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Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas

Print version ISSN 0185-1276

An. Inst. Investig. Estét vol.34 n.100 Ciudad de México May. 2012

 

Libros

 

Richard J. Chacon y David H. Dye (eds.). The Taking and Displaying of Human Body Parts as Trophies by Amerindians

 

Emilie Carreón Blaine

 

Nueva York, Springer, 2007

 

El sacrificio humano, y sus consecuencias, es un fenómeno universal ligado a la violencia del hombre, que últimamente azota y afecta nuestro quehacer cotidiano de manera tangible a partir de la exposición de despojos humanos desarticulados. Lo cual supone un llamado a la necesidad de repensar temas ligados a la violencia ritual en el México precolombino y da lugar a examinar los factores que determinan la exhibición de los cuerpos humanos sacrificados y su representación.

De tal modo, el libro The Taking and Displaying of Human Body Parts as Trophies by Amerindians ("El despojo y la exhibición de las partes del cuerpo humano a manera de trofeos por los amerindios") es una relevante obra colectiva que habla de la muerte y del espectáculo de la muerte, del sacrificio humano y de mostrar partes desarticuladas del cuerpo humano —prácticas muchas veces relacionadas que han tenido múltiples y variadas manifestaciones a lo largo del tiempo y el espacio del continente americano (de la región del Ártico a la del Chaco). Aunque también permite reflexionar en torno a la manera como se determina y comprende la forma en que se plasman la violencia, el sacrificio y el cuerpo humano desarticulado en la producción plástica de los amerindios anterior a la llegada de los europeos. A su vez, ayuda a comprender cómo los antiguos americanos utilizaron y representaron despojos humanos y, finalmente, la función de estas representaciones de cuerpos violentados y desmembrados. En otras palabras, la violencia del presente es propicia para pensar en la violencia del pasado.

Lo anterior da lugar para reseñar este libro y mencionar otras dos novedosas obras colectivas que igualmente tratan, de forma tangencial, el tema de la representación del cuerpo fragmentado en la producción plástica de los antiguos mexicanos: primero, el libro, New Perspectives on Human Sacrifice and Ritual Body Treatments in Ancient Maya Society1 de la misma editorial que da luz a la obra que aquí se reseña, y, segundo, el libro El sacrificio humano en la tradición religiosa mesoamericana.2 El antecedente de estas tres obras data de 1984, cuando Elizabeth Hill Boone editó el libro colectivo Ritual Sacrifice in Mesoamerica, publicado por Dumbarton Oaks. Aunque es importante señalar que el tema del sacrificio humano en la región cultural mesoamericana se abordó tempranamente y que a lo largo del tiempo se ha tratado en estudios monográficos de distintos autores: Christian Duverger,3 Yolotl González Torres,4 Martha Ilia Nájera,5 David Carrasco6 y Michel Graulich.7 A estas obras individuales y colectivas que abordan el sacrificio humano en la región mesoamericana, léase aquí México, se les pueden sumar otras. Entre ellas es pertinente mencionar la de Christy G. Turner II y Jacqueline A. Turner.8 Esta última, pese a que trata puntualmente el tema del sacrificio humano y el canibalismo en el sudeste americano, da pauta para un análisis comparativo inicial entre las prácticas análogas que se llevaban a cabo en otras áreas americanas, mismo que se desarrolla llanamente en el libro que aquí se reseña.

La obra colectiva editada por Richard J. Chacon y David H. Dye reúne 23 contribuciones. Está dividida en dos secciones, una trata los grupos de Norteamérica y otra aborda los de América Latina, y permite, a la vez que conocer, comparar la manera en la cual en varias regiones del continente americano, antes de la llegada de los europeos, los antiguos habitantes trataban el cuerpo humano. Cada autor, desde su propio enfoque disciplinar y su metodología, expone su problemática; entre ellos hay antropólogos, historiadores, arqueólogos y etnógrafos.

Cada contribución, y el libro en su totalidad, explica cómo era procesado, manipulado y expuesto el cuerpo humano desmembrado y analiza la singularidad de las prácticas de cada región a la luz de otras análogas. Finalmente, uno de los grandes méritos de esta obra es que, sin sumirse en un acercamiento meramente descriptivo, narra los sacrificios y el procesamiento del cuerpo a la vez que ahonda en aspectos técnicos de gran relevancia. De tal modo, se funda y orienta a partir de las variantes técnicas, pero nunca subrayando la estandarización y la normalización de la práctica: cada autor presenta los dispositivos y las disposiciones que se imponen en su región de estudio, en un acercamiento que consiste en ver, resentir y pensar de manera diferente el hecho técnico de la muerte y el tratamiento del cuerpo, en busca de las bases para explicar las razones por las cuales el cuerpo desmembrado se despliega y exhibe.

¿Cómo se ve el despojo y la exposición del cuerpo humano violentado? Y más aún: ¿cómo se representa? En la realidad que habitamos solamente tendríamos que asomarnos por la ventana o abrir un periódico para verlo. Ello nos lleva a preguntarnos cómo percibía las mismas acciones el hombre precolombino y a responder, ante la imposibilidad de entender la violencia del otro, que para lograr contestar a estas interrogantes, así como para explicar por qué éstas son importantes para el estudio del arte amerindio, es necesario indagar el origen de las transformaciones en depósitos óseos. En otros términos, considerar las evidencias físicas de sacrificio humano en restos óseos, las modificaciones culturales y la tecnología ligada al aprovechamiento del cuerpo humano y ejercida sobre él, así como los tratamientos anteriores o posteriores a la muerte que éste recibe, permite entender la pintura mural, la escultura, la cerámica y los códices en los cuales se representa el cuerpo fragmentado y mutilado a la luz de las fuentes escritas elaboradas después de la Conquista.

Por un lado, para el historiador del arte precolombino, este libro proporciona información acerca de las técnicas y los métodos detrás de las muertes sacrificiales debido a que permite entender las connotaciones y denotaciones de las imágenes de violencia y sacrificio propias de un marco cultural diferente al nuestro. Por el otro, ayuda a examinar el carácter de la violencia en el arte indígena anterior a la Conquista, al entenderlo a partir de su relación con otras disciplinas. Las conexiones que se gestan con información de estas últimas ayudan a estudiar el discurso de las figuras en las que una violencia, expresada a través de gestos y formas —imágenes y representaciones—, también habla del proceso: la puesta en escena de la muerte y mutilación del cuerpo. Hablo aquí de la reconstrucción de eventos sacrificiales en los que los ritmos y procesos de la puesta en escena de la muerte se reconocen e identifican en las marcas de huesos, práctica humana que evidencia un tratamiento posterior o anterior al hecho mortuorio. En cualquier sentido, demuestra que las representaciones del cuerpo fragmentado y del sacrificio humano no son actos aislados, pues forman parte de un proceso que se inserta en rituales que se iniciaban con autosacrificios y ayunos, continuaban con la muerte y procesamiento de la víctima sacrificial a manera de desmembramiento, seguían con la presentación de las partes y finalmente culminaban con su figuración. En otros términos, representar partes del cuerpo era la prolongación y la continuación de un elaborado proceso ritual de inmolación de la víctima.

El conocimiento y la reconstrucción de las prácticas ejecutadas en el cuerpo humano a partir de los estudios osteológicos permiten analizar las escenas en que la violencia y el sacrificio se representan e indagar de qué manera estas imágenes funcionaban al ser recibidas por el espectador en el contexto de los sucesos sacrificiales. ¿Acaso ver el gesto violento, el proceso del cuerpo hecho imagen que genera el espectáculo de la sangre, reaviva el espectro expresivo y visual de los decapitados, de las cabezas aisladas y los miembros desarticulados labrados en piedra y plasmados en los muros pintados o viceversa? La diferencia entre el cuerpo mutilado —el fragmento del cuerpo— y el representado no debe ser un obstáculo, pues ambas manifestaciones demuestran poseer los atributos propios del hecho violento. Para entenderlo, es necesario introducir una dimensión que reconoce en la inmolación —parafraseando a René Girard—9 la idea de fragmentar (cortar); y va más allá de la simple metáfora: es objeto de mil cuidados y se realiza de acuerdo con normas precisas. Fragmentar/cortar es desmembrar con suavidad, separar las carnes de manera delicada y artística. El cuchillo del cortador —como el del artista— alcanza, traza y labra las articulaciones sin esfuerzo y separa los huesos sin daño visible. Un corte "artísticamente realizado" es agradable a la vista: no aplasta, no desgarra nada ni crea discontinuidades artificiales. En otras palabras, el cuerpo sacrificado debe fragmentarse de manera tal que sea digno de ser presentado como manjar a los dioses. Y su representación igualmente debe ser perfecta para ser de provecho.10 Su hechura y su fábrica son reflejo de las prácticas culturales; presuponen las ceremonias y la preparación de una manera prescrita y atendida por actos institucionalizados que la asimilan.

La historia del arte, que se ocupa del estudio de la imagen, sumada a los datos de la antropología física, permite analizar mejor la función y el uso de las imágenes violentas, acercarnos al sentido de los temas representados y explorar su contexto. Así, cabe preguntarnos: ¿por qué, por un lado, mostramos partes reales del cuerpo humano y las exhibimos y, por el otro, nos vemos en la necesidad de representarlas de manera plástica? Por ejemplo, los mexicas, una civilización que produce de manera simultánea dos cosas diferentes pero semejantes: una palizada de madera donde se cuelga un fragmento de cuerpo y una escultura en piedra donde se labra una representación de éste. Ambas están en el orden de la violencia y del sacrificio humano y, claramente, las dos manifestaciones forman parte de la misma cultura y son producto de la misma sociedad. Aquí, sin embargo, su conexión parecería terminar, pues a una la estudia el antropólogo físico y a la otra el historiador del arte. ¿Qué perspectiva queda entonces para lograr entender ambas manifestaciones en su relación mutua? Quizá tendríamos poca dificultad en distinguir entre el hueso real y la escultura de un hueso, pero identificar el propósito sagrado del primero resulta más fácil a partir de la segunda. De tal modo, debemos considerar que el uno y la otra son equivalentes: imágenes violentas. Ambos reactúan aquello que se ha establecido a través de su incorporación a eventos sacrificiales.

Debemos tener en cuenta que el entendimiento de la práctica y la recepción de objetos calificados como arte, en los cuales la violencia se ha representado, generalmente está supeditado a categorías y generalidades que no reflejan la preocupación del hombre precolombino y que parecen radicar y partir de nuestras nociones contemporáneas de violencia.

De esta manera, el libro aquí reseñado es de gran utilidad, ya que dota a los interesados en la imagen de la violencia con la posibilidad de entender mejor las imágenes de cuerpos desmembrados y de gestos que manifiestan violencia, con una base decididamente antropológica y, a la vez, obliga a reflexionar en que su concepción no es la de una imagen del cuerpo mutilado o capturado sino que la imagen misma es el cuerpo mutilado. La imagen de la violencia plasmada en un medio adquiere eficacia en el proceso del tránsito ritual. Ésta no resulta mera representación inmovilizada de un programa simbólico que requiere inmolar una víctima sacrificial: es su presencia manifiesta y de manera figurativa le confiere su energía; aquella tensión —fuerza atrapada— que permite que la imagen del hueso no sea una simulación sino él mismo.

Para finalizar, espero mostrar que el estudio de imágenes de violencia demanda un acercamiento o una participación interdisciplinaria. Los documentos y resultados que genere cada disciplina arrojarán acumulaciones específicas de información que, en conjunto, podrán demostrar su validez. Este acercamiento permitirá descifrar mejor las imágenes del sacrificio humano y del cuerpo desmembrado e indagar y postular las preguntas correctas. De este modo se entenderá de manera adecuada su función en el interior de una sociedad, en la que la violencia y su representación se insertan en un universo ideológico e iconológico. Dicha perspectiva requiere una postura comprehensiva, la cual admita, por más objetiva que se suponga, que su configuración arranca de posiciones ideológicamente formadas y antiguas preconcepciones.*

 

Notas

1. Vera Tiesler y Andrea Cucina (eds.), New Perspectives on Human Sacrifice and Ritual Body Treatments in Ancient Maya Society, Nueva York, Springer, 2007.         [ Links ]

2. Leonardo López Luján y Guilhem Olivier (coords.), El sacrificio humano en la tradición religiosa mesoamericana, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas/Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2010.         [ Links ]

3. Christian Duverger, La Fleur létale: économie du sacrifice aztèque, París, Seuil, 1979 [         [ Links ]La flor letal. Economía del sacrificio azteca, México, Fondo de Cultura Económica, 1983].

4. Yolotl González Torres, El sacrificio humano entre los mexicas, México, Fondo de Cultura Económica/Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1985.         [ Links ]

5. Martha Ilia Nájera, El don de la sangre en el equilibrio cósmico. El sacrificio y el autosacrificio sangriento entre los antiguos mayas, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Filológicas/Centro de Estudios Mayas, 1987.         [ Links ]

6. David Carrasco, City of Sacrifice. The Aztec Empire and the Role of Violence in Civilization, Boston, Beacon Press, 1999.         [ Links ]

7. Michel Graulich, Le Sacrifice humain chez les aztèques, París, Fayard, 2005.         [ Links ]

8. Christy G. Turner II y Jacqueline A. Turner, ManCorn. Cannibalism and Violence in the Prehistoric American Southwest, Universidad de Utah, 1999.         [ Links ]

9. René Girard, Shakespeare: les feux d'envie, París, Grasset & Fasquelle, 1990.         [ Links ]

10. Dúrdica Ségota, "Arte mexica", Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. XIV, núm. 54, 1984, pp. 7-26.         [ Links ]

* Agradezco los comentarios de los miembros del Seminario Arte y Sacrificio en el Mundo Indígena, del Posgrado en Historia del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (semestre 2011-1).

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