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Nueva antropología

Print version ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.22 n.70 México Jan./Jun. 2009

 

Artículos

 

Poder y ensamble de culturas en la Cadena Agroindustrial del Limón

 

Alejandro A. González Villarruel*

 

* Deseo agradecer los comentarios críticos de la antropóloga Claudia Ytuarte; también recibí comentarios a una versión anterior del artículo por parte de los antropólogos Arturo Martínez y Jorge Andrade.

 

Resumen

Este artículo estudia las complejas relaciones que existen entre cultura y poder. Se estudia la imbricación entre ambas, al seguir la cadena agroindustrial del limón (CAL) en Colima. La investigación, por un lado, describe las fases de la producción material, y por otro, las de la producción cultural. Para entender la forma en cómo se ensamblan el poder y la cultura para cada uno de los actores sociales que participan en ese espacio sociocultural, se utiliza la noción teórica de política cultural que los actores ponen en marcha para nombrar lo bueno y lo malo; lo posible y lo imposible; lo deseable y despreciable, entre otros signos y símbolos. Al final, se crea un modelo que permite esclarecer la yuxtaposición entre poder y cultura en operación.

Palabras clave: cultura, poder, producción.

 

Abstract

This article focuses on the complex interrelation between power and culture in the agroindustrial chain of production of limes in Colima, Mexico. Our research describes the respective phases of material and cultural production. We used political culture theory as a means to understand the way in which every social actor relates to power and culture. This relationship is used by the actors to separate the good from the bad, the possible from the impossible, the desirable from the hateful, among other signs and symbols. Finally, we created a model that explains the operative combination of power and culture.

Key words: culture, power, production.

 

Para Verónica Velásquez S. H.

Elaborar una historia y una teoría de las relaciones de poder en las sociedades vinculadas a un producto agrícola en el occidente de México es el empeño que me anima. Lo afronto estudiando las fuentes del poder social que constituyen ese producto. El principal instrumento del que me valgo para ello es una forma original de contemplarlas, distinta de los modelos predominantes en los escritos antropológicos, sociológicos e históricos. Parto de la premisa de que las sociedades están constituidas por múltiples redes sociales que se superponen e intersectan unas con otras. dentro de estas redes destacan dos, a las que denomino fuentes del poder social: las relaciones económico-culturales y las de poder político-cultural, que interactúan dentro de una estructura de relaciones sociales creada y vinculada por una serie de símbolos, actividades y oficios relacionados con la producción material de un producto agrícola: el limón. Estas relaciones se establecen a modo de planos superpuestos organizados por medios institucionales para alcanzar objetivos sociales. Hacerlo de esta manera tiene la ventaja de ubicar sólo los medios de organización que posea cada una de las redes para alcanzar esos objetivos. Fundamentarse en las interrelaciones entre estas dos fuentes, económica y de poder, me permite adoptar un enfoque que apunta directamente a la cuestión más básica y huidiza de la teoría antropológica de los dos últimos siglos: la cultura y el poder.

El enfoque en este artículo consiste en tratar de describir el proceso a través del cual cada protagonista que participa en la CAL (Cadena Agroindustrial del Limón) tiene una posición en la jerarquía de poder existente y crea una expresión simbólica característica (Adams, 1972: 16). El análisis de este proceso nos llevará naturalmente a elaborar un modelo de estructura social, modelo cuyas virtudes explicativas dependerán del grado en que efectivamente refleje las complejas relaciones ideológicas y políticas entre los individuos y sus cargos o posiciones en el sistema de poder, en tanto describo cómo se movilizan recursos y cuáles son las percepciones que se tienen sobre la situación. Llamaremos a este esquema estructura de poder en operación.

Para esclarecer el modelo que me permita analizar este escenario parto del intento de poner en claro la relación entre poder y cultura en la CAL. En la revista Current Anthropology (1995) se discute la vigencia del concepto de cultura en la antropología. Esta discusión ha obligado de muchas maneras a los antropólogos a revisar su genealogía y a precisar las tradiciones académicas que lleva consigo. Como ha señalado roberto Varela (2005: 79), una de las cuestiones fundamentales para entender esta relación es buscar la respuesta a una serie de interrogantes que vincula a estos dos ámbitos: ¿Qué relación es posible establecer entre cultura y poder? ¿Qué tipo de relación, en todo caso, postularíamos entre ellos: de oposición, de concomitancia, de complementariedad, de mutua causalidad, de causalidad unidireccional? Actualmente pareciera que para un buen número de intelectuales o para el sentido común la relación entre cultura y poder es de causalidad unidireccional: si se cambia la cultura se cambia el poder, y aplíquese al campo específico que se quiera: político, científico, tecnológico, del comportamiento, etcétera.

Es así que para dar respuesta a estas cuestiones, en la primera parte de este artículo se describe la producción material del limón y la estructura de poder en operación con los vínculos económicos y culturales que unen a los distintos actores sociales que participan en ella. La segunda parte del artículo propone que esta cadena productiva también puede ser definida como régimen de representación y construcción simbólica. Para ello analizo el trabajo de los antropólogos que han tratado de capturar la noción de cultura, cultura política y política cultural. La tercera parte esboza una crítica sobre las formas de construcción simbólica que nace de un número creciente de antropólogos inspirados en teorías y metodologías distintas; me refiero a la propuesta de producción simbólica que defino como política cultural y cómo se genera en el contexto de la cadena productiva del limón. Se propone una estrategia posible para articular la teoría y la práctica antropológica en el campo de las construcciones material y simbólica. En la conclusión retomaremos el tema con que empezamos esta introducción: ¿qué relación existe entre cultura y poder y el mundo material?

 

LA PRODUCCIÓN MATERIAL DEL LIMÓN Y SUS FASES

La región productora del limón se localiza principalmente en los municipios de Tecomán, Armería y, de forma menos importante, en Manzanillo y Coquimatlán en el estado de Colima. En este espacio físico se encuentra una llanura costera, abanicos aluviales y bajos valles ramificados con terrenos de pequeñas pendientes, llanos de suelos profundos y fértiles, de poca pedregosidad y donde existe un clima con características de cálido sub-húmedo. Esta zona tiene una amplia infraestructura para riego que ha establecido un predominio de la fruticultura, de tal manera que las asociaciones vegetales nativas han sido prácticamente sustituidas por las especies cultivadas. En seguida describo las fases de la producción, distribución y consumo del limón.

A pesar de ser la principal región productora del limón, está lejos del monocultivo. En la zona limonera se localizan las siguientes formas de uso diversificado de la tierra:

a) Fruticultura y ganadería, fundamentalmente en el sector ejidal.

b) Fruticultura en policultivo con otros frutales como coco, tamarindo y, en menor medida, mango. En este tipo de uso se expresa la historia agrícola del estado.

c) Fruticultura en unicultivo, que representa los más altos niveles de tecnificación en la producción agrícola y se emplea en Tecomán y Manzanillo, donde se ha desarrollado en mayor extensión la agricultura empresarial.

d) Fruticultura y granos, que representa el uso de la tierra que realiza el sector campesino de los municipios de Armería y Coquimatlán.

e) Fruticultura, granos y ganadería en pequeña escala, la forma común de diversificar la producción agropecuaria en el sector ejidal.

Recurrir a una diversificación en el uso de la tierra tiene ventajas y desventajas. En lo que se refiere a las ventajas puede decirse que se hace un uso intensivo de la tierra, los riegos se aprovechan de mejor manera, la fertilización se emplea de forma más adecuada y se consigue la ocupación permanente de la fuerza de trabajo. En cuanto a las desventajas, es preciso tener en cuenta que no se consideran las necesidades peculiares de cada cultivo, se dificultan las labores de poda, en ocasiones unos cultivos pueden contagiar a otros con plagas y se hace que las plantas compitan por la luz solar.

En la estructura agraria de Colima, y en particular en la producción del limón, hay dos categorías de productores: los agricultores y los empresarios agrícolas (figura 2). En las unidades de producción agrícola existen algunos que utilizan sólo la fuerza de trabajo de tipo familiar y otros que se encuentran en una situación intermedia entre los del sector campesino tradicional y los empresarios, y que contratan temporalmente fuerza de trabajo, en especial para el corte. El segundo sector, el de los empresarios agrícolas, utilizan la fuerza de trabajo asalariada, tienen a su disposición capital productivo y emplean en sus huertas niveles más altos de desarrollo tecnológico. Los empresarios agrícolas del limón se encuentran estrechamente vinculados con la producción agroindustrial y con otras ramas de la economía regional, constituyendo parte importante de la burguesía agraria colimense

 

FORMAS DISTRIBUTIVAS DEL LIMÓN

Es posible distinguir tres formas consolidadas de introducción del limón fruta a las ciudades y una cuarta forma incipiente, las que se distribuyen y/o se combinan en diferentes proporciones según sea el agente mayorista (figura 1). En Colima subsisten todas las formas indicadas, aunque la de los grandes bodegueros empacadores es la principal y la que en definitiva determina las tasas de ganancia.

a) Empacadores-agricultores. Este tipo de mecanismo comercial está basado en la acción de bodegueros que son a la vez grandes agricultores. La producción propia constituye su principal, aunque no la única, forma de abastecerse. Esta modalidad es relativamente reciente en la distribución del limón fruta y no se constituye aún en la forma predominante. Sin embargo, los empacadores-agricultores son quienes cultivan con mejores rendimientos, ya que utilizan tecnología moderna, con elevados costos pero con mayor rentabilidad.

b) Bodegueros-empacadores. Éstos no disponen de tierras como forma principal de acopio; es decir, no se dedican ni siquiera de manera marginal a la producción del limón. Ejercen un control indirecto de la producción de una o más regiones mediante contratos a futuro, formas de financiamiento o aseguramiento de la compra durante todo el año. Este proceso implica una suerte de planeación o de organización de la producción agrícola. El crecimiento y la estabilidad a través del tiempo de los bodegueros-empacadores se debe a que cumplen funciones económicas en un sector agrícola que tiene grandes carencias de financiamiento y de seguridad en lo relativo al área del intercambio. Este tipo de comerciante usa frecuentemente las habilidades de los "coyotes" y de otros intermediarios, formales o informales, lo que representa un intermediarismo excesivo y económicamente parasitario que, de manera general, en mi opinión es el principal problema del sistema comercial del limón en Colima.

c) Acopiadores o bodegueros con sistemas tradicionales. Son los personajes representativos del típico esquema de Colima en cuanto a la producción del limón, expresión de un sector con pequeños productores atomizados, de escasos recursos y con organizaciones para la producción aún incipientes, por lo que prevalecen mecanismos comerciales muy alargados por diversos intermediarios, que serían innecesarios en un sistema comercial más racional. Este esquema tiene su raíz en un acopiador o intermediario de una pequeña localidad que centraliza la producción en una escala local; sigue con el intermediario regional, en este caso un empacador que añade valor agregado al producto al seleccionar y empacar, y que funciona como centro concentrador de la producción estatal; y termina con el bodeguero en la central de abastos de guadalajara. En este sistema cada intermediario resulta indispensable. Los coyotes, acopiadores de la producción en una localidad, cumplen la función de financiar el corte y transporte de la mercancía producida por agricultores dispersos. Es imposible que los empacadores, y menos aún los bodegueros, concentren toda la producción de estas zonas. El acopiador o bodeguero de corte tradicional se ha conservado, ahora convertido en "un mal necesario" de la cadena comercial. Según los productores, su labor resulta funcional porque compra toda la producción y paga en estricto efectivo día a día. Los empacadores facilitan la labor de los mayoristas urbanos, es decir, los grandes bodegueros, y permiten el abasto a las ciudades. El gran bodeguero controla el monto a comercializar e impone la forma y precio del pago. Son los grandes bodegueros quienes controlan de manera relativamente autónoma los precios y cantidades.

d) La organización de productores. Este tipo de asociación intenta apropiarse de un eslabón de la cadena agrícola que habitualmente ha sido ajeno al productor, el eslabón mercantil mayorista, para eliminar o disminuir a los intermediarios no indispensables. Mediante un cambio en las estructuras organizativas de los productores, esta forma incipiente de comercio intenta ganar poder con la finalidad de obtener mejores precios en sus productos y así fortalecer su operatividad económica. Hacerse comercializadores representa para los agricultores y sus organizaciones una difícil pero en extremo conveniente forma de defender y aumentar sus ingresos. Sin embargo, por lo regular estos intentos han fracasado, debido en especial a que los productores suelen tener una limitada experiencia y escasa capacidad para imponer y defender el mejoramiento en su favor de los términos del intercambio. Chocan sobre todo con los vicios preexistentes, como el monopolio de la oferta y los fraudes comerciales, así como con la falta de seguridad en los intercambios. Mediante esta nueva práctica orientada a fortalecer la organización de los productores no sólo se intenta ganar poder a partir del control de un importante volumen de la producción, sino que también, y de manera integral, se busca comprar entre los agremiados insumos baratos para la actividad productiva.

 

EL CONSUMO DEL LIMÓN

Este tramo de la cadena agrícola es altamente complejo por varios factores, entre ellos la fluctuación de precios, la intensa actividad de los intermediarios y la competencia de otras zonas productoras. uno de los hechos más evidentes es que no existe un precio estable en ninguna época del año. Los productores durante todo el año sortean las incertidumbres de los factores agronómicos en sus huertas, pero se ven indefensos ante un mercado de productos agrícolas sin ninguna estabilidad. En el proceso de comercialización (figura 1) del limón el productor tiene que escoger entre tres opciones. una es vender directamente a las empacadoras. Otra, entregar su producto a los "coyotes", la tercera, venderlo a las industrias. Al hacer la colocación el productor deberá evaluar una serie de factores para decidir el precio ofrecido, la distancia de venta, la seguridad de realizar toda su producción y la correcta valoración de la calidad de su producto.

Se estima que en el estado actualmente trabajan 24 empresas empacadoras y sólo compraron limón ocho industrias. Por esta razón el intermediarismo en la comercialización es la forma más común de intercambiar la fruta por dinero entre la mayor parte de productores. El denominado "coyote" se acerca a las comunidades de agricultores y recibe el limón que se le ofrece a un precio que en ocasiones es superior a lo que pagan las empresas empacadoras. Estos intermediarios son también productores del limón y cuentan con contactos adecuados entre los "empaques" (como se denominan las empacadoras). Además, tienen vehículos pesados para transportar la fruta y son quienes en esa etapa de la cadena comercializadora fijan el precio día con día. Su labor comienza desde muy temprano, cuando se enteran de la situación y de las cotizaciones en la comercialización de la fruta durante el día anterior. A partir de una buena comunicación con los "empaques" determinan el precio que pagan a los productores para obtener buenos márgenes de ganancia. Este intercambio se realiza todos los días excepto los domingos, y la forma de pago es en efectivo. Al final del día, y una vez llena su unidad con el limón, el coyote o intermediario se dirige al "empaque" para descargar la fruta en las tolvas. Allí se selecciona el producto por tamaño y color. Finalmente reciben el pago por la carga de manera diferenciada, según la calidad del limón: un precio por el de mejor calidad para el consumo directo y otro inferior por el que se destinará a la industria.

Los precios del limón para el mercado de frutas frescas se determinan a través de una serie de intermediarios; en primera instancia los bodegueros de la ciudad de guadalajara; en segunda, los empacadores de la ciudad de Tecomán, y en tercera los "coyotes".

De tal manera que los productores quedan inermes en el proceso de oferta y demanda de la fruta, es decir, no tienen ninguna injerencia en la fijación de precios.

En cuanto a las industrias, la unión de este sector determina año con año el precio a pagar por kilo de fruta, sin ninguna variación a lo largo de los doce meses. durante el año en que realicé el trabajo de campo se estuvo pagando a 55 centavos por kilo de limón, un precio muy inferior al que se puede conseguir con los coyotes. Por esta razón todos los productores intentan realizar su producción en el mercado de productos de fruta fresca, pues es en ese destino donde pueden obtener mayor retribución.

La comercialización es la fase crucial en la cadena productiva del limón. Tanto las fluctuaciones de los precios -incluso a lo largo de un mismo día- como la sobreproducción en algunos meses del año, a lo que se suman el intermediarismo y la inexistencia de una organización sólida de los productores, han hecho de este espacio un lugar donde los intermediarios se quedan con la mayor parte de la ganancia en la distribución de la fruta.

Tanto para empacadores como para comercializadores las dos innovaciones comerciales básicas en los últimos años han sido las cadenas de tiendas y los supermercados. Ambos tipos de comercios usan el autoservicio y las economías de escala para abatir los costos de la intermediación y los precios al consumidor. La búsqueda de la integración vertical, desde el productor hasta el consumidor, se convierte en otra de las estrategias principales de dichas empresas comerciales. Sobre estas nuevas formas de comercio y de interrelaciones hay algunas cuestiones cruciales:

a) Las dinámicas de las plazas mundiales y el movimiento de los precios internos de los productos están cada vez más determinados por las oscilaciones del mercado internacional.

b) Aumenta la demanda de alimentos

procesados, elaborados por industrias alimentarias que se distribuyen por conducto de los supermercados y de las cadenas de tiendas.

c) La publicidad se transforma en un arma comercial y moldea los hábitos de consumo.

d) La calidad entendida en sentido amplio (atributos físicos, de sanidad, así como la presentación y el servicio) se está convirtiendo en la clave para futuros acuerdos comerciales.

En cuanto al consumo final, para distribuir entre varios millones de consumidores urbanos esta enorme y variada producción de limón se ha creado un engranaje de comercialización al menudeo extraordinariamente complejo.

Varias razones explican tal complejidad. Existe una gran diversidad de establecimientos al menudeo: chicos y grandes, tradicionales y modernos, unos con una lógica capitalista de maximización de ganancias, otros con propósitos de subsistencia familiar o comunal; asimismo, son muy dispares en su localización en el espacio urbano, el tipo de clientela que atienden y sus estrategias de venta. no existen mercados homogéneos, calidades iguales y canales comerciales que cubran todo el espacio urbano y atiendan las necesidades de la mayoría de la población. En las principales ciudades del país la desigualdad en la distribución del ingreso y la heterogeneidad social hacen que existan diferentes mercados, cada uno con sus tiendas, su clientela y sus prácticas comerciales propias. Por ello el estudio del comercio al detalle es tan complejo e incierto.

La curva de producción durante el año se cruza en su cenit con un precio pobre. Esto significa que durante los meses de agosto a octubre, cuando se incrementa la productividad en los limoneros, los agricultores no consiguen buen rendimiento económico. En contraste, cuando el precio es alto su productividad decrece. Esta situación, al igual que en otros productos agrícolas, está determinando el precio por razones culturales más que económicas. En el caso del limón la temporada de mayor precio se debe al periodo cercano a la Semana Santa, ya que se incrementa el consumo de pescados y mariscos como consecuencia de la vigilia y, por lo tanto, existe mayor demanda por el consumo del limón fruta.

 

EL LIMÓN Y SU ESTRUCTURA DE PODER EN LA CADENA AGROINDUSTRIAL

En el proceso de esclarecimiento de esta estructura de poder no sólo encontramos distintos actores que participan en ella -algunos situados incluso en remotos lugares-, sino incluso la resignificación de lo rural y de la globalización misma (figura 2). Si logramos identificar esa estructura encontraremos que no modifica los parámetros de la subordinación de clase, pero sí permite entender la dominación clasista en términos de un contexto no acabado, con conflictos, oposiciones y negociaciones dentro de la cadena productiva. Me intereso de manera residual en estudiar los procesos de globalización en los que el Estado se vuelve un actor principal de cambio junto con el capital. no obstante subrayo que en este estudio el Estado asume la ideología y la práctica del neoliberalismo o, en palabras de Hobsbawn, el "fundamentalismo del mercado" (2000: 8). La globalización, auspiciada por el Estado neoliberal materializada a través de la reconstrucción del discurso hegemónico y de las políticas y los programas que lo objetivan, constituye la trama en donde se desenvuelve esta investigación, aunque no es el objetivo primordial del artículo, llena el hueco entre lo local y los niveles superiores, es decir entre el Estado y la sociedad (nuijten, 1999).

Siguiendo el limón en la localidad, observamos las tareas de producción, selección, empaque e industrialización. Como consecuencia del cumplimiento de estas fases se obtienen y distribuyen en los mercados nacionales e internacionales varios productos, tales como limón fresco, aceite esencial, jugo concentrado, cáscara deshidratada, pectina, ácido cítrico y citrato de sodio. En esta cadena agroindustrial (figura 2) participan más de 3 500 productores, 25 comercializadores y 15 empresas industriales que desarrollan su trabajo en cuatro municipios del estado de Colima. En este estudio situamos entonces una región rural en un contexto de modificaciones constantes, donde continuamente se negocian las relaciones de poder y la interpretación sobre ellas. Precisamente en este espacio social está la estructura de poder en operación, donde aparecen las estrategias de los productores, empacadores, industriales y del gobierno tanto local como federal; la movilización de recursos, y las percepciones que se tienen sobre éstas.

En la cadena agroindustrial existe una estructura de poder con numerosos niveles, donde los individuos tienen acceso a los recursos económicos, políticos y sociales según la posición que ocupan dentro de ella. Las relaciones sociales, políticas y económicas se basan en intercambios en los que también intervienen factores culturales -como los conceptos de lealtad y confianza-, condicionados por la posición relativa de los protagonistas en la estructura de poder. En un sentido muy amplio, igualdad y jerarquía se hallan en cierto modo combinados en este sistema social (dumont, 1999). no es lo mismo otorgar y recibir recursos entre iguales que entre desiguales. Aun las relaciones de mercado están a menudo penetradas por obligaciones de lealtad que pueden dominar su lógica económica. Las relaciones de poder están implícitas en las de intercambio económico y no pueden separarse de ellas.

El enfoque en esta parte consiste en tratar de describir el proceso a través del cual cada protagonista de la cal tiene una posición en la jerarquía de poder existente (Adams, 1972: 16). El análisis de este proceso permite elaborar un modelo de estructura de poder en operación que intenta reflejar las complejas relaciones ideológicas y políticas entre los individuos y sus cargos o posiciones en la estructura de poder, en tanto describimos cómo se movilizan recursos y cuáles son las percepciones que se tienen. Las relaciones de poder se reflejan en estructuras sociales de tipo vertical, y para describirlas utilizamos algunas variables (Lomnitz, 2001: 226):

• El tipo de recursos (capital, poder político, trabajo, lealtad).

• El nivel y cantidad de los mismos.

• La dirección del intercambio de recursos (vertical u horizontal) (figura 1).

Dada una posición social, un tipo de recurso y la dirección en que se intercambian genera un tipo de relación, ya sea entre iguales, de patrón a cliente o de subordinación. El resultado puede ser relaciones diádicas, axiales y coaxiales con patrones piramidales u horizontales (figura 2).

Cada agente social es también el patrón de sus subordinados, quienes dependen de él para su ascenso y acceso a cualquier tipo de recursos. Existe un flujo de lealtad hacia el jefe que depende de la cantidad de recursos que éste vaya distribuyendo. Cada agente es a la vez jefe y subordinado a una autoridad superior, se hace aparente su papel de intermediario, cuya función esencial es regular el apoyo político en un nivel determinado de la estructura de poder.

La CAL representa un conglomerado de estructuras piramidales formales o informales, que incluyen a grupos de agricultores, coyotes, empacadores, industriales y funcionarios. Todos están compitiendo por los recursos, los puestos, el estatus y el poder que ofrece la gran pirámide de la estructura de poder. Cada sector piramidal se especializa en un determinado tipo de recurso: el poder político, el capital y el trabajo. Sin embargo, en cada nivel del sistema se presentan continuamente intercambios de poder contra dinero, de dinero contra trabajo y de trabajo contra poder político. En la estructura de poder todas las estructuras sociales se basan en un diseño piramidal: los recursos se canalizan desde la cúspide hacia la base, mientras que la lealtad y el apoyo político se trazan desde la base y hacia la cúspide. Veamos cada caso.

 

La burocracia política local: el Estado (los encargados de la política rural de la CAL)

Un funcionario político estatal es un intermediario de poder que participa en un proceso de negociación permanente para intercambiar recursos por apoyo político. Cada uno de estos intermediarios posee una red de relaciones horizontales -colegas, amigos, parientes- que le permiten maniobrar en su nivel de poder particular y también movilizar recursos de otros sistemas de poder para reforzar su juego político.

Dentro de la CAL los sectores luchan por definir quién debe decidir por los asuntos económicos y políticos del sistema. Con todo, el sector público siempre ha logrado llevar la voz imponiendo sus objetivos políticos. Así, la empresa privada depende cada vez más del gobierno estatal y federal y se ha acostumbrado a recurrir a la ayuda del fisco para préstamos, fijación de tarifas y otras medidas proteccionistas, como para limitar el poder de los agricultores.

El sector de los agricultores no sólo depende del poder político, sino que es controlado por éste a través de las reglas del sistema: financiamiento a cambio de apoyo político electoral. En la situación actual las cosas han ido cambiando. A cambio de este control el sector agrícola ha obtenido importantes ventajas, tales como subsidios y préstamos para el desarrollo agrícola.

 

Empresariado industrial y comercial

El sector privado está organizado también de manera jerárquica. En su cumbre se ubican los grandes capitalistas del mundo global. Más adelante encontramos un escalón de hombres de negocios a diferentes niveles, quienes se relacionan cada uno con su líder o con otros líderes mediante clientelismo, contratos, sociedades, financiamientos, etcétera; por ejemplo, los coyotes, graneleros y transportistas. Se crean relaciones al interior de esta jerarquía para mantener el poder: entre coyote y empacador para menoscabar a los agricultores; entre empacador y bodeguero para controlar el mercado. También se establecen relaciones con las otras jerarquías para ganar poder: entre comercializador y la burocracia política para convenir financiamiento y apoyos fiscales; entre comercializador e industrial para acordar los precios, montos y calidades del mercado.

El discurso de este actor social es el de la ideología liberal de apoyo a la libre empresa y de que el Estado sea un marco legal sin intervención. Se definen como creadores de empleos y oportunidades para los demás. Son implacables en los intercambios económicos pero filantrópicos con los pobres. Habían mantenido una estrecha alianza de lealtad con la elite política, pero ahora participan cada vez más activamente en política. Mantienen una relación de patrón-cliente con los productores rurales.

 

Agricultores pequeños y medianos

El lenguaje de los agricultores es el de la lucha de clases y de una movilización permanente en pos de mejores precios y condiciones. La estructura de poder de la organización de productores es jerárquica; forma parte del aparato político nacional, y aunque la membresía a algún partido no es obligatoria, la mayoría de ellos toma parte en uno y después quizá en otro, pues ya no existe una membresía formal. La organización cumple funciones simultáneas, por un lado, como grupo de presión para la obtención de recursos y beneficios cada vez mayores para su sector, y por el otro como aparato para el control político de la masa de agricultores.

Los movimientos políticos que han encabezado los productores han sido suprimidos o disueltos, o fueron controlados por líderes afectos al gobierno. Hay una despolitización de los agricultores y evitan cualquier tipo de acción que no haya sido previamente sancionada por su líder, ya que su gremio controla las oportunidades para el desarrollo agrícola y sus miembros leales reciben mejores condiciones. El líder agrícola típico inicia su carrera a través de una participación constante y activa en las reuniones y asambleas.

Las poblaciones pequeñas de agricultores son simultáneamente unidades laborales susceptibles de ser organizadas por algún miembro de la misma que se muestre más emprendedor. La actividad de grupos de acción de este tipo puede llegar a un cierto nivel de estabilidad y especialización, en cuyo caso se forma un grupo que cuenta con un jefe o patrón y sus subordinados o clientes (figura 1).

Cada actor social es el centro de una red social que se extiende en todas direcciones de la estructura de poder. Las relaciones horizontales ocurren entre parientes, amigos e iguales o colegas situados a un mismo nivel jerárquico. Estos lazos horizontales producen, y a su vez son mantenidos por, la existencia de un flujo de intercambio recíproco en ambas direcciones, desde y hacia el individuo. Este flujo consiste en bienes, servicios e información. A esta dimensión le llamamos cultural.

En cambio, la estructura tiene una dimensión vertical que hemos llamado de poder jerárquico. Las relaciones verticales entre un individuo y su superior o sus inferiores implican un tipo de intercambio que difiere fundamentalmente del existente en las relaciones recíprocas entre iguales. Se trata de un intercambio del tipo patrón a cliente. Las relaciones verticales constituyen los canales que distribuyen la mayor proporción de los recursos en la estructura: el capital y el poder fluyen hacia abajo, mientras el trabajo y la lealtad son succionados hacia arriba. A esta dimensión la llamamos relaciones de poder.

Las estructuras formadas por relaciones horizontales son redes de reciprocidad, tales como redes de parientes, redes de amigos, cliques y otras redes sociales egocéntricas. Se trata de cambios sociales informales, sin fronteras permanentes o claramente trazadas, que se extienden y se contraen de acuerdo con el flujo de intercambio entre sus miembros. En cambio, el flujo vertical de recursos tiende a crear grupos formales, grupos o grupos de acción.

El principio de la organización consiste esencialmente en concentrar el poder hacia arriba y fragmentarlo hacia abajo. A medida que el sistema crece, va generando más recursos y crea las condiciones para sustentar un mayor número de plazas subordinadas por cada líder, de grupos por cada intermediario, y eventualmente de niveles jerárquicos en la estructura misma (figura 2). Se confirma el principio organizativo del sistema (concentración del poder en la cúspide y fragmentación del poder en la base), por medio de la existencia de tres pirámides o sectores formales diferenciados: el de los agricultores, el del sector privado intermediario, y el de los funcionarios estatales y federales.

La eficiencia del sistema no niega la presencia de conflictos, sino de qué manera se sustenta la estabilidad a pesar de las enormes tensiones generadas por las contradicciones y desigualdades socioeconómicas que existen en la sociedad de Co1ima.

Existe lealtad tanto de clase como de sector, pero en cada caso esta lealtad está condicionada al flujo de intercambio: horizontal en el primero y vertical en el segundo. Las relaciones que pueden observarse a nivel microsocial se reflejan en estructuras a nivel macro-social. Por un lado tenemos una circulación de bienes y servicios a través del intercambio de mercado típico del sistema capitalista. Este intercambio sigue la ley de la oferta y la demanda, y no suele generar relaciones sociales entre comprador y vendedor. Por el otro, existen aún en las sociedades capitalistas sistemas de intercambio tales como la redistribución (relaciones patrón/cliente) y la reciprocidad.

Las relaciones patrón cliente son típicamente relaciones de poder, ya que se intercambia lealtad por acceso a recursos y protección. Las relaciones de reciprocidad, por su parte, son aquellas que gobiernan las relaciones sociales entre iguales, y su mecanismo está regido por la confianza o cercanía social. En una situación social real se dan los tres tipos de intercambio, puesto que el individuo vive inmerso en una sociedad capitalista; sin embargo, también participa de una estructura de poder -estructura cada vez más importante para regular la circulación de bienes y servicios-; finalmente, forma parte de un grupo social de iguales, con un patrón de convivencia que da un sentido simbólico a su vida, y que contribuye a modificar las relaciones de mercado (Lomnitz, 2001: 225).

El individuo debe manejar simultáneamente los tres tipos de intercambio -mercado, redistribución y reciprocidad-, lo cual implica que participa simultáneamente de los tres tipos de relaciones sociales: de clase, de jerarquía y de confianza. Así, lo económico, lo político y lo sociocultural son tres dominios que se van enhebrando en la vida del individuo, y su trama forma la realidad macrosocial (Lomnitz, 2001: 226).

 

Sobre la producción simbólica. La CAL como régimen de representación

Las relaciones económicas de clase están afectadas por una estructura de poder que genera jerarquías verticales, y por una estructura de sociabilidad que genera redes sociales horizontales. Para cada tipo de relación se manejan grupos de símbolos diferentes: todo este aparato simbólico en su conjunto constituye la cultura colimense. Así, podemos decir que la cultura compenetra todas las estructuras sociales, está presente en toda transacción y da forma y contenido a todas las relaciones sociales.

Si bien es cierto que en todas las dimensiones humanas de lo social y lo material la existencia está simbólicamente constituida, esto es, culturalmente ordenada, esta cultura es una suerte de idioma local acostumbrado, por medio del cual el sistema social se expresa y se mantiene. En ese sentido, cuando se encuentra en operación la propia estructura de poder produce actores pragmáticos cuyos intereses e intenciones, ya sea a favor del sistema o en contra de él, son constitutivos de éste. dicho de otra manera, la propia estructura de poder crea sus propios seguidores y opositores. desconfío de los planteamientos que postulan una relación mecánica entre la estructura, las normas, las sanciones y los comportamientos; supongo, en cambio, que existe una selección situacional que permite examinar cómo -de acuerdo con las diferentes situaciones sociales en que participan- los actores escogen las normas pertinentes o se oponen entre un repertorio normativo cultural, que puede incluso presentar contradicciones.

Desde esta perspectiva, tanto la cultura como el poder son analizados como una relación social y no como un estado de cosas. Las disputas como expresión de conflictos amplios se contextualizan histórica y socialmente, y los considero espacios de interfase y de producción cultural que siguen siendo referentes claves para estudiar el poder, su negociación y contestación, y la manera en que el significado se construye y es atravesado por las dinámicas de poder y cambio en esta sociedad.

Por otro lado, un actor relevante es el Estado, y me interesa considerar una idea de Estado no en términos abstractos, sino como idea de Estado y relacionada con el poder y la política en la sociedad que estoy estudiando. Por ello me enfoco en el estudio de las relaciones entre la burocracia que representa al Estado en una localidad, porque en ellas se objetivan las relaciones más abstractas entre Estado y agricultores. En este sentido el Estado no es un actor, es una forma de entenderse juntos, de coordinar las relaciones de poder y de anudar o solidificar el poder de un centro hacia la periferia (niujten, 1998). Hay tres factores que constituyen la forma de caracterizar al Estado:

1. La idea de Estado, se piensa que existe un Estado fuerte, coherente y que se expresa en una suerte de imaginación o imagen del poder del Estado.

2. La cultura del Estado, constituida por las prácticas de representación e interpretación que caracterizan la relación entre la gente y la burocracia que representa al Estado, y a través de la cual se construye la idea del Estado. Son materia de este asunto los discursos, los actos oficiales, los programas y documentos. También incluye los símbolos de la función administrativa, hay lo mismo fetichización, interpretación y especulación de su función.

3. La maquinaria burocrática, en su relación con la gente que actúa como generador de esperanzas donde se crean nuevas con cada ciclo sexenal. Es también la práctica cotidiana de los funcionarios estatales de a pie, que en sus prácticas son ambiguos debido a su estrecha relación con la localidad y a su distancia con la centralidad. Son en este sentido los intermediarios del discurso central en lo local.

Asimismo, el concepto de intermediario social y cultural nos permite examinar las relaciones entre el nivel de la comunidad y el nivel de la nación. Para guillermo de la Peña (1986: 33), dentro de una sociedad compleja coexisten diversas formas organizativas de inclusión variable, cuyos procesos de cambio no siguen necesariamente la misma línea. La vinculación entre distintos niveles implica el desarrollo de grandes redes de relaciones sociales, donde intereses y orientaciones diversas deben reajustarse y compaginarse. Son varios los vectores que coinciden en la formación del clientelismo como universal antropológico.

1. Su vínculo infraestructural con el intercambio de bienes.

2. Su relación con el parentesco y el territorio.

3. El ethos del clientelismo, nucleado en derredor del honor y del intercambio simbólico, sería el basamento ideológico del contrato diádico.

4. El que incide en su constitución será la vida política municipal.

5. El vínculo con el estado nacional, a través de los partidos y de la burocracia fundamentalmente. Todos estos vectores son estudiados en las paginas siguientes.

Según de la Peña (1986), se pueden distinguir tres tipos de instituciones: públicas, locales y regionales en nuestro país. Las primeras son aquellas que se derivan de instancias superiores y que forman parte del Poder Ejecutivo federal. Al segundo tipo pertenecen las instituciones de intermediación política son las de interés para esta investigación, pues reciben poder de la cúspide para negociar con la base, y viceversa. El tercer tipo son los ayuntamientos y gobiernos estatales. En suma, las organizaciones vinculadas a la CAL continúan ocupando espacios cuya subordinación al sistema debe ser negociada en los niveles local y regional. dicho de otra forma, los actores sociales vinculados a la CAL se relacionan con instituciones públicas del segundo y tercer nivel, y es de cara a ellas como buscan conseguir ventajas en las negociaciones.

Considero a lo local de manera explícita como una construcción social y cultural desde la localidad, con conocimientos descentrados, autónomos, genuinos y creados como práctica opuesta a lo cosmopolita. Con este concepto muestro una serie de opiniones que intentan adecuar, asimilar y corregir a partir del conocimiento local las políticas centrales y homogéneas del desarrollo rural, que usualmente se traduce en las actividades y capacidades de movilización locales, y en ocasiones son definidas como prácticas de empoderamiento/apoderamiento y construyen un rol fundamental en las formas de organización local para el desarrollo. Entonces, a través de lo local se negocia la corrección o adecuación de las decisiones al desarrollo rural local, considerando las condiciones particulares de la localidad. usualmente esta expresión de lo local se encuentra tanto en las propuestas de los grupos sociales como en los gobiernos locales y en las empresas situadas en esa localidad (Esman y uphoff, 1984: 42-45).

 

POLÍTICA CULTURAL

¿Se opone el mundo de las ideas a la dura realidad de los hechos? Las ideas, los hechos y los valores constituyen aspectos de la vida social. El limón, de acuerdo con la estructura social de la CAL, es visto dentro de un régimen de representación que moldea la concepción de la realidad y de la acción social. Por ello es posible imaginar nuevas formas de organizar la vida social, económica y cultural; es decir, el sistema puede ser reorientado. no sólo la voluntad de los que poseen poder puede capturar los deseos colectivos, éstos pueden ser codificados por proyectos, políticas e ideas alternativas.

La CAL también puede ser definida como una representación de las ideas y actitudes que los actores desarrollan. En particular, cada actor social realiza una crítica del mundo en donde vive, expresan ideas, veleidades y utopías de cómo deberían de ser las cosas. Es una dialéctica entre el paraíso y la realidad o entre el infierno y su imaginación.

Existen aquí dos sentidos claros de lo que significan los eventos. uno se refiere a lo que podría llamarse los tipos "interiores" del significado: en el interior de los hechos y asuntos del grupo, en el interior del acontecimiento de la producción, comercialización o política, o en el interior del grupo social; y el otro cuando los significados que la gente indica demuestran saber qué es lo que se supone que significan las cosas. Así, por ejemplo, ser limonero significa el "respeto" por uno mismo; el respeto por un mismo "significa" conocer el lugar que se ocupa en la cadena productiva y en el sistema de clases; y conocer ese lugar puede "significar" ofrecer formas adecuadas de trabajar, cooperar, mejorar. En todos los eventos y festividades, en los momentos de descanso del día de trabajo, siguiendo el calendario de las horas, los días, las semanas, los meses y la vida misma, se pueden injertar nuevas formas de entender la propia situación sobre formas antiguas, con significados similares o análogos. (Mintz, 1996: 201).

En la práctica de una política cultural el intento es una réplica de lo practicado por otros, generalmente de un estatus social más alto; también imita, incluso emula. Cabría esperar que al filtrarse socialmente hacia abajo el hábito de tener una mejoría cambiaran los usos por las grandes diferencias en los medios y las circunstancias, pero puesto que los rasgos emuladores de la costumbre también son sin duda importantes, a pesar de todo este proceso fue una forma de interpretar su mundo.

Gracias a que los productos del limón se volvieron más importantes para los pobres que para los ricos -como fuentes de subsistencia, aún más que de estatus-, y puesto que estas ocasiones para producir se multiplicaron posteriormente, surgieron nuevas tecnologías y significados muy alejados de las prácticas de privilegiados como los empacadores e industriales. A estos tipos de innovación se le aplica el término de extensificación (Mintz, 1996: 201).

En la intensificación, quienes están en el poder son responsables tanto de la presencia de nuevas ideas como, hasta cierto grado, de sus significados; con la extensificación, los que están en el poder pueden hacerse cargo del abasto de nuevos productos, pero los nuevos usuarios les infunden significado. En el proceso histórico más amplio que nos interesa -la difusión de los términos de organización, productividad y participación a toda una población de agricultores- quienes controlan a la sociedad sostienen una posición de mando no sólo con respecto a la disponibilidad del financiamiento, sino también respecto a algunos significados que adquirían los productos del campo.

El otro tipo de significado puede comprenderse cuando se considera qué puede significar el que alguien se dedique a alguna de las fases de la cadena productiva, así como sus múltiples significados para los participantes, para lo sociedad entera, y especialmente para los que gobiernan. Cómo es que los que gobiernan o controlan a la sociedad perpetúan su estatus y sacan provecho de la difusión intensificada de los significados interiores y del consumo que entrañan las validaciones de estos significados. (Mintz, 1996: 200).

Estas sustancias y actos a los que se ligan los significados interiores sirven para validar los acontecimientos sociales. El aprendizaje y la práctica social se relacionan entre sí y con lo que representan. El limón y los campesinos poseen significados en la economía de la región, y las políticas nacionales y locales en los bolsillos de estos actores. Éstos son históricamente adquiridos -surgen, crecen, cambian y mueren- y específicos de la economía y la cultura; también son arbitrarios, puesto que todos son símbolos. no tienen significado universal: "significan" porque se dan en contextos culturales e históricos específicos, donde sus significados relevantes ya son conocidos para los participantes (ibidem: 202).

Esta multiplicidad de significados se revela también en el lenguaje y la imaginería lingüística, lo cual sugiere no sólo la asociación de una forma de vida con ciertos sentimientos, deseos y disposiciones de ánimo, sino también la sustitución histórica -en gran medida- del apoyo al campo por el abandono. Por ejemplo, desde el punto de vista de los productores los empresarios son "cabrones"; los funcionarios "inútiles" y su futuro se construye con el apoyo de las instituciones del Estado. En contraste, para los empresarios los funcionarios son "aliados"; los productores "flojos" y su futuro se basa en ellos mismos, siempre y cuando los otros actores hagan las cosas bien. Por último, para el Estado los productores son un problema social, los empresarios son voraces y el futuro de la CAL es un asunto de organizar a unos y a otros en aras de los intereses del Estado.

El poder político necesario para cambiar las posiciones relativas de los actores del limón que compiten en el mercado es notablemente distinto del poder más "informal" que, en momentos como los que estudiamos, determina la elección de un mundo mejor. Este poder y su aplicación tienen que ver con el significado "exterior", con la determinación de los términos bajo los cuales se hacían disponibles las distintas formas del limón. Pero el poder también se ejercita en la formación del significado "interior".

Hemos visto que la producción de significados siempre depende de contextos simbólicos preexistentes, y si estos contextos difieren para cada grupo cultural o incluso para individuos que ocupan posiciones diferentes en un mismo grupo, se concluye que las interpretaciones de los signos compartidos a nivel regional tienen que modificarse. Es decir, habrá una rica gama de símbolos polisémicos en el dominio cultural compartido dentro de la región. y sin embargo, como ha señalado Sydney Mintz (ibidem: 25-26) la antropología de sustancias tan necesarias y cotidianas puede ayudamos a aclarar cómo cambia el mundo de lo que era a lo que puede llegar a ser, y cómo al mismo tiempo logra seguir siendo igual en muchos aspectos.

 

DEL PODER A LA CULTURA: POLÍTICA CULTURAL, Y VICEVERSA

Hay una relación entre cultura y política. Esta vinculación puede ser productivamente explorada ahondando en la naturaleza de la política de la cultura puesta en marcha por los actores sociales. La estructura de poder que hemos descrito, así como la construcción simbólica, ha sido producida por los grupos sociales y sus acciones. Los actores sociales tienen cierta percepción de la estructura que los obliga a determinadas actitudes y emociones: hay que pelear por un mejor precio, permanecer serio frente a los funcionarios y brincar cuando se logran los resultados deseados. Los seres humanos crean estructuras sociales y conceden significado a los acontecimientos. Sin embargo, estas estructuras y significados poseen orígenes históricos y sociales distintos que conforman, delimitan y ayudan a explicar esa creatividad (ibidem: 28). Considero a la cultura como un conjunto de significados preestablecidos que guían las acciones de las personas; es socialmente constituida, pero también socialmente constituyente. Vemos a la creación cultural, a la acción significativa y a la producción de significados no como un proceso uniforme, sino diferenciado socialmente. Los actores sociales están involucrados en relaciones sociales, económicas y políticas desiguales, sean éstas de dominación o subordinación. no es posible, entonces, separar a la cultura de las relaciones de poder. A continuación describo críticamente las nociones de cultura y poder, para finalmente definir la política cultural y distinguirla de la cultura política.

Para Clifford Geertz (1987: 20) la cultura es un sistema ordenado de significados y símbolos en cuyos términos los individuos definen su mundo, expresan sus sentimientos y emiten sus juicios. Es un patrón de significados transmitidos históricamente y materializados en formas simbólicas mediante el cual los hombres se comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento sobre la vida y sus actitudes hacia ella. Es una serie de dispositivos simbólicos para controlar la conducta, fuentes extraso-máticas de información. Según Adam Kuper (2001: 262) existe una lista de hipótesis acerca de la cultura con las que muchos antropólogos estarían de acuerdo. Primera, la cultura no es un asunto de raza, se aprende, no la llevamos en nuestros genes. Segunda, esta cultura humana común ha avanzado. Estamos hablando aquí de la muy longue durée, del muy largo plazo. Sin duda el progreso ha sido desigual y susceptible de retrocesos, pero se han ido acumulando avances tecnológicos irreversibles en un tempo más acelerado. El progreso técnico se puede medir y sus efectos se pueden rastrear en la propagación y el crecimiento de la población humana, así como en el desarrollo de sistemas sociales paulatinamente más complejos y de mayor escala. Tercero, para los antropólogos estadounidenses la cultura es esencialmente una cuestión de ideas y valores, un molde mental colectivo.

Las ideas y valores, la cosmología, la moralidad y la estética se expresan mediante símbolos y, consecuentemente, si el medio es el mensaje, se puede describir la cultura como un sistema simbólico. Esta forma de definir la noción de cultura ha contribuido a hacer invisibles las prácticas culturales cotidianas que los actores ejercen día a día, y que vamos a definir como política cultural de los limoneros. buscamos describir esos momentos de pasividad aparente en que los agricultores no expresan animadversión ante los sucesos de manera dramática. Volvemos la mirada a las formas cotidianas de resistencia y que se refieren propiamente a la capacidad de escuchar el silencio de los limonero (Nugent, 1998: 13). Entonces, nos enfocamos en las formas silenciosas en que se construyen las luchas y movilizaciones de los agricultores; es decir, en describir sus veleidades y utopías que emiten con el discurso y con la acción.

En cuanto a la política, la definición en extenso se refiere a la administración de los asuntos públicos. La política se refiere siempre al poder, y cuando nos referimos al poder hay distintos modos de definirlo. Primero, podemos definirlo como el atributo de potencialidad o capacidad ideal que se remonta a nietszche. Típicamente es un poder sobre nuestro propio cuerpo. El segundo tipo puede ser entendido como la capacidad que tiene un ego de imponerse a un alter en las relaciones interpersonales; esta idea es propuesta por Weber. El tercero es un poder que emana del control sobre los recursos que permiten interactuar con los demás, es un tipo de poder instrumental, o bien un poder para la organización. Por último, un cuarto tipo se podría llamar social, siendo la forma en que se estructura el campo de acción de los demás, es decir, la posibilidad de la acción que se pone en marcha por las posiciones sociales de cada uno (Wolf, 1990: 587).

Aquí nos interesa destacar una de estas cuatro formas descritas de poder, llamado poder social. Éste se entiende como la capacidad que tiene un individuo o una unidad operante para influir en el proceso de toma de decisiones de otro individuo o unidad operante, con base en el proceso de control de los recursos energéticos significativos. En este sentido, si bien las relaciones de poder se basan en un proceso material, la influencia en las voluntades nos remite al mundo de la cultura. Porque cuando sostenemos que el poder se ejerce con base en el control de recursos que significan algo para alguien, en ese momento necesariamente nos estamos refiriendo a imaginarios colectivos. Por tanto, el poder es una relación psicosocial que se basa en una relación energética, pero también en la cultura (Adams, 1975: 26).

Para relacionar ambas nociones debemos decir que la cultura también comprende un proceso colectivo de producción de significados que moldea la experiencia social y configura las relaciones sociales. raymond Williams (1981: 265-266) había caracterizado la cultura como el sistema de significados a través del cual un orden social es comunicado, reproducido, experimentado y explotado. Afirmamos que la cultura no es una esfera aparte, sino una dimensión de todas las instituciones sociales. uno de los aspectos más útiles que me interesa subrayar es el análisis de la producción y la significación de las prácticas como aspectos simultáneos y profundamente anclados en la realidad social.

Si bien es cierto que las sociedades humanas otorgan significados al mundo objetivo, con distintos conjuntos de significados para los diferentes grupos humanos, debemos seguir preguntándonos cómo y quién lo hace en determinado caso. Para la mayoría de seres humanos las cosas, las relaciones entre ellas y las acciones no son dados, sino más bien aprendidos. La mayoría de actores sociales, por lo general se desenvuelven en asuntos cuyo desenlace y trayectoria se diseñaron hace mucho tiempo, cuyos eventos requieren reconocimiento, no invención. decir esto en ocasiones se presta a suponer que se niega la individualidad o la capacidad humana de añadir, transformar y rechazar significados. Para esta investigación, como señala Sydney Mintz (1996: 206), "parafraseando a Clifford geertz, los seres humanos se encuentran atrapados en redes de significados que ellos mismos han tejido. Podemos percibir e interpretar el mundo sólo en términos de sistemas preexistentes, culturalmente destinados a dotar de significado a la realidad".

Pero nuestra capacidad de explicar los significados es limitada, pues cada generalidad que proponemos requiere creer que la gente de la sociedad compleja está de acuerdo, por lo menos grosso modo, en que el significado de algo es inconfundible. Estar de acuerdo en lo que algo es no es lo mismo que estar de acuerdo en lo que significa. Tenemos que reconocer que los símbolos y su significado son arbitrarios, y aunque las relaciones entre símbolo y significado parezcan de sentido común, en realidad no lo son. Si existe alguna explicación de esta relación, ésta debe hallarse fuera de la propia cultura. Por ejemplo, cuando los productores agrícolas de limón se refieren a su situación transmiten a los demás los significados de lo que padecen, sus explicaciones consisten en gran medida en cómo perciben su propia realidad. En las sociedades ordenadas en grupos, divisiones o capas -como las que estudio-, los significados aprendidos diferirán de un grupo a otro, como puede diferir su propia condición económica. Las supuestas redes de significado tendrían que poder interpretarse en términos de estas diferencias, particularmente si algunos significados se difunden de un grupo a otro. de lo contrario el supuesto de una red homogénea puede ocultar, en vez de revelar, cómo se generan y transmiten los significados. En mi opinión, éste es el punto donde significado y poder se tocan más claramente; a esto llamo política cultural.

Por esas razones sugiero que las demandas materiales que ejercen los actores sociales son construcciones políticas culturales. uso como definición de política cultural (Jordan y Weedon, 1997: 5) la legitimación de relaciones sociales desiguales, y la lucha por transformarlas. La política cultural nos describe fundamentalmente los significados de las prácticas sociales y cuáles grupos e individuos tienen el poder para definir dichos significados. También nos presenta las percepciones sobre esa realidad que establecen, ya que desempeñan un rol crucial al determinar si aceptan o rechazan las relaciones de poder existentes.

La cultura es un proceso material y el poder se presenta como un ejercicio de dominio y sometimiento, de lucha y resistencia. Por un lado hay intención en las prácticas reales y efectivas, y por el otro -en su cara externa, con la relación directa e inmediata con su objeto-, en su campo de aplicación y donde produce efectos reales (Foucault, 1992: 143). En las relaciones de poder hay una cara interna y otra externa; la primera otorga contenido a las relaciones asimétricas entre los actores de la cal para que sean prácticas reales y efectivas; la segunda presenta los productos y efectos del ejercicio de relaciones entre los actores o efectos materiales del poder.

El poder social que ejercen unos actores sociales sobre otros define los significados y las prácticas culturales. Por ello analizo al poder en la medida en que configura los escenarios donde se realizan las actividades, las ideas y los entendimientos culturales de las personas. Pero también lo estudio en la medida en que algunos actores sociales se oponen a esa situación al crear ideas y entendimientos culturales que intentan modificar las condiciones de opresión. Hay, entonces, una cultura política y también hay una política cultural. La cultura es un proceso material social y su creación de significados se condiciona por estructuras materiales. Voy a analizar a quienes crean la cultura, desde qué posiciones lo hacen y en qué circunstancias concretas (Roseberry, 1989: 42). Tanto el pensar como el hacer son productos de condiciones sociales y económicas; asimismo, tanto los significados que los actores atribuyen a sus acciones como sus prácticas políticas mismas son culturales. Entendemos que las actividades de la gente están condicionadas por sus entendimientos culturales; no obstante, esas mismas actividades, bajo nuevas circunstancias, pueden reforzar o cambiar dichos entendimientos culturales.

Todos los grupos sociales vinculados a la producción, distribución y consumo del limón ponen en marcha una política cultural, pues intentan remover los significados de la cultura dominante. Sin embargo, el ángulo más importante para analizar la política cultural de los movimientos sociales está en relación con la cultura política. Cada sociedad está marcada por una cultura política dominante. En este caso la política cultural de los actores sociales a menudo pretende desafiar o dislocar la cultura política dominante, sea ésta parroquial, participativa o democrática. Construyen una identidad distintiva y afirman su posición política. En este sentido la lengua, y su transmisión oral, es un medio de comunicación fundamental, comunica información, nombra realidades, recrea al mundo y ubica al hombre en contexto. Con el discurso se ordena el pensamiento, se establecen vínculos entre cosas y eventos, y se emiten los sentimientos que nos provocan. Además, con él se generan el humor, la ironía, se crean metáforas y se dramatizan el pasado y el futuro.

Ahora bien, hagamos la distinción entre política cultural y cultura política. Entiendo por cultura política, como señala Tejera (2003), un conjunto de interpretaciones heterogéneas, y a veces contradictorias y desarticuladas, de valores, conocimientos, opiniones, creencias y expectativas que integran la identidad política de los ciudadanos, grupos sociales u organizaciones políticas, que sustentan una acción cuyo propósito es obtener ciertos resultados en beneficio de alguno de los grupos en conflicto. Es el conjunto de signos y símbolos que afectan las estructuras de poder como resultado de la combinación de actuar y pensar los eventos políticos. En contraste, la política cultural se inicia con la cultura política, como afirma Jorge Alonso: "la cultura política se mueve entre lo que existe y lo que se quiere que exista" (Alonso, 1996: 193; cursivas mías). Es decir, la política cultural se refiere a los mecanismos culturales con los que los actores sociales tratan de crear algo nuevo y mejor. En mi opinión, la política cultural que generan los actores sociales se basa en tres aspectos. El primero se refiere a las ideas y veleidades que se desean para modificar la situación económica. El segundo establece la promoción de ideas, opciones ideológicas, propaganda política, difusión de información; es decir, la comunicación. El tercero transmite valores culturales que pudieran ser heredados del pasado para conservar una identidad. Toda política cultural en la cal se refiere al desarrollo económico; la promoción y comunicación; la socialización de los individuos y la creación de una identidad (Warnier, 2002: 70).

Por esto mismo la política cultural de relaciones sociales se transforma y se renegocia continuamente, para poder acomodar las demandas comunicativas e interpretativas de poblaciones dominantes y subordinadas. Las culturas de los distintos grupos están cambiando continuamente por el hecho de crearse con base en poblaciones culturalmente diversas y donde el poder de una clase dominante fuerza a interactuar entre todos. La producción cultural en el espacio social es el estudio de las yuxtaposiciones y tensiones que se dan entre la producción cultural, la construcción de sentidos y otros sistemas especiales como la economía y la política; es decir, la combinación entre construcción material y simbólica. Las tres dimensiones principales son la transmisión y distribución de signos, la economía política regional y las formas a través de las cuales los discursos dominantes y contrarios a él contribuyen a organizar el espacio social. Al conjuntar todo esto se podrá aclarar desde qué lugares se producen los sentidos culturales.

Al analizar el marco regional de las interacciones culturales, definiendo los diferentes tipos de contexto o marcos interaccionales -arenas de poder político-cultural- que puedan caracterizar a diferentes lugares, tengo presente la integración jerárquica de una cultura regional limonera a través del poder. La creación de nuevos significados depende simultáneamente de relaciones objetivas -comunicación y marcos de comunicación- y de la percepción o interpretación de los intercambios simbólicos respectivos -cultura, ideología, identidad- (Lomnitz, 1995: 48).

Por medio del lenguaje es posible actualizar estructuras de autoridad que permiten establecer dramáticamente y de lado a lado, quién sabe y quién no sabe, quién tiene y quién no tiene, quién está en contacto con los poderes de arriba y quién se sitúa lejos de ellos. unir el lenguaje con los movimientos de cambio social, las revueltas y los actos que aspiran a librar al hombre del juego de reglas y normas es propiamente lo que entiendo como política cultural, porque allí se describe la visión alternativa de sí mismo que tiene cada actor social.

Los marcos de interacción o arenas de poder constituyen los espacios donde se negocia la política cultural. Las formas de interacción que emergen de contactos y de negociaciones entre los actores sociales resultan, a la vez, de los recursos de poder y de las interpretaciones que tienen cada cual acerca de sus respectivas posiciones en el orden social. Tales interpretaciones implican una apropiación y recontextualización de la cultura de otro grupo. Asimismo, los grupos sociales tienden a imputar acciones y motivos a los otros y que se derivan de los propios motivos y poder: la política cultural conlleva a la vez ena-jenación y fetichismo.

En el caso de la CAL, existen cuando menos tres arenas de poder donde los actores sociales interactúan para interpretar: la organización de los productores, la calidad del producto agrícola y el mercado. Al preguntarnos de qué manera cada actor social interpreta sobre cada uno de estos marcos de interacción o arenas de poder, hallamos unidos la acusación y el anuncio, el análisis de lo existente y la promoción para subvertirlo, igual que el esfuerzo de la imaginación y la razón para crearse un concepto de una vida mejor.

Los marcos de interacción constituyen, pues, los espacios en que se negocia una cultura de relaciones de poder. Las formas de interacción que emergen de los contactos y de las negociaciones entre individuos resultan, a la vez, de los recursos de poder y de las interpretaciones que tienen los grupos de sus respectivas posiciones en el orden social. Tales interpretaciones implican una apropiación y recontextualización de la cultura del otro grupo. Asimismo, los grupos sociales tienden a imputar acciones y motivos a otros que se derivan de los otros motivos y poder: la cultura de las relaciones sociales conlleva enajenación y fetichismo.

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

Todo lo estudiado aquí es sobre la estructura de poder en operación y la participación política en el medio rural, y esa relación la interpreto al final como los límites a esa participación. En efecto, como resultado de mi análisis he entendido que la participación política es una actividad que tiene implicaciones significativas para el mantenimiento o alteración de la distribución básica del poder. Es decir, creo que en ocasiones los investigadores utilizamos una concepción funcionalista teolológica o, mejor dicho, que lo políticamente bueno es lo que ayuda al mantenimiento de las estructuras políticas existentes. Por otro lado existe una tendencia, al menos en la actualidad, a reducir la participación política a los procesos electorales o la pertenencia a un partido político. El punto que quiero hacer notar es que puedo afirmar que el elemento crucial para la participación lo encontramos en la estructuración de las relaciones sociales de cada sociedad o, con más exactitud, en la distribución diferencial del poder. Por lo tanto, afirmo que al estudiar la participación política antes es necesario estudiar la estructura de poder que la limita. Lo que vemos en este análisis son distintos actores sociales que se encuentran vinculados por su relación con un producto agrícola. El hecho de que lo produzcan, distribuyan o consuman hace que cada uno de ellos posea distintas fuentes de poder. En este sentido al seguir el flujo del limón a través de la estructura de poder verificamos que los actores se relacionan entre ellos en una estructura jerarquizada. Ostensiblemente queda claro que su vínculo social está determinado por su conexión con el producto agrícola, y a partir de ello construyen sus percepciones.

En este artículo he tratado de demostrar que para estudiar los movimientos sociales o la participación política es necesario volver al concepto de estructura social, y en este caso el de estructura de poder, porque al examinar las posiciones que ocupa la gente dentro de un conjunto ordenado se puede analizar qué expectativas de conducta es posible asociar a esas posiciones. Justamente por eso fue necesario, en el itinerario del artículo, abordar las dos columnas de análisis, por un lado la estructura de poder y por el otro la cultura. Es decir, toda estructura de poder ordena jerárquicamente posiciones, pero quienes forman parte de ese arreglo se comunican a través de relaciones verticales y horizontales mediante símbolos y signos que transmiten conocimientos e información sobre algo; pero estos mismos símbolos y signos portan valoraciones: juicios sobre lo bueno y lo malo, lo debido y lo indebido (Varela, 2005), lo correcto y lo incorrecto, lo deseable y lo indeseable, etcétera; pero los mismos suscitan sentimientos y emociones: odios, amores, temores, gozos etcétera; pero también expresan ilusiones y utopías: deseos, veleidades, anhelos. Con ello he querido dar cuenta que los actores van logrando entendimiento sobre su propia situación -a través de la política cultural que interpela a la cultura política-, y este entendimiento es esencialmente constructivo en tanto busca transformar su situación a partir de condiciones dadas.

Este trabajo, por tanto, incluye la caracterización de estructuras de poder, su itinerario histórico, la determinación de acciones que buscan influir en la estructura de poder, la identificación de los actores sociales que producen las influencias, la descripción de los valores significados y los recursos que los actores intentan remover, y cómo las cosas siguen siendo iguales al cambiar, como un movimiento incesante, ya que las relaciones de poder condicionan los cambios sociales.

Como antropólogo, creo que las discusiones teóricas deben fundamentarse en casos, en pautas observadas de comportamiento y en textos registrados. deseo encontrar formas para cuestionar dicho material con el propósito de definir las relaciones de poder que se manifiestan en las conformaciones sociales y en las configuraciones culturales, para así rastrear las posibles formas en que éstas se engranan con las ideas (Wolf, 1990).

Lo importante para analizar el proceso de oposición y cambio al sistema que algunos actores intentan, y para evaluar hasta dónde se cambia y hasta dónde permanece, es volver al concepto de estructura de poder y examinar las posiciones que ocupan los actores dentro de un conjunto ordenado, y ver qué expectativas de conducta se asocian a esas posiciones. Es decir, parto de considerar que de acuerdo con la posición social de una persona se definen las acciones que ésta debería realizar, y lo que de ella se espera en su sociedad. Por lo tanto, el hombre que observe las normas es el que se comporta razonablemente según las costumbres y estándares de su propia posición social. no obstante, esta situación no siempre es permanente, puede subvertirse, modificarse o desdibujarse, pero la posición en la estructura de poder siempre nos define la interpretación sobre su misma condición. de esta manera entiendo la relación entre poder y cultura.

Espero haber dejado claro que tanto la cooperación como el conflicto invocan e implican juegos de poder en las relaciones entre las personas, y que las ideas son emblemas e instrumentos en estas interdependencias siempre cambiantes, cuestionadas y reinventadas. Haber examinado las formas en que interactúan las relaciones que rigen la economía y la organización política con aquellas que moldean el proceso de formación de las ideas me permite conseguir el único objeto que tiene sentido después de este periplo: que el mundo se vuelva comprensible y manejable.

 

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