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Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas

versión impresa ISSN 0185-1276

An. Inst. Investig. Estét vol.25 no.83 Ciudad de México sep./nov. 2003

 

Artículos

 

La más amada de Cristo Iconografía y culto de santa Gertrudis la Magna en la Nueva España*

 

Antonio Rubial García y Doris Bieñko de Peralta

 

Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

 

Resumen

Dos de los medios de difusión más utilizados por el catolicismo de la Contrarreforma para fomentar el culto a los santos fueron las imágenes y la imprenta. El presente trabajo está dedicado a explorar la iconografía y el culto de una santa muy poco conocida en la actualidad pero que en el periodo virreinal fue objeto de una abundante literatura impresa y cuyas representaciones llenaron lienzos, retablos y hasta joyas. Santa Gertrudis, jurada como patrona de Puebla, rescatadora de ánimas del Purgatorio, amante del Niño Jesús, abadesa de inflamado corazón e intercesora para una buena muerte, fue utilizada además, por sus orígenes alemanes, como una bandera en la lucha que sostenía el catolicismo contra los protestantes.

 

Abstract

Figurative images and the printing press were two of the means most extensively used by the Catholic Counter-Reformation in order to diseminate and foster the worshipment of saints. This paper explores the iconography and cult of a saint of whom little is known nowadays, in spite of being the subject of extensive printed literature during the Colonial period, whose representations were performed over canvasses, altarpieces and jewelry.

St. Gertrude was adopted as Puebla's patron saint, and also as a devotee of the Christ-child. On acount of her German origins Gertrude, Abess of Ardent Heart and a promoter of a proper manner of dying, was also associated, with the Catholic struggle against Protestantism.

 

Una monja, casi siempre vestida de negro, con un báculo abacial en una de sus manos, y mostrando en su pecho un corazón en cuyo interior se encuentra resguardado un niño Jesús, era una imagen familiar para los novohispanos del siglo XVIII. De hecho, en dicha centuria, el culto a esta santa, llamada santa Gertrudis la Magna, estaba muy difundido en todo el imperio español y de ella nos quedan numerosas representaciones tanto en Castilla, Aragón y Portugal como en Venezuela, Bolivia, Perú y México.1 La imagen se difundió en grabados, lienzos, esculturas, escudos de monjas y medallones, se colocó en retablos y se incluyó entre los santos más destacados en pinturas que mostraban la corte celestial. Además, quedaron de ella una innumerable cantidad de menciones en sermones, novenas, oraciones, misas y hagiografías, y su vida inspiró una obra de teatro en la cual la santa fue llamada "La más amada de Cristo". Su culto llegó a ser tan extendido que su nombre fue puesto a muchas niñas en la pila bautismal, fue tomado como nombre de profesión de monjas y frailes, se les dio como apelativo a barcos, a misiones, a pueblos, a colegios, a recogimientos y a parroquias. Sin duda esta difusión popular del nombre y de la imagen iba paralela a una divulgación del culto, y su auge se puede observar en la primera mitad del siglo XVIII. Sin embargo, desde fines del siglo XVI ya existen pruebas de que su devoción se estaba extendiendo en el ámbito hispánico.

La presencia de esta santa alemana del siglo XIII en el mundo ibérico está inmersa dentro del proceso de expansión de la Contrarreforma. De hecho, la difusión de su culto en la Edad Moderna estuvo asociada con la publicación de su autobiografía y de sus escritos en la Cartuja de Colonia en 1536. Esta edición, preparada por Iohannes Lanspergius, formaba parte de un movimiento de reacción contra la Reforma de Lutero.2 Es muy probable que fuera conocida desde entonces en España, tal como lo sugiere José Carvalho, gracias a varias menciones que aparecen en la obra de Luis Blosio.3

Sin embargo, no fue hasta 1599 que su influencia comenzó a crecer en la península Ibérica a raíz de la edición latina de sus obras compiladas por Juan de Castañiza en Madrid.4 En esas fechas existía la intención de publicar el texto en castellano, pero al parecer había reticencias por el peligro que podía implicar, para "los espíritus simples", la literatura visionaria en lengua vernácula, sobre todo en una época en la que estaban muy recientes aún los procesos contra los alumbrados. Con todo, poco después, en 1603, salió impreso el primer volumen, que contenía los primeros tres libros de sus obras en castellano, y pronto salieron los dos restantes, hecho que tuvo un fuerte impacto tanto en la difusión de su culto como en la de su imagen.5 Leandro de Granada, el traductor, difundió en el prólogo de esta edición varios datos erróneos, explicables por haberla confundido con su homónima contemporánea Gertrudis de Hackeborn. El autor español le atribuyó así el cargo de abadesa y su nacimiento en la familia condal de Mansfeld, lo que permitía, además de hacerla de noble cuna, proponerla como contraparte simbólica de Martín Lutero, quien también había nacido en esa región. La edición en español tuvo una cálida recepción, tal como lo sugieren las aprobaciones y cartas incluidas en esta impresión, redactadas por tres destacados religiosos: fray Domingo Bañez (quien fuera confesor de Teresa de Jesús), fray Francisco de Santa María (rector de los carmelitas descalzos de Salamanca) y el jerónimo fray Diego de Yepes (confesor de Felipe II y obispo de Tarazona).6 De hecho, este último fue uno de los más fervientes promotores del culto a la mística alemana, como lo sugiere su iniciativa de repartir entre las religiosas descalzas varios ejemplares de la obra recién impresa "y querría que se esparciesen por todo el mundo".7

El jerónimo, además, se interesó tanto en difundir la devoción y la espiritualidad de santa Gertrudis, que mandó pintar su retrato tomando como modelo la imagen de una monja benedictina anónima de un guardajoyas. Él mismo se ufanaba de ser el autor intelectual de la primera representación española de la mística alemana. Esta promoción, según sus palabras, estuvo envuelta en circunstancias milagrosas:

El primero que en España se hizo, yo le mandé sacar en Madrid de otro de una religiosa de su hábito que estaba en el guardajoyas de su Magestad, y salió la más hermosa figura que se ha hecho en España: y para diferenciarla del original, púsele un Niño Jesús en el corazón y un rótulo que dice lo que nuestro Señor le dijo: "Invenies me in corde Gertrudis", y siete anillos en su mano derecha, que le dio en prendas de la promesa que le había hecho de favorecer sus amigos. Confesóme el pintor que en toda su vida no le había acontecido lo que con esta virgen retratándola: porque con ser muy puntual en trasladar otras imágenes muy al vivo, en ésta no pudo atinar al original, sino que cuantas veces ponía el pincel, sacaba las facciones mejor de [lo] que él pensaba ni imaginaba. Y así no se parece poco ni mucho, sino en sólo el hábito. De aquel se ha comunicado por toda España. Téngola pintada en muchas partes acompañada con nuestra Madre Teresa de Jesús.8

No cabe duda de que tanto la edición de sus obras, una de las cuales (la de 1605) contenía un grabado, como esta campaña de la imagen desarrollada por el religioso jerónimo, tuvieron un importante papel en la fijación de la iconografía de santa Gertrudis (figura 1). Además, Yepes menciona que ya en esa época existían en España retratos de la santa asociados con los de Teresa de Ávila, cuya causa de canonización estaba en proceso. Es sintomático, también, que en la primera biografía de la reformadora carmelita se mencione varias veces a la monja alemana, e incluso se asocie la famosa visión de la transverberación de Teresa con una que Gertrudis tuvo:

La misma santa Gertrudis, vio a Christo nuestro Señor con una saeta de oro en la mano, con que la pasó el corazón, y se le hirió de manera que nunca tornó a la sanidad primera.9

Es posible que la difusión de la obra de la santa alemana guarde relación con el proceso de canonización de la carmelita española, pues los paralelismos entre las visiones de ambas monjas permitirían justificar los éxtasis místicos de Teresa, en una época en la que el alumbradismo había creado desconfianza hacia ese tipo de manifestaciones.10 La popularidad de santas como Gertrudis y Teresa a principios del siglo XVII debe enmarcarse, además, en el contexto contrarreformista y antiluterano en el cual se están definiendo los términos de la nueva concepción visual de la mística y se está forjando la perspectiva de una religiosidad basada en la imagen y el culto a los santos, así como en el tema del rescate de las almas del purgatorio.

Sin embargo, conforme avanza el siglo XVII, notamos una disminución de la presencia de santa Gertrudis, en contraste con el gran despliegue del culto a Teresa de Ávila, sobre todo a partir de su canonización en 1622. Es muy sintomático que después de esa fecha decaiga también la asociación entre ambas santas, creciendo la fama de la española y ensombreciéndose la de la alemana, hecho que tuvo una fuerte influencia en la disminución de su culto y en la difusión de sus imágenes.

Después de este decaimiento a lo largo del siglo XVII, para finales de esa centuria la devoción a santa Gertrudis recobró fuerza en el ámbito español. Este renacimiento se debió a varios hechos: en 1663 el jesuita Alonso de Andrade publicaba en Madrid la Vida de la gloriosa virgen y abadesa santa Gertrudis, en 1677 la santa era inscrita en el Martirologio Romano11 y, a partir de entonces, a lo largo del siglo XVIII, se difundieron numerosos opúsculos sobre ella impresos en Madrid, Murcia, México, Puebla, Lima y otras ciudades de la península y del imperio español.12 La tendencia a utilizar la imprenta como un medio de catequización masivo dio a esta devoción su nuevo impulso. Las prácticas promovidas por este tipo de literatura influyeron poderosamente en el reforzamiento de la función milagrosa de la santa y también en la difusión de sus imágenes. Aunque desde el siglo XVII santa Gertrudis era solicitada como abogada de la buena muerte, pues se le atribuían poderes para evitar todo peligro, incluyendo la misma condenación eterna, no fue hasta el siglo XVIII cuando aparecieron menciones explícitas en impresos sobre su exitosa intercesión en la salvación de sus devotos.

Junto a esta literatura dirigida a popularizar la devoción, circulaban también sus biografías: la ya mencionada del jesuita Alonso Andrade (reeditada varias veces) y la nueva versión del benedictino Juan Bautista Lardito.13 Ambas iban dirigidas a fomentar entre las religiosas y los fieles su espiritualidad y el modelo de sus virtudes monacales. Tanto la versión jesuítica como la benedictina resaltaban el papel de la santa como abadesa y adaptaban su vida a las necesidades de la era barroca, incluyendo detalles, expresiones y escenas apropiadas para los ambientes cortesano y monacal de su época.

Una de estas obras, la de Lardito, también tuvo un gran impacto iconográfico, pues su edición de 1720 contenía un grabado firmado por Juan y Francisco de Palomo que influirá notablemente en las imágenes novohispanas y peruanas (figura 2).

A partir de la difusión de sus obras, biografías e imágenes, en Nueva España se desarrolló una iconografía de la santa alemana que presenta dos etapas bien diferenciadas. Una, situada en las primeras décadas del siglo XVII, fue resultado de la circulación de su obra, del grabado que la acompañaba y de la anécdota relatada por Diego de Yepes. Al parecer, después de este éxito inicial, vino un periodo en el que no se registran representaciones, lo que se refleja también en la escasez de menciones en los documentos. La otra, que se iniciaría en la segunda década del siglo XVIII, se caracteriza por un aumento creciente de imágenes, proceso que llegó a su cúspide a mediados de la centuria.14

 

La iconografía del siglo XVII. La gestación de una devoción

Entre la segunda y la tercera décadas del siglo XVII, sor Agustina de Santa Teresa, monja concepcionista poblana, que a la sazón fue confidente y biógrafa de sor María de Jesús (la famosa visionaria cuya causa de beatificación sería promovida desde 1674) intentó transformar una escultura de la Virgen María en una santa Gertrudis para rendirle culto y tener presentes sus virtudes, tal como se lo había recomendado el mismo Cristo por boca de sor María. Para ello, sor Agustina procuró allegarse los vestidos y aderezos necesarios para hacer la transformación; sin embargo, una amonestación de sor María le impidió consumarla, pues no se podía anteponer una santa, por más importante que fuera, a la madre de Dios.15

Esta anécdota, narrada por los hagiógrafos de sor María, nos muestra dos hechos: uno, la temprana difusión de la devoción y de la obra de santa Gertrudis, sobre lo cual los textos hacen mención explícita; el otro, la escasez que había de sus imágenes en la Nueva España, por lo que era necesario echar mano de la práctica común de reciclar imágenes y adaptarlas a las necesidades del momento cambiándoles los atributos.

Antes de profesar con las concepcionistas, sor Agustina había salido del monasterio de las carmelitas, que era al parecer otro de los focos de difusión del culto a santa Gertrudis en Puebla. En 1616, una novicia de este monasterio experimentaba una serie de visiones en las cuales la monja alemana y Teresa de Jesús aparecían como madrinas de sus desposorios con Cristo.16 Ese mismo año tenemos la noticia de una monja que tomó como nombre de profesión el de la santa; se trata de sor Agustina de Santa Gertrudis, profesa el 4 de marzo de 1616. Volvemos a encontrar este caso en 1632, cuando profesó una carmelita que se llamaba Isabel de Santa Gertrudis.17

Todas estas menciones relacionadas con ámbitos monacales poblanos muestran que hubo una lectura intensiva de las obras de la santa, lectura que influyó en las visiones y quizá hasta en un estilo de vida monástico. Aunque tenemos muy pocos ejemplos del impacto que pudo tener este fenómeno en la iconografía, nos quedan algunos indicios de él en dos obras atribuidas a Andrés Lagarto: una, el escudo de monja con una virgen con el niño, donde la santa aparece con sus atributos usuales y una palma, junto con san Francisco, santa Catalina de Alejandría y san José; otra, en la capilla del Ochavo de la catedral de Puebla, en una miniatura de un relicario (fechada en 1620) en la cual la santa se representa recostada abrazando una de las rodillas de Jesús, posiblemente tomada de una visión.18

No volvemos a encontrar otra imagen en el ámbito poblano sino hasta 1680, en el interior del tambor de la cúpula de la capilla del Rosario en Santo Domingo. Esta vez, santa Gertrudis aparece como una de las doce vírgenes —mártires y monjas— que forman una corona de santas sobre la imagen de la virgen que se venera en ese templo.19

Fuera del ámbito poblano, tenemos otra mención durante el siglo XVII (1624) de una imagen de santa Gertrudis en Mérida. Es el caso del sermón del mercedario fray Andrés de Herrera, emitido en la catedral de esa ciudad con motivo de la colocación de una imagen de la santa. El sermón fue denunciado al Santo Oficio por proposiciones sospechosas de herejía, entre otras la de haber dicho que si Cristo no hubiera nacido del vientre de María, habría escogido el de santa Gertrudis por su gran santidad.20

La tercera noticia en ese siglo procede también del tribunal del Santo Oficio, pero ahora en la capital del virreinato. En 1691, Juan de Galdo, paje del virrey, se autodenunció por haber impuesto un escapulario de santa Gertrudis a Rosa de Escalante en una ceremonia privada. Aunque no existe ninguna descripción del objeto, es muy probable que éste tuviera una imagen bordada o cosida de la santa o alguno de los símbolos asociados con ella.21 Sabemos, por otro lado, que para aquella época existía una capilla de santa Gertrudis (y seguramente en ella una imagen) en la iglesia de Montserrat de los benedictinos en la capital. Ahí funcionaba una cofradía dedicada a la santa que celebraba su fiesta y que promovió la edición de un sermón sobre ella en 1723.22

Para entonces, la expansión del culto y de las imágenes de santa Gertrudis en Nueva España había crecido notablemente, lo que contrastaba con su lenta difusión durante el siglo XVII. Numerosos autores mencionan que la corona la nombró patrona de las Indias Occidentales en 1609 y atribuyen a este hecho la difusión de su culto en América. La noticia se sigue repitiendo en muchos de los diccionarios de iconografía o de la religión católica.23 Sin embargo, no hemos encontrado ninguna referencia documental que avale tal aseveración; de hecho ni en Andrade ni en Lardito, los biógrafos españoles más autorizados de la santa, aparece noticia alguna de tal patronazgo. Quizá el origen de esa confusión se debió a que la santa alemana fue jurada como patrona de algunas ciudades americanas como la Villa de Oruro en el Perú (1650) y la Puebla de los Ángeles en Nueva España (1747). Por otro lado, el patronazgo del siglo XVII debería haber producido una avalancha de imágenes a lo largo de esa centuria, hecho que no ocurrió sino hasta el siglo XVIII, más de cien años después del supuesto nombramiento.

 

La iconografía del siglo XVIII. El gran impulso de la imagen

A partir de la segunda década del siglo XVIII notamos una creciente devoción a santa Gertrudis en toda la América hispánica. Misas, novenas, breves resúmenes de su vida y de sus obras y oraciones salían de las imprentas del nuevo continente para alimentar el fervor por una santa cuya intercesión se hacía cada vez más popular. Algunos de estos opúsculos iban acompañados de grabados y éstos, junto con las imágenes que traían los impresos españoles, generaron los modelos más difundidos de su representación.

El grabado novohispano más antiguo que tenemos fue editado por la Imprenta de la Viuda de Francisco Rodríguez Lupercio, en un oficio de misa de santa Gertrudis del año de 1721 (figura 3).24. Se trata de un grabado en madera, de factura rústica, en el cual se sigue el modelo de la imagen de Juan y Francisco de Palomo editada en el libro de Juan Bautista Lardito, que salió a la luz en Madrid en 1720. La representación novohispana es la convencional (corazón, niño y báculo), aunque este último, alargado y vegetal, tiene una forma poco usual. La santa aparece de medio cuerpo, con un halo de luz sobre su cabeza, un cortinaje pendiente en la esquina a su izquierda y llevando además un cordón en la cintura (artículo que nunca formó parte de su vestimenta); el último detalle permite suponer una reinterpretación iconográfica, posiblemente alusiva a su asociación con las ánimas del purgatorio. Este mismo grabado sirvió para ilustrar la tesis del bachiller Francisco Anselmo de la Peña y Torres, presbítero del arzobispado, impresa en 1723. En el texto de la tesis se habla del corazón humano, clara correspondencia con la imagen elegida para encabezarlo.25

El segundo modelo aparece en la tesis de filosofía de José Mariano Gregorio Elizalde de Itta y Parra, impresa en julio de 1722. La santa de medio cuerpo está representada en un fondo de nubes, su cabeza está rodeada de rayos resplandecientes y lleva sus atributos acostumbrados: corazón con niño y filacteria y un báculo, que adopta la forma parecida al primer grabado. De hecho, en el báculo se perciben dos figuras blancas que adoptan forma de animalillos con cola; si no es un error de imprenta, posiblemente se trate de dos ratas, atributo de su homónima Gertrudis de Nivelles.26

En 1738 se imprimía una nueva versión grabada de santa Gertrudis en la tesis del bachiller Miguel Manuel de Aguirre, clérigo presbítero y teólogo del colegio de Durango. Ahí la santa es representada de cuerpo entero y de la forma tradicional. La dedicación y el texto aluden a santa Gertrudis esposa de Cristo, cuyo corazón él habitó. Al año siguiente, el mismo bachiller presentaba otra tesis, también dedicada a la santa alemana, ahora con un nuevo grabado con la imagen de medio cuerpo, en cuyo pecho aparece un corazón, sin niño, sostenido por dos de sus dedos.27 Este mismo grabado fue reimpreso en 1755 en la tesis del bachiller José Martínez y Cevallos de la Canal, un cura de Tlaxcala. Tres años después, en 1758, el mismo grabado encabezaba la novena dispuesta por Juan Francisco González de Retana y era publicado por la imprenta de la Biblioteca Mexicana.28

Un cuarto modelo grabado acompañaba la tesis de Manuel Anastasio García de Arrellano en 1741. Aunque guardaba semejanzas con el editado en el oficio de misa, éste carecía del niño en el corazón y no presentaba el cortinaje. Este mismo grabado volverá a ser reimpreso en el Breve resumen de la vida de la santa reimpreso en México en 1745 en la imprenta real de doña María de Rivera.29

En 1751 encontramos otra variante grabada en la tesis del bachiller Antonio Joaquín González y Velasco, diácono nativo de Huejotzingo. Su autor, un tal Troncoso (que firmó su obra en 1747), copiaba de nuevo el grabado de los Palomo, aunque introducía algunos cambios, como una filacteria que salía del corazón con la frase in corde Gertrudis invenietis me. Ese mismo modelo será utilizado por el grabador Sylverio en 1752 y estará presente en la tesis de grado de doctor en teología de José Ignacio Buena y Alcalde, que se imprimirá un año más tarde.30 Volverá a ser adaptado por un grabador Ortuño en 1756 en la tesis del bachiller Manuel Joseph de la Iglesia; lo interesante de este ejemplo es que, además de encontrarse dentro de un marco florido en forma de corazón, la imagen está invertida (como en espejo) respecto al modelo original, por lo que el corazón y su filacteria aparecen del lado derecho y no del izquierdo.31 Un tiempo después, en 1763, el modelo de los Palomo vuelve a repetirse adornando la tesis de grado de licenciado en leyes de Bartolomé de Barrientos y Cervantes. El grabado tiene la fecha del año de 1757.32

Además de las imágenes representadas en grabados impresos en oficios de misas, novenas, breves resúmenes y tesis, la mayoría de los ejemplos conocidos son pinturas al óleo sobre tela, madera o metal, esculturas y relieves en madera, en piedra o en marfil. Algunas de estas imágenes debieron pertenecer a retablos (y de hecho conocemos varios ejemplos en los que todavía se encuentran en ellos) y otras estuvieron colocadas en las catedrales y templos, en muros conventuales, casas privadas y sacristías, aunque en la actualidad muchas de ellas se hallan en los museos; tenemos incluso un ejemplo de relieve en una sillería de coro y otro en una joya.33

En las numerosas obras en las que se representa a santa Gertrudis existe una serie de temas iconográficos, algunos muy comunes, otros excepcionales, pero todos relacionados con los textos que circulaban en el extenso mundo hispánico sobre su vida y sus obras.

Entre las representaciones novohispanas de santa Gertrudis podemos distinguir tres variantes iconográficas: a. La abadesa con el corazón. b. La monja y sus visiones de Cristo. c. La santa en compañía de otros santos.

 

a. La abadesa con el corazón

Este modelo, que es el más difundido desde principios del siglo XVII, se popularizó en el siglo XVIII gracias al grabado de la obra de Lardito impresa en 1720. En ella se representa a la santa vestida de negro, con hábito de benedictina de amplias mangas, sosteniendo con una de sus manos el báculo de abadesa (del cual cuelga con frecuencia un largo trozo de tela) y con la otra su corazón sobre el pecho, dentro del cual, a menudo, se acurruca un niño Jesús. En algunas variantes de este modelo, la monja luce siete anillos en los dedos de una o de ambas manos. Lo común es que la santa aparezca sola, pero muy a menudo la representación puede ir acompañada por alguno de estos elementos: un niño Jesús en los brazos cargando una esfera; uno o varios angelitos y querubines; un jarrón que contiene, bien tres azucenas abiertas, bien flores indistintas; un escritorio con libros, hojas de papel, plumas y tinteros.

 

El corazón

Amabilísima y prodigiosa virgen santa Gertrudis, que mereciste
de Dios, que eligiera tu corazón para morada y centro
dichoso de sus amores.

Novena a Santa Gertrudis

Un corazón rojo, con frecuencia ocupado por un niño Jesús, es uno de sus atributos más significativos. A veces parece que la monja ofrenda su corazón a Dios, pues el órgano se encuentra fuera del cuerpo y es sostenido por una de sus manos; en otras ocasiones, la víscera está sobre el pecho, con un Cristo niño (excepcionalmente también como adulto) que ostenta a veces la esfera del mundo, clara alusión a su dominio sobre el universo.

En la iconografía cristiana, el corazón es utilizado desde el siglo XIV como símbolo del amor místico; también es considerado receptor, junto con el cerebro, de la inspiración divina, pues es una de las zonas donde reside el alma.34 El corazón es aquella noble parte del cuerpo: "la primera que vive, y la última que muere".35 Numerosos santos son representados con este atributo, a veces inflamado y envuelto en llamas (san Agustín, santa Catalina de Siena, santa Teresa de Jesús, san Francisco Xavier y la misma santa Gertrudis, entre otros); incluso en ocasiones, sobre todo las santas, intercambian su propio órgano por el de Cristo (como santa Gertrudis y santa Catalina de Siena).36 Otras veces, la víscera aparece traspasada por una o varias saetas representando el sufrimiento asociado con el amor divino que penetra en el alma. Aunque este tema estaba presente en la obra de santa Gertrudis y el corazón de san Agustín se representaba atravesado por tres flechas, en el mundo ibérico esta imagen fue considerada como un típico elemento hagiográfico de santa Teresa.37

Desde fines del siglo XVII, con el surgimiento de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, promovido primero por Jean Eudes y después por los jesuitas a partir de las visiones de la monja francesa Margarita María Alacoque, la iconografía cordial tomó un nuevo impulso e incluso una representación más realista (con venas y ventrículos), sin duda asociada a los descubrimientos científicos sobre el papel del corazón en el proceso de la circulación de la sangre.38 Aunque éste es un atributo indispensable para la iconografía de santa Gertrudis (símbolo de su amor por Cristo, de su caridad y de su generosidad),39 el corazón con el que se le representa no parece haber sido influido por la devoción originada en Francia; en las imágenes novohispanas de la santa alemana su corazón nunca tiene características tan realistas. Existen algunos ejemplos en los que la santa muestra su corazón en medio del pecho como una víscera encarnada representada, cuando mucho, con un cierto volumen, pero lo más generalizado es que el corazón esté ocupado por un niño Jesús.40

 

El niño Jesús

Te recibí niño tierno, apretando mi cuello con tus delicados
brazos... y como tu bienaventurada madre procurase envolverte
en los pañales de la niñez, yo pedía que juntamente me envolviese
contigo para que ni por medio de un delgado pañalito
se impidiese el amoroso toque con que te regalabas conmigo...

Gertrudis la Magna,
Libro intitulado Insinuación de la Divina Piedad

Éste es otro de los elementos asociados con las visiones femeninas desde la Edad Media. El niño Jesús, además de estar en los brazos de María, aparece desposando a santas como Catalina de Alejandría y Catalina de Siena, aunque también se le relaciona con santos como san Antonio. El principal mensaje de esa iconografía se relaciona con el dogma de la encarnación del Verbo de Dios. En la vida de santa Gertrudis se insiste en su devoción a la fiesta de la Navidad, razón por la que se le concedieron numerosas gracias en esa fecha. Dos de ellas quedaron plasmadas en la iconografía de la santa desde los grabados y pinturas hasta la escultura: la primera relacionada con el nacimiento de Jesús en el corazón de la monja alemana; la segunda, en la que carga y a veces amamanta al divino niño.

La referencia a la primera, descrita de manera velada en sus obras, es resaltada por sus hagiógrafos, quienes la relatan como si fuera un embarazo místico que ocurrió en su corazón. Así lo describe Leandro de Granada: "Otra merced le hizo un día de su nacimiento y fue que sintió nacer en su corazón un tierno niño lleno de dulzura y amor, con lo cual ella maravillosamente se encendió y regaló".41 La idea del embarazo místico viene desde la Edad Media, cuando se consideraba que este fenómeno sólo podía acontecer en el corazón, la parte noble del cuerpo, en contraste con la posesión demoniaca que ocurría en las impuras entrañas.42 Debido a la ya mencionada percepción del corazón como el aposento del alma, al entrar Dios en el corazón de la monja, tomaba posesión de ella. De hecho, en el imaginario cristiano se consideraba el corazón humano como el lecho de Cristo. Éste es uno de los temas que se desarrollan en el sermón predicado por un jesuita novohispano (probablemente dirigido a las monjas de algún convento capitalino) en el que se señala: "es el corazón de la esposa lecho florido [...] y esto basta para no admitir a otro que al esposo".43

Esta tradición ya no estaba vigente para el autor de uno de los impresos novohispanos, en el cual se habla de un embarazo realizado en las entrañas y gestación que duró un mes y diez días. Sin embargo, la tradición iconográfica novohispana sigue bastante apegada a la europea y siempre insiste en representar al niño en el corazón, o en un óvalo colocado en medio del pecho.44 De los numerosos ejemplos iconográficos de este modelo reproducimos el que se encuentra en la catedral de San Luis Potosí (figura 4), en el cual el niño parece estar sentado en un trono y porta una esfera en sus manos, en alusión a otra de sus visiones.45

La segunda representación, la de la monja cargando al niño, estaba relacionada con sus visiones que ocurrían en las navidades, cuando la Virgen leofrecía al recién nacido para que lo sostuviera en sus brazos y le cambiara los pañales, gesto que Jesús premió con una caricia en la barbilla. Salta a la vista la asociación de santa Gertrudis con la Virgen María y la equiparación con su poder intercesor. En alguna de estas ocasiones, narra el Breve resumen, "crió Dios en los castísimos pechos de esta virgen leche milagrosa, y por no poco tiempo bajaba el Niño Dios del regazo de su madre a mamarla y saborearse en aquel dulcísimo néctar". El tema de la lactación, presente también en los textos españoles, debió tener una gran difusión, pues aparece incluso mencionado en las oraciones y en las novenas a la santa.46

En la iconografía, la lactación también tuvo repercusión y se representó por lo menos en dos cuadros donde aparece la religiosa cargando al niño en sus brazos, tema que posiblemente sea el segundo tipo de representación más frecuente en su iconografía, después del de la santa con el corazón en el pecho. El modelo del que están tomadas estas imágenes parecería estar relacionado con el tema de la Virgen con el niño. Santa Gertrudis, con una mirada amorosa, observa al infante envuelto en un paño que sostiene en sus brazos. Los tres ejemplos que reproducimos corresponden a dos ámbitos distintos —uno al español y los otros dos al indígena—, muestra de la gran difusión que tuvo este modelo. El primero se encuentra en el templo de La Soledad en la ciudad de México (figura 5) y es obra de un pintor anónimo, quien representó a la santa de manera convencional, sosteniendo su báculo de abadesa y portando un hábito negro con amplias mangas; lo inusual de esta pintura es que el niño Jesús acaricia juguetón el rosáceo seno derecho de la monja, mostrado ostensiblemente sobre la negrura de su hábito. El segundo ejemplo, obra de Rafael de la Peña, que se localiza en la iglesia franciscana de Iztacuixtla en Tlaxcala (figura 6), muestra a la santa vistiendo un hábito adornado con un rico diseño de hojas y flores doradas y, en lugar del báculo, aparece un jarrón con azucenas; en este caso, el niño está sobre un manto transparente y sostiene un corazón en forma de manzana que presiona con su mano, mientras la santa, con una mirada amorosa, le ofrece un pecho cuyo pezón apretado entre sus dos dedos recuerda el típico gesto de la lactación. En el tercer ejemplo, en la parroquia indígena de Santiago Apóstol en la ciudad de Puebla (figura 7), está ausente el tema de la lactación; la santa sostiene en sus brazos a un niño grande cubierto con una vestidura trasparente y con cacles dorados, bajo la mirada de un grupo de querubines y en presencia de un Padre Eterno que sostiene el mundo y del Espíritu Santo. La monja ostenta las siglas JHS en un pequeño corazón que brilla en su costado izquierdo y lleva numerosos anillos en sus dedos. Tres elementos accesorios también aparecen en el cuadro: un jarrón transparente con rosas y azucenas, un libro y un báculo, objetos muy utilizados en toda la iconografía americana de la santa.47

 

 

El báculo de abadesa

No se puede brevemente decir los grandes bienes, que desta
prelacía sacó Dios para Gertrudis, para sus súbditos, para todo
el mundo, para su honra... Tuvo esta prelacía cuarenta años y
once días, en el cual tiempo recibió más de cien monjas en su
convento, y fue madre espiritual de ellas...

Gertrudis la Magna, Libro intitulado
Insinuación de la Divina Piedad

Uno de los atributos que casi nunca falta en las representaciones de la santa es el báculo, alusivo a su cargo de abadesa, del que pende un trozo de tela.48 Los impresos novohispanos, copiando los textos españoles, afirmaban que durante cuarenta años y once días había ocupado ese cargo de manera ejemplar en su monasterio. Sin embargo, Gertrudis de Helfta nunca fue abadesa y por lo tanto el atributo del báculo abacial no le correspondería; el error nació de una confusión fomentada por los textos impresos entre ella y la abadesa Gertrudis de Hackeborn (m. 1292), monja contemporánea del mismo monasterio. La segunda fue la hermana carnal de la santa Metildis, o sea de Matilde de Hackeborn (m. 1298). A pesar de esta confusión hagiográfica, la imagen de santa Gertrudis, sobre todo en el ámbito monacal femenino, fue manejada como prototípica de quienes ocupaban el puesto de abadesa en los monasterios novohispanos.

 

El florero con azucenas

El jardín significaba el cuerpo sacrosanto de la Virgen su madre,
las flores sus virtudes, las rosas, que cuanto más distantes parecían
más agraciadas, significaban el ardor de su caridad, que cuanto
m ás se extendía, llegando hasta los enemigos, daban olor en su estimación
más fragante; las azucenas, tan blancas y hermosas,
representaban su castidad y pureza virginal.

Lardito, Idea de una perfecta religiosa

Otro elemento muy utilizado en la iconografía de esta santa es el jarrón con azucenas. Este motivo, común en las pinturas de la Anunciación y en las representaciones de muchos santos (san Antonio de Padua, santo Domingo, san Luis Gonzaga, san Estanislao Kostka, san Felipe Neri, san Cayetano, santa Catalina de Siena y santa Rosa de Lima), simboliza la pureza y la virtud de la castidad. En santa Gertrudis, además de este significado, las flores aluden a una oración que, de acuerdo con uno de los Breves resúmenes de su vida, ella acostumbraba rezar a la Virgen: "Salúdote blanco lirio de la resplandeciente, serena, pacífica, tranquila Trinidad".49 Por otro lado, en una visión le fue revelado a la santa que María era semejante a "una azucena que suele nacer con tres hojas [que simbolizan la Trinidad]... porque, con más abundancia que a otra ninguna criatura, se derivaron en ella las impetuosas corrientes de gracias, privilegios, virtudes y favores de la Santísima Trinidad".50 No cabe duda de que en este contexto las azucenas hacen también referencia a la pureza virginal de María. A veces, en los cuadros de santa Gertrudis, esas azucenas están colocadas en un jarrón de cristal, posible alusión a otra de las visiones que tuvo la monja en la que la Virgen le permitió intuir la esencia del misterio de la Encarnación: "le mostró, como entre vidrieras, al niño Dios del modo que lo tuvo en sus purísimas entrañas antes de que naciese y observó la santa que del lugar del vientre de la madre, se pasaba a su corazón".51

Además del cuadro de Iztacuixtla ya mencionado, este motivo aparece también en un lienzo del convento franciscano de Huejotzingo (figura 8) en el que se representa un florero de cristal transparente que contiene una rama de azucenas con tres flores abiertas sobre una mesa con mantel rojo. En este mismo cuadro, prototípico en muchos sentidos, la monja con ojos azul celeste y mejillas arreboladas por el éxtasis porta en sus dedos varios anillos, otro de los atributos habituales en esta santa.52

 

Los siete anillos

Con su anillo me marcó y me señaló mi señor Jesucristo, y
como a cosa suya, y como a oveja de su rebaño me almagró.

Gertrudis la Magna, Libro intitulado
Insinuación de la Divina Piedad

En una de las visiones de santa Gertrudis, Cristo le concedió siete promesas para los devotos que pidiesen intercesión de la santa. Después de este favor, le volvió a confirmar sus mercedes abriendo su corazón frente a ella e introduciendo la mano derecha de la monja dentro de él. Al sacar su mano, Gertrudis percibió que le aparecieron en ella siete anillos, "en cada dedo uno, y en el de la sortija tres, en testimonio de estos siete privilegios".53 Cristo le había colocado las siete argollas como ratificación "de la promesa de que sus devotos se salvarían".54

El anillo, en la iconografía de varias santas medievales, era un recuerdo de los desposorios místicos entre ellas y Cristo. Aparece, por ejemplo, en la vida de santa Catalina de Alejandría cuando se desposa con el niño Jesús y en la de santa Catalina de Siena, a la que el Salvador ofrece una argolla de oro, que tenía engastado un diamante con cuatro margaritas.55 El uso de anillos como símbolo del desposorio místico pronto se generalizó en las ceremonias de profesión de las monjas y apareció como un tema común en las visiones de religiosas y beatas.

El anillo también simbolizaba el pacto, pues desde la Edad Media los obispos y funcionarios portaban sus emblemas en un anillo que imprimía su sello sobre una placa de laca o cera, utilizada como firma y como seguro de inviolabilidad. En varias visiones santa Gertrudis percibe a Cristo sellando con su nombre su corazón o sus labios como si fuera grabado en cera. El anillo significaría entonces la toma de posesión de Cristo sobre el alma, la ratificación de un pacto en el que la elegida se convierte en un documento que sólo puede ser abierto por su amo y señor. En ese pacto, el anillo era también, como vimos, símbolo de la promesa de la salvación de sus devotos.

En santa Gertrudis, es significativo que este pacto se selle no con uno, sino con siete anillos, número que, además de las siete promesas mencionadas, puede referirse también a los dones del Espíritu Santo. El impacto de esta imaginería anular puede verse en una visión de la beata novohispana Gertrudis Rosa Ortiz, a quien se le aparecieron varios ángeles que le echaron una vestidura encima y uno de ellos le puso en el dedo de en medio tres anillos de oro con piedras preciosas y después le colocó otros siete, aludiendo a los dones del Espíritu Santo.56

 

Mesa, libro y tinteros

Escribió este libro, como dice la misma virgen santa Gertrudis
con su propia mano forzada y compelida a esto divinamente.

Gertrudis la Magna, Libro intitulado
Insinuación de la Divina Piedad

Santa Gertrudis tuvo también fama de escritora. Al igual que en santa Teresa, esta actividad fue resaltada por la hagiografía y la iconografía, quizá por lo excepcional del hecho. En las historias de su vida se presentaba a la monja alemana como dotada de gran talento para las letras y artes desde temprana edad. Esta inclinación al estudio sería la causa de su crisis religiosa pues, según los hagiógrafos, dedicaba tanto tiempo al estudio que su curiosidad insaciable le causó tibieza hacia otras actividades. La monja, al darse cuenta de que "gastaba más tiempo con hombres, que con Dios",57 experimentó una repentina conversión a los 25 años de edad, después de la cual decidió desdeñar los estudios. Esta conversión también será el origen del libro segundo de carácter autobiográfico, que siempre se incluye en sus obras y que según la tradición fue intitulado por el mismo Cristo como Memorial de la abundancia de la Divina Piedad. Nueve años después de esta mudanza, Dios mismo la instó a que pusiera por escrito sus experiencias, amenazándola: "Ten por cierto, que no saldrás jamás de la cárcel del cuerpo, hasta... que pagues aquel talento, que ahora retienes".58 Acabándolo de escribir, se le apareció Cristo con el libro impreso y estampado en su pecho, prometiéndole que los lectores devotos de aquella obra conseguirían la salvación.59 El pacto volvió a ser confirmado por otra monja de su convento después de la muerte de Gertrudis. Ésta vio delante del trono de la Trinidad un libro de oro adornado con piedras preciosas, en el cual estaba escrita "la saludable doctrina [de santa Gertrudis] que había enseñado a sus súbditas estando en la tierra. Algunas hojas blancas que había en este libro, estaban diputadas para escribir a nuevo aumento de su gloria, la conversión de cualquier persona... [que] se determinase a caminar por las sendas de la perfección".60

Todas estas asociaciones explican el lienzo de Juan Tinoco (en una colección particular) que representa a santa Gertrudis detrás de una mesa, con un libro y tinteros (figura 9). Este tipo de representación es habitual en la iconografía de los teólogos y padres de la Iglesia, quienes, sentados ante su escribanía, sostienen una pluma frente a un libro abierto extasiados con la inspiración divina. En el cuadro de Tinoco, santa Gertrudis no aparece en el momento de escribir (aunque hay sobre la mesa tintero y pluma), sino de mostrar un libro abierto. Éste no es un manuscrito sino un impreso a doble columna, igual a aquellas ediciones de sus obras que se hicieron a principios del siglo XVII. Otro rasgo significativo de esta pintura es que un Jesús adulto meditabundo, y no un niño, es quien aparece en el corazón que sostiene la monja con su mano izquierda cubierta de anillos.

Su actividad como escritora no parece ser un tema común en la iconografía novohispana de la santa, a diferencia de lo que pasaba en Sudamérica, donde se encuentran muchos más ejemplos de ello.61

 

b. La monja y sus visiones de Cristo

Una segunda modalidad iconográfica, menos frecuente, incluye a la santa dentro de una escena inspirada en las descripciones de sus visiones. Dos temas están privilegiados en ellas: el pasionario y el intercambio de corazones.

 

Temas pasionarios

Por muchas horas en otra ocasión, contemplando esta dichosa
virgen a su amado en la cruz, sin movimiento, faltándole ya a
su amor la paciencia, se dejó ir a sus brazos, y echándole Cristo
los suyos le decía: Paloma mía, eso quería yo, cogerte como las
raposas, que se fingen mortecinas para coger la presa.

Breve resumen

Dentro de esta modalidad tenemos dos ejemplos que muestran a la santa como testigo de algún momento de la pasión de Cristo. En un lienzo firmado por Nicolás Rodríguez Xuárez (cuando ya era presbítero), que se encuentra en el Museo Regional de Querétaro (figura 10), Gertrudis ofrece su corazón (que levanta con su mano derecha) a un Cristo crucificado rodeado de parejas de angelillos, unos portando una corona de flores (símbolo de las virtudes de la santa y de su semejanza con las vírgenes mártires coronadas), otros con una vara de azucenas (la pureza virginal) y los dos últimos levantando los cortinajes que ocultan al crucificado y que tienen que ver con la develación mística que se le otorga a la visionaria.

El cuadro se refiere a varios pasajes de su vida que describen sus éxtasis ante la imagen de Cristo crucificado. En algunos de ellos, la presencia de las llagas es reiterativa; a veces ejercitaba su devoción lavándolas, las veía como piezas de orfebrería hechas de oro y rubíes; les rezaba oraciones repitiéndolas 5 466 veces, se acercaba a ellas para alimentarse y, con frecuencia, Cristo la regalaba con su sangre, como después lo hizo con santa Catalina de Siena y santa Rosa de Lima. Finalmente, a su petición, también le fueron impresas las llagas en el corazón, como signo de posesión y como escudo de Cristo.62

En el cuadro de Rodríguez Xuárez, el tema de las llagas no aparece, pero sí en cambio el de la visión que la santa tuvo un Viernes Santo a la hora de la tercia mientras meditaba sobre la pasión de Cristo. Al verlo suspendido en la cruz le ofreció su corazón "convertido en deseos fervorosos de sufrir [...] toda la amargura y aflicción de espíritu" que había padecido Cristo. Éste le habló y aceptó la ofrenda a condición de recibir un absoluto poder sobre su albedrío y su voluntad.

Santa Gertrudis, al igual que otras santas, fue una de las grandes promotoras de la devoción al crucificado.63 Desde el momento de su bautismo clavó los ojos en la imagen de un crucifijo, y como muchas místicas experimentó la visión de Cristo desclavándose de la cruz para abrazarla.64 Pero ésta no fue la única escena privilegiada en sus escritos. Existe también una descripción del Cristo atado a la columna, tema sumamente difundido por la iconografía junto con la crucifixión y el Jesús cargando la cruz. Un día de carnaval, Gertrudis vio a Jesús "en la misma forma que estuvo en casa de Pilatos atado a una columna, sufriendo aquella terrible tempestad de azotes. Mostróse entre dos crueles sayones, que herían y lastimaban su divino rostro; el uno con manojo de espinas y el otro con un azote lleno de ñudos".65

De esta visión tenemos una representación plástica en un pequeño lienzo inserto en el retablo lateral de la Virgen de los Dolores de la iglesia del colegio/monasterio de La Enseñanza en la capital. El cuadro está firmado por Sebastián Salcedo, fechado en 1779 y realizado a devoción de don Joseph Rodríguez y don Joseph Pavía (figura 11). En él se muestra a santa Gertrudis arrodillada bajo el arco de una puerta observando el suplicio. En la escena aparecen dos soldados romanos (uno de ellos es Poncio Pilatos) y dos sayones (un moreno y un blanco) que torturan a Cristo. En la descripción de la visión, estas dos figuras representan a los pecadores: los laicos, armados con "azotes espinosos" cuando "con publicidad y escándalo le ofenden", y los sacerdotes (simbolizados con la figura que tira de la sábana y con los flagelos en el piso), que le lastiman "con doblado rigor" cuando "olvidados de su profesión, atrevidamente le afrentan, estando por su estado más obligados a volver por su honra".66

A diferencia de la visión, en el cuadro uno de los verdugos azota la espalda de Cristo y no su rostro, concesión debida a una necesidad estética. El cuadro incluye además dos querubines que muestran el horror producido por la escena a los espíritus celestes: uno de ellos mira hacia arriba y el otro cubre su rostro con sus alas.

Este mismo terror se acentúa con la representación de las manchas de sangre sobre la columna y en el piso, y los fragmentos de azotes desprendidos. La escena, tanto pintada como descrita, correspondía a una promesa expresada por Cristo a su esposa, meditación que era finalmente la enseñanza que se quería infundir en los fieles: "Si alguno considerando mi Pasión con piadoso y devoto afecto y sintiendo su corazón traspasado de amorosa compasión, movido de caridad, hace oración por los pecadores, me causará singular alivio, y su corazón será para mí como una medicina, y emplasto suavísimo, con que se templará todo el dolor de mi rostro".67

 

Intercambio de corazones

Signifícole el mismo Esposo a la santa: que así como él era
imagen de su Padre, era ella figura de su Sacratísima Humanidad.
Por eso los dos trocaron los corazones, quedando impresas
en el de Gertrudis las llagas, y en sus labios el dulcísimo Nombre de JESVS.

Breve resumen

Una de las representaciones más comunes de santa Gertrudis en todo el ámbito hispanoamericano68 es aquella que muestra a la monja intercambiando su corazón con el de Cristo. Dicho tema se desarrolló en dos variantes, una con el niño Jesús (influida posiblemente por la hagiografía de otras santas) y otra con el Cristo adulto (más apegada a la tradición textual sobre santa Gertrudis). En Nueva España encontramos estas dos variantes tanto en el ámbito urbano como en el ámbito rural. En la iglesia de San Dionisio Yauhquemecan, en Tlaxcala (figura 12), el intradós que remata el retablo mayor contiene dos pinturas que flanquean un relieve de la Virgen de Guadalupe y que representan a santa Teresa y a santa Gertrudis, ambas aludiendo a sus visiones con el corazón. En la segunda de ellas, la santa observa el corazón que sostiene un Jesús niño suspendido en el aire, cuyos pies descansan sobre dos querubines. Al mismo tiempo, Gertrudis toca con dos dedos un purpúreo corazón que está en medio de su pecho. En la escena de Yauhquemecan queda descrito el momento en el que se ha consumado el intercambio. Cristo sostiene el corazón de Gertrudis y ella el de su esposo.69

En el ámbito urbano tenemos otro ejemplo de este intercambio en un cuadro del retablo lateral, llamado del Nacimiento y actualmente del Sagrado Corazón, en la capilla de los Medina Picazo de la iglesia de las monjas concepcionistas de Regina en la ciudad de México (figura 13). La capilla fue dedicada el día 15 de noviembre de 1733 a expensas del bachiller Buenaventura de Medina Picazo, y de hecho la presencia de santa Gertrudis en uno de los lienzos no fue casual, ya que, se sabe, correspondía a la devoción personal del donante.70

En el lienzo (pintado por Nicolás Rodríguez Xuárez) se representa a la santa arrodillada ante la visión de un Cristo adulto resucitado (cubierto apenas con un manto rojo y mostrando sus llagas); tiene ambas manos levantadas; recibe con una el corazón de Jesús y entrega con la otra el suyo. La escena fue descrita tanto por la misma Gertrudis como por sus biógrafos y ha sido reproducida en los breves resúmenes y en los sermones. Como ejemplo tenemos la pieza oratoria del franciscano fray Francisco Moreno editada en 1723 para celebrar la fiesta de la santa en el monasterio de Montserrat de la capital. Uno de los temas desarrollados por el religioso es el del intercambio de corazones para sellar el pacto entre Cristo y su amada esposa, "pues viendo el Esposo que Gertrudis vivía sin su propio corazón, y que el suyo le había robado la perfección de su Esposa", Jesús decidió "no tenga Gertrudis más corazón que el mío, no tenga más corazón que yo".71

 

c. La santa en compañía de otros santos

Otro grupo de representaciones son aquellas en las que santa Gertrudis aparece junto con otros santos. Estas composiciones pueden ser de tres tipos: los cuadros de ánimas, los escudos de monjas y las pinturas de devociones.

 

Cuadros de ánimas

Desde mediados del siglo XVII se volvió común la representación de las ánimas del purgatorio recibiendo ayuda de la corte celestial, de alguna advocación mariana (el Carmen, el Rosario, la Merced), o de un santo específico (san Francisco, san Miguel, san Simón Stock y santa Teresa). El tema estaba inmerso en las disputas teológicas con los protestantes y formaba parte de la propaganda católica sobre la necesidad de las indulgencias, de la obtención de bulas de difuntos, del poder intercesor de los santos y del dogma del cuerpo místico de Cristo (formado por las iglesias triunfante, militante y purgante), dentro del cual se podían intercambiar y comunicar méritos y gracias.

Antes de que se comenzaran a representar en la plástica estas escenas, el dogma del purgatorio ya había sido desarrollado con gran amplitud en la teología católica desde el siglo XII. Numerosas visionarias medievales habían descrito sus viajes a ese espacio y se atribuían el don de poder rescatar con sus oraciones y sacrificios a las ánimas en pena. Santa Gertrudis fue una de esas santas asociadas muy pronto con este poder intercesor, no sólo porque en sus escritos se mencionan las promesas que Cristo le hizo de que sacaría tantas almas como las partes en que pudiera dividir la hostia en su boca (lo que se asociaba con la importancia de la eucaristía y la misa como medios para obtener indulgencias), sino también porque sus biógrafos resaltaron su poder intercesor, los ejercicios que compuso para la hora de la muerte y las oraciones de los devotos de Gertrudis para obtener los favores de Cristo y la Virgen durante el tránsito final.72 Según estos textos, la caridad de la monja con las ánimas en pena fue tan grande, dedicando en su nombre "ayunos, oraciones, penitencias y disciplinas", que a la hora de la muerte dudó si ella misma no tendría que sufrir entre las llamas del Purgatorio, pues creyó que ya no tenía ningún mérito que ofrecer. En una visión Cristo le explicó que por su gran caridad le perdonaba todas las penas y le prometió que a la hora de su muerte las almas rescatadas por ella la recibirían y la reconocerían como su bienhechora.73

Una gran difusión tuvieron a este respecto las llamadas "misas de san Gregorio", las cuales estaban presentes en las ediciones españolas de sus obras y que servían "para librar las almas del purgatorio de las rigurosas penas que padecen".74 En Nueva España una variante de estas misas circuló bajo el nombre de las "misas de santa Gertrudis". En este caso la desbordada devoción popular terminó siendo censurada por el Santo Oficio, pues en las misas novohispanas se afirmaba que Jesús había prometido a la santa que cualquier deseo solicitado por sus devotos sería cumplido, con la única condición de que su "petición fuere justa".75

Esta vinculación de santa Gertrudis con el Purgatorio provocó que en muchos de los cuadros de ánimas fuese incluida entre los santos intercesores de la corte celestial. En tales representaciones, la imagen de la monja no hace alusión directa a ningún pasaje de su vida, es sólo una figura emblemática en la que se utiliza su iconografía tradicional (hábito negro con amplias mangas, corazón en el pecho y báculo de abadesa). Una de las más tempranas, que data del año de 1677, se encuentra en la sacristía de la iglesia de franciscanos descalzos de Churubusco y es obra de Antonio Rodríguez. Aunque en ella los principales intercesores son los varones santos de la orden y san Nicolás Tolentino, Gertrudis es representada en la parte superior derecha, al lado de los apóstoles y entre un grupo de mujeres santas.

Otro ejemplo en este mismo sentido se nos muestra en el lienzo central del retablo de las ánimas del templo de Santa Prisca en Taxco. Aquí el centro del cuadro de Miguel Cabrera lo ocupa san Miguel, que está rodeado de diversos santos, la mayoría varones. Es significativo que Gertrudis esté entre las pocas mujeres elegidas para la representación junto con santa Cristina la Admirable.76 Es muy probable que la selección de los santos que debían ser representados en estos cuadros dependiera del patrocinador que los mandaba pintar. La persistencia de la imagen de santa Gertrudis en ellos es muestra de la extensión de su devoción en el siglo XVIII y de la creencia en la eficacia de su intercesión. A menudo, esta santa se representó junto con otras mujeres y hombres asociados con el rescate de ánimas. En un cuadro anónimo en la parroquia de Capulhuac (siglo XVIII), santa Gertrudis, quien toma por la cintura un alma, está acompañada de san Lorenzo y de santa Cristina la Admirable (figura 14). En el lienzo pintado por José de Alcíbar, la santa se representa junto con los miembros de la Sagrada Familia, algunos apóstoles, varias santas monjas y santos franciscanos. En un cuadro anónimo de la iglesia del ex convento franciscano de Tecamachalco, sus acompañantes son santa Teresa, santa Rita de Casia y santa María Magdalena de Pazzi.77

 

Escudos de monjas

Esta misma expansión de la devoción a santa Gertrudis que notamos en los cuadros de ánimas la podemos observar en los escudos de monjas, en los que la elección de los santos estaba mucho más condicionada (a causa del pequeño formato del objeto) a las necesidades devotas de sus portadoras.

La costumbre de llevar estos enormes medallones como parte del hábito monacal no estaba generalizada en todas las órdenes religiosas ni era un objeto de uso cotidiano. Las concepcionistas y las jerónimas eran posiblemente las únicas que los utilizaban en ocasión de algunas fiestas. Tenemos la presencia de este tipo de objetos desde el siglo XVII, y a partir del XVIII los encontramos también representados como parte del vestuario de las religiosas en los retratos que nos quedan de ellas. La mayor parte de las pinturas estampadas sobre los escudos son de autores anónimos, pero tenemos también varios firmados. En cuanto a sus materiales, muchos están pintados sobre cobre y enmarcados en carey, otros son de madera e incluso los hay bordados con hilos de seda y oro. El tema central más frecuente en ellos es el de la Inmaculada Concepción, pero también existen algunos con la Virgen y el niño, con la Anunciación o con las advocaciones de Guadalupe o de Aránzazu.

Las monjas usaban el escudo colocado en medio del pecho, pero en ocasiones también se ponían uno más pequeño en el hombro derecho. Según el texto de un jesuita anónimo novohispano, el escudo simbolizaba el sello de pacto con la Virgen; se comparaba con el sello que el Esposo del Cantar de los Cantares exige a su Esposa (Cant 8, 6): "Ponme como sello sobre tu corazón, y como sello en tu brazo." La Virgen exige entonces a sus "hijas que la traigan sobre su corazón y sobre sus brazos". El mismo autor señala:

El corazón cae entre los pechos y es fuente de los spiritus [sic] vitales y de el calor que por todo el cuerpo se derraman. Pues decir que se ponga la Virgen entre los pechos y sobre el corazón, es decir que su exemplo y imitación se derrame por todo el cuerpo, donde la virtud de el corazón se deriva [...] y sobre el hombro se pone, porque con el hombro se llevan cargos y la Virgen os ha de ayudar a llevarlos.

El sello sirve de "Saber cuyos somos", como sello de la carta y de las armas. Así las monjas de la Concepción, "selladas con el sello de la Virgen, suyas son y quién se las quitará?"78 Los escudos entonces son un sello visible que protege a las profesas y que simboliza el pacto con la Virgen (de hecho, la gran mayoría de ellos representan a una de sus advocaciones). Estas explicaciones confirman la hipótesis de Guillermo Tovar de Teresa, quien había sugerido que los escudos representaban simbólicamente el corazón místico de las profesas.79

La presencia de santa Gertrudis en estos objetos es muy temprana. Aparece por primera vez en un escudo atribuido a Andrés Lagarto, junto con santa Catalina de Alejandría, san Francisco y san José (figura 15). Aquí se utiliza la variante tradicional de la abadesa con el niño Jesús en el corazón, aunque junto al báculo lleva una palma, símbolo que no volverá a encontrarse en el futuro.80 En representaciones posteriores, todas significativamente en escudos del siglo VIII, a esta tipología tradicional muy repetida se agregarán algunas variantes. En ocasiones éstas son pequeñas: el corazón puede tener inscrito el nombre de Jesús o la monja se abre el hábito para mostrar en su pecho su presencia; en otras, el corazón es una ofrenda que la santa hace a la Virgen levantándolo en su dirección (como en los escudos de José de Páez y Francisco Martínez); a veces, Gertrudis carga al niño Jesús (como en el escudo atribuido a Miguel Cabrera) y es muy común que en este tipo de representaciones interactúe con el niño Jesús que está en los brazos de san José (como en el de Francisco Antonio Vallejo, figura 16). Con frecuencia se representa en los escudos a Gertrudis con santa Teresa o con santa Rosa de Lima. Un caso excepcional es un escudo de factura popular, en el que se representa a la advocación de la Virgen de Balvanera, rodeada de los miembros de la Sagrada Familia (o sea formando el conjunto de los Cinco Señores), a los cuales acompaña Gertrudis en su calidad de única santa extraña a este selecto grupo formado por san Joaquín, santa Ana, san José y la Virgen con el niño.81

La presencia de la imagen de esta santa en los escudos de monjas del siglo XVIII está asociada con una Gertrudis propuesta como modelo ideal de religiosa y de abadesa. Así, junto con la difusión asociada con sus poderes milagrosos e intercesores, para el ámbito monacal la santa tenía también una función didáctica, sobre todo en una época cuando se notaba una relajación en el cumplimiento de las reglas monásticas en Nueva España.82 Al final de una carta pastoral del año de 1716 dirigida a las monjas de su diócesis, el arzobispo benedictino de México, José de Lanciego y Eguilaz ponía al corazón de santa Gertrudis como ejemplo de lo que debía ser el corazón de una monja: refugio para contener a Dios ante las tribulaciones del mundo, "así como lo hacía su Majestad a vista de los pecados del mundo refugiándose al corazón de mi Madre Santa Gertrudis, cuyas delicias detenían la ira de Dios, que merecían los pecadores". Los monasterios fueron entonces presentados como los paraísos donde Dios podía "templar sus iras y tener su consuelo en contrapeso de tantas maldades".83

En un cuadro anónimo que representa a la madre María Antonia de la Purísima Concepción (profesa en 1778), la monja coronada porta en la mano izquierda una palma florida inspirada en la iconografía de santa Gertrudis (figura 17). En el centro de ella, un niño Jesús dormido descansa sobre un encarnado corazón rodeado de flores y querubines, tal como fue representado en las pinturas y, sobre todo, en un grabado que ilustra la portada de la edición madrileña de 1732 de las obras de santa Gertrudis (figura 18). En el siglo XVIII, la presencia de la iconografía de la santa alemana (con el niño y el corazón) se había convertido en un "lugar común" retórico dentro de las comunidades monásticas femeninas.

 

Cuadros de devociones

Durante el siglo XVIII se hizo común un tipo de pintura en la que se representaban varios santos alrededor o abajo de una advocación principal. Aunque estos cuadros siguen el esquema de los escudos de monjas, su formato, su tamaño y su uso devocional nos obligan a colocarlos en un apartado distinto.

Quien mandaba pintar tales objetos incluía a los santos de su devoción, pues en general debieron estar destinados a las capillas domésticas, aunque también tenemos ejemplos de enormes lienzos colocados en las sacristías o en las naves de los templos. La selección de los santos incluidos parece aleatoria y no sigue necesariamente un criterio iconológico, aunque responde a las nuevas corrientes intimistas del devocionalismo dieciochesco.

Mencionaremos cuatro ejemplos de estos cuadros que incluyen a santa Gertrudis. En el del Museo Regional de Guadalajara, debajo de una Trinidad antropomorfa, diez figuras que representan a varios santos (incluido el Ángel de la Guarda) se posan sobre nubes y angelillos, dentro de una composición simétrica formando unidades separadas. Santa Gertrudis porta su báculo con listón y carga al niño Jesús, que está representado de frente. En el segundo ejemplo, procedente del museo de Nepantla, Estado de México, los santos no están separados sino juntos y se acomodan en tres filas alrededor de la figura de un Cristo crucificado. Aparecen los fundadores de varias órdenes religiosas, los Cinco Señores, san Luis, san Juan Nepomuceno, san Juan Bautista y santa Gertrudis ofreciendo su corazón, en un lugar prominente, junto a san José, y como la única monja del conjunto.

Un tercer ejemplo (que se encontraba en la Pinacoteca Virreinal), firmado por Juan Patricio Morlete Ruiz, presenta una lógica iconográfica mucho más clara que la de los anteriores (figura 19). Representa al corazón de María atravesado por una espada y con una azucena al cual rodean ocho medallones, que contienen a las santas místicas tradicionales, entre las cuales está Gertrudis con su corazón y su báculo. Aquí la composición iconográfica tiene un marcado carácter genérico, pues son las terciarias y religiosas quienes acompañan a María. En un cuadro que forma pareja con éste, y que representa al corazón de Jesús, los medallones contienen acompañantes masculinos.

El último ejemplo se encuentra en el muro lateral del ábside del templo de La Soledad en la capital (figura 20). En el centro del gran lienzo, una Virgen a los pies de la cruz está rodeada de innumerables santos reunidos en grupos. A su izquierda, entre varias monjas y vírgenes, se destaca santa Gertrudis, que ofrece su corazón a la madre sufriente y sola, advocación a la que estaba ofrecida la iglesia parroquial de ese barrio oriental de la capital.

 

Las órdenes religiosas y las imágenes de santa Gertrudis

Durante el siglo XVIII varias órdenes religiosas promovieron el culto a santa Gertrudis utilizando sus imágenes como vehículo para impulsar la devoción. Como es lógico, fue en el ámbito de las religiosas donde se nota una mayor difusión del culto. Sin embargo, esto no se dio en todas las congregaciones con la misma fuerza. Mientras que entre las ramas franciscanas y entre las carmelitas su presencia es casi inexistente, entre las concepcionistas, las jerónimas, las dominicas, las agustinas y las monjas de la Compañía de María aparecen constantemente sus imágenes, y su nombre es común entre las religiosas que profesan.84 Además de los ejemplos ya mencionados en los escudos de monjas y en algunas pinturas en retablos, nos quedan otras muestras (de las muchas que debió haber) que nos hablan de esa presencia. En el templo de La Enseñanza de la capital hay por lo menos tres representaciones de la santa: una, ya mencionada, la pintura que narra la visión del Jesús atado a la columna; la segunda, una imagen de bulto en el altar de san Juan Nepomuceno que hace pareja con una santa Teresa; la tercera, un fresco en las pechinas de la cúpula, donde comparte estos espacios simbólicos con santa Matilde, santa Escolástica y santa Cristina.

En el ámbito concepcionista, además de los escudos de monjas ya mencionados, está la pintura de la capilla de los Medina Picazo en el templo de Regina. Para las dominicas tenemos una importante mención en Puebla, cuando en 1747, a instancias del obispo Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu se nombró a santa Gertrudis como patrona de la ciudad de Puebla contra las pestes y epidemias y se concedió a las dominicas de santa Rosa una fiesta para celebrarla.85 Finalmente, entre las jerónimas, el libro de profesiones del monasterio de san Jerónimo de la capital presenta en su portada acuarelada a dos santas que sostienen unos incensarios flamígeros ante el Santísimo Sacramento; una de ellas, vestida de negro, soporta en su mano un corazón incendiado, claro atributo de la santa alemana; la otra, con hábito blanco y con capa y escapulario marrón, es santa Paula, la fundadora de la orden.

El segundo ámbito en el que se desarrolló el culto y se utilizaron para ello sus imágenes fue el de los benedictinos. Ya vimos la importancia que tuvo en su promoción el arzobispo benedictino José Lanciego y Eguilaz y la alusión a una imagen de la santa en una capilla de la iglesia de Montserrat de la ciudad de México. Aunque el retablo ha desaparecido, aún conservamos una escultura de santa Gertrudis en la portada de dicho templo, espacio que comparte con san Benito, el fundador de la orden.

El tercer ámbito de difusión lo tenemos en la Compañía de Jesús. En la fachada del templo de La Profesa (obra del arquitecto Pedro de Arrieta terminada en 1720), ocupa un lugar destacado una imagen de santa Gertrudis, que lleva en el lugar del corazón un niño Jesús acostado en su pesebre.86 Otro ejemplo lo tenemos en la iglesia del Espíritu Santo de Puebla, donde se tenía su escultura en el centro de un retablo destinado a su veneración. Esta imagen, calificada como milagrosa por Manuel Fernández de Echeverría y Veytia, es descrita como "de bulto, de media estatura", y debió pertenecer a un retablo anterior a 1769 (fecha en la que escribe Veytia), pues el autor menciona explícitamente que éste se compuso "con piezas de los antiguos". Además, el cronista agregaba que "por medio de esta imagen hablaba la santa a un religioso de esta orden llamado el padre José Medina", quien murió un poco antes de la expulsión de los jesuitas en 1767.87

El interés por esta santa no era nuevo entre los jesuitas (recuérdese a Núñez y a Andrade), pero sin duda se acrecentó gracias a la coyuntura que se creó con la llegada del arzobispo Lanciego y a las cuantiosas limosnas que Gertrudis de la Peña, marquesa de las Torres de Rada, gran devota de la santa, concedió a la Compañía.88 La presencia de santa Gertrudis en La Profesa, donde se celebraba su fiesta con gran boato, puede explicarse así, tanto por la promoción arzobispal como por la necesidad de los jesuitas de honrar a la santa patrona de su benefactora.89 En 1752 se fundaba en la lejana California una de las últimas misiones jesuíticas, y llevaba el nombre de Santa Gertrudis. En este lugar todavía hoy se encuentra la escultura de bulto de la patrona.90

Parecería lógico pensar que la devoción jesuítica por santa Gertrudis (en cuya iconografía ocupa un lugar destacado el corazón) tendría una relación estrecha con el culto al Sagrado Corazón y con su propagadora Margarita María Alacoque, que fue otra de las promociones de la Compañía en el siglo XVIII. Sin embargo, no hay pruebas de que los jesuitas tuvieran la intención de asociarlas explícitamente, a pesar de que en algunas obras españolas y novohispanas sobre este exitoso culto aparece la mención a la santa alemana como una de sus precursoras. No debemos descartar que esa asociación no pasó inadvertida para los fieles devotos ni para algunas autoridades inquisitoriales, pues en 1780, tiempo después de la expulsión de los jesuitas, se prohibía tanto la Novena al Sagrado Corazón como el Breve resumen de la vida de santa Gertrudis por ser ambas "devociones vanas", y la segunda incluso fue tachada de "apócrifa".91

 

Epílogo

En 1762 era juzgado en la Inquisición el mulato Mariano Manuel de Rojas por haber arrojado al suelo el rosario y por destruir una estampa de santa Gertrudis invocando al Demonio.92 La anécdota nos habla no sólo del uso múltiple de las imágenes, sino además de la gran difusión que tenía ya para estas fechas el culto a esta santa. Esa misma presencia quedó constatada en las numerosas menciones a ella, o a sus narraciones, que existen en las descripciones de visiones de monjas y beatas. En muchos casos, estas alusiones no eran resultado de la lectura de sus obras o de su vida, sino de una transmisión oral reforzada con todo un aparato devocional promovido por las novenas y gracias a la enorme difusión de sus imágenes. Esa extraordinaria propagación no fue exclusiva de Nueva España. En el ámbito sudamericano existen numerosos ejemplos pintados y esculpidos que, además de la iconografía particular que aparece en México, representan a la santa en éxtasis, escribiendo, o bien asociada con san Bernardo y con san Agustín. En Perú, en Bolivia, en Ecuador, en Venezuela y en Colombia, el culto a santa Gertrudis estuvo muy difundido, como lo debió estar también en la península Ibérica, dada la cantidad de publicaciones que allí se imprimieron sobre la santa. Podemos aseverar que santa Gertrudis se convirtió en el siglo XVIII en uno de los emblemas más significativos de esa comunidad cultural que era el imperio español. El estudio de este impacto está por hacerse; este ensayo sólo ha querido poner de relieve la presencia de un culto y de una iconografía olvidados en nuestros días, pero que fueron ampliamente difundidos en la Nueva España del Siglo de las Luces.

 

Notas

* La coautora Doris Bieñko agradece el apoyo económico que le fue proporcionado por el Programa de Becas de la Dirección General de Estudios de Posgrado de la Universidad Nacional Autónoma de México.

1. Santa Gertrudis la Magna (1256-1302) o también llamada Gertrudis de Helfta tuvo varias homónimas, que aparentemente no fueron conocidas en la Nueva España. Encontramos sólo una noticia novohispana sobre santa Gertrudis de Nivelles, monja abadesa del siglo VII y protectora contra las plagas de ratones, cuya fiesta se celebraba en marzo. La mención, inserta en un manuscrito, dice que éste se acabó de redactar el día de santa Gertrudis, o sea el 17 de marzo de 1688 (Agustín de Sierra S.J., Tractatus, in duos Aristotelis libros..., ms. 489 de la Biblioteca Nacional). Los atributos iconográficos de esta santa son los ratones, el báculo abacial y la rueca. No parece haber noticia de que existiera alguna confusión entre ambas santas en la Nueva España, excepto en un grabado de tesis universitaria (infra). En Europa también fueron conocidas otras homónimas no canonizadas, como la monja premonstratiense Gertrudis de Aldenberg del siglo XIII, Gertrudis van Der Oosten-beguina del siglo XIV y Gertrudis de Hackeborn, de la cual haremos una mención en este artículo. Creemos que es necesario aclarar estos detalles, porque en algunas publicaciones se siguen confundiendo las diversas Gertrudis, como sucede en el Diccionario iconográfico religioso peruano de Nanda Leonardini y Patricia Borda, Lima, Rubican, 1996, p. 137,         [ Links ] en el cual se presenta a santa Gertrudis de Helfta con la biografía de la de Nivelles.

2. Los manuscritos originales de Gertrudis no se han conservado. Actualmente se conocen cinco copias manuscritas, pero sólo dos de ellas están completas y datan del siglo XV (los manuscritos de Munich y de Viena). En 1505 apareció la primera edición de sus obras en alemán, que aparentemente no tuvo mucha difusión, preparada por Paul Weida, Das Buch des Botschaft dër göttincher Güttigkeit, Liptzk, 1505.         [ Links ] En 1536 se publicó en latín, Insinuationum Divinae Pietatis Libri Quinq, Colonia, Melchoris Novesiani, 1636.         [ Links ] Cfr. José Adriano Moreira de Freitas Carvalho, Gertrudes de Helfta e Espanha. Contribuição para estudo da história da espiritualidade peninsular nos séculos XVI e XVII, Porto, Instituto Nacional de Investigação Científica, Centro de Literatura da Universidade do Porto, 1981, pp. 38 y ss.         [ Links ] Queremos agradecer al autor su generosidad al habernos proporcionado un ejemplar de su ya agotado libro.

3. Carvalho, op. cit. pp. 150 y ss. Las obras de Blosio, en las cuales se relatan visiones de Gertrudis, debieron ser un medio de difusión significativo. Sus escritos en latín empezaron a difundirse en España a partir de 1555, y las primeras ediciones en castellano datan de 1584. Ibid., p. 227.

4. Insinuationum Divinae Pietatis Libri Quinque in Quibus vita, et acta Sanctae Gertrudis Monialis Ordinis Sancti Benedictini continentur..., edición preparada por fray Juan de Castañiza, Madrid, Herederos de Juan Íñiguez de Lequerica, 1599 (dos ejemplares de esta edició         [ Links ]n se encuentran en la Biblioteca Nacional de México).

5. Libro intitulado Insinuación de la Divina Piedad, revelado a santa Gertrudis monja de la Orden de Sant Benito, traducido del latín al romance por fray Leandro de Granada, Salamanca, Diego Cussio, 1603.         [ Links ] El primer volumen comprende los libros I, II y III. Existen otras ediciones de este volumen: Salamanca, 1605 y Madrid, 1614. El segundo volumen con dos libros restantes se editó por primera vez en 1607: Segunda y última parte de las admirables y regaladas revelaciones de la gloriosa santa Gertrudis, que contiene su feliz y dichosa muerte, no menos privilegiada y favorecida de su querido Esposo, que su santa vida..., Valladolid, Juan de Bostillo, 1607. Le siguen las ediciones de Madrid, 1614; Sevilla, 1616; Madrid, 1689. También hubo una edición de ambos volúmenes en el siglo XVIII en Madrid en la Imprenta de la Viuda de Francisco del Hierro en el año de 1732. En los repositorios mexicanos se encuentran ejemplares de las ediciones en latín y en castellano (por ejemplo en la Biblioteca Nacional está la edición latina de 1599, y las ediciones en español de 1605, 1607 y 1732). Aunque los dos volúmenes constituyen la obra atribuida a santa Gertrudis, sólo el libro II del primer tomo es de su autoría. El libro I parece haber sido de la pluma de algún monje, y los otros tres restantes fueron redactados, según la tradición, por las monjas del mismo convento. También a santa Gertrudis se le atribuyen los Ejercicios que usualmente se incluyen en las ediciones mencionadas.

6. Gertrudis la Magna, Libro intitulado Insinuación de la Divina Piedad revelado a santa Gertrudis, traducción del latín de Leandro de Granada (OSB), Salamanca, Imprenta de Antonia Ramírez, 1605. Gertrudis la Magna, Segunda y última parte de las admirables y regaladas revelaciones de la gloriosa santa Gertrudis, Valladolid, Juan de Bostillo, 1607.         [ Links ]

7. Carta de Diego de Yepes a Leandro de Granada fechada el 15 de noviembre de 1603, vid. Gertrudis la Magna, Segunda y última parte de las admirables y regaladas revelaciones..., p.s.n.

8. Ibid.

9. Francisco de Ribera, Vida de la madre Teresa de Jesús fundadora de las descalzas y descalzos carmelitas, Salamanca, Pedro Lasso, 1590, p. 76.         [ Links ] Sin embargo, este paralelismo no comprueba que a Teresa de Jesús le era familiar la obra de santa Gertrudis. Es posible que la carmelita tuviera alguna noticia de ella a través de su confesor, el ya mencionado fray Domingo Bañez, quien, en la censura del Libro de la vida de Teresa de Jesús, enumera santos y santas que habían tenido revelaciones, y en este contexto se refiere, entre otros, a santa Gertrude [sic]. Vid. "Censura", en Teresa de Jesús, Obras completas, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1997, p. 230.         [ Links ] En cuanto a la discusión sobre la relación entre Teresa de Jesús y Gertrudis, vid. Carvalho, op. cit., pp. 218 y ss. Otro de los biógrafos de la reformadora carmelita, fray Diego de Yepes, quien escribiría la segunda biografía de Teresa de Ávila (la primera edición es de 1595), extrañamente menciona sólo una vez a santa Gertrudis. Diego de Yepes, Vida, virtudes y milagros de la bienaventurada virgen Teresa de Jesús, Zaragoza, Ángelo Tavanno, 1606.         [ Links ]

10. Carvalho, op. cit., pp. 220 y ss.

11. Santa Gertrudis no tuvo nunca un proceso de canonización, de ahí la necesidad de regularizar su causa adjudicándole un día para su fiesta e inscribiéndola en el Martirologio Romano. En la Edad Media no era necesario hacer tales procesos y el culto sólo quedaba avalado por la tradición. De hecho, es poco probable que Gertrudis la Magna haya sido venerada como santa en la Edad Media.

12. Existen compendios parciales de su obra, misas, breves resúmenes de su vida, triduos, novenas, cuarentenas y hasta una comedia sobre santa Gertrudis de Joseph de Cañizares en dos partes titulada La más amada de Christo santa Gertrudis la Magna (la primera parte fue impresa por Antonio Sanz en Madrid en 1748 y la segunda por Alonso del Riego en Valladolid en 1750).         [ Links ] Para mayor información vid. Carvalho, op. cit. También se puede consultar el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español en la página del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte: http://www.mcu.es/ccpb/index.html.         [ Links ] Para los impresos novohispanos existe el catálogo de la Biblioteca Toribio Medina en Chile: www.bncatalogo.cl.         [ Links ] También José Toribio Medina, La imprenta en México (1539-1821), edición facsimilar, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1989, vols. 3-8;         [ Links ] La imprenta en la Puebla de los Ángeles, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991.         [ Links ] Del mismo autor, La imprenta en Oaxaca, Guadalajara, Veracruz, Mérida y varios lugares, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991.         [ Links ] Así como en las adiciones que hizo a esta obra Felipe Teixidor, Adiciones a la imprenta en Puebla de los Ángeles, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991.         [ Links ] Francisco González de Cossío, La imprenta en México (1533-1820). 510 adiciones a la obra de José Toribio Medina, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1952.         [ Links ] El primer impreso devocional novohispano sobre santa Gertrudis fue preparado por un abogado de la Real Audiencia, José de Cabrera Ponze de León, Exercicio devoto sacado de Santa Gertrudis, dispuesto en una novena..., México, Imprenta de Juan Joseph Guillena Carrascoso, 1693.         [ Links ]

13. Alonso de Andrade, Vida de la gloriosa virgen y abadesa santa Gertrudis de Eyslevio Mansphledense de la orden del glorioso patriarca san Benito, Madrid, Joseph Fernández de Buendía, 1663.         [ Links ] Juan Bautista Lardito, Idea de una perfecta religiosa en la vida de santa Gertrudis la Grande, hija del gran padre y patriarca san Benito, Madrid, Francisco del Hierro, 1717 (varios ejemplares de estos impresos está         [ Links ]n en repositorios mexicanos). También hay que mencionar una obra, que no pudimos localizar, la de José Fernández, Philosophia del cielo enseñada por sabiduría increada, Barcelona, Antonio Lacavalleria, 1692.         [ Links ]

14. Esta fluctuación en la aparición de imágenes parece corresponder también a la popularización de su nombre entre las religiosas tanto en México como en Puebla. De hecho, en el ámbito secular, "Gertrudis" como nombre de pila no parece estar difundido en el siglo XVI. En la base de datos de las actas sacramentales de la ciudad de México no aparece ninguna Gertrudis en esa centuria. Agradecemos esta información a Reynalda López Mateos.

15. En la versión hagiográfica sor María viaja en espíritu al cielo donde sostiene una conversación con Cristo mismo sobre la escultura en cuestión. En esta entrevista están presentes la Virgen María y santa Gertrudis. Cristo toma el partido de sor Agustina, mientras que sor María argumenta que la "Santa Virgen Gertrudis muy bien premiada está, y la Virgen María, si es vuestra madre, también lo es mía." Este alegato resultó eficaz, vid. Lemus, Vida, virtudes, trabajos, favores y milagros de la venerable madre sor María de Jesús..., Lyon, Imprenta Anisson y Posuel, 1683, p. 171. Lemus resume la anécdota que aparece en Francisco Pardo, Vida y virtudes heroicas de la madre María de Jesús, religiosa profesa en el convento de la Limpia Concepción de la Virgen María, México, Viuda de Bernardo Calderón, 1676, p. 180.         [ Links ] Para mayor información sobre sor María, vid. Antonio Rubial García, La santidad controvertida. Hagiografía y conciencia criolla alrededor de los venerables no canonizados de la Nueva España, México, Universidad Nacional Autónoma de México/Fondo de Cultura Económica, 1999, pp. 165-201.         [ Links ]

16. Proceso inquisitorial a Juana del Espíritu Santo (1616). AGN, Inquisición, vol. 310, exp. 2, fs. 54-86v.

17. Libro de profesiones del Convento de la Purísima Concepción, archivo privado, Puebla, f. 102.         [ Links ] José Gómez de la Parra, Fundación y primero siglo..., introducción de Manuel Ramos Medina, México, Universidad Iberoamericana/Comisión Puebla V Centenario, 1992, pp. 247-249.         [ Links ] La primera noticia de una religiosa que profesa con este nombre la tenemos en el convento de San Jerónimo de la ciudad de México. Se trata de Catalina de Santa Gertrudis, que profesó el 1º de julio de 1615. Libro de profesiones del convento de San Gerónimo, f. 105v.         [ Links ] Agradecemos esta noticia a Reynalda López Mateos.

18. Guillermo Tovar de Teresa, Un rescate de la fantasía: el arte de los Lagarto, iluminadores novohispanos de los siglos XVI y XVII, México/Madrid, El Equilibrista/Turner Libros, 1988, pp. 176 y 183.         [ Links ]

19. Antonio Rubial, Domus Aurea. La capilla del Rosario de Puebla, un programa iconográfico de la Contrarreforma, México, Gobierno del Estado de Puebla/Universidad Iberoamericana, 1990.         [ Links ]

20. AGN, Inquisición, vol. 303 ⁄2, exp. s.n., fs. 570-589.

21. AGN, Inquisición, vol. 526, exp. 24, fs. 570-573v. En AGN, Inquisición, vol. 520, exp. 182, fs. 287-288, se encuentra la denuncia que del hecho hizo la niña Isabel Francisca de Paz Bustillos, quien confundió dicho escapulario con uno de san Antonio.

22. La noticia es de 1706. AGN, Cofradías, vol. 182, exp. 2, fs. 1-3. Agradecemos a la doctora Alicia Bazarte este dato. El sermón, publicado en 1723, tiene como título Santa Gertrudis, haec misterio de la gracia..., México, Herederos de la Viuda de Francisco Rodríguez Lupercio. Agradecemos a la doctora Alicia Mayer haber llamado nuestra atención sobre este impreso.

23. Vid. por ejemplo New Catholic Encyclopedia, 15 vols., Washington, McGraw-Hill, 1967, vol. VI, pp. 450 y ss.         [ Links ] También Claudio Leonardi et al., Diccionario de los santos, Madrid, San Pablo, 2000, vol. I, pp. 949 y ss.         [ Links ]

24. Die XVI Novembris. Officium in festo Sanctae Gertrudis Magnae, México, Herederos de la Viuda de Francisco Rodríguez Lupercio, 1721. Fondo Conventual de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Colección General, XXI, 3, 27.         [ Links ]

25. AGN, Universidad, vol. 371, f. 669.

26. AGN, Universidad, vol. 191/2, f. 847.

27. AGN, Universidad, vol. 373, fs. 489 y 494.

28. AGN, Universidad, vol. 376, f. 513. La novena se encuentra en AGN, Inquisición, vol. 1193, exp. 3, fs. 1-11.

29. AGN, Universidad, vol. 192/1, f. 182. AGN, Inquisición, vol. 1193, exp. 3, fs. 1-11.

30. AGN, Universidad, vol. 376, f. 150.

31. AGN, Universidad, vol. 375, f. 587; vol. 377, f. 178.

32. AGN, Universidad, vol. 278, f. 739.

33. Entre los retablos está el del templo de San José, en Hidalgo del Parral, dedicado a la Virgen de Guadalupe. También en la capilla del Rosario de Azcapotzalco hay dos representaciones de santa Gertrudis: un lienzo en el retablo de San José fechado en 1738 y una escultura de bulto en el retablo esquinero. Agradecemos a Gabriela Sánchez Reyes estos datos. En la Catedral de México también hay un lienzo en la capilla de la Inmaculada Concepción y una escultura de bulto del siglo XVIII en el retablo de San Felipe de Jesús. En el retablo de la iglesia del convento poblano de Santa Mónica había una representación de la Santa, tal como consta de la pintura anónima del siglo XVIII, que se encuentra en el Museo de Arte Religioso ex convento de Santa Mónica, INAH. El relieve en la sillería del coro se encuentra en el templo agustino de Chalma. La joya está en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec y se encuentra reproducida en Tesoros del Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1994, p. 128.         [ Links ]

34. Nancy Caciola, "Mystics, Demoniacs, and the Physiology of Spirit Possession in Medieval Europe", en Studies in Society and History, 2000, núm. 42, pp. 280 y ss.         [ Links ]

35. Novena en obsequio de el Sagrado Corazón de Jesús, hijo unigénito del Eterno Padre y de María Virgen, México, María de Rivera, 1742. AGN, Inquisición, vol. 1193, exp. 3, fs. 5-11.

36. Esta visión está presente en la iconografía de la santa y también en su hagiografía escrita por Raymundo de Capua, Vida y milagros de la bienaventurada santa Catherina de Sena, traducción de fray Antonio de la Peña, Salamanca, Alonso de Terranova y Neyla, 1580, pp. 130 y ss.         [ Links ]

37. La descripción de la saeta del amor con tres lengüetas que Cristo le envía con estas palabras: "jamás te verás sana de esta dulce y regalada enfermedad de amor", se encuentra en Gertrudis la Magna, Segunda y última parte de las admirables y regaladas revelaciones, pp. 671 y ss. Sobre la transverberación de santa Teresa véase el artículo de Christopher C. Wilson, "Saint Teresa of Ávila's Martyrdom: Images of Her Transverberation in Mexican Colonial Painting", en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núms. 74-75, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1999, pp. 211-233.         [ Links ]

38. Leonor Correa Echegaray, "El corazón. Dos representaciones en los mundos científico y religioso del siglo XVII", en Historia y Grafía, núm. 9, 1997, pp. 91-122.         [ Links ]

39. Tal como consta en un poema anónimo poblano, donde se afirma "que es generosa, pues tiene el corazón en las manos". Libro que contiene los Patronatos que esta muy noble, muy fiel y leal Ciudad de Puebla de los Ángeles de esta Nueva España tiene acordados..., Archivo General Municipal de Puebla, f. 4.

40. Entre las representaciones de la santa sólo con un corazón debemos destacar el óleo anónimo que está en la parroquia de Tlaxcala en San Luis Potosí (Tres siglos de pintura religiosa en San Luis Potosí, San Luis Potosí, Pro San Luis Monumental, 1991, p. 209) y el óleo sobre lámina de cobre firmado por Bach de Alva en la Colección Lamborn (Filadelfia, Estados Unidos). Como ejemplos del modelo del corazón con el niño Jesús están los dos hermosos lienzos anónimos del Museo del Virreinato en Tepotzotlán. Pintura novohispana. Museo Nacional del Virreinato, 3 vols., Tepotzotlán, México, Amigos del Museo/Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1992, vol. II, p. 219.         [ Links ]

41. "Vida de la gloriosa santa Gertrudis", por Leandro de Granada en Gertrudis la Magna, Libro intitulado Insinuación de la Divina Piedad, p. 18.

42. Nancy Caciola, op. cit.

43. Anónimo, In resurectione. Plática sobre la castidad, Biblioteca Nacional, ms. 833, f. 258v. Este simbolismo aparece ya en textos medievales. Al respecto véase el estudio de Jeffrey F. Hamburger, The Visual and the Visionary Art and Female Spirituality in Late Medieval Germany, Nueva York, Zone Books, 1998, especialmente el capítulo titulado "On the Little Bed of Jesus: Pictorial Piety and Monastic Reform", pp. 383-417.         [ Links ]

44. Dos ejemplos de esta sustitución del corazón por un óvalo son el óleo anónimo en la colección Asociación Cultural Na Bolom en Chiapas (Cinco siglos de plástica en Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, Gobierno del Estado de Chiapas, 2000, p. 201) y el ó         [ Links ]leo del Museo Universitario de Puebla (Velia Morales Pérez, El arte de la pintura. Series e imágenes de la pinacoteca del Museo Universitario, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2003, p. 164).         [ Links ]

45. "En el corazón de la santa puso Dios su trono tan de asiento, que llegó el Señor a decir: 1. Que quien quisiere hallarlo, en el corazón de Gertrudis lo hallaría. 2. Que ni un instante leve, que importa el abrir y cerrar los ojos, se apartó jamás de su lado. 3. Que fuera del Santísimo Sacramento, en ninguna parte estaba con más gusto, que en el corazón de su amada." Breve resumen de alguno de los muchos favores que hizo Dios a la esclarecida virgen santa Gertrudis..., México, Imprenta Real de doña María de Ribera, 1745. AGN, Inquisición, vol. 1193, exp. 3, fs. 1-11.

46. En una oración a la santa se decía: "Salúdote purísimo corazón de Gertrudis en quien Dios tuvo sus delicias [...] cuna donde el niño Amor se mecía hasta llegar a mamar la milagrosa leche de tus sacratísimos pechos." Breve resumen, f. s.n. En la iconografía la lactación era un tema reservado a la Virgen María, la cual proporcionaba su leche no sólo a Jesús sino incluso a santos como Agustín, Bernardo y Domingo.

47. 47. Agradecemos la noticia sobre la existencia de este cuadro a Eduardo Limón Rodríguez.

48. Este elemento, que no encontramos antes de finales del siglo XVII, posiblemente sea una alusión a su condición femenina, aunque aparece en alguna representación de san Bernardo (por ejemplo en la realizada por fray Miguel de Herrera). Está presente también en algunas representaciones de santa Clara y en retratos de dos prioras de Corpus Christi, sor Petra de San Francisco y sor Gregoria de Jesús Nazareno reproducidos por Josefina Muriel, Las indias caciques de Corpus de Christi, 2a. ed., México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2001.         [ Links ]

49. Gracias a esta salutación que Gertrudis hizo a la Virgen, ésta le prometió interceder por los devotos quienes la pronunciaren y ayudarles en la hora de la muerte, Breve resumen, s.n. p. Esta oración parece haber sido muy difundida en Nueva España desde el siglo XVII. Sor María de Jesús la rezaba, según sus biógrafos, repitiéndola 225 veces, Francisco Pardo, op. cit., pp. 202 y ss. También la encontramos entre los papeles de los jesuitas de misiones de finales del siglo XVII, Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Fondo Jesuitas, vol. 25, s.n.p. La mención explícita y la salutación pertenecen al pliego que inicia con las palabras Benedicta sit sancta et individua Trinitas... Finalmente la salutación aparece impresa en el ya mencionado Breve resumen. Sobre el simbolismo de las flores en el imaginario conventual véase el artículo de Nuria Salazar Simarro, "El lenguaje de las flores en la clausura femenina, en Monjas coronadas. Vida conventual en Hispanoamérica, Conaculta-INAH /Museo Nacional del Virreinato/Ministerio de Cultura de Colombia/Museo Nacional de Colombia, México, 2003, pp. 132 y ss.         [ Links ]

50. Gertrudis la Magna, Libro intitulado Insinuación de la Divina Piedad, pp. 241 y ss.

51. Breve resumen..., f. s.n.

52. Agradecemos a Berenise Bravo Rubio y a Marco Antonio Pérez Iturbe la noticia sobre la existencia de este cuadro.

53. Gertrudis la Magna, Libro intitulado Insinuación de la Divina Piedad, p. 147.

54. Breve resumen..., f. s.n.

55. Raymundo de Capua, Vida y milagros de la bienaventurada sancta Catherina de Sena, traducción de Antonio de la Peña, Salamanca, Imprenta de Alonso de Terranoua y Neyla, 1580, p. 82.         [ Links ] Caroline Walker Bynum opina, basándose en los manuscritos de la santa, que no se trataba del anillo sino del prepucio de Jesús. Caroline Walker Bynum, Fragmentation and Redemption: Essays on Gender and the Human Body in Medieval Religion, Nueva York, Zone Books, 1992, p. 186.         [ Links ]

56. AGN, Inquisición, vol. 805, fs. 49 y ss.

57. Andrade, op. cit., p. 75.

58. Gertrudis la Magna, Libro intitulado Insinuación de la Divina Piedad, p. 115.

59. Gertrudis la Magna, Segunda y última parte de las admirables y regaladas revelaciones, pp. 744 y ss.

60. Ibid., p. 507.

61. Por ejemplo los lienzos que se encuentran en el convento de franciscanos descalzos en Lima, en la Casa de Moneda en Potosí, en el coro de Santa Clara de Sucre. También una pintura de la segunda mitad del siglo XVIII, que se encuentra en la Colección Belén Delfino en Caracas. Vid. Carlos F. Duarte, Pintura e iconografía popular de Venezuela, Caracas, Ernesto Armitano Editor, 1978, p. 252.         [ Links ] Esta información la agradecemos a Janette Rodríguez.

62. Así lo interpreta Leandro de Granada en su scholia, vid. Gertrudis la Magna, Libro intitulado Insinuación de la Divina Piedad, p. 98.

63. De hecho un jesuita novohispano, Juan Martínez de la Parra, la había presentado en su plática del día 10 de junio de 1690 en La Profesa, como una devota al crucifijo. Jesús le prometió que quien mirase al crucifijo con devoción podía contar con su benignidad en la hora de la muerte. Juan Martínez de la Parra, Luz de verdades católicas y explicación de la doctrina christiana, Sevilla, Juan Francisco Blas, 1699, vol. I, p. 88.         [ Links ] (Platica VIII: Porqué de entre todas las demás insignias de la Pasión de nuestro Redemptor, sola la cruz es la insignia del christiano. A diez de junio de 1690.)

64. En el Breve resumen se narra que "En una ocasión estando la santa en cruz delante de un santo crucifijo, dejó la suya el Señor, y viniéndose a sus brazos le dijo: Bienvenida seas amada de mi corazón, medicina de mis llagas, alivio de mis dolores."

65. Lardito, op. cit., vol. I/16, p. 199.

66. Lardito, op. cit., vol. II/ejercicio VIII, p. 143.

67. Lardito, op. cit., vol. I/16, pp. 200 y ss.

68. Este tema, no muy frecuente en Nueva España, fue desarrollado en cambio con mayor amplitud en el ámbito peruano, del cual existen numerosos ejemplos entre los que están: un cuadro anónimo localizado en el templo de los franciscanos descalzos en Quito donde se representa el intercambio del corazón con el Jesús niño; otro anónimo en la casa de Moneda de Potosí en Bolivia con un Cristo adulto; un tercero firmado por Francisco Contreras y fechado en 1785, que se encuentra en la Colección de Asociación Venezolana de Amigos de Arte Colonial en Caracas. Vid. Carlos F. Duarte, Diccionario biográfico documental. Pintores, escultores y doradores en Venezuela, Caracas, Fundación Galería del Arte Nacional/Fundación Polar, 2000, p. 69.         [ Links ] Agradecemos la última noticia a Janette Rodríguez.

69. También en el ámbito poblano existe otro bello ejemplo de este tema en el Museo Universitario de Puebla. Velia Morales Pérez, op. cit., p. 163. Aunque aquí no aparece representado el corazón de Jesús, sino sólo el de la monja que ella misma ha arrancado de su pecho.

70. Agradecemos a Cristina Ratto por llamar nuestra atención sobre este retablo. Gonzalo Obregón demostró que los santos representados corresponden a los protectores invocados en el testamento del bachiller Medina Picazo redactado en 1728. También es interesante observar que en la lista de los libros de Medina Picazo se encuentra una Vida de santa Gertrudis en 2 vols. Vid. Gonzalo Obregón, La capilla de los Medina Picazo en la iglesia de Regina Coeli, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1971, pp. 13 y 60.         [ Links ] La mención del impreso en la p. 77.

71. Francisco Moreno, Santa Gertrudis haec misterioso de la gracia, en lo que no es, en lo que es y no es, y en lo que es, México, Herederos de la Viuda de Francisco Rodríguez Lupercio, 1723, pp. 9 y ss.         [ Links ]

72. Una oración impresa en latín, que fue recogida por el Santo Oficio de México en 1698 en Sombrerete, asegura la gracia final a los devotos de la santa. AGN, Inquisición, vol. 706, exp. 29, fs. 273v-274v. En una novena que no fue prohibida, se asegura que Gertrudis consigue la protección de la virgen para sus devotos en la hora de su muerte: Oración a santa Gertrudis: "Asísteme en la hora de mi muerte, defendiéndome del enemigo [...] Extiéndase el poder de tu intercesión al alivio de las Almas del Purgatorio, al remedio de los que están en pecado mortal." Juan Francisco González de Retana, Novena en obsequio de la prodigiosa y amabilísima virgen abadesa santa Gertrudis la Magna del esclarecido orden de San Benito, México, Imprenta Nueva de la Biblioteca Mexicana, 1758 (reimpresión).         [ Links ] Se encuentra en AGN, Inquisición, vol. 1193, exp. 3, fs. 1-11.

73. Dimas Serpi, Tratado del Purgatorio contra Luthero y otros herejes, Barcelona, Gabriel Graells, 1601, pp. 484 y ss.         [ Links ]

74. Gertrudis la Magna, Segunda y última parte de las admirables y regaladas revelaciones, p. 650. Sobre el origen de las misas de san Gregorio, vid. Dimas Serpi, op. cit., pp. 371 y ss.

75. AGN, Inquisición, vol. 322, exp. s.n., fs. 373r-380r. Las misas de san Gregorio fueron introducidas por san Vicente Ferrer y algunas prácticas alrededor de ellas (como el uso de velas y el orden en que debían ser rezadas) también fueron prohibidas por el Primer Concilio Mexicano de 1555. Concilios Provinciales Primero y Segundo, celebrados en la muy noble y muy leal ciudad de México..., México, Imprenta del Superior Gobierno de Joseph Antonio de Hogal, 1769, pp. 76 y ss.

76. Elisa Vargaslugo, La iglesia de Santa Prisca de Taxco, 3a. ed., México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1999, pp. 308 y ss.         [ Links ]

77. Jaime Ángel Morera y González, Pinturas coloniales de ánimas del Purgatorio, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2001.         [ Links ] Otros ejemplos que da este autor de cuadros de ánimas donde aparece santa Gertrudis son: Anónimo, parroquia de San Miguel Chapultepec (siglo XVIII). Aquí aparece junto con san Antonio de Padua. Cuadro de José Rubí de Marimón, en la parroquia de Santa María Acuexcoma, Puebla (siglo XVIII). En el centro está un san Miguel y Gertrudis hace pareja con san Nicolás Tolentino.

78. Este manuscrito es una colección de sermones y pláticas de finales del siglo XVI e inicios del XVII que se llevaron a cabo en diversas iglesias y colegios de la Compañía. Anónimo, Regla de la Concepción, Biblioteca Nacional, ms. 833, pp. 192v. y ss.         [ Links ]

79. Virginia Armella de Aspe y Guillermo Tovar de Teresa, Escudos de monjas novohispanas, México, Grupo Gutsa, 1993, pp. 135 y 176.         [ Links ]

80. Guillermo Tovar de Teresa, Un rescate de la fantasía: el arte de los Lagarto, iluminadores novohispanos de los siglos XVI y XVII, México/Madrid, El Equilibrista/Turner Libros, 1988, p. 176.

81. Los escudos descritos y otros, no mencionados, pero que también incluyen a la santa, se encuentran en Virginia Armella de Aspe y Guillermo Tovar de Teresa, op. cit., pp. 174, 164, 172, 178 y 93. También tenemos ejemplos de escudos con santa Gertrudis en la Colección del Museo Soumaya y en la colección de la Casa Grande de Apaseo, vid. Lidia Sada de González et al., La magia del barroco en Apaseo, México, Grupo Financiero Bancomer, 1999, pp. 84 y 87.         [ Links ]

82. En 1764 un ejemplar de la Idea de una perfecta religiosa de autoría de Lardito estaba entre los libros del refectorio del Real Convento de la Concepción de México. Este ejemplar se encuentra actualmente en la Biblioteca Nacional.

83. Joseph de Lanciego y Eguilaz, Carta pastoral que el ilustrísimo y reverendísimo señor maestro don fray Joseph de Lanciego y Eguilaz, arzobispo de México, del Consejo de su majestad, etc. escribe a sus amadas hijas las religiosas de toda su filiación, México, Herederos de la Viuda de Miguel Ribera, 1716, pp. 46 y ss.         [ Links ] Hay que resaltar, también, que la ya mencionada obra de Lardito, titulada Idea de una perfecta religiosa, fue dedicada a este arzobispo de México, hecho que nuevamente corrobora su difusión en el ámbito monacal femenino novohispano.

84. Los nombres de profesas se pueden consultar en las listas que proporcionan Josefina Muriel, Conventos de monjas en la Nueva España, 2a. ed., México, Jus, 1995.         [ Links ] Alicia Bazarte Martínez et al., El convento jerónimo de San Lorenzo (1598-1867), México, Instituto Politécnico Nacional, 2001.         [ Links ] Nuria Salazar Simarro, "Salud y vida cotidiana en la clausura femenina. El convento de Jesús María de México, 1580-1860", tesis de maestría, México, Universidad Iberoamericana, 2002, p. 170,         [ Links ] nota 491. También se puede consultar el catálogo del ramo Bienes Nacionales del Archivo General de la Nación.

85. Libro que contiene los patronatos que esta muy noble, muy fiel y leal ciudad de Puebla de los Ángeles de esta Nueva España tiene acordados..., Archivo General Municipal de Puebla, fs. 73 y ss. La noticia sobre patronazgo aparece también en Pierre Ragon, "Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI y XVII)", en Historia Mexicana, núm. 2, vol. LII, 2002, pp. 361-389.         [ Links ] Junto con la ciudad de México, Puebla y el valle de Puebla-Tlaxcala son los territorios donde encontramos un mayor número de representaciones de la santa.

86. Karen Christianson de Casas, "Análisis arquitectónico", en Lorenza Autrey Maza et al., La Profesa. Patrimonio artístico y cultural, México, Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, 1988, p. 146.         [ Links ]Karen Christianson de Casas, "Análisis arquitectónico", en Lorenza Autrey Maza et al., La Profesa. Patrimonio artístico y cultural, México, Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, 1988, p. 146.         [ Links ]

87. Manuel Fernández de Echeverría y Veytia, Historia de la fundación de la ciudad de la Puebla de los Ángeles en la Nueva España, su descripción y presente estado, México, Altiplano, 1963, vol. II, p. 363.         [ Links ]

88. Juan Antonio de Oviedo enumera en el sermón fúnebre numerosas dádivas de la marquesa, incluyendo las de la fiesta de su "querida patrona santa Gertrudis" en la iglesia franciscana de Tacubaya. Oviedo, La mujer fuerte. Sermón panegírico, y funeral que en las solemnes honras, que la Casa Profesa... celebró a su insigne bienechora y patrona de su Iglesia..., México, Francisco Javier Sánchez, 1739.         [ Links ] Por otro lado en la Casa Profesa durante el siglo XVIII se celebraba también la fiesta de santa Gertrudis, en el día 16 de noviembre con 125 pesos de réditos. Vid. Ignacio Calderón, "Régimen de la Casa Profesa", manuscrito inédito fechado en 1756, Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Fondo Jesuitas, vol. 13/30, f. 37.         [ Links ]

89. Marco Díaz Ruiz, La arquitectura de los jesuitas en Nueva España, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Estéticas, 1982, p. 80.         [ Links ]

90. En el inventario de los bienes de los jesuitas del año 1773 se menciona la estatua de bulto de esta misión. Eligio Moisés Coronado, Descripción e inventarios de las misiones de Baja California, 1773, Gobierno del Estado de Baja California Sur/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Universidad Autónoma de Baja California Sur, 1994, p. 159.         [ Links ] La fecha de fundación de esta misión tardía se encuentra en Ignacio del Río, Conquista y aculturación en la California jesuítica, 1697-1768, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1998, pp. 55 y ss.         [ Links ]

91. AGN, Inquisición, vol. 1193, exp. 3, fs. 5-11, 10 de abril de 1780. En los dictámenes se advierte que el Breve resumen inspira "vana confianza a los pecadores, y a que en la precisa devoción a la santa aseguren su penitencia final, y salvación eterna: como en efecto se experimenta en muchos, que aun siendo de una conducta muy reprehensible y relajada, viven sin embargo satisfechos que se salvarán por ser devotos de Santa Gertrudis" (f. 7v.) Curiosamente la novena a la santa no se prohibió, aunque se censuraron ciertas expresiones contenidas en ella.

92. Fernando Cervantes, El diablo en el Nuevo Mundo, Barcelona, Herder, 1996, pp. 129 y ss.         [ Links ]

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