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Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas

versão impressa ISSN 0185-1276

An. Inst. Investig. Estét vol.25 no.83 Ciudad de México Set./Nov. 2003

 

Libros

 

¿No queda huella ni memoria? (Semblanza iconográfica de una familia). Aurelio de los Reyes

 

por Álvaro Matute

 

México, UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas y El Colegio de México, 2002, 391 pp. ils.

 

Un buen libro de historia es aquel que resulta difícil de clasificar, de encasillar en los cajones previamente dispuestos, que no se deja manipular fácilmente, por que ante todo es un libro que reúne diversos requisitos que pueden satisfacer a lector es distintos, a gambusinos que buscan vetas diferentes. El último libro de Aurelio de los Reyes pertenece a esa especie. Afortunadamente es uno de esos trabajos que pueden interesar a los que siguen los progresos de la historia familiar, a los mirones empedernidos que se regodean con la vista de innumerables fotografías, al inquisitivo investigador que sigue la suerte de haciendas y ranchos, al semisociólogo que busca la continuidad o discontinuidad entre la vida rural y la urbana a través de los siglos. En fin, el libro da para todo eso y más. Por eso, describirlo como una historia de familia a través de imágenes, no lo traiciona, pero no da una idea completa de lo que es.

Cuando digo, líneas arriba, que da para eso y más, me interesa subrayar ese " más". Los amigos del autor sabemos, y eso no es un secreto, que su segundo apellido es García Rojas. ¿Saben a qué familia se refiere el libro en cuestión? Pues a la familia García Rojas, que procede de Zacatecas-Aguascalientes-Jalisco. Se trata, entonces, de la historia de la familia García Rojas, que, como queda bien demostrado, es una familia que da mucho para la historia, que a través de ella se pueden contar no una sino muchas historias, y que se puede contar la historia.

El libro tiene un extraordinario comienzo que evoca lo que fue la magdalena mojada en tila para Aurelio de los Reyes. Ese pequeño apartado que lleva por título "Recuerdos", con que se abre la introducción es, no sólo un acto de plena honestidad intelectual del autor, sino una página maestra de escritura evocativa: la razón de ser del libro, lo que le da sentido a la vocación misma de Aurelio. En lo narrado en ese recuerdo se explicita por qué se ha dedicado a recorrer y recoger las huellas de la memoria. Para De los Reyes, conociéndolo, es difícil que quede fuera de su alcance alguna huella del pasado, y menos si es imagológica. Pocos como él han recorrido con la vista tantas reproducciones gráficas no como mera curiosidad, que sí la hay y de la buena, sino con el propósito de hacer que las huellas nos den la memoria que encierran.

Surgió así, de la evocación, del recuerdo, de atisbar a la hora de la siesta distintos géneros de recuerdos, endulzados con mermeladas y conservas, de tocar , ver y oler la presencia del pasado, un proyecto de libro realizado con todo el rigor profesional que exige la historia. Bien apoyado en el saber de los genealogistas, se dedicó a recoger, en fuentes orales y escritas, la identificación de quién era quién en centenar es de fotografías y uno que otro óleo. Así, Aurelio de los Reyes y García Rojas, de repente se conecta genealógicamente con la célebre Güera Rodríguez y con personajes coloniales de quienes sí quedaron huella y memoria. Y debo decir que el libro trae fuera de texto una serie de cuadros genealógicos en los que se siguen puntualmente líneas descendentes y conexas en una práctica tradicional de la que nos burlábamos cuando estudiantes y que profesionalmente rinde frutos espléndidos. Y las familias o la familia ampliada, muy ampliada, García Rojas, van llevando a su epígono a territorios que también forman parte de una de sus vertientes vocacionales: la geografía, los lugares, los espacios.

Así, los ingredientes se van uniendo: fuentes primarias provenientes de series de imágenes recuperadas gracias al celo y la curiosidad familiar que impidió que un valioso legado se perdiera; una familia cuya memoria fue reconstruida, tanto gracias a las huellas gráficas como al rigor de los genealogistas, y lo que faltaba, los espacios en los que esa familia y sus conexas vivieron, y que ocupan un territorio que va de Jalisco a San Luis Potosí, pasando —como ya se dijo— por Aguascalientes y Zacatecas.

La "geografía física", así entre comillas, la constituyen los cascos de hacienda, destruidos y sin destruir, reconstruidos y sin reconstruir, mientras que la " geografía humana" la proporcionan los García Rojas y anexos. En ambos interviene el historiador De los Reyes. Los espacios físicos no sólo están ahí, sino que son revividos gracias a la investigación realizada por el autor. Ya establecidos los espacios, los puebla con la gente que los llenó en vida. Así surge esa geografía humana que es historia.

Un aspecto que vale la pena recoger y comentar es el relativo a las haciendas. Estas unidades de producción han sido objeto de estudios de especialistas en ellas, que han contribuido a que se les conozca más a fondo, ya desprovistas de la anatematización revolucionaria, ya sin la carga de nostalgias inventadas. Y en esto último no se olvide que el autor es experto en la historia del cine mexicano, responsable éste de imágenes de ranchos y haciendas que no existieron. Aurelio wie es eigentliche gewesen, como querría Ranke, y encuentra en la hacienda sí la evocación nostálgica, pero nada que ver con Raúl de Anda, Alfredo del Diestro o René Cardona Sr., ni tampoco con la generalización propuesta por don Andrés Molina Enríquez, sólo válida para los estados de México e Hidalgo. Ya hace tiempo Jan Bazant dio otra visión de las haciendas y después de él otros historiadores y otras historiadoras y es el caso de las propiedades de los García Rojas. Lo malo con los historiador es de las haciendas es que o se quedan en la colonia o las tratan como unidades de producción en la economía porfiriana, pero faltan otros ingredientes, particularmente seguir su trayectoria hasta su ulterior transformación ya desarticuladas por la revolución. Todo esto permite acercarse a la historia de una manera distinta a aquella que las cargas ideológicas precedentes impusieron. Se puede interrogar al pasado en el sentido de qué funcionó y qué no funcionó dentro de un sistema, y aceptar los resultados sin prejuicios. En fin, ése es uno de los marcos fundamentales de esta historia, que al final del libro va abandonando las palabras escritas para dar lugar a las imágenes.

Un dato para una futura trivia entre historiadores: ¿es concebible un libro de Aurelio de los Reyes sin imágenes? Imposible. La serie de fotografías va, con todo, de lo lejano a lo próximo. La genealogía va aproximándose al presente, de manera que el libro va asemejándose al álbum familiar. Poco a poco los rasgos de los personajes retratados nos van dando semblantes familiares, los nombres igualmente, hasta llegar al final. La omega que cierra el libro es una fotografía del autor cuando hizo su primera comunión. La foto corresponde sin duda al alfa de las primeras páginas proustianas del libro. Esto lo hace circular, sin que ello implique deliberadamente una filosofía de la historia. Ésta más bien yo se la otorgo. El ciclo que abre y cierra el universo aureliano remite a un universo recreado por él, por sus afanes investigativos. Ese universo que contiene una tasa demográfica enorme y que ahora sólo está en el papel y en el recuerdo, y de la que sólo queda el autor. Convengamos que eso no es verdad, que no es él solo quien permanece en la tierra, por que están todos los colaterales, pero quiero verlo así. Aurelio de los Reyes como punto de partida y final del libro. Y entre ese fin y principio, todo el universo de los García Rojas y sus espacios, que podemos ver a través de sus rostros y de los lugares que habitaron. Un libro muy suyo que generosamente nos comparte.

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