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Nueva antropología

versión impresa ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.31 no.89 México jul./dic. 2018

 

Editorial

Editorial


Este número de Nueva Antropología se propone explorar, en contextos urbanos, tanto el tipo de asociaciones y redes en las que la identidad étnica juega un papel decisivo, como las consecuencias que se derivan de pertenecer a ellas. Tales efectos no sólo pueden ser prácticas (económicas o políticas) sino también de índole moral y psicológica, y conducen a la resignificación de las culturas e identidades. Los artículos buscan destacar la creciente pluriculturalidad étnica y cultural de las ciudades en varios países del mundo y reiterar que en México esta pluralidad incluye a pueblos indígenas y a otras afiliaciones. Interesa, además, discutir acerca de los enfoques conceptuales y metodológicos con que se investiga y analiza la pluralidad urbana.

Los artículos comparten el desafío de caracterizar etnográficamente la complejidad urbana, desde la perspectiva de casos o situaciones puestas en contexto y complementadas, sin perder primacía, con otras fuentes de información. En todos los trabajos, sea de manera explícita o implícita, el examen de las redes sociales proporciona hechos clave para entender la escala de las relaciones en que participan los sujetos de estudio y condicionan sus comportamientos e identidades. Además, los autores conciben la etnicidad no como un rasgo o atributo invariable, sino como un proceso en construcción, en el que la organización del espacio urbano desempeña un papel decisivo. Identifican, también, el complicado nexo entre diferencia étnica y desigualdad social -o entre persistencia étnica y derechos ciudadanos-, cuyo análisis, para no caer en el mecanicismo, implica tener en cuenta el contexto histórico de la ciudad que se estudia y de la sociedad mayor en que se inserta. El desafío, de nuevo, es no perder la centralidad del análisis etnográfico; mientras que las contribuciones a este número expresan distintas formas de enfrentarlo.

El artículo de Luis Alfonso Ramírez Carrillo, “Identidad persistente y nepotismo étnico: movilidad social de inmigrantes libaneses en México”, recupera y amplía la investigación que el autor ha llevado a cabo durante más de dos décadas. Muestra que la identidad libanesa en México, lejos de reproducir el sentido de pertenencia al lugar de origen, se ha construido, en el contexto mexicano, a través de varias generaciones, a partir de redes de parentesco, alianzas económicas, políticas, y de asociaciones formales. Fue el tránsito de los inmigrantes procedentes de la “Gran Siria” a la vida urbana, lo que facilitó el surgimiento de una etnicidad común, que funcionó en un principio como estrategia de sobre vivencia y luego como e caz instrumento de movilidad social ascendente. La superposición de familias extensas y redes sociales incluyentes, articuladas mediante una ideología que afirmaba y valoraba su unidad histórica y cultural, fue clave para la creación de nichos empresariales que potenciaron liderazgos no sólo económicos, sino también políticos, como ocurrió en la península de Yucatán y en otras regiones del sureste mexicano. En el análisis, Ramírez Carrillo utiliza los conceptos endogamia, endogrupo y nepotismo étnico, además, deja ver la tensión entre la cohesión del grupo identitario y la mezcla de intereses, vínculos externos (y exogámicos) que inevitablemente caracterizan la vida de las ciudades.

Ruhama Abigail Pedroza García, en su artículo “Cuauhtémoc, Chihuahua: ¿la ciudad de las tres culturas? Ejemplo de una comunidad imaginada en el norte de México”, examina críticamente la asimetría de las relaciones interétnicas entre menonitas, rarámuris y mestizos. La identidad de cada uno de estos segmentos socioculturales se fue construyendo y resignificando en el contexto de la conflictiva historia de la fundación y crecimiento de esa ciudad y del municipio del mismo nombre, después de la época revolucionaria y de la reforma agraria cardenista. Desde la década de 1990, año con año, el Festival de las Tres Culturas tiene como objetivo oficial “celebrar la unidad, la fraternidad, la tolerancia y el respeto”. No obstante, para la autora, este discurso pretende crear un “imaginario folklorista” que vuelva invisibles las contradicciones y segregación vigentes en la economía manzanera y la vida cotidiana de la ciudad. La riqueza material de la comunidad menonita, poseedora de las mejores huertas, le con ere un lugar privilegiado en términos de autonomía y capacidad de autogestión y negociación política. En contraste, los jornaleros rarámuris y sus familias enfrentan una situación desventajosa y subordinada. Se ha creado así una “jerarquía etnorracial”, manifiesta tanto en la segregación de los espacios como en las redes laborales estratificadas. El festival implica un intento de mediación simbólica por parte de los mestizos, sin romper la estructura de dominación que también los favorece.

Al igual que Pedroza García, Regina Martínez Casas ha investigado una ciudad pequeña: Tehuacán, que cuenta con aproximadamente 250 000 habitantes (Cuauhtémoc tiene 150000 aproximadamente). También encuentra en su trabajo “Tehuacán: los indígenas que alguna vez compraron sus derechos ciudadanos”, una población indígena en condiciones drásticas de pobreza; sin embargo, dicha localidad tiene una historia muy diferente, que se remonta a la época prehispánica. En el siglo XVII sus moradores compraron al gobierno colonial el título de ciudad indígena, y participaban exitosamente en amplias redes comerciales. Empero, en los siglos XIX y XX el desarrollo de un capitalismo sucesivamente extractivista, turístico y maquilador dio lugar a nuevas clases dominantes (no indígenas), y tanto los pueblos originarios como los que en décadas recientes fluyeron como migrantes desde el agro pauperizado, y quedaron desplazados hacia una posición subordinada. Aunque nunca han desaparecido sus vínculos con el pequeño comercio, hoy en día las redes de los indígenas se construyen principalmente como instrumentos de solidaridad horizontal con parientes, paisanos y vecinos, o de amparo y clientelismo con funcionarios e intermediarios no indígenas; en estas últimas resulta obvia la relación de subordinación. A ese propósito se examina la operación de un programa social del gobierno federal.

Diana Patricia García Tello privilegia, por su parte, la utilización del concepto metodológico de red social. Centra la atención en la capacidad de los indígenas mixtecos de migrar a grandes ciudades, insertarse en ellas y no perder sino resignificar su cultura e identidad, a pesar de las condiciones desventajosas. Su investigación, “Redes sociales translocales. El caso de los mixtecos asentados en las áreas metropolitanas de Guadalajara y Monterrey. Una mirada interdisciplinaria”, utiliza enfoques de la antropología y la geografía para caracterizar redes sociales que no sólo auspician la comunicación bilateral entre el lugar de origen de los migrantes (el municipio de Silacayoápam, Oaxaca) y cada una de las ciudades a las que acuden, sino que representan flujos multilaterales entre todos los puntos de origen y destino. Se distinguen varios tipos de red, según finalidad y contenido, y según incluyan sólo miembros de la etnia o también agentes externos. El espacio urbano no se concibe como un simple contenedor sino como un actor sui generis que condiciona las características de las redes y es a su vez condicionado por ellas. Con todo, la operación de los tejidos sociales no modifica la naturaleza asimétrica, jerárquica y segregada de las sociedades urbanas.

Para concluir, el artículo de Guillermo de la Peña, “El enfoque situacional y el estudio de redes y asociaciones urbanas en contextos pluriétnicos”, se re ere a varias investigaciones en donde se exponen las características y utilidad de ese recurso conceptual y metodológico. El autor utiliza tanto etnografías propias como de otros autores para distinguir entre diversos tipos de relación social (estructuradas, categoriales y redes personalizadas); en cada uno de ellos se vuelven relevantes distintas expectativas de conducta y también distintas identidades y atributos que tienen consecuencias prácticas. Las situaciones, definidas como secuencias acotadas de actividades e interacciones en las que participan actores determinados, permiten identificar estos diversos tipos. Esta clase de análisis, inaugurada por los estudios clásicos de migrantes rurales que llegan a las ciudades mineras del África colonial, mostraba que las identidades étnicas (“tribales”) cobraban mayor importancia en situaciones donde predominaban relaciones de tipo categorial, y en cambio la identidad de clase era más relevante en las relaciones laborales estructuradas. Algo semejante se constataba en otro estudio clásico sobre familias de origen italiano en Boston. Sin embargo, las experiencias de los gitanos en Madrid y de los indígenas urbanos en Guadalajara prueban que la identidad étnica, marcada por estigmas racistas, puede aparecer en todos los tipos de relación social y condicionar el acceso a servicios y al ejercicio de los derechos ciudadanos.

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