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Nueva antropología

versión impresa ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.20 no.67 México may. 2007

 

Editorial

 

¿EN DÓNDE ESTAMOS?

"Y la antropología, ¿en dónde está?" Esta pregunta, formulada de manera explícita en el ensayo de Mónica Lacarrieu, es la central que las y los autores del presente volumen buscan contestar a través del análisis de los cambios actuales en los presupuestos epistemológicos en nuestra disciplina. Desde distintos puntos subdisciplinarios, los ensayos aquí reunidos exploran los límites epistemológicos actuales y las nuevas posibilidades etnográficas y teóricas que ahora se abren ante nosotros. Las últimas décadas del siglo XX fueron de transformaciones radicales en las esferas de lo social, político, cultural y económico. Las ciencias sociales, incluyendo la antropología, han debido acomodarse a estas transformaciones, involucrándose en la reflexión sobre lo novedoso o no de lo que aparecía como nuevas condiciones socioculturales. Así, teorías sistémicas debieron transformarse para acomodar una visión que respondiera a preguntas en torno a lo local y a las relaciones internacionales, transnacionales y global-locales. Surgieron entonces teorías sociológicas, culturales y antropológicas que han buscado dar cuenta de los distintos procesos que hoy englobamos bajo el amplio concepto de "globalización".

La antropología está respondiendo al llamado de Laura Nader (1972), de mirar ya no sólo "hacia abajo", sino "hacia arriba y hacia los lados". Las y los autores en este volumen encuentran las siguientes respuestas a la pregunta de dónde estamos: la mirada antropológica tiene que tomar en cuenta las dimensiones global y local, y la situación de la mirada misma. Y como roca madre de nuestra disciplina, todos los ensayos hacen hincapié en la importancia del trabajo de campo. Todos los trabajos aquí presentados se basan en una sólida experiencia de las y los autores en eí trabajo de campo; sin embargo, los ensayos no son etnográficos sino de carácter más bien epistemológico, y en ellos la etnografía está presente para ilustrar la discusión epistemológica que da cuerpo a cada ensayo. La antropología del siglo XXI, según aparece perfilada aquí, deberá seguir tomando en cuenta los nuevos contextos mundiales, que ya comenzaron a ser abordados en las últimas tres décadas del siglo XX, en la llamada "antropología de la globalización".

En efecto, desde 1970 los estudios sobre la globalización permitieron dar relevancia a procesos preexistentes, pero bajo una nueva luz: los desplazamientos poblacionales, la migración, el quebrantamiento de las fronteras internacionales, las nuevas caras de la desigualdad entre clases sociales, étnicas y religiosas, y los procesos de desterritorialización y reterritorialización de las prácticas culturales, entre tantos fenómenos y procesos. Al mismo tiempo que estos desplazamientos resquebrajaban la unidad del estado-nación, la continuidad histórica de los sujetos sociales y el dogma nacional del destino manifiesto, se resquebrajaban también las certezas de la ciencia en general y de las disciplinas sociales en particular; las dicotomías se revelaban como artefactos que oscurecían, que escondían matices y reducían la complejidad social a términos maniqueos. La crítica postestructural, en ocasiones articulándose con la crítica posmoderna, permitió la gestación de posturas hoy conocidas como postrundacionales. Las grandes narrativas comenzaron a ser cuestionadas por las pequeñas narraciones; la superioridad del canon noratlántico comenzó a ser cuestionada por las formas de conocimiento local. Los aspectos novedosos de los fenómenos sociales y culturales obligaron a desplazar las fronteras de las disciplinas y las teorías. La erección de barreras físicas está tratando, sin conseguir, cerrar otra vez fronteras entre naciones, pero las brechas ya están hechas en el campo conceptual. Para empezar, una consecuencia epistemológica de este "quiebre de los paradigmas" fue la adopción del nuevo punto de vista que yuxtapone todas las narrativas, sin una jerarquía de autoridad.

 

IMAGINANDO HACIA DÓNDE VAMOS

La antropología, como reseña Lynne Hume en este volumen, fue una de las primeras disciplinas en interiorizar el resquebrajamiento de las antiguas certezas, con lo que entró en una profunda crisis de identidad: si todas las narrativas son equivalentes y la autoridad académica es cuestionada, ¿cuál sería entonces el lugar y el papel de las narrativas etnográficas y de la teoría antropológica en la nueva sociedad globalizada? ¿Cómo se podría mantener la integridad disciplinaria ante la nueva complejidad o ante las nuevas formas de percepción que hacían más visible esa misma, enorme complejidad? Si en el pasado se había establecido la distinción entre lo urbano y lo rural, lo moderno y lo tradicional, lo complejo y lo simple, lo civilizado y lo primitivo, el mundo desarrollado y el subdesarrollado, unos como ámbitos de la sociología y otros como de la antropología, los procesos contemporáneos obligaban a tomar en préstamo de una y otra disciplina. Los ensayos en esta colección muestran algunos de los caminos que nuestra disciplina está emprendiendo, enfrentando creativamente los cuestionamientos y reencontrando su lugar tanto en la academia en general, como en el campo textual en el que nos desenvolvemos. La mirada multifocal antropológica, que está aprendiendo rápidamente a dar la voz a las visiones locales y a teorizar sobre la base de una nueva configuración multivocal y siempre en flujo, ofrece hoy una riqueza textual prácticamente incomparable en otras disciplinas, pues puede partir del cambio constante como premisa, pero también apreciar las distintas velocidades y complejidades del cambio social y cultural, desde el punto de vista de las y los nativos, pero también desde los de la teoría social.

Hoy antropólogos, sociólogos, politólogos, filósofos, economistas, reconocemos la artificialidad de las fronteras en los fenómenos humanos. Como reseña Mónica Lacarrieu, en el mundo contemporáneo es imposible comprender lo urbano sin tomar en cuenta su relación con el mundo rural, sea agrícola o de familias sin tierra obligadas a desplazarse a la ciudad o al extranjero. Nos es difícil entender, como vemos en el ensayo de Gabriela Vargas Cetina, la cultura moderna sin examinar sus relaciones de dominación sobre el otro "tradicional". Además, como nos muestra Carlos Flores, el colonialismo cultural ya no puede ser entendido como producto de la intención de un gran poder militar y económico sin tomar en cuenta la voluntad de participar como miembros de la sociedad colonizada. Progresivamente, en este siglo XXI, se borran las fronteras entre sociedades, culturas, disciplinas y teorías, como vemos en el ensayo de ígor Ayora Diaz sobre el estudio del cuerpo.

Más aún, la secularización y su respuesta, el reencantamiento del mundo y de las relaciones sociales, el desarrollo de nuevos medios de comunicación y trasmisión de información, la aparición de nuevos espacios de sociabilidad, la creación de comunidades de consumo o de sentido, de neotribus urbanas, de pandillas marginales, de las economías informal, local, regional o transnacional, ponen de relieve las distintas estrategias de articulación entre lo local y lo global, pero también lo local mismo. Estas articulaciones conllevan nuevos desplazamientos, como vemos en prácticamente todos los artículos en este número especial.

Las fronteras entre lo humano y lo tecnológico se vuelven también borrosas. Con límites aún, la sociedad se encuentra de cara a posibilidades utópicas, heterotópicas y distópicas acerca de la modificación, "mejoramiento" o trascendencia del cuerpo humano. El cuerpo biológico se vuelve ahora sólo un punto más de referencia para nuestra vida social, sea por su nueva conceptualización como sitio privilegiado del consumo, como Igor Ayora Diaz nos muestra; en términos del desplazamiento por el espacio y el tiempo, como Vargas Cetina nos hace ver; en términos de la espiritualidad descrita por Lynne Hume; en términos de lo que es percibido como su nueva vulnerabilidad en la vida cotidiana, en una nueva atmósfera de miedos, como nos muestra Mónica Lacarrieu; o en términos de su representación para sí y para otros, como Carlos Flores nos describe. Y en todo este mar de cambios, como vemos a lo largo de todos los ensayos aquí recopilados, aparece con nueva fuerza la heterogeneidad, vinculada a la producción de lo social y de la cultura en cada rincón del mundo, producción que no puede ser equiparada tal cual a la de cualquier otro rincón del mundo, por más características estructurales que ambos lugares compartan.

Michael M. Fischer (1993) ha llamado a esas articulaciones entre lo humano, lo tecnológico y lo informático, "formas de vida emergentes", las que nos obligarían a considerar el papel de los medios de la tecnología y de la informática en la generación de nuevas formas de subjetividad, de identidad y de acción social. Estamos ahora ante la necesidad de examinar no ya las fronteras entre fenómenos, sino sus conexiones, las maneras en las que estos distintos procesos o fenómenos se articulan. Ante estos desplazamientos y resquebrajamientos de fronteras disciplinarias, teóricas y filosóficas, nos encontramos de cara también a la necesidad de reconocer que las fronteras nacionales de las disciplinas sociales están llegando a un nuevo estadio. Es cada vez más difícil sostener la pureza de las formas disciplinarias nacionales. La globalización cultural, social y económica también incluye una mayor facilidad para la creación de foros internacionales (congresos, simposios, talleres) en los que académicos de distintas disciplinas y nacionalidades discuten temas en común. Aunque es posible todavía encontrar respuestas fundamentalistas y fundacionalistas que defiendan fronteras (como en el caso de la frontera Estados Unidos-México), éstas, por el momento, parecen cada vez más frágiles e insostenibles, no menos en términos teóricos que en términos políticos, como nos han mostrado las grandes movilizaciones de protesta por una política migratoria más humana entre los Estados Unidos y México, en 2006. El diálogo académico contemporáneo requiere de la apertura de fronteras disciplinarias, teóricas, epistemológicas, y metodológicas, pero también de las fronteras nacionales. El presente volumen quiere ser una contribución en este sentido, reuniendo a antropólogos y antropólogas de diversas formaciones (realizan trabajo de campo en diversos puntos del orbe), quienes rutinariamente combinan en su trabajo, como podemos ver aquí, múltiples tradiciones antropológicas nacionales.

Varios puntos de consenso emergen de los trabajos aquí reunidos:

1. La antropología, como vemos en todos los artículos, debe tomar en cuenta, como punto de partida, los fenómenos globales, incluyendo, como Igor Ayora Diaz hace explícito, el contexto académico global;

2. Debemos, sin embargo, estudiar las sociedades y grupos locales en tanto que se articulan en forma específica con el sistema global, como expresiones particulares de la sociedad y la cultura, sin pensar que vamos a encontrar los "lugares comunes" de la literatura, como plantea en forma explícita Mónica Lacarrieu;

3. La agencia, como Gabriela Vargas Cetina discute, no necesariamente se refiere a acciones individuales, aunque debemos abrirnos a la posibilidad de la agencia individual; y

4. La distancia "antropólogo/a-personas con las que trabajamos", debe de ser superada: como Lynne Hume, Carlos Flores y Gabriela Vargas Cetina nos muestran, somos parte de nuestros datos, y quienes nos dan información también nos están analizando; y nuestros textos son parte de un campo mayor que incluye los comentarios de las personas en los lugares en donde hacemos investigación de campo.

La antropología contemporánea necesita trascender las fronteras artificiales de los campos temáticos y del establecimiento moral-normativo de sitios privilegiados de investigación; debe enfrentar el reto de entender y explicar los fenómenos contemporáneos, sea que estos ocurran en la ciudad, el campo o en el ciberespacio. Los temas que nos preocupan no tienen por que ser distintos de aquéllos que preocupan a sociólogos, poíitólogos, economistas, médicos, estudiosos de la religión o de las relaciones internacionales y transnacionales. Pero lo que continuará distinguiendo a la antropología es la convicción de la necesidad del trabajo de campo, del establecimiento de relaciones intersubjetivas, del respeto a la diferencia cultural, y el privilegio del estudio de problemas humanos.

El volumen se cierra con el estudio de caso del tequila y la denominación de origen, un tema de gran importancia en el México contemporáneo, que está repercutiendo en formas decisivas en el campo mexicano. Guadalupe Rodríguez Gómez nos muestra cómo un concepto aparentemente tan "objetivo", basado en la idea de si un producto es originario o no de una región, es en realidad una categoría política, resultado de arduas negociaciones políticas a distintos niveles. Este trabajo ejemplifica la importancia que la investigación histórica tiene para explicar los procesos sociales actuales, y el lugar que la globalización comporta en contextos locales específicos.

Los ensayos en este volumen, en fin, muestran algunos de los caminos potenciales que se han abierto a la investigación antropológica sociocultural de este inicio de siglo. Como Lynne Hume termina diciendo en su artículo, la antropología ya no está en crisis, sino en el umbral de grandes y emocionantes posibilidades. Esperamos que estos artículos contribuyan, en cualquier forma, a la ampliación de esos nuevos horizontes para nuestra disciplina, y para la voz antropológica en el contexto académico actual.

 

AGRADECIMIENTOS

Agradecemos a las y los autores el habernos confiado sus trabajos y no haber abandonado el proyecto. Gracias también a Ashanti Rosado Novelo por su trabajo técnico.

 

REFERENCIAS

Fisher, Michael (1993), Emergent Forms of Life and the Anthropological Voice, Durham, NC, Duke University Press.         [ Links ]

Nader, Laura (1972), "Up the Anthropologist-Perspectives Gained from Studying Up" in Dell Hymes (ed.), Reinventing Anthropology, New York, Pantheon Books, pp. 294-311.         [ Links ]

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