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Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas

versión impresa ISSN 0185-1276

An. Inst. Investig. Estét vol.32 no.96 Ciudad de México ago. 2010

https://doi.org/10.22201/iie.18703062e.2010.96.2313 

Semblanzas

 

Óscar Olea Figueroa

 

Louise Noelle

 

A mediados de los años sesenta, Óscar Olea Figueroa era profesor de Teoría del Arte en la Universidad Iberoamericana, adonde entré a cursar la Licenciatura en Historia del Arte y tuve el honor de conocerlo y el privilegio de ser su alumna. Desde entonces me distinguió con su amistad, mantuvimos contacto a lo largo de los años y coincidimos en diversas actividades como las realizadas por la Sociedad Mexicana de Críticos de Arquitectura y el Comité Mexicano de Historia del Arte a partir de 1980. Nuestro mutuo aprecio se reafirmó cuando ingresó al Instituto de Investigaciones Estéticas, gracias a lo cual fue durante un tiempo mi director de tesis de doctorado.

Óscar Olea Figueroa nació en la ciudad de México el 5 de julio de 1930. Veinte años después, inició sus estudios profesionales en la Escuela Nacional de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde también obtuvo el título de Diseñador Industrial y Gráfico, la Maestría en Arte Urbano y, en 1984, el Doctorado en Historia del Arte, por la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la misma casa de estudios. La tesis que elaboró para alcanzar este último grado recibió Mención Honorífica y se hizo acreedora a la Medalla Gabino Barreda de la UNAM. Se puede agregar que, gracias a esta gama de especializaciones y aprendizajes en torno al diseño y al arte, su práctica y su análisis, llegó a tener una visión amplia, novedosa y analítica sobre buen número de temas a lo largo de su carrera.

Sobre su desempeño como arquitecto, podemos decir que en 1960, en el marco de su práctica privada, diseñó y construyó edificaciones diversas entre las que sobresale un amplio conjunto de casas habitación de corte moderno y acabada funcionalidad localizadas en la ciudad de México y sus alrededores, así como algunas residencias vacacionales ubicadas en el estado de Morelos. En su momento, pude visitar algunas de estas obras y advertí que revelaban a un diseñador respetuoso del entorno, atento a los requerimientos del cliente y, no obstante ello, fiel a su personal expresión contemporánea.

En cuanto a su desempeño académico, se debe señalar su participación como profesor tanto en la Facultad de Arquitectura de la UNAM como en la Universidad Iberoamericana y, posteriormente, en el posgrado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de nuestra alma máter. A lo largo de los años, Óscar Olea Figueroa tuvo a su cargo a un número elevado de alumnos que atestiguaron su excelencia pedagógica y su permanente interés por los estudios de sus discípulos. Así lo prueban las tesis que dirigió en la Universidad Iberoamericana y, particularmente, las que asesoró en el posgrado de Historia del Arte de la FFyL de la UNAM.

Por otra parte, se debe mencionar aquí su labor al frente de diversas instancias universitarias y culturales donde docencia e investigación se ligan íntimamente. En un primer momento, colaboró con el Instituto Nacional de Bellas Artes, donde se desempeñó como director de investigación y documentación del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas y como asesor del director de dicho instituto durante la década de los ochenta. Posteriormente, en la UNAM se inició como coordinador de la Licenciatura en Artes Visuales (1972) y jefe de la División de Estudios de Posgrado (1976-1980) de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, donde coordinó en 1979 el Seminario de Investigación en Arte Urbano. Asimismo, se desenvolvió como investigador de la Coordinación de Humanidades durante el periodo de creación del Espacio Escultórico y luego fue miembro del Laboratorio de Arte Urbano que se derivaría de ese importante proyecto de los años ochenta. También fue nombrado consejero universitario y en 1987 llegó al Instituto de Investigaciones Estéticas, donde permaneció como investigador hasta su retiro en 2005.

En nuestro instituto, su vida académica resultó notable, pues fue miembro del Comité Editorial entre 1993 y 1995 y consejero ante el Comité Académico del Área de las Humanidades y las Artes entre 1994 y 1995, además de formar parte de comisiones tanto de la Facultad de Arquitectura como de la de Filosofía y Letras. Asimismo, participó, desde sus inicios, tanto en el Seminario de Arquitectura como en el de Estudio y Conservación del Patrimonio Cultural, en cuyos debates aportó siempre su particular visión teórica y crítica. De manera ininterrumpida, presentó en los coloquios internacionales de historia del arte ponencias que han quedado recogidas en las memorias correspondientes y de las que es posible mencionar "Encuentro de dos ciudades" (1988), "La entropía como determinante del tiempo histórico y el juicio crítico de la obra de arte" (1989), "Un modelo relativista de gravitación cultural: el caso de la posmodernidad" (1990), "Gravedad y simetría: la estructura oculta de la pintura" (1991), "La práctica artística y la práctica estética en la vida cotidiana de la ciudad" (1992) y "Espacio urbano e identidad cultural en México Tenochtitlan" (1993).

Gracias a su gran interés por el arte y su capacidad analítica en la materia, produjo una importante cantidad de textos relativos a la teoría y al estudio de las expresiones contemporáneas. Baste recordar aquí su primera publicación, de 1966, Palabras sobre arte (México, Polignós), y otra de 1975, Configuración de un modelo axiológico para la crítica de arte (México, UNAM), donde reúne y reorganiza una parte de lo que había sido el curso de Teoría del Arte impartido por él en la Universidad Iberoamericana. En Análisis y diseño lógico (México, Trillas), de 1975, amplía sus propuestas sobre el tema del diseño como arte. En Estructura del arte contemporáneo (México, UNAM), de 1979, expone su particular forma de entender el fenómeno artístico y prosigue el análisis racionalizado de la creación. Por otra parte, en 1979, en El arte urbano (México, UNAM), describe resultados de su participación activa en el Laboratorio de Arte Urbano. Más tarde, en Catástrofes y monstruosidades urbanas (México, Trillas), de 1989, integra sus indagaciones analíticas sobre temas relacionados con la estética de la urbe y sobre la ingente problemática actual. Finalmente, con Historia del arte y juicio crítico (México, UNAM), de 1998, y publicado por el Instituto de Investigaciones Estéticas, ofrece al lector un instrumento para evaluar la originalidad de una obra de arte valiéndose de un programa de cómputo que se le brinda en disquete. También es preciso señalar que, en el momento de su retiro, había concluido un libro donde avanzaba aún más en sus propuestas teóricas y su relación con la cibernética: La edad sistémica de los objetos culturales. Teoría de los pasados confluentes, para el cual Georges Kubler había realizado el prólogo. La edición incluía un programa de cómputo. El Instituto de Investigaciones Estéticas ha rescatado el manuscrito, que actualmente se encuentra en prensa.

Dentro de esta vertiente que va de la investigación a la difusión del arte y su teoría, es necesario agregar un elevado número de artículos aparecidos particularmente en las décadas de los sesenta y setenta en el periódico Excélsior, al igual que en revistas especializadas de arquitectura y artes plásticas como Calli, Arquitectura y Sociedad y Revista de Bellas Artes, sin olvidar sus textos en diversos catálogos de exposiciones. A esto se aúna su presencia constante en los medios académicos y universitarios en cursos, conferencias y presentaciones de libros, ofrecidos tanto en México como en el extranjero.

Para concluir estas líneas, es importante señalar que Óscar Olea Figueroa fue un colega siempre amable y atento, dispuesto a escuchar al alumno y al amigo. Su presencia, las más de las veces silenciosa y respetuosa, también era continuamente un factor de enriquecimiento por sus juicios certeros y sus dilatados conocimientos. Por todo ello, su fallecimiento, acaecido el 29 de octubre de 2009, resulta doloroso para gran número de amigos y colegas del Instituto de Investigaciones Estéticas, y es una pérdida irreparable para el pensamiento arquitectónico mexicano.

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