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Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas

versão impressa ISSN 0185-1276

An. Inst. Investig. Estét vol.28 no.88 Ciudad de México Mar. 2006

https://doi.org/10.22201/iie.18703062e.2006.88.2216 

Libros

 

Fernando González Gortázar de Antonio Riggen Martínez

 

por Louise Noelle

 

Guadalajara, Secretaría de Cultura-Universidad de Guadalajara, 2005

 

Una biografía es tan sólo una forma provisional de investigar, puesto que la verdadera sustancia histórica se encuentra dentro de la relación de la vida del artista con su propia época, así como con su posible conexión con el pasado y el futuro. Esto nos dice el conocido historiador George Kubler en su libro The Sape of Time (New Haven, Yale University Press, 1962), donde una monografía sobre un artista es admisible siempre y cuando esté referida a su tiempo y circunstancias. De este modo podemos inferir que dentro de este procedimiento se pueden plantear las bases de un método de investigación en el campo de la historia de la arquitectura, donde además es preciso comprender que, para un verdadero aporte creativo, el aspecto formal se debe apoyar en una serie de conceptos teóricos; resulta indispensable señalar aquí estas dos condiciones para mejor valorar esta publicación.

Asimismo, Kubler, en su esclarecedor estudio, en el capítulo "Invention and variation", explica la relación creativa entre los objetos artísticos a través del devenir histórico; aclara cómo las propuestas anteriores, a pesar de ser obsoletas y pasadas de moda, forman parte intrínseca de toda invención, donde el artista las recompone, primero de manera intuitiva y después de acuerdo con su actualidad. Por lo tanto, debemos estar conscientes de que sólo a través de la creatividad de personas como Fernando González Gortázar se verifica el proceso, al igual que en la alquimia, de transformar elementos comunes en resultados valiosos. Sobre esto, el investigador abunda diciendo que la historia del arte se asemeja a una cadena que, a pesar de parecer rota, está remendada con alambre y cuerda, manteniendo así ligados los eslabones enjoyados que van apareciendo de vez en cuando.

Estos conceptos, de cierta manera, responden a Antonio Riggen en los momentos "Preliminares" de su libro, donde cuestiona la validez de conservar el apelativo de Escuela de Arquitectura Tapatía para la obra de González Gortázar. En cierto sentido, Riggen tiene toda la razón, pero en otro me uno a la definición de Kubler que, si bien habla de una "cadena", plantea a la continuidad como una secuencia progresiva en la que se conservan las lecciones del pasado aunque se abre la puerta para vislumbrar un nuevo porvenir.

Tres capítulos conforman esta monografía que el autor —en momentos lúcidos y esclarecedores, en otros crípticos y personales— nos ofrece con el ingenioso apelativo de "Manuscrito", y que califica con la designación de "hechos", "palabras" y "arte". Como hemos adelantado, en su "Libro primero" se ocupa de los acontecimientos que rodearon y marcaron la vida de González Gortázar; sin embargo emprende esta tarea de una forma novedosa, al plantear en primer término la cronología escueta de los acontecimientos, para posteriormente desmenuzarlos y darles sentido. Así, y a manera de una poderosa llamada de atención, inicia diciendo: "Creo en la obra de arte como un autorretrato", pero su postura es que esta imagen no sólo se conforma a partir del aspecto físico del autor, sino de su circunstancia. Este acontecer está a su vez analizado en tres apartados: el de los inicios luminosos —"nacimientos" los llama—, el de los aprendizajes —"padres-madres"— y el de las crisis y rupturas —trágicamente denominado "muertes"—. Tanto en este capítulo como en el siguiente, Antonio Riggen se apoya, además de los hechos y las numerosas conversaciones que ha sostenido con su amigo Fernando González Gortázar, en el escrito que este último elaboró con base en la Cátedra Extraordinaria Federico Mariscal que dictó en la Facultad de Arquitectura de la UNAM en 2000.

En el "Libro segundo", sigue la misma estrategia, pero en este caso enumera las múltiples presencias del artista en el terreno del pensamiento, expresadas ya sea a través de la escritura o de la cátedra; en este punto inicia un primer trabajo de compenetración del lector con las ideas de González Gortázar a través de las propias. En especial, existe un acercamiento a los temas que conforman el hilo conductor de su creatividad: la forma, el espacio y la ciudad. Como un complemento de este capítulo se puede mencionar la reciente publicación de Fernando González Gortázar. Escritos reunidos, México, INBA, 2004, que recoge más de setenta artículos periodísticos publicados por este arquitecto a lo largo de cuarenta años.

Finalmente, en el "Libro tercero" Riggen inicia de forma similar, anotando las principales creaciones tanto arquitectónicas como escultóricas y urbanas; sin embargo, aquí nos priva del acucioso análisis a que nos había acostumbrado y que habíamos ya adelantado; lo suple con buen número de imágenes sobre el quehacer de Fernando González Gortázar, sin que esto realmente satisfaga nuestra curiosidad o responda nuestras numerosas preguntas; nos "convierte a todos en actores" al proponer, sin mayores ambages, "la ausencia total de la interpretación de la obra [...] que no persigue otra meta que la de encender la necesidad de provocar —eróticamente— al lector". Esta decisión recuerda la que tomó frente a los textos de Luis Barragán que reunió en el libro Escritos y conversaciones (Madrid, El Croquis, 2000), donde deja al público todo el trabajo de analizar y enjuiciar. Me temo que su penetrante inteligencia y su profundo conocimiento del tema, lo hacen sobrestimar al lector, y no ya al lego en el tema sino a aquel que algo sabe pero que espera la orientación del conocedor, del especialista.

Una última nota en torno a Antonio Riggen, sobre una cuestión que es de todos por demás conocida: estamos no sólo ante un buen arquitecto, sino también ante un magnífico escritor, con una pluma amena, certera y analítica, que además maneja perfectamente el idioma; aquí se puede señalar un símil entre Fernando González Gortázar y quien fuera su discípulo en sus años de estudiante.

En suma, nos encontramos ante un libro interesante y bien presentado, que forma parte de una acertada colección que recogerá la obra de los principales arquitectos de Jalisco. Su formato adecuado, con buenas ilustraciones en blanco y negro, logra una publicación accesible, que en esta ocasión se destaca por la originalidad, agudeza y lucidez del autor.

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