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Nueva antropología

versión impresa ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.28 no.83 México jul./dic. 2015

 

Editorial

 

Hace cuatro décadas la revista Nueva Antropología irrumpió en la escena editorial de publicaciones científicas, como un espacio abierto a las nuevas temáticas de estudio que emergieron a partir de la crisis teórico-política experimentada por la antropología mexicana en la década de los setenta. Desde entonces Nueva Antropología se ha mantenido como una tribuna de debate e intercambio de ideas en torno a investigaciones sociales comprometidas con la aplicación de innovadores enfoques teóricos y metodológicos. Siguiendo esta tradición, en el marco del festejo de su 40 aniversario se preparó el presente número temático con el propósito de discutir el poder de la etnografía en el estudio de los procesos sociopolíticos contemporáneos. Por esta razón, los trabajos que a continuación se exponen contienen reflexiones que buscan abrir nuevas aristas de investigación socio-antropológica, las cuales desbordan la visión clásica del trabajo de campo para incursionar en la posibilidad de realizar una etnografía experimental, reflexiva y en diálogo interdisciplinario.

El presente número inicia con una colaboración especial de uno de los antropólogos más destacados de nuestro país: Rodolfo Stavenhagen, quien en su artículo "Etnografía activista: mi experiencia en la ONU", realiza un ejercicio reflexivo de su extensa labor como defensor de los derechos de los pueblos indígenas. Mediante un breve recuento de sus experiencias de trabajo de campo, bajo el mando de los principales exponentes del indigenismo en México, Stavenhagen narra cómo estas prácticas etnográficas le permitieron observar de primera mano las ambigüedades y contradicciones generadas por las políticas estatales de integración nacional aplicadas a los pueblos indígenas. Refutar las contradicciones con respecto a lo que en ese entonces era denominado "antropología aplicada" llevarán a este autor a comprometerse con la llamada "antropología de acción", la cual cuestionaba la "objetividad", "sana distancia" y "neutralidad" del investigador durante el proceso etnográfico. El texto muestra cómo, con el paso del tiempo, ya como relator especial para los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas de la Organización de las Naciones Unidas, Stavenhagen se vio obligado a reflexionar sobre lo difícil que es realizar una etnografía situacional en los entornos solemnes de la ONU y durante las "misiones" de trabajo por el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas en diversas partes del mundo, pues en estos espacios se interrelacionan una gran cantidad de actores con intereses divergentes, es el caso de los representantes de los gobiernos, las interfaces diplomáticas, los pueblos indígenas y sus intelectuales, así como las organizaciones de la sociedad civil, entre los cuales es difícil decidir quién tiene la razón y, sobre todo, resulta imposible delimitar en dónde termina la responsabilidad de un relator especial de la ONU. Ante estos dilemas, el artículo concluye que el relator, como todo etnógrafo, no puede ser un "observador neutro", sino que regularmente asume el papel de "observador activista", en este caso, en favor de las luchas por la autonomía de los pueblos indígenas y el reconocimiento de sus derechos.

En el artículo "Entre activistas, funcionarios e industriales. Aplicación de la etnografía -enfocada y política- en escenarios de gobernanza", Laura B. Montes de Oca reflexiona sobre la forma en que la aplicación metodológica de la etnografía ya no es exclusiva de la antropología, pues este enfoque de investigación es actualmente aplicado por otros científicos sociales, entre los que destacan sociólogos y politólogos, para analizar diversos escenarios políticos en donde confluyen agentes estatales, el mercado y la sociedad. Para Montes de Oca, hoy el proceder etnográfico tradicional basado en el paradigma malinowskiano se ha reconfigurado en la construcción social y teórica del campo (field), así como en la producción de textos etnográficos, generando una etnografía política enfocada cuyas características principales son: a) las visitas cortas a los escenarios de interrelación de los actores sociales, ya sea de manera física, simbólico-discursiva o virtual; b) una multiplicidad de técnicas para orientar la mirada a ciertos procesos o situaciones sociales que acontecen en el campo, y c) la intención de comprender el detalle microscópico de las relaciones sociopolíticas desde la perspectiva de los sujetos (emic), pero en constante interlocución con las categorías teóricas preexistentes (etic). Conjuntando todos estos elementos, Montes de Oca muestra la utilidad de la etnografía enfocada para cuestionar la normalización de los escenarios de confrontación e interlocución entre la ciudadanía, los agentes que representan al Estado y los empresarios, pues sus hallazgos etnográficos en la elaboración de la legislación mexicana sobre bioseguridad y la norma oficial mexicana de emisiones de bióxido de carbono difieren mucho de los elementos que teóricamente definen la gobernanza y las innovaciones democráticas. No obstante, para esta autora el desfase entre la evidencia empírica y el referente teórico no es un problema, sino que representa una ventana de oportunidad para demostrar el poder epistemológico que tiene la etnografía para conocer el punto de vista de los actores y repensar las categorías con las que abordamos la realidad social.

Siguiendo una línea de reflexión similar, Turid Hagene, en su trabajo "Debatiendo conceptos con metodología etnográfica: el caso del 'clientelismo político' y la 'compra de votos' ", muestra la utilidad de la observación participante para refutar conceptos teóricos y dotar de más contenido explicativo a las categorías que orientan el análisis del clientelismo político a partir del punto de vista de los actores involucrados en este tipo de transacciones. Recuperando los datos obtenidos durante sus estancias de trabajo de campo en un pueblo originario del poniente de la ciudad de México, Hagene demuestra que en este lugar las prácticas clientelares están vinculadas a narrativas como "labor social", "ayuda" y "acción solidaria", de ahí que legítima y regularmente son empleadas por cualquier actor o red social con el objetivo de resolver problemas cotidianos de gestión en el contexto de una contienda electoral. Por el contrario, en este entorno la compra de votos sí configura imaginarios basados en la sanción social, pues los habitantes de este pueblo la consideran una práctica ilegítima que incluso merma la dignidad de los actores en lo individual y colectivo. En el artículo se afirma que la etnografía permite una relación dialéctica entre los puntos de vista emic y etic, lo cual flexibiliza el proceso de investigación al grado que los conceptos teóricos (etic) operan sobre un contexto determinado, por lo que no deben omitir las percepciones de los sujetos (emic) en la descripción y explicación de un proceso social, en este caso del intercambio clientelar de bienes o servicios a cambio de votos.

Los artículos "La delimitación cuantitativa de divisaderos de observación etnográfica: una herramienta metodológica para el estudio antropológico del Estado", de Emanuel Rodríguez, y "Campos de dominación y ámbitos de condensación: el estudio multidimensional de las relaciones políticas en la ciudad de México", de Héctor Tejera, cuestionan el bajo nivel de colaboración y diálogo metodológico que ha promovido la antropología con otras disciplinas sociales. Ambos autores postulan por la inclusión de técnicas cuantitativas de carácter sociométrico (basadas en estadísticas, mediciones y georreferenciaciones) para delimitar y contextualizar divisaderos de observación etnográfica, los cuales se caracterizan por contener ámbitos de condensación representativos de las relaciones entre gobernantes y gobernados, que posteriormente serán la base para realizar el trabajo de campo. Con el análisis de las zonas grises de la política local, el trabajo de Rodríguez propone que la complejidad sociopolítica de los espacios delegacionales de la ciudad de México puede ser analizada como un entramado de relaciones y espacios sociales que acontece en diferentes escalas y, por lo tanto, debe ser "ensamblada" mediante una integración de factores micro y macrosociales. Este ensamblaje representa una nueva forma de investigación etnográfica que permite profundizar en la dinámica política de los procesos sociopolíticos contemporáneos, sin perder de vista los contextos en los que se desarrollan los actores sociales. Por su parte, Tejera destaca en su texto cómo el enfoque de investigación etnográfica de las prácticas político-culturales, combinado con el análisis cuantitativo de las geografías electorales a nivel local, le ha permitido explicar los mecanismos de dominación político-territorial que caracterizan la estructura de poder de la ciudad de México.

En "La vida social de los documentos de las políticas públicas", Alejandro Agudo Sanchíz realiza una autoetnografía de su participación como consultor en la evaluación del programa Oportunidades para reflexionar sobre la trayectoria de las metáforas movilizadoras (como atención a la pobreza, corresponsabilidad del desarrollo, participación ciudadana, equidad de género, entre otras) y el papel desempeñado por éstas en el continuo proceso de construcción de la política. Mediante la etnografía documental del diseño de este programa social, en donde intervienen las voces y los imaginarios de las comunidades de especialistas, autoridades gubernamentales y representantes de la sociedad civil, el artículo evidencia las relaciones sociales que están detrás de una política pública. Para Agudo Sanchíz el poder de la etnografía en el estudio de la vida social en los documentos radica en revelar el incierto mundo de acuerdos, negociaciones y disensos entre la red de actantes humanos y no humanos (en el sentido de Latour), involucrada en el diseño de una acción gubernamental que normaliza las formas de conocimiento y representación de diversas realidades sociales.

Nitzan Shoshan, en "Más allá de la empatía: la escritura etnográfica de lo desagradable", se aventura en realizar una investigación etnográfica con jóvenes de extrema derecha en la ciudad de Berlín, Alemania. El texto de Shoshan evidencia la existencia de campos de investigación social que han sido poco abordados por las ciencias sociales, porque en el discurso académico están encasillados como "minúsculos", "aberrantes", "desagradables" o "extremos". Ante esta situación, el texto reflexiona sobre el reto metodológico que tiene la antropología y otras disciplinas sociales, para acceder a las dimensiones cotidianas y profanas de los márgenes políticos, sociales y urbanos de los entornos locales. Según Shoshan, un primer paso para superar esta carencia es empezar a cuestionar la predisposición de los investigadores por realizar estudios y trabajar con personas y grupos con quienes puedan simpatizar e identificarse, excluyendo aquello que desborda esta frontera y es encasillado como "población desagradable". Esto implica un viraje metodológico en donde el etnógrafo de los márgenes sociales debe abandonar la convencionalidad antropológica de fungir como defensor de los grupos que estudia y cambiar la simpatía por la empatía. Asimismo, este artículo vuelve a reactivar el debate sobre los retos éticos implícitos al realizar trabajo de campo, pues todavía no queda claro cómo podrá el etnógrafo de lo desagradable consolidar la confianza con sus informantes clave y, sobre todo, en qué medida el investigador podrá discernir la frontera que separa las traducciones positivas y negativas de un grupo social en la producción de textos etnográficos. Si bien estas preguntas abren el debate sobre la posición que la antropología y la investigación etnográfica ocupan dentro de un régimen de conocimiento, esto no niega el poder metodológico del trabajo de campo para captar las representaciones de los márgenes sociales que han sido poco estudiados por considerarse "desagradables".

Cierra esta entrega un artículo de Gabriela Vargas titulado "Reflexiones sobre el trabajo de campo: la utopía intersubjetiva en un mundo desigual". Este texto se adentra en la reconfiguración de la práctica etnográfica contemporánea, en el marco de contextos sociales marcados por amplias desigualdades sociales. Hoy, en opinión de Vargas, utópicamente se ha dado por sentado que el etnógrafo ya no está tras la búsqueda de la "otredad", sino que ahora se pretende lograr un entendimiento intersubjetivo con otras personas de manera horizontal. Recuperando su experiencia de trabajo de campo en el estudio de las desigualdades interdependientes a nivel lingüístico, tecnológico y musical, la autora demuestra que la utopía intersubjetiva en el trabajo etnográfico es casi imposible de alcanzar. Esto se debe a que habitamos un mundo desigual, el cual necesariamente se expresa en la comunicación y, por lo tanto, en la producción de textos etnográficos. En el artículo se concluye que la etnografía también puede ser una poderosa herramienta metodológica para demostrar, mediante los datos del trabajo de campo, que las personas ubicadas en situaciones desventajosas no están ahí por una decisión individual, sino que dependen de las condiciones estructurales de la desigualdad.

Una primera versión de los artículos que componen este número fueron presentados en un seminario organizado por la revista Nueva Antropología titulado: "El poder de la etnografía: nuevos enfoques de investigación etnográfica y sociológica en los procesos sociopolíticos contemporáneos", realizado en el Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México, en noviembre de 2014. Dicho evento no hubiera sido posible sin el apoyo de Arturo Alvarado, director de este centro de investigación. Mención especial merece la entusiasta participación de reconocidos especialistas en el tema, como Alfonso Barquín, Salvador Maldonado, María Luisa Tarrés, Angela Giglia, Elsie Rockwell, Karine Tinat, Federico Besserer, Shinji Hirai, Marco Estrada y Liliana Rivera. Finalmente, la considerable asistencia a este foro de debate, en el que predominaron jóvenes interesados en profundizar sus conocimientos metodológicos a nivel cualitativo, confirmó la importancia y vigencia de la etnografía en el estudio de los complejos procesos sociopolíticos que acontecen en los albores del siglo XXI.

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