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Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas

versão impressa ISSN 0185-1276

An. Inst. Investig. Estét vol.22 no.77 Ciudad de México Set./Dez. 2000

 

Reseñas

 

Pissarro en Venezuela

 

por Paula Nettel

 

Exposición

 

Tal vez para algunos no sea una sorpresa, aunque sí para muchos, el saber que el famoso pintor impresionista francés Camille Pissarro comenzó su carrera artística en Venezuela: tal es el tema de la exposición Pissarro en Venezuela, curada por Gloria Carnevali, que se presentó en la embajada de Venezuela en Londres de junio a agosto y luego en el festival de Edimburgo de agosto a octubre de 1997.

El artista nació en la isla de San Thomas en 1830, de padre judío francés y madre dominicana. Comenzó sus primeras clases de dibujo en un internado en Francia, entre otras materias como latín, literatura y matemáticas. A su regreso a San Thomas en 1847 trabajó un tiempo contra su voluntad en el comercio de su padre; en esa época estableció una fuerte amistad con un pintor danés, Fritz George Melby, quien deseaba volver a Venezuela, donde había estado con anterioridad. Pissarro se entusiasmó con el proyecto y partió con él a Venezuela en 1852 a la edad de 22 años. Permanecería dos años en Venezuela, donde por primera vez se dedicó a dibujar de tiempo completo. De este viaje Pissarro diría tiempo después: "no pude seguir soportando dicha situación y sin pensarlo más me fugué a Caracas para romper de esa manera con las amarras que me ligaban a la vida burguesa".

A pesar de su determinación, después de casi dos años, bajo la presión de su padre regresó a trabajar en el negocio familiar, pero ya con la determinación de consagrarse profesionalmente a la pintura. En efecto, el ahínco con el que trabajó Pissarro en Venezuela, además de su interés por el arte, tenía la motivación de convencer a su padre de su talento. Pero no es sino hasta un año después de su regreso a la empresa familiar cuando obtuvo el permiso de ir a París a estudiar pintura.

Si esta anécdota conmueve y explica los principios de Pissarro, la importancia de esta exposición no termina en ella. Los dibujos mostrados son piezas raras de su obra, ya que la mayor parte de ellos se perdió cuando fue destruido su taller durante la ocupación prusiana de 1870. Por otra parte, esta exposición reúne obras de diferentes colecciones venezolanas de las cuales algunas fueron localizadas con motivo de la investigación que se llevó a cabo para la exposición y son presentadas por primera vez en Europa. Además, en el catálogo encontramos censados un número significativo de dibujos y acuarelas que se hallan en manos de colecciones institucionales y privadas en Caracas y en el extranjero.

Si, como dice Lucien Pissarro, el Pissarro maduro no daba gran importancia a su obra de juventud, para quien admira al patriarca de los impresionistas es importante conocer la obra de juventud del artista porque nos permite comprender mejor su desarrollo. En efecto, en estas obras —en su mayoría dibujos (lápiz, tinta y sepia), pero también algunas acuarelas— ya encontramos al pintor interesado en la naturaleza y en el ser humano. Así, los motivos elegidos de la vida cotidiana y los estudios de detalle de actitudes se repiten en una búsqueda de maestría.

El interés de Pissarro por el paisaje se concentra en la vegetación de la selva tropical: rocas, palmas, lianas, palmeras. Una de las obras más logradas tiene como motivo la parte inferior de un gran árbol y sus viejas raíces. Los trazos de lápiz vigorosos y precisos muestran ya una gran maestría de la técnica del dibujo. Salta a la vista el gran interés del pintor por las especies vegetales, al grado de que por momentos uno creería estar viendo catálogos de botánica del siglo XIX.

Si es verdad que en las reseñas de obras de juventud de grandes pintores como Pissarro un cliché es tratar de encontrar en las obras tempranas el genio en ciernes, en este caso no se puede dejar de lado el paralelo que indudablemente existe entre estas obras tempranas y la obra consagrada, por lo menos en el interés social que manifiestan. Llama la atención la repetida representación de la vida del pueblo y sus tareas: lavanderas, aguadoras, cocina al aire libre, baile en la posada, serenata, etc. Entre las escenas de la vida cotidiana, las que se repiten más a menudo son las del mercado: vendedoras de fruta, vendedoras de hortalizas, los marchantes y sus clientes en el puesto del mercado, el peluquero de pueblo, mujeres que salen de misa, etcétera.

El interés de Pissarro por un pueblo remoto no lo lleva, sin embargo, al exotismo. Tal vez porque no se trata de un francés citadino sino de un isleño descendiente de una pareja mixta, como ya señalamos. En ninguna de estas representaciones encontramos la exageración presente en otros artistas cuando representan tierras lejanas. Pissarro da cuenta con gran naturalidad de las características de ese pueblo, como si toda su vida hubiera vivido ahí.

Lo primero que imaginé cuando me dirigía a esta exposición fue que encontraría las huellas de la luz impresionista y su inspiración venezolana propiciada por la fuerte luz del trópico. Pero, para gran sorpresa mía, las acuarelas carecen de luminosidad, lo que sin duda se debe a que, al contrario del dibujo, todavía Pissarro no dominaba la técnica de la acuarela. Los colores no son brillantes, se limita principalmente a una gama de verdes y pardos que quieren sobre todo dar cuenta del vegetal; mas todavía no está presente un interés cromático. Así, el efecto que logra en estas acuarelas es el de la iluminación; además, estas obras carecen de la fluidez típica de la acuarela, tal vez debido a un pincel demasiado saturado de pigmento.

Sin embargo, la fuerte luz del trópico no está ausente. No se encuentra en las acuarelas, sino en los dibujos donde la representa con una utilización muy sutil de los blancos del papel. Una de las conclusiones a las que se puede llegar es que su estancia en Venezuela sí contribuyó a fortalecer su interés por la luz, pero no es en el color donde la luz se encuentra mejor representada.

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