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Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas

versão impressa ISSN 0185-1276

An. Inst. Investig. Estét vol.26 no.85 Ciudad de México Set. 2004

 

Semblanza

 

Manuel González Galván 1933-2004

 

Elisa Vargaslugo

 

Manuel González Galván nació en la ciudad de Morelia en el seno de una familia católica, acomodada y tradicionalista. Murió en su casa de la ciudad de México.

Desde muy joven demostró decidida vocación artística que puso de manifiesto al expresarse como dibujante, como arquitecto, como pintor y como distinguido historiador del arte.

En la ciudad de Morelia cursó sus primeros estudios hasta terminar la secundaria. Para el bachillerato se inscribió en el Instituto Patria de la ciudad de México. Acorde con su amor al arte, desde 1952 asistió como oyente a diversas cátedras en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, que entonces funcionaba en el edificio conocido como Mascarones. Allí asistió de manera preferente a las ya famosas clases de arte colonial impartidas por Francisco de la Maza. Seguramente la admiración y el amor que tuvo por la arquitectura virreinal de su ciudad natal, Morelia, y las sabias y brillantes clases de De la Maza lo encaminaron decididamente a convertirse en especialista de arte colonial. Su ingreso al Instituto de Investigaciones Estéticas tuvo lugar el año de 1960, cuando aún hacía la carrera de arquitectura. Obtuvo el título de arquitecto en 1967 con la tesis "Mesón y tianguis en el Mercado de la Merced". De muy pocos es conocido el hecho de que también hizo estudios formales de pintura, escultura y grabado en la escuela de arte La Esmeralda, todo lo cual explica la versatilidad de sus actividades como investigador y como creador.

La obra escrita de Manuel González Galván consta, grosso modo, de 10 libros, 29 capítulos para libros de diversos asuntos artísticos y más de 125 artículos, además de reseñas, ponencias para mesas redondas y congresos.

Cumplió con numerosos trabajos de difusión: asesorías, entrevistas en periódicos y por radio y sinnúmero de conferencias en varias ciudades de México y del extranjero. Como buen investigador de arte practicó la fotografía y llegó a reunir un importante acervo de arte mexicano —catorce mil transparencias a color— que legó a la Fototeca de este Instituto.

Entre sus libros destaca De Guatemala a Nicaragua; diario de viaje de un estudiante de arte, publicado por el Instituto de Investigaciones Estéticas, en 1968. Obra ciertamente de juventud pero en donde ya se encuentran atisbos que revelan su talento como buen observador y conocedor de la materia.

Muchos de sus artículos están dedicados a monumentos y problemas de conservación de la ciudad de Morelia y un buen número trata de variados e importantes temas de arte colonial. De este género de textos deben destacarse los siguientes títulos: "El oro en el barroco", Anales, vol. XIII, núm. 45, 1976, pp. 73-96, "Modalidades del fuste barroco", aparecido en el libro de Homenaje al maestro Justino Fernández (UNAM, 1977); "Génesis del barroco y su desarrollo formal en México", Historia de arte mexicano (UNAM, 1982); "El espacio en la arquitectura religiosa virreinal de México", Anales, vol. IX, núm. 35, pp. 69-102 y "El rostro oculto de la catedral de Oaxaca", Anales, vol. XV, núm. 58, 1987,pp. 85-96 artículos que constituyen enfoques fundamentales para el mejor conocimiento del barroco mexicano. El que se ocupa de la catedral de Oaxaca merece mención especial por el tratamiento tan sabio mediante el cual el arquitecto desentrañó la superposición arquitectónica hecha en el siglo XVII sobre la fábrica del siglo XVI.

Fue un maestro muy ameno y muy popular, que impartió durante muchos años sus enseñanzas en la Escuela Nacional de Arquitectura, en la Facultad de Filosofía y Letras y en el Centro de Estudios Latinoamericanos, de la UNAM, así como en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía "Manuel del Castillo Negrete", además de haber impartido cursos a grupos particulares.

Poco conocidas son sus pinturas y esculturas que han quedado en posesión de sus familiares y de algunos de sus amigos más cercanos. Practicó las técnicas del óleo y de la acuarela e incursionó en la del esmalte. Los asuntos religiosos y las calles y monumentos de Morelia fueron sus temas favoritos. Manuel González Galván no pintó para el público ni para conquistar fama como pintor; sus creaciones respondieron fundamentalmente a sus sentimientos religiosos y su devoción por Morelia. Sin embargo, en general animado por terceras personas, expuso sus obras varias veces. La primera muestra fue en 1955, en Barcelona, en la Tercera Bienal Hispano Americana de Arte. Expuso después varias veces en Morelia y en la ciudad de México, siendo la última de ellas en 1973, en el Instituto Mexicano-Norteamericano de Relaciones Culturales en esta capital.

Su habilidad de magnífico dibujante se dio a conocer en el medio universitario gracias a los numerosos dibujos que le eran solicitados para ilustrar artículos no sólo de los investigadores de este Instituto sino de autores de otras partes de la UNAM. Las obras sobresalientes de este género son los estupendos retratos que inmortalizaron los rostros de varios de nuestros investigadores desaparecidos.

Tampoco la obra arquitectónica de González Galván se conoce en toda su dimensión e importancia. Su creación más importante en la ciudad de México fue el proyecto con que se remodeló el patio principal del Palacio Nacional con una fuente en el centro, con diseño inspirado en la fuente colonial de Pegaso, que existió hasta el siglo XVIII en la Plaza Mayor de la ciudad de México. En Coyoacán construyó cuatro casas con las características de lo que ahora se conoce como "arquitectura de tipo mexicano". En ellas recoge, con talento, muchos elementos de la arquitectura colonial de provincia. Una de esas casas fue habitada por el arquitecto Manuel González Galván hasta su muerte.

En la parroquia de Cuautitlán, Estado de México, se conserva un retablo dorado, "neo-renacentista", diseñado especialmente para colocar cuatro grandes lienzos del siglo XVI, obras del flamenco Martín de Vos. En la ciudad de Morelia es donde se conserva el mayor número de sus obras arquitectónicas y donde dio asesoría para la restauración de plazas, como la de El Carmen, por ejemplo, y construyó casas con fachadas diseñadas para mantener la euritmia y el carácter propios de la arquitectura virreinal imperante en esa población. Él fue quien impulsó el gusto por desprender el enlucido de las fachadas para hacer ostensible la mampostería de cantera, moda que se siguió por muchos años con la intención de evitar pinturas u otras intervenciones ajenas a la tradición del empleo de la cantera.

Algunos de sus trabajos como arquitecto restaurador en el estado de Michoacán pueden verse en el templo de La Cruz de la misma Morelia, en la parroquia del pueblo de Quiroga y en una de las capillas del templo de La Soledad, en Pátzcuaro. Muy valioso trabajo fue el inventario de monumentos religiosos y civiles con el respectivo estudio para la delimitación del Centro Histórico de la ciudad de San Cristóbal Las Casas, Chiapas, entre tantos otros trabajos de esta índole.

El arquitecto Manuel González Galván debe ser recordado como uno de los grandes defensores del patrimonio artístico de México, que con denodada vocación e infinita paciencia y la más alta generosidad intervino en sinnúmero de causas, con éxito en muchas ocasiones aunque fracasó en otras. La muerte hizo que no pudiera continuar su última lucha: la limpieza de la cúpula de la escalera del colegio de la Compañía de Jesús, invadida por inadecuadas pinturas en detrimento de su belleza.

Del reconocimiento público es el hecho de que la ciudad de Morelia recuperara, en años recientes, gran parte de la belleza y de sus valores arquitectónicos, que se habían perdido, gracias al incansable esfuerzo que en ello puso Manuel González Galván.

En el seno de este Instituto de Investigaciones Estéticas perdurará el recuerdo de su persona afable, de su sencillez y su gran sentido del humor.

Finalmente hay que mencionar algunos de los cargos honorarios que González Galván desempeñó: asesor en historia de México del Museo Nacional del Virreinato; miembro de la Junta de Conservación de la ciudad de Morelia, como representante del Departamento de Monumentos Coloniales del INAH; miembro de la Sociedad Defensora del Tesoro Artístico de México; miembro del Icomos Mexicano; miembro del Comité de Asesores de la revista México en el Tiempo. En 2003 tuvo el honor y la satisfacción de ser nombrado miembro de la Comisión de Arte Sacro de la Arquidiócesis de México. El gobierno y la ciudadanía de Morelia no permanecieron indiferentes a las acciones de González Galván por conservar los tesoros artísticos de esa población. El Colegio Valladolid lo reconoció como uno de sus ex alumnos más destacados. El periódico La Voz de Michoacán le impuso la presea José Tocaven y le ofreció un homenaje, y, cuando se festejaron los 450 años de la fundación de la ciudad de Morelia, recibió la medalla Generalísimo Morelos. Recientemente, la Comisión Nacional para la Preservación del Patrimonio Cultural le rindió un merecidísimo homenaje por su labor de tantos años y porque, gracias a ese sostenido esfuerzo y al que desplegó conjuntamente con María Teresa Martínez Peñaloza, se logró que la ciudad de Morelia quedara inscrita dentro del patrimonio artístico y cultural de la humanidad.

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