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Estudios políticos (México)

versión impresa ISSN 0185-1616

Estud. polít. (Méx.)  no.23 Ciudad de México may./ago. 2011

 

Materiales

 

Carlos Pereyra: una breve mirada a su vida y obra

 

René Torres–Ruiz*

 

* Doctor en Ciencia Política por la Universidad Autónoma de Barcelona. Profesor–investigador de Tiempo Completo en el Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.

 

Resumen

Este artículo tiene el propósito de indagar brevemente en la vida y obra de uno de los pensadores más serios y meticulosos que ha tenido la izquierda en México en los últimos años: Carlos Pereyra Boldrini. Sirva este breve texto como incentivo para acercarse por vez primera a sus ideas o, en su defecto, para regresar a él y repasar algunos de sus razonamientos y postulados que quizá puedan contribuir en algo a la comprensión de una abigarrada y compleja realidad nacional.

Palabras clave: Carlos Pereyra, orientación política, democracia, sociedad civil, izquierda.

 

Abstract

This article aims to briefly look at the life and work of one of the most serious and meticulous left–wing minds that Mexico has had in recent years: Carlos Pereyra Boldrini. This brief text can give an incentive to approach to Pereyra's ideas or, failing that, return to him and review some of its reasoning and postulates that might contribute on something to understand such a motley and complex national reality.

Keywords: Carlos Pereyra, political orientation, democracy, civil society, left–wing.

 

Algunos datos y reflexiones sobre su vida

Carlos Pereyra Boldrini nació en la Ciudad de México un 7 de agosto de 1940, y falleció, víctima de cáncer, el 4 de junio de 1988. Pereyra inició sus estudios universitarios en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aunque pronto decidió abandonar dicha área de conocimiento, inscribiéndose en la licenciatura de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, de donde se graduó en julio de del año 1969, con la tesis titulada "Notas para el análisis deontología marxista". Una vez graduado, comenzó lo que sería una larga y fructífera carrera docente en la "Máxima Casa de Estudios". Su primera experiencia magisterial fue como profesor adjunto de Ética en la Escuela Nacional Preparatoria. Posteriormente, sería profesor en la Facultad de Filosofía y Letras, impartiendo las materias de Historia de la filosofía: de Kant a Hegel; Ontología; Filosofía de la historia, y Filosofía política. En 1982, obtendría el grado de maestro en filosofía, sustentando la tesis intitulada "El sujeto de la historia", trabajo que en 1984 vería la luz en forma de libro bajo el sello editorial de Alianza.

Pereyra se distinguió a lo largo de su corta pero intensa vida, por ser un filósofo de talla y porte, un profundo y agudo analista político, un militante de izquierda verdaderamente convencido de sus principios y dispuesto a defenderlos sin rigidez y dogmatismo alguno, y un profesor universitario que creía y practicaba la enseñanza como medio para transformar la realidad circundante, una realidad que no siempre le agradaba. Algo que sin duda en la actualidad se echa en falta, no sólo en nuestro contexto nacional sino en general en el ámbito internacional; atrapados, como estamos, en una época de gran confusión y desconcierto, de una crisis que responde, entre otras cosas, pero muy especialmente, a cambios socio–culturales acelerados y a la incertidumbre de no saber si la educación cumple con los objetivos sociales asignados tradicionalmente o no; el problema es no saber exactamente qué finalidad debe cumplir ni hacia dónde debe orientar sus acciones. Una de las primeras víctimas ha sido, sin duda, el profesor. Pendiente él mismo de redefinir su perfil, sus atribuciones y el papel que ejerce o debería ejercer en el proceso educativo. Pereyra lo tenía claro, su papel como profesor era fungir como instigador y orientador de sus estudiantes, enseñarlos a pensar, interpretar, dilucidar, proponer y discutir. Su concepción de la educación coincidía de manera muy importante, me parece, con esos espléndidos versos de José Agustín Goytisolo (1977):

Desconfía de aquellos que te enseñan
listas de nombres, fórmulas y fechas
y que siempre repiten modelos de cultura
que son la triste herencia que aborreces.
No aprendas sólo cosas, piensa en ellas
y construye a tu antojo situaciones e imágenes
que rompan la barrera que aseguran existe
entre la realidad y la utopía (…)
Después sal a la calle y observa:
es la mejor escuela de tu vida.

No cabe duda —y de esto dejan fiel testimonio varios de sus amigos y compañeros de reflexión y lucha—1 que Carlos Pereyra llevó a cabo uno de los trabajos de enseñanza más fecundos e interesantes de que se tenga memoria en el México de los setenta y ochenta, favoreciendo de manera relevante la formación de pensadores, académicos e intelectuales que participaron activamente en el proceso de transición a la democracia que experimentó el país en las últimas décadas.

Ahora bien, en su faceta de militante Pereyra fue igualmente aventurado e inquieto. A finales de la década de los sesenta se afilió al Partido Comunista Mexicano (PCM), justo en uno de los momentos más complicados y adversos de la izquierda mexicana en general y del PCM en particular, ya que el régimen priísta, en plena efervescencia de la izquierda social y política, decidió, con la finalidad de defender y conservar su hegemonía, emprender una dura represión y una persecución sistemática contra la oposición de izquierda. A pesar de ello, Pereyra Boldrini se aventuró a militar activamente en esa ala del pensamiento, esgrimiendo sus ideas y presupuestos teóricos para confrontar el autoritarismo y la cerrazón gubernamentales. Como parte de esa militancia de izquierda también pasó por las filas del maoísmo, y de ahí al Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT). Posteriormente, se adhirió a la Liga Comunista Espartaco,2 organización de la cual, una vez disuelta, se desprendieron varias organizaciones apegadas a la tradición maoísta, que creían en la autoorganización de las masas y postulaban la alternativa socialista en México.

Nuestro autor también se acercó a la Tendencia Democrática del Sindicato de Electricistas (SUTERM) y publicó numerosos artículos en la revista del sindicato titulada Solidaridad. Del mismo modo, fue miembro fundador del Movimiento de Acción Popular (MAP),3 grupo caracterizado por reunir en su seno a líderes de movimientos universitarios y estudiantiles y a dirigentes sindicales.

En 1981, el MAP fue una de las cinco fuerzas políticas que decidió integrarse e impulsar la fundación de lo que sería uno de los experimentos más exitosos e inquietantes en lo que se refiere a la unión e integración de la izquierda político–social mexicana: el Partido Socialista Unificado de México (PSUM).4 Años después el PSUM continuaría con esa tendencia de la izquierda a asociarse y confluir en partidos políticos, adhiriéndose en 1987 al naciente Partido Mexicano Socialista (PMS).5

Como parte de su agudeza en el análisis político y su inquietud por explorar, comprender y explicar la realidad, Carlos Pereyra, además de buen docente, investigador escrupuloso y perspicaz, y activista inquieto, desarrolló la faceta de articulista en diversos diarios nacionales. Fue así que su pluma formó parte del distinguido grupo de articulistas en Excélsior, Unomásuno, La Jornada y Novedades. Asimismo, colaboró con revistas prestigiosas como La Cultura en México (suplemento de la revista Siempre!), Proceso, Nexos y Cuadernos Políticos. Respecto a esta última publicación, hay que decir que uno de sus principales integrantes e impulsores fue precisamente Carlos Pereyra.

Desde su surgimiento en 1974, Cuadernos Políticos se convirtió en un laboratorio interesante para ejercer la libertad de pensamiento, de expresión, de crítica y análisis con independencia. Estas características no eran comunes por aquellos años; por el contrario, eran más bien excepcionales, bastante extrañas de encontrar en el panorama periodístico nacional. Lo normal y corriente era que el gobierno administrara la información a su gusto y conveniencia, manipulando y maniatando a los distintos medios de comunicación, fueran éstos electrónicos o impresos.

De la misma manera, hay que decir que Cuadernos Políticos, junto con Punto Crítico,6 se convirtió muy pronto en el órgano primordial para la reflexión teórica de la izquierda. Fue —igualmente— un espacio significativo para el análisis de los acontecimientos políticos y sociales de la época. Además, Cuadernos Políticos no sólo se ocupaba de los asuntos domésticos, sino también del ámbito internacional.

Por otra parte, Carlos Pereyra también publicó sus investigaciones y reflexiones de corte académico en distintos libros. Los textos que alcanzó a publicar en vida fueron Política y violencia, editado por el Fondo de Cultura Económica en 1974; Configuraciones: teoría e historia, publicado por Edicol en 1979; y El sujeto de la historia, publicado por Alianza Editorial en el año de 1984. En 1980 realizó una compilación que constituyó su muy popular libro Historia ¿para qué?, editado por Siglo XXI. Cinco años después, concretamente en 1985, vio la luz Praxis y filosofía: ensayos en homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez, una compilación que Pereyra llevó a cabo conjuntamente con Juliana González y Gabriel Vargas Lozano, trabajo que fue editado por Grijalbo. Tras su muerte aparecieron otros trabajos suyos, como Sobre la democracia, texto que reúne varios de sus artículos sobre la democracia, un tema que estaba en el centro de sus preocupaciones y disquisiciones intelectuales durante los últimos años de su vida. Esta edición la dirigió Luis Salazar Carrión y fue publicada en 1990 bajo el sello editorial de Cal y Arena. En el 2010, a veintidós años de su muerte, Gustavo Ortiz Millán y Corina Yturbe se dieron a la tarea de editar un volumen que recoge sus principales ensayos filosóficos, que lleva por título Filosofía, historia y política. Ensayos filosóficos (1974–1988). Este trabajo es una coedición del Fondo de Cultura Económica y la UNAM.

Como un reconocimiento a su trayectoria, el 4 de diciembre de 1988, a propuesta del arquitecto Roberto Eibenschutz Hartman, Presidente del Consejo Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana–Unidad Xochimilco, el Colegio Académico de esa casa de estudios le otorgó Post Mortem el Doctorado Honoris Causa. Un reconocimiento que, sin duda, merecía Carlos Pereyra. Llama la atención que la UNAM, el lugar donde estudió, se formó y trabajó profesionalmente como académico, no se haya pronunciado al respecto, ni le haya otorgado un reconocimiento de esta naturaleza.

Una vez revisados algunos de los principales datos biográficos de nuestro autor, demos paso a la exploración de sus ideas filosófico–políticas más significativas y de sus aportaciones más relevantes al pensamiento político mexicano. Me parece que esta tarea es de singular importancia debido a que la obra de Carlos Pereyra Boldrini representa, hoy en día, uno de los referentes indispensable e ineludible para comprender con mucha mayor precisión el desarrollo político de nuestro país y el largo camino que ha debido transitar para tratar de alcanzar la tan ansiada democracia. Sin duda alguna, el pensamiento de Pereyra ha despertado la curiosidad y las reflexiones de varios académicos e intelectuales en México, y también se han publicado algunos trabajos alrededor de su obra; pero es menester seguir indagando con mayor detenimiento y profundidad varias de sus ideas plasmadas en sus textos, tratando con ello de extraer algunas pautas o claves que nos permitan comprender el devenir político de México y su cultura en los últimos treinta años.

 

Ideas y apuntes alrededor de su obra

Lo primero a lo que debemos referirnos si queremos comprender los planteamientos teóricos en torno a las relaciones entre Estado, política y sociedad, y las observaciones de la realidad nacional que desde el campo intelectual de la izquierda mexicana sostenía Carlos Pereyra, es el contexto histórico, político e ideológico que le tocó vivir durante las décadas de los años setenta y buena parte de los ochenta, tal como nos lo dice Ortiz Palacios (2001:15–17), un autor que ha explorado e indagado detalladamente la obra de Pereyra. Sin duda, varios de los textos de nuestro autor guardan una estrecha relación con determinados hechos, acontecimientos y fenómenos históricos, y únicamente acercándonos a ellos podemos entender su pensamiento.

Ortiz Palacios señala que esos momentos históricos —que también pueden ser vistos como coordenadas que permiten ubicar y distinguir los rasgos característicos del proceso de reconversión democrática experimentado por una parte de la izquierda mexicana— son el movimiento estudiantil de 1968 y su impacto sobre las formas de participación y lucha de las organizaciones de la izquierda social y política, además de su influjo sobre el marco ideológico–cultural en el que se desplegaron. Otro momento significativo fue la reforma político–electoral de 1977, impulsada durante el gobierno de José López Portillo por el entonces secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles. Recordemos que esa reforma dio inicio al ciclo de reformas político–electorales que terminaría desembocando en la alternancia política que México experimentó en el año 2000, cuando el candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Vicente Fox Quesada, logró derrotar al PRI, después de que éste detentara el poder presidencial por más de siete décadas. Del mismo modo, la reforma del 77 contribuyó al despliegue de varias organizaciones de izquierda y reconoció derechos a partidos políticos de esa misma denominación que habían sido relegados durante varios años a la esfera de la clandestinidad (como el PCM), permitiéndoles de esa forma insertarse y participar activamente en la vida política nacional.

El tercer suceso de esta importante y determinante década para el desarrollo político y social de nuestro país, y que marca de manera significativa el pensamiento político del autor que estamos revisando, es el proceso que inició a finales de los años setenta y principios de los ochenta que consistió, básicamente, en los esfuerzos de un sector amplio de la izquierda por unificarse, tal como aconteció en 1981 cuando distintas organizaciones de izquierda decidieron unirse y fundar el Partido Socialista Unificado de México (PSUM),7 o lo sucedido seis años después cuando en 1987 el propio PSUM y otros partidos políticos tomaron la decisión de integrar el Partido Mexicano Socialista (PMS).8

Ahora bien, así como el contexto determina de alguna manera el discurso analítico de Pereyra, también es cierto, tal como nos lo recuerda Ortiz Palacios, que el contexto político y social le es favorable a Pereyra para el desarrollo de sus ideas y planteamientos:

El ambiente en el que el autor encuentra un espacio favorable para el desarrollo de su labor intelectual, estuvo definido desde un principio por su inclinación y compromiso con las causas populares, nacionales y democráticas de nuestro país y signado por el apego a la teoría marxista como plataforma de interpretación y análisis (Ortiz Palacios, 2001:17).

En este sentido, el mismo Ortiz Palacios asegura que los dos conceptos desarrollados por Pereyra, que articulan los temas y sus principales preocupaciones teóricas son sujeto político y democracia. Ambos conceptos sirven para comprender sus análisis y explicaciones sobre la realidad social y política de México.

Por otra parte, según apunta Sánchez Rebolledo (2008), en los escritos políticos de nuestro autor se vislumbra con cierta claridad una convicción en cuanto a la necesidad de dar un profundo viraje en la visión de la izquierda, dejando la preocupación de la revolución atrás y colocando a la democracia política como una alternativa viable y deseable. Pereyra señalaba que la preocupación por la revolución

…sólo tiene sentido cuando su posibilidad se encuentra a la orden del día, cuando su actualidad es evidente. La creencia de que esa posibilidad estaba abierta fue en un momento dado, a comienzos de los años veinte, una apreciación histórica equivocada. La creencia de que se trata de una posibilidad permanente, de que la actualidad de la revolución es ininterrumpida, es síntoma de una visión voluntarista y subjetivista de la historia que acompañó por largo tiempo el desarrollo del movimiento comunista internacional. Las revoluciones no se hacen porque haya una fuerza política que se lo proponga; ocurren en virtud de un complejo de circunstancias que desborda la voluntad de una fuerza determinada. Por lo demás, la preocupación por la revolución fue resultado de una comprensión esquemática de la historia, según la cual las transformaciones sociales son siempre resultado de un acto puntual de fuerza y no producto de una serie de puntos de inflexión. Tal idea no tiene fundamento histórico suficiente (Pereyra, 1990:70).

De manera que este viraje en relación con la visión que la izquierda tenía de la democracia, puede haberse debido a una serie de cambios y procesos políticos y sociales que se estaban gestando por aquellos tiempos en diversos lugares del mundo (la caída del muro de Berlín en 1989, la disolución de la Unión Soviética en 1991, es decir, la caída del socialismo real). Estos acontecimientos contribuyeron de manera determinante a que se replantearan los fundamentos y referentes teórico–ideológicos de la izquierda a nivel internacional.

Es cierto que Carlos Pereyra no llegó a ver estos dos sucesos, dada la fecha de su muerte, pero ya los intuía, me parece.9 A continuación reproduzco algunas palabras suyas en donde explica el por qué de este cambio y de la necesidad de repensar y replantear las posiciones de la izquierda acerca de la democracia:

No se trata de un fenómeno exclusivo de nuestro país, sino de una situación que se da con mayor o menor fuerza en muchas otras sociedades de América Latina y en otras regiones del mundo. Tal vez la causa principal de este viraje se encuentre en la lenta asimilación por parte de la izquierda de la experiencia histórica acumulada en los países del llamado socialismo real. La izquierda ha tenido que hacerse cargo del hecho de que la construcción de regímenes autoritarios allí donde triunfó un proyecto socialista revolucionario, no es resultado sólo de peculiaridades nacionales propias de los lugares donde cristalizó tal proyecto, ni consecuencia sólo de las presiones y amenazas impuestas por las potencias capitalistas, sino producto también de la subestimación de los valores democráticos en la tradición de la izquierda comunista. En tal virtud, el mundo asiste hoy a la constitución de una nueva formación social —para la cual la pertinencia del nombre socialismo es harto dudosa— donde la abolición de la propiedad privada y los innegables logros en el ámbito de la igualdad y la justicia sociales son desvirtuados por el ejercicio despótico del poder político (Pereyra, 1990:69).

Pereyra —a la par que su maestro Adolfo Sánchez Vázquez— fue un crítico acérrimo del socialismo real. En primer lugar, porque "no admitía la conversión de una doctrina científica en religiosidad adolescente, ni el que un camino de indagación y análisis desembocase en la burocratización tiránica" (Monsiváis, 1988:8). En segundo término, porque señalaba que el socialismo real había construido una estructura de poder piramidal que era excluyente, antidemocrático y que anulaba las libertades de los individuos (Woldenberg, 2009:3). Por estas razones, con toda seguridad hubiese visto con buenos ojos la caída de las sociedades "postcapitalistas" (como llamaba a los regímenes socialistas), lo cual no quiere decir que hubiese aceptado

…como la última palabra la idea corriente según la cual el fracaso del camino socialista hace innecesaria la elaboración de una nueva síntesis teórica y política respecto de los temas de la democracia y la igualdad, capaz de trascender el liberalismo en boga y la mera prédica moral a favor de una sociedad más justa y equitativa (Sánchez Rebolledo, 2008).

Lo anterior se plantea siguiendo al mismo Sánchez Rebolledo (ibid.), porque además de que nuestro autor era un crítico del socialismo real, adoptaba también una postura sumamente crítica en relación con el neo–liberalismo que ya por esos años gozaba de una importante fuerza y presencia en diversas latitudes del mundo.

De esta manera, es posible sostener que Pereyra Boldrini era igualmente un crítico consistente del capitalismo y de "…la situación imperante en las llamadas periferias donde a la injusticia secular se une la debilidad histórica de las instituciones democráticas" (ibid.). Es importante destacar que cuando Pereyra hablaba de México y de la región latinoamericana, sostenía que si la democracia lograba establecerse como forma de gobierno y echar raíces en la región, se debería, fundamentalmente, a los esfuerzos del movimiento popular, de otra manera eso no sería posible.

En sus escritos, Carlos Pereyra se distinguió por ser uno de los primeros intelectuales que intentó defender y posicionar desde la izquierda la idea de que valía la pena luchar por instaurar la democracia. Esto significa que nuestro autor emprendía significativos esfuerzos intelectuales para combatir el planteamiento según el cual la revolución continuaba vigente como factor indispensable para transformar las sociedades. Esta idea postulada y defendida vehementemente por buena parte de la izquierda marxista latinoamericana todavía en los años setenta, le impedía diseñar y llevar a cabo una estrategia efectivamente democrática. Pereyra creía que para tener éxito en el impulso de la democracia había que despojar a la lucha política de ese lenguaje militar claramente confrontacionista y que incluso planteaba el aniquilamiento y la destrucción del oponente y, en su lugar, había que adoptar, o mejor dicho, recuperar de la democracia ese significado olvidado de la larga marcha hacia la igualdad y la libertad emprendida por los grupos más desprotegidos de la sociedad (Sánchez Rebolledo, 2008).

Para Pereyra, la democracia era sinónimo de pluralismo, de diversidad. Asimismo, establecía que alrededor del concepto de democracia existían muchos prejuicios, sobre todo por parte de la izquierda de origen marxista. Por otro lado, reconocía que la principal virtud y la mayor potencia que podía encontrarse en el discurso democrático, radicaba en la defensa de los derechos políticos, civiles y laborales, que eran reflejo de las reivindicaciones y luchas emprendidas por amplios colectivos tradicionalmente excluidos y que lo que buscaban era que su ciudadanía les fuera plenamente reconocida. Referente a esto, Pereyra consideraba que

la constitución de una hegemonía sólida y duradera pasa por el respeto a los derechos políticos y a las libertades individuales, la autonomía de las organizaciones sociales, el libre debate de ideas, el acceso a la información y el juego plural en elecciones periódicas, es decir, pasa por la democracia política" (Pereyra, 1990:71).

Este discurso se parece mucho más al discurso actual de la izquierda mexicana y latinoamericana, y tiene gran mérito, porque en aquellos años no era común que algún teórico de izquierda se pronunciara tan abiertamente por la democracia. Lo que Pereyra buscaba con estas afirmaciones era refutar la idea presente y ampliamente extendida de que la democracia formal era el régimen íntimamente relacionado y en concordancia con la naturaleza capitalista del Estado. Pereyra intentaba demostrar que entre la historia social y la historia de la democracia moderna existía una línea de continuidad (Sánchez Rebolledo, 2008).

Asimismo, Pereyra creía que la ampliación de la democracia política (fundamentalmente en su esfera electoral) repercutía favorablemente en el fortalecimiento de una vida social democrática:

Hay relación directa entre democracia política (formal o representativa) y las posibilidades de una vida social democrática. En efecto, no es concebible la ampliación de la democracia política sin que a mediano plazo ello repercuta en la estructura de las propias organizaciones sociales, es decir, es inconcebible la consolidación del juego democrático en la elección de gobernantes (en la sociedad política) y el mantenimiento de una estructura vertical y antidemocrática en las instituciones de la sociedad civil (Pereyra, 1990:72).

Y más adelante señala: "Mientras menos amplia es la democracia política, más fácil resulta para el gobierno adoptar decisiones públicas contrarias a los intereses de las organizaciones sociales de las clases dominadas…" (ibid).

Pereyra también es uno de los primeros analistas y críticos de la realidad política y social mexicana de su tiempo, en plantear de manera muy lúcida la necesidad de reivindicar al ciudadano y sus derechos, y de impulsar la participación social, esto es, argumentaba claramente a favor de una sociedad civil fuerte, activa, movilizada y que no debía circunscribirse a delegar —mediante el voto— toda la responsabilidad de tomar las decisiones a la clase política. Veamos lo que señalaba Pereyra:

La calidad de ciudadano, es decir, la participación de los miembros de la sociedad en la formación de la voluntad colectiva se desdobla en dos dimensiones básicas: ciudadanía política y ciudadanía social. Mediante la democracia política y, en particular, a través de sus expresiones electorales, es decir, con el ejercicio del derecho de voto y la militancia en partidos políticos, se concreta la primera de las modalidades señaladas. Condición necesaria para una vida social democrática es el funcionamiento real de una vida política democrática, pero esto no es condición suficiente. Se vuelve imprescindible la existencia también de organizaciones sociales democráticas a través de las cuales los individuos intervengan en la formación de esa voluntad colectiva, no ya en su calidad genérica de miembros de la sociedad, sino con base en sus intereses particulares dados por la función social que desempeñan. No se trata, claro está, de formas excluyentes de ciudadanía, sino de formas complementarias. Toda vez que, más allá del poder político condensado en el gobierno del Estado, en la sociedad operan numerosos otros centros de poder, y por ello se puede hablar de un campo de relaciones de poder, junto a la democracia política es preciso el despliegue de la democracia social. Carece de sentido luchar por una forma de ciudadanía en detrimento de la otra… (Pereyra, 1990:73).

En suma, Carlos Pereyra consideraba que no era necesario plantear un falso dilema entre democracia política y democracia social; sino que ambas podían coexistir y retroalimentarse.

Por otro lado, nuestro autor establece que no hay argumentos suficientemente sólidos que permitan demostrar que la democracia y el capitalismo están inevitablemente conectados. Por el contrario, sostiene que lo que ha sucedido en las sociedades capitalistas es que la democracia ha sido impuesta, o se ha luchado por ello, para contrarrestar a la clase dominante. Es más, Pereyra cree que las

…experiencias históricas más cercanas de la propia Latinoamérica mostraron cuán injustificado es el menosprecio de la democracia, erróneamente denominada burguesa, en el vocabulario de la tradición comunista. En efecto, el Estado capitalista puede asumir formas democráticas o dictatoriales. La diferencia es, por supuesto, enorme. En la agenda de los movimientos populares no está planteada sólo la tarea de transformar las relaciones capitalistas de producción, sino también de pugnar por la democratización del régimen político. Después de todo, instituciones democráticas elementales como el sufragio universal no aparecieron con el surgimiento del capitalismo, sino después de prolongados esfuerzos de las masas trabajadoras. Si bien la democracia política no depende sólo de la iniciativa popular, pues hay condiciones estructurales que la propician o dificultan, no por ello queda fuera de su horizonte teórico y práctico. La experiencia latinoamericana confirma la tesis de que la dominación burguesa no adopta formas democráticas por su propio impulso y que la introducción de esas formas compete a quienes se ubican en el lado popular y socialista de la confrontación social de nuestros días. No hay democracia burguesa sino posibilidad de abrir espacios democráticos ya en la sociedad capitalista (Pereyra, 1990:70).

En relación con una de las reformas políticas más trascendentes que se dieron en nuestro país, me refiero a la reforma electoral del año 1977, Pereyra Boldrini planteó con gran pertinencia y elocuencia a la izquierda mexicana la imperiosa necesidad de ser receptiva y reconocer la importancia de este momento histórico para México. Según él, el cambio que el país estaba experimentando a raíz de dicha reforma era francamente significativo. Fue uno de los primeros en reconocerlo y justipreciarlo, mientras que otros integrantes de la izquierda intelectual, social o incluso partidista la denostaban, considerándola una reforma electoral limitada, insuficiente e insustancial.

Recordemos que para impulsar esta reforma, Jesús Reyes Heroles convocó, mediante la Comisión Federal Electoral (CFE), a foros de consulta a diversos expertos, académicos, intelectuales, dirigentes políticos y ciudadanos en general para discutir ampliamente la coyuntura. También se contó con una mayor apertura en los diarios, en las editoriales, en ciertos medios de comunicación, como la radio y la televisión, en fin, en aquellos espacios en donde los académicos y ciudadanos exponían sus puntos de vista en torno a los cambios necesarios para que la reforma política estuviera dotada de mayor sustancia y contenido. Todo ello representaba, según Pereyra, un avance considerable en términos de derechos civiles. El solo hecho de que los medios de comunicación se hubiesen abierto a las opiniones y al concurso de otros actores distintos al gobierno representó, en sí mismo, un avance significativo en cuanto a este tipo de derechos, ya que permitía la libre expresión de ideas y de pensamiento. En México se había vivido, hasta ese momento, una larga tradición de connivencias y complicidades entre el régimen priísta y los medios masivos de comunicación; por eso mismo, nuestro autor consideraba de vital importancia reconocer esos cambios y aprovecharlos para continuar las transformaciones tan necesarias para el país.

Sin embargo, hay que resaltar que pese a las convocatorias y llamamientos del gobierno para debatir acerca de la reforma, lo cierto es que las opiniones, propuestas y recomendaciones de la ciudadanía, los académicos y los grupos políticos opositores no se tomaron en cuenta (en su mayoría) al momento de integrar el documento final que constituyó la reforma política de 1977.10 Esto generó un gran malestar entre los distintos grupos que se habían organizado para participar en dichas consultas y que habían preconizado una serie de medidas y procedimientos. La nueva ley electoral terminó siendo algo distinto a lo esperado por la oposición. Pese a ello, era pertinente resaltar —sostenía Pereyra— lo valioso de las discusiones que se dieron ese año, ya que representaban un ejercicio pionero que marcó el inicio de una agenda y de un largo periplo de deliberaciones electorales que México experimentaría en los años posteriores (Becerra, Salazar y Woldenberg, 2000:103).

Asimismo, Pereyra veía en la reforma político–electoral de 1977 —con la cual dio inició el proceso de liberalización del régimen político mexicano—, la puesta en marcha de un proceso progresivo de reconocimiento de los derechos cívico–político ciudadanos. Y fue lo que sucedió, con flujos y reflujos ciertamente (aún hoy en día este tema está lejos de resolverse, sobre todo en lo que se refiere a los derechos civiles y a ciertas libertades individuales); pero a partir de entonces las transformaciones del sistema jurídico–comicial fueron una constante y permitieron que poco a poco los derechos a votar, a ser votado, a participar en el gobierno, a acceder a cargos públicos, a asociarse y a reunirse con fines políticos fueran ganando terreno paulatinamente.

En definitiva, la posición adoptada por Pereyra frente a estas alternativas de cambio y frente a la izquierda marxista–leninista que veía a la democracia solamente como un instrumento del cambio revolucionario, es de

…una visión en la cual el reconocimiento del pluralismo pasa a ser el fundamento del Estado: la democracia formal implica un marco normativo e institucional para la solución de los conflictos, es decir, un terreno donde las fuerzas políticas buscan imponer su hegemonía sin exigir como condición la anulación de los otros. Naturalmente, esa aceptación presupone que la propia democracia se observe también como una conquista histórica que no se gana de la noche a la mañana ni nace acabada con la expedición de las "reglas del juego", por más perfectas que éstas parezcan, independientemente de las condiciones de su aplicación y del resto de los cambios ocurridos en la esfera político–electoral" (Sánchez Rebolledo, 2008).

Creo que sus planteamientos muestran una gran claridad y agudeza analítica, y permiten, incluso hoy en día, interpretar los acontecimientos políticos y sociales que aquejan a nuestro país. De la misma forma, algunos de sus argumentos, me parece, son de gran utilidad para comprender un proceso tan complejo y gradual como ha sido la transición democrática mexicana.

De cierta manera, lo que se desprende de una visión de la democracia como la concebida por Pereyra es, como lo señala Sánchez Rebolledo (2008), que

La sola existencia de la formalidad jurídica o la normativa democrática no son suficientes si la sociedad carece de suficientes elementos para conseguir que dichas reglas se cumplan: una ciudadanía vigilante, activa e informada no nace de la noche a la mañana, pero sin ella, es posible afirmar, la democracia se convierte en un remedo, en simple caricatura.

En suma, siguiendo a José Woldenberg, podemos decir que

Carlos Pereyra realizó la revaloración de la democracia como forma de gobierno más aguda e incisiva que se haya producido desde la izquierda mexicana. Llegó a ello (creo) a través de tres polémicas imbricadas: a) como un ajuste de cuentas con las aberraciones del autoritarismo del llamado socialismo real que tenía su Meca en Moscú, b) en debate con las corrientes liberales que se atribuían todo el mérito en la construcción de los regímenes democráticos, y c) en disputa con la propia izquierda que minusvaluaba o no comprendía la importancia de la democracia en un proyecto de transformación social (Woldenberg, 2009:3).

Pero Pereyra no sólo reflexionó sobre la democracia, sino también lo hizo sobre uno de los temas que en la actualidad constituyen un elemento nuclear en los debates y análisis que llevan a cabo los intelectuales y académicos mexicanos, y que está íntimamente ligado con la idea de la democracia: la sociedad civil. De hecho, fue uno de los primeros en México en reconocer la importancia de la sociedad civil y también uno de los pioneros en explicar su debilidad durante el periodo de hegemonía priísta; pero también primero que nadie, advirtió lo que ahora nos parece evidente (pero que en esos años no lo era): el vigor de la sociedad civil (véase Monsiváis, 1988:5). En este sentido Pereyra comentaba:

En la etapa en que el régimen pudo absorber y asumir las demandas inmediatas de la población, el partido oficial estuvo en capacidad de asimilar primero y dirigir después las luchas espontáneas de campesinos y obreros, de manera tal que en el mismo proceso de organización de los grupos sociales se daba la supeditación de éstos al aparato estatal. La estructura sectorial del partido gobernante expresa hasta qué punto la constitución de la sociedad civil quedó reducida al carácter de prolongación directa del ejercicio gubernativo. La formación e integración de las clases sociales y del Estado ocurrió en un solo y mismo proceso durante el cual el poder político absorbió instituciones que debieron haber pertenecido a la sociedad civil. Ha sido escasa la presencia de las clases organizadas en la vida nacional como fuerzas políticas independientes, y debido a la fragilidad de la sociedad civil, casi toda la actividad política se ha realizado dentro de los aparatos estatales (Pereyra, 1981:36).

Para concluir este artículo me gustaría reiterar simplemente algo que ya señalé líneas arriba. Carlos Pereyra Boldrini fue maestro de toda una generación de pensadores que se han dedicado sistemáticamente en los últimos lustros a la crítica, análisis y estudio de la realidad mexicana; pero no sólo eso sino que además decidieron participar activa y propositivamente en la transformación de la sociedad mexicana, esto es, en la transformación de sus instituciones, de su cultura cívica y ciudadana, de sus formas de hacer política y de entender y estructurar el poder. Fue, seguramente, alguien que ayudó a impulsar la democracia en México desde la reflexión y la enseñanza. Es también, un autor al que vale la pena regresar y releer debido a que su obra puede aportar elementos muy interesantes y valiosos para comprender una realidad sumamente compleja y azarosa como la mexicana.

 

Fuentes consultadas

Artículos, entrevistas y recopilación de textos de Carlos Pereyra

Pereyra, Carlos, "Estado y movimiento obrero", en Cuadernos Políticos, núm. 28, abril–junio, México, Ediciones Era, 1981, pp. 35–42.         [ Links ]

––––––––––, "México: la democracia y la izquierda", en Cuadernos Políticos, núms. 54/55, México, Ediciones Era, mayo–diciembre, 1988, pp. 92–97.         [ Links ]

––––––––––, Sobre la democracia, México, Cal y Arena, 1990.         [ Links ]

Fuentes Molinar, Olac, "México: la democracia y la izquierda. Entrevista colectiva a Roger Bartra, Luis Javier Garrido, Adolfo Gilly, Rubén Jiménez Ricárdez y Carlos Pereyra", en Cuadernos Políticos, núms. 49/50, México, Ediciones Era, enero–junio, 1987, pp. 4–29.         [ Links ]

Ortiz Millán, Gustavo y Corina Yturbe, Filosofía, historia y política. Ensayos filosóficos (1974–1988), México, Fondo de Cultura Económica/ UNAM, 2010.         [ Links ]

 

Artículos sobre Carlos Pereyra

Cordera, Rolando, "Democracia, equidad y desarrollo: Sostenía Pereyra", Regreso al Planeta Pereyra, Nexos, núm. 366, junio, 2008.         [ Links ]

Cuadernos políticos núms. 54/55, mayo–diciembre, 1988. Número dedicado a Carlos Pereyra. Incluye textos de Carlos Monsiváis, Adolfo Sánchez Rebolledo, Ludolfo Paramio y textos de Carlos Pereyra.         [ Links ]

Monsiváis, Carlos, "Carlos Pereyra y la cultura de la izquierda mexicana", en Cuadernos Políticos, núms. 54–55, mayo–diciembre, 1988, pp. 513.         [ Links ]

Paramio, Ludolfo, "Carlos Pereyra", en Cuadernos Políticos, núms. 5455, mayo–diciembre, 1988, pp. 23–28.         [ Links ]

Pereda, Carlos, "Historia de una amistad", en Fractal, núm. 11, 1998.         [ Links ]

Salazar, Luis, "La lección. Regreso al Planeta Pereyra", en Nexos, núm. 366, junio, 2008.         [ Links ]

Sánchez Rebolledo, Adolfo, "Dos notas sobre Carlos Pereyra", en Cuadernos Políticos, núms. 54–55, mayo–diciembre, 1988, pp. 14–22.         [ Links ]

––––––––––, "¿Qué diría?", en Nexos, núm. 336, junio, 2008.         [ Links ]

Trejo Delarbe, Raúl, "Indispensable Pereyra", en Nexos, núm. 336, junio, 2008.         [ Links ]

Woldenberg, José, "Pereyra y la democracia", en Theoría. Revista del Colegio de Filosofía, núm. 19, junio, 2009.         [ Links ]

 

Libros sobre Carlos Pereyra

Ortiz Palacios, Luis Ángel, Teoría y política en la obra de Carlos Pereyra, México, UNAM/Plaza y Valdés, 2001.         [ Links ]

Villoro, Luis y Adolfo Sánchez Vázquez et al., En memoria de Carlos Pereyra, México, UNAM, 1989.         [ Links ]

Cordera Campos, Rolando, Raúl Trejo Delarbre y Juan Enrique Vega (coords.), México: el reclamo democrático. Homenaje a Carlos Pereyra, México, Fondo de Cultura Económica/Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales, 1988.         [ Links ]

 

Otros libros y artículos artículos

Becerra, Ricardo, Pedro Salazar y José Woldenberg, La mecánica del cambio político en México. Elecciones, partidos y reformas, México, Cal y Arena, 2000.         [ Links ]

Carr, Barry, La izquierda mexicana a través del siglo XX, México, Ediciones Era, 1996.         [ Links ]

Goytisolo, José Agustín, "La mejor escuela", en Taller de arquitectura, Málaga, Librería Rayuela, 1977.         [ Links ]

Middlebrook, Kervin J., "La liberalización política en un régimen autoritario: el caso de México", en Guillermo O'Donnell, Philippe C. Schmitter y Lawrence Whitehead (comps.), Transiciones desde un gobierno autoritario. América Latina, tomo 2, Barcelona, Paidós, 1988.         [ Links ]

Woldenberg, José, El desencanto, México, Cal y Arena, 2010.         [ Links ]

 

Notas

1 Al respecto pueden consultarse los siguientes trabajos: Monsiváis (1988), Salazar Carrión (2008), Sánchez Rebolledo (2008), Trejo Delarbre (2008).

2 Cuando la Liga Comunista Espartaco se disolvió, algunos de sus dirigentes decidieron fundar la organización Política Popular (también conocida como Organización Ideológica Dirigente o los Pepes). Adolfo Orive fue la cabeza ideológica y financiera de esta organización, de la que se desprendieron cuatro vertientes: 1. Movimiento de Acción Popular (MAP); 2. Movimiento Comunista Revolucionario (MCR); 3. Línea Proletaria (LP), y 4. la Organización de Izquierda Revolucionaria–Línea de Masas (OIR–LM). Estas organizaciones tuvieron un papel fundamental en la construcción de las organizaciones más importantes de la autonomía sindical, de autogestión campesina y en la autoorganización de las nuevas colonias populares urbanas (lo que formaría la base del llamado Movimiento Urbano Popular —MUP—)" (Isunza, 2001:153–154); en síntesis, en el crecimiento y fortalecimiento de movimientos sociales que buscaban la democratización del régimen y la transformación de sus instituciones, así como la independencia y autonomía de la sociedad civil frente al Estado.

3 Esta organización estaba conformada por destacados miembros de la izquierda como Adolfo Orive, Hugo Andrés Araujo, Arnaldo Córdova, José Woldenberg, Rolando Cordera, Adolfo Sánchez Rebolledo, Pablo Pascual Moncayo, Gustavo Gordillo, Antonio Gershenson, Arturo Whaley, Eliezer Morales, entre otros. Algunos de ellos cobrarían gran relevancia durante el proceso de transición a la democracia que experimentó México en los años ochenta y noventa; otros, sin embargo, terminarían claudicando y adhiriéndose al gobierno federal, sobre todo en el sexenio de Carlos Salinas, aunque también con Zedillo. Así, este grupo se ramificó a lo largo de los años setenta y ochenta en organizaciones sindicales como el STE–UNAM–SPAUNAM–STUNAM (1977), el SUTINEN (en 1979 se convirtió en el Sindicato de Trabajadores de la Industria Nuclear (SUTIN), la Tendencia Democrática de los Electricistas (1975) y, años después, en el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) (1981), el Partido Mexicano Socialista (PMS) (1987) y finalmente en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) (1989).

4 Véase la nota siete (infra) de este trabajo, en donde se mencionan las fuerzas políticas que integraron el PSUM.

5 Véase la nota ocho (infra) de este trabajo para conocer las fuerzas políticas que en marzo de 1987 se fusionaron para fundar el PMS.

6 La revista Punto Crítico era una publicación de izquierda caracterizada por ejercer la libertad de expresión y crítica, se creó en el año 1972, a iniciativa de varos de los ex–militantes del movimiento estudiantil de 1968: Gilberto Guevara Niebla, Raúl Álvarez Garín, Roberto Escudero, Eduardo Valle "El Búho" y Salvador Martínez della Rocca, "El Pino". Esta publicación emprendió desde un inicio "…una crítica de los supuestos culturalistas y espontaneístas (sic) del movimiento estudiantil derrotado. En parte esta crítica se debía a que en varias universidades, y especialmente en Sinaloa, habían surgido grupos izquierdistas que realizaban actividades terroristas. La atención de la revista pasó de las universidades y el medio estudiantil a los movimientos de masas. Las acciones de obreros y campesinos ocuparon el primer plano, pero Punto Crítico trascendió el obrerismo a la vieja usanza para ocuparse de nuevos protagonistas sociales y nuevos terrenos de lucha" (Carr, 1996:274).

7 En 1981 el Partido Comunista Mexicano (PCM), el Partido Popular Mexicano (PPM), el Partido Socialista Revolucionario (PSR), el Movimiento para la Acción y la Unidad Socialista (MAUS) y el Movimiento de Acción Política (MAP), se unieron para formar el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), véase Middlebrook (1988:208).

8 La izquierda mexicana, habitualmente diseminada, hizo un esfuerzo de conjunción, buscando establecerse como una real alternativa electoral; para ello, el PSUM y el PMT, dos de los principales partidos de izquierda independiente con registro, acompañados por el Partido Patriótico Revolucionario (PPR), el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), la Unión de la Izquierda Comunista (UIC) y el MAUS (en fechas posteriores se adhirió una parte de la militancia del PST), decidieron fusionarse y formar el PMS. La Asamblea Constitutiva del nuevo partido tuvo lugar el 29 de marzo de 1987. En ese momento pocos se imaginaban que este partido sería de gran relevancia en las elecciones de 1988, toda vez que se coaligaría con los disidentes priístas e integraría el Frente Democrático Nacional (FDN).

9 Pereyra tampoco vivió las elecciones presidenciales del 6 de julio de 1988, en las que el régimen priísta enfrentó un reto verdaderamente insospechado, como resultado del cisma que se presentó al interior del partido hegemónico —el Partido Revolucionario Institucional (PRI)—, cuando Cuauhtémoc Cárdenas contendió por la presidencia de la República como candidato del Frente Democrático Nacional (FDN).

10 Algunas de las propuestas que se dejaron de lado fueron las siguientes: 1. incluir la representación proporcional completa, 2. incorporar la representación política opositora a la Cámara de Senadores (representación proporcional en el Senado), 3. abolir el registro colectivo de los sindicatos a un partido político y admitir sólo la militancia individual, 4. reintegrar los derechos políticos a los ministros de culto, 5. restituir los derechos políticos a los habitantes del Distrito Federal, 6. elegir al Jefe del Departamento del Distrito Federal y 7. crear el Estado del Valle de México (en lugar del Distrito Federal).

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