compartían valores culturales con sus ex patriotas estadounidenses.

Pero la abolición tuvo también raíces menos heroicas, las podemos buscar en la racionalidad económica: el esclavismo sencillamente ya no era un régimen económico racional y razonable; en un capitalismo plenamente desarrollado, en el cual todo ha sido convertido en mercancías, una de las principales necesidades es un vigoroso mercado interior que permite el movimiento de estas mercancías, y el esclavismo no ofrece tal mercado.3

En esta situación, Inglaterra se convirtió en el paladín del liberalismo y la nueva mentalidad que le acompaña, mientras que España, y todo lo español, viene a representar la resistencia al cambio. Sin embargo, "apenas hay otro país en el mundo que se encuentre en una posición tan completamente deshonesta como Inglaterra en sus intentos por reducir el comercio de esclavos en Cuba, con el apoyo nominal del gobierno de España y la oposición real y vigorosa de cada español en la isla, desde el capitán general hacia abajo. Aún el observador más superficial que pase una hora o dos en la Habana, mientras que su vapor cargue carbón, puede ver con sus propios ojos la evidencia del comercio de esclavos en las caras tatuadas de los africanos nativos, jóvenes y de edad mediana, que llenan las calles y los mercados; igual que puede adivinar de sus espaldas cicatrizadas qué tipo de disciplina se mantiene entre ellos", comenta Tylor, comentario que casi nos lleva a recordar la obra de Max Weber, publicada medio siglo más tarde acerca de la racionalidad capitalista: "Ningún observador sin prejuicios puede visitar las Indias Occidentales sin que se dé cuenta de que sería absurdo esperar que los negros libres trabajaran tanto como los esclavos, como si cualquier otra cosa que la extrema necesidad lo pudiera hacer. Hay solamente dos causas que pueden hacer a los negros trabajar, en el sentido que nosotros le damos a la palabra: la esclavitud o una población tan numerosa como para hacer necesario el trabajo para satisfacer sus necesidades".

En Cuba el esclavismo tuvo larga vida, pues "fue nuestro país la última colonia española del hemisferio occidental en abolir la esclavitud" [Barcia, 1987:5], en las colonias inglesas la esclavitud cesó en 1838, en las colonias francesas en 1848, y luego en los Estados Unidos en 1865, después de la guerra civil. En Puerto Rico, colonia española, fue prohibida la esclavitud en 1873 y en Cuba, en aquel entonces también colonia española, se abolió hasta en 1886.

El texto que sigue después de esta breve introducción es el primer capítulo del libro Anahuac or Mexico and the Mexicans, Ancient and Modern que publicó Edward Burnett Tylor en Londres en 1861, cinco años después de regresar de su viaje al Caribe y a México, y casi en el momento de volverse antropólogo, pues en 1865 publicó su primera obra estrictamente antropológica, Researches into the Early History of Mankind and the Development of Civilization.

Dos comentarios finales. En primer lugar, ya que Edwad B. Tylor es indiscutiblemente el fundador de la moderna antropología social y cultural, es interesante notar que Cuba ocupa un lugar central en la creación de esta nueva ciencia, siendo el objeto de la primera publicación de su creador, Anahuac, de la cual aquí se ofrece, por primera vez, una traducción al español del primer capítulo de este libro, capítulo que además gira en torno a Cuba.

En segundo lugar, un problema que no cabe aquí es la cuestión de, ¿qué pasa en los años entre 1861, el año de la publicación del presente libro en Londres, y 1865, el año de publicación del primer libro netamente antropológico de Tylor, Researches into the Early History of Mankind and the Development of Civilization?, del cual tampoco existe traducción al español, solamente unas pocas páginas en el libro antes citado de Angel Palerm. Lo cierto es que Tylor poco a poco se dedicó al pensamiento antropológico, desarrollando la disciplina que en Londres sería conocida como "la ciencia del señor Tylor", confirmando que los primeros antropólogos eran, casi sin excepción, abogados, hecho que confirma también el caso de Fernando Ortiz, abogado y principal fundador de la antropología en Cuba.

 

Edward Burnett Tylor: "Anahuac or Mexico and the Mexicans, Ancient and Modern"4

 

Capítulo I: la Isla de pinos

 En la primavera de 1856 conocí casualmente al señor Christy en un camión en La Habana. Él ya llevaba algún tiempo en Cuba llevando una vida aventurada y visitando plantaciones de azúcar, minas de cobre y fincas cafetaleras, explorando cuevas y coleccionando plantas en la selva. Quince días había pasado navegando en lancha entre los arrecifes de coral, cazando tortugas y manatíes, y buscando a todo tipo de gente que le pudiera proporcionar información, desde cónsules de naciones extranjeras y misioneros lazaristas hasta comerciantes de esclavos retirados y asesinos en servicio.

En lo que a mí se refiere, ya llevaba la mayor parte de un año viajando por los Estados Unidos y hacía poco que había dejado atrás los bosques de roble y las plantaciones de azúcar de Louisiana. Decidimos ir juntos a México y los presentes apuntes provienen principalmente de nuestras libretas y de las cartas que escribimos en el transcurso del viaje.

Antes de abandonar Cuba hicimos una última excursión a la Isla de Pinos frente a la costa del sur. Un volante nos dejó en la estación de ferrocarriles. El volante es el vehículo preferido de los cubanos, es como un Hansom cab, solamente que con las ruedas más altas, llegan hasta seis pies y medio, y el cochero se encuentra montado sobre uno de los caballos, como si fuera postillon. Nuestro hombre vestía un elegante saco de encaje, polainas negras de cuero y a sus pies desnudos había aplicado un par de espuelas. Sus pies eran tan negros y brillantes que desde lejos parecía que vestía un par de botas muy bien pulidas.

El ferrocarril que nos llevó de la Habana a Batabano poseía características muy peculiares. Parte del tramo se encontraba entre dos paredes de selva tropical. Los higueras indios enviaron desde cada ramo sus tentáculos parecidos a suaves hilos que se insertaron en la tierra y chupaba aún más agua. Se apretaron las acacias y las mimosas, las ceiba y la caoba y otras innumerables maderas finas, mientras que las orquídeas se percharon desde cada ramo, y las lianas convirtieron la selva en una masa compacta de vegetación a través de la cual ningún pájaro lograría volar. Podíamos agarrar los hilos de los convulvulus con nuestros bastones cuando el tren se movía a través de la selva. Ocasionalmente pasamos por un pantano donde crecían manojos de palmeras coronadas de penachos de hojas puntiagudas o avistamos por un momento un grupo de palmeras reales sobre una extensión de terreno elevado.

Pasamos plantaciones de azúcar con sus anchos campos de caña y los ingenios con sus altas chimeneas, la casa del administrador con veranda desde donde vigilaba la aldea con las chozas de los negros, dispuestas en doble fila.

En las casas, cerca de las estaciones donde hicimos parada, la ocupación universal parecía ser la factura de puros. Alrededor de mesas redondas se encontraban sentados hombres, mujeres y niños, trabajando duramente. Reímos al ver a los negros rodando los puros sobre las concavidades de sus muslos, dispuestas por la naturaleza en una curva apropiada exactamente para este proceso.

En Batabano el vapor nos esperaba en el muelle y tanto nosotros como nuestros pasaportes fueron cuidadosamente examinados por el capitán, pues Cuba es el paraíso de los oficiales de pasaporte y no es posible moverse sin una visa. Pero por una sola vez todo estaba en règle, y no tuvimos que presenciar un drama como el que mi amigo había visto unos pocos días antes.

Si usted es casado y reside en Cuba no puede obtener un pasaporte para ir a la siguiente ciudad sin el permiso por escrito de su esposa. Ahora sucedió que un calderero respetable que vivía en Santiago de Cuba deseaba ir a Trinidad. Su esposa no lo consentía, así que obtuvo su firma mediante algún estratagema o lo que es más probable, le pagó a alguien una propina por conseguirle un pasaporte bajo falsas pretensiones.

De todos modos, el hombre había alcanzado la seguridad a bordo del vapor cuando una mujer de mediana edad y bien vestida, pero cuyo arreglo revelaba su prisa y con una cara color carmesí de correr, llegó jadeando al vapor y se subió a bordo a toda prisa. Agarrándose al capitán señaló a su esposo que se había refugiado detrás de los demás pasajeros a una distancia respetuosa; declaró que nunca había consentido su salida y exigió que se le devolviera inmediatamente en carne y hueso. Se le conminó al esposo pero él prefirió quedarse donde estaba. El capitán produjo el pasaporte que estaba perfectamente en règle y la señora se lanzó hacia el documento que fue hecho pedazos en la riña. Habiendo agotado todos los recursos hizo un salto repentino hacia su esposo, intentando probablemente llevárselo por la fuerza. Él corrió por su vida y se produjo una carrera por la cubierta del vapor, entre bancos, fardos y roscas de cuerda, mientras que los pasajeros les echaron porras, primero a uno y luego al otro, hasta que sus carcajadas no los dejaron ni hablar ni gritar. En un momento el esposo estaba a punto de ser agarrado, pero un pasajero con el corazón en su lugar metió en su camino un catrecito lo que le dio un momento de gracia que aprovechó para subirse por la escalera al puente. Su esposa intentó seguirlo, pero las resonantes carcajadas que sacaron los negros al ver su actuación la sobrecogieron y pronto volvió a bajar. Una vez abajo se interpuso el capitán y la colocó en el muelle donde se quedó hasta que el barco se había alejado del embarcadero, no diciéndole adiós con la mano, sino blandiendo su puño cerrado en la dirección hacia el fugitivo.

Volviendo a nuestro propio viaje, a la Isla de Pinos, toda la tarde se la pasó el vapor avanzando cautelosamente entre los arrecifes de coral que llegaron casi hasta la superficie. A veces parecía que apenas había espacio para pasar entre ellos, y en la noche hubiera sido imposible navegar. Nos encontramos exactamente en el lugar donde Cristóbal Colón había llegado con sus hombres en su expedición a lo largo de la costa de Cuba, intentando darse cuenta de qué había tierra adentro. Navegaron durante el día y atracaron en la noche hasta que se acabara su paciencia. Otro día o dos de navegación les habría llevado al punto donde la costa da vuelta hacia el norte, pero regresaron y Colón murió en la creencia de que Cuba era el extremo oriente del continente de Asia.

Los españoles llaman a estos arrecifes "cayos" y nosotros hemos cambiado su nombre a "keys", como por ejemplo Key West en Florida y Ambergris Key frente a Belice.

Fue después de la puesta del sol cuando los animales fosforescentes hicieron al mar resplandecer como metal fundido cuando llegamos a la Isla de Pinos, avanzamos lentamente río arriba entre los manglares que bordean las riberas hasta el pueblo de Nueva Gerona, el puerto de la isla. El pueblo consistía de dos filas de casas con techos de hojas de palmera y rodeadas de amplias verandas. Entre las dos filas de casas se encontraba una calle del más puro fango.

Como paseamos por el lugar en la penumbra vislumbramos nebulosamente a los habitantes sentados en sus verandas cubiertas, vestidos en telas blancas delgadísimas, intercambiando chismes, fumando y galanteando, jugando con las guitarras y cantando seguidillas. Era toda una escena americana, como si hubiera sido sacada de un romance. Pero los mosquitos no tenían nada de romance y estaban en todas partes. Recién llegado a Cuba me acostaba a la europea, pero ya que las camas eran invariablemente seis pulgadas demasiado cortas, mis pies siempre quedaban fuera en la noche y los mosquitos aterrizaron en ellos. Muy pronto la experiencia nos enseñó que era mejor acostarse sin desvestirse por completo, exponiendo solamente te la cara y las manos al ataque de los mosquitos.

La Isla de Pinos solía ser el refugio preferido de los piratas del Spanish Main, en efecto, eran sus únicos habitantes. Los bordes de los ríos y los arroyos eran formados por una densa vegetación y unas pocas yardas arriba el curso de una de estas corrientes se perdería en la selva y un crucero podría pasar a muy poca distancia de su escondite sin que se percatara de su presencia. El capitán Kyd frecuentemente venía por aquí y los habitantes cuentan todavía leyendas acerca de sus tesoros enterrados. Hoy en día la isla cumple una doble función; por un lado es un refugio vacacional para los cubanos que deseen alejarse un rato de la ciudad y disfrutar la playa, y por otro lado es un asentamiento habitado por los negros libres de Florida que escogieron dejar aquel país cuando se convirtió en parte de los Estados Unidos. Uno de estos floridanos nos acompañó el día siguiente a los Baños de Santa Fe como guía.

Cuando salimos de la aldea pasamos cerca de los árboles de manglares que crecían no solamente cerca del agua sino dentro de la misma agua y que dispersan sus raíces dentro del fango negro y grueso que se acumula tan rápidamente en este país de acelerado crecimiento y descomposición. En Cuba el mango es la maldición de los dueños de plantaciones, pues les proporcionan a los esclavos prófugos su alimentación durante la fuga, y se sabe de casos donde los esclavos han subsistido durante meses con los mangos, mientras que los manglares los cubrían. Un poco más lejos, tierra adentro, encontramos el guave, un árbol que crece densamente con hojas verdes y suaves. De sus frutas se prepara la mermelada de guave, pero durante nuestra visita todavía no estaba madura y le faltaba todavía para poder comerse.

En medio de la isla encontramos una cantera de mármol. Estas canteras apenas son explotadas hoy, pero cuando fueron inicialmente establecidas dieron empleo a un número de emancipados. Vale la pena explicar qué quiere decir emancipado y quiénes son los emancipados. Son africanos que han sido confiscados de esclavistas capturados y que han sido puestos a trabajar bajo inspección gubernamental durante un número limitado de años, en una condición algo similar a la de aprendices en Jamaica, en el interregno entre el esclavismo y la emancipación. Se dice en Cuba que la mortalidad entre los emancipados es pavorosa, raras veces sobreviven sus años de condición. Este detalle estadístico tiene una curiosa explicación. La verdad es que cada vez que muere algún hombre viejo es enterrado bajo el nombre de uno de los emancipados cuyo registro es mandado al gobierno y es declarado muerto, mientras que el negro mismo empieza a trabajar como esclavo en alguna plantación lejos del centro, donde no se mantiene ningún registro.

Dejamos la cantera de mármol y montamos a caballo millas enteras a través de una amplia sabana. La tierra era suelta y arenosa y llena de hojuelas de mica, y en las corrientes de agua encontramos fragmentos de granito que había sido bajado de las colinas. Aquí crecían palmeras y palmetos, acacias, mimosas y cactus, mientras que el mango y el árbol de guave preferían las extensiones más húmedas cerca de la costa. Las colinas estaban cubiertas de pinos que le han dado su nombre a la isla, y en la tierra elevada disfrutamos la curiosa vista de palmeras y pinos creciendo unas al lado de los otros.

Donde encontramos un arroyo el cambio en la vegetación era asombroso. Era una transición repentina de una plantación inglesa de pinos a una selva tropical, llena de higueras indios, palmeras, anona y grandes árboles de caoba,5 todo unido por innumerables trepadoras y parásitos, mientras que las guacamayas mantenían un cotorreo continuo y gritería en las copas de los árboles. En el momento que salimos de la franja estrecha de selva tropical que formaba el borde de los arroyos nos encontramos en el bosque de pino. Aquí los dos o tres pies inferiores de los troncos de los pinos estaban chamuscados y ennegrecidos por las llamas de la yerba de sabana alta y seca que crecía muy apretada alrededor de ellos y que agarraba fuego varias veces cada año. A través del bosque de pino el incendio se propagaba sin obstáculos, como en las praderas norteamericanas, pero solamente avanza a lo largo de la densa vegetación ribereña que no puede penetrar.

Los Baños de Santa Fe se encuentran en un claro entre los pinos. Los baños propiamente no son otra cosa que una concavidad en la roca en la cual una corriente, con una temperatura de alrededor de 80 grados, fluye continuamente. Una división en medio separa a las damas de los caballeros, permitiéndolos continuar su conversación mientras que chapotean en sus respectivas partes.

Las casas son aún más extraordinarias que el balneario. Todo el asentamiento consiste en una plaza cuadrada rodeada de pequeñas casas, todas con techos de hojas de palmera y con su indispensable veranda. Aquí los cubanos se instalan por meses, nadando, fumando, coqueteando, chismeando, jugando barajas y rascando guitarra; y todos parecen estar de acuerdo en un punto: que esa es una existencia maravillosa. Los dejamos a sus placeres sosegados y nos dirigimos hacia Nueva Gerona a caballo.

La siguiente mañana tomamos prestado un rifle del ingeniero del vapor y yo compré un poco de pólvora y perdigones en una tienda donde mantenían abajo del mostrador a dos jóvenes caimanes para que los niños jugaran con ellos. Abundan en las barrancas y las lagunas de la isla, y los negros nos contaron que en un cierto lago no muy lejos de allá vivía nadie menos que el rey de los caimanes il rey de los cocodrilos, pero no tuvimos tiempo para visitar a su majestad. Dos de los floridanos nos llevaron río arriba remando. Aún a una buena distancia de la boca del río flotaban pastinacas y medusas. Como avanzamos río arriba las riberas a nuestros lados tenían colgada una densísima vegetación. Habían caobas con sus curiosas hojas asimétricas, la planta de copal con sus frutas que parecen huevos y de las cuales el copal sale fluyendo al cortarlas, como opio de la cabeza de una amapola, palmeras con racimos de nueces grasosas, palmetos y guavas. Cuando el amontonamiento de otros árboles no dejara a una palmera crecer libremente cambiaría la dirección de su crecimiento hasta alcanzar el claro arriba del río y entonces se desarrollaría directamente hacia arriba con su copa de hojas puntiagudas.

Cazamos un falcón y un pájaro carpintero y los llevamos a la casa, pero unos cuantos minutos después de haberlos depositado en el piso de cerámica nos dimos cuenta de que habíamos sido invadidos. Las hormigas nos vinieron encima. Llegaron en millares, en una línea recta, subiendo por la repisa de la ventana y bajando por el otro lado, directamente hacia los pájaros. Cuando miramos por la ventana vimos una raya negra a través del patio, iba llegando todo un ejército de hormigas, y viendo que no había tiempo para pelar las aves las tiramos por la ventana. La vanguardia del ejército de hormigas dio vuelta y las siguió.

En la arena frente a la aldea florecía la planta de aceite de castor, el Palma Christi, sus pequeñas nueces eran maduras y tenían un sabor tan inocente que me comí varias sin que el ejemplo del muchacho en la familia suiza de los Robinson me desalentaba. Recibí mi castigo generoso. En la noche les conté de mi desafortunado experimento a los ocupantes de la veranda de la posada en sus sacos blancos, y me aseguraron que debía de haber comido un número non. Con suma seriedad me contaron que la segunda nuez contrarresta el efecto de la primera, la cuarta neutraliza a la tercera, etcétera.

En la Isla de Pinos conocimos a dos clérigos. Uno era el sacerdote de la Nueva Gerona, su parentela era la única cosa extraordinaria acerca de él. No solamente era hijo de un sacerdote, sino también su abuelo era sacerdote. El otro era un sacerdote de edad mediana, con una cara agradable y un acervo inagotable de chistes y de buen humor. Aparentemente todo el mundo hizo su conocimiento de manera directa y al final de la primera media hora ya eran sus confidentes, y todo un grupo de jóvenes lo seguía por todos lados. Sus reverencias mantenía viva la conversación todo el tiempo y demostró una considerable capacidad para divertir a sus interlocutores y sacarles, en su turno, sus secretos. Es cierto que los chistes que se contaron eran en nuestra opinión suaves, pero eran exactamente los adecuados para esta audiencia, y, cuando había necesidad, el padre era plenamente capaz de contar mejores chistes. No obstante que había nacido en España, se había formado en el Colegio Lazarista en París, sabíamos que este colegio era el centro de formación de los misioneros franceses destinados a trabajar en China; pronto hicimos amistad con el, igual que todos los demás. Un día o dos más tarde fuimos a verlo a la Habana, y lo encontramos de lleno absorbido en su trabajo, que era la supervisión de varias instituciones de beneficiencia en la ciudad: el Hospital Founding, el asilo mental entre otros. Su vida estaba llena de trabajo que nunca se interrumpía, y en efecto, la gente decía que se estaba matando con demasiado trabajo, pero él parecía estar constantemente en el mismo estado de ánimo, un estado de permanente felicidad, y cuando nos llevó a visitar los hospitales, los niños y los pacientes lo recibieron con muestras de máxima felicidad.

No habría gastado tantas palabras en describir a nuestro amigo el padre si no fuera por el hecho de que diera pie a una moraleja. Creo que sería posible tomarlo como un tipo de misionero, no de la Iglesia Católica en general, sino solamente de cierta clase de entre ellos, una clase que es de suma importancia en el mundo misionero, aunque son pocos los miembros de esta clase. Utilizando al padre como un ejemplo de esta clase creo que es posible, juzgando de las descripciones de ellos que encontramos en los libros, es curioso darse cuenta de qué manera su punto más fuerte es exactamente el punto donde el sistema protestante es más débil, es decir, en la formación y el comportamiento social. Cuántos hombres parten para la India con las mejores intenciones, empezando inmediatamente a trabajar cuando llegan, tirando sus doctrinas a los nativos antes de que tengan la más mínima idea acerca de su manera de pensar o trabajar, externando inmediatamente sus prejuicios favoritos y ofendiéndolos mortalmente como un preludio a largas discusiones con ellos. En pocas palabras, como si estuvieran acariciando un gato contra los pelos de la manera más concienzuda. Después del tiempo que les cuesta a los misioneros de este tipo alcanzar sus resultados satisfactorios, un hombre como nuestro padre cubano, aún sin discutir mucho y sermoneando todavía menos, ya habría creado lazos muy fuertes de lealtad con cientos de nativos, listos a aceptar cualquier cosa que él les enseñara.

Hicimos una ronda de visitas a los colonos de Florida, y sus costumbres sencillas nos agradaban sobremanera. Cuando mucho, hace treinta años que abandonaron Florida, y muchos de los niños que han nacido desde entonces ya han aprendido a hablar en inglés. Los lotes de tierra cultivada alrededor de sus chozas producen con muy poco trabajo suficientes verduras para su propio consumo y para vender en el mercado, asegurándoles la ropa necesaria y los pocos lujos que desean. Aparentemente tenían una vida feliz y se gobernaron de acuerdo a los principios de los patriarcas.

Dudo mucho de que cualquier otra condición social les podría convenir mejor a los habitantes negros de las islas de las Indias Occidentales que la de estos colonos. No son un pueblo muy trabajador, es cierto, pero trabajar duro en el ambiente tropical no es natural y solamente por medios innaturales se puede procurar. Sus bien cuidadas chozas y sus jardines esmeradamente mantenidos muestran que no son flojos. Su situación no corresponde a las ideas de prosperidad de un economista que quisiera que trabajaran duramente para producir ron, azúcar y tabaco, de manera que pudieran ganar dinero y gastarlo en porcelana y mercancías elegantes. Pero su situación va bien con la raza y el clima. Si medimos la prosperidad por medio del goce de la vida, entonces su situación es definitivamente envidiable.

Ningún observador sin prejuicios puede visitar las Indias Occidentales sin que se dé cuenta de que sería absurdo esperar que los negros libres trabajaran tanto como los esclavos, como si cualquier otra cosa que la extrema necesidad lo pudiera hacer. Hay solamente dos causas que pueden hacer a los negros trabajar, en el sentido que nosotros le damos a la palabra: la esclavitud o una población tan numerosa como para hacer necesario el trabajo para satisfacer sus necesidades.

En una de las casas en la colonia de Florida encontramos una ménage que me sorprendió, después de mis experiencias en los Estados Unidos. El padre de la familia era blanco, español, y su esposa era negra. Nos recibieron con mucha hospitalidad, y nos quedamos mucho tiempo sentados en el porche, conversando con la familia. Una o dos de sus hijas mulatas eran muy guapas, y tenían visita de la aldea cercana, unos jóvenes blancos que claramente habían llegado con el propósito de cortejar a las señoritas. Matrimonios de este tipo no son raros en Cuba, y el clima de la isla propicia la mezcla racial de negros y europeos, mientras que a los blancos les presenta un peligro mortal. Los créoles del país son una pobre raza degenerada y se extingue en la cuarta generación. Es solamente a través de matrimonios mixtos y la constante llagada de emigrantes de Europa que se mantiene la población blanca.

Temprano, el día de nuestra salida subimos a una colina alta de piedra caliza, en lugares cubierta de parches de brecha de piedra caliza cementada con piedra pómez y llenando las ranuras. Por toda la colina encontramos grandes cantidades de espato islandés de doble refracción. Las euforbias, que en Europa son solamente arbustos chaparros, llegan aquí a ser árboles altos con ramas derechas y flores grandes. Desde la cúspide de la colina se está expuesto el carácter de las sabanas. El curso de cada arroyo se podía reconocer por su línea delgada de bosque de un color verde profundo, distinguiéndose de la vegetación más escasa de las demás partes de la planicie.

Como salimos de la boca del río, hileras de flamencos de un color rojo brillante estaban parados en el agua poco profunda, pescando, y en algunos lugares se veía un pelícano con su pico tosco. Nuestra tripulación china disfrutaban su comida de arroz cuando nos dirigimos hacia delante en el barco, y se oía el sonido de los palitos. Platicamos con algunos de ellos y todos hablaban un poco español y eran muy inteligentes.

La historia de estos inmigrantes chinos es curiosa. En China son persuadidos a venir por agentes, firman un contrato según el cual van a trabajar durante ocho años, cobrando entre tres y cinco dólares al mes, con su alimentación y ropa. Esa suma les parece una fortuna, pero cuando llegan a Cuba se dan cuenta de que el valor del dinero se decide de acuerdo a lo que puede comprar. Aprenden que el valor de un obrero negro es treinta dólares al mes, y prácticamente se han vendido como esclavos. El valor de uno de esos contratos, es decir, del chino propiamente eran entre treinta y cuarenta libras esterlinas durante nuestra estancia en la isla. Es su buena suerte que no aguantan el trabajo duro en las plantaciones. Algunos mueren después de pocos días con este tipo de trabajo y expuestos al sol, y muchos más se suicidan. Y la total indiferencia con la cual se suicidan cuando la vida ya no parece valer la pena contribuye a moderar la extorsión de sus patrones. Uno de nuestros amigos en Cuba tenía un sirviente chino que un día se porto de manera insolente, y su patrón lo corrió de la habitación y lo despidió con una patada. El día siguiente los otros sirvientes chinos despertaron a su patrón con la noticia de que el chino se había suicidado durante la noche para expiar el insulto que había sufrido.

Alrededor de 15,000 esclavos africanos llegan a la isla cada año. Todos los detalles del comercio pertenecen al conocimiento común, hasta el precio exacto que se le paga a cada oficial por su silencio. Por cada negro se paga cien dólares, se dice, y de eso una onza de oro es la parte que va al capitán general. A eso hay que agregar el costo del esclavo en África, y los gastos de viaje; pero cuando el esclavo finalmente se encuentra en una plantación vale ochocientos dólares. Así que es evidente que es un negocio redondo, aún si solamente uno de cada tres esclavistas llegan a la isla con su cargo.

La isla ofrecía, con sus arroyos y árboles de mangle, excelentes condiciones para descargarlos si el barco solamente llega a la costa, y las patrullas españolas no los detienen si es posible evitarlo. Si son capturados por una patrulla británica, son convertidos en emancipados de la manera que ya expliqué.

Apenas hay otro país en el mundo que se encuentra en una posición tan completamente deshonesta como Inglaterra en sus intentos por reducir el comercio de esclavos en Cuba, con el apoyo nominal del gobierno de España y la oposición real y vigorosa de cada español en la isla, desde el capitán general hacia abajo. Aún el observador más superficial que pase una hora o dos en La Habana, mientras que su vapor cargue carbón, puede ver con sus propios ojos la evidencia del comercio de esclavos en las caras tatuadas de los africanos nativos, jóvenes y de edad mediana que llenan las calles y los mercados, igual que puede adivinar de sus espaldas cicatrizadas qué tipo de disciplina se mantiene entre ellos.

Dormimos a bordo del vapor frente al muelle en Batabano y regresamos a La Habana por el ferrocarril la siguiente mañana.

 

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Notas

1 García Rodríguez [2007:17] haciendo referencia a Macías [1978], Ely [1963], de la Torre [1858] y García Fuentes [1980].

2 En la espléndida trilogía del autor danés Thorkild Hansen acerca de "la costa de los esclavos", "los barcos de los esclavos" y "las islas de los esclavos" [Hansen, 1967, 1968, 1970] se nos presenta una reconstrucción histórica de las tres etapas en la vida de un esclavo —en términos individuales tanto como colectivos— cómo llegó a ser capturado y convertido en esclavo en su ambiente original en el centro o el oeste de África, cómo fue el transporte a través del Atlántico a su nuevo continente y cómo sería su futuro como esclavo en las islas en el Caribe. Los libros existen en traducción al holandés, inglés, francés, polaco, alemán, italiano, pero no al español.

3 Como lo ha mostrado Fogel [1981] en el caso de los Estados Unidos en momentos de abolición del esclavismo en aquel país. Algunos de los aspectos sociales y políticos en la lucha por la abolición de la esclavitud, desde abajo, son contados en Scott [2006].

4 El presente texto es la traducción del capítulo 1 (páginas 1 a 14) del libro Anahuac or Mexico and the Mexicans, Ancient and Modern de Edward Burnett Tylor, publicado por la Editorial Longman, Green, Longman & Roberts en Londres en 1861. La traducción es de Leif Korsbaek, quien desea agradecerle a Marcela Barrios Luna y a Sergio Ricco Monge la revisión de la misma. El libro ya ha sido publicado en coedición por la UAM Iztapalapa y Juan Pablos editores: Anáhuac o México y los mexicanos antiguos y modernos, traducción e introducción de Leif Korsbaek, 2009.

5 El árbol mahagua produce la curiosa red fibrosa conocida como bast que se utiliza para envolver los puros. En español el árbol se llama caoba, aparentemente el nombre original, ya que los españoles probablemente lo conocieron por primera vez en Cuba. ¿Será que nuestra palabra mahogany es resultado de una confusión de las palabras, una distorción de mahagua?

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