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Cuicuilco

versão impressa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.15 no.42 México Jan./Abr. 2008

 

Miscelánea

 

Representaciones y discursos sobre multiculturalidad, identidad y patrimonio urbanos del Programa Mérida, Capital Americana de la Cultura, 2000

 

José Humberto Fuentes Gómez* y Zuleika Formoso Sierra**

 

* Facultad de Psicología-Universidad Autónoma de Yucatán. Correo electrónico: fgomez@uady.mx

** Investigadora independiente. Correo electrónico: fzuleika@hotmail.com

 

Resumen

El presente artículo estudia y analiza el Programa Mérida Capital Americana de la Cultura 2000 como caso significativo de política cultural urbana, enfatizando en: a) sus conceptos de cultura y multiculturalidad urbana; b) sus ideas sobre al patrimonio histórico de la ciudad; y c) sus representaciones sociales de la identidad de los meridanos. Asimismo, da cuenta de los agentes, acciones y espacios involucrados. Concluimos que a pesar de que éste incluyó 3,000 actividades a lo largo de todo un año, al basarse en una concepción simplista de la diversidad cultural de los ciudadanos no superó la perspectiva tradicional sobre la oferta cultural y reprodujo estereotipos clasistas.

Palabras clave: políticas culturales, identidades urbanas, representaciones, multiculturalidad.

 

Abstract

The article examines and analyzes the Program Merida American Capital of Culture 2000 as a significant case of urban cultural policy, emphasizing: a) their concepts of multiculturalism and urban culture, b) their ideas about the historical patrimony of the city, and c) their social representations of the identity of the meridanos. It also gives an account of the agents, actions and spaces involved. We concluded that even though it included 3,000 activities, over an entire year, based on a simplistic conception of cultural diversity of citizens, did not exceed the traditional perspective on the cultural offer and it reproduced class stereotypes.

Key words: cultural policies, urban identities, representations, multiculturalism.

 

Las políticas culturales urbanas

Hablar de políticas culturales actualmente resulta común dentro de la agenda de los Estados Nacionales. Por ello en la mayoría de los países el trabajo realizado por las instituciones culturales es materia de reflexión y discusión, tanto en el sector público como en el privado. Esta discusión adquiere diferentes matices dependiendo del ámbito en que se realiza la crítica, ya sea la estructura administrativa del sector cultural, la calidad de los programas, la aplicación de los presupuestos o la eficacia de las acciones culturales [Nivón, 2000:1].

El término política cultural no se refiere a un objeto delimitado o único, y durante muchos años se ha utilizado para incluir diversas cuestiones y múltiples propósitos. Es hasta décadas recientes que se ha perfilado en torno a él un componente más o menos compartido. Como punto de partida resulta útil la definición de García Canclini, quien entiende por políticas culturales

El conjunto de intervenciones realizadas por el Estado, las instituciones civiles y los grupos comunitarios organizados, a fin de orientar el desarrollo simbólico, satisfacer las necesidades culturales de la población y obtener consenso para un tipo de orden o de transformación social [1987:26].

Toda política pública relacionada con la cultura implica la existencia de un agente legítimo capacitado para generar propuestas y tomar decisiones ceñidas a mecanismos establecidos legalmente para ello, que acuerda acciones de carácter vinculante para los diversos agentes sociales implicados en la definición de tal política [Aguilar, 1996:37]. Por ello, el contenido de las políticas culturales no puede entenderse aislado de los procesos de conformación del poder y de las relaciones sociales de un tiempo y espacio concretos, así como de las expectativas de los diferentes agentes sociales y grupos que intervienen en la conformación de determinado campo cultural. En el caso mexicano las políticas culturales —durante varios años— se han llevado desde el Estado para preservar las lenguas, las costumbres, las tradiciones, o para procesos de alfabetización en las comunidades rurales, o el "rescate" del folclor de los pueblos o sus manifestaciones artísticas.

Entenderemos por políticas culturales el conjunto de intervenciones, acciones y estrategias que distintas instituciones gubernamentales, no gubernamentales, privadas, comunitarias, etc., diseñan y llevan a cabo con el propósito de satisfacer las necesidades y aspiraciones culturales, simbólicas y expresivas de la sociedad en sus distintos niveles y modalidades [Olmos, 2004:66]. Cuando estas políticas se enfocan al ámbito urbano deben tener claro que éste se caracteriza por su heterogeneidad, complejidad y un estado de permanente tensión y cambio. Por ello, deben considerar en sus distintos niveles y modalidades la variedad cultural de los destinatarios, vistos como ciudadanos con derecho al disfrute de la ciudad y sus espacios [Ibid.:66].

En virtud de la diversidad de políticas culturales urbanas que pueden existir, consideramos pertinente aclarar que en este artículo nos centraremos exclusivamente en aquellas que se generan en las ciudades, mediante las dependencias de Desarrollo Cultural, que proponen, difunden y organizan programas de cierta magnitud y declaran —de manera explícita— en éstos, los siguientes factores: a) la multiculturalidad de las ciudades, b) el uso, preservación y defensa del patrimonio urbano, y c) la identidad de sus ciudadanos. El efecto de éstas políticas en los ciudadanos depende de la forma como cierto tipo de gestores culturales e instituciones conciben tales factores y, en consecuencia, llevan a cabo sus actividades relativas al campo cultural.

El diseño y ejercicio de este tipo de políticas culturales tradicionalmente ha sido competencia de los gobiernos federales, estatales o municipales. Sin embargo, no puede entenderse la tarea oficial sin la colaboración y mediación de sectores que disponen de influencia, sea de naturaleza económica o de clase.

 

Mérida, Yucatán: Capital Americana de la Cultura 2000 (CAC 2000)

Para las autoridades municipales de Mérida y buena parte de sus ciudadanos, el inicio del año 2000 dio lugar a un conjunto de expectativas relacionadas con el compromiso para iniciar un vasto programa enfocado al desarrollo de una oferta cultural1 que mostrara ante la comunidad internacional a los meridanos como personas sensibles e interesadas en la cultura. No era para menos: meses antes la capital de Yucatán había sido electa, en Barcelona, la Primera Capital Americana de la Cultura.2 La selección de Mérida para dicho nombramiento, entre varias ciudades concursantes de todo el continente,3 obedeció, según los organizadores, a cuatro motivos principales:

1. Ser una ciudad ubicada en un país del norte de América, pero con profundas raíces en el centro y el sur del continente. Esta pertenencia geopolítica era óptima, tratándose de la primera designación de una ciudad como Capital Americana de la Cultura.

2. Tener una importante presencia precolombina, especialmente del mundo maya.

3. La candidatura presentada por Mérida contó con una adhesión y consenso ciudadano muy importantes, y los diversos sectores sociales de la ciudad se sumaron a la iniciativa del Ayuntamiento meridano.

4. El proyecto del Ayuntamiento de Mérida, tuvo desde su planteamiento una lógica organización y viabilidad que le permitió ajustarse plenamente a los objetivos establecidos en las bases de la convocatoria, lo que se comprobó al haber llevado a cabo continuos programas culturales.4

La designación de Mérida, un año antes de la ejecución del programa CAC 2000, le permitió al Ayuntamiento municipal suscribir convenios muy ambiciosos con inversionistas y empresas locales e internacionales.5 Los acuerdos en materia de intercambio turístico, cultural y artístico, originalmente se realizaron con las 10 ciudades designadas, de manera simultánea, Capitales Culturales Europeas 2000. Éstos posteriormente se ampliaron a otras ciudades de Asia y América aprovechando el impacto de la designación de la capitalidad cultural como un evento sin precedentes. Con ello se trató de posicionar a Mérida como ciudad con una variada y rica herencia cultural que combinaba las influencias maya prehispánica, europea y contemporánea; y dicha estrategia permitió a la capital yucateca ser uno de los destinos turísticos más difundidos de América Latina en el año 2000.

Durante el tiempo que se realizaron las negociaciones para participar en el proceso de postulación, las autoridades municipales no informaron que la nominación de Capital Cultural implicaba una erogación de 425,000 dólares americanos. El 22 de agosto de 2000 (en plenas festividades), diputados del PRI denunciaron que la Comuna Meridana había pagado esa cantidad. Según la diputada Alpizar Carrillo se podía comprobar que el Ayuntamiento emitió, en octubre de 1999, tres cheques a nombre de la Organización No Gubernamental (ONG) que otorga el título de Capital Cultural y señaló que éste había sido comprado, que no era honorario como lo pretendía hacer creer el alcalde panista.

Frente a las críticas el Alcalde confirmó que efectivamente la Comuna había realizado ese pago y que "La cantidad mencionada fue girada por concepto de servicios, difusión internacional y transportación que se proporcionaría a ese organismo y no por comprar el título."6 El alcalde Abreu Sierra reconoció que no se había informado expresamente que debía pagarse esa cantidad por la designación, pero que sí había mencionado que en las bases del concurso estaba estipulado un pago por los conceptos mencionados. Asimismo, informó que el Ayuntamiento había erogado hasta el mes de abril de 2000 la cantidad de 2.1 millones de dólares en total, incluyendo el pago a la ONG.

Los 425,000 dólares erogados para recibir el nombramiento de Capital Americana de la Cultura, según las autoridades municipales, se pagaron por los servicios de la ONG que incluían la proyección mundial de Mérida, la divulgación de las actividades del programa, los contactos que se establecieron con medios de comunicación internacionales y otros rubros como la transportación proporcionada en Europa. Frente a la crítica del periódico local Por Esto!, la Comuna insistió en que la cantidad mencionada fue destinada, principalmente para la publicación de reportajes sobre Mérida en el extranjero.

El Ayuntamiento meridano varias veces recalcó que había ahorrado aproximadamente unos 10 millones de dólares en publicidad de la ciudad con su nombramiento, cantidad absorbida por la ONG designadora al emplear todos los foros de difusión en el extranjero con los que tenía convenios, vendiendo en todas las delegaciones internacionales el paquete turístico Mérida 2000 Capital Americana de la Cultura.7

Por otra parte, es pertinente señalar que las ciudades investidas con el título de Capitales Culturales no están reconocidas como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. El nombramiento procura justamente destacar su riqueza patrimonial y cultural, para conformar un circuito de cooperación y difusión entre éstas y las que sí están reconocidas. En la práctica, más allá de la buena voluntad para promover la riqueza cultural, el nombramiento de Capital Cultural involucra elementos para negociar con el capital simbólico de las ciudades con especificaciones de valor patrimonial y cultural. Aunado a la parafernalia discursiva de designar a las ciudades acercándolas, con el objetivo de difundir los valores y la diversidad de formas en que manifiestan la identidad de sus habitantes, hay intereses locales, competencias, negociaciones, proyectos políticos y económicos.

 

Agentes e instituciones del Programa de Actividades Mérida CAC 2000

Recién aceptado el nombramiento la alcaldía meridana constituyó el Consejo Mérida 2000 conformado por las instituciones culturales más influyentes —según la Dirección de Cultura Municipal— en la sociedad meridana. A éste se invitó a rectores y directores de universidades locales (públicas y privadas), a la Arquidiócesis de Yucatán, al Instituto de Cultura del Gobierno del Estado, así como a agrupaciones culturales independientes, ex alcaldes de Mérida (exclusivamente de extracción panista), regidurías municipales, cámaras profesionales, asociaciones civiles, embajadas y empresas auspiciantes. El Consejo, conformado por sectores bien definidos de la sociedad, se organizó en cuatro comisiones de trabajo: eventos, integración a la comunidad, educación y comunicación. Estas trazaron las directrices que organizaron y orientaron las acciones y el contenido de la programación de los eventos relativos a la capitalidad.

El 12 de octubre de 1999, en el teatro Peón Contreras de Mérida, se realizó el acto protocolario de la firma del acuerdo entre el Ayuntamiento meridano y la ONG otorgante del nombramiento de Capital Americana de la Cultura. A la ceremonia asistieron autoridades y personalidades de los ámbitos político, social, cultural y económico. Fungió como testigo de honor en la firma del convenio la directora de asuntos culturales de la oea. El alcalde meridano destacó los tres objetivos que perseguía Mérida con dicho nombramiento:

a) Estar dirigida hacia adentro de la comunidad, el sentir, el orgullo de vivir y ser parte de la ciudad, es el impacto a nuestra autoestima social para que como comunidad intentemos lo que antes no había[mos] intentado.

b) Mostrar al mundo lo nuestro, aquello que nos identifica como pueblo: de poetas, músicos; así como los bailes tradicionales, comida, religiosidad popular y nuestras tradiciones.

c) Lograr que en el año 2000 Mérida se convierta en el espacio y el tiempo para la convivencia de las culturas de América, tiempo y espacio para aprender de lo otros lo que no es nuestro y aquello nos ayude a ser mejores personas.8

Esa misma noche se firmó la Declaración de Mérida, donde se expresaba la voluntad de integración en el mundo a partir de la propia identidad. Suscrita por representantes de varias ciudades americanas, empezaría a hacerse válida en un congreso panamericano de alcaldes programado para mayo de 2000. Incluyó cuatro compromisos:

1. Trabajar con una política pública que impulse la cultura desde el ámbito del rescate, valorización y actualización de los valores, costumbres y principios propios de cada comunidad, y el intercambio e integración de una cultura americana centrada en las personas.

2. Fomentar políticas públicas que coadyuven al perfeccionamiento de la vida democrática de las ciudades.

3. Fomentar el intercambio cultural y la cooperación internacional entre los gobiernos locales, a fin de buscar la integración de América.

4. Impulsar el desarrollo social y económico de nuestras comunidades, teniendo como base la cooperación y equidad.9

A partir de la firma del nombramiento inició una intensa labor de promoción que involucró al Ayuntamiento, empresarios locales, asociaciones civiles y a los miembros del Consejo Mérida 2000. Éste realizó visitas a las embajadas de España, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Chile, Perú, Venezuela, Argentina, Costa Rica, Israel, Bolivia y Colombia en la Ciudad de México; reactivó los convenios con Belice, Cuba, Francia y Alemania y convocó a los consulados de Inglaterra, Japón y Corea en Mérida. El objetivo fue invitarlos a participar en el programa de actividades y se propuso ofrecer a los meridanos por lo menos 3,000 eventos culturales "de alto nivel". También se solicitó a más de 100 instituciones privadas y compañías independientes proponer actividades culturales que serían evaluadas por el Consejo Mérida 2000, para su eventual integración a la agenda del Programa. La respuesta fue positiva y de esta forma se pudo llegar a la meta de los 3,000 eventos a lo largo del año 2000.

 

El concepto de multiculturalidad del Programa Mérida CAC 2000

Hasta hace tres décadas el mapa cultural de las ciudades mexicanas era de decenas de comunidades relativamente homogéneas culturalmente, quizá aisladas, dispersas entre sí y poco vinculadas con la metrópoli. Hoy, sin embargo, el mapa ha cambiado. Viviescas [1995:46] destaca el movimiento migratorio, rural-urbano, de ciudades grandes a ciudades menores y viceversa, e incluso de otros países, que ha dado lugar a una trama cultural urbana heterogénea formada por una enorme diversidad de estilos de vivir, de modos de habitar, de estructuras de sentir y de narrar, muy dinámica y densamente comunicada. Ese panorama nos obliga a repensar y abordar el estudio de la trama cultural urbana. Ahora no basta con repetir que la multiculturalidad es la existencia de diversas culturas que comparten el espacio urbano; la multiculturalidad remite a formas heterogéneas y diversas de vivir y reproducir la experiencia urbana [Nivón, 1999:129].

En el caso de Yucatán y su capital, la conquista española enlazó dos grupos humanos con culturas diferentes. Durante los siglos de dominación colonial, los pobladores autóctonos sometidos al imperio español tuvieron que negociar fórmulas para la convivencia en las ciudades. Desde ese momento, los recursos materiales, innovaciones tecnológicas, educación y los bienes simbólicos más apreciados, estuvieron relativamente concentrados entre la población de origen europeo. La mayor parte de los pobladores de origen maya, establecidos en la ciudad de Mérida, apenas fueron reconocidos como ciudadanos a raíz de la Guerra de Castas (1847),10 pero las acostumbradas definiciones de su estatus y el de los demás sectores continuaron intactas en muchos indicadores. Establecidas las bases sociales, ideológicas y económicas, los blancos y criollos se relacionaron con los otros sectores de la población meridana (los mestizos y los indios), dando lugar a una organización social claramente definida entre las clases sociales cuya base aún se expresa en la capital yucateca.

Actualmente se puede observar en el espacio urbano meridano evidencias explícitas de dicha naturaleza histórica. Los descendientes de la antigua aristocracia, quienes continúan poseyendo el capital económico, cultural y simbólico, ocupan consecuentemente la posición hegemónica. Cuidando no transgredir su frontera sociocultural, blancos, indígenas y mestizos conviven y se apropian de espacios y prácticas que consideran suyos [Hansen y Bastarrachea, 1984].

Los contrastes que se generan en una sociedad altamente segregada se reflejan en la naturaleza de las políticas culturales difundidas y puestas en marcha. Ello también refuerza la importancia del espacio público de la ciudad como referente clave de apropiación identitaria de cada grupo, para reproducir sus prácticas y socializar con los suyos [Fuentes, 2000]. En ese sentido, coincidimos con Escalante [1999:173] al aseverar que en las ciudades latinoamericanas no hay "no-lugares" posibles, pues cada territorio es peleado centímetro a centímetro para nombrarse, definirse o usarse.

Si bien la cuestión étnica en una sociedad como la meridana tiene una impronta fundamental, es evidente que no es el único factor que influye en la heterogeneidad de la población. Otros elementos como el género, la edad, los niveles de escolaridad e ingreso económico, la segregación del espacio urbano, y la disponibilidad diferencial de tiempo libre de los diversos grupos sociales también intervienen en la conformación de la misma.11

En el campo de la política cultural el Programa Mérida CAC 2000 evidenció la poca eficacia de sus acciones para aprehender ese universo complejo. El gobierno local, al concebir la instrumentación y aplicación de ofertas culturales para un público supuestamente homogéneo, ignoró dicho factor multicultural que no toma en cuenta las especificidades de los ciudadanos.

La multiculturalidad —como propone Olmos— alude a culturas en contacto que suponen intercambio y enriquecimiento mutuo, más allá de la homogenización que busca la imposición de una cultura sobre las demás. Ciertamente, la convivencia no siempre se da en perfecta armonía; implica entendimientos, pugnas, encuentros y desencuentros, apertura e intolerancia, visiones opuestas del mundo [2004:88]. Pero hace posible la existencia de más opciones, más puntos de vista para encarar la existencia y la emergencia de múltiples soluciones. El multiculturalismo no es un limbo donde flotan las identidades en un estado de gracia, sino una esfera donde se juegan a fondo las diferencias, pero no para eliminarse entre sí, sino para su pleno reconocimiento y aceptación [Ibid.:88].

En el caso de la política cultural meridana se entendió la dimensión de la multiculturalidad como la presencia de comunidades culturales diversas pero separadas. Se propuso a Mérida como una capital multicultural en su sentido cosmopolita. Esta forma en que las políticas culturales municipales en México han entendido la dimensión de la multiculturalidad no es del todo errónea, ya que hace referencia a una realidad local existente. Las comunidades libanesa, española, argentina, francesa, italiana, coreana, etc., son para la Dirección de Cultura Municipal sociedades con una fuerte representación artística e íntimas colaboradoras del gobierno municipal en la programación de la oferta cultural meridana.12

Sin embargo, la multiculturalidad no debe limitarse al simple fenómeno de encuentro y convivencia espacial y de socialización de culturas diversas. De hecho, actualmente la propia dinámica de las sociedades urbanas exige una mayor intervención de la investigación social en cuanto al estudio de la diferenciación interna de la ciudad.

Las expresiones actuales de multiculturalismo en nuestras ciudades, tienen ante sí una experiencia cultural basada en la etnicidad y la territorialidad, que hace de la diferencia cultural algo cotidiano [...] trabajar, pasear, consumir, obliga a definir políticas de convivencia o exclusión [Nivón, 1999:129].

La multiculturalidad no debe resumirse a la concepción simplista de las autoridades meridanas. El espacio global donde se posicionan nuestras ciudades es multicultural; desde esta realidad estudiar la interacción entre culturas locales, regionales, nacionales y extranjeras, debe llevar a diseñar políticas públicas que fomenten la convivencia y aceptación de la diversidad identitaria y minimicen los desencuentros, la intolerancia y el menosprecio hacia prácticas diferentes a las reproducidas por los sectores privilegiados en cada ciudad.

Las políticas públicas del desarrollo simbólico de una ciudad deben ocuparse de atender la otra cara de la multiculturalidad. Esta perspectiva tiene que ver con el contraste de grupos y clases sociales, cuyas diferencias son de estatus y nivel socioeconómico. La multiculturalidad, entendida como las diversas formas de vivir y reproducir las prácticas propias de cada grupo social, no es un factor negativo, posibilita la existencia de otras opciones y puntos de vista para encarar la existencia de soluciones alternativas a las problemáticas de la vida cotidiana [Olmos, 2004].

 

Espacios urbanos privilegiados, identidad del hach13 meridano y noción de patrimonio del Programa Mérida CAC 2000

De acuerdo con las normas de la ONG que otorga el título, las ciudades designadas como Capital Americana de la Cultura deben realizar un programa cultural incluyente, multicultural y tolerante a todas las manifestaciones artísticas, con el objetivo de difundir los valores y la diversidad de formas en que se manifiesta la identidad de los habitantes de su ciudad. El Ayuntamiento meridano fungió como mero gestor y operador de dicho programa, dado que el sector empresarial local, así como los grupos de élite, reunidos en asociaciones civiles, fueron los encargados de proponer y diseñar los eventos y su contenido temático. Es importante recalcar la relativamente amplia participación de la iglesia católica y sus instituciones educativas y la ausencia de otras instituciones religiosas que no fueron convocadas.

En total se llevaron a cabo 3,000 eventos que se verificaron, en su mayoría, en tres distritos urbanos (VIII, Centro Histórico; I, Montejo y II, Alemán) de los ocho que conforman la ciudad (v. Plano 1).14 Los distritos VIII con el 66.7% y el I con el 22.9%, fueron sede de casi el 90% de toda la oferta cultural, y el distrito II —localizado en la porción nororiental— alojó al 5.3% de los eventos. La selección de espacios no fue accidental: el Centro Histórico concentra la mayor parte de las instalaciones; teatros, galerías, museos y foros destinados a la oferta cultural y actividades artísticas (v. Plano 2); es también la sede privilegiada de los equipamientos del poder, gran parte de los establecimientos comerciales y turísticos, y del patrimonio arquitectónico e histórico. Es por ello la zona más importante de la ciudad.

Por su parte, los distritos Montejo y Alemán, ubicados en el polígono norteño de Mérida, disponen del mayor y mejor equipamiento urbano y en ellos residen los pobladores con mayores recursos económicos. La concentración de la oferta cultural evidenció la intención de realizarla en un espacio claramente delimitado, relativamente homogéneo en cuanto al nivel socioeconómico de sus pobladores y por el tipo de consumo cultural que demandan.

La localización concentrada de los soportes y establecimientos relacionados con la oferta cultural (cines, teatros, museos, galerías, auditorios), es una constante en la mayoría de las ciudades mexicanas y no es exclusiva de Mérida. Las políticas culturales no inventan esa localización, pero al utilizar dichos recintos y espacios refuerzan la segregación en el campo de la oferta cultural, enfatizando las fronteras a veces físicas, a veces imaginarias pero no por ello menos reales, ya que sus efectos se aprecian en la ausencia de grupos urbanos que no se consideran convocados para muchas actividades culturales.

Por otra parte, es importante destacar la participación de la prensa local en la difusión del Programa CAC 2000. Por un lado el Diario de Yucatán —periódico conservador e identificado con el Partido Acción Nacional— respaldó ampliamente el programa y fungió como principal medio para difundir el tipo de política cultural del Ayuntamiento. La sección de "Imagen" de dicho periódico permitió al lector de las clases media y alta, principalmente, conocer el calendario de eventos de cada día y semana y leer la reseña de los mismos durante todo el año 2000.

Pero más allá de ello este periódico compartió las representaciones sociales, discursos e imaginarios de los organizadores al difundir la imagen de una ciudad altamente culta, de tradiciones arraigadas e inamovibles, profundamente religiosa y conservadora (léase católica) donde prevalece el respeto a un sistema de valores morales, éticos y estéticos, así como modas, usos y costumbres particulares que le dan la esencia al meridano. Una ciudad donde —según dicho discurso— la violencia no existe, la seguridad es su divisa, la gente es amable y educada y, por fortuna, donde son raros los problemas sociales que comúnmente agobian a las grandes ciudades de nuestra América.

Por otro lado, el periódico Por Esto!, no identificado con el Ayuntamiento en turno, mantuvo una postura opuesta. Durante todo el año reiteradamente recalcó, a través de sus editorialistas y reporteros, la visión sesgada del programa CAC 2000, los procedimientos poco claros que beneficiaban a ciertos empresarios y personas, la exclusión de determinados sectores de la comunidad artística, así como el tipo de actividades y espectáculos.

Uno de los aspectos centrales para el otorgamiento del nombramiento de Capital de la Cultura —según la ONG otorgante— es la presencia de indicadores de una fuerte identidad local. El Programa Mérida CAC 2000 siempre lo tuvo presente y construyó y proyectó un conjunto de características sobre la identidad del meridano en un modo generalizado. Para comprender la lógica sobre la que descansa esa concepción de comunidad identitaria es necesario analizar con qué elementos se construye, cómo se expresa, representa y reproduce [García, 2001:110].

En el caso de la construcción de la identidad del meridano, los responsables del diseño de las políticas culturales concretadas en actividades del programa Mérida CAC 2000, partieron de un conjunto de atributos y características que les interesaba mantener perpetuadas, aun cuando la identidad del ciudadano actual se construye a partir de la diferencia. Asimismo, la "esencia" del meridano se observa como una apropiación simbólica que los grupos hegemónicos locales ejercen. Al asumirse y legitimarse dichas prácticas imaginadas se refuerza, en propuesta de Herzfeld [1997:109], esa permanencia de "nostalgia estructural" basada en la evocación de temporalidades pasadas, en la cual la perfección balanceada de las relaciones sociales no había sufrido el deterioro que afecta a la sociedad actual en su conjunto.

La "nostalgia estructural" se percibe cuando se presentan dos intenciones: el deseo evidente de la institución por difundir y reproducir estereotipos de generación a generación, que no deberán cambiar por salud social; la otra tiene que ver directamente con una retórica oficial de volver los ojos a costumbres en desuso, o bien, modificadas por circunstancias actuales, tales como las medidas adoptadas en cuanto a la seguridad pública de hoy contrapuestas con las de antaño, o bien las reglas de cortesía, basadas en normas de convivencia anteriores dentro de las clases media y alta, que a su vez, delimitaba el espacio de cada habitante en la ciudad.

El discurso oficial no podía contener indicadores de alteración, desorden o desigualdad; por ende omitía la existencia de formas y expresiones que podían dar cuenta de la heterogeneidad de la población urbana. En cuanto a la difusión de tal identidad, el discurso reflejó características de una identidad atemporal, reduccionista y acartonada, donde sobresalían usos y costumbres comunes —aunque no exclusivos— de las clases media y alta que se erigieron como arquetipos distintivos del meridano, como el hablar "aporreado", uso de palabras mayas, el gusto por la famosa y reconocida gastronomía yucateca, así como ciertas prácticas comunes de dichos estratos como el gusto por la trova, el teatro regional, asistir a misa, disfrutar de la playa, etcétera.15

El Programa CAC 2000 procuró entretejer un imaginario particular. Así, quedó remarcado el carácter icónico de la identidad meridana proyectada según las prácticas propias de las clases hegemónicas. Cuando mencionamos la iconicidad de dicha representación retomamos a Herzfeld [1997:42], quien la distingue como una forma de incorporar los rasgos deseables de una ideología localizada hacia el conjunto.

El discurso sobre la identidad del meridano, expresado en la política cultural local, se alimenta de una cimentada literatura, costumbres y leyendas propias de la región que, poco a poco, se han ido incorporando al conjunto de rasgos que constituyen al meridano "autentico". Esta identidad cultural oficializada nos remite a un folclorismo asociado al turismo que vende bien: las mestizas con sus bellos trajes regionales bailando la jarana, la elaborada cocina yucateca, las ciudades mayas prehispánicas de refinada arquitectura, las leyendas del Mayab,16 el teatro regional,17 y diversas prácticas sociales que han sido supuestamente compartidas por los habitantes de Mérida. Todos son elementos de una identidad construida a partir de referencias pasadas.

La política cultural del Programa CAC 2000 reprodujo la "esencia" del meridano como una apropiación simbólica que los grupos en el poder ejercen en la ciudad. El programa urdió un imaginario oficial, incorporando los rasgos deseables de una ideología específica hacia el conjunto, y omitiendo o discriminando prácticas alternativas de vivir la ciudad.

Por otra parte, en concordancia con esa idea de identidad, el Programa CAC 2000 valoró el espacio urbano como recurso importante para acotar y enaltecer el perfil del meridano que buscaba proyectar. Así, seleccionó espacios y edificios como referentes emblemáticos que distinguen a "la Ciudad Blanca" como urbe culta, bella, señorial y cosmopolita; que además —según la autoridad municipal— son los más apreciados, conocidos y reconocidos por los meridanos que la aman.

[...] todos los eventos del programa CAC 2000, están pensados justamente en la satisfacción de los gustos refinados del meridano, y obviamente, se eligieron los espacios con que el meridano siente plena identificación. Su Paseo Montejo, sus teatros en el Centro Histórico, sus edificios patrimoniales [Discurso de Clausura del Programa, 31 de diciembre 2000].

Así, se privilegió el Paseo Montejo, avenida aristocrática de influencia francesa; el impresionante Palacio Cantón, sede del museo arqueológico de la ciudad; la Catedral, máximo templo católico de Yucatán; el Teatro Peón Contreras y la torre modernista de una institución bancaria; todos ellos a modo de muestra de la riqueza arquitectónica.18 Por supuesto, en los carteles difundidos en diversas partes del mundo, no se incluyeron las imágenes de soportes urbanos como la Plaza Grande o Principal, el Zoológico del Centenario, el Edificio de Correos y el mercado Lucas de Gálvez,19 lugares plenamente utilizados y reconocidos por las clases medias bajas y sectores populares.

El conjunto de imágenes elegidas para promocionar la ciudad en carteles y propaganda oficial, si bien ilustra aspectos relativos a la cultura local, expresa también la clara intención de promover una imagen atractiva para el turismo. Evidentemente, para las autoridades municipales éstos son los referentes que definen Mérida y la cultura puede ser un recurso para la generación de divisas.

Cuando la autoridad decide construir un conjunto de imágenes para representar la ciudad, se enfrenta a una situación problemática, ya que es difícil —por no decir imposible— aprehender la totalidad de esa realidad. En la imagen hay siempre un valor de la representación, ya que simboliza cosas concretas. Ese valor, según Aumont [1992:86], debe manifestarse en la aceptación social de los símbolos representados para quienes se dirige. Cuando la autoridad difunde imágenes estereotipadas de su ciudad a los ciudadanos que la habitan, la conocen y reconocen, no es raro que éstos puedan sentirse poco identificados con ellas.

El Centro Histórico de Mérida (cuyos espacios públicos fueron utilizados para llevar a cabo los eventos y espectáculos de la CAC 2000, principalmente la explanada del parque principal, el Centro Cultural Nuevo Olimpo y el teatro Peón Contreras), se cuenta como uno de los nueve sitios históricos más importantes de México, incluido entre las 13 zonas monumentales e históricas del país y está clasificada como la segunda zona de valor patrimonial en cuanto a extensión y número de edificaciones después del Centro Histórico de la Ciudad de México [Díaz:1986].

El patrimonio inmueble de la ciudad se consideró en el discurso oficial como un elemento cohesionador y de identidad del meridano. Aun cuando la ciudad de Mérida no ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, la intención y los esfuerzos realizados fueron encaminados a influir y sensibilizar a la UNESCO para reconocerla como tal. Esto aunado al antecedente de la ciudad que es un destino turístico reconocido, atrae a muchos visitantes al año por los atractivos particulares que tiene. También es capital del circuito Mundo Maya que capta inversiones gubernamentales y empresariales de los países que conforman esta red.

En ese sentido, el patrimonio cultural de Mérida es uno de los principales pilares del turismo urbano y su valoración estuvo presente de modo particular en el discurso CAC 2000. El diseño e implementación de políticas culturales ha utilizado el patrimonio histórico de la ciudad, antes, durante y después del nombramiento de Mérida, para proyectarla como ciudad-patrimonio. Este tipo de ciudad [Troitiño, 1998] es un instrumento de riqueza, cuenta con un recurso de primera en cuanto a construcciones coloniales, siendo "culturalmente productivas". Este ángulo teórico permite ver a la ciudad de Mérida como un patrimonio urbano que conecta tres dimensiones de la cultura: a) como herencia a conservar, b) como componente de nuestra conciencia y c) como elemento productivo generador de riqueza. La cultura, en ese sentido, se considera un poderoso instrumento de recuperación urbana y de creación de riqueza. El patrimonio histórico municipal meridano, junto con la proyección de la imagen de una ciudad multicultural y una serie de características que se engloban en una identidad meridana específica, fueron los ejes principales de la política cultural llevada a cabo y que se mantiene vigente.

Las autoridades meridanas no rebasaron la visión monumentalista del patrimonio urbano. Por ello, sus intentos a través de programas o eventos de difusión y rescate han tenido poco éxito. Es necesario crear un marco para que este patrimonio se conciba como una pertenencia colectiva que debe protegerse como lo hacemos con nuestra casa. Así, los meridanos podrían valorarlo como parte de ellos mismos. Los conectaría con un pasado común y no entraría en contradicción con la pluralidad cultural, mucho menos con los fines turísticos que pueden resultar de su promoción. "Por tanto, la forma como los ciudadanos valoren el patrimonio está influida por la manera en que hayan definido previamente su propia identidad cultural. Así, al tratar el patrimonio cultural es urgente colocar la cuestión del pluralismo cultural" [Arizpe, 2001].

 

Actividades y eventos del Programa CAC y su impacto en los meridanos

El Programa incluyó 3,000 eventos que fueron en su mayor parte gratuitos. El 71%, estuvo destinado al público en general, pero en la práctica se observó que se enfocaron a sectores sociales determinados. Hemos señalado que la mayor parte de los eventos se realizaron en el Centro Histórico y los distritos I y II, éstos últimos ubicados en la zona norte de la ciudad. La localización de estos distritos en el norte (donde se concentra la población de clase social media alta y alta) condujo a segmentar al público, ya que los pobladores de los otros distritos quedaron a una distancia mayor de las sedes, e incrementó al doble el costo de transporte público; también los horarios influyeron para reducir la participación de los meridanos. Tales situaciones no afectaron a las familias que disponían de automóvil privado. En los eventos realizados en foros del Centro Histórico, los obstáculos fueron de otra naturaleza: el trato que los individuos recibían en el acceso, también terminó por definir el tipo de público.

Cabe destacar que la mayor proporción de los 3,000 eventos estuvo relacionada con la noción de alta cultura occidental que engloba literatura, pintura, escultura, teatro, música, danza y cine. Varios de éstos incluyeron artistas, grupos e instituciones reconocidos en el contexto internacional por su notable calidad. Evidentemente espectáculos de esta naturaleza tuvieron gran poder de convocatoria entre los meridanos con el capital cultural y simbólico que, como ha explicado claramente Bourdieu [1988] con su noción de habitus, se asocia a determinados grupos de la sociedad.

El Cuadro 1 muestra esquemáticamente la distribución porcentual de las temáticas abordadas en la política cultural local dentro del Programa Mérida CAC 2000. Cabe aclarar que el total de eventos del cuadro es una muestra de 2,000 eventos del total de 3,000 que ofreció el Programa y es representativo de la diversidad de temáticas.

Los eventos relacionados con las bellas artes, congregaron a un público homogéneo que por ello comparte características socioeconómicas y culturales que derivan de la posesión de conocimientos necesarios para apreciar dichas manifestaciones artísticas. Esto generó una oferta cultural que ignoró la multiculturalidad y las necesidades de gran parte de los meridanos. El ciudadano que no se ajustaba a los parámetros de la identidad del hach meridano optó por otro tipo de distracciones y espacios, en los cuales no es imprescindible contar con ese bagaje de conocimientos —que posee "el verdadero meridano"— para apreciar lo que escucha o lo que ve.

¡Qué te puedo decir!, pues mira hubo de lo mejor [...], pero a mi no me llama, no me gusta, por decir: entras al Olimpo y ¿qué hay? Pinturas pero yo no lo entiendo. Para mi son cosas pintarrajeadas, en las que pusieron para los festejos. Ballet, por decir, a mi me aburre, no le encuentro chiste. Será porque soy ignorante o no sé cómo lo vea, pero pues yo preferí ir a los bailes de la Plaza, eso sí estuvo bueno, bajaron a los Aldeanos, Júnior Klan, y eso sí estuvo bien [...], aunque creo que eso no es cultural, ¿o si? [Entrevista a mujer afanadora de 43 años].

Para los habitantes con este tipo de capital cultural y simbólico, que fueron los principales consumidores de la oferta presentada, el nombramiento de la ciudad confirmó lo que ellos ya sabían: los meridanos son cultos.

El hecho de privilegiar las bellas artes como contenido temático a consumir no permitió crear los espacios para las manifestaciones culturales alternativas que garantizan, de una manera integral y democrática, el desarrollo simbólico de los meridanos. Dichas manifestaciones no "encajan" dentro de la misma política cultural local, quedando confinadas a la dimensión de la "cultura popular" o la "cultura de masas", y cuya presencia en la agenda de la administración de la cultura es poco reconocida.

Coincidimos con Rowe [1991:12] al sostener que la cultura popular rompe con el acotamiento y esquema que la institución se ha formado sobre el campo de "lo cultural", ya que dichas expresiones obligan repensar el concepto en sí desde las prácticas de la vida cotidiana hasta la dimensión de la producción artística.

En este orden de ideas el Programa CAC 2000 generó una clara segmentación de los públicos. Cada evento estuvo dirigido a sectores homogéneos, evitando la heterogeneidad, aunque se indicara que era para público en general. Cabe, de nueva cuenta, recordar la propuesta de Bourdieu [1988:74], de que el acceso a la cultura también se vuelve un elemento de diferenciación social, en la medida en que el capital cultural se posee, se hereda y sirve para marcar las distinciones sociales.

Los eventos con contenido moral y ético abordaron en varias conferencias cuestiones relacionadas con la pérdida de valores, abandono de buenas costumbres, el papel e importancia de la familia, autoestima, educación y religión. Todos fueron propuestos por las asociaciones civiles y religiosas. Estos grupos están integrados —en su mayor parte— por ciudadanos de extracción católica pertenecientes a familias de clases medias y altas e identificadas con el Partido Acción Nacional. Los representantes más conspicuos de tales grupos escriben editoriales sobre estos temas en un periódico local, son conocidos y reconocidos en la sociedad meridana y buena parte de ellos mantiene lazos de parentesco.

Cada evento agrupó a determinado núcleo de personas. Esto es, los públicos se compartimentaron de acuerdo a sus hábitos de consumo cultural. No ocurrió así con los eventos al aire libre en la Plaza Grande que lograron reunir diversos estratos sociales. Un ejemplo de éstos fue el concierto ofrecido por Tania Libertad y Armando Manzanero.

Dentro de los eventos agrupados en el rubro de temática maya o étnica (47 en total), en septiembre se llevó a cabo en la Plaza Grande el Primer Encuentro Americano de Culturas Autóctonas. Dicho evento, bastante concurrido, debido a los atuendos multicolores de las diversas etnias participantes y la puesta en escena de sus ceremonias y bailes, durante una semana modificó la monotonía del Centro Histórico.

También se llevaron a cabo varias conferencias que abordaron la cuestión étnica con perspectivas románticas y folclóricas, que evidenciaron la clara distinción entre los mayas como cultura prehispánica gloriosa, culta y civilizada, y la situación actual de sus herederos directos. Tal parece que la presencia numerosa, cotidiana y reiterada de los mayas, como personas que viven y trabajan, consumen, se apropian y construyen la ciudad, no deja una impronta suficiente para identificarlos y reconocerlos. En lugar de valorar la multiculturalidad de los meridanos de origen maya que disponen de un bagaje cultural —como la lengua autóctona— que utilizan y reproducen, la política cultural prefirió recurrir a los distintivos de una cultura ancestral.

Respecto a la distribución de los espacios utilizados para realizar los eventos del Programa CAC 2000 el siguiente cuadro muestra los datos absolutos y relativos.

Del total de eventos registrados en el programa, el 56.8% (1,136) se llevó a cabo en la categoría "otros". Ello hace referencia a recintos privados: consulados, clubes sociales, centros culturales, así como sedes de asociaciones civiles, fundaciones e instituciones artísticas y educativas. Para acceder a éstos muchas veces era necesario contar con membresía o el reconocimiento y/o invitación del grupo, de manera que no eran para un público general, sino que se auto-adscribieron quienes forman parte de una comunidad reconocida.

La cantidad de eventos y actividades incluidos en el Programa CAC 2000 permitió atender a públicos diversificados. La categoría que más proporción registró fue la enfocada al público en general con el 71% (como ya señalamos en su mayor parte se relacionó con las bellas artes: música, literatura, danza, etc.) Las actividades culturales enfocadas a los jóvenes ocuparon el segundo lugar (11.3% del total) e incluyeron exposiciones y conferencias académicas, conciertos de música de diversos géneros y dieron cabida a los grupos locales de rock, de bajo presupuesto, que ofrecieron conciertos con notable afluencia de jóvenes de todos los distritos de la ciudad y de diferentes estratos sociales. Asimismo, el Programa CAC incluyó actividades para niños (6.8%), para personas de la tercera edad (2.8%) y para minusválidos (0.8%).

 

Conclusión

En diversos ámbitos se ha planteado que hablar de política cultural única remite, en cierta forma, al autoritarismo y que por ello se prefiere hablar de políticas culturales. Pero como acertadamente dice Olmos, el problema no es usar palabras en singular o plural, sino la definición clara del concepto de cultura sobre el que se estructurarán las acciones [2004:68]. La forma como se conciba la cultura guiará y determinará el tipo y características de la oferta que se proponga. Un modelo cerrado de cultura propondrá un programa de artes, letras, espectáculos y entretenimiento, y los responsables de su gestión, si son progresistas, pueden, incluso, señalar en sus discursos la importancia de democratizar la cultura y llevarla a quienes no tienen acceso a ella. En cambio, un modelo abierto considera la cultura como una forma integral de vida [2004:75] y reconoce la diversidad para proponer una política cultural plural(ista).

En este trabajo revisamos la oferta cultural, los destinatarios, la imagen de la ciudad y la identidad del meridano del Programa Mérida 2000, Capital Americana de la Cultura. En este contexto buscamos profundizar en el estudio de los proyectos de ciudad que se construyen en el entorno local y observamos cómo las autoridades municipales retoman conceptos y elementos considerados parte del discurso cultural que alimenta lo que, en términos de desarrollo simbólico, son las prácticas y modos de sentir de un "meridano auténtico".

Los resultados de la investigación permiten apreciar, de manera crítica, la estructura sociocultural sobre la cual descansa esta nostalgia simbólica y la consecuente apropiación de modos y modelos culturales. Éstos tienen muy poco que ver, por lo menos a un nivel generalizado, con la realidad social e identitaria que gran parte de los ciudadanos reproduce cotidianamente en sus discursos y prácticas, en su decir y hacer como meridanos que usan e imaginan su ciudad y a sus vecinos.

La identidad en el contexto urbano del Programa CAC 2000 enfatizó la noción de autenticidad y con ello coincidía con las políticas oficiales en el campo de la cultura que actualmente buscan apegarse al corazón de la cultura mesoamericana, de lo autóctono, "de lo nuestro". El discurso se centró en el folclor, relacionado con la promoción, defensa y glorificación de la cultura autóctona local, olvidando que el indígena está vivo y forma parte del tejido social urbano. Bendix remarca la "búsqueda de la autenticidad" en la creación discursiva de una memoria integradora que pretende identificar y promover un espacio multicultural. "La autenticidad es un ingrediente de la base del proyecto idealista y burgués: el folclor, la historia, los descubrimientos de tradiciones inventadas minan el discurso institucional sumergiéndose en la búsqueda de la autenticidad cultural" [1997:4].

El sentido ideal de los proyectos institucionales en el campo de las políticas culturales, debe ir más allá de la simple promoción y difusión de una identidad en los programas orientados al consumo cultural; debe fomentar el sentido de integración entre los habitantes de una ciudad, definiendo los parámetros bajo los cuales se concibe la identidad urbana, y reconocer la diversidad. Una política cultural que soslaya dicha premisa olvida que en las ciudades está presente la alteridad, la diferencia, y que el "otro" es también ciudadano y que sus necesidades relacionadas con la construcción del sentido y significado merecen ser tomadas en cuenta.

Al interior de las sociedades multiculturales los diferentes grupos se transforman necesariamente. Ello puede resultar difícil a la hora de generar políticas públicas culturales para todos, ya que el Estado afronta una tensión entre dos estrategias inherentes a su funcionamiento: por un lado proteger y reconocer la pluralidad de la sociedad en general, y por otro reconocer y alentar la dinámica propia de las sociedades multiculturales.

En este contexto, las políticas culturales urbanas deben poner el acento no en un tipo de ciudadano homogéneo y generalizado —construido idealmente— sino en personas concretas; debe procurar identificar, conocer y dar respuesta a retos para la cultura de los ciudadanos y ello implica, como propone Puig [2004:264], optar por organizaciones para la cultura con técnicos inteligentes para la civilidad cambiante, reinventada, diferente y heterodoxa, y para fomentar entre los ciudadanos aprendizajes esenciales para la vida de civilidad. En dicho sentido, el Programa CAC 2000 no pudo aprehender ese universo complejo de gustos diversos de los ciudadanos y, a pesar de ofrecer un abanico de eventos, resulta claro que no tomó en cuenta la diversidad cultural de los meridanos.

Coincidimos con Bayardo y Lacarrieu [1998] en que la tendencia, aún prevaleciente, a limitar los derechos sociales de la mayor parte de los ciudadanos en la prestación de servicios sociales, ha limitado su ejercicio a una participación en el | ámbito de la cultura. Por ello, no debe extrañar que todavía se observe —como en el caso analizado— que las políticas culturales que debieran garantizar y mejorar el acceso a bienes y servicios culturales terminan generando nuevos criterios de diferenciación social, al promover actividades minoritarias (para ciertos grupos de clases medias y altas, relativamente educados), marginando sistemas menos especializados (como los grupos culturales independientes con propuestas alternativas) y guiándose más por la necesidad de representaciones e imaginarios sociales, que por los espacios de participación más incluyentes y democráticos.

Finalmente, cabe destacar que el Programa de la Capital Americana de la Cultura que revisamos en este ensayo, va más allá de la creación de recursos, soportes y medios para la creación y difusión de la oferta cultural e involucran fines socioeconómicos. Ciudades que pasan de ser urbes con austera infraestructura, a metrópolis de proyectos ambiciosos en los que interviene inversión pública y privada, convirtiéndolas en destinos turísticos prominentes, evidencían que el diseño, planeación y propuesta de los programas oficiales en el área del desarrollo simbólico de los habitantes de una ciudad, no escapa a los intereses económicos de los sectores hegemónicos existentes. No puede entenderse el comportamiento de una política cultural fuera de su contexto socioeconómico y político.

 

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Notas

1 Por oferta cultural entendemos la presencia en el espacio urbano de posibilidades de acceso y disfrute de bienes culturales producidos por una red desigual de instituciones precisas y especializadas. Esto es así porque en la mayor parte de las sociedades contemporáneas, las ciudades se han construido física y socialmente en un entramado de estructuras de competencia social que aún persiste [González, 1994:12]. Las ofertas culturales acompañan el desarrollo urbano y son el efecto de procesos crecientes y necesariamente desiguales de especialización de diferentes instituciones, agentes y prácticas específicamente "culturales" que [deben] estar ligadas a la "construcción, preservación y promoción en múltiples soportes materiales de diversos sentidos sociales, de la vida y el mundo" [Gimenez, 1987:44].

2 Desde 1985 en Europa se designa cada año a ciudades como Capitales Culturales. Éstas, para optar por el título, deben ofrecer una amplia oferta cultural para sus ciudadanos, contar con un rico patrimonio histórico de tipo artístico monumental, ciudadanos con una identidad bien definida relacionada con una historia y pasado común, y que la urbe tenga espíritu cosmopolita abierto a las culturas del mundo que decidan convivir en una Capital Cultural. En la primera edición se otorgó el título de Capital Europea de la Cultura a 10 ciudades simultáneamente, que se comprometieron a desarrollar un programa cultural integral que las promoviera a escala mundial.

3 Estas fueron: Arlington, Atlanta, Jefferson, Parish, San Luis y Virginia Beach, de Estados Unidos; Cuenca, Ecuador; Lima, Perú; Mendoza, Argentina; Montreal, Québec y Toronto de Canadá; Santiago y Viña del Mar de Chile y Santo Domingo de República Dominicana.

4 Ayuntamiento de Mérida, Administración 1998-2001, Reporte Final de Actividades del Consejo Mérida 2000.

5 El alcalde meridano fue claro al enfatizar el propósito: "Que Mérida sea vista en el extranjero como un importante polo de desarrollo industrial y empresarial." [Informe final de actividades de la subdirección de Cultura, admón. 2000].

6 Diario de Yucatán, sección local, 24 de agosto de 2000, Mérida.

7 El paquete turístico fue ofrecido por los hoteles, restaurantes, agencias de viajes y demás empresas de servicios patrocinadoras del evento, que a su vez fueron los beneficiarios de la derrama económica.

8 Palabras del discurso del Alcalde Xavier Abreu la noche del 12 de octubre de 1999.

9 Extracto de la Declaración de Mérida, firmada por los alcaldes de América, octubre de 1999.

10 Esta guerra civil tuvo una duración de más de medio siglo y concluyó hasta la primera década del siglo XX, V. González [1985].

11 Fuentes et al. [2002] ofrecen ejemplos de esta heterogeneidad en su investigación de las prácticas sociales de los jóvenes meridanos y el ciberespacio.

12 Esta afirmación se basa en la información contenida en el Primer Informe de la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida (2001-2004), y en el Reporte Final de las Actividades del Consejo Mérida 2000, Ayuntamiento de Mérida, Administración (1998-2001).

13 Palabra maya que significa verdadero, legítimo, propio, cierto. Es también adverbio usado para designar muy, mucho, tan, ciertamente, verdaderamente y es partícula superlativa [Diccionario Maya Cordemex, 1980:166 y 167].

14 Para información sobre la conformación de la estructura urbana y la distribución de su población en la misma v. Fuentes [2005].

15 En la construcción de esta imagen del meridano auténtico jugaron un papel relevante reconocidas personas vinculadas con la literatura, arte y música, así como historiadores y cronistas que publicaron artículos en un periódico meridano de gran difusión.

16 El término Mayab es una construcción de literatos e historiadores yucatecos que desde fines del siglo XIX se aplica al espacio donde se asentó y desarrolló la cultura maya yucateca.

17 El teatro regional es una institución de fuerte arraigo entre los meridanos. Mediante la representación folclórica y satírica aborda diversos aspectos de la sociedad local, incluyendo la política, los modos de vivir, el habla y las formas de convivencia entre los (dzules) meridanos y (huiros) mestizos e indígenas.

18 El cartel oficial de la Capital Americana de la Cultura incluyó sólo tres soportes urbanos: Palacio Cantón (capital de la arquitectura); la torre del mencionado banco (capital de la modernidad) y el teatro Peón Contreras (capital del teatro). Las restantes imágenes mostraban a un trovador (capital de la música), una niña con el traje regional (capital de las tradiciones), un cuadro modernista (capital de la pintura), una mujer urdiendo una hamaca (capital de la artesanía), una mesa con platillos regionales (capital de la gastronomía), un verso (capital de la literatura) y un escultor (capital de la escultura). La torre del reloj del Ayuntamiento fue usada como emblema de toda la ciudad.

19 Las autoridades evitaron la inclusión del mercado por considerarlo un lunar de la ciudad que "afea" la imagen de Mérida. Los pobladores entrevistados del centro y norte lo consideran un nido de malvivientes, maloliente y un espacio que los turistas han de evitar.

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