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Estudios políticos (México)

versão impressa ISSN 0185-1616

Estud. polít. (Méx.)  no.47 Ciudad de México Mai./Ago. 2019  Epub 31-Maio-2020

 

Reseñas

¿Cómo mueren las democracias? Diagnóstico y recomendaciones frente a la experiencia de Estados Unidos

Francisco Reveles Vázquez* 

* Doctor en Ciencia Política por la UNAM. Profesor de Tiempo Completo adscrito al Centro de Estudios Políticos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM.

Levitsky, Steven; Ziblatt, Daniel. Cómo mueren las democracias. México: Ariel, 2018.


La llegada de Donaldo Trump a la presidencia de Estados Unidos incrementó los cuestionamientos a las instituciones democráticas: el hecho de que un representante de la derecha más recalcitrante del país, con vastos recursos económicos propios, con un discurso agresivo hacia sus detractores, con evidentes muestras de su talante xenofóbico, misógino y autoritario, accediera al poder mediante el voto mayoritario de los electores parecía algo increíble. Al final, sin embargo, el procedimiento electoral demostraba su funcionalidad como mecanismo mediante el cual cualquier actor político tiene la oportunidad de acceder al poder. El problema con Trump era que ya había dado prueba de su falta de respeto a las reglas de competencia democrática, de su desprecio por adversarios, medios de comunicación y sectores importantes de la población. También eran conocidas sus posturas en el contexto político internacional, elementales, simplistas, llenas de agresividad y carentes del mínimo sentido de diplomacia. Y pese a todo (o para sus seguidores, precisamente por todo esto), ganó las elecciones presidenciales de su país.

Los críticos del representante del Partido Republicano fueron numerosos. Entre ellos se ubicaron diversos intelectuales y académicos, entre los que se ubicaron Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, quienes publicaron un interesante libro sobre las afrentas a la democracia de parte del presidente Donald Trump. Mucho más que eso, estos autores ven en el ascenso y ejercicio del poder del presidente en funciones señales claras de la agonía de la democracia estadunidense. Un planteamiento sugerente y polémico, que bien podría servir para comprender o explicar lo que ocurre en muchos otros países, donde las democracias experimentan procesos similares de decadencia.

Hace algunas décadas y considerando las democracias nacientes, frágiles y con legados autoritarios de larga data, se pensaba que las democracias podían fenecer solamente por golpes de Estado, es decir, por actos violentos provenientes de integrantes de las fuerzas armadas que se alzaban en contra de gobiernos civiles ineficaces y a veces ilegítimos. Este fenómeno parecía propio de las democracias incipientes en América Latina y el Caribe, África, Asia y Europa del Este. Europa occidental y Estados Unidos estaban a salvo de tal destino fatal porque tenía muchas salvaguardas. Con el paso del tiempo, múltiples acontecimientos demostraron, en primer lugar, que incluso el poderoso Estados Unidos podía evidenciar un acentuado deterioro de su forma de gobierno; y en segundo, que la democracia no solamente podía caer ante la fuerza de los ejércitos. También corría el riesgo de caer en una lenta pero segura espiral de agonía a causa del comportamiento de sus élites, de sus partidos e instituciones. Un proceso de erosión gradual, a veces apenas perceptible para muchos y sin punto de no retorno en no pocas ocasiones.

Desde una perspectiva teórica, estos autores recuperan las preocupaciones de Juan J. Linz sobre la quiebra de las democracias. En su época, para uno de los politólogos más influyentes, los procesos de transición política que vivían diversos países del mundo no necesariamente implicaban el fin de los regímenes autoritarios o totalitarios y el acceso definitivo a la democracia. Cuestionando una visión predominante donde tal forma de gobierno parecía ser el destino final de todas las naciones, advirtió la posibilidad de regresión en muchas de ellas. Con base en su perspectiva, Levitsky y Ziblatt establecen cuatro indicadores de comportamiento autoritario:

Rechazo (o débil aceptación) de las reglas democráticas del juego. No respetan la Constituciones ni las instituciones políticas en general. Son partidarios de medidas antidemocráticas como restringir derechos políticos o civiles, prohibir la existencia de organizaciones o incluso cancelar elecciones. No ven con malos ojos el uso de medidas extraconstitucionales para cambiar el gobierno a su favor. Y en ocasiones minan la fortaleza de la competencia democrática descalificando los resultados electorales

Negación de la legitimidad de los adversarios políticos. Los definen como enemigos del sistema, de la seguridad nacional, del bienestar social o familiar. Por ello, también son proclives a bloquear su participación mediante todo tipo de recursos

Tolerancia o fomento de la violencia. Sostienen relaciones con fuerzas paramilitares, grupos u organizaciones violentas e ilegales. Patrocinan linchamientos de sus enemigos, promoviendo o tolerando el comportamiento violento de sus partidarios en contra de sus adversarios. Y ven bien actos de violencia política dentro o fuera del país, en el pasado o en el presente.

Predisposición a restringir las libertades civiles de la oposición, incluidos los medios de comunicación. Limitan o prohíben la libertad de expresión y de manifestación, persiguiendo o reprimiendo a los críticos que representan a los partidos, la sociedad civil o los medios de comunicación. Y aplauden acciones represivas de otros gobiernos en el pasado o en la actualidad.

Trump cubre todos los indicadores aquí señalados, por lo que su gestión es más que preocupante. A lo largo del texto encontramos numerosas referencias concretas que así lo expresan, con lo que los autores demuestran la agonía democrática, podría decirse que a manos ni más ni menos que del mismo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.

Los autores señalan también cuáles son las salvaguardas para impedir la muerte de las democracias: los partidos políticos, mediante la filtración de políticos no democráticos en la selección de candidatos a cargos de elección popular y a puestos de gobierno; un permanente e irrestricto respeto a las reglas democráticas (formales e informales), de competencia y de ejercicio del poder; y una constante contención institucional, de parte de los políticos hacia sus adversarios y de las instituciones (principalmente de los partidos) para frenar o contener a los poderosos en sus intenciones o acciones poco o nada democráticas. Parecen pocas garantías, pero estas implican un conjunto de acciones, decisiones y comportamientos donde importan las leyes escritas pero también las no escritas, donde las instituciones son valiosas porque nos alejan de la dependencia de decisiones de una sola persona o de un grupo; y donde la democracia constituye, de cualquier manera, una forma de gobierno donde muchos pueden alcanzar su bienestar.

Levitsky y Ziblatt escriben para las élites al recomendar a los partidos la recuperación de sus funciones esenciales (entre ellas la de seleccionar adecuadamente a sus representantes); al llamar a los legisladores a contener las intenciones de ahogamiento de los poderes legislativo y judicial por parte del Ejecutivo; al pedir a los correligionarios del Presidenteque actúen en conciencia contra las decisiones autoritarias y excluyentes de su compañero de partido. Pero sus planteamientos son sin duda recuperables para revalorar el respeto a la legalidad, la tolerancia, la convivencia pacífica, la diversidad, la participación y la rendición de cuentas. Desde la sociedad hay mucho que hacer para enfrentar a líderes como Trump o gobernantes autoritarios en cualquier nación del mundo. Es extraño que los autores no se asomen a esa parte del problema, por lo que habría que redactar otra obra donde se desarrolle cuáles son las salvaguardas de la democracia desde los gobernados. Y entonces ya no serán solamente los partidos, las reglas o el buen comportamiento de los políticos lo que permita evadir cualquier regresión autoritaria.

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