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Nueva antropología

Print version ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.25 n.76 México Jan./Jun. 2012

 

Artículos

 

Construcción social de un espacio público en la ciudad de México: la plaza Zarco y sus jóvenes*

 

Ruth Pérez López** Lucía Barragán Rodríguez

 

** Doctora en Antropología Social, con especialidad en Cambio Social, Universidad de Ciencias y Tecnologías de Lille. Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMOA).

 

Resumen

En este artículo las autoras presentan el estudio de un espacio público, como punto de partida para el análisis de las dinámicas sociales de jóvenes adultos que viven en la calle. Ellas indagan sobre la experiencia urbana de estas poblaciones y las dificultades que enfrentan en un espacio en donde se hacen visibles la inequidad, la segregación urbana y la injusticia social. Desde su situación de vulnerabilidad, ¿qué posibilidades tienen de participar en la construcción social del espacio urbano que habitan? ¿De qué forma participan en esta construcción? Estas son algunas de las preguntas que tratan de responder este artículo.

Palabras clave: adultos jóvenes en situación de calle, prácticas espaciales, identidad, construcción social del espacio, antropología urbana.

 

Abstract

The authors of this article present the study of a public space as a starting point for the analysis of the social dynamics of young adults living in the street. The authors examine the urban experience of these groups and the difficulties they face in a place where inequality, urban segregation and social injustice are visible. From their vulnerable situation, what are the possibilities of their participation in the social construction of the urban space they inhabit? How do they participate in this construction? These are some of the questions the article tries to answer.

Keywords: young adults living in the street, spatial practices, identity, social construction of space, urban anthropology.

 

INTRODUCCIÓN

La calle es eminentemente un lugar de tránsito y circulación. En ella nos movemos permanentemente para llegar a los sitios de trabajo, reunión, distracción o consumo. Es, pues, el medio por el que vivimos nuestro día a día. Hablar de la calle es, en este sentido, hablar de maneras de vivirla y de los usos que se le dan. La plaza Zarco,1 ubicada en la colonia Guerrero del Distrito Federal, ha sido ocupada por un grupo de jóvenes adultos y transformada en lugar de vida. Para estos jóvenes representa el punto desde el que pueden desarrollar prácticas y estrategias que les permiten contrarrestar la condición de vulnerabilidad en la que se encuentran. A su vez, estas dinámicas fungen como un elemento transformador de la plaza. De esta forma los jóvenes participan activamente en la construcción social de este espacio, lo definen y le otorgan cierta identidad en función del uso que hacen de él y de su apropiación. Asimismo, construyen su identidad colectiva en torno a él.

El interés de este artículo radica en el estudio de un espacio público como punto de partida para el análisis de las dinámicas sociales de jóvenes adultos que viven en la calle. Por un lado, se pretende analizar la experiencia urbana de estas poblaciones y su vínculo con los espacios transitados, ocupados y apropiados. Por otro, se persigue el objetivo de dar a conocer las dificultades que se enfrentan en un espacio donde se hace muy visible la inequidad, la segregación urbana y la injusticia social. Desde su situación de vulnerabilidad, ¿qué posibilidades tienen de participar en la construcción social del espacio urbano que habitan y/o que frecuentan cotidianamente? ¿De qué forma participan en esta construcción? Estas son algunas de las preguntas que trataremos de responder a lo largo del artículo.

La investigación parte de un trabajo de campo llevado a cabo a lo largo de once meses en la plaza Zarco aplicando diversas técnicas etnográficas (observación, diario de campo, cuestionarios y entrevistas semiestructuradas con jóvenes, comerciantes, vecinos y feligreses de San Judas Tadeo). Se entrevistó a ocho jóvenes de la plaza, siete varones y una mujer, cuyas edades oscilaban entre los 19 y 26 años (esta diferencia en la muestra se debe a la baja representación de las mujeres dentro del grupo). Durante las entrevistas se abordaron distintos temas relacionados con su estancia en la plaza, la movilidad dentro de la colonia, el consumo de sustancias psicoactivas, las relaciones con las instituciones de asistencia, comerciantes y otros actores. Éstos fueron categorizados y codificados para su análisis, interpretación y contraste teórico. Otras técnicas de exploración fueron los mapas mentales, las fotografías, los juegos y los acompañamientos a pie, microbús y metro. Durante la recolección de datos se encontraron algunas dificultades debido al carácter intermitente de la estancia de los jóvenes en la plaza y al estado tóxico y anímico en el que se encontraban. Por otro lado, no siempre fue sencillo entrevistar a los comerciantes establecidos alrededor de la plaza. Al parecer, mantenían ciertas relaciones políticas y económicas con líderes de comerciantes, por lo que desconfiaban de cualquier persona que pudiera interrogarles acerca de su estancia en el lugar.

 

LOS JÓVENES DE LA PLAZA ZARCO: RETRATO BREVE

La plaza Zarco, referida como "espacio abierto" en el Reglamento para el Ordenamiento del Paisaje Urbano del Distrito Federal (2005), es un lugar que en principio, supondría la instalación de la diversidad, en cuanto a su función como espacio público y como lugar de encuentros y multiplicidad de perspectivas (Licona, 2006). En los hechos se trata más bien de un espacio ocupado de forma casi exclusiva por un grupo de veintiún individuos, mayoritariamente varones, que se autodenominan "callejeros" o "de la calle". Son un grupo de jóvenes adultos que viven en la calle de manera intermitente. Provenientes principalmente del Distrito Federal y del Estado de México, visitan de forma regular o esporádica a sus familiares, regresando al poco tiempo a la plaza. Asimismo, frecuentan instituciones de asistencia, se internan temporalmente en centros de rehabilitación o se encuentran privados de libertad en reclusorios, por lo que no es común encontrarlos reunidos en su totalidad. Pero invariablemente regresan a la plaza, ya que ésta representa un lugar de referencia a partir del cual organizan su vida y desplazamientos cotidianos, además de ser un espacio donde mantienen sus principales relaciones afectivas y sociales.

La mayoría de los jóvenes que viven en la plaza salieron de su casa desde pequeños, entre los siete y catorce años. Golpes, agresiones sexuales y consumo de drogas por parte de los adultos de sus hogares fueron las razones por las cuales varios abandonaron el domicilio familiar. Solamente un par de jóvenes mencionó otros motivos, como el gusto por el fútbol o la atracción por el mundo de la calle. Desde temprana edad, la mayoría de los miembros del grupo hace un consumo regular de sustancias psicoactivas, principalmente de solventes inhalados. Por otra parte, varios jóvenes empezaron a ejercer su sexualidad entre los 12 y 15 años con un uso de métodos anticonceptivos cuasi nulo, y tienen uno o varios hijos menores de siete años. Estos últimos viven con sus madres respectivas en casa de familiares o bien en la calle, en otros puntos de la ciudad. También hay tres familias que no viven propiamente en la plaza pero la frecuentan, ya que antes de rentar un cuarto vivían en ella.

Algunos comentan que sus familiares cuentan con ciertos recursos e incluso señalan la posesión de bienes patrimoniales como ranchos, terrenos, animales o algún negocio, por lo que no consideran su situación económica como precaria. A pesar de esto, varios trabajan en la calle desde pequeños y lo siguen haciendo para mantenerse a sí mismos, a sus parejas e hijos, e incluso para apoyar a familiares presos o que se encuentran en una situación económica que ellos consideran peor a la suya. En cuanto a su nivel educativo, encontramos que suele ser bajo: nunca fueron a la escuela o sólo asistieron a la primaria. No obstante, esto es así para una gran proporción de jóvenes que viven en calle. Según el censo de personas en situación de calle "Tú también cuentas, 2008-2009", realizado por el Instituto de Asistencia e Integración Social (IASIS) en el Distrito Federal, 44.5 por ciento de las 2445 personas que respondieron al segmento de escolaridad cursaron únicamente la primaria. Aunque breves, estas son algunas características comunes que encontramos en los jóvenes de la plaza Zarco, y son muy similares a las de miembros de otros grupos de jóvenes de la calle.

 

UNA UBICACIÓN PRIVILEGIADA

Ubicada dentro del perímetro "B" del Centro Histórico en la delegación Cuauhtémoc (mapa 1), la plaza se encuentra rodeada de cines, museos y hoteles turísticos; a corta distancia de varios monumentos emblemáticos de la ciudad —el Palacio de Bellas Artes, la Torre Latinoamericana, el edificio de la Lotería Nacional, el palacio Postal—, y frente a la Alameda Central.

Además, está circundada por las avenidas Reforma e Hidalgo, con amplios y transitados cruceros, en una colonia con vieja pero amplia infraestructura. La colonia Guerrero cuenta con varias estaciones de metro, siendo Hidalgo la más cercana a la plaza, que conecta las líneas de Cuatro Caminos-Taxqueña y Universidad-Indios Verdes. Igualmente, se localiza a unos metros de la iglesia de San Hipólito, lugar de peregrinación regular donde cada día 28 del mes se celebra a San Judas Tadeo, patrón de las causas desesperadas, lo que nos da una idea del número de personas que diariamente confluyen en este espacio o transitan por él. Debemos recalcar la importancia de su ubicación en la delegación Cuauhtémoc, pues ésta no sólo figura entre aquellas que poseen una mayor densidad de habitantes y concentra numerosa población flotante, sino que también reúne una parte importante de las actividades del sector terciario en todo el Distrito Federal, en particular comerciales, financieras y turísticas (INEGI, 2005). Como nodo comercial y de prestadores de múltiples y variados servicios, tanto públicos como privados, esta delegación recibe el mayor flujo cotidiano de personas del Área Metropolitana de la Ciudad de México, con un total de 1 714 960 viajes diarios (Graizbord, 2008: 206). Singularmente, se trata también de la segunda delegación con más población juvenil y adulta viviendo en la calle: 559 personas, frente a 603 en la delegación Venustiano Carranza (IASIS-Sedesol, 2009) y la que en 1996 concentraba un mayor número de niños viviendo en este espacio (ünioef, 1996).2 Vivir en la plaza Zarco permite entonces a los jóvenes gozar de una ubicación privilegiada, por la que pueden acceder a diferentes recursos con el fin de sobrevivir en la calle.

 

APROPIACIÓN DEL ESPACIO Y PRÁCTICAS COTIDIANAS

Hace más de diez años, varios jóvenes empezaron a llegar a la plaza Zarco procedentes del parque Solidaridad y de las coladeras cercanas al museo Franz Mayer. Martha, vendedora en un puesto fijo de la plaza y quien fue testigo de su instalación, comenta que anteriormente la plaza estaba muy "limpia y sola", y lamenta que en la actualidad —a causa de los jóvenes— "huele muy feo" y "tiene un aspecto muy feo". Esta instalación por parte de los jóvenes se refiere, más concretamente, a una apropiación de la plaza Zarco y a una transformación de la misma en espacio de vida.

La noción de apropiación contiene dos ideas principales: por una parte, la adaptación de algo para un uso definido o un destino específico; por otra, la idea que se desprende de la primera, la de una acción encaminada a hacer que algo se vuelva propio (Serfaty-Garzon, 2003). Es a partir de sus prácticas que las personas se apropian lugares que han sido previamente definidos para un uso en particular, contrariando a veces las reglas oficiales, sociales o simbólicas del lugar en cuestión. En el caso de este espacio, su apropiación ocurre en tanto a lo largo del tiempo los jóvenes lo han ocupado de manera duradera, transformado y hecho suyo física y socialmente. Diría De Certeau que el espacio es un "lugar practicado" (2007: 129). Más allá de ser un lugar estático, inmutable, se redefine constantemente a través de las prácticas sociales de sus actores, quienes lo personifican y le otorgan nuevos significados.

Más aún, tratando de reconstruir la historia de la plaza gracias a los testimonios de los jóvenes y de otras personas que la frecuentan, nos percatamos de que su fisonomía ha ido cambiando a lo largo del tiempo, no solamente por la intervención de los jóvenes sino también por las prácticas de otros actores. Años atrás, durante la celebración anual de San Judas Tadeo (28 de octubre), se instalaba una feria que poco a poco fue desapareciendo. Posteriormente se ubicó un vivero de forma permanente, en el que laboraron algunos de ellos. Los jóvenes, por su parte, construyeron unos "cuartitos" de cartón y acomodaron en ellos colchones y sillones a modo de vivienda. En esa época tuvieron conflictos con grupos de jóvenes de la calle ubicados en otros puntos de la ciudad, quienes destruyeron el vivero y las construcciones básicas edificadas unos meses antes. Este incidente llevó a las autoridades de la delegación Cuauhtémoc a prohibirles establecerse nuevamente en la zona. No obstante, regresaron al poco tiempo y ocuparon de nuevo la plaza, aunque sin la posibilidad de construir nuevamente sus "casitas", debido a un mayor control del espacio por parte de las autoridades. Fue hasta abril-mayo de 2009 que los jóvenes permanecieron en la plaza, al ser desalojados poco antes de la celebración del 25 aniversario luctuoso del periodista Manuel Buendía Tellezgirón, por lo que debieron trasladarse a la glorieta Simón Bolívar.

Durante los meses que se realizó el trabajo de campo, los jóvenes estaban instalados entre la estela de Francisco Zarco y una fuente, donde mal que bien habían logrado construir una tienda de campaña que les permitía abrigarse e improvisar algunos dormitorios. Además, usaban la explanada de la plaza como cancha de fútbol y frontón a cualquier hora del día; las bancas eran utilizadas como tenderos o lugares de reposo en las que se acostaban, moneaban,3 platicaban y jugaban juegos de mesa que llevaban educadores de calle del DIF-DF (Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia del Distrito Federal). Desde allí discutían y jugueteaban, se burlaban, negociaban la venta de monas y esperaban que pasara el malestar si el consumo había sido demasiado elevado. Las fuentes eran transformadas en duchas y lavaderos, y la parte trasera de las mismas en sanitarios. Si bien el grupo de jóvenes parecía haberse expandido a lo ancho y largo de la plaza, este esparcimiento físico no era tan obvio ni visible a primera vista (fotografías 1 y 2). La apropiación de la plaza estaba condicionada, ante todo, por las prácticas diarias de los diferentes miembros del grupo y las actividades que en ella realizaban: espacio donde los jóvenes se reunían, moneaban, jugaban baraja, trabajaban cargando puestos, armándolos o cuidándolos; donde aguardaban a los educadores del DIF o de otras institución de asistencia y, finalmente, donde se construían relaciones de pareja, o se hacían esperanzas acerca de ellas.

Una de las prácticas más significativas de su cotidiano, y que acabamos de mencionar, se refiere al consumo de solvente o activo, una sustancia tóxica, accesible y económica. La mayoría de los jóvenes empezaron a consumirlo desde pequeños, al momento de salir a vivir a la calle, y si bien consumen o consumieron en el pasado sustancias como marihuana, cocaína, crack y alcohol, el consumo del activo es el más destacado y el que permanece en el tiempo, por su accesibilidad en términos de costo y disponibilidad. En muchos casos dicho consumo inicia por invitación de otro joven al acercarse al grupo, para convivir con los demás miembros. Las probabilidades de consumir en relativamente poco tiempo son muy altas, pues la dinámica diaria de los grupos gira en gran medida alrededor de esta actividad. En este sentido, el consumo de activo parece ser en la mayoría de los casos una consecuencia ineluctable de la vida en la calle. No desempeña una función fisiológica —calmar el hambre o el frío— como es común escuchar, sino principalmente social: permite la inserción de un nuevo miembro y crea una cohesión entre el joven y su grupo de compañeros. Por lo tanto, el activo cumple una función colectiva que obedece a una dinámica de grupo, asociada a aspectos lúdicos, rituales e identitarios (Lucchini, 1996: 216).

Desde que despiertan, algunos jóvenes se reúnen para consumir las primeras monas del día, mientras otros se van a instalar los puestos de los comerciantes. Alrededor de las 9 de la mañana, al regresar a la plaza, empiezan también a consumir activo, solos o con el grupo. Más tarde inician sus actividades económicas sin dejar de consumir. Después de la comida, entre las 3 y 5 de la tarde, se dedican nuevamente a monear y a descansar en las bancas de la plaza. A partir de las seis, recogen los puestos de los comerciantes y regresan a la plaza a monear. En este momento juegan futbol o se sientan sobre las bancas para pasar el momento, jugar cartas o escuchar música. Si bien en ningún joven se ve un daño físico o mental severo debido al consumo de drogas, varios han tenido accidentes bajo la influencia de activo, sufriendo la amputación de un pie o quedando limitados de movilidad. Otros tienen cicatrices o golpes de pleitos que han surgido con jóvenes de otros puntos de la ciudad.

Otra consecuencia importante del consumo de activo es el conflicto sostenido en las relaciones que se establecen entre los proveedores de la sustancia y los consumidores. La mona tiene un costo de cinco pesos y el charco vale diez pesos, lo que equivale aproximadamente a la cantidad de tres o cuatro monas. Tres vendedores se turnan diariamente en la plaza para vender. Se trata de un par de hermanos que viven en la colonia y de un joven que anteriormente formaba parte del grupo. Los primeros tienen amedrentados a todos mediante golpes, humillaciones y burlas que ejercen particularmente por adeudos no pagados a tiempo. Estos maltratos, efectivamente, son estrategias de poder ejercidas desde la violencia. Al fungir como vendedores y distribuidores de activo y servirse de estos mecanismos violentos para sacar provecho de los jóvenes, cumplen una función social importante en la dinámica diaria del grupo y de la plaza, ya que por un lado refuerzan una de las principales actividades de socialización en el grupo (consumo de activo). Igualmente, establecen relaciones de dominación implícita en la que se generan momentos de tensión en el grupo y se activan constantemente mecanismos de resistencia por parte de los demás jóvenes (pasividad, obediencia, evasión, fragmentación e incluso también, pequeñas alianzas basadas en la confianza para, ocasionalmente, ser los comisionados para distribuir el líquido).

Además, el consumo permanente de sustancias psicoactivas establece la violencia como posibilidad omnipresente, siempre latente. Por lo general, en el grupo existe un miembro que se encuentra en una situación de degradación física y en condiciones deplorables debido a un consumo excesivo de activo. Es tomado como chivo expiatorio, se le golpea e insulta porque no está en condiciones de defenderse. Esta persona no siempre es la misma, sino que cambia a lo largo del tiempo. En caso de que el joven decida integrarse en un centro de rehabilitación o, según sus propias palabras, "anexarse", alguien más ocupará el papel de víctima.

A partir del consumo de activo surgen, así, dinámicas de movilidad dentro del grupo: el número de miembros se modifica de acuerdo con la movilidad de los jóvenes que, al percibirse muy dañados, pueden decidir marcharse un tiempo con su familia o bien integrarse en centros de rehabilitación, donde permanecen entre unos meses y un año. Esto constituye una estrategia para "sentirse mejor" y distanciarse del consumo de drogas. Sin embargo, al poco tiempo regresan a la plaza y retoman el consumo. Por tanto, el consumo regular de activo tiene un impacto directo en las dinámicas sociales y de movilidad de los jóvenes marcando el ritmo de sus idas y venidas y, a su vez, participa fuertemente en la construcción social de la plaza Zarco.

 

RECURSOS ECONOMICOS Y REDES SOCIALES

En tanto los jóvenes utilizan la plaza al hacer un uso continuo de toda su explanada, se valen de los servicios, movilidades y relaciones en la colonia para complementar su cotidianidad. A este respecto, los comerciantes situados a diario a un costado de la plaza juegan un papel considerable en el cotidiano de los jóvenes, en tanto establecen con ellos relaciones laborales, sociales y afectivas. Diariamente, desde las 6 de la mañana, los jóvenes se despiertan para ayudar a abrir los puestos, lavarlos, cuidarlos mientras el comerciante atiende algún asunto y volver a meterlos. Además, a lo largo del día permanecen atentos a los movimientos del comerciante, por si necesita algo y requiere de un apoyo adicional. A cambio de esta ayuda los jóvenes reciben comida, una pequeña remuneración o la posibilidad de quedarse a dormir en el puesto cuando llueve. Además, cada 28 de mes los jóvenes tienen la oportunidad de apoyar a los comerciantes que se instalan en los alrededores de la iglesia de San Hipólito para vender comida, flores y artículos religiosos. Gracias a ello obtienen en un solo día las ganancias de tres días comunes. Este tipo de intercambio se basa principalmente en una relación de camaradería y de confianza, y representa una fuente importante de ingresos. Fuera de la plaza, los jóvenes aprovechan los lugares de tránsito para ejercer distintos tipos de actividades lucrativas, como la venta de objetos diversos, la mendicidad, el faquirismo (acostarse sobre vidrios), cuidar coches (viene-viene), o palabrear (subirse a microbuses y vender dulces narrando parte de su historia como "niños de la calle"). En algunos casos también ejercen la prostitución.

Además de las posibilidades remunerativas que encuentran alrededor de la plaza, los jóvenes ven en el interior de la colonia algunas otras ayudas para subsistir diariamente. Éstas son principalmente instituciones de asistencia dirigidas a la atención de niños y jóvenes en situación de calle. En el Distrito Federal, el Instituto de Asistencia e Integración Social (IASIS) trabaja de manera coordinada con 54 instituciones de asistencia privada y asociaciones civiles en la atención de niños y jóvenes en riesgo o situación de calle. Las cinco delegaciones en las que se enfoca mayormente este trabajo son Cuauhtémoc, Venustiano Carranza, Gustavo A. Madero, Miguel Hidalgo y Benito Juárez. Es así que se observa una concentración en la atención brindada a los grupos situados en la zona centro de la ciudad no solamente por parte del IASIS, sino también por parte de otras instituciones ubicadas en esta área. Para el caso que nos ocupa, podemos constatar que a sólo treinta minutos de la Plaza Zarco se ubican seis instituciones que los apoyan de diversas maneras: Fundación Renacimiento, IAP; Casa Alianza, IAP; El Caracol, A.C.; Asociación Mexicana Pro Niñez y Juventud, A.C.; Pro Niños de la Calle, IAP; y Ayuda y Solidaridad con las Niñas de la Calle, IAP (mapa 2).

La más cercana, Casa Alianza, se sitúa justo detrás de la plaza. La mayoría de los jóvenes afirman haber estado ahí alguna vez, cuando eran pequeños, y comentan que se les ofrecían muchas oportunidades que no aprovecharon por salirse a la calle, al "desmadre" y a la "vagancia". Actualmente la institución —enfocada exclusivamente en los menores de edad— no ofrece ningún servicio a los jóvenes de la plaza ni mantiene relación con ellos, aunque los jóvenes sí están en contacto con algunos de los beneficiarios de la institución, a quienes conocen de tiempo atrás por circunstancias comunes viviendo en la calle. Unas calles al norte de la plaza se encuentra la Asociación Mexicana Pro-Niñez y Juventud, mejor conocida como la casa de Cuauhtémoc Abarca, por el nombre de su fundador. Ahí se les ofrece el servicio de comida por 30 pesos. En tanto, varias calles al sur se encuentra El Caracol, que cuenta con un centro de día y una casa transitoria. Ofrece servicios básicos, asesoría legal, educativa y psicológica; talleres de oficios, recreativos y lúdicos, entre otros. Los jóvenes acuden a sus instalaciones dos o tres veces por semana, para usar los servicios puestos a disposición. Por su parte, el DIF —mediante el programa "Hijos e hijas de la ciudad"— brinda apoyo directo a los jóvenes por medio de sus educadores de calle, con el trámite de documentos legales como hojas de gratuidad y actas de nacimiento. Si bien este apoyo se aporta directamente a los jóvenes, está enfocado a mejorar las condiciones de vida de los hijos de éstos, menores de edad. Aquí es importante señalar que los jóvenes temen a estos educadores, pues consideran que tienen la facultad de arrebatarles a sus hijos. Finalmente, y de forma más esporádica, los jóvenes entran en relación con la Fundación Renacimiento vía el Mundialito Callejero, realizado anualmente en el deportivo Oceanía, en el cual participan niños, jóvenes y adultos que viven en la calle o establecen relaciones importantes en ella.

Estas son algunas de las instituciones que les quedan a mano y les ayudan a sobrellevar de mejor manera su cotidianidad, obteniendo asistencia básica, médica y legal, alimentos, aseo personal, lavado de ropa y acceso a actividades lúdicas, deportivas y artísticas. Así, los jóvenes frecuentan regularmente estos espacios, lo cual hace que parte de sus horarios diarios se basen en las necesidades que cubren en una u otra institución. Mientras las instituciones se afanan en persuadirlos de la nocividad de vivir en la calle, así como de la imperiosa necesidad de abandonarla, los jóvenes se aferran al modo de vida que llevan ahí, prefiriendo hacer uso puntual de los servicios para mejorar sus condiciones de vida en este espacio. De esta forma, los jóvenes explotan los servicios ofrecidos por las instituciones, de igual forma que han aprendido a utilizar otros recursos presentes en la calle (Pérez López, 2007). Evidentemente, los jóvenes requieren de una postura activa para explotar los recursos a su alcance o, incluso, para crear las oportunidades: hacer uso de las redes sociales, negociar espacios con otros actores de la vía pública, conservar buenas relaciones con los vecinos, trasladarse a lugares de gran afluencia, etcétera. El día a día se convierte en una constante reestructuración de ahorro, obtención, provisión y negociación de dinero, comida, drogas, y favores entre ellos mismos y los actores sociales más cercanos: comerciantes, policías, vecinos, transeúntes, personas caritativas, educadores de calle, e incluso estudiantes e investigadores.

 

ESPACIO E IDENTIDAD

Hemos visto que los jóvenes proyectan sus prácticas cotidianas, hábitos y normas en la plaza Zarco y los lugares que se encuentran alrededor, participando en la construcción social de estos espacios. De la misma manera, el espacio, su apropiación y su explotación cotidiana desempeñan un papel clave en las dinámicas sociales cotidianas de los jóvenes. Si bien ejerce principalmente una función utilitaria necesaria a la satisfacción de las necesidades de los jóvenes, también representa para ellos un lugar con el que se identifican y, a su vez, con el que son identificados; un lugar a partir del cual tejen relaciones sociales entre ellos y con otras poblaciones de los alrededores. La plaza representa su espacio de vida y de trabajo, cumpliendo con una doble función social y económica. Para los jóvenes, el grupo de pertenencia, la calle y los espacios habitados y practicados tanto en el presente como en el pasado, constituyen referentes identitarios fuertes a partir de los cuales forjan su historia colectiva. Al apropiarse un espacio, se da una continuidad y cierta estabilidad en la vida cotidiana de los jóvenes, posibilitando la construcción de esta historia y memoria. Al mismo tiempo, la memoria crea cohesión social entre los miembros del grupo, lo que les arraiga aún más al territorio. Así, a partir de estas dinámicas de arraigo a un espacio y de construcción social del espacio público, el grupo de jóvenes de la plaza Zarco construye una historia común e identidad particular. En otras palabras, los jóvenes construyen su identidad colectiva a partir de referencias espaciales: conocen su colonia, las calles y los diferentes espacios pero también se reconocen en ellos. Han desarrollado un sentimiento de pertenencia a los espacios que ocupan y un sentimiento de integración social dentro de la colonia en la que viven. La historia del grupo está relacionada con los lugares de vida que se han ido apropiando a lo largo del tiempo y la plaza Zarco ocupa un lugar peculiar, ya que han permanecido en ella durante periodos largos de tiempo. De esta forma, el tipo de espacio apropiado y las prácticas en él desarrolladas, tienen sus propias particularidades que los caracterizan como grupo de jóvenes de la calle. De esto nos podemos percatar no solamente a través de sus propias narraciones, sino también de las realizadas por jóvenes pertenecientes a otros grupos. Por ejemplo, cuando jóvenes ajenos a Zarco llegan a evocar el carácter conflictivo de ciertas bandas, la mayoría se refiere precisamente al grupo de Zarco como el más problemático de todos (Pérez López, 2009): "Zarco es pesado, es la Guerrero, es como si fuera Tepito, el ambiente (...) son muy agresivos, la mayoría de la banda que está allí en la calle acaba de salir del Consejo o de la corre (...) La neta, no es lo mismo, el ambiente es más pesado, cae más la poli, más violencia para que me entiendas. Allí no hay comprensión, les vale verga si te lleva la verga o no, son más culeros" (Salvador, 18 años, grupo de Santa Anita, 2004).

La identidad supone a la vez un proceso de identificación y de diferenciación. En el caso de estas poblaciones, se construye a través de una referencia a un grupo y a partir de una oposición a otros grupos. Más allá de una identidad de "joven callejero", los jóvenes desarrollan una identidad territorial. El territorio estructura y participa en la construcción de la identidad: "Dado que participa plenamente en la vida de los individuos y de los grupos, el lugar influencia, e incluso fundamenta, tanto subjetiva como objetivamente, las identidades culturales y sociales" (Le Bossé, 1999: 118). Además, contribuye a consolidar el sentimiento de identidad colectiva de los individuos que lo ocupan (Di Méo, 1999: 77). De esta forma, territorio e identidad están íntimamente relacionados: "La identidad funciona socialmente como la manera de legitimar a un grupo dentro de un espacio (territorio) del cual obtendrá sustanciales recursos. Inversamente, la identidad utiliza el territorio como uno de los elementos más eficaces para cohesionar a los grupos sociales" (Di Méo, 2002: 179). Un aspecto revelador de esta relación es que los grupos de jóvenes que viven en la calle se nombran e identifican por los espacios que ocupan o cerca de los cuales se ubican: plazas (Zarco, Simón Bolívar); colonias (Guerrero, Morelos); estaciones de metro (Pino Suárez, Indios Verdes, la Raza); etcétera. En el mapa mental de la página siguiente (dibujo 1), vemos cómo Fernando nombra dos espacios fuertemente apropiados por el grupo, otorgándoles una función en particular. La glorieta Simón Bolívar ("Caballito"),4 de la que hablaremos más adelante, representa el lugar "donde duerme la banda", mientras la plaza Zarco se refiere al lugar "donde se hace la banda". Esta última se encuentra íntimamente relacionada con la construcción de la identidad colectiva de los jóvenes de Zarco.

Por supuesto, la identidad también se construye, ante todo, en el largo plazo. De ahí que el arraigo, tanto espacial como temporal, desempeñe un papel relevante en esta construcción. Podríamos plantear esta relación en términos concretos, en tanto que, a pesar de su intermitencia en la plaza, la mayoría lleva mucho tiempo viviendo allí (aproximadamente cinco años en promedio). Por otro lado, desde esa presencia intermitente (ir y venir a la plaza por sus periodos de internamiento o encarcelamiento, o porque deciden vivir esporádicamente con sus familiares) los jóvenes han construido un reconocimiento y uso cotidiano de los recursos que ofrece la colonia a jóvenes en su situación —instituciones, infraestructura, etcétera—. Por último, el trato, comúnmente deferente de sus conocidos hacia ellos —en parte por su condición precisamente de callejeros—, contribuye a esta construcción de una relación identidad territorial. Así, esta identidad, sea asumida o bien adjudicada, contribuye a la composición del territorio, de la misma manera que el territorio contribuye a la elaboración de la identidad.

 

CONTROL Y NEGOCIACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO

Sin embargo, este arraigo y ocupación de un espacio público implica desarrollar estrategias de resistencia y de negociación permanentes con diferentes actores. Por su misma ubicación, la plaza Zarco es sujeta a un fuerte control social, lo que no les permite siempre esparcirse físicamente en ella y les lleva a buscar formas de pasar desapercibidos, con el fin de no ser expulsados constantemente de la plaza. Efectivamente, los jóvenes son frecuentemente sujetos a redadas y otros enfrentamientos con las autoridades locales, lo que les ha llevado a lo largo del tiempo a ser expulsados de la plaza. Uno de los eventos más significativos fue durante la visita del papa Juan Pablo II en 2002, durante la cual centenas de niños y jóvenes fueron expulsados del centro de la ciudad de México.5

En los últimos años se han desarrollado algunas medidas y políticas públicas con el fin de controlar y regular los espacios públicos de la ciudad. Como ejemplo, la Ley de Cultura Cívica del Distrito Federal6 tiene un impacto directo sobre el cotidiano de las poblaciones callejeras. Si bien los jóvenes de la calle no constituyen el blanco explícito de tales sanciones, su modo de vida y sus prácticas urbanas los conducen inevitablemente a cometer ciertas infracciones. Esta ley sanciona cuatro tipos de infracciones: las infracciones contra la dignidad de las personas (artículo 23), contra su tranquilidad (artículo 24), contra la seguridad ciudadana (artículo 25) y contra el entorno urbano (artículo 26). Trece infracciones se cometen regularmente por los jóvenes de la calle, debido al modo de vida que llevan. Entre las más significativas y relacionadas al uso/cambio del espacio público, encontramos: impedir o estorbar de cualquier forma y sin permiso el uso de la vía pública y la libertad de tránsito (artículo 25, II); usar las áreas y vías públicas sin previa autorización (artículo 25, III); orinar o defecar en los lugares públicos (artículo 26, II), y cambiar el uso o destino de áreas o vía pública sin la autorización correspondiente (artículo 26, VI). Esta ley tiene consecuencias directas en la vida cotidiana de los jóvenes, ya que de 92 por ciento de los que han sido arrestados por lo menos una vez por la policía, 66 por ciento lo fueron por infracciones cometidas en el marco de la ley de cultura cívica: consumo de droga y alteración del orden público (Pérez López, 2009).

Así, las autoridades proceden regularmente a expulsiones: los policías llegan y despojan a los jóvenes de sus pertenencias, sus colchones, su ropa, sus cobijas o tiran su comida. En otras ocasiones los desalojan lanzándoles chorros de agua con mangueras, los amenazan o los expulsan por medio de la fuerza. La mayor parte de las veces los jóvenes se enfrentan a los policías debido a su consumo de activo. Sin embargo, encuentran maneras de librarse de la situación. Al suponer que habrá revisión en la plaza con el fin de comprobar si están consumiendo sustancias, los jóvenes se apañan de papel que mojan en el agua sucia de las orillas de la plaza, cubren sus latas de activo y las disimulan entre la basura, evitando que los policías las identifiquen. No siempre logran pasar la inspección, pero incluso cuando los descubren, aprovechan la ropa que llevan puesta para zafarse y evitar que los aprehendan. Comúnmente, los compañeros fungen también como distractores de la policía para que el infractor escape corriendo. Así, su apariencia, deterioro físico, permanencia en un espacio, consumo de activo y condición de informalidad y/o ilegalidad, son elementos por los que se enfrentan constantemente a los policías. En este sentido, la lucha por acceder a estos espacios —y, en el caso de los jóvenes, por conservarlos— es continua. Es una lucha por mejorar sus condiciones de vida. Estos enfrentamientos provocan no solamente resistencia por parte de los jóvenes, sino que también conllevan a buscar nuevos espacios de vida donde puedan estar más tranquilos.

Así, a lo largo de 2009 fueron varios los cambios que se dieron en la plaza. A partir de los meses de abril y mayo de ese año los jóvenes de la plaza Zarco empezaron a frecuentar la glorieta Simón Bolívar (fotografía 3). Progresivamente ésta se convirtió en su principal lugar de vida, efectuando las tareas que previamente realizaban en la plaza: comer, lavar su ropa, consumir sustancias psicoactivas, realizar actividades económicas y dormir. Con su mudanza no sólo cambiaron el lugar donde vivían, sino que cambiaron algunas de sus actividades y de las dinámicas que se daban en la plaza. Por ejemplo, los hermanos que vendían activo en Zarco dejaron de hacerlo en la glorieta, y varios jóvenes encontraron recursos económicos por parte de los comerciantes que trabajan afuera de la Secretaría de Relaciones Exteriores (sre). La comida también fue un elemento de cambio notable en sus prácticas. Se ponían de acuerdo para ir a comer juntos a la casa de Cuauhtémoc Abarca, o compartían la comida que conseguían de los puestos cercanos, afianzando relaciones que antes eran más distantes entre algunos. También dejaron de bañarse en la fuente, y se vieron obligados a hacerlo en la misma casa de Abarca o en El Caracol. Igualmente, la red social de los jóvenes de Zarco aumentó favorablemente, tanto por los comerciantes de la Secretaría de Relaciones Exteriores como por los jóvenes que vivían antes en un camellón cercano. Por otra parte, los jóvenes empezaron a tener menos problemas con la policía debido a la altura del basamento de la glorieta que no permite una visibilidad tan clara como en la plaza Zarco. Si bien desde la avenida puede percibirse claramente la presencia de los jóvenes, no tan fácilmente se observa lo que están haciendo. Igualmente, es más complicado para los policías que se desplazan en automóvil pararse en medio de la avenida y subir a la glorieta a revisar sus pertenencias. Por la noche, al encontrarse la glorieta sin iluminación y rodeada de árboles, los jóvenes permanecen prácticamente en total invisibilidad, lo que facilita que realicen más tranquilamente una de sus actividades distinguidas: consumir activo u otras sustancias. Así, el previo conocimiento de la colonia, la identificación de un lugar poco visible para realizar su cotidianidad sin ser molestados y la posibilidad de mudarse a él, fueron algunas condiciones que facilitaron la mudanza de los jóvenes. Esta acción les permitió ampliar su red laboral y social dentro de la colonia e intensificar su movilidad dentro de la misma, con idas y venidas de un espacio a otro.

En términos cronológicos, de enero a mayo los jóvenes permanecieron en la plaza Zarco, manifestando en ese lapso problemas con los policías y con jóvenes de otros grupos. Los conflictos con los policías eran constantes y surgían por su estancia en la plaza y consumo de activo. Muchas veces los jóvenes eran obligados a fungir como "pagadores", es decir, a ser sancionados y llevados a los "separos" de la delegación sin ser responsables de la infracción o delito que se les imputaba. Esto se veía facilitado por su aspecto descuidado y condición tóxica, y respondía en algunas ocasiones a las "cuotas" solicitadas a los policías como justificación de su labor. Aunque no muy visibles, también se dieron conflictos entre los jóvenes de la plaza Zarco y jóvenes de otros puntos, debido a actitudes agresivas e imprudentes bajo la influencia del activo y del alcohol, a las infidelidades, desamores y rotación de las parejas sexuales de un grupo a otro. A finales de mayo, poco antes del homenaje luctuoso al periodista Manuel Buendía Tellezgirón, los jóvenes fueron expulsados de la plaza.7 Los policías se mantuvieron en ella una semana antes y una semana después del evento, para asegurarse de que los jóvenes no regresaran. Si en un principio los jóvenes afirmaron que se mudaron a la glorieta por elección propia, comentaron después los policías los obligaron a hacerlo. Confirmaron "estar tranquilos", al saber que tarde o temprano regresarían a la plaza. Durante agosto y octubre pudimos percatarnos de visitas nocturnas de los jóvenes a la plaza, principalmente para jugar fútbol. También comenzamos a ver que poco a poco empezaban a permanecer jóvenes sentados en las bancas, aunque no correspondían a miembros del grupo de Zarco. Ya en noviembre se juntó nuevamente en la plaza un grupo diferente, de aproximadamente diez jóvenes. Además, los que se fueron a la glorieta regresaron progresivamente a la plaza Zarco y se volvieron a instalar en ella. Brevemente, y a modo de síntesis cronológica, los cambios que pudimos observar respecto a su estancia entre la plaza Zarco y la glorieta Simón Bolívar son los siguientes:

 

EL CENTRO DE LA CIUDAD DE MÉXICO: UN ESPACIO DE OPORTUNIDADES

Como hemos visto hasta ahora, las poblaciones que viven en la calle se relacionan con el espacio público buscando transformar sus condiciones de existencia y mejorar su cotidiano. En este sentido, y en el caso que nos ocupa, la plaza Zarco y otros espacios del centro de la ciudad significan para estas poblaciones lugares de oportunidades. En el presente apartado nos adentramos en la problemática que plantea este número especial, y en el meollo del artículo: al instalarse en los puntos más céntricos y concurridos de la urbe —afuera de las estaciones de metro, en zonas de tránsito y de alta concentración de bienes y servicios, sobre avenidas grandes, en áreas de comercio formal e informal—, los jóvenes buscan, de cierta forma, mitigar la distribución desigual de recursos sobre un territorio y hacer frente a su condición de desventaja social y económica. La mayoría de los jóvenes que viven en la calle provienen de colonias situadas en las delegaciones periféricas del Distrito Federal, del Estado de México y de ciudades o pueblos de otros estados de la República, que cuentan con un nivel socioeconómico muy inferior al de las delegaciones centrales del Distrito Federal, y con menor infraestructura sanitaria, de transporte y de servicios de abastecimiento de agua potable y de consumo básico. En este sentido, las condiciones de desarrollo de sus localidades de procedencia distan mucho de ser equiparables a las que goza el centro de la ciudad de México. Al trasladarse hacia las áreas céntricas de la ciudad y establecerse en ellas, acceden a toda una serie de recursos y medios de subsistencia a los cuales no tenían acceso tan fácilmente en sus lugares de origen. Esto facilita la satisfacción de sus necesidades básicas y de consumo, e incrementa las posibilidades de obtener ingresos.

Más concretamente, y en lo que se refiere a nuestro caso de estudio, la ubicación y las características de la plaza Zarco permite a los jóvenes acceder a diferentes recursos básicos, tales como energía eléctrica y agua, aún sin poseer una vivienda. Además, les posibilita un acceso rápido a otros espacios mediante la red de transporte público, así como a las instituciones de asistencia situadas a proximidad. Representa además un espacio de oportunidades laborales cuando los trabajos que desempeñan se caractericen por su precariedad, informalidad e incluso, a veces, su ilegalidad, y por tanto los enfrente a toda una serie de dificultades que deben resolver a través de estrategias y negociaciones constantes con diferentes actores. Por tanto, si bien los recursos suelen ser parciales y precarios, los jóvenes los valoran porque les permiten sobrevivir y les ayudan a contrarrestar parte de los efectos negativos producidos por su vida en la calle y la situación de vulnerabilidad en que se encuentran.

Si consideramos que la justicia espacial se relaciona principalmente con la distribución equitativa y justa en el espacio de recursos y la posibilidad de explotarlos, el hecho de vivir en estos espacios les ofrece más posibilidades de acceder a parte de ellos. La delegación Cuauhtémoc y el centro de la ciudad concentran mayores recursos, ofrece oportunidades y facilita la integración de los jóvenes en las dinámicas sociales locales. Esto explica también por qué la mayoría de los grupos de jóvenes que viven en la calle se ubican en esta delegación. Los jóvenes de la calle se han fugado del hogar familiar para evadir, por lo general, la violencia de la que eran objeto, y se encuentran en los espacios centrales de la ciudad buscando una alternativa a la vida que llevaban con sus familias. Con el tiempo establecen un fuerte arraigo físico y afectivo con su espacio de vida, el cual —más allá de representar un simple abrigo funcional— constituye un hogar íntimo y privado que les permite construir y expresar su identidad de grupo. Así, pues, el espacio reviste importancia, tanto en términos de subsistencia como de socialización, de afectividad e identidad. En otras palabras, si bien el centro de la ciudad es revelador de procesos de desigualdad y desventajas, también funge como un espacio de socialización e integración dentro de dinámicas sociales no hegemónicas.

Sin embargo, es importante decir que el único hecho de desplazarse hacia los espacios centrales de la ciudad, en los cuales existe una concentración importante de bienes y servicios, no es suficiente para mitigar los efectos de la injusticia espacial. Tampoco lo es para salir de una situación de exclusión social. Sin embargo, si bien existen condiciones socioeconómicas que hacen que los jóvenes estén excluidos tanto de las instituciones públicas como del sistema económico formal, del sistema educativo, del sistema de salud, etcétera, al enfocarnos en sus modos de vida nos percatamos de que no se sienten excluidos de las dinámicas sociales que se dan dentro de las colonias en que viven. Ellos mismos se sienten incluidos en los escenarios de vida en que están insertos. Por tanto, es importante señalar la diferencia que existe entre las concepciones objetivas de exclusión y las concepciones subjetivas. Los jóvenes, desde su vulnerabilidad y condición de pobreza extrema, se incorporan en dinámicas sociales informales que les brindan la posibilidad de sobrevivir y construir su identidad tejiendo relaciones sociales con su entorno. Por ello las dinámicas sociales de los jóvenes no revelan solamente formas de exclusión y marginalidad, sino sobre todo una fuerte necesidad de integración mediante una vía distinta a la admitida y legitimada socialmente. Lejos de ser víctimas sin resistencia de su situación, tratan de enfrentarla a través de diferentes medios. Finalmente, como espacio de socialización y de posibilidades la calle se convierte en una referencia positiva para los jóvenes, quienes a pesar de sus tentativas de reinserción social, terminan por regresar a ella de forma casi inevitable.

 

APUNTES FINALES

Los jóvenes de la plaza Zarco despliegan toda una serie de estrategias para sobrevivir en la calle —identificación y manejo de situaciones favorables o adversas, ubicación y apropiación de un lugar céntrico de la ciudad, apoyo mutuo, desarrollo de una red social fuera del grupo de pares, negociación de los espacios públicos, entre otras—, las cuales forman parte de su cotidiano y van reforzando poco a poco su experiencia de la calle. No sólo son capaces de interactuar con su medio y hacerle frente, sino de permanecer en un espacio a lo largo del tiempo y construir en él su identidad social. Lejos de ser sujetos aislados, desarrollan y mantienen relaciones sociales que favorecen su arraigo en un espacio y les permite establecer ciertas rutinas y romper con lógicas de mera supervivencia.

Además de arrojar luz sobre las prácticas sociales y espaciales de un grupo de jóvenes que habita un espacio público de la ciudad de México, el presente artículo invita a una reflexión más amplia sobre sus condiciones de vida. Si bien pareciera que existe una tendencia generalizada a enfatizar en los aspectos negativos de la calle —por parte de los medios de comunicación, de las instituciones de asistencia y de algunos investigadores— y de adoptar enfoques que analizan el cotidiano de los jóvenes de la calle en términos exclusivamente negativos, al incorporar la perspectiva de los sujetos sobre sus vivencias nos percatamos de que existen aspectos positivos —por encima de los negativos— que valoran y los hacen permanecer en este espacio. Estos enfoques contienen toda una serie de supuestos que si bien forman parte de una realidad la dejan incompleta, pues alimentan una imagen simplificadora de las vivencias de los jóvenes.

En este artículo hemos buscado dejar claro que las experiencias urbanas son heterogéneas y están relacionadas con las expectativas de los sujetos, sus intereses y, desde luego, sus posibilidades. La calle representa un lugar de conflictos y confrontaciones, pero también es percibida como lugar de interacciones y alianzas; es un espacio que pone en riesgo la integridad física de los jóvenes por medio del consumo de drogas —entre otros factores—, pero a su vez este consumo los une a su grupo de pertenencia y crea cierta cohesión. Si bien los lleva a realizar actividades informales, e incluso ilegales, estas mismas actividades les permiten sobrevivir en su medio. En pocas palabras, la calle es contradictoria pero los jóvenes permanecen en ella porque es un espacio de posibilidades que responde, en parte, a sus necesidades (definidas por ellos mismos y no por las instituciones de asistencia y otros actores que buscan su reintegración social).

 

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Notas

* Este artículo deriva de la investigación "Prácticas cotidianas de adultos jóvenes en una plaza pública: la Zarco". Formó parte del Subprograma de Becas para Tesis Externas Generación 2008-2009, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, convenio BTE/08/001/2 y fue realizada entre julio de 2008 y agosto de 2009. Asimismo, se basa en reflexiones realizadas en el marco de la tesis doctoral de la autora.

1 Originalmente esta plaza llevaba el nombre de "Plaza de la Reforma". Actualmente recibe su nombre de la estatua que hay en ella, la cual representa al periodista y político duranguense Francisco Zarco. En la plaza también se encuentra un basamento dedicado al periodista Manuel Buendía Tellezgirón, para quien cada 30 de mayo se realiza un homenaje luctuoso.

2 Este organismo contabilizó 1214 puntos de encuentro de niños en situación de calle, de los cuales 788 corresponden a las delegaciones Cuauhtémoc (254), Venustiano Carranza (188), Gustavo A. Madero (159), Miguel Hidalgo (94), Benito Juárez (93) e Iztacalco (42).

3 De "monear": acción de inhalar una mona, bola formada por una estopa empapada en solvente.

4 Nombramos esta glorieta por su nombre oficial para evitar confusiones con la otra glorieta también conocida como el "Caballito", dentro de la cual se ubica el relieve de un caballo realizado por el escultor Sebastián y que se encuentra más al poniente, sobre la misma avenida Reforma.

5 "Desalojan a niños de la calle" (e-once Noticias, 30 de julio de 2002); "Desaloja GDF a más de 250 niños de la calle por visita papal" (ibidem, 29 de julio de 2002); "Limpieza social de niños callejeros por la visita del Papa", (Red por los Derechos de la Infancia, 29 de julio de 2002).

6 Ley de Cultura Cívica del Distrito Federal (artículo 26, VI), publicada en La Gaceta Oficial del Distrito Federal, núm. 48, 31 de mayo de 2004.

7 Cabe mencionar que ocasionalmente los jóvenes habían sido expulsados de la plaza con anterioridad por diversas circunstancias (conflictos muy violentos con jóvenes de otros grupos, o por cuestiones de imagen en los espacios públicos —limpieza social—. Al parecer así fue en esta ocasión, ya que a la ceremonia asistieron distintos medios de prensa y personajes del medio intelectual como Miguel Ángel Granados Chapa, entre otros).

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