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Nueva antropología

versión impresa ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.23 no.73 México jul./dic. 2010

 

"Vivir de una vida nueva": Jorge Engerrand (1877–1961), entre la antropología mexicana y la estadounidense de principios del siglo XX"

 

Mechthild Rutsch*

 

* Doctora en Antropología por la Facultad de Filosofía y Letras–UNAM. Profesora–investigadora de la Dirección de Etnología y Antropología Social–INAH. rutsch@unam.mx.

 

Resumen

En este ensayo presento parte de la biografía de Jorge M. Engerrand como ejemplo de un científico cuyas convicciones políticas lo llevaron a buscar un contexto más liberal y "nuevo" que el de su nativa Europa. No fue el único emigrante decepcionado por las condiciones científicas y políticas que encontró en el "nuevo" continente. Tanto en México como en Estados Unidos su vida ilustra las tensiones entre la creencia en el universalismo científico y las particulares fronteras políticas y académicas entre dos antropologías –la nacional y la metropolitana– y sus respectivas comunidades científicas.

Palabras clave: historia de la ciencia, migración científica, Jorge M. Engerrand, antropología nacional y metropolitana.

 

Abstract

In this essay I present part of Georges M. Engerrand biography as an example of a politically engaged scientist who had high expectations about working in a "new" and more liberal context than his native Europe. He was not the only European émigré disappointed with the scientific and political conditions he encountered in the "new" continent. His life in Mexico and the United States illustrates the tensions between a belief in a scientific universalism and the particular political and academic borderlines separating two anthropologies –the national an the metropolitan– along with their respective scientific communities.

Key words: history of science, scientific migration, Georges M. Engerrand, national and metropolitan anthropologies.

 

LIMINAR

Durante la vuelta del siglo XIX al XX la antropología1 era ciencia nueva, poco institucionalizada y su profesionalización apenas comenzaba. No obstante, y de forma simultánea, mediante la conformación de redes de científicos nacionales e internacionales la disciplina se organizaba en asociaciones específicas y realizaba actividades como congresos, reuniones y publicaciones académicas, lo cual expresaba ya una creciente identidad y especialización. Las redes científicas de esta época ayudan a entender el desarrollo de la disciplina en ambos lados del Atlántico y delinean los esfuerzos por constituir una ciencia plena, digna de reconocimiento, apoyo y prestigio en los diversos ámbitos nacionales. A la vez representan una dimensión geopolítica y cultural observable en las relaciones –no siempre felices– entre estudiosos nacionales y extranjeros de las comunidades científicas; éste es un aspecto poco estudiado, e ilustrativo, del contexto en el que los científicos de México y Estados Unidos vivían el conflicto entre sus ideales de una ciencia pretendidamente universal y autónoma, y las duras y cotidianas realidades nacionales –y nacionalistas– de sus respectivos países.

La tensión entre "antropologías nacionales"2 y "antropologías metropolitanas", y entre las comunidades científicas que producen su respectivo conocimiento, parece un concepto útil para analizar ciertos periodos de la antropología en México.3 Esta tensión, en parte, también caracteriza el periodo en que se desarrolla la historia aquí relatada. Pero los estados nacionales no sólo son los administradores de políticas de modernización y desarrollo, para los que han fomentado el conocimiento antropológico, sino que también expresan los conflictivos intereses de facciones y clases sociales de quienes pretenden mantener o establecer su dominio político y económico, local e internacionalmente. Estos intereses forman parte intrínseca de las condiciones de producción de conocimientos científicos y, a su vez, están presentes en la tensión entre antropologías nacionales y metropolitanas, por lo que ciertamente la historia de las relaciones entre comunidades y la de las redes científicas ni con mucho se agota en su historia conceptual. En todo caso, también se halla permeada por los intereses, convicciones políticas y afinidades culturales de los actores implicados.

A partir de una etapa de la biografía de Jorge Engerrand, en este ensayo pretendo ofrecer al lector un ejemplo de lo que implicaba laborar como antropólogo extranjero en el México de principios del siglo XX (y más tarde en Estados Unidos), en el contexto de una antropología nacional que para entonces estaba en los inicios de su profesionalización. Como para muchos otros antropólogos extranjeros que trabajaban durante ese periodo, y en épocas posteriores, en México y Estados Unidos, las redes científicas eran sumamente importantes, tanto para la sobrevivencia académica como para conseguir un empleo digno. En especial Franz Boas, entonces decano de la antropología estadounidense, hacía valer sus influencias políticas y académicas no sólo en la primera institucionalización de una escuela internacional de antropología en México; también solía ejercer su influencia con el fin de recomendar a sus alumnos y colegas ante las autoridades mexicanas, y defender a colegas como Engerrand –de convicciones políticas libertarias y de izquierda– ante autoridades de Estados Unidos.4

Por tanto, no se trata de un ensayo teórico o de mayores disquisiciones conceptuales,5 ni de ofrecer la polémica académica y política de estos tiempos a propósito de la metodología en arqueología, antropología física o etnología y lingüística, que forma sólo una parte de las razones para las hostilidades entre facciones de la comunidad científica nacional, y entre éstas y facciones de las comunidades científicas internacionales.6 Más bien mi convicción radica en asumir, citando a Eric Wolf, que las tradiciones de todas las generaciones pasadas pesan sobre las vivas y esto es cierto tanto para los antropólogos como para la gente que estudian. Si se acepta la tesis de Lomnitz acerca del malestar o agotamiento actual del carácter nacional de la antropología en México, la historia de la disciplina tiene mucho que decirnos al respecto.

 

EL CONTEXTO

Durante el último cuarto del siglo XIX la mayoría de antropólogos y científicos de países "centrales", como Alemania, Estados Unidos, Francia y otros, adquirían sus conocimientos sobre México ya fuera en calidad de corresponsales de periódicos (por ejemplo los antropogeógrafos Friedrich Ratzel y Carl Sapper)7 o financiados por mecenas como el duque de Loubat, con cuyas donaciones se establecieron, entre otras, las primeras cátedras en estudios americanistas de la Universidad Columbia de Nueva York y la Universidad Friedrich Wilhelm de Berlín.

Hubo quienes llegaron a México con las fuerzas armadas de invasiones militares europeas. Entre éstos se cuentan, por ejemplo, el francés Désireé Charnay (1828–1915), comisionado por el ministerio de Bellas Artes de su país, y el arquitecto alemán Teobert Maler (1842–1917), capitán del ejército imperial mexicano (Leysinger, 2006; Edison, 1999, cap. IX). Ambos también tuvieron contacto con importantes americanistas de esos años, como Eduard Seler, a quien Maler proporcionó información sobre Yucatán y varios sitios mayas; también sostuvo correspondencia con él, enviándole fotografías de diversas piezas y sitios arqueológicos. En 1901 Maler envió a Seler un paquete de 44 placas y copias de fotografías de la región del "Usumatzintla", que le ofrece para compra por 114 marcos. En esa ocasión agrega: "Lamentablemente el gobierno mexicano, prestando oídos a las maliciosas agitaciones de los yucatecos españoles, ha declarado la guerra contra los mayas libres. Esto durante muchos años hará imposible los viajes de exploración en el sur de la península, donde se renovó un antiguo odio [...] Por lo demás, mis expediciones son sumamente laboriosas, muy caras y tampoco carecen de peligros. ¡Tal vez sea por estas razones que nadie compite conmigo [...] !" (Maler a Seler, 12/06/1901, SBB/PK, ha Slg. Darmst./Zi. 1890 (14).

Hasta bien entrado el siglo XX, y en especial entre los americanistas alemanes, pocos fueron los estudiosos que podían combinar cierta seguridad de empleo en un museo o universidad con su interés en hacer investigación de campo. Este fue el caso de Eduard Seler, cuyo primer viaje de estudios a México, al que seguirían cinco más, data de 1887. Desde 1899 Seler ocupó la cátedra Loubat de estudios americanistas en la Universidad de Berlín y combinaba la docencia con sus labores en el museo de esa ciudad, donde era jefe del departamento americano.

En ese mismo año y al otro lado del Atlántico, Franz Boas (1858–1942), un científico alemán nacionalizado estadounidense, ascendió de docente a profesor de tiempo completo y desempeñaba funciones de director del recién fundado departamento de antropología de la Universidad de Columbia. Figura dominante en la profesionalización de la antropología estadounidense, fue colega y amigo de Eduard Seler, a quien había conocido en el Museo de Berlín. Para entonces Boas estaba en vías de extender sus redes científicas hacia el otro lado del Pacífico.8 Una década más tarde, en parte ayudado por su amigo Seler, Boas había estrechado lazos científicos y políticos también hacia el sur del continente americano, concretamente hacia México.

Boas tuvo amistad personal, y hasta 1937 intercambiaba correspondencia, con Ezequiel A. Chávez (1868–1946), quien para 1911 aún era subsecretario de Instrucción Pública del régimen porfirista y activo promotor del establecimiento de la Universidad Nacional y de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas (EIAEA), inauguradas en 1910 y 1911, respectivamente. A ambos sucesos asistieron Seler, como delegado de Prusia y primer director de la EIAEA, y Boas como delegado de la Universidad de Columbia. Ya como docente en la recién inaugurada Universidad Nacional, Boas escribe a Chávez:

I am very desirous that my work at the University and at the International School should result in a similar work for Mexico. I have now trained so many men in the United States, that the completion of this work for our country is assured, no matter what may happen to me. [...] The work is also progressing in Canada, where one of my former students is in charge of it. If we can accomplish this work for Mexico too, the whole work of linguistic ethnology will be on a new basis (AHUNAM/FEACH, 167/8, Boas a Chávez, 10/04/1911).

Sin embargo, la EIAEA –cuyos trabajos iniciaron formalmente en enero de 1911– no restringió su labor a la lingüística etnológica. En realidad esta escuela se constituyó en una empresa internacional ocupada de la arqueología, la etnología y la lingüística.9 La escuela fue financiada por distintos gobiernos europeos, universidades estadounidenses y, sobre todo, el gobierno mexicano. A pesar de las buenas intenciones de Franz Boas, su principal impulsor, esta escuela puede verse también como una empresa geopolítica que, entre otras cosas, ofrecía un marco institucional para la colección de datos, conocimientos y piezas arqueológicas y etnológicas, por entonces botín anhelado por los museos más renombrados y otras instituciones internacionales.

Esto fue así a pesar de que Franz Boas, quien había redactado sus estatutos, estuvo preocupado por salvaguardar y respetar el patrimonio nacional mexicano.10 Boas tenía una ideología liberal y solía combatir el intervencionismo estadounidense tanto en el Pacífico como en México, y además estaba convencido de la posibilidad de un saber universal más allá de mezquinos intereses nacionales o nacionalistas.11

Como empresa que podría llegar con el tiempo a ejercer considerable influencia sobre la arqueología y la antropología mexicanas, la EIAEA fue combatida por intelectuales mexicanos, quienes resentían su competencia tanto en términos académicos y económicos como en relación con la salvaguarda del patrimonio nacional. A su vez, la escuela entró en competencia con empresas similares en Estados Unidos y otros países por su influencia y posible dominio sobre la arqueología mexicana. Después de varios años de trabajo, esta escuela tuvo un final poco feliz, en 1917, que destaca por la actuación de varios arqueólogos estadounidenses como espías, quienes cinco años atrás habían sido alumnos de Boas. Por ésta y otras razones, científicos mexicanos del periodo posrevolucionario se opusieron a su reapertura.

Los sucesos internos y el contexto de los trabajos de la EIAEA reflejaron así los conflictos y las fronteras –literales e imaginarias, en el sentido de Anderson– de la ciencia de estos tiempos, y entre ellos destacan la fuerza de los nacionalismos, los procesos revolucionarios en México, la Primera Guerra Mundial y, más tarde, la (re–)conformación de las comunidades científicas mexicanas e internacionales.

Muchos intelectuales vivieron aquellos años como punto de inflexión entre ciencia y nación: tanto su vida personal como su carrera académica fueron fatalmente marcadas por la contraposición de intereses, saberes y poderes.12 En este panorama, la EIAEA y varios de los científicos ligados a ella resintieron de manera particular su efecto. En este escrito me propongo examinar algunos de los asuntos relativos al tercer director de la Escuela Internacional, Jorge Engerrand, cuya trayectoria ilustra el dilema entre la construcción de un saber pretendidamente universal, y los embates de intereses políticos y científicos nacionalistas.

 

LA GEOLOGÍA ESTRATIGRÁFICA

El éxito más conocido de la EIAEA fue haber establecido una primera sucesión cultural en la cuenca de México, clasificación basada en las primeras estratigrafías arqueológicas del continente americano. Este logro se debía sobre todo al empeño de Franz Boas como segundo director de la EIAEA (1911–1912). Preocupado por la profesionalización de la arqueología, Boas estaba convencido que el empleo de la estratigrafía y tipologías más precisas serían las herramientas fundamentales para establecer secuencias culturales, que a su vez podían favorecer la determinación de áreas culturales.

En Europa la estratigrafía era conocida desde hacía un siglo como técnica de la geología y paleontología. Con todo, fue hasta el decenio de 1860 cuando Boucher de Perthes aplicó por vez primera y con precisión el método estratigráfico y lo combinó con el tipológico, de tal modo que pudo determinar la edad relativa de los objetos –por la posición que ocupaban en los estratos del suelo– con el estudio de sus formas. En 1846, Boucher de Perthes había publicado su obra Antiquités celtique et antédiluviennes, y a partir de 1860 la arqueología prehistórica estuvo constituida ya como una ciencia, con sus investigadores, métodos, congresos y revistas especializadas (Laming–Emperaire, 1964: 155 y ss).

En México, desde la segunda mitad del siglo XIX la estratigrafía también fue usada y enseñada en la Escuela de Ingenieros como técnica geológica de fechamiento relativo (Bárcena, 1885; Azuela, 2005). Además, la presencia del ser humano en el continente americano y en México durante el Cuaternario13 parecía comprobada; estos indicios habían sido confirmados por hallazgos similares en América del Sur analizados por Lund, Paul Rivet y otros, pero sin que pudieran determinarse fechamientos confiables. Esto sólo fue posible hasta 1926, "cuando J. D. Piggins descubrió proyectiles de punta labradas de piedra y restos de bisonte extinguido en un contexto geológico provenientes sin duda del Pleistoceno superior en Folson, Nuevo México" (Willey y Sabloff, 1974: 126).

Al contrario de los desarrollos europeos, en el contexto de la antropología boasiana la arqueología del continente se concebía como parte de la antropología junto a la etnología y la antropología física, lo cual –según Willey y Sabloff– determinó que entonces la arqueología siguiera siendo el "niño pobre" de las ciencias antropológicas.14 Las primordiales tareas de la arqueología americana en aquel momento consistían en, primero, establecer cronologías y secuencias culturales confiables; segundo, y con base en ellas, contestar preguntas más generales sobre áreas, influencias y migraciones culturales; y tercero, su propagación y difusión en tiempo y espacio. Con excepción del trabajo de Max Uhle sobre Pachacamac (Perú), publicado en 1903 en Pensilvania, no se había intentado establecer una secuencia cronológica para un área determinada.15

Quedaba claro que el propósito de los trabajos en arqueología de la EIAEA debía ser establecer científicamente secuencias culturales y, una vez logrado esto tratar de responder preguntas más amplias, como aquellas que habían guiado la expedición Jesup, es decir, la cuestión de la difusión cultural por regiones y la antigüedad del ser humano en el continente.

Boas encargó a Manuel Gamio la excavación que lo hiciera famoso en los textos de historia de la arqueología americana. Su misión fue excavar un pozo estratigráfico en un sitio ya notado por el anticuario Guillermo Niven y Eduard Seler en Azcapotzalco: San Miguel Amantla, que había servido de ladrillera. Eduard Seler, primer director de la EIAEA nombrado por el gobierno prusiano para el periodo 1910–1911, no tuvo condiciones políticas para realizar su plan y excavar en Guerrero, por lo cual restringió su trabajo a la colección en superficie y el análisis de pintura mural en Palenque y en los alrededores de la ciudad de México. Por su parte, Gamio encontró ahora tres tipos de cultura superpuestos: el azteca o tipo del valle (más reciente), el tipo de Teotihuacan16 y el tipo "de los cerros" o más antiguo, llamado así "por haber sido encontrado también en los declives inferiores de varias eminencias naturales del Valle de México" (Gamio, 1913: 184).17

El rescate de objetos del mismo tipo en los niveles más bajos de las estructuras de Teotihuacan y la identificación e interpretación de los estratos geológicos fueron exitosos gracias a la colaboración del geólogo Jorge Engerrand, conocedor del terreno. Los análisis futuros debían disipar toda duda en relación con la secuencia cultural establecida (Boas, 1912: 176; Mason, 1943).

 

UN JOVEN GEÓLOGO

Al dejar México en abril de 1912 –para asistir al XVIII Congreso de Americanistas en Londres, en el que se propuso difundir los trabajos de la EIAEA–, Boas estaba convencido que el establecimiento de esta primera secuencia cultural debía afianzarse con otros hallazgos, y que para continuar con esta labor la escuela debía disponer de los oficios de un geólogo profesional, familiarizado con problemas paleoantropológicos y etnológicos. El 30 de abril 1912 dirige una carta a Ezequiel A. Chávez, en la que menciona este asunto:

Los trabajos arqueológicos se ofrecen a la sucesión de investigación [en] el valle de México, y están en cargo del S. Manuel Gamio y de la Sta. Isabel Ramírez Castañeda. El método de éstos trabajos es netamente geológico y la participación en ella del S. Profesor Engerrand cuya ayuda era de gran importancia en el aspecto geológico de la investigación. Creo yo que [varios tachados] la continuación de los trabajos bajo su dirección es muy deseable pues se puede desarrollar el método geológico de los trabajos arqueológicos que ha aplicado en México de una manera sistemática para la historia más antigua del país. El éxito de los trabajos de esta [¿escuela?] actual es tal que me parece muy importante [¿continuar?] los trabajos (ATA, c. 156, e. 15, f. 10).

¿Quién era este geólogo tan recomendado por Boas para sucederle en la dirección de la escuela? Georges Charles Marius Engerrand había nacido el 11 de agosto de 1877 en Libourne (Geronde) Francia. Según su colega Thomas N. Campbell, a los 18 años entró a la Facultad de Ciencias de la Universidad de Burdeos, con un interés especial en paleontología. En julio de 1897 terminó sus estudios de geólogo y profesor de ciencias naturales con un certificado de estudios inferiores (licenciatura) de geología y otro de botánica. Debido a sus convicciones políticas en favor de Dreyfus, que compartió con un grupo de estudiantes de la facultad, decidió que no se presentaría al servicio militar, emigró a Bélgica y, hasta donde se sabe, nunca volvió a su patria.

Según su obituario, el hecho de que Engerrand emigrara a Bélgica se debió a que fue invitado por Eliseé Reclus para fungir de catedrático en Bruselas. En 1899 fue nombrado profesor en la Universidad Nueva de Bruselas "después de sostenida una tesis de geología en la referida Universidad" (SDBNAH, Serie Personal, c. 2, e. 9, s.n.fs. y Campbell, 1962).

En la misma Universidad Nueva de Bruselas –Instituto de Altos Estudios y en el Instituto Geográfico– fue profesor de zoología, biología, prehistoria y geología, mientras en la extensión universitaria de la misma institución desempeñó el cargo de profesor de antropología, etnología y prehistoria en 1903; de esta época datan sus primeras publicaciones: "Notice sur les premiers ages de rhumanité" y "L'origine de lliomme", ambas de 1904. La prehistoria era ciencia nueva y, como recuerda más tarde, el curso sólo fue "seguido por una decena de estudiantes, en su mayoría extranjeros" (Engerrand y Urbina, 1908–1909: 106).

No sabemos por qué y cómo vino Engerrand a tierras mexicanas.18 Probablemente pensó, como escribiría más tarde, que las tierras americanas le ofrecerían "una vida nueva". Es posible que su maestro Elisée Reclus (18301905) –a su vez alumno del geógrafo alemán Karl Ritter– le hubiera contagiado su entusiasmo por tierras americanas.19 Anarquista y acusado de participar en la Comuna de París, Reclus vivía desde 1894 en Bruselas, ahí enseñaba en la Nueva Universidad Libre y fue el primer rector del Instituto de Geografía.

También es posible que Engerrand llegara a la ciudad de México en ocasión del X Congreso Internacional de Geología, celebrado en 1906 (Azuela, 2005; Azuela y Morales Escobar, 2006),20 un año después de la muerte de Reclus. Perteneció así a los poco más de 1 600 individuos franceses que emigraron entre 1882 y 1910 a México, y cuyo porcentaje entre los extranjeros en la capital del país llegaba apenas alrededor de 0.40 por ciento entre 1900 y 1910. Y si bien la mayoría de éstos formaba una elite, cuya prosperidad económica e idiosincrasia los mantuvo "al margen de las transformaciones revolucionarias" (Salazar, 2006: 263), éste no fue el caso del anarquista Engerrand.

A principios del siglo XX la carrera académica de Engerrand parecía en vías de consolidación: había recibido un premio de la Academia de Ciencias de Bélgica por su primer libro (Six lecons de prehistoire), era miembro de varias asociaciones geológicas, geográficas y malacológicas francesas y belgas. Una vez llegado a México participó activamente en la vida científica de aquellos tiempos: fue contratado como investigador por el Instituto de Geología (dirigido por José G. Aguilera entre 1895 y 1912, y de 1914 a 1915).21 No cabe menospreciar "la importancia del nuevo organismo dentro del sistema institucional de las ciencias y el valor social y cognitivo de la geología como disciplina independiente", ya que entre 1891 y1895 "el Instituto Geológico se había consolidado tanto en el nivel local como en el internacional" (Azuela, 2005: 160–161).

Engerrand llevó a cabo periodos de trabajos de campo en diversos estados de la república, cuyos resultados publicó (Engerrand, 1910; 1913), y en 1909 fue comisionado "para estudiar el subsuelo de las ruinas de Palenque y los restos prehistóricos que allí se encontrasen" (AGN/IPBA, c.111, e.20, fs.4). También fue miembro de la Sociedad Científica Alzate, de la de Geografía y Estadística Mexicana, de la de Geología Mexicana, y durante varios años fungió como secretario de la primera y la última. También impartió la cátedra de prehistoria en el Museo Nacional que había dejado Manuel María Villada (Rutsch, 2007). En su programa para este curso, en 1911, Engerrand escribe: "Hasta ahora, cada año, el profesor ha sido encargado de estudiar una región determinada del territorio nacional para buscar huellas del hombre cuaternario", y recuerda el descubrimiento que hizo en 1909 del yacimiento prehistórico de Concepción (Campeche), descubrimiento que ha sido comentado en las mejores revistas especializadas (AGN/IPBA, c. 173, e. 23, f. 13).

Bajo la dirección de Cecilio Robelo, el Museo Nacional tuvo interés en reeditar el libro de Engerrand, premiado por la Academia de Ciencias de Bélgica. En palabras de Robelo, esta publicación se antojaba "imprescindible" tanto para la enseñanza como para el público en general. Dado que para la reedición su autor debía traducir, aumentar y actualizar en parte la obra "con más de 10 000 fichas bibliográficas", propuso al director Robelo una entrega "cada tres meses" y una ampliación a 12 capítulos, desde "Generalidades históricas" hasta su conclusión en el capítulo XII con "El origen del hombre". Engerrand preveía que para esta tarea debía dejar su empleo en el Instituto de Geología y por ello pedía un sueldo adicional de 150 pesos mensuales. Si bien Robelo brindó un apoyo entusiasta para esta reedición, la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes negó tal propósito, a pesar de que Engerrand propuso negociar en febrero de 1912 un sobresueldo de sólo 50 pesos al mes. El argumento de la Secretaría fue que mientras su autor "no cedía una parte de la edición", ésta no se podía llevar a cabo (AGN/IPBA, c.177, e.38, 8 fe.).

Al parecer su deseo de establecerse en el país fue definitivo, ya que el 25 de diciembre de 1908 Engerrand se había naturalizado mexicano. Tanto por este hecho como por sus conocimientos científicos, Boas propuso al gobierno mexicano que expidiera un nombramiento en favor de Engerrand como director de la EIAEA para el periodo 1912–1913.22 El intercambio de correspondencia entre ambos revela que, en principio, ni Boas ni Engerrand esperaban dificultades para conseguir este nombramiento, y menos aún hostilidades posteriores que tomasen como blanco el origen francés del ahora mexicano Engerrand. Sin embargo, para lograr el nombramiento Boas tuvo que ejercer considerable presión. Recurrió primero a Ezequiel A. Chávez y Alfonso Pruneda, pero al final debió interceder directamente ante el ministro de Instrucción Pino Suárez.

Después de presiones y cartas de Boas al director de Altos Estudios, Alfonso Pruneda, a Chávez y al ministro de Instrucción, el 30 de septiembre el gobierno mexicano accedió en nombrar a Engerrand director de la EIAEA para el periodo 1912–1913 (BP, telegrama de Engerrand a Boas, 30/09/1912). Boas escribe a Gamio que este nombramiento de Engerrand "me hizo caer una piedra del corazón" (BP, Boas a Gamio, 10/10/12). Bajo las circunstancias de competencia y animadversión contra la EIAEA entre diversos sectores intelectuales mexicanos, el nombramiento de Engerrand ciertamente podía considerarse un triunfo, si bien un triunfo pírrico, pues a partir de este nombramiento Engerrand viviría crecientes dificultades.

 

DIRECTOR DE LA EIAEA

Si Nicolás León –quien fue uno de los adversarios de la escuela– creía que las preguntas antropológicas debían responderse desde la antropometría, la mirada de Engerrand sobre la antropología era científica y naturalista: "En lo que se refiere á la etnografía y á la etnología, se han tratado estas ciencias más de un modo literario que verdaderamente científico, pero un etnógrafo, un etnólogo deben de ser, antes que todo, naturalistas y han de tener una educación científica y no literaria" (Engerrand y Urbina 1908–1909: 114). Las preguntas que más le inquietaban fueron formuladas por él mismo:

¿De dónde han venido los americanos, ya sean iroqués, chontales o araucanos? ¿Cómo se han formado esas naciones tan diversas del inmenso continente? ¿De dónde llegaron los antiguos charrúas del Uruguay y los príncipes incas casi blancos? ¿Tenía el hombre americano un tipo físico común? ¿Son sus variaciones debidas solamente á las influencias de los diversos medios y de las selecciones? ¿Si es único el tipo americano, se ha formado en la misma América ó ha venido de Asia ó en parte de Europa ó de Polinesia? (Engerrand y Urbina, 1908–1909: 114–15).

En consecuencia, estas preocupaciones teóricas generales eran afines a los proyectos que Boas tenía en mente para la escuela, y Engerrand estaba ansioso por mostrar su capacidad y resultados más concretos. Sin embargo, Boas había propuesto modificaciones a los estatutos originales de la EIAEA, cuya aprobación fue requisito necesario para la liberación de los fondos prometidos por los gobiernos de Sajonia, Bavaria, Rusia y México. Este nuevo trámite implicó un retraso considerable para Engerrand,23 cuyos trabajos de excavación iniciaron hasta diciembre de 1912, en Culhuacán y San Miguel Amantla.24

Para enero de 1913, Engerrand había efectuado tres excavaciones y pensaba llevar a cabo otras dos, todo ello con la finalidad de conseguir pruebas adicionales de la sucesión de los tres tipos establecidos el año anterior y la determinación geográfica de éstos. Anota, sin embargo, que las excavaciones son muy costosas "por la gran abundancia del agua" (BP, Engerrand a Boas, 11/01/1913).

Una vez pasada lo que John Alden Mason, entonces alumno de la EIAEA (Mason, 1963), describió como la "quincena furiosa",25 Engerrand consideraba que ahora las cosas marcharían mucho mejor, dado que muy probablemente habría tranquilidad política. Sin embargo, pensaba que sus trabajos requerirían más tiempo y recursos de lo previsto al inicio. En tanto, los cambios en la Secretaría de Instrucción llevaron a Chávez a la Dirección de Altos Estudios, y Engerrand comenta a Boas que le rogó hacer lo posible para que, después de cumplir como director de la EIAEA, el gobierno mexicano lo nombrara Inspector de Monumentos Arqueológicos. El puesto de inspector no era un cargo de poca monta, pero Engerrand pensaba que si lograba tal pretensión sus trabajos ya no tendrían que depender de fondos internacionales, y al disponer de más tiempo podría ofrecer mayores resultados a la EIAEA:

Creo que pudiera hacer algo muy interesante de la Inspección relativamente á la manera de comprender la arqueología y, en este caso, me sería fácil asegurar la continuidad de ciertos trabajos de la Escuela sin estipendio ninguno. Si Ud. cree que sería bien ayudarme y que habría algún modo de hacerlo, lo que no sé, le ruego lo haga. Estoy conforme con cualquiera decisión de Ud. relativamente a eso, porque no me siento seguro de haber sido atinado el proponerme á Chávez. (BP, Engerrand a Boas, 02/03/1913)

En efecto, el 7 de abril 1913 Engerrand envía un proyecto de transformación de la Inspección a Chávez (proyecto que lamentablemente parece perdido), y en la carta que lo acompaña dice: "tengo el honor de acompañarle un borrador del proyecto de transformación de la inspección de monumentos que deseo presentar al señor ministro. Le ruego atentamente lo modifique tantas veces como le parezca necesario. Me permito darle á conocer que el señor Boas tendría el mayor gusto, según me escribe, en dar á UD ó á cualquiera otra persona, su opinión acerca del papel que yo pudiera desempeñar como Inspector de Monumentos. Mucho le agradecería me mandara al Museo el proyecto corregido ó me llamara por teléfono en el caso de que tuviéramos que examinarlo juntos. De UD respetuoso y sincero amigo. J. Engerrand" (AHUNAM/FEACH, e. 247).

Engerrand no logró el puesto de Inspector. Además de esta decepción, a lo largo de su año de director tuvo diversas dificultades con los alumnos Paul Radin, Manuel Gamio e Isabel Ramírez Castañeda. De ellos tuvo muchas quejas ante Boas, en especial de Gamio. Engerrand acabaría distanciándose de él porque lo consideraba "un elemento pésimo" a causa de que Gamio, en vez de trabajar, se habría dedicado sólo a intrigar: "Estoy harto de Gamio, que para mí ha sido un castigo de cada instante. No ha hecho otra cosa que intrigar para conseguir un empleo y su trabajo ha sido casi enteramente nulo. Es un elemento pésimo y no quiero, en ningún caso, tenerlo otra vez conmigo" (BP, Engerrand a Boas, 10/07/13).

De momento, y al finalizar su año de dirección de la escuela el 1 de julio 1913, el Instituto Geológico aceptó que Engerrand se dedicara al estudio del Valle de México "con toda meticulosidad" (BP, Engerrand a Boas, 02/03/1913). Cinco meses más tarde, en julio, Engerrand había conseguido "el encargo, por el Instituto Geológico, de estudiar con toda meticulosidad el Valle de México, desde el punto de vista geológico, paleontológico, y arqueológico. Empiezo en estos días por la región de Zumpango. Tendré á mi disposición una perforadora de vapor de 100 metros de alcance y podré disponer de ciertos topógrafos del Instituto. Estoy satisfecho de esta disposición que me va á permitir hacer estudios con tranquilidad de espíritu. Tendré a UD al tanto de todos los resultados pues estaré libre ya de la pesadilla de Gamio" (BP, Engerrand a Boas, 10/07/1913).26

Para entonces, es decir en julio, mes que marcaba el inicio del año presupuestal, la reorganización de la Inspección implicó que ésta fuese adscrita al Museo y dividida en cuatro zonas que debían atender los monumentos del país, cada una de estas zonas bajo el cuidado de un inspector. Engerrand califica esta reorganización de absurda y cree que no tardará mucho en volverse a cambiar, y en efecto así sucedió. En tanto Gamio se encontraba contento, pues fue nombrado Inspector de la zona centro (Distrito Federal, Morelos, Puebla, Hidalgo, México, Tlaxcala).27

Sobre la situación política de esos momentos Engerrand es optimista:

La situación política de México era mala hasta hace algunos días pero ahora se ha compuesto bastante porque parece que se han conseguido los 200 millones de empréstito. Mi opinión personal es que habrá desordenes durante uno ó dos años todavía, pero que después vendrá un periodo de notable prosperidad gracias á la paz que tiene que conseguirse con el tiempo. De todos modos, con ó sin paz, es posible trabajar en arqueología en México, Ud. sabe muy bien que nunca ha habido verdadero peligro para los extranjeros en México, los cuales reciben especial protección por parte del Gobierno. Sé, de fuente segura, que el gobierno va á emprender una campaña enérgica para acabar con los disturbios y creo que mejorarán las cosas sobre todo después de Octubre. Se han aumentado los presupuestos de Instrucción Pública, del Instituto Geológico, etc. y eso indica que el país está muy lejos de encontrarse en las malas condiciones como se cree en Europa.28

En especial, la arqueología del valle no había sufrido grandes limitaciones por causas de inseguridad, sino por la falta de presupuestos oportunos, ya que a propósito de las excavaciones de Santa Lucía, y en la misma carta, Engerrand explica: "Tuvimos que interrumpir dos veces, en Febrero, por la revolución local, y, en Abril, por la falta de recursos" (BP, Engerrand a Boas, 25/05/1913). Y en relación con las excavaciones de Culhuacán escribe:

Desgraciadamente había tanta agua que cuando se dejaba de bombear durante una noche no se podía trabajar el día siguiente. Tres bombas no podían dar abasto y, en la imposibilidad de hacer una instalación eléctrica, me resolví á comprar, resultando más costoso el alquiler, una bomba de vapor. Pero estalló la revolución y después de eso la señorita Ramírez tuvo que sufrir una operación y en fin la falta de dinero nos obligó a parar.

Lo que pasa es que faltará dinero para pagar ciertas cosas [...] Por las razones expuestas no se han podido llevar á cabo ciertos trabajos que había dejado para lo último como por ejemplo los de topografía cuyo objeto era determinar el nivel relativo de la capa de guijarros del año pasado (BP, Engerrand a Boas, 25/05/1913).

Con todo, los trabajos de excavación de los alumnos Gamio y Ramírez Castañeda arrojaron buenos resultados en términos de cantidad y calidad de objetos, y junto con los encontrados por Engerrand fueron expuestos en el Museo Nacional. Sólo que ni los sondeos de 20 m de profundidad que hizo Engerrand en Azcapotzalco ni las demás excavaciones confirmaron claramente la sucesión establecida el año anterior. Engerrand no estuvo satisfecho ni convencido de los resultados de sus propios trabajos, pero Boas le remarca:

No entiendo muy bien por qué dice usted con tanta frecuencia que su trabajo en Azcapotzalco no fue exitoso. Todo el asunto es tan complicado que necesariamente nos tomará un trabajo largo, continuado y serio para esclarecerlo y cualquier irregularidad debe ser investigada. No pienso que sea posible que la secuencia que hallé esté confinada a una localidad muy pequeña; pero si sus resultados contradicen a los míos, entonces debería investigarse más a fondo (BP, Boas a Engerrand, 24/11/1913).

Desde luego, esta carta fue escrita al principio de las excavaciones. Aun así, Engerrand se vio frustrado en sus expectativas de trabajar rápido, con dinero suficiente y tener resultados importantes o espectaculares. No obstante, Engerrand tiene bastante autocrítica para contestarle a Boas: "Claro está que nuestros resultados son muy inferiores á los conseguidos por Ud. Siento mucho decirlo pero es la verdad. Sin embargo me alegro de que la Escuela sea ya popular y espero que la conferencia que daré acentuará el movimiento de simpatía en su favor" (BP, Engerrand a Boas, 29/06/13). El pesimismo de Engerrand, debido a sus altas expectativas, no sólo extrañarían a Boas. También Gamio aprovechó la oportunidad de dirimir sus diferencias académicas y personales y rebelarse ante el director de la EIAEA (quien fue seguido por Alfred M. Tozzer, nombrado para el año escolar 1913–1914). En octubre de 1913 Gamio publicó en los Anales del Museo Nacional un pequeño artículo en el que refuta las opiniones vertidas públicamente por Engerrand acerca de los escasos y confusos resultados de las excavaciones realizadas durante el año y bajo su dirección. Apelando a la autoridad académica de Boas, desautoriza a Engerrand y escribe:

Considerando lo anteriormente expuesto, queda claramente demostrado que los resultados de las investigaciones de 1912–1913 no constituyen un desgraciado fracaso por no haber sido como el señor Engerrand esperó que fuesen, sino que precisamente dichos resultados fueron correctos por haber sido los que naturalmente mostraron las excavaciones, ya que la naturaleza, al superponer los vestigios culturales, no trata de coincidir con el criterio de quienes posteriormente los han de estudiar. Esto en cuanto a uno de los prejuicios arqueológicos a que nos referimos en un principio.

Gamio concluye su artículo con un comentario despectivo hacia Engerrand, marcando a la vez los límites entre arqueología y geología y afianzando su propia posición:

Ya para terminar, debemos asentar que los prejuicios que en materia de Arqueología abriga el señor Engerrand son explicables, si se considera que él mismo, con absoluta y encomiable sinceridad, declara que fue exclusivamente llamado a colaborar en la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas por sus conocimientos en geología –notoriamente amplios–, ya que las orientaciones arqueológicas deben estar hermanadas con las geológicas (Gamio, 1913: 47 y 49).

Engerrand considera que las razones del ataque "no son nada científicos", pero resintió el golpe y a instancias de Genaro García decide publicar una rectificación (BP, Engerrand a Boas, 09/10/13). Esta, sin embargo, nunca salió a la luz pública, pues los Anales reaparecieron en su cuarta época sólo hasta 1922. Durante 1914 Engerrand perdió toda relación con la EIAEA, esta vez por razón de su origen, en un contexto cada vez más difícil en términos económicos e ideológicos. Todavía en octubre de 1913 creía poder superar el "chismerío" de la capital, y escribió a Boas sobre "los celos de los mexicanos, las intrigas de europeos patrioteros, de todo eso hay que defenderse y trabajar" (BP, 14/10/13). Pero medio año más tarde las cosas habían empeorado.

La república de las ciencias contra los nacionalismos y la sobrevivencia:

Hacía tiempo que Boas quería nombrar un secretario o curador de la EIAEA que estuviera al tanto de las relaciones públicas de la escuela en México. Engerrand aspiraba a ese puesto. Pese ello, el nuevo director de la EIAEA, el arqueólogo Alfred M. Tozzer, de la Universidad de Harvard,29 comunicó a Boas que en los círculos mexicanos Engerrand era considerado un extranjero y por esa razón no podría ser secretario de la escuela. Al enterarse de este golpe, la respuesta de Engerrand a Boas deja traslucir su sentimiento de pérdida de identidad, el estar suspendido entre dos mundos, rechazado por los europeos radicados en México, quienes resienten su defensa de los mexicanos, y sin contar con la aceptación de muchos mexicanos, los que a su vez resienten sus orígenes europeos y lo ven con recelo: "Si no soy mexicano, ¿qué soy pues? Ya he perdido la nacionalidad francesa y a pesar de que saludo con infinito y tierno respeto a la nación cuyo papel ha sido tan grande en la evolución humana, quiero ir a mezclarme entre los hombres de un pueblo más joven para vivir de una vida nueva".

Un mes más tarde, Boas le contesta sobre este punto que él mismo había pasado por esta situación, y que los argumentos espurios argüidos contra Engerrand también se esgrimían contra él en Estados Unidos, pues aun cuando él mismo llevaba 30 años viviendo y trabajando en ese país, de vez en cuando se le recordaba que, a pesar de todo, seguía siendo de origen alemán y no estadounidense. Tal vez a este sentimiento de pérdida se deba que Engerrand viajara en julio de ese año a Bélgica, de donde escribe a Boas sobre asuntos de la escuela internacional. Sin embargo, de regreso en México en 1915, su situación se torna desesperada:

Aquí se me ha propuesto algo pero realmente he visto cosas tan terribles en cuanto a bajeza humana que quisiera huir. Además, hay caracteres que no pueden aceptarlo todo. Acuérdese de mis ardientes simpatías por esta revolución. Los tengo todavía porque amo a la justicia pero resulté víctima de los cambios políticos. El Instituto Geológico está cerrado. El único que ha encontrado algo es Böse que trabaja en Austin por algún tiempo y pasará después a Yale. Tenía diez y ocho años en el Instituto y no recibió un centavo de gratificación. Otro de los empleados superiores, Waitz, ¡vende hilo para comer! Los otros no tienen nada absolutamente. Aguilera está en Nueva Orleáns ¡ganando penosamente unos dólares como profesor de español! Al profesor Reiche tampoco le renovaron su contrato.30

Finalmente, Engerrand debió abandonar su sueño de "vivir de una vida nueva." Boas intentó en vano conseguirle algún empleo "[...] because the war has upset all our universities completely[...] I am under the impression that all those sciences, except those that have a practical bearing upon war problems, are going to the wall" (BP, Boas a Engerrand, 11/06/17). Por fin, en 1919 Engerrand logra una posición de profesor adjunto en la Universidad de Mississippi, donde se hizo cargo de cursos de geología y también enseñó en el departamento de lenguas romances (BP, Engerrand a Boas, 18/06/19). En 1920 encuentra empleo en la Universidad de Texas, en Austin, primero como profesor asociado en antropología, y desde 1929 como profesor de tiempo completo de antropología; en 1935 obtuvo su doctorado en antropología por esta misma universidad.

En su tesis doctoral, Carmen Ruiz (2003: 179 y ss.) nota que el alumno de Eliseé Reclus no encontró en Estados Unidos lo que había buscado: un horizonte científico y político amplio, tolerante y libre de desprecios nacionalistas. En ese sentido, los inmigrantes Boas y Engerrand, nacionalizados estadounidenses, compartieron el mismo sentimiento de soledad, aislamiento y falta de libertad de expresión. A principios de 1917 Boas escribe que su desilusión del ambiente político y académico en Estados Unidos "consists rather in the fact that the ideals for which I thought the United States stands do not exist here. It is the same or perhaps a worse spirit of intolerance and aggression that sways the people in Europe" (BP, Boas a Engerrand, 25/03/1917).

No obstante sus intenciones y convicciones políticas internacionalistas, Engerrand tuvo que buscar refugio en Estados Unidos. El México de la segunda década del siglo XX atravesaba por cambios políticos tan difíciles que, en su opinión, hacían imposible obtener los recursos que un hombre de ciencia anhelaba usar, además de que el México revolucionario le negaba una digna existencia material y aceptación en esta reconfiguración de las ciencias.

Pero no sólo eso. También se frustró su fe en una ciencia internacional, universal en el contexto de un pueblo más joven y nuevo. Este sueño sucumbió ante las competencias por el empleo y la lucha por mayor prestigio académico entre sectores de las mismas comunidades científicas, nada ajenos al cotidiano y agresivo nacionalismo. Al final, el ideal de una ciencia universal, compartido por Boas y Engerrand, la fe en una "república de los sabios" capaz de unificar a los científicos del mundo, se desvaneció ante las duras realidades nacionales e internacionales.

En Austin, Engerrand se dedicó sobre todo a la enseñanza y fue en el aula, "en el contexto de la discusión sobre la etnología de Europa", donde encontró la inspiración para una investigación sobre un grupo étnico de origen alemán–eslavo, los así llamados Wend: "descubrí que algunos de mis estudiantes eran de origen Wend, aunque ellos no lo sabían" (Engerrand, 1934:5). Como él mismo escribe, su monografía sobre los Wend fue la primera en lengua inglesa. En esa obra describe la historia económica y política de ese pueblo originario de la región al sur de Berlín y al este del río Elba, sus costumbres y etnología en general. Engerrand también describe a los inmigrantes de esta etnia en Texas y Australia. Hasta donde alcanza mi conocimiento, ésta fue su primera y única obra de etnología.

Con todo, Engerrand no perdió su interés en México: entre 1943 y 1946 impartió cursos de antropología en la Escuela de Verano de la UNAM:31 en 1943 ofreció un curso de "Antropología" y el seminario "Razas, pueblos e idiomas de América del Sur" (AHUNAM–CEPE, c.64, v.6, 1943, s.n.fs.); en 1944 impartió dos cátedras, una titulada "Antropología" y otra del mismo título impartida junto con Paul Kirchhoff (AHUNAM–CEPE, c.64, v.7, 1944, s.n.fs.). En 1945 volvió a impartir con Kirchhoff (1900–1972) la misma cátedra de "Antropología", y Engerrand impartió además un curso sobre América del Sur (AHUNAM–CEPE, c.65, v.8, 1945, s.n.fs.). Al parecer en 1946 Engerrand sólo ofreció el curso de "Razas, pueblos e idiomas de América del Sur" (AHUNAM–CEPE, c.65, v.9, 1946, s.n.fs.). Entre sus alumnos encontramos los nombres de Anne Chapman, Calixta Guiteras, Pedro Armillas, Lauro Zavala, Barbro Dahlgren e incluso Pablo Martínez del Río, quien sin embargo no presentó examen.

El hecho de que Kirchhoff y Engerrand impartieran clases conjuntamente de seguro se debía no sólo a coincidencias académicas, sino también políticas. En este sentido llama la atención que Engerrand no volviera a impartir clase después de 1946, cuando Kirchhoff ya se había marchado a Estados Unidos. Tal parece que, a diferencia de su colega, Engerrand sobrevivió los años del macarthismo estadounidense. La Universidad de Austin lo nombró profesor emérito "un día antes de su muerte" acaecida en la ciudad de México, el día 2 de septiembre 1961, a los 84 años. Según el autor de su obituario, en sus últimos días Engerrand estaba trabajando en una biografía de su admirado maestro Elisée Reclus (Campbell, 1962).

En retrospectiva, las opiniones políticas de Engerrand vertidas en sus cartas a Boas denotan más al propio personaje y sus aspiraciones libertarias y anarquistas que su comprensión de la situación mexicana de tiempos revolucionarios. Tal parece que en el caso de Engerrand (y también de Boas), irónicamente, su formación humanista produjo una mirada política limitada por sus propios valores acerca de esa otra sociedad a la que pretendían pertenecer, México y Estados Unidos, respectivamente. El fracaso de sus visiones libertarias y universalistas cobró su factura en la decepción, mientras su visión política llevó a Engerrand al aislamiento que reforzó las fronteras de comunicación con sus colegas estadounidenses, quienes "titubeaban un poco" en hablar de él (Ruiz, 2003: 179).

A propósito del Counter–Counterinsurgency Manual or Notes on Demilitarizing American Society, David Price ha mostrado cómo la propaganda militar y oficialista ha tratado de "academizar" (o sea, antropologizar) la guerra estadounidense en Iraq y Afganistán mediante "el nuevo sueño de ingeniería cultural en América" (Price, 2009: 60). En obras anteriores que analizan la antropología estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial y el periodo del macarthismo (Price, 2008; 2004), el autor concluye que encontró un patrón repetitivo desde la Segunda Guerra Mundial, en el sentido de que los antropólogos debían conformarse con un destino burocrático y de colaboración con el gobierno, o ser marginados totalmente. Me parece que este patrón se estableció en la antropología estadounidense incluso antes, y en el caso de Jorge Engerrand encontramos ciertamente este patrón.

 

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Staatsbibliothek zu Berlin, Preussischer Kulturbesitz,
Handschriftenabteilung, Berlín (SBB/PK, HA).

 

NOTAS

1 "Antropología" se entiende aquí como la disciplina en su sentido amplio, es decir, no en el sentido restringido de "antropología física" (empleo común todavía a principios del siglo XX) sino como el conjunto de las ciencias antropológicas:

2 Definidas como aquellas tradiciones antropológicas que, incentivadas por un Estado nacional mediante sus respectivas instituciones educativas, estudian a sus propios ciudadanos, siguiendo un modelo de desarrollo y de modernización (Lomnitz, 2005).

3 Lomnitz (2005) ofrece un ejemplo de ello, especialmente en lo que se refiere al "agotamiento" del carácter nacional de la misma durante su último periodo, entre la década de 1980 y la etapa del actual "malestar" de la antropología en México.

4 Sucedió así no solamente con Manuel Gamio, Alden J. Mason y otros alumnos, sino con la socióloga Elsie Clews–Parsons, e izquierdistas como Manuel Ballesteros, Paul Kirchhoff, Roberto Weitlaner y otros. Hasta donde alcanza mi conocimiento, esta faceta de las redes científicas –y de Boas en especial– es un asunto muy poco explorado, lo que posiblemente se debe también a convicciones políticas de sus biógrafos.

5 En la historia de la sociología existen esfuerzos por conceptualizar tales procesos en periodos generales y sucesivos, que van desde el predominio del "universalismo" y pasan por el "nacionalismo", el "internacionalismo", la "indigenización" y la presente fase de "globalización" (Robertson, 1992). Si bien este tipo de enfoque permite pensar en un modelo sincrónico dinámico y complejo de un "mundo contemporáneo comprimido", su aplicación diacrónica permanece problemática, pues tiende a desdibujar particularidades históricas.

6 Para mayor ubicación de las (conflictivas) historias conceptuales y comunidades científicas de este momento histórico del conocimiento antropológico, y sobre todo de las preguntas que guiaron a sus respectivos quehaceres científicos, véase Rutsch (2007).

7 Friedrich Ratzel, conocido como "padre fundador" de la antropogeografía, viajó por México durante la década de 1870, mientras Carl Sapper al parecer fue contratado hacia fines del siglo XIX por el gobierno mexicano para realizar un levantamiento geológico y geográfico en Tabasco y Chiapas, seguramente en el marco de la Comisión Geográfico Exploradora creada en 1877. Estuvo en correspondencia con Seler, mandándole ejemplares de aves desde Copán (sbb/pk, ha, Félix von Luschan, Sapper a Seler, 31/01/1897). Este autor también publicó varias obras sobre América Central (Sapper, 1914; 1928).

8 La Jesup North Pacific Expedition (18971902) es nombrada según el mecenas Morris K. Jesup, quien fue presidente del American Museum of Natural History de Nueva York desde 1881. Esta expedición fue "[.. .]intellectually designed and led by Franz Boas [...] its consequent research and publishing shaped, to a great extent, the Russian anthropological paradigm in the first two decades of the twentieth century [...]" (Vakthin, 2006: 49). La expedición tuvo como objetivo, mediante estudios en etnología, lingüística y antropología física, establecer el poblamiento del continente americano vía el Estrecho de Behring y contribuyó en gran medida a la fama académica de Boas, así como a la extensión de su influencia.

9 Franz Boas, el segundo director, enseñaba también antropometría en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad Nacional y tuvo planes para estudiar la antropometría de poblaciones escolares en México, los cuales nunca se realizaron (Rutsch, 2007).

10 El artículo 9 de los estatutos de la EIAEA establecía que toda pieza excavada iría primero al Museo Nacional de México, y los "patronos" de la escuela tendrían derecho sólo en segundo término y en principio podían disponer de moldes de éstas.

11 Así, por ejemplo, las convicciones expresadas por Boas en relación con los arqueólogos que en 1917 viajaron a México para realizar espionaje. En su protesta publicada en The Nation expresaba la convicción de que tales actividades era rebajar, y aun prostituir, a la ciencia en general y la antropología en particular, opiniones que dos años más tarde le costaron la censura de muchos de sus colegas (Pinsky, 1992). Además, en gran parte de su correspondencia expresaba la opinión de que el primer deber de uncientífico era el de "ser veraz", pero no necesariamente cómodo a las instituciones (Rutsch, 2000).

12 Pasó así en las universidades estadounidenses que habían dado empleo y patria a muchos científicos alemanes; algunos de ellos vivieron su cese temporal o definitivo a causa de sus opiniones pro–germanas; tal fue el caso del psicólogo James McKeen Cattell, cesado de la Universidad de Columbia porque sus opiniones progermanas resultaron incómodas para la insitución, hecho que Boas censura en su correspondencia con Chávez.

13 El Cuaternario es la última de las eras geológicas, también llamado Neozoico. Se desarrolla entre la actualidad como límite superior y el comienzo de las glaciaciones como el inferior. El Cuaternario se divide en dos periodos: Pleistoceno y Holoceno.

14 Sin embargo, y a la luz de lo que sigue, creo que este enunciado debe matizarse, por lo menos en relación con las intenciones del propio Boas en México. En realidad coincido más con la opinión de John Alden Mason cuando, años después y a la muerte de Boas, escribe que si éste se hubiese ocupado más específicamente de la arqueología: "a pesar de que probablemente nunca podría haber sido de su interés principal, él podría haber guiado la infancia de la ciencia hacia el camino correcto un poco más tempranamente y haberla llevado más rápidamente hacia su madurez" (Mason, 1943: 66).

15 Uhle "aparece en la cabeza de la lista de arqueólogos renombrados del periodo clasificatorio descriptivo" (Willey y Sabloff 1974: 78). Es muy posible que para Seler, quien parece haber conocido a Max Uhle desde sus tiempos de curador del Museo de Dresde y su propio viaje al Perú y Bolivia en 1910, al igual que para Boas –quien debió haber estado enterado de esta obra–, el trabajo de Uhle fuera inspirador. La calidad del trabajo de Uhle puede verse en su ensayo de 1907, reproducido en Lyman et al. (1997).

16 Los cálculos de densidad realizados por Gamio mostraban que éste fue el de más larga duración y denominado así "[...] por la semejanza, que en muchas ocasiones llega á ser identidad, existente entre este último y el de San Juan Teotihuacan [...]".

17 Mason (1943: 62) nota que Boas, con su precaución habitual, aplicó nombres geográficos más que de culturas determinadas a los tipos clasificados, lo que a la postre resultó mucho más claro que los intentos de otros por asociar el tipo teotihuacano con la cultura tolteca.

19 De 1852–1855 Reclus había vivido en Nueva Orleáns, y entre 1855–1857 en Colombia, donde pensaba hacer realidad su sueño de "comprar un terreno e instalarme como agricultor". La vocación de trabajo de campo que Reclus seguramente inculcó en su alumno Engerrand se explicita claramente en el siguiente pasaje de su autobiografía: "Mi profesor Karl Ritter me había mostrado hace años una puerta para la geografía, pero a diferencia de él, que jamás saldría de Europa, a mí siempre me ha parecido indispensable ir sobre el terreno. Ver la tierra es estudiarla. Observar la tierra en su propio terreno y no imaginarla desde el fondo de una oficina."

20 Las autoras mencionan el impulso que por entonces recibió la disciplina con un nuevo edificio para el Instituto Geológico de México y la celebración de este congreso.

21 Por decreto del Congreso de la Unión, la Comisión Geológica, que "fue el primer organismo creado específicamente para llevar a cabo investigaciones de orden geológico" (Azuela, 2005:157), fue transformada en el Instituto de Geología el 17 de diciembre 1888 para "practicar y dirigir el estudio geológico del territorio mexicano, dándole a conocer desde los puntos de vista científico e industrial". Bajo la dirección de Aguilera se prepararon los trabajos del X Congreso Geológico Internacional, celebrado en México en 1906. En ocasión de este Congreso se publicó la Carta Geológica de Norte América en colaboración con Estados Unidos y Canadá (Santillán, 1940: 304) Aquí cabe notar que Azuela ubica la creación del Instituto de Geología hasta 1891, año que coincide con el V Congreso Internacional de Geología celebrado en Washington (Azuela, 2005: 60), lo que está de acuerdo con las prácticas porfiristas –y también posteriores– de crear instituciones de importancia internacional.

22 Según los estatutos de la EIAEA, el nombramiento de un director tocaba, por turno, a cada uno de los "patronos" de la escuela, es decir, los gobiernos y universidades que aportaban recursos para su labor.

23 Seguramente por ello, en octubre de 1912 fue comisionado por Cecilio Robelo para hacer estudios en Atzcapotzalco (AGN/IPBA, c. 173, e.28, fs.2).

24 "¿Ya comenzó su propia investigación? ¿Está haciendo las planeadas perforaciones de prueba? Estoy sumamente interesado en el desarrollo futuro de este trabajo" (BP, Boas a Engerrand, 10/12/1912). Es muy interesante notar que en esos días "Mrs. Herbert Parsons", es decir, la socióloga Elsie Clews–Parsons (1874–1941) visitó por vez primera México y entregó a Engerrand una carta de recomendación de Boas, pero en carta posterior Engerrand lamenta no haberla podido atender (ATA, c. 15, e. 156 (1912), f. 62). El estudio sociológico de Clews–Parsons, Fear and Conventionality –su tesis doctoral de 1914–fue recientemente reeditado por Chicago University Press (1997), mientras su estudio Mitla, Town of the Souls and other Zapoteca–Speaking Pueblos of Oaxaca (publicado por dicha editorial universitaria en 1936) es un clásico ejemplo de un estudio etnográfico–psicológico muy cercano a las ideas de Paul Radin y Pliny Goddard, con los que tomó contacto en ese tiempo, al igual que con Boas. Según el estudio introductorio a la reedición de 1997, p. XIX, Clews–Parsons –feminista liberal, de ideas poco convencionales y de familia adinerada– fue amiga muy cercana de Alfred Kroeber, "su amante ocasional".

25 En este relato, el autor, quien vivió los hechos a dos cuadras de la Ciudadela, atribuye el triunfo de los felicistas a que los maderistas, en una errónea táctica militar, acudieron durante los primeros días al uso de la caballería y artillería. Cuenta que vio a Gamio poco después del triunfo de los felicistas (20 de febrero de 1913) y éste le comentó que: "Mucha gente te dice que los hombres de la Ciudadela estaban felices y que en todo momento esperaban el triunfo. No lo creas. Yo tenía un hermano allí, y sé que después de los primeros días sentían un miedo de muerte y que no creyeron nunca salir con vida" (Mason, 1963: 253).

26 Sin embargo ignoro si de esta investigación hubo resultados, notas, apuntes o publicaciones posteriores.

27 BP, Engerrand a Boas, 25/05/1913. Gamio escribe a Boas: "Estoy muy contento pues aunque el sueldo es igual o inferior ($ 200) al que obtuve yo del puesto anterior y de otros asuntos, hoy ya sólo me dedicaré a los trabajos de la Inspección. Pienso estudiar detenidamente la civilización de tipo teotihuacano, primero en Teotihuacan y en seguida en zonas concéntricas hasta llegar a los límites de Veracruz (entre Hidalgo y Veracruz existe el tipo teotihuacano; el Dr. Seler tiene algunos ejemplares de ahí y[...] tengo a la vista una colección de 3 o 4 000 ejemplares) Guerrero, Chiapas, etc., etc., para más tarde continuar en esos estados." (BP, Gamio a Boas, 11/07/1913).

28 BP, Engerrand a Boas, 25/05/1913. En septiembre y en relación con el viaje de Alfred Tozzer vuelve a reiterar: "Creo que no debe Ud. tener ninguna inquietud relativamente á la situación política. No pasará nada. No hay ningún peligro en lo que toca á los trabajos del señor Tozzer. Por todas partes hay Americanos como antes y no se ha dejado de tratarlos con cordialidad". (BP, Engerrand a Boas, 18/09 /1913).

29 Alfred Marston Tozzer (1877–1954), "the young Harvard–trained archaeologist and anthropologist who did his doctoral field work in the Lacandon jungle and spent many winter months in the Yucatan", fue también el arqueólogo que en 1905 –en secreto e ilegalmente– exportó las joyas del cenote de Chichén Itzá a Estados Unidos. El plan, ideado con Edward J. Thompson, en ese tiempo dueño de la hacienda de Chichén y cónsul estadounidense en Mérida, y Frederick Ward Putnam, entonces director del Museo Peabody de Harvard, fue exitoso, ya que Tozzer ocultó muchas de estas joyas en su abrigo, en el que fueron cosidas por la "Sra. James, una prominente residente americana en Mérida". Todo ello consta en el propio testimonio epistolar de Tozzer, como queda documentado en un excelente trabajo de Claudine Leysinger; hasta después de 1926 tales hechos no eran del dominio público. En este trabajo se evidencia también que –de manera irónica– "la ciencia no tiene nacionalidad". Debe señalarse que el robo también fue posible gracias al inspector de momumentos en Yucatán, el mexicano S. Bolio, a quien Tozzer ofreció un préstamo a cambio de su silencio. El Museo Peabody "no regresó las joyas hasta 1958 on extended loan for study purposes". (Leysinger, 2006a: 17).

30 BP, Engerrand a Boas, 24/10/1915. Es interesante notar que casi todos los apellidos que Engerrand menciona en su carta parecen de origen alemán. El botánico Karl Reiche, quien impartió docencia en la Escuela de Altos Estudios y junto con Boas presentó un proyecto al consejo universitario, permanecerá en el país durante los años veinte y se le renovó su contrato. Varios años después, sin embargo, volvió a Alemania.

31 Escuela que había sido creada en 1921 por José Vasconcelos (hoy Centro de Enseñanza para Extranjeros o CEPE) y que ofrecía también cursos de extensión universitaria en San Antonio, Texas, desde 1944.

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