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Nueva antropología

versión impresa ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.21 no.69 México jul./dic. 2008

 

Reseñas bibliográficas

 

Katrin S. Flechsig, Miniature Crafts and their Makers. Palm Weaving in a Mexican Town

 

Maira Olivia Ríos*

 

Tucson, University of Arizona Press, 2004.

 

*Licenciatura en Antropología Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia-INAH.

 

El México turístico en el mercado globalizado continúa apostándole a los artesanos y al arte popular como objetos que envuelven la identidad nacional, como expresiones materiales de la llamada "cultura mexicana". Estamos hablando entonces de objetos hechos para la apreciación y satisfacción del ojo extranjero, en los que se aprecie el legado de una cultura ancestral, enigmática y gloriosa. De alguna manera este trabajo es fruto de ese embelesamiento visual experimentado por el extranjero que camina por las calles de la ciudad de México, en nostálgica búsqueda de lo tradicional, del folclore mexicano. Es lo que la autora llama nostalgia por el arte folclórico; una necesidad transformada en poder de compra y que genera una producción específicamente dirigida al mercado turístico. Durante el trabajo se busca resolver la intriga que este arte tan peculiar genera y cuyas cualidades le infieren cierto aire de misterio. ¿Quiénes son estos artistas que realizan esta miniaturización de la vida y sus quehaceres, desde el tlachiquero rural y las mulas cargadas de leña hasta las lúdicas y contemporáneas expresiones de la bailarina clásica y el payaso? ¿Cómo se genera este arte y a qué necesidades responde? La autora se cuestiona si es acaso un legado prehispánico que maravillosamente sobrevive en el México del presente y cuyo origen se remonta desde aquellas épocas. Una vez en campo, la reflexión se orienta hacia las concepciones estereotipadas de nacionalidad que se encierran en dicho arte bajo una especie de codificación, en la que los artesanos y sus familias participan de distinta forma durante los procesos de producción, distribución y venta.

Para este trabajo de investigación, el objetivo principal es llegar a un entendimiento del significado de las artesanías en miniatura, desde una comunidad en particular. La investigación se realizó durante 1996 y 1997 en el pueblo de Santa María Chigmecatitlán, estado de Puebla. Flechsig estudió a los sujetos productores de la miniatura de palma en la localidad desde distintos niveles y perspectivas, como el estatus socioeconómico y la determinación cultural en lo religioso, el uso y función dado a las miniaturas producidas y los mercados a que son dirigidas. Observación participante, entrevistas y discusiones durante 11 meses de presencia en la comunidad, dan cuerpo a este trabajo, donde los tejedores de palma y rafia son los principales expositores.

La producción de objetos en palma es tradición de muchos pueblos en México y no se encuentra limitada a esta comunidad del sur de la sierra Mixteca de Puebla. Sin embargo, la obra pretende demostrar cómo estos productos de palma y rafia tienen características que los hacen especiales y apreciados. Existe una nostalgia por lo auténtico, por lo indígena, en algunos sectores sociales de la población mexicana y en el visitante extranjero. En el México posmoderno, la imagen del indígena y del campesino se representa en estos pequeños objetos, que parecen reproducir el paisaje cultural nacionalista concebido desde las postrimetrías de la Revolución mexicana. En el paisaje se unifica en una sola particularidad cultural un territorio ancestralmente diverso. La artesanía popular es la mejor puerta hacia una materialización de lo nacional. Esto es desde la perspectiva de que se ha convertido en un símbolo de la identidad nacional del pueblo mexicano. El lenguaje artístico de la cultura mexicana es la artesanía popular, y donde la miniatura y los juguetes tradicionales toman un papel preponderante.

Para Flechsig, dentro de esta expresión artística se encuentran motivaciones económicas y de mercado y, en cierto nivel, también, de herencia ancestral. Para el análisis de esta última busca la conexión entre la artesanía de Chigmecatitlán y el arte de los pueblos mixtecos originarios que cruzan los estados de Puebla y Oaxaca. Se cuestiona si podemos hablar de un enlace directo entre la destreza orfebre de los pueblos mixtecos ancestrales y la paciencia y habilidad de los artesanos de la miniatura de palma. Atinadamente, Flechsig reflexiona en torno a la participación gubernamental por glorificar la destreza artesanal de los pueblos indígenas, congruente con la imagen flolclórica del proyecto indigenista.

A través de un recorrido por esta comunidad que clama para sí la "invención" de las miniaturas de palma, Flechsig se propone descifrar la intención detrás de la creatividad en estos objetos. Son pues estos artistas mentes juguetonas haciendo lo suyo, o bien, sujetos que para satisfacer sus necesidades más apremiantes han optado por realizar trabajos que venden y atraen a los turistas y extranjeros, así como a la clase media y alta de este país. Como estudio antropológico y propio de la escuela culturalista estadounidense, la investigación se adentra a las particularidades de este fenómeno, desde la flora y fauna propia del lugar, dieta de los pobladores, hasta las rutas de abastecimiento de materiales naturales y artificiales, y los procesos de preparación de ellos. Es un acercamiento desde las prácticas económicas y de subsistencia de la localidad con cuestionamientos remontados a los significados y representaciones de lo identitario y la etnicidad.

La miniatura de palma es un objeto/mercancía con cierta magia que envuelve a quien lo compra. En Chigmecatitlán es el modo de subsistencia de la mayoría de las familias de esa localidad, y para estas familias la producción y circulación se basa en las relaciones de parentesco. En Chigmecatitlán la infraestructura es incipiente y no hay generación de empleos, es una comunidad aislada y pobre, donde la gente sobrevive de la venta de sus productos en mercados fuera de su comunidad, generalmente en zonas urbanas e industriales. En este poblado, como en muchas zonas rurales y aisladas de México, la religión católica tiene una profunda determinación en la vida cotidiana. Las raíces indígenas de los pobladores no son reconocidas de un modo abierto o conciente. El fenómeno religioso cobra especial interés en el recorrido de esta investigación, pues en el lenguaje etnográfico Flechsig se topa con el uso "ritual" de la miniatura en celebraciones y conmemoraciones católicas. Se teje la miniatura y se deposita cual "milagro" en las ropas de la santa imagen para la petición de mayores ventas. No es por tradición que se involucre el trabajo artesanal en objetos rituales, ya que no observamos objetos cuidadosamente realizados en palma en festividades que parecerían obvias, como el Domingo de Ramos durante la Semana Santa. La presencia de dichos objetos en las imágenes católicas se realiza en representación de aquel modo de vida que da sustento, y el cual piden sea bendecido a través de estas piezas para lograr una buena venta durante el ciclo anual.

Analizando los distintos niveles de producción de miniaturas, Flechsig menciona el caso de una familia cuya producción se ha desarrollado a pequeña escala, con división del trabajo y especialización en la producción. Entre los niveles de producción que cohabitan en Chigmecatitlán se encuentra desde la producción casera y en menores cantidades, el taller artesanal dentro del hogar hasta una especie de micro-industria que aspira a préstamos federales y estatales. Sin embargo, el primer nivel es el predominante, y para explicarlo Flechsig aduce a la marginación y la pobreza de la localidad. En cuanto a los materiales para la producción se encuentra la palma y la rafia, pero aun cuando esta última es más práctica y económica, no se vende igual, ya que por su apariencia no se le identifica con lo indígena, y los extranjeros, habituales compradores de miniaturas de palma, no compran rafia. La palma, por su lado, requiere de un proceso delicado en su preparación para ser manipulada, e implica un tiempo y un esfuerzo innecesarios en el caso del plástico.

Flechsig pretende considerar el aspecto cultural dentro de la realización de la miniatura, mas para su sorpresa esta actividad es meramente comercial. Ni siquiera es una tradición de mucho tiempo atrás, y definitivamente no es aquella nostálgica supervivencia de los indígenas que muchos turistas imaginan en los mercados de San Ángel o del Zócalo capitalino. Ni la misma palma es propia de Chigmecatitlán, y la mayoría de figuras creadas no tiene relación directa o un significado cultural para el artesano que las realiza. La argumentación de esto se encuentra vía relatos personales, donde se observa que la producción responde directamente a peticiones externas de los consumidores o intermediarios que revenden los objetos en zonas urbanas. La miniatura es entonces fruto de de una preconcepción ya materializada en la estética de la artesanía popular mexicana, y la finalidad última detrás de esta producción es la atención a necesidades básicas. Se produce un objeto para intercambiar por dinero y así permitir el acceso a bienes de primera necesidad.

De modo que Chigmecatitlán ha generado para sí la imagen del pueblo donde se hicieron por primera vez las miniaturas de palma. Utilizando la investigación histórica, la entrevista y la observación participante con los pobladores, Flechsig busca explicar el porqué de la fama del lugar. También se interesa en las estrategias utilizadas por los artesanos para seguir subsistiendo de esta actividad productiva. En la obra se puntualizan las adversidades que enfrentan los artesanos, algunas de tal magnitud que han forzado al abandono de esta ocupación en algunas familias.

Las miniaturas, concluye Flechsig, son el código ampliamente aceptado de lo étnico y lo nacional en ámbitos del mercado de artesanía popular, aun cuando los objetos carecen de una significación cultural para sus creadores. La pregunta es si son o no símbolos aptos para ser leídos como elementos de la cultura mexicana cuando son comprendidos por el consumidor como objetos auténticos y desprovistos de modernidad. De acuerdo con sus características, la miniatura de palma no es tampoco el mejor trabajo artesanal en palma. Su tamaño engaña aludiendo mayor calidad de la que tiene realmente. La miniatura tiene el efecto de provocar una idealización, una sensación romántica respecto al folclor mexicano y hasta una representación de un ordenamiento social con una mirada alegre, pintoresca y armónica. Si se pretende observarlas como un legado nacional, las miniaturas realizadas con diversos materiales en el pasado, y que fungieron de manera importante en la vida y la cultura, hoy en día se realizan más que nada dirigidas a un mercado. Este mercado ve satisfechas sus necesidades de lo auténtico y lo indígena dentro del atestado flujo de objetos producto del desarrollo tecnológico contemporáneo.

Con una narrativa divertida y relajada, la obra de Flechsig tiene mérito desde su disciplina metodológica. Pero así como su obra no está limitada para antropólogos, tampoco es fácil escapar a los abismos culturales a la hora de hacer análisis sociales. El paradigma actual contradictorio, que en la cotidianidad genera el proyecto hegemónico del capitalismo globalizado, nos presenta fenómenos muy diversos en sus determinaciones. Desde la perspectiva de enfoque del autor, atestiguamos la enorme distancia entre el ciudadano estadounidense y los procesos de socialización del aislado pueblo de Chigmecatitlán en Puebla, especialmente en aspectos culturales como la religiosidad profunda de sus habitantes, que tienen su explicación histórica y contextual. La lectura nos permite encontrar algunos elementos imperceptibles para los mexicanos como críticos de nuestras expresiones materiales, y en este sentido también se puede advertir la complejidad cultural de un México diverso en contextos locales y globales, y que pueden constituir un reto desde la perspectiva culturalista.

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