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Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas

versión impresa ISSN 0185-1276

An. Inst. Investig. Estét vol.37 no.107 Ciudad de México sep./dic. 2015

https://doi.org/10.22201/iie.18703062e.2015.107.2559 

Semblanza 

 

Raquel Tibol

(1923-2015)

 

Teresa del Conde

 

Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM

 

Las editoras de Anales del IIE amablemente me solicitaron una contribución no equivalente a un in memoriam, pero sí memoriosa, sobre Raquel Tibol, fallecida el 22 de febrero en un hospital de la ciudad de México y nacida en Basavilbaso, Argentina, el 16 de diciembre de 1923. Sugirieron que mi ensayo tratara de las relaciones entre la famosa crítica de arte y el Instituto de Investigaciones Estéticas al recordar que fue asidua visitante del Archivo Fotográfico Manuel Toussaint, de donde obtuvo material fotográfico relevante para sus investigaciones, como consta en las listas de préstamo. Aclaré que no podía cumplir ese propósito, pero sí considerar que a partir de Justino Fernández, fundador del IIE, en adelante, Tibol mantuvo cordiales relaciones con la índole e imagen del Instituto y en lo particular con varios de sus investigadores. Hago notar algunos puntos que seguramente podrían interesar a los colegas lectores: guardó perenne respeto a Justino Fernández y en lo fundamental se basó en los esquemas por él plasmados en su monumental obra Arte moderno y contemporáneo de México, publicadas en dos volúmenes por el IIE, en 1952, con prólogo de Manuel Toussaint.1 Éstos fueron su guía y su fuente por antonomasia para los dos volúmenes sobre el mismo tema que le fueron encomendados a Pedro Rojas, coordinador de la serie sobre arte mexicano (Historia general del arte mexicano), para la Colección Quetzal de la editorial Hermes.2 También comulgó muy bien con Jorge Alberto Manrique y con su sucesora en la dirección del Instituto: la prehispanista Beatriz de la Fuente. Fue amiga cercana de Xavier Moyssén, pero, por alguna razón que jamás me ha quedado clara, no hizo relación con Ida Rodríguez Prampolini, investigadora e historiadora "de izquierda" si es que las hay. Esto lo sé mayormente de la propia Raquel Tibol, sin embargo, a Ida Rodríguez al parecer no le preocupó en demasía. Hubo un lapso durante el cual Tibol no frecuentó el Instituto, pero éste se vio interrumpido una vez que Renato González Mello, a quien había tratado previamente e incluso asesorado, fue nombrado director del IIE en 2010, lo cual reafirmó con creces su interés y estima por el IIE.

Cuando se celebró el aniversario de José Clemente Orozco en Guadalajara, mediante el coloquio Orozco. Una relectura bajo la coordinación de Jorge Alberto Manrique en 1983, Raquel fue invitada y participó con una ponencia. En esa ocasión alabó abiertamente la participación de Fausto Ramírez Rojas, la norteamericana Jacqueline Barnitz y de una de las invitadas extranjeras; le puso "peros" a mi ponencia que era de índole psicológica, al tiempo que concedió que el tema por mí elegido (comentado positivamente por el arquitecto y escultor jalisciense Fernando González Gortázar) era interesante, pero incompleto en cuanto a corroboración.

Desde el ángulo biográfico, y según palabras de la propia Raquel, "en el mes de mayo de 1953, Diego Rivera, junto con José Mancisidor, representó a México en el Congreso Continental de la Cultura, celebrado en Santiago de Chile". Ella no dice más, aunque allí se conocieran. En ese entonces Raquel no era todavía crítica de arte, había estudiado literatura y asistido a talleres de redacción. Incluso había bosquejado una novela. Su versatilidad, su capacidad de absorción inmediata y su elocuencia persuasiva como periodista y organizadora de fuerte impacto se le hizo evidente al pintor guanajuatense. Yo creo que simpatizaron inmediatamente y hasta es probable que Diego haya encontrado atractiva además de brava a la periodista y según algunos decires la invitó a convertirse en su secretaria. Según otro dicho, sostenido por la propia Raquel, él la convocó a reeditar el ya mencionado congreso chileno en México: eso no sucedió. Es más que probable que hayan sido espíritus muy afines, al menos en ese momento, aunque a la postre, ateniéndonos a la historiografía artística, Raquel prefirió a Siqueiros por encima de Rivera, tal y como se deduce leyendo con cuidado la pormenorizadísima cronología sobre Rivera, publicada por Raquel en Diego Rivera. Arte y política.3

Al conocer a Diego Rivera, en ese momento de 1953, la determinada mujer de 29 años, madre de una hija, debe haber cautivado a quien era en ese tiempo el pintor más conocido y celebrado de México y tal vez de toda Latinoamérica. A Raquel le simpatizó, entre muchas otras razones, por su filiación marxista-leninista, ya fuere auténtica o sólo declarada, eso ella no pudo constatarlo en aquel entonces. Con el tiempo Raquel lo ubicó como predominantemente anarquista. El caso es que ella viajó a México con el pintor y poco después hizo traer a su hija Nora Satanovich. Es mentira que hubiera llegado con ella cuando viajó a México en compañía de Rivera. A invitación de éste, su primer hábitat fue la Casa Azul. Raquel se propuso entrevistar a Frida Kahlo (y lo hizo) con miras a que ella se decidiera a relatar su biografía, es decir, Raquel pensó en una biografía de Frida con base en entrevistas consecutivas que recuperaran su voz. Eso no sucedió, aunque sí realizó una primera entrevista con miras a que fuera autobiográfica y de Frida con diferentes personas, cuya publicación ha aparecido en dos volúmenes.4 Raquel vivió en la Casa Azul por un breve periodo —según versión que ella misma generó—, se retiró de allí porque Frida, cuya actividad lésbica, sobre todo durante los años postreros de su vida, fue notable, le insinuó el deseo de que la relación no fuese únicamente profesional, sino erótica. Tibol no accedió, pero temió represalias. He escuchado esa versión que recopiló magistralmente Merry MacMaster en su reportaje del 22 de febrero de 2015, publicado en el periódico La Jornada.5 En lo personal, cuando hace tiempo le solicité directamente a Raquel que me dijera algo al respecto, me respondió solamente que el ambiente de la Casa Azul era algo así como "la corte de los milagros", cosa que desde luego era cierta; el caso es que le resultaba insoportable. Desde mi punto de vista ambos asuntos tienen visos de verdad, aunque puede ser verídico que según Raquel, Frida protagonizaba actitudes lésbicas en ese entonces primordialmente para divertir a Diego. En ese sentido lo que creo es que lo que ella defendió a capa y espada fue el amor de Frida por Diego en detrimento de personalidades como Machila Armida, Teresa Proenza o la misma María Félix. Nunca podremos comprobar esto y menos si aceptamos como hechos contundentes los letreros en cursiva que se encuentran en la Casa Azul y que fueron aceptados o legitimados por Carlos Pellicer, a quien según palabras de la propia Raquel, Frida quiso seducir y en alguna medida lo logró, aunque no sabemos en qué sentido. La frase "su luz más íntima", título de la segunda edición de Frida Kahlo, una vida abierta6alude a tal circunstancia según me declaró la propia autora. ¿Frida le pidió a Pellicer que se desvistiera delante de ella y le mostrara sus partes íntimas?, ¿él accedió a la solicitud de la enferma, para calmarla y proporcionarle un gusto en realidad inofensivo? Pudiera o no ser. Lo cierto es que el poeta tabasqueño y la pintora fueron muy cercanos amigos, y de eso hay constancia escrita. Como es sabido, el Museo Frida Kahlo en la Casa Azul existe en principio gracias a Carlos Pellicer.

Es archisabido que, junto con el crítico portugués Antonio Rodríguez, Raquel logró ser una de las más sistemáticas defensoras del muralismo. ¿Cuál de los dos logró ser más contundente? Raquel reunió en mayor medida material documental, pero puede ser que Rodríguez haya formulado, en primer término para sí mismo, un trasfondo ideológico mayormente acorde con los hechos. A mí no me tocó verlos juntos y por tanto no los escuché en debate alguno, pero sí puedo decir que Raquel no mencionaba mucho a Antonio, ni él a ella.

Sin que yo tenga voz autorizada para interpretar o calibrar el pensamiento de Raquel Tibol, mi predilección por el género llamado "ensayo" me faculta a decir que la filiación, real o introyectada, marxista-leninista que matizó los primeros lapsos de su estancia en México, influyó en la elección de su temática y en sus consideraciones escritas, no sólo en artículos, sino también en libros. Creo que tendió a creer, o bien eso es lo que se lee entre líneas, que la Revolución mexicana de 1910 fue un atisbo o anticipo de la soviética y eso se dejó ver en no pocos de sus escritos sobre los muralistas de la primera generación. De ahí el concienzudo artículo de Renato González Mello titulado "La decepción de Raquel", publicado como tributo póstumo y por encargo específico del periodista Armando Ponce en la edición 2000 del semanario Proceso el 1 de marzo de 2015.7

Para realizar este trabajo con mejor fundamento de causa, ya fallecida Raquel, me di a la tarea de leer de corrido los dos tomos ya mencionados de la editorial Hermes. Debo decir que el que aborda el siglo XIX, con todo y la dependencia demasiado estrecha de Justino Fernández, me parece mejor que el segundo; la narración, quizá porque el tema del XIX no le era tan conocido, ofrece mayor fluidez además de que es pródigo en frases contundentes y hasta divertidas, cosa que no sucede en el segundo volumen, referido al arte del siglo XX acerca del que Raquel había logrado ya, a lo largo de años de paciente labor y lecturas, armar un nutrido archivo personal. Sus enumeraciones de murales en el tomo II, uno tras otro, resultan excesivas y las descripciones temáticas no contienen pensamientos personalizados o detalles que arrojen nuevas luces sobre la cuestión. Suele seguir a un autor, luego a otro y así sucesivamente, sin citar las fuentes salvo cuando entrecomilla algún párrafo. Son mil veces más atractivos y elucidadores sus escritos monográficos sobre algún artista en particular, v.gr. el que dedicó a Hermenegildo Bustos en 1981, como igualmente sus recopilaciones de documentos antecedidas por un prólogo. De cualquier modo, unos y otros son de imprescindible consulta para quienes se adentran en la historia del arte mexicano de estos periodos,8 salvo que para próximas ediciones habría que hacer lo que ella exige con voz propia que se haga con Diego Rivera: limpiar los hechos de las fabulaciones que él creó en torno a los mismos.

También debo señalar, en el mencionado volumen, la confusión que me provoca un breve párrafo referido al famoso Sindicato de Trabajadores Técnicos, Pintores y Escultores, mismo que ella reproduce íntegro sin citar la fuente y que en su transcripción va así: "Del más somero análisis se desprende que las proposiciones extremistas de la Declaración correspondían a una revolución proletaria y no a una revolución democrático-burguesa."9 La referencia a una "declaración" genera duda, porque si lo que transcribe es una declaración, no está citando directamente una transcripción del texto del "Sindicato de Obreros Técnicos", texto firmado por varios (J.C. Orozco incluido) y publicado en El Machete en 1923. ¿La declaración es entonces una síntesis tomada de la prensa? A saber, no sucede lo mismo cuando reproduce párrafos v.gr. de Manuel Rodríguez Lozano que están entresacados de cartas a las que ella tuvo acceso.10 Lo que digo es que cuando aborda un tema referido a un documento de tanta importancia histórica en su momento como lo fue el del famoso Sindicato, la precisión absoluta respecto a la fuente era una necesidad. Y no es que Raquel "fabule", sino que a veces, sin cotejar demasiado, se basa en los documentos reunidos, muchos de ellos de prensa. Eso equivale hoy día a citar fuentes de la red sin cotejar unas con otras.

Desde otro punto de vista y sobre el mismo tema, pudiera argüirse, y es bien posible, que le haya parecido inoperante la existencia de un "sindicato" de artistas, porque la creatividad artística es incompatible con los sindicatos y por tanto haya preferido convertirlo en declaración, cosa más plausible en cuanto a propósitos esgrimidos por un grupo de artistas notables, caracterizados en su mayoría por sus individuales modos de expresión artística sobre los que ella misma esbozó párrafos memorables.

Entre las frases drásticas que me he permitido entresacar del tomo I, de la editorial Hermes, o sea del referido al siglo XIX, están las siguientes: el barón Jean de Gros (quien llegó a México en 1831) "se sintió atraído por la arrogancia del valle de altas montañas",11 el pintor Juan Cordero "jamás vivió en paz con los de su oficio".12 Este mismo pintor mostró "un afán vanidoso de dejar aturdido al público",13 cosa que sucede en su pintura Colón ante los Reyes Católicos. Como quiera que sea, Cordero para Raquel representa la crisis del clasicismo mexicano, aunque concede que tiene una que otra pintura de primer rango, como el retrato de los escultores Pérez y Valero de 1847, que por cierto también fue alabado por Octavio Paz.

El viraje que ofreció la postura de Raquel cuando se dedicó en cuerpo y alma a procurar a Tamayo,14 de organizar el homenaje a sus 70 años de producción artística en tres museos de la red INBA, no dejó de conmocionar a muchas personas entre quienes se encontraban asiduos seguidores de sus escritos y de sus posturas respecto al arte de mensaje. Tuvo la inteligencia y el acierto de invitar a las más características voces críticas del momento para realizar ensayos que tienen buen nivel testimonial. A partir de entonces fue asidua de los Tamayo, los visitaba en su casa de la calle de Santísimo y procuraba cuidar la limpieza de las ediciones y de los proyectos a los que Rufino accedía. De su propia boca escuché su beneplácito cuando el museo cambió de giro al incorporarse a la red del Instituto Nacional de Bellas Artes.

Raquel, junto con Jorge Alberto Manrique, varios pintores y personas de la llamada "corte tamayesca" asistimos a la celebración en Cuernavaca del 90 cumpleaños del gran artista oaxaqueño, fue un momento memorable en todos sentidos que reunió a personas de diferentes generaciones y posturas.

Con Raquel Tibol en cierto modo concluye una época de la crítica de arte en México. No es que se hayan terminado las polémicas o las diatribas, sino que las voces contundentes, como lo fue la suya (e históricamente hay que reconocer que su resolución en muchos sentidos fue benéfica), no pueden ser frecuentes ni son pertinentes hoy día en que los consensos rigen en mayor medida que las declaratorias. Tanto la imagen de Raquel Tibol como el enorme legado que dejó acusan segura pervivencia y no sólo entre las nuevas generaciones de estudiosos del arte o entre los artistas, sino en el público del campo artístico en general. Existe el proyecto de realizar una selección de sus artículos del semanario Proceso, ojalá se realice y vale la pena pensar en que eso puede ser producto de un trabajo de tesis que sin duda acarrearía, además de la titulación de los posibles sustentantes, la pervivencia de un material que —aunque es consultable— necesitaría para su mayor vigencia presentarse en conjunto.

Por tanto, parte importante del archivo Tibol referido a la crítica de arte está a cargo de la revista Proceso. En la revista de difusión mensual que edita el Museo Soumaya, el in memoriam dedicado a Raquel con el subtítulo "Una vía para el arte" incluye el siguiente párrafo: "El 20 de junio de 2014 Raquel Tibol donó al Museo Soumaya, Fundación Carlos Slim su archivo y biblioteca".15 En aquella ocasión la crítica de arte manifestó: "sólo confío en Fundación Carlos Slim para la preservación, tanto de mi vida personal, como de dos bibliotecas que deberán llevar por título Fondo Boris Soren y Fondo Raquel Tibol. No hay otra institución en México o América Latina donde tenga la confianza de que mis cosas serán bien conservadas, investigadas y difundidas y que sean punto de partida para estudios de jóvenes". El escrito, que no viene firmado, exalta el homenaje que el INBA le rindió a Raquel en 2013, y subraya la presencia de dos personas de la UNAM: Renato González­Mello como director del Instituto de Investigaciones Estéticas y yo como autora de una "semblanza" de la homenajeada. El lector siente esa inclusión como un reconocimiento tanto al INBA como a la UNAM, que suaviza en cierto modo los decires de Raquel en torno a la donación de su valioso archivo y biblioteca a la Fundación Slim.16

 

Notas

1. Justino Fernández, Arte moderno y contemporáneo de México (México: Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Estéticas, 1952).         [ Links ]

2. Raquel Tibol, Época moderna y contemporánea, t. II de La historia general del arte mexicano, Colección Quetzal (México: Hermes, 1969).         [ Links ]

3. Raquel Tibol, Diego Rivera. Arte y política (México: Grijalbo, 1979).         [ Links ]

4. Frida Kahlo, Escrituras, selección, proemio y notas de Raquel Tibol, prólogo de Antonio Alatorre (México: Plaza y Janés/Conaculta, 1999 [Lumen, 2004]         [ Links ]).

5. Véase www.jornada.unam.mx/ultimas/2015/02/22/muere-raquel-tibol-decana-de-la-critica-de-arte-en-mexico-2846.html

6. Raquel Tibol, Frida Kahlo, una vida abierta (México: Universidad Nacional Autónoma de México-Programa Editorial de la Coordinación de Humanidades, 2002).         [ Links ]

7. Además del artículo "La decepción de Raquel", de Renato González Mello, toda la sección cultural del número 2000 de Proceso está dedicada a Tibol (Proceso, núm. 2000, 28 de febrero de 2015, www.hemeroteca.proceso.com.mx/?page_id=278958ka51dc26366d99bb5fa29cea4747365/fec=397260).         [ Links ] Colaboramos, además, Juan Carlos Pereda, Alberto Híjar, Blanca Garduño, Blanca González Rosas, Jorge Alberto Manrique y yo misma, mediante breve entrevista telefónica.

8. Raquel Tibol, Época moderna y contemporánea, tomo II de la Historia general del arte mexicano, coordinador general de los 6 tomos: Pedro Rojas (México: Hermes, 1969).         [ Links ]

9. Tibol, Época moderna y contemporánea, t. II, 148.

10. Tibol, Época moderna y contemporánea, t. II. El párrafo que inicia con la frase entrecomillada se encuentra en la página 270. El referente a Manuel Rodríguez Lozano está en la sección que le dedica a este pintor, autor de dos murales, uno de los cuales fue realizado en la Penitenciaría, véanse páginas 323 y 324. Este pintor queda curiosamente adscrito a una corriente que Tibol denomina "de romanticismo pintoresco", 323. Véase la nota anterior sobre el vol. II de la editorial Hermes.

11. Tibol, Época moderna y contemporánea, t. I, 51.

12. Tibol, Época moderna y contemporánea, t. I, 50.

13. Tibol, Época moderna y contemporánea, t. I, 55.

14. Fue muy cercana amiga de José Luis Cuevas, y puede ser que su estrecha cercanía con Tamayo, a partir del homenaje, la haya alejado de su amistad con Cuevas, pues entre ambos (Cuevas y Tamayo) decidieron no dirigirse la palabra a partir de cierto momento que no tengo muy elucidado, pero que parece relacionarse con algo tan banal como la discusión que tuvieron mientras saboreaban un helado en Tijuana. No pude lograr en estos tiempos una reunión con José Luis para que me refrescara la memoria.

15. Revista mensual del Museo Soumaya (marzo de 2015): 43.         [ Links ]

16. En 2013, Raquel experimentó la necesidad de hacerle unos reclamos a Slim, quien la recibió en su oficina del Museo de Plaza Carso, brindándole, como es natural, todo tipo de consideraciones. Hombre en extremo ocupado, como puede entenderse, el empresario no contó el tiempo, escuchó con benevolencia y gentileza a la crítica de arte por más de una hora. Después ella comunicó su contento derivado de la entrevista a otras personas, yo entre ellas, se sintió complacida y atendida dada la actitud de Carlos Slim. Interpretando diré que hacia el fin de su trayectoria encontró a una persona más a quien subyugar con su discurso y con la frescura de su dicción. Tal y como yo recuerdo lo que me dijo, se estableció durante la entrevista incluso un muy discreto flirt entre los dos personajes, o al menos eso fue lo que la propia Raquel me manifestó, valiéndose incluso de ciertos dichos que desgraciadamente mi memoria no ha conservado. El que haya conservado hasta su edad avanzada ese dejo de coquetería que en ocasiones se le percibía, desde mi punto de vista es un rasgo por demás laudable en una persona que se dedicaba a su trabajo escritural y de investigación, según su propio decir, full time.

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