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Nueva antropología

Print version ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.22 n.71 México Jul./Dec. 2009

 

Reseñas Bibliográficas

 

Enrique Marroquín, El conflicto religioso. Oaxaca, 1976-1992

 

Jorge Alonso*

 

México, UNAM/UABJO, 2007.

 

* Doctor en Antropología social, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) [jalonso@ciesas.edu.mx].

 

El libro abre con un prólogo de Jorge Hernández, quien comparte su propia lectura del texto, y alaba la excelente combinación que hace el autor de su ser sacerdote y antropólogo. Por mi parte presento el resultado de otra lectura, que se suma a las muchas que se han realizado sobre este complicado rompecabezas por la gran cantidad de piezas que lo integran. La ventaja es que el libro está muy bien armado y cuenta con un sólido aparato analítico. Abundan las descripciones sugerentes y los análisis rigurosos y deslumbrantes. Es un buen modelo de cómo culminar exitosamente una larga y acuciosa investigación doctoral.

Hay una retadora teorización desde el medio indígena oaxaqueño. El autor se inscribe en la nueva dinámica de búsqueda sin quedarse encarcelado por las perspectivas euro-estadounidenses, que desdeñan las importantes aportaciones surgidas desde las realidades de América Latina. El libro nos conduce por los estrujantes cambios que experimentan las comunidades indígenas expuestas a las grandes transformaciones económicas, sociales y culturales. Además de su propia dinámica, estos choques -que han ido produciendo tanto dominaciones de todo tipo como defensivas realidades hibridizadas frente al etnocidio que implica el embate contra pautas culturales tradicionales- mantienen la centralidad de lo religioso. Aunque los indígenas parecieran vencidos, son capaces de reproducir múltiples resistencias. Los pueblos indígenas se ven en la necesidad de aceptar ciertas pautas, pero las readaptan. Desde abajo se va fraguando un movimiento indio que recrea su identidad y reclama su propio lugar en el mundo. Este movimiento no cae en la trampa de las falsas aceptaciones de lo superficial de su cultura como elemento turístico, cuando se le imponen sometimientos a una depredadora -de hombres y de la naturaleza- estructura económica. Van apareciendo comunidades que reclaman la participación pero manteniendo su diferencia ante la cual exigen respeto.

Todo esto lleva al autor a revisar con otros ojos la teoría del conflicto. Destaca que toda conflictividad tiene condicionamientos próximos y remotos. Propone detectar la anticrisis examinando las diferencias en cuanto a expectativas, fines y medios. En el libro hay un ejercicio continuo de análisis de una gran cantidad de crisis. Hay mucho cuidado en diferenciar y saber implicar lo exógeno y lo endógeno, los momentos de destrucción y los de reestructuración. El investigador va dando cuenta de las diferentes formas de resolver los conflictos. Teoría y datos problematizados le facilitan la propuesta de modelos y momentos en el estudio de los conflictos -anticrisis, precrisis, ruptura, crisis, nudo crítico, acción reparadora, reintegración, solución, etcétera-. Hay diacronía y cortes sincrónicos. Le hubiera enriquecido a este modelo la perspectiva de Prigogine de la bifurcación: en los momentos críticos se abren varias posibilidades que son definidas por los actores.

Se discute el modelo y se aplica con rigor académico y con habilidad innovadora. Los escenarios son múltiples. Puede haber dos actores que llevan a la polarización por la oposición antagónica de mutua exclusión. Cuando intervienen más actores son múltiples las combinaciones. El investigador escudriña los motivos por los que los actores se involucran en los conflictos, sus objetivos y sus estrategias. En este mapa distingue los aliados y los oponentes. Con una amplia revisión de autores Marroquín fue capaz de construir su propio marco teórico y de ofrecer un conjunto de útiles precisiones metodológicas.

La investigación, centrada en el lapso en que fue obispo en Oaxaca don Bartolomé Carrasco (1976-1993), para que se entienda bien este periodo, tiene que hacer muchos recorridos históricos y va un poco más lejos del recorte temporal anunciado.

El autor no puede menos que detectar la existencia de diversas formas de conflicto religioso ocasionadas por la confrontación desde abajo contra la dinámica capitalista predominante del neoliberalismo. Plantea que la descomposición de la comunidad tradicional y la conflictividad religiosa son dos procesos que están imbricados. No deja de lado un elemento clave que juega en todo esto: la migración.

El estudio tuvo que ir distinguiendo los conflictos entre cosmovisiones diversas (con el antagonismo que conllevan estos universos simbólicos donde cada uno reclama la verdad sobre el error del contrario). En esta perspectiva se sitúan las confrontaciones de las diferentes iglesias frente a las religiones sincréticas indígenas. El autor también se adentra en los conflictos que se suscitan dentro de una misma confesión religiosa y que tiene que ver con diversos modos de vivir una misma confesión. Se adentra además en las tensiones entre agentes que se disputan espacios y funciones dentro del campo religioso. Aquí se confrontan las lógicas proféticas, sacerdotales y mágicas. Finalmente, el libro también trata conflictos que aparentemente se encuentran fuera del campo religioso y que parecerían pertenecer al político, pero donde se confunden fronteras porque los políticos se interesan por lo religioso debido a la legitimación que les puede aportar.

En el primer gran apartado, sobre los conflictos entre cosmovisiones, las pugnas no son por conseguir modificaciones al interior de la iglesia predominante, sino por una nueva visión del mundo, por el cambio de un sistema religioso por otro. El libro tiene que remontarse a diversos momentos en que los indígenas oaxaqueños se confrontaron con la religión impuesta por el sistema colonial ibérico. Para ejemplificar esto la investigación indaga tres casos que implican el pasado y el presente. El primero tiene que ver con el intento del obispo coadjutor, quien trató de aprovechar las celebraciones de los 500 años de la primera evangelización y se propuso renovar la promoción de la causa de canonización de dos indígenas zapotecos, que al cerrar el siglo XVII denunciaron que en su comunidad se haría un acto de idolatría. El autor escudriña detenidamente el conflicto de entonces y el que surgió en los años noventa. Resumiendo, podemos decir que en 1700, debido a esta denuncia, las autoridades recogieron las ofrendas que iban a hacer grupos indígenas de acuerdo con sus tradiciones. Esto provocó el descontento de los pueblos, los cuales se levantaron y exigieron la devolución de sus ofrendas, así como la entrega de los delatores, a los cuales ejecutaron. Vino después la represión colonial. Al aplicar con rigor el modelo teórico analítico al caso, se constata que el cristianismo fue una religión impuesta desde el poder. El libro destaca cómo en la celebración de las fiestas patronales los indios practican sus propios rituales en forma clandestina. El autor hace ver cómo detrás de cada actuación pastoral hay una teología determinada. La que se empleaba -y sigue predominando- es una teología solapadora de la dominación. En el caso presentado se manifiesta cómo al enfrentarse dos universos simbólicos sobreviene un gran conflicto: los que para unos eran mártires, para otros eran renegados. Lo importante de este caso es que devela que en la actualidad cuando un obispo aduce promover la exaltación de indígenas -a los que se pretende canonizar-, en realidad lo que hace es denigrar a los indígenas que defendían ante el poder colonial sus prácticas religiosas.

El segundo caso del primer bloque versa sobre los desfanatizadores de Ixtlán. El autor nos lleva al año de 1987, al II encuentro de comunidades de base que concluye con una procesión que se topó con un plantón de maestros, a los cuales los participantes en la procesión manifestaron su apoyo. A raíz de este contacto, que implica un profundo cambio, se nos recuerda que en la época cardenista había maestros que se propusieron desfanatizar a alumnos y padres de familia. En Ixtlán un grupo de padres de familia se opuso a esos intentos y lograron que el maestro fuera removido. En los años ochenta la lucha democratizadora magisterial tuvo el apoyo de cristianos. El tercer caso trata sobre los disidentes evangélicos en una ranchería, a la que un migrante que regresaba de Estados unidos llevó la filiación pentecostal y consiguió adeptos. Los conversos no quisieron cumplir con el tequio, se negaron a colaborar tanto en lo relativo a la fiesta de La Candelaria como en la organización escolar. La comunidad consideró todo eso muy grave y los acusó de romper la unidad, por lo cual detuvo y multó a personas del grupo protestante. Los evangélicos se defendieron con resistencia pasiva y por medios legales. A raíz de este caso ejemplar el autor da cuenta de cómo ha ido creciendo el protestantismo en Oaxaca, y con esto se han incrementado los conflictos. El libro es muy cuidadoso en la descripción de los casos y en su análisis. No cae en explicaciones fáciles y profundiza en el conjunto de transformaciones que están experimentando las comunidades indígenas. Entre los muchos elementos que se tienen en cuenta, hay algunos que destacan. Tal es el caso del papel que ha jugado la escuela para castellanizar y para ir demoliendo antiguas concepciones. Otro tiene que ver con el abandono del traje autóctono. La migración ha sido fundamental para los cambios. Se destaca cómo se ha ido monetarizando la economía indígena, cómo se ha ido perdiendo el trueque y cómo el neoliberalismo ha aumentado la pobreza. El análisis obliga a otras revisiones históricas. A mediados del siglo XX la organización de las fiestas sufrió cambios debido a que las mayordomías resultaban muy gravosas para la mayoría. Se optó por substituirlas con la cooperación de los vecinos. El clientelismo político fue erosionando viejas costumbres e instituyendo otras maneras de proceder que se hicieron propias. La estructura partidista desestabilizó el escalafón tradicional, el tequio fue elevado a categoría constitucional para conseguir mano de obra gratuita con el fin de que las obras diseñadas desde el exterior se abarataran. La hipótesis de que la crisis de las comunidades tradicionales incide en los conflictos la va corroborando el autor al explorar la distribución de los mismos. Se echa mano de muchas estadísticas, gráficas y mapas para visualizar todo lo anterior. Abundan los conflictos donde la economía ya no es de subsistencia, sino de infrasubsistencia. Al indagar las fechas de los conflictos, el autor encuentra que se intensificaron en la década de 1970 y que se dispararon en la mitad de la siguiente década. Esto se debe conectar con la implantación de las políticas neoliberales. Como el estudio huye de las simplificaciones y aborda la complejidad con visiones correspondientes, se hace ver que el desplazamiento del maíz por el café tiene implicaciones económicas y consecuencias culturales. El estudio es muy sólido al examinar la base económica, pero no queda atrapado en el economicismo. Las fiestas tradicionales se encuentran íntimamente ligadas al maíz, mientras el café tiene otros tiempos. El declive del maíz coincide con el debilitamiento del sistema de santos y el aumento de las conversiones a otras confesiones distintas de la católica. La oferta religiosa se diversifica mientras la comunidad va dejando de garantizar la supervivencia de sus integrantes. Las diferencias religiosas inciden en que los católicos cobren conciencia de su preferencia confesional.

La segunda parte del libro aborda las religiosidades en conflicto. Se incursiona en los conflictos que se dan en sociedades complejas que comparten una misma religión mayoritaria. Así se exploran las contradicciones en el seno de la Iglesia católica. Hay quienes afianzan el reconocimiento de la jerarquía oficial, y quienes pretenden cambios del mismo sistema eclesial. En este tramo se incursiona en los efectos disruptores de la tradición. Otro de los casos elegidos para profundizar en esta línea corresponde al de un sacerdote que a inicios de los años setenta intentó cambiar las mayordomías por comisiones más participativas. Grupos como los de músicos y coheteros se sintieron afectados, y propiciaron la organización de los barrios en contra de los tintes modernizadores. Los inconformes recibieron el apoyo de un sacerdote tradicionalista. Otra confrontación elegida para su descripción y análisis fue el caso de una población donde unos sacerdotes combonianos removieron imágenes. Vino la reacción de la gente apoyada por lefebvristas. Hay otros casos de estos tradicionalistas opuestos a los cambios del Concilio Vaticano II. Aun cuando los conflictos se escenifican en la disputa por el control de templos, la gama de los conflictos es muy grande. Se siguen las pistas de sacerdotes que encabezan grupos donde la fuerza principal proviene de familias adineradas y de afiliación priísta. O el del poblado donde los fieles aseguran que su santo patrono defiende su templo de la incursión del obispo Lefebvre, que andaba de visita en México. Se detectaron fuertes oposiciones entre modernizadores y tradicionalistas. Como en las luchas, se toman y se pierden plazas, pero en todos los casos el tiempo es un importante factor de desgaste.

Otra mirada se dirige al examen que se realiza de la pastoral indígena impulsada por la región pastoral del Pacífico Sur. Hubo una apertura a agentes laicos. Esta pastoral, que trataba de beneficiar a los más pobres, tuvo como efecto colateral el que sectores altos y medios de la población se sintieran desplazados de la antigua atención que acaparaban. En esta contradicción interviene el delegado apostólico, que impulsó desde la jerarquía la restauración conservadora. Se trata también de la contradicción que emergió entre sacerdotes y laicos impulsores de la teología de la liberación, por una parte, y los neoconservadores por otra. Tal vez hubiera sido conveniente ampliar más la mirada, y llegar al mismo Vaticano (a Juan Pablo II y a Ratzinger), para entender el manejo eclesial en contra de dicha teología.

La rica y multifácetica investigación profundizó en el concepto mismo de religiosidad apoyada en una encuesta levantada en 1990. Se descubre que en el campo religioso oaxaqueño coexisten siete orientaciones religiosas. Tres corresponden a sistemas religiosos completos (catolicismo sincrético cultural, cristianismo evangélico, secularismo), y las otras cuatro orientaciones corresponden a variaciones dentro del mismo catolicismo. Se hila fino en el proceso de definición de las tipologías. En esta forma el modelo sincrético indígena se presenta centrado en la dicotomía entre lo sagrado y lo profano, apoyado en el sistema de santos. Está impregnado de pensamiento mágico. Contra lo que cabría esperar, se encontró que había expresiones de esto incluso en el núcleo metropolitano y sobrevivía hasta en ambientes universitarios. Se ubicaron las expresiones religiosas tradicionalistas y las progresistas. Pensamiento, orientación moral y prácticas daban cuerpo a cada una de estas orientaciones.

La tercera parte del libro hurga aún más en el campo religioso y en sus agentes. El autor postula que los sistemas religiosos y las religiosidades necesitan agentes que disputen entre sí cuotas de control de clientelas. Con esta nueva perspectiva se analizan los conflictos dentro del campo religioso. Se apoya en la conceptualización de los tipos ideales para tratar de entender a tres protagonistas clave: el sacerdote, el profeta y el mago. Todo esto ayuda para escudriñar otros casos. Se tratan incidentes de pleitos, con muertos y heridos, entre católicos y protestantes; entre ricos y pobres; entre curas que apoyan causas populares y toda clase de poderosos locales, incluidos curas que cumplen el papel de caciques. En estos conflictos se va calibrando la ausencia o presencia activa de autoridades políticas inmiscuidas en asuntos religiosos. Las expresiones religiosas que se investigan son muy variadas, y todas se analizan cuidadosamente. No se desdeñan los casos de videntes que proclaman apariciones celestiales. Casos de nagualismo y de brujería también son tratados. Para apuntalar las limitaciones de los tipos ideales el autor recurre al andamiaje teórico de Bourdieu y echa mano del interaccionismo simbólico para realizar las disecciones analíticas. Muestra cómo varios agentes religiosos compiten por clientelas. Calibra conflictos según el número de actores, y descubre las fases de los conflictos. Existen muchas combinaciones de los conflictos según los enfrentamientos de quienes los comandan. Hay contradicciones que tienen expresiones en las tipologías elegidas, pero también aparece como un tercer actor lo laical. Se hace un seguimiento de las estrategias. Un mérito del libro es que el lector dispone de una buena cantidad de diagramas que apoyan la explicación de los casos.

La cuarta parte del libro reseña conflictos que surgen entre sistemas religiosos o al interior del sistema religioso, tanto entre religiosidades como entre agentes diversos. Se tratan también los conflictos que están fuera de la institución religiosa pero que la imbrican de alguna manera. Hay puntos de contacto, y existen conflictos sociopolíticos recubiertos de ropaje religioso. El libro realiza un rico análisis político de las elecciones municipales de 1989, y ubica la declaración del obispo Carrasco contra las irregularidades y los fraudes. El conflicto entre una izquierda lugareña y el priísmo es analizado en el caso juchiteco. En todo el territorio oaxaqueño va viendo las diversas tendencias de apoyo electoral de los diversos obispos. Hay un seguimiento muy preciso de los casos sociopolíticos dando cuenta de actores, acciones, tendencias políticas y consecuencias. Se devela la discursividad política de lo sacro y la sacralización de lo político. El libro contiene una gran riqueza antropológica en la manera en que estudia todos los casos. De muchas formas se explica cómo en situaciones de convulsión política en sociedades tradicionales irrumpe la dimensión religiosa para la movilización social. La religión proporciona a sociedades homegeneizadas un universo simbólicamente compartido. En sociedades disimétricas el universo simbólico aporta un sistema de justificaciones, y los intereses religiosos se acomodan a los temporales. La religión es utilizada para absolutizar lo relativo y para legitimar lo arbitrario. Es usada para legitimar un orden jerarquizado. Pero también puede contribuir a la producción de identidades opositoras y liberadoras. Se usa lo religioso para apuntalar encontradas preferencias políticas.

La investigación demuestra cómo la religión puede cumplir gran diversidad de fines: desde reforzar la dominación hasta servir para cambios profundos. El autor hace uso magistral de un conjunto de herramientas analíticas para hacer entender las imbricaciones de los diversos campos, y logra que el lector se libere de visiones deterministas o unilaterales de la religión.

Un hábil antropólogo, conocedor en la teoría y en la práctica de todas las vertientes del campo religioso, apoyado en un largo y minucioso trabajo de campo, logró presentar y descifrar una constelación de conflictos, e hizo entender cómo la religión es un espacio donde una sociedad conflictiva se expresa. Hubo un exitoso esfuerzo por presentar los contextos socioculturales condicionantes. Indagó no sólo los conflictos como se expresan en las comunidades, sino la conflictiva relación entre lo tradicional y lo moderno. Hizo ver cómo la religión en las culturas indígenas tradicionales proporciona un universo simbólico por el que la colectividad se integra al mundo. Sin caer en los esquematismos que llevan a ver al indígena exclusivamente apegado al mundo religioso, se dan elementos para atisbar cómo lo religioso anima la cotidianidad. Se recuerda cómo los mitos son fuente profunda de la memoria colectiva, y cómo el ritual expresa los lazos colectivos. Con la secularización lo sagrado se retira de muchos ámbitos de la vida social y se concentra en una esfera propia, con lo cual deja de encubrir conflictos de otros sistemas; pero quedan todavía muchas traslapes.

El libro permite entender cómo la conflictividad principal de los indígenas oaxaqueños es un largo proceso de encuentro con la modernidad. Los sectores tradicionalistas repiten la estrategia de la marginación, lo que es aprovechado por los caciques. Se resiste aún con violencia la innovación. El proyecto modernizador implicó cambio de caciques para controlar disidentes. Un elemento importante aportado por este libro es que visualiza cómo los nuevos profesionales indios son portadores de un proyecto modernizador desde su propia cultura que permite vinculaciones con otros actores progresistas. Todos estos elementos no dejan de tener expresiones en lo religioso. El proyecto autónomo de acceso a otra modernidad es impulsado por agentes de la pastoral liberacionista. Hay en el texto una aguda clarificación de cómo algunos conflictos surgidos entre el sector moderno y el tradicional se deben a la diversa valoración de las formas simbólicas propias y ajenas. Una recapitulación de esta constelación de conflictos permite concluir que pese a que la mayoría se resolvieron sin una ruptura mayúscula y que hubo negociaciones que, al no dejar conformes a ninguno de los participantes, incuban conflictos futuros. El libro no quiere terminar cerrando. Las soluciones y los procesos no son definitivos.

El autor trató magistralmente el cúmulo de conflictos. Al cerrar el libro los lectores podrán problematizar la religión, entenderla en su gran complejidad, comprender la diversidad de las comunidades oaxaqueñas, ubicar las tendencias de los actores religiosos, visualizar los problemas económicos, culturales y políticos y hasta electorales de un buen tramo de la historia oaxaqueña. El autor proporcionó un sólido cordel de varios hilos que permite a los lectores no perderse en un intrincado laberinto. El libro ofrece un amplio panorama teórico y una forma plausible de realizar investigaciones. Por medio de una escritura muy bien elaborada, se responden muchas preguntas, y suscita la formulación de nuevas interrogantes. Los lectores acceden al manejo de un instrumental muy potente para entender y tratar el conflicto. Cuando uno termina de leer este libro, hay una gratificante sensación de gozo de la lectura y de importante aprendizaje, y no se puede menos que recomendar a otros su lectura.

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