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Estudios políticos (México)

versão impressa ISSN 0185-1616

Estud. polít. (Méx.)  no.25 Ciudad de México Jan./Abr. 2012

 

Reseñas

 

Alain Mine, Dix jours qui ébranleront le monde

 

Alfonso Sánchez Mujica*

 

París, Grasset, 2009

 

* Profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Coordinador del Área de Maestría en Relaciones Internacionales y el Doctorado en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Relaciones Internacionales del Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

 

Cuáles serán las sorpresas que podrán conmover en un futuro cercano a las generaciones de científicos sociales que han visto acontecer grandes transformaciones en los últimos 25 años? ¿Es el futuro tan tranquilamente predecible, incluso para quienes están acostumbrados en pensar lo peor? A partir de una conocida referencia periodística, la obra Diez días que estremecieron al mundo, de John Reed,1 Alain Minc lanza en prospectiva diez posibilidades de cambios que nos podrían sorprender los próximos años. El pensador francés sigue con su estilo provocador y periodístico que lo ha caracterizado en obras como El desafío del futuro (1984), El síndrome finlandés (1986), La gran ilusión (1989), La nueva Edad Media (1989), La Francia del año 2000 (1994), La borrachera democrática (1994), La globalización feliz (1997),www.capitalismo.net(2000), Los profetas de la felicidad: una historia personal del pensamiento económico (2004), El crepúsculo de los pequeños dioses (2005), entre otros. Estilo y substancia que no lo han dejado escapar de la demanda por un plagio. Continúa también desde su óptica que reúne el periodismo, la política-ficción (algunos la llamarán prospectiva) y las Relaciones Internacionales.

Estos escenarios son a la vez imágenes, metáforas, provocaciones y pretextos para reflexionar de una forma más desinhibida y libre sobre el sentido de la sociedad global contemporánea. Estos diez días no son sucesivos ni tratan de la evolución de un hecho singular, son acontecimientos únicos, particulares, a imagen del 11 de septiembre de 2001, que expresa tanto la sorpresa del mundo, nuestra experiencia testimonial, como la capacidad de dar un giro a la historia. Sus "temas" van desde la economía, la geopolítica, la información, la guerra, la demografía, el terrorismo... Hoy mismo en las noticias diarias vemos sus avances.

Minc inicia con "El día que Gazprom hará una oferta hostil sobre Total"; la acción, que sitúa tan próxima como a las 8:30 horas del lunes 12 de diciembre de 2011, no deja de tener a Francia como principal actor afectado, además de centrarse en sus viejos temores sobre el expansionismo ruso, que proviene de amenazas seculares, ahora situadas en el imaginario más vulnerable: económico y energético, como ocurrió en el primer lustro de los años setenta, la autosuficiencia energética de Francia. Hay algo más también: "La sucesión de las burguesías es la respiración del capitalismo: ¡que las nuevas clases dirigentes sean el patrimonio de las excolonias es una mentada de la historia!" (p. 18). Esta oferta de Gazprom sobre Total es una hipótesis plausible, una amenaza que hará que los europeos reaccionen ya no frente a una difunta "amenaza soviética", sino frente a la dependencia energética.

El segundo día es aquel en que China invadirá Taiwán. En este escenario quienes son los sorprendidos no son los capitalistas europeos, sino el gobierno norteamericano, ahora, una vez más, por un nuevo y relativo aliado: la China reformada. Minc se vale de un estilo periodístico y de cierto juego novelístico que hace posible lo imposible, planteando una convocatoria del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como un acto reflejo pavloviano donde el veto chino sería inevitable y suficiente (pp. 24-25). Con lo cual se muestra hasta qué punto hemos dejado atrás la etapa unipolar y el mundo es testigo de una conformación de la multipolaridad (Estados Unidos, Rusia y China —que no Japón y Alemania—) más compleja y amenazante. Minc mismo reconoce que la hipótesis de una violenta anexión de Taiwán no figura entre los riesgos que calcula Occidente hoy en día (p. 29). No porque la territorialidad haya efectivamente desaparecido en la reterritorialización del mundo global, sino porque la perspectiva de una agresión a la vieja usanza parece surrealista (p. 30). No obstante, tampoco es fácil creer en una China más amable que Rusia o un mundo de "poderes suaves" superpuestos en situaciones cooperativas.

El día en que Escocia declara su independencia parece todavía más inverosímil que los anteriores. No hay una amenaza "no occidental", en efecto, pero su grado de peligrosidad es precisamente cómo Occidente representa una amenaza al propio orden occidental. En este escenario no hay más violencia que la de las urnas, la de los modelos transicionales de las democracias viejas y consolidadas, donde ocurren situaciones que se reproducen en Europa más que en ningún otro lugar. En efecto, los dos países —que a juicio de Minc— escapan de las pulsiones independentistas son Alemania y Francia por razones inversas: la primera es un pueblo-nación y un Estado federal, en tanto Francia es un Estado-nación y un sistema centralizado (p. 43). Es decir, que lo importante no es el modelo jurídico-político-social sino que estos modelos permitan una cohesión estatal, no importa que sea el primer Estado-nación o el que tardó más en conformarse. De esta forma, la independencia de Escocia es una metáfora de un cambio cultural mayor, efecto de la globalización y del proceso de integración de la Unión Europea que acoge a microestados. Esta balcanización hace retornar a un síndrome del Santo Imperio romano germánico en que bajo una estructura simbólica de legitimación e identidad general se encuentran las soberanías fragmentarias de muchas unidades políticas: descomposición-integración: una expresión europea de la glocalización. Ciertamente la vida cotidiana y los estándares de vida de los ingleses, catalanes, valones o flamencos no cambiará con el trazo de nuevas fronteras.

Pero lo interesante es que esto ocurre en Europa mientras que es ajeno al resto del mundo que enfrenta otros peligros económicos, políticos, más graves. El autor reconoce que en África donde los países tienen fronteras diseñadas a golpe de regla y compás, los Estados parecen más sólidos, lo mismo que en América Latina. En efecto, la desintegración del Estado-nación es un privilegio de los ricos. Sólo bastará una generación para que se vea imitada por los pobres.

Un tema del gusto del autor, que ha abordado previamente, es el de los medios y la transición tecnológica, por ello el cuarto día está dedicado a cuando Google recomprará el New York Times por un dólar, y lo considera el escenario menos improbable. Los dos grandes poderes de la información puestos a prueba por la información misma, en la que la internet parece la más objetiva por constituirse de manera no jerarquizada. Ciertamente afecta a la música y al cine, pero los e-book van más allá de juguetes novedosos, cambiarán el modo de lectura, la relación del libro con el lector. Será tan decisivo, que concluirá el ciclo Gutemberg (p. 59). Aunque no podemos saber sobre cómo mudará el sentido de la lectura como experiencia social e individual.2 La lectura del periódico, los nuevos maitines —como la denominó Hegel— se transformará en una experiencia comunicativa cada vez más horizontal, el software será interiorizado y la consciencia tendrá que desarrollar una segunda piel, tal y como lo ha pensado George Steiner.3 Todo ello en un momento en el cual las amenazas a la seguridad informática pueden ya constituir su principio de desestabilización.

El cambio del eje de rotación del capitalismo es visualizado en la figura del día en que el euro valdrá 2.5 dólares. La forma en que Estados Unidos ha podido financiar sus déficits desde 1971 llegará a su fin. El gobierno norteamericano tendrá que comunicar a su población el fin del consumo y el consenso nacional estará en riesgo, según Minc (p. 67); que no menosprecia la importancia de los niveles de vida como transfondo político. Actualmente hay signos de que este giro económico podría ocurrir, uno de ellos son los excedentes comerciales de China y la India. Al no contemplar esta amenaza, su aparición puede convertirse en la crisis económica más violenta, más global y menos manejable de todas las que ha vivido el capitalismo (p. 73).

No asombra a nadie que no habría prospectiva mundial que dejara fuera el escenario de confrontación del Medio Oriente que ha estado presente los últimos sesenta años, si no es que los últimos noventa. Minc fuerza este escenario como el día en que Israel atacará las instalaciones nucleares iraníes: "Como siempre, cuando el Estado hebreo había estado en un dilema —atacar o ser atacado, golpear o ponerse en riesgo—, la respuesta habría terminado por imponerse: ningún estadista israelí ha asumido jamás, en estas circunstancias, el riesgo de la inacción" (p. 77). Esta frase se da en el contexto de la singularidad del Estado de Israel, una singularidad que también es superioridad nuclear y militar sobre sus vecinos; sin embargo, el rasgo más impredecible de este escenario posible es la respuesta de Irán.

Otro tema del gusto de Minc es el demográfico, ya en El síndrome finlandés de hace veinte años había anunciado el envejecimiento de la población europea y los peligros del crecimiento cero. Ahora aborda con optimismo el año 2050, cuando la población francesa sobrepasará a la alemana en un hecho que cambiará la ecuación centroeuropea desde 1871, y en este hecho la certidumbre es mayor porque la demografía, nos dice el autor, es una disciplina lenta y pesada, y los cambios de horizonte son poco probables. De ella se derivan conclusiones sobre la economía cuando se observan los rangos de edad de la pirámide poblacional y su potencial productivo. En ese 2050 que se vislumbra, una tercera parte de los setenta millones de franceses tendrá más de 60 años, contra una tercera parte alemana mayor a los 65. Para estos estimados se cuenta la tasa de fecundidad de 1.9 en Francia y 1.4 en Alemania, además de un rango de cien mil migrantes por año para Francia y mucho menor para Alemania. Los factores demográficos van desde la cultura, católica o protestante, las políticas poblacionales, la migración, las políticas migratorias hasta elementos subjetivos que responden a las situaciones del imaginario mundial. No se equivoca el autor cuando dice que no son dos los factores de la producción —capital y trabajo—, sino tres: capital, trabajo y confianza, y es interesante preguntarse cómo impacta la confianza en la forma en que una población decide reproducirse o no.

Sin embargo, en la perspectiva para los próximos 40 años, un factor muy importante es el impacto migratorio, y, por otra parte, lo que una Francia de 75 millones y una Alemania de 74 representarán para China o la India, cuya población será veinte veces mayor, es poco menos que una diferencia lingüística que, por otra parte, es cosa común para estos dos gigantes.

"El día en que los asiáticos arrebatarán todos los premios Nobel" también está cerca. De hecho, en la actualidad, casi la mitad de los doctores de Estados Unidos son asiáticos. Pero esta metáfora va más allá, trata de la transformación del poder científico subestimado por los occidentales, por no hablar de México. China, contando hoy en día con 15 millones de estudiantes en cuatro mil universidades, se prepara para la conquista del futuro. La forma en que se homogeneízan los modelos de educación globalmente prepara el terreno para un cambio de poder global.

El futuro también está poblado por los fantasmas del pasado, como el día en que el terrorismo amenazará con hacer estallar un arma nuclear táctica. Los miedos han permanecido en la historia, como lo ha dicho George Duby,4 y el miedo a la destrucción nuclear de la guerra fría se reconfiguró con la desaparición de la Unión Soviética y la dispersión de su arsenal. Al cruzar este escenario con el terrorismo se observan dos consecuencias, la paradoja de que Estados Unidos, tierra prometida, en teoría, de la libertad individual, ha aceptado la derogación de sus principios del habeas corpus y trata a su población como lo desearían sus enemigos (p. 118). Pero la hipótesis de una destrucción masiva resultaría menor en el supuesto de anarquistas de un nuevo género que preferirían provocar una desintegración sistémica al impedir el funcionamiento de las sociedades complejas mediante la intrusión terrorista en los medios informáticos, de seguridad aérea, energética o financiera (p. 116).

Finalmente, casi parece una broma la revuelta de los jóvenes varones blancos, que, debido a la discriminación positiva y los curricula vitae anónimos de las sociedades multiculturales europeas, se vuelven un grupo vulnerable al desempleo, la inflación y el desprecio social, como por un efecto boomerang del cambio social de las últimas décadas, caracterizadas por paradojas como: el hecho de que la enseñanza y la magistratura estén en vías de feminización por efecto de su proletarización (p. 130).

Esta forma atrevida, informal e imaginativa de pensar el futuro es, a la vez que un ejercicio prospectivo interesante y libre, una forma de preguntarnos por el presente, de llevarlo al extremo de lo posible, extendiendo sus formas hasta lo que un estudio académico y científico de las situaciones podría no atreverse. En nuestras universidades deberían realizarse ejercicios de imaginación sociológica como el de este libro, a fin de imaginar el futuro deseable, posible, temible, realizable.

 

Notas

1 John Reed, Diez días que estremecieron al mundo, México, Grijalbo, 1965, 276 pp.         [ Links ]

2 Se modificará esa relación de la modernidad expresada por Roger Chartier en El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación, Barcelona, Gedisa, 1992, 276 pp.         [ Links ] Cfr. también Robert Darton, "Historia de la lectura", cap. 7, en Peter Burke (ed.), Formas de hacer historia, Madrid, Alianza Universidad, 1993, pp. 177-208.         [ Links ]

3 George Steiner, Lecciones de los maestros, México, Siruela, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 169.         [ Links ]

4 George Duby, Año 1000, año 2000. La huella de nuestros miedos, Santiago de Chile, Andrés Bello, 1995, 141 pp.         [ Links ]

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