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Nueva antropología

versión impresa ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.25 no.76 México ene./jun. 2012

 

Artículos

 

El barrio gay de París y la reproducción de la injusticia espacial

 

René Boivin Renaud*

 

* Maestro en Sociología Urbana, doctorando en el Lab'Urba, Instituto Francés de Urbanismo, UPEMLV.

 

Resumen

El autor se propone demostrar que el repliegue sobre el territorio de las poblaciones gay parisinas está ligado a las exclusiones socio-espaciales que padecen aquéllas en otros ámbitos de su vida social. Mientras que la existencia de barrios comerciales o residenciales gay ha sido a menudo interpretada como un indicio del empoderamiento de las minorías sexuales, en este trabajo de investigación se ofrece una visión alternativa, ya que dicho repliegue también puede interpretarse como uno de los efectos de las normas heterosexuales que inscriben el comportamiento sexual en el espacio urbano. El barrio gay sería el resultado de un proceso de agregación a la vez que la consecuencia de la segregación de prácticas y expresiones de la diversidad sexual, presentes fuera del ambiente gay. Por su sobrevisibilidad, el Marais en Paris tiende a ocultar y reproducir las injusticias espaciales padecidas por parte de la población gay.

Palabras clave: reconocimiento, segregación, gay, homosexual, justicia espacial.

 

Abstract

The author intends to show that the territorial retreat of the Parisian gay population is linked to the socio-spatial exclusions suffered by the latter within other spheres of their social life. While the existence of commercial or residential gay quarters has often been interpreted as a sign of empowerment of sexual minorities, this research paper offers an alternative view, since such retreat can also be interpreted as one of the effects of heterosexual norms that dictate sexual behavior in the urban space. The gay quarter would be the result of a process of aggregation as well as a consequence of the segregation of practices and expressions of sexual diversity, present outside the gay milieu. Due to its heightened visibility, the Marais in Paris tends to hide and reproduce the spatial injustice suffered on the part of the gay population.

Keywords: recognition, segregation, gay, homosexual, spatial justice.

 

INTRODUCCIÓN

En Francia, las homosexualidades siguen siendo poco estudiadas. El temor a abordar temáticas relacionadas con la sexualidad se debe probablemente al heterocentrismo del mismo medio académico y a la molestia que pueda suscitar toda reformulación de las tradicionales fronteras entre privado/público, homosexual/heterosexual, femenino/masculino. El tratamiento en relación con el espacio de las poblaciones gays resulta aún más escaso en comparación con los análisis socio-espaciales existentes en Estados Unidos, si bien recientemente en Francia aparecieron algunos trabajos de geografía cultural que tratan la orientación sexual a través del prisma del espacio (Blidon, 2008a).

Al relativo silencio sobre estas cuestiones se suma una dificultad metodológica: a defecto de datos que atañen al lugar de residencia de las poblaciones homosexuales, en su mayoría las investigaciones parten de un enfoque centrado en los comercios gays. Sin embargo, siguen adaptando los ejemplos de enclaves residenciales y comunitarios gays estadounidenses, casos poco comparables con los llamados barrios gays europeos. Asimismo, en numerosas ocasiones insisten en entender dichas formas territoriales como un indicio del empoderamiento de las minorías sexuales.1 Se tiende así a producir una representación homogeneizada de las condiciones de vida de las poblaciones homosexuales, invisibilizando las situaciones de vulnerabilidad que padecen parte de ellas.

Por otro lado, el estudio de las geografías homosexuales a menudo olvida la dimensión social de la sexualidad y las diferencias de clase que la atraviesan; el modo de vida gay hegemónico actual, caracterizado por la centralidad del ocio nocturno, el consumo de artículos de moda y la importancia de la pareja, siendo considerado como la única manera de vivir la homosexualidad, a la vez que como una posibilidad al alcance de todos: se ocultan así las tensiones y contradicciones que el espacio de encuentro gay produce y/o reproduce.2 Ahora bien, la sobrevisibilidad de barrios céntricos como Marais puede ocultar la persistencia de otras formas de producción espacial homosexual, menos visibles, y esconder situaciones de injusticia espacial. En este contexto, elegí invertir la perspectiva. En lugar de pensar la existencia de tales barrios gays como el reflejo de la "liberación" homosexual, exploro la hipótesis contraria: el repliegue territorial de las poblaciones gays, en el caso parisino, estaría debido a las exclusiones socio-espaciales que éstas padecen en otros ámbitos de su existencia social. Aprehendo tal configuración espacial no como el efecto del comunitarismo, sino como el producto de las normas heterosexuales que inscriben los comportamientos en el espacio: el auge de Marais es fruto de un proceso de agregación,3 de una búsqueda de lugares comunes de encuentros a la vez que la consecuencia de formas de segregación de prácticas y expresiones de sí presentes fuera del ambiente gay.

 

APARTADO METODOLÓGICO

Este estudio se enmarca en una investigación doctoral acerca de la gentrificación de los barrios gays de París, Madrid y México. Moviliza tres tipos complementarios de técnicas y materiales. La observación participante, por medio de la cual registro gestos y conversaciones espontáneas. El análisis estadístico de los datos derivados del sitio francés de encuentro entre varones Gaycamer, recogidos entre diciembre de 2009 y febrero de 2010, donde los inscritos indican su orientación y prácticas sexuales, definen sus expectativas en términos de relación e informan de su lugar de residencia, edad, profesión, situación afectiva, forma de convivencia, nivel de estudios, así como de su grado de coming out. Un primer tratamiento estadístico ha sido ejecutado con el programa SPSS. Esta fuente de información ofrece la ventaja de acceder más fácilmente a varones menos identitarios y con un nivel de estudios menor que quienes leen la prensa gay, mediante la cual se ha efectuado la mayoría de estudios franceses sobre los modos de vida homosexual; pero tiene el inconveniente de sobre-representar a los solteros y jóvenes estudiantes y económicamente activos. Éstos están proporcionalmente más presentes en nuestra muestra respecto de las últimas "Encuestas Prensa Gay"4 realizadas, debido al mayor uso de internet que hacen los más jóvenes y a la propia función de la fuente de información, siendo éste un servidor de encuentros sexo-afectivos (tabla 1).

Por último, realicé doce entrevistas en profundidad con personas que residen, frecuentan o trabajan en Marais.5 Éstas fueron seleccionadas en varios espacios del barrio y, luego, mediante el procedimiento de "bola de nieve", intentando variar los perfiles en términos de categorías socio-profesionales, edades y nivel de integración al ambiente gay. En dichos relatos de vida los informantes han sido interrogados sobre sus trayectorias residencial, profesional y afectiva, y acerca de las situaciones de discriminación que han padecido en distintos contextos sociales y urbanos.6

 

DEL GUETO HOMOSEXUAL A LA GENTRIFICACIÓN DEL BARRIO GAY

Ciudad, sexualidad y vulnerabilidad: el gueto homosexual

Chauncey (1994) evidencia los múltiples vínculos entre la emergencia de una cultura homosexual y el desarrollo de la modernidad urbana. En este sentido, el estudio de las homosexualidades, de sus espacios, se halla en continuidad con la ecología urbana de la escuela de Chicago, al plantear cuestiones como la segregación y la regulación de las diferencias en el espacio público, la atracción de la ciudad por sus posibilidades de anonimato y la sustitución de la familia por formas alternativas de socialización. La homofobia y el heterosexismo dan formas de organización socio-espacial recurrentes en la modernidad: en la ciudad emergen nuevas potencialidades de regulación y control de la sexualidad (a través de la concentración en barrios de tolerancia, por ejemplo), al mismo tiempo que se multiplican las oportunidades de expresar, compartir, hacer visible y crear disidencias genérica o sexual. Sin embargo, incluso en la gran metrópoli, donde las normas son más laxas y las condiciones de expresión de la personalidad más variadas, la aceptación nunca es del todo adquirida para una persona homosexual:7 ésta debe saber jugar con su imagen para desplazarse entre los lugares, usar estrategias y tácticas de presentación diferenciadas para atravesar o rodear los "lugares de prohibición" (De Certeau, 1990), ajustando por tanto sus comportamientos en función del contexto, desde el disimulo hasta el revelamiento, pasando por el mantenimiento a distancia; estrategias ampliamente analizadas por Goffman (1975) en su estudio del estigma. En efecto, como bien explica Leroy (2009:169), para el homosexual existen "espacios de lo posible, el barrio gay únicamente, los del quizás (su periferia cercana), y los de lo imposible (todo el resto)".

Por consiguiente, la vulnerabilidad de las poblaciones homosexuales está estrechamente vinculada con la estrategia del clóset, es decir, con la necesidad de esconder o disimular su orientación sexual, minoritaria en la mayoría de los contextos públicos, para no ser víctimas de maltrato homofóbico. El mismo término de gueto fue precisamente una metáfora espacial ampliamente utilizada por los primeros movimientos gays en los años 70 para referirse a la doble dinámica de segregación que padecen las personas homosexuales, el desarrollo de comercios específicamente gays en zonas acotadas siendo entendido en esta época como una prolongación y reproducción del aislamiento social del homosexual. Tal acepción fue reutilizada por Pollak (1982) para aprehender la conformación de un estilo de vida y una sociabilidad gays específicos, que se empezaban a traducir espacialmente en París de igual manera que en otras ciudades occidentales. Si bien la metáfora del gueto homosexual tiene sus límites (y sus críticos), traduce tanto la acotación simbólica de un grupo/medio social por la discriminación y estigmatización, como su organización en la ciudad. El código heterosexual a menudo es interiorizado mediante el disciplinamiento espacial: por ejemplo, en el caso de Alex (23 años, originario de Guyana, reside en las afueras de París y promotor comercial), la dominación, el respeto de las normas y fronteras que separan los medios gay y heterosexual y la imposibilidad de hacer visible públicamente su homosexualidad fuera de Marais están totalmente interiorizados: "Ni siquiera es una cuestión de vergüenza, es en términos de educación; es exactamente como cuando estás invitado a casa de alguien (...) tienes que respetar el lugar donde te encuentras e integrarte. Considero que cuando estás en un medio hetero pues tienes que comportarte como [tal] incluso si no lo eres; no es una cuestión de vergüenza, dos hombres no se toman de la mano, entonces tienes que respetar eso".

 

El Marais: del abandono al renacimiento

El Marais está ubicado en el corazón de París. Es uno de los pocos barrios antiguos que no sufrió demoliciones por las obras de ensanchamiento de Haussmann en el siglo xix. Tampoco fue afectado por las políticas destructivas de la renovación urbana en los años 60 (Castells, 1974). Por lo tanto conserva aún gran parte de la edificación medieval y clásica de la ciudad. Barrio de la aristocracia en los siglos xvi y xviii, tras el traslado residencial de la corte se hizo más popular al instalarse nuevos artesanos, comerciantes y pequeñas industrias manufactureras. Entre 1930 y 1960, la falta de interés e inversión inciden en un mayor deterioro de su edificación. En ese momento la población vive mayoritariamente en régimen de alquiler antiguo (rentas congeladas) y en condiciones de hacinamiento, siendo el barrio un punto de llegada de trabajadores provenientes del este de Europa y de norte de África, judíos y musulmanes. Es hasta principios de los años 60 cuando las tendencias de abandono y degradación se empiezan a invertir: un movimiento de recuperación del valor cultural e histórico de la zona, impulsado por el Estado francés a través de la Ley Malraux (1962), conllevaría la instauración de un Plan de Salvaguardia y Puesta en Valor del Marais (1964). Se trata de un sector operacional muy amplio, en el cual se movilizan recursos públicos estatales para la rehabilitación de viviendas y edificios característicos, una acción sin precedentes en Francia. En paralelo se realizan festivales destinados a revitalizar el barrio y dar a conocer su riqueza patrimonial: empieza el "renacimiento del Marais".

 

La construcción del gay village

En 1978 inicia la concentración comercial gay en una parte limitada del Marais, entre el Centro Pompidou al oeste y la calle Vieille-du-Temple al este. Dicha concentración es fruto de una doble transformación, política y socio-cultural. Por un parte, el desplazamiento del primer eje parisino específicamente gay (rue Sainte-Anne) está ligado a unas maneras de vivir —y representar— la homosexualidad que se hallaban cada vez más alejadas de la comercialización del ligue, muy criticada por los militantes del movimiento homosexual francés en aquel entonces. En cambio, la constitución de un territorio gay en el Marais ha sido asimilada al deseo de algunos militantes e intelectuales de establecer espacios abiertos a todos y a la vista de todos (Sibalis, 2004), frente a lo que se consideraba como un "gueto comercial", poco accesible y cerrado (Martel, 2001). En este sentido, es revelador del giro comunitarista que va a operar el movimiento gay a principios de los años 80. Desaparece la visión más revolucionaria y la acción militante se centra en el desarrollo de una cultura gay, caracterizada por el acercamiento entre militantes y comerciantes alrededor de la cuestión sanitaria, el cual se concretizará finalmente con la creación del Sindicato Nacional de Empresas Gays (sneg) en 1990.8 Por otra parte, la especialización gay del Marais está ligada a la consolidación progresiva de separaciones sociales y espaciales. Cabe recordar que los espacios de sociabilidad homosexual han existido mucho antes de la salida colectiva del clóset de los años 70. Estos espacios se fueron especificando a medida que se inventaban nuevas categorías para definir formas de sexualidad identificables. La visión en términos dicotómicos de liberación y represión, muy presente en la literatura académica sobre los gays, no es suficiente para comprender la evolución de los espacios de encuentro entre varones, ni permite aproximarnos a su significación sociológica. La rápida descripción de los espacios parisinos frecuentados por varones que tienen relaciones sexo-afectivas con otros varones propuesta por Martel (2001: 118-136) permite situar tres momentos claves en aquella evolución. En los años 1920-1930 las/los homosexuales frecuentaban los establecimientos mixtos de Montmartre, donde predominaban la mezcla social y la ambigüedad genérica, las cuales resultaban atractivas para el ligue. Posteriormente, entre los años 50 y 70 algunos establecimientos mixtos acogen poblaciones homosexuales ligadas al mundo intelectual y artístico, junto con locas y chichifos,9 mientras las formas más populares10 de vivir la homosexualdad siguen concentrándose en Pigalle. Empieza a surgir competencia entre los lugares. Finalmente, durante los 70, el éxito del eje de Sainte-Anne engendra una diferenciación creciente según el sexo (las mujeres se ven prohibidas el acceso) y las clases sociales (tarifas prohibitivas).

Así pues, los espacios de encuentro han ido especializándose progresivamente desde la indefinición y mezcla social (sexo interclasista) hasta la especialización y la separación entre sexos y clases sociales. Precisamente, a finales de los 70 la homosexualidad atraviesa un profundo proceso de redefinición, ilustrado por el uso creciente del término gay.11 La especialización gay del Marais es fruto y desenlace de estos cambios generacionales. Está estrechamente vinculada a la consolidación de un discurso unificado mediante productos culturales, revistas especializadas, etc., para un público gay. La aparición de la expresión barrio gay en los años 90, que se opone al término gueto utilizado hasta entonces por los activistas gays, es más el resultado de una producción social —en el sentido de apropiación discursiva (Lefebvre, 2000)— que el mero producto de la concentración geográfica de comercios gays.12 Es necesario hacer una lectura ecológica de dicho barrio gay, para ir más allá de la relación de visibilidad en la que se concentran numerosas interpretaciones, y centrarnos en el hecho de que, precisamente, al volverse un símbolo del éxito y de la "liberación" gay, el barrio gay —en este caso el Marais— se convierte en lugar de reconocimiento para las poblaciones homosexuales, una especie de región moral en el sentido de Park (1929). En este sentido, Proth (2002:127) señala que "la inscripción en el espacio y la fijación de una minoría en un barrio, de alguna manera revelan una instalación en una segregación deliberadamente elegida y consentida a la vez que reenvían de manera concomitante a la reivindicación de un derecho al reconocimiento [...]. Cada homosexual que reside, pero también frecuenta el Marais, substituye a las maneras de ser comúnmente admitidas en la gran ciudad, nuevas formas de sociabilidad". Así podemos aprehender la relación dialéctica entre agregación y segregación en el Marais: más que como un "espacio de resistencia" (Leroy, 2005), ha de ser entendido como espacio de reconocimiento.13

 

La gentrificación: la homosexualidad rehabilitada

El término gentrificación fue acuñado por Ruth Glass en 1964, en su estudio de la gentry londinense para describir la inversión de las estrategias residenciales de dicha clase y su vuelta al centro histórico. La noción fue retomada en los años 70 por geográfos de inspiración marxista para describir el proceso de sustitución de las clases obreras por segmentos de clase media en zonas degradadas y abandonadas de la ciudad, mismo proceso que se hallaba muy ligado a políticas públicas de rehabilitación urbana. La gentrificación es un fenómeno sumamente complejo, ligado a factores de índole socio-cultural (centralidad del ocio), económico-espacial (nueva economía internacionalizada, auges de los sectores financiero e inmobiliario) y político (reorientación de las políticas públicas hacia la conservación del centro urbano, necesidad de paliar el déficit presupuestario en éste). Además del recambio poblacional (desplazamiento de las familias que no puedan enfrentar los nuevos costos), la gentrificación se caracteriza por una amplia modificación estructural del mercado de vivienda (rehabilitación, aumento de ocupantes-propietarios, alza de precios); la transformación de la imagen de la zona, gracias a una mayor inversión en infraestructuras y equipamientos (muchas veces culturales) y el cambio en la tipología de comercios y servicios ofrecidos, menos orientados a las necesidades de la población local.

Una pluralidad de investigaciones estableció la influencia de la presencia gay, tanto residencial como comercial, en los procesos de gentrificación de barrios centrales populares (Castells, 1983; Lauria y Knopp, 1985; Bouthi-llette, 1994; entre otros). En el caso del Marais, las investigaciones comprobaron la existencia de un fuerte proceso de gentrificación de dos etapas. En la primera (años 70 y 80) la rehabilitación pública de viviendas propicia la instalación de grupos socio-profesionales superiores y la partida de obreros y extranjeros en algunas secciones censales (Carpenter y Lees, 1995; Djirikian, 2004). En la segunda (en los años 90) este movimiento de sustitución se intensifica y generaliza a todo el barrio, mientras el sector público va retirando fondos para la rehabilitación ya bien avanzada del parque de vivienda y concentra su acción en el embellecimiento del espacio público. Son los grupos que disponen de mayor capital económico, y ya no las clases intermedias, definidas por su capital cultural, las que protagonizaron esta segunda fase. Asimismo, se estima que desde principios de los 80 las poblaciones gays, atraídas por la centralidad, el carácter popular y bohemio del barrio, así como la disponibilidad y los bajos precios de los alojamientos, participaron ampliamente en la rehabilitación privada de éstos. Djirikian muestra que en los estudios las familias obreras se ven sustituidas progresivamente por estudiantes y hogares de hombres solteros más bien jóvenes y de estratos socio-económicos medios y superiores, quienes suelen vivir solos. Esto último sugiere que es en este parque habitacional donde las poblaciones gays masculinas, que viven a menudo solas, se habrían instalado.

Por otra parte, Giraud (2009) identifica ciertas convergencias entre la renovación de la población local y la evolución comercial de la parte gay del Marais; entre la gentrificación residencial y de consumo (Beauregard, 2003). El autor pone en evidencia que a lo largo de los últimos decenios la instalación de los establecimientos gays en el barrio se hizo cada vez más selectiva: los comercios de mayor connotación sexual (sex-clubs y saunas), se encuentran subre-representados en el Marais, y más dispersos en el territorio parisino, mientras las tiendas, los restaurantes y servicios especializados se han concentrado en éste y pierden peso en el resto de los distritos parisinos. Además, los antiguos bares gays, frecuentados por una población socialmente heterogénea y/o mayor, más populares y económicamente accesibles, tienden a ser sustituidos por boutiques de moda, peluquerías y salones de belleza. Así pues, los primeros comercios gays, que han consolidado el atractivo del Marais y participado en su valorización inmobiliaria, en la actualidad se han vuelto víctimas de su propio éxito, al aumentar las rentas de los locales comerciales (Leroy, op. cit.). Por tanto, al subir los precios, el acceso de las poblaciones gays a los espacios de encuentro y sociabilidad se hace cada vez más dependiente de sus recursos económicos.

 

La normalización de la homosexualidad

Dicha gentrificación comercial está estrechamente ligada con los profundos cambios acaecidos en la manera de vivir, concebir y mostrar la homosexualidad. Algunos autores evocaron recientemente la función de sobre-visibilidad que cumplen las zonas gays centrales en las ciudades europeas frente a la invisibilidad de otras prácticas, menos admitidas, más escondidas, que toman lugar en espacios más periféricos (Grésillon, 2000; Redoutey, 2002). En este sentido, el Marais se ha convertido en un espacio de representación de una forma normalizada de vivir y entender lo gay;14 el lugar de escenificación de una imagen viril, convencional, acomodada y empresarial del hombre homosexual: el gay de traje y corbata de la revista Têtu. La normalización gay parece haberse producido a partir de finales de los años 80, en un periodo de repliegue comunitarista (Martel, 2001), como respuesta a la estigmatización que ha conllevado el Sida, tal como lo perciben algunos entrevistados: "el Sida evidentemente cortó: ha habido una estigmatización, la enfermedad de los homosexuales, etc., y puede que por debajo, en filigrana, en transparencia, hubiera también una voluntad de la población de parecer más limpia, más normalizada [.]. Se me hace que es [debido a] una voluntad de la comunidad homosexual pero también a una voluntad exterior, y probablemente a una necesidad, una lucha que ha pasado de lo político a lo comunitario" (Pierre, 46 años, ejecutivo, sector público).

La adaptación de los modos de vida y de las prácticas sexuales homosexuales a través de la pareja estable (Pollak y Schiltz, 1987) conlleva a su vez una estereotipo del emparejamiento homosexual, el cual se opone cada vez más a los tópicos y a las realidades del soltero que frecuenta los espacios de sexo anónimo (Broqua y De Busscher, 2003). Dicha normalización supone además una reducción del pluralismo: en el estudio de campo pude constatar que viene acompañada de una acentuación de la transfobia, de un fuerte rechazo de la "loca" y del afeminamiento; de todo lo que pueda desligitimar al homosexual y cuestionar su masculinidad. Las expresiones no convencionales de la sexualidad desaparecen y las dicotomías más tradicionales, tales como pasivo/activo, reaparecen tanto en los discursos como en las prácticas.

Si bien al principio la instalación de los establecimientos en el Marais estaba guiada por la voluntad de democratización de los comerciantes gays, el éxito turístico y comercial del barrio, por un lado, y la normalización necesaria para rehabilitar al homosexual por otro, acaban engendrando nuevas exclusiones basadas en la apariencia física (gestos, vestimentas), la edad, el género, e incluso, cada vez más, la capacidad económica. El barrio gay se ha convertido en un espacio masculino excluyente, que invisibiliza y discrimina a las categorías consideradas marginales, en particular a los transexuales y homosexuales afeminados. La agregación es al mismo tiempo una segregación voluntaria, entre los homosexuales que se reconocen en una organización socio-espacial gay específica, es decir, de manera caricatural, en una homosexualidad mundana y respetable en oposición con una homosexualidad popular o más ambigua (ver nota 10).

 

SEGREGACIÓN SOCIAL Y SOCIABILIDAD GAY

Hasta ahora me concentré en la evolución del espacio comercial de encuentro, para observar que es el producto de una manera específica de vivir la homosexualidad; el lugar de expresión de una emancipación diferencial. Pero como bien apuntaban Pollak y Schiltz (1987): "el ghetto sólo representa a una minoría de todos los homosexuales y la transformación de la condición homosexual que halló su origen en las clases medias urbanas no implica a todo el mundo". En las líneas siguientes, cambiaremos de escala para aprehender las diversas formas de segregación de la población homosexual en la región parisina. Tomamos de Préteceille (2006) la definición operativa de segregación, entendida como la desigual distribución de los grupos sociales en el espacio.

 

El espacio residencial gay

Los datos obtenidos del análisis de Gaycamer ponen de manifiesto la desigual distribución de la población gay en el territorio franciliano:15 la población homosexual se concentra en París y en el centro de la capital (1er, 2e, 3e y 4e, con 50 por ciento de los inscritos gays).16 Dicha repartición confirma la geografía del Pacto Civil de Solidaridad (Pacs), cuyos signatarios se afincan principalmente en los distritos 2°, 3°, 4° y 10° (Ruelland, 2006). Sigue de cerca la distribución de establecimientos comerciales gays, cuya densidad aumenta a medida que nos alejamos del centro. El espacio de sociabilidad gay ejerce por tanto una fuerte atracción residencial para una parte considerable de la población gay de la región (mapa 1, tabla 2).

 

La sobre-representación de ejecutivos y profesiones intelectuales y la cuasi ausencia de otras categorías en el Marais confirman la contribución de las poblaciones gays a la gentrificación del barrio.17 Observamos una segunda división espacial vinculada con la posición en el ciclo de vida de los inscritos gays: la proporción de jóvenes activos (entre 25 y 34 años) es con distancia más importante en la zona 1, mientras los grupos intermediarios (de 35 a 54 años) tienden a residir en barrios y municipios más periféricos. El espacio de sociabilidad gay representaría así "un alto en un itinerario socio-espacial bastante complejo" (Leroy, 2005:591), cumpliendo la función de permitir el coming out de los más jóvenes (Schiltz, 1998). Y esto es tanto más que probable que los distritos céntricos, en particular el 1o, con las mayores concentraciones de jóvenes económicamente activos, son a la vez donde hallamos una proporción importante de solteros (83%) y menores índices de coming out.

Esta concentración residencial y comercial es un indicador del peso del barrio gay en las estrategias residenciales de las poblaciones homosexuales y en la construcción de un modo de vida gay. La gentrificación parece evidenciar una doble segregación voluntaria, tanto social como sexual. Pero el acceso a este modo de vida está restringido a unos jóvenes independientes y parejas gays algo mayores. La distancia geográfica podría en cambio reforzar el aislamiento social de los jóvenes más desfavorecidos que viven en las afueras, los más alejados del centro gay de la metrópolis, constreñidos a esconderse al vivir mayoritariamente con sus padres, mientras los que residen en París viven en su gran mayoría solos o en pareja.18 Ahora bien, los menores de 35 años residentes en las afueras son aún más dependientes del acceso al espacio central de sociabilidad gay, probablemente porque han de esconder su orientación sexual en el entorno social más cercano y no pueden recibir a su pareja sexual o afectiva.19 Por lo tanto, a la lógica de micro-segregación que supone el clóset gay —a la necesidad de disimular, mantenerse a distancia de las miradas de personas más cercanas— se superpone una lógica social, ligada a la doble inaccesibilidad, económica y geográfica, del espacio de reconocimiento que representa el barrio gay.

 

Los determinantes socio-económicos del clóset

Sin embargo, en un artículo reciente Blidon (2008b) comenta los resultados de un sondeo efectuado con los lectores de la revista gay francesa Têtu y la autora pone en evidencia que, en oposición a una idea comúnmente aceptada, el tamaño de las ciudades no influye sistemáticamente en las prácticas afectivas en público de las personas gays: darse un beso o tomarse de la mano son actos que dependerían más de la distancia al espacio de proximidad 20 que del lugar de residencia.

La respuestas a la pregunta "¿Hizo usted su coming out?" entre los inscritos gays de Gaycamer nos proporcionan una medida del nivel de "salida del clóset".21 Ésta puede interpretarse como un doble proceso de integración en el ambiente gay y de afirmación identitaria hacia el exterior. Dicha medida se cruzó con distintas variables, tales como la situación afectiva, el nivel de estudios, el grupo socioprofesional, la edad y el lugar de residencia. Los resultados obtenidos indican claramente que el hecho de revelar su homosexualidad depende de factores de orden social y no meramente geográficos. Confirman el análisis realizado por Blidon (op. cit.) en lo que ataña a la importancia de la pareja y a la estabilidad de la misma, ya que el nivel de coming out aumenta directamente con el mantenimiento del lazo afectivo. Los jóvenes siguen, de lejos, los que hacen menos pública su orientación sexual (tablas 3 y 4).

Ni la zona de residencia ni el nivel de estudios ejercen influencia directa sobre el grado de salida del clóset. En cambio, éste aumenta a medida que se eleva la posición social de los inscritos gays (tabla 5).

Podemos distinguir tres grandes grupos. Los obreros mantienen una posición ambigua con un porcentaje muy alto de respuestas intermedias (38%), lo cual sugiere que siguen sin (poder) revelar su homosexualidad en algunos contextos: probablemente su ámbito profesional no les permita expresar libremente su orientación y que, a su vez esto aliente el ideal comunitario de vida.22 El segundo grupo, compuesto por profesiones intermediarias, técnicos y empleados, se caracteriza por un mayor nivel de respuesta afirmativa, pero se distingue por una estrategia de disimulación aún más afirmada respecto del último subconjunto de inscritos, que reúne a comerciantes, artesanos, jefes de empresas, por una parte, y ejecutivos y profesionistas por otra, con un nivel de coming out más elevado. Ahora bien, Pollak y Schiltz (1987: 80) afirmaban que "la aceptación social y las oportunidades de poder asumir una disposición homosexual aumenta(ban) aún más en función del capital cultural que del capital económico". En las clases intermediarias, definidas por su capital escolar, la homosexualidad estaba relativamente más aceptada que en las demás clases. Nuestros resultados sugieren en cambio que las profesiones definidas por un mayor capital económico tienen hoy más oportunidad para expresar su homosexualidad en su medio profesional y, por otra parte, realizan con mayor frecuencia que los demás un estilo de vida normalizado, a través de la legitimidad del pacto civil, por ejemplo.

 

LA VUELTA AL CLÓSET O EL DERECHO A LA INDIFERENCIA

Lefebvre (1967) había identificado el derecho a la ciudad con el derecho a la diferencia y a la apropiación. En este sentido, el derecho a la diferencia depende de las posibilidades de acceso de cada uno al espacio, virtual o material, del reconocimiento público, ellas mismas ligadas a las posiciones sociales de los actores. En las líneas siguientes, trataremos de la diversidad de las experiencias homosexuales en relación con el espacio urbano. Para entender las distintas modalidades por las cuales las poblaciones gays se inscriben en el Marais, movilizo dos tipos de nociones. Un primer conjunto de nociones, basado en múltiples estudios urbanos de los 80, restituye la identidad social en su doble construcción entre el campo residencial y la vida profesional, e identifica diferentes modos de compensación mediante la inscripción territorial (Collet, 2008). Ampliándolas a todas las formas de habitar la ciudad, utilizo estas categorías analíticas para comprender los distintos regímenes de compromiso (Thévenot, 2006)23 que entretienen las poblaciones homosexuales con el medio urbano y con el Marais, como referencia simbólica y territorial del ambiente gay. El objetivo es restituir el sentido de la relación con el mundo y aprehender a un nivel más fino cómo los gays se implican en el sistema de sitios y emplazamientos que es la ciudad (Abel, 1995). Me concentro en las experiencias de los jóvenes entrevistados para minimizar la influencia de otros factores.

 

"En casa en público":24 el modo familiar

Fabien (27 años) es originario de un pueblo turístico del oeste de Francia. Deja muy temprano el domicilio familiar y comienza a trabajar en un hotel para pagar sus estudios. Sus padres eran empleados de un club de fútbol. Durante muchos años Fabien esconde su homosexualidad, inconfesable: "Estaba rodeado de machos playboy, por lo que tenías que demostrar que eras un hombre [...]. Y al cabo de un tiempo pues [...] me afirmé". Llega a París a los 17 y encuentra refugio en el Tropic Café, "el bar por excelencia para los nuevos eh [...] gays que llegan a París", precisa. Rápidamente conoce a los camareros y clientes del bar, los cuales se hacen cargo de él y le ayudan a encontrar empleo en un bar-restaurante gay de la zona, así como un departamento en frente de su lugar de trabajo. Se integra así a la vida local y aprecia la unidad espacial: "Además estás en el Marais, trabajas en el ambiente gay, te encuentras con un montón de gente, y eso te lleva a salir regularmente, en fin, y entonces pues te creas [... ] no exactamente un círculo de amigos [.]. Digamos que conoces mucha gente. Porque para ser amigos, hay que haber pasado un tiempo". Hace el aprendizaje del ambiente gay nocturno, el de los "desengaños y excesos" —cita uno por uno los altos lugares gays de París y el nombre de sus dirigentes—. Fabien se forma una red de contactos, al principio localizada alrededor de su trabajo y de su casa ("lo tenía todo en el barrio"), cerca del Metro Châtelet, para ir luego atravesando cada vez más hacia la parte gay del Marais. Hoy, sus amistades y sus salidas se concentran en el ambiente gay, y su novio es camarero en el Marais. Frecuenta los bares más antiguos y económicos del barrio, así como cuartos oscuros y saunas.

Con algo de nostalgia, Fabien explica que el Marais ha cambiado: los jóvenes han "invadido" el barrio y los "heteros buscan problemas". Vive estos cambios como una falta de reconocimiento: "las reflexiones que puedes oír de los nuevos pequeños patronos de bar que se atreven a hacerte comentarios. Entonces ya le das una palmada en la espalda y le dices: "no sabes con quién hablas". En este conflicto personal podemos entrever dos modos de apropiación distintos, incluso concurrentes. Fabien se siente agredido, percibe la ascensión social del nuevo gerente como una amenaza: "Me refiero [a un nuevo bar gay] que ha abierto y el gerente, porque ese señor, ese joven de 24 años nada más es el gerente [.]. El bar acaba de abrir y conozco la nueva plantilla. Entonces, voy para visitarles. Aquel día [el gerente] me mira y me dice: 'pero tú ¿quién eres?' [...] sólo te tienes que callar, estás en mi casa, es mi bar". Para defenderse, el entrevistado pone énfasis en su capital social, aludiendo a una cultura homosexual menos diferenciada, basada en solidaridad y la amistad, para luego situarse en cliente: "Le digo: 'pero yo no vengo por tu bar, no vengo por ti, vengo para ver a las personas que conozco. Pero si no quieres que venga no hay problema: mi dinero lo gastaré en otro lugar. Todo el mundo está al mismo nivel, ¡no puedes denigrar!'".

El Marais es su hogar, se refleja en él: "seguimos buscando piso para vivir juntos con D. Quisiéramos instalarnos en el Marais aunque ¡es realmente muy difícil. Se ha hecho imposible, (es) demasiado caro! Pero, sabes, llevo 10 años viviendo en el barrio, el Marais para mí es realmente el lugar donde me siento bien. Cuando ando por la calle la gente me conoce [...] Paseas, vas a la compra, vas a tomar una copa, y ahí te dicen: 'Hola Fabien, ¿cómo estás?' [...] A mí me gusta esta vida. ¡No! Yo no salgo del Marais, me quiero quedar aquí: ¡Acabaremos encontrando!"

 

El Marais son los otros: el modo desligado

Nicolas llegó a París hace cinco años. Tiene 31 años y es responsable de un vinoteca. Vive en las afueras. Dejó a sus padres y un pequeño pueblo de provincia a los 18 años. De origen social modesto, no realizó estudios y aprendió su oficio "sobre la marcha", al hilo de experiencias diversas en la hostelería. A menudo fue trabajador temporal en Suiza y le gusta viajar. Explica: "Vine porque en algún momento pensé que quizás pudiera llevar otra manera de vivir que la de mis padres, entonces por qué no probar una vida quizás más...este...burguesa, entre comillas pues [.]. Entonces dije: si estoy en París tengo oportunidades, puedo ganar bien mi vida. Tenía bastantes ambiciones".

A su pesar, lleva a cabo una existencia inestable, entre "ocupaciones" en casa de sus amantes, múltiples mudanzas, empleos mal retribuidos, periodos de desempleo. Nicolas añade que le hubiese gustado "tener una chamba que me permitiese viajar con regularidad, como en el [ámbito] humanitario, algo así", pero explica que ha aprendido mucho en la hostelería, está a gusto en esta profesión y proyecta abrir una vinoteca. En sus relaciones profesionales prefiere no hablar de su sexualidad, y añade: "Al cabo de un tiempo se sabe, es progresivo, pero no me gusta que me encierren en categorías, prefiero que me juzguen por lo que hago".

A menudo Nicolas consigue un departamento o un empleo a través de sus relaciones sentimentales, por ejemplo en un restaurante del Marais. Sin embargo, siempre habla del ambiente gay desde un tono desligado. Pese a haber trabajado en el Marais, meramente lo describe de noche, nunca de día ("el Marais a la hora del aperitivo, ¡lo desconozco!"). No se reconoce en el barrio, sólo lo transita y visita para "pescar tíos", un término extraído del léxico de la droga que sugiere que sus travesías del Marais están necesariamente ligadas al deseo, al encuentro fortuito, a la carencia. Conoce a sus parejas sexuales o sentimentales en discotecas, a las que acude solo, y declara no saber cómo actuar para ligar en otras circunstancias. Sus amigos, incluso homosexuales, los conoció "fuera del ambiente" y para divertirse, sus preferencias se dirigen hacia lugares mixtos, mientras que, al contrario, el Marais le aburre profundamente. Sistemáticamente (se) lo representa como un gueto. El Marais, para él, son los otros, la ausencia de comunicación, el sexo anónimo, la soledad: "Finalmente, no lo encuentro tan alegre [.] Van un poco tipo estrellita [...] vas a hablar con el tipo y el tipo acá: 'no, no puedo mostrar que tengo ganas de hablarte, ¡entonces no te hablo!'".

 

Un territorio circulatorio: el modo distanciado

Para otros, el barrio gay no es sino un territorio circulatorio, un lugar de paso. Así Adrien, de nacionalidad luxemburguesa, hijo de agricultores, arquitecto de 31 años y propietario de un departamento en el corazón gay del barrio. Trabaja regularmente en Francia, y le gusta encanallarse en el Marais. Le encontramos un martes por la noche en un bar, acompañado de dos jóvenes provincianos que acaba de conocer, cuando enseña al camarero un percing, situado al nivel del pene, sin molestia alguna.

Nos invita a ir a su casa, donde despliega múltiples medios para demostrar su habilidad para recibir, y finalmente proponer una "orgía". Su elección de residir en el Marais "no tiene nada que ver con el hecho de ser gay", explica, "¡me valen madres todas estas pu...! Si estoy aquí es porque es el único lugar donde me han querido vender un departamento, porque en París, no se vende fácilmente a los extranjeros, por el hecho de que necesitan garantías en caso de no pagar". Evoca, en su elección, la buena reputación y la carestía del barrio, así como su tradición más antigua en la venta a extranjeros que otros barrios de París. Su compra es ante todo una inversión, un medio para poner en valor su capital económico.

Según Adrien, "para ser felices los gays tienen que vivir escondidos: me parece sin interés el encerrarse en guetos". Para él, los homosexuales ya no padecen las discriminaciones del pasado. El Marais sería la expresión de lo que denomina gaycidad, el territorio de los que viven mal su homosexualidad en otros ámbitos. Fustiga aún más a "las locas del populacho del distrito 11". "¡Hay que asumirse! Siempre soy como soy: en mis relaciones profesionales, mi familia, mis amigos; no tengo ningún problema para expresarme. La gente sabe que soy homo. Me aprecias como soy y si no, pues nada". La relación de Adrien con el Marais y con el ambiente homosexual es instrumental. Mientras uno de sus acompañantes le habla de la buena convivencia de un viejo bar del barrio, Adrien replica: "No es eso. Pero yo pago, por lo que exijo que me reciban bien". Su posición social le permite evacuar de un gesto todo condicionamiento económico: "No, pero yo, los medios, los encuentro. Claro, es cierto que he tenido una familia con los medios y entonces hoy tengo los medios, porque tengo una buena chamba, pero siempre podemos dárnoslos, los medios".

Estos relatos ponen de manifiesto que los homosexuales que frecuentan el Marais no encuentran las mismas dificultades en su vida diaria para transitar en la ciudad, ni están todos expuestos al mismo grado de riesgo respecto de las consecuencias que conlleva el divulgar públicamente, en la calle o en su trabajo, su orientación sexual. Los distintos capitales —social, económico, cultural— movilizados en la aprehensión del medio gay definen la relación con el barrio. Pasamos así de una relación familiar a un modo más desligado, incluso completamente distanciado. Mientras Adrien hace alarde de su capital económico, hallando en el Marais una manera de afirmar su posición, Fabien compensa el rechazo familiar a través de sus amistades, vividas como puntos de anclaje, y encuentra de esta manera cierto restablecimiento simbólico. A medio camino, la posición de Nicolas, quien privilegia la vida profesional sobre el ambiente gay, si bien es consciente de que el frecuentar el Marais sigue siendo la única manera para establecer contactos con sus pares, que critica y de los cuales preferiría poder desligarse. Por último, observamos que el grado de implicación en el barrio depende también de cómo el entrevistado vive y expresa su homosexualidad en otros contextos: para Fabien, existe unión en el territorio, entre vida profesional y vida residencial; si bien evita mostrarse en público con su pareja, al atribuirle mucha importancia a la separación entre su vida profesional y su relación afectiva. La experiencia del rechazo familiar parece haberle orientado hacia una proyección más comunitaria. Para Nicolas, el desapego se presenta como una huida frente a la obligación de confesión: entreteje su identidad con más o menos agilidad entre el ambiente gay y su ámbito profesional, entre espacios de sociabilidad gay y espacios mixtos, en los cuales se siente más cómodo, pero que no le permiten del todo expresarse como homosexual. Por último constatamos que, paradójicamente, el más anclado materialmente en el territorio (en cuanto que propietario de un departamento en el Marais), también se distancia con más agilidad del barrio/medio gay. Adrian, con su cuidado de las apariencias, parece percibir el mundo como si se tratase de una mera representación.

 

CONCLUSIÓN

Más que resistir a la norma heterosexual y afirmar el derecho a la ciudad de las poblaciones homosexuales, el barrio gay, a la vez producto y productor de una sociabilidad o cultura gay específica, reafirma, por medio de la normalización y de la gentrificación, la segregación de las prácticas afectivas para las categorías populares y el desplazamiento de una cultura del ligue más igualitaria (sexo interclasista) a zonas más oscuras y periféricas de la ciudad, y a ciertas horas de la madrugada. El barrio gay de París, que hemos definido como espacio de reconocimiento gay al constituir una referencia social y simbólica para el joven homosexual parisino, es atravesado por diferenciaciones sociales ligadas a la edad y al grupo social; exacerba algunas de ellas al excluir cada vez más a las personas de bajos ingresos, precisamente las que, por ser discriminadas o menospreciadas en sus entornos profesionales o familiares respectivos, encuentran refugio y reconocimiento en una socialización más comunitaria. Mientras que para algunos la implicación en el barrio permite un restablecimiento simbólico, una manera de hacerse un lugar, de hallar un reconocimiento social que compensa el rechazo que experimentan (o han experimentado) en el ámbito familiar o profesional y la obligación de disimular en otros espacios, para otros la experiencia del espacio urbano y del barrio gay se hace de manera distanciada y recreativa. Si para los primeros se trata de un destino necesario, para otros sólo representa una etapa, una elección.

Ahora bien, al desaparecer los ingredientes de una cultura homosexual más solidaria y menos clasista, y debido a la lógica de exclusión socio-económica, la posibilidad de movilizar el medio gay como recurso compensatorio que contrapese los silencios y permita huir de las injurias y discriminaciones padecidas en otros espacios y contextos de la ciudad, se halla cada vez más reducida para los homosexuales de los sectores sociales más bajos o con niveles de escolaridad mínimos. A escala metropolitana, la lejanía geográfica y económica puede desdoblar la experiencia injusta del clóset y asignar a los más jóvenes de las periferias a una doble vida: a defecto de los recursos necesarios para romper el aislamiento, están constreñidos a quedarse en el lugar que les es acordado. Así pues, la agregación acaba favoreciendo una mayor segregación, al legitimar la imposibilidad de expresar la orientación sexual en el resto de los ámbitos urbanos, la necesidad de esconderse cotidianamente en sitios no etiquetados, de exponerse a injurias y golpes en avenidas y periferias mal comunicadas. Al proyectar una representación del gay cómodo, acomodado y orgulloso de serlo, el barrio gay adquiere la función de ratificar el estatus-quo, invisibilizando los conflictos de apropiación espacial (en el Marais) y socio-cultural (la identidad homosexual).

Para las poblaciones homosexuales de París, la injusticia espacial no está meramente ligada a los lugares, sino que es función de las posibilidades que uno tiene para poder apropiarse de ellos, habitarlos y transitar por ellos. Se da en términos múltiples: en efecto, como vimos, el espacio de las prácticas posibles se reduce para muchos individuos no tanto por sus preferencias sexuales, sino por la combinación de éstas con otras características y competencias. El problema del hetero-sexismo del espacio público es así desdoblado por la cuestión de la distribución de los recursos (materiales y simbólicos) y del acceso a los servicios e infraestructuras.25 La ciudad del gay con los recursos para negociar su presencia pública sigue siendo una utopía para una mayoría de homosexuales.

 

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Notas

1 Prefiero utilizar la categoría de minoría que la de comunidad, ya que como bien indica Fassin (2006: 251), ésta "no implica necesariamente la pertenencia a un grupo ni la identidad de una cultura", sino que "requiere la experiencia compartida de la discriminación".

2 La creciente visibilidad gay no es sinónima de una menor homofobia, como bien apuntan Broqua y De Busscher (2003).

3 La agregación es la contrapartida de la segregación (fenómeno de exclusión impuesta). A diferencia de ésta, representa un agrupamiento voluntario (Haumont, 1996).

4 Dichas encuestas (epg) se llevan a cabo casi anualmente en la prensa identitaria desde su creación por Pollak y Schiltz en 1985. Han integrado algunos soportes en Internet. Desde 2000 se realiza un "Barómetro Gay" entre los usuarios de establecimientos comerciales, y a partir de 2002 la encuesta también se realiza en lugares exteriores de ligue y sexo.

5 El municipio de París está divido en 20 arrondissements (distritos). El de Marais se sitúa en el 3er y 4o distritos. Cada distrito, además de ser una división administrativa y estadística, corresponde a un área de representación política al nivel local, comparable con las delegaciones de la ciudad de México. La numeración de los distritos sigue una forma de caracol (mapa 1).

6 El hecho de ser varón conllevó grandes dificultades para acercarme a las lesbianas que frecuentan los escasos establecimientos de mujeres del barrio. De las doce entrevistas, solamente una se hizo con una mujer.

7 Los trabajos de Massey (1994) o Bondi y Rose (2003) al desplazar el acento hacia cuestiones de normatividad socio-sexual, subrayan que la configuración actual del espacio público es una construcción masculina y heterosexual.

8 El creciente atractivo que proporcionaban los nuevos centros culturales en la zona; la apertura de la estación Les Halles donde se centralizaban las principales líneas de transporte regional, así como la disponibilidad de los locales comerciales a bajo precio, incidieron también en dicha instalación.

9 Traduzco el término francés gigolo por una palabra del ambiente gay mexicano cuyo sentido es similar: el chichifo. Es el varón que tiene sexo con varones a cambio de dinero o de algunos favores materiales.

10 Me refiero a lo que Guy Hocquenghem, militante y literato homosexual de los 70, calificó de "homosexualidad negra", que define como "el vagabundeo en el ligue que hace del homosexual un corto-circuito vagabundo entre clases sociales" (Liberation, 20/04/76, citado en Marchant, 2005: 95), y que venía siendo representada en obras de Jean Genet desde los años 40. Se trata de un modo de vida homosexual ligado al sexo anónimo y furtivo en lugares públicos y sórdidos, relaciones interclasistas étnicas y entre poblaciones marginadas, en espacios marginales de la ciudad (urinarios y baños públicos, estaciones de tren, parques, casas abandonadas, solares). También supone una visión anti-romántica del amor, y prácticas provocativas o que buscan trascender barreras corporales o límites pre-establecidos (travestismo, sadomasoquismo). En el pensamiento de Hocquenghem hay que rechazar la óptica integracionista y burguesa de Arcadie (el primer movimiento homosexual), que al buscar ofrecer una imagen respetable del homosexual condenaba estas prácticas, consideradas poco respetuosas del orden (Marchant, 2005: 91-102). Por otra parte, según podemos retener de aquellas descripciones literarias, en Pigalle la homosexualidad era mucho más visible y popular que en los cafés literarios de Saint-Germain-des-Prés por la presencia de travestís y poblaciones de clases más bajas.

11 El término gay empieza a utilizarse en el contexto de inversión positiva del estigma, en el marco de un trabajo semántico del movimiento homosexual, que buscaba romper las dicotomías tradicionales (pasivo/activo, etc.). Su uso estaría ligado a una cultura homosexual de clase media (Pollak, 1982). Utilizo el término homosexual para referirme a los varones que tienen relaciones con otros, sin que participen necesariamente de una identidad o sociabilidad gay.

12 En el caso del barrio de Chueca en Madrid (Boivin, 2010), la calificación de barrio gay no interviene necesariamente con la instalación efectiva de comercios específicamente destinados a una población homosexual.

13 Se entiende por reconocimiento la identificación con el otro y por el otro (aceptación y respeto). Honneth (2000) afirma que el conjunto de nuestras relaciones sociales está marcado por la búsqueda de reconocimiento: su negación es pues el núcleo de la experiencia de la injusticia social.

14 Retomo la noción de normalización de Villaamil (2004). Ésta tiene dos dimensiones entrelazas: por un lado hace referencia a la banalización del hecho gay (y aparente mayor aceptación social de la homosexualidad), y por otro al ascenso de una normatividad gay, es decir: una serie de conductas, formas de vida y modas, asumidas como referencias ejemplares gays.

15 La región metropolitana de París, llamada Ile-de-France, consta de ocho departamentos, siendo el municipio de París (75) uno de ellos. La elaboración y el análisis de la base de datos se realizaron con los inscritos de París y los departamentos 77, 78, 91, 93, 94: no se tomaron en cuenta los inscritos de los departamentos 92 y 95, de características socio-demográficas y espaciales opuestas. El análisis se centra principalmente en París.

16 La tabla 2 se elaboró tras ponderar los resultados para cada uno de los distritos, en función de su tamaño poblacional masculino en el conjunto de París, según el número de residentes masculinos del último censo (2006) del Instituto Nacional de Estadísticas (insee), lo que permite restablecer el peso de cada uno de estos distritos en la población masculina parisina total (los tamaños son muy dispares). Por lo tanto, los cálculos se realizaron como si cada uno de los veinte distritos tuviesen el mismo peso.

17 El mapa 1 representa la clasificación jerárquica ascendente obtenida a partir de la proporción de cada gran grupo socio-profesional en el total de inscritos gay de Gaycamer en cada distrito de París.

18 En París, 60 por ciento de los habitantes de 15-35 años viven solos y 9 por ciento con los padres, contra 38 y 35 por ciento, respectivamente, en el resto de la región metropolitana.

19 El 18 por ciento declara que debe "desplazarse" (y no puede recibir), frente a 8 por ciento en París.

20 Se refiere al espacio de proximidad social y geográfica: los cercanos, familiares y vecinos.

21 Los inscritos eligen entre sí, no, y si, con algunas personas —lo que traduje por "no totalmente".

22 Estos datos coinciden con las conclusiones de Adam (1999: 62), quien afirmaba: "La afiliación comunitaria sólo constituye un ideal y un medio de existir para una minoría de homosexuales habiendo experimentado el rechazo, entre otras razones por un origen social modesto".

23 Thévenot (2006: 6) busca restablecer la variabilidad de las prácticas individuales en lugar de concentrarse únicamente en "las diferenciaciones de estatus o disposiciones duraderas" de la sociología del habitus de Bourdieu. En este sentido, intento restituir la trayectoria social de los individuos en su complejidad, más que encasillarles de antemano en categorías estables o establizadoras.

24 La expresión es de Brawley (2009).

25 Me acerco a la reflexión de Susan Fraser (2005), para quien la cuestión cultural (la sexualidad) esconde cada vez más los dilemas de orden socio-económico, cuando uno y otro se retroalimentan, la dominación heterosexual superponiéndose a las desigualdades de carácter socio-económico.

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