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Estudios políticos (México)

versão impressa ISSN 0185-1616

Estud. polít. (Méx.)  no.33 Ciudad de México Set./Dez. 2014

 

Sistema político mexicano

 

Fracciones resistentes al realineamiento electoral a nivel subnacional, México 2000-2012

 

Gustavo Martínez Valdes*

 

* Doctor en Ciencia Política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), sede académica de México. Profesor adscrito al Centro de Estudios Políticos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Correo electrónico: gustavomtzv@gmail.com

 

Recibido: 30 de abril, 2014.
Aceptado: 4 de agosto, 2014.

 

Resumen

En este trabajo se ofrece una evaluación sobre los realineamientos electorales ocurridos en cuatro entidades (Aguascalientes, Baja California Sur, Campeche y Coahuila) entre 2000 y 2012, y se comparan los factores partidistas que dieron pie a la volatilidad del voto. A partir del enfoque del realineamiento electoral se caracterizó el tipo y periodos del comportamiento del voto estatal. Además, se revisó la fraccionalización partidista para identificar los conflictos internos y la manera en que se resolvieron, así como aquellos que antecedieron a movimientos del voto.

Palabras clave: Partidos políticos, realineamiento electoral, fraccionalización, elecciones, escala subnacional.

 

Abstract

In the present article is evaluate the electoral realignments occurred in four Mexican states (Aguascalientes, Baja California Sur, Campeche and Coahuila) occurred between 2000 and 2012, and compared the party factor which allow the vote's volatility, using the electoral realignment approach were characterized the electoral behavior's types and eras at state level. Also they analyze and identify the party fractionalization to observe the party conflicts and the way they were resolved, as also, those who occurred previous to vote's movements.

Key words: Political parties, electoral realignment, fractionalization, elections, subnational politics.

 

I. Introducción

Los resultados electorales en México han venido mostrando un claro comportamiento diferenciado en las arenas nacional y subnacional, en particular desde la década de los años noventa hasta la fecha. En la mayoría de las entidades del país se observan importantes cambios en la estabilidad de las votaciones para los distintos cargos públicos.

Uno de los principales efectos de estos cambios en el comportamiento electoral subnacional consiste en el fortalecimiento de los partidos de oposición al otrora hegemónico Partido Revolucionario Institucional. Sin embargo, como se buscó mostrar en el presente documento, estos "nuevos" partidos fueron adquiriendo fortaleza electoral debido a dos fenómenos político partidistas: por un lado, se experimentaría una fuerte fractura en la coalición dominante dentro del PRI, debilitando la estabilidad de sus votos y clientelas, mientras que, por el otro, varios de los políticos que optaron por salirse del tricolor "nutrieron" las filas de los partidos opositores, fortaleciendo su bases electorales al grado de convertirse en opciones competitivas que disputaron el control del partido en el gobierno en turno.

El objetivo general del documento consiste en analizar los procesos de realineamiento electoral ocurridos en cuatro entidades (Aguascalientes, Baja California Sur, Campeche y Coahuila) y comparar, posteriormente, los factores partidistas que han dado pie al proceso de cambio la volatilidad del voto. De manera que se hace un balance sobre las características de los realineamientos experimentados en las votaciones a nivel subnacional, a la par que se revisan las distintas configuraciones de la coalición dominante en los partidos principales presentes en dichas entidades. Al final se buscó evaluar y reflexionar sobre la influencia que generaron las disputas intrapartidistas en los cambios del comportamiento electoral, además de establecer el carácter de los grupos políticos que están integrando a los principales partidos a nivel subnacional, donde los procesos de realineamiento parece que son resultado de las fracturas internas y no tanto son un producto de "nuevos" grupos y/o partidos.

El documento está organizado en tres apartados: en el primero se presenta una aproximación a las premisas teóricas que permitan acercarnos a identificar las características del realineamiento electoral, así como la manera en que éste se relaciona con los factores intrapartidistas, en los que se considera de gran relevancia al actor político que ejerce "control" sobre una porción del electorado. El segundo apartado consiste en un análisis comparativo en el que se describen y caracterizan los comportamientos electorales de las entidades analizadas, con el fin de establecer los tipos de realineamientos identificados y, con ello, se puede dar paso al siguiente apartado en el que se analiza la configuración de la coalición dominante de los principales partidos políticos en los estados. En este apartado se describen los procesos de fraccionalización y se comparan las características de los grupos presentes.

En las últimas páginas se incluye un apartado en donde se presentan comentarios finales en los que se evalúa la influencia de los factores intrapartidistas para entender los procesos de movimientos del voto a nivel subnacional en los casos analizados.

 

II. Marco analítico: realineamiento y partidos

El enfoque del realineamiento electoral es una herramienta que permite estudiar el comportamiento del voto. Desde una visión agregada de este fenómeno, se ocupa tanto de su volatilidad y/o estabilidad, así como de los distintos momentos en que experimenta cambios significativos.

Una de las principales características de este enfoque de estudio radica en una visión de mediano y largo plazo para desarrollar su análisis, pues requiere del registro de una serie amplia de las votaciones suficientes que le permita identificar la variación en los niveles de estabilidad, así como aquellos momentos en donde se experimentan cambios en las preferencias de los electores. De manera que el análisis histórico de las votaciones es una herramienta de gran importancia para A    abordar el estudio del comportamiento electoral, sin dejar de reconocer la relevancia de los diversos indicadores que permiten la medición de aspectos como el nivel de competitividad electoral, el abstencionismo, así como la volatilidad y la fragmentación del voto o del sistema de partidos.

Asimismo, al interior de este marco analítico se cuentan con diversas herramientas teórico-conceptuales que permiten sistematizar el estudio del comportamiento del voto. Mediante sus distintos instrumentos analíticos se buscan identificar las "eras electorales", así como aquellas elecciones consideradas "críticas",1 mediante las que se da paso a diversos procesos de "desalineamiento"2 de las fuerzas político-electorales, diferenciándolas de otras que se pueden considerar como votaciones "desviadas"3 de "restitución"4 o de "conversión" donde se reinstala el alineamiento previo, con el fin de identificar diversas "eras electorales",5 así como "periodos críticos".6

Con estos elementos analíticos se observa que

las principales preocupaciones electorales de esta corriente se centran en la creación de etapas del desarrollo electoral de un país, la conexión entre dichas etapas, la definición de elecciones críticas, el señalamiento de eventos clave en un realineamiento, la identificación de preferencias partidistas, la identificación de grupos de apoyo partidario, así como la continuidad y discontinuidad entre etapas electoral (Sirvent, 2001: 15).

Sin embargo, a pesar del enorme bagaje teórico conceptual escrito alrededor del concepto del realineamiento electoral, no se cuenta del todo con un modelo explicativo capaz de abordar los distintos procesos electorales, así como tampoco existe un amplio consenso sobre las características que definen a los diferentes elementos que integran al proceso del realineamiento.

En términos generales, se reconoce que en la corriente del realineamiento del voto,

la cuestión relevante es el estudio de los movimientos o traslados masivos del voto de un partido a otro o hacia el abstencionismo, produciendo no sólo una redistribución más o menos estable del electorado, sino una redistribución del poder político que da origen a las denominadas "eras electorales" (Bravo, 2010: 20).

Una de las principales dificultades experimentadas al interior del enfoque del realineamiento radica en la dificultad de aplicar sus herramientas teóricas para modelar y sistematizar a la diversidad de características experimentadas por las distintas elecciones y sus comportamientos respectivos.

Esto ha traducido en un problema inicial al intentar definir y caracterizar al realineamiento electoral, para posteriormente intentar establecer las condiciones y los requisitos que integran a dicho proceso electoral.

Sundquist (1983: 17) reconoce que al referirse al fenómeno del realineamiento electoral, se está refiriendo al cambio en el comportamiento del voto de sólo una porción del electorado. También plantea que al intentar caracterizar a dicha transferencia de votos, se han identificado tres aspectos básicos con los que usualmente se suele darle forma al concepto: su durabilidad, la magnitud del cambio y sus antecedentes y consecuencias.7

En el fondo, al adentrarse al estudio del realineamiento del comportamiento electoral, no sólo se está observando un cambio en el electorado, sino que también se está asistiendo a la transformación de la manera en que se distribuye el poder político; particularmente de aquel que es ejercido y controlado por las principales organizaciones que agrupan las distintas preferencias político-electorales: los partidos políticos.

Por ello, el realineamiento electoral si bien se refleja en un cambio en las preferencias partidistas del electorado, también supone la modificación de los patrones en que el poder político se distribuye entre las organizaciones partidistas (el sistema de partidos), así como en su interior [vida interna de los partidos, en su grado de fraccionalización (Sartori, 2002) y/o en la configuración de su coalición dominante (Panebianco, 1995].

Siguiendo a Sundquist, los realineamientos sucesivos pueden ser entendidos como nuevos patrones que se superponen, y entre ellos se definen nuevas líneas de clivajes (o realineando las ya existentes), distribuyendo a algunos elementos de los votantes en alguna de las opciones establecidas por los nuevos arreglos establecidos entre los partidos. Mientras, estos últimos son producto de un realineamiento partidista que puede ser entendido como un cambio en el balance partidista ocurrido dentro de un alineamiento continuo y estable (Sundquist, 1983: 13).

En términos analíticos, aquí se pretende resaltar que el cambio en los patrones del comportamiento del voto no pueden ser comprendidos del todo sin tener presente la importancia de los cambios que sufre la interrelación de los partidos, así como el balance interno de cada uno, lo que en su conjunto marca en gran medida la manera en que se distribuye el poder político.

En términos de Schattschneider, el fenómeno del realineamiento está marcado no sólo por un cambio en la composición de los partidos sino por una modificación en términos del conflicto político de la agenda política, modificando los ejes del clivaje sobre los que se apoya el sistema de partidos y los partidos mismos (Schasttschneider, en Sundquist, 1983: 13).

De manera que se puede plantear que el balance partidista, la manera en que está distribuido el poder político entre las fuerzas y actores del sistema partidista, está definido en gran medida por los ejes que son establecidos por el conflicto político existente. Y éste comenzará a generar realineamientos partidistas en la medida que dicho fenómeno se encuentre en la agenda política, y que los temas que enmarcan al conflicto político, comiencen a experimentar cambios y/o superposiciones en sus contenidos, pues de esta manera se estarán redefiniendo las bases de los clivajes partidistas.

La importancia de los cambios y redefiniciones de la vida interna de los partidos políticos puede generar importantes consecuencias en el funcionamiento del sistema de partidos, pues las coaliciones dominantes de cada organización cuentan con la capacidad de redefinir los temas de la agenda política y de esa manera modificar los ejes del conflicto político interpartidista para, al final, intentar ejercer el dominio sobre el funcionamiento del sistema político. De ahí la relevancia de identificar y establecer los términos en que se generan los intercambios políticos al interior de los partidos y, también, la competencia político-electoral entre dichas organizaciones, puesto que ahí se redefinen los ejes del clivaje o del conflicto político.

Si bien se plantea que el realineamiento partidista es producido en gran medida por un cambio en los ejes del conflicto político, aún hace falta avanzar en el establecimiento de los mecanismos que pueden permitir la identificación de las fuerzas que lo impulsan y desarrollan.

Estas fuerzas que impulsan el cambio en los alineamientos político partidistas, siguiendo a Sundquist, se pueden conceptualizar como "modificadores" (modifiers), y su importancia radica en que "todos los modificadores utilizados (para explicar el proceso del realineamiento) se diferencian a partir de los distintos efectos de las diversas fuerzas políticas que identifican en el proceso de cambio —tanto su escala, alcance y ritmo del realineamiento resultante" (Sundquist, 1983: 14).

Al centrar el estudio de los realineamientos partidistas a partir de resaltar la importancia de las interrelaciones sostenidas entre los actores político partidistas, resalta la importancia de los grupos y actores partidistas, pues ello permite ubicarlos como los "modificadores" que intervienen de manera directa en el proceso constante de la redefinición de los ejes del conflicto político.

Particularmente, llama la atención la importancia de los grupos intrapartidistas que integran la clase dominante de las distintas organizaciones políticas, pues en la medida en que esta última cuente con características que se traducen en una elevada fraccionalización que ponga en riesgo su cohesión y estabilidad interna, esto se puede reflejar en la disputa constante por redefinir los ejes del conflicto político tanto al interior de la organización, así como en su interrelación con el resto de los partidos, de manera que beneficien la posición de unos grupos y/o actores políticos por encima del resto.

Por tanto, se puede comprender al realineamiento como "aquellas redistribuciones del apoyo partidista, de cualquier escala y ritmo, que reflejan un cambio en la estructura del conflicto partidista y, por consiguiente, del establecimiento de una nueva línea del clivaje partidista sobre los diferentes ejes dentro del electorado" (Sundquist, 1983: 14).

En términos generales, el realineamiento electoral consiste en el fenómeno del cambio en el comportamiento de los electores que da pie a la formación de distintos patrones de votación, reflejo de una redistribución del poder político.

Si bien se reconoce que existen diversas fuerzas que intervienen en los procesos de realineamiento, aquí se ha buscado resaltar la relación que la vía partidista puede llegar a influir en el cambio de los alineamientos políticos, particularmente debido a que estas organizaciones son las principales encargadas de estructurar las preferencias electorales entre los votantes, así como de distribuir y definir el acceso a los recursos públicos entre los actores políticos.

Particularmente se ha resaltado la relevancia de los grupos y actores que integran a la elite partidista, la clase dominante de cada organización, pues en gran medida éstos son los encargados de definir los temas que delimitan los ejes del conflicto político, y que les permiten ubicarse como los principales responsables de encabezar las diversas posturas político-ideológicas. De manera que la revisión y estudio de la vida intrapartidista se ubica como un factor relevante al abordar y ofrecer elementos que expliquen el realineamiento electoral.

Por ello, será a partir de estar consideraciones analíticas que a continuación se analizan los factores partidistas con los que se buscan ofrecer indicios organizativos para abonar en el estudio del comportamiento electoral en las distintas entidades que componen el sistema político mexicano.

 

III. Comportamiento electoral subnacional en cuatro casos: Aguascalientes, BCS, Campeche y Coahuila

A continuación se realiza una revisión del comportamiento electoral en los cuatro casos, teniendo como unidad de observación los resultados de las votaciones para los cargos de diputados locales y su índice de volatilidad (Pedersen, 1979), pues éstos son regiones que permiten una mayor cercanía de los partidos con sus votantes, así como también son espacios en los que se observan los conflictos intrapartidistas y las dinámicas que éstos generan en su relación con los electores.

Los casos seleccionados son producto de un primer avance del proyecto de investigación del que forman parte, titulado "Realineamiento y estabilización del voto en México. 1988-2012. Apartado de investigación de las historias político electorales en México", encabezado por Marcela Bravo y Gustavo Martínez. De esta manera, una primera limitante del documento, es que busca presentar elementos descriptivos que den pie a la reflexión sobre los estudios de corte subnacional, y no tanto comprobar la presencia de elementos explicativos.

Una primer característica de los casos aquí abordados radica en que en dos de ellos (Campeche y Coahuila) el PRI se sigue manteniendo hasta la fecha como la principal fuerza política en las votaciones a los cargos de diputados locales, mientras que en uno (Aguascalientes) el PAN irrumpió a partir de los años noventa como el partido dominante; por su parte, el PRD lo logró en Baja California Sur. En términos generales, se observa que todos los casos han experimentado procesos de desalineamiento/realineamiento de sus votaciones, y en los que se puede encontrar un punto electoral crítico que marca el inicio del cambio en el comportamiento de los votantes (cuadro 1).

Asimismo, la revisión del índice de volatilidad de las votaciones para diputados locales en los casos analizados también muestra que en una etapa posterior a sus respectivas elecciones críticas se experimentaron procesos de realineamiento con tendencias de creciente inestabilidad del voto en los casos de Aguascalientes (gráfica 1) y Baja California Sur (gráfica 2). Esto se refiere a que si bien en la elección crítica se alcanzó un punto elevado de la volatilidad que posteriormente descendió, una vez re-estabilizándose ha mostrado tendencias de creciente volatilidad, que indican que los grupos de electores están cambiando sus preferencias partidistas en los comicios realizados en los últimos años.

En cambio, el caso de Campeche (gráfica 3) mostró un comportamiento desalineado de manera persistente, en donde se registran transferencias de votos importantes entre las distintas opciones partidistas de la entidad en los diferentes comicios locales posteriores. Aquí, a pesar del triunfo electoral del priísmo campechano, se encuentra que su tendencia es decreciente, y se combina con la debilidad de los partidos opositores que no logran consolidar su presencia en la entidad.

El caso de Coahuila (gráfica 4) también llama la atención, pues entre los años abordados se encuentran dos puntos que se pueden considerar como "críticos": los comicios locales de 1988 y de 1999. El primero coincidió con los comicios federales de dicho año, en donde se experimentó un fuerte cambio en las preferencias a nivel nacional, impulsado por la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas. Pero, posteriormente, el votante coahuilense se estabilizó hasta los comicios de 1999 en los que volvió a experimentar un aumento de su volatilidad.

Continuando con este caso, se resalta que Coahuila es la entidad con los niveles más bajos de volatilidad, ya que el 18% de los electores cambiaron sus preferencias de unos comicios a los siguientes, mientras que en el resto de las entidades aquí abordadas dicho índice se ubicó por encima del 32% de los votantes. De tal manera que el partido tricolor es el mayor beneficiado de la relativa estabilidad, o inestabilidad limitada, del electorado coahuilense, y en el que la oposición (principalmente panista) enfrenta serias dificultades para penetrar y consolidarse entre los votantes.

A continuación se realiza una breve descripción del comportamiento electoral de cada una de las entidades abordadas para resaltar, así, sus particularidades.

 

III.1. Aguascalientes

El cambio a nivel estatal, dice Zarahy Cuevas (2001: 47-65), se gestó en la apatía política experimentada en 1989, se alimentó con el crecimiento sin precedentes de la votación del PAN en las elecciones federales de 1994 y se consolidó en las elecciones para presidentes municipales y diputados locales de 1995 en las que el PAN obtuvo alcaldías y escaños.

La contienda históricamente se ha venido dando entre dos partidos: el PRI y el PAN. El índice de competencia se ha incrementado desde las elecciones en la década de los ochenta, pasando en promedio para el caso de las diferentes elecciones de alrededor de 0.3 a 0.7, siendo la elección a Presidente de la República la que presenta un mayor cambio pasando de 0.1 a 0.7

Los resultados obtenidos en la elección de 1992, donde el claro triunfador fue el candidato del PRI, presentarían un cambio trascendente tras la elección crítica de 1994 en el caso de senadores y diputados, misma que se vio reflejada en 1998 en la elección de gobernador. El resultado fue un alineamiento hacia el PAN por parte de los electores. Para el 2010 se presenta un nuevo alineamiento hacia el PRI aunque en esta elección el margen de diferencia entre primero y segundo lugar no representó más del 5%. En la elección a Presidente por los electores del estado de Aguascalientes era evidente la pérdida de fuerza del PRI con una marcada tendencia a perder votos; por el contrario, el PAN comenzaba a ganar votos.

Se perciben tres eras electorales: la primera que se venía gestando por el partido hegemónico en el poder (PRI) hasta la elección de 1992; con las elecciones a Presidente de la República, Diputados Federales, Senadores en 1994. Con la elección de Diputados Locales en 1995 y la de Gobernador en 1998 se percibe una segunda era electoral que otorga un cambio de poder beneficiando a los candidatos del PAN; sin embargo, no se logra consolidar y mantener elevados márgenes de diferencia, dando paso a una tercera era electoral y hasta la fecha, donde se percibe un voto dividido; incluso, para la última elección 2009 para diputados federales, el triunfo fue para candidatos de un partido diferente a los tres principales.

 

III.2. Baja California Sur

La historia electoral de Baja California Sur data de 1952, año en que se le considera como estado de la Federación, aunque no contaba con un orden de gobierno municipal, minando la participación política de la ciudadanía. Es hasta el sexenio de Luis Echeverría que se le dan todas las prerrogativas como miembro del pacto federal nacional, estableciendo cuatro municipios: La Paz, Los Cabos, Mulege, Comondu. Esta conformación tardía del estado marca una pauta de novedad y de instauración de un sistema político diferente al establecido a lo largo del territorio nacional, debido a las condiciones locales, nacionales e internacionales vivas en ese momento.

La elección en 1988 para Presidente de la República, Diputados Federales y Senadores en el estado, es sin duda una elección crítica. Evidentemente, el PRI pierde terreno frente a sus oponentes y tanto el PAN como el PRD comienzan a ganar votos. Pero no es hasta la elección del 2000 para los mismos cargos, que el margen de competencia se eleva, y es en esta elección cuando los electores del Estado proporcionan sus preferencias en una elección tripartita, presentando un margen de diferencia entre primero, segundo y tercer lugar es mínimo.

Para el caso de la elección a Gobernador y Diputados Locales, la elección crítica de 1993 provocó una caída en la preferencia electoral por el partido hegemónico PRI para otorgarle un margen de competencia bastante equitativo al PAN; ya para la elección de 1999, el electorado otorgó su voto a los candidatos del PRD, dando paso a la primera alternancia en el gobierno del estado. Para el año 2000 se concretó el dominio electoral del PRD para la totalidad del estado, obteniendo lo que en política se llama "carro lleno".

Se identifican dos etapas electorales, cuyo punto de referencia son las elección local de 1999 y la federal en 2000; la primera era electoral se presenta con un dominio del PRI, con una evidente tendencia a la pérdida de la preferencia por parte del electorado, frente a un PAN en crecimiento y ganando fuerza frente al partido en el poder; la segunda, se percibe evidentemente con el triunfo del PRD en los comicios electorales de 1999 y 2000, pues es a partir de entonces que se percibe un alineamiento hacia este partido, mismo alineamiento que duró por una década; para 2011, en la elección a gobernador, se percibe un nuevo alineamiento dando paso a un gobernador panista.

 

111.3. Campeche

En el Estado de Campeche, el PRI ha mostrado su hegemonía electoral y eso lo podemos observar claramente en los resultados electorales de los años de 1985 hasta el 2009, donde es evidente que el partido triunfador ha sido éste; sin embargo, también es evidente que a partir del año 1997, el PAN comenzó a aumentar sus votos pero sin poder obtener un resultado efectivo para que pudiera existir una alternancia en el poder. Ahora bien, no se debe olvidar que el PRI ha gobernado esta entidad por los últimos 75 años. La contienda, aunque exista presencia de otros partidos, ha sido entre el PRI y el PAN.

En el análisis histórico es claro observar la tendencia del PRI a perder votos y del PAN a tomar fuerza, la brecha entre primero y segundo lugar se ha reducido al mínimo, y ha entrado en la competencia el PRD mas no al grado de poder generar un alineamiento hacia él.

La elección de 1997 fue el parteaguas del cambio en las preferencias electorales, pues resulta evidente que el índice de competencia se ha incrementado, con una fragmentación del voto que se deriva de preferencias distintas. La elección de 1997 fue crítica, donde no sólo el PRI perdió fuerza, sino que el partido con menor presencia en el Estado tomó una consistencia sin precedente, pues el hecho es caso aislado, debido a que si bien le da un evidente crecimiento en los votos por la preferencia de los electores, no le ofrece la fuerza para generar un alineamiento hacia este partido.

Se identificaron dos etapas electorales, la primera evidentemente de hegemonía priista, con una tendencia a disminuir la brecha entre este partido y sus contendientes, y hasta las elecciones de 1994; ya para la elección de 1997 se puede observar una segunda era electoral, donde el índice de competencia tendió a incrementarse y las preferencias electorales se fragmentaron dividiendo su voto entre PRI, PAN y PRD.

No se percibió un evidente realineamiento, mas sí un pre-alineamiento en torno al PAN, siendo éste el principal contendiente del PRI y quien ha mantenido la tendencia a incrementar la preferencia por los electores, aunque ésta aun no le haya dado la fuerza para ganar.

 

111.4. Coahuila

La historia electoral del estado de Coahuila está marcada claramente por lo que durante más de 70 años dominó en el país: la carencia de procesos electorales transparentes y competitivos, en donde se montaba elección tras elección una ilusoria contienda entre candidatos y partidos para competir y representar a la sociedad en los cargos públicos. El PRI ha dejado ver su fuerza por largos años hasta que sucedió la crisis del partido y del propio sistema en la década de los noventa. Además, siguió manteniéndose fuerte en el estado de Coahuila, con un promedio del 60% de los votos en las últimas tres elecciones y la elección interna de los candidatos priistas a gobernar el estado siguen respondiendo, en su mayoría, a la preferencia del gobernador en turno.

El PRI ha gobernado en Coahuila. Para el caso de la elección a gobernador se ha mantenido la diferencia de votos entre el primero y el segundo lugar siendo éste ocupado en todas las ocasiones por el Partido Acción Nacional (PAN). La brecha de votos entre ellos ha venido en decrecimiento; de tener una gran diferencia de alrededor del 65% en la elección de 1981, a tan sólo el 23% para la realizada en 2005. En la contienda reciente de 2011 se mantuvo la gubernatura priista con el triunfo de Rubén Moreira, candidato que logro obtener alrededor del 64% de la votación total. Y tras la reciente aprobación y nacimiento del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Coahuila.

Para el caso de la elección a diputados locales, la situación es muy parecida, se ha mantenido la preferencia priista por parte de los votantes, con los márgenes de diferencia entre el partido ganador y el contrincante más próximo de alrededor de 70% en la elección de 1982, y disminuyendo dicha brecha a tan solo 23% en 2005 y de 45% para 2008.

La elección de diputados federales había mantenido la preferencia por el PRI en los votantes pero para la contienda de 2006 los votantes dieron la mayoría al PAN. Cabe mencionar que la diferencia entre el candidato de este partido y el segundo lugar PRI fue de tan solo 3% promedio; el margen de diferencia mínimo se puede inferir a partir del análisis que se presentará a continuación sobre la solidez de los grupos locales y las diferencias con el grupo del PRI a nivel nacional.

Las elecciones críticas en el estado de Coahuila ocurrieron el año 1993, cuando el PRI comenzó a perder fuerza por los problemas que había mantenido al interior del partido, y en el 2000 como un reflejo de la situación que se vivía a nivel nacional. No obstante, el PRI ha mantenido su lugar en el poder; la brecha en el índice de competencia en el Estado para el caso de las diferentes elecciones a cargos de elección popular se ha visto incrementado, al verse una evidente fragmentación del voto, manteniendo en la lucha al PAN y al PRI, manteniéndose la preferencia priísta. Se distinguen dos etapas electorales con la coincidencia en ambas de la permanencia del PRI en el poder; sin embargo, y a partir de 1993, se visualiza una era en la que los partidos de oposición han comenzado a ganar espacio y han logrado reducir las preferencias absolutas por el partido hegemónico.

 

IV. Los partidos: fracturas y comportamiento electoral

El enfoque del realineamiento electoral permitió ubicar los momentos y tipos de cambio en el comportamiento de los votantes. Sin embargo, este marco analítico dejó de lado la búsqueda de factores explicativos que permitan avanzar en la comprensión de las causas que dieron pie al cambio en las preferencias electorales. Para ello, a continuación se presentan algunos indicios recopilados sobre la vida de los grupos intra-partidistas en los casos abordados y con los que se pretende avanzar algunas hipótesis sobre el fenómeno del cambio en el comportamiento de los electores.

Tras centrar la atención en la vida interna de los partidos políticos ubicados al frente de los gobierno estatales en turno durante los momentos de cambio en el comportamiento electoral, se encuentran datos A    sobre    la existencia de conflictos entre los grupos y fracciones intrapartidistas que desembocaron en la fractura de las coaliciones dominantes de cada partido a nivel subnacional, en momentos previos a la celebración de las elecciones críticas en cada entidad.

Una característica principal de las fracturas internas dentro de las coaliciones dominantes de los partidos gobernantes a nivel subnacional consiste en que en la totalidad de los casos analizados ocurrieron dentro del PRI. Esto es producto de la herencia del régimen autoritario priísta, el que se apoyó en gran medida en la presencia del partido tricolor como una de sus principales bases institucionales (Casar, 2006), mediante las que se aseguraba el dominio del presidencialismo sobre el resto de las instituciones políticas del país.

En la mayoría de los casos analizados, las confrontaciones y rupturas al interior del partido gobernante en turno se hicieron patentes durante los procesos de selección de sus candidatos al Ejecutivo estatal, lo que derivó en la posterior salida de liderazgos y sus grupos políticos de las filas priistas para, posteriormente, integrarse en los partidos de oposición; elemento que se combinó con la intensificación de los niveles de competitividad electoral (cuadro 2).

Previamente a los comicios estatales respectivos, se encontraron a diversos liderazgos, en su mayoría con presencia local, inmersos en los procesos de selección de los candidatos a gobernadores, y ahí se observaría la confrontación entre los actores políticos involucrados. Uno de los aspectos a resaltar fue que en dos entidades se dio paso a una fractura dentro de la coalición dominante (Baja California Sur y Campeche), lo cual se tradujo en el abandono de sus aspirantes al cargo público, los que después fueron postulados por los partidos de oposición (en ambos casos se presentaron como candidatos por el PRD). En cambio, en los casos de Aguascalientes y Coahuila no se registraron rupturas dentro del priísmo local; sin embargo, en el caso aguascalentense sí se observó una fuerte fractura que dividió a los grupos locales posicionados detrás de los liderazgos encabezados, uno, por el gobernador en turno (Otto Granados Roldán, cercano al presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari), y el otro alineado detrás de Héctor Hugo Olivares Ventura, hijo de Enrique Olivares Santana, ex gobernador estatal. Llama la atención que en el caso coahuilense no se registraron fuertes confrontaciones internas, pues en gran medida el gobernador en turno contó con la capacidad suficiente para "disciplinar" a los liderazgos locales interesados en la candidatura a gobernador por el tricolor.

Al observar el comportamiento electoral se encontró que en los casos de Aguascalientes, Baja California Sur y Campeche, fueron las entidades abordadas en las que se registraría el mayor incremento de la volatilidad electoral, a la vez que ahí también se experimentaron las disputas intrapartidistas más intensas dentro del partido gobernante en turno. Asimismo, sería en Baja California Sur y Campeche, las entidades en las que la oposición registró un incremento significativo de sus votaciones inmediatas tras la incorporación de los liderazgos ex priístas.

Tras el periodo de las elecciones críticas referidas, también se encontró que en las entidades de Aguascalientes y Baja California Sur el comportamiento electoral se caracterizó por mostrar un proceso de realineamiento, pero con una tendencia creciente a la inestabilidad entre los años posteriores a su primera elección crítica y hasta el año 2012.

Estos procesos de debilitamiento de la estabilidad de las votaciones de cada partido en dichas entidades han sido acompañados por intensos conflictos experimentados al interior de los partidos gobernantes en turno al momento de seleccionar a sus candidatos a gobernadores. En el caso aguascalentense, si bien el PAN accedió al gobierno estatal tras los comicios del año de 1998, en su interior se comenzó a experimentar la confrontación entre diversos liderazgos locales del partido (como ocurrió entre los grupos encabezados por Alfredo Reyes Velázquez, y los ex gobernadores Felipe González González y Armando Reynoso Femat), que se tradujo en el debilitamiento de las votaciones albiazules en los comicios del año 2010 y en lo que el panismo fue derrotado electoralmente (Martínez y Bravo, 2010).

En el caso de Baja California Sur también fue una constante la confrontación intrapartidista posterior a la primera elección crítica. Tras los comicios estatales de 1999, el realineamiento de las preferencias electorales le permitió al PRD acceder al ejercicio de gobierno. Pero en su interior, dicho partido sufrió constantemente la disputa de sus liderazgos por acceder a sus candidaturas y cargos públicos. Al grado que previo a la renovación del Ejecutivo estatal en los años de 2005 y 2011, el perredismo experimentó intensos conflictos entre los precandidatos registrados (Narciso Agúndez Montaño y Rodimiro Amaya Téllez en el 2005, y entre Rosa Delia Cota Montaño —hermana del ex gobernador Leonel Cota—, Luis Armando Díaz y Marcos Covarrubias). Estos conflic-tos internos se tradujeron en las renuncias de Amaya y Covarrubias respectivamente, y el último también dio pie a la derrota electoral del partido del sol azteca ante la candidatura de Covarrubias, apoyado por el PAN sudbajacaliforniano.

En el caso de Campeche, el comportamiento del electorado local muestra rasgos de un desalineamiento persistente, en el que es difícil encontrar periodos de estabilidad en las preferencias partidistas de los votantes. Desde el análisis de la vida intrapartidista se observa que la inestabilidad organizativa no sólo se encuentra en la coalición dominante del partido gobernante, sino que además también ésta es un rasgo presente en los partidos opositores. De ahí que el PAN y el PRD no logren consolidar sus porcentajes de votos en el periodo posterior a las primeras elecciones críticas.

Por un lado, al interior del partido (aún) gobernante (PRI) se ha registrado la constante confrontación entre los grupos políticos de la región, particularmente entre aquellos cercanos al ex gobernador Carlos Sansores, Álvaro Arceo Corcuera y las familias del ex gobernador Salomón Azar García y Antonio y Jorge Luis González Curi (Justo Sierra, 2011). Sin embargo, estas confrontaciones dentro del PRI han tendido a disminuirse y generar grados aceptables de cohesión y estabilidad en su coalición dominante, al grado que les permitió seleccionar a su candidato a gobernador rumbo a los comicios del año 2009, Fernando Ortega Bernés, por la vía de la "candidatura de unidad". Esto reflejó la aceptación de la mayoría de las fracciones tricolores.

En cambio, el PAN y PRD campechanos han experimentado diversos conflictos internos que les han impedido consolidar sus votaciones, así como su fortaleza política en la entidad. Por su parte, el partido del sol azteca había logrado su mayor incremento de votos tras la incorporación de la ex priísta Layda Sansores rumbo a los comicios estatales de 1997; sin embargo, las confrontaciones internas le llevaron a ésta a renunciar a las filas del partido, tras su salida, el PRD no lograría alcanzar las votaciones de dicho año.

Por otro lado, en Acción Nacional se registró un considerable mejoramiento de sus votaciones entre los años 2000 a 2009, a la par del fortalecimiento del grupo político ligado al ex secretario de Gobernación federal, Juan Camilo Mouriño. Sin embargo, su deceso en 2008 dio pie a la confrontación entre los grupos encabezados por Jorge Nordhausen y la familia Mouriño, tras la nominación del candidato panista, Mario Ávila Lizárraga, a la gubernatura en el 2009 (Chim, 16 de marzo, 2009). Así, el grupo encabezado por la familia Mouriño consolidó su dominio dentro de la coalición dominante panista ubicada, principalmente, en la capital de la entidad campechana.

Finalmente, en Coahuila se encontró el mayor grado de estabilidad y cohesión de la coalición dominante priista, lo que les ha asegurado el dominio electoral en la entidad. En la actualidad, los principales grupos políticos que actúan en la entidad están relacionados en una lista de alrededor de cincuenta personajes, entre los que se encuentran relaciones familiares y antiguas camaraderías por la posición en cargos públicos; resalta la política de los cuatro hermanos Moreira Valdez: Humberto, ex gobernador y dirigente nacional del PRI; Rubén, ex diputado federal y actual gobernador del estado; Carlos, líder del SNTE y Álvaro, Secretario de Desarrollo Social de Saltillo, todos ellos alineados al PRI. Poniendo de manifiesto que las tenazas del PRI y el SNTE operan de forma eficiente en el estado. Asimismo, en menor medida, están presentes los ex gobernadores priístas: Enrique Martínez y Martínez, Eliseo Mendoza Berrueto y Rogelio Montemayor Seguy (Reza, 2011). Así, la estabilidad de la coalición dominante priísta le ha permitido mantenerse en el dominio del poder estatal, pues ha logrado resolver sus conflictos internos y fomentar la cooperación detrás del gobernador en turno.

 

IV. Comentarios finales

Los estados de Aguascalientes, Baja California Sur, Campeche y Coahuila han experimentado procesos de desalineamiento/realineamiento electoral. Pero los primeros tres casos tienden a registrar niveles semejantes de volatilidad electoral, lo que indica que en su interior se fue modificando la estabilidad de las preferencias del electorado durante el transcurso del periodo analizado. En el caso coahuilense, si bien registra movimiento en el índice de volatilidad, estos cambios tienden a niveles bajos, lo que indica que en menor medida los electores prefieren cambiar sus votaciones entre los distintos comicios del periodo revisado.

Una manera de comprender estos movimientos se encontró en la revisión de la vida interna de las principales organizaciones partidistas en cada entidad. Esto se sustentó en el principio presentado por Sundquist que resalta la importancia de los actores políticos con capacidad para "controlar" o modificar (modifiers) la manera en que ejercen el voto diversos sectores del electorado.

Para el caso de las entidades abordadas, se encontró que en las tres primeras entidades referidas arriba, el partido tricolor —principal eje organizativo subnacional— ha experimentado constantes conflictos entre sus liderazgos, que se tienden a confrontarse al momento de seleccionar a sus candidatos a los cargos públicos, particularmente por la nominación para gobernador. Si bien en Baja California Sur y Campeche fue donde se registró la fractura y salida del PRI por parte de algunos liderazgos locales importantes, esto permitió registrar movimientos abruptos del voto a favor de los partidos opositores, pero difícilmente pudieron consolidar dichas votaciones en el periodo post primera elección crítica.

Además, se debe resaltar que los comicios subnacionales de los casos analizados, si bien son cada vez más competitivos, esto se debe en gran parte debido a que el fortalecimiento de los partidos opuestos al PRI se nutrieron de políticos provenientes de la matriz partidista tricolor. Lo que difícilmente se puede caracterizar como el resultado del auge de nuevos partidos.

 

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Nota s

El presente documento forma parte del proyecto de investigación titulado "Realineamiento y estabilización del voto en México, 1988-2012. Apartado de investigación de las historias político-electorales", coordinado por la Dra. María Marcela Bravo Ahuja Ruiz (FCPyS-UNAM) y por el Dr. Gustavo Martínez Valdes.

Agradezco el apoyo del Mtro. Luis Enrique Higuera Aguilar, de la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Autónoma de Baja California, por brindar su valioso apoyo en la realización de la fase inicial de recopilación de información.

1 Por elecciones críticas, de acuerdo a Key, se entiende a aquellos comicios en los que ocurre un realineamiento electoral fuerte (sharp) y perdurable (durable) entre los partidos. Según Key, este tipo de elecciones se da en momentos de amplio debate sobre temas específicos en un ambiente de recomposición de la esfera política, así como de un desprendimiento de lealtades partidarias y de alineación hacia nuevas preferencias (Key, 1955).

2 El desalineamiento electoral se refiere a aquellos procesos de transición donde un realineamiento no es conclusivo. Estos se pueden concebir como una consecuencia de las elecciones críticas, pero además son periodos marcados por la incertidumbre de los participantes, así como por el abstencionismo, pues no necesariamente se han generado ni instalado los "nuevos" patrones de identificación partidaria, a la par que los alineamientos preexistentes no han terminado por desaparecer. Siguiendo a Sirvent, "el desalineamiento está caracterizado por un alejamiento de los ciudadanos de los partidos políticos, que tiene repercusiones relevantes particularmente cuando existen elecciones críticas. En un periodo de desalineamiento, los patrones de votación establecidos se vuelven volátiles y se pierden de vista los grupos de apoyo partidarios ya previamente identificados, debido a que se hacen más difusos" (Sirvent, 2001: 26). Véase Carlos, p. 26.

3 Se entiende por elección desviada a aquellos comicios en los que se manifiesta un realineamiento que a la larga no resulta durable. Esto es, la elección desviada es una en la que cambian los resultados de los partidos pero no así sus bases de apoyo (Campbell, 1960). Ello puede ocurrir como efecto de la presencia de algún candidato fuerte que generalmente actúa de forma independiente o con independencia de su partido original y que logra jalar electores, los cuales —pasadas dichas elecciones— regresan a sus comportamientos electorales habituales, por lo que el realineamiento no se consolida. Además, pueden surgir otras circunstancias que den paso a estas desviaciones del comportamiento del voto como lo son crisis económicas, escándalos por corrupción y/o rupturas dentro de los partidos políticos (Bravo, 2010: 55).

4 A diferencia de la elección desviada, la elección de restitución o de conversión se refiere a aquella en la que, posteriormente al momento de desvío del comportamiento electoral, se vuelve a registrar la misma distribución con la que se contaba con anterioridad al cambio momentáneo en la distribución de las votaciones (Bravo, 2010).

5 Las eras electorales se caracterizan por mostrar un orden electoral específico, mantenido por una estructura electoral diferenciada y determinada por un arreglo institucional que genera, e incluso institucionaliza, patrones de comportamiento electoral, y por ende produce tendencias similares a lo largo de varias elecciones (Shafer, 1991).

6 A partir del concepto de periodo crítico se busca adecuar y extender la noción básica de las elecciones críticas, particularmente a aquellos lapsos entre los que se registran indicios de un realineamiento pausado y donde no se identifica como crítico a alguno de los comicios que comprende. De manera que el periodo crítico se refiere a aquellos periodos en los que ocurre un realineamiento electoral pero sobre el curso de varias elecciones, en los que se observan cambios constantes en las preferencias de los electores antes de estabilizarse (Macrae, 1960; Bravo, 2010: 56).

7 Sundquist (1983: 3-10) planteó que estos tres elementos con los que se suele caracterizar al realineamiento electoral, con frecuencia presentan problemas debido a la falta de consensos y parámetros establecidos para delimitar a cada uno de ellos. Al centrarse en la magnitud del cambio en el comportamiento del voto, Sundquist observa que su identificación se ha estancado en el nivel adjetivo del concepto, al calificar a los cambios electorales como "significativos", "mayores" o "profundos", dejando abierta la puerta a la interpretación del observador. Por otro lado, al referirse a la durabilidad del cambio como una de sus características principales, Sundquist reconoce que el realineamiento se concibe como "un cambio en la distribución de los alineamientos partidistas, distinto de las alteraciones temporales del comportamiento del voto". Pero debido a que esta distinción se establece en función de la durabilidad del cambio, observable sólo en el mediado y/o largo plazo, al final "se deja abierta la cuestión de si este concepto (el realineamiento) debe ser aplicado a todo tipo de cambio electoral". Finalmente, al referirse a los antecedentes y consecuencias de un realineamiento, se cuestiona si las "elecciones críticas" son una condición previa para el cambio del comportamiento electoral, pues, como lo reconoce el autor, se han observado cambios en las preferencias electorales sin registrarse elecciones decisivas momentáneas. Asimismo, previo a unas elecciones críticas, no se puede comprender realineamiento sin tomar en cuenta un proceso de recomposición previo de las identificaciones partidistas existentes.

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