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Cuicuilco

versión impresa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.16 no.46 México may./ago. 2009

 

Presentación

 

Leif Korsbaek

 

Escuela Nacional de Antropología e Historia

 

Por muchas razones, la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), cuya revista oficial es la Revista Cuicuilco, es una escuela famosa en América Latina y en el mundo, pues tiene muchas virtudes y muchas facetas. Una de las virtudes es que no es solamente una escuela de antropología o una escuela de historia, es una escuela con siete licenciaturas y cinco programas de postgrado a dos niveles: maestría y doctorado.

La antropología en Cuba, a la cual se dedica el presente dossier, se encuentra en una curiosa situación, pues al mismo tiempo existe y no existe en la isla, pero —antes que nada—, fuera de Cuba prácticamente no se sabe nada de su existencia y de sus características. En el primer texto, de Leif Korsbaek y Marcela Barrios, se pretende llenar un hueco en un proceso que se inició grosso modo alrededor de 1968: en aquel año, por muchas razones y en muchos campos un año emblemático, inició un proceso de estudio y difusión de la historia de la antropología. El primer producto, y probablemente el mejor conocido (no por ello necesariamente el mejor), fue el mamotreto de Marvin Harris con el título algo seco de El desarrollo de la teoría antropológica, un libro que seguramente ha acompañado a muchos de los estudiantes de esta disciplina a través de su currículum. También de los Estados Unidos surgió la serie conocida como HOA, History of Anthropology, editada por George W. Stocking, que hasta el momento ha alcanzado nueve volúmenes regulares y algunos irregulares, todos dedicados a diversos aspectos de la antropología a nivel mundial. De la academia francesa aparecieron en 1969 dos volúmenes gemelos: La historia de la antropología, de Paul Mercier y Una historia de la etnología, de Jean Poirier, ambos de la editorial Presses Universitaires de France (PUF) y muy accesibles (en español caprichosamente el volumen de Paul Mercier, editado por Península en Barcelona, es muy caro, mientras que el volumen de Jean Poirier salió en una edición muy barata del Fondo de Cultura Económica en México). En el mismo periodo tenemos en México la versión original de la obra de Angel Palerm, que hasta el momento se sigue publicando en tres volúmenes dedicados a los precursores, los evolucionistas y los profesionales, contemporáneos de Edgard Burnett Tylor, y más recientemente se han publicado los quince tomos de la monumental obra de Carlos García Mora y colaboradores acerca de "la antropología en México". En este contexto se pretende presentar un perfil de la antropología en Cuba, un tema elusivo y olímpicamente desconocido fuera de la isla (y en la isla también, por varias razones).

La segunda de las virtudes de la ENAH es el abanico de especialidades antropológicas (si se nos permite aplicar el esquema de Franz Boas e incluir a la historia entre las disciplinas antropológicas) que tienen presencia en la Escuela. Los diversos textos del dossier pertenecen a muy diferentes disciplinas antropológicas y reflejan el pluralismo académico que rige en la ENAH.

Ya se han señalado las características del primer texto que introduce el universo del presente dossier; cabe solamente mencionar que el texto ha sido desarrollado como parte de las actividades de docencia e investigación desarrolladas en la isla por los dos autores, en cuyo contexto hemos tropezado con un abanico de ciencias sociales que al mismo tiempo se parecen a las que se desarrollan en otras partes de América Latina, incluyendo a México, pero que, por un proceso histórico relativamente bien conocido, son diferentes.

El segundo texto, que es de un libro que fue publicado en 1861, puede sorprender a mucha gente, pues el texto es de Edward Burnett Tylor, el mundialmente conocido fundador de la antropología moderna. En sí, el texto es una pequeña contribución a la historia de la antropología y a la historia cultural de Cuba, al mismo tiempo que introduce uno de los temas que constituyó el horizonte moral de la antropología en la infancia de la disciplina: la trata de esclavos. Acerca del texto no hay necesidad de gastar muchas palabras en su presentación, pues habla por sí mismo y — sencillamente— hay que disfrutarlo, ya que es un placer leer la prosa de Tylor, tan s hermosa como la de Malinowski, otro fundador de la antropología (prosa tan pulida lamentablemente no se da en todos los antropólogos).

Mientras que podemos decir que la antropología social y cultural (sin querer discutir la problemática relación entre una tradición que tiene su origen y su más rico desarrollo en los Estados Unidos y otra tradición que ha sido desarrollado con mayor riqueza en Inglaterra) no existe en Cuba en la actualidad, pues no existe una carrera de antropología, los dos siguientes textos pertenecen a un campo que forma parte de la antropología y que seguramente formará parte de la antropología que se está desarrollando en la isla: la antropología médica, o sea, el estudio de la medicina con atención a su aspecto cultural y comparativo.

El texto de Enrique Beldarrain Chaple plantea una pregunta: ¿Existe una antropología de la salud y la enfermedad en Cuba? El autor, que es cubano, es médico y antropólogo y cuenta con años de experiencia de estudios en su campo en Cuba.

El texto de Roberto Campos, médico y antropólogo mexicano, pero con años de experiencia en investigación en Cuba, refuerza la respuesta a la pregunta de Enrique Beldarrain Chaple, y contribuye con un material empírico que al mismo tiempo nos presenta un enigma que todavía no ha encontrado su respuesta: ¿Por qué una tradición de medicina tradicional ha tenido una difusión tan caprichosa que la encontramos solamente en Cuba y en Argentina, pero no en otras partes de América Latina?

En el artículo acerca del bailarín cubano, de Hamlet Betancourt León, con el título largo y trabajoso de "Acordes arrítmicos del color de la piel del bailarín de la Escuela Cubana de Ballet", nos quedamos en el mismo campo, pues es un estudio del cuerpo humano desde un punto de vista físico, no muy alejado del punto de vista de los dos anteriores autores, pero al mismo tiempo nos adentramos en la hibridización a diversos niveles: por un lado es un texto escrito por un investigador cubano, pero como parte de su posgrado en una universidad mexicana y, por otro lado, mientras que se mantiene la atención a lo físico, se agrega la dimensión estética.

Con el texto de Jesús Serna Moreno, "Las supervivencias lingüísticas de origen taíno en el oriente cubano", nos dirigimos a otro universo disciplinario, la lingüística. El texto llena un sensible vacío que tiene que ver con la fundación de la tradición antropológica cubana por Fernando Ortiz, al mismo tiempo frágil y sólida: mientras que todo el mundo está de acuerdo en que fue Fernando Ortiz quien le dio sus fundamentos a la antropología en Cuba —antes que nada con sus tres volúmenes acerca de los negros: Los negros esclavos, Los negros curros y Los negros brujos— aceptando su papel de introductor de los negros en la identidad polifacética de la isla, algunos sienten que con su atención a los negros, hizo a un lado tanto a los primeros habitantes de la isla, los indígenas y principalmente los taínos, y también a otros grupos como los chinos.

"El Departamento de Estudios Sociorreligiosos"1 —conocido por sus siglas CIPSdel Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas del CITMA fue fundado y dirigido de 1982 a 2006 por Jorge Ramírez Calzadilla, notable investigador de fenómenos sociorreligiosos quien representa la primera generación de investigadores del departamento, junto con Juana Berges y Aníbal Arguelles. Hoy está la segunda generación de investigadores: Ana Celia Perera Pintado y Ofelia Pérez Cruz, y la tercera generación, representada por la psicóloga Juliette Fernández Estrada y Aurora Aguilar Núñez. En este momento cuenta el Departamento con diez investigadores, la gran mayoría de ellos mujeres en un auténtico matriarcado. El Departamento es conspicuo en el paisaje cubano y es notable desde varios puntos de vista. Por un lado, es la única institución en Cuba que explícitamente se dedica al estudio de fenómenos religiosos, lo que es evidentemente un tema algo delicado en un país con un partido comunista de mucho peso y en una clara situación de transición de la total exclusión de la religión hacia algún tipo de tolerancia; por otro lado, se puede decir del Departamento que sus investigaciones son en gran medida antropológicas, pero los investigadores no son de formación antropológica, sino sociólogos y psicólogos.

Del Segundo Encuentro Internacional de Estudios Sociorreligiosos, celebrado en La Habana en 1998 se publicó una selección de textos, originalmente presentados como ponencias, en el volumen Religión, Cultura y Espiritualidad. A las Puertas del Tercer Milenio (Prieto & Ramírez, editores, 2000). El libro es interesante, pues la lista de autores que se encuentra al final muestra el papel del departamento como una especie de ventana hacia fuera en un área tan delicada como es el estudio de la dinámica religiosa: de los 28 autores enlistados, casi la mitad, 12, son investigadores cubanos (de los cuales 8 son del propio departamento), 4 son latinoamericanos, 7 son estadounidenses y 5 son europeos.

El texto que aquí se publica da una impresión del trabajo del departamento y de dos de sus investigadoras; de dos publicaciones de 2006 se desprende el tono de las investigaciones de la institución. En "Los llamados nuevos movimientos religiosos en el Gran Caribe. Reflexiones sobre un problema contemporáneo" se pone el énfasis en tres elementos: en los movimientos religiosos, en su actualidad y en la región del Gran Caribe, y se nota el interés por el pluralismo:

en la misma zona geográfica, un hecho viene captando en las últimas décadas la atención de medios académicos y religiosos por sus características y rápida difusión; se trata de la expansión de formas religiosas diferenciadas en varios aspectos de las tradicionales en los contextos culturales correspondientes [Berges et al., 2006:13].

En "Religión y cambio social. El campo religioso cubano en la década del 90" se detecta de nuevo el énfasis en los procesos de cambio que todo el tiempo están actuando, pero con mayor fuerza y velocidad a partir de la salida de los soviéticos de la isla alrededor de 1990, el inicio del periodo que trata el libro. En una nota en la primera página ya se detecta la presencia de la antropología como tarea y la ausencia del método antropológico, pues la religión se define entre otros elementos "por la aceptación de la existencia objetiva de lo sobrenatural, en cualquiera de las formas que adquiera" [Perera, 2006:1]; el problema es que, en una perspectiva intercultural, que es exactamente la especialidad y la fuerza de la antropología, lo que en una cultura es natural es en otra cultura sobrenatural.

El dossier termina con un texto acerca de la "Identidad, cultura y diversidad. Presencia japonesa en minas de Matahambre, Provincia de Pinar del Río", escrito por Nelia María Páez Vives, con el cual nos encontramos en la dimensión histórica de nuestra disciplina antropológica. La Provincia de Pinar del Río es casi exclusivamente conocida como la cuna del tabaco cubano (aunque la gente de Sancti Spiritus, en el centro de la isla, insiste en que el mejor tabaco cubano viene de su provincia; ya que dejé de fumar hace unos quince años, no me ofrezco como juez en la discordia); de las actividades mineras en Pinar del Río prácticamente no se sabe nada. La familia ha sido estudiada ampliamente en la historia cubana, pero la enorme mayoría de estudios giran en torno a la familia de los esclavos negros —como en los tres tomos de Fernando Ortiz ya mencionados y en La otra familia. Parientes, redes y descendencia de los esclavos de Cuba de Carmen Barcia Zequeira— y de la de los esclavistas —como en Burguesía esclavista y abolición, también de Carmen Barcia, o La burguesía esclavista cubana de Diana Iznaga— y, recientemente, la familia de los inmigrantes chinos.

 

Nota

1 La información aquí presentada proviene en parte de una entrevista el 14 de marzo de 2008 con las investigadoras Ana Cecilia Perera Pintado, Ofelia Pérez Cruz, Aurora Aguilar Núñez y Juliette Fernández Estrada, en la sede del Departamento de Estudios Sociorreligiosos en el Vedado, Habana.

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